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Historia de la Argentina
1880 - 1943
La Argentina moderna
La República Argentina en 1888.

En la Historia de la Argentina se conoce como Argentina Moderna al período comprendido entre los años 1880 y 1943, durante el cual la República Argentina tuvo un rápido crecimiento económico, poblacional y cultural.

En lo económico, se estableció firmemente una economía agroexportadora periférica del Imperio Británico, que tardaría mucho tiempo en ser abandonada.[1]​ El país tuvo un gran crecimiento económico, impulsado por la expansión de las fronteras agrícolas, la extensión de las comunicaciones y transportes, y una cierta tecnificación ganadera y agrícola.[2]​ A raíz de ese crecimiento económico se produjo también un notable aumento de la población, empujado por la inmigración de origen europeo y la mejora de las condiciones sanitarias. La población pasó de 1 877 490 habitantes contabilizados en el censo de 1869 a 4 044 911 en 1895 y a 7 903 662 habitantes en 1914; se cuadruplicó la población en 45 años.[3]

En lo cultural, la Generación del 80 ―nombre que se aplica también a la élite política y empresarial del período―[4]​ manifestó su adhesión a las corrientes literarias y artísticas europeas; si bien la producción literaria y artística se multiplicó exponencialmente; no se alcanzó a desarrollar una expresión cultural específicamente argentina,[5]​ algo que sí obtuvo el arte popular con la cultura gauchesca y sobre todo con el tango. La cultura popular estuvo signada por dos fenómenos de efecto contrapuesto: mientras el aporte inmigratorio aportaba diversidad pero diluía el principio de nacionalidad, el avance de la escolarización tendía a la unificación cultural de la población.[6]

En lo político, el período estuvo signado por el control político de los gobiernos provinciales y nacional por un conglomerado político conocido como Partido Autonomista Nacional, de ideología liberal, aunque gradualmente devenida conservadora y oligárquica.[7]​ El Partido Autonomista tenía el control completo del gobierno nacional, y controlaba casi por completo a los provinciales. La característica dominante de la acción política del período fue el control de las elecciones por el grupo dominante a través del fraude electoral, el clientelismo y los acuerdos de cúpulas políticas.[8]​ La figura política más relevante del período fue el general Julio Argentino Roca, que presidió el país durante doce años y dominó el partido en el gobierno al menos otros doce, extendiendo su liderazgo indiscutido durante dos tercios de los 36 años que duró el período conservador.[9]

El comienzo del período se establece en el año 1880, año en que se produjo el último hecho de armas de las guerras civiles que azotaron al país durante dos tercios del siglo XIX,[10]​ se solucionó la "cuestión capital" que dividía a la capital de las provincias interiores con la federalización de Buenos Aires[11]​ y asumió su primera presidencia el general Roca. El año anterior, este había comandado la Conquista del Desierto, una ambiciosa y discutida serie de campañas militares contra varias naciones indígenas, calificadas como genocidio por parte de la historiografía,[12][13][14][15]​ llevadas a cabo entre 1875 y 1885, que incorporaron al territorio argentino gran parte de la Patagonia y la región chaqueña.[16]

El final del período se establece generalmente en 1916, año en que llegó al poder la Unión Cívica Radical, que desplazaría a los conservadores del poder por largo tiempo, gracias a la implementación de la ley de sufragio obligatorio y secreto.[8]

Antecedentes[editar]

La independencia y el período de las guerras civiles[editar]

La Revolución de Mayo de 1810 dio inicio a la que llegaría a ser la República Argentina.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata habían obtenido su independencia del Imperio Español en el año 1810 y la habían sostenido exitosamente hasta su declaración formal en el año 1816. Sin embargo, su organización política sufrió un largo período de declinación causada por el enfrentamiento entre federales y unitarios, al punto que no existió ninguna autoridad nacional universalmente reconocida entre los años 1820 y 1852, y las dos constituciones sancionadas en los años 1819 y 1826 fueron desconocidas por la mayor parte de las provincias.[17]

Durante ese período se produjo una transformación profunda de la estructura económica del país: las regiones otrora más prósperas, tales como el noroeste, Cuyo y el noreste —cuyas economías eran motorizadas por el intercambio comercial con el Alto Perú, Chile y Paraguay respectivamente— vivieron una marcada declinación debido al proceso independentista y a la competencia de los productos industriales de origen mayoritariamente británicos con sus producciones artesanales e industriales. Paralelamente, el Litoral argentino —cuya importancia económica durante el Virreinato del Río de la Plata había estado limitada a la actividad mercantil y la administración pública— experimentó los efectos de una rápida valorización de los productos ganaderos, especialmente carne en forma de tasajo y cueros, que le permitieron ponerse al frente de la economía del país.[18]​ Por otro lado, la Provincia de Buenos Aires monopolizó los ingresos de la Aduana que servía a todo el país, de modo de capturar la que era —por gran diferencia— la principal fuente de ingresos públicos.[19]​ El comercio exterior fue monopolizado por los comerciantes extranjeros, especialmente británicos.[20]

La anarquía política no era completa merced al enorme influjo que tenía el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, que manejaba las relaciones exteriores y de guerra del país ―ahora llamado Confederación Argentina― especialmente durante los casi veinte años que ese cargo fue ejercido por Juan Manuel de Rosas. Los tres pilares principales de su dominio sobre el resto del país fueron la persecución de sus enemigos políticos, el control de los recursos aduaneros y la negativa absoluta a sancionar una constitución que regularizara las relaciones entre las provincias, que seguían comportándose como estados independientes en muchos aspectos.[21]

Hasta la llegada de Rosas al poder, las guerras civiles habían castigado casi ininterrumpidamente al país, enfrentando a unitarios y federales.[10]​ Durante el gobierno de Rosas hubo muchos otros enfrentamientos, alineándose en los bandos contendientes los aliados y los enemigos de Rosas.[22]

La Organización Nacional[editar]

La derrota definitiva de Rosas en 1852 permitió la organización constitucional del país, dando inicio al período llamado Organización Nacional.[23]​ No obstante que se sancionó la Constitución Argentina de 1853, se eligió a un presidente reconocido por casi todo el país —Justo José de Urquiza— y se reunió el Congreso Nacional, los conflictos internos continuaron, entre dos bandos formados por la Confederación Argentina, por un lado, y el Estado de Buenos Aires y sus aliados del interior.[24]

El Pacto de San José de Flores inició la reunificación definitiva del país, que abandonaba sus nombres anteriores para utilizar solamente el de Nación Argentina en los documentos oficiales y el de República Argentina en su forma más usual. No obstante, la Batalla de Pavón y la disolución de la autoridad nacional que fue su principal efecto, obligaron a esperar hasta el año 1862 para ver finalmente asumir un presidente —Bartolomé Mitre— reconocido como tal por todo el país;[24]​ asumió un nuevo Congreso y, por primera vez, inició su actuación la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina y los tribunales federales de justicia.[25]​ Los federales hicieron aún varios intentos por recuperar el poder, pero a mediados de la década de 1870 desaparecieron definitivamente como partido político.[26]

La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1865 - 1870) causó un enorme costo económico y humano al país,[27]​ dejando como único saldo positivo la formación de un Ejército Argentino unificado y profesional.[28]

Durante el período de la Organización nacional, la inmigración europea —que había sido importante aunque esporádica durante la época de Rosas—[29]​ creció exponencialmente,[30]​ y en consecuencia la población aumentó rápidamente: el primer censo nacional de población contabilizó alrededor de dos millones de habitantes.[31]​ Se establecieron las primeras colonias agrícolas, principalmente habitadas por inmigrantes,[32]​ se extendió una incipiente red de ferrocarriles,[33]​ y se modernizaron los puertos del país, especialmente el de Buenos Aires.[34]​ El comercio fue liberado de trabas burocráticas y legales, y los aranceles de importación se mantuvieron muy bajos, lo que aumentó fuertemente el intercambio comercial, al mismo tiempo que se terminaban de arruinar las industrias locales;[35]​ la estructura económica quedó plasmada en una relación asimétrica y dependiente de las potencias europeas —sobre todo con Gran Bretaña— y los Estados Unidos, que vendían artículos manufacturados a la Argentina a cambio de materias primas, especialmente lana, cueros, carne salada y granos.[36]

La Conquista del Desierto fue uno de los hechos que marcaron el comienzo de la Argentina conservadora.

Terminadas la guerra contra el Paraguay y los alzamientos federales, el país pudo hacer frente a la vecindad de los indígenas del sur y del norte para eliminar la amenaza que significaba a la propiedad y la vida rurales, y al mismo tiempo para incorporar las tierras bajo control de estos a la propiedad privada por propietarios argentinos, que las incorporarían a la producción ganadera.[n. 1]​ Sucesivas campañas de represalias contra los indígenas minaron su resistencia, al tiempo que las enfermedades causaron una notable disminución de su población. Un importante avance fue el que se realizó a mediados de los años 70, con la construcción de la Zanja de Alsina. En el año 1878, el Ministro de Guerra de la Nación, general Julio Argentino Roca, consiguió la aprobación del Congreso para su proyectada Campaña al Desierto, que llevó adelante de modo sistemático y exitoso al año siguiente, permitiendo la incorporación de decenas de miles de kilómetros cuadrados al territorio nacional, al precio de la muerte de miles de indígenas y la destrucción de sus familias y comunidades.[16]

El presidente Bartolomé Mitre, llegado al poder merced a un acuerdo con gobernadores liberales —muchos de ellos llegados a su vez al poder bajo la protección de las tropas enviadas por él mismo desde Buenos Aires—[10]​ fracasó en imponer la candidatura de su sucesor en la presidencia. La alianza entre el Partido Autonomista de Buenos Aires y la mayor parte de los gobernadores llevó al gobierno a Domingo Faustino Sarmiento. Se formó de hecho una Liga de Gobernadores, que funcionaba como partido a nivel nacional, aunque únicamente para discutir las candidaturas presidenciales y para reclamar una cierta lealtad en las discusiones parlamentarias. La Liga de Gobernadores se transformó oficialmente en el Partido Autonomista Nacional a partir de la elección del presidente Nicolás Avellaneda.[37]

Obligado a negociar permanentemente con los dirigentes de la Provincia de Buenos Aires, en cuyo territorio estaba situada la capital, Avellaneda planeaba federalizar el territorio de la ciudad. Exaltados los ánimos en Buenos Aires —que pretendía mantener la preeminencia entre las provincias— la candidatura presidencial del general Roca por el PAN en el año 1880 llevó a los dirigentes porteños a la Revolución de 1880. Esta terminó con la derrota de los rebeldes, la Federalización de Buenos Aires y el reconocimiento de la victoria electoral de Roca.[38]

La Generación del Ochenta[editar]

Los hombres que llegaban al gobierno junto con Roca eran, en su mayoría, muy jóvenes; el propio Roca fue el segundo presidente más joven de la historia argentina, apenas unas semanas mayor que su antecesor. Pasadas las crisis políticas de las décadas anteriores, y consolidada la economía tras la crisis que había debido enfrentar Avellaneda, el optimismo era la sensación dominante; los grupos dirigentes, y también las clases medias, estaban convencidos del generoso porvenir que esperaba a la Argentina para los años venideros.[39]

La clase dirigente, en pleno, estaba identificada con los dueños de campos, con los estancieros; los que aún no tenían estancia, la tendrían poco después. Sus intelectuales, sus políticos y sus artistas tenían relación con el campo, y casi siempre obtenían la mayor parte de sus ingresos de él.[40]

Su ideología era una versión maximalista, extrema, del liberalismo. Seguidores de filosofías progresistas ―de raíz darwinista o spenceriana― estaban convencidos de que el progreso de la civilización y de su país sería indefinido.[41]

Estaban, además, convencidos de que el futuro de la Argentina estaba indisolublemente ligado a la economía agroexportadora. La protección arancelaria, que había gozado de cierto consenso en la generación anterior,[42]​ o cualquier otra acción gubernamental tendiente a lograr algún avance de la industria en el país, debía ser descartada de plano.[43]​ El propio José Hernández, otrora redentor literario del gaucho, anunciaba feliz que la Argentina debía ser proveedora de materias primas para Europa, mientras el Viejo Continente estaba destinado a proveer productos industriales a la Argentina.[44]

No obstante, el grupo gobernante se esforzó por reforzar la acción del Estado, tendiente lógicamente a proteger el sistema económico reinante, invirtiendo generosamente en obras públicas y en la extensión del alcance de la acción estatal en el país.[45]

Primera presidencia de Roca (1880 - 1886)[editar]

El general Julio Argentino Roca fue el primer presidente del período conservador en la Argentina.

Julio Argentino Roca asumió la presidencia el 12 de octubre de 1880, con el lema "Paz y administración". El sistema político que lo había llevado a la presidencia, y que mantuvo una notable estabilidad hasta mucho después de que la abandonara, reposaba sobre una serie de acuerdos inestables entre los gobernadores provinciales ―que controlaban las elecciones por medio del fraude electoral y el clientelismo― y el presidente, que disponía del control del presupuesto nacional a favor o en contra de las provincias y podía deponer a los gobernadores desafectos por medio de las intervenciones federales. Necesitados mutuamente, los gobernadores y el presidente llevaban a cabo continuos acuerdos que permitían a unos y otros avanzar en las políticas deseadas. En todo caso, la estabilidad de semejante sistema exigía ―en la práctica― la inexistencia de cualquier oposición; a ese objetivo apuntaban también las prácticas políticas fraudulentas.[46]

El equilibrio entre el presidente y los gobernadores era necesariamente inestable: el presidente había sido elegido por presión de los gobernadores, pero sus sucesores no podían alcanzar las gobernaciones sin el visto bueno del presidente. En última instancia, también los gobernadores eran elegidos en la práctica por el presidente.[47]

Durante su gestión se sancionó el Código de Minería de la Nación; se organizó el gobierno municipal de la nueva Capital Federal[48]​ y se fundó la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.[49]

La situación sanitaria del país no había mejorado significativamente desde la epidemia de fiebre amarilla de 1871; entre 1884 y 1887, una serie de epidemias de cólera causaron centenares de muertos en la capital y el interior.[50]

La economía en torno a 1880[editar]

Roca inició su mandato en una situación económica favorable, ya que las exportaciones aumentaban rápidamente en volumen y en valor. El sistema económico se sostenía por el intercambio de productos primarios —exclusivamente de origen agropecuario, y en gran medida generados en la región pampeana— por productos manufacturados del exterior, especialmente de Europa.[51]

El principal rubro de exportación era, por mucha diferencia, la lana de oveja; marginalmente se notaba el crecimiento de las exportaciones de granos, pero estas no serían importantes hasta la última década de ese siglo. Dos rubros que iban cediendo terreno eran los cueros y el tasajo, mientras aumentaba la exportación de ganado en pie hacia los países vecinos. A principios de esa década se inició la exportación de carne congelada, pero no sería hasta la década siguiente que esta reemplazó a la lana como principal renglón de las exportaciones.[52]

Pero la situación financiera del estado y de los particulares no permitía aprovechar rápidamente estas circunstancias, de modo que acudió masivamente al crédito, especialmente a empréstitos extranjeros.[53]

El estado nacional prácticamente carecía de moneda propia, a lo que el gobierno respondió con la Ley de Moneda Nacional, que unificaba el sistema monetario argentino y permitía la emisión de moneda al Banco Nacional.[54]​ Una breve crisis económica estallada a fines de 1884 fue solucionada decretando el curso forzoso del papel moneda y tomando un nuevo empréstito externo.[55]

Gran parte de los recursos económicos fueron destinados a obras de infraestructura, tales como los ferrocarriles ―cuya extensión pasó de 2516 a 6161 km durante su mandato―[56]​ y los edificios públicos. Pero una parte muy importante de los recursos sirvió para construir edificios fastuosos, cuyo costo estaba muy por encima de su utilidad; por otro lado, es notable que la enorme mayoría de esa inversión se hizo en Buenos Aires y la nueva capital bonaerense, La Plata.[57]​Se inició una política de créditos a los particulares, de los cuales una proporción alarmante fue a parar a manos de especuladores y hasta de deudores crónicos, que nunca los cancelarían.[58]

No obstante, la continuidad de la bonanza económica y del crecimiento de la producción agrícola ―impulsada por esa misma bonanza― permitió llevar adelante su política de inversiones sin mayores sobresaltos.[59]

Política cultural y enfrentamiento con la Iglesia Católica[editar]

El presidente Julio A. Roca inaugura el período legislativo del año 1886.

Impulsado por un laicismo exacerbado, el gobierno se esforzó por separar la Iglesia Católica del Estado: se sancionó la ley de Registro Civil y, tras la celebración del primer Congreso Pedagógico Nacional, impulsó la Ley 1420 de Educación, que establecía la obligatoriedad y gratuidad de la educación primaria, además de que esta debía ser de carácter laico, prohibiéndose a las escuelas públicas impartir educación religiosa.[60]

Un duro enfrentamiento con el Nuncio Apostólico, monseñor Luigi Matera, que se oponía a estas reformas, terminó con la expulsión de este y la ruptura de hecho de las relaciones con la Santa Sede.[61]​ Como respuesta, se formó una agrupación política católica, liderada por José Manuel Estrada, que pretendió enfrentar la hegemonía liberal y anticlerical del grupo gobernante.[62]

No obstante la resistencia de los dirigentes católicos a lo que se consideraba una serie de ataques a la religión tradicional, se realizaron grandes progresos en cuanto a la alfabetización de la población: a su llegada existían 1214 escuelas públicas en todo el país, legando a su sucesor un total de 1804; las escuelas normales, destinadas a educar maestros, pasaron de 10 a 17, el total de docentes aumentó de 1915 a 5348, y el número total de alumnos pasó de 86 927 a 180 768.[63]

Últimas campañas contra los indígenas[editar]

La Conquista del Desierto, obra de Roca pero llevada adelante bajo el gobierno de su antecesor Avellaneda, había permitido incorporar el oeste de la región pampeana y el norte de la Patagonia al territorio controlado por el estado. Restaban incorporar el resto de la Patagonia y la región chaqueña, lo que fue el principal objetivo militar del gobierno de Roca.[9]

En el norte patagónico, sucesivas campañas lanzadas contra los últimos grupos mapuches independientes, como las de 1881 y 1882, permitieron incorporar los actuales territorios de Neuquén y sur de Río Negro. Otras campañas permitieron ocupar el actual territorio de Chubut, hasta la rendición final del cacique Sayhueque, el primer día del año 1885.[16]

En el otro extremo del país, la conquista del Chaco argentino, llevada a cabo durante los años 1881 a 1889, resultó más sencilla en cuanto al número de indígenas a enfrentar, mucho menor, pero enfrentó problemas serios de abastecimiento de agua y de sanidad de los expedicionarios. La campaña más importante, llevada adelante por el Ministro de Guerra Benjamín Victorica, tuvo lugar en 1884.[64]

Aunque la conquista del Chaco no puede considerarse completa hasta los últimos años del siglo XIX, la mayor parte de la misma tuvo lugar bajo el gobierno del general Roca.[64]

Los Territorios Nacionales[editar]

En 1884 se sancionó la Ley 1.532 de Territorios Nacionales, por la cual se asignaba al gobierno federal la administración de los territorios que no pertenecieran a ninguna de las provincias y se organizaba el gobierno de las mismas; por la misma se establecieron los territorios nacionales de Misiones, Formosa y Chaco en el norte, y los de La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego en el sur. Se establecía que los mismos pasarían a ser provincias, en igualdad con las demás ya constituidas, cuando alcanzaran los 60 000 habitantes.[65]

Los nuevos territorios eran tierras de frontera, en que los habitantes se instalaban donde podían, hasta que los propietarios —que compraban sus campos en Buenos Aires— ordenaban su desalojo. La situación de los indígenas era peor: se los reunía en reducciones, pero -en muchos casos- las mismas eran vendidas en Buenos Aires, por lo que los indígenas debían mudarse, abandonando lo poco que habían podido construir.[66]

Parte de los territorios del norte estaban en manos de grandes empresas que concentraban todo el poder en sus manos: monopolizaban el comercio, pagaban la administración pública y de justicia y tenían policía y moneda propias. Tal fue el caso, por ejemplo, de La Forestal.[67]

La situación no era muy distinta en el sur, donde los estancieros monopolizaban también el comercio y la producción lanera.[68]​ La única excepción la constituía la colonia galesa del Chubut, organizada social y culturalmente al margen de la sociedad argentina, pero cuidadosamente controlada por las autoridades.[69]​ Desde 1884, tuvieron incluso su propio ferrocarril.[70]

Política exterior[editar]

El Hotel de Inmigrantes (actual Retiro), en 1880. Durante el gobierno de Roca aumentó enormemente la inmigración europea. Entre 1883 y 1884, el hotel duplicó su capacidad de alojamiento de 4000 a 8000 personas.[71]

La principal preocupación en política exterior del gobierno de Roca fue fijar los límites con Chile, que nunca habían sido fijados con precisión. A este fin se firmó en Buenos Aires el Tratado de Límites con ese país, del año 1881; por el mismo se establecía que "La línea fronteriza correrá en esa extensión por las cumbres más elevadas de dicha Cordillera que dividan las aguas y pasará por entre las vertientes que se desprenden a un lado y otro..." hasta el paralelo 52 Sur; a partir de allí se fijaba que el Estrecho de Magallanes sería enteramente chileno, que sólo una fracción de la isla Grande de Tierra del Fuego pertenecería a la Argentina, y que las islas ubicadas al sur del canal de Beagle hasta el cabo de Hornos pertenecerían a Chile.[72]

Si bien el tratado resultó un evidente avance, quedaban varios temas sin resolver; el primero era el de determinar los límites en las extensas áreas en que las “cumbres más elevadas” no coincidían con la divisoria de aguas.[73]​ El segundo surgió como consecuencia de la Guerra del Pacífico, durante la cual Chile ocupó la Puna de Atacama, que hasta entonces había pertenecido a Bolivia; los límites entre ese territorio y la Argentina no habían sido determinados aún, y no podían ser acordados siguiendo el tratado de 1881 por incluir amplias cuencas endorreicas. Se generó así un nuevo conflicto, que no se resolvería hasta el año 1898.[74]

En virtud del Tratado, correspondía a la Argentina una parte de la isla Grande de Tierra del Fuego. Una expedición, al mando de Augusto Lasserre, visitó esa región en octubre de 1883, ocasión en que compró al misionero británico Thomas Bridges sus instalaciones sobre el canal de Beagle, fecha en que se considera que quedó fundada la ciudad de Ushuaia.[75]​ Poco después se inició el poblamiento del norte de la isla, preferentemente por buscadores de oro, entre los cuales sobresalió Julio Popper, un poderoso empresario que llegó a tener policía y moneda propias.[76]

También en relación con este tratado, la Argentina procuró asegurarse la posesión de los valles más ricos de los Andes patagónicos; el gobernador del Territorio Nacional del Chubut, Luis Jorge Fontana, ocupó el Valle 16 de Octubre, donde fundó la ciudad de Esquel junto a los colonos galeses, en el mes de octubre de 1885.[77]

Dos años después del final de la presidencia de Roca se fijaron las normas por las que se reglaría la delimitación exacta de la línea divisoria, allí donde ambas partes estuvieran de acuerdo.[78]​ Los avances en la demarcación fueron muy lentos.[79]

En cuanto a las relaciones con Europa, el gobierno prácticamente no realizó gestión alguna; todas las relaciones que se pretendían estrechar eran comerciales o de inmigración. Respecto a esta, se firmaron acuerdos con varios países para asegurar la continuidad del flujo inmigratorio hacia la Argentina. Con un decreto del año 1881 se inició la inmigración judía desde el Imperio ruso, que fue recibida con cierta hostilidad por los argentinos. En un primer momento, la inmigración judía estuvo mayoritariamente orientada a la colonización agrícola.[80]

Los inmigrantes incorporaron desde Europa los primeros sindicatos, de los que durante más de una década sólo fue importante el de tipógrafos. La fundación del Clob Vörwarts por parte de inmigranes alemanes en 1882 dio un nuevo impulso a las publicaciones y extendió la actividad sindical a otros sectores, especialmente industriales y de la construcción; su actividad intelectual se dirigió a seguir los debates socialistas europeos.[81]​ En 1890 se fundó la primera central sindical, la Federación de Trabajadores de la Región Argentina.[82]

Las relaciones con Gran Bretaña, excelentes durante toda su presidencia, alentaron a Roca a reiniciar los reclamos argentinos por la soberanía sobre las islas Malvinas,[83]​ que habían sido iniciadas en la época de Rosas, pero no habían sido formalmente reclamadas por ningún gobierno de la época de la Organización Nacional.[84]

A fines de su mandato, el apoyo dado por su gobierno a José Miguel Arredondo durante la Revolución de Quebracho generó un breve incidente con el Uruguay, que se solucionó con la promesa —que nunca se cumpliría— de castigar a los responsables de esa ayuda.[85]

Presidencia de Juárez Celman (1886-1890)[editar]

El presidente Juárez Celman.

Pese a la carencia de competencia electoral real, los grupos dirigentes se enfrentaron acerca de la elección del sucesor de Roca. Durante un tiempo, el presidente se abstuvo de pronunciarse sobre el tema, lo que permitió al prestigioso Bernardo de Irigoyen recorrer el país en una campaña electoral encaminada a un triunfo que se consideraba seguro. Esa gira despertó fuerte resistencia en algunas provincias,[86]​ debido a lo cual Roca terminó por volcar su preferencia hacia su concuñado, el ex gobernador cordobés Miguel Ángel Juárez Celman.

Para enfrentar la candidatura de Juárez Celman se creó una heterogénea lista llamada "Partidos Unidos", que reunía a varios dirigentes descontentos con la misma, y presentaron como candidato a Dardo Rocha, que fue reemplazado a último momento por Manuel Ocampo; obtuvieron la victoria en las provincias de Buenos Aires y Tucumán, pero en el resto del país la victoria consagró presidente a Juárez Celman.[41]

Durante su gestión se sancionó y entró a regir el Código Penal.

El unicato[editar]

En los primeros años de su mandato, Juárez Celman siguió la misma política de Roca, con sus acuerdos con los gobernadores, e incluso se dejó guiar ostensiblemente por su predecesor. Sus políticas internas, económicas y externas fueron plena continuación de las de Roca.

En consonancia con los acuerdos con Chile, se firmó un acuerdo preliminar con Bolivia, que fijaba provisionalmente el límite en el paralelo 22° sur hasta el río Pilcomayo.[87]

Tras las elecciones legislativas de 1888, dejando de lado la influencia de Roca, sometiendo a su autoridad a todo el aparato burocrático del estado ―que hasta entonces estaba guiado por funcionarios que obraban con gran autonomía del presidente― y sometiendo también a varios gobernadores, Juárez Celman llevó adelante la política conocida como el Unicato, es decir, la concentración de todo el poder político y público en el presidente, en tanto que Jefe Único de la Nación y del PAN.[88][89]

Bajo el gobierno negociador de Roca, las críticas a la escasa disposición del gobierno a gobernar democráticamente habían arreciado desde varios grupos dispersos. La pretensión de Juárez Celman de eliminar las disidencias internas haciéndose nombrar Jefe Único del PAN favoreció la reunión de diversos grupos, que tomaron una postura cada vez más crítica de las formas políticas del Unicato, tanto en la prensa como en manifestaciones callejeras. Desde el punto de vista de estos críticos, la política del Unicato había llevado a un masivo desinterés de la población sobre los asuntos políticos; la población, tranquila en cuanto al ilimitado progreso económico que parecía vislumbrarse, no se interesaba en quien gobernaba, ni mucho menos en los medios que utilizara para gobernar.[88]

No obstante, la oposición no terminaría de aglutinarse en ningún movimiento político nuevo hasta que la crisis económica terminara con la sensación general de bienestar.[90]

Auge privatista y crisis económica[editar]

La especulación diaria en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires causó una crisis económica en 1890, que a su vez generó una grave crisis política.

Continuando en gran medida con el auge de la especulación comercial y bursátil de su antecesor, Juárez Celman aceleró el proceso por medio de una activa política privatista. Concedió la construcción de decenas de ramales de ferrocarril[91]​ y sancionó la Ley de Bancos Garantidos, que permitía establecer bancos provinciales y privados habilitados para emitir moneda. El resultado, combinado con la irresponsabilidad fiscal del gobierno, fue una escalada especulativa y de emisión descontrolada[n. 2]​ que llevó a su vez a un endeudamiento crónico de los bancos y al aumento de los costos financieros.[92]​ Los estados nacional y provinciales y los bancos se endeudaron rápidamente, mientras una fuerte corriente de ingresos de divisas, especialmente desde Gran Bretaña, alimentaba la burbuja especulativa.[93]​ En la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, fundada en 1885, 4000 operadores de bolsa especulaban con toda clase de papeles públicos y privados, que cada vez tenían menos respaldo.[94]

Los propios círculos dirigentes se habían contagiado del auge especulativo, y tanto el estado nacional como los estados provinciales especularon con sus propios tesoros y sus activos. En particular resultó llamativa la privatización de la empresa estatal más exitosa de la historia argentina hasta entonces, el Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, cuya venta se justificó justamente sobre la base de su superávit operativo y financiero.[95]

Pero mientras siguiera ingresando capital externo al sistema, este se sostenía y crecía a niveles inauditos: entre 1886 y 1890, la economía nacional creció un sorprendente 44 %.[96]​ Durante la década del 80, el 40 % de todos los capitales británicos invertidos en el exterior fueron invertidos en la Argentina.[97]​ La mayor parte de las inversiones externas fueron destinadas a financiar la red de ferrocarriles, que sumó otros 3800 km, rozando los 10 000 km de extensión total.[98]​ Además de los ferrocarriles, hubo también grandes inversiones en puertos, entre ellos los de Bahía Blanca, Rosario, La Plata y en Buenos Aires se inició la construcción de Puerto Madero.[99]

Los productores ganaderos estaban en pleno auge económico, con la extensión de sistemas productivos algo más modernos ―el alambrado se había extendido por todo el país, y llegaban los primeros molinos de viento para agua―[100]​ y con la incorporación de terrenos recientemente ganados al territorio indígena. Las exportaciones se diversificaron un tanto, con las exportaciones de lana, carne congelada —el primer frigorífico se había instalado en 1881— y los cereales, cuya participación en las exportaciones a fines de la década llegaron al 16 % del valor total.[101]

La situación financiera comenzó a entrar en crisis a finales de 1888, cuando quebró el Banco Constructor de La Plata. En una rápida sucesión, varias instituciones financieras debieron afrontar crisis de pagos, llevando casi a la quiebra a varios bancos extranjeros; cuando la banca Baring Brothers asumió sus errores al invertir en la burbuja especulativa en que se había convertido la Argentina, la llegada de capitales exteriores cesó por completo, iniciándose la fase más crítica de la crisis financiera de 1890.[90]

Poco después, el Estado Argentino entró en cesación de pagos y repudió las deudas contraídas por los Bancos Garantidos y las provincias, con lo que de hecho se declaró en bancarrota, de la cual solamente saldría varios años más tarde.[93]

La Revolución del Parque[editar]

Revolucionarios del Parque junto a un cañón.

El 26 de julio de 1890 se produjo un golpe de estado conocido como «Revolución del Parque» dirigido por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros, que perseguía el derrocamiento del gobierno encabezado por el presidente Miguel Juárez Celman.

El golpe fue precedido por una grave crisis económica que se había prolongado por dos años, así como denuncias de corrupción y autoritarismo por sus opositores. Se formaron una Junta Revolucionaria y una logia militar conocida como la Logia de los 33 oficiales. Entre sus líderes estaba el subteniente José Félix Uriburu que 40 años más tarde encabezaría el golpe de estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen.

El plan era que las fuerzas rebeldes se concentrarían en el Parque de Artillería y la flota bombardearía la Casa Rosada y el cuartel de Retiro. Al mismo tiempo, grupos de milicianos debían tomar prisioneros al presidente Juárez Celman, el vicepresidente Pellegrini, al ministro de Guerra general Levalle, y al presidente del senado Julio Argentino Roca, y cortar las vías de ferrocarril y telegráficas.

Ese día el levantamiento comenzó en la madrugada del 26 de julio de 1890. Un regimiento cívico armado tomó el estratégico Parque de Artillería de la Ciudad de Buenos Aires, donde hoy se levanta el edificio de la Corte Suprema de Justicia), ubicado 900 metros de la casa de gobierno y simultáneamente otros contingentes sublevados marcharon hacia allí desde otros puntos. Al mismo tiempo se sublevó la mayor parte de la escuadra naval ubicada en el puerto de la Boca del Riachuelo, al sur de la Casa Rosada, luego de un cruento enfrentamiento armado. Las tropas revolucionarias contaban con el apoyo de civiles armados organizados en "milicias cívicas". El sitio principal donde se concentraron las fuerzas del gobierno fue el Retiro, en la zona noreste de la ciudad. Allí existía un importante cuartel en el lugar en que hoy se encuentra la Plaza San Martín y la terminal de ferrocarril de Retiro, estratégica para traer las tropas ubicadas en las provincias. En Retiro se instalaron desde las 6:00 los hombres clave del gobierno: el presidente Miguel Juárez Celman, el vicepresidente Carlos Pellegrini, el Presidente del Senado Julio Argentino Roca, el Ministro de Guerra, general Nicolás Levalle, quien tomaría el mando directo de las tropas leales, y el Jefe de Policía coronel Alberto Capdevila.

Una vez que el gobierno se encontró reunido en el cuartel de Retiro, Juárez Celman salió de Buenos Aires aconsejado por Pellegrini y Roca que de ese modo quedaron a cargo del mando político.

Una vez concentradas las tropas revolucionarias en el Parque de Artillería, el general Manuel J. Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque. La gran mayoría de los historiadores atribuye la decisión a un acuerdo secreto entre Campos y Roca; este último habría fomentado la revuelta para provocar la caída del presidente Juárez Celman, pero evitando un triunfo de los rebeldes que hubiera instalado a Leandro Alem como presidente provisional.

La flota sublevada se ubicó detrás de la Casa Rosada y comenzó a bombardear al azar el cuartel de Retiro, el Cuartel de Policía y la zona aledaña al sur de la ciudad, y la Casa Rosada. La lucha continuó hasta el 29 de julio en que los rebeldes se rindieron con la condición de que no tomaran represalias con los revolucionarios. La cantidad de víctimas causadas por la Revolución del 90 nunca ha sido bien establecida. Distintas fuentes hablan desde 150 hasta 300 muertos o en forma indiscriminada de 1.500 bajas sumando muertos y heridos El 6 de agosto de 1890 Miguel Juárez Celman renunció a la presidencia y fue reemplazado por el vicepresidente Carlos Pellegrini, quien nombró como su ministro del Interior a Julio Argentino Roca, quien fue el que políticamente más se fortaleció con el golpe frustrado.

Presidencia de Pellegrini (1890-1892)[editar]

Carlos Pellegrini.

El país estaba sometido a los efectos de la crisis: los ingresos fiscales apenas alcanzaban el 70 % respecto a años anteriores, los bancos ―los que no habían quebrado, que habían sido varios― paralizados, y la moneda continuaba depreciándose. Las primeras medidas fueron destinadas a paliar la situación fiscal: encargó a un grupo de hombres de negocios suscribir un empréstito por 15 millones de pesos,[102]​ y enseguida envió a Victorino de la Plaza a Londres, a renegociar los términos y vencimiento de la deuda pública; apenas logró una moratoria de la Banca Rothschild.[103]

Simultáneamente, su Ministro de Hacienda, Vicente Fidel López, aplicó estrictas medidas de austeridad pública, empezando por la suspensión de casi toda la obra pública, y nacionalizó algunas empresas privatizadas por su antecesor, cuyos adjudicatarios eran incapaces de cumplir sus contratos.[104]​ También aumentó las tasas a las importaciones, lo que aumentó significativamente los ingresos fiscales.[105]

En 1891 creó el Banco de la Nación Argentina, de capitales mixtos, que permitió sanear el sistema financiero al ser un banco nuevo, que no cargaba con las deudas de los que habían subsistido a la crisis.[106]​ Tras un período de restricción monetaria, volvió a aumentar el dinero circulante, para no complicar las transacciones.

A fines de ese año se reiniciaron algunas obras públicas, tales como el Museo Histórico Nacional, la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini[107]​ y el Jardín Botánico de Buenos Aires.[108]

Si bien la recuperación económica no fue evidente hasta después de terminado su gobierno, los historiadores suelen considerar que fueron sus medidas económicas las que permitieron al país salir de la crisis. El otro factor crucial fue el aumento sistemático de la superficie sembrada, que compensó con creces la temporaria restricción en los precios de las carnes y cereales.[109]

Entre los efectos de la crisis y de la política adoptada para su solución, es de destacar la tendencia a la concentración empresaria: las abundantes empresas pequeñas fueron en su mayor parte absorbidas por las mayores, como ocurrió por ejemplo en el caso de los ferrocarriles.[110]

La sucesión presidencial[editar]

Durante su mandato surgieron tres partidos independientes del PAN: por un lado, el Partido Modernista, liderado por Roque Sáenz Peña. Como la principal candidatura era la de Mitre, candidato de la Unión Cívica a la presidencia, Roca se reunió con este y le prometió que el PAN le daría sus votos a cambio de unir sus listas de candidatos a diputados y senadores.[111]​ Era una jugada maestra de Roca, que proseguía la "política del acuerdo", para evitar la competencia electoral. La mayor parte de la Unión Cívica, guiada por Leandro Alem, rechazó el acuerdo; los seguidores de Mitre se separaron oficialmente de la Unión Cívica, fundando la Unión Cívica Nacional, que durante diez años continuaría con la política del acuerdo.[112]​ Por su parte, los seguidores de Alem fundaron la la Unión Cívica Radical, dirigida por Leandro N. Alem.[113]

La fórmula del triunfo parecía consolidada, pero Roca decidió no correr ningún riesgo: convenció entonces a Mitre de que ambos debían mostrarse prescindentes, y a continuación convenció al padre de Roque Sáenz Peña, Luis Sáenz Peña ―un jurista con muy escasa vocación política― de ser el candidato oficialista a la presidencia. El hijo renunció a su candidatura presidencial para no enfrentar al padre.[114]

La posición del gobierno era cada vez más sólida, pero Roca aún quería ir más allá: convenció a Pellegrini de arrestar a Alem y los principales dirigentes radicales, acusándolos de haber planeado una sangrienta revolución. Preso el candidato presidencial de la UCR, las elecciones se hicieron sin otra lista que la oficialista: Luis Sáenz Peña y José Evaristo de Uriburu fueron elegidos presidente y vice por unanimidad del colegio electoral. No hubo fraude, pero tampoco hubo realmente una elección presidencial.[n. 3][115]

Presidencia de Luis Sáenz Peña (1892-1895)[editar]

Luis Sáenz Peña.

Sáenz Peña inició su mandato convencido de que su misión era terminar de salir de la crisis; su ministro de Hacienda, Juan José Romero, decidió no contraer nuevas deudas, y renegoció las existentes en Londres en forma personal: la situación financiera obligó a los banqueros a aceptar las condiciones impuestas por Romero, que consiguió algunas quitas en el capital y un plazo algo más largo. Para mediados de 1893, la crisis podía considerarse terminada.[116]

Durante su mandato, el Ministerio de Obras Públicas logró expandir la red ferroviaria, al punto de todas las capitales de provincia —excepto La Rioja— quedaron vinculadas por los rieles. Las ciudades de Buenos Aires, Rosario y Santa Fe terminaron sus puertos, y la capital abrió la Avenida de Mayo,[117]​ que durante más de medio siglo sería la vidriera de la gran ciudad.[118]

En 1894 se sancionó la Ley 1.894, que cedía grandes porciones del Territorio Nacional del Chaco a las provincias vecinas, beneficiando especialmente a la Provincia de Santa Fe.[119]

La situación política se volvía cada día más inestable, ante la evidente incapacidad del presidente; Sáenz Peña cambió varias veces todo su gabinete de ministros, buscando infructuosamente evitar las críticas periodísticas. La situación se propagó a las provincias interiores, en varias de las cuales los gobiernos fueron derrocados, con lo que la inestabilidad se acrecentó. Sáenz Peña, cada vez más desorientado, probó todas las alianzas posibles, y finalmente —ante la inminencia de una revolución radical— nombró Ministro del Interior a Aristóbulo del Valle (co-fundador, junto a Alem de la Unión Cívica Radical). Este lo convenció de desarmar las Guardias Nacionales, con el fin aparente de evitar nuevas revoluciones, pero pocos días más tarde estalló la revolución radical de 1893.[120]

Desarmados los gobiernos de provincia, los revolucionarios —dirigidos por Hipólito Yrigoyen— lograron derrocar a varios de ellos, incluidos los de Buenos Aires, Santa Fe y La Plata, en donde se llegó a implementar un gobierno provisorio que duró nueve días; allí las tropas revolucionarias fueron ovacionadas por los pobladores de la ciudad.[121]​ Las indecisiones de Del Valle y los desacuerdos entre Alem y su sobrino Yrigoyen hicieron fracasar el movimiento, al ser vencidas sus tropas por el Ejército nacional. Pero la UCR había estado a punto de triunfar y había mostrado una capacidad de organización política inusual. Poco después moría repentinamente Del Valle, y dos años y medio más tarde se suicidaba Alem; la UCR pasó a estar controlada totalmente por Yrigoyen.[122]

Al año siguiente, la UCR intentaba, finalmente, participar en las elecciones; obtuvo el triunfo en la Provincia de Buenos Aires, aunque la alianza de roquistas y mitristas llevó al gobierno provincial a Guillermo Udaondo. En el interior, el gobierno triunfaba en todos lados gracias a un escandaloso fraude y la violencia sobre los radicales. Vencidos en las urnas, y sin perspectiva alguna de triunfar en elecciones amañadas por Roca y su círculo, los radicales se encerraron en una abstención electoral absoluta.[123]

Pero Sáenz Peña ya no controlaba ni a sus ministros, que gobernaban de acuerdo con las indicaciones de Roca y Pellegrini. Y que, a mediados de enero de 1895, presentaron sus renuncias en masa. El día 22, Sáenz Peña presentó su renuncia, que fue recibida con alivio por la opinión pública.[124]

Presidencia de Uriburu (1895-1898)[editar]

El presidente José Evaristo Uriburu.

Carente de un grupo político que lo respaldara, el nuevo presidente dependía enteramente de Roca, por entonces presidente provisional del Senado.[n. 4]​ No obstante, tenía una experiencia y un sentido político muy marcadas, que le permitieron llevar adelante un gobierno estable y respetado por todos. Una de sus primeras medidas fue una amnistía para los participantes de las dos revoluciones radicales, la cual le ganó el agradecimiento de muchos de los implicados.[125]

Durante su mandato, impulsado por un fuerte superávit fiscal,[n. 5]​ el gobierno inició una etapa de inversiones públicas. Varias obras que habían quedado detenidas desde cinco años atrás se terminaron durante su gestión.

Alejado el peligro de las revoluciones radicales ―especialmente tras las muertes de Del Valle y Alem― y terminadas todas las campañas contra los indígenas, el presidente decidió adaptar el Ejército y la Armada a las necesidades de las únicas hipótesis de conflicto posibles; esto es, a un posible escenario bélico internacional. Los cinco años de la crisis habían causado un notable retraso en la actualización del armamento de ambas fuerzas armadas, por lo que Uriburu decidió iniciar un rearme masivo, con la compra de armamento moderno y de varios buques. También ordenó la creación de la base naval de puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca.[126]

En octubre de 1895 se sancionó una ley que reglaba la obligatoriedad del servicio en la Guardia Nacional para todos los jóvenes que cumplieran 20 años. Era un paso previo al servicio militar obligatorio.[127]

Los conflictos con Chile y Brasil[editar]

La combinación de los retrasos que se observaban en la demarcación de los límites sobre la Cordillera de los Andes y las noticias sobre el rearme de las fuerzas armadas argentinas alarmaron a los sectores más belicistas de la opinión pública de Chile. El propio Ministro de Relaciones Exteriores de ese país, y su embajador en Buenos Aires participaban de las intenciones belicistas; este último llegó a aconsejar atacar a la Argentina cuanto antes, adelantándose a la llegada de nuevos buques. Pero, tras varias semanas de escalada belicista en la prensa de ambos países, cuando ya se presentía la inminencia de una guerra, el presidente chileno Errázuriz y su par argentino se pronunciaron enérgicamente a favor de la paz.[128]

Por otro lado, Uriburu ordenó a la Comisión Demarcadora de los límites de ambos países no detenerse en ningún momento: cada vez que surgiera una discrepancia, se elevaría a los peritos y la Comisión continuaría su camino, marcando los lugares donde no la hubiera; si los peritos no lograban conciliar sus discrepancias ―el perito por la parte argentina era Francisco P. Moreno― se pediría un laudo arbitral sobre ese punto al rey de Inglaterra. La demarcación de límites tomó finalmente gran velocidad.[129]

Otro conflicto que se solucionó durante la presidencia de Uriburu ―enteramente en perjuicio de la Argentina― fue el que existía con Brasil por el límite oriental del Territorio Nacional de Misiones. En 1895, el presidente estadounidense Cleveland otorgó la totalidad del territorio en disputa al Brasil.[130]

Segunda presidencia de Roca (1898-1904)[editar]

Al asumir su segunda presidencia, Roca parecía prematuramente anciano.

La condición tácita para el apoyo de Roca a Uriburu era que este no se interpusiera en las ambiciones del general de volver a ser presidente. Y eso fue exactamente lo que ocurrió: Roca organizó en todo el país acuerdos entre cúpulas y elecciones fraudulentas, que lo hicieron presidente.[131]

Todas las provincias le respondían, excepto una: la provincia de Buenos Aires, donde el control por parte de la prensa impidió el fraude y la presión sobre los electores, triunfó el radical Bernardo de Irigoyen. Pero aún esta oposición le era útil a Roca, ya esta candidatura había dividido a los radicales entre el ala que prefirió participar en las elecciones, y el ala revolucionaria dirigida por Hipólito Yrigoyen, que se aferró firmemente a la abstención. Pese a que ambos grupos compartían la sigla partidaria, desde entonces se separaron progresivamente, ya que el anciano gobernador entró en sucesivos acuerdos políticos con el roquismo.[132]

Una vez llegado al gobierno, Roca se mostró como un político indeciso y desorientado; los hechos más relevantes lo tomaban por sorpresa y sus respuestas estaban más dirigidas a desviar la atención de sus contendientes que a responder a los hechos mismos.

Su Ministro de Instrucción Pública, Osvaldo Magnasco, proyectó crear gran cantidad de escuelas técnicas y agrotécnicas, de las que hasta entonces existían muy pocas. El intento fue rechazado por el Congreso, y Magnasco debió renunciar después de haber creado apenas unas decenas de escuelas técnicas.[133]

Por iniciativa del Ministro de Guerra de Roca, Pablo Riccheri, se estableció el servicio militar obligatorio por la Ley 4031.[127][134]

También se inició una acelerada modernización del Ejército, y se adquirieron nuevas bases militares, como Campo de Mayo, con la intención de evitar que los cuarteles dentro de la Capital fueran instrumento para revoluciones militares. Se refundó el Regimiento de Granaderos a Caballo que había creado el general José de San Martín, para funcionar como escolta del presidente de la Nación.[135]

Política exterior[editar]

Los presidentes Roca y Errázuriz en el Estrecho de Magallanes.

A menos de tres meses de iniciado su gobierno, Roca emprende un viaje al sur del país; el primer paso fue una breve visita a la colonia galesa del Chubut.[n. 6]​ Siguió su navegación hasta Ushuaia, posteriormente prosiguió viaje por el canal Beagle hacia el oeste, continuando luego por el Estrecho de Magallanes hasta Punta Arenas, donde se entrevistó con el presidente Errázuriz,[136]​ en un gesto que sirvió para acelerar la resolución del litigio de la Puna de Atacama, la cual se resolvió con un laudo arbitral del presidente norteamericano James Buchanan, que este saldó el 24 de marzo de 1999.[137]​ Como consecuencia del mismo, en el año 1900 se creó el nuevo Territorio Nacional de los Andes.[138]

A continuación visitó el Uruguay y el Brasil, visitas que fueron correspondidas por los presidentes de esos países, en un intercambio sin mayores consecuencias.[139]

En 1901, por iniciativa presidencial, el gobierno reinició las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y en los años siguientes hizo varios gestos de acercamiento con la jerarquía católica.[140]

El 28 de mayo de 1902, su representante en Chile firmó con ese país los llamados Pactos de Mayo, que limitaban la carrera armamentista con ese país, y acordaba someter al arbitraje de la corona británica los diferendos limítrofes que ya se habían suscitado y los que se suscitaran en el futuro.[141]

En diciembre de 1902, el Canciller Luis María Drago inició una amplia campaña para repudiar el ataque militar por parte del Reino Unido y el Imperio alemán a las costas de Venezuela en reclamo del pago de deudas, estableciendo la Doctrina Drago, principio de aceptación universal desde entonces, que prohíbe que la deuda pública pueda dar lugar a una intervención armada, y menos aún a la ocupación material del suelo de las naciones deudoras.[142]

A principios de 1904 se firmó con Bolivia un protocolo sobre límites, que fijaba con más precisión los establecidos en 1888, pasando la localidad de Yacuiba a pertenecer a ese país. Los límites definitivos serían establecidos en 1925.[143]

También en 1904, la Argentina inició la ocupación del primer establecimiento permanente en territorio antártico, al establecer una base en las islas Orcadas del Sur.[n. 7]​ La Base Orcadas ha sido ocupada por la Argentina hasta el día de hoy, lo que podría sentar precedentes en cuanto a reclamos de soberanía sobre una parte de la Antártida.[144]

Política económica[editar]

La producción de granos reemplazó gradualmente a la ganadería ovina como pilar la economía argentina desde la crisis de 1890; en la imagen, la trilla del trigo.
La mayor parte de los granos se exportaban; en la imagen, los elevadores de granos de Puerto Madero, en Buenos Aires.

Durante los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX se produjo el rápido crecimiento de algunas provincias en una economía nacional que ―hasta entonces― había sido guiada únicamente por las producciones de la región pampeana. Así, la mejora en las comunicaciones causó una rápido incremento de la producción vitivinícola en las provincias de Cuyo,[145]​ mientras que las provincias de Tucumán y Salta podían vender más fácilmente el azúcar en las provincias litorales.[146]​ Asimismo, otras producciones como el algodón, proveniente en su mayoría del Chaco,[147]​ y la yerba mate, principal producción de Misiones,[148]​ tuvieron un explosivo aumento en este período, en que la mayor parte de los productos consumidos pasaron a ser de origen nacional. También se hicieron algunos esfuerzos para desarrollar la minería, como el cablecarril que trasladaba minerales desde el Nevado de Famatina; sus resultados serían desalentadores[149]

En cambio, la lana, que había alcanzado su precio máximo histórico en los últimos años del siglo XIX, y que había promovido una explosión ganadera en la Patagonia, inició un período de bajos precios a partir de 1900, de la que nunca se recuperaría del todo.[150]​ De todos modos, la economía ya había sufrido importantes cambios en la década anterior, dejando de girar en torno a la exportación de la lana para pasar a depender de las exportaciones de carnes vacunas —primeramente congeladas y luego enfriadas— y de granos, principalmente trigo, maíz y lino.[151]

El Ministro de Obras Públicas Emilio Civit inició una moderada reforma en la política de concesiones ferroviarias, frenando la expansión de las empresas privadas, aumentando la extensión de las líneas estatales y ejerciendo con algún rigor el control de las tarifas de las empresas británicas, que estaban conscientemente diseñadas para perjudicar las producciones locales que pudieran competir con las británicas.[152]

Pero si esa gestión tuvo un aspecto contrario a la tendencia liberal en boga, fue la única en tal sentido: la construcción del Puerto de Rosario fue concesionada a una empresa privada a cambio del 40 % de los ingresos de aduana que generara, y se permitió a algunas empresas ferroviarias privadas unificarse, conservando los privilegios de la más favorecida.[153]

La situación económica era por demás halagüeña, por lo que el presidente quiso aprovechar la ocasión para reorganizar la situación financiera y unificar las deudas externas. Pero la situación económica se complicó cuando se inició una rápida baja del valor del papel moneda en relación con el oro.[n. 8]​ En respuesta, el senador Pellegrini presentó y defendió la Ley de Conversión, que era un primer paso para el regreso a la libre convertibilidad.[154]

Dos años más tarde, el mismo Pellegrini fue encargado por el presidente de iniciar gestiones en Europa para unificar la deuda externa del país: debía canjear una deuda de 392 millones de pesos oro a distintas tasas por otra de 435 millones al 4 %. Según Pellegrini, eso significaría un ahorro neto de 10 millones, pero la opinión pública entendió que se aumentaba el monto total en 43 millones.[155]

Cuando el proyecto fue presentado en el Senado, fue aprobado por una escasa diferencia de los senadores presentes, porque la mayor parte de sus opositores se había ausentado. Y en la discusión en la Cámara de Diputados, Pellegrini mismo debió confesar al diputado José Antonio Terry que el país se comprometía a girar diariamente a una cuenta especial en el Banco de la Nación el 8 % de los ingresos diarios de la Aduana. La opinión pública estalló de indignación, y el día 4 de julio, una gran cantidad de estudiantes salió a la calle ―en Buenos Aires, Rosario y La Plata― para protestar contra el proyecto y también contra la ausencia de una democracia real. Fue la manifestación opositora más grande que se hubiera visto hasta entonces en el país, y concluyó con incidentes de violencia.[156]

El gobierno respondió pidiendo al Congreso la declaración del estado de sitio, y enseguida el presidente retiró el proyecto de unificación de la deuda, asignándole la autoría del mismo a Pellegrini.[157]

En respuesta, Pellegrini rompió con Roca y comenzó a formar un partido opositor. Esto provocó una crisis de gabinete y obligó a Roca a reorganizar el PAN. Durante el resto de su mandato, varias veces debió cambiar de ministros.[158]

Mientras tanto, la economía seguía creciendo, movida por un constante aumento de los precios agropecuarios, que se mantenía desde los años de Uriburu.[159]

Reforma política[editar]

En junio de 1896 se había formado el Partido Socialista, como resultado de complicadas negociaciones entre sectores sindicalistas y profesionales de ideas izquierdistas; su primer presidente fue el médico español Juan B. Justo. Durante el resto del período conservador llevó adelante una activa prédica a favor de los sectores obreros y participó con escaso éxito en las elecciones.[160]

Sorprendido por las protestas de julio de 1901, Roca decidió distraer a la opinión pública lanzando un proyecto de reforma política ideado por el Ministro del Interior, Joaquín V. González: en busca de aumentar la representatividad de los diputados, se reemplazaba el sistema de elecciones por lista completa por una división del país en circunscripciones, en cada una de las cuales se elegiría un diputado.[161]

Tras su separación del PAN, Pellegrini formó el Partido Autonomista, en que comenzaron a militar varios dirigentes que habían sido seguidores de Juárez Celman y los miembros de un efímero Partido Demócrata, y al que se unió también Roque Sáenz Peña. Por su parte, los seguidores de Mitre habían abandonado la Unión Cívica Nacional para formar un nuevo partido, el Partido Republicano. A pesar de la importancia que la prensa les asignaba, en las elecciones de 1902 ―en que aún no se había aprobado el sistema uninominal― ambos partidos obtuvieron pobres resultados.[162]

En la provincia de Buenos Aires, Marcelino Ugarte derrotó al candidato de Roca y del gobernador Irigoyen, con lo que accedió al gobierno; enseguida reforzó su estructura caudillista, extendió las redes de sus contactos, y negoció su incorporación al Partido Nacional.[163]

Roca decidió controlar la elección de su sucesor, para lo que convocó a una Convención de Notables, que discutió varias alternativas. Tras el fracaso de la casi segura candidatura de Felipe Yofre, esta eligió a un exmitrista, Manuel Quintana, y al exgobernador cordobés José Figueroa Alcorta para vice.[164]

La ley de circunscripciones uninominales se aplicó solamente a la elección de diputados nacionales y electores de presidente en el año 1904. No tuvo efectos notables en la distribución de cargos políticos, con la sola excepción de la elección del primer diputado socialista de América Latina, Alfredo Palacios.[165]​ Por su parte, Quintana fue elegido por aplastante mayoría, en unas elecciones en que el número de votos sólo aumentó significativamente en Buenos Aires y la Capital.[166]

Presidencia de Quintana (1904-1906)[editar]

Manuel Quintana fue el presidente de más edad del período.

El gobierno de Quintana fue una mera continuación de los anteriores. Sus políticas exteriores y económicas siguieron los lineamientos de las de Roca.

La mayor parte de sus acciones distintivas ―y sus problemas― tuvieron lugar en la política electoral y partidaria. En primer lugar, Quintana no estaba de acuerdo con el sistema uninominal, ya que no se había modificado el sistema de clientelismo ni la presión sobre los votantes; de modo que envió un proyecto proponiendo un padrón único y universal ―basado en los registros del servicio militar― y la obligatoriedad del voto. Pero el proyecto fue modificado en todo, menos en la eliminación del sistema uninominal; resultó un completo regreso al sistema anterior, con todos sus defectos.[167]

Desde la derrota de 1893, y más aún desde la división entre “bernardistas” y seguidores de Hipólito Yrigoyen, nadie tenía en cuenta seriamente a la UCR como un partido con posibilidades de acceder al poder. Pero repentinamente, la UCR reapareció mostrando una organización política y territorial muy superior a la del oficialismo, y una gran decisión revolucionaria, en la revolución radical de 1905, en que estuvieron implicadas varias unidades del Ejército. Estallada el 4 de febrero de ese año, tuvo un éxito relativo en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Bahía Blanca y Mendoza, pero fue rápidamente sofocada. A pesar del fracaso revolucionario, el radicalismo había mostrado nuevamente su importancia.[168]

A fines de 1905, la salud de Quintana decayó rápidamente, por lo que el vicepresidente Figueroa Alcorta se hizo cargo permanentemente de la presidencia a fines de enero del año siguiente; Quintana falleció el 12 de marzo de 1906.[169]

El intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1905[editar]

En 1897 Hipólito Yrigoyen, en desacuerdo con de Bernardo de Irigoyen, disolvíó el Comité de la UCR de la provincia de Buenos Aires, debido a lo cual el partido dejó prácticamente de existir. Esto determinó la formación de un núcleo de radicales que reconocen como jefe a Hipólito Yrigoyen, quien en 1903 comenzó la refundación y reorganización del partido. El 29 de febrero de 1904 el Comité Nacional de la UCR declaró la abstención electoral en todo el país en las elecciones de diputados de la Nación, de senador por la capital, electores de presidente y vicepresidente de la Nación y anunció la lucha armada. En el gobierno estaba Manuel Quintana, representante del Partido Autonomista Nacional.

El 4 de febrero de 1905, en la Capital Federal, Campo de Mayo, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, se produjo el alzamiento armado con el propósito de derrocar a las autoridades que, por su parte, estaban al tanto de la conspiración y decretaron el estado de sitio en todo el país, por noventa días.

En la Capital Federal los golpistas fallaron al no poder asegurar el control del arsenal de guerra de Buenos Aires cuando el general Carlos Smith, jefe del Estado Mayor del Ejército desplazó a los soldados yrigoyenistas. Las tropas leales y la policía recuperaron pronto las comisarías tomadas por sorpresa y los cantones revolucionarios. En Córdoba los rebeldes apresaron al vicepresidente José Figueroa Alcorta y amenazaron matarlo si no renunciaba el presidente Manuel Quintana; este no cedió y la amenaza no fue ejecutada. También apresaron al diputado Julio Argentino Pascual Roca, y Francisco Julián Beazley, exjefe de policía de Buenos Aires, pero no al expresidente Julio Argentino Roca, quien logró escapar a Santiago del Estero.

En Mendoza los rebeldes se llevaron 300 000 pesos del Banco de la Nación y atacaron los cuarteles defendidos por el teniente Basilio Pertiné. Las tropas sublevadas en Bahía Blanca y otros lugares ni tuvieron perspectiva, ni hallaron eco en el pueblo. Solo continuaron los combates en Córdoba y Mendoza hasta el 8 de febrero, pero finalmente los alzados fueron derrotados y enjuiciados recibiendo penas de hasta 8 años de prisión y enviados al penal de Ushuaia.

Presidencia de Figueroa Alcorta (1906-1910)[editar]

La presidencia de Figueroa Alcorta marcó el final del dominio político de Roca.

El nuevo presidente inició su mandato políticamente debilitado, pero en circunstancias económicas muy favorables. El oficialismo perdió las primeras elecciones legislativas de su mandato en la Capital y en Corrientes, aunque triunfó en el resto del país.[170]

La situación internacional se mantuvo en una situación de conflicto permanente con el Brasil por la supremacía naval y diplomática en la región. Los cancilleres de la Argentina ―Estanislao Zeballos― y del Brasil ―el Barón del Río Branco― desarrollaron una escalada armamentista y se acusaron mutuamente de intenciones expansionistas, conocida como la "diplomacia de los acorazados".[171]​ Como consecuencia del crecimiento de posiciones nacionalistas, se generó un conflicto con el Uruguay por la delimitación de los límites en el Río de la Plata, que se solucionó con un protocolo en el año 1909.[172]

En octubre de 1907, un equipo que perforaba en busca de agua descubrió petróleo en Comodoro Rivadavia, un aislado puerto[n. 9]​ del Chubut.[173]​ En sentido estricto, no era la primera vez que se explotaba petróleo en la Argentina, ya que entre 1887 y 1897 se habían explotado algunos pozos en la provincia de Mendoza por parte de particulares.[174]

Históricamente, el descubrimiento de Comodoro Rivadavia tuvo mucha mayor relevancia, no sólo porque se trató de un yacimiento de primera magnitud, sino por haber sido descubierto por una repartición pública en tierras fiscales. Por esa razón, el presidente Figueroa Alcorta solicitó al Congreso la reserva fiscal de un gran territorio alrededor del yacimiento, para que el Estado lo explotara en exclusiva. No obstante, el Congreso terminó aprobando ―en 1909― la reserva de apenas algo más del 10 % de la superficie solicitada.[n. 10]​ A poco de llegar al poder, el gobierno de Sáenz Peña concesionaría rápidamente a empresas privadas las tierras que podrían llegar a tener yacimientos petrolíferos.[175]

No obstante, la economía seguía girando en torno a la exportación de carne y granos. Hubo algunos avances tecnológicos, como el comienzo del reemplazo de la carne ovina congelada por la carne vacuna enfriada, que llevaría al reemplazo gradual del ganado ovino por el vacuno. Los frigoríficos enfriadores serían, además, la puerta de entrada de los capitales estadounidenses en la Argentina, iniciando un reemplazo del capital británico que llevaría medio siglo. Por su parte, la exportación de granos siguió creciendo, llegando a ocupar el primer lugar entre las exportaciones al final del período.[176]

Entre 1904 y 1910 los ferrocarriles aumentaron su extensión en casi un 50 %, alcanzando los 27 000 kilómetros[177]​ y extendiendo sus ramales por toda la región pampeana.[178]​ Desde 1907 estuvieron regulados por la Ley 5.315, que uniformaba los regímenes legales de las empresas ferroviarias;[179]​ entre otras disposiciones, prorrogaba los beneficios impositivos de las empresas y obligaba a las empresas a aportar a un fondo para construcción de caminos hacia las estaciones; como contrapartida, prohibía establecer rutas paralelas a las vías férreas.[180]

La "cuestión social"[editar]

La población trabajadora vivía hacinada en conventillos.

Hasta fines del siglo XIX, la actividad sindical había sido apenas una serie de acciones aisladas, pero había aumentado significativamente al iniciarse el siglo XX: la aparición de la Federación Obrera Regional Argentina en 1901, e incluso la formación de otra central sindical paralela, la Unión General de Trabajadores, en 1903, dieron impulso a repetidas huelgas y manifestaciones.[181]​ A diferencia de lo que había ocurrido hasta entonces, las protestas no se limitaban a una empresa por vez, sino que se producían huelgas por sector, e incluso protestas por problemas generales, como las manifestaciones contra el costo de los alquileres. Junto a las ideas socialistas, tuvo un breve auge la ideología anarquista, que llegó a tener una gran expansión durante las primeras décadas del siglo.[182]

El sindicalismo era considerado más como una cuestión policial que una cuestión de derechos. El Partido Socialista era tolerado porque era dirigido por profesionales ―por ende, personas respetables― como Justo o Alfredo Palacios. Pero las actividades sindicales eran reprimidas con dureza: en 1902 se sancionó la Ley de Residencia, que autorizaba al Poder Ejecutivo a expulsar del país a cualquier inmigrante sin sentencia judicial, por la simple acusación de comprometer la seguridad nacional o perturbar el orden público.[183]

Los jefes de policía reprimían las manifestaciones como si se tratara de crímenes; el comisario Ramón L. Falcón, jefe de la Policía de la Capital, ordenó reprimir una manifestación el día 1 de mayo de 1909, causando 11 muertos y 105 heridos, y al día siguiente reprimió a los obreros que acompañaban los féretros de las víctimas.[184]​ En respuesta, un anarquista lo asesinó el 14 de noviembre, en un crimen que conmocionó a la sociedad. Las organizaciones de izquierda, en cambio, justificaron plenamente el crimen.[185]

De todos modos, excepto en los sectores más conservadores y autoritarios, se había difundido la idea de que "algo había que hacer" con la llamada "cuestión social"; no tanto por razones de justicia social, sino para evitar que los obreros cayeran en tendencias cada vez más radicales.[186]

Así, a principios del siglo se habían sancionado las primeras leyes regulando las relaciones entre empleadores y empleados, e incluso se plantea un proyecto de Código del Trabajo, iniciativa de Joaquín V. González.[187]

La Iglesia Católica tenía su propia solución: había formado organizaciones de trabajadores católicos, que buscaban paliar los efectos de la pobreza por medio de la cooperación entre los trabajadores, y buscando activamente la caridad de los más adinerados.[188]

Ya en 1910, poco antes de los festejos por el Centenario, las dos centrales obreras se lanzaron a una huelga general, a lo que el gobierno reacción con extrema dureza: se sancionó el estado de sitio, fueron arrestados centenares de dirigentes, se cerraron los diarios sindicales, y se sancionó la Ley de Defensa Social, que extendía las restricciones de la Ley de Residencia, habilitando al Poder Ejecutivo a arrestar indefinidamente a cualquier sospechoso de adherir al anarquismo.[189]

Es que el régimen conservador pretendía festejar, junto con el Centenario de la creación de la Nación, su propio éxito, el éxito del modelo de país que había forjado.[190]

El Centenario[editar]

La Plaza de Mayo adornada para los festejos del Centenario.

En julio de 1909, el presidente Figueroa Alcorta se pronunció en un laudo arbitral entre Perú y Bolivia, en la región cauchera del Río Acre, en una resolución que fue rechazada por Bolivia, que llegó a romper relaciones diplomáticas con la Argentina. Al año siguiente, en medio de los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, las mismas fueron reanudadas.[191]

Figueroa Alcorta había decidido celebrar el Centenario como una gran fiesta, fastuosa y soberbia, que pudiera mostrar al mundo su riqueza e influencia. Como uno de los antecedentes de la misma, el 5 de abril de 1910 se inauguró el Ferrocarril Trasandino, que comunicaba Mendoza con Los Andes.[192]

En el mes de mayo, la Capital se vistió de fiesta y se colocaron todo tipo de adornos para festejar el Centenario. Se inauguraron monumentos en parques y plazas, como homenajes de los países europeos a la Argentina. Varios jefes de estado visitaron Buenos Aires, pero la tía del Rey de España, la Infanta Isabel de Borbón, fue el personaje más agasajado.[193]

En medio de los festejos, algunos grupos anarquistas atentaron contra las fuerzas de seguridad, obligando al gobierno a decretar el estado de sitio; los festejos se celebraron bajo restricciones a las libertades individuales, con dirigentes sindicales presos. En respuesta, grupos de activistas de derecha incendiaron las sedes sindicales y editoriales de los diarios de izquierda.[194]

Liquidación del roquismo[editar]

Quintana había gobernado haciendo equilibrio entre las distintas facciones del PAN, jaqueado por la intención de Roca de prevalecer sobre la voluntad presidencial. Cuando asumió Figueroa Alcorta, Roca estaba prácticamente retirado de la acción política,[9]​ y sus amigos buscaron obligar al presidente a seguirlos, por medio de una cuidadosa obstrucción de todas sus iniciativas en el Congreso. En enero de 1908, el Congreso se negaba todavía a tratar el Presupuesto Nacional para el año que ya había empezado. Figueroa Alcorta decidió entonces dar un golpe de efecto: retiró el proyecto, decretó que regía el presupuesto del año anterior y clausuró el Congreso con la policía.[195]

Rápidamente rompió con los restos de las facciones de seguidores de Roca, obligando a los demás a decidirse entre el presidente y el ex presidente. Para reforzar su posición, intervino los gobiernos de dos provincias e hizo elegir allí a gobernadores de su confianza; buena parte de los diputados optaron por unirse al proyecto de Figueroa Alcorta. El presidente armó rápidamente las listas de sus candidatos a diputados y venció en las elecciones de marzo, dejando definitivamente a los roquistas en minoría.[196]

El sistema caudillista armado por Roca y sus amigos quedaba clausurado, pero claramente muchos de los seguidores de Figueroa Alcorta deseaban armar uno nuevo, en el cual los beneficiarios serían ellos.[197]

El presidente se entrevistó en secreto con Yrigoyen, con la idea de evitar nuevas revoluciones y tratando de que el radicalismo levantara la abstención electoral, pero este condicionó esta segunda medida a la sanción legal de una reforma política. Dado que Figueroa Alcorta no había logrado aún suficiente apoyo para lograrla, esta no se sancionó y el radicalismo continuó en la abstención.[198]

En los meses siguientes, todos los grupos opositores ―republicanos, autonomistas, católicos y hasta algunos radicales― se acercaron al gobierno, tratando de forzarlo a llevar adelante una reforma política profunda. El más sinceramente entusiasta a este respecto, y el más prestigioso de ellos, era Roque Sáenz Peña; pronto quedó claro que sería el candidato oficial a la presidencia. A lo largo del año 1909 y principios de 1910, Sáenz Peña armó un nuevo conglomerado de partidos, al que llamó Unión Nacional, con el cual obtuvo la victoria en las elecciones de 1910.[199]

Presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1913)[editar]

Roque Sáenz Peña no alcanzó a ver la transformación política iniciada por la ley electoral que lleva su nombre.

El nuevo presidente ni siquiera había participado de la campaña electoral: era el embajador argentino en Italia. En las elecciones participó una única lista de candidatos a electores, de los cuales diez —sobre 273— no votaron por Sáenz Peña.[200]​ Al hacerse cargo del gobierno cambió el aspecto de la Casa Rosada, agregándole un lujo ostentoso al ceremonial.[201]

Su mandato estuvo signado por la discusión en torno a la reforma electoral y sus resultados inmediatos, y buena parte de los hechos políticos de esos años quedaron eclipsados por esa disputa. Por ejemplo, se inauguró el primer subterráneo en Buenos Aires, y se terminó la monumental Estación Retiro.[202]

En 1912 se sancionó ―a iniciativa del ministro de Agricultura, Ezequiel Ramos Mexía, una Ley de Fomento de los Territorios Nacionales. La mayor parte de los territorios nacionales, como por ejemplo el del Chaco tenía la enorme mayoría de su población concentrados en su litoral marítimo o fluvial.[203]​ Por esa razón, la Ley preveía ―y en gran medida logró― la construcción de gran cantidad de ramales ferroviarios, que permitieran el establecimiento de su población hacia el interior. Se construyeron ramales en los Territorios Nacionales del Chaco, Formosa, Río Negro, Chubut y Santa Cruz; e incluso llegó un ramal ferroviario a Posadas, capital de Misiones.[204]

En junio de 1912 estalló un gran movimiento de protesta de los chacareros arrendatarios contra el empeoramiento de las condiciones de sus contratos con los propietarios de los campos que trabajaban, conocido como Grito de Alcorta. El mismo se extendió por toda la región pampeana, y terminó con una masiva baja de los arrendamientos. Marcó la irrupción de una porción de la clase media rural, formada por los chacareros, en la política nacional del siglo XX.[n. 11][205]

La Ley Sáenz Peña[editar]

Sáenz Peña era un aristócrata convencido; pensaba que, libre de los políticos profesionales, el pueblo iba a elegir a los mejores para su gobierno. También estaba preocupado por la cuestión social, es decir, por la posibilidad de que ―alejados de la política― los obreros pudieran adherir al anarquismo o al socialismo. Por último, temía que la enorme proporción de población extranjera, que no participaba de ningún modo en la política, pudiera caer en posturas maximalistas o permanecer como un cuerpo extraño en la sociedad. Por todas estas razones apoyó la reforma política basada en el voto universal y libre.[206]

Dados los antecedentes de presión sobre los votantes ―que votaban en voz alta― la única posibilidad de libertad electoral era el voto secreto, por medio de boletas escritas en sobres cerrados. Y para asegurarse que nadie fuera impedido de concurrir a votar, lo hizo también obligatorio.[207]​ Por otro lado, la participación de la población en las elecciones era bajísima, superando apenas el 20 % de los electores potenciales.[208]

El encargado de diseñar el proyecto y defenderlo en el Congreso fue el Ministro del Interior, el católico Indalecio Gómez. Debió enfrentar la dura resistencia de los diputados conservadores, aferrados a sus privilegios y a la forma que conocían de hacer política, pero tras un mes de discusión en la Cámara de Diputados, y una semana en el Senado, fue aprobada en febrero, siendo promulgada el día 13 de febrero de 1912.[209]

La primera prueba de la Ley en funcionamiento fue en una elección provincial: la Provincia de Santa Fe fue intervenida por el gobierno, que ordenó celebrar las elecciones de gobernador de acuerdo con la Ley Sáenz Peña; la UCR abandonó el abstencionismo y participó, logrando la victoria. Poco después obtenía una nueva victoria en las elecciones de diputados en la Ciudad de Buenos Aires, en unas elecciones en que la participación popular ascendió al 84 % del padrón electoral.[210]

Presidencia de De la Plaza (1913-1916)[editar]

Victorino de la Plaza, último presidente del período conservador.

En octubre de 1913, Sáenz Peña solicitó una licencia a su cargo por razones de salud por lo que el vicepresidente Victorino de la Plaza se hizo cargo del gobierno y reorganizó su gabinete en febrero del año siguiente. El presidente murió el 9 de agosto, sin haber podido reasumir el cargo.[211]

Victorino de la Plaza era un salteño de indudable ascendencia indígena, especialista en finanzas. La mayor parte de su gestión estuvo signada por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, justo antes del estallido de la misma ―en respuesta a la ocupación estadounidense de Veracruz de 1914― se iniciaron conversaciones con el Brasil y Chile para frenar el avance de la influencia norteamericana, que desembocaría al año siguiente en la firma del Pacto ABC.[212]

Apenas estallada la Guerra, De la Plaza se apresuró a declarar la neutralidad argentina respecto de la misma, y anunció su deseo de comerciar con ambos bandos.[213]

La Gran Guerra y sus consecuencias económicas[editar]

Pocos días antes del estallido de la Guerra, representantes de las potencias europeas retiraron y embarcaron hacia sus países todo el oro que pudieron retirar de la Caja Nacional de Conversión, alrededor de 28 millones de pesos. El público inició una corrida bancaria, a la que el presidente respondió cerrando indefinidamente la Caja, con lo que se inició el período de inconvertibilidad del papel moneda, que a su vez perdió no menos del 10 % de su valor.[214]

La situación económica del país fue duramente afectada por la guerra: sólo en 1915, las rentas nacionales cayeron en un 40 %. Las naciones beligerantes utilizaron casi todas sus marinas mercantes para la contienda, y además sus flotas atacaron buques mercantes enemigos, con lo que las exportaciones argentinas se hicieron más complicadas. Más notablemente aún, cayeron abruptamente las importaciones de bienes industriales, lo cual ―sumado a la inconvertibilidad― generó un rápido aumento del valor de los bienes industriales, generando una oportunidad única para la industria nacional. Se trataba de un proteccionismo de hecho.[215]

El resultado fue un enorme crecimiento del número de talleres industriales y de la producción industrial. La industria metalúrgica, en particular, tuvo un crecimiento explosivo.[216]

No obstante las limitaciones de capital, el impulso estatal sobre los ferrocarriles logró llevarlos a 33 595 km. Y, a pesar de las limitaciones, las exportaciones de carne siguieron en ascenso, pasando de 389 millones de pesos oro en 1910 a 574 en 1916.[217]​ La exportación de granos, en cambio, tuvo una brusca caída. En suma, la economía en su conjunto tuvo una baja del 10 % en 1914, y creció muy lentamente durante el resto de la Guerra.[213]

La victoria radical[editar]

Hipólito Yrigoyen, presidente.

En 1914, las elecciones de diputados parecieron dar la razón a los conservadores más optimistas: a pesar de los triunfos radicales del año 1912, en esta segunda prueba los conservadores se llevaron 33 diputados, los radicales 22, los socialistas 7 y la Liga del Sur 2.[218]

Sobre la base de la Liga del Sur ―partido provincial santafesino fundado por Lisandro de la Torre en 1908― en diciembre de 1914 se fundó el Partido Demócrata Progresista, con la intención de aglutinar a las dispersas fuerzas conservadoras;[219]​ pero la insistencia de De la Torre en dirigir el partido[220]​ y en definirse como socialmente liberal ―en oposición al conservadurismo de sus potenciales aliados― llevó a la fundación posterior de una Concentración Conservadora, dirigida por Benito Villanueva y Ugarte, que fue a las elecciones por separado.[221]

Por su parte, los radicales tuvieron algunos problemas para conformar las listas de candidatos a gobernadores y diputados, pero no en cuanto al candidato presidencial: el único candidato posible era Yrigoyen; la proclamación de la candidatura presidencial ocurrió apenas dos semanas antes de las elecciones, mucho después de la presentación de las listas de electores. Aun así, en el Congreso partidario que decidió la candidatura de Yrigoyen se habían presentado tres candidaturas más, todas de futuros disidentes del radicalismo.[222]

La elección presidencial se celebró el 2 de abril de 1916, participando en ella 747 000 votantes, el 45,59 % de los cuales votó por Yrigoyen.[223]​ Semanas más tarde, este era consagrado presidente por una diferencia de apenas un voto en el colegio electoral.[224]

Hipólito Yrigoyen asumió la presidencia el 12 de octubre de 1916, momento en que generalmente se admite el fin del ciclo conservador en la Argentina.[n. 12][225][8]

Cultura y arte[editar]

Literatura[editar]

Miguel Cané, destacada figura política y literaria de la Generación del Ochenta.

La gran mayoría de la literatura de la Generación del Ochenta fue producida por políticos, militares y estancieros. Sus obras, casi exclusivamente en prosa, eran relatos autobiográficos, o ficticios contados como recuerdos. Entre los autores más destacados se pueden mencionar a Lucio V. Mansilla (Una excursión a los indios ranqueles), Eugenio Cambaceres (Sin rumbo), Miguel Cané (Juvenilia) y Eduardo Wilde (Aguas abajo).[226]

Hacia fines del siglo XIX surgió la corriente modernista, que se caracterizó por la poesía refinadamente aristocrática, la exhibición de una cultura cosmopolita y una renovación estética del lenguaje y la métrica. Entre sus cultores se encuentran Leopoldo Lugones (Lunario sentimental, La restauración nacionalista), Enrique Larreta (La gloria de Don Ramiro) y Evaristo Carriego (Misas herejes).[227]

Ya entrado el siglo XX, una nueva camada de escritores adhirió al realismo, especialmente orientado al teatro. Entre los escritores más destacados de esa corriente se cuentan Roberto Payró (Pago Chico, El casamiento de Laucha), y las primeras obras de Horacio Quiroga (Cuentos de amor, de locura y de muerte, Cuentos de la selva).[n. 13][228]

Artes plásticas[editar]

Los pintores más destacados del período habían sido educados en Europa, aunque se esforzaban por escapar de la temática y las técnicas típicamente europeas, adscriptos en general al realismo. Entre los más conocidos se encuentran Eduardo Sívori (El despertar de la criada), Eduardo Schiaffino (El reposo), Ángel della Valle (La vuelta del malón), o Ernesto de la Cárcova (Sin pan y sin trabajo).[229]

Ya iniciado el siglo XX, surgen los primeros pintores del impresionismo, como Martín Malharro y Fernando Fader, pintores de paisajes y personajes rurales.[229]

La escultura tuvo un desarrollo mucho menor, aunque se destacan autores como Lucio Correa Morales (La cautiva), Lola Mora (Fuente de las Nereidas), Rogelio Yrurtia (Canto al trabajo), o Pedro Zonza Briano.[229]

La arquitectura argentina fue esencialmente una variante de las corrientes arquitectónicas del período en Europa, y solamente unos pocos arquitectos argentinos alcanzaron renombre, como Ernesto Bunge y Juan Antonio Buschiazzo.[230]

Música[editar]

En un principio, el tango era una música de marginales, y no era raro que se bailara ente hombres.

La Argentina recibió una gran cantidad de orquestas y músicos de Europa en esos años, relegando su propia producción; el único autor realmente consagrado de este período fue Alberto Williams.[231]

La música folclórica fue considerada un divertimento para pobres, un arte menor, hasta que fue rescatada desde ese puesto inferior por las investigaciones de Andrés Chazarreta.[232]

En cambio, fue justamente en este período cuando surgió el estilo musical que siempre ha caracterizado a la Argentina para el resto del mundo: el tango. Surgido como una mezcla de estilos traídos por los inmigrantes italianos y los estilos africanos de los descendientes de esclavos, durante algunas décadas fue una curiosidad de los salones de baile para las clases más humildes, y los prostíbulos que frecuentaban jóvenes de clase media y alta. Fue de la mano de estos jóvenes que, a principios del siglo XX, logró ascender en la apreciación de todas las clases sociales, al mismo tiempo que autores e intérpretes destacados como Ángel Villoldo, Pascual Contursi, Ignacio Corsini o Francisco Canaro le aportaban brillo musical y refinamiento poético. Los primeros años de Carlos Gardel coincidieron con los últimos del régimen conservador.[233]

Historiografía, filosofía y sociología[editar]

En la historiografía, la herencia de Bartolomé Mitre resultó difícil de superar. Adolfo Carranza se especializó en historia colonial; Ángel Justiniano Carranza en historia naval y colonial. Posteriormente, Adolfo Saldías y David Peña dieron comienzo a la primera fase del revisionismo histórico, de raíz liberal;[n. 14][234]

En torno al año 1900 se difundió una historiografía positivista, de estilo ensayístico, centrada en la evolución sociológica de los pueblos; en esta variedad sobresalieron Ernesto Quesada, Juan Agustín García, José María Ramos Mejía.[235]

Después del Centenario comenzó una transformación de los estudios históricos, con la aparición de la obra de Juan Álvarez y la Nueva Escuela Histórica, representada por Ricardo Levene y Emilio Ravignani, y en cierto modo también por Diego Luis Molinari, que luego viraría hacia el revisionismo.[236]

Entre los filósofos, las obras de Joaquín V. González, Leopoldo Lugones y José Ingenieros tuvieron mucha influencia en las generaciones posteriores.[237]

En la sociología pura, el Informe sobre el estado de la clase obrera, de Juan Bialet Massé, fue el primer estudio sistemático de las condiciones de vida y de trabajo de las clases pobres.[238]

Ciencias[editar]

Francisco P. Moreno fue un destacado explorador, antropólogo y biólogo, que prestó invalorable ayuda a su país durante la determinación de los límites con Chile.

Entre los biólogos más destacados del período se encuentran Eduardo Ladislao Holmberg y Clemente Onelli, que fueron directores del Zoológico de Buenos Aires; Francisco P. Moreno y Juan Bautista Ambrosetti, etnógrafos y fundadores respectivamente del Museo de La Plata y del Museo Etnográfico; Carlos y Florentino Ameghino, paleontólogos.

El Instituto Geográfico Argentino, fundado en 1879 por Estanislao Zeballos, dirigió importantes expediciones, especialmente a la Patagonia. Entre los exploradores más importantes se deben mencionar a Francisco P. Moreno, Luis Jorge Fontana y Ramón Lista. El Instituto Geográfico Militar, cuyo primer director fue Manuel Olascoaga, se dedicó especialmente a la cartografía y la geodesia.

En la medicina sobresalieron los médicos Ignacio Pirovano, gran impulsor de la cirugía moderna,[239]​ y Guillermo Rawson, introductor del concepto científico y social de la higiene médica y cofundador de la Cruz Roja Argentina en 1880.[240]

Las ciencias exactas habían tenido un especial empuje hasta 1890, perdiendo rápidamente importancia, reemplazadas por los estudios técnicos o de ciencia aplicada.[241]

Universidades[editar]

Al comenzar el período conservador, existían solamente dos universidades en la Argentina: la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Córdoba. En 1897 se fundó la Universidad Nacional de La Plata, con un criterio más moderno, que obligó a modernizar las dos más antiguas.[242]​ Al final del período, en 1914, se fundó la Universidad Nacional de Tucumán.[243]

La más grande e importante fue siempre la de Buenos Aires, que al iniciar el período sólo contaba con las facultades de derecho medicina. En la última década del siglo XIX incorporó las facultades de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales —que incluía la carrera de Ingeniería— y de Filosofía y Letras. A principios del siglo XX incorporó las facultades de Agronomía y Veterinaria y de Ciencias Económicas.[244]

Participación argentina en la exploración antártica y ocupación permanente de la Antártida[editar]

En 1848 el futuro comandante argentino Luis Piedra Buena viajó a la Antártida como grumete del barco de William Smiley.

La Expedición Argentina a las Tierras y Mares Australes de 1881 al mando teniente de la Marina Italiana Giacomo Bove exploró Tierra del Fuego hasta que su barco naufragó. La expedición del rumano Julio Popper se frustró durante su alistamiento por su muerte en 1893.

El 29 de diciembre de 1894 el presidente argentino Luis Sáenz Peña autorizó a Luis Neumayer para explorar el territorio situado al sur de la Patagonia y denominado Tierra de Grand (península Antártica), aunque prohibiendo cualquier tipo de explotación, pero la expedición no se realizó.[245]

Entre 1897 y 1899 una expedición belga comandada por Adrien de Gerlache, de la que participó Roald Amundsen, debió invernar en la Antártida al quedar encerrada por los hielos.[246]

El 10 de octubre de 1900 el gobierno argentino decidió incorporarse a la Expedición Antártica Internacional, compuesta de varias expediciones, pero el viaje argentino no se realizó y se ofreció colaboración a la expedición sueca al mando del doctor Otto Nordenskjöld. Este recibiría apoyo argentino a cambio de incorporar a un marino argentino a su expedición y entregarle los datos científicos y las colecciones zoológicas que se recogieran. A su paso por Buenos Aires el alférez de navío José María Sobral se embarcó en el buque Antarctic el 21 de diciembre de 1901. Como no se tenían noticias de la expedición el gobierno argentino cumplió su compromiso de apoyo acondicionando a la corbeta ARA Uruguay, que partió en su búsqueda el 8 de octubre de 1903 al mando del teniente de navío Julián Irízar, rescatando a los integrantes de la expedición que habían quedado invernando a raíz del hundimiento del Antarctic.[247]

Base Primavera, en la península Antártica.

El 2 de enero de 1904 la Argentina adquirió la estación meteorológica instalada por el escocés William Speirs Bruce, en la isla Laurie de las Orcadas del Sur, en la que había quedado una dotación de seis hombres realizando observaciones científicas. En ella se instaló un observatorio meteorológico, donde funcionaba también una oficina de correos. Al civil —empleado la empresa oficial argentina de correos y telégrafos— argentino Hugo Alberto Acuña le correspondió izar por vez primera de un modo oficial la bandera argentina en el sector Antártico Argentino, el día 22 de febrero de 1904.[248]​ Tal observatorio devino en la Base Orcadas, el establecimiento humano permanente más antiguo existente hoy en todo el territorio antártico.

La corbeta argentina ARA Uruguay volvió a la Antártida en 1905 (zarpó desde le puerto de Buenos Aires el 10 de diciembre de 1904) para relevar a la dotación de las Orcadas del Sur y dirigirse a la isla Decepción y luego a la isla Wiencke en busca de Jean-Baptiste Charcot, cuya expedición francesa (1903-1905) se creía perdida. En agradecimiento a la colaboración argentina con su expedición Charcot bautizó a un grupo insular como islas Argentina. Una de esas islas fue nombrada como isla Galíndez en homenaje al capitán de la corbeta, Ismael Galíndez, y otra fue denominada isla Uruguay, en homenaje a la corbeta argentina de tal nombre.[249]

El gobierno argentino decidió sumar dos observatorios meteorológicos, en la isla Georgia del Sur y en la isla Wandel, a los que ya tenía en las islas Laurie y Observatorio. La expedición que debía instalar uno en el puerto en donde invernó Charcot en 1904 en la isla Wandel (hoy isla Booth) partió de Buenos Aires el 30 de diciembre de 1905 al mando del teniente de navío Lorenzo Saborido en el barco Austral, que era el Le Français comprado a Charcot cuando este viajó a Buenos Aires en febrero de ese año. Luego de relevar a la dotación de las Orcadas del Sur, regresó a Buenos Aires sin poder llegar a la isla Wandel. En un nuevo intento, al mando del teniente de navío Arturo Celery, el 22 de diciembre de 1906 el barco encalló y se hundió en el banco Ortiz del Río de la Plata, por lo que el observatorio nunca se construyó.[250]​ En junio de 1905 el transporte Guardia Nacional al mando del teniente de navío Alfredo P. Lamas llevó adelante la tarea de levantar el observatorio de las Georgias del Sur en la bahía Cumberland, renombrada como «bahía Guardia Nacional».

Un decreto emitido por Chile el 27 de febrero de 1906 cedió la explotación industrial agrícola y pesquera por 25 años, en las islas Diego Ramírez, Shetland del Sur, Georgias del Sur y la Tierra de Graham (Tierra de O'Higgins/San Martín) a Enrique Fabry y a Domingo de Toro Herrera, encargándoseles también el resguardo y la custodia de los intereses soberanos de Chile en la zona. La Argentina protestó formalmente el 10 de junio de 1906 por esas acciones de Chile y al año siguiente Chile invitó al Gobierno argentino a negociar un tratado para dividir las islas y la Antártica continental americana, pero no fue aceptado.

El 21 de julio de 1908 el Reino Unido anunció oficialmente sus reclamos a todas las tierras dentro de los meridianos 20º O a 80º Ó al Sur del paralelo 50º S, que en 1917 trasladó al sur del paralelo 58º S debido a que con ese reclamo se incluía parte de la Patagonia.

Notas[editar]

  1. Estas tierras nunca habían sido controladas por la población blanca, y los títulos que permitían al país reclamar soberanía sobre ellas eran nominales.
  2. La masa monetaria pasó de 85 millones de pesos oro en 1886 a 252 millones en 1890.
  3. Las artimañas de Roca ―en las que se mostró insuperable― le valieron el mote de "El Zorro". Véase Luna, Soy Roca.
  4. Roca ejercería algunas semanas la presidencia durante una licencia solicitada por Uriburu. Véase Guido (1988): 331.
  5. El ciclo de bajos precios agrícolas se había terminado en 1897, año en que estos alcanzaron el nivel más alto hasta ese momento. Véase Sáenz Quesada (1980): 267.
  6. En los mismos días en que Roca visitaba la colonia galesa, dos representantes de la misma pedían el protectorado al Rey de Inglaterra para ese territorio, de lo que Roca no se enteró sino varios días después; las autoridades británicas rechazarían el pedido. Véase Dumrauf (1992): 358-363.
  7. La participación argentina en las exploraciones antárticas data de 1902, cuando José María Sobral participó en la expedición de Otto Nordenskjöld, que a su vez fue rescatada al año siguiente -tras la pérdida del buque en que viajaban, por el teniente Julián Irízar.
  8. En términos actuales, se había producido un proceso de inflación acelerada en términos de papel moneda. Sólo quienes tenían sus ingresos asegurados en pesos oro estaban libres de la misma.
  9. Comodoro Rivadavia servía a una región del sur del Territorio Nacional del Chubut, donde se habían establecido estancieros y colonos bóers, provenientes de Sudáfrica; tras la independencia de la Unión Sudafricana, la mayor parte de estos emigraron de regreso a su país.
  10. El senador Joaquín V. González llegó a afirmar que la reserva estatal era inconstitucional.
  11. Pero al mismo tiempo inició una tendencia gradual a la administración propia de los campos por los propietarios, que pasaron a considerar peligrosa la presencia de arrendatarios.
  12. En algunas provincias, este terminó realmente algunos meses ―o hasta dos años― más tarde, cuando Yrigoyen intervino sus gobiernos y llamó a elecciones regidas por la Ley Sáenz Peña.
  13. Nótese que estas dos obras, las más conocidas de Quiroga, fueron escritas en las postrimerías del régimen conservador, pero publicadas inmediatamente después de la llegada del radicalismo.
  14. Las siguientes fases del revisionismo fueron: una fase elitista y ultracatólica, una fase católico-popular, la fase netamente popular, y una confluencia con las corrientes historiográficas de la izquierda.

Referencias[editar]

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  2. Beyhart, Gustavo y Hélene de (1985). América Latina: de la independencia a la segunda guerra mundial. Historia Universal Siglo XXI. México: Siglo XXI. pp. 29 y 136-139. ISBN 968-23-0951-4. 
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  4. Bruno, Paula. «Un balance sobre los usos de la expresión "generación del 80", 1920-2000». Universidad de San Andrés. «Hacia 1920 se configuró, en sus líneas generales, una definición de generación del 80 ligada a una función descriptiva bastante circunscripta. Los miembros de esta agrupación eran, desde las perspectivas de los autores de esta década, hombres ligados al mundo de las letras, porteños y adeptos a las modas literarias y estéticas europeas.» 
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  8. a b c Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas BOT
  9. a b c Luna, Félix (1989). Soy Roca. Buenos Aires: Sudamericana. 
  10. a b c Camogli, Pablo (2009). Batallas entre hermanos. Buenos Aires: Aguilar. ISBN 978-987-04-1285-4. 
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Bibliografía[editar]

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  • Lettieri, Alberto (2012). «El régimen oligárquico». La historia argentina. Buenos Aires: Kapelusz. ISBN 9789501304763. OCLC 982.712. 

El período de las primeras presidencias radicales en la Historia de la Argentina transcurrió entre los años 1916 y 1930, cuando la Unión Cívica Radical llegó a la presidencia de la República Argentina y gobernadores radicales ocuparon las gobernaciones en la mayoría de las provincias de ese país. Al final del período, los radicales obtuvieron también la mayoría en ambas cámaras del Congreso Nacional.

En 1916 accedió al gobierno Hipólito Yrigoyen, en las primeras elecciones celebradas según la Ley Sáenz Peña, que estableció el sistema de voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones, garantizando elecciones libres y democráticas por primera vez en la historia argentina. Seis años más tarde, Yrigoyen sería sucedido por Marcelo T. de Alvear, también radical. En 1928 volvió Yrigoyen a la presidencia; fue derrocado por un golpe de estado cívico-militar producido el 6 de septiembre de 1930, encabezado por el general José Félix Uriburu. Tres días después la Corte Suprema de Justicia legitimaría la situación definiéndolo como "gobierno de facto”.

Para el reconocido historiador, escritor, poeta, artista, abogado, e intelectual periodista argentino, miembro de la Unión Cívica Radical, fundador y director de la revista Todo es Historia Félix Luna, quien fue académico de número de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires y de varias universidades privadas, ex Secretario de Cultura de la Muncipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, galardonado por los gobiernos de Francia, Perú y Brasil, Yrigoyen era el primer presidente constitucional derrocado por una revolución triunfante[1]​ y para Miguel Ángel Scenna por primera vez en la historia argentina un gobierno “de facto” disolvió el Congreso Nacional.[2]​ Álvaro Abós, periodista , escritor, historiador, abogado sindicalista participante de la Resistencia peronista, que debiera exiliarse debido a la Triple A en 1975, que abandonó el peronismo en 1985 y participó de la tentativa de formar un polo de centro izquierda liderado por Carlos Auyero,[3]​ cuenta que, por el contrario, para un periodista conservador como Natalio Botana, el "revolucionario" era Uriburu y el "inconstitucional" Yrigoyen y sostiene que Yrigoyen fue derrocado mediante lo que denomina "técnica del golpe de estado", una coordinación de acciones mediáticas, cívicas y militares.[4]​ El reconocido jurista y profesor titular de de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires Germán Bidart Campos calificó la acción de Uriburu como un "motín militar" que produjo una "revolución plenamente justificada en el ejercicio del derecho de resistencia a la opresión".[5]​ El expresidente Marcelo T. de Alvear calificó al último gobierno de Yrigoyen como "asalto sin contralor" y destacó la confianza que le inspiraba el hecho de que el Ejército hubiera "jurado defender la Constitución".[6]​ El último día de gobierno de Yrigoyen, la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con la firma de su decano el diputado socialista Alfredo Palacios y los consejeros estudiantiles socialistas Julio V. González y Carlos Sánchez Viamonte, sancionó una resolución condenando al gobierno radical por la ausencia de democracia y exigiendo la renuncia de Yrigoyen.[7]

El período de los primeros gobiernos radicales fue de gran bonanza económica hasta la Gran Depresión de 1929. Pero la situación política se vio enrarecida por los conflictos entre el radicalismo y los conservadores, y entre los radicales oficialistas y los antipersonalistas, contrarios a la línea de Yrigoyen. El período se caracterizó por el avance de la democracia en varios aspectos de la vida política y social, a la vez de registrar las mayores masacres obreras de la historia argentina y el único pogrom registrado en América, con miles de personas asesinadas, detenidas y torturadas.

Antecedentes: el régimen conservador[editar]

Luego de las guerras civiles (1820-1868) y tras una etapa de organización del Estado (1853-1880), Argentina terminó de definir un modelo económico agroexportador dominado por los grandes estancieros y el capital inglés, como proveedor de alimentos para los obreros industriales de Gran Bretaña, que por entonces se había constituido en la primera potencia global, luego de vencer a China en las Guerras del Opio. La economía agroexportadora argentina creció de la mano de la expansión mundial del Imperio Británico y su población se multiplicó por cuatro, pasando de 1,8 millones en 1869 a 7,9 millones en 1914.[8]

Desde 1880 comenzó a gobernar el país el Partido Autonomista Nacional (PAN), de tendencia liberal-conservadora, liderado por el general Julio A. Roca. El PAN estableció un régimen oligárquico virtualmente de partido único, conocido como República Conservadora o República Oligárquica, dominada por una élite conocida como la Generación del 80. El control político fue garantizado por en un sistema electoral de "voto cantado" no obligatorio, que en los hechos impedía la libertad de sufragio y la participación masiva en los comicios: en las once elecciones presidenciales entre 1853 y 1910 el promedio de participación electoral fue del 1,7% de la población total.[9]​ Todos los presidentes entre 1880-1914 pertenecieron al PAN, que además controló ambas cámaras del Congreso Nacional con mayorías absolutas, el Poder Judicial y todas las provincias, con excepción del gobierno radical de la provincia de Buenos Aires entre 1898 y 1902.[10][11]

Escena de la Revolución del Parque en 1890.

Desde la década de 1870, con el fugaz Partido Republicano, diversos sectores venían cuestionando el fraude y la ausencia de elecciones libres. En 1890 estalló una sangrienta insurrección armada conocida como la Revolución del Parque. Fracasada la misma varios de sus líderes fundaron la Unión Cívica Radical, que desató otras dos insurrecciones armadas en 1893 y 1905 para derrocar al régimen autonomista nacional, siendo ambas derrotadas con muy alto costo humano. Tras un fracasado intento de participación política, el radicalismo hizo de la abstención electoral su más firme arma de oposición política.[12][13]​ Luego del suicidio de Alem en 1896, Hipólito Yrigoyen aparecía como el principal caudillo radical, aunque con fuertes resistencias internas provenientes del sector denominado galeritas.[14]

Simultánea y paralelamente al aumento de las luchas políticas para obtener elecciones libres, se había desarrollado un importante movimiento sindical, en el que actuaban tres corrientes: anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarios. El movimiento obrero logró crear en 1901 la primera central obrera, que adoptaría el nombre de Federación Obrera Regional Argentina (FORA), creciendo desde entonces el conflicto social y produciéndose las primeras matanzas obreras.

Los conflictos políticos y sindicales impulsaron a algunos dirigentes conservadores a proponer la modernización del régimen, sancionando leyes laborales y mecanismos electorales que permitieran una mayor participación política de los sectores populares. Esas reformas permitieron que el Partido Socialista argentino lograra elegir en 1904 el primer diputado socialista de América Latina y al año siguiente se sancionara la ley de descanso dominical. No obstante las reformas resultaron insuficientes para la UCR, que se negó a participar debido a que el régimen seguía siendo fraudulento.[15]

Ley Sáenz Peña y democracia[editar]

En 1910 fue elegido presidente Roque Sáenz Peña, un opositor interno del Partido Autonomista Nacional perteneciente a su ala modernizadora, que en la década de 1870 había integrado el fugaz Partido Republicano junto a Leandro Alem y Aristóbulo del Valle. Simultáneamente, Hipólito Yrigoyen había reorganizado a la Unión Cívica Radical y permitido que circulara el rumor de que preparaba un nuevo levantamiento armado. Frente a esa situación Roque Sáenz Peña e Hipólito Yrigoyen se entrevistaron y acordaron la sanción de una ley de sufragio secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones que tomó el nombre de Ley Sáenz Peña.[16][17]

La Ley Sáenz Peña permitió que se realizaran por primera vez en Argentina elecciones libres democráticas, aunque sólo limitadas a varones (habría que esperar hasta 1947 para que a las mujeres se les reconociera el derecho a votar y ser elegidas). El voto secreto y obligatorio independizó políticamente a los sectores populares de los poderes económicos, tal como coincidieron en señalar desde puntos de vista opuestos el estanciero y diputado conservador Carlos Rodríguez Larreta y el escritor radical Ricardo Rojas:

Si mi peón hubiera tenido la misma acción que yo para resolver los problemas económicos internacionales, o políticos del país, habríamos estado viviendo bajo un régimen absurdo. No ha sido así, gracias a Dios, porque yo he dirigido a mi peón. Pero el voto secreto lo independiza, al privarlo de una influencia saludable y legítima... Y lo malo es que, a menudo no tenemos un solo peón sino varios, y que algunos tienen muchos.
Carlos Rodríguez Larreta[18]
El odio a la ley Sáenz Peña proviene de que ya no se puede arriar votantes co­mo acémilas... En los valles de Humahuaca, se canta, por ejemplo, que recuerdo ahora:

En el cuarto oscuro,
vidalitá
no manda el patrón,
cada ciudadano,
vidalitá,
tiene su opinión.


Claro es que esto no les gusta a ciertos patrones; pero el pueblo sabe, sin embargo, cuál es camino.
Ricardo Rojas[19]

La nueva ley sólo alcanzaba a las elecciones para cargos nacionales, es decir, a presidente y vicepresidente, a diputados nacionales, y a senador nacional por la Capital Federal. Las demás elecciones se celebraban según las leyes provinciales. No obstante, en 1912 se produjo la intervención federal a la Provincia de Santa Fe, y el interventor organizó las elecciones para gobernador y legisladores de acuerdo con la Ley Sáenz Peña. La UCR decidió participar, y logró la victoria, llevando a la gobernación a Manuel Menchaca, primer gobernador elegido por la ley de elecciones secretas.[20]​ Poco después, también se produjeron victorias radicales en Entre Ríos, asumiendo la gobernación Miguel M. Laurencena,[21]​ en Mendoza, llevando al gobierno a Francisco S. Álvarez,[22]​ y en Córdoba, donde fue elegido Eufrasio Loza.[23]

Preparativos para las elecciones legislativas de 1914.

Estos resultados alarmaron a los conservadores. Pero si bien en las elecciones de diputados nacionales de 1914 la UCR obtuvo la victoria, sólo logró el 32 % de los votos, lo que parecía dar la razón a los conservadores más optimistas: los conservadores se llevaron 33 diputados, los radicales 22, los socialistas 7 y la Liga del Sur 2.[24]

Las victorias provinciales del radicalismo produjeron la desintegración del Partido Autonomista Nacional. Las fuerzas conservadoras se fragmentaron en decenas de partidos provinciales y locales -muchos de ellos con el nombre de "demócratas"-, destacándose el Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires liderado por Marcelino Ugarte, el Partido Demócrata de Córdoba en Córdoba liderado por Julio Argentino Roca hijo, las fuerzas conservadoras de Salta lideradas por Robustiano Patrón Costas y la llamada "rotación" autonomista-liberal en Corrientes.

En 1914 el exradical Lisandro de la Torre fundó el Partido Demócrata Progresista con la intención de aglutinar las fuerzas conservadoras, empresa esta última en la que fracasó, persistiendo como un partido de cierta importancia en Santa Fe y tendiendo a establecer alianzas con el Partido Socialista.[25][26]

De este modo lo conservadores llegaron a las elecciones presidenciales de 1916 sin una fuerza política nacional aglutinante. Más adelante crearía la Concentración Conservadora con la que se presentaron en las elecciones de 1922 y el Partido Demócrata Nacional con el que gobernarían apoyados en el fraude durante la llamada Década infame.[27]

El 22 de marzo de 1916 la Convención Nacional de la UCR se reunió en el Teatro Onrubia, para presentar la elección para candidatos a presidente y vicepresidente del partido radical. Desde las ocho de la mañana el teatro estaba colmado de gente, existió nerviosismo porque pese a que se sabía que Yrigoyen ganaría por apoyo unánime, los delegados sabían que él mismo habría de renunciar a la misma. Al respecto de la vicepresidencia, hubo exigencias por parte del grupo "azul" (más cercano al conservadurismo) para integrar parte del binomio, terminándose de designar al riojano Pelagio Luna como candidato a la vicepresidencia. A las 10:30 horas de la mañana comienza la votación, los resultados para la candidatura a la presidencia terminaron con ciento cincuenta votos para Yrigoyen, dos para Leopoldo Melo, mientras que Marcelo T. de Alvear, José Crotto y Vicente Gallo obtuvieron uno cada uno. Crotto rechazó el voto que le habían dado, ratificando que solo Yrigoyen podía ser el candidato indicado. Luego se procedió a la elección del candidato a la vicepresidencia, que terminó siendo elegido el doctor Luna con 81 votos contra 59 de Gallo, mientras que Castellanos y Melo obtuvieron uno cada uno. Se pasó a un cuarto intermedio para esperar la aceptación de las candidaturas, en ese momento, una manifestación se congregó en la casa de Yrigoyen, pero no hay signos de que haya gente dentro. Yrigoyen había ido a recibir a la Mesa Directiva de la Convención en el estudio jurídico del doctor Crotto en Avenida de Mayo, allí manifestó su propósito de renunciar a su candidatura.[28]

Por su parte, los radicales tuvieron algunos problemas para conformar las listas de candidatos a gobernadores y diputados, pero no en cuanto al candidato presidencial: el único candidato posible era Yrigoyen, cuya candidatura presidencial fue proclamada apenas dos semanas antes de las elecciones, luego de que se negara varias veces a aceptar la nominación.[29]

La elección presidencial se celebró el 2 de abril de 1916, participando en ella 747 000 votantes, el 45,59 % de los cuales votó por Yrigoyen.[30]​ Semanas más tarde, éste era consagrado presidente por una diferencia de apenas un voto en el colegio electoral.[31]

Hipólito Yrigoyen asumió la presidencia el 12 de octubre de 1916: fue el primer Presidente de la Nación elegido bajo un sistema electoral que garantizaba las elecciones libres y democráticas.

Primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922)[editar]

Hipólito Yrigoyen.
Yrigoyen ante el Congreso Nacional al asumir en 1916.

El triunfo electoral significó la llegada a la conducción de diferentes ámbitos estatales, de un amplio sector social que hasta ese momento estaba excluido de los puestos públicos de dirección. Se trataba de sectores medios, sin grandes recursos económicos, ni conexiones con las clases altas.[12]​ La presencia de funcionarios "sin apellido" fue uno de los temas preferidos para bromas de la prensa conservadora. A lo largo de su gobierno, tuvo que manejarse con decretos, puesto que muchas de sus iniciativas que eran mandadas al Congreso no prosperaron.[32]​ Recién con las elecciones legislativas de 1918 el radicalismo obtuvo la mayoría en la cámara baja.[33]​ No obstante, anteriormente el gobierno había presentado una serie de proyectos que no llegaron a aprobarse. Uno de ellos fue la expropiación de los buques de ultramar de matrícula nacional, también había mandado una iniciativa con la finalidad de construir un astillero y otra iniciativa proyectaba reconstruir los canales de acceso a los puertos fluviales de Rosario y Buenos Aires.[28]

Las elecciones presidenciales de 1916 fueron las primeras en la historia argentina en adoptar la Ley Sáenz Peña, que garantizaba el voto secreto y obligatorio. La fórmula Hipólito Yrigoyen-Pelagio Luna se impuso cómodamente superando a las fórmulas del Partido Conservador (Ángel Rojas-Juan Eugenio Serú) ganado con 339 332 sobre 153 406 del Partido Conservador.[34]​ Además ganó en el colegio electoral con 152 votos. Después de prestar juramento ante la Asamblea Legislativa, el nuevo presidente fue, literalmente, llevado por un alud de personas hasta la Casa Rosada, sin ningún tipo de guardia personal.[35]

Durante su gobierno, Yrigoyen impulsó una serie de políticas que en conjunto implicaban una tendencia transformadora. Durante el periodo de 1916-1930 se registró una expansión promedio anual del 8,1 %, sigue siendo la mayor tasa de crecimiento de la historia argentina, solo superada por la gestión de Arturo Illia.[36]

Relaciones con los gobiernos conservadores[editar]

Durante el primer gobierno de Yrigoyen el radicalismo estuvo en minoría en el Congreso: en la Cámara de Diputados 101 miembros eran radicales y 129 opositores, mientras que en el Senado sobre 58 miembros solo 2 eran radicales.[37]​ Aún en minoría, Yrigoyen mantuvo una actitud poco proclive al diálogo y la negociación, no sólo con los partidos tradicionales conservadores que controlaban el Senado, sino también con los nuevos partidos populares que adquirieron protagonismo a partir del voto secreto como el Partido Socialista y del Partido Demócrata Progresista.

Yrigoyen había sugerido en su momento al presidente Figueroa Alcorta la intervención de catorce estado federales donde aún radicaba el fraude, práctica aún vigente luego de la creación de la Liga de Gobernadores de la que fueron sus principales mentores Miguel Ángel Juárez Celman y Julio Argentino Roca. Las intervenciones federales, llamadas de «higiene cívica» se llevaron a cabo despaciosamente por decretos del poder ejecutivo en épocas de receso legislativo. A excepción por las provincias gobernadas por radicales que habían obtenido el poder por vía legítima, las demás fueron intervenidas. La intervención tenía por objetivo llamar a elecciones legales y sea cual fuese el resultado el triunfador obtendría la gobernación. En muchos distritos el radicalismo triunfo, no obstante en provincias como Corrientes y San Luis los conservadores se impusieron, y en esos casos la decisión popular fue respetada. Tampoco habían sido intervenidas las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Jujuy.[38]

Política económica[editar]

YPF sentó las bases del nacionalismo económico.

Yrigoyen pensaba que la Argentina debía manejar su propia moneda, su propio crédito y la comercialización de su producción, como la explotación y distribución de energía y transportes. Para ello proyecto un Banco Central estatal, para así nacionalizar el comercio exterior, manejado por las exportadoras de cereales, fundó YPF y dicto controles a las concesiones de empresas extranjeras que manejaban los ferrocarriles. En materia ferroviaria se dictaron rigurosos controles a los ferrocarriles en manos de los británicos, sobre todo en lo que respecta a tarifas y fijación de cuentas capitales, además se dio impulso a la obra de Ferrocarriles del Estado, buscando la salida al Pacífico para facilitar el transporte de las producciones del noroeste y sur oeste -centro- del país para llegar a Perú, Chile y Bolivia.[32]

El historiador del radicalismo Gabriel del Mazo, dice que el gobierno de Yrigoyen se caracterizó por su "Plan de Tierra y Petróleo",[39]en el que el Estado se reservaba un rol de intervención decisivo. El radicalismo mostró una tendencia económica que se apartaba del liberalismo clásico, a partir de la idea de intervención del Estado en la economía.[cita requerida] El nacionalismo económico de Yrigoyen resulta claramente expuesto en los fundamentos al veto de la ley ferroviaria que la oposición conservadora logró sancionar en 1920, donde dice:[cita requerida]

La política del Poder Ejecutivo es mantener en poder del Estado la explotación de fuentes naturales de riqueza, cuyos productos son elementos vitales del desarrollo del país... El Estado debe adquirir una posición cada día más preponderante en las actividades industriales que respondan principalmente a la realización de servicios públicos.

Sin embargo, Yrigoyen debió enfrentar en la Argentina los problemas derivados de la Primera Guerra Mundial. Su política fue mantener la neutralidad, que implicaba en términos económicos continuar con el abastecimiento de los aliados, clientes tradicionales.[40]​ Las naciones en guerra demandaban alimentos baratos, como algunos artículos industriales tales como frazadas y carne enlatada, cuyas exportaciones se triplicaron durante el periodo 1914 a 1920. Se estancaron, en cambio las exportaciones de maíz y carne refrigerada (de mejor calidad que la enlatada). A su vez se frenaron las importaciones de manufacturas industriales que antes se producían en Europa, ya que los países participantes de la contienda centraron sus recursos en la industria bélica. Este hecho produjo que empezaran a surgir industrias para producir aquellos productos que antes eran importados. Entre 1914 y 1921 creció el comercio con Estados Unidos, ya que Inglaterra y los demás países Europeos no tenían qué ofrecer a la Argentina.[41]

Cuando comenzó la gran guerra, el presidente Victorino de la Plaza ordenó la suspensión de entrega de oro a cambio de billetes que realizaba la Caja de Conversión, como paliativo del "pánico bancario" y para evitar una fuga de capitales. Esto permitió que la moneda argentina mantuviera un respaldo fijo con respecto del oro. Catorce millones de pesos en oro fueron repatriados, su origen provenía de legaciones en París y Londres donde había quedado depositado como pago que los comerciantes europeos entregaban a nombre de los exportadores argentinos. Gracias a ello el peso argentino llegó a tener un 80 % de respaldo de oro para fines del primer gobierno de Yrigoyen. El gobierno intento sin éxito crear el Banco de la República en 1917, una entidad financiera cuyo objetivo sería regular la economía y las finanzas nacionales. Durante el lustro no se emitieron títulos de deuda, y la deuda externa se redujo a 225 000 000 de pesos, para ello se dejaron vacante varios empleos públicos para reducir el gasto público. El Congreso no llegó a sancionar el impuesto a los réditos, cuya sanción pidió el gobierno en 1919. En el citado año se remitió al Congreso una reglamentación sobre conciliación y arbitraje de los conflictos obreros, el cual establecía una junta presidida por el titular del Departamento Nacional del Trabajo (también estaría integrada por integrada por un representante de cada parte en conflicto), para someter tanto a trabajadores como patrones para llegar a un entendimiento viable. También en 1919 se llevó al Congreso una ley que reglamentaba el trabajo en obrajes y yerbatales, ya que las condiciones de los obreros eran inhumanas, así la ley 11.728 fue aprobada durante la siguiente administración radical en 1925. Pero sería vetada por Marcelo T. de Alvear por insistencia del Congreso.[28]

Los precios del mercado internacional comenzaron a descender muy lentamente a partir de 1914, mientras que los productos manufacturados que Argentina importaba, empezaron a costar más caros en relación con el precio de los cereales. Así se fue creando una situación cada vez más difícil que condujo a una crisis general de la economía, cuyo mayor exponente fue el año 1929, al compás de la crisis internacional. Con una industria con poco desarrollo que se había creado durante la Primera Guerra Mundial, pero que comprimió después, una organización fiscal que obtenía casi todos sus recursos a través de derechos aduaneros, y un presupuesto casi normalmente deficitario caracterizaron junto a otros aspectos la economía argentina durante el periodo radical de 1916 a 1930.[42]

Así fue como en el rubro metalúrgico surgieron las empresas Tamet y La Cantábrica, la primera nació como un pequeño taller y siguió creciendo hasta convertirse en la mayor empresa metalúrgica de América del Sur en la década de 1920. En estos momentos el parque automotor era de 48 000 unidades, un promedio de 187 habitantes por automóvil.[43]​ También se destacaban la fábrica de sanitarios (existente hoy en día) Ferrum, tres fábricas de bolsas de arpillera y la Compañía General de Fósforos. La empresa CATE (de capitales alemanes), dominó el mercado de generación de energía eléctrica de la ciudad de Buenos Aires en pocos años.

Política petrolera[editar]

La decisión más destacada del gobierno radical fue la creación de la empresa estatal petrolera Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1922, cerca del final del primer mandato de Hipólito Yrigoyen. Abrió toda una línea de políticas económicas nacionalistas y anti-monopolio. En el futuro YPF sería la empresa más grande del país y llegaría a emplear 50 000 trabajadores. El nuevo presidente radical Marcelo T. de Alvear nombró al General Enrique Mosconi al frente de la misma, e intentó impulsar una serie de medidas para nacionalizar el petróleo, pero estas fracasaron por el quiebre inevitable de la UCR. Desde entonces el radicalismo haría de YPF una bandera ideológica.

Dos meses después de asumir la presidencia el gobierno presentó pidió autorización del Congreso para realizar un empréstito de cien mil millones de pesos destinado a varias medidas, entre ellas, fomentar la explotación de YPF. En 1919 el Presidente mandó al Congreso un proyecto de trece capítulos donde detallaba el régimen legal, técnico, económico y financiero del petróleo. El proyecto tenía como finalidad el principio del dominio estatal de los yacimientos. Días más tarde se implementó a este proyecto uno más que declaraba de utilidad pública a todos los elementos necesarios para la explotación del petróleo. Pero estas iniciativas quedarían trabadas por un tiempo en el Congreso. En 1921 el Poder Ejecutivo mandó un mensaje al Congreso insistiendo por la sanción de los proyectos mencionados anteriormente, pero el mensaje no dio resultado. Ante esto, Yrigoyen dictó un decreto organizando la Dirección General de YPF en dependencia del Ministerio de Agricultura.[28]​ Pese a las destacables obras petroleras, Yrigoyen no logró la nacionalización de los hidrocarburos, sin embargo dejó las bases para evitar convenios contra la independencia económica local.[44]

Mosconi con el apoyo gubernamental impulsó el crecimiento de YPF con el objetivo de alcanzar el autoabastecimiento de petróleo, vital para el desarrollo autónomo del país, y promovió medidas tendientes a disminuir la competencia entre YPF y las empresas extranjeras. Logró la construcción de una destilería en La Plata, lo que independizo al país de la compra de naftas. Pocos meses después de su habilitación comenzó la producción de nafta para aviones. Esta planta industrial fue la décima destilería más grande del mundo.[45]​ Carlos Madariaga, vocal del directorio de YPF solventó con dinero de su propia fortuna algunas obras para la petrolera estatal. Gracias a ello la producción de naftas que en 1922 era inexistente, logró en 1928 que YPF vendiese 100 millones de litros de ese combustible, además de 25 millones de litros de queroseno. La Standard Oil logró en 1925 obtener concesiones por parte del conservadurismo en Salta, pero el gobernador yrigoyenista Julio Cornejo las anuló en 1928. Gracias a los citados decretos que se promulgaron en 1924, el gobierno de Alvear fue restringiendo las concesiones de explotación que tenían las compañías privadas, y simultáneamente se fueron delimitando extensas áreas con reservas petrolíferas para ser explotadas por el ente nacional que dirigía Mosconi. Legisladores en su mayoría radicales yrigoyenistas pensaban que el petróleo debía nacionalizarse, y por ello se debía establecer un monopolio Estatal para su explotación. Finalmente la nacionalización del petróleo fue votada por yrigoyenistas, antipersonalistas, socialistas, socialistas independientes e inclusive ciertos sectores conservadores. En 1929, casi al final del periodo radical, las empresas privadas que producían petróleo eran la Compañía Ferrocarrilera, la Anglo-Persian Oil Company ambas de capital inglés, la Standard Oil de capital estadounidense, Astra de capitales alemanes y argentinos, y la Royal Dutch de capital holandés. YPF producía prácticamente la misma cantidad de petróleo que todas estas empresas juntas citadas anteriormente.[32]

La tierra[editar]

Gracias a una política colonizadora un poco más abierta, durante este periodo lograron transformarse en propietario de la tierra un número de arrendatarios proporcionalmente más elevado que en el periodo conservador. Sin embargo la población rural marco un descenso, del 42 % que alcanzaba en 1914 bajó al 32 % en 1930. La componían los chacareros en las provincias cerealeras, los peones de las grandes estancias en áreas ganaderas, los obreros semiindustriales en regiones donde se cultivaba caña, se explotaba madera, yerba, vid, algodón, pero este sector estaba sometido a bajísimos niveles de vida, y con escasas posibilidades de ascenso económico. En cambio, en las ciudades, la población aumentó del 58 al 68 % entre 1914 y 1930. Además las perspectivas económicas y las posibilidades de educación de los hijos facilitó a muchos descendientes de inmigrantes un rápido ascenso a los sectores medios.[42]

La enorme afluencia de colonias agrícolas, la proliferación de las granjas, la intensificación de los cultivos por el sistema de medieros, la localización urbana del comercio y las industrias incipientes, obligó a atender diversos problemas rurales y urbanos intervinculados: reforma agraria y asuntos laborales.[46]​ Yrigoyen adoptó medidas en beneficio de los pequeños productores rurales. Las tierras públicas habían sido el mayor deseo de la clase oligárquica argentina, los dueños de ferrocarriles se habían beneficiado con la adquisición de tierras al rededor de sus vías férreas gracias a una ley de 1862, luego las revendieron a mayores precios a compañías de tierras que no eran más que empresas paralelas. Yrigoyen se oponía a que se sigan vendiendo tierras fiscales, en cambio se quiso resguardar para el Estado esta fuente de riqueza. Así el gobierno obligó a los dueños que ocuparon ilegalmente las tierras que las devolvieran, pagando cánones por el tiempo en que las ocuparon. El Banco Hipotecario Nacional alcanzó un inusitado desarrollo abriendo líneas de crédito para los productores rurales.[44]

El gobierno logró que se sancionasen una serie de leyes de arrendamientos rurales (leyes 11.156 y 11.170) para proteger a los colonos y chacareros frente a los grandes propietarios de tierra. En el mismo sentido reorganizó el Banco Hipotecario Nacional para apoyar con crédito subsidiado a los pequeños propietarios rurales.[47]​ En 1918, por primera vez, el Estado intervino como vendedor único de la cosecha de cereales en el exterior, siendo la Argentina quien fijaba los precios de venta.[48]

Ferrocarril y transportes[editar]

Al mes de asumir el gobierno, el Presidente decretó la caducidad de 10 000 km de líneas férreas imaginarias, cuyos plazos de construcción se encontraban vencidos, lo que dificultaba la extensión de la red Estatal. La política de reajuste de las empresas se terminó de concretar en julio de 1919, cuando se fijó oficialmente la cuenta capital de los Ferrocarriles Central Argentino, Buenos Aires al Pacífico, Trasandino, Gran Oeste, del Sur y el Central Córdoba. En agosto de 1921 se anularon los aumentos de tarifas que habían subido sin autorización alguna. Ante una investigación del Poder Ejecutivo las empresas admitieron su error, y el gobierno les mandó devolver las sumas cobradas con exceso. El gobierno intentó mandar al Congreso un proyecto para la construcción del ferrocarril de Huaytiquina, pero ante la demora de la ley en el parlamento, Yrigoyen decidió dictar un decreto para el inicio de obras el 12 de marzo de 1921. En julio de 1922 se firmó el tratado Noel-Barros Jarpa con Chile para coordinar los trabajos y obras para la construcción de las líneas por Huaytiquina o Socompa al Norte y Zapala al Sur. Las obras del ferrocarril tardaron treinta años en terminarse.[28]

En un proyecto enviado al Congreso en 1916 se solicitaba del Poder Ejecutivo autorización para emitir un empréstito de cien millones de pesos, para entre otras cosas, adquirir buques para la Marina Mercante Nacional, como también para la creación de YPF, pero el proyecto fracasó en el parlamento e Yrigoyen tuvo que hacer uso de los decretos para conseguir nuevos barcos. A principios de 1918 mandó a comprar por decreto el buque alemán Bahía Blanca de 13 000 toneladas y poco después se adquirieron cinco más, cuya sumatoria de tonelaje era de 32 000 toneladas. Los viejos buques radiados o en desuso fueron reacondicionados para emplearlos en la Marina Mercante.[28]

Impulsó una política de expansión y fortalecimiento de los ferrocarriles estatales, y dictó medidas tendientes a regular las poderosas empresas ferroviarias extranjeras cuando vetó la ley de formación de una empresa de ferrocarriles mixta, sancionada por la oposición. Realizó el llamado Tren de las Nubes (provincia de Salta), del Ferrocarril General Belgrano, conectando Salta con el océano Pacífico en Antofagasta (Chile), a través de la cordillera de los Andes, una gigantesca obra de ingeniería.[49]​ Las tarifas fueron reguladas y se fijaron cuentas capitales, ya que estas empresas mantenían una falsa contabilidad, declarando bajas ganancias y altos costos. Además se dio impulso a la obra de Ferrocarriles del Estado, buscando la salida al Pacífico para facilitar el transporte de las producciones del noroeste y sur oeste -centro- del país para llegar a Perú, Chile y Bolivia. La concesión fue anulada en 10 000 km de vías en construcción.[44]​ Con la huelga de ferroviarios de 1917 los patronales le aconsejaron a Yrigoyen reemplazar a obreros por maquinistas de la marina, pero el Presidente se negó, aceptando el derecho a huelga.[32]

La red ferroviaria creció de 32 500 km en 1914 a alcanzar los 40 000 km en 1929.[32]

Política educativa[editar]

Estudiantes universitarios transladados por la policía, 1918.

La Argentina alcanzó tasas de alfabetización muy elevadas para le época (similares a las de Europa inclusive), aunque con grandes asimetrías sociales y territoriales que favorecieron especialmente a la ciudad de Buenos Aires. Para 1930 -fin del periodo histórico- el 95 % de la población de Buenos Aires estaba alfabetizada, mientras que el 30 % de la población etaria iba a la escuela secundaria. A partir de este periodo surgió un amplio público que consumía masivamente diarios, revistas y libros. La literatura de masas tuvo su auge en esa época gracias a las novelas semanales y a las ediciones que venían impresas en los periódicos, ejemplos notorios eran las publicaciones de Jorge Luis Borges y Bergson en los magazines que se vendían en las décadas de 1920 y 1930.[50]

En la ciudad de Buenos Aires se fundaron treinta y siete escuelas secundarias, y doce institutos de artes y oficios. Además se construyeron 3126 escuelas primarias a lo largo de todo el territorio argentino. Durante los seis años de gobierno el alumnado escolar aumentó en más de cuatrocientos mil. Se redujo el analfabetismo del 20 al 4 %. Fue introducido el bachillerato nocturno, de gran concurrencia para la clase obrera. Un año después de asumir el gobierno, Yrigoyen estableció que los alumnos que cursaran en escuelas dependientes del Estado, usaran guardapolvo blanco con el objetivo de igualar socialmente al alumnado,[35]​ como también se prescribió su uso para el docente. Entre las décadas de 1930 a 1950 el Estado asumió en forma directa la distribución de delantales, ropa y cazado al alumnado.[50]

Política internacional[editar]

La política internacional de Hipólito Yrigoyen fue motivo de fuertes discusiones, incluso en el seno del radicalismo. Su política se apoyó básicamente sobre los principios de autodeterminación e igualdad de las naciones frente a las grandes potencias y neutralismo frente a la guerra mundial.[51]

Frente a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) Yrigoyen mantuvo una estricta postura de neutralidad -incluso luego de que Estados Unidos ingresara a la guerra en 1917 y presionara para el ingreso de todos los países americanos- siguiendo la línea que ya había decidido el régimen conservador del anterior presidente Victorino de la Plaza. La posición neutralista también fue adoptada por otras naciones latinoamericanas como Colombia, Venezuela, México y Chile. Yrigoyen intentó convencer a otros países de Latinoamérica de no romper relaciones con otras naciones sin motivo aparente. Por ello convocó una conferencia de naciones que se llevó a cabo en 1917 para que se pronunciaran por la neutralidad. Pero la oposición estadounidense sumada al hecho que Brasil ya había roto sus relaciones con Berlín, hicieron fracasar el intento. Solo México y Colombia aceptaron el llamado del gobierno argentino.

Durante la guerra Yrigoyen debió afrontar conflictos con algunas potencias beligerantes. Al producirse la captura del vapor Curamalan en Cardiff emprendió un reclamo ante las autoridades francesas, y lo mismo ocurrió cuando buques y submarinos alemanes dañaron o incluso hundieron buques argentinos.

El 4 de abril de 1917 la goleta Monte Protegido que llevaba un cargamento de lino a Holanda fue hundida por un submarino alemán.[52]​ Pocas semanas después, el 22 de junio de 1917, otro submarino alemán hundió el vapor argentino El Toro cerca de Gibraltar, llevando carne congelada, cueros, lana, grasas y tanino hacia Génova. La política radical en ambos casos fue exigir a Alemania reparaciones materiales y morales, en el entendido que de no hacerlo Argentina declararía la guerra. Alemania aceptó las exigencias argentinas y se comprometió a no hundir más barcos argentinos.[53]

En 1917 manifestantes asaltaron y destrozaron el Club Alemán, la Delegación Alemana, y la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad. Estos hechos sumados a la noticia de que el ministro alemán en Buenos Aires Karl von Luxburg, había mandado telegramas secretos recomendando hundir barcos argentinos "sin dejar rastros", y citas insultantes hacia el canciller Honorio Pueyrredón, desembocó en que la opinión pública, al igual que muchos dirigentes radicales presionaran a Yrigoyen para romper relaciones diplomáticas con Alemania, pero el presidente sostuvo la neutralidad.[54]​ Ante el anunció de la guerra submarina por parte de Alemania, el gobierno argentino se limitó a reafirmar su posición de respetar las normas del derecho internacional y lamentar la decisión alemana.

El gobierno radical enfrentó otro incidente internacional cuando el embajador británico en Buenos Aires Reginald Tower, declaró que Gran Bretaña daría preferencias comerciales a países aliados como Brasil y Uruguay. El presidente le pidió al ministro que se presentase en su despacho para que brindara explicaciones de sus dichos y ante la amenaza de ser expulsado del país, Tower se rectificó.[28]

La postura neutralista sostenida por Yrigoyen fue muy criticada, tanto por la oposición interna y como por extrapartidaria sosteniendo que llevaría al aislamiento del país.[55]​ El propio Marcelo T. de Alvear que era embajador argentino en Francia, se enfrentó con Yrigoyen exigiéndole adoptar una postura definida que le permitiera a la Argentina ponerse a la cabeza de los países hispanoamericanos.[56]​ El Partido Socialista también exigió en el Congreso que Argentina le declarase la guerra a Alemania como respuesta al hundimiento de los buques Toro y Monte Protegido, pero la UCR rechazó la exigencia,[54]​ pero Yrigoyen se mantuvo inflexible.[54]

Frente al Tratado de Versalles y la creación de la Sociedad de Naciones, la posición argentina fue sostener la separación entre ambos actos: el Tratado era una cuestión que debería limitarse a los países que lucharon, mientras que la Liga de las Naciones, por el contrario, debería ser una asociación igualitaria y voluntaria de todas las naciones del mundo.[51]​ Además en la Sociedad de las Naciones, Yrigoyen mandó a los representantes argentinos a pedir que tanto naciones vencedoras como "vencidas" sean tratadas por igual, a pesar de la oposición de algunos miembros de la liga, como Marcelo T. de Alvear y Fernando Pérez. El rechazo de la posición argentina, fundamentalmente impulsado por las naciones imperiales europeas, en una época en que los pueblos de África y Asia aún continuaban gobernados por el colonialismo europeo, llevó al retiró de la delegación argentina de la misma.[32]

Yrigoyen mandó un proyecto de ley para condonar la deuda que traía el Paraguay desde la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), pero el mismo no prosperó. El siguiente gobierno radical volvería a tratar el tema.[32]

Estableció por decreto que el día 12 de octubre fuera fiesta nacional con el nombre de Día de la Raza, en homenaje a "la España descubridora y conquistadora", considerando "que el descubrimiento de América es el acontecimiento de más trascendencia que haya realizado la humanidad a través de los tiempos".[32]

En 1918 se concretó entre el gobierno argentino y los de Inglaterra y Francia un convenio en donde se vendía el excedente de la cosecha de trigo y otros cereales cuya sumatoria era un total de 2500 toneladas, a un precio base de 250 000 000 pesos oro. Poco después se intentó hacer otra iniciativa similar, pero el Senado la rechazó pese a la insistencia del Presidente. Esta negativa fue motivo del desastre lanero acontecido en la Patagonia. No se pudo concretar un acuerdo de trueque de lana por materiales ferroviarios que se iba a concretar con Alemania, Francia y Bélgica en 1921.[28]

Yrigoyen procuró contener el expansionismo de los grandes grupos económicos extranjeros que actuaban en el país. Frente a la agresiva política intervencionista de Estados Unidos en América Latina, defendió el principio de no intervención, llegando a ordenar en un caso, que los barcos de guerra argentinos saludaran al pabellón de la República Dominicana y no al de Estados Unidos, que habían izado el suyo en la isla en el marco de la invasión de 1916.[42]

Situación laboral[editar]

Grupo de trabajadores en una de las primeras villas de emegencia de la ciudad de Buenos Aires en los años 30. La poblematica habitacional es un tema que sigue afectando al país.
La cantidad de huelguistas se multiplicó por diez durante el gobierno de Yrigoyen (1916-1922).[57]

En 1915 la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) realizó su histórico IX Congreso unificándose bajo la conducción mayoritaria de la corriente sindicalista revolucionaria, que adoptaría una política de diálogo y acercamiento al gobierno radical.[58]​ De todos modos un sector del sindicalismo anarquista, que venía perdiendo apoyo obrero luego de su auge en la primera década del siglo, desconoció el IX Congreso y se organizó como una central exclusivamente anarquista bajo en nombre de FORA del V Congreso.

Yrigoyen adoptó una novedosa política de mediación estatal ante los conflictos laborales, promoviendo su resolución mediante negociaciones colectivas o laudos arbitrales cuando no se llegaba a un acuerdo.[59]​ El historiador radical Gabriel del Mazo da cuenta del nuevo enfoque que el radicalismo trajo frente a las conflictos laborales, relatando la respuesta de Yrigoyen a la delegación patronal que le había exigido reprimir la huelga ferroviaria de 1917:

¿Esa es la solución que ustedes traen al gobierno de su país; es esa la medida que vienen ustedes a proponer al gobierno que ha surgido de la entraña misma de la democracia, después de treinta años de predominios y privilegios? Entiendan, señores, que los privilegios han concluido en el país y que de hoy en más, las fuerzas armadas de la Nación no se moverán, sino en defensa de su honor o de su integridad. No irá el gobierno a destruir por la fuerza esta huelga que significa la reclamación de dolores inescuchados.
Hipólito Yrigoyen.[60]

Durante el gobierno de Yrigoyen las huelgas se multiplicaron por diez y se extendieron en el tiempo (ver gráfico), hecho que fue también utilizado por los sectores y medios conservadores para denunciar el "caos social" y exigir políticas represivas.[61]​ Yrigoyen respondió mediando en los conflictos, como sucedió en sus exitosas intervenciones en las huelgas de los trabajadores marítimos en 1916/1917 y ferroviarios de 1917.[62]​ Pero cuando la mediación estatal fracasaba, la represión contra los trabajadores alcanzó grados de violencia que nunca antes había alcanzado, incluyendo la formación de grupos parapoliciales de choque antiobreros, como la siniestra Liga Patriótica conducida por el radical Manuel Carlés.

Un año y medio después de iniciado el primer gobierno de Yrigoyen triunfó la revolución socialista en Rusia; este hecho histórico fue un motivante adicional para el movimiento obrero mundial para movilizarse por mejoras laborales, ante la perspectiva de una transformación mundial de las relaciones entre capital y trabajo. Ese clima llevó también a que, al finalizar la Primera Guerra Mundial, en 1919 se creara la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un inusual organismo internacional cogobernado por los estados nacionales, los sindicatos y las organizaciones internacionales, con la misión mantener la paz social.

En materia de legislación laboral el gobierno de Yrigoyen presentó varios proyectos, incluyendo sendos proyectos de códigos de Trabajo y Previsión Social, que no fueron aprobados por el Congreso, con excepción de las leyes de trabajo a domicilio (nº 10.505) aprobada en 1918 y de trabajo en obrajes y yerbatales (nº 11.728), aprobada en 1925.[63][64]

Mayor suerte tuvo el primer gobierno radical con su política en materia de legislación de previsión social, casi inexistente hasta ese momento. En 1919 logró una importante reforma a la ley de jubilaciones ferroviarias (nº 9653) y al año siguiente se sancionó la ley de jubilaciones para obreros y empleados de servicios públicos (nº 11.110), mientras que en 1923 (ya durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear) se aprobó la ley de jubilaciones para empleados bancarios (11.232). El Partido Socialista y el movimiento sindical criticaron la política sectorial del radicalismo en materia de pensiones, sosteniendo que buscaba amparar a los empleados jerárquicos y mejor ubicados de ciertas empresas y reparticiones públicas, dejando de lado a la mayoría de los trabajadores, proponiendo la aprobación de un seguro social universal, al que la UCR se opuso.

En materia de vivienda, el gobierno radical modificó el Código Civil para establecer limitaciones a los contratos de locaciones de vivienda (leyes 11.156 y 11.157 conocidas como "Ley de Alquileres"), disponiendo el congelamiento de los alquileres, plazos mínimos de duración y lapsos para desalojar la propiedad. Este régimen sería modificado en 1933 para asegurar la protección del arrendatario.[46][35][33]​ En 1917 se sancionó la ley n.° 10.284 de Régimen de amparo a la familia, estableciendo la inembargabilidad de los bienes y herramientas de trabajo indispensables para asegurar la subsistencia del grupo familiar.[46]

Yrigoyen mantuvo relaciones muy conflictivas con el Partido Socialista, que lo acusaba de autoritario y demagogo, así como con las corrientes sindicales anarcosindicalista -que controlaba la FORA del V Congreso- y comunista -creada en 1919-. Por otra parte mantuvo estrechas relaciones con el sindicalismo revolucionario, corriente sindical mayoritaria que controlaba la FORA del IX Congreso y los sindicatos ferrovarios y marítimos, que eran los más poderosos. El favoritismo del gobierno radical por el sector sindicalista revolucionario mereció una sanción internacional para la Argentina durante la conferencia fundadora de la Organización Internacional del Trabajo.[65]

De la mano de las libertades democráticas y la política tolerante del gobierno frente a los sindicatos y las huelgas, el sindicalismo se expandió en forma exponencial durante el primer gobierno de Yrigoyen. Mientras que al finalizar 1915 la FORA tenía 51 sindicatos con $20.000 de aportes, cinco años después el número había subido a 731 sindicatos, y los aportes a $700.000.[66]​ El movimiento sindical se extendió también por todo el país, organizando incluso a obreros rurales de lugares tan alejados como la Patagonia, los bosques de quebracho del Chaco Austral y los yerbatales de Corrientes y Misiones. La disolución de la FORA IX y la fundación de la Unión Ferroviaria en 1922 -convertida en el eje del sindicalismo argentino durante las siguientes décadas-, abriría gradualmente una nueva etapa en el sindicalismo argentino, más orientada a la negociación colectiva y la participación política con el objetivo de acceder al poder político.[67]

En los dos primeros años de gobierno -durante la Primera Guerra Mundial- el salario real perdió un 30% del poder de compra que tenía en 1915, pero las huelgas, el fortalecimiento del sindicalismo y las nuevas leyes laborales impulsaron el aumento del salario real desde 1918 hasta alcanzar en 1922 un aumento del 37% del poder adquisitivo que tenía en 1915.[68]

Masacres obreras[editar]

Durante los gobiernos radicales se produjeron las mayores matanzas obreras de la historia argentina. Miles de obreros resultaron asesinados, fusilados, torturados y desaparecidos en varias jornadas represivas. El radicalismo combinó una novedosa política de mediación para promover la negociación colectiva entre empleadores y sindicatos para resolver los conflictos laborales, pero también en varios casos en donde el gobierno no supo manejar la situación, se produjo un accionar represivo, que incluyó asesinatos masivos y la actuación de organizaciones parapoliciales terroristas de extrema derecha como la Liga Patriótica, liderada por el dirigente radical Manuel Carlés y la Asociación Nacional del Trabajo.[69][70][71][72][73][74]

Semana trágica[editar]

Cañones en la esquina del Congreso, durante la semana trágica, 1919.

En diciembre de 1918 había empezado una huelga en la fábrica metalúrgica Vasena, ubicada en el barrio de San Cristóbal en Buenos Aires. El gobierno tomó intervención y propuso un acuerdo que reunía la mayor parte de los reclamos obreros, pero la empresa se mostró extremadamente intransigente y apostó a desgastar a los huelguistas. Sin embargo la huelga se extendió apoyada en la solidaridad del barrio. Durante todo un mes la tensión fue creciendo, con enfrentamientos, intentos de asesinato de los delegados y varios heridos.[75]

El sindicato metalúrgico pertenecía a la FORA anarquista, frontalmente opuesta al “democratismo” y el diálogo social yrigoyenista, a la espera de un estallido social que derrumbara al capitalismo. El gobierno negociaría durante el conflicto con la FORA IX, de tendencia sindicalista revolucionaria y cercana al gobierno, pero esta central mayoritaria no tenía afiliados en Vasena.[76]

El 7 de enero de 1919 un grupo de rompehuelgas, custodiado por más de cien policías, se enfrentó con el piquete huelguista que bloqueaban la entrada a la fábrica, y la policía desencadenó un pandemónium, descargando más de dos mil balas en dos horas, que dejó cinco personas muertas y más de 40 heridas. Tres de los muertos estaban en sus casas. El parte policial informaba que sólo cuatro policías habían resultado heridos: un teniente con “herida punzante”, un cadete con “contusión en dedo del pie”, un agente con “mordisco en el dedo meñique” y otro agente con “contusión en la frente”.[77]

Ante la masacre, la FORA del V Congreso declaró la huelga general a la que adhirieron sindicatos de ambas centrales y la ciudad quedó paralizada.[78]​ El 9 de enero decenas de miles de personas se reunieron para enterrar a sus muertos en el Cementerio de la Chacarita. El cortejo fue atacado varias veces en el camino y al llegar al cementerio la policía disparó a mansalva sobre la multitud, matando a 50 personas e hiriendo a cuatrocientas. La indignación por la matanza produjo una insurrección popular que expulsó a la policía de los barrios obreros.[79]

Esa misma noche Yrigoyen ordenó al Ejército recuperar el control de la ciudad, bajo el mando del general Luis Dellepiane, un militar incondicional de Yrigoyen que había participado en la Revolución radical de 1905.[80]​ Durante tres días Buenos Aires sería zona liberada para la acción homicida del Ejército, la policía y grupos de civiles armados y "guardias cívicas radicales",[81]​ que unos días después se organizarían bajo el nombre de Liga Patriótica.[82]​ Fueron arrasados los barrios obreros, incluyendo el barrio judío del Once, donde las fuerzas represivas produjeron el único pogrom (matanza de judíos) que se haya realizado en el continente americano, convocando a “cazar rusos”. En medio de la masacre apareció la frase “yo, argentino”, utilizada como salvoconducto para salvar la vida.[83]​ El saldo fue de unos 800 muertos nunca identificados: ancianos, mujeres, niños, hombres. Hubo también decenas de desaparecidos, miles de heridos, y más de 50.000 detenidos.[84]​ Fueron quemadas viviendas obreras, sinagogas, locales sindicales y partidarios, periódicos, bibliotecas populares y judías, cooperativas. El gobierno detuvo y torturó a miles de ciudadanos, como el inmigrante judío Pinie Wald al que acusó falsamente de ser el líder de una revolución judeo-comunista y facilitó a los grupos parapoliciales las comisarías donde establecieron sus bases operativas. Una vez liberado Pinie Wald relató las torturas y ultrajes sufridos en el libro Koschmar (Pesadilla), escrito en idish y traducida al español recién en 1987.[85][86]

Los dos FORAs fueron incapaces de operar en algún sentido para frenar la matanza. La FORA anarquista porque se oponía a todo contacto con el gobierno o los diputados y simplemente se limitó a promover la insurrección, y la FORA IX porque se mostró dubitativa y sin control de los sindicatos ni influencia sobre los huelguistas.

La responsabilidad de Yrigoyen ha tratado de ser explicada o atenuada por la historiografía radical. Hay consenso entre los estudiosos en considerar que Yrigoyen fue superado por los sectores más duros y criminales que actuaban dentro y fuera del radicalismo. Pero también hay consenso en considerar que Yrigoyen se encontraba al mando de las fuerzas represivas y que fue responsable tanto por las decisiones que tomó, como por las que no tomó, entre ellas el encubrimiento de los hechos y la impunidad de los asesinos.[69][71]​ Un historiador radical como Gabriel del Mazo le atribuye responsabilidad a "la oligarquía política y plutocrática en acecho, cuya aspiración enderezó a derribar el gobierno constitucional mediante una operación militar y so pretexto de restablecer el orden alterado".[87]​ Otro historiador radical, como Félix Luna afirma genéricamente que "Yrigoyen se vio obligado a tomar medidas enérgicas para garantizar la tranquilidad de la población".[88]​ Luego de la masacre, el gobierno felicitó públicamente a las tropas que ejecutaron la represión y la alta sociedad organizó una colecta para premiarlos con dinero.

A casi cien años de la masacre, las víctimas siguen sin ser oficialmente recordadas. En 1972 Julio Godio escribió un libro titulado La semana trágica, recuperando el hecho para la memoria colectiva.[69]​ Más recientemente un documental de Herman Szwarcbart, Un pogrom en Buenos Aires (2007), registró testimonios del grado de barbarie, odio de clase y racismo de aquella acción.[89]

Patagonia rebelde[editar]

Obreros en huelga durante la Patagonia rebelde.

En noviembre de 1920 estalló en Santa Cruz una huelga de peones rurales y trabajadores de los frigoríficos. De inmediato, los estancieros más grandes, como Menéndez Behety, la Sociedad Rural, los frigoríficos ingleses e incluso la embajada de Gran Bretaña pidieron la intervención del gobierno nacional para terminar con la huelga.[90][91][92]

La huelga era conducida principalmente desde la Sociedad Obrera de Río Gallegos, creada en 1918. Su secretario general era el Gallego Soto, un anarquista español que pertenecía a la FORA anarquista (FORA V). Con la extensión del conflicto, se sumaron a la huelga otras sociedades obreras instaladas en las demás ciudades santacruceñas. Tres corrientes sindicales (anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarios) entraron en conflicto entre sí, pero la preeminencia la tuvieron los anarquistas de la FORA V. El conflicto estuvo plagado de hechos violentos, desde golpizas, torturas y asesinatos de sindicalistas por parte de la policía y el grupo parapolicial Liga Patriótica, hasta la toma de estancias y de rehenes por parte de los huelguistas.[90][91][92]

Yrigoyen dio órdenes de mediar en el conflicto y llegar a un acuerdo. Para ello envió un nuevo gobernador yrigoyenista, Ángel Yza, y poco después al coronel Héctor Benigno Varela, al mando de un regimiento del Ejército. Yza y el coronel Varela lograron acercar a las partes y llegar a un acuerdo que se formalizó mediante un laudo del gobernador, aceptado por los sindicatos y los empresarios, que fue finalmente homologado el 22 de febrero de 1921.[90][91][92]

Inmediatamente después de que se retiraran las tropas, los estancieros desconocieron el acuerdo y tomaron represalias utilizando a los grupos parapoliciales. En octubre se inicia una nueva ola de tomas de estancias, pueblos y rehenes.[90][91][92]

Sin embargo a fines de 1921 se produjo un descenso brusco del precio de la lana, lo que causó una importante cantidad de stock acumulado, provocando una disminución importante del precio del producto, el mayor problema era que los obreros tenían una próxima esquila, lo que empeoraba la situación. Para evitarlo los obreros tomaron nuevamente las estancias, otra vez cautelosamente sin violencia, incluso algunos propietarios se adhirieron al reclamo por considerarlo justo.[28][93]

En noviembre Yrigoyen volvió a mandar al coronel Varela al mando de 200 soldados, esta vez con la orden de “pacificar” la Patagonia otorgándole el bando de pena de muerte para aplicar a los huelguistas por subversión. Los historiadores debaten qué peso tuvo en la decisión de extremar la represión contra los obreros hasta semejante punto, la presencia chilena en el conflicto, especialmente de efectivos carabineros (policías).[94]

Entre el 11 de noviembre de 1921 y el 10 de enero de 1922 el Ejército procedería a detener y fusilar a cientos de huelguistas, que Osvaldo Bayer estima llegaron a 1500. Los cadáveres fueron quemados y enterrados sin marcas. El gobierno de Yrigoyen nunca dio una lista de las personas ejecutadas ni realizó ningún informe de las operaciones.[90][91][92]

Miguel Ángel Scenna sostiene que Varela endureció la represión en la segunda oportunidad

Los fusilamientos de la Patagonia fueron intencionalmente olvidados, a excepción de un libro del radical yrigoyenista José María Borrero, titulado La Patagonia trágica, que pasó desapercibido. Cincuenta años después de las matanzas, Osvaldo Bayer publicó La Patagonia Rebelde, que a su vez sirvió de libro para la película del mismo nombre, dirigida por Héctor Olivera con Luis Brandoni, Federico Luppi y Pepe Soriano representando a los líderes sindicales de la huelga. Estrenada en 1974 fue inmediatamente censurada hasta 1984.

Recién en 2014, noventa y tres años después, el Estado argentino inició la búsqueda de los restos de los trabajadores fusilados en la Patagonia, para darles adecuada sepultura y rendirles un adecuado homenaje. El 26 de enero de 2015 se encontraron los primeros restos en la estancia La Anita, propiedad de la familia Braun, donde se produjo una de las mayores matanzas..[28][93]

La Forestal[editar]

Entre 1919 los trabajadores y trabajadoras de la empresa inglesa La Forestal, productora de quebracho y tanino en el norte de la provincia de Santa Fe construyeron una sólida organización sindical afiliada a la FORA del 9º Congreso y declararon una huelga general que finalizó con la firma de un avanzado convenio colectivo.[70]

En los dos años siguientes la empresa incumplió el convenio y logró que el gobierno radical de Santa Fe creara una fuerza policial financiada por la empresa para cuidar sus intereses, denominada Gendarmería Volante. Simultáneamente la organización parapolicial Liga Patriótica se instaló en la zona, en tanto que el movimiento sindical se dividía en luchas intestinas entre las FORAs noventista y quintista.[70]

En esas condiciones en diciembre de 1920 La Forestal inició un lock out prolongado, cerrando sus fábricas y despidiendo a miles de trabajadores, exponiendo a la inanición a varias poblaciones (Villa Guillermina, La Gallareta, Villa Ana, Tartagal, etc.). El 29 de enero de 1921 se produjo un estallido social generalizado en la región, con decenas de enfrentamientos armados en los pueblos y bosques durante tres meses. El estallido fue salvajemente reprimido por la Gendarmería Volante y el grupo parapolicial Legión Patriótica, causando el asesinato de unos 600 obreros y obreras, torturas, violaciones y quema de viviendas. Recién en noviembre de 1922 La Forestal reabrió sus fábricas. Para entonces el Sindicato del Tanino y todo asomo de organización sindical en los trabajadores y trabajadoras del quebracho había desaparecido.[70]

Tres décadas después, con los quebrachales talados, La Forestal cerraría definitivamente sus plantas en Argentina, causando el mayor desastre social y ecológico que una empresa haya podido generar en la historia argentina.

Esta masacre que había sido difundida por la película Quebracho (1974), de Ricardo Wüllicher, ha sido recientemente estudiada en detalle por Alejandro Jalinski en el libro Revuelta obrera y masacre en La Forestal: sindicalismo y violencia empresaria en tiempos de Yrigoyen.[70]

Masacre de Napalpí[editar]

En 1924 se produjo una gran protesta laboral de indígenas Tobas y Mocovíes en la localidad de Napalpí, en el entonces territorio nacional del Chaco, por las condiciones indignas de la producción algodonera. La protesta fue reprimida por la policía, asesinando a unas 200 personas. Esto aconteció durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, pero como en los demás casos no se abrío una investigación ni se dio a conocer una lista de damnificados.

La Reforma Universitaria de 1918[editar]

En 1918 comienza el movimiento de Reforma Universitaria.

El 15 de junio de 1918 estalló en la Universidad Nacional de Córdoba una huelga estudiantil contra el régimen universitario vigente que daría inicio a un movimiento que tomó el nombre la Reforma Universitaria. El movimiento estableció sus objetivos en un Manifiesto Liminar -redactado por Deodoro Roca- de "la juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América" y se apoyó en los centros de estudiantes organizados en la Federación Universitaria de Córdoba. Los reformistas reclamaron una reforma profunda del régimen universitario, exigiendo que fuera autónomo para cada universidad y gobernado por representantes elegidos por docentes, estudiantes y graduados, en el marco de una democratización de la educación universitaria. El movimiento se extendió a las demás universidades existentes en el país en ese momento (La Plata, Buenos Aires y Tucumán) a las que se sumó la Universidad Nacional del Litoral creada al año siguiente, siendo dirigido por la Federación Universitaria Argentina fundada ese año.

Yrigoyen veía con simpatía este movimiento, por lo cual creo nuevas casas de estudio para que las clases medias tuvieran mayor acceso a la universidad.[48]​ Según explica Gabriel del Mazo, uno de los líderes estudiantiles y posterior dirigente de la UCR:[95]

"Su gobierno pertenecía al espíritu nuevo, que se identificaba con las justas aspiraciones de los estudiantes y que la Universidad debía nivelarse con el estado de conciencia alcanzado por la República".
Gabriel del Mazo.

El Presidente nombró a José Nicolás Matienzo como interventor, quién reformó se encargo de transformar los estatutos de la Universidad de Córdoba, y estableció la elección de nuevas autoridades. Sin embargo ganó el doctor Nores, contrarío a la reforma, lo que provocó la oposición de los estudiantes y ante el fracaso de la intervención de Matienzo, los estudiantes resolvieron que la huelga sería por tiempo indeterminado. El 21 de junio de 1918 se difundió un manifiesto titulado La juventud argentina de Córdoba a los hombre libres de Sud América. En julio de 1918 el gobierno radical mandó al Congreso de la Nación una ley que establecía los tres niveles de instrucción. Se creó la Universidad del Litoral, a petición del Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, y fue nacionalizada la de Tucumán.[95]

La reforma universitaria fue proyectada en otros países de América Latina, como Perú -donde el líder reformista fue Víctor Raúl Haya de la Torre, México, Colombia, Cuba, Chile, Uruguay, Guatemala, República Dominicana, Costa Rica, Bolivia y Venezuela.[95]

Gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-1928)[editar]

Marcelo T. de Alvear con la banda presidencial, retrato oficial, Museo del Bicentenario.

Los comicios se realizaron el 2 de abril de 1922. Marcelo T. de Alvear, por la UCR, obtuvo el triunfo con 450 000 votos; la Concentración Nacional (alianza electoral conservadora) obtuvo 200 000 votos; el Partido Socialista obtuvo 75 000 votos; y el Partido Demócrata Progresista obtuvo 75 000 votos. El Vicepresidente fue Elpidio González.

Marcelo T. de Alvear desarrolló una presidencia marcadamente diferente, en estilo y contenido a la de Hipólito Yrigoyen.

En primer lugar, el radicalismo durante su mandato, manifestó una clara vocación de diálogo y alianzas con otras fuerzas políticas, en particular con los socialistas y demócratas progresistas. La presencia de militantes radicales en el gabinete fue reducida y los ministros y secretarios gozaron de mayor autonomía. El ministro José Nicolás Matienzo desempeñó un rol de coordinación del gabinete. Dos ministros del gabinete de Alvear serían durante la Década Infame presidentes de la Nación: Agustín P. Justo y Roberto M. Ortiz.

En segundo lugar, ciertas políticas de transformación económica, política y social que había delineado el gobierno de Yrigoyen resultaron atenuadas, cuando no directamente revertidas, durante el gobierno de Alvear. El caso más extremo fue con la Reforma Universitaria. Ello no impidió, sin embargo, que fuera el gobierno de Alvear el que enviara al Congreso el proyecto de ley de nacionalización del petróleo, aunque nunca logró que fuera aprobado.[51]

No obstante, aunque en menor medida que su antecesor, el nuevo radical adoptó varias medidas de previsión social, como la ley n.º 11.289 en 1923; aunque significó un avance hacia la jubilación universal y obligatoria, más tarde en 1926, la Unión Industrial consiguió anularla por medio de la nueva ley 11.35, argumentando que sería muy costoso mantenerla. El movimiento obrero también se quejó de ella, ya que no querían que se descontara de sus salarios el 5 % correspondiente a los aportes obreros. La ley n.º 11.317 sancionada en 1924 prohibió el trabajo de mujeres y menores en Capital Federal y en los territorios nacionales, Pablo Troncoso destacó que el artículo 23 de dicha ley faculta a las sociedades gremiales a denunciar y acusar criminalmente cualquier infracción a sus disposiciones.[46][96][97][32]​ En 1926 una comisión encabezada por el socialista Mario Bravo logró elaborar y sancionar la ley n.º 11.388 llamada "Régimen Legal de las Sociedades Cooperativas", cuyo segundo artículo expresaba los principios de asociación libre y voluntaria, fomento de la educación y eludir privilegios para los fundadores de las mismas. Casi paralelamente se promulgó la ley n.º 11.380 llamada de "fomento cooperativo", la cual autorizaba al Banco de la Nación Argentina como al Hipotecario a gestionar créditos a las entidades cooperativas, además de liberar a estas sociedades de aquellos impuestos nacionales de papel sellado, como también del valor de los edificios e instalaciones y de patentes.[98]

También se sancionaron leyes previsionales: la jubilación para los bancarios ley n.° 11.232 y 11.575, y maestros primarios ley n.° 11.312, además se creó por ley n.° 11.275 la Caja de Previsión Social para jubilaciones a empleados y obreros, la ley n.° 11.275 de identificación de mercancías de industria argentina, y con la ley n.° 11.278 se reglamentó el pago de sueldos en moneda nacional (para evitar el uso de vales de cambio), gracias a la ley n.° 11.287 se establecieron impuestos a la herencia que esta vez produjo una mayor redistribución, que sirvió para reforzar la educación popular.[99][46]​ En el año 1924 se aumentó la jubilación de los maestros, antes la misma era muy baja.[100]​ Sin embargo el gobierno prácticamente atenuó el proceso de la reforma universitaria, cuando intervino la Casa de Altos Estudios de La Plata y la del Litoral, además de sancionar un estatuto antirreformista para la Casa de Buenos Aires.[101]​ Durante su presidencia y con motivo de la finalización de la guerra se reactivó el flujo de inmigración hacia la Argentina. Desde 1924 a 1929 entraron al país casi dos millones de personas, de las cuales quedaron radicados en el país 650 000.[97]

La primera Feria del Libro en Argentina tuvo lugar en Buenos Aires, en septiembre del año 1928, en la foto se encuentra el Presidente con sus ministros Roberto Marcelino Ortiz y José Tamborini, recorriendo en el día de la inauguración.

A partir del año 1925 se registró un grandísimo aumento en las inversiones extranjeras provenientes de los Estados Unidos, que se realizaron a través de las empresas relacionadas con la industria frigorífica, con las organizaciones de distribución y producción de energía, y de bienes de consumo. Esta "invasión" repentina de capitales estadounidenses provocó una competencia con los capitales provenientes del Reino Unido, aquella rivalidad se vio reflejada en áreas tales como los transportes (entre los productos automotores exportados de Estados Unidos y los ferrocarriles ingleses). Pero también se agudizo la competencia con empresas frigoríficas vinculadas con estos dos países. Estos conflictos llevaron al deterioro de las relaciones con los ingleses.[102]​ Producto de ello, por imperio de los empresitos de origen estadounidense que contrajo la segunda presidencia radical, la deuda pública creció notablemente durante la gestión de Alvear en comparación a la primera presidencia de Yrigoyen, para 1928 la misma era de 1763 millones de pesos.[32]

Cuando asumió Alvear existía una crisis en el sector ganadero, ya que las carnes congeladas que producía Argentina no servían para una economía de guerra como la europea, así en años anteriores las exportaciones de carne congelada se mermaron. Los criadores que tenían ganado en exceso tuvieron que vender sus animales a precios bajos. Los criadores de ganado habían pedido en 1921 protección por parte del gobierno argentino hacia los manejos de los trusts de la carne.[32]​ Por ello el gobierno sancionó en 1923 tres leyes, la n.° 11.226, 11.227 y 11.228, la primera establecía un régimen de control del comercio de carnes, la segunda fijaba los precios mínimos y máximos para la venta, y la tercera instauró un régimen de control para las transacciones comerciales de ganado vacuno para evitar los vales, comunes en el interior. Se creó así un frigorífico Estatal, años más tarde bautizado con el nombre de Lisandro de la Torre. Se procuró evitar especulaciones, y establecer formas de comercialización y control, asegurando el abastecimiento a precios razonables.[103][104][46]

Al finalizar la gestión de Alvear en 1928, el país contaba con mayor número de automóviles que Francia, y mayor cantidad de líneas telefónicas que Japón.[105]

Diversidad y división del radicalismo[editar]

Yrigoyenismo y antipersonalismo[editar]

Hipólito Yrigoyen con Marcelo Torcuato de Alvear, a mediados de los años 20 el radicalismo se dividió en yrigoyenistas y antipersonalistas.

Yrigoyen impuso un estilo de conducción muy personalista y directo, en el que sus ministros aparecían con escasa autonomía. La oposición, y más adelante un amplio sector de la UCR, criticaría severamente este estilo, que fue denominado como personalista.[106][107][108]

La Unión Cívica Radical estaba dividida interiormente, desde principios de siglo, entre los llamados "azules" o "galeritas", de tendencia más conservadora y origen social de clase media alta, muy fuertes en la Ciudad de Buenos Aires, y los llamados "grises" de tendencia más popular y origen social de clase media baja, fuertes en la Provincia de Buenos Aires.[109][110]

Las raíces del enfrentamiento se remontan a la época de la revolución radical de 1893, que dividió al partido entre seguidores de su fundador, Leandro N. Alem, y su sobrino, Hipólito Yrigoyen. Muchos de los seguidores de Alem, como Francisco Barroetaveña, Martín Torino, Tomás Le Breton, o Emilio Gouchón, integraron las filas del grupo contrario a Yrigoyen, base del futuro antiyrigoyenismo.[111][112][113]​ Otro sector radical había seguido a Bernardo de Irigoyen en su gobernación de la Provincia de Buenos Aires; cuando se reincorporaron al tronco principal del radicalismo, varios miembros de este grupo no aceptaron la dirección de Yrigoyen.[111]​ Por último, un sector liderado por Leopoldo Melo se enfrentó a Yrigoyen en 1909, oponiéndose al abstencionismo que Yrigoyen sostenía como centro de su estrategia política.[114]

Los antipersonalistas criticaban el liderazgo vertical y personalista de Yrigoyen, así como su personalidad cerrada y poco proclive al diálogo.[115]​ Daban máxima importancia a una de las cuatro banderas que Leandro Alem señaló como bases del radicalismo: "la impersonalidad de la coalición".[106][116][117]

Lencinismo mendocino[editar]

El radicalismo asumió características diferenciadas en varias provincias. Algunas de esas corrientes llegaron a separarse de la UCR, formando partidos provinciales que en algunos casos, como la Unión Cívica Radical Bloquista de San Juan, continúan activos en la actualidad.

En Mendoza surgió una corriente radical conocida como lencinismo. El lencinismo fue fundado por José Néstor "El Gaucho" Lencinas, uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical, elegido gobernador en 1918. Luego de su muerte en 1920 el liderazgo fue continuado por sus hijos, José Hipólito, Rafael y especialmente Carlos Washington. El lencinismo llevó adelante un programa de transformaciones sociales vinculadas a los sectores sociales más bajos, que lo ubicaron como ala izquierda del radicalismo. El símbolo verbal del lencinismo era la alpargata, calzado popular de las clases sociales más necesitadas.

Los Lencinas enfrentaron tanto a conservadores mendocinos (autodenominados "gansos"), como a Hipólito Yrigoyen, ubicándose en el campo antipersonalista. Durante la década de 1920 el lencinismo ganó todas las elecciones provinciales, pero al mismo tiempo sus gobiernos fueron reiteradamente intervenidos por el gobierno radical nacional.

El punto máximo del enfrentamiento entre el lencinismo y el yrigoyenismo se produjo en 1929 cuando la mayoría radical rechazó los pliegos de senador nacional de Carlos Washington Lencinas, siendo poco después asesinado. Históricamente el lencinismo atribuyó el asesinato a Hipólito Yrigoyen, aunque ello no ha podido ser probado. Producido el golpe de estado militar del 6 de septiembre de 1930 el lencinismo no volvió al poder de la provincia nunca más, iniciando un camino de decadencia.

Bloquismo sanjuanino[editar]

El Partido Bloquista se originó en una fuerte división de la Unión Cívica Radical de la provincia de San Juan. Los hermanos Federico y Aldo Cantoni, radical aquel y socialista este, fundaron la Unión Cívica Radical Bloquista con un programa popular progresista, que fue ampliamente popular en esa provincia.[118]

Federico Cantoni fue elegido gobernador en 1923[118]​ y en 1931. Aldo Cantoni fue elegido gobernador en 1925. En las dos primeras oportunidades fueron desplazados por sendas intervenciones federales dispuestas por los presidentes radicales Marcelo T. de Alvear e Hipólito Yrigoyen, con quien estaban enfrentados. En 1934 Federico Cantoni fue derrocado por un sangriento golpe de estado organizado por los conservadores.

El bloquismo en San Juan realizó una de las obras de gobierno más progresistas de la historia argentina: el sufragio femenino en 1927 por primera vez en la historia argentina, avanzadas leyes de trabajo, un sistema de impuestos progresivo, desarrollo de la educación técnica, la reforma agraria, intervención del Estado para promover la industria del vino y del olivo, una red caminera con el fin de poblar el territorio, parques populares, planes de vivienda para trabajadores.[119]​ En esa década el bloquismo apoyó nacionalmente a la Unión Cívica Radical Antipersonalista.

Radicalismo Principista entrerriano[editar]

En 1914 el radical Miguel Laurencena fue elegido gobernador de la Provincia de Entre Ríos secundado por Luis L. Etchevehere como vicegobernador, inaugurando una serie de gobiernos provinciales de la Unión Cívica Radical que se prolongarían hasta el golpe militar de 1943.

Laurencena adoptó una posición abiertamente opositora a Hipólito Yrigoyen desde que este fuera elegido presidente de la Nación en 1916, llegando a separarse de la Unión Cívica Radical, para formar la Unión Cívica Radical Principista o Unión Cívica Radical de Entre Ríos que lo llevó como candidato a presidente en 1922, donde obtuvo una mínima cantidad de votos (18.000 frente a los 450.000 que obtuvo Alvear).[120]​ En 1924 los radicales principistas formaron parte del grupo de dirigentes radicales que fundaron la Unión Cívica Radical Antipersonalista.[121]

La UCR Principista ganaría todas las elecciones provinciales hasta 1943. En 1924 el presidente Marcelo T. de Alvear designó a Miguel Laurencena ministro de la Corte Suprema de Justicia, desempañándose hasta su muerte en 1928, en tanto que su hijo Eduardo Laurencena fue elegido gobernador para el período 1926-1930.

Verismo tucumano[editar]

En 1922 fue elegido gobernador de Tucumán Octaviano Vera. Vera, que había adoptado la alpargata como símbolo partidario, buscó representar a los trabajadores de la industria azucarera y enfrentar a los poderosos propietarios de los ingenios azucareros, que controlaban la economía provincial.[122]

La combinación de una gran huelga realizada en abril de ese año y el impulso de una avanzada legislación laboral (salario mínimo y jornada de ocho horas), puso la patronal en pie de guerra e hizo que el Centro Azucarero Argentino, se reestructurara para coordinar medidas con la finalidad de bloquear la “legislación obrera” de Tucumán. En noviembre de 1923 la provincia fue intervenida por el Poder Ejecutivo Nacional y Vera fue separado de su cargo.[122]

El interventor federal Dr. Gondra, fue ayudado por los industriales, quiénes le prestaron 2.000.000 pesos, para el pago de la administración pública, a cuenta del impuesto de la cosecha de 1924. Mientras tanto, una de las fracciones radicales, encabezada por el diputado nacional Antonio B. Toledo le pidió al interventor, que hiciera cumplir las “leyes obreras”, de jornada máxima de ocho horas y de salario mínimo de 4,20 pesos. Pero Gondra no las aplicó, porque estaba alineado con el sector industrial.[122]

Tanquismo jujeño[editar]

Miguel Tanco fue un dirigente radical que fue ministro y luego gobernador de la provincia de Jujuy, durante la década de 1920. Tanco impulsó una avanzada política social y proindígena que tenía como objetivo subvencionar la compra de tierras en la Puna y la Quebrada de Humahuaca con el fin de repartirla entre las comunidades indígenas, junto a la realización de obras de infraestructura, radicación de industrias y viviendas obreras. Un volante de la UCR daba cuenta de la política tanquista en estos términos:[123]

¡Al Pueblo de Jujuy!... Mediante esta ley se obliga al poderoso, al que tiene millones amasados con el sudor y el desgaste de la vida del trabajador, a que le den pan y un humilde techo... ¡Hoy los hijos del pueblo ya no deben arrastrar cadenas! A concurrir todos en masa cuando se trate de sancionar la ley para conocer personalmente y no confundir a los legisladores que no quieran sancionarla, los cuales desde ese momento serán reos de alta traición a los intereses de los humildes. ¡Vivan los hijos del pueblo! ¡Vivan los liberados!
Unión Cívica Radical, 1923[123]

El tanquismo fue resistido por los sectores conservadores de la UCR y las clases altas jujeñas. En 1930, aliado con Yrigoyen, Tanco logró ser elegido gobernador y expropiar una enorme cantidad de tierra en la Puna y la Quebrada de Humahuaca, pero a los pocos meses fue derrocado, con el golpe de estado que desalojó al gobierno yrigoyenista. En 1946 Tanco resultaría elegido como senador por el peronismo.[123]

Gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-1928)[editar]

Marcelo T. de Alvear con la banda presidencial, retrato oficial, Museo del Bicentenario.

Los comicios se realizaron el 2 de abril de 1922. Marcelo T. de Alvear, por la UCR, obtuvo el triunfo con 450 000 votos; la Concentración Nacional (alianza electoral conservadora) obtuvo 200 000 votos; el Partido Socialista obtuvo 75 000 votos; y el Partido Demócrata Progresista obtuvo 75 000 votos. El Vicepresidente fue Elpidio González.

Marcelo T. de Alvear desarrolló una presidencia marcadamente diferente, en estilo y contenido a la de Hipólito Yrigoyen.

En primer lugar, el radicalismo durante su mandato, manifestó una clara vocación de diálogo y alianzas con otras fuerzas políticas, en particular con los socialistas y demócratas progresistas. La presencia de militantes radicales en el gabinete fue reducida y los ministros y secretarios gozaron de mayor autonomía. El ministro José Nicolás Matienzo desempeñó un rol de coordinación del gabinete. Dos ministros del gabinete de Alvear serían durante la Década Infame presidentes de la Nación: Agustín P. Justo y Roberto M. Ortiz.

En segundo lugar, ciertas políticas de transformación económica, política y social que había delineado el gobierno de Yrigoyen resultaron atenuadas, cuando no directamente revertidas, durante el gobierno de Alvear. EL caso más extremo fue con la Reforma Universitaria. Ello no impidió, sin embargo, que fuera el gobierno de Alvear el que enviara al Congreso el proyecto de ley de nacionalización del petróleo, aunque nunca logró que fuera aprobado.[51]

No obstante, aunque en menor medida que su antecesor, el nuevo radical adoptó varias medidas de previsión social, como la ley n.º 11.289 en 1923; aunque significó un avance hacia la jubilación universal y obligatoria, más tarde en 1926, la Unión Industrial consiguió anularla por medio de la nueva ley 11.35, argumentando que sería muy costoso mantenerla. El movimiento obrero también se quejó de ella, ya que no querían que se descontara de sus salarios el 5 % correspondiente a los aportes obreros. La ley n.º 11.317 sancionada en 1924 prohibió el trabajo de mujeres y menores en Capital Federal y en los territorios nacionales, Pablo Troncoso destacó que el artículo 23 de dicha ley faculta a las sociedades gremiales a denunciar y acusar criminalmente cualquier infracción a sus disposiciones.[46][96][97][32]​ En 1926 una comisión encabezada por el socialista Mario Bravo logró elaborar y sancionar la ley n.º 11.388 llamada "Régimen Legal de las Sociedades Cooperativas", cuyo segundo artículo expresaba los principios de asociación libre y voluntaria, fomento de la educación y eludir privilegios para los fundadores de las mismas. Casi paralelamente se promulgó la ley n.º 11.380 llamada de "fomento cooperativo", la cual autorizaba al Banco de la Nación Argentina como al Hipotecario a gestionar créditos a las entidades cooperativas, además de liberar a estas sociedades de aquellos impuestos nacionales de papel sellado, como también del valor de los edificios e instalaciones y de patentes.[124]

También se sancionaron leyes previsionales: la jubilación para los bancarios ley n.° 11.232 y 11.575, y maestros primarios ley n.° 11.312, además se creó por ley n.° 11.275 la Caja de Previsión Social para jubilaciones a empleados y obreros, la ley n.° 11.275 de identificación de mercancías de industria argentina, y con la ley n.° 11.278 se reglamentó el pago de sueldos en moneda nacional (para evitar el uso de vales de cambio), gracias a la ley n.° 11.287 se establecieron impuestos a la herencia que esta vez produjo una mayor redistribución, que sirvió para reforzar la educación popular.[125][46]​ En el año 1924 se aumentó la jubilación de los maestros, antes la misma era muy baja.[100]​ Sin embargo el gobierno prácticamente atenuó el proceso de la reforma universitaria, cuando intervino la Casa de Altos Estudios de La Plata y la del Litoral, además de sancionar un estatuto antirreformista para la Casa de Buenos Aires.[101]​ Durante su presidencia y con motivo de la finalización de la guerra se reactivó el flujo de inmigración hacia la Argentina. Desde 1924 a 1929 entraron al país casi dos millones de personas, de las cuales quedaron radicados en el país 650 000.[97]

La primera Feria del Libro en Argentina tuvo lugar en Buenos Aires, en septiembre del año 1928, en la foto se encuentra el Presidente con sus ministros Roberto Marcelino Ortiz y José Tamborini, recorriendo en el día de la inauguración.

A partir del año 1925 se registró un grandísimo aumento en las inversiones extranjeras provenientes de los Estados Unidos, que se realizaron a través de las empresas relacionadas con la industria frigorífica, con las organizaciones de distribución y producción de energía, y de bienes de consumo. Esta "invasión" repentina de capitales estadounidenses provocó una competencia con los capitales provenientes del Reino Unido, aquella rivalidad se vio reflejada en áreas tales como los transportes (entre los productos automotores exportados de Estados Unidos y los ferrocarriles ingleses). Pero también se agudizo la competencia con empresas frigoríficas vinculadas con estos dos países. Estos conflictos llevaron al deterioro de las relaciones con los ingleses.[102]​ Producto de ello, por imperio de los empresitos de origen estadounidense que contrajo la segunda presidencia radical, la deuda pública creció notablemente durante la gestión de Alvear en comparación a la primera presidencia de Yrigoyen, para 1928 la misma era de 1763 millones de pesos.[32]

Cuando asumió Alvear existía una crisis en el sector ganadero, ya que las carnes congeladas que producía Argentina no servían para una economía de guerra como la europea, así en años anteriores las exportaciones de carne congelada se mermaron. Los criadores que tenían ganado en exceso tuvieron que vender sus animales a precios bajos. Los criadores de ganado habían pedido en 1921 protección por parte del gobierno argentino hacia los manejos de los trusts de la carne.[32]​ Por ello el gobierno sancionó en 1923 tres leyes, la n.° 11.226, 11.227 y 11.228, la primera establecía un régimen de control del comercio de carnes, la segunda fijaba los precios mínimos y máximos para la venta, y la tercera instauró un régimen de control para las transacciones comerciales de ganado vacuno para evitar los vales, comunes en el interior. Se creó así un frigorífico Estatal, años más tarde bautizado con el nombre de Lisandro de la Torre. Se procuró evitar especulaciones, y establecer formas de comercialización y control, asegurando el abastecimiento a precios razonables.[103][104][46]

Al finalizar la gestión de Alvear en 1928, el país contaba con mayor número de automóviles que Francia, y mayor cantidad de líneas telefónicas que Japón.[126]

La Unión Cívica Radical Antipersonalista[editar]

El radical antipersonalista Roberto M. Ortiz, sería presidente de la Nación en 1938.

Alvear había sido propuesto como candidato por Yrigoyen, quizá porque creía que su simpatía por los detractores del personalismo de su predecesor, combinada con su lealtad personal, evitaría la ruptura dentro del radicalismo.

Los sectores de oposición interna se alinearon rápidamente tras la figura de Alvear, formando un sector diferenciado, conocido como Unión Cívica Radical Antipersonalista. Por el momento no hubo ruptura, porque los antipersonalistas aparentemente tenían la intención de desplazar a los partidarios de Yrigoyen de todos sus puestos, inclusive en el partido. Lograron varios gobiernos provinciales y ocuparon casi todos los ministerios; su principal oponente era el vicepresidente Elpidio González, abiertamente yrigoyenista. Según Felix Luna en su libro Yrigoyen, Alvear no había alentado la creación de la facción antipersonalista, pero su alejamiento del caudillo basto para que los sectores más conservadores dentro del radicalismo se enemistaran con los "personalistas".[28]

Pero la división del partido radical, se fue volviendo inevitable en 1923: nueve senadores radicales se declararon "antipersonalistas", es decir, contrarios al "personalismo" de Hipólito Yrigoyen, y brindaron su apoyo al presidente Marcelo Torcuato de Alvear, también hubo roces entre éste y su vicepresidente Elpidio González. De hecho la división comenzó cuando los senadores comenzaron a hostilizar al vicepresidente González. El yrigoyenismo tomaba a los antipersonalistas como conservadores. Por otra parte los antipersonalistas decían que Yrigoyen violaba las reglas del juego político. Estas disputas siguieron, y lo que fue peor, se trasladaron al Congreso, en donde los diputados fieles a Yrigoyen solían obstaculizar las iniciativas del Poder Ejecutivo, ya fuese a través de discusiones o bien retirándose del recinto para evitar dar cuórum. En este contexto, el presidente Alvear clausuró por decreto las sesiones extraordinarias, en vista de que la actividad legislativa era casi nula.[96]

El líder del radicalismo antipersonalista fue Leopoldo Melo; con él estaban, entre otros, Vicente Gallo, Tomás Le Breton, José P. Tamborini, Enrique Mosca, José C. Crotto y Roberto M. Ortiz.

Varios grupos provinciales se alinearon también con el antipersponalismo, pero desde un punto de vista completamente opuesto: el lencinismo de Mendoza y el bloquismo de San Juan tenían tendencias claramente populistas. En cambio, los radicales principistas de Entre Ríos, con Miguel Laurencena a la cabeza, eran de tendencia conservadora.

En 1924 la UCR de la Ciudad de Buenos Aires se dividió: se constituyeron dos Comités paralelos y apareció oficialmente la Unión Cívica Radical Antipersonalista liderada por Leopoldo Melo y Enrique Mosca.

En 1925, la Unión Cívica Radical Antipersonalista constituyó su propio Comité Nacional. En las elecciones parlamentarias de 1926 concurrió con candidatos propios y se ubicó como segunda fuerza nacional con 218 000 votos detrás de la UCR que obtuvo 338 000 votos. Debido a que los conservadores se habían ubicado terceros con 160 000 votos, la posibilidad de una alianza entre conservadores y antipersonalistas era cada vez más probable para obtener la victoria en las elecciones presidenciales de 1928.

Aunque Alvear apoyaba al antipersonalismo, cuando este sector le pidió intervenir la provincia de Buenos Aires para afectar las posibilidades electorales del yrigoyenismo, Alvear se negó y lo impidió, afectando seriamente al radicalismo antipersonalista.[127]​ La respuesta de Alvear a sus amigos antipersonalistas fue muy demostrativa de su posición política:[128]

"¡A mí no me vengan a joder! ¡Arréglense solos y ganen si son más!".

Simultáneamente, surgieron movimientos radicales autónomos, como el que desarrollaron los Lencinas en Mendoza. El lencinismo estaba enfrentado a Hipólito Yrigoyen y se alineó originalmente con los antipersonalistas. Pero poco habría de durar la alianza, en especial porque las políticas sociales del lencinismo (jornada de ocho horas, ley de salario mínimo, creación de cajas de jubilaciones y pensiones), entre otras, chocaban con el sesgo conservador del antipersonalismo. Debido a ello Alvear intervino Mendoza en 1924.

El fascismo de Valdani[editar]

El grupo fascista de Valdani había apoyado la política de Yrigoyen de mediación en los conflictos laborales. En 1924, el propio Valdani fue designado por el presidente Alvear, a sugerencia del ministro Tomás Le Breton —amigo personal de Valdani— como Director Administrativo de la empresa estatal YPF.[129]

Durante la segunda presidencia de Yrigoyen, Valdani apoyó al antipersonalismo, y apoyó el golpe de estado que lo derrocaría.

Regreso del yrigoyenismo[editar]

Los radicales yrigoyenistas como Horacio Oyhanarte, el vicepresidente Elpidio González, Délfor del Valle, el gobernador de Buenos Aires José Luis Cantilo, y un grupo de jóvenes liderados por Diego Luis Molinari, defendían ardorosamente el fuerte liderazgo de Yrigoyen.

En 1927, la Unión Cívica Radical Antipersonalista eligió como candidato a presidente a Leopoldo Melo, acompañado por Vicente Gallo para vicepresidente, que sería inmediatamente apoyado por la Confederación de las Derechas, unificadora de todo el espectro conservador.[130]

A comienzos de 1928 el yrigoyenismo ganó en Tucumán, Santa Fe y sobre todo la gobernación de Córdoba, hasta ese momento en manos de los demócratas (Confederación de las Derechas). La vuelta de Yrigoyen al poder comenzó a visualizarse como un alud. En la campaña yrigoyenista participó Ignacio Corsini, un famoso cantor de tangos, quien cantó por todo país el tango de Enrique P. Maroni "Yrigoyen Presidente".[131]​ En marzo Yrigoyen fue elegido candidato a presidente, acompañado por Francisco Beiró.

El 1 de abril se realizaron las elecciones. Los dos candidatos con posibilidades eran radicales. Triunfó Yrigoyen por una diferencia aplastante: 840 000 votos contra 440 000 de Melo-Gallo. Los socialistas quedaron terceros con 65 000 votos. La asunción fue el 12 de octubre.

Segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen (1928-1930)[editar]

Hipólito Yrigoyen visitando a un policía herido en un enfrentamiento, en 1928.

El historiador Félix Luna dice de ese momento:[132]

La quiebra del ímpetu liberador del gobierno radical se debió fundamentalmente a la quiebra del radicalismo mismo.

Política económica[editar]

El 29 de octubre de 1929 se produjo la Gran Depresión cuando cayo la bolsa de Wall Street, afectó dramáticamente al mundo entero, en Europa y Estados Unidos los bancos quebraron en forma masiva, si bien en Argentino esto no llegó a ocurrir, si hubo numerosos cierres de fábricas y comercios. Como consecuencia de la crisis hubo un inevitable aumento en la desocupación, las ventas al igual que la renta inmobiliaria cayeron. Se produjo un violento desequilibrio en la balanza comercial, ya que mientras los productos agropecuarios que se exportaban para generar divisas que Argentina importaba subían peligrosamente. Las medidas proteccionistas de los Estados Unidos y Europa que trabaron sus exportaciones para incentivar su producción local, como también el retiro de oro de Argentina daba a la crisis una complicada situación.[133]

El radicalismo comandado por Hipólito Yrigoyen no supo responder a los efectos de la crisis.[134]​ Se producen varios avances en materia de comunicación, algunas radios comienzan a irradiar en el país, tres en Buenos Aires y Radio Capitol para Córdoba. En 1929 se inaugura una embarcación para trasladar autos entre Santa Fe y Paraná, también se consolida el correo aéreo con Estados Unidos, y la empresa Aeroposta agrega entre sus destinos a la ciudad Comodoro Rivadavia. Producto de la crisis mundial, se decretó el cierre de la Caja de Conversión.[135]

La ley 11170 sobre explotación agropecuaria fue sancionada con éxito en enero de 1930 tras un largo debate. Con ella se modificaron las reglas de arrendamiento al hacer obligatorio un contrato escrito y la duración del mismo. Se creó el Ministerio de Salud Pública, el Instituto de Nutrición y se subsidiaron investigaciones científicas para reforzar la salud pública. Para el perfeccionamiento del profesorado fue creado el Instituto de Pedagogía.[133]

Una de los últimos convenios gestionados por el gobierno fue un acuerdo de trueque con Inglaterra, que consistía en el compromiso de ambas partes de abrir un crédito de 100 000 000, con la idea de que Argentina compre material ferroviario a Inglaterra para los ferrocarriles Estatales, mientras que ellos adquirirían cereales y otros productos. La iniciativa fue aprobada en la Cámara de Diputados la misma no logró sanción del Senado, pese al mensaje presidencial de enero de 1930.[28]

En plena crisis económica y política, y cuando aún faltaban cuatro años para las elecciones presidenciales, la debilidad del gobierno de Yrigoyen se hizo crítica. El radicalismo estaba completamente dividido y el gobierno no tenía diálogo con la oposición.

Intervenciones[editar]

El gobierno de Yrigoyen fue muy criticado por las intervenciones federales que dispuso y una serie de asesinatos políticos nunca resueltos adecuadamente.

Yrigoyen intervino las provincias de Mendoza y San Juan, gobernadas por opositores: el lencinismo en la primera, y el bloquismo de los Cantoni en la segunda. El 10 de noviembre de 1929 fue asesinado el senador opositor mendocino Carlos Washington Lencinas por un grupo yrigoyenista. El crimen causó estupor en el país y lógicamente, Yrigoyen fue acusado de haberlo ordenado, no existe ningún tipo de indicio que ello haya ocurrido. Carlos Lencinas, estaba frontalmente enfrentado con Yrigoyen quien había intervenido Mendoza, y acababa de ser excluido del Senado por la mayoría yrigoyenista.[136]​ Un mes después, el 24 de diciembre ocurrío un atentado anarquista contra Yrigoyen al salir de su hogar para ir a la Casa Rosada. El autor del ataque fue un anarquista italiano llamado Gualterio Marinelli que realizó tres disparos contra el automóvil en el que viajaba el presidente sin dar en el blanco, resultó muerto por la custodia presidencial al repeler el ataque, pronto la nueva gestión de Yrigoyen era vista negativamente por la opinión pública, ya que tiempo atrás transitaba las calles sin custodia, mientras que ahora, sus guardias habían matado a una persona.[12]

El año 1930 comenzó con el asesinato de un opositor en una provincia intervenida por el gobierno, el abogado bloquista Manuel Ignacio Castellano. El 2 de marzo se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias, en las que la Unión Cívica Radical perdió estrepitosamente en la Ciudad de Buenos Aires, frente a los 100 000 votos obtenidos por el Partido Socialista Independiente, seguidos del Partido Socialista original, con 84 000, los radicales habían obtenido solo 83 000 votos. En todo el país, la UCR retrocedió en su caudal electoral, obteniendo 655 000 votos, mientras la oposición alcanzó 695 000.[28]​ En el citado año Yrigoyen firmó el indulto al anarquista Simón Radowitzky, hecho que había prometido en su primera presidencia. Sin embargo el gobierno lo deportó al Uruguay.[137]

Política internacional[editar]

A fines de 1929 el presidente estadounidense recientemente electo Herbert Clark Hoover visitó la Argentina. En su estadía acentuó la idea de que Estados Unidos se abstendría de intervenir en los asuntos internos de América Latina argumentado que dicha política estaba siendo impopular en su país, además que su país adoptaría la política de "buena vecindad" con respecto a la región. A juicio de Hoover las intervenciones estadounidenses se habían consumado para proteger los derechos de los ciudadanos, y no por intereses económicos. Sus declaraciones fueron recogidas con escepticismo por parte de la prensa argentina, sin embargo, Hoover desarmaría algunos de los rodajes imperialistas en algunos países del Caribe.[28][138]​ Las relaciones con la potencia del norte no eran muy fluidas como consecuencia de la política neutralista del gobierno radical. Además en una oportunidad Yrigoyen retuvo en Buenos Aires al embajador argentino en Washington, y no envío a los delegados designados por Marcelo T. de Alvear para la Conferencia de Washington sobre conciliación y arbitraje que se llevó a cabo en 1923.[138]

Con motivo de la inauguración de la línea telefónica entre Argentina y Estados Unidos, Yrigoyen y Hoover mantuvieron una comunicación telefónica, en donde el presidente argentino resaltó que ambos se habían puesto de acuerdo sobre cómo debían solucionarse los conflictos internacionales. Un fragmento de la conversación decía:

Pero tengo que decirle, cada vez más acentuado mi convencimiento que la uniformidad del pensar y sentir humanos no ha de afirmarse tanto en los adelantos de las ciencias exactas y positivas, sino en los conceptos que como inspiraciones celestiales deben constituir la realidad de la vida: puesto que cuando creímos que la humanidad estaba completamente asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal, que nada ni nadie podría referirla en toda su magnitud.[28]

Política energética[editar]

Yrigoyen intentó implementar una política en donde la gestión petrolífera estuviera a manos de la Nación. Pero esto fue mal visto por las oligarquías feudales que aún gobernaban algunas provincias, además de los intereses extranjeros que inclusive llegaban al Senado, estos factores impidieron que se sancionase la ley de nacionalización del petróleo. El 1 de agosto de 1929 la empresa petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales bajo la gestión de Mosconi decidió intervenir en el mercado petrolero para fijar el precio y romper los trusts,[139]​ bajando los precios oficiales de la nafta, la medida significaba un ahorro anual de doce millones de pesos.[133]​ Estas políticas afectaban a los intereses de la Standard Oil estadounidense.[140][133]

El golpe de Estado de 1930 terminó truncando toda posibilidad de nacionalizar el recurso, uno de los motivos de aquella conspiración fue la decisión por parte del gobierno radical de nacionalizar los hidrocarburos. Yrigoyen expresó en su mensaje al Congreso:

"Las leyes mineras nacionales, coincidentes con principios de derecho civil adoptados por nuestro código, fueron dictadas en una época en no podía sospecharse el valor económico y la importancia social que adquirirían en el futuro los aceites minerales o hidrocarburos industrializados y puestos en el comercio. De ahí que no introdujera una excepción dentro del régimen legal adoptado a las substancias naturales existentes en el subsuelo, distribuyendo su dominio entre la Nación y las provincias en concordancia con su soberanía política, lo que significa entregar la dirección de los enormes intereses de todo orden relacionados con el petróleo, a criterio administrativo múltiple, cambiante y frecuentemente contradictorio de catorce jurisdicciones, además de la jurisdicción federal (...) Es suficiente enunciar ese estado de cosas para comprobar sus graves inconvenientes y hasta sus peligros evidenciados ya en la alineación precipitada de concesiones por algunos gobiernos provinciales, cuyas inconsultas medidas suscitaron tan justificadas inquietudes y que, revocadas más tarde por el cambio de pensamiento emergente de la renovación de los poderes locales, han dejado tras de sí secuela de conflictos, sometidos actualmente a la competencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación".
Mensaje de Yrigoyen al Congreso, 1929.[139]

El radicalismo inició el debate en torno a la nacionalización del petróleo en la Cámara de Diputados en el año 1927. Existieron opiniones encontradas dentro del recinto, los socialistas apoyaban la explotación mixta mientras que los radicales antipersonalistas y los conservadores se oponían al proyecto. Finalmente tras tres meses la Cámara, se aprobó la iniciativa en septiembre de 1928, sin embargo el proyecto quedaría trabado en la Cámara de Senadores. Cuando asumió Yrigoyen su segundo mandato en 1928, incluyó la normativa en los asuntos a tratar por el Senado en las sesiones de prórroga de 1929. Desde el Poder Ejecutivo se creó por iniciativa de Ricardo Rojas el Instituto del Petróleo para la especialización en materia del recurso y sus derivados. En enero de 1930 el Presidente reclamó ante el Senado por la falta de tratamiento sobre el proyecto, sin resultados positivos.[28]

Como YPF no lograba satisfacer el consumo interno de petróleo, y ante el peligro de depender de corporaciones de capitales estadounidenses que desdeñaban la nacionalización del recurso, Yrigoyen decidió emprender tratos a principios de 1930 con la empresa petrolera Luyamtorg, perteneciente a la Unión Soviética. El tratado proveería de 250 000 toneladas de petrolero crudo a cambio de productos nacionales como cueros, extracto de quebracho, lana, ovinos y caseína. Sin embargo, el acuerdo no se concretó una vez más por trabas en la legislatura nacional, además los opositores tildaron a Yrigoyen de bolchevique.[133]

Magnicidio del senador Lencinas[editar]

El 10 de noviembre de 1929 fue asesinado el senador nacional electo y exgobernador de Mendoza Carlos Washington Lencinas, conocido popularmente como el Gauchito Lencinas. El hecho constituye el primer magnicidio de la historia argentina moderna y sacudió fuertemente a la opinión pública.

Lencinas era un radical disidente que se oponía fuertemente a Hipólito Yrigoyen y había creado en Mendoza una corriente radical antiyrigoyenista mayoritaria antipersonalista, conocida como lencinismo. Los gobiernos radicales habían adoptado una política de fuerte confrontación con el lencinismo, interviniendo la provincia cada vez que el lencinismo ganaba en las elecciones. En 1929 Lencinas es electo senador nacional por Mendoza, pero el Senado, con el acuerdo de radicales y conservadores, rechaza sus pliegos. La prensa criticó la decisión y la presentó como una muestra más del autoritarismo de Yrigoyen.[141]

Debido a la existencia de rumores de que el gobierno radical estaba preparando su asesinato, su círculo personal le recomendó no regresar a Mendoza -intervenida por los yrigoyenistas-, pero Lencinas desoyó la recomendación y declaró que si le pasaba algo era culpa de Yrigoyen. Al volver a Mendoza, el día 10 de noviembre de 1929 fue asesinado de un balazo.[141]

Los hechos sucedieron en la ciudad de Mendoza, pocos minutos después de que Lencinas volviera de Buenos Aires, al asomarse a uno de los balcones del Club de Armas de Mendoza, durante el acto partidario de bienvenida. En un momento se oyó gritar "¡Viva Yrigoyen!" y sonó un disparo que dio en el pecho de Lencinas, matándolo. Inmediatamente después la policía y adherentes lencinistas balean a Juan Cáceres, quien muere de las heridas tres días después. La investigación judicial estableció la autoría de Juan Cáceres.[141]

Las causas del asesinato nunca quedaron claras. Al momento del asesinato, Mendoza estaba intervenida por el yrigoyenista Carlos Borzani, a quien acompañaban dos jóvenes militantes yrigoyenistas: Arturo Jauretche y Ricardo Balbín. Tanto Borzani, como Jauretche y Balbín, serían señalados por los críticos de Yrigoyen, como autores intelectuales del crimen siguiendo órdenes de Yrigoyen.[141]​ "La muerte de Lencinas se vivirá en el orden nacional como un verdadero escándalo".[141]

Acciones en pos de la defensa de la soberanía argentina en el sector antártico[editar]

En la década de los 1920 se destacó el accionar investigador y concientizador en Argentina de los derechos en el sector antártico del ingeniero civil José Manuel Moneta que intervino en las expediciones a las islas Orcadas del Sur de los años 1923, 1925. 1927 y 1929, dejando testimonio de ello en el libro Cuatro años en las Orcadas del Sur y, como diplomático, desempeñó en nombre del gobierno argentino varias funciones vinculadas a la Antártida.

Fue en la primera mitad del siglo XX quien mediante publicaciones impresas y filmes quizás más tempranamente difundió entre la población la conciencia de una soberanía argentina en la Antártida.

El 30 de marzo de 1927 fue inaugurada en las Orcadas del Sur la primera estación radiotelegráfica de la Antártida.

El 15 de diciembre de 1927 la Dirección General de Correos y Telégrafos de la República Argentina comunicó a la Oficina Internacional de la Unión Postal Universal que:

(...) la jurisdicción territorial argentina se extiende, de derecho y de hecho, a la superficie continental, al mar territorial, a las islas situadas sobre la costa marítima, a una parte de Tierra del Fuego y a los Archipiélagos de los Estados, Año Nuevo, Georgia del Sur, Órcadas del Sur y a las tierras polares no delimitadas. De derecho, no pudiendo ejercerla de hecho debido a la ocupación mantenida por Gran Bretaña, le corresponde también el archipiélago de las Malvinas.

La caída[editar]

Policías custodian la casa de Hipólito Yrigoyen tras el saqueo que se produjo cuando este fue depuesto.
Proclama del 6 de setiembre de 1930 por parte de Uriburu, en la que anuncia y argumenta su decisión de derrocar al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen con dibujo en tintas realizado a mano, con la firma del General José Félix Uriburu, que acompaña con su escudo nobiliario.
Afiche de FORJA.

El 6 de setiembre de 1930 el general José Félix Uriburu derrocó al gobierno constitucional, iniciando una serie de golpes de estado que se extenderán hasta la década del '80 interrumpiendo todos los gobiernos surgidos del voto popular.

Al atardecer de ese día Ricardo Rojas, famoso historiador, dirigente radical y rector de la Universidad de Buenos Aires, le dijo a su esposa:[142]

Se acabó la Argentina... ¡Y quién sabe por cuántos años!.

En abierta oposición y hostigamiento al golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, que derrocó al Presidente Constitucional Hipólito Yrigoyen, la agrupación "Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina" (FORJA) realizó actos de protesta y fuertes denuncias, suscriptas —entre otros— por Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Luis Dellepiane y Homero Manzi.

Tres años después, el 3 de abril de 1933, luego de haber permanecido la mayor parte del tiempo detenido, murió Hipólito Yrigoyen. El pueblo de la ciudad de Buenos Aires realizó entonces una de las manifestaciones masivas más extraordinarias y sorpresivas de la historia argentina.[143]

El historiador José Luis Romero sintetiza el derrocamiento de Yrigoyen -y por consiguiente el fin de la República radical- así:[42]

"El triunfo de la revolución cerró el período de la república radical, sin que Yrigoyen pudiera comprender las causas de la versatilidad de su pueblo, que no mucho antes lo había aclamado hasta la histeria y lo abandonaba ahora en manos de sus enemigos de la oligarquía. Su vieja casa de la calle Brasil -que los opositores llamaban 'la cueva del peludo'- fue saqueada, con olvido de la indiscutible dignidad personal de un hombre cuya única culpa había sido llegar al poder cuando el país era ya incomprensible para él."

Véase también[editar]

Referencias[editar]

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  109. Luna, Félix (1975). Alvear. Buenos Aires: Schapire. p. 42. «Marcelo (Alvear) mantenía relación con todos sus hombres (de la UCR), especialmente con el sector más afín con su propio origen social. Era el llamado grupo "Azul", que muchos años más tarde formaría el equipo antipersonalista: Melo, Gallo y especialmente sus dos íntimos amigos de juventud dorada: Saguier y Le Breton.» 
  110. Luna, Félix (1964). Yrigoyen. Buenos Aires: Desarrollo. p. 171. 
  111. a b Luna, Félix (1964). Yrigoyen. Buenos Aires: Desarrollo. pp. 109, 115-118. 
  112. Cabral, César Augusto (1967). Alem. Buenos Aires: A. Peña Lillo. p. 557. 
  113. Cabral, César Augusto (1967). Alem. Buenos Aires: A. Peña Lillo. pp. 526-527. 
  114. Luna, Félix (1964). Yrigoyen. Buenos Aires: Desarrollo. pp. 154-157. 
  115. Luna, Félix (1964). Yrigoyen. Buenos Aires: Desarrollo. pp. 201-202. 
  116. Cabral, César Augusto (1967). Alem. Buenos Aires: A. Peña Lillo. p. 528. «El 17 de noviembre quedó sancionada la Carta Orgánica; en su preámbulo la Unión Cívica Radical se declara una "asociación política esencialmente impersonal,..."». 
  117. Falcón, Ricardo (1967). Democracia, conflicto social y renovador de ideas 1916-1930 (Nueva Historia Argentina). Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 9789500748964. «De este modo, el partido (UCR) iba constituyéndose como organización que se pretendía impersonal diferenciándose de los personalismos de cuño oligárquico, pero también como fuerza que pretendía monopolizar la construcción de la Nación. Esta es la primera tensión inscripta en sus orígenes y de la que se derivan sus conflictos internos. Allí se funda la escisión del partido en 1924 entre personalistas y antipersonalistas. La oposición al liderazgo yrigoyenista recuperó la carta orgánica de 1892 y el propósito central de Alem, organizar una asociación impersonal.» 
  118. a b Ursulina Cantoni. «Federico Cantoni, hacedor del San Juan del siglo XX». Federico Cantoni. 
  119. La trama política de un desastre natural: el terremoto y la reconstrucción de San Juan, por Mark Alan Healey
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Bibliografía[editar]

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Enlaces externos[editar]

Se conoce como Década Infame al período de la Historia de la Argentina que comienza el 6 de septiembre de 1930 con el golpe de estado cívico-militar que derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen y finaliza el 4 de junio de 1943 con el golpe de estado militar que derrocó al presidente Ramón Castillo.

El nombre le fue dado por el periodista nacionalista José Luis Torres,[nota 1]​en tanto que en una expresión más neutral fue caratulado como "restauración neoconservadora",[1]​período de "restauración política” o "restauración conservadora”,[2]​"república conservadora”[3]​y algunos historiadores titulan sus libros sobre el período como "La República imposible" (1930-1945)[4]​ o "Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943)”.[5]

En esta coyuntura, Argentina negoció el pacto Roca-Runciman con el Reino Unido, que garantizó las exportaciones de carne, a cambio de importantes concesiones económicas de parte de la Argentina, entre las que se destacó la concesión de todos los medios de transporte público de la ciudad de Buenos Aires a una empresa mixta denominada Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, el aislacionismo comercial de las grandes potencias contribuyó finalmente a iniciar el desarrollo industrial vía la sustitución de importaciones. La política económica se volvió estatista y se creó el Banco Central de la República Argentina, junto a gran cantidad de organismos estatales reguladores (Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, etc.) y empresas públicas (Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla, etc.).

Durante este período también comenzó la migración masiva del campo a la ciudad y de las provincias del norte hacia Buenos Aires y el desarrollo del sector industrial que, en 1943, superaría al sector agropecuario por primera vez en la Historia Argentina.

Dictadura de José Félix Uriburu (1930-1932)[editar]

Contexto en el cual se produce el golpe de 1930[editar]

La crisis económica mundial de 1929 llamada Gran Depresión tuvo un profundo impacto en la Argentina. Afectó primero económicamente ya que el 80% de los ingresos fiscales en Argentina provenían del comercio exterior. La crisis creó una situación de tensión social, con bajas de sueldo, aumento del desempleo; es decir, una contracción de la economía. Y esto generó también, en el plano político, un contexto en el cual se produce el golpe de 1930. La Crisis de 1929 fue un factor que creó una situación de tensión, de malestar sobre la economía, en términos sociales y de preocupación e incertidumbre en los sectores económicos dominantes y esto contribuyó a crear este clima. En América Latina en general hubo una crisis de sistemas democráticos prácticamente en toda la región.[6]

Por otra parte, la enseñanzas sociales de la Iglesia Católica de la época estaban basadas en la encíclica Rerum Novarum de 1891 que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras, dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada y discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría corporativismo. Recién a partir de 1931 el Papa Pío XI condenó al fascismo y propuso llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía socialcristiana.

Las posturas nacionalistas surgidas por imitación de lo ocurrido en Italia con Benito Mussolini que apoyaban la implantación de un corporativismo provocaron la división del Partido Popular y su disolución. Fue entonces cuando los nacionalistas católicos apoyaron al semanario "La Nueva República", opositor al gobierno radical de Hipólito Yrigoyen que, en plena Gran Depresión mundial de 1929 fue muy criticado por una serie de intervenciones a provincias por decreto y asesinatos de opositores, entre ellos el del Senador Lencinas,[7]​ que produjeron el debilitamiento de la democracia[8]​ y desencadenaron el golpe militar dirigido por el general José Félix Uriburu.

El golpe del 6 de septiembre de 1930 y el gobierno militar[editar]

El General José Félix Uriburu inició la serie de golpes de Estado en Argentina y dictaduras militares que se extenderían hasta 1983.

En la mañana del 6 de septiembre, Uriburu se puso al frente de las tropas y oficiales del Colegio Militar de la Nación[nota 2]​ y marchó sobre el centro de Buenos Aires. Las tropas a sus órdenes eran apenas 2000 soldados y cadetes, pero a medida que avanzaba se le fueron reuniendo gran cantidad de civiles; no encontró resistencia hasta llegar frente al Congreso, donde un tiroteo dispersó la columna.[nota 3]​ Acompañado por unos pocos oficiales, siguió camino hasta la Casa Rosada, donde forzó la renuncia del vicepresidente. Yrigoyen huyó a La Plata, donde entregó su renuncia al comandante de un regimiento. Fue arrestado, recluido en la isla Martín García, y su casa fue saqueada.[9]

Uriburu se nombró a sí mismo presidente provisional y lanzó una proclama, redactada por Lugones y corregida por el coronel José María Sarobe. Decretó la disolución del Congreso y asumió el poder legislativo junto al ejecutivo; también decretó la intervención federal de todas las provincias, con dos excepciones: Entre Ríos y San Luis, únicas provincias gobernadas por conservadores. Su gabinete de ministros estaba formado por miembros del viejo Partido Conservador, la mayoría de ellos con experiencia como funcionarios, pero alejados de la función pública desde la asunción de Yrigoyen, hacía catorce años.[10]

Muy pocos fueron los que se opusieron; apenas algunos estudiantes y el decano de la Facultad de Derecho, el socialista Alfredo Palacios, que renunció a su cargo. Por su parte, tanto el disperso Partido Conservador como el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista Independiente reconocieron de inmediato al dictador.[11]

La Corte Suprema se negó a rechazar al gobierno provisional ante el pedido de varios dirigentes radicales; por el contrario, el 10 de septiembre firmó una acordada que reconociendo la existencia de "un gobierno de facto, cuyo título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden y seguridad social". Esta decisión dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto.[10]

Gobierno de Uriburu[editar]

Uriburu básicamente representó en aquel momento ante todo un nacionalismo católico neocorporativista. Inclusive el proyecto de constitución neocorporativa que tenía Uriburu y sus sectores era un sistema neocorporativo mixto. Querían que hubiera una cámara corporativa, por ejemplo, con representación de sindicatos, empresarios y otra cámara con representación política. Ideológicamente era tributario del nacionalismo católico, que desde los años ’20 venía creciendo en Argentina.[12]

Centenares de dirigentes radicales fueron arrestados, y algunos de ellos enviados a la cárcel de Ushuaia. La dictadura prohibió todo tipo de manifestación pública y decretó la ley marcial para cualquiera que fuera sorprendido incurriendo en cualquier delito, incluso un delito ordinario. También fueron prohibidas las huelgas, que pasaron a ser consideradas delitos graves.[13]

El plan económico del gobierno provisional era, en realidad, continuación del de Yrigoyen; frente a la Depresión, éste había decretado la inconvertibilidad del peso. Uriburu decretó el control de cambios, para evitar la salida del oro que aún permanecía en las arcas del estado. Estableció un estricto cuadro de prioridades para el gasto público, con la intención de no entrar en cesación de pagos de la deuda externa. Además debió hacer frente a retrasos de pagos a los empleados públicos en que había incurrido el gobierno, para lo cual se crearon nuevos impuestos a las transacciones, a los réditos y a la nafta, y se aumentaron las tasas de los servicios públicos prestados por el Estado.[14]

El Banco de la Nación Argentina otorgó créditos a los productores de maíz para que retuvieran sus cosechas, ya que la tendencia a venderla cuanto antes deprimía los precios. Todas las obras públicas quedaron congeladas, con la sola excepción de elevadores de granos, que concesionó a la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), a la que también favoreció para que compitiera con las empresas exportadoras en la comercialización de granos al exterior; estas medidas evitaron que la caída de los precios —muy importante desde el estallido de la crisis— fuera aún más pronunciada. En cambio no logró obligar a las empresas ferroviarias a bajar las tarifas para el transporte de granos.[14]

Ensayo corporativo[editar]

Uriburu juró respetar la Constitución Nacional y la Ley Sáenz Peña, y en su discurso invitó a la población a corregir los "abusos" del yrigoyenismo a través de las urnas. Pero ese discurso se debía al apoyo que había necesitado del apoyo del sector "liberal" dirigido por Justo y Sarobe. Con el paso de los días, volvió a sus ideales autoritarios y corporativistas en sus discursos y en el nombramiento de autoridades. Aspiraba a reemplazar la Constitución y el sistema democrático por otro, completamente distinto, en que no fuera el voto individual el que decidiera el rumbo político, sino la opinión de corporaciones, en particular las corporaciones patronales y las asociaciones profesionales, entre las cuales los sindicatos eran un actor menor, y que además debía ser sometido a una limpieza ideológica.[nota 4]​ Los discursos mencionaban continuamente la necesidad de restaurar el orden, la propiedad y las jerarquías.[15]​ Sin embargo, a diferencia de los fascismos europeos, la derecha argentina consideraba que la clave del sistema político propuesto era el Ejército, y no organizaciones paramilitares.[16]

El dictador propuso la fundación de un Partido Nacional, al que deberían adherirse los demás partidos, aunque estaban excluidos el radicalismo yrigoyenista y posiblemente el Partido Socialista. La invitación fue rechazada por todos, salvo algunos grupos conservadores. Uriburu se había adelantado a convocar a elecciones para gobernador de Buenos Aires, confiando en presentar una candidatura única del Partido Nacional frente a los radicales; cuando su proyecto fracasó, no pudo retractarse.[17]

En el mes de abril, de 1931 se celebraron las elecciones bonaerenses, con un resultado imprevisto: pese a que el gobierno consideraba al radicalismo completamente "fuera de la historia", y a que éste no organizó una campaña electoral ni tenía apoyo de la prensa, el candidato radical Honorio Pueyrredón obtuvo el triunfo. Pese a que en el Colegio Electoral el radicalismo quedó varios votos por detrás y debía negociar con los socialistas para alzarse con la gobernación, el gobierno entró en pánico y la mayoría de los ministros presentó la renuncia. Uriburu reorganizó el gabinete, nombrando ministros del sector "liberal". El 8 de mayo suspendió el llamado al colegio electoral provincial, y nombró gobernador de facto de la provincia de Buenos Aires a Manuel Ramón Alvarado.[18]

Pocas semanas más tarde estalló una revolución en la provincia de Corrientes, dirigida por el teniente coronel Gregorio Pomar; aunque fue rápidamente reprimida, dio a Uriburu la excusa que buscaba: clausuró todos los locales de la UCR, arrestó a docenas de dirigentes y prohibió a los colegios electorales elegir políticos vinculados directa o indirectamente con Yrigoyen; Pueyrredón había sido ministro de Yrigoyen, lo que significaba que no podía ser elegido, pero además fue expulsado del país junto con Alvear. Además suspendió las elecciones de gobernadores planeadas para las provincias de Córdoba y Santa Fe.[19]​ En el mes de septiembre llamó a elecciones para el mes de noviembre, y poco después anuló las elecciones en Buenos Aires.[20]

El experimento corporativista había fracasado, pero aun así, horas antes de entregar el gobierno a su sucesor, Uriburu declararía que "el voto secreto es precisamente lo que ha permitido el desenfreno demagógico que hemos padecido."[21]

La Concordancia[editar]

Ya desde los días posteriores al golpe de estado habían comenzado reuniones entre los partidos antiyrigoyenistas, que llevaron a la formación de una Federación Nacional Democrática, de la que formaron parte los partidos conservadores de todas las provincias —desde la disolución del Partido Autonomista Nacional, unos 25 años antes, los conservadores eran una alianza tácita entre partidos provinciales— junto con la Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente. Uriburu había tratado de forzar la reunión de un Partido Nacional, que englobara también a los demócrata progresistas, pero su jefe, Lisandro de la Torre ya estaba enfrentado con la dictadura, a pesar de que inicialmente la había apoyado.[14]

La derrota frente al radicalismo llevó a los conservadores a la formación de un partido unificado, que se formó finalmente con el nombre de Partido Demócrata Nacional; con excepción de una pequeña fracción de la democracia progresista —en la que descollaba el ex gobernador de la provincia de Salta, Robustiano Patrón Costas— todos sus miembros pertenecían a los partidos conservadores: entre ellos Julio Argentino Roca (hijo) y Guillermo Rothe del Partido Demócrata de Córdoba, Manuel Fresco y Rodolfo Moreno del poderoso Partido Conservador de Buenos Aires, Ricardo Videla y Gilberto Suárez Lago del Partido Liberal de Mendoza, entre muchos otros. La UCR antipersonalista y el socialismo independiente no aceptaron formar parte del mismo partido, pero en cambio formaron con éste una alianza llamada Concordancia.[14]

Todos estuvieron de acuerdo en llevar como candidato a la presidencia al general Justo; los socialistas independientes y los antipersonalistas pretendieron nombrar un compañero de fórmula no conservador, pero el PDN logró imponer la candidatura del hijo del general Roca. Esta negativa de los conservadores llevaron a la ruptura de la UCR Antipersonalista de Entre Ríos a llevar como candidato a Francisco Barroetaveña. Por su parte, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista se presentaron como "Alianza Civil", llevando como candidatos a Lisandro de la Torre - Nicolás Repetto. El radicalismo no estaba prohibido, en sentido estricto, pero sí tenía prohibido presentar candidatos que hubieran ejercido cualquier cargo en las presidencias de Yrigoyen, lo que les vedaba las candidaturas conocidas; de modo que el Comité Nacional del radicalismo anunció la abstención electoral.[14]

Las elecciones del 8 de noviembre de 1931 estuvieron viciadas de fraude electoral en las provincias de Buenos Aires y Mendoza, pero en las demás provincias esto no fue necesario: con sólo dos excepciones —Entre Ríos y Santa Fe— triunfó ampliamente gracias a la proscripción del radicalismo. Justo obtuvo 607 765 votos (237 electores); en Capital Federal y Santa Fe, los votantes radicales apoyaron respectivamente al socialismo y la democracia progresista, de modo que De la Torre consiguió 436 125 votos (122 electores), mientras Barroetaveña obtenía 156.904 votos (12 electores).[22]

Los gobiernos provinciales quedaron en manos de los conservadores, con excepción de Santiago del Estero, donde el radicalismo se unió e impuso a Juan Bautista Castro;[23]​ Entre Ríos, donde el radical antipersonalista Luis Etchevehere retuvo el gobierno provincial para su partido;[24]​ y Santa Fe, donde fue elegido el demoprogresista Luciano Molinas.[25]

Gobierno de Agustín Pedro Justo (1932-1938)[editar]

El gobierno del General Agustín P. Justo se caracterizó por el fraude electoral, la represión, y los escándalos por los actos de corrupción en favor de las empresas británicas.

Luego del fracaso del ensayo neocorporativista nacionalista católico de José Félix Uriburu gobernó la Argentina una alianza política que se denominó la "Concordancia" que fue una alianza política formada entre el Partido Demócrata Nacional (también conocido simplemente como Partido Conservador), la Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente que gobernó el país durante la llamada década infame entre 1932 y 1943, a través de los presidentes Agustín P. Justo (1932-1938), Roberto M. Ortiz (1938-1940) y Ramón Castillo que debió completar el período por muerte del presidente Ortiz (1940-1943).

Agustín P. Justo asumió como Presidente el 20 de febrero de 1932. Además de la convulsión política debida al golpe debió hacer frente a los resultados de la Gran Depresión, que había acabado con el superávit comercial y terminado con las ventajas comparativas del intercambio comercial por el cierre de mercados donde se colocaban los productos exportables del país.

Revoluciones radicales[editar]

Durante su mandato, la oposición radical, que había declarado la abstención electoral ante la ilegitimidad del régimen, fue muy marcada. En 1933 se produjeron en Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos y Misiones alzamientos radicales que se saldaron con más de mil detenidos. Yrigoyen, gravemente enfermo, fue devuelto a Buenos Aires y mantenido bajo arresto domiciliario; moriría el 3 de julio, y su entierro en el cementerio de la Recoleta sería ocasión de una manifestación multitudinaria. En diciembre, en ocasión de la reunión de la convención nacional de la UCR, un alzamiento conjunto de militares y políticos se desató en Santa Fe, Rosario y Paso de los Libres. José Benjamín Ábalos, ex-ministro de Yrigoyen, y el coronel Roberto Bosch fueron detenidos por el alzamiento, y los convencionales y dirigentes del partido encarcelados en Martín García. Alvear, antiguo padrino de Justo, se exiliaría, mientras que otros serían retenidos en el penal de Ushuaia

Pacto Roca-Runciman[editar]

El primer ministro de Hacienda de Justo fue Alberto Hueyo; su gestión estuvo marcada por las restricciones a todos los gastos públicos, aunque paralelamente se llevó adelante una política de inversión pública; el área donde las inversiones se hicieron más notables fue el de transportes, donde se creó la Dirección Nacional de Vialidad, a cuyo frente se encontraba el ingeniero Justiniano Allende Posse. La misma, sostenida por un impuesto de dos centavos sobre litro de nafta, construiría la red troncal de rutas nacionales, muchas de las cuales serían pavimentadas.[26]

Invitó a Oscar Niemeyer a la Argentina, pero éste prefirió pactar con el enviado presidencial, que era el vicepresidente Julio Argentino Pascual Roca. Hueyo se enfrentó con éste, que estaba dispuesto a ceder en todo a las pretensiones de Gran Bretaña a cambio de recuperarla como mercado para las exportaciones argentinas. En particular, se opuso a la pretensión británica de controlar el tipo de cambio, ya que este control obligaría a la Argentina a endeudarse. También se opuso a conceder ventajas aduaneras a Gran Bretaña sin contrapartida.[27]​ La firma del Pacto Roca-Runciman en mayo de 1933 empeoró las relaciones de Hueyo con el resto del gabinete, hasta que éste finalmente renunció en el mes de agosto.[28]

Uno de los más controvertidos sucesos del mandato de Justo fue la firma del Pacto Roca-Runciman con Gran Bretaña en 1933. Los británicos habían adoptado, en la conferencia de Ottawa de 1932, medidas tendientes a favorecer la importación procedente de sus colonias y dominios, dañando seriamente a los hacendados argentinos.

El tratado suscitó escándalo, pues el Reino Unido aseguró a la Argentina sólo un cupo inferior al de sus dominios, de 390.000 toneladas anuales de carne, a cambio de cuantiosas concesiones para las empresas británicas. El 85% de la exportación debía realizarse a través de frigoríficos británicos, las tarifas de los ferrocarriles operados por el Reino Unido no se regularían, no se fijarían derechos aduaneros sobre el carbón, se daría tratamiento especial a las empresas británicas con inversiones en Argentina y se reducirían los precios de la exportación. No menos problemáticas resultaron las declaraciones del vicepresidente Roca.

La geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.[nota 5][29]
Lisandro de la Torre fue llamado el Fiscal de la Patria por haber expuesto la corrupción y los negociados en beneficio de los intereses británicos durante el «debate de las carnes».

El senador por Santa Fe Lisandro de la Torre del Partido Demócrata Progresista fue uno de los principales opositores al tratado y denunció los delitos que bajo su amparo estaban cometiendo las empresas frigoríficas inglesas y el gobierno, llevando a la apertura de una investigación por parte del Senado que le ganó el apodo de "Fiscal de la Patria". La investigación tendría un desenlace trágico el 23 de julio de 1935, cuando el senador demócrata-progresista Enzo Bordabehere, fue asesinado de tres balazos en pleno recinto del Senado por un matón relacionado con el oficialismo, en el intento de asesinar a de la Torre. El hecho ha sido tema de la película Asesinato en el Senado de la Nación.

El pacto Roca-Runciman fue denunciado unilateralmente en 1936 por el Reino Unido; las tratativas para sostenerlo desembocaron en la firma de otro tratado, el Malbrán-Eden, que fijó fuertes aranceles a la importación de carnes argentinas en Gran Bretaña.

Política exterior[editar]

En 1933 Justo dispuso la reincorporación de la Argentina a la Sociedad de Naciones.

Frente a la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, el gobierno de Justo a través de su canciller Carlos Saavedra Lamas, intentó movilizar a los gobiernos de la región en contra de la doctrina Monroe, promovida por el gobierno de los Estados Unidos. Sus iniciativas llevaron en 1933 a la firma del llamado Pacto antibélico Saavedra Lamas. Luego de arduas y complejas tratativas el 7 de junio Bolivia y Paraguay suscribieron finalmente dos protocolos dando fin a la guerra para terminar firmando en 1938 el Tratado de Paz, Amistad y Límites. Por sus gestiones en el conflicto Saavedra Lamas recibió el Premio Nobel de la Paz en 1936.

Política económica[editar]

La sustitución de Alberto Hueyo por el socialista independiente Federico Pinedo como Ministro de Hacienda, marcaría un cambio en la política del gobierno. La intervención gubernamental en la economía se hizo más marcada, creándose la Junta Nacional de Granos, la de Carnes, y poco tiempo más tarde, con el asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer, el Banco Central de la República Argentina.

El gobierno de Justo se caracterizó por iniciar en Argentina la construcción de un Estado intervencionista en la economía. En 1934 se legisló la recaudación centralizada de los impuestos. Se crearon la Junta Reguladora de Vinos, las de Granos y Carnes, y la Dirección Nacional de Parques Nacionales. El 6 de junio de 1935, con un diseño del británico Otto Niemeyer, se creó el Banco Central de la República Argentina dirigido por Raúl Prebisch. Se creó la Corporación de Transportes, destinada a proteger los servicios ferroviarios y tranviarios en manos británicas de la competencia plantada por los colectivos.

Ese mismo año se realizó el primer censo industrial, que fijó en 600.000 la cantidad de trabajadores ocupados en la actividad. Se sancionaron leyes regulando la actividad bancaria y las inversiones. Las condiciones ofrecidas para el asentamiento de capitales extranjeros fomentaron la industrialización, sobre todo en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, donde se radicaron alimentarias (Adams, Royal, Suchard, Quaker), de caucho (Firestone), eléctricas (Eveready, Osram, Philco) y textiles (Ducilo, Sudamtex). Las primeras grandes empresas argentinas comienzan a cobrar importancia, como Di Tella, que fabricará electrodomésticos y automóviles.

Situación política[editar]

En 1935 Marcelo T. de Alvear volvió de su exilio llevando al fin de la abstención electoral. La decisión causó el retiro de FORJA de la UCR, y obligaría a la Concordancia a apelar nuevamente al fraude y la represión para evitar la derrota en las urnas.

El 1 de mayo de 1936 la UCR convocó a un acto multitudinario, en el que por primera vez se reunieron todos los partidos de la oposición y el movimiento obrero. Ese mismo año la presión sindical obtuvo la sanción de la Ley 11.729 de contrato de trabajo para el sector servicios.

Uno de los hechos de corrupción más sonados del período fue el escándalo de la CHADE (Compañía Hispano-Americana de Electricidad).

Ese mismo año, las divisiones en el seno del radicalismo se acentuaron por influjo del escándalo por la concesión de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), que había sido acusada de sobornar a políticos conservadores y radicales para obtener la concesión, incluyendo al entonces Ministro de Hacienda y futuro presidente Roberto M. Ortiz.[30]

Alvear representaba el principal obstáculo a la continuación de la Concordancia. La Concordancia le opuso la candidatura del radical antipersonalista Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón Castillo. En septiembre se realizaron las elecciones, en las que los incidentes con muertos y heridos, así como la intervención policial contra los fiscales de la oposición, fueron frecuentes; varias provincias estaban intervenidas, entre ellas Catamarca, al frente de la cual Justo había colocado al ultranacionalista y filonazi Gustavo Martínez Zuviría. Las cruciales provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza quedaron en manos de la Concordancia, que finalmente consagró a Ortiz como presidente.

Alvear hablaba al respecto de los conservadores:

Yo conozco a ese radicalismo y a los conservadores de Buenos Aires, desde hace cincuenta años, y convengamos que esos conservadores no han mejorado en nada, no han hecho nada en bien de la provincia. Hace cincuenta años que los conozco, porque he actuado allí. Tenían a su servicio matones y urnas de doble fondo. Yo rompí una en Morón. Hoy se preparan para usar las mismas armas.
Marcelo T. de Alvear.[31]

Para las elecciones de 1937, la Concordancia apeló masivamente al fraude electoral, al que los dirigentes conservadores llamaron "fraude patriótico", ya que consideraban que violar la ley estaba justificado si con eso evitaban el regreso del radicalismo. Algunas de las prácticas más generalizadas consistían en aceptar votos múltiples de libretas electorales, generalmente retenidas por los patrones a sus empleados, o por los "punteros" políticos a cambio de favores; el rechazo sistemático de fiscales de los partidos opositores; urnas con doble fondo, repletas de votos desde antes de iniciarse los comicios; sustitución de sobres; y rechazo de los votos de quienes se sabía que iban a votar por la oposición.

Gobierno de Roberto M. Ortiz (1938-1940)[editar]

El presidente Roberto M. Ortiz, de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, se vio impedido de ejercer la presidencia desde 1940, debido a la diabetes que sufría, muriendo en 1942, antes de finalizar su mandato.

Roberto M. Ortiz fue el primer civil en 8 años en revestir la banda presidencial. Intentó impulsar sin resultado reformas que permitieran establecer un régimen democrático, quiso desmantelar el aparato montado por Agustín P. Justo y trató de obtener por todos los medios elecciones limpias para el que lo sucediera. Una de las medidas más controvertidas de su mandato fue la circular secreta antisemita firmada en 1938 por el canciller también radical antipersonalista José María Cantilo, que ordenó "a cónsules argentinos en Europa negar visados a 'indeseables o expulsados', en alusión a ciudadanos judíos de ese continente".[32]

Poco después de que asumiera como presidente, Ortiz enfermó seriamente de diabetes, enfermedad que luego lo dejaría completamente ciego. En 1940, la incapacidad física de Ortiz le impediría ejercer la presidencia, por lo que fue reemplazado en la función por el vicepresidente Ramón Castillo, quien finalmente asumiría como presidente en 1942, ante la muerte de Ortiz.

Gobierno de Ramón Castillo (1940-1943)[editar]

Ramón Castillo, último gobernante de la Década Infame. Fue derrocado por un golpe militar el 4 de junio de 1943.

Ramón Castillo había sido Gobernador interventor de la provincia de Tucumán durante la gestión de facto de José Félix Uriburu. Debido a la enfermedad de Ortiz, desde 1940 estaba efectivamente a cargo del Poder Ejecutivo.

Continuó la política exterior de su predecesor, manteniendo la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial. Creó la Flota Mercante del Estado. Tomó otras medidas de similar corte nacionalista, como la revocación de la concesión del puerto de Rosario, en manos de un operador francés, la nacionalización de la británica Compañía Primitiva de Gas, la creación de la Dirección de Fabricaciones Militares y la apertura de los Altos Hornos Zapla.

Llevó a cabo una política abiertamente autoritaria, disponiendo de las carteras ministeriales con soltura y disolviendo el Consejo Deliberante de Buenos Aires ante las denuncias de corrupción en el mismo.

Golpe militar del 4 de junio de 1943[editar]

A partir de que Estados Unidos fuera atacado por Japón en 1941 y obligado a salir de su neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, la potencia del norte comenzó a presionar duramente a los países latinoamericanos para hacer lo mismo. La oposición entre los partidarios de combatir en la Segunda Guerra Mundial o mantener la neutralidad, se acentuó. Por su parte, el control del Ejército y su apoyo al gobierno se volvió cada vez más precario desde la muerte del general Agustín P. Justo el 11 de enero de 1943.

Como venía sucediendo desde la dictadura del general Uriburu, frente a las elecciones venideras (1943) el presidente Castillo había comenzado a organizar un fraude en gran escala para imponer la fórmula conservadora integrada por Robustiano Patrón Costas y Manuel de Iriondo. Las conocidas inclinaciones aristocráticas y autoritarias de Patrón Costas, así como su posición pública favorable a hacer ingresar a la Argentina a la Segunda Guerra Mundial, movilizaron a sectores de los más diversos orígenes.

El presidente Ramón Castillo había enfrentado varias conspiraciones militares e intentos fallidos de golpe de Estado y en ese momento se estaban produciendo varias conspiraciones cívico-militares (como la del GOU, la que llevaban adelante el radical Ernesto Sanmartino y el general Arturo Rawson,[33]​ las operaciones que llevaba adelante el radical unionista Emilio Ravignani,[33]​ etc.). Sin embargo el golpe del 4 de junio de 1943 no fue previsto por nadie y se realizó con una gran dósis de improvisación y, a diferencia de todos los golpes que se produjeron en el país, casi sin participación civil.

El hecho concreto que desencadenó el golpe militar fue la renuncia que el presidente Castillo le exigió el 3 de junio a su Ministro de Guerra, el general Pedro Pablo Ramírez, por haberse entrevistado el 26 de mayo con un grupo de dirigentes de la Unión Cívica Radical que le ofrecieron la candidatura a presidente en las elecciones que se avecinaban, encabezando la Unión Democrática, una alianza que el ala moderada del radicalismo (los unionistas) estaba tratando por entonces de concretar junto al Partido Socialista y el Partido Demócrata Progresista con apoyo del comunismo.[34]

El golpe se decidió el día anterior en una reunión en Campo de Mayo dirigida por los generales Arturo Rawson y Pedro Ramírez. Tiene interés histórico mencionar que no participaron de esa reunión ni el general Edelmiro Farrell ni el coronel Juan Perón, quienes serían más adelante los conductores máximos de la Revolución del 43; Farrell porque se excusó de participar del grupo golpista por razones personales cuando fue invitado por el general Rawson, y Perón porque no pudo ser hallado.[35]

Durante esta época, se estiló el uso de la picana eléctrica y la persecución de la oposición, para asesinarlos y posteriormente esconderlos en galpones abandonados donde posteriormente fueron encontrados cientos de cadáveres.

En la madrugada del 4 de junio salió de Campo de Mayo, al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires, una fuerza militar de 8.000 soldados encabezada por los líderes del levantamiento: los generales Arturo Rawson y Elbio Anaya, los coroneles Emilio Ramírez y Fortunato Giovannoni y el teniente coronel Tomás A. Ducó (famoso presidente del Club Huracán). Al llegar a la Escuela de Mecánica de la Armada, en el barrio de Núñez, la columna fue atacada por fuerzas leales atrincheradas allí, resultando del combate 30 muertos y 100 heridos.[36]​ Rendida la ESMA el presidente Castillo se embarcó en el rastreador Drummond[37]​ con orden de alejarse en dirección a Uruguay, dejando sola la Casa Rosada donde ingresaron los generales Juan Pistarini, Armando Verdagauer, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, y los almirantes Sabá H. Sueyro y Guisasola, quienes recibieron a la columna rebelde poco después del mediodía, asumiendo el general Arturo Rawson como presidente.

El triunfo de los insurrectos resultó innegable, y Castillo desembarcó al día siguiente en La Plata, donde firmó su renuncia.

En un primer momento todas las fuerzas políticas y sociales apoyaron el golpe, con mayor o menor entusiasmo, con la única excepción del Partido Comunista. Lo mismo sucedió con Gran Bretaña y Estados Unidos que recibieron el golpe «con gritos de satisfacción», según refiere Sir David Kelly, embajador británico en Argentina en ese momento.[38]​ La embajada alemana, por el contrario, quemó sus archivos el día anterior.[39]

Reclamaciones antárticas y toma de posesión formal del territorio continental antártico[editar]

En 1939 la Argentina crea transitoriamente para asistir a una invitación noruega a la Comisión Nacional del Antártico mediante el decreto N° 35821, pero por el decreto N° 61852 del 30 de abril de 1940 pasó a ser un organismo permanente con el objeto de intensificar las investigaciones en la zona. Se realizaron exploraciones, tareas científicas, relevamiento de terreno y balizamiento.

El 6 de noviembre de 1940 Chile estableció por decreto los límites de sus reclamaciones antárticas.

Forman la Antártica Chilena o Territorio Chileno Antártico, todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares y demás conocidos y por conocer, y el mar territorial respectivo, existentes dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53°, longitud oeste de Greenwich, y 90°, longitud oeste de Greenwich.

La Argentina protestó formalmente por el decreto chileno mediante nota del 12 de noviembre de 1940, rechazando su validez y expresando una potencial reclamación a la misma área.[40]​ A su vez, el Reino Unido protestó el 25 de febrero de 1941.

En octubre de 1941 el Instituto Geográfico Militar argentino publicó mapas que mostraban la extensión de la futura reclamación argentina entre los 25° O y 75° O.

En enero de 1942 la Argentina, de acuerdo con la teoría de los sectores polares, declaró sus derechos antárticos entre los meridianos 25º y 68º 24' Oeste (el de punta Dungeness). Lo que dio lugar a un memorándum de respuesta del Gobierno chileno del 3 de marzo de 1942, reservando sus derechos.

La Argentina realizó en la isla Decepción su toma de posesión formal del territorio continental antártico el 8 de noviembre de 1942, mediante la colocación de un cilindro que contenía un acta y una bandera dejados allí por una expedición al mando del capitán de fragata Alberto J. Oddera. En enero de 1943 personal del barco británico HMS Carnarvon Castle destruyó las evidencias de la toma de posesión argentina, plantó la bandera británica y envió a Buenos Aires el acta. El 5 de marzo de ese año el buque argentino ARA 1° de Mayo removió la bandera británica.[41]

Películas ambientadas en la época[editar]

  • La película de María Luisa Bemberg Miss Mary (1986) se desarrolla en esta época, mostrando la hipocresía y los convencionalismos sociales excesivos de la oligarquía dominante.

Notas[editar]

  1. José Luis Torres escribió en 1945 un libro titulado La Década Infame, en el que analiza críticamente el período.
  2. Entre los oficiales que acompañaron a Uriburu —unas pocas decenas— se contaron algunos que habrían de tener gran figuración mucho más tarde: Bartolomé Descalzo, Pascual Pistarini, Pedro Pablo Ramírez, Manuel Savio, Julio Lagos, Juan Ignacio San Martín, Franklin Lucero, Humberto Sosa Molina, Juan Domingo Perón y Juan José Valle.
  3. En el tiroteo murieron, dependiendo de la fuente, entre 11 y 23 personas, en su gran mayoría civiles.
  4. Entre los ideólogos nacionalistas, Uriburu prefería a Carlos Ibarguren, su primo, católico militante y admirador de la derecha española, que era además un brillante escritor. En cambio desdeñaba a quien hasta entonces había sido el líder de los nacionalistas, Juan Carulla, que prefería seguir las ideas de Benito Mussolini o de Charles Maurras.
  5. La frase fue pronunciada el 10 de febrero de 1933, con motivo de los acuerdos entre Argentina y Gran Bretaña, en el agasajo que la delegación argentina le ofreció al Príncipe de Gales, en el Club Argentino de Londres, en Dorchester House. Formó parte de una serie de declaraciones similares y tradicionalmente ha sido considerada como una frase humillante para la Argentina.

Véase también[editar]

Referencias[editar]

  1. Cristian Buchrucker: Nacionalismo y peronismo. Buenos Aires 1987. Editorial Sudamericana ISBN 950-07-0430-7
  2. Ciria, Alberto: capítulo Crisis económica y restauración política (1930-1943) págs. 159 y 164 en La democracia constitucional y su crisis. Hyspamérica Ediciones Argentina S.A. Buenos Aires 1986 |isbn 950-614-406-0
  3. José Luis Romero: "Breve historia de la Argentina” 5° edición pág. 174 Buenos Aires 1983 Editorial Huemul isbn 950-10-0072-9
  4. Halperín Donghi, Tulio: Proyecto y construcción de una nación (1846-1880) Ariel Historia Buenos Aires 1995 ISBN 950-9122-29-7
  5. Cattaruzza, Alejandro (director): Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943), tomo VII de Nueva Historia Argentina Editorial Sudamericana. Buenos Aires 2001 isbn 950-07-1938-X
  6. Entrevista a Rosendo Fraga Autor: Felipe Pigna
  7. Carlos Lencinas, estaba frontalmente enfrentado con Yrigoyen quien había intervenido Mendoza, y acababa de ser excluido del Senado por la mayoría yrigoyenista; El día que mataron a Carlos Washington Lencinas, Laura Rodríguez, 15 de noviembre de 2003, Mendoza, diario Los Andes; [2]
  8. Ricardo Falcón (2014). Democracia, conflicto social y renovador de ideas 1916-1930: tomo VI de la Colección Nueva Historia Argentina. Penguin Random House Grupo Editorial Argentina. 
  9. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas OTER
  10. a b Sanguinetti (1988): 39-43.
  11. Sanguinetti (1988): 37-38.
  12. Entrevista a Rosendo Fraga Autor: Felipe Pigna
  13. Unamuno, Miguel (1988). «La primera gran represión». Todo es Historia (248). 
  14. a b c d e Béjar (1983): 18-23. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «BEJ23» está definido varias veces con contenidos diferentes
  15. García Molina, Fernando y Mayo, Carlos A. (1986). Archivo del general Uriburu. Centro Editor de América Latina. pp. 29-32. 
  16. Cattaruzza, Alejandro (2012). Historia de la Argentina 1916-1955. Siglo XXI. p. 117. 
  17. Béjar, María Dolores (1983). Uribury y Justo: el auge conservador. Centro Editor de América Latina. pp. 29-33. 
  18. Béjar (1983): 33-36.
  19. Walther, Richard J. (1987). La provincia de Buenos Aires en la política argentina (1912-1943). Emecé. pp. 150-154. 
  20. Cattaruzza (2012): 118-119.
  21. Rodriguez Molas, Ricardo (1985). Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina. Eudeba. p. 60. 
  22. Piñeiro, Elena T. (2004). «Los entretelones de una candidatura: Agustín P. Justo y las elecciones de noviembre de 1931». Temas de historia argentina y americana (5). 
  23. Alén Lascano, Luis (1992). Historia de Santiago del Estero. Plus Ultra. pp. 579-583. 
  24. Piñeiro, Elena (2007). «Los radicales antipersonalistas. Historia de una disidencia. 1916-1943». Universidad Torcuato Di Tella. 
  25. Vigo, Juan M. (1971). «Luciano Molinas: el gobernador que cumplió». Todo es Historia (54). 
  26. Sabsay, Fernando. «Presidencias y Presidentes constitucionales argentinos». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. 
  27. Pesatti, Pedro. «Había una vez una oligarquía». La Fogata. 
  28. Justiparan, Alejandro (14 de marzo de 2010.). «Argentina en la década del 30: Crisis del modelo agroexportador y década infame». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. 
  29. Troncoso, Oscar A. (1976). «El Pacto Roca-Runciman». Historia Integral Argentina. Tomo 7 :El Sistema en crisis. Centro Editor de América Latina. p. 131. 
  30. Luna, Félix (1975). «Un intervalo para la CHADE». Alvear. Las luchas populares en la década del 30. Buenos Aires: Schapire. p. 219. 
  31. Cattaruzza, Alejandro (1997), Los nombres del poder: Marcelo T. de Alvear.
  32. Argentina: Grietas nazis en pasado encubierto, por Marcela Valente, 2005
  33. a b Potash, 275
  34. Luna, Félix (1975). Alvear, las luchas populares en la década del 30, Buenos Aires:Schapire, p. 318-319; Potash (p. 274-275) relata que el 26 de mayo de 1943 el general Pedro Pablo Ramírez se entrevistó en la casa del Coronel Enrique P. González, del GOU, con siete dirigentes radicales entre los que se encontraban los diputados nacionales Mario Castex y Juan Carlos Vázquez.
  35. Potash, 280-282
  36. Ferrero, 253
  37. Buques de la Armada Argentina 1900-2006, Armada Argentina
  38. Kelly, David (1962). El poder detrás del trono, Buenos Aires:Coyoacán pag. 34
  39. Potash, 277 (nota 22)
  40. The polar regions and the development of international law Volumen 3 de Cambridge studies in international and comparative law. pp. 58. Autor: Donald Rothwell. Editor: Cambridge University Press, 1996. ISBN 0-521-56182-5, 9780521561822
  41. Passing Deception Island

Bibliografía[editar]

  • Torres, José Luis (1945). La Década Infame, Freeland, 1973
  • Jaureche, Arturo (1962). FORJA y la Década Infame. Buenos Aires: A. Peña Lillo, 1983
  • Sanguinetti, Horacio (1977). La democracia ficta. 1930-1938. Buenos Aires, La Bastilla
  • Ferrero, Roberto A. (1976). Del fraude a la soberanía popular. 1938-1946. Buenos Aires, La Bastilla

Enlaces externos[editar]

Se conoce como Década Infame al período de la Historia de la Argentina que comienza el 6 de septiembre de 1930 con el golpe de estado cívico-militar que derrocó al Presidente Hipólito Yrigoyen y finaliza el 4 de junio de 1943 con el golpe de estado militar que derrocó al presidente Ramón Castillo.

El nombre le fue dado por el periodista nacionalista José Luis Torres,[nota 1]​en tanto que en una expresión más neutral fue caratulado como "restauración neoconservadora",[1]​período de "restauración política” o "restauración conservadora”,[2]​"república conservadora”[3]​y algunos historiadores titulan sus libros sobre el período como "La República imposible" (1930-1945)[4]​ o "Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943)”.[5]

En esta coyuntura, Argentina negoció el pacto Roca-Runciman con el Reino Unido, que garantizó las exportaciones de carne, a cambio de importantes concesiones económicas de parte de la Argentina, entre las que se destacó la concesión de todos los medios de transporte público de la ciudad de Buenos Aires a una empresa mixta denominada Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, el aislacionismo comercial de las grandes potencias contribuyó finalmente a iniciar el desarrollo industrial vía la sustitución de importaciones. La política económica se volvió estatista y se creó el Banco Central de la República Argentina, junto a gran cantidad de organismos estatales reguladores (Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, etc.) y empresas públicas (Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla, etc.).

Durante este período también comenzó la migración masiva del campo a la ciudad y de las provincias del norte hacia Buenos Aires y el desarrollo del sector industrial que, en 1943, superaría al sector agropecuario por primera vez en la Historia Argentina.

Antecedentes[editar]

La Argentina, nacida en 1810, atravesó sus primeros 70 años de vida sumida en continuas guerras civiles,[6]​ a través de las cuales se forjaron las bases de la Argentina moderna: una organización política federal; un sistema económico basado en la exportación de materias primas —primeramente lana y luego carne y granos— y la importación de productos manufacturados;[7]​ un sistema de servicios públicos y comercio de capitales europeos, principalmente británicos;[8]​ y un modelo cultural en que coexistían una Iglesia Católica influyente y un laicismo apoyado en la influencia europea, especialmente francesa. El sistema político se cristalizó a partir de 1880 en un régimen conservador, que presenció un acelerado crecimiento económico y promovió quejas por el escaso desarrollo de las libertades políticas.[9]

El sistema conservador entró en una serie de crisis sucesivas a principios del siglo XX, que desembocaron en la sanción de la reforma electoral, que permitía la participación de las mayorías. Contra lo que sus promotores esperaban, la reforma llevó al gobierno a la Unión Cívica Radical, en la persona del presidente Hipólito Yrigoyen; éste llevó adelante algunas reformas económicas y sociales, que de todos modos no cuestionaban el modelo agroexportador. El sector conservador y varios grupos dentro del mismo Partido Radical se opusieron a esas reformas, frenando muchas de ellas en el Congreso de la Nación Argentina, donde el radicalismo nunca tuvo mayoría.[10]

El sucesor de Yrigoyen fue Marcelo T. de Alvear, que se apartó de la conducción yrigoyenista y se apoyó en la vertiente "antipersonalista" de la UCR; su gobierno llevó adelante varias obras públicas y se vio favorecido por la bonanza económica mundial. En 1928 fue nuevamente elegido presidente Yrigoyen, que se rodeó de grupos jóvenes y reformistas, que esperaban llevar adelante una política mucho más audaz en lo económico y social. La Gran Depresión y la feroz oposición tanto de los conservadores como de los antipersonalistas frustraron esos intentos.[11]

En ese contexto adquirió importancia crucial el crecimiento de un movimiento nacionalista, principalmente en el Ejército, pero apoyado por intelectuales de renombre como Leopoldo Lugones o Ernesto Palacio. A fines de la década aparecieron varios periódicos de inspiración fascista, aunque más ligados ideológicamente a la dictadura de Primo de Rivera en España que a la Italia fascista.[12]​ Grupos de choque organizados por empresarios, tales como la Liga Patriótica, actuaron durante la década de 1920, principalmente como fuerza de choque contra los sindicatos.[13]​ Varios altos oficiales organizaron Logias militares, en un principio para sustraerse a la politización a que los sometía el radicalismo, pero posteriormente para organizar su propia agenda política.[14]

La crisis económica llevó, a principios de 1930, a una convergencia entre la oposición, gran parte del Ejército y los grupos de extrema derecha en la intención de derrocar a Yrigoyen. El presidente, visiblemente envejecido, pretendía controlar cada detalle de la administración, pero no controlaba siquiera las decisiones políticas más generales.[15]​ La prensa —especialmente los diarios La Prensa y Crítica— apoyaba cualquier iniciativa en contra del gobierno, y se hacía eco de las versiones más absurdas para desgastarlo; por su parte, los nacionalistas tenían cada vez más difusión a través de diarios como Fronda y La Nueva República.[16]

En el mes de agosto de 1930, la opinión pública ya sabía que se estaba gestando un golpe de estado; Yrigoyen rechazaba esa posibilidad, pero incluso estaba claro quiénes eran los jefes: los generales José Félix Uriburu —Inspector General del Ejército que había sido desplazado por el presidente— y Agustín Pedro Justo, ex ministro de Guerra de la Nación. Fuera de éstos dos, el golpismo contaba con la promesa de apoyo de oficiales de bajo rango y unos pocos coroneles. Ante el desorden imperante de los oficiales golpistas, Justo se limitó a apoyar críticamente. En los primeros días de septiembre, estudiantes y líderes socialistas coparon la vía pública, reclamando la renuncia de Yrigoyen para evitar el golpe de estado; el gobierno garantizó la libertad de prensa y de reunión, con lo que facilitó los planes de sus enemigos. El presidente estaba de licencia, y el vicepresidente Enrique Martínez, que conspiraba contra él, no acertaba a tomar ninguna decisión;[17]​ el único decreto que alcanzó a firmar fue una medida de censura contra la prensa opositora, que llegó demasiado tarde.[15]

Dictadura de José Félix Uriburu (1930-1932)[editar]

Contexto en el cual se produce el golpe de 1930[editar]

La crisis económica mundial de 1929 llamada Gran Depresión tuvo un profundo impacto en la Argentina. Afectó primero económicamente ya que el 80% de los ingresos fiscales en Argentina provenían del comercio exterior. La crisis creó una situación de tensión social, con bajas de sueldo, aumento del desempleo; es decir, una contracción de la economía. Y esto generó también, en el plano político, un contexto en el cual se produce el golpe de 1930. La Crisis de 1929 fue un factor que creó una situación de tensión, de malestar sobre la economía, en términos sociales y de preocupación e incertidumbre en los sectores económicos dominantes y esto contribuyó a crear este clima. En América Latina en general hubo una crisis de sistemas democráticos prácticamente en toda la región.[18]

Por otra parte, la enseñanzas sociales de la Iglesia Católica de la época estaban basadas en la encíclica Rerum Novarum de 1891 que versaba sobre las condiciones de las clases trabajadoras, dejaba patente su apoyo al derecho laboral de «formar uniones o sindicatos», reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada y discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia, proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría corporativismo. Recién a partir de 1931 el Papa Pío XI condenó al fascismo y propuso llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía socialcristiana.

Las posturas nacionalistas surgidas por imitación de lo ocurrido en Italia con Benito Mussolini que apoyaban la implantación de un corporativismo provocaron la división del Partido Popular y su disolución. Fue entonces cuando los nacionalistas católicos apoyaron al semanario "La Nueva República", opositor al gobierno radical de Hipólito Yrigoyen que, en plena Gran Depresión mundial de 1929 fue muy criticado por una serie de intervenciones a provincias por decreto y asesinatos de opositores, entre ellos el del Senador Lencinas,[19]​ que produjeron el debilitamiento de la democracia[20]​ y desencadenaron el golpe militar dirigido por el general José Félix Uriburu.

El golpe del 6 de septiembre de 1930 y el gobierno militar[editar]

El General José Félix Uriburu inició la serie de golpes de Estado en Argentina y dictaduras militares que se extenderían hasta 1983.

En la mañana del 6 de septiembre, Uriburu se puso al frente de las tropas y oficiales del Colegio Militar de la Nación[nota 2]​ y marchó sobre el centro de Buenos Aires. Las tropas a sus órdenes eran apenas 2000 soldados y cadetes, pero a medida que avanzaba se le fueron reuniendo gran cantidad de civiles; no encontró resistencia hasta llegar frente al Congreso, donde un tiroteo dispersó la columna.[nota 3]​ Acompañado por unos pocos oficiales, siguió camino hasta la Casa Rosada, donde forzó la renuncia del vicepresidente. Yrigoyen huyó a La Plata, donde entregó su renuncia al comandante de un regimiento. Fue arrestado, recluido en la isla Martín García, y su casa fue saqueada.[15]

Uriburu se nombró a sí mismo presidente provisional y lanzó una proclama, redactada por Lugones y corregida por el coronel José María Sarobe. Decretó la disolución del Congreso y asumió el poder legislativo junto al ejecutivo; también decretó la intervención federal de todas las provincias, con dos excepciones: Entre Ríos y San Luis, únicas provincias gobernadas por conservadores. Su gabinete de ministros estaba formado por miembros del viejo Partido Conservador, la mayoría de ellos con experiencia como funcionarios, pero alejados de la función pública desde la asunción de Yrigoyen, hacía catorce años.[21]

Muy pocos fueron los que se opusieron; apenas algunos estudiantes y el decano de la Facultad de Derecho, el socialista Alfredo Palacios, que renunció a su cargo. Por su parte, tanto el disperso Partido Conservador como el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista Independiente reconocieron de inmediato al dictador.[22]

La Corte Suprema se negó a rechazar al gobierno provisional ante el pedido de varios dirigentes radicales; por el contrario, el 10 de septiembre firmó una acordada que reconociendo la existencia de "un gobierno de facto, cuyo título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte de orden y seguridad social". Esta decisión dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto.[21]

Gobierno de Uriburu[editar]

Uriburu básicamente representó en aquel momento ante todo un nacionalismo católico neocorporativista. Inclusive el proyecto de constitución neocorporativa que tenía Uriburu y sus sectores era un sistema neocorporativo mixto. Querían que hubiera una cámara corporativa, por ejemplo, con representación de sindicatos, empresarios y otra cámara con representación política. Ideológicamente era tributario del nacionalismo católico, que desde los años ’20 venía creciendo en Argentina.[23]

Centenares de dirigentes radicales fueron arrestados, y algunos de ellos enviados a la cárcel de Ushuaia. La dictadura prohibió todo tipo de manifestación pública y decretó la ley marcial para cualquiera que fuera sorprendido incurriendo en cualquier delito, incluso un delito ordinario. También fueron prohibidas las huelgas, que pasaron a ser consideradas delitos graves.[24]

El plan económico del gobierno provisional era, en realidad, continuación del de Yrigoyen; frente a la Depresión, éste había decretado la inconvertibilidad del peso. Uriburu decretó el control de cambios, para evitar la salida del oro que aún permanecía en las arcas del estado. Estableció un estricto cuadro de prioridades para el gasto público, con la intención de no entrar en cesación de pagos de la deuda externa. Además debió hacer frente a retrasos de pagos a los empleados públicos en que había incurrido el gobierno, para lo cual se crearon nuevos impuestos a las transacciones, a los réditos y a la nafta, y se aumentaron las tasas de los servicios públicos prestados por el Estado.[25]

El Banco de la Nación Argentina otorgó créditos a los productores de maíz para que retuvieran sus cosechas, ya que la tendencia a venderla cuanto antes deprimía los precios. Todas las obras públicas quedaron congeladas, con la sola excepción de elevadores de granos, que concesionó a la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), a la que también favoreció para que compitiera con las empresas exportadoras en la comercialización de granos al exterior; estas medidas evitaron que la caída de los precios —muy importante desde el estallido de la crisis— fuera aún más pronunciada. En cambio no logró obligar a las empresas ferroviarias a bajar las tarifas para el transporte de granos.[25]

Ensayo corporativo[editar]

Uriburu juró respetar la Constitución Nacional y la Ley Sáenz Peña, y en su discurso invitó a la población a corregir los "abusos" del yrigoyenismo a través de las urnas. Pero ese discurso se debía al apoyo que había necesitado del apoyo del sector "liberal" dirigido por Justo y Sarobe. Con el paso de los días, volvió a sus ideales autoritarios y corporativistas en sus discursos y en el nombramiento de autoridades. Aspiraba a reemplazar la Constitución y el sistema democrático por otro, completamente distinto, en que no fuera el voto individual el que decidiera el rumbo político, sino la opinión de corporaciones, en particular las corporaciones patronales y las asociaciones profesionales, entre las cuales los sindicatos eran un actor menor, y que además debía ser sometido a una limpieza ideológica.[nota 4]​ Los discursos mencionaban continuamente la necesidad de restaurar el orden, la propiedad y las jerarquías.[26]​ Sin embargo, a diferencia de los fascismos europeos, la derecha argentina consideraba que la clave del sistema político propuesto era el Ejército, y no organizaciones paramilitares.[27]

El dictador propuso la fundación de un Partido Nacional, al que deberían adherirse los demás partidos, aunque estaban excluidos el radicalismo yrigoyenista y posiblemente el Partido Socialista. La invitación fue rechazada por todos, salvo algunos grupos conservadores. Uriburu se había adelantado a convocar a elecciones para gobernador de Buenos Aires, confiando en presentar una candidatura única del Partido Nacional frente a los radicales; cuando su proyecto fracasó, no pudo retractarse.[28]

En el mes de abril, de 1931 se celebraron las elecciones bonaerenses, con un resultado imprevisto: pese a que el gobierno consideraba al radicalismo completamente "fuera de la historia", y a que éste no organizó una campaña electoral ni tenía apoyo de la prensa, el candidato radical Honorio Pueyrredón obtuvo el triunfo. Pese a que en el Colegio Electoral el radicalismo quedó varios votos por detrás y debía negociar con los socialistas para alzarse con la gobernación, el gobierno entró en pánico y la mayoría de los ministros presentó la renuncia. Uriburu reorganizó el gabinete, nombrando ministros del sector "liberal". El 8 de mayo suspendió el llamado al colegio electoral provincial, y nombró gobernador de facto de la provincia de Buenos Aires a Manuel Ramón Alvarado.[29]

Pocas semanas más tarde estalló una revolución en la provincia de Corrientes, dirigida por el teniente coronel Gregorio Pomar; aunque fue rápidamente reprimida, dio a Uriburu la excusa que buscaba: clausuró todos los locales de la UCR, arrestó a docenas de dirigentes y prohibió a los colegios electorales elegir políticos vinculados directa o indirectamente con Yrigoyen; Pueyrredón había sido ministro de Yrigoyen, lo que significaba que no podía ser elegido, pero además fue expulsado del país junto con Alvear. Además suspendió las elecciones de gobernadores planeadas para las provincias de Córdoba y Santa Fe.[30]​ En el mes de septiembre llamó a elecciones para el mes de noviembre, y poco después anuló las elecciones en Buenos Aires.[31]

El experimento corporativista había fracasado, pero aun así, horas antes de entregar el gobierno a su sucesor, Uriburu declararía que "el voto secreto es precisamente lo que ha permitido el desenfreno demagógico que hemos padecido."[32]

La Concordancia[editar]

Ya desde los días posteriores al golpe de estado habían comenzado reuniones entre los partidos antiyrigoyenistas, que llevaron a la formación de una Federación Nacional Democrática, de la que formaron parte los partidos conservadores de todas las provincias —desde la disolución del Partido Autonomista Nacional, unos 25 años antes, los conservadores eran una alianza tácita entre partidos provinciales— junto con la Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente. Uriburu había tratado de forzar la reunión de un Partido Nacional, que englobara también a los demócrata progresistas, pero su jefe, Lisandro de la Torre ya estaba enfrentado con la dictadura, a pesar de que inicialmente la había apoyado.[25]

La derrota frente al radicalismo llevó a los conservadores a la formación de un partido unificado, que se formó finalmente con el nombre de Partido Demócrata Nacional; con excepción de una pequeña fracción de la democracia progresista —en la que descollaba el ex gobernador de la provincia de Salta, Robustiano Patrón Costas— todos sus miembros pertenecían a los partidos conservadores: entre ellos Julio Argentino Roca (hijo) y Guillermo Rothe del Partido Demócrata de Córdoba, Manuel Fresco y Rodolfo Moreno del poderoso Partido Conservador de Buenos Aires, Ricardo Videla y Gilberto Suárez Lago del Partido Liberal de Mendoza, entre muchos otros. La UCR antipersonalista y el socialismo independiente no aceptaron formar parte del mismo partido, pero en cambio formaron con éste una alianza llamada Concordancia.[25]

Todos estuvieron de acuerdo en llevar como candidato a la presidencia al general Justo; los socialistas independientes y los antipersonalistas pretendieron nombrar un compañero de fórmula no conservador, pero el PDN logró imponer la candidatura del hijo del general Roca. Esta negativa de los conservadores llevaron a la ruptura de la UCR Antipersonalista de Entre Ríos a llevar como candidato a Francisco Barroetaveña. Por su parte, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista se presentaron como "Alianza Civil", llevando como candidatos a Lisandro de la Torre - Nicolás Repetto. El radicalismo no estaba prohibido, en sentido estricto, pero sí tenía prohibido presentar candidatos que hubieran ejercido cualquier cargo en las presidencias de Yrigoyen, lo que les vedaba las candidaturas conocidas; de modo que el Comité Nacional del radicalismo anunció la abstención electoral.[25]

Las elecciones del 8 de noviembre de 1931 estuvieron viciadas de fraude electoral en las provincias de Buenos Aires y Mendoza, pero en las demás provincias esto no fue necesario: con sólo dos excepciones —Entre Ríos y Santa Fe— triunfó ampliamente gracias a la proscripción del radicalismo. Justo obtuvo 607 765 votos (237 electores); en Capital Federal y Santa Fe, los votantes radicales apoyaron respectivamente al socialismo y la democracia progresista, de modo que De la Torre consiguió 436 125 votos (122 electores), mientras Barroetaveña obtenía 156.904 votos (12 electores).[33]

Los gobiernos provinciales quedaron en manos de los conservadores, con excepción de Santiago del Estero, donde el radicalismo se unió e impuso a Juan Bautista Castro;[34]​ Entre Ríos, donde el radical antipersonalista Luis Etchevehere retuvo el gobierno provincial para su partido;[35]​ y Santa Fe, donde fue elegido el demoprogresista Luciano Molinas.[36]

Gobierno de Agustín Pedro Justo (1932-1938)[editar]

El gobierno del General Agustín P. Justo se caracterizó por el fraude electoral, la represión, y los escándalos por los actos de corrupción en favor de las empresas británicas.

Luego del fracaso del ensayo neocorporativista nacionalista católico de José Félix Uriburu gobernó la Argentina una alianza política que se denominó la "Concordancia" que fue una alianza política formada entre el Partido Demócrata Nacional (también conocido simplemente como Partido Conservador), la Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente que gobernó el país durante la llamada década infame entre 1932 y 1943, a través de los presidentes Agustín P. Justo (1932-1938), Roberto M. Ortiz (1938-1940) y Ramón Castillo que debió completar el período por muerte del presidente Ortiz (1940-1943).

Agustín P. Justo asumió como Presidente el 20 de febrero de 1932. Además de la convulsión política debida al golpe debió hacer frente a los resultados de la Gran Depresión, que había acabado con el superávit comercial y terminado con las ventajas comparativas del intercambio comercial por el cierre de mercados donde se colocaban los productos exportables del país.

Revoluciones radicales[editar]

Durante su mandato, la oposición radical, que había declarado la abstención electoral ante la ilegitimidad del régimen, fue muy marcada. En 1933 se produjeron en Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos y Misiones alzamientos radicales que se saldaron con más de mil detenidos. Yrigoyen, gravemente enfermo, fue devuelto a Buenos Aires y mantenido bajo arresto domiciliario; moriría el 3 de julio, y su entierro en el cementerio de la Recoleta sería ocasión de una manifestación multitudinaria. En diciembre, en ocasión de la reunión de la convención nacional de la UCR, un alzamiento conjunto de militares y políticos se desató en Santa Fe, Rosario y Paso de los Libres. José Benjamín Ábalos, ex-ministro de Yrigoyen, y el coronel Roberto Bosch fueron detenidos por el alzamiento, y los convencionales y dirigentes del partido encarcelados en Martín García. Alvear, antiguo padrino de Justo, se exiliaría, mientras que otros serían retenidos en el penal de Ushuaia

Pacto Roca-Runciman[editar]

El primer ministro de Hacienda de Justo fue Alberto Hueyo; su gestión estuvo marcada por las restricciones a todos los gastos públicos, aunque paralelamente se llevó adelante una política de inversión pública; el área donde las inversiones se hicieron más notables fue el de transportes, donde se creó la Dirección Nacional de Vialidad, a cuyo frente se encontraba el ingeniero Justiniano Allende Posse. La misma, sostenida por un impuesto de dos centavos sobre litro de nafta, construiría la red troncal de rutas nacionales, muchas de las cuales serían pavimentadas.[37]

Invitó a Oscar Niemeyer a la Argentina, pero éste prefirió pactar con el enviado presidencial, que era el vicepresidente Julio Argentino Pascual Roca. Hueyo se enfrentó con éste, que estaba dispuesto a ceder en todo a las pretensiones de Gran Bretaña a cambio de recuperarla como mercado para las exportaciones argentinas. En particular, se opuso a la pretensión británica de controlar el tipo de cambio, ya que este control obligaría a la Argentina a endeudarse. También se opuso a conceder ventajas aduaneras a Gran Bretaña sin contrapartida.[38]​ La firma del Pacto Roca-Runciman en mayo de 1933 empeoró las relaciones de Hueyo con el resto del gabinete, hasta que éste finalmente renunció en el mes de agosto.[39]

Uno de los más controvertidos sucesos del mandato de Justo fue la firma del Pacto Roca-Runciman con Gran Bretaña en 1933. Los británicos habían adoptado, en la conferencia de Ottawa de 1932, medidas tendientes a favorecer la importación procedente de sus colonias y dominios, dañando seriamente a los hacendados argentinos.

El tratado suscitó escándalo, pues el Reino Unido aseguró a la Argentina sólo un cupo inferior al de sus dominios, de 390.000 toneladas anuales de carne, a cambio de cuantiosas concesiones para las empresas británicas. El 85% de la exportación debía realizarse a través de frigoríficos británicos, las tarifas de los ferrocarriles operados por el Reino Unido no se regularían, no se fijarían derechos aduaneros sobre el carbón, se daría tratamiento especial a las empresas británicas con inversiones en Argentina y se reducirían los precios de la exportación. No menos problemáticas resultaron las declaraciones del vicepresidente Roca.

La geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.[nota 5][40]
Lisandro de la Torre fue llamado el Fiscal de la Patria por haber expuesto la corrupción y los negociados en beneficio de los intereses británicos durante el «debate de las carnes».

El senador por Santa Fe Lisandro de la Torre del Partido Demócrata Progresista fue uno de los principales opositores al tratado y denunció los delitos que bajo su amparo estaban cometiendo las empresas frigoríficas inglesas y el gobierno, llevando a la apertura de una investigación por parte del Senado que le ganó el apodo de "Fiscal de la Patria". La investigación tendría un desenlace trágico el 23 de julio de 1935, cuando el senador demócrata-progresista Enzo Bordabehere, fue asesinado de tres balazos en pleno recinto del Senado por un matón relacionado con el oficialismo, en el intento de asesinar a de la Torre. El hecho ha sido tema de la película Asesinato en el Senado de la Nación.

El pacto Roca-Runciman fue denunciado unilateralmente en 1936 por el Reino Unido; las tratativas para sostenerlo desembocaron en la firma de otro tratado, el Malbrán-Eden, que fijó fuertes aranceles a la importación de carnes argentinas en Gran Bretaña.

Política exterior[editar]

En 1933 Justo dispuso la reincorporación de la Argentina a la Sociedad de Naciones.

Frente a la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, el gobierno de Justo a través de su canciller Carlos Saavedra Lamas, intentó movilizar a los gobiernos de la región en contra de la doctrina Monroe, promovida por el gobierno de los Estados Unidos. Sus iniciativas llevaron en 1933 a la firma del llamado Pacto antibélico Saavedra Lamas. Luego de arduas y complejas tratativas el 7 de junio Bolivia y Paraguay suscribieron finalmente dos protocolos dando fin a la guerra para terminar firmando en 1938 el Tratado de Paz, Amistad y Límites. Por sus gestiones en el conflicto Saavedra Lamas recibió el Premio Nobel de la Paz en 1936.

Política económica[editar]

La sustitución de Alberto Hueyo por el socialista independiente Federico Pinedo como Ministro de Hacienda, marcaría un cambio en la política del gobierno. La intervención gubernamental en la economía se hizo más marcada, creándose la Junta Nacional de Granos, la de Carnes, y poco tiempo más tarde, con el asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer, el Banco Central de la República Argentina.

El gobierno de Justo se caracterizó por iniciar en Argentina la construcción de un Estado intervencionista en la economía. En 1934 se legisló la recaudación centralizada de los impuestos. Se crearon la Junta Reguladora de Vinos, las de Granos y Carnes, y la Dirección Nacional de Parques Nacionales. El 6 de junio de 1935, con un diseño del británico Otto Niemeyer, se creó el Banco Central de la República Argentina dirigido por Raúl Prebisch. Se creó la Corporación de Transportes, destinada a proteger los servicios ferroviarios y tranviarios en manos británicas de la competencia plantada por los colectivos.

Ese mismo año se realizó el primer censo industrial, que fijó en 600.000 la cantidad de trabajadores ocupados en la actividad. Se sancionaron leyes regulando la actividad bancaria y las inversiones. Las condiciones ofrecidas para el asentamiento de capitales extranjeros fomentaron la industrialización, sobre todo en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, donde se radicaron alimentarias (Adams, Royal, Suchard, Quaker), de caucho (Firestone), eléctricas (Eveready, Osram, Philco) y textiles (Ducilo, Sudamtex). Las primeras grandes empresas argentinas comienzan a cobrar importancia, como Di Tella, que fabricará electrodomésticos y automóviles.

Situación política[editar]

En 1935 Marcelo T. de Alvear volvió de su exilio llevando al fin de la abstención electoral. La decisión causó el retiro de FORJA de la UCR, y obligaría a la Concordancia a apelar nuevamente al fraude y la represión para evitar la derrota en las urnas.

El 1 de mayo de 1936 la UCR convocó a un acto multitudinario, en el que por primera vez se reunieron todos los partidos de la oposición y el movimiento obrero. Ese mismo año la presión sindical obtuvo la sanción de la Ley 11.729 de contrato de trabajo para el sector servicios.

Uno de los hechos de corrupción más sonados del período fue el escándalo de la CHADE (Compañía Hispano-Americana de Electricidad).

Ese mismo año, las divisiones en el seno del radicalismo se acentuaron por influjo del escándalo por la concesión de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), que había sido acusada de sobornar a políticos conservadores y radicales para obtener la concesión, incluyendo al entonces Ministro de Hacienda y futuro presidente Roberto M. Ortiz.[41]

Alvear representaba el principal obstáculo a la continuación de la Concordancia. La Concordancia le opuso la candidatura del radical antipersonalista Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón Castillo. En septiembre se realizaron las elecciones, en las que los incidentes con muertos y heridos, así como la intervención policial contra los fiscales de la oposición, fueron frecuentes; varias provincias estaban intervenidas, entre ellas Catamarca, al frente de la cual Justo había colocado al ultranacionalista y filonazi Gustavo Martínez Zuviría. Las cruciales provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza quedaron en manos de la Concordancia, que finalmente consagró a Ortiz como presidente.

Alvear hablaba al respecto de los conservadores:

Yo conozco a ese radicalismo y a los conservadores de Buenos Aires, desde hace cincuenta años, y convengamos que esos conservadores no han mejorado en nada, no han hecho nada en bien de la provincia. Hace cincuenta años que los conozco, porque he actuado allí. Tenían a su servicio matones y urnas de doble fondo. Yo rompí una en Morón. Hoy se preparan para usar las mismas armas.
Marcelo T. de Alvear.[42]

Para las elecciones de 1937, la Concordancia apeló masivamente al fraude electoral, al que los dirigentes conservadores llamaron "fraude patriótico", ya que consideraban que violar la ley estaba justificado si con eso evitaban el regreso del radicalismo. Algunas de las prácticas más generalizadas consistían en aceptar votos múltiples de libretas electorales, generalmente retenidas por los patrones a sus empleados, o por los "punteros" políticos a cambio de favores; el rechazo sistemático de fiscales de los partidos opositores; urnas con doble fondo, repletas de votos desde antes de iniciarse los comicios; sustitución de sobres; y rechazo de los votos de quienes se sabía que iban a votar por la oposición.

Gobierno de Roberto M. Ortiz (1938-1940)[editar]

El presidente Roberto M. Ortiz, de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, se vio impedido de ejercer la presidencia desde 1940, debido a la diabetes que sufría, muriendo en 1942, antes de finalizar su mandato.

Roberto M. Ortiz fue el primer civil en 8 años en revestir la banda presidencial. Intentó impulsar sin resultado reformas que permitieran establecer un régimen democrático, quiso desmantelar el aparato montado por Agustín P. Justo y trató de obtener por todos los medios elecciones limpias para el que lo sucediera. Una de las medidas más controvertidas de su mandato fue la circular secreta antisemita firmada en 1938 por el canciller también radical antipersonalista José María Cantilo, que ordenó "a cónsules argentinos en Europa negar visados a 'indeseables o expulsados', en alusión a ciudadanos judíos de ese continente".[43]

Poco después de que asumiera como presidente, Ortiz enfermó seriamente de diabetes, enfermedad que luego lo dejaría completamente ciego. En 1940, la incapacidad física de Ortiz le impediría ejercer la presidencia, por lo que fue reemplazado en la función por el vicepresidente Ramón Castillo, quien finalmente asumiría como presidente en 1942, ante la muerte de Ortiz.

Gobierno de Ramón Castillo (1940-1943)[editar]

Ramón Castillo, último gobernante de la Década Infame. Fue derrocado por un golpe militar el 4 de junio de 1943.

Ramón Castillo había sido Gobernador interventor de la provincia de Tucumán durante la gestión de facto de José Félix Uriburu. Debido a la enfermedad de Ortiz, desde 1940 estaba efectivamente a cargo del Poder Ejecutivo.

Continuó la política exterior de su predecesor, manteniendo la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial. Creó la Flota Mercante del Estado. Tomó otras medidas de similar corte nacionalista, como la revocación de la concesión del puerto de Rosario, en manos de un operador francés, la nacionalización de la británica Compañía Primitiva de Gas, la creación de la Dirección de Fabricaciones Militares y la apertura de los Altos Hornos Zapla.

Llevó a cabo una política abiertamente autoritaria, disponiendo de las carteras ministeriales con soltura y disolviendo el Consejo Deliberante de Buenos Aires ante las denuncias de corrupción en el mismo.

Golpe militar del 4 de junio de 1943[editar]

A partir de que Estados Unidos fuera atacado por Japón en 1941 y obligado a salir de su neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, la potencia del norte comenzó a presionar duramente a los países latinoamericanos para hacer lo mismo. La oposición entre los partidarios de combatir en la Segunda Guerra Mundial o mantener la neutralidad, se acentuó. Por su parte, el control del Ejército y su apoyo al gobierno se volvió cada vez más precario desde la muerte del general Agustín P. Justo el 11 de enero de 1943.

Como venía sucediendo desde la dictadura del general Uriburu, frente a las elecciones venideras (1943) el presidente Castillo había comenzado a organizar un fraude en gran escala para imponer la fórmula conservadora integrada por Robustiano Patrón Costas y Manuel de Iriondo. Las conocidas inclinaciones aristocráticas y autoritarias de Patrón Costas, así como su posición pública favorable a hacer ingresar a la Argentina a la Segunda Guerra Mundial, movilizaron a sectores de los más diversos orígenes.

El presidente Ramón Castillo había enfrentado varias conspiraciones militares e intentos fallidos de golpe de Estado y en ese momento se estaban produciendo varias conspiraciones cívico-militares (como la del GOU, la que llevaban adelante el radical Ernesto Sanmartino y el general Arturo Rawson,[44]​ las operaciones que llevaba adelante el radical unionista Emilio Ravignani,[44]​ etc.). Sin embargo el golpe del 4 de junio de 1943 no fue previsto por nadie y se realizó con una gran dósis de improvisación y, a diferencia de todos los golpes que se produjeron en el país, casi sin participación civil.

El hecho concreto que desencadenó el golpe militar fue la renuncia que el presidente Castillo le exigió el 3 de junio a su Ministro de Guerra, el general Pedro Pablo Ramírez, por haberse entrevistado el 26 de mayo con un grupo de dirigentes de la Unión Cívica Radical que le ofrecieron la candidatura a presidente en las elecciones que se avecinaban, encabezando la Unión Democrática, una alianza que el ala moderada del radicalismo (los unionistas) estaba tratando por entonces de concretar junto al Partido Socialista y el Partido Demócrata Progresista con apoyo del comunismo.[45]

El golpe se decidió el día anterior en una reunión en Campo de Mayo dirigida por los generales Arturo Rawson y Pedro Ramírez. Tiene interés histórico mencionar que no participaron de esa reunión ni el general Edelmiro Farrell ni el coronel Juan Perón, quienes serían más adelante los conductores máximos de la Revolución del 43; Farrell porque se excusó de participar del grupo golpista por razones personales cuando fue invitado por el general Rawson, y Perón porque no pudo ser hallado.[46]

Durante esta época, se estiló el uso de la picana eléctrica y la persecución de la oposición, para asesinarlos y posteriormente esconderlos en galpones abandonados donde posteriormente fueron encontrados cientos de cadáveres.

En la madrugada del 4 de junio salió de Campo de Mayo, al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires, una fuerza militar de 8.000 soldados encabezada por los líderes del levantamiento: los generales Arturo Rawson y Elbio Anaya, los coroneles Emilio Ramírez y Fortunato Giovannoni y el teniente coronel Tomás A. Ducó (famoso presidente del Club Huracán). Al llegar a la Escuela de Mecánica de la Armada, en el barrio de Núñez, la columna fue atacada por fuerzas leales atrincheradas allí, resultando del combate 30 muertos y 100 heridos.[47]​ Rendida la ESMA el presidente Castillo se embarcó en el rastreador Drummond[48]​ con orden de alejarse en dirección a Uruguay, dejando sola la Casa Rosada donde ingresaron los generales Juan Pistarini, Armando Verdagauer, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, y los almirantes Sabá H. Sueyro y Guisasola, quienes recibieron a la columna rebelde poco después del mediodía, asumiendo el general Arturo Rawson como presidente.

El triunfo de los insurrectos resultó innegable, y Castillo desembarcó al día siguiente en La Plata, donde firmó su renuncia.

En un primer momento todas las fuerzas políticas y sociales apoyaron el golpe, con mayor o menor entusiasmo, con la única excepción del Partido Comunista. Lo mismo sucedió con Gran Bretaña y Estados Unidos que recibieron el golpe «con gritos de satisfacción», según refiere Sir David Kelly, embajador británico en Argentina en ese momento.[49]​ La embajada alemana, por el contrario, quemó sus archivos el día anterior.[50]

Reclamaciones antárticas y toma de posesión formal del territorio continental antártico[editar]

En 1939 la Argentina crea transitoriamente para asistir a una invitación noruega a la Comisión Nacional del Antártico mediante el decreto N° 35821, pero por el decreto N° 61852 del 30 de abril de 1940 pasó a ser un organismo permanente con el objeto de intensificar las investigaciones en la zona. Se realizaron exploraciones, tareas científicas, relevamiento de terreno y balizamiento.

El 6 de noviembre de 1940 Chile estableció por decreto los límites de sus reclamaciones antárticas.

Forman la Antártica Chilena o Territorio Chileno Antártico, todas las tierras, islas, islotes, arrecifes, glaciares y demás conocidos y por conocer, y el mar territorial respectivo, existentes dentro de los límites del casquete constituido por los meridianos 53°, longitud oeste de Greenwich, y 90°, longitud oeste de Greenwich.

La Argentina protestó formalmente por el decreto chileno mediante nota del 12 de noviembre de 1940, rechazando su validez y expresando una potencial reclamación a la misma área.[51]​ A su vez, el Reino Unido protestó el 25 de febrero de 1941.

En octubre de 1941 el Instituto Geográfico Militar argentino publicó mapas que mostraban la extensión de la futura reclamación argentina entre los 25° O y 75° O.

En enero de 1942 la Argentina, de acuerdo con la teoría de los sectores polares, declaró sus derechos antárticos entre los meridianos 25º y 68º 24' Oeste (el de punta Dungeness). Lo que dio lugar a un memorándum de respuesta del Gobierno chileno del 3 de marzo de 1942, reservando sus derechos.

La Argentina realizó en la isla Decepción su toma de posesión formal del territorio continental antártico el 8 de noviembre de 1942, mediante la colocación de un cilindro que contenía un acta y una bandera dejados allí por una expedición al mando del capitán de fragata Alberto J. Oddera. En enero de 1943 personal del barco británico HMS Carnarvon Castle destruyó las evidencias de la toma de posesión argentina, plantó la bandera británica y envió a Buenos Aires el acta. El 5 de marzo de ese año el buque argentino ARA 1° de Mayo removió la bandera británica.[52]

Películas ambientadas en la época[editar]

  • La película de María Luisa Bemberg Miss Mary (1986) se desarrolla en esta época, mostrando la hipocresía y los convencionalismos sociales excesivos de la oligarquía dominante.

Notas[editar]

  1. José Luis Torres escribió en 1945 un libro titulado La Década Infame, en el que analiza críticamente el período.
  2. Entre los oficiales que acompañaron a Uriburu —unas pocas decenas— se contaron algunos que habrían de tener gran figuración mucho más tarde: Bartolomé Descalzo, Pascual Pistarini, Pedro Pablo Ramírez, Manuel Savio, Julio Lagos, Juan Ignacio San Martín, Franklin Lucero, Humberto Sosa Molina, Juan Domingo Perón y Juan José Valle.
  3. En el tiroteo murieron, dependiendo de la fuente, entre 11 y 23 personas, en su gran mayoría civiles.
  4. Entre los ideólogos nacionalistas, Uriburu prefería a Carlos Ibarguren, su primo, católico militante y admirador de la derecha española, que era además un brillante escritor. En cambio desdeñaba a quien hasta entonces había sido el líder de los nacionalistas, Juan Carulla, que prefería seguir las ideas de Benito Mussolini o de Charles Maurras.
  5. La frase fue pronunciada el 10 de febrero de 1933, con motivo de los acuerdos entre Argentina y Gran Bretaña, en el agasajo que la delegación argentina le ofreció al Príncipe de Gales, en el Club Argentino de Londres, en Dorchester House. Formó parte de una serie de declaraciones similares y tradicionalmente ha sido considerada como una frase humillante para la Argentina.

Véase también[editar]

Referencias[editar]

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  52. Passing Deception Island

Bibliografía[editar]

  • Torres, José Luis (1945). La Década Infame, Freeland, 1973
  • Jaureche, Arturo (1962). FORJA y la Década Infame. Buenos Aires: A. Peña Lillo, 1983
  • Sanguinetti, Horacio (1977). La democracia ficta. 1930-1938. Buenos Aires, La Bastilla
  • Ferrero, Roberto A. (1976). Del fraude a la soberanía popular. 1938-1946. Buenos Aires, La Bastilla