Jorge Bonsor

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Plantilla:Infobox biografía George Edward Bonsor Saint Martin (30 de marzo de 1855 - 15 de agosto de 1930), pintor, arqueólogo e historiador nacido en Francia, de origen inglés y afincado en España. También conocido como Jorge Bonsor por amigos y vecinos de las localidades andaluzas en las que vivió, entre las que destacan Mairena del Alcor, donde adquirió el castillo de la localidad para habilitarlo posteriormente como su propia vivienda, y Carmona, donde se inició como arqueólogo y donde fue nombrado hijo predilecto poco antes de su fallecimiento. Gran defensor del mantenimiento de los yacimientos arqueológicos y padre de la arqueología moderna en España. Descubridor de numerosos yacimientos arqueológicos, entre los que destacan La Necrópolis y El Anfiteatro de Carmona, los yacimientos de Los Alcores, Baelo Claudia en Cádiz o Setefilla en Lora del Río. Realizó varias publicaciones relacionadas con sus descubrimientos y obtuvo distintos nombramientos en varias instituciones, siendo el más destacado el de Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

Biografía

Nacimiento

George Edward Bonsor Saint Martin nació en Lille (Francia) el 30 de marzo de 1855, en la época de Napoleón III. Sus padres fueron, James Bonsor, natural de Nottingham (Inglaterra), ingeniero industrial, como el abuelo de George, y Pauline Marie Leonie Saint Martin Ghislaine, dama francesa, natural de Lille. Su madre murió con 25 años de edad, a los pocos meses de dar a luz a George, algo bastante usual en esta época debido al desconocimiento de la asepsia por parte de los cirujanos que asistían a las parturientas.

Familia

Parece ser que James Bonsor trabajó como ingeniero en las minas de cobre de Minas de Riotinto y contribuyó en la instalación de las máquinas para el gas que se usaba en el alumbrado público en Cádiz y Sevilla. La estancia de James Bonsor en Andalucía, con la que quedó gratamente impresionado, fue la que le indujo a animar a su hijo a tomar la decisión de viajar a esta comunidad.

Cuando nació George, James Bonsor, que contaba con 32 años de edad, residía en Lille. Tras la muerte de su esposa, contrajo un nuevo matrimonio con Mrs. Gregory. Su tía paterna, Marie Bonsor, junto con su esposo John Batley, que residían en Seaborough Court (Inglaterra), fueron los que se hicieron cargo de él hasta que alcanzó la edad escolar. George siempre consideró a esta casa como la suya. Sus tíos poseían además una segunda residencia en Englefield Green, a las afueras de Londres, donde vivían con sus hijos Ralph, Armitage, Blanca e Inés, primos con los que Bonsor mantuvo siempre una cariñosa relación.

Por otra parte, contaba con familia materna en Francia, en la localidad de Guernes, compuesta por sus tíos y cuatro primos: Henry, Pierre, Valentine y Pauline. Es esta última quien afirma que George pasó largas temporadas con ellos. Paulíne afirmaba que consideraban al joven George como un hermano y que las temporadas en las que vivía con ellos era para todos una gran alegría. La infancia desgraciada de George fue dulcificada por su tía paterna o inglesa, la señora Batley y por su tía materna francesa (madre de Paulíne), con las que vivía alternativamente.

Formación

George Bonsor, como burgués que era, recibió una formación inusual, puesto que además de su alto coste, tuvo un incentivo que probablemente influyera en su decisión de convertirse en arqueólogo. Su padre, en sus constantes viajes profesionales por Europa, decidió que George le acompañara, por lo que tuvo la oportunidad de estudiar en liceos y escuelas de diversos países europeos. No hay constancia de las fechas de sus estancias en cada uno de ellos, ni por tanto el orden, pero según Juan de Dios de la Rada Delgado[1]​ y sus biógrafos posteriores, el orden es el siguiente: Ateneo de Tournai, en Bélgica, Colegio Alemán de Moscú, Liceos de Albi y Montauban en Francia y en el Colegio Huddersfield de Yorkshire en Inglaterra. Este continuo viajar de sus primeros años de estudiante, que se convirtió en una constante en su vida, fue un aspecto sumamente importante la formación de George Bonsor, en cuanto al desarrollo de su curiosidad, dotes de observación y afición por la geografía.

Academia de Bellas Artes de París.

No se han podido precisar los motivos que inclinaron a Bonsor a orientar sus estudios superiores hacia las Bellas Artes, quizá sus cualidades innatas, sus constantes viajes... Lo que sí es cierto es que la vista de tantos y tan diferentes objetos y monumentos, en los diversos países recorridos por el joven Bonsor en sus viajes acompañando a su padre, despertaron su sentimiento artístico; sentimiento que logró satisfacer en la escuela de Bellas Artes de South Kensington de Londres, y en la Academia Real de Bellas Artes de Bruselas, llegando a obtener en ésta un merecido premio como artista-arqueólogo.

Al igual que ocurre con su formación primaria y secundaria, se desconocen las fechas de los períodos que estuvo en cada una de estas escuelas, que seguro se desarrollaron en la década de los setenta, como asimismo sólo un detalle sobre el transcurrir de su vida durante estos años.[2]​ Quizás el motivo fuese la inestabilidad en Europa en esos años, en los que la guerra franco-prusiana acabó con la toma de París por las tropas del canciller Bismarck. Probablemente este hecho y las revueltas sociales fueron las razones que indujeron a George a no ingresar en la Academia de Bellas Artes de París y hacerlo en la Escuela de Arte de South Kensington de Londres. Más tarde optaría por la prestigiosa Real Academia de Bellas Artes de la joven nación belga (donde probablemente contaría con familiares), centro de marcado carácter liberal.

Gracias a su formación artística, George obtuvo un acercamiento a la arqueología, ya que era en estas Academias de Bellas Artes donde se podían adquirir este tipo de conocimientos, como así lo demuestra el que obtuviera un premio como artista-arqueólogo.

Por otra parte, esta formación artística le fue de una gran utilidad posteriormente en sus investigaciones arqueológicas pues Bonsor, al incorporar su formación artística a sus investigaciones arqueológicas, se convierte en el primer arqueólogo en España que utilizó sistemáticamente el dibujo técnico en la descripción de los materiales y estructuras del registro arqueológico; materiales que consideraba como verdaderos monumentos artísticos. Es tal la importancia que otorgaba al dibujo en una investigación arqueológica que en algún momento llegó a declarar: "Pero no quisiera alentar a nadie que no tenga intención de hacer un dibujo serio, a emprender una excavación como esta. Considero un crimen el excavar sin dar luego un dibujo minucioso de la excavación".

Los dibujos serán siempre importantes e interesantes y, en caso de que no fueran suficientes, unas fotografías podrían completar los datos dibujados.

Su formación, así como su lengua, estuvo siempre más vinculada a la cultura francesa que a la inglesa y, aunque conservó hasta su muerte la nacionalidad británica, todos sus documentos fueron redactados en francés o castellano, raramente en inglés. Así se lo hizo entender a Reginald A. Smith, conservador del Museo Británico: "Soy consciente de lo extraño que debe sonar que siendo inglés no sea capaz de escribir mi artículo en inglés, pero debo explicarme diciendo que nací en Francia, de padres ingleses, que crecí allí y en Bélgica, y que vine joven a España, hace 40 años aproximadamente. Vine aquí para pintar, pero pronto dejé el arte por la arqueología".[3]

El viaje a España

Una vez concluidos sus estudios académicos, Bonsor decidió realizar el viaje a España para formar su estilo pictórico. Sus pinturas tenían como temática principal figuras populares y escenas costumbristas, muy demandado por el mercado artístico.

Bonsor eligió España como lugar donde buscar escenas para plasmar en sus pinturas basándose en la búsqueda de luz e influenciado por sus anteriores viajes a este país. Se ha dicho que éste fue a España atraído por su imagen romántica, siendo relacionando con los viajeros románticos ingleses y franceses. Sea o no cierta esta afirmación, el periodo álgido del movimiento romántico se había producido en la primera mitad del siglo XIX, muchos años antes de su época, aunque el interés que había despertado España como destino exótico y orientalista se mantenía como un tópico cultural, que los más profundos estudios de los hispanistas se empeñaban en contrarrestar.

Se conoce con muy buena precisión el viaje de Bonsor por España, el itinerario seguido y sus impresiones gracias a un diario que confeccionó durante el mismo.[4]​ Según el itinerario seguido, el objetivo principal del viaje era Andalucía, aunque como en todo viaje siempre hay un hueco para lo imprevisto. En la mayor parte de su viaje le acompañó Paulus, compañero de la Academia de Bruselas de origen belga y de creencias católicas, con el que se citó en París el 10 de septiembre de 1880, ya que Bonsor partió desde Bruselas. Desde aquí partieron en ferrocarril hacia Burdeos para dirigirse a Biarritz, San Juan de Luz, y accedieron a España por Irún. La primera parada después de la frontera fue Burgos.

Edificio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la calle de Alcalá.

El objetivo fundamental del viaje era la visita de monumentos, museos de pintura y todo aquello sugerente que les pudiese interesar a los jóvenes pintores. Al igual que ellos, muchos de sus compañeros de la Academia emprendieron viajes similares por otros países de Europa.

En Burgos trabaron amistad con el pintor Primitivo Carcedo, quien les enseñó la ciudad, con especial atención en la Catedral y la Cartuja de Miraflores, les ayudó con el aprendizaje del castellano y los llevó por primera vez a una taberna. Al llegar a Madrid se dirigieron inmediatamente a la emblemática Puerta del Sol, posteriormente visitaron la colección de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para admirar el famoso cuadro de Francisco Pradilla "Doña Juana la Loca" (1877), medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878, así como la colección de cuadros antiguos. Tras hacer copias en el Museo del Prado y visitar el Museo Arqueológico Nacional concluyó: "la ciudad de Madrid me aburre soberanamente".

Debido a este estado de ánimo, a finales de septiembre abandonó Madrid rumbo a Toledo, donde al llegar manifestó: "La ciudad de Toledo al primer golpe de vista me gusta enormemente y veo que tengo muchas cosas que pintar aquí." Su atención se centró principalmente en la descripción de las costumbres, sobre todo de la burguesía provincial y de los personajes que resultaban atractivos a todo extranjero como los mendigos, los gitanos, los curas o los sangradores, así como en la descripción de los monumentos histórico-artísticos. Lógicamente, los monumentos son valorados y descritos desde un punto de vista artístico, pero teniendo en cuenta su pasado histórico. Bonsor veía vivo el pasado en la España que contemplaba.

Después de su estancia en Toledo se dirigió en ferrocarril a Córdoba donde sólo permaneció un día y en el que visitó apresuradamente, el puente sobre el Guadalquivir, las murallas y la mezquita. Córdoba, al ser una ciudad de paso entre Madrid y Sevilla, no era una parada de importancia para otros viajeros anteriores a Bonsor, donde se detenían pocas horas para apreciar la mezquita-catedral, actitud igualmente adoptada por el joven Bonsor. El 17 de febrero llegó a Sevilla, donde le esperaba su compañero de viaje Paulus, quien se había llegado unas semanas antes.

Sevilla, al igual que le pasó con Madrid, no era una ciudad que le gustase para pintar. Con el único objetivo de contemplar las obras de su admirado Bartolomé Esteban Murillo, visitó la Catedral, el Museo Provincial y el Hospital de la Caridad y por casualidad descubrió la pintura de Juan de Valdés Leal. Calificó a los pintores sevillanos contemporáneos como mediocres, no sintiendo ningún aprecio por ellos. Decidió entonces visitar Carmona aconsejado por su padre, quien había estado allí en 1845.

En esta primera visita a Carmona, de tan sólo 4 días, se dedicó intensamente a la pintura, recorriendo minuciosamente los rincones de la ciudad y sus alrededores. Las imágenes que plasmó en sus telas son Monaguillos en el patio de los Naranjos de la Iglesia Prioral de Santa María, un paisaje con el Monasterio de la Virgen de Gracia, que se encontraba al pie del Alcázar y hoy desaparecido, la calle del Convento de Santa Clara con un aguador con su asno, el mercado o plaza de abastos. Coincidiendo con la celebración de la Semana Santa, pintó una detallada descripción de la estación de penitencia de la hermandad de Santiago de Carmona.

Abandonó Carmona durante unos días para recibir en Gibraltar a sus tíos John y Marie Batley y su primo Armytage, a quienes acompañó en un viaje por Málaga, Granada y Sevilla, donde despidió a sus parientes. Posteriormente regresó en solitario a Gibraltar donde tuvo un encuentro casual con su amigo Paulus y decidieron visitar Tanger, donde permanecieron del 7 al 17 de mayo de 1881. Tras ese inesperado viaje regresó a Carmona para retomar la actividad interrumpida.

Otra de las visiones que conmovieron a Bonsor es un juego popular taurino, hoy perdido en Carmona, pero que se conserva aún en muchos pueblos andaluces y en otras regiones del país, que es el denominado toro de cuerda.[5]​ Bonsor se hizo popular en Carmona, donde lo conocían como el pintor inglés.

Un vecino de Carmona, José Vega, le presentó a Juan Fernández López, un joven farmacéutico aficionado a las antigüedades.[6]​ Como Bonsor tenía intención de inspeccionar una tumba romana con pinturas, esa misma noche le visitó Luis Reyes conocido por Calabazo, un hombre de edad que se dedicaba a la recolección de plantas medicinales y ocasionalmente de antigüedades, que vendía a D. Sebastián Gómez Muñiz y Juan Fernández López. La reapertura de la tumba tuvo lugar el domingo 10 de julio y fue tal la conmoción que le ocasionó la observación directa de las antiguas pinturas de la tumba romana, que despertó su pasión por la arqueología de tal manera, que decidió dedicarle su vida, como así lo manifiesta:

"Fue la fuerte impresión que me produjo penetrar en esta cámara funeraria y contemplar sus portentosas pinturas cubriendo la totalidad de la superficie de sus paredes la que me hizo decidirme, conmovido, a consagrar mi vida a las investigaciones arqueológicas... ".

Tan acertada decisión no fue inmediata y requería dedicarle un tiempo de reflexión. Debía tener Bonsor una atractiva personalidad y era requerido frecuentemente para realizar retratos de diversos personajes, como lo hizo de una hija del médico cirujano Manuel Pelayo y del Pozo.

En agosto de 1881 emprendió un viaje a Granada de quince días para recorrer la ciudad más pausadamente que en su anterior estancia con sus tíos, y posiblemente para meditar su dedicación a la arqueología. Ya por entonces disfrutaba Granada de un gran prestigio entre los viajeros, desde que la pusieron de moda el estadounidense Washington Irving y el inglés Benjamín Disraeli. Sin embargo, Bonsor enfermó, lo que precipitó su regreso a Carmona.

En Carmona mantuvo reuniones casi a diario en la rebotica de Juan Fernández López, con Manuel Fernández López, hermano de éste y médico de profesión, Sebastián Gómez Muñiz, Antonio Calvo Cassini, historiador y correspondiente de la Real Academia de la Historia, el cirujano Manuel Pelayo y su hermano Arturo, José Vega y otros.[7]​ A estas particulares reuniones solía acudir con cierta frecuencia Luis Reyes Calabazo, donde hacía gala de gran cantidad de antigüedades, la mayoría romanas, que obtenía en lugares que sólo él conocía, siendo éstas estudiadas y dando lugar a amplías reflexiones por parte de este heterogéneo grupo.

Alcázar de la Puerta de Sevilla (Carmona).

Movidos por la pasión que sentían por el estudio de las antigüedades de Carmona, consiguieron permiso para realizar excavaciones en el Alcázar, conocido entonces como de afuera, de arriba o también de la Puerta de Marchena, uno de los monumentos antiguos más emblemáticos para la historia de la ciudad, actualmente Parador de Turismo. Bonsor fue el encargado de levantar el plano del monumento, al igual que haría con el del Alcázar de la Puerta de Sevilla. La integración de Bonsor a este grupo de personajes unidos por la afición por el estudio de los monumentos históricos y antigüedades de la ciudad, culminaría en la fundación de la Sociedad Arqueológica de Carmona. Bonsor sospechaba que bajo tierra habían gran cantidad de restos arqueológicos que vinculaba con el fuerte terremoto de 1504, tal y como indica:

"Coincide con la fecha del terremoto la desaparición en Carmona de un acueducto romano que atravesaba sobre elevados arcos la parte baja del arrabal de San Pedro, llevando las aguas de los altos del Campo Real al anterior de la población. Al principio del siglo XVI, conservaba todavía Carmona en relativa conservación todas sus fortalezas: sus dos alcázares, sus murallas y puertas.

Después del desastre de 1504, de las cinco puertas de la población no quedó en pie más que la de Sevilla, no perdiendo ésta más que uno de sus tres arcos romanos: el segundo desde el interior.

Las puertas de La Sedia, de Morón y de Marchena, también de antigua construcción romana, cayeron y no se levantaron más.

Del recinto de murallas, grandes trozos fueron rodando a la Vega, sobre todo en las murallas del Sur y la altura llamada El Picacho. En el Alcázar principal, el palacio de D. Pedro, hubo grandes desperfectos, cayéndose algunas torres y partiéndose otras. A la derecha de la Plaza de Armas, por la parte que mira al Sur, se observa un hundimiento del terreno con 50 metros de muralla, dejando en el suelo una profunda grieta de un metro de ancho. De la muralla no queda hoy en pie más que dos grandes trozos de tapia, el resto, con la torre del ángulo, rodaron desde lo alto a la Vega."

Bonsor, decidido por completo a dedicarse a la arqueología, propuso a Juan Fernández López, quien poseía una importante colección de antigüedades romanas, asociarse para la compra de las tierras de donde se habían extraído la mayoría de los antiguos objetos hallados, a lo cual el farmacéutico accedió y además permitió hacer propiedad común de su colección particular.

El 19 de diciembre de 1881 finalizó el viaje de Bonsor a España y retorna a Lille, donde le esperaba su padre, para comenzar su otro «viaje», la Arqueología.

Una vez adquiridos los terrenos, Bonsor comenzó a organizar el proyecto de excavación, dedicando los años 1882 y 1883 para su asesoramiento, año éste último el en que comienzan los trabajos sistemáticos en dichos terrenos, que dieron como resultado el descubrimiento de una de las más importantes necrópolis romanas. Con el fin de recibir consejos y formación, ambos socios emprendieron un viaje por distintos museos de Europa.

Primeros trabajos arqueológicos

Carmo Romana

Los inicios de las actividades arqueológicas de George Bonsor se centraron básicamente en la arqueología hispano-romana, con la excavación y descubrimiento de la necrópolis y el anfiteatro, centrándose también en el estudio de las murallas, puertas y alcázares de Carmona así como el seguimiento y registro de los restos constructivos que aparecían intramuros.

La documentación que se conserva actualmente en todo lo concerniente a la excavación de necrópolis romana, es bastante escasa, pero suficiente como para saber que supuso el primer proyecto de excavación sistemática en España.[8]

Las primeras excavaciones de Juan Fernández y Bonsor en la Necrópolis se remontan al invierno de 1882 en los terrenos que habían adquirido de olivos y canteras conocidos como los campos de la Paloma, de Manta y de la Plata. Los trabajos continuaron a lo largo de todo el invierno y la primavera de 1883, y en otoño, primavera y verano de 1884, para finalizar, momentáneamente, hacía la primavera de 1885, fecha en la que ya se habían excavado 225 estructuras funerarias, alcanzando la cifra de 300 en los siguientes años. En actos celebrados el 24 de mayo de 1885 y el 6 de junio de 1886 se realizó la presentación oficial a las autoridades científicas españolas para que, dado su carácter privado, juzgaran los trabajos realizados. Las excavaciones fueron realizadas sin ningún tipo de ayuda oficial y financiadas íntegramente por ambos socios. La Real Academia de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando, instituciones sobre las que recaía la competencia en materia arqueológica y conservación del Patrimonio histórico-artístico, nombraron académicos correspondientes de ambas academias a George Bonsor y Juan Fernández López.[9]​ El motivo de este nombramiento fue el esfuerzo y el éxito alcanzados en los trabajos, así como el interesante carácter y monumentalidad de la Necrópolis, única en ese momento en España.

En la época del descubrimiento de la Necrópolis, gran parte de los terrenos que ocupaba se encontraban libres de edificios, ocupados en su mayoría por olivos. El edificio más próximo a estos era el conocido como Arrabal de San Pedro del que constan datos de 1411. Existían además en las proximidades del Arrabal y sobre los terrenos de la Necrópolis el Convento del Carmen, fundado en 1554 y el Convento de San Francisco fundado en 1467, ambos derribados en 1835. A partir de entonces fragmentaron los terrenos constatando la diversidad de nombres con que se designaban las diversas parcelas que eran llamados Campos.

De norte a sur se encontraban el Campo de Manta, limitando con el Camino de las Viñas y seguidamente el Campo de Simón o de la Paloma junto al Campo de la Plata, limitando estos últimos y siempre hacia el Sur, con el Camino del Quemadero (hoy Avenida de Jorge Bonsor); al otro lado se encontraban los llamados Campo de los Olivos, Campo del cercado del Olivar, Campo de las Motillas y Campo de las Canteras (que son los forman la Necrópolis actual), que limitaban con la vereda del Carmen (que toma el nombre del mencionado Convento). Hacia el sur se encontraba el arrecife de Sevilla (hoy carretera comarcal) e inmediatamente después con el Campo Real. En opinión de Bonsor la Necrópolis debió extenderse hasta el puerto de Brenes, lugar en el que se encontraron varias tumbas.

La referencia más antigua sobre la Necrópolis está registrada en un documento del Archivo Municipal de Carmona fechado el 23 de diciembre de 1573, en el que consta que un cantero llamado Alonso Delgado pedía autorización al Concejo de Carmona para vender los sillares de un viejo edificio que había sido descubierto cerca del Torrejón.

En 1885 se inauguró oficialmente la Necrópolis y su Museo y se fundó la Sociedad Arqueológica de Carmona, consagrando así la arqueología carmonense. A este año corresponde el hallazgo de dos grandes tumbas, la llamada Columbario-triclinio y la Tumba del Elefante. Esta última había sido inspeccionada parcialmente también en 1880 por Juan Fernández López y Luis Reyes, quienes desistieron de su excavación. De 1885 a 1892 se descubrieron varias tumbas sin importancia.

Durante 1893 parece ser que no se realizaron excavaciones en la Necrópolis. En julio de 1894, don Manuel Burgos y Alcaide, miembro de la Sociedad Arqueológica, halló una tumba familiar en el Campo Real cuya tipología no se apartaba del tipo común de la Necrópolis, pero sí el ajuar encontrado en varias urnas de la misma. Se trata de dos pequeñas figuras de patecos, una de ellas representando al dios Bes, un ara, dos falos, uno de marfil y el otro de hueso. Estos elementos no hacían sino resaltar y confirmar la evidente ascendencia púnica de la Necrópolis, cuestión que Bonsor ya había subrayado.

En diciembre de 1899 y en enero, marzo y abril de 1900 se exploraron nuevos terrenos que habían adquirido. Este es el último dato que consta sobre las excavaciones de Bonsor en la Necrópolis, y en todo el lugar desde 1900 hasta 1905.

El último gran descubrimiento realizado en la necrópolis de Carmona fue la llamada Tumba de Servilia.[10]​ Su nombre se debe al hallazgo de un pedestal estatuario en la que se lee la inscripción SERVILIAE L F P MARI MATER D. En esta excavación, llevada a cabo exclusivamente Juan Fernández López, se produjo el descubrimiento de una estatua de mujer sin cabeza y el pedestal de mármol aludiendo a la inscripción nombrada anteriormente. Sin embargo, se prestó más atención a una singular estancia de raras características arquitectónicas, que llevó a sus descubridores a pensar en un origen prehelénico o fenicio en éste espacio arquitectónico.[11]​ Asimismo se hallaron una estatua femenina y una infantil, muy valoradas dada la escasez de originales halladas en la Península, así como una cabeza masculina, conservada en el Castillo de Mairena, identificada como L. Serviliús.

Estos son por tanto los últimos datos que constan sobre la historia de los descubrimientos en la Necrópolis romana de Carmona. Desde 1905 hasta su donación al Estado Español en 1930, no existe ningún dato de nuevos trabajos o excavaciones desarrollados en el yacimiento.

El Anfiteatro de Carmona

De las excavaciones que se realizaron en la Necrópolis, destaca el hallazgo del anfiteatro de Carmona, en cuyo descubrimiento fue decisiva la labor de Bonsor.

La topografía del terreno hizo sospechar a los arqueólogos que, en el llamado Campo de la Plata, se debería encontrar el monumento público que iban buscando. Una inmensa hondonada situada en el campo de la plata, que hasta entonces se había usado para albergar alpechín, atrajo la atención de los arqueólogos.

En mayo de 1885 se realizaron unos sondeos previos para lo que trazaron una zanja de ensayo con una anchura de 0,80 metros desde la zona alta de la hondonada al centro de la depresión, con orientación sudeste-noroeste, hasta alcanzar la roca, que dio como resultado el descubrimiento de parte de la praecinctio.[12]

D. Tomás Domínguez Romera, conde de Rodezno, era el propietario de los terrenos y éste lo tenía arrendado a José Domínguez y Trigueros, de quien obtuvieron el permiso necesario para realizar nuevos trabajos durante cinco meses. La intención de los arqueólogos era adquirir dichos terrenos, pero el precio puesto por el propietario era inalcanzable para ellos.

Para el cálculo cronológico del monumento y su interpretación, Bonsor se basó principalmente en los hallazgos numismáticos y en las tumbas. Para datar la construcción del anfiteatro, que sitúa en los tiempos de los primeros emperadores, no tenía más testimonios que las antiguas tumbas de las inmediaciones, las cuales eran posteriores a la construcción del Anfiteatro. Para la fecha de abandono poseía más elementos de juicio, como el hallazgo de una tumba a la derecha de la gran entrada tallada en la roca, y en una dirección transversal a las gradas del segundo meníano.[13]

La tumba, que carecía de ajuar, pero sí parecidos tipológicos con otras halladas en la Necrópolis, daba claros indicios de que el abandono del anfiteatro correspondía a finales del Imperio.

Este anfiteatro es un edificio problemático, ya que el monumento conjugaba finalidades propias de teatros y circos. Pese a ello, consideró la posibilidad de encontrar en otro lugar el teatro o el circo. El anfiteatro de Carmona, que es uno de los primeros construidos en Hispania, fue un hallazgo importante para la arqueología romana en su tiempo al tener la singularidad de ser descubierto mediante un nuevo concepto de investigación arqueológica.[14]

Posiblemente se encontraba ante uno de los más antiguos anfiteatros romanos en Hispania, que es uno de los aspectos más sugerentes de éste. Bonsor señaló que el monumento carmonense poseía unas características diferentes de los conocidos hasta el momento y que le llevaron a la interpretación polivalente a que se hace referencia más arriba.

Consciente Bonsor del valor del monumento, trató por todos los medios que su excavación se efectuase completamente, aunque sin éxito llegando a realizar una llamada desesperada a las instituciones y en especial a la Real Academia de la Historia y a sus académicos, por ejemplo a Rada, quien lo incluye en su memoria sobre la Necrópolis. Juan Fernández López refiere en las Memorias de la Sociedad Arqueológica que recibieron 300 pesetas que solicitaron a la Diputación Provincial, pero que no cobraron hasta un año más tarde, no pudiendo practicar las excavaciones en extensión, como tenían proyectado.

Los Alcores

Retrato de Heinrich Schliemann.

La exploración de Los Alcores, sin duda uno de los trabajos más trascendentales de Jorge Bonsor, supuso su incursión en el campo de la prehistoria y especialmente de la protohistoria de la España meridional. Su introducción en este campo de la investigación arqueológica fue tremendamente fructífera para la arqueología española, ya que supuso el inicio de un nuevo período en la historia de la arqueología en España. Su importancia se centra en dos aspectos que se relacionan, por una parte, en la naturaleza de sus descubrimientos y por otra en el criterio y método empleado en su trabajo, tanto de campo como en la presentación de sus resultados. Este último aspecto fue usado en sus líneas fundamentales en la exploración del Guadalquivir, con interesantes resultados, y es desarrollado por Bonsor durante la exploración de Los Alcores. La exploración se realizó entre 1894 y 1898 y sus resultados, bajo el título Les colonies agricoles preromaines de la Uallée du Betis, fueron publicados en la Revue Archeologique en 1899, convirtiéndose en la primera obra que aparece sobre la arqueología protohistórica española y la primera y más famosa publicación de George Bonsor.

Al explorar Los Alcores, Bonsor inició un nuevo campo científico en la arqueología española: la arqueología protohistórica o prerromana también denominada anteromana por entonces.

La exploración de Los Alcores se inició en 1894, con el objetivo de estudiar los tiempos protohistóricos de la región. El interés de Bonsor por este período hay que buscarlo en el giro que se produjo en Europa en la investigación arqueológica que, en detrimento del Paleolítico, centró su interés en los períodos más atractivos para el origen y conformación de las naciones europeas, desde el Neolítico hasta la dominación romana. En este cambio de perspectiva jugó un papel determinante el descubrimiento de las raíces prehistóricas de las llamadas culturas clásicas, a partir de los trabajos de Heinrich Schliemann en Grecia y de William Matthew Flinders Petrie en Egipto, por citar los más representativos, que se produjeron entre 1880 y 1900, es decir en el momento en que se realiza la síntesis del modelo filológico y el modelo naturalista, unión que dio lugar a la arqueología moderna.

Posiblemente, la colaboración con Arthur Engel fuera definitiva para el desarrollo de la actividad arqueológica de Jorge Bonsor que experimentará un giro notable, interesándose principalmente en la arqueología protohistórica.[15]

Itálica

En 1892 el periodista A. Galí Lassaletta publicó la Historia de Itálica, carente de valor científico pero un inmejorable testimonio sobre el estado de abandono en el que se encontraba el yacimiento, gracias a la despreocupación por parte de la Comisión de Monumentos Provinciales, presidida por Caballero Infante, el gobernador civil y los alcaldes de Sevilla y Santiponce. La falta de una legislación sobre excavaciones y conservación de monumentos histórico-artísticos, había hecho llegar a las ruinas a ese estado. Demetrio de los Ríos se hizo cargo de las excavaciones desde 1860 con el ánimo de acabar con dicha situación, sin embargo tampoco lo consiguió. Esta iniciativa supuso una de las mayores investigaciones arqueológicas acometidas durante el reinado de Isabel II, por lo que el monumento pasó a ser propiedad del Estado, aunque el resto de los terrenos eran de propiedad privada, lo que favoreció la realización de intervenciones particulares en las ruinas, principalmente en la ciudad.

Estas intervenciones clandestinas, con fines más o menos científicos o en busca de piezas importantes para colecciones particulares, produjeron aún así descubrimientos importantes, como fueron el Bronce de Itálica, un tesoro de barras de plata y oro y monedas, además de importantes piezas escultóricas, mosaicos, etc. Arthur Engel, junto con Antonio María de Ariza, protagonizaron, hacia 1890, una serie de excavaciones en el yacimiento, en las que descubrieron una serie de tumbas e inscripciones funerarias, que fueron depositados en el museo del Ateneo y Sociedad de Excursiones.

Anfiteatro de Itálica.

Bonsor publicó en 1898 un trabajo titulado «Le Musé archcologique de Séville et les ruines de Itálica» para la Revue Archeologique, de carácter divulgativo e histórico, sobre la formación del Museo Arqueológico de Sevilla acompañado del comentario sobre las piezas escultóricas y arquitectónicas más importantes procedentes de Itálica. Sobre Itálica, señaló lo poco conocidas que eran sus ruinas y aportó interesantes comentarios, dio una rápida visión de las distintas intervenciones en el yacimiento desde el siglo XVI hasta esa fecha. Lo más significativo son sus comentarios desmintiendo la creencia generalizada que consideraba esta ciudad romana como el lugar de nacimiento de varios emperadores y poetas. En este sentido desmitificador de la imagen de Itálica, resaltó las reducidas dimensiones de la ciudad y su vinculación comercial con el río Guadalquivir por la existencia de un muelle, considerándola como una más de entre las ciudades ribereñas del Guadalquivir. Bonsor aportó interesantes datos históricos, que mostraron que la ciudad aún existía en época visigoda y que su abandono se produjo con la invasión musulmana, en detrimento de la creencia de que la desaparición de esta ciudad fue debida a catástrofes naturales o terremotos. En el mismo año de la publicación de su trabajo sobre Itálica llegó a España Archer Milton Huntington, un joven estadounidense atraído por la antigua ciudad romana y que, dada la facilidad para obtener un permiso de excavación, arrendó un terreno en el que emprendió una serie de excavaciones. Los trabajos que comenzó Milton tuvieron que ser interrumpidos por causa de la guerra con los Estados Unidos. El joven hispanista fue ayudado por Engel y Bonsor, que se encontraban trabajando en Itálica, introduciéndolo en la arqueológica y ayudándole para que realizara sus excavaciones en Itálica. Este primer contacto fue de especial importancia para Jorge Bonsor, ya que éste mantuvo una estrecha e intensa amistad y colaboración con Milton durante toda su vida, fruto de la cual se conserva una abundante y expresiva relación epistolar.

La exploración de las Islas Sorlingas

Una vez finalizada la primera exploración de Los Alcores, Bonsor emprendió la de las islas Sorlingas. Ambas exploraciones guardan una íntima relación con la presencia fenicia en el Occidente europeo. Esta sería la única vez que Bonsor acometió una investigación de ámbito europeo, de plena iniciativa personal y contando exclusivamente con sus propios medios.

El objetivo principal era encontrar pruebas arqueológicas que demostrasen la presencia de los fenicios en las islas Sorlingas, archipiélago identificado por la historiografía británica con las Cassiterides de la antigüedad. Las islas Sorlingas, son un grupo de islas e islotes, situadas al Suroeste de la península de Cornualles. Constituyen una prolongación de dicha península y en su mayoría son de composición granítica. Al ser afectadas por la Corriente del Golfo de México, poseen un clima excepcionalmente templado, lo que permite la existencia de plantas subtropicales y una fauna diferente a la de Inglaterra.

La isla de St. Martins.

Tan solo cinco de las islas estaban habitadas en esa época: Saint Mary's, Tresco, Saint Martin's, Bryer y Saint Agnes. St. Mary, que es la capital, cuenta con la mayor parte de la población.[16]

En esta época, estaba muy difundida en Inglaterra la creencia de que los fenicios habían llegado hasta la región de Cornualles, desde el emporio comercial de fundación más antigua de este pueblo en Europa: Tartessos, la Tarshish bíblica, en busca de estaño. Esta cuestión constituye una de las fuentes del hebraísmo inglés, razón por la cual Bonsor dirigió su exploración a estas islas. Sin embargo, también pone de manifiesto su inclinación hacia la positiva visión que se tenía sobre los fenicios en Inglaterra, nación que llega a compararse con este pueblo colonizador, en contra de la visión que sobre este pueblo tenían franceses y alemanes. El máximo representante en Inglaterra de esta visión fue el historiador George Rawlinson con su obra History of Phoenicias, que es precisamente la obra que Bonsor manejó como modelo histórico.

Cabe destacar lo ambicioso del proyecto que no era sino el claro reflejo de una idea de arqueología nada habitual de su tiempo y que apuntaba verdaderos aspectos de modernidad, en el sentido en que era una concepción muy actual. Verdaderamente, es en la exploración de las Scilly donde Bonsor alcanzó la plena madurez como arqueólogo.

La acción de Bonsor en las Islas Sorlingas fue fundamental para la arqueología prehistórica del archipiélago, en cuanto que su intervención supuso el punto de partida de la investigación moderna de la arqueología del mismo. Si este hecho no tuvo mayor trascendencia en la historiografía británica, fue porque el arqueólogo anglofrancés no publicó nunca el resultado de su trabajo y tan sólo fue conocido indirectamente. Pese a todo, el trabajo de Bonsor ha sido considerado de una alta calidad entre los investigadores ingleses de la actualidad, pese a no conocer en toda su amplitud la información recogida en el transcurso de sus trabajos en estas islas.

Si los objetivos históricos planteados inicialmente no fueron alcanzados, lo que suponía identificar materialmente la presencia de los fenicios en las islas y por extensión identificar las mismas con las Cassiterides de la antigüedad, existen otros factores que se relacionan con su método que son los que le confieren un gran valor a la acción de Bonsor en las islas Sorlingas. Aunque muchos de estos aspectos se fraguaron en sus intervenciones en el Guadalquivir y en Los Alcores -que se desarrollaron simultáneamente- será en esta exploración donde alcanzaron su depuración total. La principal característica del método de Bonsor es que su intervención era siempre territorial, es decir, no se restringía a un yacimiento sino a una región, aspecto por el que Bonsor comienza su intervención en las Sorlingas. Así prospectó todas y cada una de las principales islas que componen el archipiélago inglés, recogiendo todas las estructuras observables a simple vista.

Bonsor alcanzó un reconocimiento unánime por su notable contribución al progreso y avance de los estudios arqueológicos. Por ello, fue nombrado miembro de varias Sociedades, como son:

  • Miembro correspondiente de la Societe des Scaénces, Arts et Belles Lettres du Tarn (18-2-1888).
  • Socio correspondiente de la Sociedad Artístico-Arqueológica de Excursiones de Cádiz (23-6-1893).
  • Miembro correspondiente de la Societe de Correspondance Hispanique de Burdeos (8-3-1898).
  • Socio correspondiente de la Sociedad Artístico-Arqueológica Barcelonesa (26-3-1900).
  • Socio de la Societe d'Archeologie de Bruselas (2-4-1900).

Pero, indiscutiblemente, el hecho más revelador de este reconocimiento fue el ser llamado a formar parte del comité de organización del Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistóricas para desempeñar el cargo de secretario adjunto coincidiendo con la Exposición Universal, lo que significó su pleno reconocimiento en el concierto internacional.

Durante éstos años colaboró con una serie de artículos en la reorganización de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, que fueron publicados consecutivamente en los años 1897, 1898 y 1899 y que se englobaron bajo el título Noticias arqueológicas de Carmona. En estos artículos comunicó los descubrimientos que se produjeron a lo largo de estos años, entre otros el de los mosaicos romanos bajo el solar que ocupaba el antiguo convento de Santa Catalina de Carmona, posteriormente convertido en Plaza de Abastos. Recopiló los hallazgos de cabezas femeninas romanas en distintas épocas y lugares de Carmona, que atribuyó a la época de Tiberio por el estudio del tocado, a los que añadió la descripción de la Tumba de Postumio acompañado de un dibujo de la planta y sección de la misma, pues Bonsor la consideraba contemporánea de las esculturas estudiadas. Aconsejó a los miembros de Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos que adquierieran la obra de Salomón Reinach: Le repertoire de la statuarie grecque et romaine, que constaba de tres volúmenes.

Reveló materiales inéditos de la necrópolis romana de Arva, un plomo y dos lacrimatorios con marca de fabricante, y asesoró sobre la conservación de antigüedades, en concreto sobre el control de la humedad y la conservación de los objetos metálicos. Por último, publicó un escueto estudio sobre hiposandalias romanas, acompañado de un curioso dibujo.[17]

Otras exploraciones de Bonsor

Entre 1900 y 1902 Bonsor reanudó la exploración del río Genil, entre Palma del Río y Écija, y la del Guadalquivir desde el río Guadalbacar hasta Alcolea del Río. Posteriormente volvió a centrarse en Los Alcores, realizando exploraciones y excavaciones que son de significativa importancia, pues permitieron a Bonsor precisar y describir la secuencia cultural de la región y por extensión del Bajo Guadalquivir.

Cruz del Negro

Importante necrópolis, situada a un kilómetro al noreste de Carmona, en torno a la antigua vía romana que conducía a Axati (Lora del Río).

Cañada de las Cabras

Yacimiento que se encuentra entre el camino de Lora del Río y la cañada que dio nombre al yacimiento, a un kilómetro al norte de Carmona, muy próximo a la necrópolis de la Cruz del Negro.

Bencarrón y Gandul

Las excavaciones más importantes de toda esta nueva exploración de Los Alcores fueron las llevadas a cabo en este gran conjunto arqueológico.

Puede considerarse a este área que engloban varias necrópolis, todas ellas pertenecientes al hábitat situado en la Mesa de Gandul, que Bonsor siempre identificó con la ciudad romana de Lucurgentum, citada por Plinio.[18]​ Los primeros trabajos en este yacimiento los llevó a cabo en 1895, cuando excavó varios túmulos en Bencarrón Alto. Sin embargo, fue en la campaña de 1902, cuando completó la excavación de casi la totalidad de las necrópolis megalítica, tartesa y romana.

Ranilla (Carmona)

En este lugar, que se encuentra a 4 kilómetros al noreste de Carmona, Bonsor excavó una estructura que denominó túmulo, situada en el borde del Alcor, en tierras de la Marquesa de las Torres de la Presa.

El Acebuchal (Carmona)

Área en la que se encontraba una tierra negra llena de detritus domésticos, en la que halló un grupo de veintidós pequeños silos que contenían piedras quemadas, huesos de animales, láminas de silex cortantes y dentados, punzones y pequeños instrumentos de cobre, pesas de telar, placas de arquero, un ídolo de violín y fragmentos de cerámica campaniforme decorada.

Alcaudete (Carmona)

Yacimiento situado al sur de la carretera Carmona-El Viso, entre ésta y el camino que sale hacia el cortijo, en la Vega, fechado en un momento eneolítico precampaniforme.

Olivar de los Toruños, Santa Lucía (El Viso del Alcor)

En esta necrópolis realizó una nueva campaña de excavación, entre el 26 de enero y el 22 de febrero de 1908 -con el objetivo, esta vez, de excavar el mayor de los túmulos.

El Raso del Chirolí (El Viso del Alcor)

Lugar situado en lo alto de la cuesta, aproximadamente a 200 metros antes de llegar a las primeras casas del Viso, a la izquierda de la carretera de Carmona al El Viso, un grupo de siete motillas, que excavó el 1 de noviembre de 1909. De las siete supuestas motillas sólo dos de ellas cubrían tumbas de incineración.

Necrópolis romana de El Viso del Alcor

Necrópolis romana, probablemente llamada antiguamente Víseum o Viz, situada en un cerro pedregoso a un kilómetro al oeste de la Iglesia de El Viso, en un cercado pegado al límite del término con Mairena. En este campo hay una pequeña cantera romana en la cual se puede ver una tumba cortada en la roca con sus hornacinas para las urnas cinerarias, como las de Carmona.

Baelo Claudia, Bolonia (Cádiz)

En el yacimiento se conservan los elementos más representativos que constituían la esencia de una ciudad romana; ésta contaba con una cerca o muralla —de la que se conservan las puertas principales—, edificios de carácter administrativo como la curia o el archivo municipal, una plaza pública ( foro), un palacio de justicia (basílica judicial), un templo dedicado a la diosa egipcia Isis y un capitolio; una disposición similar sólo ha sido hallada en la ciudad de Sbeitla en Túnez. También pueden verse restos de las tiendas (tabernae), el mercado (macellum), las termas (termae) y el teatro.

El abastecimiento de agua de la ciudad se realizaba por medio de tres acueductos. También puede apreciarse la zona industrial con restos de las instalaciones para la fabricación del garum, calles, acueductos, restos del sistema de alcantarillado, etc. En ningún otro yacimiento romano de la Península Ibérica es posible extraer tras la visita una visión tan completa del urbanismo romano como en Baelo Claudia. En esto radica su principal interés, destacado también por el espectacular paisaje que rodea a la ciudad.

Setefilla (Lora del Río)

El yacimiento de Setefilla se encuentra enclavado en las primeras estribaciones de la Sierra Morena a 9 kilómetros al noreste de Lora del Río, en una serie de crestas rocosas que popularmente son designadas como mesas, entre las que discurre el río Guadalbacar, afluente del Guadalquivir. Aunque el yacimiento haya tomado el nombre de la mesa donde se encuentra un castillo medieval y la ermita de Nuestra Señora de Setefilla, fundada en el siglo XVII, éste lo conforman varias de estas mesas, que son conocidas con el nombre del Membrillo, Castillejo y Almendro, que poseen restos arqueológicos de distintas épocas.

Calendario litúrgico visigodo

A finales del año de 1908 en el hoy claustro de la Iglesia Prioral de Santa María, se descubrió, con motivo de ciertas obras de restauración, un calendario litúrgico visigodo. Sin tener una idea clara de lo que se trataba, en un principio Bonsor tomó una impronta del fuste epigráfico que envió al académico Fidel Fita. El académico madrileño apreció inmediatamente su alto valor, pues no en vano se trataba del calendario litúrgico más antiguo de la Península.

El Castillo de Mairena del Alcor

El 16 de noviembre de 1902 Jorge Bonsor compró el Castillo de Mairena del Alcor, que hasta 1897 perteneció a los obligacionistas de Mariano Téllez-Girón, a D. Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera. El castillo se encontraba en un estado bastante deficiente de conservación, por lo que Bonsor dedicó gran período de tiempo en su excavación y restauración.

No existen detalles sobre estos trabajos de excavación, aunque no podemos considerar estos trabajos en el castillo como una excavación propiamente dicha sino que más bien, lo realizado por Bonsor fue una labor de desescombro. Estos trabajos se centraron principalmente en el sector noreste de la fortificación, zona que era la que presentaba mejor estado de conservación y fue el lugar elegido para realizar su acondicionamiento como vivienda.

En el transcurso de las labores de desescombro se documentaron algunas cuestiones interesantes sobre este recinto fortificado. Además Bonsor levantó el plano de la planta del castillo y tomó varias fotografías del mismo durante el proceso. Así le dice a Fidel Fita, años más tarde:

"El Castillo ocupa el sitio de una antigua cantera romana, ésta, como en Carmona y en Osuna, sirvió después de necrópolis. En una parte de la cantera descubrimos hornacinas para la colocación de las urnas cinerarias. Estas hornacinas tienen la misma forma y proporciones que las de Carmona".
Castillo de Mairena de Alcor.

Asimismo comunicó al académico madrileño el hallazgo de una lápida funeraria de mármol blanco, de 0,16 por 0,10 metros, con la siguiente inscripción: DABER/VIXIT/NOS/XIES. La inscripción fue hallada durante los trabajos de desescombro de 1906 y publicada por Fita. No se conocen suficientes datos sobre el origen de este Castillo, sin embargo, en el repartimiento de estas tierras en 1253 se menciona una torre de Mayrena, que debe, corresponder a una construcción musulmana.

El señorío de Mairena fue entregado a Pedro Ponce de León en 1342. En los trabajos de desescombro del cuerpo de guardia halló una moneda de Alfonso XI, rey de Castilla, lo que le permite afirmar: "La torre más antigua, la del Norte, así como todo el resto, fue construido por el fundador Pedro Ponce de León, Señor de Marchena. He aquí la fecha del Castillo: posterior a 1343".

Al adquirir el castillo, la idea de Bonsor era formar un museo con sus colecciones arqueológicas halladas en Los Alcores, aunque posteriormente, lo convirtió en su residencia. La intervención de Bonsor se produjo principalmente en el sector noreste del recinto, consolidando las dos torres de este sector. En el espacio existente entre ambas y aprovechando un muro existente, levantó de nueva planta un cuerpo rectangular. El resto de las estructuras las mantuvo en el estado de conservación en que se las encontró. En el sector Sur del recinto fortificado levantó una tapia delimitando esta zona de la propiedad. En el patio de armas construyó un jardín en el que incorporó elementos arqueológicos.

La construcción se componía del cuerpo de nueva planta de una estructura sencilla, partiendo de un recibidor central, a un lado situó la cocina y el comedor y al otro el salón y el dormitorio. Las torres fueron dedicadas a dormitorios de servicio y de invitados. Aprovechó el cuerpo de guardia para ubicar su estudio. En la fachada se abrían una serie de ventanas de arco de medio punto y construyó una portada de diseño morisco, inspirada en la puerta del Alcázar de Carmona. Lo mismo ocurrió con la puerta de acceso principal al castillo, detalle que es un homenaje a la Puerta de Sevilla de Carmona, que causó la admiración de su padre y fue la razón de su llegada a Carmona.

El arqueólogo estableció su residencia en el Castillo desde que contrajo matrimonio con Gracia Sánchez Trigueros el 4 de marzo de 1907. Aquí mantuvo una exposición permanente de su colección de antigüedades que fue acrecentando a medida que transcurrían los años, no sólo con antigüedades, sino también con objetos de artesanía popular andaluza y pintura de los maestros españoles del Siglo de Oro.

The Hispanic Society of America

Bonsor trabó amistad con Archer Milton Huntington a finales de siglo en Itálica. En esta estancia, Huntington pudo apreciar el importante trabajo desarrollado por Bonsor en Carmona. Tras unos años, con motivo del envío de Bonsor de su artículo Los Pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas, ambos personajes volvieron a establecer contacto, iniciándose una regular relación entre ambos hasta 1903. Huntington, con la intención de promover el interés de la cultura española en Norteamérica, decidió crear una institución y fundó el 18 de mayo de 1904 The Hispanic Society of America, con sede en Nueva York. Para ello se crearon una biblioteca y museo de carácter público y gratuito, lo que conllevó a la adquisición de libros, obras de arte y antigüedades españolas, que serán la principal tarea del hispanista estadounidense durante bastantes años. Este hecho, de gran trascendencia para Bonsor al convertirse en uno de sus principales proveedores de antigüedades en España, ha sido uno de los aspectos más criticados a Bonsor dependiente de una leyenda negra. En efecto, Bonsor vendió una importante parte de los objetos procedentes de Los Alcores, además de una colección de azulejos, pintura española y otros objetos artísticos y bibliográficos. Estas ventas eran permitidas por la legislación que existía en España sobre la exportación de antigüedades.

Bonsor nunca vendió ninguna pieza que no fuera destinada al Museo de la Hispanic Society, con lo que toda su colección se encuentra ubicada en un mismo Museo. La finalidad de esta venta era compensar los enormes gastos que le ocasionaban a Bonsor el acondicionamiento del Castillo de Mairena del Alcor y su mantenimiento, además del de la Necrópolis de Carmona, teniendo en cuenta que el trabajo de Bonsor no proporcionaba ingresos sino más bien gastos, dado el carácter privado de su actuación.

Las ventas se produjeron en cinco lotes y años distintos:

  • Lote 1 (1905): Varios vasos de cerámica campaniforme de El Acebuchal y materiales de la Cruz del Negro, azulejos hispano-moriscos, dos ejecutorías de linajes de dos personajes de El Viso del Alcor, dos mosaicos procedentes de Alcolea del Río y regalan varias piezas de la Necrópolis romana de Carmona. A la Sra. Huntington le regaló un traje de seda del siglo XVIII.
  • Lote 2 (1906): Cerámica campaniforme de El Acebuchal, marfiles grabados fenicios y otros objetos de la Cruz del Negro, Bencarrón, Santa Lucía, Alcantarilla, Cañada de las Cabras y Huerta Nueva. Una serie de figuras de tamaño natural de un belén del siglo XVII, dos columnas salomónicas, un Ecce Homo del divino Morales, una colección de azulejos y una ejecutoría del siglo XVII.
  • Lote 3 (1908): Cerámica campaniforme de El Acebuchal, objetos de marfil de Cruz del Negro y El Acebuchal, brazaletes y broches de cinturón de la Cruz del Negro, cuchillos, armas de bronce y hierro de la Cruz del Negro, el carro votivo de Bencarrón y otros objetos romanos, un ánfora romana, una pequeña taza de cerámica rojiza con decoración floral de El Viso del Alcor, dos proyectiles de piedra del siglo XIV del Castillo de Mairena, un cofre de cedro americano, azulejos del siglo XVI del Convento de Santa Clara de Carmona, un cofre de hierro del siglo XVI, una urna de la Cruz el Negro decorada con círculos concéntricos, dos proyectiles de piedra del siglo XIV del Castillo de Mairena, 5 proyectiles de piedra de una balista romana de Osuna, una urna romana y un fragmento arquitectónico de mármol blanco de Carmona.
  • Lote 4 (1909): Huntíngton se interesó por adquirir cerámica popular española, por lo que Bonsor envió un lote de 50 cerámicas de este tipo de distintos puntos de Andalucía, concretamente de Almería, Andújar, Granada y Triana.
  • Lote 5 (1910): Gran parte de los ajuares de la necrópolis romana de la Cañada Honda.

Cada lote iba acompañado de una serie de dibujos y notas descriptivas sobre todos los materiales, especialmente los arqueológicos. Huntington publicó las obras más significativas de Bonsor con tal esmero, que este acto fue contraproducente para los intereses de Bonsor, que desesperadamente veía como se retrasaban año tras año su publicación.

Hijo adoptivo de Carmona. Cesión de la necrópolis de Carmona al estado

Rótulo de la Avenida dedicada a Jorge Bonsor en Carmona.

Cada vez era más necesario premiar el reconocimiento a la obra y actividad de Bonsor en la arqueología, no sólo por su contribución a la arqueología, por lo que fue nombrado Socio Numerario de la recién creada Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, sino en general por sus estudios sobre el arte, la historia y en general de la cultura de España, particularmente de Andalucía. Así lo quisieron las autoridades de Carmona, capital de Los Alcores sevillanos, que le rindió particular reconocimiento nombrándole hijo adoptivo de su ciudad el día 13 de septiembre de 1927. El 1 de agosto de ese mismo año Bonsor contrajo de nuevo matrimonio, esta vez en Huelva, con Dolores Simó Ruíz, hija de un antiguo amigo suyo.

Bonsor, ya afectado por serios problemas de salud, consideró que había llegado el momento para llevar a cabo la idea que junto a su socio concibieran años atrás, la de ceder la Necrópolis romana de Carmona, el museo y las colecciones que allí se conservaban, al Estado Español. Como vocal de la Comisión de Monumentos de Sevilla, propuso a ésta que lo declarara Monumento del Tesoro Artístico Nacional, a lo que ésta accedió y lo solicitó a principios del año 1930 al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.

Juan Fernández López legó la parte correspondiente de los yacimientos a Bonsor, con la idea de que éste lo cediese al Estado tras su fallecimiento, deseo que plasmó Bonsor en su testamento, escriturado en Carmona el 24 de agosto de 1925.

Los trámites se realizan con celeridad, pues el entonces Director General de Bellas Artes, Manuel Gómez Moreno, conocía bien a Bonsor, su obra y su extensa contribución a la arqueología española.

Tumba donde yacen los restos del arqueólogo.

Así el 2 de julio de 1930 es declarado por Real orden Monumento del Tesoro Artístico Nacional la Necrópolis Romana de Carmona. El 28 de julio de ese mismo año es cedido el yacimiento al Estado Español, según consta en escritura pública firmada en el Castillo de Mairena del Alcor ante el notario Ignacio Giménez Gil y Diego Angulo, catedrático de la Universidad de Sevilla, y representante legal de la Dirección General de Bellas Artes, interviniendo como testigos el Alcalde de Mairena, José Jiménez Florindo y José Muñoz San Román, escritor y periodista sevillano. Autoridades, investigadores y amigos que Bonsor reconocieron su amable donación y contribución al enriquecimiento del Patrimonio histórico-artístico español.

George Bonsor Saint Martin falleció el 15 de agosto de 1930 a las 5 de la tarde, de una enfermedad que fue diagnosticada como ciática, en el Castillo de Mairena del Alcor, instalándose la capilla ardiente en su estudio, para al día siguiente, ser enterrado en el cementerio de Mairena del Alcor, donde yacen sus restos. Un día antes de su fallecimiento le comunicaron su nombramiento como Caballero Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso XII, la mayor distinción española.

Concluyó así la vida de un pionero indiscutible de la arqueología española, además de hispanista y apasionado amante de la cultura española, de sus gentes y de su geografía.

Publicaciones

  • Los Dioses de los Alcores.
  • From Tarshish to the Isles of tin.
  • Le veritable origine de Carmona et les découvertes archéologiques des Alcores.
  • Carmona y los Castillos de Los Alcores.
  • The Archeological expedition along the Guadalquivir.
  • Sketch book of the Roman Necropolis at Carmona.

Nombramientos

  • Académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1885).
  • Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia (1885).
  • Socio del Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla (1887).
  • Miembro correspondiente de la Société des Sciences, Arts et Belles- Lettres du Tarn (1888)
  • Socio correspondiente de la Sociedad Artístico-Arqueológica de Excursiones de Cádiz (1893).
  • Miembro correspondiente de la Société de Correspondance Hispanique de Bordeaux (1898).
  • Secretario adjunto del Congrès international d'Anthropologie et d'archéologie préhistorique (1900).
  • Socio correspondiente de la Sociedad Artístico-Arqueológica Barcelonesa (1900).
  • Socio de la Société d'Archeologie de Bruxelles (1900).
  • Miembro de The Hispanic Society of America (1905).
  • Miembro del Instituto Etnográfico de París (1911).
  • Vocal de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos de Sevilla (1916).
  • Miembro correspondiente del Institut International des Hautes Études et des Beaux-Arts (1919).
  • Miembro de The National Geographic Society de Washington (1922).
  • Socio del Institutum Archeologicum Imperü Germanícum.
  • Socium ab Epístulis (1924).
  • Socio Numerario de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (1927).

Notas

  1. Juan de Dios de la Rada y Delgado nació en Almería el 13 de agosto de 1827 y falleció en Madrid el 3 de agosto de 1901. Rada fue doctor en jurisprudencia y perteneció al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, fue vocal de la unta Superior del Cuerpo, jefe Superior del mismo, Catedrático de Arqueología, Numismática y Epigrafía, de la Escuela Superior de Diplomática, Catedrático de Disciplina Eclesiástica de la Universidad Central, y se jubiló en el año de 1900
  2. Un cuaderno de notas de estudiante, que se conserva entre su documentación personal, está fechado en Wakefield (Inglaterra), el 10 de septiembre de 1872.
  3. Carta de Bonsor a Reginald A. Smith, 25-6-1922. MAIER, 1998:275, vol. II.
  4. Este documento es una pequeña libreta manuscrita en francés.
  5. Tradición ya perdida en esta ciudad: el alcalde regalaba un toro a los habitantes de Carmona. Estos le ataban a los cuernos una cuerda muy larga, de cerca de sesenta metros y su extremo se sujetaba a alguna parte; después los aficionados se ponían a hacer sus primeros ensayos de tauromaquia.
  6. Juan Fernández López, nació en Carmona el 23 de junio de 1850, de la unión de Nicolás Fernández del Pino y María de Gracia López Blanco. Quedó huérfano de madre a los cinco años y de padre a los diez. Cursó sus estudios en el colegio de San José de Carmona y en el Instituto provincial de Sevilla, licenciándose en farmacia por la Universidad de Granada. Comenzó a ejercer su profesión en la ciudad de Los Alcores en 1871.
  7. Antonio Calvo Cassini era el único Académico correspondiente en Carmona en estos momentos.
  8. En el Museo Arqueológico de Sevilla se conservan tres cuadernos manuscritos, tamaño folio. Dos de ellos contienen información sobre la Sociedad Arqueológica de Carmona
  9. Tanto Bonsor como Fernández López fueron propuestos Académicos correspondientes por Juan de Dios de la Rada y Delgado, Antonio M." Fabié y Fidel Fita y Colomer, el 5 de junio de 1885.
  10. El descubrimiento fue comunicado a la Real Academia de la Historia en un extenso informe del entonces aún correspondiente Adolfo Fernández Casanova, fechado el 25 de febrero de 1906.
  11. Juan Fernández López siempre opinó que se trataba de un templo fenicio, reutilizado.
  12. Pasillo semicircular que divide la cávea longitudinalmente en diversos sectores, limitado por un parapeto o balteus. A él se abren los vomitorios y del mismo parten las escaleras radiales de acceso a las gradas.
  13. Cada una de las órdenes de gradas en los circos romanos.
  14. Es decir, de los que se tenía noticia eran conocidos visualmente ya que sus restos nunca estuvieron del todo sepultados y no fueron fruto de una acción arqueológica premeditada. Es aquí donde radica la importancia de su descubrimiento.
  15. Arthur Engel que, casualmente ha pasado a ser más conocido por sus trabajos en el campo de la numismática que por su contribución a la protohistoria ibérica, vino a España comisionado por el Ministerio de Instrucción Pública francés en 1889, aunque se sabe que su presencia en nuestro país, y más concretamente en Carmona, data de 1886, ya que figura entre los asistentes al segundo acto de presentación de la Necrópolis de Carmona.
  16. Datos tomados de The New Encyclopedia Britannica, vol. 10, Chicàgá, 1996, pag. 553
  17. Tipo de calzado de protección para caballos y mulas, consistente en una bota de cuero con placas de hierro en su base fijadas con correas o cuerdas.
  18. Bonsor identificó la ciudad del Gandul con el oppidum Lucurgentum lulii Genius, citado por Plinio en su Historia Natural (111, 11), por una inscripción funeraria, que conservaba un clérigo en Alcalá de Guadaira, de un individuo llamado M. Iunius Brutus, donde se cita LUCURGENT

Bibliografía

  • MAIER ALLENDE, Jorge. 1999. Jorge Bonsor (1855-1930). Un Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia y la Arqueología Española. Publicación del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, Imprenta Taravilla, Madrid. ISBN 97-88-48951-23-06
  • MAIER ALLENDE, Jorge. 1999. Epistolario de Jorge Bonsor (1886-1930). Comisión de Antigüedades, Real Academia de la Historia, Taravilla, Madrid. ISBN 84-89512-57-4 pdf

Véase también