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Independencia de México

Miguel Hidalgo y Costilla, llamado Padre de la Patria en México.
Fecha 16 de septiembre de 1810 - 27 de septiembre de 1821
Lugar México
Resultado Independencia de México por la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano
Beligerantes
Insurgentes y Trigarantes leales a México Realistas de España
Comandantes
Miguel Hidalgo (1810-1811)
Ignacio Allende (1811)
Ignacio López Rayón (1811)
José María Morelos (1811-1815)
Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero (1815-1820)
Francisco Javier Mina (1817)
Agustín de Iturbide (1821)[1]
Francisco Xavier Venegas (1810-1813)
Félix Calleja (1813-1816)
Juan Ruiz de Apodaca (1816-1821)
Francisco Novella (1821)
Juan O'Donojú (1821)

El proceso de la Independencia de México fue uno de los más largos de América. La Nueva España permaneció bajo el control de la Corona por tres siglos. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, ciertos cambios en la estructura social, económica y política de la colonia llevaron a una élite ilustrada de novohispanos a reflexionar acerca de su relación con España. Sin subestimar la influencia de la Ilustración, la Revolución francesa ni la independencia de Estados Unidos, el hecho que llevó a la élite criolla a comenzar el movimiento emancipador fue la ocupación francesa de España, en 1808. Hay que recordar que en ese año, Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleón Bonaparte, para después cederla a su hermano José Bonaparte, de modo que España quedó como una especie de protectorado francés.

En las colonias españolas en América, se formaron varias juntas que tenían como propósito conservar la soberanía hasta que regresara el rey Fernando VII al trono. Nueva España no fue la excepción (encabezados por Francisco Primo de Verdad y Ramos), la diferencia es que el primer intento de este tipo concluyó con la destitución del virrey y la sujeción del Ayuntamiento de México a la autoridad directa de la nueva cabeza de la colonia (que a diferencia de Iturrigaray, no simpatizaba con la Junta). Tal situación llevó a los criollos a radicalizar su posición. Finalmente, el núcleo donde hubo de comenzar la guerra por la independencia fue Dolores, Guanajuato, luego que la conspiración de Querétaro fue descubierta. Aunque aquel 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo y Costilla se lanzó a la guerra apoyado por una tropa de indígenas y campesinos, bajo el grito de "¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muerte al mal gobierno!", finalmente la revolución le llevó por otro camino y se convirtió en lo que fue: una guerra independentista.

El conflicto duró once años y distó mucho de ser un movimiento homogéneo. Como se ha dicho, al principio reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero con el paso del tiempo adquirió matices republicanos. En 1813, el Congreso de Chilpancingo (protegido por el generalísimo José María Morelos y Pavón) declaró constitucionalmente la independencia de la América Mexicana. La derrota de Morelos en 1815 redujo el movimiento a una guerra de guerrillas. Hacia 1820, sólo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y en Veracruz. Por esas fechas, Agustín de Iturbide pactó alianzas con casi todas las facciones (incluyendo al gobierno virreinal) y de esta suerte se consumó la independencia el 27 de septiembre de 1821. España no la reconoció formalmente hasta diciembre de 1836 y de hecho intentó reconquistar México, sin éxito.

La ex colonia española pasó a ser una efímera monarquía constitucional católica llamada Imperio Mexicano. Finalmente fue disuelto en 1823, cuando luego de varios enfrentamientos internos y la separación de Centroamérica, se convirtió en una república federal.

Antecedentes[editar]

Situación económica y social del virreinato de Nueva España[editar]

Una representación de mestizos en una "Pintura de Castas" de la era colonial. "De español e india produce mestizo".

La sociedad novohispana estaba dividida en varios estamentos, cuya posición estaba condicionada por varias cuestiones. Una de ellas era su rol respecto a la posesión de los bienes económicos. Había un grupo muy pequeño de personas que controlaban la mayor parte de la riqueza, mientras que la gran parte de la población era pobre. Los pueblos indígenas debían pagar un tributo a los españoles, y estaban sujetos a un régimen de autoridad que por ambiguo provocó numerosos enfrentamientos con españoles peninsulares, criollos y mestizos. Varios de estos enfrentamientos tenían relación con cuestiones agrarias, por ejemplo, la tenencia de la tierra y el control del agua.[2]​ A lo largo de los tres siglos de dominio español hubieron varios estallidos sociales en la Nueva España, entre ellos la rebelión de 1761 de los mayas encabezados por Jacinto Canek.[3]

Como un corolario de los múltiples orígenes de la población de Nueva España surgió el sistema de "castas". Estos grupos estaban caracterizados por el origen racial de sus integrantes, encontrándose en la cúspide los españoles, y entre ellos, los europeos. La combinación entre los españoles, los indígenas y los africanos dio como resultado un número de grupos cuya posición estaba determinada por la cantidad de sangre española que poseían. El sistema aspiraba a mantener la pureza de la sangre española, y aunque nunca fue operativo más que como una nomenclatura, refleja la división y la exclusión existente en la Nueva España, donde los grupos no españoles ocupaban un lugar marginal en el sistema social.[4]

El pilar de la economía colonial de Nueva España era la explotación de oro y plata. Durante el siglo XVIII la producción minera vivió una de sus mejores épocas. La producción de oro y plata se triplicó en el período de 1740 a 1803.[5]​ La bonanza era tan grande, que La Valenciana llegó a dar 360.000 marcos de plata anuales, comparados con 10.000 producidos por la mina Jimmelsfürt. Al finalizar el siglo XVIII, Nueva España producía más de 2.500.000 de marcos de plata, y sus principales regiones mineras eran Guanajuato, Zacatecas y el norte de la intendencia de México.[6]​ La importancia de la minería para la economía novohispana era tal que Carlos III reconoció al Cuerpo de Minería de Nueva España en 1776; un poco más tarde permitió el establecimiento del Real Tribunal de Minería y el Colegio de Minería.

El apogeo de la explotación minera favoreció el desarrollo de otras actividades económicas, particularmente el comercio y la agricultura. Por ejemplo, la creciente importancia de Guadalajara y El Bajío se debía a su relación con los minerales de Zacatecas y Guanajuato. Dado que la exportación de plata y oro constituían el nodo de la economía novohispana, en torno a esta actividad creció un complejo sistema que consolidó al grupo de comerciantes peninsulares, pero que también permitió la ascensión de un poderoso grupo criollo y mestizo. Este grupo estaba concentrado en los consulados de México y Guadalajara, que constituyeron la pieza fundamental en la circulación de capitales en el territorio novohispano. El poder económico de los consulados respaldaba su capacidad de representación política, gestión y cabildeo.[7]

La economía novohispana entró en crisis a final del siglo XVIII, período que coincide con las reformas borbónicas adoptadas por la Corona. Las reformas tenían por objeto modernizar la administración de las colonias y hacer más rentable la explotación de sus recursos, porque en Nueva España había una escasez de capitales en circulación debida al monopolio sobre la plata ejercido por los comerciantes como por la propia política financiera de la metrópoli.[8]​ Una parte importante de las rentas derivadas de la explotación de las colonias no llegaba a las arcas reales, repartiéndose entre distintas corporaciones de acuerdo con los arreglos antiguos entre la Corona y estos grupos.[9]​ La reforma afectó los intereses de las clases más privilegiadas. Al establecerse además el libre comercio entre las colonias, creció el poder económico y político de los criollos y los mestizos que comenzaron a ocupar también más espacios en la administración colonial.[10]

En las últimas décadas del siglo XVIII, Nueva España estaba en bancarrota a causa de la expoliación de sus finanzas por parte de la metrópoli.[11]​ Paradójicamente, fueron los miembros de la élite económica —muy golpeada por la política económica de la monarquía— los que apoyaron el golpe de Estado contra el virrey José de Iturrigaray en 1808, cuando el Ayuntamiento de México intentó ejercer la soberanía en ausencia del rey de España.


Revoluciones burguesas: Francia y Estados Unidos[editar]

Sin duda, dos movimientos marcaron la historia del final del siglo XVIII. Uno fue la Revolución francesa, y el otro, la independencia de Estados Unidos. Tanto la una como la otra tenían su sustento en las ideas de la Ilustración. A su triunfo, las revoluciones en Francia y Estados Unidos proclamaron la igualdad de los hombres ante la ley y dieron amplias libertades a los ciudadanos; una categoría que nacía precisamente con el iluminismo francés. Desde luego, estas ideas no eran del todo desconocidas en las colonias españolas. Se sabe, por ejemplo, que el cura Miguel Hidalgo era simpatizante de la Ilustración, y que muchos de aquellos que participaron en la Guerra de Independencia de México conocían con mayor o menor profundidad las ideas del liberalismo.

Invasión francesa en España[editar]

Fernando VII, rey de España. Cuando los franceses obligaron a la familia real española a ceder sus derechos al trono de la península en favor de los Bonapartes, en varias ciudades de América se establecieron Juntas provisionales que gobernaban en nombre del soberano español. En Nueva España, la Junta de México fue suprimida por los españoles el 15 de septiembre de 1808.

Este factor fue determinante, pues el clero español sabía que si Napoleón tomaba el poder en España, al tener una ideología diferente al catolicismo, perdería su poder sobre el pueblo, por esta razón también el cura Miguel Hidalgo y Costilla junto con el padre José María Morelos y Pavón iniciaron la lucha armada, para que el poder de Napoleón no afectara directamente al clero de la Nueva España.[12]

La invasión de Portugal por parte de las tropas de Napoleón en 1807 obligó la huida de la Casa de Braganza a Brasil. En España, este suceso había provocado la división de la familia real española. Instigado por Manuel Godoy, el príncipe de Asturias había planeado un complot para destituir a sus padres de la corona. Finalmente, logró que Carlos IV abdicara en su favor el 19 de marzo de 1808. Tal suceso no complació en nada a Bonaparte, que intentó forzar a Carlos IV a declarar nula su abdicación. Aunque Fernando VII intentó formar un gobierno propio y organizar España, Napoleón le condujo con engaños a Bayona, donde el 5 de mayo de 1808 lo forzó a ceder la corona a su padre, para que luego éste la entregara al francés.

Los dominios españoles en América ante la ocupación de la metrópoli[editar]

Aunque aparentemente no hubo ningún cambio en la organización y los vínculos entre España y sus dominios ultramarinos en América, en realidad en cada una de las colonias había una discusión sobre quién era el verdadero soberano de las tierras americanas. El problema era que, nominalmente la soberanía de los dominios españoles radicaba en el titular de la Corona de España, no había una claridad sobre la posición que se debía guardar ante la ocupación extranjera de la metrópoli. Para algunos, la opción era reconocer al gobierno francés de ocupación. Para otros, la soberanía radicaba en Fernando VII, y por lo tanto, no estaban dispuestos a reconocer a Bonaparte como soberano. Y había un tercer grupo, influenciado por las ideas de la Ilustración y la reciente Independencia de Estados Unidos, para quienes la opción era la separación de las colonias. Hay que señalar que en realidad, estos partidos estaban formados sobre todo por los miembros de las clases altas y medias, es decir, por españoles peninsulares, criollos y algunos mestizos --muy pocos-- que habían llegado a ocupar algún cargo en la estructura de poder colonial. Para la mayor parte de la población americana, lo ocurrido en España no tenía gran significación en su vida cotidiana.

En varias ciudades americanas se formaron Juntas de Gobierno, cuyo propósito fue conservar la soberanía en sustitución del legítimo rey de España, y hasta que Fernando VII fuera reinstalado en el trono, entre ellas la Junta de Montevideo en 1808, la Junta Tuitiva de La Paz en 1809, o la Junta de Quito en 1809,[13]​ tenían su origen casi todas ellas en la estructura municipal, una de las instituciones de gobierno más arraigadas en el mundo hispánico. Casi todas ellas fueron dominadas por criollos ilustrados, dado que como regla general —regla en la que caben excepciones— los españoles peninsulares se oponían a la formación de gobiernos soberanos.[14]

Junta de México[editar]

Francisco Primo de Verdad fue uno de los personajes del Ayuntamiento de México que solicitó en 1808 al virrey José de Iturrigaray la instalación de una Junta Provisional que gobernara en nombre de Fernando VII. Iturrigaray simpatizaba con estas ideas. Finalmente, la Junta fue reprimida por un golpe de Estado contra el virrey.

El 8 de junio de 1808, se recibieron en la Ciudad de México las noticias del Motín de Aranjuez que había tenido lugar los días 18 y 19 de marzo en la Península ibérica.[15]​ El virrey José de Iturrigaray, que había sido elegido y beneficiado por influencia del primer ministro Manuel Godoy, se mostró consternado pues la mayor parte de los españoles peninsulares residentes en Nueva España eran enemigos de su benefactor, no obstante, ordenó los preparativos para realizar la jura y proclamación de Fernando VII como soberano de España y de las Indias. El 23 de junio llegaron las noticias del levantamiento del 2 de mayo y el 14 de julio las de las abdicaciones de Bayona, así como del nombramiento de Joachim Murat, duque de Berg y de Cleves, como lugarteniente de general del reino.[16]​ Al día siguiente el virrey se reunió con los miembros de la Real Audiencia de México, se acordó guardar secreto de sus preocupaciones y cabildeos, así como de publicar la noticia de las abdicaciones en la Gaceta de México el día 16, sin dar preámbulos ni comentarios al respecto.[17]

Conociendo la situación en España, la élite novohispana no era ajena a los cuestionamientos acerca de la encarnación de la soberanía de los territorios bajo el dominio español. Debido al estado de vacatio regis que se originó, esta élite de letrados se dividió claramente en dos partidos. Para algunos, en su mayoría españoles peninsulares, cuyo portavoz era la Real Audiencia de México, el poder en Nueva España seguía radicando en el rey Fernando VII, aunque momentáneamente se encontrara ausente. Por lo tanto, la estructura social de la Nueva España debía seguir inmutable y seguir como vasallos de la Corona española,[18]​ entre ellos se encontraban el regente Pedro Catani, el oidor decano Guillermo Aguirre y Viana, el oidor Ciriaco González Carvajal, el fiscal de la gran Hacienda Francisco Javier de Borbón, el fiscal Ambrosio de Sagarzurieta, el fiscal Robledo, Miguel Bataller, Pedro de Fonte, y el inquisidor Bernardo de Prado y Obejero. Para los otros, en su mayoría criollos, cuyo portavoz era el Ayuntamiento de México formado por doce regidores, dos alcaldes y un síndico, su situación era más compleja, encontraron en la crisis política una oportunidad para implantar reformas en el virreinato,[18]​ entre ellos destacaron el síndico Francisco Primo de Verdad y Ramos, el auditor de guerra José Antonio de Cristo y el regidor Francisco Azcárate y Lezama, quienes fueron apoyados ideológicamente por el fraile mercedario Melchor de Talamantes.

El 19 de julio, los miembros del Ayuntamiento tomaron la iniciativa, proponiendo al virrey la creación de una Junta de Gobierno, la cual respetaría los derechos de la Casa de Borbón, pero sería autónoma de sus similares en España, se habló de la posibilidad de nombrar al virrey como gobernador y capitán general de la colonia, para así defender la integridad del territorio ante una eventual invasión de los franceses.[19]​ El virrey acogió con beneplácito la propuesta, pues creía amenazada su posición tras la caída de su benefactor, sin embargo la Real Audiencia ratificó su postura con la excepción del oidor dominicano Jacobo de Villaurrutia —único miembro criollo de la Audiencia— quien secundo inicialmente las propuestas, incluso propusó un congreso menos numeroso, representado por corporaciones civiles, eclesiásticas y militares.[20]​ De esta forma, para el Acuerdo, se invitó a participar a los ayuntamientos de Xalapa, Puebla, y Querétaro, debatiendo de esta forma la forma en que debía proceder la colonia. El 28 de julio, nuevas noticias llegaron de España, se conoció el levantamiento general de los habitantes de la península y de los establecimientos de juntas de gobierno en nombre de Fernando VII.[21]

El 5 de agosto de 1808, el virrey José de Iturrigaray convocó a una junta para el 9 de agosto, a la que asistieron los representantes civiles, militares y eclesiásticos —sumando un total de ochenta y dos participantes— para poder debatir la situación.[22]​ Los miembros de la Audiencia asistieron bajo protesta pues todos, menos Villaurrutia, consideraban innecesaria la reunión, recomendando acatar las decisiones de la Junta de Sevilla.[23]​ El día de la junta, el Ayuntamiento de México fue apoyado por miembros y hacendados de los ayuntamientos de Xalapa y Veracruz, así como por algunos gobernadores de las parcialidades de indios. Primo de Verdad y Azcárate propusieron que ante la ausencia del monarca, la soberanía de la colonia debería quedar en manos del pueblo, el cual estaría representado por los diversos ayuntamientos, así como con los diputados de cabildos seculares y eclesiásticos, de esta forma la soberanía estaría delegada en un congreso.

«Este gobierno provisional, añadía Verdad, proveerá a la subsistencia del virreinato y a su defensa contra extrañas agresiones, tanto más temibles cuanto más delicado y congojoso es el estado de la cosa pública, y terminó proponiendo al virrey y a la junta que jurasen por rey de España y de las Indias a Fernando VII; que también jurasen no reconocer a monarca alguno que no fuere de la estirpe real de los Borbones, defender el reino de Nueva España y no entregarlos a otra potencia ni a otra persona que no fuera de la familia real legítima.»
Francisco Primo de Verdad.[24]

Los pensadores del Ayuntamiento de México, basados en las Leyes de Partida, apelaban a la teoría del contrato social en sus argumentos a favor del establecimiento de un gobierno soberano en la Nueva España, sin promover la separación de la Colonia. Sin embargo, esto no fue entendido así por el otro bando de la élite novohispana. Para ellos el establecimiento de la Junta de México era una amenaza contra la permanencia del sistema colonial del cual ciertamente eran beneficiarios. El reconocimiento de la Junta soberana, aunque fuera meramente sustituta y provisional, implicaba la renuncia a las posiciones hegemónicas en economía y política que los españoles peninsulares habían ejercido durante tres siglos. Los peninsulares fundaron sus ideas en las Leyes de Indias aduciendo que era el virrey quien debía conservar la autoridad y sus acciones deberían ser consultadas con el Acuerdo.[23]​ La tesis de la soberanía popular fue condenada como anatema por el inquisidor Prado y Obejero, y en el mismo tenor se había pronunciado la Real Audiencia por boca del oidor Guillermo Aguirre.[24]​ La discusión fue acalorada, aunque se discutió la posiblidad de obedecer a la Junta de Sevilla no se logró un consenso. Casi al finalizar la reunión el virrey dijo de forma irónica: "Aún es tiempo, señores, de reconocer al duque de Berg; ¿qué dicen vuestras señorías?" La respuesta negativa fue unánime e inmediata. El virrey apoyó la propuesta del Ayuntamiento y remarcó la actitud patriótica que sus miembros habían tendido, lo cual provocó un distanciamiento con los miembros de la Audiencia. Se concluyó que "no se reconocerían otras juntas en clase de supremas que las que estuviesen inauguradas, creadas, establecidas y ratificadas por Fernando VII o por quienes tuviesen sus poderes legítimos", por lo tanto las autoridades establecidas en Nueva España serían las legales y subsistentes.[25]

El día 13 de agosto, se realizó de forma pública la jura a Fernando VII, el virrey aprovechó la ocasión para atraerse la simpatía de los habitantes y envió cartas a las Junta de Sevilla, Valencia y Zaragoza informando las resoluciones acordadas.[26]​ Sin embargo, los dictámenes de la junta del 9 de agosto fueron rechazados por el intendente Juan Antonio Riaño en Guanajuato, por el intendente Manuel de Flon en Puebla y por la Audiencia de Guadalajara, quienes declararon nulas las decisiones tomadas en la capital, prefiriendo acatar lo que determinasen las juntas de España. Asimismo, el Ayuntamiento de Querétaro —conformado en su mayoría por europeos— decidió retractarse del apoyo inicial ofrecido.[27]​ El día 27 de agosto, la Inquisición de México publicó un edicto, declarando "heréticas y sediciosas" las proposiciones que atacaban a la autoridad divina de los reyes y que proponían la "herejía de la soberanía del pueblo".

Cuatro días más tarde llegaron dos comisionados de la Junta de Sevilla a la Ciudad de México, habían logrando detener en Veracruz la correspondencia que había enviado el virrey.[28]​ El 31 de agosto se celebró una reunión general, los miembros de la Audiencia aprovecharon la ocasión para acceder a las peticiones de los comisionados y dar marcha atrás a las resoluciones del 9 de agosto, increpando ineptitud al virrey. Esa misma noche, Iturrigaray recibió una carta de la Junta de Asturias, la cual no reconocía la autoridad de su similar de Sevilla declarándose así misma como soberana. El virrey convocó una nueva reunión para el día 1 de septiembre en la cual expusó que ninguna de las juntas formadas en España reconocía la soberanía de las otras, por tal motivo con mayoría de votos se suspendió el reconocimiento otorgado a la de Sevilla.[29]​ Iturrigaray envió nuevamente cartas a las Juntas de Sevilla y Asturias para notificarles la resolución, así como a los Ayuntamientos a quienes solicitó enviar representantes a la Ciudad de México. No obstante, para ayudar a la Metrópoli, el virrey dispuso de catorce y medio millones de pesos de las cajas del Tesoro los cuales deberían ser embarcados en el navío San Justo en Veracruz, adicionalmente envió cien mil pesos para ayudar a la Junta de Sevilla.[30]

El 9 de septiembre se celebró una última junta general, la cual sólo sirvió para irritar los ánimos y aumentar el antagonismo entre americanos y europeos. Durante los días siguientes una serie de rumores difamatarios hacia la persona del virrey corrieron por la Nueva España, se dijo que éste estaba próximo a quemar el santuario de Guadalupe y que tenía listos los títulos nobiliarios que habría de designar a los miembros de su familia.[31]​ Los peninsulares respaldados por el consentimiento de los comisionados de la Junta de Sevilla decidieron deponer al virrey, eligieron al hacendado Gabriel de Yermo para liderar un golpe de Estado, el cual se llevó a cabo la noche del 15 de septiembre de 1808.[32]

El palacio virreinal fue asaltado por un contingente de trescientos hombres, al mismo tiempo fueron aprehendidos los licenciados Cristo, Primo de Verdad, Azcárate y el fraile Talamantes. El octagenario capitán Pedro de Garibay fue nombrado virrey sustituto de Nueva España, ejerció el cargo conforme a los designios de la Real Audiencia de México hasta mayo de 1809. El virrey, junto con su familia, fue conducido en el navío San Justo a Cádiz, en donde se le realizó un proceso judicial. Villaurrutia fue excluído en su calidad de oidor. El 4 de octubre de 1808, Primo de Verdad murió de forma extraña en la cárcel del Arzobispado. El 9 de mayo de 1809, Talamantes murió de fiebre amarilla en la cárcel de San Juan de Ulúa. Después de una breve tiempo en prisión, Antonio de Cristo fue destituido de la Auditoría de Guerra. Azcárate fue encarcelado en el convento de Betlemitas, lugar en donde permaneció preso hasta diciembre de 1811.[33]

La Real Audiencia de México informó a la Junta de Sevilla los sucesos acaecidos, argumentando que el "pueblo enardecido" había sido el responsable del derrocamiento del virrey. El nuevo gobierno virreinal envió cartas a la Suprema Junta de Sevilla reconociendo su soberanía.[34]​ A diferencia de lo que sucedió en otros virreinatos, el golpe de Estado en Nueva España impidió que se estableciera una Junta local, pero el objetivo frustrado no dejó de ser un anhelo para los criollos novohispanos.[35]

Juntas Suprema Central en España[editar]

En julio de 1808, José Bonaparte —monarca de España designado por su hermano— invitó a los virreinatos de América y a las capitanías de Cuba y Guatemala, a que enviaran seis representantes para participar en una convención constitucional para trabajar en el Estatuto de Bayona. Los americanos declinaron la invitación.[36]​ La victoria de la Batalla de Bailén ocurrida en ese mismo mes, forzó a los franceses a retirarse momentáneamente de Madrid, permitiendo que las múltiples juntas españolas se pusiesen de acuerdo para formar el 25 de septiembre, la Junta Suprema Central, la cual se estableció inicialmente en Aranjuez, posteriormente debido a las nuevas incursiones del ejército francés, se trasladó a Sevilla, Cádiz y a la Isla de León. Las ayudas económicas enviadas desde Nueva España, fueron utilizadas para reorganizar al ejército español que continuaba su lucha contra el Imperio napoleónico.[37]

El 22 de enero de 1809, la Junta Suprema Central emitió un decreto en el cual reconoció que los dominios americanos eran parte integrante de la monarquía y merecían tener una representación en la propia Junta, por tal motivo se debería de nombrar un representante de los virreinatos de México, Perú, Nueva Granada y Buenos Aires, así como de las capitanías generales de Cuba, Guatemala, Chile y Venezuela. En el decreto se especificó que los ayuntamientos de las capitales provinciales eligirían a tres candidatos de "notoria probidad, talento e instrucción", de los cuales se escogería uno por sorteo, después el Real Acuerdo elegiría del grupo, nuevamente a tres candidatos para seleccionar mediante otro sorteo, al representante definitivo que habría de asistir a la Junta Central.[38]​ Mientras que por otra parte, en la península, cada provincia contaba con dos diputados para la Junta Central, es decir, fueron nombrados treinta y seis o más vocales para España y para toda América solamente nueve.[39]​ Los americanos protestaron la representación inequitativa. En Nueva España, los criollos que tenían ideas autonomistas perdieron la esperanza de obtener resultados favorables para su causa en la metrópoli.[40]

En febrero de 1809, apareció en las ciudades de México, Puebla, Querétaro, Oaxaca y Zacatecas, una proclama que declaraba que los soldados españoles estaban sucumbiendo ante las fuerzas francesas, por tanto se pedía el establecimiento de un gobierno autónomo para Nueva España para así defender a Fernando VII y a la religión católica. El autor fue el abogado Julián de Castillejos, quien se reunía habitualmente en tertulias literarias con el marqués de San Juan de Rayas. Cuando se les interrogó, negaron toda responsabilidad. Los oficiales reales los dejaron ir, pero se les mantuvo en estrecha vigilancia.[41]

En marzo de 1809, se recibió una carta proveniente de Río de Janeiro de Carlota Joaquina de Borbón, quien a sabiendas de la prisión de su hermano Fernando VII, solicitó que se aceptase a su hijo Pedro como regente de Nueva España. Las noticias provocaron alarma al virrey Garibay y a los oidores de la Audiencia —creyendo que todo se trataba de una argucia de Napoleón— respondieron con evasivas a la infanta. Pero en mayo, una nueva carta fue recibida, la actitud de la infanta se concentró tan solo en exhortar a la defensa de los dominios españoles y en agradecer las acciones realizadas en septiembre de 1808.[42]​ El reconocimiento de la carta, estimuló al virrey a girar órdenes de aprehensión contra cualquier sospecha de maquinaciones sediciosas, entre las víctimas se encontraron el fraile Sugasti, el platero José Luis Rodríguez Alconedo —a quien se le imputó que labraba la corona de Iturrigaray— el escribano Peimbert, Antonio Calleja y el cura Palacios entre algunos otros. A pesar de que Pedro de Garibay cumplió los designios de la Real Audiencia, debido a su avanzada edad, los peninsulares escribieron cartas a la Junta Central solicitando el nombramiento de un nuevo virrey.[43]​ En respuesta, se designó al arzobispo de México Francisco Javier de Lizana y Beaumont, quien asumió el cargo el 19 de julio de 1809.[44]

Conjura de Valladolid[editar]

Durante septiembre de 1809, una nueva conjura con los planes de instalar una Junta autónoma en Nueva España comenzó a fraguarse en Valladolid. Participaron el teniente José Mariano Michelena, los militares José María García Obeso, Mariano Quevedo, Manuel Muñíz, Ruperto Mier, los juristas José Nicolás Michelena, José María Izazaga, el licenciado Antonio Soto Saldaña, el cura de Huango Manuel Ruiz de Chávez, fray Vicente de Santa María y Luis Correa entre otros.[45]​ Los conjurados además de haber obtenido seguidores en Guanajuato, Querétaro, San Miguel el Grande y Guadalajara, pretendían buscar el apoyo de miles de hombres entre los indígenas y las castas, —prometiéndoles la abolición de tributos— para emprender un levantamiento el 21 de diciembre de 1809.[46]​ Pero el sacerdote de la Catedral de Morelia, Francisco de la Concha, notificó los planes. En consecuencia, fueron aprehendidos casi cuarenta sospechosos.[45]

Lizana y Beaumont siempre se mostró interesado en lograr una actitud conciliatoria entre americanos y europeos,[47]​ El licenciado Carlos María de Bustamante se desempeñó como defensor de los acusados, argumentó que "el día que se ahorquese el primer insurgente, España tendría que perder la esperanza de conservar América". El virrey optó por otorgarles la libertad,[48]​ pero los peninsulares que nunca habían simpatizado con el nombramiento del virrey, reprocharon esta decisión, incrementando aun más su animadversión. Mientras tanto, en España los franceses avanzaban nuevamente en sus planes de conquista.[49]

Convocatoria a las Cortes de Cádiz[editar]

El 29 de enero de 1810, la Junta Suprema Central refugiada en la Isla de León, decidió autodisolverse para formar con cinco miembros el Consejo de Regencia de España e Indias. El único americano que formó parte de la Regencia fue el novohispano Miguel de Lardizábal y Uribe, quien a la sazón radicaba en la península. El resto de los miembros de la Junta, incluyendo a los representantes americanos que aún no habían llegado, fueron relevados de sus obligaciones.[50]​ La noticia se publicó el 7 de mayo en la Ciudad de Méxio, se prestó juramento de obediencia y fidelidad a este órgano al que se le consideró con la misma autoridad de Fernando VII.[51]​ El objetivo primordial de la Regencia fue convocar a las Cortes de Cádiz, el 14 de febrero de 1810, se invitó a los representantes americanos a participar en la redacción de una nueva constitución y se emitió una proclama que prometía un cambio para los criollos:

«Desde este momento os veis elevados a la dignidad de hombres libres, no sois ya los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estábais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o al escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores. Están en vuestras manos..»
Manifiesto del 14 de febrero de 1810 de la Regencia.[52]

Mientras que se celebraron las elecciones de diputados en América, se nombraron treinta diputados suplentes radicados en la península, para representar a las provincias ultramarinas, de los cuales siete correspondieron a Nueva España.[53]​ La Audiencia de México solicitó a la Regencia la destitución del virrey Lizana, de tal suerte que sus miembros gobernaron desde el 8 de mayo[54]​ hasta el 13 de septiembre de 1810, fecha en la que llegó Francisco Xavier Venegas a ocupar el cargo.[55]

Fueron elegidos diputados para representar a las provincias de Nueva España, José Ignacio Beye de Cisneros por México —quien simpatizaba con los insurgentes—, José Simeón Uría por Guadalajara, José Cayetano de Foncerrada por Valladolid, Joaquín Maniau y Torquemada por Veracruz, José Florencio Barragán por San Luis Potosí, Antonio Joaquín Pérez por Puebla, Miguel González Lastri por Yucatán, Octaviano Obregón por Guanajuato, Mariano Mendiola por Querétaro, José María de Gordoa por Zacatecas, José Eduardo Cárdenas por Tabasco, Juan José de la Garza por Nuevo León, Juan María Ibáñez de Corvera por Oaxaca, José Miguel Guridi y Alcocer por Tlaxcala, Manuel María Moreno por Sonora, Juan José Güereña por Durango y Miguel Ramos Arizpe por Coahuila,[56]​ No obstante, la noticias del asedio de Cádiz y de la dominación francesa en la península despertaron nuevamente en América el deseo de establecer Juntas autónomas de gobierno. En abril se formó la Junta Suprema de Caracas, en mayo la Junta de Buenos Aires, en julio la Junta de Santa Fe de Bogotá, y en septiembre la Junta de Chile. En Nueva España una nueva conspiración se maquinaba,[57]​ aunque en todo el reino se efectuaban las elecciones de los diputados que habrían de asistir a las Cortes de Cádiz, los criollos novohispanos estaban resentidos por el derrocamiento de Iturrigaray que habían planeado los españoles peninsulares o gachupines.[58]

Primera etapa: Iniciación (1810-1811)[editar]

La etapa de iniciación de la guerra de independencia de México corresponde al período comprendido entre el Grito de Dolores —con el que el cura Hidalgo convocó a su pueblo a levantarse en armas en la mañana del 16 de septiembre[59]​ de 1810— y la captura del Generalísimo de América[60]​ en Norias de Acatita de Baján, cuando intentaba huir de los perseguidores del ejército real.

Conspiración de Querétaro[editar]

Grito de la Independencia en la plaza de Dolores.

En la zona de El Bajío, comenzaron a organizar una conjura en San Miguel el Grande los capitanes Ignacio Allende y Mariano Abasolo quienes habían tenido contacto, el año anterior, con los conspiradores de Valladolid, José Mariano Michelena y José María García Obeso.[61]​ Las reuniones se trasladaron a la ciudad de Querétaro, en donde se sumaron un grupo de letrados, pequeños comerciantes y más militares del ejército colonial. Este grupo celebraba juntas disfrazadas de "academia literaria". Entre sus miembros se encontraban el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el pequeño industrial Juan Aldama, el corregidor de la ciudad José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, el presbítero José María Sánchez, los abogados Parra, Altamirano y Laso, Francisco Araujo, Antonio Téllez, Ignacio Gutiérrez, los comerciantes Epigmenio y Emeterio González, el regidor Villaseñor Cervantes, el capitán Joaquín Arias, el teniente Francisco Lanzagorta y el teniente Baca.[61]​ La organización de los conspiradores contemplaba en el mando de Allende como general, Aldama como segundo e Hidalgo al frente del movimiento popular, sus primeros pasos serían la destitución de todos los españoles en los puestos de gobierno, apoyados por un levantamiento que se llevaría a cabo el 1 de octubre,[62]​ para lo cual se prepararon lanzas, espadas y municiones que almacenaron en San Miguel el Grande, Dolores y Querétaro.[63]

Pero la Conspiración de Querétaro fue denunciada, el 9 de septiembre, por el empleado de correos José Mariano Galván. Al día siguiente, el propio capitán Joaquín Arias, al creer que todo estaba perdido, se autodenunció ante el alcalde Juan Ochoa.[64]​ Otras denuncias llegaron a oídos del comandante Ignacio García Rebolledo, de esta manera se presionó al corregidor Domínguez para catear la casa de los hermanos González.[65]​ En lugar se encontró armamento almacenado, en consecuencia Epigmenio y Emeterio fueron aprehendidos. Josefa Ortiz tuvo tiempo de enviar como mensajero al alcalde Ignacio Pérez para poner en sobre aviso a los conspiradores que se encontraban en San Miguel el Alto.[66]​ Mientras en Querétaro se hicieron prisioneros a más conspiradores, incluyendo a los corregidores,[67]​ Pérez cabalgó la noche del 15 de septiembre hasta San Miguel logrando contactar a Juan Aldama, quien de inmediato se trasladó a Dolores, lugar al que llegó en la madrugada del 16 de septiembre para informar las malas noticias a Allende e Hidalgo. Después de un intercambio de opiniones, el cura exclamó: "Si, lo he pensado bien, y veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines".[68]​ Con ayuda de ochenta presos, que liberaron de la cárcel, capturaron al delegado Rincón, se dirigieron al atrio de la Iglesia, tocaron las campanas, Hidalgo pronunció un discurso explicando que el movimiento al que incitaba era para derribar al mal gobierno, quitando del poder a los españoles que trataban de entregar el reino a los franceses, le ofreció a la población que se dejarían de pagar tributos, ofreciendo a quienes participaran un peso diario si llevaban caballo y la mitad a los de a pie. Se aprehendieron a diecinueve españoles.[69]​ Se juntaron más de seiscientos hombres, a quienes se les repartieron lanzas y machetes, Hidalgo arengó a la población, las palabras exactas que pronunció, tal vez nunca se sepan, las versiones probables y más antiguas son:[70]

Manuel Abad y Queipo (1810):[71]

"¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!"

Diego de Bringas (1810):[71]
"¡Viva la América!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la religión y mueran los gachupines!"

Anónimo (1810) recopilado por Ernesto Lemoine Villicaña:[71]

"Viva la religión católica!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la patria y reine por siempre en este continente americano nuestra sagrada patrona la santísima Virgen de Guadalupe!, ¡muera el mal gobierno!"
Juan Aldama (1811):[70]

"¡Viva Fernando VII!, ¡viva América!, ¡viva la religión y muera el mal gobierno!"

Servando Teresa de Mier (1813):[72]
"¡Viva Fernando VII y la Virgen de Guadalupe!"

Lucas Alamán (1840):[73]

"¡Viva la religión!, ¡viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII!, ¡viva la América y muera el mal gobierno!" A lo que el pueblo respondió: "¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!"

En Querétaro, el capitán Arias fue puesto en libertad, de inmediato se marchó para reintegrarse con los insurgentes, aunque fue visto con recelo por sus compañeros. El corregidor fue perdonado y se le restituyó su cargo, de igual forma su esposa, aunque años más tarde volvería a ser perseguida. La mayor parte de los prisioneros negaron las acusaciones y fueron liberados, a excepción los hermanos González: Emeterio —quien sigo conspirando desde prisión— fue sentenciado a muerte y Epigmenio fue desterrado a Manila.[67]

Primeros avances militares[editar]

Entre 1785 y 1786, en Nueva España se había producido una de las crisis agrícolas más grandes de su historia, provocando una hambruna en la que murieron cerca de 300 000 personas. Entre 1808 y 1809 una grave sequía en El Bajío había reducido las cosechas, por consiguiente los alimentos habían cuadruplicado sus precios, por otra parte, las guerras en Europa habían provocado escasez y desempleo.[74]​ Los campesinos vieron en Hidalgo a un líder que podría conducirlos a una vida mejor, de esta forma los insurgentes lograron conseguir adeptos muy rápidamente.[75]

Contaba además, con los refuerzos que pudieran proveerle Allende y Mariano Abasolo, oficiales del Regimiento de Dragones de la Reina en San Miguel el Grande.[76]​ Acompañado de esta tropa, cuya magnitud se desconoce, se dirigieron primero a Atotonilco, donde tomaron el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que fue considerado el emblema del movimiento.[77]​ Ahí nuevamente Hidalgo arengó a su tropa, con el grito de "¡Viva la Virgen de Guadalupe , viva Fernando VII!", la población respondía "¡Viva la América y mueran los gachupines!".[78]

Al paso de los insurgentes por las poblaciones del oriente de Guanajuato, se unieron mineros y peones de las haciendas aledañas, algunos pocos llevaban armas de fuego, pero la mayoría estaban armados con machetes, lanzas, palos, garrotes, hondas y piedras. El 21 de septiembre, cuando llegaron a las inmediaciones de Celaya, su fuerza era de veinte mil hombres. Seguidos por los soldados y la masa del pueblo, Hidalgo y Aldama marcharon a la cabeza del contingente enarbolando un retrato de Fernando VII. Al llegar a la ciudad, sonó un disparo y la plebe comenzó a realizar un saqueo en la ciudad. Los soldados comandados por Aldama intentaron inútilmente contener la acción.[79]​ En esa población, Miguel Hidalgo fue nombrado capitán general, quedando al mando del ejército por encima de Allende —que sin duda era más hábil en lo que se refiere a táctica militar— a quien se le nombró teniente general.[80]​ De Celaya, los insurgentes salieron con rumbo noroeste y en su camino se apoderaron de Salamanca, Irapuato y Silao. Cuando llegaron a las inmediaciones de Guanajuato, el 28 de septiembre, el número de los rebeldes había aumentado considerablemente.[81]​ La mayor parte de las clases altas urbanas de Nueva España vieron al principio con buenos ojos la revolución encabezada por Hidalgo, pero a medida que se evidenció que los jefes insurgentes no podían contener a sus seguidores, el apoyo se fue desvaneciendo, incluso el mismo Ignacio Allende comenzaba a ver con recelo a Hidalgo, a quién más tarde acusaría de haberse dejado llevar por la plebe.[82]

Toma de Guanajuato[editar]

El intendente de Guanajuato, Juan Antonio Riaño se dio cuenta que la mayor parte de los habitantes de la localidad eran mineros que esperaban unirse al levantamiento insurgente, por tal motivo, decidió parapetarse con seiscientos hombres en la Alhóndiga de Granaditas, uno de los edificios más fuertes y gruesos de la ciudad. Envió cartas solicitando apoyo militar al recién llegado virrey Venegas, al presidente de la Real Audiencia de Guadalajara y a Félix María Calleja, quien era jefe de las tropas realistas de San Luis, pero la ayuda no llegó a tiempo.[83]​ Hidalgo había mantenido una amistad con Riaño, antes de dar la orden de ataque le solicitó la capitulación, pero el intendente se negó[84]​ e iniciadas las hostilidades fue de los primeros hombres en morir.[85]​ Sin poder penetrar el edificio, Hidalgo pidió a un indio minero, conocido como el Pípila, quemar la puerta principal, éste cargó una losa en la espalda a manera de escudo, logrando incendiar la puerta de la alhóndiga para abrir paso a los insurgentes.[86]

De este modo, a las cinco de la tarde, se logró la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Durante el desorganizado asalto, los sitiadores sufrieron más de dos mil bajas. Cuando las hostilidades cesaron —a manera de venganza por la muerte de sus compañeros— la plebe asesinó a más de doscientos cincuenta españoles, dando inicio a un saqueo por la ciudad que duró hasta el día siguiente. Hidalgo pudo contener el desorden publicando un aviso que conminaba a pena de muerte a los saqueadores.[87]​ Durante su estancia, los insurgentes reorganizaron sus tropas añadiendo dos nuevos regimientos de infantería y se fundieron cañores para incrementar la artillería. José María Liceaga fue nombrado coronel y José Mariano Jiménez se añadió a la causa.[88]

Toma de Valladolid[editar]

En la Ciudad de México, el virrey Venegas publicó un bando ofreciendo una recompensa de diez mil pesos por las cabezas de los líderes de la insurreción.[89]​ Se giraron instrucciones para cercar la rebelión, Félix María Calleja partió desde San Luis y el gobernador militar Roque Abarca envió brigadas desde Guadalajara.[90]​ En Valladolid el obispo de Michoacán Manuel Abad y Queipo, a pesar de ser amigo de Hidalgo, desaprobó las acciones de los insurgentes publicando un edicto en el que calificó a Hidalgo y sus compañeros como perturbadores del orden público, sacrílegos y perjuros, por tal motivo los excomulgó.[91]​ El arzobispo de México, Francisco J. Lizana y el obispo de Guadalajara Juan Ruiz de Cabañas se sumaron a la postura de Queipo. El 13 de octubre, el inquisidor de México, Bernardo de Prado y Obejero, ratificó la excomunión haciéndola extensiva a todo aquel que aprobase la sedición, recibiese proclamas, ayudase a los insurgentes o que mantuviese comunicación con ellos.[92]

Mientras tanto, el 8 de octubre, Hidalgo inició el avance por el Valle de Santiago, Salvatierra, Acámbaro, Zinapécuaro e Indaparapeo reclutando más gente e incrementado su fuerza a sesenta mil hombres.[93]​ El coronel Diego García Conde que había partido de la Ciudad de México para defender la plaza de Valladolid, cayó prisionero de los insurgentes en Acámbaro. En Valladolid solamente se encontraban setenta hombres al mando de Agustín de Iturbide, quien al ver el panorama decidió huir hacia la capital, Hidalgo le propusó unirse a la rebelión, pero éste rehusó el ofrecimiento. El propio obispo Abad y Queipo trató inútilmente de organizar la resistencia, sin lograr su objetivo abandonó el lugar. Una pequeña comisión compuesta por el capitán José María Arancivía, el canónigo Betancourt y el regidor Isidro Huarte se entrevistaron con Hidalgo para capitular la plaza, la cual fue tomada pacíficamente el 17 de octubre. Ante las circunstancias, el gobernador de la mitra Mariano Escandón expidió un edicto en el que dio marcha atrás a la excomunión proclamada por el obispo.[94]

Pequeños brotes de saqueos fueron controlados por Allende.[95]​ Las fuerzas insurgentes que alcanzaron la cifra de ochenta mil hombres, eran ya muy numerosas pero carentes de ímpetu y organización, el coronel Manuel Gallegos sabedor de esta situación, propusó a Hidalgo disminuir la tropa comprometiéndose a entrenar a catorce mil hombres, le dijo que ante la menor adversidad en un combate, los hombres recularían "como palomas". Pero Hidalgo desoyó el consejo.[96]​ Durante una junta en Acámbaro, Hidalgo fue nombrado generalísimo; Allende capitán general; Aldama, Balleza, Jiménez y Arias fueron promovidos a tenientes generales; Ignacio Martínez, Abasolo, Ocón, y José Antonio Martínez mariscales de campo.[97]

Batalla del Monte de las Cruces[editar]

Los insurgentes avanzaron hacia Toluca para llegar a la antesala poniente de la Ciudad de México en el Monte de las Cruces. Con el propósito de hacer frente a la rebelión, el teniente coronel Torcuato Trujillo con un destacamento realizó reconocimientos en el área de Ixtlahuaca, pero al confirmar el avance del numeroso ejército que comandaba Hidalgo prefirió tomar posiciones con en el mayor Mendívil, en Lerma y en el puente de Atengo. Los rebeldes arrollaron la posición del puente avanzando por Santiago Tianguistenco.[98]​ Un grupo comandado por el capitán Bringas llegó a la escena para apoyar a Trujillo. La batalla se libró en el bosque, las fuerzas insurgentes dirigidas por Abasolo, Jiménez y Allende realizaron el ataque en un movimiento envolvente, logrando la victoria.[99]​ Cuando se agotaron las municiones, los defensores huyeron a la Ciudad de México bajando por Cuajimalpa y Santa Fe; entre los sobrevivientes marchaba Agustín de Iturbide. Durante el combate murieron más de cinco mil hombres, con bajas semejantes para ambos bandos.[100]

En la capital, Venegas preparó la defensa, exaltó a los habitantes enarbolando la imagen de la Virgen de los Remedios. El 31 de octubre, Jiménez y Abasolo bajaron con una bandera blanca para negociar la capitulación con el virrey,[101]​ pero éste respondió con una negativa, esperando la próxima llegada de los ejércitos virreinales comandados por Calleja y Flon. Por razones que son desconocidas, el generalísimo prefirió volver a la capital de Michoacán, esta decisión provocó la deserción de la mitad de las tropas e inció el distanciamiento con Allende quien no estuvo de acuerdo con la determinación de Hidalgo.[102]

Batalla de Aculco[editar]

Ruta de la campaña militar de Miguel Hidalgo y zona de propagación del levantamiento armado de 1810 a 1811.

A su regreso a la capital michoacana, los insurgentes fueron atacados el 7 de noviembre por el ejército español, al mando de Félix María Calleja, en Aculco. La Batalla de Aculco dejó claro que los insurgentes no estaban en condiciones para hacer frente al ejército español. Las deserciones fueron cuantiosas, fueron capturados aproximadamente seiscientos rebeldes, armamento y otras pertenencias.[103]​ Teniendo en cuenta la situación, los insurgentes se dividieron y el grueso de las tropas se volvió —con Allende a la cabeza— rumbo a Guanajuato; mientras apenas un puñado regresó con Hidalgo a Valladolid.[104]​ Hidalgo pudo obtener apoyo financiero de la Iglesia y la adhesión de varios centenares de jinetes e infantes; no corrió la misma suerte Allende, que tuvo que abandonar Guanajuato con rumbo al norte para reunirse con Abasolo y Aldama en San Luis Potosí.

A estas alturas, los simpatizantes de los insurgentes ocupaban otras ciudades en todo el territorio de Nueva España. Rafael Iriarte controlaba León, Aguascalientes y Zacatecas. Luis de Herrera y Juan Villerías ocupaban San Luis Potosí. En Toluca y Zitácuaro estaba Benedicto López. José María Morelos ya había unido a los calentanos de Michoacán y México a la guerra; mientras que Miguel Sánchez y Julián Villagrán controlaban el Valle del Mezquital al norte de la intendencia de México.[103]Guadalajara fue tomada por José Antonio Torres el 11 de noviembre de 1810, poco después José María Mercado tomó Tepic y San Blas logrando ocupar el sur de Nueva Galicia.[105]​ Las provincias norteñas como Texas, Coahuila y Nuevo León también se habían sumado a la causa insurgente.[106]José María González Hermosillo inició la rebelión con la Batalla de Real del Rosario en las Provincias Internas de Occidente y José María Sáenz de Ontiveros en Durango, además se efectuaron diversos levantamientos espontáneos dirigidos por sacerdotes y rancheros en muchas partes del virreinato, de esta forma, la lucha armada se había propagado.[107]

Batalla de Guanajuato[editar]

Hidalgo en lugar de permanecer más tiempo en Valladolid se dirigió hacia Guadalajara desviándose del plan acordado con Allende, quien se lo reprochó pues contaba con la ayuda de recibir refuerzos del generalísimo en Guanajuato. Esta acción provocó un distanciamiento entre los jefes insurgentes,[108]​ la cual se acrecentó cuando Allende se enteró que Hidalgo —cediendo al deseo de las masas populares— había ordenado el fusilamiento de cuarenta españoles en Valladolid,[109]​ y cuando se percató que el cura había dejado caer en el olvido la figura de Fernando VII.[110]

El ejército virreinal al mando de Calleja y Flon vencieron a las tropas de Allende en la Batalla de Guanajuato obligando a los insurgentes a escapar. Entre los habitantes que permanecieron en la ciudad se corrió el rumor de que el ejército virreinal estaba próximo a entrar a la ciudad y que pasaría a cuchillo a todo aquel que hubiese apoyado a los rebeldes. Algunos pobladores asustados y encolerizados, decidieron asesinar a ciento treinta y ocho españoles que se encontraban presos en la Alhóndiga de Granaditas.[111]​ Cuando Calleja se enteró de esta matanza, dio la orden a su tropa de entrar a degüello por la ciudad, la cual fue obedecida y sólo detenida por las incesantes súplicas del padre Jesús Belaunzarán. Poco despúes, Flon y Calleja ordenaron fusilar a más de treinta sospechosos de haber participado en la rebelión, además se levantó un cadalso en el cual fueron ahorcados otros treinta y dos simpatizantes de los insurgentes.[112]

Batalla de Puente de Calderón[editar]

A principios de noviembre de 1810, José Antonio Torres logró imponerse sobre la poca resistencia que ofrecieron las fuerzas virreinales en La Barca y en la Batalla de Zacoalco.[113]​ Con una fuerza de veinte mil hombres entró a la ciudad de Guadalajara el 11 de noviembre.[114]​ Casi de inmediato José María Mercado fue comisionado para tomar las plazas de Tepic y San Blas, objetivos que logró, sin disparar un solo tiro el 28 de noviembre y el 1 de diciembre respectivamente.[114]​ Pero en la zona del Bajío, las plazas que habían sido tomadas por los insurgentes fueron recuperadas por el ejército virreinal. Las jefes insurgentes se reunieron nuevamente cuando Hidalgo llegó a Guadalajara el 26 de noviembre y Allende el 12 de diciembre.[115]

Durante su estancia en Guadalajara, Hidalgo publicó un bando aboliendo la esclavitud, derogó los tributos a las castas, eliminó los estancos de la pólvora y del tabaco, así como las cajas de comunidad y pensiones que se exigían a los indígenas. Hizo publicar el periódico independiente El Despertador Americano.[105]​ Los insurgentes trataron de organizar un gobierno, nombraron a José María Chico como ministro de Justicia y de Gracia, a Ignacio López Rayón como ministro de Estado y Despacho, y a Pascasio Ortiz de Letona como ministro plenipotenciario ante el congreso de los Estados Unidos con el objetivo de buscar una alianza militar y económica.[116]​ Durante esas fechas, Hidalgo escribió el borrador del Manifiesto sobre la autodeterminación de las naciones:

«Cuando yo vuelvo la vista por todas las naciones del universo y veo que quieren gobernarse por individuos de su misma nación, no puedo menos creer que ésta es una idea impresa en ella por el Dios de la naturaleza. El francés quiere ser mandado por francés; el inglés, por inglés; el italiano, por italiano; el alemán, por alemán...Esto entre las naciones cultas. Y entre los bárbaros de América, el apache quiere ser gobernado por apache; el pima, por pima; el tarahumara, por tarahumara, etcétera. ¿Por qué a los americanos se les ha de privar del goce de esta prerrogativa? Hablad, españoles injustos, ¿por qué no queréis que gocemos lo que Dios ha concedido a todos los demás hombres? Vosotros, indignos de llamaros humanos, ¿por qué nos queréis privar de las dulzuras de la independencia?»
Miguel Hidalgo, diciembre de 1810.[117]

Hidalgo escuchó la denuncia de una conspiración que se fraguaba por parte de los españoles de Guadalajara para entregar la ciudad al ejército de Calleja, el cual se aproximaba. Sin mayor preámbulo el generalísimo ordenó la ejecución de ochenta sospechosos en el cerro de la Bateas. Las matanzas se continuaron realizando de manera furtiva por parte del coronel Vicente Loya y algunos de sus hombres alcanzando la cifra de trescientas cincuenta víctimas. Allende y Aldama reclamaron airadamente esta acción, pero Hidalgo fue condescendiente con los asesinos. Este evento fue el punto límite que provocó el distanciamiento de Allende con el generalísimo.[118]

Al saber del avance de las tropas virreinales hacia Guadalajara, se celebró una junta de guerra. Allende propuso dejar entrar libremente al contingente de Calleja en la ciudad, para que una vez que estuviera dentro, emboscarlo por todas direcciones; pero Hidalgo decidió que la opción sería combatir en las afueras de la ciudad. Un ejército de reserva, comandado por José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete, avanzaba también hacia Guadalajara. Hidalgo ordenó a Ruperto Mier marchar con dos mil hombres para detener este otro avance. Estas fuerzas se confontaron en la Batalla de Urepetiro con la consecuente derrota de los insurgentes.[119]

El 16 de enero, noventa y tres mil insurgentes tomaron posiciones en los alrededores del Puente de Calderón, el día 17 de enero de 1811, el ejército virreinal conformado por ocho mil hombres al mando de Calleja y Flon llegaron al lugar dando inicio a la Batalla del Puente de Calderón.[120]​ Después de seis horas de combate, una granada cayó en el carro de municiones de los insurgentes. La detonación provocó pánico y una estampida de los rebeldes quienes "como palomas" huyeron atropelladamente perdiendo sus posiciones y dando la victoria a los virreinales.[121]

Con un número reducido de tropa, los insurgentes se vieron obligados a huir hacia Aguascalientes, en la hacienda del Pabellón, Hidalgo fue relevado de su cargo de generalísimo.[122]​ Allende dirigió la tropa hacia Zacatecas, sin encontrar ayuda en esa ciudad decidieron dirigirse hacia el Saltillo, lugar que mediante la Batalla de Aguanueva había logrado tomar José Mariano Jiménez.[123]​ Decidieron buscar el apoyo de las provincias septentrionales de la Nueva España.[124]​ Por otra parte, cuando José de la Cruz llegó a Guadalajara, fue comisionado para enfrentar a José María Mercado en Tepic, a quien derrotó el 31 de enero de 1811.[125]

Captura de los insurgentes en Acatita de Baján[editar]

Reunidos en Saltillo, el 15 de marzo, decidieron emprender la marcha hacia Estados Unidos. Ignacio Aldama que se había adelantado en el viaje, fue hecho prisionero en Béjar el 1 de marzo.[126]​ Dos mil quinientos hombres del ejército insurgente, a su paso por Saltillo, fueron puestos al mando de Ignacio López Rayón,[127]​ quien junto con José María Liceaga, partió rumbo al sur para refugiarse en las montañas de Michoacán. El resto de los jefes con mil hombres se dirigieron a Monclova, aunque no sabían que esta población era el núcleo de un movimiento contrainsurgente. Ignacio Elizondo que había participado en el movimiento revolucionario, cambió de bando aliándose con el capitán español José Rábago y con el presbítero Zambrano. El 17 de marzo aprehendió al mariscal insurgente Pedro de Aranda.[128]

Finalmente, en Acatita de Baján los insurgentes fueron capturados por Ignacio Elizondo el 21 de marzo de 1811. Fueron hechos prisioneros, Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Hidalgo, Mariano Balleza, José Santos Villa, José Mariano Jiménez, Mariano Abasolo, Ignacio Camargo, Nicolás Zapata, Francisco Lanzagorta, fray Gregorio de la Concepción, Manuel Santa María, Vicente Valencia, José María Chico y Manuel Ignacio Solís, entre muchos otros. Joaquín Arias fue herido mortalmente cuando intentó resistirse al arresto.[129]​ Fueron trasladados a Chihuahua, donde después de ser juzgados se ordenaron los fusilamientos de Ignacio Camargo, Juan Bautista Carrasco y Agustín Marroquín el 10 de mayo; Francisco Lanzagorta y Luis Gonzaga Mireles el 11 de mayo; José Ignacio Ramón, Nicolás Zapata, José Santos Villa, Mariano Hidalgo y Pedro León el 6 de junio; Ignacio Allende, José Mariano Jiménez, Manuel Santa María y Juan Aldama el 26 de junio; José María Chico, José Solís, Vicente Valencia, y Onofre Gómez Portugal el 27 de junio. Mariano Abasolo fue condenado a cadena perpetua, se le envió a Cádiz, murió en El Puerto de Santa María en abril de 1816.[130]​ Ignacio Aldama y Juan Salazar fueron fusilados el 20 de junio en Moncolova; los religiosos Mariano Hidalgo, Mariano Balleza, Bernardo Conde, Pedro Bustamante, Carlos Medina, Ignacio Jiménez, Gregorio Melero y Piña, fueron fusilados en Durango el 15 de julio; fray Gregorio de la Concepción fue desterrado a España.[131]​ Hidalgo fue conducido a Chihuaha, donde fue juzgado, degradado eclesiásticamente y fusilado el 30 de julio, su cabeza junto con las de Aldama, Allende y Jiménez fueron colgadas en las cuatro esquinas de la alhóndiga de Granaditas, permanecieron a la vista de los habitantes hasta 1821.[132]

Segunda etapa: Organización (1811-1815)[editar]

La llamada etapa de organización de la guerra independentista de México comprende los sucesos bélicos y políticos ocurridos entre el momento en que Ignacio López Rayón fue nombrado jefe de las fuerzas insurgentes en Saltillo --poco antes de que Hidalgo, Allende, y otros jefes insurgentes fueran presos y ejecutados en el norte de México-- y el fusilamiento del Siervo de la Patria, José María Morelos y Pavón. Es decir, comprende del 16 de marzo de 1811 al 22 de diciembre de 1815. Cuatro años que fueron de los más brillantes en lo que se refiere a las acciones de guerra y de posicionamiento ideológico del movimiento independentista de México.

Composición social del movimiento[editar]

El movimiento insurgente fue respaldado por las clases bajas, especialmente campesinos. Los hombres se juntaban en grandes turbas armados con hondas, flechas, lanzas, palos y piedras. Se reunían espontánea y transitoriamente con los jefes insurgentes para oponerse al ejército virreinal, ocasionalemente surgía un líder entre ellos. En las batallas llegaron a participar comanches y lipanes[133]​ al igual que los esclavos negros. Solamente los esclavos de algunas haciendas siguieron fieles a sus amos. Aquellos que poseían caballos, generalmente miembros de las castas, arengaban a los indígenas labradores para unirse al movimiento un poco mejor armados. Casi la totalidad de las fuerzas bajo el mando de Ignacio López Rayón eran indios flecheros de El Bajío, las de José María Morelos estaban compuestas por negros y mulatos del sur que eran peones de haciendas, algunas veces soldados del ejército virreinal que habían sido vencidos y miles de campesinos apenas armados los cuales eran de gran ayuda en los trances difíciles. A medida que avanzó el movimiento, la clase media comenzó a simpatizar con los insurgentes, las ideas de la revolución se fueron propagando en el ambiente urbano entre los letrados,[134]​ destacando Joaquín Fernández de Lizardi y Carlos María de Bustamante en México, así como fray Servando Teresa de Mier en Londres.[135]

Marcha de López Rayón hacia el sur[editar]

Durante la celada de Acatita de Baján, logró escapar Rafael Iriarte, quien alcanzó a Ignacio López Rayón y José María Liceaga en Saltillo para informarles el acontecimiento. Iriarte dijo haber escapado obedeciendo órdenes de Allende, pero no se le creyó pues desde antes se tenían sospechas de su fidelidad. Se le formó un consejo de guerra, fue sentenciado a muerte y fusilado. A la cabeza de tres mil quinientos hombres que constituían el remanente del primer Ejército Insurgente, López Rayón se encaminó hacia el sur, rumbo a Michoacán, a través de un largo camino.[136]​ Otros de los jefes que marcharon fueron José Antonio Torres, Juan Pablo Anaya, Víctor Rosales, Manuel Villalongín, Ponce, José María y Francisco López Rayón. El Ejército Insurgente fue perseguido por las fuerzas virreinales dirigidas por José Manuel de Ochoa, a las cuales enfrentaron en la Batalla del Puerto de Piñones logrando la victoria,[137]​ y el avance para realizar la Toma de Zacatecas el 15 de abril.[138]

Rayón y Liceaga determinaron la necesidad de instaurar un Congreso o Junta conforme a los planes originales que se tenían en 1808 para gobernar de forma autónoma a nombre de Fernando VII, mientras el monarca fuese prisionero en Francia. Enviaron una carta dirigida a Calleja expresando estos objetivos, la cual fue entregada por José María Rayón. Aunque les ofreció el indulto, Calleja negó la posibilidad de entrar en negociaciones con los insurgentes para reconocer dicha junta.[139]​ Rayón partió hacia Aguascalientes, fue perseguido por el general Miguel Emparán quien le propinó una derrota en la Batalla del Maguey el 2 de mayo de 1811, no obstante pudo escapar hacia La Piedad y Zamora. En Zacatecas, se había quedado al mando de mil hombres Víctor Rosales, cuando llegó Calleja a la ciudad se acogió al indulto ofrecido. De cualquier forma, Calleja mandó fusilar a trece insurgentes, un año más tarde Rosales se integró a la rebelión. Rayón inició una guerra de guerrillas distribuyendo a José Antonio Torres en Pátzcuaro y Uruapan, al padre Navarrete en Zacapu, a Mariano Caneiga en Parindicuaro, a Manuel Muñiz en Tacámbaro, a Luna en Acámbaro y Jerécuaro, mientras él se instaló en Zitácuaro los primeros días de junio con el apoyo de Benedicto López.[140]​ El 22 de junio, el comandante español Miguel Emparán, al mando de dos mil hombres, atacó Zitácuaro, pero fue derrotado.[141]

Otros levantamientos y confrontaciones[editar]

Durante febrero de 1811 en Sinaloa, fue derrotado José María González Hermosillo por Alejo García Conde en la Batalla de San Ignacio de Piaxtla. En los primeros días de mayo en la zona de Matehuala, el insurgente Juan Villerías fue derrotado por Joaquín de Arredondo y Cayetano Quintero, muriendo el 13 de mayo.[142]​ Arredondo continuó su avance tomando la plaza de Tula el 22 de mayo, derrotando a Mateo Acuña, quien junto con otros insurgentes fue pasado por armas. El 21 de junio, las fuerzas virreinales tomaron Matehuala.[143]

El 12 de julio, los insurgentes José Calixto Martínez y Moreno, Ignacio Sandoval, Miguel Gallaga fueron derrotados en la Batalla de Llanos de Santa Juana aunque lograron tomar Colima el 16 de julio de 1811. Fuerzas virreinales al mando de Rosendo Porlier recuperaron las plazas de Sayula, Zacoalco y Zapotlán el Grande,[144]​ para reunirse en Zapotiltic con el coronel español Manuel del Río. El cura de Matehuala José Francisco Álvarez con la ayuda de Pedro Celestino Negrete vencieron a los insurgentes en Colotlán causándoles más de mil quinientas bajas. El pueblo de La Barca fue severamente castigado por Negrete, debido a que la población ayudó a escapar a Miguel Gallaga y al padre Ramos.[145]​ En la zona de El Bajío, Albino García mantuvo la guerrilla insurgente en Pénjamo, Valle de Santiago y Yuriria, fue perseguido sin éxito por el teniente coronel Miguel del Campo, pero sufrió una fuerte derrota cerca de Celaya. A mediados de junio en San Luis de la Paz, los insurgentes comandados por José Antonio Verde fueron derrotados por el capitán Antonio Linares,[146]​ en la misma localidad el 10 de julio el jefe insurgente José de la Luz Guitérrez al mando de cuatro mil hombres fue derrotado por el capitán Guizarnótegui.[147]

A finales de julio y mediados de agosto, la revolución insurgente volvió a encenderse en Aguascalientes y Zacatecas. Cuando los virreinales fusilaron a los rebeldes Nájera y Flores Alatorre en Aguascalientes, la plaza fue tomada por el cura Ramos, Oropesa, Ochoa y Hermosilla obligando al subdelegado Felipe Álvarez y al cura Terán a salir de la ciudad quienes habían ejercido un breve gobierno despótico. El 25 de agosto, Calleja envió al coronel García Conde y al teniente José López a reprimir el nuevo brote revolucionario, después de ofrecer resistencia, los insurgentes se dispersaron en Nochistlán.[147]​ El 21 de agosto, el coronel español Manuel del Río tomó la plaza de Colima, infringiendo setecientas bajas a los insurgentes comandados por Gallaga, Sandoval y Cadenas. Veinte días más tarde, fueron nuevamente derrotados en Colotitlan durante el combate murieron trescientos insurgentes. En Tomatlán, Gallaga a quien se le hizo responsable de la derrota, fue herido gravemente por un soldado de Sandoval, poco después fue llevado frente a la parroquia donde le dispararon nuevamente muriendo en el acto.[148]

Las primeras campañas en el sur[editar]

En la región de Tierra Caliente, desde finales de septiembre de 1810 existieron brotes de rebeliones, los líderes más notables fueron Ávila y Ruvalcaba. Pero estos fueron vencidos por José Acha, quien era administrador de las haciendas de Gabriel de Yermo. Ruvalcaba murió en los encuentros, el virrey designó a José Antonio Andrade y poco después a Nicolás Cosío para defender la zona contra nuevos levantamientos.[149]​ En octubre de 1810 —después de haberse entrevistado con Hidalgo en el pueblo de Charo— José María Morelos inició su campaña en Carácuaro con solo veinticinco hombres. Fue incrementando paulatinamente su ejército, pero la estrategia militar de Morelos fue diferente a la de Hidalgo, su ejército nunca superó más de seis mil hombres los cuales eran disciplinados y tenían armamento adecuado. Después de avanzar por Petatlán, a su campaña se unieron Juan José, Pablo y Hermenegildo Galeana en Técpan. Su marcha continuó por Atoyac y Coyuca llegando al puerto de Acapulco, lugar que infructuosamente intentó tomar por asalto a finales de 1810.[150]​ Poco después, Calixto, Leonardo, Máximo, Miguel, Víctor y Nicolás Bravo se le unieron en Chichihualco, así como Vicente Guerrero durante la Batalla de El Veladero.[151]​ En enero de 1811 derrotaron al capitán español Juan Francisco París en la Batalla de Tres Palos.

Entre febrero y abril, en esta zona, los insurgentes contaban con dos mil quinientos hombres que fueron distribuidos en Sábana, el Aguacatillo, Veladero y las Cruces. Debido a que Cosío no pudo derrotarlos, el virrey lo sustituyó por Juan Antonio Fuentes, pero también fue arrollado a principios de mayo cuando Morelos decidió abandonar el asedio de Acapulco para avanzar hacia Chilpancingo.[152]​ En las plazas de Chichihualco, Chilpancingo y Tixtla las fuerzas virreinales fueron derrotadas,[153]​ Fuentes persiguió a Morelos, pero fue derrotado nuevamente en Chilapa, la plaza se añadió a la zona dominada por los insurgentes.[154]

Conspiraciones en la Ciudad de México[editar]

En abril de 1811, la captura de los iniciadores de la rebelión fue recibida con tristeza por sus simpatizantes, un conato de complot contra el virrey dirigido por Miguel Lazarín y su esposa Mariana Rodríguez del Toro fue descubierto cuando el padre Gallardo violó el secreto de confesión del conspirador José María Gallardo, algunos participantes fueron encarcelados. Las noticias de las victorias parciales de los insurgentes, dieron un nuevo aliento a sus seguidores. En casa de Antonio Rodríguez Dongo se celebraron juntas en donde participaron frailes agustinos, militares de bajo cargo, abogados y un prófugo de la cárcel, el 2 de agosto, fueron delatados por Cristóbal Morante. En consecuencia fueron sentenciados a muerte Antonio Ferrer, Ignacio Cataño, José María Ayala, Antonio Rodríguez Dongo, Félix Pineda y José María González, siendo liquidados de manera pública el 29 del mismo mes, el resto fue condenado a prisión. Los religiosos Juan N. Castro, Vicente Negreiros y Manuel Resendi fueron degrados y exiliados a La Habana. Estas ejecuciones acrecentaron la división entre los habitantes de Nueva España.[155]

La administración del virrey Venegas siguió enviando dinero a la Península ibérica para apoyar la defensa contra Napoleón menguando los recursos de la propia colonia. A causa de la revolución, la minería suspendió labores entrando en decadencia, la agricultura fue en gran parte abandonada cuando los campesinos se unieron al movimiento armado.[156]

López Rayón y la Junta de Zitácuaro[editar]

En Zitácuaro, el 19 de agosto de 1811,[157]​ Ignacio López Rayón convocó a la formación de la Suprema Junta Nacional Americana "para la conservación de los derechos de Fernando VII, defensa de la santa religión e indemnización y libertad de la oprimida Patria" la cual "organizaría los ejércitos, protegería la justa causa y libertaría a la patria de la opresión y yugo que había sufrido por espacio de tres siglos". El propio Ignacio López Rayón presidió la junta, José María Liceaga y José Sixto Verduzco fueron nombrados vocales. Para la difusión de las determinaciones tomadas en la Junta se contó con la ayuda de Andrés Quintana Roo y José María Cos, quien suministró una prensa para imprimir el periódico Ilustrador Americano que difundía las ideas autonomistas.[158]

La Junta de Zitácuaro no difería en sus propósitos de aquéllas establecidas en otras partes de América; para quienes la existencia de estos concejos estaba justificada en la conservación de la soberanía en nombre del destronado rey de España hasta que no volviera a ocupar la titularidad de la Corona. La Junta de Zitácuaro reunió sobre todo a la élite criolla del centro de México. Contó con el apoyo de Morelos, jefe de la insurgencia en la sierra Madre del Sur. Casi de inmediato, Calleja giró órdenes para no reconocer ni obedecer a la junta de los insurgentes, dando a conocer a la vez la existencia de la Cortes de Cádiz las cuales eran las únicas que deberían ser obedecidas.[159]

Durante la vigencia de la junta se redactaron los Elementos constitucionales que fueron el primer proyecto de constitución nacional; se hizo el primer cuño de monedas propiamente mexicanas; así como los primeros intentos por lograr el reconocimiento de la comunidad internacional a través del envío de un embajador a Estados Unidos: Francisco Antonio de Peredo y Pereyra.[160]

Las fuerzas virreinales continuaron acechando a los insurgentes que se encontraban bajo los mandos de Albino García en Guanajuato, Manuel Villalongín en Michoacán, así como a José María Correa, Julián Villagrán y Francisco Villagrán en Villa del Carbón y Calpulalpan.[161]​ En sus intentos por legitimarse frente a los jefes regionales y ganar prestigio ante el ejército realista, la Junta de Zitácuaro, o mejor dicho, López Rayón —en su cargo de ministro universal de la nación, y en otras palabras, jefe de la Junta— emprendió una serie de campañas militares que no le rindieron los dividendos esperados: Juan Francisco Osorno fue designado a los Llanos de Apan y Mariano Aldama a la Sierra Gorda, pero ambos fueron vencidos por el coronel español Ciriaco del Llano.[162]

En la Nueva España, algunos terratenientes y empresarios apoyaron la rebelión proporcionando recursos económicos y abastecimiento. En la Ciudad de México y algunas otras ciudades, un grupo clandestino conocido como Los Guadalupes apoyó a la Junta proporcionando a los insurgentes información de las actividades realistas, a este grupo perteneció Leona Vicario esposa de Andrés Quintana Roo.[163]​ López Rayón fue incapaz de impedir que la Junta fuera expulsada de su ubicación original por Calleja, quien resultó vencedor de la Batalla de Zitácuaro en los primeros días de 1812.[164]

Sitio de Cuautla[editar]

Campaña de Morelos.

Morelos continuó su avance desde Chilapa, envió a Valerio Trujano hacia Silacayoapan. Además, el cura de Carácuaro dividió su ejército en tres columnas. Una, al frente de Miguel Bravo, avanzó a Oaxaca por Huitzuco. En su camino hacia el sureste, Bravo tomó Acatlán y Huajuapan. Otro brazo, al mando de Hermenegildo Galeana volvió a Taxco. El tercer grupo insurgente, encabezado personalmente por Morelos tomó la plaza de Chiautla venciendo a Mateo Musitu. El 10 de diciembre entró a Izúcar, donde se le unió Mariano Matamoros. El 17 de diciembre en El Calvario, juntos derrotaron a fuerzas virreinales comandadas por Soto Maceda, quien fue herido de muerte durante el combate.[165]​ Los primeros días de 1812, Rosendo Porlier partió desde Toluca con destino a Tenancingo, logró vencer a las fuerzas insurgentes comandadas por Hermenegildo Galeana y José María Oviedo en la Batalla de Tecualoya.[166]​ Oviedo murió en el combate, pero el 22 de enero Morelos reforzó a sus compañeros logrando vencer a Porlier en la Batalla de Tenancingo. Morelos finalmente no avanzó hacia Puebla de los Ángeles, pero siguiendo al occidente, el 9 de febrero de 1812 conquistó la villa de Cuautla para la causa insurgente.[167]

Durante el mes de enero de 1812, los batallones realistas Asturias y Loveras así como el regimiento América comandado por el birgadier Juan José de Olazaba, desembarcaron en el puerto de Veracruz para ponerse a las órdenes del virrey quien había solicitado la ayuda a España para luchar contra la insurrección.[168]​ En febrero, Félix María Calleja --la mejor espada de Nueva España, como le habían apodado merced a sus múltiples victorias frente a los insurgentes-- fue comisionado por el virrey Vanegas para que terminara de una vez por todas con el ejército de Morelos. Desde luego que Calleja esperaba vencer con facilidad a los insurgentes, sobre todo estando en ventaja numérica y siendo los rebeldes un puñado de guerrilleros sin instrucción militar —o al menos, esto era lo que pensaba el futuro virrey de la Nueva España—.[169]​ De esta forma inició el Sitio de Cuautla; misma suerte que en la Mixteca poblana, estaban padeciendo el padre José María Sánchez de la Vega y Vicente Guerrero pero en la Batalla de Izúcar bajo el asedio de los realistas Ciriaco del Llano y José Antonio Andrade.[170]

Durante este tiempo, López Rayón y la Junta se habían trasladado a Toluca.[171]Albino García atacó Guanajuato en donde fue rechazado, pero logró tomar la plaza de Irapuato obligando al brigadier García Conde a retroceder hasta Celaya, aunque este después tomó la plaza de San Miguel el Grande para dar paso libre al camino que dirigía a San Luis. Manuel Mier y Terán se unió a la causa insurgente en Sultepec, comenzando a fundir cañones, en el mismo lugar el doctor Cos continuó distribuyendo el Ilustrador Americano.[172]​ Nuevas rebeliones brotaron en Nueva Galicia pero fueron reprimidas por Pedro Celestino Negrete, José de la Cruz y Manuel Pastor,[173]​ el 23 de mayo, José Antonio Torres fue capturado y sentenciado a la horca, su cadáver fue descuartizado, la cabeza permaneció en Guadalajara y los cuatro miembros enviados a diferentes localidades.[174]​ Las plazas de Córdoba, Orizaba y Xalapa se emanciparon, en estos levantamientos comenzó a destacar Guadalupe Victoria.[175]

En Cuautla, después de setenta y dos días de combate, ambos bandos fueron incapaces de vencer. Los realistas habían fracasado también en el intento de recuperar Izúcar, y el 2 de mayo, pudieron romper el sitio, evacuando Cuautla para evitar una masacre de civiles. En la defensa final de esa plaza de lo que actualmente es el estado de Morelos participaron también los propios habitantes de la villa, destacándose un grupo de niños llamados Los Emulantes. Este batallón infantil insurgente fue encabezado por el hijo natural del cura Morelos, Juan Nepomuceno Almonte, y formaba parte de este Narciso Mendoza, mejor conocido en la historia de México como el Niño Artillero. Durante las acciones militares del sitio murió el hijo del antiguo intendente de Guanajuato, Gil Riaño, y fue capturado Leonardo Bravo a quien se le trasladó a la Ciudad de México donde fue ejecutado meses más tarde, a garrote vil.[176]​ Habiendo desalojado Cuautla, las tropas de Morelos se dispersaron hacia el oriente, rumbo a Izúcar y Chiautla.

Plan de Paz y Guerra, Los Guadalupes[editar]

Después de la batalla de Tenancingo, Rosendo Porlier con ayuda del coronel realista Joaquín del Castillo y Bustamante, obligaron a Ignacio López Rayón a abandonar Toluca, después de confrontarse nuevamente en la Batalla de Tenango, se estableció en Tlalpujahua. A pesar de los esfuerzos realizados por los insurgentes José María Correa y Epitacio Sánchez para defender su posición, el contingente realista logró penetrar, a mediados de junio, hasta Sultepec.[177]​ Durante estas fechas el Plan de Paz y Guerra de José María Cos había sido enviado al virrey Venegas. El documento enumeraba las atrocidades cometidas por los jefes realistas y condenaba el sistema de muerte y exterminio que se había adoptado. La propuesta de paz explicaba los principios naturales y legales en que se había fundado el movimiento insurgente, reiteraba que la soberanía debería residir en la masa de la nación y que tanto España como América eran parte integrantes de la monarquía sujetas al mismo rey pero iguales entre sí, sin dependencia o subordinación respecto una de la otra, en resumen, se proponía formar un congreso nacional independiente de España que representase a Fernando VII. La propuesta de guerra proponía que se observase el derecho de gentes para reducir la barbarie que se había alcanzado, pues la lucha armada, al fin y al cabo, era entre hermanos y conciudadanos, por lo tanto no debería ser más cruel que una guerra entre naciones extranjeras.[178]

El virrey Venegas no contestó el oficio de Cos, lo mandó quemar junto con otros documentos que fueron capturados en Sultepec.[179]​ Entre dichos documentos se descubrió correspondencia de Los Guadalupes, en consecuencia, fueron hechos prisioneros en la capital, los abogados Falcón y Garcés, Benito Guerra, José Ignacio Espinosa, Juan Guzmán, el doctor Díaz y María Peimbert.[180]​ El 5 de junio, en el Valle de Santiago, Agustín de Iturbide logró capturar los insurgentes comandados por Albino García, mandó fusilar a todos rebeldes, excepto a Albino y a su hermano Francisco, quienes fueron trasladados a Celaya. El 8 de junio, el brigadier García Conde ordenó la ejecución de los hermanos, la cabeza de Albino fue colocada en la calle de San Juan de Dios, y su mano fue enviada a Salamaca, por otra parte, Iturbide fue ascendido a teniente coronel.[181]

Campaña en Puebla[editar]

Nuevas rebeliones insurgentes dirigidas por Juan Nepomuceno Rosáins, Máximo Machorro, Camilo Suárez, Vicente Gómez se iniciaron en Chalchicomula, Huamantla, Atlixco, Tepeaca y Tehuacán, las cuales fueron combatidas por el brigadier realista Olázabal. Estas fuerzas insurgentes siguieron combatiendo en la zona de Acultzingo.[182]​ Mientras tanto, en Yautepec, Gabriel Armijo liquidó a Francisco Ayala,[183]​ y Valerio Trujano fue atacado durante el Sitio de Huajuapan por el general realista José María de Régules Villasante desde el 5 de abril. El 4 de julio, Hermenegildo Galeana logró derrotar a José María Añorve en la Batalla de Zitlala. Morelos fue informado de la situación en la que se encontraba Trujano, de inmediato acudió al lugar logrando romper el sitio el 24 de julio, el cual tuvo una duración mayor a cien días.[184]​ A finales de septiembre las fuerzas de Morelos prosiguieron su avance hacia Tepeaca y Tehuacán.

Trujano fue atacado y derrotado por el capitán realista Saturnino Samaniego en el rancho de la Virgen en las inmediaciones de Tepeaca, el insurgente que había resistido el largo sitio de Huajuapan murió el 7 de octubre.[185]​ El 28 de octubre, Morelos logró con éxito la Toma de Orizaba, provocando la huída del coronel José Antonio Andrade, pero abandonó el lugar el 31 de octubre al saber que un contingente dirigido por el coronel Luis de Águila se aproximaba a la ciudad.[186]​ Morelos concentró sus fuerzas en Tehuacán, contando con cinco mil hombres y cuarenta cañones bajo los mandos de Mariano Matamoros, los tres Galeanas, Miguel y Victor Bravo, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, y Manuel Mier y Terán juntos marcharon hacia Oaxaca el 10 de noviembre de 1812.[187]

Toma de Oaxaca[editar]

El 25 de noviembre, Morelos y su ejército ocuparon la ciudad de Oaxaca la cual era defendida por el teniente general Antonio González Saravia y José María de Régules Villasante,[188]​ quienes después de la derrota fueron capturados y fusilados. En la ciudad se instituyó un gobierno autónomo, José María Murguía fue nombrado intendente. Se fundó el periódico Correo Americano del Sur cuya redacción inicial estuvo a cargo del cura José Manuel de Herrera.[189]​ El gobierno insurgente de la ciudad de Oaxaca duró de 1812 hasta 1814 cuando fue recuperada la población por el ejército realista. Fue la primera y única vez en que Morelos pudo tomar el control de una ciudad importante. Fue en esta plaza donde Morelos recibió los Elementos constitucionales redactados por Ignacio López Rayón, entre los puntos más importantes destacaron:[190]

1.- La América es libre e independiente de toda otra nación.

2.- La religión católica será la única sin tolerancia de otra.
5.- La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, reside en la persona del señor don Fernando VII y su ejercicio en el Supremo Congreso Nacional Americano.

24.- Queda enteramente proscrita la esclavitud.
Elementos constitucionales de Ignacio López Rayón.

Morelos fue nombrado el cuarto vocal de la Junta de Zitácuaro, pero se deslindó finalmente de la tesis fernandista, mediante una carta en la que solicitó "que se le quitara la máscara a la independencia, porque ya todos sabían la suerte de Fernando VII".[191]

Mientras tanto, Nicolás Bravo se situó en el Puente del Rey sobre la carretera de Veracruz a Xalapa, entorpeciendo el tráfico de los realistas y secuestrando recursos materiales.[192]Ramón López Rayón venció en Jerécuaro a José Mariano Ferrer. Los vocales de la Junta actuaron cada uno por su cuenta en distintas regiones: José Sixto Verduzco permaneció en la zona de Michoacán en Uruapán, Pátzcuaro y Tancítaro, fue perseguido constantemente por Pedro Celestino Negrete y Luis Quintanar; Ignacio López Rayón se trasladó a la intendencia de México, realizó operaciones militares en Ixmiquilpan y se reunió en Huichapan con Julián Villagrán para saber los pormenores de las actividades que este había realizado en San Juan del Río y Zimapán; y José María Liceaga se internó en el territorio de Guanajuato, fue perseguido por Agustín de Iturbide en Yuriria, al ser derrotado, tuvo que trasladarse al Valle de Santiago para reclutar gente en compañía de José María Cos. Los vocales reclamaron cada uno para sí la jefatura de la Junta, entraron en una discusión que finalmente condujo a la desaparición de facto de este órgano de gobierno hacia la primera mitad de 1813, fue el doctor Cos quien trató de reconciliarlos.[193]

Constitución de Cádiz[editar]

Después de largos y acalorados debates, en marzo de 1812 se proclamó en Cádiz la Constitución política de la monarquía española.[194]​ Al inicio de las reuniones participaron 104 diputados, de los cuales 30 eran de territorios ultramarinos,[195]​ después, este número se incrementó a 300, siendo 63 los americanos. La composición de las Cortes se constituyó con una tercera parte de eclesiásticos, una sexta parte de nobles y el resto profesionistas de clase media. Durante la primera sesión Diego Muñoz Torrero declaró que la soberanía nacional residía en el Congreso de los representantes de España,[196]​ desde este momento se comprobó que existían dos partidos: los liberales y los serviles.[197]​ Entre los representantes serviles de Nueva España se encontraban Antonio Joaquín Pérez —quien sería obispo de Puebla—, Salvador Sanmartín —quien tendría a su cargo la mitra de Chiapas—, y José Cayetano Foncerrada y Ulibarrí —quien fue canónigo de la Catedral y miembro de la Real Audiencia de México—; con al excepción de Juan José Guereña que se movía entre ambos partidos, el resto de los diputados novohispanos eran básicamente liberales, entre ellos destacaron Miguel Ramos Arizpe, José Miguel Guridi y Alcocer y José Ignacio Beye de Cisneros.[198]

Los diputados americanos impugnaron la representación desigual que existía en las Cortes. Se estimaba que la población de España era de diez millones de habitantes mientras que América estaba habitada por dieciséis millones. No obstante, los diputados españoles excedían en la proporción de 3 a 1 a sus iguales americanos.[199]​ Se propusó contar con un diputado por cada cincuenta mil habitantes, pero esta medida inclinaría la balanza a favor de los americanos en una proporción de 3 a 2, por lo tanto, los españoles se opusieron argumentando que no deberían contar las castas: si bien los pueblos originarios eran considerados con los mismos derechos que los españoles, no era así para quienes fueran originarios o descendientes del continente africano. Se estimó que en el continente americano alrededor de seis millones de personas de las castas tenían ascendencia africana, de esta forma el número de diputados se equilibraría para la representación de España y América en proporción 1 a 1.[200]​ Los diputados americanos se reagruparon para enumerar once propuestas entre las que destacaban: representación igualitaria, libertad de cultivo, libertad de comercio, abolición de esclavitud, abolición de estancos, concesión de derechos iguales para americanos, indios y mestizos para poder ocupar cargos civiles, eclesiásticos y militares, reconocimiento de las juntas locales, y creación de mayor número de diputaciones provinciales. Pocas de las propuestas fueron aprobadas. El "partido americano" tuvo oposición de la mayor parte de los diputados europeos que consideraban las propuestas revolucionarias, pero especialmente de los peninsulares residentes en América, a tal grado que la representación del Consulado de México mandó un manifiesto para ser leído en sesión pública. El documento declaraba que antes de la llegada de los españoles a América, los indios habían sido bestias anárquicas y salvajes, y que todo seguía igual, por tanto tres millones de indios de Nueva España eran incapaces de gobernarse:

"el indio (tres millones) está dotado de una pereza y languidez..[..]..jamás se mueve si la hambre o el vicio no le arrastran: estúpido por constitución, sin talento inventor, ni fuerza de pensamiento, aborrece las artes y los oficios, y no hacen falta a su modo de existir, borracho por instinto...(dos millones de castas): ebrios, incontinentes, flojos, sin pundonor..[..]..parecen aún más maquinales y desarreglados que el indio mismo...Un millón de blancos que se llaman españoles americanos, muestran la superioridad sobre los otros cinco millones..[..]..más por sus riquezas heredadas, por su lujo, y por su refinamiento en los vicios, que por diferencias substanciales de índole....¿Qué hay de común, qué equiparación cabe o qué analogía puede encontrarse en los derechos, situación espíritu, finura, exigencias, intereses, instituciones, hábitos y localidades de España conquistadora, y de las colonias conquistadas?...Es preciso confesar que las leyes propias para la Madre Patria no son las mejores para sus Américas.
Exposición del Consulado de México en las Cortes de Cádiz.[201]

Adicionalmente se pidió que los Consulados de México, Veracruz y Guadalajara nombrasen, cada uno, dos diputados, de esta forma la casi totalidad de población de peninsulares residentes en Nueva España —la cual se estimaba en medio millón de habitantes—, estaría convenientemente representada. Ultrajados por los insultos, los diputados americanos pretendieron abandonar las Cortes, pero el presidente lo impidió, el debate quedo suspendido, consensuándose finalmente el artículo 1° de la Constitución, el cual daba la posibilidad a las castas de ascendencia africana aspirar a obtener la ciudadanía española.[202]​ Al respecto de la libertad de comercio, los miembros de los consulados de México y los comerciantes de Cádiz también se opusieron, contaron con la ayuda de Juan López Cancelada quien desde su periódico El Telégrafo Americano criticó la postura de los americanos publicando un folleto titulado Ruina de Nueva España si se declara el comercio libre con los extranjeros. Desde este periódico, López Cancelada y los miembros del Consulado de México —que habían sido protagonistas del golpe de Estado de 1808—, también criticaron la actuación del ex virrey José de Iturrigaray, pero las inquinas fueron replicadas por el diputado Guridi y Alcocer en el periódico El Censor y desde Londres por Servando Teresa de Mier en la publicación llamada El Español.[203]​ En cuanto al tema de la esclavitud, Guridi y Alcocer propuso su abolición, pero los diputados pertenecientes a las regiones esclavistas del Mar Caribe, Venezuela, la zona costeña de Nueva Granada y Perú se opusieron inflexiblemente; el diputado español Agustín de Argüelles respaldó al diputado novohispano sugiriendo que al menos se terminara con el tráfico de esclavos. A pesar de los alegatos, las Cortes consideraron la conveniencia política de mantener la esclavitud.[204]

El 30 de septiembre de 1812, la nueva Carta Magna fue leída y jurada por los miembros de la Real Audiencia de México y por el virrey Francisco Xavier Venegas en la Plaza Mayor de la Ciudad de México, llamándose en lo sucesivo Plaza de la Constitución.[205]​ Con el nuevo régimen constitucional, los virreinatos fueron abolidos, en consecuencia Venegas se convirtió en el jefe político superior. Además se permitió la libertad de prensa. Mediante este derecho, Joaquín Fernández de Lizardi en el periódico El Pensador Mexicano y Carlos María de Bustamante en El Jugetillo criticaron los abusos de la administración virreinal.[206]​ Dos meses más tarde, Venegas suspendió el artículo constitucional que permitía la libertad de prensa. Fernández de Lizardi fue encarcelado durante breve tiempo, Bustamante huyó a Zacatlán para reunirse con los insurgentes, poco después se trasladó a Oaxaca y siguió escribiendo para el Correo Americano del Sur.[207]​ La decisión de Venegas fue severamente criticada por los diputados americanos en Cádiz. A fines de febrero de 1813 se recibió un bando enviado desde España, en el se le pedía a Venegas presentarse en la Península ibérica para apoyar la campaña militar contra los franceses y se nombraba como su sucesor a Félix María Calleja.[208]

Sitio de Acapulco[editar]

El 9 de febrero de 1813, Morelos salió de Oaxca rumbo al puerto de Acapulco llegando a El Veladero el 29 de marzo. El lugar era defendido por el realista Pedro Antonio Vélez quien sucumbió a los ataques perdiendo la ciudad el 12 de abril, no obstante se refugió en el Fuerte de San Diego, cuyo sitio se extendió durante cuatro meses hasta que capituló el 20 de agosto. De esta suerte, la comunicación marítima con Filipinas por el océano Pacífico quedó bajo control de los insurgentes.[209]​ Por su parte, Mariano Matamoros logró posicionarse con éxito en el Istmo de Tehuantepec, con el triunfo de la Batalla de La Chincúa en la que logró rechazar fuerzas realistas que incursionaron desde Chiapas, provincia que durante esa época pertenecía a la Capitanía General de Guatemala.[210]

Durante el tiempo del sitio de Acapulco, José Sixto Verduzco atacó infructuosamente Valladolid —la cual estaba fuertemente resguardada por los realistas—, fue perseguido y derrotado por el capitán Pedro Antonelli en Puruándiro. Ignacio López Rayón se reunió con Verduzco en Pátzcuaro para reclamarle esta imprudente acción militar, pero un contingente realista forzó a los insurgentes a separarse, obligando a replegarse a Verduzco hacia Ario y a Rayón hacia Puruarán. Adicionalmente José María Liceaga fue derrotado en Celaya por Manuel Gómez Pedraza. Las desavenencias entre los vocales de la Junta de Zitácuaro se incrementaron, pues reclamaron interferencias entre sus jurisdicciones.[211]​ Durante mayo de 1813, en la capital, Leona Vicario que era integrante de Los Guadalupes se escapó de la ciudad para reunirse con Andrés Quintana Roo en Tlalpujahua;[212]​ en Salvatierra, Agustín de Iturbide derrotó a Ramón López Rayón; en Huichapan,[213]Julián Villagrán y su hijo "el Chito" fueron capturados y liquidados por las fuerzas comandadas por el capitán Pedro Monsalve.[214]

Una vez que asumió el cargo de jefe político superior, Calleja juró el cumplimiento de la Constitución. Nuevas elecciones para las representaciones de diputados a las Cortes de Cádiz se habían realizado en Nueva España resultando ganadores para todos los escaños los criollos, pero la administración virreinal negó la entrega de viáticos aduciendo falta de liquidez en el erario, por tal motivo, solo viajaron tres de los catorce diputados electos a España.[215]​ El visitador eclesiástico de Querétaro José Mariano Beristáin denunció a Calleja que Josefa Ortiz de Domínguez continuaba realizando proselitismo a favor de la causa de los insurgentes, en consecuencia fue arrestada y trasladada al convento de Santa Teresa en México.[216]

Morelos y el Congreso de Chilpancingo[editar]

Congreso de Chilpancingo[editar]

José María Morelos. Rechazó los títulos de Su Alteza y Generalísimo, concedidos por el Congreso de Chilpancingo. En cambio, se hizo llamar Siervo de la Nación.

Debido a las diferencias que se habían suscitado entre Liceaga, Verduzco y Rayón, Morelos convocó en junio de 1813 un congreso el cual se instaló en Chilpancingo durante el mes de septiembre. Para tal objetivo se nombraron diputados a Ignacio López Rayón por Guadalajara, a José Sixto Verduzco por Michoacán, a José María Liceaga por Guanajuato, a Andrés Quintana Roo por Puebla, a Carlos María de Bustamante por México, a José María Cos por Veracruz, a José María Murguía por Oaxaca, a José Manuel de Herrera por Tecpan, y como secretarios a Cornelio Ortiz de Zárate y Carlos Enríquez del Castillo.[217]​ El 14 de septiembre se dio inicio a la primera sesión del Congreso de Chilpancingo —cuyo nombre oficial fue Congreso de Anáhuac—, Morelos hizo leer a su secretario Juan Nepomuceno Rosáins los Sentimientos de la Nación.[218]​ Este documento declaraba la independencia de la nación, la soberanía popular, la religión católica como única, la supresión de obvenciones, la división de poderes, la igualdad ante la ley, la abolición de las castas, la abolición de la esclavitud, la eliminación de la tortura e instituía la celebración del 12 de diciembre para la Virgen de Guadalupe y el 16 de septiembre para conmemorar el inicio de la guerra de independencia proclamado por Miguel Hidalgo.

«Que la América es libre e independiente de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía, y que así se sancione dando al mundo las razones».
Primer punto de los Sentimientos de la Nación.

Al día siguiente, Morelos fue nombrado generalísimo de las fuerzas insurgentes y titular del poder ejecutivo. Sería llamado alteza, pero rechazó este título adoptando el de siervo de la Nación.[219]

En contraste con la posición de la Junta de Zitácuaro, la cual fue disuelta, el Congreso de Chilpancingo se dio a la tarea de definir jurídicamente las razones por las cuales la América mexicana debía ser libre de España, este fue un punto de discordia con López Rayón quien manifestó no estar de acuerdo con el primer punto mencionado en los Sentimientos de la Nación, pues defendía que la tesis que había abrazado el movimiento autonomista de 1808, debería seguir subsistiendo, es decir, América era dependiente del rey de España, pero no de la nación española, por tanto, la independencia buscada no era con respecto a la Corona, sino del "gobierno ilegítimo" que se había reunido Cádiz.[220]

Declaración de Independencia de América Septentrional[editar]

Territorios dominados por los insurgentes en 1813.

Durante el congreso se pronunciaron otros discursos políticos de mayor o menor importancia, pero el 6 de noviembre de 1813, día de la clausura, se leyó la Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional, la cual fue redactada por Carlos María de Bustamante y Andrés Quintana Roo. En ella, ya no se aceptaba la soberanía de Fernando VII y se postulaba de forma radical la separación de la autoridad peninsular: "queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español".[221]

Mientras los insurgentes se reunían en el Congreso de Chilpancingo, el abad Manuel Abad y Queipo advirtió a Calleja que Morelos era, sin disputa, el alma y el tronco de toda la insurrección, y que en la junta que habían convocado los insurgentes en Chilpancingo, seguramente se le iba a elevar a jefe supremo independiente de toda autoridad, que ya poseía el sur de la Nueva España desde Zacatula a Tehuantepec, por lo tanto, no se le debería dar tiempo para organizar su ejército.[222]

En noviembre de 1813 los miembros de la Audiencia de México propusieron que "se suspendiera la Constitución mientras durasen circunstancias tan revolucionarias y turbulentas, y que se revistiese a Calleja de las facultades necesarias y se observase la ley de Indias, que lo autorizaba para extrañar de esos dominios a los que conviniese al servicio de Dios, paz y quietud pública, adoptándose el sistema de rigor, único que para casos semejantes enseñaba la historia de las naciones", de esta manera, la Carta Magna no logró entrar en vigor en el territorio de la Nueva España.[223]

Batalla de las Lomas de Santa María[editar]

Una vez que se abasteció de artillería del Fuerte de San Diego en Acapulco, Morelos planificó tomar la ciudad de Valladolid con la idea de situar en esa ciudad al Congreso, para posteriormente avanzar desde ahí hacia Guanajuato, Guadalajara y San Luis. Miguel y Víctor Bravo fueron designados para proteger a los miembros del Congreso. El 7 de noviembre, saliendo de Chilpancingo, Morelos en compañía de los Galeana, Nicolás Bravo y Matamoros avanzaron hacia Cutzamala, Carácuaro, Tacámbaro, Tiripetío y Undameo. Las fuerzas insurgentes formadas por cinco mil seiscientos hombres contaban con treinta cañones.[224]​ Para esta operación Morelos solicitó a Ramón López Rayón y Rafael López Rayón incorporarse cada uno con mil hombres, desde Tlalpujahua y San Miguel el Grande respectivamente. Valladolid estaba resguardada por Domingo Landázuri con un regimiento de ochocientos hombres. Cuando Calleja se enteró del avance de las fuerzas insurgentes, envió a Ciriaco del Llano con dos mil hombres desde Ixtlahuaca y a Agustín de Iturbide con mil hombres desde Acámbaro para reforzar la defensa de la ciudad, en su marcha confrontaron el 21 de diciembre a los Rayón en Jerécuaro a quienes derrotaron. El 23 de diciembre, Galeana y Bravo asediaron la capital michoacana pero fueron repelidos.[225]​ La noche siguiente, el campamento principal de los insurgentes fue sorpresivamente atacado por las fuerzas de Iturbide y Del Llano dando inicio a la Batalla de las Lomas de Santa María, el padre Navarrete al mando de su división acudió al lugar para apoyar el inesperado ataque, los realistas se retiraron, sin embargo, las tropas insurgentes confundidas continuaron combatiendo entre sí. La derrota infligida por los realistas frustró los planes de Morelos y marcó el inicio del ocaso de sus campañas.[226]

Perseguidos por las tropas de Iturbide, el resto de los hombres de Morelos marcharon hacia Puruarán. Mariano Matamoros fue designado para la defensa de la plaza. El 5 de enero de 1814, los realistas, decididos a terminar con el ejército insurgente, lograron la victoria en la Batalla de Puruarán.[227]​ Matamoros fue capturado y trasladado a Morelia, a pesar de que Morelos trató de negociar su vida a cambio de doscientos prisioneros españoles, Calleja ordenó su fusilamiento, el cual se llevó a cabo el 3 de febrero.[228]​ Morelos se dirigió a Coyuca y a Ajuchitlán, en donde nombró a Rosáins como su segundo jefe militar. El 19 de febrero, el coronel Gabriel de Armijo —quien había abatido poco días antes a Víctor Bravo en Mezcala— propinó un fuerte golpe en Chichihualco a las fuerzas de Rosáins, quien logró escapar.[229]​ El 29 de marzo, la ciudad de Oaxaca fue retomada por los realistas al mando del coronel Melchor Álvarez.[230]​ Todas estas derrotas, fueron criticadas por Ignacio López Rayón, quien inculpó a Rosáins por su incapacidad estratégica, a partir de entonces se enemistaron. López Rayón marchó a Zongolica y Rosáins a Jamapa, fueron acechados por el coronel realista Francisco Hevia desde Orizaba. El 15 de marzo, Miguel Bravo fue capturado en Chila por el coronel Félix de la Madrid, se le trasladó a Puebla en donde fue ejecutado un mes después.[231]​ Morelos, Pablo y Hermenegildo Galeana viajaron al Fuerte de San Diego con el objetivo de desmantelar la artillería e inutilizar los cañones de grueso calibre, fueron perseguidos por Gabriel de Armijo quien lo forzó a huir el 11 de abril, una escaramuza en Pie de la Cuesta con el coronel insurgente Juan Álvarez, permitió a los Galeana y Morelos salir del puerto,[232]​ de cualquier forma, el avance de Armijo llegó hasta El Veladero consolidando la posición el 6 de mayo.

En la provincia de México, el insurgente José Francisco Osorno derrotó al teniente José del Toro logrando atacar Tulancingo y burlando a las fuerzas virreinales por los Llanos de Apan.[233]​ En contraste, Ramón López Rayón y Epitacio Sánchez, después de la derrota de Puruarán, debieron refugiarse en la sierra de Zitácuaro; y Benedicto López tuvo que escapar a Zacapu al ser asediado por el coronel realista José Antonio Andrade.[234]​ El 25 de junio, el teniente coronel Fernández de Avilés venció a Hermenegildo Galeana en las cercanías de Coyuca de Benítez, Galeana fue herido de muerte por el soldado Joaquín León, la cabeza del insurgente fue colocada en una ceiba en la plaza del pueblo.[235]

Las desavenencias entre los insurgentes fueron incrementándose, Ignacio López Rayón después de ser derrotado en Omealco, en lugar de unirse a Rosáins prefirió dirigirse a Zacatlán para construir cañones con la ayuda del platero Alconedo, pero los hermanos Mier y Terán lo abandonó en Tecamachalco.[236]​ A finales de mayo, Rosáins se dirigió a la carretera de Xalapa a Orizaba, en donde José Antonio Martínez se había posicionado para cobrar peaje a las caravanas realistas, debido a que este último era fiel a López Rayón, Rosáins decidió liquidarlo para después designar a Juan Pablo Anaya y Guadalupe Victoria como encargados de la misma zona.[237]​ El 20 de junio desembarcó en Nautla el general francés Jean Josepeh Amable Humbert, quien dijo venir en representación de los Estados Unidos para apoyar a los insurgentes. López Rayón entusiasmado informó al Congreso de Anáhuac, pero Rosáins se le adelantó designando a Anaya la misión de embarcarse junto con el francés hacia Nueva Orleans. En ese lugar se preparó una expedición con la ayuda de José Álvarez de Toledo y Dubois, pero esta nunca se llevó a cabo al ser impedida por órdenes del presidente James Madison. Las disensiones y los enfrentamientos armados entre López Rayón y Rosáins aumentaron por dicho incidente. En Silacayoapan, un enfrentamiento entre José Herrera quien era fiel a López Rayón y Ramón Sesma que era fiel a Rosáins fue detenido por Manuel Mier y Terán, quien logró reconciliarlos para hacer frente al coronel realista Melchor Álvarez. Los insurgentes rechazaron con éxito el ataque, tomando las localidades de Teposcolula, Tlaxiaco y Yanhuitlán. Mientras tanto, los miembros del Congreso de Anáhuac fueron forzados a escapar de Uruapan por el realista Pedro Celestino Negrete, para así situarse en Apatzingán.[238]

Restauración absolutista en España[editar]

Las Cortes españolas sesionaron del 1 de octubre de 1813 al 10 de mayo de 1814, por diversas razones —como lo ocurrido en Nueva España—, de los ciento cuarenta y nueve diputados americanos que deberían presentarse solamente sesenta y cinco estuvieron presentes, de los cuales, cuarenta y dos eran suplentes.[239]​ Durante ese periodo los invasores franceses fueron desalojados de España, para enero de 1814, las Cortes y la Regencia se habían trasladado a Madrid. En febrero de 1814, el rey Fernando VII "el Deseado" firmó el Tratado de Valençay por el cual consiguió recuperar su libertad, antes de regresar a España, el rey ordenó al duque de San Carlos entevistarse con la Regencia.[240]​ Las Cortes le informaron que habían decretado que sólo después de que el rey jurase la Constitución se le reconocería como soberano legítimo de España, de esta forma "el Deseado" emprendió su regreso. Pero un grupo de sesenta y nueve diputados del "partido de los serviles" prepararon un documento conocido como el Manifiesto de los persas, entre ellos se encontraban los novohispanos Antonio Joaquín Pérez, Salvador Sanmartín y José Cayetano Foncerrada. Por medio del manifiesto, los persas solicitaron al rey no aceptar la Constitución.[241]​ Adicionalmente el capitán general de Valencia Francisco Javier de Elío ofreció a Fernando VII el apoyo de su regimiento para abolir las Cortes. Después de meditarlo, "el Deseado" decidió restablecer el absolutismo, el 4 de mayo firmó un decreto por el cual se anulaba la Constitución y las leyes que se habían expedido durante su ausencia, "como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo".[242]​ El ejército persiguió a los liberales, algunos como Vicente Rocafuerte huyeron a Francia, otros como Agustín Argüelles, Miguel Ramos Arizpe y el general Juan O'Donojú fueron encarcelados. Se estima que la cantidad de prisioneros o exiliados fue de doce mil liberales.[243]

En la Ciudad de México, las primeras noticias del regreso de Fernando VII se recibieron el 13 de junio de 1814, pero no fue sino hasta el 7 de agosto cuando se conocieron los pormenores de las determinaciones de "el Deseado". La Inquisición fue reinstalada, fue nombrado Manuel Flores como inquisidor y José Tirado como fiscal.[244]​ Diez días más tarde, Calleja publicó un bando por el que se prohibía bajo severas penas, contradecir directa o indirectamente los derechos y prerogativas del trono. Los comerciantes de México y Veracruz que eran amantes de la Constitución recibieron con desagrado las noticias. Los insurgentes, incluyendo a Ignacio López Rayón, a pesar de los reveses que habían sufrido, reafirmaron su resolución de continuar la lucha armada.[245]

Constitución de Apatzingán[editar]

En contraste, el 15 de junio de 1814 el Congreso de Anáhuac terminó de redactar el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, mejor conocido como la Constitución de Apatzingán. Fue proclamado el 22 de octubre, estaba dividido en dos títulos: principios o elementos constitucionales y forma de gobierno la cual se sustentó en tres poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Fueron tres miembros en los que recayó el Poder Ejecutivo: José María Liceaga, José María Cos y José María Morelos. A pesar de que a este último se le había retirado del cargo político en 1813, nuevamente se le confirió el puesto, pero esta vez, para ejercerlo de forma compartida. Sin embargo el decreto constitucional impedía a los miembros del Ejecutivo mandar tropas, solamente podían ejerecer acción militar bajo circunstancias extraordinarias y con el correspondiente permiso del Congreso, de esta forma, el siervo de la nación entró en un período de aletargamiento militar.[246]

Después de la promulgación de la Constitución de Apatzingán, Vicente Guerrero fue designado a emprender nuevamenete la campaña en Oaxaca aunque al prinicipio no fue reconocido por Ramón Sesma que se encontraba en Silacoayoapan y era fiel a Rosáins; el Congreso de Anáhuac envió a Francisco Arróyave para sustituir a este último, pero lejos de obedecer las órdenes, Rosáins lo mandó fusilar, bajo el cargo de traición, el 21 de diciembre de 1814 en un paraje del cerro Colorado conocido con el mote de la Palma del Terror.[247]​ Por otra parte, el insurgente Víctor Rosales logró apoderarse de un cuantioso botín en el mineral de Pinos de Zacatecas.[248]​ A finales de noviembre de 1814, el realista Ciriaco del Llano fue derrotado por Ramón López Rayón y Epitacio Sánchez en Maravatío, pero casi al mismo tiempo Agustín de Iturbide venció y liquidó a Manuel Villalongín en Puruándiro. Con la finalidad de prevenir cualquier desembarque de armas destinado a los insurgentes, la costa de Nautla fue asegurada por el coronel realista Manuel González de la Vega.[249]

En marzo de 1815, Iturbide y Del Llano unieron sus fuerzas para atacar el cerro del Cóporo, el cual estaba resguardado por Ignacio y Ramón López Rayón, el ataque dirigido por los tenientes realistas Vicente Filisola, Juan José Codallos, Pablo Obregón y Ramón de la Madrid fue repelido;[250]​ ese mismo mes, el coronel realista Márquez Donayo sorprendió a Rosáins, Sesma, y Mier y Terán en Soltepec. Tras la frustración de la derrota, Rosáins mandó realizar nuevos fusilamientos, sus excesos provocaron que sus compañeros desconocieran su mando militar.[251]​ En julio de 1815, después de una derrota de los insurgentes en Jilotepec, Epitacio Sánchez se acogió al indulto del gobierno virreinal.[252]​ El 27 de julio, en Jamapa, Rosáins fue perseguido y vencido por los propios insurgentes, una vez capturado se le remitió al Congreso de Anáhuac, pero se logró fugar en las inmediaciones de Chalco, solicitó el indulto, el cual le fue concedido por el virrey Calleja en octubre de 1815.[253]​ En respuesta a las peticiones que realizaron los comerciante de Cádiz a Fernando VII, un contingente de dos mil realistas al mando del brigadier Fernando Miyares y Mancebo desembarcó en Veracruz. Entre agosto y septiembre, Miyares comenzó su campaña en contra de Guadalupe Victoria en Puente del Rey así como contra Manuel Mier y Terán en las cumbres de Acultzingo.[254]

Captura y muerte de Morelos[editar]

Después de su retirada del cerro del Cóporo, Itubide incursionó sin éxito en Michoacán en busca de los miembros del Congreso de Anáhuac, al retirarse pasó por Pátzcuaro en donde aprehendió a Bernardo Abarca a quien mandó fusilar en Tzintzuntzan. Para vengar la muerte de este último, el doctor José María Cos tomó las armas uniéndose a los grupos insurgentes de Vargas y Carvajal, sin embargo violaba el artículo constitucional que prohibía a los miembros del Ejecutivo realizar estas acciones.[255]​ El Congreso lo conminó a regresar a su puesto, pero lejos de obedecer, el doctor Cos publicó en Zacapu un manifiesto expresando su inconformidad al respecto de las políticas adoptadas por dicho organismo, entre ellas la de que sus miembros no habían sido elegidos de forma popular y que estos buscaban ayuda militar en el extranjero comprometiendo la religión y la honra nacional, por otra parte declaró que los congresistas habían maniatado a los jefes militares insurgentes cuestionando a cada paso sus acciones. En consecuencia el Congreso ordenó a José María Morelos arrestarlo, Cos fue sentenciado a muerte por su desacato, pero en base a sus méritos y a solicitud de José María Izazaga se le conmutó la pena a prisión perpetua.[256]​ "Los hombres de leyes y los hombres de armas no llegaron a entenderse. Las divergencias que se dieron entre el poder legislativo y el ejecutivo se acentuaron con el paso del tiempo."[257]​ En Puruarán, el 14 de julio de 1815, Morelos dirigió una carta al presidente de Estados Unidos, James Madison, solicitándole el reconocimiento de la independencia y el beneplácito para el recibimiento de un embajador enviado por los insurgentes:

«Los desastres que traen consigo las alternativas de la guerra, y que en alguna vez nos ha precipitado nuestra misma inexperiencia, jamás han abatido nuestros ánimos, sino que, sobreponiéndonos constantemente a las adversidades e infortunios, hemos sotenido por cinco años nuestra lucha, convenciéndonos prácticamente de que no hay poder capaz de sojuzgar a un pueblo determinado a salvarse de los horrores de la tiranía..[..]..Nuestro sistema de gobierno, habiendo comenzado, como era natural, por los más informes rudimentos, se ha ido perfeccionando sucesivamente, según que lo han permitido las turbulencias de la guerra y hoy se ve sujeto a una Constitución cimentada en máximas a todas luces liberales y acomodada en cuanto ha sido posible al genio, costumbres y hábitos de nuestros pueblos, no menos que a las circunstancias de la revolución nos ha impuesto. Con el transcurso del tiempo, recibirá modificaciones y mejoras a medida que nos ilustre y nos enseñe la experiencia; pero nunca nos desviaremos una sola línea de los principios esenciales que constituyen la verdadera libertad civil.»
Fragmento de la carta dirigida a James Madison escrita por José María Morelos, 14 de julio de 1815.[258]

Los miembros del Congreso consideraron que no se encontraban seguros en Michoacán debido al asedio que sufrían constantemente, adicionalmente esperaban recibir noticias de José Manuel de Herrera quien había sido enviado a los Estados Unidos como ministro plenipotenciario, por estas razones decidieron trasladarse a Tehuacán. A manera de previsión política, nombraron un Junta Subalterna de Gobierno para ejercer acción en las provincias occidentales de Texas. El 29 de septiembre de 1815, el Congreso salió de Uruapan. Morelos planeó la protección de la expedición, dispuso que Nicolás Bravo se situara en Huetamo, Vargas en Tenancingo, Guerrero en Temalaca, y designó a José María Lobato como escolta del Congreso.[259]​ Al enterarse de este traslado, Calleja designó al teniente coronel Manuel de la Concha para interceptar la caravana. El 5 de noviembre en una avanzada Morelos, Lobato y Bravo enfrentaron a las fuerzas realistas en la Batalla de Temalaca. Los congresistas pudieron evadirse del lugar, pero durante la acción Morelos fue aprehendido por el ex insurgente Matías Carrasco. Nicolás Bravo se puso al frente del resto de la tropa pero el los diputados le quitaron el mando militar, Manuel Mier y Terán tomó la decisión de disolver el Congreso bajo los mismos argumentos que había empleado el doctor Cos.[260]​ Esta decisión solamente fue apoyada con reservas por Francisco Osorno quien se encontraba en Apan. Nicolás Bravo —enfadado por la determinación— se dirigió a Veracruz, Guadalupe Victoria se trasladó a Ajuchitlán y Vicente Guerrero a Acatlán.[261]

Morelos fue llevado a la Ciudad de México. El 27 de noviembre el tribunal de la Inquisición lo declaró "hereje formal negativo, fautor de herejes, perseguidor y perturbador de los santos sacramentos, cismático, lascivo, hipócrita, enemigo irreconciliable del cristianismo, traidor a Dios, al rey y al Papa". El obispo de Oaxaca, Antonio Bergosa y Jordán realizó la degradación canónica.[262]​ Por órdenes del virrey Calleja, el 22 de diciembre de 1815, Morelos fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec.[263]

Tercera etapa: Resistencia, guerra de guerrillas (1815-1820)[editar]

Núcleos de la resistencia insurgente entre 1814 y 1821.

Después de la muerte de Morelos, los grupos insurgentes lucharon de manera aislada, aproximadamente veinte mil rebeldes continuaron en pie de lucha.[264]​ Las fuerzas más disciplinadas de los insurgentes se encontraban distribuidas de la manera siguiente: Manuel Mier y Terán en Tehuacán, Guadalupe Victoria en Puente de Rey, Juan Francisco Osorno en Zacatlán y los llanos de Apan, cada uno de ellos contaba con dos mil hombres; los hermanos Ignacio y Ramón López Rayón operaban con setecientos hombres en el cerro del Cóporo; en el sur Nicolás Bravo, Julián de Ávila y Pablo Galeana comandaban ochocientos hombres; mientras que Vicente Guerrero en la Sierra Madre del Sur, Ramón Sesma en Silacayoapan y Juan del Carmen en la zona de la Mixteca baja contaban con quinientos; en la Lago de Chapala persistían ochocientos hombres bajo los mandos de José Santana, Encarnación Rosas y del padre Marcos Castellanos; en Michoacán, Manuel Muñiz, Garza y Correa contaban con cuatro mil hombres; el presbítero José Antonio Torres (homónimo del insurgente que había tomado Guadalajara en 1810 y muerto en 1811) tenía reclutados ochocientos hombres en El Bajío; Víctor Rosales operó en Zacatecas con trescientos hombres.[265]​ Adicionalmente comenzaron a destacar Pedro Moreno que se estableció en el cerro del Sombrero cerca de León, Patricio López en Santa Gertrudis, José Antonio Couto en las Cumbres de Maltrata, el doctor Ignacio Couto en el cerro Palmillas, Melchor Múzquiz en Monte Blanco, José María Villapinto en Boquilla de Piedras, y Pedro Ascencio junto con el cura José Manuel Izquierdo en el Cerro Goleta.[264]​ Durante esta etapa, el caudillo español Francisco Xavier Mina, de ideología liberal, organizó una expedición con trescientos hombres para apoyar la lucha de los independentistas, pues su objetivo personal era luchar contra el régimen absolutista de Fernando VII.

En contraparte, las fuerzas realistas superaban cuarenta mil efectivos. En la División de México el propio virrey Félix María Calleja contaba con dos mil seiscientos hombres; el coronel Manuel de la Concha en Apan tenía mil quinientos diez, el coronel Alejandro Álvarez de Güitán en la sección de Huejutla ciento cincuenta y uno; el brigadier Ciriaco del Llano en el Ejército del Sur contaba con seis mil seiscientos noventa y nueve; el mariscal de campo José Dávila en la División de Veracruz tenía seis mil cuatrocientos ochenta y dos; para la defensa de convoyes, el coronel Francisco Hevia contaba con novecientos sesenta y ocho; el coronel Cosme de Urquiola en la Isla del Carmen tenía trescientos treinta y nueve; el coronel José Gabriel de Armijo en la División de Acapulco contaba con dos mil seiscientos cincuenta y un efectivos; en Toluca, el teniente coronel Nicolás Gutiérrez tenía doscientos ochenta y dos; en Ixtlahuaca el coronel Matías Martín y Aguirre, setecientos ochenta y siete; en Tula, el coronel Cristóbal Ordoñez, ochocientos ochenta y ocho; en Querétaro, el brigadier Ignacio García Rebollo, novecientos noventa y uno; el Ejército del Norte comandado por el coronel José Castro, tres mil ochocientos tres; el Ejército de Reserva del mariscal de campo José de la Cruz contaba con tres mil trescientos sesenta y tres; la División de las Provincias Internas de Oriente al mando del brigadier Joaquín Arredondo, tres mil novecientos ochenta y siete; la División de las Provincias Internas de Occidente al mando de mariscal de campo Bonavia, doscientos setenta y nueve; en la Antigua California, el capitán Argüello contaba con ciento nueve y en Nueva California el teniente coronel Pablo Sola tenía tres mil seiscientos cinco hombres. A esta fuerza, se debía agregar un número de realistas indeterminado que se encontraban en pueblos pequeños.[266]

Junta de Jaujilla[editar]

La Junta Subalterna de Gobierno formada por el general Manuel Muñiz, el abogado Ayala, Dionisio Rojas, José Pagola y Felipe Carvajal se estableció en Taretan. En febrero de 1816, el general insurgente Juan Pablo Anaya siguiendo el ejemplo de Mier y Terán sorprendió a los miembros en la hacienda de Santa Efigenia reduciéndolos a prisión. Este hecho indignó a los jefes insurgentes que se encontraban en la zona, el comandante José María Vargas arrestó a Anaya y a sus seguidores pero antes de ser pasados por armas lograron escapar. Vargas formó una nueva Junta Gubernativa en Uruapán, siendo encabezada por él mismo en compañía de Remigio Yarza, Víctor Rosales, el presbítero José Antonio Torres, José María Izazaga, Manuel Amador y José de San Martín.

Juan Pablo Anaya se reunió con Ignacio López Rayón y lo convenció de no reconocer a esta junta. Vargas y San Martín viajaron para negociar con el antiguo presidente de la Junta de Zitácuaro. A pesar de que Rayón nunca reconoció a esta junta, se renombraron a sus integrantes. La Junta de Jaujilla —la cual se conoció con este nombre porque se instaló en el fuerte de Jaujilla en las ciéngas de Zacapu— quedó conformada con Ignacio Ayala, Mariano Tercero, José Pagola, Mariano Sánchez Arriola, Pedro Villaseñor y José de San Martín, como secretario del Despacho de Guerra fue nombrado Francisco Lojero y como secretario de Hacienda, Antonio Vallejo.[267]​ Durante esta reorganización el doctor José María Cos recobró su libertad, volvió con López Rayón, pero no permaneció en el Cóporo, optando acoger el indulto que Félix María Calleja había ofrecido a todos los rebeldes durante la captura de Morelos. Cos vivió en Pátzcuaro hasta 1819 fecha en la que falleció.[268]

Últimas campañas realistas ordenadas por Calleja en 1816[editar]

En los llanos de Apan, de febrero a abril de 1816, el coronel realista Manuel de la Concha confrontó a los insurgentes dirigidos por Francisco Osorno, a pesar de la victoria que este último obtuvo sobre su subalterno Juan Rafols el 18 de abril, tres días más tarde el propio De la Concha infligió una fuerte derrota a los rebeldes, quienes fueron perseguidos por Anastasio Bustamante. Osorno pudo escapar pero muchos de sus subalternos se rindieron al indulto incorporándose a las filas realistas.[269]​ En Huauchinango, el insurgente Mariano Guerrero se rindió ante el capitán Francisco de las Piedras, mientras que Alejandro Álvarez de Güitián venció a un pequeño grupo de independentistas que se habían fortificado en Tlaxcalantongo. En Huichapan, el sargento mayor Casasola persiguió a los hermanos Rafael y José Manuel Villagrán —últimos familiares de Julián— una vez vencidos, se acogieron al indulto.[270]​ Manuel Mier y Terán dio órdenes de fortificar el cerro de Santa Gertrudis dejando a cargo a Francisco Miranda, el lugar fue asediado sin éxito por Saturnino Samaniego pues a la defensa del sitio se unió Juan Mier y Terán.[271]​ En Pénjamo, Agustín de Iturbide logró dispersar a las fuerzas comandadas por el presbítero José Antonio Torres, enseguida Pedro Monsalve continuó la persecución de los insurgentes llegando hasta Comanja pero en ese lugar fue rechazado por Pedro Moreno.[272]​ En el sur, el comandante Pío María Ruiz fue obligado a replegarse en Huetamo por Vicente Guerrero.[273]

En julio de 1816, Manuel Mier y Terán realizó una malograda expedición a Coatzacoalcos con la finalidad de ser abastecido de cuatro mil fusiles por el aventurero estadounidense William Davis Morrison, pero el 1 de septiembre, fue sorprendido en Playa Vicente por el comandante realista Pedro Garrido, aunque Mier y Terán pudo retirarse, Morrison cayó preso y más tarde fue fusilado. En su ruta de retirada, la expedición insurgente fue nuevamente atacada el 10 de septiembre en Tlacotalpan por el comandante Juan Bautista Topete, Mier y Terán logró la victoria logrando escapar a Tehuacán lugar al que llegó el día 22 del mismo mes.[274]​ Pocos días antes, Juan Mier y Terán había sido derrotado por el comandante realista Antonio Núñez Castro en Coxcatlán, los sobrevivientes de este grupo de insurgentes pudieron reunirse con las fuerzas de Patricio López en la Sierra de Oaxaca. Durante el mes de agosto, Manuel de la Concha ordenó a Anastasio Bustamante realizar una campaña de persecución en los llanos de Apan, la cual fue un éxito, pues obligó a Francisco Osorno a abandonar la zona, restableciendo la seguridad de los caminos para los convoyes realistas. Osorno huyó a Tehuacán para reunirse con las fuerzas de Mier y Terán.[275]

Juan Ruiz de Apodaca es nombrado virrey de Nueva España[editar]

En los primeros días de septiembre, el teniente general Juan Ruiz de Apodaca desembarcó en Veracruz para sustituir a Félix María Calleja como virrey de Nueva España, su caravana fue atacada en Perote por el insurgente Antonio Vázquez Aldana, gracias a la intervención oportuna del coronel Márquez Donayo, Apodaca logró llegar a la Ciudad de México el día 20 de septiembre. Un mes más tarde, Calleja se dirigió a Veracruz escoltado por Márquez Donayo. A su regreso a España, Fernando VII le otorgó el título de Conde de Calderón en premio a su victoria más notable, años más tarde, sería nombrado jefe de un ejército destinado a la reconquista de Nueva España, pero la expedición de ese ejército nunca se llevó a cabo. Vivió sus últimos años como capitán general en Valencia.[276]​ La política del nuevo virrey Apodaca fue más indulgente, prohibió el fusilamiento de prisioneros insurgentes, con el objeto de lograr la pacificación por medios más humanitarios, promovió aún más los indultos.[277]

El 7 de noviembre se lograron tres victorias realistas: José Morán pudo dispersar un avance de las fuerzas insurgentes comandadas por Francisco Osorno, y Mier y Terán en las inmediaciónes de San Andrés Chalchicomula, varios subalternos se acogieron al indulto. Cerca de Actalán, Vicente Guerrero sufrió una derrota en la Batalla de Cañada de Los Naranjos infligida por Saturnino Samaniego,[278]​ y Melchor Múzquiz fue vencido y capturado en Monte Blanco por el coronel Márquez Donayo. Hacia finales del mismo mes, Carlos María Llorente realizó una campaña en Túxpam y Huauchinango extinguiendo las aduanas que había establecido Guadalupe Victoria, en este regimiento realista comenzó a destacar Antonio López de Santa Anna. Desde La Antigua, el teniente coronel José Rincón incursionó a Boquilla de Piedras capturando el pequeño puerto que era un punto de comunicación para acopio de armas de los independentistas, durante la defensa del lugar murió el insurgente José María Villapinto.[279]

Capitulaciones e indultos[editar]

A finales del noviembre de 1816, José María Vargas -quien había formado la Junta Gubernativa de Uruapán- se acogió al indulto entregando el fuerte de Carrizalillo al teniente coronel Luis Quintar, pocos días después, Fermín Urtiz hizo lo mismo con la fortificación de San Miguel Curistarán.[280]​ En diciembre, Antonio Linares sostuvo escaramuzas con Ignacio López Rayón y Juan Pablo Anaya en Pátzcuaro, cuatro meses antes, la isla de Janitzio había sido ocupada por un destacamento realista al mando de Agustín Aguirre. El 7 del mismo mes, las fuerzas insurgentes de Rafael López Rayón fueron destrozadas en Tancítaro por Pedro Celestino Negrete.[281]

Durante cuatro años, un grupo de insurgentes —bajo los mandos de José Santana, Encarnación Rosas y del cura Marcos Castellanos— resistieron en la Isla de Mezcala del Lago de Chapala el constante asedio ordenado por José de la Cruz. Desde 1812, varios realistas como Pedro C. Negrete, Rosendo Porlier, Ángel Linares, José Navarro, José Antonio Serrato, José María Narváez, Manuel Pastor o Marcelino Croquer fracasaron en el intento de tomar este reducto. Los rebeldes incursionaban furtivamente durante las noches hacia las costas del lago, obteniendo víveres y armamento —el cual era enviado por José María Vargas— llegando a atacar poblaciones como Ocotlán. Durante sus correrías secuestraron la falúa Fernando en su trono, este suceso fue una afrenta para los sitiadores. Cuando la balanza de los triunfos comenzó a inclinarse a favor de los realistas, De la Cruz mandó talar las costas del lago y dispuso ocho mil hombres para fortalecer el bloqueo a la isla. Fue hasta el 25 de noviembre de 1816 que se negoció la capitulación e indulto, no se sabe de la suerte de Encarnación Rosas, probablemente murió durante algún asalto; a José Santana se le designó la gobernación de la misma isla, murió en 1852; y el cura Marcos Castellanos regresó a Ajijic en donde murió en 1826. Al momento de la capitulación las fuerzas insurgentes contaban con ochocientos hombres y diecisiete cañones.[282]

Matías Martín de Aguirre y Pío María Ruiz incrementaron la campaña contra el cerro del Cóporo ordenando quemar todas las sementeras a la redonda, al igual que los pueblos de Púcuaro, Santa Catarina Ocurio y Encarnación.[283]​ Sin recibir auxilio alguno durante dos meses, Ramón López Rayón convocó a una junta con sus subalternos, después de discutirlo presentaron su capitulación y aceptación al indulto el 2 de enero de 1817. Cinco días más tarde los realistas tomaron posesión del lugar en donde encontraron treinta piezas de artillería, trescientos cincuenta soldados y más de mil civiles que se habían refugiado bajo el amparo de los insurgentes.[284]

Una triple ofensiva realista —dirigida desde Teotitlán por el coronel Manuel de Obeso, desde la Mixteca por los comandantes Félix de la Madrid y Saturnino Samaniego, así como desde Puebla por el coronel Francisco Hevia— se dirigió hacia Tepexi de la Seda, Tehuacán y Cerro Colorado para atacar a los hermanos Juan y Manuel Mier así como a Francisco Osorno.[285]​ Después de diecinueve días de combate en diversos frentes, Manuel Mier y Terán capituló y se acogió al indulto ante el capitán Bracho el 21 de enero de 1817,[286]Francisco Osorno se rindió de igual forma ante el mayor Juan Ráfols el 11 de febrero en San Andrés Chalchicomula. Casi al mismo tiempo el insurgente Manuel Pérez fue hecho prisionero al abandonar el fuerte de Santa Gertrudis, Ramón Sesma capituló el fuerte de San Esteban y el bigadier realista Mélchor Álvarez venció a los insurgentes Miguel Martínez y José María Sánchez en Silacoayapan.[287]​ El 8 de marzo, Carlos María de Bustamante se indultó en Veracruz, fue sometido a prisión en San Juan de Ulúa durante algún tiempo. Entre el 4 y 10 de marzo el coronel Ordoñez tomó en Guanajuato la meseta conocida como Mesa de los Caballos la cual era defendida por el cura Carmona y Encarnación Ortiz. El 20 de mayo, en el rancho de la Campana, cerca de Tacámbaro, fuerzas realistas de Miguel Muñoz y Miguel Barragán sorpendieron a un grupo insurgente, durante el combate murió el insurgente Víctor Rosales, la operación fue guiada por el ex insurgente y vocal de la Junta de Jaujilla, Manuel Muñiz, quien se había indultado pocos días antes.[288]

Por otra parte, Vicente Guerrero fue sitiado por las fuerzas de Gabriel Armijo en Xonacatlán durante treinta días, pudo romper el sitio, pero durante la acción murió Juan del Carmen. Guerrero se marchó a Veracruz para conseguir armas con Guadalupe Victoria, quien había sido forzado a dejar Nautla y retroceder a Misantla.[289]​ El presbítero José Antonio Torres pudo fortalecerse en el cerro de San Gregorio cerca de Pénjamo realizando sus operaciones militares coordinadas con Pedro Moreno que se resguardó en el cerro del Sombrero en la serranía de Comanja.[290]​ El 9 de febrero, Ignacio López Rayón —quien no había reconocido la autoridad de la Junta de Jaujilla— fue arrestado por Nicolás Bravo, el antiguo presidente de la Junta de Zitácuaro fue trasladado a Patambo.[291]​ Esta era la situación en Nueva España al final del primer tercio de 1817.

Expedición de Francisco Xavier Mina[editar]

Originario de Navarra, Francisco Xavier Mina era un estudiante de jurisprudencia en Zaragoza durante la Invasión francesa a España. Empuñó las armas como voluntario de los ejércitos de la derecha y centro en su lugar de nacimiento. Luchando contra los invasores fue hecho prisionero y trasladado a Francia en 1810.[292]​ Al regresar a su patria en 1814, quedo consternado con la determinación de Fernando VII de abolir la Constitución gaditana y de las órdenes de aprehensión que se habían girado en contra de los políticos y pensadores de ideología liberal. Manuel de Lardizábal y Uribe le ofreció un puesto de mando en Nueva España para luchar contra los insurgentes, pero lo rechazó indignado pensando que la causa de los americanos era la misma que la de los españoles europeos. Se unió a su tío Francisco Espoz y Mina para luchar a favor de la restauración de la Constitución, pero al fracasar, tuvo que exiliarse en Londres.[293]​ En 1815, fue convencido por Servando Teresa de Mier para luchar contra el absolutismo apoyando la independencia de las colonias americanas. De esta forma, zarpó el 15 de mayo de 1816 del puerto de Liverpool, en compañía de oficiales españoles, italianos e ingleses.[294]​ Antes de llegar a Nueva España, la expedición buscó recursos en Nueva Orleans, Galveston, Saint Thomas y Haití. En los buques Cleopatra, Neptuno y Congreso mexicano, desembarcó en Soto la Marina el 15 de abril de 1817.[295]​ Construyó una guarnición en el mismo lugar, estableció una imprenta y publicó un manifiesto que explicaba los motivos de su expedición.[296]

..«Sólo el rey, los empleados y los monopolistas son los que se aprovechan de la sujeción de América en perjuicio de los americanos. Ellos, pues, son los únicos enemigos y los que quisieran eternizar el pupilaje en que los tienen, a fin de elevar su fortuna y la de sus descendientes sobre las ruinas de este infeliz pueblo..[..]..Permitidme, mexicanos, participar de vuestras gloriosas tareas, aceptad los servicios que os ofrezco en favor de vuestra sublime empresa y contadme entre vuestros compatriotas. ¡Ojalá acierte yo a merecer este título haciendo que vuestra libertad se enseñoree, o sacrificándole mi propia existencia! Entonces, en recompensa, decid a vuestros hijos: "Esta tierra fue dos veces inundada en sangre por españoles serviles, vasallos abyectos de un rey; pero hubo también españoles liberales y patriotas que sacrificaron su reposo y su vida por nuestro bien".»
Francisco Xavier Mina, 25 de abril de 1817, Soto la Marina.[297]

Campaña militar de Mina[editar]

Cien soldados realistas se unieron a las filas del Ejército Auxiliador de la República Mexicana, pero la noticia del desembarco —el cual ya se esperaba— llegó a la capital. De inmediato, los ejércitos realistas se pusieron en marcha para confrontar a los recién llegados, al mismo tiempo, desde Veracruz zarparon la fragata Sabina y las goletas Belona y Prosperina al mando del comandante Francisco de Berenger. Los barcos de la expedición de Mina se encontraban abandonados, no obstante fueron incendiados y destruidos por órdenes de Berenger.[298]​ Mina por su parte, dejó cien hombres —entre ellos a Servando Teresa de Mier— al mando del mayor José Sardá para proteger la plaza y se internó tierra adentro, con trescientos ocho hombres, para unirse con los ejércitos insurgentes el 24 de mayo de 1817. Sostuvo el primer combate contra fuerzas realistas dirigidas por el capitán Villaseñor en la Batalla del Valle de Maíz el 8 de junio.[299]​ Siete días más tarde pudo repeler el ataque de una fuerza superior dirigida por Benito Armiñán en la Batalla de Peotillos.[300]​ El 23 de junio, llegó al fuerte del Sombrero para reunirse con Pedro Moreno.[301]​ Mientras tanto, el brigadier Joaquín de Arredondo forzó a la pequeña guarnición insurgente a capitular durante el Sitio de Soto la Marina el 15 de junio. Sardá y los soldados fueron encarcelados en San Juan de Ulúa para después ser exiliados a España, Teresa de Mier fue trasladado a la Fortaleza de San Carlos de Perote y después a las cárceles de la Inquisición, lugar en donde estuvo preso hasta 1820.[302]

El 28 de junio, sumando poco más de quinientos hombres, las fuerzas combinadas de Mina y Moreno lograron derrotar al capitán Cristóbal Ordóñez en la Batalla de Los Arrastraderos.[303]​ Pero fueron sitiados en el Fuerte del Sombrero por el mariscal de campo Pascual Liñán desde el 1 al 20 de agosto, durante el sitio Mina pudo salir para buscar pertrechos, el presbítero José Antonio Torres intentó auxiliarlos con una fuerza de cien hombres pero fue repelido en Silao por el mayor Juan Ráfols. Pedro Moreno y Juan Davis Bradburn lograron escapar, fueron perseguidos por Anastasio Bustamante. Las bajas de los insurgentes sumaron más de cuatrocientos cincuenta efectivos.[304]

Mina organizó a un pequeño grupo de hombres en el Fuerte de Los Remedios y salió de ahí para continuar su campaña por El Bajío el 3 de septiembre, realizó la toma de la hacienda del Bizcocho en San Diego de la Unión, después se dirigió a San Luis de la Paz y Valle de Santiago para seguir aumentando el número su ejército, fue perseguido nuevamente por Anastasio Bustamante a quien tuvo que confrontar en la hacienda de La Caja. Mientras tanto, Pascual Liñán, con una fuerza de seis mil hombres, comenzó el sitio del Fuerte de Los Remedios el cual fue defendido por José Antonio Torres al mando de mil quinientos hombres.[305]​ Mina solicitó ayuda a la Junta de Jaujilla así como un plan para ayudar a escapar a los hombres de Torres que se encontraban sitiados, la estratagema consistía en atacar la ciudad de Guanajuato para así distraer la atención del ejército de Liñán. Sin embargo, el 27 de octubre, los hombres de Mina fueron atacados por el regimiento del teniente coronel José María Nova en la hacienda del Venadito. Durante el combate murió Pedro Moreno, Mina fue capturado y puesto a disposición del coronel Orratia. Por órdenes de Pascual Liñán, el 11 de noviembre de 1817, Xavier Mina fue fusilado en el cerro del Bellaco a la vista de los defensores del Fuerte de Los Remedios. Por esta victoria realista el virrey Apodaca recibió el título de Conde del Venadito.[306]

Los insurgentes resistieron el sitio durante cuatro meses. El 1 de enero de 1818, intentaron la fuga pero fueron sorprendidos y derrotados, murieron el capitán Crocker, el doctor Hennessey, el guerrillero Cruz Arroyo, Manuel Muñiz —quien había abandonado su indulto para unirse a la campaña de Mina— y el coronel Diego Novoa. El presbítero José Antonio Torres logró escapar.[307]​ Por el bando de los vencedores, Pascual Liñán recibió la Orden de Isabel la Católica, Anastasio Bustamante fue promovido a coronel, Miguel Béistegui a teniente coronel y Pedro Celestino Negrete a mariscal de campo.[308]

Situación en otras áreas durante 1817[editar]

Los jefes insurgentes siguieron operando de forma independiente. En Orizaba, Ignacio Couto fue rechazado por el coronel José Ruiz durante los primeros meses de 1817, su grupo de setenta y cinco hombres fue obligado a replegarse a Palmillas en donde fue sitiado durante todo el mes de julio por el coronel Santa Marina. Los insurgentes intentaron escapar pero fueron capturados y fusilados en Huatusco y Orizaba. Couto fue llevado a Puebla para ser ejecutado, pero logró evadir la prisión con la ayuda José Manuel de Herrera, sin embargo no regresó a las armas debido a que a él, y a su hermano José Antonio, se les concedió el indulto meses más tarde. Adicionalmente, las guerrillas de Nautla comandadas por Serafín Olarte fueron derrotadas por completo por Carlos María Llorente.[309]​ Al caer estas posiciones, Guadalupe Victoria, en lugar de indultarse, prefirió refugiarse en la zona de Jamapa, no volvió aparecer en escena hasta 1821.[310]​ Durante mayo y junio, Benedicto López pudo rechazar en Maravatío los asedios del mayor Pío María Ruiz, mientras que Nicolás Bravo reconstruyó la fortaleza del cerro del Cóporo logrando derrotar el 1 de septiembre al coronel Ignacio Mora en la Batalla del Cerro de Cóporo.[291]​ La fortaleza fue sitiada en noviembre por el comandante Márquez Donayo, Bendicto López intentó romper la línea sitiadora para llevar alimentos y pertrechos, pero el 29 de noviembre fue liquidado por los realistas. Ramón López Rayón, que ya se encontraba indultado, indicó a Márquez Donayo los sitios vulnerables de la fortificación, de tal suerte que el lugar fue tomado el 1 de diciembre, aunque Bravo logró escapar.[311]

Vicente Guerrero se fortaleció en Politla y Ajuchitlán logrando rechazar los ataques de Gabriel de Armijo, en la costa del Pacífico los insurgentes Isidoro Montes de Oca y Francisco Mongoy hicieron lo mismo con las fuerzas realistas comandadas por José Joaquín de Herrera y José Aguilera. En cambio, el 17 de octubre, el padre José Manuel Izquierdo y Pablo Ocampo sucumbieron ante los ataques de los coroneles Marrón y Manuel Gómez Pedraza en Alahuistlán, solamente Ocampo logró escapar. El 10 de diciembre en las cercanías de Huetamo, un grupo de realistas dirigidos por el ex insurgente José Antonio de la Cueva y por el cura José Felipe Salazar se disfrazaron de insurgentes para así capturar a José Sixto Verduzco, y al día siguiente a Ignacio López Rayón.[312]Nicolás Bravo intentó realizar el rescate, pero de igual forma, fue capturado por los hombres de Gabriel de Armijo el 22 de diciembre en el rancho de los Dolores en la Sierra Sur.[313]

Resistencia de Guerrero[editar]

Actividad militar de Vicente Guerrero (1812-1817).

Vicente Guerrero se unió a las tropas de José María Morelos en El Veladero desde 1811, por ende estuvo supeditado a la Junta de Zitácuaro y al Congreso de Chilpancingo, juró la Constitución de Apatizingán, reconoció la autoridad de la Junta de Jaujilla y las que posteriormente se formaron en la ranchería de Zárate y en la hacienda de las Balsas, reconociendo de esta forma a la legalidad y continuidad insurgente. Hasta 1814 su papel fue secundario, pero después de las derrotas de Valladolid y Puruarán fue comisionado por Morelos para mantener la revolución en el sur, área cuya geografía conocía muy bien por sus actividades como arriero y comerciante anteriores al estallido de la lucha armada.

En 1816, rechazó el indulto ofrecido por el virrey Apodaca, prefirió mantenerse en pie de lucha. Participó en un sinnúmero de acciones militares, a veces favorables y a veces desfavorables, las cuales tuvieron lugar en La Mixteca, en la Costa Chica, en la Costa Grande, a lo largo de la zona del río Mezcala y en Tierra Caliente. Sus perseguidores más importantes fueron los comandantes realistas Félix de la Madrid y Gabriel de Armijo.[314]

Sitio al Fuerte de Jaujilla[editar]

Desde el 15 de diciembre de 1817, el coronel Matías Martín de Aguirre y el coronel José Barradas iniciaron con una fuerza de mil hombres el sitio al Fuerte de Jaujilla, la defensa estuvo a cargo del coronel insurgente Antonio López de Lara y de los capitanes Christie y Devers. Los vocales de la Junta de Jaujilla, Antonio Cumplido, Ignacio Ayala, el canónigo José de San Martín, así como los secretarios Francisco Lojero y Antonio Vallejo huyeron del sitio para establecerse en la ranchería de Zárate en el partido de Turicato, aunque Ayala prefirió dimitir y su lugar fue ocupado por Pedro Villaseñor.[315]​ El 3 de febrero, el presbítero José Antonio Torres levantó una fuerza de trescientos hombres en Pénjamo para ayudar a romper el sitio, pero su ataque fue rechazado. Por medio de la intercepción de un correo, los miembros de la Junta de Zárate fueron sorprendidos el 18 de febrero, lograron huir con excepción de José de San Martín, quien fue aprehendido y encarcelado por tres años. Finalmente, después de casi tres meses de sitio, los insurgentes del Fuerte de Jaujilla capitularon el 6 de marzo de 1818.[316]

Los miembros de la Junta de Gobierno se reorganizaron en la ranchería de Zárate en Huetamo, esta vez fue conformada por José Pagola, Mariano Sánchez Arriola y Pedro Villaseñor, decidieron relevar del mando al presbítero José Antonio Torres, debido a que por causas desconocidas había pasado por armas a su segundo Lucas Flores y a Remigio Yarza, quien fuera firmante de la Constitución de Apatzingán. En su lugar fue nombrado el coronel Juan Arago, militar que había llegado en la expedición de Xavier Mina. Torres se negó a reconocer la autoridad de la Junta de Zárate, prefiriendo unirse a los coroneles Encarnación y Francisco Ortíz, con quienes logró reunir mil quinientos hombres, pero fueron derrotados por el coronel realista Anastasio Bustamante el 28 de abril de 1818.[317]​ Tras la derrota, Torres se unió con Miguel Borja y con un pequeño grupo de trescientos hombres reconoció como única autoridad a Ignacio Ayala, pero su fuerza por perseguida y dispersada por el coronel Márquez Donayo. Torres fue abandonado por la mayor parte de sus seguidores, murió durante una riña con un subalterno. Entretanto, la Junta de Gobierno fue nuevamente sorprendida, el 10 de junio, fueron capturados y fusilados José Pagola y el secretario José Bermeo por el capitán realista Tomás Díaz. Sánchez Arriola y Villaseñor huyeron a la hacienda de las Balsas, en donde se establecieron bajo la protección de Vicente Guerrero, Mariano Ruiz de Castañeda fue nombrado vocal de la nueva Junta.[318]

Vicente Guerrero como general en jefe de las tropas del sur[editar]

Constituida la nueva Junta de Balsas, la cual se hizo llamar Superior Gobierno Republicano, se ratificó el nombramiento de Vicente Guerrero como general en jefe del Ejército del Sur. Con esta investidura, el caudillo se dedicó a reclutar nuevas fuerzas y reorganizar a las existentes para construir un fuerte en el cerro de Santiago al que se le llamó Fuerte de Barrabás. El 1 de abril de 1818, debido a una traición, Guerrero fue atacado por Gabriel de Armijo en el campamento de San Gregorio, el general insurgente fue perseguido hasta Zacatula,[319]​ en donde los capitanes Isidoro Montes de Oca, Pablo Galeana y Pedro Mongoy al mando de trescientos hombres confrontaron a los realistas, el combate se mantuvo durante varios días. Sin ninguna victoria definida, Armijo se trasladó a Teloloapan y los insurgentes hacia Coahuayutla.

El 15 de septiembre de 1818, Armijo realizó una nueva ofensiva pero fue derrotado en la Batalla de El Tamo, con la victoria y las armas capturadas, Guerrero incrementó su fuerza de ochocientos a mil ochocientos hombres. Quince días más tarde, cerca de Zirándaro se desarrolló la Batalla de Cerro de Barrabás, nuevamente la victoria fue para los insurgentes, quienes lograron capturar cuatrocientos fusiles más. Con un mayor ejército, Guerrero emprendió la reconquista de Tierra Caliente, fortificándose en Huetamo, Cutzamala, Tlachapa, y la hacienda de Cuauhlotitlán en donde también provocó fuertes bajas a los realistas, durante estas campañas comenzó a destacar el insurgente Pedro Ascencio Alquisiras.[320]

Capitulaciones insurgentes durante 1818[editar]

En Nueva Galicia, el insurgente Gordiano Guzmán —quien se había unido a la causa desde 1811 en Sayula— realizó una serie de ataques en las áreas de Tecalitlán y Tuxpan, pero fue fue abatido a mediados de noviembre por el coronel Rafael Cevallos en un punto conocido como Piedras de Lumbre. En la misma provincia, la Junta de Balsas nombró al coronel Santiago González como comandante militar de la zona oriental, fue perseguido por el teniente coronel Hermenegildo Revuelta, quien logró hacerlo huir a Silao en el mes de septiembre. Durante el curso de 1818, otros jefes insurgentes se indultaron, entre ellos Vicente Vargas y el padre Melgarejo en Toluca, Inclán en Xochimilco e incluso Rafael Villagrán en Huichapan quien había vuelto a tomar las armas durante el tiempo de la expedición de Xavier Mina. En el área de Veracruz —a pesar de que Guadalupe Victoria se encontraba refugiado— existieron algunos levantamientos por parte de los indígenas de Coxquihui quienes atacaron Xalapa y de algunos otros grupos insurgentes que atacaron La Antigua, para contrarrestar estos brotes, Apodaca ordenó a Ciriaco del Llano y al coronel José Barradas realizar campañas militares para reducir las fortificaciones de la zona.[321]

Campañas realistas durante 1819[editar]

En enero de 1819 el virrey Apodaca destituyó del mando de la provincia de Veracruz al mariscal de campo José Dávila, nombrando en su lugar a Pascual de Liñán, durante el mismo mes, en la zona de Jamapa varios oficiales insurgentes se acogieron al indulto. El 2 de febrero, Liñán otorgó la libertad a Carlos María de Bustamante.[322]​ En Nueva Galicia, Hermengildo Revuelta continuó persiguiendo a los pequeños grupos indepedentistas que quedaban en la zona. Durante el mes de marzo, en la cañadas de Huango,Vicente Lara con una fuerza de mil quinientos hombres logró vencer a un grupo de cien insurgentes que eran dirigidos por el coronel Juan Davis Bradburn, quien pudo escapar para unirse a Vicente Guerrero. Poco después de esta derrota se indultaron Mariano Tercero —quien a la sazón era vocal de la Junta Gubernativa— y Juan Pablo Anaya, en el mes de julio lo mismo hicieron Juan Arago y Pablo Erdozaín. En El Bajío, el regimiento de Anastasio Bustamante logró la captura del guerrillero Andrés Delgado "el Giro", quien murió en manos del alférez Castillo el 3 de julio en las cercanías de Santa Cruz, su cabeza fue exhibida en Salamanca.[323]​ En la Sierra Gorda aun continuaban resistiendo, al regimiento del realista Casanova, un pequeño grupo de insurgentes bajo los mandos del coronel Miguel Borja y del doctor José Antonio Magos. El virrey Apodaca envió al brigadier Melchor Álvarez para reducir a este grupo, fue acompañado de algunos ex insurgentes que conocían la zona y que previamente se habían indultado. De esta forma, durante el mes de junio fue capturado y fusilado el guerrillero Guadalupe González en el llano de Montenegro, casi de inmediato el doctor Magos solicitó el indulto. Borja resistió hasta el 28 de diciembre, fue vencido en San Miguel el Grande, se le llevó a Querétaro, lugar en donde se le otorgó el indulto.[324]

Vicente Guerrero llevó la guerra con Gabriel de Armijo hasta Chilapa, pero durante sus combates, la Junta fue sorprendida en las Balsas, en consecuencia Mariano Sánchez Arriola fue capturado y fusilado, así fue como desapareció el único centro directivo de la revolución. Pedro Ascencio se fortaleció en Tlatlaya mientras que Guerrero hizo lo propio en Coahuayutla. A mediados de junio, se integró a las fuerzas realistas de la zona el teniente coronel José Antonio de Echávarri, quien logró capturar el Fuerte de Barrabás. Nuevas ofensivas de los realistas Pío María Ruiz y Barragán forzaron a Guerrero a cruzar el río Balsas hacia Michoacán, el 5 de noviembre fue vencido en la Batalla de Agua Zarca, tras la derrota el caudillo insurgente cruzó nuevamente el río, pero esta vez, en dirección hacia la Sierra Sur.[324]

Cuarta etapa: Consumación (1820-1821)[editar]

Después de más de diez años de lucha, se estima que habían muerto más de un millón de personas en Nueva España, es decir, una sexta parte de la población. Los gastos de guerra en España y en América pusieron al reino en la bancarrota.[325]​ Las minas, muchas de ellas abandonadas, redujeron su producción a una tercera parte de los niveles que se tenían antes de 1810, la producción de las haciendas, de igual forma, fue mermada por falta de mano de obra. Como efecto secundario, la Iglesia dejó de recibir los diezmos habituales. La metrópli española siguió imponiendo restricciones económicas y solicitando el envío de recursos para coadyuvar a su propia crisis interna. Los miembros del ejército virreinal estaban descontentos por los bajos sueldos, y porque existía una abierta preferencia hacia las tropas expedicionarias que habían llegado de España desde 1812.[326]

En España, la revolución iniciada por Rafael de Riego dio inicio al Trienio Liberal, de esta forma se restauró la vigencia de la Constitución de Cádiz.[327]​ Fueron impuestas medidas anticlericales para restar el poder de la Iglesia, entre ellas la expulsión de los jesuitas, la abolición de diezmo y de la Inquisición. Cuando la élite de Nueva España vio afectados sus intereses intentó rechazar la forma de gobierno liberal. Una serie de reuniones encabezadas por el canónigo Matías de Monteagudo tuvieron lugar en el oratorio de San Felipe Neri, fueron conocidas bajo el nombre de Conspiración de la Profesa, sus miembros vieron en Agustín de Iturbide al jefe militar capaz de dar un giro a la lucha de Independencia, la cual en lugar de tener el matiz popular que habían abanderado Hidalgo y Morelos, se convirtió en un proyecto de la oligarquía novohispana que deseaba devolver a Fernando VII su poder absoluto.[328]

Campañas contra los insurgentes en 1820[editar]

Para principios de 1820, aún continuaron existiendo focos de insurrección latentes en diversos puntos de Nueva España. En Nueva Galicia, Guanajuato y Michoacán persisitieron los ataques de Gordiano Guzmán, Francisco y Encarnación Ortiz, y de los hermanos Bedoya.[329]​ En el sur, Pedro Ascencio continuó siendo perseguido sin éxito por Juan Ráfols, quien después de ser derrotado recibió refuerzos de las tropas de Toluca, Querétaro y Celaya. De cualquier forma, Ascencio, con ayuda del presbítero José Manuel Izquierdo, lograron nuevas victorias en abril y mayo, siendo la más significativa la que tuvo lugar en Cerromel. Manuel de la Concha aprehendió a Nicolás Izquierdo —padre del insurgente—, el realista amenzó a José Manuel con la vida de su padre si no se sometía al indulto, ante la negativa giró la orden de fusilamiento. Por su parte, Vicente Guerrero, con la ayuda de José María Lobato, continuó atacando a las tropas de Gabriel de Armijo, sin que éste pudiese plantear una verdadera ofensiva.[330]​ Durante la época de lluvia las tropas insurgentes de Ascencio y Guerrero atacaron simultáneamente al capitán realista, quien perfirió renunciar a su puesto en el mes de noviembre.[331]

La Constitución española restaurada[editar]

El 1 de enero de 1820, el general español Rafael de Riego junto con otros liberales convencieron a los soldados de la localidad Las Cabezas de San Juan para que se rebelaran y restauraran la Constitución de Cádiz, la revolución se expandió en la Península ibérica.[332]​ Como resultado el rey Fernando VII se vio obligado a jurar la Carta Magna el 10 de marzo:

«He oído vuestros votos, y cual tierno padre he condescendido a lo que mis hijos reputan conducente a su felicidad. He jurado la Constitución por la cual suspirabais, y seré siempre su más firme apoyo. Ya he tomado las medidas oportunas para la pronta convocación de las Cortes...[..]..Marcharemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional.»
Fernando VII de España, 10 de marzo de 1820.[333]

El rey nombró una Junta Provisional Consultiva, los políticos y pensadores liberales fueron excarcelados. Se programaron elecciones a la nuevas Cortes las cuales iniciarían sus sesiones en el mes de julio.[334]​ Se enviaron instrucciones a los virreinatos y capitanías para que se publicara el decreto real por el cual se restauraba la Constitución. Con conocimiento de la demora que llevarían las elecciones en las colonias, la Junta Provisional escogió treinta suplentes para representar al Nuevo Mundo. Los diputados americanos, muchos de ellos recién liberados, protestaron la decisión exigiendo una mayor número de representantes, amenazando además, en no participar en la elección de suplentes. La Junta no accedió a la petición, fue Miguel Ramos Arizpe quien los convenció de que era mejor opción tener pocos diputados que ninguno.[335]​ Los primeros diputados de Nueva España fueron el propio Miguel Ramos Arizpe, José Mariano Michelena, José María Couto, Manuel Cortázar, Francisco Fagoaga, José María Montoya y Juan de Dios Cañedo.[336]​ Cuando las Cortes se reunieron, nuevamente se formuló la "cuestión americana" la cual demandaba mayor representación, libre comercio y abolición de monopolios, adicionalmente, se insistió en establecer un mayor número de diputaciones provinciales.[337]

La conspiración de la Profesa[editar]

Las primeras noticias del triunfo de la revolución liberal llegaron al puerto de Veracruz el 26 de abril de 1820, los criollos de ideología liberal recibieron estas noticias con entusiasmo, al igual que los miembros del Consulado de Veracruz quienes deseaban volver a instalar el libre comercio de Nueva España. Tres días después se recibió la noticia en la Ciudad de México, pero los españoles de ideas absolutistas conformados por la clase aristócrata y el alto clero reaccionaron de distinta manera. El canónigo Matías de Monteagudo lideró una serie de reuniones secretas conocidas con el nombre de Conspiración de la Profesa, a ellas asistieron el regente de la Real Audiencia de México Miguel Bataller, el fiscal de la Inquisición José Tirado, el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez, Juan José Espinosa de los Monteros, miembros del Consulado de México, y otros más que habían sido partícipes del golpe de Estado de 1808. El propio virrey Apodaca tenía conocimiento de estas reuniones.[328]

En primera instancia los conspiradores pretendieron evadir o aplazar la jura de la Constitución, pero debido a que ésta fue ampliamente aceptada por los comerciantes de Veracruz con el apoyo de tropas españolas, Apodca hizo lo propio el 31 de mayo de 1820. A pesar de que se convocó a un Real Acuerdo, y la Carta Magna fue jurada por los oidores, así como por las altas autoridades religiosas, los conspiradores no se dieron por vencidos. Buscaron un jefe militar para poder llevar a cabo su último plan, el cual consistía en proclamar la independencia de Nueva España para establecer una monarquía dirigida por un infante de España. Fue Matías de Monteagudo quien recomendó al nuevo jefe político superior Juan Ruiz de Apodaca nombrar a Agustín de Iturbide como comandante de los ejércitos del sur.[338]​ Apodaca accedió a la propuesta, el día 15 de noviembre, Iturbide aceptó el puesto solicitando el grado de brigadier y la asignación del regimiento de Celaya el cual había comandado con anterioridad.[339]

Para la Iglesia la situación se agravó, se abolió la Inquisición, la Compañía de Jesús se suprimió por segunda ocasión, se anunció la desaparición de órdenes monásticas, la venta de bienes eclesiásticos, así como la reducción de diezmos. Por una parte, el grupo de los persas temieron represalías por haber apoyado el golpe absolutista de Fernando VII,[326]​ por otra parte, los insurgentes que se encontraban en prisión fueron liberados: Nicolás Bravo, Ignacio López Rayón, Manuel Mier y Terán, José Sixto Verduzco, Francisco Osorno y muchos otros.[340]

Abrazo de Acatempan[editar]

Abrazo de Acatempan.

El 16 de noviembre de 1820, Agustín de Iturbide salió de la Ciudad de México para comenzar la campaña contra los insurgentes del sur,[341]Pedro Ascencio tenía sus campamentos en Tlatlaya y la Goleta, mientras que las fuerzas de Vicente Guerrero se encontraban diseminadas en Ajuchitlán y las montañas de la Coronilla.[342]​ Las fuerzas realistas se encontraban al norte en Zacualpan, Cuernavaca y Cuautla; al poniente, bajo el mando del coronel Juan Ráfols, en Tejupilco, Sultepec y Temascaltepec; al oriente, bajo el mando del teniente coronel Miota, en Ometepec, Tlapa y la Mixteca Alta; el curso del río Mezcala estaba vigilado por el teniente coronel Juan Isidro Marrón; el resto de las tropas que había comandado Gabriel de Armijo, se encontraban bajo el mando de José Antonio de Echávarri en Acapulco, Tixtla, Chilapa y Teloloapan.[343]​ Iturbide se estableció en este último lugar para esperar al regimiento de Celaya, el cual llegó el 17 de diciembre comandado por Francisco Quintanilla, con los oficiales subalternos Valentín Canalizo y Miguel Arroyo.[344]​ Iturbide reveló a los capitanes Quintanilla, Manuel Díaz de la Madrid y José María González, el proyecto que tenía pensado, el cual consistía en derrotar rápidamente a los insurgentes para después realizar la proclama del que se llamaría Plan de Iguala. Para realizar con celeridad a sus intenciones, solicitó al virrey la ayuda del cuerpo de caballería de Frontera de esta forma incrementó su tropa hasta un total de dos mil quinientos efectivos.[345]​ Durante estos días el coronel Juan Davis Bradburn abandonó a los insurgentes para unirse a las fuerzas de Iturbide, este militar que había llegado en la expedición de Xavier Mina, había rehusado obedecer las órdenes para fusilar a un grupo de realistas, al conocer la causa de su deserción, Iturbide no dudó en aceptarlo. El 22 de diciembre, dio inicio la campaña contra las tropas de los insurgentes.[346]

El 28 de diciembre Pedro Ascencio con un grupo de ochocientos hombres, sorprendió la retaguardia del contingente de Iturbide en las inmediaciones de Tlatlaya, en consecuencia murieron ciento ocho soldados realistas, entre ellos, el capitán José María González. Quintanilla, Iturbide y el resto del ejército realista se replegaron a Teloloapan.[346]​ El 2 de enero de 1821, el propio Vicente Guerrero con cuatrocientos hombres, venció a una columna subalterna mandada por Carlos Moya en la Batalla de Zapotepec, cerca de Chilpancingo. Al evaluar estas dos derrotas, Iturbide concluyó que los insurgentes conocían muy bien el terreno y que vencerlos le llevaría más tiempo del que tenía planeado, por tal motivo cambió su estrategia y escribió una carta a Guerrero el 10 de enero. La misiva, además de ofrecerle el indulto, notificaba que los ex insurgentes en la Ciudad de México ya habían sido liberados y que los diputados novohispanos habían viajado a España para pedir muchos de los deseos por los que habían luchado los insurgentes, entre ellos que todos los hijos del país sin distinción alguna fuesen considerados ciudadanos, y que el rey o un infante de España gobernase la colonia. De tal suerte, Iturbide pidió a Guerrero que le enviase a Nicolás Catalán, o alguna otra persona de su confianza, para poder explicarle los pormenores necesarios con la finalidad de sellar un pacto de paz.[347]

Guerrero que ya había rechazado una oferta de indulto con anterioridad, tomó con cautela la propuesta de Iturbide y le respondió en una carta fechada el 20 de enero, que había percibido ciertas ideas de liberalismo. Explicó bajo su punto de vista, como los americanos se habían levantado en armas durante la cautividad de Fernando VII en contra de los peninsulares para no subyugarse al designio de las Juntas españolas. Expresó la inconformidad por las negativas que el virrey Juan Ruiz de Apodaca había dado a las propuestas de los jefes insurgentes, así como la decepción que sintieron cuando se enteraron del trato inequitativo de falta de representación en las Cortes de Cádiz y de las negativas que se habían dado a las peticiones de los diputados americanos. Guerrero dejó en claro que no albergaba esperanzas con el nuevo viaje de los diputados americanos, le mencionó a Iturbide que si éste luchaba por los intereses de la nación militaría bajo sus órdenes, pero puntualizó que no aceptaba el indulto, al cual consideraba degradante, y que no pensaba abrazar el partido del rey.[348]

«..Soy de sentir que lo expuesto es bastante para que Ud. conozca mi resolución y la justicia en que me fundo, sin necesidad de mandar sujeto a discutir sobre propuestas algunas, porque nuestra única divisa es independencia y libertad. Si este sistema fuese aceptado por Ud. conformaremos nuestras relaciones; me explayaré más, combinaremos planes, y protegeré de cuantos modos me sea posible sus empresas; pero si no se separa del constitucional de España, no volveré a recibir contestación suya, ni verá letra mía...[..]..Le anticipo a Ud. esta noticia para que no insista, ni me note de impolítico, porque ni me ha de convencer nunca a que abrace el partido del rey, sea el que fuere...[..]...Obre Ud. como le parezca, que la suerte decidirá, y me será más glorioso morir en campaña que rendir la cerviz al tirano....[..]...y le repito, que todo lo que no sea concerniente a la total independencia, lo disputaremos en el campo de batalla. Si alguna feliz mudanza de Ud. me diere el gusto que deseo, nadie me competirá la preferencia en ser su más fiel amigo y servidor...»
Carta de Vicente Guerrero dirigida a Agustín de Iturbide del 20 de enero de 1821.[348]

Antes de que Iturbide recibiera esta carta, el 25 de enero, Pedro Ascencio atacó a las fuerza del coronel Ráfols en Totomaloya, obligando a los realistas a replegarse hacia Sultepec. El 27 de enero, el coronel realista Francisco Antonio Berdejo, con una fuerza de trescientos hombres, fue vencido por los hombres de Vicente Guerrero en el Espinazo del Diablo, cerca de Chichihualco.[348]​ El 4 de febrero, desde Tepecuacuilco, Iturbide escribió una segunda carta a Guerrero en la que le propusó reunirse cerca de Chilpancingo, para sellar un pacto de paz, envió a Antonio Mier y Villagómez como su emisario.[349]​ Finalmente el 10 de febrero, de acuerdo a Lorenzo de Zavala, se efectuó una reunión en Acatempan en donde Guerrero e Iturbide respaldados por sus tropas, se reunieron, conversaron y se abrazaron para sellar la paz. De acuerdo a Lucas Alamán, fue José Figueroa el comisionado por los insurgentes para reunirse con el comandante realista.[350]​ A partir de entonces, las fuerzas militares de Guerrero de tres mil quinientos hombres —incluyendo a los hombres de Ascencio— se pusieron a las órdenes de Iturbide, este último envió a Apodaca la noticia el 18 de febrero, quien la recibió con júbilo sin sospechar el desenlace.[351]

Plan de Iguala[editar]

Una vez que Iturbide logró establecer la paz con los insurgentes, comenzó su campaña epistolar. Envió una carta a Juan José Espinosa de los Monteros con el borrador del plan. Con la finalidad de ganar más adeptos, mandó emisarios para explicar sus intenciones a los comandantes realistas Pedro Celestino Negrete, Anastasio Bustamante, Luis Cortazar, por su parte, él mismo se reunió en Sultepec con el teniente coronel Miguel Torres. El compadre de Iturbide, Juan Gómez Navarrete, informó a los diputados que se encontraban en Veracruz a punto de zarpar hacia España, el plan que se iba a proclamar, la mayor parte de ellos recibió con desconfianza la noticia.[352]

El 24 de febrero de 1821, Iturbide proclamó el Plan de Iguala el cual se fundamentó en tres garantías: religión católica como única aceptada, unión de todos los habitantes, e independencia de la Nueva España.[353]​ El documento constaba de veinticuatro artículos que sintetizaban las aspiraciones autonomistas e independentistas de todos los sectores de la sociedad novohispana, se proponía: la creación de una junta, lo cual había deseado Primo de Verdad desde 1808; la abolición de la esclavitud y defensa de la religión católica, lo cual había proclamado Hidalgo en 1810; se establecía que todos los habitantes sin distinción serían considerados ciudadanos, lo cual había proclamado Morelos en 1813; se establecería un régimen constitucional, por lo cual luchó Mina en 1817; se buscaba la unión y la paz para terminar con el derramamiento de sangre, lo cual deseaba toda la población; se ratificaban los privilegios y los fueros del clero, lo cual deseaba la Iglesia; y se darían reconocimientos de grado así como recompensas a los militares, lo cual deseaban los miembros del ejército; se pretendía establecer un régimen monárquico moderado constitucional adecuado a la entidad cuyo trono sería ofrecido al propio Fernando VII, o bien a alguno de los infantes de España, lo cual dejaba la puerta abierta a los que abrazaban las ideas absolutistas. Se creó el Ejército Trigarante conformado inicialmente por el Ejército Insurgente y por las tropas realistas que se encontraban bajo el mando de Iturbide.[354]

El Plan de Iguala fue enviado al jefe político superior Apodaca, al arzobispo Pedro de Fonte y a otros funcionarios de la Nueva España. En una carta particular, Iturbide le pidió a Apodaca presidir la Junta Gubernativa que se contemplaba en el plan, le dijo que no creía que Fernando VII hubiese jurado voluntariamente la Constitución de Cádiz y que si el monarca o su familia accedían a gobernar Nueva España, se podría redactar una constitución moderada la cual permitiría reintegrar las preeminencias de las que habían sido despojados los miembros de la Iglesia.[355]​ Pero la respuesta del jefe político superior no fue la esperada, el día 3 de marzo, Apodaca publicó un bando exhortando a todos los habitantes a no leer los planes seductores de Iturbide, los cuales eran contrarios a la Constitución que se había jurado en mayo, esta postura fue secundada por el Ayuntamiento de México. Los absolutistas que habían participado en la Conspiración de la Profesa, vieron que el Plan de Iguala trastornaba sus planes originales, pues estos tan sólo consistían en proclamar la independencia de la colonia para erigir un trono al monarca absoluto o a alguno de los infantes de España.[356]​ El 14 de marzo, Apodaca declaró a Iturbide fuera de la protección de la ley, ofreció un indulto general a quienes hubiesen jurado el Plan de Iguala, siempre y cuando reiterasen su juramento de fidelidad a la Constitución y al rey,[357]​ al mismo tiempo, mandó formar el Ejército del Sur con una tropa de cinco mil hombres inicialmente bajo el mando del mariscal de campo Pascual de Liñán y del brigadier Javier de Gabriel. El coronel José Gabriel de Armijo fue llamado para ser nuevamente comandante general del Sur, se unieron el batallón de Castilla del coronel Francisco Hevia, el batallón del Infante Carlos, parte de la caballería del regimiento del Príncipe y parte de la tropa comandada por el coronel Juan Ráfols que se encontraba en Tejupilco.[358]

Campaña del Ejército Trigarante[editar]

El panorama de las fuerzas realistas fieles al virrey desplegadas en Nueva España no era halgüeño para el Ejército Trigarante. En La Mixteca se encontraba el coronel Samaniego, en Oaxaca el coronel Manuel de Obeso, en San Luis Potosí la caballería de fieles bajo el mando del coronel Zarzosa, en Puebla el batallón Extremadura, en las Provincias Internas de Oriente el brigadier Joaquín Arredondo, en las Provincias Internas de Occidente el mariscal de campo Alejo García Conde, en Durango el brigadier Diego García Conde, en Nueva Galicia el mariscal José de la Cruz, el Batallón Navarra en Zacatecas, en Michoacán el teniente coronel Manuel Rodríguez de Cela, en Querétaro y la Sierra Gorda el brigadier Luaces, en Orizaba y Córdoba el coronel Hevia, en la costa de sotavento cubriendo Alvarado, Tlacotalpan y la sierra de Tuxtepec el capitán de fragata Juan Bautista Topete, en la costa de barlovento el capitán Antonio López de Santa Anna, en Tampico y la Huasteca potosina el capitán Llorente, en Jalapa y Perote se encontraban los regimientos de Tlaxcala, dragones de España y la columna de granaderos comandadas por los coroneles Calderón, Horbegoso y Viña respectivamente.[359]

El 16 de marzo, Iturbide envió dos cartas: la primera fue dirigida a Fernando VII notificándole los acontecimientos recientes e invitándolo a Nueva España para asumir el trono; la segunda fue dirigida a las Cortes españolas, en la misiva hacia patente su desdén por Hidalgo, por los insurgentes y por los acontecimientos bélicos que se habían desarrollado, pero advertía estar al frente de un ejército organizado el cual defendería la independencia de la colonia y conminaba a los diputados permitir la separación pacífica de América para evitar un nuevo derramamiento de sangre.[360]

Durante los primeros días las condiciones para Iturbide no fueron del todo favorables, el teniente coronel realista Francisco Rionda retomó la plaza de Acapulco. El teniente coronel Vicente Marmolejo que se encontraba bajo sus órdenes, defeccionó en Cuernavaca al igual que el teniente coronel Tomás Cajigal en Taxco, que el teniente coronel Martín Almela en Tezmalaca y que el general Pascual Liñán en San Antonio. El primer avance lo realizó el coronel Márquez Donayo hacia Cuernavaca y Temixco, obligando al propio Iturbide a replegarse a Teloloapan.[361]​ En contraste, el teniente Celso de Iruela —que había militado en el regimiento de Celaya— se proclamó a favor del Plan de Iguala en Perote, obligando al comandante Agustín de la Viña parapetarse en el castillo de la localidad; muy pronto el teniente coronel José Joaquín de Herrera se incorporó con ochocientos hombres y se logró tomar a viva fuerza el lugar. El 23 de marzo, el cura José Rincón marchó desde Jalapa para tomar la plaza de Orizaba, en el lugar se encontraba Antonio López de Santa Anna quien pudo repeler el ataque del día 25, pero el día 29 Herrera llegó a la plaza, Santa Anna no tuvo más alternativa que adhirirse al Plan de Iguala. En Izúcar, el antiguo insurgente Nicolás Bravo había rechazado una primera invitación para unirse al movimiento, pues desconfiaba de Iturbide, no obstante fue visitado por el comisionado Mier y Villagómez quien lo convenció. Bravo reunió una fuerza de quinientos hombres y se dirigió a Chilpancingo y Tixtla.[362]

En la zona de El Bajío, los coroneles Anastasio Bustamante y Luis Cortazar secundaron el Plan de Iguala, avanzaron a Salvatierra, Celaya y Guanajuato, en este lugar, Bustamante ordenó descender los cráneos de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez que se exhibían dentro de jaulas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas de manera siniestra desde 1811. Al unirse la compañía de ligeros de Querétaro y los dragones de Sierra Gorda, el contingente avanzó hacia Salamanca, Irapuato, Silao, León y San Miguel el Grande logrando reunir a 6 000 efectivos. El 29 de marzo, Apodaca pidió inútilmente a la tropa desertar a la bandera alzada por Iturbide.[363]​ En Apatzingán el sargento mayor Juan Domínguez y en Ario el teniente coronel Miguel Barragán se unieron a los planes independentistas y avanzaron hacia Pátzcuaro. Los capitanes Vicente Filisola y Juan José Codallos se pronunciaron a favor de Iturbide en la villa de Tuzantla. Iturbide se dirigió a El Bajío, no sin antes ordenar a Echávarri y Guerrero defender la zona sur en las cercanías de Mezcala para posteriormente recuperar el puerto de Acapulco.[364]Ramón López Rayón se unió a Iturbide en Cutzamala quien le dio órdenes para dirigirse al cerro de Cóporo en Zitácuaro. En Acámbaro, el primer jefe Iturbide se reunió con Bustamante y Cortazar.[365]

El mariscal de campo realista Pascual Liñán se mantuvo a la expectativa en la hacienda de San Antonio durante el mes de marzo. A principios de abril, los comandantes realistas Márquez Donayo y Gabriel de Armijo realizaron un avance hacia Zacualpan con la finalidad de confrontar a Pedro Ascencio.[366]​ Las fuerzas realistas fueron vencidas en la sierra de Sultepec el 9 y 10 de abril, un segundo intento desde Ixtlahuaca comandado por Francisco Salazar a la cabeza de trescientos realistas fue nuevamente repelido. El 14 de abril en Lerma el capitán Ignacio Inclán se pronunció a favor de la independencia y atacó la retaguardia de los realistas, pero fue derrotado. José Joaquín de Herrera se dirigió a Puebla en donde confrontó a los realistas del general Ciriaco del Llano que eran dirigidos por el teniente coronel Zarzosa, como resultado varios integrantes de la tropa realista defeccionaron y se unieron a Herrera. Zarzosa tuvo que replegarse a la ciudad de Puebla con un puñado de hombres. Herrera avanzó a Chalchicomula y Tepeaca. El coronel realista Hevia inició la persecución de Nicolás Bravo quien se había dirigido a Huejotzingo, desde esa plaza los independentistas fingieron tomar posición para realizar un ataque sobre Puebla, el engaño resultó un éxito, pues Hevia se vio forzado a regresar a Izúcar, de esta manera, Bravo avanzó a Tlaxcala y Huamantla.[367]​ El 20 de abril, el insurgente Guadalupe Victoria, quien había permanecido refugiado en la "Cueva de la Tía Chana", se reunió con Santa Anna emitiendo un manifiesto, sus antiguos compañeros lo secundaron.[368]

Hevia envió a mil cuatrocientos hombres dirigidos por Ciriaco del Llano para combatir a las fuerzas de José Joaquín de Herrera en Tepeaca. Nicolás Bravo partió en su ayuda, llegando a la zona el 21 de abril, los realistas fueron derrotados.[369]​ El 25 de abril, Antonio López de Santa Anna se dirigió a Alvarado en donde venció a los realistas dirigidos por el capitán Juan Bautista Topete a quien Santa Anna permitió retirarse a Veracruz. Las fuerzas de Herrera se trasladaron a Córdoba, fueron perseguidas por Hevia, quien sitió la plaza el 15 de mayo. El asalto fue dirigido por el propio comandante Hevia quien cayó muerto en la acción, el teniente coronel Blas del Castillo y Luna continuó el ataque pero fue rechazado por los oficiales Francisco de la Llave y José Velázquez. Las acciones militares de los realistas continuaron hasta el día 18 sin lograr el éxito, el día 19 Santa Anna llegó en ayuda de los independentistas para romper el sitio con una fuerza de 300 hombres de infantería y 250 hombres de caballería.[370]​ Los hombres de Blas del Castillo resistieron el embate, el día 20 los realistas pidieron una tregua pero reiniciaron el ataque por la noche, el tiroteo cesó en la madrugada del día 21, los asaltantes abandonaron sus posiciones, fueron perseguidos por la caballería hasta Orizaba.[371]

El 1 de mayo, el primer jefe del Ejército Trigarante se encontraba en León y decidió ponerse en marcha hacia la capital de Nueva Galicia para entrevistarse con el mariscal realista José de la Cruz.[372]​ Iturbide acompañado de Bustamante se reunió con José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete el 8 de mayo, Iturbide pidió a De la Cruz que intentara convencer al virrey la aceptación del Plan de Iguala ofreciendo por su parte el cese inmediato de hostilidades. De la Cruz aceptó enviar la oferta al virrey, regresó a Guadalajara y comisionó al teniente coronel Yandiola para viajar a la Ciudad de México con las proposiciones de Iturbide, el virrey rechazó con furia la propuesta. Mientras tanto, el jefe máximo del Ejército Trigarante partió hacia Yurécuaro con la intención de reunir fuerzas y dirigirse a la plaza de Valladolid la cual estaba resguardada por el coronel Quintanar, quien contaba con 1600 hombres y 45 piezas de artillería. El 12 de mayo la caballería del Trigarante avanzó a Huaniqueo mientras que la infantería se estableció en Chucándiro junto al Lago de Cuitzeo.[373]​ Los días 13 y 14, Iturbide envió cartas a Quintanar y al Ayuntamiento en las que pedía la adhesión al Plan de Iguala. La primera reacción de los realistas, fue negativa, sin embargo al igual que en otras ocasiones, parte de la tropa desertó. Juan José Andrade con una gran parte del regimiento de dragones de Nueva Galicia se unió a las fuerzas sitiadoras. El día 18 la ciudad fue rodeada por los trigarantes, ante este panorama, Quintanar optó por capitular. La ciudad fue tomada sin dispararse un solo tiro.[374]

En Ixmiquilpan, el doctor Magos proclamó el Plan de Iguala y un grupo numeroso de habitantes armados lo secundó, pero el 23 de mayo, el coronel realista José María Novoa atacó este nuevo levantamiento. Los realistas provocaron 60 bajas a los independentistas y dispersaron al grupo. En el sur, el coronel trigarante Juan Álvarez había mantenenido sitiado Acapulco.[375]​ El comandante realista Márquez Donayo se había dirigido al puerto, pero recibió órdenes directas del virrey para reunirse con Cristóbal Húber en Tixtla, quien se encontraba combatiendo a las fuerzas de Pedro Ascencio. El 3 de junio, en las proximidades de Tetecala, las fuerzas realistas obtuvieron la victoria. Ascencio murió en combate, se le degolló y su cabeza fue enviada a Cuernavaca para ser expuesta a la población como un trofeo.[376]

En la Ciudad de México, la noticia fue recibida con alegría, pero durante los primeros días de junio, más de doscientos hombres de las guardias de San Lázaro, Candelaria y Belén desertaron y se marcharon para unirse a los trigarantes. En respuesta, el virrey declaró el alistamiento forzoso de todos los varones que tuviesen entre dieciséis y cincuenta años de edad.[377]​ El 13 de junio en Guadalajara, la división de Pedro Celestino Negrete se proclamó a favor de la independencia al igual que el coronel José Antonio Andrade. José de la Cruz tuvo que huir de la capital en dirección de Zacatecas para unirse a las tropas realistas de Hermenegildo Revueltas, mientras que el día 14, la diputación provincial, el cabildo eclesiástico y el tribunal del Consulado juraron el Plan de Iguala. El arzobipo celebró una misa y se cantó el Te Deum.[378]

José de la Cruz se dirigió a Durango, en Saín Alto el batallón mixto de Zacatecas al mando de José María Borrego defeccionó y regresó a su plaza en donde se proclamó el Plan de Iguala, el resto de las tropas de De la Cruz llegaron a Durango el 4 de julio, en donde fueron bien recibidos por el obispo Juan Francisco Castañiza, quien era contrario al plan de Iturbide. Por otra parte, el 6 de julio, Negrete entró a la ciudad de Aguascalientes en donde la independencia fue aclamada.[379]​ En San Juan del Río, la guarnición realista compuesta por mil cien efectivos comenzó a desertar de forma masiva, de esta forma el coronel Novoa al mando de la plaza con solo cuatrocientos hombres fieles al virrey decidió capitular el 7 de junio. Iturbide se dirigió a la plaza con una escolta de treinta hombres dirigida por Mariano Paredes, fueron atacados sin éxito en la barranca de Arroyo-Hondo por una tropa de cuatrocientos realistas comandada por el teniente coronel Froilán Bocinos quienes sufrieron más de cuarenta bajas. Esta acción militar, de treinta contra cuatrocientos, dio origen al lema del escudo de Iturbide.[380]

Guadalupe Victoria se entrevistó con Iturbide en San Juan del Río. De acuerdo a Lucas Alamán, el antiguo insurgente propusó al jefe máximo adoptar un gobierno republicano sin llamar a Fernando VII o cualquier otro borbón, a cambio, llamar a algún antiguo insurgente que fuese soltero y que no se hubiese indultado, el cual se casaría con alguna india guatemalteca para formar con ambos países una sola nación, Guadalupe Victoria era el único que reunía dichas características.[381]​ De acuerdo a Vicente Rocafuerte en la entrevista, el antiguo insurgente mostró algunos apuntes y pidió corregir el Plan de Iguala para adaptar un sistema de monarquía moderada.[382]​ Las dos versiones coinciden en una negativa por parte de Iturbide, incluso, con una respuesta del jefe máximo basada en el refrán "si con atolito va sanando, atolito vámosle dando". La relación entre ambos personajes fue de apoyo para la independencia pero con muto recelo personal.[383]

El 10 de junio, el brigadier realista Luaces se encontraba en Querétaro con una fuerza de seiscientos cincuenta hombres. El día 15, un grupo de ochocientos hombres al mando del teniente coronel Pedro Pérez de San Julián y del teniente coronel Bracho, partió desde San Luis Potosí con dirección a San Luis de la Paz con órdenes de apoyar la plaza. Iturbide giró órdenes a José Antonio de Echevárri para interceptar al contingente realista, a quien además, se unieron las fuerzas del coronel Arlegui de Chichimequillas, del teniente coronel Gaspar López de San Miguel el Grande y de Juan José Codallos de San Juan del Río.[384]​ El día 20, en las inmediaciones de San Luis de la Paz, Echávarri se reunió con los realistas para entablar un diálogo de paz. Mientras tanto, nuevas tropas trigarantes al mando de los coroneles Moctezuma, Anastasio Bustamante y de Juan Domínguez llegaron a la plaza.[385]​ El día 23, San Julián y Bracho depusieron las armas en San Luis de la Paz, las fuerzas del Trigarante sumaban diez mil hombres en la zona.[386]​ Cuando el brigadier Luaces se enteró que no recibiría refuerzos, decidió atrincherarse en el convento de la Cruz de Querétaro, pero el día 27 se rindió sin ofrecer resistencia. En ese lugar, Iturbide eximir del impuesto de alcabala a los indígenas.[387]

El jefe máximo del Trigarante ordenó a Vicente Filisola dirigirse al Valle de Toluca, la zona estaba resguardada desde Lerma por el coronel realista Ángel Díaz del Castillo, quien al enterarse del avance emprendió su marcha a la ciudad de Toluca con una tropa de ochocientos hombres. El día 18 de junio los realistas fueron rodeados, se entabló una batalla en la que murieron trescientos realistas, entre ellos el mayor Ramón Puig, así como quince trigarantes.[388]

En Perote, Antonio López de Santa Anna había mantenido sitiadas a las fuerzas realistas del comandante Agustín de la Viña en la Fortaleza de San Carlos. El día 11, el coronel realista Samaniego rompió el sitio obligando a Santa Anna a replegarse a La Hoya. José Joaquín de Herrera se reunió con Santa Anna, decidieron que el primero se dirigiría a Puebla y el segundo a Veracruz para cortar los suministros a las fuerzas realistas. El 29 de junio, Santa Anna mantuvo un combate de poca importancia en el baluarte de Santa Bárbara en el cual fue rechazado. El día 4 de julio se trasladó a Casa Mata, en donde planeó tomar el baluarte de la Merced, el día 7 tomó por asalto los baluartes de Santa Lucía y Santa Bárbara.[389]​ Alentado por el resultado, decidió marchar a la Escuela de Práctica de artillería y el baluarte de Santiago, así como tomar el cuartel de Fijo defendido por el coronel José Rincón. Durante la batalla un fuerte aguacero cayó en la región, las municiones de los trigarantes se mojaron y en consecuencia la acción militar fue un desastre. Los soldados del realista García Dávila causaron más de cien bajas a los asaltantes. Santa Anna se vio forzado a replegarse a Córdoba, [390]​ desde donde envió un expedición a Puente del Rey para cortar un posible avance de los realistas hacia Xalapa.[391]

En la Ciudad de México las noticias de las derrotas realistas provocaron indignación, como resultado, una conjura para deponer al jefe político superior de Nueva España Juan Ruiz de Apodaca se llevó a cabo. El 5 de julio, fueron detenidos los coroneles Francisco Javier Llamas y Blas del Castillo y Luna jefes del regimiento Órdenes Militares y del batallón Castilla, estos cuerpos militares, que fueron aumentados en número rápidamente, rodearon el palacio virreinal. Las fuerzas conspiradoras dirigidas por el teniente coronel Francisco Buceli así como los capitanes Lara, Llorente, Carballo y Béistegui irrumpieron en el salón donde se encontraba reunido Apodaca con los jefes militares Liñán, Novella, Espinosa Tello, y Sociats.[392]​ Los amotinados pidieron la renuncia de Apodaca, a pesar de las protestas del mariscal Liñán y después de discutir varias alternativas, el jefe superior político cedió el puesto a Francisco Novella. El nuevo jefe continuó el alistamiento forzoso y nombró comandante militar de México al coronel González del Campillo.[393]

Entretanto, Nicolás Bravo había realizado una campaña por Zacatlán, Tulancingo, San Cristóbal y Pachuca,[394]​ con una fuerza de cuatro mil hombres se reunió el 1 de julio con el ex insurgente Manuel Mier y Terán en Cholula, el objetivo era avanzar sobre la ciudad de Puebla. La plaza estaba resguardada por Ciriaco del Llano, acudió en su ayuda, el coronel José Morán quien se desplazó desde San Martin Texmelucan.[395]​ El 6 de julio, los sitiados realizaron un infructuoso avance contra los trigarantes. Las fuerzas trigarantes aumentaron en número con el apoyo de José Joaquín de Herrera, el 8 comenzaron las negociaciones de paz, pero fue hasta el 17 cuando finalmente se convino un armisticio. El coronel realista Epitacio Sánchez procedente de Querétaro avanzó con un grupo de caballería de quinientos hombres hasta San Martin Texmelucan. Iturbide ordenó avanzar varias divisiones comandadas por Quintanar y Bustamante hacia la Ciudad de México para comenzar a cercarla, por su parte y al mando del regimiento de Celaya, se desplazó desde Arroyo Zarco hacia Cuernavaca en donde realizó una proclama a la población el día 23 de julio:[396]

«Ya no sufriréis el yugo de los opresores, cuyo lenguaje es el insulto, el artificio y la mentira, y cuya ley está cifrada en su ambición, venganzas y resentimientos. La Constitución española en la parte que no contradice á nuestro sistema de independencia, arregla provisionalmente nuestro gobierno, mientras que reunidos los diputados de nuestras provincias dictan y sancionan la forma que más convenga para nuestra felicidad social.»
Agustín de Iturbide, 23 de julio de 1821.[396]

El jefe máximo del Trigarante se dirigió a Cholula, el día 28, Ciriaco del Llano concertó la capitulación de Puebla a través de los coroneles Horbergoso y Samaniego. El día 2 de agosto, Iturbide entró triunfalmente a Puebla, que era considerada la segunda ciudad en importancia de Nueva España, fue bien recibido por el obispo Antonio Joaquín Pérez. Mier, Bravo y Herrera que habían realizado la campaña militar, se vieron opacados ante los gritos de la población que decían: "¡Viva Agustín I!".[397]

En Monterrey, el brigadier realista Joaquín Arredondo concentró sus fuerzas militares, desde ahí ordenó traer el tesoro que se encontraba en Saltillo, sin embargo el tesorero se negó a obedecer. Arredondo comisionó al capitán Nicolás del Moral para hacer cumplir la orden y arrestar al tesorero. En lugar de obedecer la orden realista, el 1 de julio al llegar a Saltillo, Del Moral proclamó el Plan de Iguala. El 3 de julio, Arrendondo comprendió que la resistencia sería inútil, entregó el mando a Gaspar López y se marchó a Tampico en donde se embarcó hacia La Habana.[398]

En Oaxaca el presbitero y antiguo insurgente José María Sánchez tomó las armas y se dirigió a Tehuacán, mientras que el teniente coronel Pedro Miguel Monzón ocupó Teotitlán. El antiguo capitán realista Antonio de León se unió al Plan de Iguala, entró en Tezontlán para avanzar de inmediato a Huajuapan, desde ahí entabló comunicación con el teniente coronel Antonio Aldao quien defendía la plaza de Yanhuitlán, al no convencer a este último, el lugar fue sitiado durante ocho días. El 14 de julio, el coronel realista Manuel de Obeso acudió en ayuda de los sitiados acercándose a Huitzo.[398]​ El 17 de julio, León realizó un ataque infructuoso a Huitzo, pero logró a cambio la capitulación de Yanhuitlán. El 25 de julio, con un numeroso contingente de mixtecos y doscientos cincuenta hombres de caballería dirigidos por Francisco Miranda, emprendió un nuevo ataque contra el destacamento que había quedado en Huitzeo, el cual fue arrollado. Obeso se encontraba en Etla, ahí fue atacado por fuego de artillería durante más de tres horas, después de las cuales, solicitó parlamento y rendición. De esta forma, el 30 de julio, los trigarantes y el grupo de mixtecos entraron sin resistencia a la ciudad de Oaxaca. Poco después, la independencia fue proclamada en Villa Alta por Nicolás Fernández del Campo y en la Costa Chica por el teniente coronel Reguera.[399]

Tratados de Córdoba[editar]

Durante su estancia en Puebla, Iturbide fue notificado del desembarco en San Juan de Ulúa de Juan de O'Donojú. El recién nombrado capitán general y jefe político superior de Nueva España, había salido de Cádiz el 30 de mayo en el navío Asia acompañado de un convoy de tropas destinadas a Puerto Cabello, lugar en donde había hecho escala previamente.[400]​ O'Donojú había conspirado contra el primer régimen absolutista de Fernado VII. En 1821, fue jefe de armas en Sevilla y acaudilló el movimiento para la restauración constitucional. Una vez restablecida la Constitución fue nombrado jefe político de Sevilla, poco después fue recomendado por los diputados novohispanos —especialmente por Miguel Ramos Arizpe— para sustituir a Juan Ruiz de Apodaca.[401]

El 3 de agosto, O'Donojú pasó a la ciudad de Veracruz en donde tomó posesión de su cargo y se le rindieron los honores por parte del general García Dávila. En su discurso dejó muy en claro ser un liberal de claras y rectas intenciones para el país.[402]​ De inmediato se le confirmó que a excepción de la Ciudad de México, Veracruz, Durango, Chihuahua, Acapulco y la fortaleza de San Carlos de Perote, el resto de la Nueva España se encontraba libre del dominio español. Ese mismo día, dirigió una proclama a los habitantes en la que reiteraba la rectitud de sus intenciones, increpaba la precipitación del movimiento que se había adelantado a la resolución de las Cortes y pedía que se le aceptase a prueba su mando, señalando estar dispuesto a renunciar si el pueblo elegía a otro jefe.[403]​ O´Donojú giró instrucciones para detener las hostilidades por parte de los realistas, el día 5 de agosto, envió al teniente coronel Gual y al capitán Pedro Pablo Vélez con dos cartas dirigidas a Iturbide, en las cuales confirmaba estar enterado de la situación que imperaba en la provincia, manifestándole además el deseo de reunirse para dialogar.[404]​ El día 11, Iturbide envió la respuesta afirmativa a O'Donojú, el lugar del encuentro sería Córdoba para lo cual dispuso que una escolta acompañara al recién llegado, por otra parte se dirigió a Texcoco, desde donde envió un comunicado a Novella así como las proclamas publicadas por O'Donojú. Novella solicitó un armisticio y permiso de enviar al coronel Castro, al teniente Castillo y Luna y al capitán Carballo para encontrarse con O'Donojú, Iturbide negó el permiso y de inmediato se dirigió a Córdoba, lugar al que llegó la noche del 23 de agosto.[405]

El 24 de agosto de 1821 Iturbide se reunió con O'Donojú, después de oir misa, se firmaron los Tratados de Córdoba, entre los artículos principales destacan:[406]

I. Esta América se reconocerá por nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo "Imperio Mexicano".
II. El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.
III. Será llamado a reinar en el Imperio mexicanao (previo juramento que designa el artículo 4° del plan), en primer lugar el señor don Fernando VII, rey católico de España; y por su renuncia o no admisión, su hermano el serenísimo señor infante don Carlos; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor infante don Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor don Carlos Luis, infante de España, antes heredero de Etruria, hoy de Luca; y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designen.
VI. Se nombrará inmediatamente, conforme al espíritu del Plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que estén designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad y facultades que les conceden los artículos (del propio Tratado).
VII. La junta de que trata el artículo anterior, se llamará Junta Provisional Gubernativa.
XII. Instalada la Junta Provisional gobernará interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se oponga al Plan de Iguala y mientras las Cortes formen la constitución del Estado.

En la Ciudad de México, Novella había ordenado encarcelar a algunos simpatizantes de la independencia, entre ellos al padre Villaseñor, al franciscano Guisper y al presbítero Casanova entre otros. El 25 de julio Gabriel de Armijo, Húber, el brigadier Melchor Álvarez y el coronel Concha habían regresado, de esta forma el cuerpo de efectivos en la guarnición era de cinco mil hombres.[407]​ Quintanar, Bustamante y otros jefes del Trigarante rodearon a la capital ocupando Chalco, Ixtapaluca, Tepotzotlán, Huehuetoca y Cuautitlán. Las fuerzas de Novella se distribuyeron en Tacuba, Tacubaya, Mixcoac, Coyoacán y el Peñón.[408]

A pesar de la vigencia del armisticio, la cercanía de las tropas propició un encuentro el 19 de agosto, conocido como la Batalla de Azcapotzalco. El capitán trigarante Velázquez realizó un avance de reconocimiento en Tacuba durante el cual sostuvo un tiroteo con tropas realistas, quienes defendieron el paso de un puente situado entre Tacuba y Azcapotzalco y fueron obligados a abandonarlo. Anastasio Bustamante acudió en ayuda de la columna de Acosta y juntos se dirigieron a la hacienda de Santa Mónica. La tropa realista al mando del teniente coronel Buceli y del coronel Manuel de la Concha iniciaron la persecución de los independentistas atacando su retaguardia. El enfrentamiento se prolongó hasta la noche, Bustamante ordenó la retirada.[408]​ Como resultado, en el encuentro murieron doscientos realistas y doscientos trigarantes, entre estos últimos el ex insurgente Encarnación Ortiz. Enardecidos, los independentistas pasaron por las armas al teniente realista Vicente Gil que había sido hecho prisionero durante el combate. Los realistas abandonaron sus puestos de avanzada y se replegaron a la ciudad.[409]

Santa Anna envió al capitán Juan Nepomuceno Fernández, al frente de cuatorcientos hombres, hacia Acayucan y Coatzacoalcos. El avance llegó hasta Villahermosa, Huimanguillo, San Antonio y Cunduacán, lugares en donde se proclamó la independencia el 31 de agosto. Durante la misma fecha, el antiguo realista Llorente hizo lo mismo en Túxpam. El día 26 de agosto, el mariscal de campo y comandante general de las Provincias Internas de Occidente, Alejo García Conde había proclamado la independencia en la ciudad de Chihuahua.[409]

En Durango, José de la Cruz se había atrincherado con mil hombres del brigadier Diego García Conde. El trigarante Pedro Celestino Negrete llegó a la zona el 4 de agosto y solicitó la rendición a los realistas explcándoles la situación que reinaba en Nueva España. La respuesta fue negativa, el día 14, Negrete insistió con una nueva carta señalando que su tropa ascendía a más de dos mil seiscientos efectivos.[409]​ Los realistas solicitaron un armisticio, pero no para negociar la rendición sino para saber el sesgo que tomaban los asuntos en la capital. El gobernador militar Diego García Conde nuevamente rehusó la capitulación, por tal motivo, Negrete decidió atacar la plaza, el asalto comenzó el día 29, al día siguiente Negrete fue herido por una bala de fusil en el rostro, la cual le destrozó las mandíbulas superiores.[410]​ Finalmente, el 31 de agosto, los realistas agitaron una bandera blanca en la torre de la catedral, se confirmó la capitulación y el día 6 Negrete acompañado de sus hombres entró a la ciudad. José de la Cruz se dirigió al puerto de Veracruz para embarcarse con rumbo a España.[411]

Entrevista de O'Donojú, Novella e Iturbide en Tacubaya el 13 de septiembre de 1821.

O'Donojú envió una copia de los tratados a Novella, quien al recibirlos en la capital, celebró una junta general de guerra a la cual asistieron el arzobispo Fonte, el doctor Guridi y Alcocer y Juan Bautista Lobo de la diputación provincial, los miembros del Ayuntamiento Juan Acha y Francisco Manuel Sánchez de Tagle, los canónigos Bucheli y Matías de Monteagudo, los oidores de la Audiencia Yáñez y Osés, el conde de la Cortina representante del Consulado de México, algunos otros civiles y los altos jefes militares. Se argumentó que O'Donojú no tenía facultades para firmar los tratados, los cuales debían ser ratificados por el Congreso y que contradecían a las primeras proclamas hechas en Veracruz, se concluyó que el jefe político superior debería acudir a la capital para explicar su postura. Fueron comisionados el doctor Alcocer y el coronel Castillo y Luna para notificar de forma personal a O'Donojú la resolución de la junta.[411]

El 5 de septiembre, Iturbide estableció su cuartel general en Azcapotzalco, el Ejército Trigarante estaba conformado por dieciséis mil hombres. El día 10 distribuyó la fuerza militar en tres frentes, el de la vanguardia quedo al mando de Morán —marqués de Vivanco— que fue apoyado por Vicente Guerrero y se situaron al norte de la ciudad, el frente del centro se ubicó en el poniente bajo las órdenes del brigadier Luaces y del coronel Anastasio Bustamante y el frente de la retaguardia que se instaló en el oriente del Valle de México bajo las órdenes de los coroneles Quintanar y Barragán. Iturbide nombró al brigadier Melchor Álvarez —quien acababa de abandonar a los realistas— como su jefe de Estado Mayor, secundado por los coroneles Joaquín Parres, Ramón Parres y Juan Davis Bradburn.[412]

El 7 de septiembre, Novella solicitó un armisticio para poder entablar un diálogo con O'Donojú. Los comisionados presentaron la resolución de la junta a O'Donojú solicitándole a la vez que éste debería reconocer a Novella con carácter de jefe político superior. La respuesta de O'Donojú fue negativa, incluso se aludió la violenta y criminal destitución de Apodaca.[412]​ Novella decidió entregar el mando a O'Donojú, siempre y cuando este último lo recibiese con su carácter de capitán general, puntualizando que si el recién llegado traía instrucciones para hacer la independencia, podría actuar en consecuencia sin oposición de su parte. O'Donojú irritado, contestó que no reconocía la autoridad legítima de Novella, la cual le había sido usurpada a Apodaca. Ambas partes accedieron a reunirse en Tacubaya el 13 de septiembre, junta a la que asistió Iturbide. Después de dos horas de reunión a puertas cerradas, Novella en compañía de miembros del Ayuntamiento y de los diputados provinciales, dieron por válido el nombramiento de O'Donojú. El armisticio se prorrogó hasta el día 16, los participantes de la junta regresaron a sus respectivos cuarteles.[413]

Entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, firma del acta de independencia[editar]

Entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.

El día 15 de septiembre en la Ciudad de México, Novella hizo público el reconocimiento de O'Donojú, se nombró al mariscal de campo Liñán encargado del mando militar y del mando político al intendente Ramón Gutiérrez del Mazo. Se liberaron de la cárcel a los simpatizantes de la independencia, se restableció la libertad de prensa y se suprimió la necesidad de pasaportes para entrar y salir de la ciudad. El día 16 de septiembre en Tacubaya, O'Donojú anunció la terminación de la guerra. El mismo día, Iturbide publicó una proclama dirigida a la guarnición de la capital, exhortándola a reparar con servicios importantes los males que se hubiesen causado e invitándo a toda la población a reunirse bajo las banderas de la libertad para que participasen de los beneficios de la victoria.[414]

La Península de Yucatán era gobernada por un capitán general, el cual dependía en lo judicial del virreinato de la Nueva España y había permanecido a la expectativa. El 15 de septiembre, el capitán Juan María Echéverri enterado de los movimientos independentistas de Tabasco, convocó en Mérida a la diputación provincial y al ayuntamiento, en consecuenia se declaró de forma unánime la independencia de la Capitanía General de Yucatán. Se designaron al coronel Juan Rivas Vértiz y al abogado Francisco Antonio Tarrazo para presentarse ante Iturbide y O'Donojú. Durante la primera quincena de septiembre, la provincia de Chiapas perteneciente a la Capitanía General de Guatemala declaró su independencia, el intendente Juan Nepomuceno Batres juró el Plan de Iguala. Los habitantes de Chiapas manifestaron su interés por incorporarse al Imperio mexicano.[414]

Asistieron a Tacubaya para reunirse con O'Donojú e Iturbide, el gobernador de la mitra de Michoacán Manuel de la Bárcena, el oidor José Isidro Yáñez, el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez, miembros de la diputación provincial, del Ayuntamiento de México, así como miembros de la aristocracia de Nueva España que habían sido contrarios a la revolución iniciada por el Grito de Dolores. Iturbide escogió a los treinta y ocho integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, casi todos notables por su posición social, por sus riquezas y títulos. Con la excepción del coronel Anastasio Bustamante, que se había unido al Trigarante seis meses antes, el resto de habían sido fervientes sostenedores de la dominación española, ninguno de los antiguos insurgentes fue llamado a participar en la Junta.[415]Guerrero, Bravo, López Rayón, Victoria, Verduzco y Quintana Roo fueron omitidos para participar. Los días 22 y 25 se septiembre los miembros celebraron dos juntas preparatorias, mientras tanto, los cuerpos expedicionarios abandonaron la ciudad. El día 23, José Joaquín de Herrera al mando de los granaderos imperiales, ocupó el fuerte del Bosque de Chapultepec. El día 24, el coronel Vicente Filisola con una división de cuatro mil hombres entró a la capital, el día 26, O'Donojú fue recibido con una ceremonia.[416]​ Mediante un comunicado, Iturbide anunció la entrada del Ejército Trigarante para el día 27 y señaló que los valientes hijos de la patria habían peleado prácticamente desnudos por hacerla independiente y feliz: "¿no empeñaréis vuestra generosidad en vestir a los defensores de vuestras personas, de vuestros bienes y que os redimieron de la esclavitud?"[417]​ La ciudad respondió al llamado, enviando al cuartel general todo el vestuario que se hallaba en los almacenes y se anunció en el teatro que el producto de tres funciones sería destinado para el calzado del ejército libertador.[418]

El día 27 de septiembre de 1821 —fecha del cumpleaños de Iturbide—, la división de Filisola salió desde Chapultepec para reunirse con el grueso de las tropas en Tacuba. A las diez de la mañana, el jefe máximo del Ejército Trigarante montado en un caballo negro y seguido del Estado Mayor avanzó por el Paseo Nuevo hasta llegar a la avenida de Corpus Christi, se detuvo en la esquina del convento de San Francisco bajo un soberbio arco triunfal. Fue recibido por el alcalde más antiguo José Ignacio Ormaechea quien le entregó las llaves de la ciudad.[418]​ El paso del contingete fue vitoreado con gritos de "¡Viva Iturbide!, ¡Viva el Ejército Trigarante!, ¡Viva el emperador Iturbide!".[419]​ Fueron 16 134 hombres los que entraron a la ciudad, 7 416 infantes, 7 955 dragones, 763 artilleros con 68 cañones de diferentes calibres, entre los oficiales se encontraban Domingo Estanislao Luaces, Pedro Celestino Negrete, Epitacio Sánchez, José Morán, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante, José Joaquín Parrés, José Antonio Echávarri, José Joaquín Herrera, Luis Quintanar, Miguel Barragán, Vicente Filisola, José Antonio Andrade, Felipe de la Garza, Manuel de Iruela, Antonio López de Santa Anna, Gaspar López, Mariano Laris y Juan José Zenón Fernández; la mayor parte del ejército estaba formada por la tropa de ex virreinales que se habían adherido al Plan de Iguala, solo una mínima parte eran ex insurgentes del Sur.[420]​ Al terminar el desfile, O'Donojú, Iturbide y una numerosa comitiva se dirigieron a la Catedral de México en donde se entonó el Te Deum, después el caudillo emitió una proclama a la población.[421]

«Mexicanos: Ya estáis en el caso de saludar a la patria independiente como os anuncié en Iguala; ya recorrí el inmenso espació que hay desde la esclavitud a la libertad, y toqué los diversos resortes para que todo americano manifestase su opinión escondida..[..]..Ya me veis en la capital del imperio más opulento sin dejar atrás ni arroyos de sangre, ni campos talados, ni viudas desconsoladas, ni desgraciados hijos que llenen de maldiciones al asesino de su padre; por el contrario, recorridas quedan las principales provicias de este reino, y todas uniformadas en la celebridad han dirigido al ejército trigarante vivas expresivos y al cielo votos de gratitud..[..]..Se instalará la Junta; se reunirán las Cortes; se sancionará la ley que debe haceros venturosos, y yo os exhortó a que olvidéis las palabras alarmantes y de exterminio, y sólo pronunciéis unión y amistad íntima...»
Agustín de Iturbide, 27 de septiembre de 1821.[421]

El día siguiente a las nueve de la mañana, la Junta Provisional Gubernativa conformada por treinta y ocho miembros nombrados previamente por el propio Iturbide, se reunió en el salón de acuerdos del recién nombrado Palacio Imperial.[422]​ Después de un discurso inaugural pronunciado por Iturbide, se declaró formalmente instalada la Junta Gubernativa,[423]​ acto seguido, los integrantes se dirigieron a la Catedral para jurar el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba. Después del juramento, se eligió por unanimidad como presidente de la Junta a Agustín de Iturbide. Después de la celebración de otra misa, se citó una reunión para las nueve de la noche, en la cual se llevó a cabo la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano, cuyos participantes fueron Antonio Joaquín Pérez Martínez, obispo de la Puebla de los Ángeles; Juan de O'Donojú, teniente general de los ejércitos españoles, Juan Orbegoso, coronel de los ejércitos nacionales; Pedro José Romero de Terreros, Conde de Jala y Regla, Marqués de San Cristóbal y de Villa Hermosa de Alfaro, gentil hombre de cámara con entrada y capitán de albarderos de la guardia del Virrey; Anastasio Bustamante, coronel del Ejército de Dragones de San Luis, y por los miembros de la Regencia del Imperio mexicano: Agustín de Iturbide, presidente; Juan O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yañez y Manuel Velásquez de León (segundo, tercero, cuarto y quinto regente, respectivamente). [424]

Junta Provisional Gubernativa[editar]

La Junta constituyó una Regencia de cinco miembros la cual ejercería el Poder Ejecutivo: Iturbide como presidente, O'Donojú, el doctor Manuel de la Bárcena, Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León, quien había sido secretario del virreinato.[425]​ Al darse cuenta que en Iturbide habían recaído ambas presidencias y que esto era incompatible, se eligió como presidente de la Junta al obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez. De esta forma el Poder Ejecutivo residió en la Regencia y el Poder Legislativo en la Junta.[426]

La Junta declaró que el puesto de primer regente no era incompatible con el puesto de jefe del ejército, de esta forma nombró a Iturbide generalísimo de armas de mar y tierra del imperio o generalísimo almirante con un sueldo de 120 000 pesos anuales, un millón de capital, veinte leguas cuadradas de terreno en Texas y el tratamiento de Alteza Serenísima. A su padre José Joaquín Iturbide, se le concedieron los honores de regente y cuando la regencia cesase sería consejero de Estado.[427]​ Iturbide renunció al sueldo correspondiente del 24 de febrero al 28 de septiembre y cedió 71 000 pesos, para sanear las necesidades del ejército.[427]

Mientras en la Ciudad de México, se realizaron las primeras acciones del nuevo imperio, en las provincias se llevaron hubo manifestaciones de júbilo. Los últimos realistas que rechazaron la independencia se econtraban en Acapulco, Perote y Veracruz. Antonio López de Santa Anna llevó a cabo las acciones militares que lograron la capitulación del Castillo de Perote el 9 de octubre. Isidro Montes de Oca designó al coronel Juan Álvarez para lograr lo misma tarea en el Fuerte de San Diego de Acapulco, la plaza se rindió el 15 de octubre. En Veracruz, el general José García Dávila prefirió mantenerse bajo la tutela del antiguo régimen. Dávila ofreció varias veces entregar la plaza a Santa Anna, pero durante la noche del 26 de octubre, el jefe español, decidió resguardarse con su tropa y armamento en la fortaleza de San Juan de Ulúa, este fue el último reducto español que resistió y capituló hasta el 18 de noviembre de 1825. Sin embargo, Manuel Rincón, gobernante interino de Veracruz levantó una acta de adhesión al plan de independencia.[428]

Consecuencias (1821-1829)[editar]

Reacciones del gobierno de España[editar]

El gobierno español y Fernando VII negaron legitimidad de la independencia de sus colonias americanas.

Fueron varios los intentos de reconquista en México por parte de los españoles, el último de ellos fue en 1829 cuando el general Isidro Barradas y el almirante Ángel Laborde partieron de Cuba con casi 4000 soldados y 19 embarcaciones, se dirigieron el 5 de julio a México, con la intención de reconquistar nuevamente el territorio.

Arribaron el 26 de julio a Cabo Rojo, cerca de Tampico, pero el general Antonio López de Santa Anna coordinó la defensa y finalmente derrotó a los españoles en la Batalla de Pueblo Viejo (hoy Villa Cuauhtémoc), el 11 de septiembre del mismo año.

Fue hasta el 28 de diciembre de 1836 cuando se realizaron negociaciones de paz y reconciliación, firmándose el tratado de reconocimiento de la Independencia de México.

Firmaron por parte del gobierno español, María Cristina de Borbón viuda de Fernando VII y José María Calatrava, y por parte del gobierno mexicano, Miguel Santa María y el presidente en turno José Justo Corro.

Galería de imágenes[editar]

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. Los insurgentes y su comandante Guerrero se subordinan a la dirección de Iturbide en el Abrazo de Acatempan.
  2. Wobeser, 1993: 135-146.
  3. Patch, 2003: 46-59.
  4. López Beltrán, 2008: 303.
  5. Villoro, 2009: 491
  6. Muñoz, 1986: 151-152.
  7. Del Valle Pavón, 2003: 652-653.
  8. Del Valle Pavón, 2003: 656.
  9. Núñez, 1989: 22-32.
  10. Villoro, 1989: 594.
  11. Marichal, 1999.
  12. Fernando Benítez (1996: 164) dice que "Hidalgo afirmaba que su movimiento había sido para defender la religión católica y la monarquía borbónica del asalto sufrido a manos de un hereje como Napoleón. Por ello incurrió en lo que ahora nos parecen grandes contradicciones. Los realistas las emplearon como poderosas armas de propaganda" . Por su parte, Gloria Delgado (2004, 118) señala —retomando a Lucas Alamán (1972: 243)— que "entre los argumentos manejados por los insurgentes estaba el que se refería a la defensa de los derechos de Fernando VII, ante el posible riesgo de que los peninsulares entegaran el territorio a los franceses, lo cual significaba a su vez la destrucción de la religión católica, dado el carácter antirreligioso adoptado por la Revolución francesa de la que había surgido Napoleón". Cos (1996: 36) afirmaba en el mismo orden de cosas que "con dolor nuestro estamos mirando en la presente lid, que continuaremos hasta derramar la última gota de sangre, por el bien de la patria, por conservar estos dominios a Fernando VII y porque no sea vulnerada la religión santa que profesamos".
  13. Chust, 2007; 28
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  59. Muñoz, 1880; 77: "La alteración de la fecha en que se le conmemora [el Grito de Independencia] obedece, de acuerdo con los historiadores, a un capricho de Porfirio Díaz, quien se supone ordenó el cambio para que el festejo coincidiera con el día de su cumpleaños (15 de septiembre)."
  60. El título le fue conferido a Hidalgo por su tropa
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  394. Zárate, 1880; 726
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  400. Zárate, 1880; 734
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  402. González Pedrero, 2005; 80
  403. Zárate, 1880, 736
  404. Zárate, 1880; 737
  405. Zárate, 1880; 738
  406. Zárate, 1880; 740
  407. Zárate, 1880; 741
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  409. a b c Zárate, 1880, 743
  410. Zárate, 1880; 744
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  413. Zárate, 1880; 747
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  415. Villoro, 2009; 520
  416. Zárate, 1880; 749
  417. González Pedrero, 2005; 130
  418. a b Zárate, 1880; 750
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Bibliografía[editar]

Enlaces externos[editar]