Diferencia entre revisiones de «Cantabria»

Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Uhanu (discusión · contribs.)
Deshecha la edición 32146687 de 88.30.121.144 (disc.) Const. 1978: Art. 3. 1. El castellano es la lengua española oficial
Línea 24: Línea 24:
|densidad = 111,49
|densidad = 111,49
|gentilicio = ''Cántabro/a'', ''montañés/esa'', ''cantábrico/a''
|gentilicio = ''Cántabro/a'', ''montañés/esa'', ''cantábrico/a''
|idioma = [[Idioma español|Español]].
|idioma = [[Idioma español|Castellano o español]]
|código ISO = S
|código ISO = S
|página web = www.gobcantabria.es
|página web = www.gobcantabria.es

Revisión del 03:40 12 dic 2009

Cantabria
Comunidad autónoma





Himno: Himno a la Montaña
Coordenadas 43°20′00″N 4°00′00″O / 43.333333333333, -4
Capital Santander
Ciudad más poblada Santander
Idioma oficial Castellano o español
Entidad Comunidad autónoma
 • País España
Gobierno
Presidente
Vicepresidenta
Parlamento
Presidente
Congreso
Senado
PRC y PSC-PSOE
Miguel Ángel Revilla
Lola Gorostiaga
39 escaños
Miguel Ángel Palacio
5 escaños
5 escaños
(1 designado)
Subdivisiones 10 comarcas:
Asón-Agüera
Besaya
Campoo-Los Valles
Costa Occidental
Costa Oriental
Liébana
Saja-Nansa
Santander
Trasmiera
Valles Pasiegos
Superficie Puesto 15
 • Total 5.221 km²(1,05%)
Población (2008) Puesto 16
 • Total 582,138 hab.¹
 • Densidad 111,49 hab./km²
Gentilicio Cántabro/a, montañés/esa, cantábrico/a
Huso horario UTC+01:00 y UTC+02:00
ISO 3166-2 S
Estatuto de autonomía 11 de enero de 1982
Fiesta oficial 15 de septiembre
(Bien Aparecida)
Sitio web oficial
11,3% del total de España.

Cantabria es una región histórica[1]​ y comunidad autónoma uniprovincial española. Limita al este con el País Vasco (provincia de Vizcaya), al sur con Castilla y León (provincias de León, Palencia y Burgos), al oeste con el Principado de Asturias y al norte con el mar Cantábrico. La ciudad de Santander es su capital y localidad más poblada.

Sus primeras referencias datan del año 195 a. C., momento en que el escritor romano Catón el Viejo habla en su obra Orígenes del nacimiento del río Ebro en el país de los cántabros.

"...fluvium Hiberum: is oritur ex Cantabris, magnus atque pulcher, pisculentus."
"...el río Ebro: nace en tierra de cántabros, grande y hermoso, abundante en peces".

Cantabria está situada en la cornisa cantábrica, nombre dado a la franja de tierra existente entre el mar Cantábrico y la Cordillera Cantábrica, en el norte de la Península Ibérica. Posee un clima oceánico húmedo y de temperaturas moderadas, fuertemente influenciado por los vientos del océano Atlántico que chocan contra las montañas. La precipitación media es de 1.200 mm, lo que permite el crecimiento de frondosa vegetación. Su mayor elevación se localiza en el pico de Torre Blanca (2.619 metros).

Cantabria es la región más rica del mundo en yacimientos arqueológicos del Paleolítico Superior. Los primeros signos de ocupación humana datan del Paleolítico Inferior, aunque este periodo no esté tan bien representado en la región. Destacan en este aspecto las pinturas de la cueva de Altamira, datada entre el 16.000 y 9.000 a. de C. y declarada, junto a otras nueve cuevas cántabras más, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La moderna provincia de Cantabria se constituyó el 28 de julio de 1778 [2][3][4][5][6]​. La Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía de Cantabria se aprobó el 30 de diciembre de 1981, dotando de este modo a la comunidad autónoma de organismos e instituciones de autogobierno. Su actual presidente es desde 2003 el regionalista Miguel Ángel Revilla, apoyado en el Gobierno por el PSC-PSOE de Lola Gorostiaga.

Toponimia

Mapa físico de Cantabria con división municipal

Diversos han sido los autores que han tratado el origen etimológico del nombre de Cantabria (San Isidoro de Sevilla, Julio Caro Baroja, Aureliano Fernández Guerra, Joaquín González Echegaray, Adolf Schulten, etc.). Aunque no es segura su procedencia, la opinión más aceptada por los expertos es que deriva de la raíz cant-, de origen celta o ligur y que significa roca o piedra', y el sufijo -abr, frecuente en las regiones celtas. De todo esto se deduce que cántabro vendría a significar pueblo que habita en las peñas o montañés, en clara referencia al territorio abrupto y montañoso de Cantabria.

Geografía física

La región posee una superficie de 5.321 km2 y sus costas tienen una longitud total de 165,7 kilómetros. Su cabo más sobresaliente es el Cabo de Ajo (43°28′93″N 3°36′75″O / 43.49250, -3.62083 Coordenadas: segundos de latitud >= 60
Coordenadas: segundos de longitud >= 60
{{#coordinates:}}: latitud no válida). En la región existen tres ámbitos geográficos bien diferenciados: La Marina, La Montaña y Campoo y los valles del sur pertenecientes a las cuencas del río Ebro y del Duero. La presencia predominante de la montaña y su difícil orografía del terreno explica que históricamente además se conozca a la región entera como La Montaña.

Relieve

A medida que nos desplazamos hacia el sur el relieve suave de La Marina se torna abrupto hasta alcanzar las altas montañas de la Cordillera Cantábrica (imagen panorámica)

Cantabria es una región de carácter montañoso y costero y con un importante patrimonio natural. Su enérgico relieve hace que el 40% de su superficie se sitúe por encima de los 700 metros de altitud y un tercio de la región presenta pendientes de más del 30% de inclinación.[7]​ En ella se distinguen tres áreas morfológicamente bien diferenciadas:

  • La Marina. Una franja costera de valles bajos, amplios y de formas suaves de unos 10 km de ancho cuya altitud no suele superar los 500 msnm y que limita con el mar por medio de una línea de rasas litorales, configurando abruptos acantilados que son rotos por la aparición de desembocaduras de ríos generando rías y playas. En el litoral de la región destaca la bahía de Santander. Por el sur la marina limita con la montaña.
  • La Montaña. Es una larga barrera de montañas abruptas paralela al mar que componen parte de la cordillera Cantábrica. En su mayoría de roca calcárea afectada por fenómenos kársticos y que cubren la mayor parte de Cantabria. Forman valles profundos en disposición norte-sur con fuertes pendientes horadadas por ríos de carácter torrencial, de gran poder erosivo y cortos por la poca distancia entre su nacimiento y su desembocadura. Los valles configuran diferentes comarcas naturales de la región bien delimitadas físicamente por los cordales montañosos: Liébana, Nansa, Saja, Besaya, Pas-Pisueña, Miera, Asón-Gándara, Campoo. A la montaña pertenece la sierra del Escudo, cordón montañoso de entre 600 y 1.000 msnm y que a lo largo de la zona occidental de Cantabria sigue paralela a unos 15 o 20 km de la costa. Montañas más altas nos encontramos a medida que nos desplazamos al sur, con una alineación de crestas que limitan los valles y las cuencas hidrográficas de los ríos Ebro, Duero y aquellos que desembocan en el Mar Cantábrico. Por lo general superan los 1.500 metros de altitud, desde el puerto de San Glorio en el oeste hasta el de Los Tornos en la parte oriental: Peña Labra, puerto de Sejos, puerto del Escudo, Castro Valnera y La Sía. También destacan los grandes macizos calcáreos de los Picos de Europa en la zona sur occidental de la región, cuyas cumbres sobrepasan la mayoría 2.500 metros y donde es amplia la presencia del modelado glaciar en su morfología. La mayor elevación de Cantabria se localiza en el pico de Torre Blanca (2.619 metros), en la divisoria entre Cantabria y la provincia de León, aunque de forma tradicional se ha asignado este honor a Peña Vieja (2.617 metros) por encontrarse totalmente dentro del territorio montañés.
  • Campoo y los valles del sur. La otra comarca que se diferencia es Campoo, en el extremo sur de Cantabria. Con un clima más continentalizado, presenta un desarrollo óptimo de masas forestales de rebollo (quercus pyrenaica) y que se encuentra en un periodo expansivo por el abandono de las tierras agrarias. Además, también existen grandes repoblaciones de coníferas (pinus sylvestris) en las suaves pendientes de la comarca.

Climatología

Debido a la Corriente del Golfo Cantabria, al igual que el resto de la región Cantábrica, tiene unas temperaturas mucho más suaves que las que les correspondería por su latitud, similar a la de Nueva Escocia en Norteamérica. La región está afectada por un clima oceánico húmedo, con veranos e inviernos suaves. Las precipitaciones se sitúan en torno a 1200 mm anuales en la costa, aumentando los valores en las zonas montañosas hasta los 1.600 mm, lo que la sitúa en la denominada España húmeda (o España verde).

Panorámica del puerto de Alisas con las cumbre nevadas.

La temperatura media se sitúa alrededor de los 14°C. La nieve es frecuente en las partes altas de Cantabria entre los meses de octubre y marzo. Los meses más secos son julio y agosto, aunque no existe sequía propiamente dicha, ya que por una parte siempre existe un mínimo de precipitación, y por otra las temperaturas no son muy elevadas. En algunas zonas de los Picos de Europa con clima de alta montaña, por encima de los 2.500 msnm se mantienen los bancos de nieve durante todo el año.

No obstante las diferencias entre comarcas pueden llegar a ser importantes. Así las más alejadas del litoral, como Liébana y Campoo, presentan un clima mediterráneo continentalizado, en el primer caso por el microclima especial de la zona y en el segundo por su proximidad a la meseta central.

La influencia del relieve montañoso de Cantabria es destacable sobre su clima, siendo la causa principal de fenómenos atmosféricos peculiares como son las llamadas suradas, propiciadas por el efecto Foehn. El viento del sur sopla fuerte y seco, aumentando la temperatura a medida que nos acercamos a la costa. Esto provoca una llamativa disminución de la humedad relativa del aire y la ausencia de precipitaciones. Condiciones que contrastan con las de la vertiente sur de la cordillera donde el viento es más fresco y húmedo y puede estar lloviendo. Estas situaciones son más frecuentes en otoño e invierno, registrándose unas temperaturas anormalmente altas de más de 28°C. No son inusuales los incendios avivados por este viento, como el que arrasó la ciudad de Santander en el invierno de 1941.

Por otro lado, las zonas costeras suelen estar sometidas a vientos constantes provenientes del Océano Atlántico, que frecuentemente llegan a ser fuertes. En condiciones muy particulares, más propicias en los meses de abril-mayo y septiembre-octubre, los vientos del Oeste pueden alcanzar magnitudes de galerna.

Hidrografía

Los ríos cántabros son cortos, rápidos y poco caudalosos; salvan unas considerables pendientes al estar el mar próximo a su nacimiento en la cordillera Cantábrica. Sus recorridos suelen ser perpendiculares a la costa, si exceptuamos el río Ebro, y poseen un caudal más o menos persistente a lo largo de todo el año motivado por unas precipitaciones por lo general constantes. Aun así, este es escaso (20 m³/s anualmente) en comparación con otros ríos de la Península Ibérica. La rapidez de sus aguas, motivado por las considerables pendientes de los recorridos, hacen que tengan un gran poder erosivo, formando los encajados valles en forma de V característicos de la cornisa Cantábrica. La actividad humana, cada vez más abundante en ellos por el aumento y concentración constante de la población en los valles, está ejerciendo una fuerte presión sobre estos ríos.

Nacimiento del río Asón.
Río Camesa a su paso por Santa Olalla.

Los principales ríos que dividen la región en otras tantas cuencas hidrográficas son:

El Pico Tres Mares (2.175 metros sobre el nivel del mar), en la comarca de Campoo-Los Valles, en el límite con Palencia, separa las tres cuencas hidrográficas; en sus faldas nacen los ríos Híjar, Pisuerga y Nansa que vierten respectivamente al Mediterráneo, Atlántico y Cantábrico. Cantabria es, junto con Castilla y León, la única comunidad autónoma cuyos ríos desembocan en cada uno de los tres mares que rodean la Península Ibérica.

Principales ríos y localidades que atraviesan

Río Km Nacimiento Desembocadura Localidades destacadas a su paso por Cantabria
Asón 39 Collados del Asón, en Soba Ría de Limpias, bahía de Santoña Arredondo, Ramales de la Victoria, Ampuero, Colindres
Agüera 21 Estribaciones del Burgueño Ría de Oriñón La Matanza, El Puente, Oriñón
Besaya 58 Cueto Ropero, en Aradillos Ría de San Martín, en Suances[8] Corrales de Buelna, Puente San Miguel, Torrelavega
Camesa 17,9 Sierra de Híjar, en Brañosera R. Pisuerga en Aguilar de Campoo Lombraña, Santotís, Puentenansa, Pesués
Deva 64 Circo glaciar de Fuente Dé Ría de Tina Mayor, en Unquera Potes, Tama, La Hermida, Unquera
Ebro 930 Fuentes del Híjar, Fontibre Delta del Ebro, en Deltebre Fontibre, Reinosa, Polientes
Escudo 20,5 Sª del Escudo de Cabuérniga Ría de San Vicente de la Barquera Roiz, San Vicente de la Barquera
Híjar 20 Pico Tres Mares Río Ebro en Fontibre Brañavieja, Espinilla
Miera 41 Portillo de Lunada Ría de Cubas, bahía de Santander San Roque de Riomiera, Liérganes, La Cavada, Solares
Nansa 46 Sª de Peña Labra, Polaciones Ría de Tina Menor, en Pesués Lombraña, Santotís, Puentenansa, Pesués
Pas 57 Estrib. de Castro Valnera Ría de Mogro, Valdearenas Vega de Pas, Ontaneda, Puente Viesgo, Vargas, Oruña
Pisueña 36,2 Pisueña (Selaya) Río Pas en Vargas Selaya, Villacarriedo, Pomaluengo, Vargas
Saja 67 Norte de la sierra del Cordel Ría de San Martín, en Suances Cabezón de la Sal, Torrelavega, Requejada, Suances

Vegetación

Prado de siega en Valdáliga.

Las diversas altitudes de la región, que van en poca distancia del nivel del mar a los 2600 msnm de La Montaña, hacen que la diversidad vegetal sea grande y exista un amplio número de biotopos. Cantabria posee una vegetación eurosiberiana, dentro de la provincia Atlántica. Se caracteriza por tener bosques de especies frondosas y caducifolias, como son el roble y el haya. No obstante la acción humana desde tiempos remotos ha favorecido la creación de pastos, propiciando grandes superficies de pastizales y praderías que alimentan al ganado vacuno.

Los prados de pastos se intercalan con plantaciones de eucaliptos (Eucalyptus globulus) y pequeñas masas de bosques autóctonos de robles y fresnos.

La parte meridional de Cantabria, ya dentro de la comarca de Campoo y limitando con la meseta castellana, se caracteriza por tener un paisaje de transición hacia una vegetación seca, conviviendo variedades biclimaticas atlánticas y mediterráneas. Su diversidad vegetal está propiciada por localizarse en el límite del dominio biogeográfico mediterráneo, lo que hace que existan especies propias de este bioclima, como son la encina o el madroño, localizados en suelos calizos poco desarrollados y de escasa humedad.

En Cantabria se pueden diferenciar varios niveles florísticos:

  • La franja litoral, representada por arenales y dunas con una vegetación reducida. Junto a ellos los acantilados con vegetación herbácea exclusiva de estas zonas.
  • La marina, franja costera que llega hasta los 500 metros de altitud y que originalmente lo constituían bosques caducifolios con especies mixtas: fresno, tilo, laurel, avellano, arce, roble, álamo, abedul, encina, etc. Los márgenes fluviales estaban poblados por bosques de ribera de alisos y sauces. Hoy en día estos bosques primitivos han desaparecido casi en su totalidad, dejando masas forestales autóctonas de carácter residual en zonas de difícil cultivo. En su sustitución aparecen las praderías, zonas de pasto muy productivas por el benigno clima y que sustentan la economía rural de Cantabria. Junto a ellos aparecen grandes repoblaciones monoespecíficas de eucalipto destinadas a la industria papelera y que desde algunos ambientes empiezan a ser cuestionadas.
Imagen panorámica de la Cordillera Cantábrica (izquierda) y La Marina con la ciudad de Santander (al fondo a la derecha). Alto de Brenas (579 metros). Riotuerto.
  • Los niveles medios de la Montaña, de 500 a 1100 msnm están colonizados por bosques monoespecíficos de roble (quercus robur y quercus petraea) en aquellas laderas con mayor insolación. En las zonas de umbría y sobre todo a partir de los 800 msnm, destacan los bosques de haya y donde suelen aparecer el acebo que produce frutos comestibles en época invernal y que son casi el único sustento para muchas especies animales.
Brañas o praderas de montaña. Al fondo se aprecian las cumbres de los Picos de Europa. Pico Tordías (968 m). Arenas de Iguña.
  • En el piso subalpino, en cotas ya muy altas, la vegetación está compuesta por abedules, matorrales y plantas herbáceas como las gramíneas, que son de especial importancia en la economía ganadera durante el verano pues funcionan como pastizales de puerto (llamadas en la región brañas) para la alimentación vacuna y caballar.

Junto a estas características habría también que citar las peculiaridades de la comarca de Liébana, que al poseer un microclima particular cercano al mediterráneo también crecen alcornocales, viñedos y olivos, y cuyo grado de degradación por la actividad humana es muy escaso.

Demografía

Pirámide demográfica de Cantabria según el Padrón municipal de habitantes de 2006.

En el año 2008 Cantabria tenia una población de 581.215 habitantes según el Instituto Nacional de Estadística (representa el 1,26% de la población de España).

Cantabria sólo supera, demográficamente hablando, a una comunidad autónoma, La Rioja (306.377) y a las dos ciudades autonómicas Ceuta (75.861) y Melilla (66.871) (ver tabla). En cuanto a provincias, ocuparía el puesto 27º de 50 provincias que hay en España (ver tabla).

Tiene una densidad de población de 109,65 habitantes/km² y una esperanza de vida de 75 años para los varones y 83 años para las mujeres. Siendo la esperanza de vida en España en el año 2005 según la Organización Mundial de la Salud de 80,3 años de media: 76,9 para los hombres y 83,6 para las mujeres.[9]

Comparada con otras regiones españolas, Cantabria no ha experimentado altas tasas de inmigración, puesto que en 2007 un 5,7% de la población de Cantabria era inmigrante mientras que en el mismo año en el total de la población española el 11% era inmigrante. Las nacionalidades predominantes son Colombia, Rumania, Ecuador, Perú, Moldavia y Marruecos por este orden.[10]

Mapa demográfico de Cantabria. Habitantes por núcleos de población en el año 2005.

Las principales poblaciones cántabras se encuentran en la zona litoral, destacando dos ciudades, la capital cántabra, Santander, con 183.466 habitantes y Torrelavega, como segundo núcleo urbano e industrial de Cantabria, con una población de 55.910 habitantes. Ambas ciudades forman una conurbación, denominado área metropolitana de Santander-Torrelavega.

Los municipios más importantes desde el punto de vista demográfico (más de 10.000 habitantes; datos INE 2007[11]​) son los siguientes:

  1. Santander ( 183.466 habitantes).
  2. Torrelavega (55.910 habitantes).
  3. Camargo ( 31.086 habitantes ).
  4. Castro Urdiales (30.814 habitantes).
  5. Piélagos (20.130 habitantes).
  6. El Astillero (17.632 habitantes).
  7. Laredo (12.835 habitantes).
  8. Santoña (11.574 habitantes).
  9. Los Corrales de Buelna (11.223 habitantes).
  10. Santa Cruz de Bezana (10.463 habitantes).
  11. Reinosa (10.220 habitantes).

La tasa de delincuencia se situó en 2007 en niveles muy bajos con respecto a la media de España, con un tasa de delitos de 27,1 infracciones penales por cada mil habitantes (la media española se sitúa en torno a 50 y en 55 la de UE).[12]

Historia

Prehistoria

Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España

Patrimonio de la Humanidad de la Unesco

Réplica del techo de Altamira
(Museo Arqueológico Nacional)
Localización
País Bandera de España.
Coordenadas 43°20′00″N 4°00′00″O / 43.333333333333, -4{{#coordinates:}}: no puede tener más de una etiqueta principal por página
Datos generales
Tipo Cultural
Criterios i, iii
Identificación 310
Región Europa
Inscripción 1985 (IX sesión)
Extensión 2008
Sitio web oficial

La presencia humana en la región del Cantábrico se remonta a hace unos 100.000 años, a finales del Paleolítico Inferior –período interglacial-, extendiéndose a lo largo de una estrecha franja costera entre la zona central de la actual Asturias y los Pirineos occidentales. De aquel período se conservan restos de útiles tallados en piedra (cuarcita u ofita), caso de los bifaces, hallados en algunas cuevas y yacimientos al aire libre. Eran poblamientos próximos a la costa y en valles bajos, junto a ríos, de chozas construidas con ramas o pieles, asentamientos eventuales de pequeños grupos familiares o clanes dedicados a la caza y la recolección.

Bastón de mando perforado adornado con el grabado de un ciervo hallado en la Cueva de El Castillo.

En la transición del Paleolítico Inferior al Paleolítico Medio, (hace 95.000 años), la cornisa cantábrica sufre un fuerte enfriamiento climático, alterando el entorno natural y trasladando la línea de costa varios kilómetros hacia el interior del mar, proliferando en la Cordillera glaciares. Es el momento de la ocupación masiva de cuevas habitadas por una nueva especie, el Neanderthal. Éste desarrollará la industria lítica heredada del período anterior, perfeccionando el tallado de instrumentos dirigidos principalmente a la caza. La preeminencia de la piedra como materia prima no obsta para que también utilizaran otras, caso de la madera.

El último período Paleolítico, el Superior, se inició hace 35.000 años, y se prolongó hasta el final de la última glaciación, hace 10.000. En el asistimos a la extinción del Neanderthal y su sustitución por el Homo Sapiens Sapiens, impulsor de un importante avance tecnológico y cultural que significó el cenit cultural del Paleolítico: aumento demográfico, compleja organización social (división del trabajo), cuevas mejor acondicionadas y compartimentadas, evolución y mayor especialización de la industria lítica y la ósea (azagayas, “bastones de mando”).

Uno de los menhires alineados neolíticos existentes en Valdeolea.

El desarrollo de las culturas del Paleolítico Superior en Cantabria estuvo al nivel de sus homólogas europeas, gracias a la combinación de diversidad ecológica y abundancia de cavidades naturales, constituyendo un verdadero filón arqueológico. Contamos por ello con un patrimonio de valor incalculable, repartido por una infinidad de cuevas en las que se ven representadas todas las fases del Paleolítico Superior: Altamira, El Castillo, La Pasiega, Las Monedas, Covalanas, Hornos de la Peña, El Pendo, etc. Esta producción se compone tanto de arte mueble o Mobiliar (grabados o pinturas realizados sobre objetos transportables como huesos, caparazones, dientes y astas que constituían armas, útiles, adornos y objetos votivos), como de arte rupestre o parietal, ejecutado sobre paredes de cuevas.

A partir de hace 10.000 años el final de la glaciación marca la clausura del Paleolítico, iniciándose el proceso de transición hacia el Neolítico. El retroceso del frío trae consigo, en Cantabria, una nueva línea de costa, la expansión de los bosques y, con ello, la transformación de la fauna. Estos cambios obligaron a aquellos grupos humanos a adaptarse a las nuevas condiciones: decadencia de los patrones culturales paleolíticos y explotación más diferenciada de los recursos.

El Neolítico convive en Cantabria durante mucho tiempo con el Epipaleolítico, coexistiendo una economía depredadora con otra productora. La expansión de esta última vendrá acompañada de un fenómeno común al de otras regiones atlánticas europeas: el Megalitismo, la elevación de grandes piedras con finalidad funeraria o ritual: menhires, dólmenes, cromlechs, alineaciones... Manifestación cultural vinculada a la ganadería pastoril trashumante, propiciada por las características naturales de Cantabria.

Reproducción de un antiguo poblado cántabro de la Edad del Hierro en la localidad de Argüeso.

El largo proceso de "neolitización" se prolongará a través de la Edad de los Metales, que en Cantabria se desarrolla con tardanza cronológica. Así el Calcolítico, caracterizado por la coexistencia de útiles de piedra y cobre y vinculado a la cerámica "campaniforme", se introduce en la segunda mitad del III milenio. La Edad del Bronce se desarrolla entre 1.800 a. C. y 700 a. C. incorporando la aleación de cobre y estaño, ambos muy escasos en Cantabria, por lo que la presencia de estos materiales respondería a la existencia de contactos comerciales con otras regiones.

Es una época de crecimiento demográfico y ocupación de nuevos espacios, permitiendo la extensión de la ganadería bovina y porcina, junto a la ovina y caprina en menor medida. El fin de los enterramientos colectivos indicaría una incipiente estratificación social que acabará con la sociedad igualitaria y colectivista que había caracterizado a las comunidades cazadoras.

A partir del 700 a. C. se extiende el uso del hierro, abundante en Cantabria, iniciándose así las actividades mineras en nuestra región (Peña Cabarga, zona de Castro-Urdiales). Esta última fase de la Prehistoria se extiende hasta la misma llegada de los romanos, introductores de los primeros textos escritos.

Imperio Romano

La primera referencia escrita del nombre de Cantabria se remonta al año 195 a. C., en el que el historiador Catón el Viejo habla en su libro Orígenes del nacimiento del río Ebro en el país de los cántabros:

"...fluvium Hiberum: is oritur ex Cantabris, magnus atque pulcher, pisculentus."

A partir de aquí las citas acerca de los cántabros y Cantabria se suceden continuamente, puesto que los cántabros se empleaban como mercenarios en diferentes conflictos tanto dentro como fuera de la Península. Hay constancia de que participaron en la guerra de los cartagineses contra Roma durante la segunda guerra púnica por las referencias de Silio Itálico (libro III) y Quinto Horacio Flacco (lib. IV, oda XIV). También se les menciona durante el sitio de Numancia llevado a cabo por Cayo Hostilio Mancino, que se dice levantó el sitio a la ciudad y huyó al ser informado de que cántabros y vacceos acudían en su auxilio.

Cantabria durante el periodo de las Guerras Cántabras. El mapa señala las fronteras del territorio cántabro en relación con la Cantabria actual así como las distintas tribus que lo habitaban, los pueblos vecinos, ciudades y accidentes geográficos interpretados a partir de fuentes clásicas.

La mayor parte de las referencias posteriores aparecen a raíz del inicio de las Guerras Cántabras contra Roma en el año 29 a. C. Se conservan en torno a 150 referencias de este pueblo de cuya fama dejan constancia textos griegos y latinos. Su territorio rebasaba significativamente los límites de la actual comunidad autónoma de Cantabria, localizándose al norte con el mar Cantábrico, nombre con el que le bautizaron los romanos; al oeste con las cumbres occidentales del valle del río Sella, dentro del actual Principado de Asturias; por el sur se extendía hasta el castro de Peña Amaya, en la actual provincia de Burgos, y al este se extendía hasta casi Castro-Urdiales, en torno al río Agüera.

La fundamental huella que los romanos imprimieron en la civilización occidental se debió al proceso de romanización que impulsaron en todas las tierras conquistadas, sometiendo a sus pueblos a una aculturación que los incorporaba paulatinamente a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del Imperio. Y siendo Roma una ciudad-estado, aquel proceso lo realizó a través de un modelo urbano. En Cantabria (integrada en la provincia Tarraconense) la romanización fue tardía e incompleta, consecuente con una débil urbanización. Si en el siglo I d. C. fuentes latinas hablan de varias civitates, éstas se refieren a pequeños núcleos en los que asentó a las antiguas tribus, obligadas a abandonar sus poblados en los montes para evitar nuevas rebeliones. La única ciudad considerada como tal por los propios romanos era Julióbriga (Retortillo, junto a Reinosa), fundada en el 26 a. C. como base de la ofensiva militar y convertida posteriormente en la capital civil del territorio. Aparte de ella Flavióbriga (Castro-Urdiales) en el 74 d. C. logró, en tierra de Autrigones, el importante status de colonia gracias al asentamiento de numerosos ciudadanos romanos, posiblemente ex legionarios dedicados a la pesca, el comercio y la exportación de hierro.

Término augustal encontrado en el municipio de Valdeolea. Fijaba el límite entre el territorio dependiente de la ciudad romana de Julióbriga, sujeto a tributación, y los pastos adscritos a la Legio IIII Macedonica, libres de tributos por su carácter militar.

La superficial romanización de la cornisa cantábrica se debió a su condición de territorio remoto y marginal, fuente de explotación agropecuaria y minera (hierro, sal, blenda, plomo y zinc) en beneficio de la metrópoli romana. Este hecho queda patente en la organización de la red viaria, orientada a la exportación de aquellas materias primas. Los romanos establecieron dos vías de salida, una terrestre siguiendo el valle del Ebro hacia Tarraco y Burdeos, y otra marítima, en dirección a la Galia o circunnavegando la Península hacia Gibraltar, para lo cual fundaron una serie de puertos en la costa: Portus Vereasueca (San Vicente), Portus Blendium (Suances), Portus Samanum (Castro-Urdiales), Portus Victoriae (Santoña). Conectando ambas salidas se orientaron varias calzadas transversales que recorrían de sur a norte la región.

De estas últimas sólo tenemos constancia de tres en nuestra región. La que comunicaba con la Meseta a través de Campoo y el corredor del Besaya; la que cruzaba el valle de Mena y las Encartaciones hasta Flavióbriga; y la que enlazaba Campoo y Cabuérniga con la costa occidental. Se especula igualmente con la existencia de una Vía Aggripa que corriera paralela al litoral, pero hasta ahora no se han hallado vestigios materiales de ella.

Otro medio de inserción económica y social de los antiguos cántabros en el Imperio fue el ejército. Pueblo guerrero, no era extraño su enrolamiento en las legiones, existiendo vestigios epigráficos de su presencia en Britania, Germania, Judea o Numidia, siempre destinos remotos que alejaran el peligro de insurrección armada. Para prevenir esta amenaza en Cantabria permaneció asentada hasta el 39 d. C. la Legio IV Macedonica, acampada seguramente en la zona de Aguilar de Campoo. Trasladada posteriormente a tierras germánicas, la responsabilidad de vigilancia del norte peninsular recayó hasta la desaparición de Imperio en la Legio VII Gemina, cuyo campamento daría origen a la ciudad de León.

En fin, tras cuatro siglos, la romanización no pasó de ser un barniz superficial cuya única herencia perdurable fue la sustitución de las antiguas lenguas cántabras por el latín. Seguramente existió una élite cántabro-romana, urbana, culturalmente integrada y monopolizadora de los altos cargos administrativos. Pero con las invasiones germánicas del siglo V resurgieron los antiguos modos de vida y las formas sociales prerromanas basadas en pequeños grupos pastoriles, así como las seculares creencias, nunca perdidas por el grueso de la población.

Edad Media

En el siglo III el Imperio Romano atravesó una profunda crisis económica, social e institucional que inició un proceso de transformación estructural acentuado en las dos siguientes centurias, con la irrupción de pueblos del centro y este de Europa atraídos por la mayor riqueza de las tierras sudoccidentales. El resultado de ese proceso fue el fin de la Antigüedad y el inicio de una nueva civilización, la del Medievo, síntesis cultural del encuentro y fusión de los pueblos germánicos con la civilización grecorromana.

Alta Edad Media

La Península Ibérica en torno al 560
     Visigodos      Asentamientos de colonos visigodos      Asentamientos de colonos visigodos      Suevos      Bizantinos      Cántabros y vascones
El Ducado de Cantabria

En Hispania se sucedieron las invasiones a partir del 409, penetrando sucesivamente Suevos, Vándalos, Alanos y, especialmente, Visigodos, asentados en Galia e Hispania tras un acuerdo con Roma (416). A partir del siglo VI estos últimos se establecen definitivamente en la Península con intenciones hegemónicas.

Los cántabros mantuvieron su recuperada independencia frente al reino visigodo, hasta la ofensiva del rey Leovigildo (574), iniciada a causa de la recuperada costumbre de saquear las regiones cerealísticas meseteñas. El dominio visigodo, en todo caso, fue precario e incompleto, restringido a Amaya y a la vertiente sur de la cordillera, zona en la que se configura una provincia visigoda denominada Ducado de Cantabria (ver imagen), que serviría a modo de marca o zona fronteriza para controlar tanto a los cántabros como a sus vecinos los vascones. Al norte de la Cordillera Cantábrica, entre tanto, los cántabros continuarían con su forma de vida hasta la invasión árabe. La llegada de los primeros misioneros cristianos (caso de San Millán o Santo Toribio) pocas repercusiones tuvo en un entorno predominantemente pagano.

A partir de este periodo las fuentes documentales apenas sí hacen referencia a Cantabria con este nombre, dado que prevalecerá el de Asturias para las diferentes comarcas: Asturias de Santillana, Asturias de Trasmiera y Asturias de Laredo.

Cántabros, astures y vascones continuaron siendo foco de conflictos para el inestable reino visigodo hasta su desaparición a comienzos del siglo VIII. De hecho, en el momento de la invasión musulmana de la Península Ibérica (711), el rey Rodrigo se encontraba en plena campaña militar al norte de sus dominios.

Invasión islámica, repoblación y reconquista
Límites hipotéticos del Ducado de Cantabria.

En el año 714 los musulmanes invaden los valles altos del Ebro y llegan a conquistar Amaya, la capital cántabra, obligando a los cántabros a ceñirse a las tradicionales fronteras bélicas, para organizar su defensa. Atendiendo a las primeras crónicas de la Reconquista sigue apareciendo Cantabria definida como unidad territorial. Así, en la Crónica Albeldense al tratar de Alfonso I dice «iste Petri Cantabriae ducis filius fuit», con lo que, junto a la figura de Pedro, se nombra el título de Duque de Cantabria, que atestigua la territorialidad de su ducado.

Tras la invasión, en 722, un caudillo llamado Pelayo lograba una victoria militar contra tropas islámicas en Covadonga. Aquel hecho marginal en los confines del Emirato cordobés traerá, no obstante, importantes consecuencias para Cantabria, originando una nueva entidad política en la que quedará englobada. El pequeño dominio de Pelayo al abrigo de los Picos de Europa, durante el reinado de su yerno Alfonso I (739-757) hijo del duque Pedro de Cantabria, logró consolidarse como el Reino de Asturias. Se extendió por toda la Cornisa Cantábrica al oeste del Nervión, protagonizando una serie de campañas contra el Al-Ándalus que provocaron el despoblamiento de la cuenca del Duero. Expansión paralela a una reorganización del poblamiento, germen de la actual caracterización de las comarcas cántabras.

Durante el siglo VII la presencia de iglesias rupestres en el sur de Cantabria, como esta de Arroyuelos en Valderredible, indican el establecimiento de monacatos de tipo eremita destinados a ser cabeza de puente del cristianismo primitivo, continuando la labor iniciada por San Millán de evangelizar la Cantabria pagana.

Es en el siglo VIII, por tanto, cuando se asientan las bases socioeconómicas y culturales de la Cantabria actual. Se alteran bruscamente los modos de vida, con el asentamiento de población hispano-romana y visigoda, introductora del cristianismo, y se reorganiza el poblamiento sobre nuevas pautas socioeconómicas y culturales, con asentamientos permanentes en los valles, fructificando la agricultura (cereal, vid, frutas) y consolidándose la ganadería. La estructura tribal prerromana desaparece sustituida por familias nucleares cristianas. Cambios que van implantando la sociedad feudal: apropiación de las tierras productivas por monasterios y algunos nobles y sometimiento de la población mediante lazos de vasallaje.

Cambios impuestos con fuertes tensiones, caso de las rebeliones de siervos estalladas durante los reinados de Aurelio (768-764) y Alfonso II el Casto (791-842), probables revueltas autóctonas contra el nuevo orden sociopolítico, duramente reprimidas.

Asimismo, la triunfante presencia cultural del cristianismo basculó tanto en la asimilación de los cultos naturalistas, situando iglesias sobre antiguos lugares sagrados, como en la violenta represión del paganismo.

Las repercusiones, sin embargo, no fueron iguales en todas las comarcas. Si Campoo y Valderredible continuaron desiertos y los valles de Nansa y Saja tampoco fueron significativamente poblados, Trasmiera y Asturias de Santillana asumieron las innovaciones con cierta lentitud, descollando Liébana como punta de lanza del nuevo orden, beneficiada por su proximidad a los centros de poder (Cangas de Onís, Oviedo, León) y a su aptitud climática favorable a cereales y viñedos.

La comarca lebaniega se instituyó así en refugio de la cultura latina e hispanogoda exiliada del vasto territorio dominado desde Córdoba, conservada en sus numerosos monasterios, pilares de la nueva sociedad feudal. A uno de ellos, San Martín de Turieno (actual Santo Toribio), llegó desde Astorga para resguardarlo de la ofensiva islámica el Lignum Crucis, el fragmento más grande conservado de la cruz de Cristo, entre la multitud de presuntos trozos presentes por todo el antiguo continente.

En este crítico período destaca el monje Beato, adalid de la ortodoxia católica y la intolerancia religiosa contra la herejía adopcionista (la del cristianismo mozárabe que convivía en tierras de Al-Ándalus), y autor de los Comentarios al Apocalipsis, joya literarias del cristianismo altomedieval. Impulsó el mito de la presencia del apóstol Santiago en Hispania, germen del milagroso descubrimiento de su sepulcro en tierras gallegas (814).

Simultáneamente florecía un estilo arquitectónico singular, denominado arte de repoblación, presente en las construcciones religiosas de características prerrománicas que proliferaron por la región. Iglesias y monasterios erigidos en centros económicos y administrativos de los espacios agrícolas circundantes: Santo Toribio y Santa María de Piasca en Liébana; Santa Juliana, Emeterio y Celedonio, y Santa Cruz de Castañeda en Asturias de Santillana; Santa María de Puerto en Trasmiera o San Pedro de Cervatos, San Martín de Elines y Santa María de Aguilar en Campoo. Los campesinos les cedían la propiedad de la tierra que trabajaban a cambio de protección (material y espiritual), pagada con una parte de los productos cultivados; otras veces laboraban como arrendatarios o colonos parcelas propiedad de los monasterios. Su abundancia inicial menguó a causa de la pugna por el control de la tierra que se estableció entre ellos, persistiendo finalmente los más poderosos. A la larga, sin embargo, caerían todos bajo la influencia de los más fuertes y ricos monasterios castellanos.

Baja Edad Media

La consolidación y expansión experimentadas por el feudalismo europeo entre los siglos XI y XIII tuvo su expresión en la Península Ibérica en el fuerte avance que los reinos cristianos protagonizaron frente a la España musulmana, reducida a partir de entonces al reino nazarí de Granada. Tal proceso habría de tener importantes repercusiones en Cantabria.

El avance de los reinos cristianos hacia el sur propició el desplazamiento de los centros de decisión hacia la Meseta, relegando a los antiguos núcleos cantábricos a una posición marginal. Sin embargo el desarrollo del feudalismo ibérico y la expansión del reino castellano propiciarán un nuevo y relevante papel histórico a la costa cantábrica. En el siglo XII, bajo el reinado de Alfonso VIII, el reino de Castilla decidió impulsar el desarrollo de cuatro puertos cántabros. El objetivo, vinculado a las estrategias políticas y económicas del reino meseteño, era doble: habilitarlos para desarrollar las relaciones comerciales con la fachada atlántica europea y consolidar la frontera marítima de Castilla en un momento en el que los estados medievales reforzaban el control de sus territorios en toda la Europa occidental.

Las Villas Marineras
Castillo del Duque de Estrada en San Vicente de la Barquera. Reflejo de la importancia comercial, urbana y guerrera de la Hermandad de las Cuatro Villas de la Costa del Mar y de su capacidad económica fue el hecho de que estos asentamientos fueron los únicos en toda Cantabria que tuvieron murallas.

Es este el origen de los Fueros concedidos a los puertos de Castro-Urdiales (1173), Santander (1187), Laredo (1200) y San Vicente (1210), junto al de Santillana del Mar en 1209 (transformándola en la capital del territorio conformado por las Asturias de Santillana). Tales fueros constituían textos legales que reconocían una serie de privilegios: status de villas, autonomía municipal, exacciones fiscales (en portazgos y peajes)... El consecuente crecimiento económico impulsó el incremento demográfico y un desarrollo urbano plasmado en una morfología más regular y en la elevación de unas murallas concebidas como frontera simbólica entre el nuevo y pujante mundo urbano y su entorno rural.

La nueva posición de Cantabria como frontera marítima y nudo comercial del reino deCastilla facilitó una mejor integración económica con la Meseta, aunque el desarrollo comercial no pasara de modesto a causa de la marginalidad del territorio, entorno pobre, rural y señorial marcado por deficiencias estructurales que impidieron la extensión de las innovaciones más allá de los núcleos costeros. Se perpetuaba con ello la desvertebración de los distintos ámbitos que fragmentaban el territorio cántabro (villas y valles, costa e interior, llanos y montaña) desde los albores del medioevo.

El esplendor de las villas marineras impulsó el desarrollo del Gótico en Cantabria. Arte urbano evolucionado a partir del Románico y extendido por Europa a partir del siglo XII, refleja la ebullición demográfica, económica y cultural vivida por las ciudades del bajomedievo. En la arquitectura gótica los gruesos muros sustentadores dejan paso a pilares y contrafuertes, permitiendo la apertura de grandes ventanales con bellas vidrieras polícromas, inundando de luz las amplias catedrales, mientras que el arco de medio punto y la bóveda de cañón evolucionan hacia arcos apuntados y bóvedas de crucería. Esbeltez y majestuosidad caracterizan a grandes edificios en los que la verticalidad se impone al predominio horizontal del Románico. Los principales ejemplos cántabros los hallaremos, a partir del siglo XIII, en las iglesias de las villas marineras y en monasterios como Santo Toribio o Santa María de Puerto (Santoña).

El Monasterio de Santo Toribio de Liébana, importante centro de peregrinación cristiana desde la Edad Media, guarda el Lignum Crucis y en él el Beato de Liébana redactó en el siglo VIII el conocido Comentario al Apocalipsis.

Entre las actividades marítimas desarrolladas en las nuevas villas destacará la pesca, antiguo producto de subsistencia cuya comercialización deberá regularse, ahora, mediante ordenanzas concejiles. Simultáneamente se potenciaron industrias como la construcción o la salazón (origen de los alfolíes o depósitos de sal) y se vertebraron nuevas vías comerciales, marítimas y terrestres (ruta del Besaya, las que partían de Castro-Urdiales y San Vicente o el camino Laredo-Burgos). La costa cántabra se instituye en la salida marítima de Castilla, importando manufacturas flamencas, inglesas y francesas (a las que se sumaban hierro, madera, fruta y pescado cántabros) y exportando lanas burgalesas y cereales. Diversificado este mercadeo por el Atlántico y el Mediterráneo, se especializará hacia Flandes en los siglos XIV y XV.

Tal volumen de tránsito mercantil, favorecido por una época de avances en las técnicas de navegación, supuso una importante fuente de ingresos para las villas y un jugoso maná recaudatorio para la hacienda real. Propició igualmente la especialización y profesionalización de las actividades marineras (marineros, maestres, pilotos y remeros), y la fundación de Cofradías de pescadores y mareantes. En pago a su prosperidad las villas debieron participar con naves y hombres (el denominado tributo de la galea) en la expansión militar castellana, destacando en la toma de ciudades como Cartagena (1245) y Sevilla (1248). En esta última, al mando del Almirante Ramón de Bonifaz y Camargo, rompieron el puente de barcas que unía Triana y Sevilla, acción representada con una Nao y la Torre del Oro en el escudo de Santander y Cantabria.

Batalla naval de La Rochelle (1372), en la que trabaron combate barcos cántabros. Durante la Guerra de los Cien Años almirantes como el cántabro Pero Niño atacarían desde la base naval situada en el puerto de Santander ciudades inglesas como Plymouth o Portland, llegando a remontar con sus naves el Támesis.

La intensidad (y peligrosidad) del comercio en el cantábrico y la necesidad de defender sus franquicias impulsó a los puertos del norte de la Península a asociarse en la denominada Hermandad de las Marismas (1296). De la misma formaron parte Santander, Laredo, Castro-Urdiales (sede de la capital), Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Vitoria, incorporándose San Vicente de la Barquera al año siguiente. Erigida en auténtica potencia naval al servicio de la corona castellana, la Hermandad, sin embargo, mantuvo una gran autonomía, implicándose en determinados conflictos (Guerra de los Cien Años) según sus propios intereses.

La prosperidad de las villas propició la diversificación social y profesional del mundo urbano (portazgueros, guardas, dezmeros, fiadores, mercadores, escribanos), aunque la mayoría de la población se componía de marineros que compatibilizaban actividades comerciales y pesqueras con labores agrarias. Se estructuraba así sociedad polarizada entre una mayoría heterogénea (el común) sin privilegios, fiscalizada y sin representación en los órganos de gobierno local, y una minoría (patriciado urbano) privilegiada fiscal, jurídica y politicamente.

Linajes nobiliarios y guerras de banderizas

La conexión entre el nuevo mundo urbano y la vida de los valles se produjo a través de estos grupos privilegiados, cuando extendieron sus vínculos al ámbito rural entrelazándose con linajes nobiliarios. Tal conexión, limitada, no propició una verdadera integración campo-ciudad, pero la confrontación entre los diferentes clanes por incrementar sus parcelas de poder provocó un prolongado desgarramiento social en Cantabria trufado de violencia.

Por otro lado la Baja Edad Media será escenario del debilitamiento de los señoríos monásticos en beneficio de los laicos. A partir del siglo XIII la fuerte expansión territorial del reino castellano hacia el sur peninsular supuso numerosas concesiones a los caballeros que participaron en la misma, en forma de territorios, privilegios fiscales y jurisdiccionales, cesiones mantenidas y aumentadas en los dos siglos siguientes a causa de las guerras dinásticas que desgarraron a la corona.

Así se extendió por el espacio cántabro una intrincada red de relaciones feudales estructurada mediante vínculos socio-familiares (los linajes), de modo que los miembros de cada familia se organizaban alrededor del pariente más significado (enriquecido por mercedes o heredades). La pugna entre linajes por extender sus intereses e incrementar sus patrimonios les llevaba, por arriba, a vincularse a señores más poderosos y, por debajo, a ampliar su base social integrando nuevos “parientes” de forma más o menos voluntaria. Estrategias desplegadas con constante recurso a la violencia, sumergiendo a la región en una interminable guerra civil.

Entre los linajes más poderosos destacaron el de La Vega, el de Manrique o los Velasco, junto a multitud de pequeños señores envueltos en constantes luchas de banderizas que ensangrentaron la vida de valles y villas en el contexto de crisis generalizada que afectó a toda la Europa tardomedieval (siglos XIV y XV). Tales pugnas finalizarían con la autoritaria imposición del poder real sobre la levantisca nobleza castellana llevada a cabo por los Reyes Católicos en los albores de la Edad Moderna, lo que no fue óbice para la permanencia de los dominios señoriales hasta la extinción del feudalismo.

Como reacción al creciente abuso de los señores feudales se produjo el refuerzo de la personalidad de valles y entidades menores, ya que los sectores damnificados por la “ofensiva señorial” se vieron empujados a organizarse en Concejos y Juntas como medio de protección. Tal resistencia, en ocasiones armada, se canalizó a través de la justicia real logrando sentencias favorables tras larguísimos pleitos, logrando defender su condición de tierras de Realengo: dependencia señorial directa del rey sin la interposición de otro señor laico o eclesiástico (“reales valles”).

Se teje así una organización del territorio en la que el Concejo se consolida como célula básica. Institución rectora local integrada por vecinos que elegían anualmente los cargos institucionales, los Concejos se reunían a su vez en entidades superiores, los Valles (Alfoces o Juntas), para coordinar sus intereses. Estas entidades se integraron asimismo en la estructura territorial extendida por toda la corona castellana a partir del siglo XII: las Merindades.

Gracias al Libro de las Merindades de Castilla o Becerro de las Behetrías (1352) podemos conocer las entidades que compartimentaban el territorio cántabro bajomedieval: la Merindad de Liébana con sede en Potes, la de Campoo alrededor de Reinosa, las Asturias de Santillana con capital en Santillana del Mar y Trasmiera con sede en Hoz de Anero. Se ha barajado la posibilidad de que entre el Asón y el señorío de Vizcaya existiera una Merindad denominada Vecio, pero la falta de información no ha permitido, hasta el momento, confirmar tal hipótesis.

A este mapa jurisdiccional se añaden a partir del siglo XIV los Corregidores, representantes reales que podían controlar varias merindades, relegando a los propios merinos (agente real instituido en autoridad fiscal y militar de cada merindad). En Cantabria se establecieron dos corregimientos: uno para Asturias de Santillana, Campoo y Liébana (1396) y otro para las Cuatro Villas y Trasmiera.

Esta estructura administrativa sobrevivió con alguna modificación, al igual que la sociedad feudal, a lo largo de toda la Edad Moderna hasta su sustitución en el siglo XIX por la estructura territorial liberal sustentada por la provincia y los ayuntamientos.

Iglesia de Santa María de la Asunción de Castro-Urdiales, un síimbolo de la prosperidad de las villas marineras en el Bajo Medievo.

Edad Moderna (siglos XVI al XVIII)

El tránsito a la Edad Moderna no altera en Cantabria el estado de fragmentación territorial heredado del medievo, condicionando una desvertebración a la vez económica, política, institucional y eclesial. Tierras de realengo y de señorío, feudos laicos y religiosos, concejos, valles, merindades y corregimientos tejen la intrincada maraña institucional de una tierra sin conciencia de unidad y que en su conjunto es conocida como “Montañas Bajas de Burgos”, “De Peñas al Mar” o simplemente “La Montaña”.

Hidalguía y desigualdad social

En su seno la reunión de pequeños barrios en Concejos sigue constituyendo la célula básica de la organización territorial, órgano en el que se ven representadas las familias vecinas de cada lugar a través de un representante con derecho a voto. Aparente “democracia” desvirtuada por el control que sobre el Concejo ejercían los grandes hacendados, relegando a una mayoría de minúsculos propietarios, colonos y jornaleros obligados a trabajar la tierra de los primeros y sometidos, por tanto, a la autoridad de unos orgullosos linajes acaparadores de la riqueza y el poder político en una sociedad que sancionaba jurídicamente la desigualdad. Sociedad en la que el individuo se veía supeditado a los intereses de la comunidad y en la que el paternalismo emanaba desde las propias familias, unidad básica del entramado social; en su seno se establecía una rígida jerarquización presidida por el varón cabeza de familia a quien se supeditaban por orden descendente los demás miembros, ocupando el último escalafón mujeres y niños.

La hegemonía social en aquella estructura estamental de las oligarquías rurales, heterogéneas pero cohesionadas, se traducía en la imposición de una mentalidad aristocrática que otorgaba especial relevancia a la hidalguía y la limpieza de sangre. Las redes clientelares tejidas por los linajes nobiliares vinculaban su poder y prestigio a la honorabiliad que envolvía sus apellidos, mentalidad reforzada por la unidad religiosa en torno al catolicismo impuesta a partir de los Reyes Católicos, y que fomentaba la consiguiente intolerancia social frente a minorías e individuos de dudosa ascendencia. Discriminación concretada en el acceso a cargos administrativos y en la represión inquisitorial ante toda actitud heterodoxa, otorgando al estatuto de hidalguía (escalafón básico del estamento privilegiado) el valor de certificado de adecuación social, junto a exenciones fiscales y garantías judiciales negadas a los pecheros (individuos sujetos a impuestos ordinarios). La extensión de la condición de hidalgos (“hijos de algo”) a la mayor parte de los habitantes de Cantabria, les confería un especial orgullo como miembros de una comunidad de castellanos viejos presuntamente no contaminada con sangre musulmana o judía.

En la cúspide de aquella pirámide estamental y hasta la extinción del Antiguo Régimen los grandes señoríos jurisdiccionales de Cantabria estuvieron controlados principalmente por tres de las grandes familias nobiliarias españolas: los Mendoza (Duques del Infantado, Marqueses de Santillana); los Manrique de Lara (Marqueses de Aguilar de Campoo, Condes de Castañeda) y en menor medida por los Velasco (Duques de Frías, Condestables de Castilla).

La extensión de la hidalguía ocultaba una sociedad fuertemente polarizada entre una minoría de grandes y medianos propietarios y una mayoría de micropropietarios y campesinos sin tierra en condiciones de subsistencia, al margen de la “pureza” de su sangre. Desigualdad preñada de tensión social, en muchas ocasiones violenta, reflejada en el plano de las mentalidades cuando la [[Iglesia contrarreformista trate de imponer una religiosidad oficial cargada de ceremonial y boato (Concilio de Trento, 1563) sobre un cristianismo popular impregnado de espiritualidad naturalista. Una Iglesia aliada de la aristocracia y que diezmaba los ingresos de esas mismas clases populares para sostener sus privilegios y su hegemonía ideológica.

Un espacio rural, agrario y señorial en el que contrastaban las villas marineras, limitada presencia del mundo urbano que sufrirá una aguda crisis económica y demográfica en el tránsito del siglo XVI al XVII. Su tráfico mercantil se había resentido ya por la competencia de los puertos vascos desde la posición privilegiada que les otorgaba sus cartas forales, iniciada a finales del medievo y confirmada ahora con la creación del Consulado marítimo de Bilbao (1511). Lejos de conseguir un órgano similar, el comercio cántabro se vio supeditado al Consulado instalado en Burgos desde 1494. Por otro lado con los Reyes Católicos desaparece la Hermandad de las Marismas, sustituida institucionalmente por el Corregimiento de las Cuatro Villas. Pero el golpe de gracia vendrá de la mano de la política imperial impuesta en la península a raíz de la implantación de los Habsburgo en el trono. La supeditación de los intereses castellanos a su estrategia hegemónica en Europa arruinará la economía española, sangrando fiscalmente a su población y diezmándola con una sucesión de guerras, hambrunas y plagas.

En ese escenario las villas cántabras ejercieron de puertos de embarque y base de la flota del Atlántico, lo que, si en un principio potenció la construcción naval de la región (Astilleros de Colindres), a la larga supuso una sangría de naves y hombres enviados a servir en una armada que debía proteger las vulnerables líneas marítimas coloniales y las dispersas posesiones españolas en Europa. La constante merma de hombres, los ataques protagonizados por la armada francesa y las distorsiones que el tráfico marítimo sufrió a causa de los conflictos bélicos significaron un duro golpe para las economías portuarias, sentenciadas con la paralización de las exportaciones laneras a Flandes a partir de 1570.

Una sucesión de plagas (epidemias de tabardillo y peste entre 1596 y 1599) se cebó a finales del siglo XVI sobre una población debilitada por la crisis de subsistencias, provocando en las villas un largo declive económico y demográfico extendido hasta el siglo XVIII. Si el trasiego comercial se redujo al cabotaje, el monopolio pesquero era amenazado por nuevos puertos. No obstante Santander mantuvo su participación en la exportación de lana, comerciando con Inglaterra, Ámsterdam y Hamburgo, prólogo del éxito que la llevará a convertirse en la capital de la futura provincia.

Culturalmente a partir del siglo XVI resurge el interés por los estudios relativos a Cantabria y los cántabros, apareciendo el problema de la localización del territorio que ocupó este pueblo. No será hasta el siglo XVIII cuando se zanje definitivamente la gran controversia sobre la situación y extensión de la Cantabria antigua gracias a obras tan trascendentales para el conocimiento de la historia regional como La Cantabria[13]​ del padre agustino e historiador Enrique Flórez de Setién. Paralelamente a este interés por los cántabros y a la clarificación de la aludida polémica se aplicó el nombre de cántabro o Cantabria en el territorio montañés a diversas instituciones, organismos y jurisdicciones.

Una economía tradicional. Cambios y limitaciones

El descubrimiento y colonización del continente americano introdujo en Europa nuevos cultivos. Si la popularización de alubias, pimientos, tomates y patatas en Cantabria fue posterior, el maíz se expandió mucho antes con importantes consecuencias. Desde comienzos del XVII penetra desde la costa hacia el interior, potenciando relevantes transformaciones en la economía rural.

Acondicionado con facilidad, desplazó a la deficitaria producción de unos cereales (trigo, mijo, cebada, centeno) mal adaptados al clima del cantábrico, incrementando la productividad de los terrazgos gracias a su integración las actividades agropecuarias. Así tras la recogida de la cosecha se permitía el acceso de las reses para que pastaran los restos herbáceos (derrota de mieses), fertilizando con ello la tierra. Se configuró así un paisaje agrario denominado de “campos abiertos”.

Mejora en la dieta campesina que impulsó un discreto pero sostenido incremento demográfico, se pasa de 87.687 habitantes en 1534 a unos 130.000 en 1700, acelerado desde la segunda mitad del siglo XVIII (178.715 habitantes en 1822). Crecimiento desigualmente repartido, favoreciendo áreas costeras y valles en detrimento del interior montañoso. Sin embargo la adopción del maíz no logró superar los estrechos límites de la economía agraria cántabra, perpetuando el nivel de subsistencia que afectaba a la mayoría de las familias.

Las alternativas a tal situación fueron la emigración a ultramar, las actividades complementarias desplegadas en tierras castellanas y andaluzas o la roturación de nuevas tierras (el arcaísmo y la falta de capital impedía un incremento de la productividad mediante innovaciones técnicas). Proceso, este último, que menguó las tierras comunales en beneficio de cerramientos particulares, provocando una competencia por el control de la tierra que afloró en forma de tensión social y violencia abierta. Fue un pulso desigual que benefició a grandes hacendados y propietarios acomodados frente a unos jornaleros y arrendatarios que no podían manipular laadministración concejil y de justicia a su favor, como sí hicieron los primeros.

Las carencias de la producción agrícola impedían el desarrollo de otras actividades económicas, reducidas a rudimentarias labores artesanales ejercidas por campesinos que las compatibilizaban con sus ocupaciones agrícolas (curtidores, carpinteros, alfareros, herreros). Producción de escasa comercialización centrada en satisfacer la demanda de las propias comunidades agrícolas.

Fabricaban instrumentos de trabajos y menajes hogareños elaborados con técnicas tradicionales: azadas, dalles, horcones, rastrillas, albarcas, cuévanos, carretas, redes para la pesca. Ente aquellos artesanos destacaron por su prestigio los maestros canteros (principalmente de Trasmiera), quienes imprimieron su huella en la arquitectura española edificada durante los siglos modernos.

No obstante las carencias de aquella economía tradicional, a lo largo del siglo XVIII florecieron en Cantabria otras actividades que superaban el ámbito de lo artesanal para constituir verdaderas protoindustrias. Por su capacidad productiva y energías empleadas no podemos denominarlas industriales, pero sí alcanzaron un incipiente desarrollo sustentado en los recursos naturales de la región: hierro, madera y corrientes fluviales. Numerosas fueron las ferrerías, así como los molinos maquileros que aprovechaban la corriente de los ríos o la fuerza de las mareas. En los batanes se confeccionaban tejidos para uso doméstico a partir de lino y lana, en tanto que la zona de Siete Villas se especializó en la fabricación de campanas.

Esta protoindustria rurales se vio extinguida por el incontenible empuje de la siderurgia industrial y la fabricación de tejidos de algodón impulsada por la Revolución Industrial a lo largo del siglo XIX.

Diferentes fueron las fábricas que por iniciativa estatal se implantaron en Cantabria durante el setecientos. Construcción naval (Astilleros de Guarnizo) y producción de cañones en Liérganes y La Cavada fueron orientadas a alimentar el rearme promovido por la nueva dinastía de los Borbones dentro de su política colonial. Las consecuencias para la región fueron nefastas.

La voraz necesidad de madera que tales actividades necesitaron llevó a la Corona a imponer un estricto monopolio forestal sobre amplias zonas, privando de ese recurso a una población que lo necesitaba para la construcción de viviendas y cercados, la carpintería o como leña. Ecológicamente significó la deforestación de extensas áreas de la región, principalmente en las comarcas occidentales. Pese a todo, aquellas fábricas no sobrevivieron a la coyuntura crítica iniciada a finales de siglo, que acabó con unas actividades no enraizadas en la economía de su entorno territorial.

La expansión de Santander y la unidad provincial

Santander vista por Joris Hoefnagel a finales del siglo XVI. Este grabado es la imagen más antigua existente de la ciudad.

Cantabria experimentará durante el siglo XVIII un evidente incremento demográfico, pasando de 130.000 a 180.000 habitantes en poco más de una centuria (1700-1822). Fue, no obstante, un crecimiento desequilibrado, concentrado en la franja costera –principalmente Santander y su entorno- y en los valles medios –destacando la cuenca del Besaya-, al tiempo que se experimentaba un descenso en la densidad de población en las áreas interiores y de montaña (Campoo y Liébana). Era, como antaño, una población eminentemente rural, no alcanzando el 75% de las localidades los 1.000 habitantes en 1787. Las únicas excepciones eran las cuatro villas costeras (San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo y Castro-Urdiales), algo más populosas, seguidas por Reinosa y Santoña.

Economía eminentemente agraria, estaba desde el siglo XVII orientada hacia el cultivo del maíz, no obstante algunas peculiaridades comarcales. Si Liébana destacaba por la implantación de la vid, en Campoo se mantenían los cereales tradicionales (trigo, cebada, centeno), mientras que en el Pas predominaban praderías y pastos ganaderos. Se trataba en todo caso de una agricultura de subsistencia, de baja productividad y escasos excedentes, en la que la ganadería jugaba un papel meramente complementario.

Así, la combinación de un escaso desarrollo económico y la existencia de un moderado pero evidente crecimiento demográfico, no dejó de ser un incentivo para la emigración, estacional o definitiva, orientada tanto a otras regiones de España como a Ultramar.

Sobre tales estructuras socio-económicas se erigían las tradicionales instituciones monopolizadas por élites locales deviejos linajes detentadores mayoritarios de la propiedad de la tierra.

Economía mercantil

Por contraste, el crecimiento urbano y demográfico que convertiría a Santander en la capital del territorio vino de la mano de una floreciente economía mercantil desarrollada alrededor del puerto desde mediados del siglo XVIII. Impulsó el aumento sostenido y acelerado de la población, la regresión de las actividades tradicionales, mayor diversificación social y una mejor articulación con la Meseta. En definitiva una novedosa vertebración del tejido social de la ciudad, que arrumbaba con el tradicional marco feudal para configurar un nuevo mundo burgués.

Apenas diferenciada de su atrasado entorno rural y agrario durante la primera mitad del la centuria, el despegue se producirá por iniciativa estatal con la apertura del camino que unirá Santander con la Meseta a través de Reinosa en 1753. El objetivo era eludir las exenciones fiscales del puerto de Bilbao para las exportaciones castellanas, canalizándolas a través de Santander. Concebida tal arteria comercial en principio para las salidas de lanas hacia Europa, la quiebra de este mercado reorientará el puerto santanderino hacia las exportaciones de granos y harinas castellanas con destino a los protegidos mercados españoles en América, desde donde se importarán productos coloniales (Reales Decretos de 1765 y 1778).

El vertiginoso crecimiento de este tránsito mercantil impulsó tanto la expansión urbana y demográfica (de 2.500 a 5.000 habitantes en cincuenta años), como su diversificación social gracias a las nuevas actividades desarrolladas alrededor del puerto.

Simultáneamente la antigua villa irá concentrando las instancias de decisión eclesial (Obispado en 1754), institucional (estatus de ciudad en 1755) y administrativa (Consulado del Mar en 1785), transformándose en la capital política y económica de Cantabria. Sin embargo este espectacular crecimiento no se constituyó en un factor de integración regional, ya que funcionó de espaldas a los potenciales recursos del territorio, configurando por el contrario un frágil sistema mercantil dependiente de mercados ajenos (castellano y antillano) y de una política estatal proteccionista. Tal fragilidad se hará patente cuando las bases de ese florecimiento se vean alteradas, coyunturalmente durante el cambio de centuria y definitivamente en el último tercio del siglo XIX.

Sí consolidó en cambio una expansiva y cohesionada burguesía mercantil formada por comerciantes, navieros, y banqueros que, fusionada con los grandes propietarios rurales ávidos de participar en la nueva fuente de riqueza, se constituirá en la élite rectora de los destinos de la provincia creada a comienzos del XIX.

Proyectos de unidad

Porque, efectivamente, a lo largo de la Época Moderna La Montaña había visto crecer una incipiente conciencia de identidad, en discordancia con la desvertebración de un territorio fragmentado en jurisdicciones (real, señorial, eclesiástica) y modelos administrativos superpuestos y conflictivos: locales (concejo, juntas de valle, alfoces) o pertenecientes a instancias superiores (juntas generales, provincias, merindades), englobadas a su vez en circunscripciones superiores (corregimientos). Así, la falta de unidad política y administrativa se mostraría cada vez más como un obstáculo para el progreso.

Esta evidencia impulsará, a lo largo del siglo XVIII, distintas y contradictorias iniciativas encaminadas a superar aquella situación: por un lado proyectos unificadores planteados desde ámbitos tradicionales en defensa de sus seculares privilegios frente frente al creciente poder del Estado; por el otro el afán de la burguesía santanderina en expansión por estructurar un territorio que sustentara la nueva economía mercantil. Esta última será la que finalmente se imponga.

Así, el alto grado de autonomía de las pequeñas entidades en que integraban el solar montañés, junto a la carencia de recursos, ahondaba en su debilidad, amenazadas por la expansión administrativa y fiscal del absolutismo borbónico; cada día se mostraba más evidente la imposibilidad de afrontar la acumulación de problemas: desde las siempre difíciles comunicaciones hasta las trabas para el ejercicio de la justicia, desde las dificultades para el abastecimiento en épocas duras, hasta las levas de soldados, y sobre todo la creciente presión fiscal. Todo ello determinó que se aceleraran los contactos entre villas y valles.

Un primer intento unificador partió desde la Junta General del Partido de las Cuatro Villas, como medio de aunar esfuerzos contra la pretensión real de fiscalizar las mercancías importadas. Las Ordenanzas aprobadas en 1727, nunca sancionadas por la corona, pretendían regular el territorio comprendido por el Corregimiento de las Cuatro Villas, pero el proyecto no llegó a cuajar.

Mayor recorrido tuvo el proyecto gestado en torno a las Juntas de la Provincia de los Nueve Valles, conducido por los diputados elegidos a través de los órganos tradicionales de autogobierno.

Dos fueron los hechos que catalizaron la culminación del proceso de integración en este segundo intento:

  • Por otro la necesidad de hacer frente mancomunadamente a la gran cantidad de bandidos que actuaban impunemente en Cantabria, ante la inoperancia de la justicia por la escasez de recursos.

Tras la convocatoria enviada por el Diputado General de Nueve Valles para que acudieran a la Junta que había de celebrarse en Puente San Miguel el 21 de marzo de 1777, las jurisdicciones afectadas por estos y otros males, mandaron a sus respectivos diputados con poderes suficientes para que pudieran decidir el agregarles a la Provincia de Nueve Valles, según decían unos, para unirse y acompañarse, según otros, y en definitiva, para ser unos con los demás, como manifestó el Concejo de Pie de Concha.

En aquella Junta General se establecieron las bases y se pusieron en marcha las gestiones que habrían de desembocar el año de 1778 en la unidad administrativa y jurisdiccional. Todo ello culminó en el éxito de la Asamblea celebrada en la Casa de Juntas de Puente San Miguel el 28 de julio de 1778, donde quedó constituida la Provincia de Cantabria, mediante el acto de aprobar las ordenanzas comunes, confeccionadas para aquel fin y previamente discutidas y aprobadas en los concejos de todas las villas, valles y jurisdicciones comprometidas. Eran, además de los Nueve Valles, Ribadedeva, Peñamellera, Provincia de Liébana, Peñarrubia, Lamasón, Rionansa, Villa de San Vicente de la Barquera, Coto de Estrada, Valdáliga, Villa de Santillana del Mar, Lugar de Viérnoles, Villa de Cartes y su jurisdicción, Valle de Buelna, Valle de Cieza, Valle de Iguña con las villas de San Vicente y Los Llares, Villa de Pujayo, Villa de Pie de Concha y Bárcena, Valle de Anievas y Valle de Toranzo.

     Partido del Bastón de Laredo (Provincia de Cantabria)      Merindad de Campoo (Provincia de Toro).

Escarmentados por el fallido intento del año 1727 el primer objetivo a cubrir consistió en conseguir la aprobación por el rey Carlos III de España de la unión de todos en una provincia, cuya ratificación la lograrían mediante real provisión el 22 de noviembre de 1779.

Las veintiocho jurisdicciones que asumieron en primer lugar el empeño de crear la Provincia de Cantabria, postularon con toda claridad su voluntad de que en ella se incluyeran todas las demás que formaban el Partido y Bastón de las Cuatro Villas de la Costa. En consecuencia establecieron toda clase de facilidades para la integración, que podían realizar en cualquier momento que así lo solicitasen, sujetándose a las ordenanzas, con los mismos derechos y deberes de las fundadoras, en el plano de la más estricta igualdad. De este modo se fueron agregando la Abadía de Santillana, los valles de Tudanca, Polaciones, Herrerías, Castañeda, la Villa de Torrelavega y su jurisdicción, Val de San Vicente, Valle de Carriedo, Tresviso y las villas pasiegas de La Vega, San Roque y San Pedro, así como la Ciudad de Santander con su Abadía.

A causa de la competencia de Laredo, el Ayuntamiento de Santander, que al comienzo había aceptado la titulación de Cantabria para la provincia creada a principios del siglo XIX, reaccionó después imponiendo que se la denominara con su nombre para que no hubiese duda alguna de cual era su capital. Cuando en 1821 la Diputación Provincial presentó en las Cortes constitucionales su proyecto definitivo sobre la fijación de los límites de la provincia y de los partidos judiciales, proponiendo la denominación de Provincia de Cantabria, el Ayuntamiento de Santander replicó imponiendo "que a esta provincia se le conserve el nombre de Santander".

Aun así, muchos periódicos exhibieron en sus cabeceras el nombre de cántabro o Cantabria.

La provincia de Santander

Santander será a la postre el centro impulsor de una unión provincial auspiciada por el Estado. La nueva clase burguesa ansiaba el control de la región, para consolidar y extender la nueva economía de mercado y acabar con los obstáculos que el Antiguo Régimen oponía a su enriquecimiento. Absolutismo y liberalismo actuaron alternativamente como aliados, interesados en los beneficios fiscales.

El conflictivo período que siguió a la Guerra de la Independencia retrasó considerablemente la constitución estable de la nueva entidad administrativa. La Provincia Marítima de Santander creada en 1801, desaparecía en 1805, aunque la búsqueda de la unidad provincial no cesó. La promulgación de la Constitución de 1812 abrió la puerta para la creación de una diputación provincial, al igual que su reimplantación en 1820, frustrados ambos intentos por la reacción fernandina.

La confrontación entre absolutismo y liberalismo que desgarró al país durante el primer tercio del siglo retrasó el proyecto hasta 1833, cuando la nueva ordenación territorial diseñada por el Ministro de Fomento, Javier de Burgos incluía la creación de la Provincia de Santander. Entidad articulada desde 1835 mediante Ayuntamientos. Posteriormente, en 1847, Patricio de la Escosura, en un intento de regionalizar más la península, promulga un decreto el 29 de septiembre de 1847 por el que se dividía a la península en once Gobiernos Generales, denominando Cantabria al formado por las tres Provincias Vascongadas y Navarra, teniendo la capital en Pamplona, mientras que la provincia de Santander, junto a las de Burgos, Logroño y Soria. queda en el Gobierno General de Burgos, con capital en Burgos.[14]

La nueva unidad administrativa no acababa, sin embargo, con la desvertebración económica y social que afectaba al territorio cántabro, perpetuándose a lo largo del XIX una región escindida en dos ámbitos contrastados: el núcleo urbano, costero, burgués y capitalista frente a un espacio rural, agrario y tradicional. Las graves carencias educacionales, estructurales y comunicativas constituirán serios obstáculos en la senda de una mejor integración regional.

Siglo XIX

Estatua erigida en Santander a la memoria del capitán de artillería Pedro Velarde Santillán, héroe cántabro de la Guerra de la Independencia Española muerto durante el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid.

El levantamiento contra la invasión napoleónica de 1808 va a significar el inicio del colapso del Antiguo Régimen (absolutismo político, economía feudal y desigualdad jurídica) y el doloroso comienzo de la Edad Contemporánea en España. Nacía así un convulso siglo XIX marcado por la pugna del liberalismo (régimen constitucional, igualdad de derechos y economía de libre mercado) para desmontar las estructuras socioeconómicas y políticas del Antiguo Régimen e integrar un mercado a nivel nacional, frente a la resistencia de los grupos privilegiados –nobleza y clero- y amplias capas de un campesinado apegado a sus tradicionales modos de subsistencia.

Cantabria fue un escenario más de esa lucha. Si a comienzos del XIX era una región abrumadoramente rural en la que se hallaban sólidamente asentadas las estructuras feudales, el liberalismo se introducirá de la mano de la burguesía mercantil santanderina. Ésta, que había construido su éxito a la sombra del Antiguo Régimen, se inclinará hacia la revolución liberal cuando aquél se convierta en un lastre para su florecimiento. No obstante, sus convicciones políticas siempre fueron eminentemente pragmáticas, anteponiendo sus intereses económicos a los principios ideológicos.

De hecho, sus integrantes siempre se movieron entre la necesidad de romper las barreras jurídicas que frenaban su enriquecimiento y el temor a que los cambios se les escaparan de las manos para transformarse en una revolución popular. Este temor, unido a la debilidad de una burguesía consecuente con una economía poco desarrollada, llevaría al liberalismo cántabro (y español) por la senda de la moderación y el pactismo. De ese modo, el régimen que finalmente se impuso a partir de 1833 fue resultado de un compromiso entre las viejas y nuevas élites sociales (en Cantabria, la oligarquía rural nobiliaria y la burguesía mercantil), configurando un Estado de propietarios erigido en defensa de sus respectivos intereses.

Los damnificados de ese pacto fueron los campesinos, que integraban el grueso de la población cántabra. Era sin duda un conjunto heterogéneo en el que contrastaban las situaciones de pequeños y medianos propietarios, aparceros o jornaleros, lo que influirá en su respuesta ante los nuevos tiempos y su adaptación al capitalismo. Pero para la mayoría de no propietarios, labradores de tierras ajenas en condición de colonos, la extensión de las reglas del libre mercado impuestas por el nuevo régimen iba a serles especialmente perjudicial.

El ocaso del Antiguo Régimen

Ante la noticia del secuestro de la familiar real, retenida por Napoleón en Bayona, y frente a la clara actitud invasora de las tropas francesas penetradas en territorio español con la excusa de invadir Portugal, estalla una rebelión en Madrid el 2 de mayo de 1808, en la que destacaron los capitanes Daoíz y Velarde, este último natural de Muriedas (Valle de Camargo). Duramente reprimida, el levantamiento popular se extiende por toda la geografía nacional.

En un primer momento las autoridades civiles y religiosas de Santander permanecieron a la expectativa, optando por la prudencia y el control de la situación frente a un doble temor: el posible castigo francés ante cualquier acción reivindicativa y el miedo a un levantamiento popular incontrolable. Este se produce finalmente el 26 de mayo de 1808, por lo cual las autoridades deciden encabezarlo procurando contener los impulsos populares. Se constituye así una Junta Suprema Cantábrica presidida por el obispo Rafael Tomás Menéndez de Luarca -que asumió el título de Regente de la provincia-, declarado enemigo de la revolución y de las ideas ilustradas. En colaboración con Asturias se organiza un Armamento Cántabro dirigido por el coronel Velarde e integrado por 5.000 voluntarios destinados a controlar los accesos de la cordillera. No obstante, la reacción francesa enviada desde Burgos logra sendas victorias en Lantueno y El Escudo, tomando Santander el 23 de junio, de donde ya habían huido las autoridades y parte de los ciudadanos. Al frente de la alcaldía en tan difícil situación se colocó a Bonifacio Rodríguez de la Guerra, quien hubo de bascular entre el sometimiento a los ocupantes y el intento de templar las represalias; lo cual le acarrearía acusaciones de afrancesado y traidor tras la guerra.

La resistencia guerrillera se extendió a toda la geografía regional, destacando cabecillas como Juan López Campillo en la zona oriental o Juan Díaz Porlier El Marquesito, militar de inclinaciones liberales que instaló su base de operaciones en Liébana; reorganizó las fuerzas del Armamento bajo la nueva denominación de División Cántabra, incorporando varios regimientos y batallones como los Húsares de Cantabria (caballería) o los Tiradores de Cantabria (infantería). La lucha ocasionó numerosos combates que costaron terribles pérdidas humanas y materiales. El año crucial fue 1812, cuando la retirada de efectivos franceses hacia el frente ruso, una ofensiva guerrillera a escala nacional y la campaña de Wellington desde Portugal quebraron el poderío napoleónico, obligando a José I a abandonar Madrid y a las tropas de ocupación a replegarse al norte. En Cantabria la base francesa se acantona en Santoña, cuyo carácter casi insular y sus construcciones defensivas la convertirán en un baluarte inexpugnable hasta la retirada francesa en 1814, finalizada ya la guerra (hecho que llevó a denominarla “Gibraltar del Cantábrico”). El último acto de guerra en nuestro territorio tuvo lugar el 11 de mayo de 1813, cuando las tropas francesas, en su retirada y tras un largo asedio, tomaron Castro-Urdiales provocando un baño de sangre.

El retorno del deseado Fernando VII tras su sumisa actitud frente a las pretensiones de Napoleón (extensiva a toda la familia real), significó la restauración absolutista, derogando la Constitución de 1812 y la labor legislativa de las Cortes de Cádiz, e implantando un régimen de marcado carácter represivo. Regresadas a Santander las antiguas autoridades, la reacción encontrará en el obispo Menéndez de Luarca a su mejor representante (la Iglesia absolutista y ultraortodoxa surgió de la guerra envuelta en un aura de legitimidad). No obstante, poca oposición pudieron hallar los absolutistas en un campesinado amenazado por el hambre y alejado de las querellas políticas, o en una burguesía dispersa, arruinada y contemporizadora con el orden social.

Pese a ello, el evidente fracaso de la restauración fernandina en asegurar las condiciones que permitían el enriquecimiento de la burguesía santanderina inclinarán a ésta a secundar el alzamiento liberal de 1820, iniciado en Cádiz y propagado a la guarnición militar de Santoña. El proyecto reformista del Trienio Liberal (1820-1823) fue abortado, sin embargo, por sus propias contradicciones internas y una oposición tradicionalista apoyada por las monarquías absolutistas europeas. Así, el retorno a la acción guerrillera rural que supuso la proliferación de partidas realistas, de importante presencia en nuestra región, fue seguida de una nueva invasión francesa, la de los Cien Mil Hijos de San Luis, que abolió la Constitución, suprimió el Parlamento y reinstauró los poderes absolutos del monarca. En Cantabria sólo Santoña resistió varios meses, mientras el ex gobernador Quesada regresaba a Santander al frente del autodenominado Ejército de la Fe. La escasa defensa del régimen liberal se explica por haberse enajenado casi todo el apoyo social que pudo tener en un principio. Si las clases populares se vieron defraudadas por unas medidas que en nada resolvían sus más acuciantes necesidades, los sectores burgueses, asegurados sus negocios, no estaban interesados en reformas democráticas y sí en apoyar cualquier fuerza dispuesta a imponer el orden social.

Se iniciaba así el último tramo del reinado de Fernando VII, la Ominosa Década (1823-1833), cuyo principal brazo represor serán los voluntarios realistas, germen de las futuras partidas carlistas. Se constituyó así una Brigada de Cantabria[15]​ , cuerpo paramilitar comandado por Bernardino González de Agüero e integrado por 7.000 hombres distribuidos en 13 batallones: los de Hoznayo, Carriedo, Merodio (hoy Asturias), Molledo, Ampuero, Cesto, Soncillo (actualmente Burgos), Puente Nansa, Santander, Toranzo, Cabezón de la Sal, Cayón y Mena (también en Burgos). Constituyeron la fuerza hegemónica del período, instrumento de la línea más dura del absolutismo y las oligarquías rurales para imponer sus tesis políticas.

Retrato de Fernando VII. Francisco de Goya. Museo Municipal de Bellas Artes, Santander, (España)

Implantación y crisis del Estado liberal

En Cantabria la guerra civil estallada tras la muerte del inefable Fernando VII (I Guerra Carlista, 1833-1840) se hizo sentir con dureza, por la propia división interna que la región sufría. En las zonas rurales la presencia del carlismo era predominante, por su arraigo en una población agraria, en gran medida desmovilizada políticamente pero apegada a viejos usos y costumbres, sometida a la nobleza rural y muy sensible a los sermones antiliberales del clero. El liberalismo, por su parte, se restringía a algunos núcleos costeros y, esencialmente, a Santander, donde la burguesía nuevamente se veía impelida a desmontar las barreras jurídicas que el absolutismo imponía a su actividad mercantil, en aquel momento atravesando una coyuntura crítica. Este desgarramiento se verá potenciado por hallarse la región tan próxima a uno de los principales núcleos carlistas: el vasco-navarro. Ello convertía a Cantabria en un frente de guerra.

El propio año de 1833 vio un potente levantamiento carlista montañés dirigido por el coronel Pedro Bárcena, con el objetivo de tomar la capital (sólo ésta, junto a Castro, Santoña y Laredo, permanecieron fieles a la heredera). En la misma se organizó un Batallón de Vecinos Honrados que pudo detener la ofensiva carlista en la Acción de Vargas (3 de noviembre). Ello aseguró el control liberal del territorio, pero no la extinción de las simpatías carlistas alimentadas por la cercanía del frente vizcaíno (desde donde partieron varias expediciones) y la propia incomunicación de la región. Por su parte, la organización carlista montañesa contaba con una Junta de Armamento y Defensa, dos batallones, un hospital en Carranza y una fábrica de armas en Guriezo.

La causa de Carlos V, además de contar con la dirección de los tradicionales grupos privilegiados que veían peligrar su posición social (los antiguos linajes), se alimentaba por su base de un campesinado depauperado que se rebelaba contra un régimen político que no resolvía su situación y que atacaba hábitos tradicionales que aquellas gentes vinculaban a sus modos de vida comunitarios. La amalgama ideológica de tan heterogéneo movimiento la pondrá la Iglesia más reaccionaria, que igualmente se sentía agredida por un reformismo secularizador.

La precariedad del control de la recién creada Provincia de Santander (1833) por parte de la burguesía liberal, llevará a ésta a “preparar” las elecciones de los nuevos Ayuntamientos formados en 1835 para asegurarse su adhesión, como afirma el propio Gobernador civil en una carta dirigida al Ministerio de Fomento en enero de 1836. Se inician así, desde los mismos orígenes del Estado liberal, las prácticas clientelares que asegurarán la pervivencia del sistema, sustituyendo el inmovilismo social –o la oposición abierta- mediante la adulteración y el pucherazo. Se tejen de ese modo redes de intereses que, por toda Cantabria, recaban el apoyo político a los candidatos a cambio de favores administrados por los caciques locales, movidos más por afinidades personales e intereses particulares que por líneas programáticas de la política nacional. Funcionamiento del sistema liberal isabelino que continuará, perfeccionado, bajo la Restauración.

El fin de la guerra civil tras la derrota carlista en Ramales de la Victoria a manos del general Espartero (1839), iniciará un período de relativa estabilidad gubernamental que posibilitará el crecimiento económico. Para Santander significará el fin de la coyuntura crítica que se arrastraba desde finales del XVIII y la continuidad de la prosperidad comercial de la ciudad, alcanzándose el cenit del sistema mercantil a mediados de siglo. Sin embargo esta calma era más aparente que real. La Monarquía constitucional se sustentaba en las facciones más moderadas del liberalismo, aliadas con los sectores tradicionalistas más pragmáticos (los grandes propietarios que se habían beneficiado de las medidas desamortizadoras). El régimen, por tanto, poseía un carácter híbrido en el que la soberanía era compartida a partes iguales por la corona y la nación, lo cual confería a la reina poderes considerables en detrimento del parlamento. Ello, sumado a la existencia de un voto restringido a los grupos más pudientes del país, alejaba la integración de amplias capas de la población en el sistema, en absoluto democrático. Además, la marginación política de los sectores progresistas del liberalismo les llevó a apoyarse en el ejército (pronunciamientos) para acceder al gobierno (como durante el Bienio Progresista, 1854-1856).

En Cantabria, a partir de la década de los 40 se perfilan los grupos o tendencias políticas erigidos en soporte y beneficiarios del nuevo Estado: Progresistas (entre quienes destacan Flórez Estrada, Arguindegui, Trueba Cosío, José María Orense o Fernández de los Ríos) y Moderados; estos últimos, de mayor vigor, englobaban a liberales conservadores y antiguos absolutistas, descollando nombres como los de Viluma de la Torre, Montecastro, Hoz o Isla Fernández. Conformaron organizaciones de precaria estructura organizativa, constituyendo grupos locales movidos más por afinidades e intereses que por líneas programáticas, por lo que fue habitual la permeabilidad entre ellos. Mediada la centuria será la Unión Liberal -ensayo centrista- el partido hegemónico, caracterizado por la estabilidad, la transacción y la "desideologización"; logrará una fuerte implantación y una organización eficiente y poderosa, gracias a su identificación con el grueso de la élites locales y su cultura política clientelar y deferencial.

La Diputación Provincial, de limitadas atribuciones, se convirtió en el ámbito político donde dilucidar las tensiones de los grupos de poder.

Fotografía de comienzos de 1869 en Madrid. De izq. a der. Fernando Garrido, Elias Reclus, José María Orense (sentado) destacado político demócrata nacido en Laredo (Cantabria), Aristides Rey y Giuseppi Fanelli.

Finalmente, las escasas bases sociales del régimen isabelino irán menguando según avance el reinado, de modo que, cuando estalle la crisis económica en los años 1860, confluirán de nuevo aspiraciones populares e intereses burgueses para impulsar reformas democratizadoras que permitan superar la crisis y avanzar por la senda del progreso. En Cantabria la pragmática burguesía de nuevo se tornará “revolucionaria”, apoyando un cambio que aporte soluciones a una economía mercantil que comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Además, la carestía y el paro generados por la crisis habían deteriorado notablemente las condiciones de vida de las capas medias y bajas de la población santanderina.

La Gloriosa Revolución se iniciaba en septiembre de 1868, con la sublevación de la escuadra al mando del almirante Topete en Cádiz. Inmediatamente es secundada por la guarnición de Santoña, que apoyó con 400 soldados el levantamiento de Santander. Para reprimirlo el gobierno envió una columna de 3.000 soldados al mando del general Calonge, enfrentada a una ciudad defendida por 500 soldados y carabineros junto a 200 paisanos. El avance obligó a la retirada naval de los sublevados, pero la victoria del general Serrano en Alcolea sentenció el fin del reinado de Isabel II, iniciándose el Sexenio Democrático (1868-1874).

Este fue un proyecto reformista apoyado por el liberalismo más progresista y los nuevos grupos demócratas, republicanos y federalistas. Perfilaron un régimen democrático, basado en la libertad política y el sufragio universal masculino, y cuyo centro debía ser el parlamento, al tiempo que impulsaban medidas liberalizadoras que debían romper los obstáculos al desarrollo económico. En Santander despertó un júbilo republicano sustentado en nuevos grupos socio-profesionales (clases medias) surgidos de las actividades económicas desarrolladas alrededor del sector mercantil. En el resto de la región, por el contrario, contó con una escasa adhesión. De hecho, la efervescencia revolucionaria impulsará una reorganización de los tradicionalistas, movilizados en torno a la defensa de la ortodoxia católica frente a la promulgación de la libertad de cultos, a los que se sumarán sectores del liberalismo moderado descontentos con el sesgo “populista” que adquiría la revolución. Así pudieron presentar una candidatura por el distrito de Cabuérniga en la persona del escritor José María de Pereda, que salió elegido diputado a Cortes en 1871.

Pese a sus intenciones, el proyecto democrático acabará naufragando. Por un lado sus impulsores no lograron consolidar un sistema político estable, enzarzados desde el principio en todo tipo de disputas que en nada ayudaron a legitimarlo. Esto, sumado a la consecución de la crisis económica y la sensación de caos social, alejó progresivamente a los grupos burgueses, temerosos de que la libertad política abriera la puerta a la revolución social. Además la insurrección en Cuba hacía peligrar el mercado colonial (fundamental para la economía santanderina), negándose aquellos tanto a una solución pactada como a la liberación de los esclavos.

También las bases populares vieron frustradas sus esperanzas de mejora; la escasez de fondos llevó al gobierno a mantener los odiados impuestos por consumos, mientras que la triple guerra a la que tuvo que enfrentarse –colonial, cantonalista y carlista- le obligó a seguir recurriendo al servicio militar por quintas, leva obligatoria para las familias más humildes. Privados de apoyos y carentes de recursos para afrontar sus reformas, las minorías demócratas que sustentaban la frágil república instaurada en 1873 no pudieron detener un nuevo pronunciamiento que en diciembre del año siguiente instauraba en el trono a Alfonso XII, hijo de la depuesta reina.

Hacia la especialización ganadera

Fuente de ingresos fundamental para la gran mayoría de la población en los albores del siglo XIX, la agricultura adolecía de serias carencias que la condenaban a ser un sector volcado en la subsistencia. Las aldeas que conformaban el paisaje cántabro trabajaban un policultivo –maíz, alubias, patatas, viñas- dirigido a su propio sustento, de modo que la escasa productividad de las pequeñas parcelas que las familias debían trabajar les condenaba a sufrir pésimas condiciones de vida. La falta de capital, a su vez, derivaba en una carencia de inversiones que impedía modernizar las explotaciones agrícolas, siendo el agro cántabro incapaz de romper el círculo del subdesarrollo.

El atraso en las labores agrícolas, además de por sus carencias tecnológicas, que condenaban a los trabajadores a cultivar la tierra con instrumentos medievales, también se veía inducido por la estructura de la propiedad. Un reparto consecuente con una sociedad profundamente desigual. Mientras más de la mitad de las tierras cultivables se hallaba en manos de un 10% o 15% de la población, las grandes familias señoriales y determinados notables locales, la mayoría de los habitantes debían conformarse con parcelas mínimas que apenas alcanzaban para su propio sustento.

Ese minifundismo tendía a camuflar la desigual distribución de la riqueza, al tiempo que las reducidas dimensiones de las parcelas significaban un serio obstáculo para mejorar la productividad agraria. Las carencias en las comunicaciones, pésimas dentro de la provincia y prácticamente inexistentes con el exterior, condenando al territorio a la desarticulación y el aislamiento, eran otra piedra más en el camino del desarrollo.

Estas características son extensibles a las que sufría otro de los subsectores tradicionales del primario regional: la pesca. Las pequeñas barcas, de propiedad individual o colectiva, tripuladas por marineros que se repartían el producto a la parte, adolecían de una falta de capital y un atraso tecnológico que condenaba a sus familias a unas más que precarias condiciones de vida.

La nueva economía de mercado que se impone a lo largo del XIX, sin embargo, alcanzará también a la tierra, provocando un ingente traspaso de los títulos de propiedad mediante numerosos contratos de compraventa. Pero ello no significará una alteración de su estructura. Una nueva élite de propietarios se consolidará con el régimen liberal, principalmente burgueses santanderinos y notables locales que adquieren tierras desamortizadas –propiedades eclesiásticas o municipales puestas en venta por el Estado-, o de agricultores arruinados que no pueden hacer frente a las crecientes deudas que atenazan sus precarias economías domésticas.

El paisaje minifundista no se ve alterado; al contrario, se consolida, pero la extensión de la propiedad, acentuada por la práctica de los cerramientos –la apropiación por particulares de terrenos comunales de los pueblos-, restringe la tradicional práctica del colonato. Una de las consecuencias inevitables fue la emigración, puesto que la combinación de desigualdad social en el reparto de la tierra y de la debilidad de los otros sectores económicos, imposibilitaba el sostenimiento de una población en crecimiento.

Estrategia de supervivencia o complemento de la economía familiar, la emigración había sido tradicionalmente realizada por miembros de familias más o menos acomodadas que acudían a los mercados castellanos, andaluces o americanos para integrarse en el comercio minorista, las labores artesanales o marineras y el servicio, generando así un circuito transoceánico nutrido por redes familiares (los jándalos e indianos). A partir de 1880 esta emigración se vuelca masivamente hacia América (Cuba, México, Estados Unidos) alimentada ahora por campesinos pobres (hasta un cuarto de millón llegaron a salir de la provincia antes de la Guerra Civil), incapaces de hallar su futuro en una economía escasamente desarrollada y huyendo, igualmente, de un servicio militar que recaía en los jóvenes más pobres del país.

La especialización ganadera y la proletarización industrial a partir de 1900 no harán sino reforzar esos flujos. Por otro lado, las remesas de dinero que enviaron o trajeron a su vuelta (el 8,86% del PIB regional en 1913) resultaron fundamentales para salvar muchas economías familiares y permitir a otras el acceso a la propiedad de la tierra; pero igualmente para fomentar innumerables obras sociales, como las casas de salud o las escuelas que proliferaron por toda la región.

Las propuestas reformistas chocaron siempre con obstáculos insalvables: la negativa de las clases poderosas a cualquier cambio de estatus, la carencia monetaria y cultural de los agricultores que les impedía afrontar las transformaciones necesarias, un período de convulsiones políticas y sociales que dificultaban cualquier iniciativa global o la perpetua insolvencia financiera del Estado, que le imposibilitaba abordar reformas en profundidad. Ante la inviabilidad de alterar la estructura de propiedad, se impuso la idea de que el único camino habría de ser la especialización productiva y, atendiendo a las características geográficas y climáticas de la región y a la disponibilidad de mano de obra, aquella apuntaba en la línea de la especialización ganadera.

Toro y vacas tudancos a los pies del Pico Mozagro, Mazcuerras.

Sin embargo esta posibilidad se enfrentaba, de nuevo, a un obstáculo aparentemente insalvable: la propia miseria de la población agrícola. Sólo la burguesía santanderina, tras un siglo de expansión mercantil, poseía los recursos para ello. No obstante estos eran destinados a las propias actividades comerciales y a otros subsectores que les aseguraran beneficios: la inversión ferroviaria o las sociedades financieras y bancarias. La coyuntura que posibilitará una reorientación estratégica en esas inversiones se dará en el último tercio del siglo XIX, de la mano de una crisis económica. Ésta se presentó con doble faz: como crisis agropecuaria, causada por la llegada de productos alimenticios provenientes de los nuevos países –EEUU, Argentina, Australia- con los que la producción nacional no podía competir; y como crisis colonial, ya que el mercado cubano estaba siendo absorbido por el gigante norteamericano. La ratificación de esa pérdida vendrá con la guerra de 1898 y el fin de los restos imperiales.

La burguesía regional reaccionó ante el ocaso de la base de su prosperidad mediante la reorientación inversora, ahora hacia los recursos naturales de la provincia: los yacimientos mineros y la cabaña ganadera. Así, el final de siglo traerá consigo el inicio de la producción vacuna que de manera tan profunda ha marcado la personalidad de Cantabria a lo largo de la última centuria.

Si bien es cierto que la inclinación hacia las labores pecuarias ha sido una constante en Cantabria –facilitada por las condiciones naturales y humanas- antes del XIX, aquella no alcanzó verdaderos caracteres de especialización, lastrada por similares obstáculos que la agricultura: reducido tamaño de las explotaciones, carencias técnicas, falta de inversiones debida a la pobreza de los productores... La ganadería siempre fue un subsector secundario, complementario de las labores agrícolas –animales de tiro, abono, pieles, aportes calóricos, ingresos monetarios-.

Con la apertura del Camino de Reinosa a mediados del siglo XVIII, que conectaba Santander con la meseta castellana, se articulará una vía de crecimiento económico –el corredor del Besaya- que, entre otros sectores, potenciará el pecuario. El transporte de mercancías –lanas, granos, harinas- hará necesario un número creciente de animales de tiro, especialización que primero afectará a las comarcas adyacentes al camino.

Otro foco de especialización lo hallaremos en tierras pasiegas donde, a la par que se imponía el cierre de los campos –en contraposición a los campos abiertos habituales en el resto de la región, que posibilitaban el pasto del ganado tras la recolección de las cosechas, pero a costa de provocar daños en el terrazgo- los ganaderos se especializaban en la cría de vacuno, buscando la comercialización de carne y lácteos. Respecto a éstos últimos, la especie pasiega no sobresalía por su cantidad, pero sí por la calidad de su leche. Se trataba de una incipiente economía de mercado.

Sin embargo, el auténtico motor del sector pecuario en Cantabria habrá de ser la demanda urbana. Cruzado el ecuador del siglo XIX, el crecimiento de las ciudades era notorio a nivel nacional; en nuestra región, el de Santander era más que evidente, tras más de un siglo de boyante economía mercantil. Ello había generado una importante demanda de productos alimentarios –tampoco debemos olvidar la proximidad de otro importante foco urbano: Bilbao-. Este mercado pronto hará sentir su fuerza de gravedad sobre las zonas rurales más próximas, impulsando la especialización vacuna, primero cárnica y luego lechera, acelerada por la crisis agraria finisecular y el cambio de estrategia inversora de la burguesía santanderina. A ello colaboró también la importación de especies vacunas foráneas –a destacar la frisona holandesa-, mejor orientadas hacia la producción de leche que las autóctonas – tudanca-. Prueba del temprano éxito de esa reorientación es la aparición y pujanza, con el cambio de siglo, de numerosas ferias ganaderas a lo ancho de todo el territorio regional, como las de Torrelavega, Solares u Orejo.

Cenit y declive mercantil. El despertar industrial

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, Santander se había convertido en una especie de gran colector mercantil, exportador de granos y harinas castellanas e importador de artículos coloniales; en todo caso productos no autóctonos, puesto que Cantabria apenas generaba excedentes exportables. El comercio santanderino no se constituyó, por tanto, en un factor de integración regional. Sí consolidó una experimentada, pujante y cohesionada burguesía de los negocios formada por comerciantes, navieros, comisionistas y banqueros, élite económica que a su vez se instituirá en élite política y social de la nueva provincia.

La economía portuaria configuró, no obstante, un sistema mercantil débil e inseguro, sustentado en tres elementos claves: el control del mercado harinero castellano, el del mercado colonial y una política estatal proteccionista. El sistema pareció quebrar cuando el Estado borbónico no pudo asegurarlos durante el período crítico sufrido entre 1793 y 1833. Sin embargo, pasado éste, el circuito pudo reactivarse, gracias a leyes proteccionistas respecto a la importación de granos y harinas, el fomento de la exportación, el aumento de la producción cerealística nacional y el estallido de la guerra carlista que, inutilizado el puerto de Bilbao, hizo converger las mercancías en Santander. Fue, en definitiva, un relanzamiento de la actividad comercial desde las mismas bases estructurales.

Península de la Magdalena con su palacio. Un símbolo de la próspera burguesía de Santander.

Su pleno desarrolló se alcanzará mediada la centuria, momento en el que comenzará a mostrar sus debilidades. Por un lado se atenúa el control del mercado antillano, ante la competencia norteamericana y el despertar de la conciencia independentista cubana. Por otro el núcleo productor castellano pierde importancia, debido a la reestructuración de los flujos comerciales en el interior de la Península gracias a la expansión ferroviaria. El desarrollo de un nuevo centro productor de cereales en La Mancha abastecedor de Cataluña y la pérdida de la capacidad productiva castellana, aquejada de falta de transformaciones estructurales, provocaron el descenso de la demanda harinera a través de Santander.

La consecuencia del declive será la obligatoria readaptación de las bases económicas de la prosperidad burguesa. De hecho, el puerto reorientará tanto el horizonte de sus exportaciones, del mercado antillano al europeo, como el producto de las mismas (el incremento de las salidas de minerales alcanzará el 80% del total de las exportaciones en 1910, aunque su valor real fuera menor).

Así el capital santanderino se reinvirtió en la explotación de la cabaña ganadera vacuna y en la extracción de los recursos mineros de la región. Entre estos destacarán el zinc, localizado en Picos de Europa y Reocín y, especialmente, el hierro de Peña Cabarga, Camargo y la zona de Castro-Urdiales (llegando a ser la segunda provincia productora tras Vizcaya). Pese a que en un principio las empresas extractoras se nutrían primordialmente de capital extranjero (francés, belga, inglés), junto al repatriado de las Antillas, y a que la mayor parte del producto se destinó a la exportación fuera de la provincia, no dejó de impulsar beneficios a la economía regional: la expansión ferroviaria, puestos de trabajo, el desarrollo de Torrelavega como núcleo industrial o la cristalización de una red bancaria. Como perjuicios podríamos señalar los reducidos salarios, las pésimas condiciones laborales (incluido el trabajo infantil), el expolio de recursos no renovables o la degradación de amplios espacios naturales. A largo plazo impulsará la moderna industrialización de la región (efecto arrastre).

El impacto ecológico de tal desarrollo pronto se hizo de notar, impulsando una transformación del paisaje cántabro de irreversibles consecuencias. La importante deforestación que a lo largo de la Edad Moderna había sufrido la Cantabria oriental (ferrerías, astilleros, fábricas de cañones, expansión de las praderías), se verá potenciada por el impacto de las explotaciones mineras y los centros industriales (relleno de marismas, contaminación fluvial), la especialización lechera (extensión de pastos a costa de bosques) y la irrupción del pino y el eucalipto en detrimento de especies arbóreas autóctonas, por su adecuación para la extracción de pasta de papel. De hecho la mayor parte del espacio arbóreo cántabro es producto de una política sistemática de repoblaciones impulsada sobre todo a partir de la Guerra Civil.

El crecimiento económico posibilitó completar una red viaria provincial que en gran medida ha llegado hasta nuestros días, y que ha influido considerablemente en la caracterización económica y demográfica de la región. Esta red se inició con la apertura del camino de Reinosa a Alar del Rey en 1753, arteria fundamental para el desarrollo de Santander y que comunicaba Cantabria con la meseta castellana. Ya en el XIX se ampliará conformando un plano que enlazaba la capital con los centros productivos de Castilla y el valle del Ebro (La Rioja), más un camino paralelo al litoral que unía a Santander con los principales núcleos y puertos costeros que integraban el importante comercio de cabotaje.

Era una red que se concentraba en la zona central y que carecía de conexiones entre las diferentes arterias, provocando la marginación de amplios espacios del interior. No se trataba, por tanto, de articular las necesidades comunicativas de la región, sino de reforzar el papel de Santander como gran puerto del Cantábrico.

La red ferroviaria construida en la segunda mitad del XIX no hará sino ahondar en esas características. Así se estableció una vía entre Santander y Alar del Rey, abierta en 1866, que venía a completar el camino de las harinas. Otra horizontal, denominada Ferrocarril del Cantábrico, que unía Santander con Oviedo y Bilbao, ya a finales de siglo. Y el Ferrocarril Económico entre Astillero y Ontaneda, proyectado para fomentar el desarrollo minero de la zona e inaugurado en 1902. Se consolidó de ese modo una red en forma de “T” (trazado longitudinal norte-sur y horizontal paralelo a la costa), en principio sirviendo a los intereses de la exportación de minerales y que iba a marcar el posterior desarrollo de Cantabria, consolidando una nueva polarización regional.

Por un lado una zona central (Reinosa-Torrelavega-Santander) de notable desarrollo industrial completada con un eje costero, polos ambos de concentración poblacional y productiva; y por otro numerosos valles del interior marginados económicamente y condenados a despoblarse por la emigración. Tal situación se reforzará con el crecimiento industrial –y posterior desindustrialización- del siglo XX.

Sociedad en evolución

Las transformaciones económicas, institucionales y políticas que Cantabria experimentó desde la segunda mitad del siglo XVIII, tuvieron evidentes consecuencias tanto en su estructura y dinámica sociales como en su vida cultural. El sostenido crecimiento de la población llevó a ésta a duplicarse entre 1752 y 1910, pasando de 138.200 habitantes a 302.956. Consecuentemente la densidad subió de 26 a 52 habitantes por kilómetro cuadrado, aunque no de forma homogénea. Creció la presión demográfica en determinadas zonas (Santander y su entorno, el canal del Besaya, los centros comarcales, algunos núcleos costeros) despoblándose el resto. Un desequilibrio que no hará sino incrementarse hasta la actualidad.

El ritmo del crecimiento demográfico tampoco fue homogéneo, sufriendo evidentes alteraciones: si a lo largo del XVIII el aumento es moderado, en el XIX se acelera, especialmente en los períodos 1830-1860 y a partir de 1880, prolongándose en la siguiente centuria. La deceleración experimentada en las décadas de los sesenta y setenta se explica por las limitaciones que impuso el lento desarrollo de la región: la excesiva presión del trabajo sobre la tierra, sin inversiones que mejoraran la productividad ni una división del trabajo más racional, se combinó con un creciente impulso de las corrientes migratorias, incidiendo en las tasas de crecimiento demográfico.

Los cambios entre la población no fueron sólo cuantitativos. También las estructuras sociales sufrieron importantes alteraciones. A lo largo del XIX fue desarrollándose una incipiente población urbana alrededor de Santander y su entorno, que contrastaba con la sociedad agraria y rural predominante en el resto de la región. Esta doble faz se mantendrá durante toda la centuria, aunque la extensión de la economía de mercado al campo y la expansión de una pujante cultura urbana provocarán la progresiva desintegración de la tradicional sociedad rural.

En Santander, la cristalización de esa nueva sociedad vendrá de la mano de la expansión comercial y el crecimiento económico, reforzando y acelerando tanto las anteriores tendencias de aumento demográfico como la diversificación social y profesional de la población. La cúpula de esa pirámide en desarrollo la formaba una casta de altos comerciantes integrada por los capitalistas: grandes almaceneros, inversores, financieros, ferroviarios, propietarios... Bajo ellos crecían unas clases medias compuestas por artesanos y trabajadores especializados, caracterizados por un nivel de rentas medio-bajo y una evidente inestabilidad social; junto a ellos el funcionariado civil y militar. Destaca asimismo la todavía escasa presencia de profesionales libres, la imparable pérdida de peso de los sectores tradicionales (agricultores, marineros y pescadores) y los primeros indicios de proletarización.

Respecto al mundo rural y pese a las dificultades documentales existentes a la hora de establecer una clasificación social del agro cántabro, si podemos negar una visión demasiado homogénea o estática de aquella sociedad. Así podríamos distinguir un alto campesinado integrado por propietarios acomodados que explotaban sus cabezas de ganado en régimen de aparcería. Un medio campesinado con tierras suficientes para subsistir en combinación con otras arrendadas a los grandes propietarios. Y un bajo campesinado compuesto por minifundistas, colonos, aparceros, renteros y jornaleros con dificultades para subsistir, lo que les obligaría a optar por la emigración estacional o permanente. Aunque en gran medida era una sociedad cerrada, volcada en el autoabastecimiento y en la que los intercambios comerciales se hallaban poco desarrollados, no dejaba de existir una proporción de la población dedicada a funciones no vinculadas directamente a la tierra. Entre ellos una variada gama de artesanos (canteros, curtidores, carpinteros...) en su mayoría agricultores a tiempo parcial; el funcionariado local; algunos profesionales liberales (médicos, cirujanos, abogados o escribanos); y comerciantes, caso de taberneros, vendedores ambulantes y transportistas.

Siglo XX

El Puente de Treto une la localidad de Adal y Treto (Bárcena de Cicero) con Colindres. La polémica que rodeo su construcción provocó la pérdida de la hegemonía política del distrito de Laredo-Castro por parte del Partido Liberal.


El último cuarto de siglo XIX se caracterizó, en contraste con el resto de la centuria, por una mayor estabilidad política. Así, el régimen de la Restauración inaugurado en 1874 tuvo en Cantabria una encarnación especialmente estable: región mayoritariamente rural, la movilización política era escasa, por lo que las redes oligárquicas consolidadas a lo largo de la centuria otorgarían la estabilidad necesaria. Un caciquismo regional que halló fácil integración en el sistema canovista gracias al carácter burgués-católico de sus elites y a la fragmentada geografía del territorio, compartimentada en numerosos valles aislados.

Los partidos monárquicos –Conservador y Liberal- estaban integrados por personalidades y notables locales, sin infraestructuras constantes y que únicamente se movilizaban en períodos electorales. Sólo Santander tenderá a romper ese esquema, debido al amplio apoyo que las opciones republicanas encontraban en una población urbana con mayor concienciación política (opciones no obstante debilitadas por su propia división interna).

Electoralmente, la provincia se dividió en una Circunscripción, compuesta por la capital más un amplio entorno rural, y dos Distritos, el de Cabuérniga (occidental) y el de Laredo (oriental). Elegían en total cinco escaños, de los cuales tres correspondían a la circunscripción y uno a cada distrito. Estos dos se convirtieron en sólidos feudos electorales de los liberales hasta fin de siglo, el occidental controlado, sucesivamente, por Federico de la Biesca y José Garnica, y el oriental por Manuel Eguilior Llaguno y su sucesor, Francisco Sainz Trápaga. Éste último, no obstante, presentó una mayor vitalidad, consecuente con la relativa actividad industrial localizada en Castro-Urdiales (minería) y Laredo (conservera). De hecho, el distrito acabó pasando a manos conservadoras (1903) a causa del malestar social generado por el prolongado y problemático proceso de construcción del Puente de Treto (nudo vital para las comunicaciones orientales y para el tránsito mercantil y de pasajeros desplegado a lo largo de la carretera Santander-Bilbao).

La circunscripción, por su parte, resultó ser la más compleja, al configurarse en Santander un comportamiento electoral más democrático, caracterizado por la movilización política de los votantes, una participación libre y consciente en los comicios y un abanico real de opciones ideológicas. Para contrarrestar la fuerza del republicanismo en Santander se la englobó con un amplio número de municipios rurales de la Cantabria central, ahogando las opciones no dinásticas y asegurando la hegemonía electoral de los conservadores.

Desarrollada pues en Cantabria sin obstáculos significativos durante su prolongada existencia, el éxito de la Restauración quedaría patente en la práctica ausencia de violencia política, prueba del modélico funcionamiento del pacto dinástico (que no de la alternancia). Dinámica engrasada con la escasa ideologización de los partidos, la adscripción personalista dentro de los mismos y la pasividad del electorado. Aun así, donde el favoritismo y el chantaje no alcanzaban se recurría a la coacción a través de alcaldes, guardia civil, empresarios, arrendadores… derivando en un fraude electoral generalizado (el recurso al encasillado fue habitual). La supeditación económica, social y cultural de la población tenía su corolario en la falta de libertad política.

En medio de este paisaje los partidos antisistema apenas lograron más que una presencia testimonial. Por la derecha destacaban carlistas e integristas, menguada su fuerza por las reconstituidas relaciones entre la Iglesia y el Estado liberal. Por la izquierda los partidos republicanos crecieron gracias a su relevante presencia en Santander y, en menor medida, otros núcleos relativamente desarrollados (lograron un diputado en 1881, Martínez Pacheco); pero a partir de la segunda década del siglo XX entraron en declive, lastrados por su falta de unidad ideológica y organizativa, y por el hecho de incidir en las mismas carencias y defectos de los partidos dinásticos: organizaciones de notables sin bases ni existencia real más allá de los períodos electorales, uso de los mismos métodos caciquiles y redes clientelares –erosionando su capacidad crítica con el sistema- y alejamiento de las demandas y necesidad de los estratos sociales más bajos.

Demandas que si serán recogidas por el socialismo –la UGT se fundó en la región en 1888-, que sustituirá a los republicanos como principal movimiento a la izquierda del sistema a partir de los años 1920, cuando madure el tejido industrial y con el la nueva clase obrera regional.

Aunque el sistema continuó funcionando sin grandes alteraciones, la llegada del siglo XX aportó determinadas modificaciones, sobre todo en lo referente a los partidos políticos, que atravesarán un creciente proceso de inestabilidad y división, en consonancia con los problemas que les aquejarán a nivel nacional a partir de la desaparición de sus grandes líderes fundadores.

  • Así, los conservadores se escindieron en dos grandes grupos: uno, el representante del viejo caciquismo, encabezado por José Mª de la Viesca; el otro, en alza, de corte regeneracionista (silvelista), dirigido por Ramón Fernández Hontoria.
  • De mayor calado fue la crisis de los liberales, enfrentados por la sucesión de Sagasta y el asesinato de Canalejas, se vieron divididos en Cantabria en diversos grupos personalistas.
  • Los republicanos, por su parte, intentaron una reorganización con la fundación de la Unión Republicana (1903), integrada en la Provincia de Santander por federalistas y progresistas, pero no lograron ir más allá del consabido partido de notables sin programa definido.

A partir de la I Guerra Mundial (1914-1918), sin embargo, el sistema entrará en una fase de degradación que, aunque no alcanzará la gravedad crítica de otras zonas del país, si alterará alguno de los factores sobre los que había pivotado la dinámica restauracionista en la Provincia. La causa de tal distorsión respondía a la crisis de representatividad del régimen, evidenciada en el creciente divorcio entre la sociedad civil y los partidos políticos. Si la falta de atención a las demandas más básicas de los estratos inferiores fomentará el crecimiento de la izquierda obrerista (socialista y, en menor medida, anarquista), por arriba aumentará la desconfianza de la burguesía regional respecto a la clase política como intermediaria y defensora de sus intereses.

Desconfianza azuzada por la escasa influencia de los políticos cántabros en el panorama nacional –consecuente, por otro lado, con la menor entidad de la burguesía santanderina respecto a la de otras regiones-, concretada en la desatención a las principales demandas de ésta: modernización del puerto, ferrocarril Santander-Mediterráneo, beneficios fiscales que contrarrestaran el régimen especial vasco, depresión económica de posguerra y temor a la creciente conflictividad social. La consecuencia será el reforzamiento de la representación política corporativa de los grupos económicos provinciales, plasmada finalmente en el apoyo al golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923.

En Cantabria la Dictadura (1923-1929) legó algunas novedades políticas. Más allá de la retórica regeneracionista, el nuevo régimen propició el trenzado de una nueva red de caciques superpuesta a la anterior, impulsada por la necesidad de dotar a la Dictadura de una base afín a través de un nuevo clientelismo. Ello propiciará cierta renovación en las elites regionales, con una mayor presencia de miembros de la burguesía santanderina y el reclutamiento entre las filas de partidos no dinásticos ( mauristas y católicos).

En paralelo se experimentará un progresivo incremento de la organización obrera y de la rural, con el crecimiento del sindicalismo y la movilización de la población agraria a través del propagandismo católico –la religión se articuló en una auténtica ideología política-, lo que derivará a partir de 1931 en la modernización de la política regional: cristalización de una política de masas, una mayor independencia en los comportamientos del electorado y el perfilado de una incipiente cultura democrática, brutalmente abortada con el golpe militar de 1936 y la subsiguiente Guerra Civil.

Se dibujan de esta manera las áreas políticas que estructurarán la dinámica política de la República, con una evidente territorializacion de la derecha y la izquierda:

  • La izquierda predominará en las zonas industrializadas y urbanizadas, básicamente el entorno de la bahía de Santander, Torrelavega, el corredor del Besaya hasta Reinosa y algunos puntos de la costa oriental.
  • La derecha continuará siendo hegemónica en las áreas rurales, agropecuarias y con un abrumador predominio de la religión y el localismo. Características que dificultaban el cuarteamiento del entramado caciquil.

La II República

El escudo de la II República Española estaba situado en la Plaza del Ayuntamiento, justo al lado de la estatua ecuestre de Franco. Fue retirado el mismo 18 de diciembre de 2008.

Primera experiencia democrática en España, la Segunda República nació en un contexto muy adverso –el de la Gran Depresión y el ascenso de los fascismos-, impidiendo su consolidación la confrontación entre dos bloques socio-políticos dispuestos a desbordarla, desde la derecha y la izquierda.

Por la izquierda el proletariado industrial y agrario vio frustradas sus demandas más básicas y acuciantes –condiciones laborales dignas, acceso a la propiedad rural, una elemental seguridad social-, deslizándose hacia posiciones revolucionarias. No obstante siempre presentó serias dificultades para organizar un frente común a causa de las diferencias –ideológicas, estratégicas, tácticas- que enfrentaban a anarquistas, social-revolucionarios, social-demócratas, comunistas.

Por la derecha las clases medias rurales y urbanas, profundamente religiosas, horrorizadas ante las transformaciones sociales y el fantasma de la revolución, se aliaron con la alta burguesía preocupada por las demandas de las clases trabajadoras, el cuestionamiento de su hegemonía política y, en definitiva, la alteración del status quo. Reacción, militarismo y fascismo cristalizaron en una solución autoritaria.

En definitiva, durante el crítico período de los años 30 se evidenciaron las fuertes contradicciones y tensiones que el proceso de desarrollo –industrialización, urbanización, proletarización- provocaba en un país aún mayoritariamente rural, agrario y tradicional.

En Cantabria, caracterizada mayormente por una baja violencia, la República siguió en su desarrollo un esquema similar, aunque dotado de características propias:

  • Tras una primera fase de desorientación la derecha experimentó un proceso de reorganización y fortalecimiento, basculando desde posiciones pragmáticas hacia la hostilidad abierta contra el régimen republicano. Articulando fuerzas políticas dispares alrededor de unos postulados básicos –orden, religión, familia y propiedad-, movilizó a un importante espectro de clases medias urbanas y amplias capas del campesinado, sobre las que la Iglesia mantenía una considerable influencia. Se logra así la consolidación de una nueva derecha –Agrupación Regional Independiente, Centro Tradicionalista, Unión de Derechas Agrarias-, apoyada por sindicatos agrícolas e instituciones religiosas –Acción Católica- y constituida en la principal fuerza política de la región. Descollarán con ella nuevos líderes como Pedro Sainz Rodríguez (independiente) o José Luis Zamanillo (tradicionalista). La Falange, de reducida presencia en la provincia –entre jóvenes de clase media y obrera-, colaboró sobremanera en azuzar la espiral de violencia mediante sus constantes enfrentamientos con las juventudes socialistas, federales o libertarias (Manuel Hedilla alcanzará gran relevancia durante la guerra como virtual sucesor de José Antonio).
  • El Partido Socialista, fuerza hegemónica de la izquierda –su principal figura fue Bruno Alonso-, pugnó entre la necesidad de alianza con los partidos republicanos y la preocupación por diferenciarse programáticamente de estos. Fundado en la región en 1887, en 1931 era la fuerza política mejor organizada, contribuyendo decisivamente al triunfo de las candidaturas antimonárquicas en las elecciones de abril. Si la colaboración con el republicanismo liberal se mantuvo hasta las elecciones a Cortes constituyentes, a partir de ahí aquella se cuestionó, mostrando su preocupación por la erosión que entre el electorado obrero pudiera provocar la alianza con formaciones burguesas. No obstante la apuesta por colaborar con los republicanos con objeto de estabilizar la República no debió de ser minoritaria, habida cuenta de la facilidad con que se acordó la organización del Frente Popular de cara a las elecciones de 1936. Por su parte, anarquistas y comunistas fueron siempre fuerzas de escasa presencia en la región.
  • En Cantabria esta efervescencia política y sus consecuentes confrontaciones fueron vividas con intensidad por el cuerpo electoral, aunque la violencia se mantuvo a un nivel muy bajo a lo largo del lustro en relación con otras regiones, a excepción de algunos sucesos de poco calado en octubre de 1934.
  • La polarización del espectro político hacia sus extremos y la práctica volatilización del centro, especialmente tras las elecciones de 1936, azuzaron la espiral de confrontación a lo largo de la primavera de ese año, desembocando ocasionalmente en episodios sangrientos. Las calles derivaron en un escenario de enfrentamientos que alcanzaron su culminación con el asesinato de Luciano Malumbres, director del diario La Región, a manos de un falangista.

De este modo, los procesos electorales durante la República alcanzaron una vitalidad nunca vista anteriormente, consecuencia de la libertad de expresión, la movilización del electorado, el abanico ideológico de las fuerzas en contienda y la organización y dinamismo de las formaciones políticas. Vitalidad e, incluso, virulencia en la confrontación electoral que no derivó, salvo excepciones, en la violencia abierta, caracterizándose las jornadas de votación por la tranquilidad y la ausencia de incidentes de consideración. Respecto a los resultados, si la circunscripción se caracterizó por su sesgo conservador, este no fue abrumador, manteniéndose un cierto equilibrio político entre izquierda y derecha.

Fue durante los años de la República cuando se plantearon los primeras iniciativas autonomistas, sustentadas en las posibilidades descentralizadoras que auspiciaba la Constitución de 1931. Así, en el seno de la Diputación Provincial se estudiará la posibilidad de elaborar un estatuto de autonomía, llegando a nombrar una comisión preparatoria en julio de 1936. Asimismo, el Partido Federal elaboró en 1936 un Estatuto de Autonomía para un Estado Federal Cántabro-Castellano, que no pudo aprobarse por el estallido de la Guerra Civil. Como consecuencia de la contienda y la marginación subsiguiente de estas tendencias se utilizó menos el nombre de Cantabria, que a nivel oficial quedó relegado a las federaciones deportivas, únicas en las que Cantabria seguía figurando como región.

En 1963 el presidente de la Diputación Provincial, Pedro Escalante y Huidobro, propuso recuperar el nombre de Cantabria para la Provincia de Santander, de acuerdo con un erudito informe redactado por el cronista Tomás Maza Solano. A pesar de las gestiones realizadas y del voto afirmativo de los ayuntamientos, la petición no prosperó, sobre todo por la oposición de nuevo del Ayuntamiento de Santander.

El 30 de diciembre de 1981 concluyó el proceso iniciado en abril de 1979 por el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal, bajo la presidencia de Ambrosio Calzada Hernández. Este municipio abrió el proceso previsto en el Artículo 143 de la Constitución Española que condujo a la Autonomía de Cantabria. Otros 85 ayuntamientos de la región y la Diputación Provincial se sumaron en los meses siguientes a la propuesta aprobada por el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal. Cantabria basó su autonomía en el precepto constitucional que abría la vía del autogobierno a las "provincias con entidad regional histórica".

Antigua sede del Gobierno de Cantabria

La Asamblea Mixta, integrada por los diputados provinciales y los parlamentarios nacionales, inició el 10 de septiembre de 1979 los trabajos para la redacción del Estatuto de Autonomía. Tras la aprobación de éste por las Cortes Generales, el 15 de diciembre de 1981, el Rey de España firmó la correspondiente Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía para Cantabria el 30 de diciembre de ese mismo año. De esta forma, la provincia de Santander se desvinculó de Castilla y salió del régimen preautonómico de Castilla y León en el que se encontraba junto con las provincias de Ávila, Burgos, León, Logroño, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora.

El 20 de febrero de 1982 se constituyó con carácter provisional la primera Asamblea Regional provisional (hoy Parlamento). A partir de entonces el nombre de Provincia de Santander fue sustituido por el de Cantabria, recuperando así su nombre histórico. Las primeras elecciones autonómicas se celebraron en mayo de 1983.

En el transcurso de la IV Legislatura (1995-1999) entraría en vigor la primera gran reforma del Estatuto de Autonomía para Cantabria, consensuada por todos los grupos parlamentarios.

Gobierno y administración

Política de Cantabria

El Estatuto de Autonomía de Cantabria [12] del 30 de diciembre de 1981 establece que Cantabria encuentra en sus instituciones la voluntad de respetar los derechos fundamentales y libertades públicas, a la vez que se afianza e impulsa el desarrollo regional sobre la base de unas relaciones democráticas. En este documento se recogen las competencias de la Comunidad Autónoma que han sido transferidas desde el Gobierno de España, cabe destacar que aún quedan algunas no transferidas, al igual que otras Comunidades, como por ejemplo la Justicia.

El Parlamento de Cantabria [13] es la principal institución de autogobierno de la Comunidad Autónoma, siendo el órgano representativo del pueblo cántabro. En la actualidad está constituido por treinta y nueve diputados elegidos por sufragio universal, igual, libre, directo y secreto.

Las funciones principales del Parlamento son: ejercer la potestad legislativa, aprobar los presupuestos de la Comunidad Autónoma, impulsar y controlar la acción del gobierno y desarrollar las demás competencias que le confiere la Constitución española, el Estatuto de Autonomía para Cantabria y las demás normas del ordenamiento jurídico.

El Presidente de la Comunidad Autónoma ostenta la más alta representación de la misma y la ordinaria del Estado en Cantabria y preside, dirige y coordina su actuación. Será elegido por el Parlamento de entre sus miembros, previa consulta con las fuerzas políticas representadas en el mismo, y nombrado por el Rey. Presentará su programa al Pleno de la Cámara y, deberá contar con la mayoría absoluta o simple en segunda votación.

El Gobierno de Cantabria [14]es el órgano encargado de dirigir la acción política y ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución, el Estatuto y las leyes. El Gobierno estará compuesto por el Presidente, el Vicepresidente, en quien podrá delegar temporalmente sus funciones ejecutivas y de representación el Presidente, y los Consejeros, que serán nombrados y cesados por el Presidente.

Elecciones

Las elecciones autonómicas son cada cuatro años coincidiendo con las elecciones municipales. De esta forma, en las elecciones autonómicas se eligen los diputados del Parlamento de Cantabria. Los 39 diputados que constituyen el Parlamento de Cantabria actualmente son elegidos por sufragio universal, igual, libre, directo y secreto. Las primeras elecciones al Parlamento de Cantabria se celebraron el 8 de mayo de 1983.

Tras varias legislaturas presididas por el Partido Popular o por la UPCA de Juan Hormaechea, el Gobierno Regional de Cantabria está desde las elecciones autonómicas del año 2003 dirigido por una coalición entre el Partido Regionalista de Cantabria y el Partido Socialista de Cantabria. Desde 2003 el Presidente de Cantabria es Miguel Ángel Revilla (PRC) y la Vicepresidenta es Dolores Gorostiaga (PSC-PSOE).

Las siguientes tablas muestran los resultados de las elecciones autonómicas de 2003 y 2007:[16]

Elecciones autonómicas, 25 de mayo de 2003
Partido Votos % Diputados
PP 146012 42,43 % 18
PSC-PSOE 102918 29,91 % 13
PRC 67003 19,47 % 8
Elecciones autonómicas, 27 de mayo de 2007
Partido Votos % Diputados
PP 141926 41,52 % 17
PRC 98702 28,87 % 12
PSC-PSOE 83163 24,33 % 10

Símbolos institucionales

Comarcas

Comarcas administrativas

Mapa municipal y comarcal de Cantabria.      Asón-Agüera.      Besaya.      Campoo-Los Valles.      Costa Occidental.      Costa Oriental.      Liébana.      Saja-Nansa.      Santander.      Trasmiera.      Valles Pasiegos.

La Ley 8/1999 de Comarcas de la Comunidad Autónoma de Cantabria del 28 de abril de 1999 establece que la comarca es una entidad necesaria integrante de la organización territorial de la región. Con esta ley se abre el desarrollo a la comarcalización en Cantabria fomentándose la creación de entidades comarcales, proceso el cual apenas se ha desarrollado. Así mismo, señala que la creación de las comarcas no exigirá su generalización a todo el territorio de la comunidad autónoma mientras no se haya producido la comarcalización del 70% del territorio de la comunidad. De igual forma dilucida que la ciudad de Santander no se regirá por dicha ley de comarcalización, teniendo en cambio que establecer su propia área metropolitana.

Actualmente las comarcas en Cantabria no tienen un carácter administrativo y apenas sí están definidas. Únicamente Liébana, por su condición geográfica en los Picos de Europa, Trasmiera y Campoo, en el valle del Ebro se establecen como comarcas claramente definidas en la región. No obstante se pueden establecer diferencias funcionales en el territorio que dividen la región a modo de comarcas:

  • La Comarca del Besaya: Con su capital en la ciudad de Torrelavega, se extiende a lo largo del río Besaya, que funciona como eje articulador o corredor por el que circulan las principales vías de comunicación. Posee un marcado carácter industrial.
  • La Comarca de Liébana: Enclavada entre los Picos de Europa y la sierra de Peña Sagra, su orografía a modo de gran hoya entre murallones de piedra caliza han hecho de ella la mejor definida de Cantabria. De difícil acceso, se trata de una comarca rural cuya capital se sitúa en Potes.

Comarcas naturales

En relación con los rasgos físicos del medio natural Cantabria se dividen en diez comarcas que atienden a las diferentes franjas bastante definitorias en que se fracciona el territorio de la región.

Comarcas históricas

A partir del siglo XIII la organización de Cantabria en valles, típica de todo el norte de España, fue sustituida por las ciudades, villas o comarcas históricas que agrupaban valles.

Municipios

Mapa municipal de Cantabria.

En la actualidad el número de municipios en Cantabria asciende a 102. Por lo general estos poseen varias localidades y estas varios barrios. Algunos municipios tienen el nombre de una de sus localidades (sea su capital o no) y otros no comparten nombre con ninguna de sus localidades. Cada municipio está regido por su propio ayuntamiento y dos de ellos, Tresviso y Pesquera, lo hacen mediante concejo abierto al tener menos de 250 habitantes.

Cabe señalar que la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga no constituye per se un municipio, aun a pesar de la extensión de su territorio. Se trata de una gran propiedad comunal singular por su tamaño y características, de gestión compartida entre los municipios de la Hermandad de Campoo de Suso, Cabuérniga, Los Tojos y Ruente. En esta finca de montaña, destinada al pasto en sus brañas de ganado vacuno de raza tudanca fundamentalmente y caballar en menor medida, perviven tradiciones ganaderas transterminantes.

Véase también

Economía

Sede del Banco de Santander, en el Paseo de Pereda de Santander.

De acuerdo con la Contabilidad Regional que realiza el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2007 el PIB per capita de Cantabria era de 23.377 euros por habitante, similar a la media española que se sitúa en 23.396 euros[17]​ y por debajo de los 29.455 € de la UE de los 25. El PIB en términos reales es de un 4,1%, dos décimas por encima de la media nacional (3,9%) en el mismo periodo.[18]​ Hasta abril de 2008 la tasa de paro en Cantabria se situaba en el 6,8% de la población activa, frente al 8,3% de la media de España.[19]

Cantabria ha llevado a cabo desde 1994 una paulatina convergencia con las regiones europeas más desarrolladas, la cual fue posible gracias a su inclusión durante seis años en la lista de regiones Objetivo 1 y por la que percibió subvenciones a fondo perdido para su desarrollo.[20]​ El éxito económico llevó parejo la pérdida progresiva de estos fondos de cohesión que venía percibiendo desde 1994-1999. En 1999 finaliza el programa marco financiero de la UE y al hacer los cálculos para el nuevo periodo 2006-2007 Cantabria es excluida del Objetivo 1. Dado que su salida fue muy cuestionada[21]​ debido a que superaba mínimamente el límite establecido del 75% de PIB per cápita,[22]​ fue considerada región Objetivo 1 «en situación transitoria». En el año 2007 los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER) disminuyeron un 46,2% como consecuencia de la conclusión del periodo transitorio de salida del Objetivo 1[23]​ y la entrada en el Objetivo 2.[24]

Cantabria cuenta con un sector primario en retroceso que ocupa al 5,8% de la población activa con ganadería vacuna, lechera tradicionalmente y cárnica en los últimos tiempos; agricultura, destacando el maíz, patatas, hortalizas y plantas forrajeras; pesca marítima; y minería del zinc y canteras.

En el sector secundario asienta el 30,4% de la población activa. En la industria destacan la siderúrgica, la alimentaria, la química, la papelera, la textil, la farmacéutica, equipos industriales y de transporte, etc. En la construcción se empiezan a notar síntomas de estancamiento, si bien sigue siendo el mayor activo de éste sector.

El sector terciario emplea al 63,8% de la población activa y va en aumento, siendo este hecho sintomático de la concentración de la población en los centros urbanos y de la importancia que el turismo (especialmente el rural) ha adquirido en los últimos años. Como entidades bancarias principales de la comunidad autónoma, destaca la Caja Cantabria que en la actualidad gestiona un volumen de negocio cercano a los 10.800 millones de euros, y el Banco de Santander que dio lugar al Grupo Santander, con 129.000 empleados, 66 millones de clientes, 10.200 sucursales y 2,4 millones de accionistas en todo el mundo. El grupo se encuentra entre las diez primeras entidades financieras del mundo y es el mayor banco de la Zona Euro.

Transporte y comunicaciones

Las grandes infraestructuras de comunicación presentan en Cantabria una gran complejidad técnica y medioambiental debido al complicado relieve. En la imagen construcción del Viaducto de Montabliz en el tramo Molledo-Pesquera de la autovía A-67. Con 145 metros de altura es el puente más alto de España.[25]

La consecuencia más significativa que se deriva de la fuerte energía del relieve del territorio cántabro es la existencia de barreras topográficas que condicionan decisivamente el trazado de las infraestructuras de conexión, tanto perpendicular, en sus accesos a la meseta castellana, como trasversal, en la comunicación entre valles, así como su elevado coste de construcción y mantenimiento.

Las insuficiencias en la dotación de infraestructuras de transporte de competencia estatal,[26]​ fundamentalmente en lo que se refiere a comunicación con la meseta por carretera[27]​ y por ferrocarril,[28]​ y el importante coste por kilómetro lineal de construcción debido a su difícil orografía, ha supuesto un significativo déficit en las comunicaciones de Cantabria con el exterior.[29]

Según el Ministerio de Fomento, Cantabria cuenta con 2.393 km de carreteras convencionales y 206 km de autovías o autopistas.[cita requerida]

El Aeropuerto de Santander, único aeródromo de la región destinado al tráfico regular de viajeros, ha sufrido un espectacular crecimiento en el volumen de pasajeros que han utilizado sus instalaciones a raíz de que en el año 2003 empezase a operar en él la aerolínea de bajo coste Ryanair.[30]​ En la actualidad desde el aeropuerto se puede volar a 11 destinos nacionales y siete internacionales. En conjunto las principales infraestructuras de comunicación de la región son:

Autovías, autopistas y localidades que atraviesan

Autovía/autopista Km Trayecto Localidades destacadas a su paso por Cantabria
A-8 Autovía del Cantábrico 602 Irún-Santiago de Baamonde Castro Urdiales, Laredo, Solares, Torrelavega, Cabezón de la Sal
A-67 Autovía de la Meseta 203 Santander (Raos)-Venta de Baños Santander, Torrelavega, Los Corrales de Buelna, Reinosa
A-69 Peaje Autopista Dos Mares 111 Pesquera-Miranda de Ebro Pesquera (proyecto)
S-10 S-10 16 Solares-Santander Solares, El Astillero, Maliaño, Santander
S-20 S-20 22 Bezana-Santander (El Sardinero) Santander, Santa Cruz de Bezana
S-30 Ronda de la Bahía 12,2 Peñacastillo-San Salvador Santander, Peñacastillo, Parbayón, Revilla de Camargo (constr.)

Medios de comunicación

Prensa

El número de lectores de prensa en Cantabria se sitúa por encima de la media española, con más de 100 ejemplares por cada 1.000 habitantes. Los principales periódicos son El Diario Montañés, fundado en 1902, y Alerta, que vio la luz en 1937, con una tirada en el primero de los casos de 45.000 ejemplares.[31]

Aeropuerto de Parayas, ubicado a 5 km de Santander, en el municipio de Camargo.

En la Comunidad Autónoma existe un predominio claramente superior de la prensa regional frente a la de cobertura nacional, siendo una de las regiones donde este dato es más abrumador. Así, existen casos como el del citado periódico decano de la prensa cántabra y uno de los más importantes a nivel regional en España, El Diario Montañés, que acapara más del 60% del mercado, cifras solo superadas en España por Diario de Navarra.[32]

La Guerra Civil Española dio al traste con un panorama de prensa diaria mucho más extenso que el actual y que había abarcado el último tercio del siglo XIX y los primeros treinta años del XX. Desaparecerían tres de las cabeceras históricas que habían marcado una época hasta entonces: El Cantábrico, La Región y La Voz de Cantabria.

En los últimos años, aprovechando las facilidades para la difusión que ofrecen las nuevas tecnologías, han surgido en la región nuevas alternativas de periodismo digital mediante ediciones electrónicas de periódicos impresos o el nacimiento de otros nuevos que tienen en Internet su único canal de difusión. Junto a estos nuevos modelos aparecen iniciativas de prensa de distribución gratuita siguiendo el ejemplo de otros muchos proyectos semejantes en España y el resto de Europa.

En enero de 2008, el periódico Diagonal comenzó a publicar un suplemento dedicado a Cantabria.

En febrero de 2008 el diario El Mundo lanza una edición regional para Cantabria, El Mundo Hoy en Cantabria.

Radio

A diferencia de la prensa escrita, la radio en Cantabria ha experimentado en la últimas décadas un constante crecimiento. Radio Santander fue la pionera, casi simultáneamente con Radio Torrelavega (EFJ 44), que fue la primera en pasar de la OM a la FM y posteriormente también la que dotó a sus emisiones de la estereofonía. Años más tarde llegaron en la década de los sesenta y setenta, la COPE (la antigua Radio Popular) y más tarde Radio Nacional de España.

En los años 1990 hicieron su aparición las emisoras de frecuencia modulada, destacando Onda Cero, viendo la luz una gran cantidad de radios de ámbito regional y local, algunas de legalidad incierta. Esto dio lugar incluso a denuncias por parte de Aviación Civil por interferencias en el espectro de radiofrecuencias destinadas a la navegación aérea por la potencia con que emitían ciertas de ellas desde Peña Cabarga y, en algunos casos, desde emplazamientos no autorizados. Gran parte de estos problemas se fundamentaban en la permisividad de los estamentos públicos competentes ante la ocupación fraudulenta del espacio radioeléctrico. Se intentó resolver esta cuestión mediante concursos públicos para asignar nuevas frecuencias a emisoras que en aquel momento se encontraban en un limbo jurídico y que en muchos casos resultaron polémicos. Ante el anuncio del Gobierno regional de abrir expedientes sancionadores han surgido plataformas que agrupan a radios independientes que siguen careciendo de licencias.

Es de esperar que estos problemas de gestión del espectro radioeléctrico se superaren con la implantación de la radio digital y con ello, según autores, la arbitraria política de atribución de frecuencias radiofónicas que ha sido una constante en España desde los años setenta.[33]​ No obstante en Cantabria aún no se ha convocado concurso alguno para asignación de licencias para emisiones DAB.

El 30 de enero de 2009, el Gobierno de Cantabria convocó un nuevo concurso[34]​ para el reparto de las licencias locales de Radio y Televisión Digital Terrestre a la que no se presentó buena parte de las emisoras candidatas debido a las fuertes garantías provisionales que se exigían y ante las incertidumbres sobre la rentabilidad.[35]​ Está pendiente un nuevo concurso para el reparto de las licencias autonómicas, provinciales y locales de Radio y Televisión Digital Terrestre que se celebrará antes de abril de 2010.[cita requerida]

Televisión

Cantabria carece hasta la fecha de canal de televisión autonómico público. En 1989 el gobierno de Cantabria, bajo la presidencia de Juan Hormaechea, adquirió equipamiento destinado a un centro emisor de producción de televisión pero el cambio de gobierno y el gran coste que suponía hizo que finalmente el proyecto se desechara y el material vendido. Actualmente no existen planes de retomarlo y la presidencia de gobierno ya ha señalado que la creación de una televisión autonómica no es una prioridad.[36]

En 1984 se crea el Centro Regional de TVE en Cantabria y en 1996 inician sus emisiones las primeras televisiones locales. Entre estas últimas destacan por su cobertura regional y share TeleBahía y Canal 8 DM.

Inicialmente la solución tecnológica que contemplaba el plan del Gobierno de Cantabria era la difusión de la TDT es la transmisión vía satélite a los hogares, dado que se consideraba que esta era la única tecnológica que garantiza una completa difusión de la señal en Cantabria debido al fuerte perfil montañoso de la región.[37]​ Pero en noviembre de 2008 el gobierno regional decidió restringir el contrato con la empresa ganadora del concurso público al considerar inviable la implantación del servicio concertado, por lo que el despliegue de la TDT en Cantabria sufrirá un nuevo retraso.[38]

El 30 de enero de 2009, el Gobierno de Cantabria convocó un nuevo concurso[34]​ para el reparto de las licencias locales de Radio y Televisión Digital Terrestre a la que no se presentó buena parte de las emisoras candidatas debido a las fuertes garantías provisionales que se exigían y ante las incertidumbres sobre la rentabilidad.[39]​ Al igual que para la televisión está pendiente un nuevo concurso para el reparto de las licencias autonómicas, provinciales y locales de Radio y Televisión Digital Terrestre que se celebrará antes de abril de 2010.[cita requerida]

Recursos naturales

Playa de Berria, en Santoña.

Artículos principales: Lista de espacios naturales de Cantabria, Playas de Cantabria, Flora de Cantabria y Fauna de Cantabria.

Flora

Desde el punto de vista de su flora, Cantabria se localiza entre dos regiones biogeográficas. La mayoría del territorio pertenece a la región Eurosiberiana, pero el extremo meridional forma parte de la región Mediterránea. Esta situación fronteriza tiene un efecto directo en las características del paisaje vegetal de la región, en el que se entremezclan especies mediterráneas y especies atlánticas, que enriquecen la composición botánica de los distintos ecosistemas existentes.

Véase

Fauna

La fauna de Cantabria posee una riqueza que se puede considerar elevada, tanto en número de especies como en la importancia y singularidad de algunas de ellas, debido a su todavía elevado grado de naturalidad, variedad de medios y a su situación geográfica. La mayoría del territorio pertenece a la región Eurosiberiana, pero el extremo meridional forma parte de la región Mediterránea. Esta situación fronteriza tiene un efecto directo en las características de la fauna de la región y hace que coincidan especies mediterráneas y especies atlánticas.

Véase

Espacios naturales protegidos

Mapa de parques naturales y nacionales existentes en Cantabria:
1. Parque Nacional de los Picos de Europa.
2. Parque Natural de los Collados del Asón.
3. Parque Natural de las Dunas de Liencres.
4. Parque Natural del Macizo de Peña Cabarga.
5. Parque Natural de Oyambre.
6. Parque Natural de Saja-Besaya.
7. Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.

A pesar de su escaso tamaño, Cantabria posee un buen número de espacios protegidos. Integran la Red de Espacios Protegidos de Cantabria:

El más importante de ellos es el Parque Nacional de los Picos de Europa, que afecta además de a Cantabria a Castilla y León y Asturias y cuya gestión comparten las tres comunidades autónomas.

Por otra parte Cantabria cuenta con 8 Zonas de Especial Protección para Aves (ZEPAS): Marismas de Santoña, Victoria y Joyel y Ría de Ajo, Liébana, Desfiladero de La Hermida, Sierra de Peña Sagra, Sierra de Híjar, Sierra del Cordel y cabeceras del Nansa y Saja, Embalse del Ebro y Hoces del Ebro.

Además existen 21 Lugares de Importancia Comunitaria (LIC): Liébana, Montaña Oriental, Rías occidentales y Duna de Oyambre, Dunas de Liencres y Estuario del Pas, Dunas del Puntal y Estuario del Miera, Costa Central y Ría de Ajo, Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, Sierra del Escudo de Cabuérniga, Valles altos del Nansa y Saja y Alto Campoo, Sierra del Escudo, Río Deva, Río Nansa, Río Saja, Río Pas, Río Miera, Río Asón, Río Agüera, Río y Embalse del Ebro, Río Camesa y 2 cavidades con importantes colonias de quirópteros.

Cultura

Lenguas

El español o castellano es la lengua oficial de Cantabria. Quedan restos del montañés en la mitad occidental y en los valles de Pas y de Soba, en la montaña oriental. Esta lengua no está regulada ni tiene reconocimiento oficial, pero está considerada por muchos como un dialecto del asturleonés, aunque eminentemente castellanizado. Difiere según el valle.

Monumentos y museos

Universidades

Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Palacio de la Magdalena. Sede de los cursos de verano de la UIMP (Santander).
Fiesta de La Vijanera en Silió.

Ferias y fiestas

En Cantabria se celebran multitud de fiestas patronales, ferias de origen comercial y festividades de origen pagano con mayor o menor pervivencia del folclore tradicional. Las más frecuentes celebran festejos en torno a San Juan y San Miguel.

El segundo domingo de agosto se celebra en Cabezón de la Sal el Día de Cantabria, con motivo del cual se practican multitud de actividades tradicionales como el juego de los bolos, arrastre de bueyes, mercados de artesanía y representación de danzas y música cántabras. Está además considerado de Interés Turístico Nacional.

Además, el día 28 de julio se celebra el Día de las Instituciones de Cantabria en Puente San Miguel (Reocín).

En cuanto a ferias, entendidas como grandes mercados de productos celebrados periódicamente, destaca la Feria de Ganado de Torrelavega celebrada en el Mercado Nacional de Ganado “Jesús Collado Soto” el tercero más grande de España, que aglutina la compraventa de todo tipo de ganado de la región y parte de las regiones colindantes, siendo el principal producto el vacuno. Por toda la región se celebran ferias ganaderas y de productos típicos semanal, mensual o anualmente que congregan a los vecinos de la comarca.

Fiestas de Interés Turístico Nacional

Fiestas de Interés Turístico Regional

Festivales

Mitología

El norte de España es una zona rica en mitología. En toda la Cornisa Cantábrica, desde Galicia hasta el País Vasco, pasando por Asturias y Cantabria, existen ritos, historias y seres imaginarios e imposibles (o no).

En el caso de la mitología de Cantabria esta hace de los bosques y montañas cántabros lugares mágicos en donde los mitos, creencias y leyendas han estado presentes como parte esencial de la cultura cántabra, bien porque se han mantenido en el acervo popular mediante la tradición oral trasmitida de padre a hijos, bien porque se han recuperado a través de estudiosos (Manuel Llano Merino y otros) que se han preocupado por mantener viva esta herencia cultural. Su mitología y supersticiones presentan una gran influencia céltica que con el paso del tiempo se han ido diluyendo, romanizándose o cristianizándose en muchos casos. Cabe destacar, al igual que en otros pueblos, la presencia de seres buenos como el Esteru o fabulosos de proporciones gigantes y facciones ciclópeas (los ojáncanos y las ojáncanas), animales fantásticos (el culebre, los Caballucos del Diablo, los ramidrejus, etc.), seres feéricos (las anjanas, las Ijanas del Valle de Aras), duendes (Nuberus, Trentis, Ventolines, Trasgus, Trastolillos), personajes antropomórficos (la Sirenuca, el Hombre pez, la Osa de Andara), etc.

Gastronomía

La reputación ganadera de la región y sus favorables condiciones climatológicas y orográficas para la cría de bóvidos hizo que la Unión Europea aprobase la denominación «carne de Cantabria» como indicación geográfica protegida para las carnes de vacuno de determinadas razas autóctonas (Tudanca, Monchina y Asturiana de los valles y Asturiana de la montaña) y otras ya adaptadas al medio (Limusina) o integradas por absorción (Pardo alpina). Es típico el compango y el chorizo de Potes.

Deportes

Regata de traineras en la Bahía de Santander
Palacio de Deportes de Santander. Partido de baloncesto del Cantabria Lobos.

El deporte tradicional por antonomasia en Cantabria es el juego de los bolos en sus cuatro modalidades: bolo palma, pasabolo tablón, pasabolo losa y bolo pasiego. El primero es el más extendido, rebasando el propio ámbito regional a la zona oriental de Asturias, y siendo el que mayor complejidad presenta a la hora de jugar. La existencia de boleras o corros destinados al juego de los bolos es importante en todos los núcleos de población de Cantabria, localizándose generalmente próximos a la iglesia o bar del pueblo.

Desde finales de los años 1980 los bolos viven una época de consolidación con la potenciación de las escuelas de bolos, impulsadas por los diferentes ayuntamientos e instituciones cántabras; las competiciones de Liga, Copa y Circuitos Regionales o Nacionales o su expansión mediática motivado por el interés social.

Como en toda la costa norte de España, especialmente en Cantabria y el País Vasco, el remo es un deporte muy tradicional en las localidades costeras. Los orígenes del remo se remontan atrás varios siglos, cuando varias traineras de cada pueblo se disputaban la venta del pescado, que se reservaba a la embarcación que antes llegase a la lonja. Fue a finales del siglo XIX cuando el trabajo se convirtió en deporte y se comenzaron a organizar regatas entre localidades del Cantábrico. Los clubes de Cantabria, especialmente Astillero, Castro Urdiales y Pedreña son tres de los más laureados en la historia de este deporte y actualmente atraviesan unos de sus mejores momentos deportivos tras décadas de sequía de trofeos.

El salto pasiego es otro de los deportes rurales destacados de la región y un claro ejemplo de como el uso de una habilidad o técnica de trabajo va desapareciendo con el paso del tiempo, dando lugar a la competición y al juego. Similar en concepción a otro tipo de modalidades como el salto del pastor canario, en un principio esta técnica se utilizaba en los valles pasiegos para salvar las paredes de piedra que limitaban los prados, los bardales, arroyos, barrancos, etc. que obstaculizaban el paso en la abrupta topografía de las zonas altas de Cantabria.

Dentro de los deportes de masas, Cantabria está presente en competiciones nacionales e internacionales a través de equipos como el Racing de Santander o la Gimnastica de Torrelavega, en fútbol; el Balonmano Cantabria que ha ganado varias ligas y copas del Rey así como títulos internacionales, en balonmano , el Cantabria Lobos, que ha militado en la ACB en baloncesto y el Estela Santander que milita en LEB. Cabe mencionar en el aspecto individual a deportistas de la talla de José Manuel Abascal, Severiano Ballesteros, Óscar Freire y Francisco Gento.

Cántabros destacados

Cantabria ha sido cuna de destacados y notables personajes en los diferentes campos de las letras, artes, ciencias, etc. Muchos de ellos han jugado un papel decisivo, no solo en la historia y devenir de la región, sino también a nivel nacional e internacional. Estos son algunos de ellos:

Lista completa en Wikiproyecto:Cantabria/Personajes

Véase también Categoría:Cántabros

Notas y referencias

  1. "La Ley Orgánica 11/1998, de 30 de diciembre, de reforma de la LO 8/1981, del Estatuto de Autonomía para Cantabria (BOE 31 diciembre 1998). El Estatuto deja de referirse a Cantabria como "entidad regional histórica", expresión empleada por la propia Constitución (art. 143) para permitir la existencia de comunidades uniprovinciales, para ser sustituida por la expresión "comunidad histórica" (art. 1)."Ignacio Carbajal Iranzo, Letrado de las Cortes Generale. Actualizado por Portal de la Constitución. (2005. Actualizado 2007.). «Sinopsis del Estatuto de Cantabria». Consultado el 7 de noviembre de 2009. 
  2. Baró Pazos, Juan; Manuel Vaquerizo Gil (1994). «Fuentes de Derecho Histórico de Cantabria. Ordenanzas de Gobernación. Ordenanzas Generales. Ordenanzas de la Asamblea de la Provincia de Cantabria. 28 de julio de 1778». En Universidad de Cantabria, ed. Instituciones Históricas de Cantabria (1 edición). Santander, Cantabria. p. 104. 84-8102-082-6.  Parámetro desconocido |URLcapítulo= ignorado (se sugiere |urlcapítulo=) (ayuda);
  3. Casado Soto, José Luis (1979). Universidad de Cantabria, ed. La provincia de Cantabria notas sobre su constitución y ordenanzas, (1727-1833). Santander. p. 88. 843001389X. 
  4. Ayuntamiento de Reocín. «Día de Las Instituciones». Consultado el 19 de octubre de 2009. 
  5. Parlamento de Cantabria. «Historia». Consultado el 19 de octubre de 2009. 
  6. Boletín Oficial de las Cortes Generales. Senado. (1979). «Proposición de ley sobre cambio de denominación de la actual provincia de Santander por Cantabria». Consultado el 19 de octubre de 2009. 
  7. Comisión Europea (1999). «Cantabria en la Comunidad Económica Europea.». Consultado el 12 de abril de 2007. 
  8. El río Besaya confluye con el Saja en Torrelavega.
  9. OMS, Organización Mundial de la Salud. Life Tables for WHO Members States [1], World Health Statistics 2007 Highlights and Tables[2]
  10. Datos de la inmigración en Cantabria 2004-2006 (Icane)]
  11. Datos INE 2007
  12. El Diario Montañés (2008). «La delincuencia cae en Cantabria por octavo año consecutivo». Consultado el 21 de febrero de 2008. 
  13. Enrique Flórez. La Cantabria. Disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempos de los romanos la región de los cántabros, con noticia de las regiones confinantes y de varias poblaciones antiguas. Madrid. 1768
  14. Public Spending and Fiscal Federalism in Spain. Period 1984-1998 Molero, Juan Carlos
  15. Este período de la historia cántabra ha sido estudiado y documentado por José Simón Cabarga en sus obras «Santander en la Guerra de la Independencia» y «Santander en el siglo de los pronunciamientos y las guerras civiles».
  16. Resultados electorales de las elecciones autonómicas, en ElPaís
  17. ICANE
  18. Invertia (28 de marzo de 2007). «Murcia, Cantabria, País Vasco y Galicia lideraron crecimiento PIB en [[2006]]». Consultado el 14 de septiembre de 2007.  Wikienlace dentro del título de la URL (ayuda)
  19. ICANE
  20. Con anterioridad, en el periodo 1992-1993, parte del territorio de Cantabria fue Región Objetivo 2 y otra parte Objetivo 5b (en este caso entre 1991 y 1993). [3]
  21. En aquellos momentos se cambió la medición del PIB per cápita de euros a EPA (Estándar de Poder Adquisitivo), lo que perjudicaba claramente a la región
  22. El PIB per cápita en SPA de Cantabria en la media de los últimos tres años conocidos estaba situado en un 75,67% sobre Eur 15=100, frente a 69,57% del método anterior, lo cual dejaba a la región fuera del Objetivo 1 [4]
  23. El Diario Montañés (20 de diciembre de 2006). «El Parlamento regional aprueba el presupuesto de Cantabria para [[2007]], que alcanza los 2.194 millones de euros». Consultado el 14 de septiembre de 2007.  Wikienlace dentro del título de la URL (ayuda)
  24. Dentro del Objetivo 1 Cantabria venía recibiendo anualmente de Bruselas más de 30 millones de euros [5]
  25. El Diario Montañés (2007). «El coloso de la A-67 toma cuerpo.». Consultado el 12 de abril de 2007. 
  26. Comisión de Infraestructuras del Senado. (2001). «Diario de sesiones del 25 de junio de 2001.». Consultado el 22 de agosto de 2007. 
  27. Cantabria fue la última comunidad autónoma, en julio de 2009, en estar conectada con la capital de España a través de la red radial de autovías de la RIGE [6]
  28. Ya.com (2006). «El tren de alta velocidad pasa de largo por Cantabria.». Consultado el 22 de agosto de 2007. 
  29. Comisión Europea (2002). «Las Acciones Estructurales Comunitarias en España y sus Comunidades Autónomas. Periodo 2000-2006.» (pdf). Consultado el 12 de abril de 2007. 
  30. El Diario Montañés (2007). «El volumen de pasajeros aumentó un 148% en los últimos cuatro años.». Consultado el 23 de abril de 2007. 
  31. Datos de la OJD [7]
  32. Para algunos autores esto puede estar motivado a que las zonas con una infraestructura informativa más desarrollada, coincidentes con las más definidas y diferenciadas culturalmente, ejercen una mayor resistencia a la oferta foránea. [8]
  33. Emma Rodero Antón (1998). «La radio del futuro es la radio digital». Consultado el 4 de octubre de 2007. 
  34. a b El anterior, del año 2006, fue declararlo desierto en septiembre de 2008.
  35. Cantabria Económica (2009). «Morir en la orilla». Consultado el 21 de junio de 2009. 
  36. El Diario Montañés (2006). «Revilla: «No vamos a tener nunca televisión autonómica»». Consultado el 10 de junio de 2006. 
  37. Consejería de Industria y Desarrollo Tecnológico del Gobierno de Cantabria (2007). «Plan de universalización del servicio esencial de televisión digital en Cantabria». Consultado el 28 de noviembre de 2007. 
  38. El Diario Montañés (2008). «El Gobierno será demandado ante la UE por anular el contrato de la TDT». Consultado el 19 de diciembre de 2008. 
  39. Cantabria Económica (2009). «Morir en la orilla». Consultado el 21 de junio de 2009. 

Bibliografía

  • Simón Cabarga, J.: Santander en la Guerra de la Independencia. Santander: Ed. Autor, 1968
  • Simón Cabarga, J.: Santander en el siglo de los pronunciamientos y las guerras civiles. Santander: Institución Cultural de Cantabria, 1972
  • Obregón Goyarrola, Fernando: Breve historia de Cantabria, Santander, 2000.
  • Suárez Cortina, Manuel: Casonas, hidalgos y linajes: la invención de la tradición cántabra, Santander 1994.
  • VV.AA.:Guía de la naturaleza de Cantabria. Santander: Estvdio, 1993. ISBN 84-87934-21-8
  • VV.AA.: Gran Enciclopedia de Cantabria. Santander: Cantabria, 1985 (8 tomos) y 2002 (tomos 9, 10 y 11). ISBN 84-86420-00-8
  • VV.AA.: Cantabria 1898-1998. Un siglo de imágenes. Santander: Caja Cantabria, 1999.
  • VV.AA.: El perfil de la Montaña: economía, sociedad y política en la Cantabria contemporánea, Santander, 1993.
  • VV.AA.: De la Montaña a Cantabria: la construcción de una Comunidad Autónoma, Santander, 1995.
  • VV.AA.: Cantabria: de la Prehistoria al tiempo presente, Santander, 2001.
  • VV.AA.: Historia de Cantabria, Santander, 2007.

Enlaces externos