Diferencia entre revisiones de «Conquista de Navarra»

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== Notas y referencias ==
== Notas y referencias ==
*[http://www.lebrelblanco.com/ Historia Medieval del Reyno de Navarra]
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Escudo de Navarra, el carbunclo, que fue el origen del actual.

La Conquista de Navarra fue un proceso iniciado en el siglo XII con los Tratados entre el Reino de Castilla y la Corona de Aragón, en los que se acordó repartirse el Reino de Navarra, con una conquista parcial, y que culminó con la invasión completa en el siglo XVI. Posteriormente, la Baja Navarra, que logró revertirla, se mantuvo como reino independiente hasta el siglo XVII, en que su rey pasó a tener también la Corona Francesa, dejando de ser reino a finales del siglo XVIII tras la Revolución Francesa. Por su parte, la Alta Navarra, integrada en la Corona de España, dejó de ser reino en el siglo XIX.

Del Reino de Pamplona al de Navarra

Crecimiento del Reino de Pamplona

La península Ibérica en 910 con el Califato de Córdoba con el territorio de la dinastía Banu Qasi dependiente de aquel y emparentados con el origen del Reino de Pamplona, y el Reino de Asturias.

Los orígenes del Reino de Navarra como entidad política se encuentran difuminados de tal forma que los historiadores nunca podrán concretar. En todo caso se considera a Íñigo Arista como el primer rey de Pamplona, precedente del de Navarra, desde mediados del siglo IX. Debía tributar al emir de Córdoba pero mantenía su propio gobierno y la religión cristiana. En los testimonios árabes lo presentan como señor, conde o príncipe de los vascones (bashkunish). El territorio era de unos 5.000 km² entre las cumbres del Pirineo occidental y los límites que daban las sierras exteriores. Su hijo García Iñiguez (851-882) y su nieto Fortún Garcés (882-905) mantuvieron el mismo territorio sin realizar conquistas.[1]

Tras arrebatar el poder a Fortún Garcés, Sancho Garcés I (905- 925), que estaba emparentado con los condes de Pallars y Alfonso III de Asturias,[2]​ rompió los compromisos con Córdoba y extendió sus dominios por las tierras de Deyo, el curso del río Ega hasta el Ebro y más allá las comarcas de Nájera y Calahorra, estas con la ayuda del rey leonés Ordoño II que apagaron a la dinastía Banu Qasi. La respuesta del emir cordobés Abderramán III realizó dos expediciones con la víctoria en la batalla de Valdejunquera, pero sin lograr llegar a la cuenca de Pamplona. Aunque se logró ocupar casi todo el territorio de la Rioja (923), la siguiente campaña del emir en 924 llegó a Pamplona que la arrasó, sin llegar a tener combate en campo abierto. El territorio de Calahorra se adjudicó íntegramente a Sancho Garcés, y por ese motivo casó a su hija Sancha con Ordoño II. Bajo su tutela también quedaron los condados de los valles de los ríos Aragón y Gállego hasta llegar al Sobrarbe, lo que sumaba más de 10.000 km².[1]

A su muerte García Sánchez I (925-970) menor de edad, y tutelado por Jimeno Garcés, hermano del monarca y esposo de una hermana de Toda, reina viuda. Se realizaron lazos matrimoniales con el reino de León, la reina Toda, casó a su hija Oneca con el rey Alfonso IV (924-931) y luego a Urraca con Ramiro II. Por otra parte el enlace matrimonial de García Sánchez con Andregoto enlazando el condado de Aragón, este matrimonio fue disuelto por parentesco (primos hermanos), aunque Andregoto siguió luciendo el título de reina. Tras la ruptura Gárcia Sánchez I se casó con Teresa, posiblemente hija de Ramiro II. También se emparentaron con familias de nobles de los territorios dependientes del de León (Castilla, Álava y Vizcaya), como el conde castellano Fernán González casado primero con una hija de Sancho Garcés I y luego nuevas nupcias con Urraca Díaz, hija de García Sánchez I; y Urraca Fernández, viuda de los reyes Ordoño III y Ordoño IV, que se casará con el primogénito y futuro heredero del reino.[1]

Sancho Garcés II (970-994) estuvo asistido por su hermanastro Ramiro. Siguió la política matrimonial con la dinastía gascona con el matrimono de Urraca Díaz, ya viuda, con el conde Guillermo Sánchez, y para frenar las incursiones de Almanzor a una de sus hijas en 982.[1]​ Al finalizar el siglo X Almanzor realizaba incursiones en los reinos cristianos que al menos en nueve ocasiones entraron en territorio pamplonés. En el 966 se reanudaron los enfrentamientos, con la pérdida de Calahorra y el valle del río Cidacos. Sancho Garcés II en coalición con las milicias del Condado de Castilla sufrió una derrota en Torrevicente (981), y tras ello intentó negociar, primero entregando a una de sus hijas y posteriormente a su hijo, con el fin de firmar la paz. Tras su fallecimiento en 994 una devastadora expedición logró la sumisión del reino al Califato. Otras tres incursiones se producirían con su sucesor García Sánchez II y en una de ellas se produciría su muerte, posiblemente en el año 1000.[1]

La península Ibérica en 1030 con la división del Califato de Córdoba en taifas y los reinos de León y Pamplona y el Condado de Barcelona.

La sucesión fue para el primogénito de unos ocho años de edad Sancho Garcés III (1004-1035) y ésta posiblemente estuvo tutelada por el Califato.[1]​ Los primeros años parece que el reino fue dirigido por su tío Sancho Ramírez, y ya en el 1004 asumiría el trono con el asesoramiento de su madre Jimena Fernández. Las relaciones con Castilla se fueron fortaleciendo mediante lazos familiares. La muerte de Almanzor en 1002 y de su sucesor Abd al-Malik en 1008 inició decadencia del Califato de Córdoba con la división en taifas que Castilla aprovechó en aumentar su territorio, mientras que Sancho aseguró las posiciones en al frontera de la taifa de Zaragoza en las comarcas de Loarre, Funes, Sos, y Uncastillo.[3]

Antes de 1011 se casó con Muniadona, hija del conde de Castilla Sancho García.[3]​ En 1016 realiza con su tío y suegro Sancho García un acuerdo en cuanto a límites entre el Condado de Castilla y el Reino de Pamplona y los ámbitos de expansión. Hacia el sur y el este, la zona oriental de Soria y el valle del Ebro, incluidas las comarcas zaragozanas, quedaban para Pamplona. En 1017 apoyó a su tía la condesa Mayor de Ribagorza en litigios con su antiguo marido conde de Pallars, que le aseguró los dominios y se expandió hacia la Ribagorza. En 1025, la condesa renunció al título traspasándoselo al rey pamplonés e ingresó en un monasterio. También se interpuso entre las discordias existentes entre Castilla y León, mediante acuerdos matrimoniales y acudiendo a tierras leonesas durante el año 1034 para ayudar en su gobernabilidad.

A su muerte en 1035 el reino de Pamplona alcanzó su máxima extensión. En su testamento se repartía el territorio entre sus hijos: García el reino de Pamplona, con el título real con todo su patrimonio de Pamplona, Aragón y Nájera y también recibió el territorio noreste de Castilla, por parte de la herencia materna; Fernando el condado de Castilla, que ya tenía encomendado; Gonzálo el de Sobrarbe y Ribagorza, procedentes de los derechos de familia materna y de conquistas de su padre y para el hermanastro Ramiro el condado de Aragón y ciertas poblaciones dispersas por la geografía pamplonesa. La muerte precoz y poco aclarada de Gonzálo hizo que los territorios correspondientes pasaran a Ramiro. El patrimonio que ostentaba al subir al trono se concentraron en el primogénito García, mientras que el resto, herencia de su esposa Mayor o derecho de conquista, era de más libre disposición.[3]

Reparto del Reino de Pamplona

La Península Ibérica en 1037. Con la aparición de los reinos de Castilla y Aragón que iran rompiendo la vinculación con el de Pamplona.

La política exterior del reino de Pamplona con García Sánchez III (1035-1054) estuvo marcada por la relación con sus hermanos. El conflicto armado de su hermano Fernando, al que apoyó, con su cuñado Bermudo III de León produjo la muerte de este último en la batalla de Tamarón consiguiendo la corona leonesa. La colaboración se mantuvo durante algunos años. Con el hermanastro Ramiro I de Aragón mantuvo mejor relación y mantuvo la dependencia teórica del pamplonés, excepto un mal conocido enfrentamiento en Tafalla en 1043 y que fue favorable a García. La alianza entre ellos y con Ramón Berenguer I fue eficaz para presionar a la taifa de Zaragoza. Tras la toma de Calahorra en 1044, la frontera pasó a un periodo pacífico y se iniciaron relaciones comerciales con la dividida taifa.[3]​ Mientras tanto las relaciones con su hermano Fernando, rey de León se deterioraron y se enfrentaron en la batalla de Atapuerca en septiembre de 1054, donde murió el rey de Pamplona.[3]​ La derrota en esta batalla hizo perder a Pamplona las tierras de Castella Vetula, la Bureba y parte de la cuenca del Tirón.[4]

Reparto del Reino de Pamplona tras la muerte de Sancho IV el de Peñalén en 1076       Zona ocupada por Alfonso VI de Castilla       Zona ocupada por Sancho Ramírez de Aragón       Condado de Navarra, tenido por el monarca aragonés en homenaje al castellano

Sancho Garcés IV (1054-1076) fue proclamado rey y reconocido por su tío Fernando, rey de León, en el mismo campo de batalla de Atapuerca. Tenía catorce años y fue tutelada en el gobierno por su madre Estefanía, que tenía gran habilidad política, y parece que también por sus tíos Fernando y Ramiro. Cuando murió la madre en 1058 empezó a destacar el difícil carácter del soberano que le granjeó la enemistad de la nobleza que provocó un conato de rebelión en 1061. La muerte de Ramiro I de Aragón se produjo en 1063 y su hijo Sancho Ramírez inició un progresivo alejamiento del rey de Pamplona y en 1068 se hacía vasallo del papa rompiendo la soberanía del reino de Pamplona, para posteriormente proclamarse rey. Sancho se alió con Al-Muqtadir de Zaragoza.[3]​ Hasta su muerte conservaba los territorios de Vizcaya, Álava y la Tierra Najerense.[4]​ Finalmente se produjo un complot que llevó al asesinato de Sancho Garcés IV en Peñalén, el 4 de junio de 1076, por parte de su hermano Ramón y su hermana Ermesinda. En el mismo también debieron de participar los dos reinos vecinos. El Señorío de Vizcaya, gobernado por una familia noble, tuvo alianzas cambiantes con el Reino de Navarra y con el de León y Castilla. El conde Lope Íñiguez en 1076, tras el asesinato del rey Sancho IV el de Peñalén y a cambio de aceptar el señorío hereditario de Haro, ofrecido por el rey de León y Castilla, puso bajo su dominio todas las tierras al oeste de Durango.[5]

Inmediatamente después el reino se lo repartieron sus dos vecinos. El rey de León y Castilla Alfonso VI, primo de todos ellos que pasó a controlar temporalmente La Rioja y los territorios de Señorío de Vizcaya, atrayéndose a Lope Íñiguez, Álava y la orilla derecha del bajo Ega. También Sancho Rámírez, primo también por línea bastarda, hizo lo propio con el resto del territorio pamplonés, y en este caso la nobleza nuclear pamplonesa le aceptó como rey. El río Ega fue la frontera en la que quedo dividido el reino.[3]​ Las pretensiones de Alfonso VI que se alentaron con la conquista de Toledo (1085), fueron frenadas por la derrota en la batalla de Zalaca (1085) contra los almorávides, lo que le llevó a reconocer a su primo Sancho Ramírez como rey de Pamplona, consiguiendo que le prestara vasallaje por un territorio del núcleo originario del reino denominado "condado de Navarra". Sancho Ramírez se centro entonces en expandirse al territorio musulmán en la zona de Ribagorza y con la toma de Arguedas (1084) con el que controlaba gran parte de la Bardena. A la muerte de Sancho Ramírez, paso el reino a Pedro I (1094-1104) siguió con la presión tomando el Somontano en cuanto al territorio aragonés y en el pamplonés mantuvo el acoso a Tudela con la toma de Sádaba (1096) y de Milagro (1098).[4]

Fue su sucesor Alfonso el Batallador (1104-1134), que enseguida llevó la frontera con el islam al río Ebro. En 1109 se esposó con la hija de Alfonso VI de Castilla Urraca con la intención de un gobierno conjunto de los reinos acordada en las capitulaciones matrimoniales. La incompatibilidad de caracteres de los cónyuges llevó también a una guerra civil en Castilla. Urraca y sus partidarios se hicieron fuertes en Galicia y en la parte occidental, y en 1111 coronaron al primer hijo del primer matrimonio de ésta, Alfonso Raimúndez. Gran parte de la nobleza castellana apoyó a Alfonso el Batallador, que al ver que era imposible unificar los dos reinos se retiró conservando los territorios que le apoyaron como Vizcaya, Álava (reunidos en la junta de Argote[6]​), Rioja y otros de Burgos.[4]

Diego López I en 1116 se rebelará contra Alfonso I por la tenencia de Nájera y manteniendo de nuevo una posición procastellana. Alfonso I había designado a Fortún Garcés Cajal para retener dicha plaza en 1112, que la mantuvo hasta 1134. De nuevo el señor de Vizcaya, Diego López I, junto con el conde Ladrón Ladrón Íñiguez, se rebelaron en 1124. El rey sitió Haro y Diego López I se exilió a Castilla, mientras que el Ladrón Íñiguez se reconcilió con el Batallador convirtiéndose en señor de Álava. Cuando murió Diego López I, su hijo, Lope Díaz, en 1126 reconoció al nuevo rey de Castilla, Alfonso VII, que reivindicaba los territorios vascos y la Rioja.[6]​)

Por otra parte se tomó Zaragoza (1118) con apoyo de nobles y tropas procedentes del Mediodía francés y de todo el territorio del reino pamplonés, incluidos los territorios occidentales, y aragonés. Inmediatamente después cayó Tudela el 25 de febrero de 1119 y Tarazona y luego Calatayud y Daroca.[4]​ Tras el fallecimiento de Urraca en 1126, su hijo Alfonso VII concentró su poder con pretensiones en el territorio de Alfonso el batallador. Mediante mediación, en 1127 se acordó el Pacto de Támara para evitar el enfrentamiento de las tropas de Pamplona y Aragón con las castellano-leonesas. En este pacto Alfonso el Batallador renunciaba al título de emperador y se delimitaron las fronteras entre los reinos de Castilla y los de Pamplona y Aragón con devolución de alguno de los territorios de Castilla, retirada que efectúo con lentitud.[4]​ En este pacto quedaba en territorio pamplonés Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Belorado, Soria y San Esteban de Gormaz.[5]​ Asedió Bayona, que estaba en manos de Inglaterra, en los años 1130-1131 sin tomarla. Por otra parte en Aragón tras conquistar Mequinenza (1132) se centró en la toma de Fraga, que fracasó tras un asedio de un año de duración, retirándose y muriendo dos meses después, el 7 de septiembre de 1134. El territorio por él controlado había pasado de 24.000 km² a unos 52.000 km², de ellos 8.000 ante Castilla para la monarquía pamplonesa y más de 20.000 km² a los almorávides. La muerte sin hijos legítimos marcaría la separación de nuevo entre el reino de Pamplona y Aragón.[4]

Restauración del Reino y pérdidas de territorio

Tratados entre Castilla y Aragón.

A partir del siglo XII, tras la muerte de Alfonso el Batallador en 1134 y finalizada la unión dinástica de Pamplona y Aragón, se celebran varios tratados, donde se deja por escrito la intención de repartirse el Reino de Navarra entre el Reino de León y Castilla y la Corona de Aragón. En estos acuerdos, el Reino, una vez conquistado, sería dividido aproximadamente por la línea que traza el cauce del río Arga.

Tras la muerte de Alfonso el Batallador en 1134 sin heredero directo y con un testamento que dejaba a las órdenes militares los dos reinos, algo que era imposible de cumplir tanto por la nobleza aragonesa como por la pamplonesa.[6]​ En Aragón se coronó a Ramiro II, un hermano de Alfonso el Batallador, mientras que en el territorio pamplonés la nobleza optó por García IV Ramírez (1134-1150), vástago de la dinastía Ximena. Entre los nobles que le apoyaban estaba Ladrón Íñiguez que controlaba los estratégicos territorios de Álava y Haro. La lealtad de la nobleza era imprescindible ya que procedía de un nieto por línea bastarda del último rey pamplonés Sancho Garcés IV, y por otra parte Alfonso VII de Castilla por ser nieto de Alfonso VI, primo carnal legítimo del último rey de Pamplona, también podía reclamar la herencia. Por ello García Ramírez y Ramiro II de Aragón firmaron el pacto de Vadoluengo en que ambos monarcas se daban una relación paternofilial, pero fue invalidado al poco tiempo al casarse el rey Ramiro con Inés de Poitou y garantizarse la sucesión en el reino aragonés.[7]

El rey castellano realizó una ofensiva que ocupó Nájera y gran parte del territorio de la Rioja y Zaragoza en el reino de Aragón, colocando en Nájera a Lope Díaz I de Haro (que se mantendría por lo menos hasta 1167). A pesar del éxito no continuó la ofensiva militar y su estrategia se dirigió a dividir a los reinos de Pamplona y Aragón. De esta forma consiguió que en 1135 García Ramírez le prestara vasallaje y se dejaba al Ebro como frontera, con la excepción del distrito de Tudela y Logroño.[6][7]​ Como vasallo acudió a la coronación de Alfonso VI el 2 de junio de 1135 y también en nombre del castellano estuvo al frente de de la ocupación de la taifa de Zaragoza. Un año después, en 1136, cuando Alfonso VII se alió con el aragonés y le devolvió Zaragoza, el rey de Pamplona se rebeló y se enfrento al castellano. Alfonso VII capturó a Ladrón Íñiguez, pasándose éste entonces a apoyar a los castellanos, sin embargo el territorio de Vizcaya estaba con su hijo Vela Ladrón que se mantenía con la soberanía pamplonesa. Se firmó un acuerdo de paz en 1137 que se quebrantó, y tres años después se acordó otro, sellado con el compromiso de boda del heredero castellano Sancho y Blanca hija del pamplonés. En 1143 el conde Ladrón volvería con Sancho Ramírez.[6]

En las cambiantes relaciones entre Alfonso VI y Ramiro II, hizo que García Ramírez en 1137 aprovechara la coyuntura y traspasó con sus huestes las fronteras de Aragón saqueando Jaca, luego ocupó Malón y Barillas y para 1138 también Pedrola, Sos, Petilla y Gallipienzo. Ello llevó a que en 1140 Ramón Berenguer IV se reuniera con Alfonso VI en Carrión de los Condes y firmaran el tratado de Carrión en el que se realiza un reparto equitativo del reino de Pamplona entre aragoneses y castellanos. Iniciado el avance aragonés, llevó a que García Ramírez negociara la boda de su hija Blanca con Sancho hijo heredero de Alfonso VII y posteriormente en 1137 la del propio García Ramírez, ya viudo, con Urraca, una hija extramatrimonial de Alfonso Alfonso VII[7]​ y con ellas se renueva el vasallaje al castellano y se entregaba Logroño. Se establecía como frontera la demarcación de los ríos Bayas y Nervión y el río Ebro por el sur.[6]​ Esta paz entre los reinos cristianos llevó a organizar una expedición conjunta al Al-Andalus en verano de 1147.[7]

Señorío de Vizcaya, La Bureba y Rioja

En este periodo ya se utilizaba la denominación de Reino de Navarra, pero fue su sucesor Sancho VI (1150-1194) el que lo utilizó de forma escrita.[5]​ Sancho VI el Sabio tenía 17 años cuando asumió las riendas del gobierno y ya en el primer año se entrevistó con Ramón Berenguer IV en Filera, próximo a Sos, para prolongar la tregua con Aragón. Sin embargo el conde de Barcelona al año siguiente, el 27 de enero de 1151 se reunió con Alfonso VII en Tudilén y volvieron a planear el reparto de Navarra con el Tratado de Tudilén. Intentando frenar esto movimientos Sancho VI renovó el vasallaje a Alfonso VII, mantuvo la boda de su hermana Blanca con Sancho que ya estaba prometida desde 1140 y en 1153 estrechó más las coronas con su propia boda con Sancha, hija de Alfonso VII.[7]

En 1153 el conde Ladrón y su hijo Vela Ladrón apoyaron al rey castellano, pero en 1160, fallecido el padre, Vela Ladrón volvió con el rey pamplonés. Cuando Sancho III de Castilla accedió al trono en 1157 se instaló en Nájera con la intención de acosar al reino pamplonés. Sin embargo este murió al año siguiente, desestabilizando el reino de Castilla, lo que fue aprovechado por Sancho VI y Ramón Berenguer IV para acordar en 1159 y desligarse del vasallaje castellano ya que el heredero de Castilla Alfonso VIII tan sólo contaba con tres años de edad. Sancho VI pasaría a ser "Rex Navarre" (1162) con soberanía plena y negando posibles vasallajes.[6]

Las tensiones con Aragón llevaron a una nueva incursión navarra que penetró hasta el río Gállego, lo que provocó un nuevo tratado castellano-aragonés, el de Lérida en 1157. Cinco años después, en agosto de 1162, falleció Ramón Berenguer IV que llevó a la subida al trono del niño Alfonso II de Aragón y en ese momento sus tutores optaron por firmar una tregua de trece años con Navarra.[7]

Reafirmado como "Rex Navarre", realizó en el invierno de 1162-63 una gran ofensiva con la toma de Logroño, Navarrete, Entrena, Autol, Quel, Ausejo, Resa, Ocón, Briviesca, Miranda del Ebro y Salinas de Añana, mientras que Nájera, Haro y Calahorra resistieron. Las hostilidades se mantuvieron hasta que en 1167 se firmó una tregua por diez años. Los Vela en este caso fueron fieles al rey navarro y los Haro a los castellanos revalorizando su posición.[6]​ A su vez hizo tratos con Ibn Mardanish que le cedió Albarracín.[7]

Escudo del Reino de Inglaterra.

Rehecha la alianza entre Castilla y Aragón, reforzada con la boda de Alfonso VIII de Castilla con Leonor de Plantagenet hija del rey inglés Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, que tenía los territorios gascones fronterizos con el norte de Navarra, Castilla lanzó una ofensiva militar en 1173 con una guerra generalizada en toda la frontera navarro-castellana, en la que no sólo recuperaron los territorios ocupados diez años antes sino que llegaron hasta Artajona en el interior del Reino.[7]​ Castilla promovió la vuelta de los López de Haro, con Diego López II al señorío de Vizcaya en sustitución de Vela Ladrón, y lo logró en julio de 1175 cuando las tropas de Alfonso VIII entraron en las Encartaciones (incarnationes) avanzaron por la cuenca del río Nervión y la parte baja de Ibaizábal así como las zonas costeras hasta el castillo de Malvecín, no logrando el Duranguesado (cuenca alta del río Ibaizábal). También se tomó el castillo de Godín (posiblemente la actual La Puebla de la Barca), y en tierras alavesas tomaron Salinas de Añana y Portilla.[6]

Sancho VI tras frenar los ataques armados, logró una tregua con el rey castellano, y ambos aceptaron la mediación del rey Enrique II de Inglaterra para decidir la cuestión de las fronteras entre Castilla y Navarra, dictándose un Laudo Arbitral el 16 de marzo de 1177. Aunque ambiguo en él se consideraban como fronteras las que había en 1158, cuando comenzó el reinado de Alfonso VIII, que para Navarra suponía la pérdida del actual territorio de La Rioja y La Bureba. Esto no satisfizo a ninguno de los dos reyes, y el castellano en julio de 1077 estaba de nuevo conspirando con el Aragonés en Cuenca. De nuevo lo haría en el tratado de Cazola en marzo de 1179. Esto llevó a que Sancho VI se reuniera con Alfonso VIII el 15 de abril de ese año en Nájera,[7]​ en la que se logró la paz con la aplicación del Laudo, especificando los límites con más claridad, en el que daba para Castilla el señorío de Vizcaya, junto con ciertos territorios del oeste de Álava (aproximadamente las cuadrillas de Ayala y Añana), Bureba y la Rioja. Mientras concedía a Navarra el Duranguesado, Guipúzcoa y el resto de Álava. Quedaba como línea divisoria la marcada por los ríos Nervión y Bayas precisándose que Iciar y Durango quedaban en la zona navarra y Malvecín en la castellana.[8][6]​ El tratado reconocía a Sancho VI el Sabio como rey sin vasallajes ni cortapisas y se devolvía el condado de Navarra. Para Juan Vela el rey castellano consigue que pueda cambiar de reino y hacerse vasallo de Castilla, tras responder en juicio de las reclamaciones que pudiera hacerle el navarro. Lo hizo en el mismo 1179, por lo que Sancho el Sabio dividió el territorio de la familia Ladrón de Álava en varios distritos más pequeños para mantener su control. Inicialmente con nobles alaveses pero que se irán sustituyendo por otros del núcleo del reino, con excepción de las tenencias de Vitoria y de Záitegui, ésta última ligada a la Familia de Mendoza. Parece que la sustitución de tenentes pudo crear tensiones con los milites alaveses, aunque no hay constancia fehaciente, y que coincidirían con un nuevo pacto entre Castilla y Aragón contra Navarra, el tratado de Berdejo.[6]​ De esta forma Sancho VI consolidó la autoridad en los territorios vascos occidentales, además de la implantación en Ultrapuertos, consolidada con la boda de Ricardo Corazón de León y Berenguela de Navarra, hija de Sancho VI y hermana del futuro Sancho VII.[7]​ Cuando en 1191 los Castellanos y Aragoneses se enfrentaron, el rey navarro se mantuvo al margen. El papa Celestino III intervino para pacificar en este enfrentamiento y también en el existente entre Castilla y León, con el fin de unir a los reinos cristianos contra los almohades.[6]

Escudo de la Corona de Aragón.

Duranguesado, Álava y Guipúzcoa

Su sucesor Sancho VII (1194-1234) al poco de subir al trono se casó con Constanza, hija de Raimundo VI de Tolosa, rival de Ricardo Corazón de León en Aquitania. Ésta sería años después repudiada por Sancho, y no hay certeza probada de que hubiera una segunda esposa llamada Clemencia. Siguió la consolidación de su influencia en tierra de Ultrapuertos, primero en 1196 cuando de Vizconde de Tartás se hizo vasallo, y posteriormente fueron los Agramont y los Luxa.[7]

El Reino de Navarra Sancho VII el Fuerte (1194-1234)       Reino de Navarra       Territorio perdido ante Castilla (1198-1200)       Territorios conseguidos mediante vasallaje (1196-1203)       Reino de Castilla       Reino de Aragón [9]

en el invierno de 1195 se produjeron tensiones en la frontera castellano-navarra en que los castellanos denunciaron ataques injustificados e incluso una penetración más profunda en el interior de Castilla, aunque sin llegar a conocer su alcance.[6]

En la segunda mitad de 1195, los reinos de León y Navarra contrajeron con los musulmanes una alianza para resistir las amenazas de sus vecinos.[7]​ En ella Sancho VII se mantendría neutral ante un ataque de los almohades, según el papa Celestino III que lo consideró una ofensa a Dios. Alfonso IX de León fue excomulgado cuando Castilla y León llegaron a un guerra abierta (1196-1197).[6]

La Santa Sede con mediación de Alfonso II de Aragón[6]​ realizó un esfuerzo para aunar a Castilla, Navarra y Aragón, por lo que en febrero o principios de marzo de 1196, los tres reyes, Alfonso VIII, Sancho VII y Alfonso II comieron y conversaron en una mesa situada en un punto donde cada uno estaba sentado en su reino. Fue la tradicionalmente llamada “Mesa de los tres reyes”,[10]​ en un punto entre Ágreda y Tarazona.[6]​ Poco después, el 29 de febrero de 1196 la Santa Sede emite una bula dirigida a Sancho VII en que le manda que abandone la alianza con los musulmanes y que se uniera con los reyes cristianos en una alianza de los "reyes de las Españas" (regibus Ispaniarum) en el que le garantizaba la inviolabilidad del territorio y acceso a territorio de los infieles. Otra bula papal al legado cardenal Gregorio de Santangelo reconocía como rex Navarre a Sancho VII, reconocimiento pendiente desde 1134.[6]

En otra bula el 20 de febrero de 1197 se volvió a remarcar este reconocimiento, con una aparente normalización de las relaciones.[6]​ Sin embargo la muerte de Alfonso II, Aragón pasó a ser dirigida por la reina Sancha, de origen castellano, que se alió con Castilla.[6]


A lo largo de 1197 se promulgó una sentencia de excomunión. La muerte del Papa en 1198 hizo que el nuevo Papa Inocencio III enviara a su legado a confirmar la veracidad de las acusaciones y, en caso de que así fuera, publicara la sentencia. Enseguida la ratificó debido a que el rey navarro había recuperado algunas plazas al castellano (que tenía la protección papal) y por haber pactado con los almohades.

Los reyes de Aragón y Castilla aprovecharon e invadieron Navarra. Sancho VII se reconcilió con Inocencio III, que al levantarle la excomunión hizo que el rey aragonés firmara la paz con Navarra, pero en cambio Castilla siguió atacando.

Alfonso VIII había atacado Álava, el Duranguesdo y Guipúzcoa.[10]​ por Treviño y el Zadorra, con fuerte resistencia armada en los castillos de Treviño y Portilla y poniendo cerco a Vitoria el 5 de julio de 1199. Este cerco comenzó con baterías y asaltos y todo rigor de las armas. La defensa fue muy fuerte, derramándose mucha sangre. Al frente de la plaza estaba Martín Chipia, que a pesar de perder la plaza mantuvo el favor real durante los diez años siguientes. A los 7 meses, al quedarse la ciudad sin víveres, el hambre hizo estragos, rindiéndose en enero de 1200.

Mientras tanto los castellanos habían ido conquistando Álava (exceptuando Laguardia, Labraza y Bernedo,[10]​) y Guipúzcoa, esta última mediante negociación, una vez que el ejército castellano había entrado en su territorio.[5]​ Aunque según Pablo Gorosabel (político-historiador 1803-1868), el rey de Castilla entró en Guipúzcoa con solo 20 hombres de a caballo[11]

Al no poder conseguir Sancho VII el apoyo de los almohades con un ataque de estos contra Castilla, que posiblemente hubiera permitido a los navarros levantar el cerco de Vitoria,[7]​ tuvo que regresar y firmar treguas con Castilla que ya había ocupado Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado.[10]

Escudo de la Corona de Castilla.

La mayor parte de las fortalezas de estos territorios se encuentran en ruinas y en excavaciones efectuadas en los castillos del interior en la peña Aitz Txiki, de Durango, Aitzorrotz y Mendikute se encuentran restos de armas, puntas de dardos de ballesta, lanzas, fragmentos de cuchillos reflejando enfrentamiento armado.[8]​ Por su parte, en el siglo XIX, Pablo Gorosabel (político-historiador 1803-1868) dio una relación de los castillos y plazas fuertes de Guipúzcoa explicando en su caso las razones de su abandono o destrucción, dando fechas desde el reinado de Enrique IV de Castilla hasta el de Carlos I de España, y citando incluso alguno posiblemente ordenado construir por los reyes de Castilla para contener a los navarros en las pretensiones que conservaron a la posesión de esta provincia después de sumisión.[12]

Estabilidad territorial del Reino de Navarra

Sancho VII el Fuerte

Tras estas pérdidas territoriales, Sancho VII el Fuerte orientó sus esfuerzos hacia la reorganización interna del reino. Para ello levantó castillos y concentró la población en la frontera occidental, concediendo fueros a sus repobladores, como a Laguardia en 1201 y 1208 y a Viana en 1219 y fortalezas en las Bardenas para proteger los accesos desde Aragón.[7]​ Mantuvo una actitud de diálogo con su vecinos, con reuniones en Guadalajara en octubre de 1207 con el rey castellano para prolongar la tregua y en Monteagudo en febrero de 1209 con Pedro II, prestando a este una importante cantidad de dinero, tomando en prenda los castillos de Escó, Peña, Petilla y posteriormente en 1212 también el de Trasmoz. Dentro de esta estrategia destaca la participación en empresas de la Reconquista con su importante participación en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212. El prestigio que le dio esta gesta, junto a su capacidad financiera, le permitió recuperar algunas plazas perdidas entre 1198 y 1200, como San Vicente de la Sonsierra o Burgui. En este tiempo se llegó a estabilizar la superficie de Navara en algo más de 12.000 kilómetros cuadrados con que contó durante toda la Baja Edad Media.[7]​ En sus últimos años Sancho VII realizó un acercamiento con el joven Jaime I de Aragón, proponiendo un mutuo prohijamiento y buscando una alianza en contra de Castilla que hostigaba la frontera Navarra por medio del alférez Lope Díaz II de Haro. El acuerdo se hizo el 2 de febrero de 1231. Las necesidades monetarias hicieron que Jaime I perdiera varios castillos que había dejado en prenda, además de perder los que dejó veinte años antes Pedro II. A la muerte de Sancho VII el 7 de abril de 1234, la nobleza navarra ignoró totalmente la existencia del prohijamiento, pero Jaime I aprovechó la coyuntura para recuperar algunos castillos fronterizos como Escó, Gallur o Trasmoz, aunque no pudo hacerse con el de Petilla.[7]

Dinastía Champaña

Reino de Navarra a partir de 1200. Las división en merindades fueron realizadas por Teobaldo II en 1234, aunque la de Olite fue en 1407.

Debido a que los estamentos del reino no deseaban la unión con Aragón, ofrecieron al conde de Champaña la corona. Teobaldo I juró los fueros el 8 de mayo de 1234, lo que ligaba a Navarra políticamente a dinastías francesas. Sus actuaciones iniciales fueron las de mantener unas relaciones cordiales tanto con Jaime I de Aragón como con Fernando III de Castilla. Con el rey de Inglaterra se enfrentó apoyando a los nobles gascones. Tras una guerra incierta, no se llegó a un acuerdo definitivo y Navarra mantuvo su presencia en Ultrapuertos.[13]

Posteriormente Teobaldo II mantuvo otro enfrentamiento con los ingleses con la base de operaciones en San Juan de Pie de Puerto y desde allí los navarros, con su rey al frente, llegaron hasta Lourdes. A finales de ese año se firmó una tregua que se renovó en 1269.[13]

Guerra de la Navarrería

Tras la muerte del rey Enrique I en 1274, Blanca de Artois asume la regencia de su hija Juana de 18 meses de edad, que buscó el apoyo de su primo Felipe III de Francia el Atrevido, acordando el matrimonio de Juana con Felipe, de cinco años más. La minoría de edad convertía a Felipe III en tutor y, por tanto, la unión dinástica de la corona francesa y navarra (tras la muerte del primogénito francés) en la familia Capeta.[14]

En el cambio dinástico, Castilla y Aragón resucitaron sus viejas aspiraciones sobre Navarra. Jaime I el Conquistador merecía el favor de las Cortes de Navarra, frente al grupo partidario de un acercamiento a Castilla en el que contaban García Almoravid, señor de las montañas, el obispo, los canónigos y los vecinos del Burgo de la Navarrería. Mientras tanto Alfonso X el Sabio concentró sus tropas en la frontera navarra, conquistó la villa de Mendavia y puso sitio a Viana.

Desde Sancho VII, Pamplona estaba dividida en varios burgos enfrentados entre sí, Navarrería y San Miguel frente a los burgos de San Cernin y San Nicolás. Los enfrentamientos sangrientos eran habituales. En la primavera de 1276 se fueron incrementando y, dado que los castellanos ya habían invadido la frontera, el gobernador pidió el cese de hostilidades para utilizar los ingenios bélicos para repelerlos. El burgo de Navarrería, que tenía a los castellanos como aliados, mantuvo su actitud, mientras que San Nicolás y San Cernin cesaron. El gobernador presentó su dimisión y el nuevo, Eustaquio Beaumarchais, senescal de Francia, ordenó el desmantelamiento de los ingenios, lo cual desencadenó un ataque de la Navarrería a los burgos vecinos. Beuamarchais, entonces, solicitó ayuda al rey de Francia que envió tropas francesas, que llegaron a principios de septiembre a las cercanías de Pamplona. A finales de dicho mes, las tropas francesas entraron en la Navarrería, arrasando completamente el burgo, matando, violando a las mujeres, robando e incendiando sistemáticamente todas las casas. Asaltaron también la Catedral donde habían buscado asilo muchos vecinos, atacando sin piedad. Los castellanos que acudían en su ayuda fueron detenidos en la sierra de Erreniega (El Perdón), en las cercanías de Pamplona.[15][5][14]

Escudo del Reino de Francia.

A la conquista de la Navarrería siguió una campaña militar por toda Navarra para desposeer de sus tierras y bienes a los considerados traidores, derribando sus palacios y torres. La primera plaza fue el castillo de San Cristóbal en el monte Ezcaba, que domina Pamplona. Los franceses fueron rechazados por los navarros del castillo. Posteriormente lo abandonaron, dejando envenados los alimentos y el agua. Este envenamiento no tuvo efecto porque los franceses vieron que los perros caían muertos, por lo que evitaron tomar ningún alimento. La fortaleza fue completamente arrasada, hasta los cimientos. Posteriormente se dirigieron a Mendavia, todavía en poder de los castellanos. Los portales de la muralla se encontraban abiertos. Entró en la población Beaumarchais con sus huestes, cayendo en una trampa, con un ataque furibundo del vecindario en pleno que les hizo huir dejando más muertos de los que hubieran pensado. Al poco tiempo la villa se rindió. Posteriormente se fueron rindiendo, no sin esfuerzo, otras villas como Punicastro, Estella y el castillo de Garaño. Poco a poco Navarra entera fue sometida a la obediencia de la reina Juana bajo tutela francesa, venciendo a Castilla[15]​y a los navarros partidarios de ésta. García Almoravid, líder navarro partidario de Castilla que había huido de la Navarrería la noche anterior al asalto francés, fue apresado y moriría en Toulouse.[5]

Dinastía Evreux

En 1328, a la muerte sin sucesión de Carlos I de Navarra el Calvo o Carlos IV el Hermoso de Francia, el clero, los representantes de las ciudades y los nobles de Navarra eligieron por rey al conde de Evreux Felipe III de Navarra y a Juana II, separando así el reino de Navarra de la corona francesa. Aun así se mantuvo la subordinación a los intereses franceses. Sin embargo, las élites navarras obtuvieron un mayor peso e impusieron al rey el desarrollo y "amejoramiento" del Fuero Antiguo.[5]

Carlos II de Navarra el Malo 1349-1387, además de arruinar al reino y realizar represiones internas, como la sufrida por los Infanzones navarros que finalizarían con los ahorcamientos de los nobles en el puente de Miluze, participaría en los conflictos tanto de Francia como de Castilla. Desde sus estados de Normandía tomó parte en la guerra de los Cien Años aliándose con los ingleses con la intención de obtener la corona francesa, siendo apresado en 1356 y posteriormente liberado en 1357 por normandos y navarros.[5]

El Palacio Real de Olite tuvo su máximo esplendor con Carlos III.

Con respecto a Castilla, participó en su guerra civil entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara apoyando al primero. A cambio, Castilla habría de devolver Álava y Guipúzcoa a Navarra, pero no se pudo cumplir, porque en esta guerra civil castellana Pedro I resultó muerto y perdió la guerra.[5]​Sin embargo, Carlos II en 1368, en colaboración con algunos magnates de la zona, invadió estos territorios, y tras la victoria de Enrique de Trastámara en 1369 quedó en una difícil situación. Tras la sentencia arbitral del delegado pontificio Guy de Boulogne en 1373, se estableció la devolución de las plazas alavesas que aún mantenía, si bien confirmó la posesión para Navarra de Fitero y Tudején, usurpadas en tiempos de su padre.[14]

En los últimos años se descalabraron sus proyectos políticos, cuando intentó sacar provecho del conflicto internacional y recabó la colaboración inglesa antes de reemprender las reivindicaciones francesas. En 1378, su hijo, el futuro Carlos III, encabezó una embajada para parlamentar con Carlos V de Francia. Este último apresó al infante navarro y ordenó el embargo de las posesiones navarras en Francia, salvándose sólo el inexpugnable Cherburgo. En el interrogatorio se descubrieron los planes del rey navarro para conseguir la villa de Logroño. Alertado el rey Enrique II de Castilla, ordenó la invasión de Navarra, obligando a Carlos II a firmar el Tratado de Briones. El infante Carlos fue liberado en 1380.[14]

Carlos III de Navarra (1387-1425), que se casó con la hija de Enrique II de Castilla, Leonor, cambió la tendencia a participar en los conflictos franceses, centrándose en Navarra y estructuró instituciones como las Cortes generales, Real Corte y Cámara de Comptos. Finalizó la invasión de territorios de Albania y Grecia que había iniciado su padre (1376-1402). Con él dio comienzo el linaje de los Beaumont formado por familiares ilegítimos, que posteriormente serían rivales del antiguo linaje de los Agramont y que llevaría a una sangrienta guerra civil.[5]

Guerra civil de Navarra

Mapa de la Guerra Civil de Navarra

A la muerte de Carlos III, asumió el trono su hija Blanca, que estaba casada con Juan II de Aragón; el rey consorte, mientras vivió su esposa Blanca, llevó la vara de mando del reino. Tuvo tres hijos que sobrevivieron a la infancia Carlos, Blanca y Leonor. Al morir su esposa en 1441 usurpó la corona que correspondía al hijo Carlos. Esto desencadenó en 1451 la Guerra Civil de Navarra entre los linajes nobiliarios y ya viejos rivales Agramonteses y Beamonteses. Los agramonteses eran partidarios de Juan II y tuvieron como aliados al reino de Aragón, inicialmente, y posteriormente al francés, así como la facción nobiliaria en las antiguas tierras del reino de Navarra occidentales los gamboínos. Por otra parte, los beaumonteses eran partidarios del príncipe Carlos y tuvieron como aliados al reino de Castilla y a los oñacinos en las tierras vascas occidentales. La guerra se inició tras la invasión castellana, en que el príncipe llegó a un acuerdo con estos últimos en Puente la Reina para enfrentarse a su padre.[16]

Juan II se casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, de cuyo matrimonio nacería en 1452 el que sería conocido como Fernando el Católico.

El príncipe de Viana fue encarcelado y desheredado en 1455, en favor de su hermana Leonor. A la muerte de Alfonso V de Aragón en 1458, le sucedió en la corona de Aragón su hermano Juan II. El príncipe de Viana Carlos murió en 1461, días después de ser liberado por su padre. Probablemente murió de tuberculosis, pero ante la sospecha de que fue envenenado por su madrastra Juana Enríquez, se produjeron tumultos en Cataluña, donde tenía muchos partidarios. En 1464 sería su hermana Blanca la que moriría envenenada.[5][17]

Mientras tanto en 1460 Enrique IV de Castilla ocupó la villa de Viana, y tras nueve meses de luchas, Juan II la recuperó como rey de Navarra, pero la adscribió a la corona de Aragón.

Juana Enríquez se reunió el 20 de junio de 1467 en Ejea con Leonor. En esta reunión se acordó la sucesión de Leonor en Navarra y su renuncia al de Aragón, que también le correspondía, en favor de Fernando. Fernando ya había obtenido la primogenitura a los 10 años ante las Cortes de Aragón en 1461.[17]

En la alianza que firmó el rey de Aragón con el duque de Borgoña el 22 de febrero de 1469 incluía a su hijo en todos los reinos de los que el se titulaba: Aragón, Sicilia y Navarra.

Fernando el Católico ya era rey consorte de Castilla en 1474 al casarse con Isabel I, conociéndose dicha unión con el nombre de los "reyes católicos" y, en 1476, cuando mediaba en el conflicto entre beaumonteses y agramonteses, se titulaba "rey de Navarra, Castilla, León, Portugal, Sicilia y primogénito de Aragón". En estos arbitrajes, aproximándose a los beaumonteses, situó a 900 soldados castellanos por distintos sitios de Navarra, 150 de ellos en Pamplona.

Dentro de estas intervenciones, en 1478 el Luis de Beaumont conde de Lerín, líder de los beaumonteses, quedó al frente de la fortaleza de Pamplona, al igual que controlaban otras plazas. Las quejas de su hermanastra Leonor no obtuvieron ningún resultado.

Tras la muerte de Juan II, el 19 de enero de 1479, Leonor tomó posesión del reino de Navarra aunque falleció 15 días después. Dejó como heredero a su nieto Francisco Febus, por las diferencias que mantenía con su hermanastro Fernando II. En 1483 murió Francisco Febus, convirtiéndose en reina su hermana Catalina de Foix, que se casó con Juan III de Albret en 1484.

En marzo de 1488 los monarcas navarros firmaron con los Católicos el Tratado de Valencia, en el que cedieron la tutela del reino para evitar las represalias impuestas por Castilla, que impedían el comercio. En el, los Reyes Católicos no reconocían los derechos de Catalina de Foix y se acordó mantener tropas castellanas en Navarra. Entre 1495 y 1500 se puede considerar que el reino estaba en la práctica ocupado por estas tropas.

En 1497, los Reyes Católicos intentaron acordar con el monarca francés anexionarse Navarra a cambio de cederle Nápoles.

En 1507 fue expulsado el conde de Lerín, con apoyo prácticamente unánime de los navarros, consiguiéndose también la salida de las tropas extranjeras. Entre los que apoyaron estas medidas hubo numerosos beaumonteses. La muerte del conde en el exilio en 1508 hace que su hijo Luis de Beaumont, para recuperar las posesiones perdidas de su padre, colabore con la ya posición abierta de Castilla de invadir Navarra.

Mientras tanto Luis XII también reclamaba sobre el Bearn y otros territorios de los Foix, que en enero de 1510 ya había advertido en las Cortes el riesgo de una guerra con el rey francés. Esto hizo que en febrero de 1510 el rey Juan III de Albret firmara un protocolo defensivo para el Bearn.[17]

A la perdida de población debida a las contiendas se suma la epidemia de peste entre los años 1504 y 1507. Demográficamente el Reino de Navarra había alcanzado mínimos entre los años 1450 y 1465, coincidiendo con los episodios más agudos del conflicto civil (que no fue sangriento de forma directa), recuperará mayores cotas poblacionales a partir de 1530 (concluída y asentada la conquista por parte de Catilla y Argagón)[18]

La invasión castellano-aragonesa de 1512

Movilización militar y diplomática

Escudo de Armas de los Estados Pontificios

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      Territorio Incorporado a Castilla en 1463       Dominios de la casa de Albret       Dominios de la casa de Foix       Alta Navarra, territorio conquistado y anexionado por Castilla en 1515       Baja Navarra, territorio que mantuvo su independencia desde 1530.

En abril de 1512 murió sin descendencia, en la batalla de Rávena, Gastón de Foix, que también aspiraba al trono navarro. Era hermano de Germana de Foix, segunda mujer de Fernando II. Esto sirvió para reclamar negociaciones con Luis XII de Francia a fin de que se le reconocieran los derechos a su mujer. En la presión al francés, Fernando el Católico consiguió que lansquenetes alemanes atacaran por el norte y con el apoyo inglés amenazó con la invasión de Guyena y Bayona por el sur, acuerdo este que se había firmado en febrero de 1512 entre Fernando el Católico y su yerno Enrique VIII de Inglaterra. Por otra parte, la muerte del pretendiente Gastón de Foix acercó las posturas de Francia y Navarra.[17]

Desde el mes de abril, los castellanos se preparan para la invasión, con reclutamiento de tropas y abastecimiento de provisiones. En abril se produce en Burgos una reunión de Fernando II con el mariscal Pedro de Navarra y otros principales caballeros navarros, en la que se solicitaba, por parte castellana, el paso de tropas por Navarra para hacer la guerra con Francia. Los navarros se negaron pero ofrecieron, a cambio, 100 lanzas para servir al Católico en Italia. En esta línea de intentar evitar la guerra a finales de junio, el mariscal Pedro de Navarra y Juan de Jaso, presidente del Consejo Real, ofrecieron a Fernando II el juramento de las Cortes de Navarra de no permitir el paso por Navarra de ningún tipo de tropas y expresamente de aquellas destinadas a atacar España, e incluso a cualquier otro miembro de la Liga Santa. También se ofreció en poner varias fortalezas navarras en manos de alcaides navarros designados de común acuerdo con Castilla.[17]

A finales de mayo se producen conflictos fronterizos entre las localidades de Sos y Sangüesa.[17]

A su vez, el rey de Navarra se fue en junio a Blois a negociar un pacto similar al conseguido para el Bearn en 1510, el cual sería el Tratado de Blois.

En plenas conversaciones, el 10 de julio se produjo la invasión de Goizueta, algo a lo que no se dio publicidad. El 12 de julio se hizo público por parte de Fernando II un falso tratado de Blois, en el que se describía como un pacto de agresión. El 17 de julio el mariscal Pedro de Navarra realizaba los últimos intentos diplomáticos.[17]

Fernando II solicitó autorización para esta invasión a las Cortes de Aragón, así como a la ciudad de Zaragoza en julio. Estos demorarían su respuesta hasta septiembre, publicada ya la bula papal Pastor Ille Caelestis, y cuando la invasión ya estaba concluida. Sin embargo, el arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón, hijo de Fernando el Católico, colaboró con un importante contingente de 3.000 peones y 400 jinetes en la “guerra santa” contra Navarra.

El 18 de julio de 1512 se firmó el auténtico Tratado de Blois entre el reino de Navarra y la corona francesa de Luis XII, que estipulaba, entre otros términos, colaboración militar mutua restringida a diversos contextos. Según consideran algunos autores[19]​, este pacto se revelaría por los hechos consiguientes un grave error político para las posiciones de Catalina y Juan, ya que Luis XII - al ser declarado gobernante cismático[20]​ - veía anulados sus derechos legales sobre los territorios y, de paso, ofreció la excusa a Fernando el Católico para ordenar la invasión de forma oficial el 19 de julio.[17]

La invasión

El ejército castellano se fue concentrando en Vitoria. Estaba a las órdenes de Fadrique Álvarez de Toledo, Duque de Alba, y entre sus mandos figuraban experimentados militares, como los coroneles Rengifo y Villalba. Constaba de 2.500 jinetes, 12.000 infantes, 1.500 lanzas y 20 piezas de artillería con sus sirvientes. También figuraban 400 hombres al mando de Antonio de Acuña, obispo de Zamora, entre ellos los temidos tercios Bugía precedentes del norte de África.[17]

Castillo de Javier, donde residía Juan de Jaso, presidente del Consejo Real de Navarra y padre de San Francisco Javier y de sus hermanos Juan y Miguel, que lucharon contra los invasores. El castillo fue también desmochado.

Aunque la invasión se había iniciado el 10 de julio con la ya referida toma de Goizueta, el grueso de las tropas entró el 19 de julio por la Burunda y Lecunberri. Junto a ellas cabalgaban el Condestable de Navarra y conde de Lerín, Luis de Beaumont, y su cuñado el duque de Nájera al frente de 700 coraceros reales. Sin grandes oposiciones, el día 22 pernoctaron en Huarte-Araquil, y dos días después se instalaron en Arazuri a las puertas de Pamplona. A su paso, algunos nobles navarros beamonteses y también una parte de los agramonteses[19]​ ofrecieron su colaboración. Ante la imposibilidad de hacer frente, los reyes Catalina y Juan de Albret, acompañados de los principales mandos navarros, se replegaron a sus posesiones del Bearn.[17]

La ciudad de Pamplona - que en aquella época no era la ciudad-fortaleza que se convertiría posteriormente, pues los mismos edificios formaban la muralla - apenas contaba con artillería y en ella vivían entre 6.000 y 10.000 almas. El ejército castellano, compuesto por 15.000 hombres bien pertrechados, acampó en la Taconera el 24 de julio. El 25 de julio la ciudad firmó la rendición.[17]

Rendida la capital, el Duque de Alba envió procuradores a Lumbier, Sangüesa, San Juan de Pie de Puerto, Maya, Estella, Tafalla, Tudela, Roncal y Aezcoa, instándoles a la rendición. La mayoría fueron entregándose, no así los estelleses, tudelanos, los de Maya y los de San Juan de Pie de Puerto.

El 29 de julio se llegó a un preacuerdo de capitulación, en el que dejaba a Fernando II todas las iniciativas en Navarra, y entre otras obligaciones el heredero Enrique de Labrit debería ser entregado para su educación. Este documento fue ratificado por Fernando el Católico el 4 de agosto, mientras que los reyes navarros nunca lo ratificaron.

La rendición de las plazas fue paulatina, en las que Fernando II se va comprometiendo a salvaguardar sus fueros y privilegios.

Sangüesa se entregó el 11 de agosto, el 16 de agosto Lumbier, Cáseda el 24 de agosto.

Tras la rendición de Pamplona, Tudela reunió los esfuerzos de los atacantes. Por un lado, el propio Fernando el Católico fue a Logroño el 12 de agosto para dirigir de cerca las operaciones contra Tudela y Estella. La ciudad de Tudela fue cercada, con el refuerzo además de las tropas al mando del arzobispo de Zaragoza e hijo de Fernando II, Alonso de Aragón. La ciudad capituló el 9 de septiembre y el 4 de octubre Fernando el Católico entró en ella para jurar su fueros y privilegios.

En la última semana de agosto, el Duque de Alba preparó un ejército para atravesar los Pirineos. La vanguardia estaba mandada por el coronel Cristóbal Villalba, con un contingente de 300 jinetes y 2.900 infantes, además de diversas piezas de artillería y medio millar más de hombres para manejarla. Se presentaron por sorpresa, por la noche, en Roncesvalles tomando la Colegiata y quemando el pueblo de Burguete. Instalaron el campamento allí el 2 y 3 de septiembre. Fueron tomando Aezcoa, Salazar y Roncal en los primeros días de septiembre. Simultáneamente, tropas aragonesas al mando de Carlos de Pomar habían tomado el castillo de Burgui. Tras pasar los Pirineos fueron conquistando varios castillos, con pequeñas escaramuzas con las tropas de Juan III. El 10 de septiembre se finalizó la ocupación de San Juan de Pie de Puerto, capital de la Baja Navarra y sus alrededores. Una vez sometida, se inició un intenso saqueo e incendio de los pueblos, como Ainhize, Garris, Uhart-Mixe y otros.

Orthez, donde se replegaron los reyes de Navarra.

Los reyes de Navarra se establecieron en Orthez, manteniendo su cuartel adelantado en Sauveterre. Fernando II envió una embajada encabezada por Antonio de Acuña, obispo de Zamora, para negociar la capitulación. En la propuesta se indicaba que se restituiría el reino a sus monarcas, pero que el heredero debía ser educado en la corte castellana. El embajador fue apresado acusado de espía, lo cual fue denunciado como violación del derecho de embajada.

A mediados de septiembre, las tropas castellanas establecidas en Baja Navarra ascendían a 6.600 infantes, 1.600 jinetes y 1.200 soldados. Estas tropas fueron hostigadas por hombres de Luxa, noble beaumontés de la zona. Este hostigamiento, añadido al impago de los salarios y a la falta de víveres, provocó que el 24 de septiembre se sublevara un millar de soldados castellanos de los tercios viejos encabezados por el capitán Valdés. Fueron sofocados y enviados al castillo de Burgui.

Primer contraataque navarro (1512)

En Italia, las tropas de la Santa Liga han expulsado a los franceses, y Francia se encuentra amenazada por todas sus fronteras.

En este contexto, el rey de Francia Luis XII decide hostigar a los españoles ayudando al depuesto rey de Navarra para reconquistar su reino.

A mediados de octubre se inició la ofensiva. El ejército se organizó en tres columnas, una hacia Guipúzcoa, otra a la Baja Navarra y una tercera al valle del Roncal.

La primera columna navarro-gascona penetró en Guipúzcoa y sitió a San Sebastián y Fuenterrabía. Realizaron escaramuzas y saqueos, ocupando Oyarzun, Rentería, Irún y Hernani, mientras que Tolosa y San Sebastián resistieron.

La segunda columna - integrada por 8.000 gascones y bearneses, 1.500 lansquenetes suizos y un millar de naturales - se dirigió hacia San Juan de Pie de Puerto, donde se produjo un sangriento enfrentamiento. El 22 de octubre las tropas castellanas se replegaron de la Baja Navarra, dejando pequeñas guarniciones en el castillo San Juan de Pie de Puerto y en el castillo de Maya para retrasar el avance navarro. El castillo de Maya fue tomado por los navarros.

La tercera columna al mando del rey Juan III de Albret y el general La Palice entró por el Roncal. En Burgui sitiaron el castillo, lo asaltaron y rindieron, con la muerte en los combates del capitán Valdés. Hay discusión sobre la participación de roncaleses en la defensa del castillo, incluso de la quema del pueblo por parte de los navarro-gascones.

Varias ciudades del interior se alzaron, como Estella, San Martín de Unx, Cábrega, Murillo el Fruto, Tafalla y otras, que fueron sofocadas mientras los ejércitos que venían por el norte eran retenidos en las distintas batallas. Destaca entre ellas la resistencia en Estella, que se alzó a principios de octubre, cuando Fernando II estaba entrando en Tudela, y finalmente se entregó el 29 de octubre con la resistencia final en el castillo de Monjardín.

El 24 de octubre llegó el Duque de Alba a Pamplona tras replegarse de la Baja Navarra, que enseguida empezó a preparar la defensa de la ciudad. El ejército navarro - compuesto por más de 20.000 hombres, navarros (unos 10.000), gascones de los territorios de Albret-Foix, albaneses y lansquenetes alemanes - llegó el 3 de noviembre para cercar la ciudad. Se produjeron diversos ataques y escaramuzas. Rindieron el castillo de Tiebas el 24 de noviembre, cerca de Pamplona. Tras un último ataque el 29 de noviembre, y dado que llegaba el invierno, las tropas iniciaron la retirada hacia el Baztán.

Ante el fracaso del asalto de Pamplona, la columna que se encontraba en Guipúzcoa comenzó igualmente la retirada, incendiando algunas villas ocupadas.

Las fuerzas que se replegaban desde Pamplona fueron perseguidas por los capitanes Pedro López Padilla y Charles de Góngora (líder beaumontés), así como otros destacados beaumonteses, atacándoles, matando y apresando a unos cuantos grupos de gascones y bearneses, llevando algunos presos a Pamplona, donde arrastraron las banderas conseguidas.

El duque de Alba cursó órdenes a Diego López de Ayala, alcaide de Fuenterrabía, para que cerrara el paso a las fuerzas en retirada. La retaguardia de ésta, compuesta por lansquenetes alemanes, al pasar por el puerto de Velate fue sorprendida por las tropas de López de Ayala, en las que predominaban guipuzcoanos oñacinos, produciéndose la llamada batalla de Velate, aunque no parece que fuera una auténtica batalla, sino un mero enfrentamiento. En ella se refiere que pudieron caer en la persecución hasta 1.000 hambrientos lansquenetes alemanes, y eso sí, se confiscaron 10 o 12 valiosos cañones que han estado en el escudo de Guipúzcoa hasta época reciente.

Posteriormente, las tropas castellanas se dirigieron a cercar el castillo de Maya, que tras distintos enfrentamientos, además de en otros puntos del Baztán, fue rendido por tropas castellanas al mando de Francés de Beaumont, pasando a controlar totalmente el Baztán.[17]

Consolidando la ocupación

El 17 de diciembre de 1512 se nombró como primer virrey y capitán general de Navarra a Diego Férnandez de Córdoba, marqués de Comares. Asimismo se fueron produciendo distintos nombramientos premiando la fidelidad a los nuevos gobernantes. En mayo de 1513 fue nombrado el conde de Lerín, Luis de Beaumont, canciller de Navarra y más tarde presidente del Consejo Real.

El Palacio de los Reyes de Navarra se convirtió en la residencia de los virreyes. En la actualidad su aspecto exterior es irreconocible como tal, tras su reconversión en Archivo General de Navarra.

Las Cortes de Navarra se reunieron en marzo de 1513, y en ellas, el virrey hizo público un perdón general siempre que se acatasen las nuevas autoridades, y en nombre de Fernando el Católico juró respetar los fueros, usos y costumbres del Reino, aunque las promesas se supeditaban a la finalización de la guerra. En estas reuniones faltaron la mayoría de los nobles de la facción agramontesa, así como varios abades correspondientes al brazo eclesiástico.

El Papa Julio II, poco antes de morir, excomulga con la bula Exigit Contumacium a los reyes de Navarra por su apoyo al rey francés y justifica, por tanto, la invasión de Fernando II. Posteriormente, León X confirmó y modificó esta bula con las peticiones del rey Fernando II, sin que las gestiones diplomáticas en los años 1514 y 1515 por parte de los navarros fructificaran. El aislamiento de los reyes de Navarra se acrecentó cuando Fernando el Católico firmó con Luis XII las Paces de Urtubia para aplicar el 1 de abril de 1513, por las que aquél renunciaba a sus pretensiones sobre los condados de Foix y Bearn, y el francés admitía el dominio hispano sobre Nápoles y le retiraba el apoyo a los reyes navarros. Un año después se celebró otro tratado en [[Orleans],] que confirmaba el no dar ningún apoyo ni militar ni financiero a los navarros. La eficacia se comprobó cuando Enrique VIII de Inglaterra rompió con el rey castellano-aragonés e intentó mandar 10.000 arqueros para Navarra. Entonces el rey francés se negó a apoyarle. Esta tregua sirvió para que los castellanos se asentaran en Navarra.

La Baja Navarra se encontraba bajo un control precario por parte de los castellanos, con intentos de negociación con los naturales. Hubo destacadas desafecciones, como la del beaumontés señor de Luxa, primo del conde de Lerín. Por fin el 20 de agosto de 1514 los nobles de la baja Navarra firmaron fidelidad al rey castellano-aragonés a cambio del reconocimiento de sus privilegios y de no ser obligados a combatir a Juan III de Albret.

Escudo de armas de Fernando II de Aragón y V de Castilla.

El sistema defensivo se reforzó en las zonas estratégicas con vistas a una posible agresión desde el norte, destacando la construcción del nuevo castillo en Pamplona, el Fuerte de Santiago, y se inició la demolición de otros castillos para evitar la rebelión interior. En todo caso, la persecución de los derrotados fue sistemática, premiando, por el contrario, a los favorables a la ocupación. En general, puede afirmarse que aquellos cargos de la administración navarra con Juan III de Albret, que prestaron juramento de obediencia y fidelidad a Fernando el Católico, fueron mantenidos en sus puestos.

Desde el principio se implantó la Santa Inquisición en septiembre de 1512, con tribunal del santo Oficio en Pamplona desde diciembre de 1513, dependiente de la jurisdicción de Zaragoza. Tras las protestas de las Cortes de Navarra, se trasladaron a Tudela

En un primer momento, la adscripción de la conquista fue al reino de Aragón, pero quizás por el poco apoyo ofrecido desde Aragón, y por el contrario, el apoyo militar mayoritario del de Castilla, hizo que Fernando el Católico lo adscribiera a Castilla. Para legalizar la incorporación de Navarra a Castilla, el duque de Alba informó de esta decisión el 11 de junio de 1515 en las Cortes Castellanas reunidas en Burgos. Ningún navarro participó, ni tampoco hay mención de representantes navarros, ni siquiera como testigos. Fernando el Católico lo ratificó un mes después.

Tras la muerte de Luis XII a principios de 1515, ascendió al trono su hijo Francisco I que posteriormente apoyará a los reyes navarros, rompiendo su aislamiento, dado sus intereses estratégicos.[17]

Segundo contraataque navarro (1516)

La muerte de Fernando el Católico en enero de 1516 y en vista de que existía una complicada sucesión castellana, el cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros amplió sus poderes manteniendo una red de espías y estimulando medidas para el aumento del ejército. El cardenal era consciente del posible ataque para recuperar el reino de Navarra, por lo que incrementó en unos 6.000 hombres el contingente militar. Se abasteció en especial a la guarnición de San Juan de Pie de Puerto de alimentos y armas. En este periodo, en el que los ocupantes desconfiaron de muchos navarros, incluso existieron dudas de la fidelidad del conde de Lerín, por lo que huyó del reino cuando se decretó su apresamiento. Más tarde volvería jurando fidelidad a Carlos I (en mayo de 1516).

El monarca galo estaba enfrascado en las guerras de Italia, no prosperando la alianza franco-navarra.El mariscal Pedro de Navarra recibió el encargo de recuperar militarmente el reino. A primeros de marzo se prepararon tres cuerpos de ejército. La primera columna con Juan III de Albret al frente sitiaría San Juan de Pie de Puerto. La segunda, a las órdenes del vizconde de Baigorri, ocuparía Roncesvalles para controlar este importante paso, y la tercera, al mando del mariscal con 1.200 hombres, entraría por Salazar y el Roncal.

A la par que entraba el mariscal en Navarra, se producía el alzamiento en varias villas, como Sangüesa, Olite y Marcilla, que fueron sofocados.

El ejército castellano desde San Juan de Pie de Puerto, tras dejar una pequeña guarnición, se replegó hacia Roncesvalles. Al mismo tiempo Villalba por el sur llegó también a Roncesvalles. Tras afianzar este importante paso, el coronel Villalba fue al Roncal en busca del mariscal Pedro de Navarra. Mientras la columna al mando del mariscal ante el fracaso del apoyo esperado por la segunda columna, que le tenía que aportar víveres, y el intenso frío, le había producido numerosas bajas. Por ello, al encontrarse los dos ejércitos entablaron conversaciones para la rendición, apresando al mariscal, que moriría asesinado en el castillo de Simancas en 1522.

Segunda consolidación

Para evitar posteriores problemas, el cardenal Cisneros, regente de Castilla, ordenó la demolición de todas las fortalezas, incluidas las pertenecientes a los aliados beamonteses, exceptuando alguna de estos y las consideradas estratégicas. Para ello se empezó por la de Sangüesa por la reciente sublevación. Por otro lado, se remozaron las del cinturón pirenaico, pero sobre todo las defensas de Pamplona. Se castigó a los sospechosos y se estudió la posibilidad de deportar a gran número de navarros a Andalucía, algo que finalmente no se llevó a cabo, exceptuando a los navarros musulmanes de la Ribera Navarra, para los que en mayo de 1516 se decretó su expulsión.

Casa de 1510, según su fachada, de San Juan de Pie de Puerto. Edificada, por tanto, dos años antes de iniciarse la ocupación.

Juan III de Albret murió el 17 de junio de 1516, y Catalina de Foix en febrero del año siguiente, pasando a ser el heredero Enrique II de Navarra el Sangüesino.

El mayo de 1516 juró como nuevo virrey Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera que era cuñado del conde de Lerín, y tras ello este último retornó del exilio.

Mientras tanto el rey francés Francisco I y Carlos I de España suscribieron un acuerdo en Noyon en agosto de 1516, en el que arreglaba el litigio sobre Nápoles esquivando el de Navarra. Este acuerdo no se llevó a cabo. En octubre del mismo año el parlamento de París declaraba la independencia política de los monarcas navarros respecto a la corona francesa.

En mayo de 1519 se realizó otro intento de resolver los contenciosos de Navarra y Nápoles en las conferencias de Montpellier, entre los reinos francés y español.

En la Baja Navarra la ocupación fue en todo momento muy inestable, con continuas ocupaciones y abandonos que con referencia a la villa y fortaleza de San Juan de Pie de Puerto "fue tomado por otras veinte veces más por la casa de Castilla y después cobrado por la de Francia".

En mayo de 1520 se inició la Guerra de las Comunidades de Castilla, ordenando en octubre al virrey de Navarra el reclutamiento urgente de 2.000 soldados, para evitar el riesgo de sublevaciones. En abril de 1521 se utilizaron numerosos efectivos de los existentes en Navarra para participar en la toma de Salvatierra y de Vitoria, contra el conde de Salvatierra, lo que llevó a una importante reducción de soldados y artillería en Navarra.

Tercer contraataque navarro (1521)

Escudo de armas Imperial de Carlos I de España, donde figuraba el escudo de Navarra en uno de sus cuarteles.

En 1521, Carlos I de España y Francisco I de Francia mantienen una postura de rivalidad. Ambos habían pretendido el Imperio, que heredó Carlos. La incipiente España estaba extendiendo su Imperio por Europa y América. Francisco I tenía sus miras puestas en el Reino de Nápoles ocupado por los españoles, y Carlos I en el Milanesado y parte de Borgoña, ocupados por Francia. Las hostilidades empiezan cuando tropas no regulares francesas atacan el Luxemburgo imperial. La guerra se extiende a las fronteras de Flandes y Carlos hace alianza con Inglaterra y los Estados Pontificios contra Francia. Francisco I, aprovechando la Guerra de las Comunidades que asolaba Castilla y la de las Germanías de Valencia y apoyando al rey de Navarra Enrique II, envía a André de Foix, Señor de Lesparrou o de Asparrots, para reconquistar Navarra.

Según Ortega, Francisco I mandó a André de Foix, señor de Lesparre, a conquistar Navarra para Enrique de Albret.[21]​.

Otras versiones apuntan que el ejército que invadió Navarra, nominalmente bajo el mando de Enrique II de Navarra, estaba dirigido por Lesparre (el hermano de Odet de Foix, Vizconde de Lautrec), y que las operaciones fueron abastecidas y financiadas por los franceses, que denegaron toda responsabilidad.[22]

En este contexto, en mayo de 1521 tuvo lugar un alzamiento generalizado en toda Navarra, como las significativas ciudades de Pamplona, Estella, Tafalla y Tudela e incluídas las que habían sido beaumontesas, y que había sido preparado desde el interior. Al mismo tiempo las tropas mandadas por el general Asparrots, compuestas por 12.000 infantes en su mayoría gascones y que contaban con artillería pesada, rindieron el 15 de mayo San Juan de Pie de Puerto, posteriormente Roncesvalles y Burguete.

Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera y virrey de Navarra, salió de Pamplona hacia Alfaro el 17, siendo asaltado en el camino y saqueado. Los escasos soldados castellanos que se quedaron se encastillaron en la fortaleza. Entre ellos estaba el guipuzcoano oñacino capitán Ignacio de Loyola, que fue herido en el bombardeo realizado durante seis horas para rendir la plaza. Entre los atacantes se hallaban los dos hermanos de Francisco de Javier, Miguel y Juan, que se quedarían al cuidado de la ciudad.

La recuperación del reino no había sido muy sangrienta. Se produjeron enfrentamientos con unos 1.000 guipuzconos oñacinos en el monte Zengarrén, donde hubo unos 17 muertos y otros cuatro muertos en Yesa cuando se cortó el paso a tropas que huían, además de los heridos en la fortaleza de Pamplona. Posteriormente tampoco se produjeron episodios de depuración con la población beaumontesa.

Monumento erigido en recuerdo de la Batalla de Noáin. Esta fue determinante en el destino de Navarra.

Tras tomar la capital, las tropas de Asparrots, formadas por bearneses, labortanos, franceses y bajonavarros y engrosadas después por altonavarros, atravesaron el reino para atacar Logroño. En mayo atacaron y saquearon Los Arcos que se mantenía fiel a Carlos I y ofreció resistencia a su avance.[23]​ El 5 de junio las baterías de Asparrots bombardeaban Logroño, pero el día 11 tuvo que levantar el cerco e iniciar el repliegue hacia Pamplona, al reorganizarse el ejército imperial.

Se puede aceptar por válida la cifra aportada por Boissonnade (1893) que cifra en 30.000 los soldados reclutados por el ejército imperial para recuperar Navarra. El reclutamiento de estas fuerzas se desglosa de la siguiente forma: unos 7.000 hombres del Condestable de Castilla; unos 5.000 de los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, en este último caso tras la reducción de los vecinos sublevados por parte de Ignacio de Loyola; unos 4.000 aportados por el conde de Lerín; entre 1.000 y 1.200 soldados de cada una de varias ciudades como Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Salamanca y Toro; 800 por Medina del Campo y 500 de Ávila y en menor medida de otras ciudades. Además de tropas aportadas por los miembros de la nobleza sus deudos y allegados. En muchos casos el reclutamiento fue realizado entre los vencidos de la Guerra de las Comunidades.[17]

Durante el repliegue de las tropas de Asparrots, las primeras escaramuzas ocurrieron en la villa de Puente la Reina, donde se produjo un resultado adverso para los castellanos, que perdieron un escuadrón completo de 300 hombres. Finalmente presentaron batalla en las cercanías de Pamplona el 30 de junio, librándose la sangrienta Batalla de Noáin, donde murieron más de 5.000 combatientes, con la derrota de los franco-navarros. Cinco días después entraron los gobernadores generales en la capital del reino, tras negociar su rendición. En esta negociación se acordó la liberación del general Asparrots. A finales de julio cayó la villa de San Juan de Pie de Puerto.

De nuevo se ordenó el derribo de las fortalezas que aún quedaban en pie, manteniendo únicamente las de Pamplona, Estella y Puente la Reina, así como la confiscación de bienes, condenas a muerte y destierros de los vencidos.

Fue nombrado como nuevo virrey el conde de Miranda, Francisco de Zúñiga y Avellaneda en agosto de 1521.

Tres meses después de la derrota de Noáin, los partidarios de Enrique II ocupan el castillo de Maya en septiembre y Fuenterrabía en octubre, manteniendo una franja Baztán-Bidasoa libre, bajo control de los naturales.

En marzo de 1522 los españoles volvieron a tomar Roncesvalles y el castillo de Orzorrotz en la peña de Ekaitza sobre las localidades de Ituren y Zubieta.

El 10 de mayo de 1522 el Emperador concedió un perdón general con la excepción expresa a más de 400 personas.

El 17 de junio, en una batalla con bajas en ambas partes, los castellanos tomaron Santesteban, que fue incendiada, y de este modo, la línea defensiva navarra del Baztán-Bidasoa quedaba cortada. El 28 de junio el ejército imperial conquistó el castillo de Behobia, tras ser abandonado. Dos días después sucedería la batalla del monte Aldabe en las cercanías.

En julio fue cercado por 10.000 hombres el castillo de Maya, donde todos los defensores eran navarros, capitulando el 22 de julio de 1522.

En octubre de 1523 Carlos I fue a Pamplona para preparar la campaña contra los resistentes navarros en Fuenterrabía y en la Baja Navarra. Decretó en diciembre otro perdón real, excluyendo a 152 representantes de familias navarras.

En esta situación, un ejército de 27.000 hombres se prepara en Navarra y Guipúzcoa, divididos en tres columnas para atacar, Labort, Baja Navarra y el Bearn. A los 24 días de campaña, tras fracasar en la toma de Bayona y que ni siquiera llegó a Toulouse, volvieron después de haber perdido una cuarta parte de las tropas por deserciones y enfermedades. En esta campaña resultaron destruidas las poblaciones de Oloron, Navarrenx, Garris, Sordes, Hastingues, Maule, Sauveterre y Bidache.

Escudo de Navarra, con cadenas, empleado tras su conquista.

Reorganizados en febrero tras esta expedición, sitiaron de nuevo la Fortaleza de Fuenterrabía. El 2 de febrero comenzó el bombardeo. Mientras se negociaba su rendición, abandonaron el castillo los franceses el 27 de febrero, manteniéndose los navarros en el mismo. El 29 de febrero se decretó un perdón a los navarros a cambio de su entrega y sometimiento, entregándose la plaza en abril de 1524, dos años y medio desde su toma.

Este amplio perdón dio paso a una consolidación de la Administración castellana en el reino. Aunque no todas las reintegraciones prometidas se cumplieron.

Mientras tanto, los franceses son derrotados en Milán, que tienen que abandonar. Francia se ve acosada por todos lados, pero resiste a los ingleses cerca de París, a los alemanes en Borgoña y a los españoles en Bayona. Las tropas de Carlos V entran en la Provenza francesa, ponen sitio a Marsella, que no se rinde, lo que anima a Francisco I a contraatacar, haciéndolo en Pavía, donde cae prisionero,[21]​ junto a Enrique II.

La batalla de Pavía ocurrió el 24 de febrero de 1525, allí fueron apresados Franciso I y Enrique II, y llevó a que el primero firmara en enero de 1526 el Tratado de Madrid‎. En su artículo séptimo se pedía que dejara de apoyar al rey navarro en los intentos de reconquistar Navarra. Enrique II se escaparía en 1527.

Evolución posterior

Baja Navarra

Desde septiembre de 1521, la plaza de San Juan de Pie de Puerto estaba en manos de leales a Enrique II. En 1525 se volvió a retomar con una expedición militar. Posteriormente hizo falta otra expedición al mando de Hernando Sandoval a la Baja Navarra en septiembre de 1527 para volver a controlar la situación y pedir obediencia al Emperador en los distintos pueblos.

En julio de 1528 se constata ya que Carlos I la dio por perdida, recobrándola Enrique II.

Esta pequeña parte de Navarra se mantuvo como reino independiente. En 1589 su rey Enrique III asumió también el reino de Francia con la famosa frase de "París bien vale una misa". En octubre de 1620 se unificarían los reinos de Francia y Navarra, manteniendo siempre el título de sus reyes como de "Francia y Navarra". Fue una decisión del rey Luis XIII, que nunca había estado en la tierra de su padre, y que disgustó a los navarros porque el reino pasaba a ser una provincia cautiva, privada de todas sus leyes, privilegios y libertades.[24]

Tras la Revolución francesa de 1789 desapareció como reino.

Alta Navarra

José Bonaparte recuperó las cadenas de Navarra en el escudo de España que ya figuraban en las armas de Carlos I, que no fueron mantenidas por sus sucesores.

Tras la rendición de Fuenterrabía, la amnistía fue amplia y permitió volver a muchos que habían luchado en contra del Emperador y recuperar parte de sus bienes. Se prohibió el comercio con el norte de los Pirineos y se impuso un control estricto del paso de personas. Se modificó el sistema administrativo, judicial y legislativo, sustituyéndose por un sistema feudal. En el testamento de Carlos I hay referencias a Navarra en la que parece dudar de sus acciones:

en lo que toca al reyno de Navarra, haya de mirar y con diligencia examinar y averiguar sinceramente, si de justicia y razón seré obligado a restituir el dicho reyno o en otra manera satisfacer o compensar a persona alguna. Y lo que fuese hallado, determinado y declarado por justicia, se cumpla por efecto, por manera que mi ánima y conciencia sea descargada.
Testamento Carlos I recogido en ”Navarra, 1512-1530”

Pamplona siguió siendo considerada “plaza fuerte”, destacando sus murallas y la construcción de una ciudadela, en la que dos de sus cinco puntas controlaban la ciudad. Hasta 1889 no se empezaron a derribar dos de los baluartes de la ciudadela para realizar el Primer Ensanche de Pamplona, en el interior del recinto amurallado. El mismo se completó con la edificación de nuevos cuarteles militares. No sería hasta entrado el siglo XX, en 1920, cuando se demolió una parte de las murallas exteriores para efectuar el Segundo Ensanche y tras comprobar que la nueva tecnología empleada en la Primera Guerra Mundial hacía obsoleta la defensa con murallas de la Época Moderna.

Siguió teniendo la denominación de reino hasta 1841, en que se realizó la que años después se llamó Ley Paccionada. Entonces desaparecieron también los virreyes de Navarra. Solo hubo un virrey navarro y fue Francisco Espoz y Mina en 1834.

Monumento al Resistente Desconocido

Monumento al Resistente Desconocido.

Al pie del monte Gaztelua, donde se encontraba el castillo de Maya, el 21 de julio de 2007 se inauguró un Monumento al Resistente Desconocido, realizado por Pello Iraizoz. Está tallado en la piedra rojiza del Baztán, y en la que se ha inscrito el lema “Pro libertate patria, gens libera estate” ("De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria"), de los Infanzones navarros, y que también figura en euskera. En la parte superior del mismo está el carbunclo (figura estrellada), simbología de arte popular que fue origen del escudo de Navarra y que utilizó Teobaldo I de Champaña. Más abajo se ve este símbolo al que se le añadieron unos dibujos esféricos en sus brazos, que en siglos posteriores se convirtieron en cadenas. En la parte inferior aparecen imágenes relacionadas con los distintos soberanos navarros y que han figurado en la numismática navarra.[25]

Véase también

Notas y referencias

  1. a b c d e f Marín Duque, Angel J. (1993). «Vascones y Pamploneses». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5. 
  2. Canellas López, Ángel (1980). Aragón en su historia. Zaragoza: Caja de Ahorros de la Inmaculada. ISBN 84-500-3905-3. 
  3. a b c d e f g Miranda García, Fermín (1993). «Del apogeo a la crisis». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5. 
  4. a b c d e f g Fortún Pérez de Ciriza, Luis Javier (1993). «El Reino de Pamplona y la Cristiandad Occidental». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5. 
  5. a b c d e f g h i j k l Serrano Izko
  6. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza. La quiebra de la soberanía navarra en Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado (1199-1200).
  7. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u Elizari Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «Elizari» está definido varias veces con contenidos diferentes
  8. a b Iñaki Sagredo. Navarra Castillos que defendieron al Reino. Tomo III
  9. María Cruz Pérez Equiza (2006). Atlas de Navarra - Geografía e Historia. Gobierno de Navarra y EGN Comunicación. ISBN 84-934512-1-5. 
  10. a b c d Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas Urzainqui
  11. [http://www.ingeba.euskalnet.net/klasikoa/noticia/marnoti.htm NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL LIBRO IV
  12. [http://www.ingeba.euskalnet.net/klasikoa/noticia/not08/n5037045.htm NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL LIBRO VIII Capítulo II
  13. a b García Arancon
  14. a b c d Herreros Lopetegui
  15. a b Jimeno Jurío
  16. Eloisa Ramírez
  17. a b c d e f g h i j k l m n Pedro Esarte
  18. La población navarra a comienzos del siglo: el Recuento de casas de 1514 (Estudio realizado por Peio Joseba Monteano, Príncipe de Viana, ISSN 0032-8472, Año nº 61, Nº 220, 2000.)
  19. a b (Bazán 2006:232)
  20. por el papa Julio II en el V Concilio de Letrán
  21. a b Compendio de Historia de España. Juan Ortega y Rubio. Valladolid. 1893
  22. Blockmans, Emperor Charles V, 51–52; Hackett, Francis the First, 226.
  23. Página web del Ayuntamiento de Los Arcos
  24. Alfredo Floristán
  25. La gran Navarra sigue viva en Amaiur. Diario de Noticias Navarra ::: El periódico de todos los navarros. Vecinos

Bibliografía

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  • Serrano Izko, Bixente (2006). Navarra. Las tramas de la história. Pamplona: Euskara Kultur Elkargoa. ISBN 84-932845-9-9. 
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  • García Arancon, Raquel (1993). «La Casa de Champaña». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5. 
  • Herreros Lopetegui, Susana (1993). «Navarra en la órbita francesa». Historia Ilustrada de Navarra. Pamplona: Diario de Navarra. ISBN 84-604-7413-5.