Diferencia entre revisiones de «Augusto»

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El biógrafo [[Suetonio]] describe la semblanza de Augusto de la siguiente forma:
El biógrafo [[Suetonio]] describe la semblanza de Augusto de la siguiente forma:


{{cita|«Poseía una rara belleza (...) Tenía unos ojos vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena y blanca, corta estatura (...)»|Suetonio<ref>Suetonio, ''Vida de Octavio Augusto'' LXXIX.</ref>}}4
{{cita|«Poseía una rara belleza (...) Tenía unos ojos vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena y blanca, corta estatura (...)»|Suetonio<ref>Suetonio, ''Vida de Octavio Augusto'' LXXIX.</ref>}}


== Construcciones por o en honor a Augusto ==
== Construcciones por o en honor a Augusto ==

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César Augusto
Emperador del Imperio Romano

Reinado
16 de enero de 27 a. C.-19 de agosto de 14 d. C.
Predecesor Nueva creación (como Emperador romano)
Sucesor Tiberio
Información personal
Nombre completo Cayo Octavio Turino (desde su nacimiento hasta su adopción por Julio César en 44 a. C.);
Cayo Julio César (desde 44 a 27 a. C.);
Cayo Julio César Augusto (desde 27 a. C. hasta su muerte)
Nacimiento 23 de septiembre de 63 a. C.
Roma, República Romana
Fallecimiento 19 de agosto de 14 d. C.
Nola, Imperio Romano
Sepultura Mausoleo de Augusto
Familia
Dinastía Julio-Claudia
Padre Cayo Octavio Turino; adoptado por Julio César
Madre Atia Balba Cesonia
Consorte Clodia Pulcra (? – 40 a. C.)
Escribonia (40 a. C. 38 a. C.)
Livia Drusila (38 a. C. - 14 d. C.)
Hijos Julia la Mayor;
Cayo César (adoptivo);
Lucio Julio César (adoptivo);
Tiberio (adoptivo)
Los siguientes artículos cubren la historia de la Antigua Roma y la caída de la República:

República Romana, Marco Antonio, Cleopatra VII, Cneo Pompeyo Magno,

Teatro de Pompeyo, Marco Tulio Cicerón, Primer Triunvirato

Cayo Julio César Augusto (Gaivs Ivlivs Caesar Augustus, 23 de septiembre de 63 a. C.19 de agosto de 14 d. C.) fue el primer y quizá más importante emperador del Imperio Romano, el cual gobernó desde 27 a. C. hasta su muerte en 14 d. C.[Nota 1]

Nacido bajo el nombre de Cayo Octavio Turino, fue adoptado por su tío abuelo Julio César en su testamento, en el año 44 a. C. Desde ese instante hasta 27 a. C. pasó a llamarse Cayo Julio César Octaviano. En 27 a. C. el Senado lo condecoró con la denominación honorífica «Augusto», y por consiguiente se convirtió en Cayo Julio César Augusto.[Nota 2]​ A causa de los varios nombres que ostentó, es común llamarlo «Octavio» al referirse a los sucesos acontecidos entre 63 y 44 a. C., «Octaviano» de 44 hasta 27 a. C. y «Augusto» después de 27 a. C. En fuentes griegas, Augusto es conocido como Όκταβίος («Octavio»), Καισαρ («César») o Αύγούστος («Augusto»), dependiendo del contexto.

El joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César tras el asesinato de éste en 44 a. C. Un año después, en 43 a. C., conformó junto a Marco Antonio y Lépido una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato. Como triunviro, Octaviano gobernó Roma y a la mayor parte de sus provincias[Nota 3]​ como un autócrata, haciéndose con el poder consular tras las muertes de los cónsules Aulo Hircio y Pansa y haciéndose reelegir a sí mismo todos los años. Tiempo después, el triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse, mientras que Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la Batalla Naval de Actium frente a la flota de Octaviano, dirigida por Agripa en 31 a. C.

Con la desaparición del Segundo Triunvirato, Octaviano restauró la fachada exterior de la República Romana, con lo que el poder gubernamental pasó a establecerse en el Senado, aunque en la práctica él retendría su poder autocrático. Tuvieron que pasar varios años para que se llegara a determinar la estructura exacta por la cual una entidad republicana podría ser dirigida por un único gobernante; el resultado pasó a conocerse como el Imperio Romano. El título imperial nunca llegó a considerarse como un cargo similar a lo que había significado la dictadura romana de la República, y que César y Sila habían ostentado con anterioridad; en realidad, Augusto rechazó formalmente dicho cargo después de que la sociedad romana «le rogara que asumiera la dictadura».[1]​ Por ley, Augusto contaba con toda una colección de poderes perpetuos conferidos por el Senado, incluyendo aquellos relativos al tribuno de la plebe y el censor. Ocupó el consulado hasta 23 a. C.[2]​ Por otro lado, su poder real fue creciendo gracias a su poder económico y a los recursos obtenidos de sus conquistas, creando relaciones de clientela a lo largo del Imperio Romano, y ganándose la lealtad de muchos soldados y veteranos militares, la autoridad de los muchos honores concedidos por el Senado,[3]​ y el respeto de la gente. El control de Augusto sobre la mayoría de las legiones de Roma existentes supuso una amenaza armada que podía ser usada contra el Senado, permitiéndole de esta forma coaccionar las decisiones del mismo. Con esta habilidad para eliminar la oposición senatorial mediante el uso de armas, el Senado pasó a adoptar un perfil dócil hacia su estatus soberano. Su reinado por medio del clientelismo, el poder militar y la acumulación de los cargos propios de la extinta República, se convirtió en el modelo a seguir para los posteriores gobernantes.

El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz romana o Pax Augusta (en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, y con la excepción de una guerra civil de sucesión imperial que duró un año, la sociedad del Mediterráneo gozó de un ambiente pacífico durante más de dos siglos. De igual forma, Augusto expandió el Imperio Romano, asegurando en el proceso sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además, celebró un acuerdo de paz con Partia por la vía diplomática, reformó el sistema tributario romano, desarrolló redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo de marina), y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma. Resulta destacable añadir que gran parte de la ciudad se reconstruyó bajo su reinado. Sus logros son relatados en un documento conocido como «Los escritos de Divino Augusto», que ha llegado hasta nuestros días. Tras su muerte en 14 d. C., el Senado lo divinizó, siendo posteriormente adorado por el pueblo romano.[4]​ Sus nombres «César» y «Augusto» serían adoptados por todos los emperadores posteriores, y el mes de Sextilis sería renombrado «Agosto» en su honor. Fue sucedido por su hijastro, Tiberio.

Primeros años

Octavio nació en una pequeña propiedad en 63 a. C. en el monte Palatino, ubicado en Roma.

A pesar de que su familia paterna, perteneciente al orden ecuestre, provenía de la ciudad de Veletri, situada aproximadamente a unos 40 kilómetros de Roma, Augusto nació en la ciudad de Roma el 23 de septiembre de 63 a. C., más específicamente en Ox Heads, una pequeña propiedad ubicada en el monte Palatino, muy cerca del Foro Romano. Un astrólogo le mandó una advertencia a su padre, pero éste prefirió ignorarla (en lugar de dejar al niño al aire libre para ser devorado por los perros). Al nacer recibió el nombre Cayo Octavio Turino, siendo el cognomen «Turino» una probable referencia a la victoria de su padre en Turios sobre una rebelión de esclavos.[5][6]​ Debido a la superpoblación de Roma en esa época, Octavio fue llevado al pueblo natal de su padre, en Veletri, para ser criado ahí. En sus memorias, el futuro emperador sólo hace una breve referencia a su familia natural del orden ecuestre: su bisabuelo paterno se había desempeñado como un tribuno militar en Sicilia, bajo el mando de Lucio Emilio Papo, durante la Segunda Guerra Púnica, mientras que su abuelo sirvió en varios puestos políticos regionales. Su padre, llamado también Cayo Octavio, fue pretor y gobernador de Macedonia,[Nota 4][7]​ y su madre, Atia Balba Cesonia, era la sobrina de Julio César.

Quedó huérfano de padre en 59 a. C., cuando tenía cuatro años de edad.[8]​ Su madre contraería nuevas nupcias con un ex gobernador de Siria, Lucio Marcio Filipo,[9]​ quien afirmaba ser descendiente de Alejandro Magno y que fue elegido cónsul en 56 a. C. Contrario a lo que pudiera pensarse, Filipo nunca mostró mucho interés en el joven Octavio; debido a lo anterior, Octavio fue criado por su abuela materna Julia César la Menor.

En 52 o 51 a. C., Julia César la Menor falleció y Octavio fue el encargado de pronunciar el discurso fúnebre de su abuela.[10]​ A partir de ese momento su madre y su padrastro asumieron un rol más activo en su educación. Se sabe que Filipo lo educó con una disciplina férrea en los años venideros.[6][11]​ Cuatro años después, el joven fue investido con la toga viril,[12]​ un año antes que la edad establecida para los demás jóvenes romanos, aspecto que demuestra su madurez prematura.[11]​ De igual manera, un par de hechos que evidenciaron su disponibilidad para asumir cargos y obligaciones a temprana edad eran que, en 47 a. C., resultó electo al Colegio de Pontífices[13][14][11]​ y al año siguiente fue puesto a cargo de los juegos griegos que se realizaron en honor al Templo de Venus Genetrix, construido por Julio César.[14]​ De acuerdo a Nicolás de Damasco, Octavio deseaba unirse a las tropas de César para su campaña en África, pero desestimó lo anterior una vez que su madre se opusiera.[15]​ En 46 a. C., Atia le dio permiso de unirse a César en Hispania, pero Octavio cayó enfermo y no pudo viajar.

Una vez recuperado, navegó hacia el frente pero naufragó; tras llegar a la costa con algunos de sus compañeros, cruzó territorio hostil antes de llegar al campamento de César, algo que impresionó de manera considerable a su tío abuelo.[12]​ El historiador Marco Veleyo Patérculo reportó que, después de eso, César permitió que el joven compartiera su carroza.[16]​ Al regresar a Roma, César depositó discretamente un nuevo testamento con las vestales, nombrando a Octavio como el principal beneficiario.[17]

Ascenso al poder

El testamento de César

Julio César fue asesinado en 44 a. C.durante los idus de marzo. Morte di Giulio Cesare (1798), pintura de Vincenzo Camuccini.

Para cuando Julio César fue asesinado en los idus de marzo (específicamente, el 15 de marzo) de 44 a. C., Octavio se hallaba estudiando y formando parte de un entrenamiento militar en Apolonia, Iliria (en lo que, hoy en día, se conoce como Sozopol). Tras objetar el consejo de algunos oficiales del ejército de que tomara refugio con las tropas en Macedonia, el joven navegó a Italia para averiguar si tenía algunas potenciales fortunas políticas o, siquiera, posibilidades de afianzar su seguridad.[18]​ Al llegar a Lupiae, cerca de Brindisi, se enteró del contenido del testamento de César, y sólo después de ello fue que decidió convertirse en el herededo político de su tío abuelo, así como beneficiario de las dos terceras partes de su patrimonio.[14][18][19]​ Por otro lado, al no tener ningún hijo legítimo,[20]​ César adoptó a Octavio como su hijo y principal heredero.[21]​ Tras la adopción, Octavio asumió el nombre de su tío abuelo, Cayo Julio César. Aunque los romanos que eran adoptados en una nueva familia usualmente retenían sus nombres originales (por ejemplo, «Octaviano» para todo aquel que había sido un «Octavio», «Emiliano» para un «Emilio», etc.), no hay evidencia alguna de que él usara en algún momento el nombre Octaviano, lo cual pudo haber vuelto muy lógico el dato de sus orígenes modestos.[22][23][24]​ Sin embargo, a pesar de que nunca usara de manera oficial el nombre Octaviano, para evitar confundir al dictador con su heredero, los historiadores suelen referise al nuevo César —entre su adopción y asunción, en 27 a. C., de nombre Augusto— como Octaviano.[25]​ En algún momento, Marco Antonio dijo que Octaviano había sido adoptado por César a través de favores sexuales, aunque Suetonio mencionó, en su obra Las vidas de los doce césares, que la acusación de Antonio consistía verdaderamente en una calumnia política.[26]

Debido a su propósito de realizar una entrada exitosa en los peldaños de la jerarquía política romana, Octaviano no podía confiar en sus fondos limitados.[27]​ Tras una cálida recepción por los soldados de César en Brindisi,[28]​ Octaviano demandó una porción de los fondos que habían sido repartidos por César para la tentativa guerra contra Partia en el Medio Oriente.[27]​ El dinero acumulado equivalía a 700 millones de sestercios, monto que se hallaba almacenado en Brindisi, la zona de estacionamiento en Italia para las operaciones militares en territorio oriental.[29]​ Una posterior investigación senatorial en torno a la desaparición de los fondos públicos rechazó tomar acciones legales contra Octaviano, puesto que él había usado, de forma subsecuente, todo aquel dinero acumulado para aumentar sus tropas contra el archienemigo del senado, Marco Antonio.[28]​ Octaviano llevó a cabo otra acción audaz en 44 a. C. cuando, sin poseer permiso oficial, se apropió del tributo anual que había sido enviado de la provincia del oriente próximo de Roma a Italia.[23][30]​ Con el paso del tiempo, Octaviano empezó a reforzar sus tropas con los legionarios veteranos de César y los cuerpos militares diseñados para la guerra contra los partos, obteniendo un mayor apoyo al enfatizar su estatus como herededo de César.[18][31]​ En su marcha a Roma a través de Italia, la presencia de Octaviano y sus nuevos fondos adquiridos atrajeron a muchos ex veteranos de César en Campania.[23]​ Para junio, había reunido un ejército de 3.000 veteranos leales, cada uno con un salario de 500 denarios.[32][33][34]

Al llegar a Roma, el 6 de mayo de 44 a. C.,[23]​ Octaviano encontró al cónsul Marco Antonio, ex colega de César, en una frágil tregua con los asesinos del dictador; a éstos se les había concedido una amnistía general el 17 de marzo, aunque Antonio había logrado expulsar a la mayoría de ellos de Roma.[23]​ Esto último se debía al elogio «enardecedor» que dio en el funeral de César, dirigiendo la opinión pública en contra de los asesinos.[23]​ Aunque Antonio estaba acumulando apoyo político, Octaviano todavía tenía la oportunidad de rivalizar con él para ser el dirigente de la facción que apoyaba a César. Además, Antonio había perdido el apoyo de muchos romanos y partidarios de César cuando se opuso, en primera instancia, a la moción hecha para elevar a César a un estatus divino.[35]​ Octaviano no tuvo éxito al intentar persuadir a Antonio de que renunciara al dinero de César para que se lo entregara a él sin embargo Octaviano obtuvo, durante el verano, el apoyo de los simpatizantes de César, quienes veían al joven heredero como el mal menor y esperaban ya fuera manipularlo, o servirse de él en sus esfuerzos para deshacerse de Antonio.[36]​ En septiembre, el orador optimate Marco Tulio Cicerón comenzó a atacar a Antonio en una serie de discursos en los que denunciaba que este último representaba la mayor amenaza para el orden del Senado.[37][38]​ Con la opinión de los romanos cada vez más en su contra y sabiendo que su año de poder consular llegaba pronto a su fin, Antonio intentó aprobar una serie de leyes que le otorgarían finalmente el control sobre Galia Cisalpina, territorio de Décimo Junio Bruto Albino, uno de los asesinos de César.[39][40]​ Mientras tanto, Octaviano reclutó un ejército privado en Italia al enrolar a los veteranos de César, y el 28 de noviembre obtuvo la lealtad de dos de las legiones de Antonio gracias a su oferta de recompensas de carácter económico.[41][42][43]​ A la vista de la fuerza militar de Octaviano, Antonio percibió el peligro que suponía para él permanecer en Roma y, para el alivio del Senado, partió hacia la Galia Cisalpina, que le debía ser entregada para su gobierno a partir del 1 de enero.[43]

Primer conflicto con Antonio

Busto de Marco Antonio, leal amigo de Julio César y notable personalidad militar en Roma.

Después de que Décimo Bruto rehusara a entregar la Galia Cisalpina a Antonio, Antonio lo sitió en Mutina (actual Módena).[44]​ Las resoluciones dictadas por el Senado para detener la violencia fueron ignoradas por Antonio, a sabiendas de que el Senado carecía de un ejército propio con el que desafiarlo; esto le dio una oportunidad a Octaviano, que se sabía que poseía fuerzas armadas.[42]​ Durante esta época fue que Antonio acusó a Octaviano de conspirar contra él, y de haber intentado asesinarlo.[11]​ Sin embargo, el joven no estaba completamente desamparado para afrontar las acusaciones, ya que tenía de su lado a varios personajes importantes que estaban dispuestos a ayudarlo. Entre ellos se encontraba Cicerón, quien tenía un profundo odio hacia Antonio;.[11]​ éste defendió a Octaviano contra las burlas de Antonio sobre la ausencia de noble linaje en el joven; él dijo: «no tenemos un ejemplo más brillante de devoción tradicional entre nuestros jóvenes».[45]​ Esto fue en parte una refutación a la opinión hecha por Antonio a Octaviano, pues Cicerón citó a Antonio cuando le dijo a áquel: «Tú, muchacho, le debes todo a tu nombre».[46][47]​ En base a esta difícil alianza orquestada por el senador anticesariano Cicerón, el Senado nombró a Octaviano senador el 1 de enero de 43 a. C., otorgándole también el poder de votar junto a los cónsules.[42][43]​ Aun cuando el Senado le brindó su apoyo, su verdadero objetivo era debilitar las facciones partidarias de César y ayudar a Bruto, quien se hallaba asediado por Antonio.[11]​ Así, Octaviano recibió el imperium propretoriano, lo cual hizo que su situación al mando de un ejército fuera legal —a diferencia del poder ejercido por Antonio—,[11]​ y así poder ir a socorrer el asedio, junto con los cónsules Hircio y Pansa.[42][48]​ En abril de 43 a. C., las fuerzas de Antonio fueron vencidas en las batallas de Forum Gallorum y Mutina, forzando a Antonio a retirarse de Galia Narbonense. No obstante, el par de cónsules murieron durante los enfrentamientos, lo cual dejó a Octaviano como el único comandante en jefe de sus ejércitos.[49][50]

El senado, después de entregar un mayor número de condecoraciones a Décimo Bruto que a Octaviano por haber derrotado a Antonio, intentó darle el dominio de las legiones consulares a Décimo Bruto, pero Octaviano decidió no cooperar.[51]​ Por el contrario, Octaviano permaneció en la llanura padana y rehusó ayudar en las futuras ofensivas en contra de Antonio.[52]​ En julio, una embajada de centuriones enviada por Octaviano llegó a Roma para exigir que se entregara a Octaviano el consulado que había quedado vacante tras las muertes de Hircio y de Pansa.[53]​ Asimismo, exigió que, por un lado, el decreto que declaraba a Antonio como enemigo público fuera anulado[52]​ y, por el otro, que se disolviera la amnistía dada a los conspiradores responsables de la muerte de César.[11]​ Cuando recibió la negativa del senado, Octaviano marchó sobre la ciudad de Roma al mando de ocho legiones.[52]​ No se encontró con ninguna oposición militar en Roma, y el 19 de agosto de 43 a. C. fue elegido cónsul junto a su familiar Quinto Pedio como colega consular.[54][55]​ Mientras tanto, Antonio formaba una alianza con Lépido, otro líder cesariano.[56]

Segundo triunvirato

Proscripciones

Áureos mostrando los retratos de Marco Antonio (izquierda) y Octaviano (derecha), emitidos en 41 a. C. para celebrar la institución del Segundo Triunvirato por Octaviano, Antonio y Lépido en 43 a. C. Ambos lados poseen la inscripción «III VIR R P C», que significa «Tres hombres con autoridad consular en la organización del Estado».[57]

A pesar de su derrota en Módena, Antonio aún contaba con un considerable apoyo entre las tropas romanas, llegando a reagrupar sus fuerzas en la Galia, donde llegó a reunir hasta 17 legiones. No obstante, tanto Lépido como Octaviano sabían que, de seguir enfrentándose entre ellos, los partidarios cesarianos se reducirían de manera significativa, lo cual daría ventaja a los asesinos de César ya que no se verían en la necesidad de usar sus fuerzas. Por ello, Lépido planteó la necesidad de una alianza entre ellos;[11]​ en un encuentro realizado cerca de Bolonia en octubre de 43 a. C., Octaviano, Antonio y Lépido formaron una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato,[58]​ cuyo objetivo primordial era el restablecimiento de la autoridad estatal.[6]​ El acuerdo entre los triunviros cristalizaría en una ley aprobada por la Asamblea Popular, en virtud de la cual los triunviros obtenían poderes especiales por una duración de cinco años. Este carácter oficial distingue el Segundo Triunvirato del Primer Triunvirato integrado por Cneo Pompeyo Magno, Julio César y Marco Licinio Craso, que no pasó de ser un mero acuerdo político privado entre las partes, a través del cual controlaban las elecciones y decisiones de las distintas instituciones de la República.[58][59]

A continuación, los triunviros pusieron en marcha una serie de proscripciones en las que supuestamente se puso fuera de la ley a 300 senadores y 2.000 equites , siendo privados de sus propiedades e inclusive, para aquellos que no lograran escapar, de sus vidas.[60]​ La cifra de 300 senadores proviene de la esitmación de Apiano, si bien Tito Livio, autor anterior a él, afirmó que solamente habían sido perseguidos 130.[61]​ Este decreto publicado por el triunvirato se debió en parte a una necesidad de obtener dinero para pagar los salarios de las tropas que habrían de participar en el inminente enfrentamiento contra los asesinos de César, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino.[62]​ Se ofrecieron recompensas a cambio de la detención de los proscritos —25.000 dracmas a los soldados que mataran a un proscrito y llevaran su cabeza a Roma, y la manumisión a los esclavos que asesinaran a sus amos proscritos—[6][11]​ para incentivar que los ciudadanos les persiguieran, mientras que los activos y propiedades de los detenidos eran requisadas y quedaban en poder de los triunviros.[60]

Los historiadores romanos contemporáneos se contradicen entre ellos en relación a cuál de los triunviros fue más responsable por las proscripciones y los asesinatos. Sin embargo, las fuentes coinciden en el hecho de que la promulgación de las proscripciones fue un acuerdo hecho conjuntamente por las tres facciones con el propósito de eliminar a los enemigos políticos.[63]Marco Veleyo Patérculo afirmó que Octaviano había tratado de evitar las proscripciones de cargos públicos, y acusa a Lépido y a Antonio de ser los culpables de haberlas puesto en marcha.[64]Dion Casio también defendió a Octaviano al mencionar que éste trató de descartar a la mayor cantidad posible de las listas de proscritos, mientras que Antonio y Lépido, al estar involucrados en la política un mayor tiempo que él, tenían más enemigos que liquidar.[64]​ Esta afirmación es rechazada por Apiano, que mantuvo que Octaviano compartía un interés equiparable al de Antonio y Lépido en erradicar a sus adversarios políticos.[65]​ Suetonio, por su parte, relata los hechos diciendo que Octaviano, aunque se había mostrado al principio reacio a las proscripciones, finalmente persiguió a sus rivales con incluso más rigor que los otros triunviros.[63][66]Plutarco describió este acontecimiento como despiadado, calificándolo como un intercambio encarnizado de amigos y familiares entre Antonio, Lépido y Octaviano. Por ejemplo, Octaviano permitió la proscripción de su aliado Cicerón, mientras que Antonio admitió la de su tío materno Lucio Julio César y Lépido la de su hermano Lucio Emilio Lépido Paulo.[64]​ Algunas fuentes conciben que el hecho de proscribir amigos y familiares era para apropiarse de sus propiedades y amasar una fortuna mayor con el fin de asegurar su hegemonía en Roma.[11]

Batalla de Filipos y división territorial

Mapa donde se ilustran los movimientos de los distintos ejércitos involucrados en la Batalla de Filipos, en 42 a. C.

El 1 de enero de 42 a. C. el Senado reconoció de manera póstuma a Julio César como una divinidad del estado romano: Divus Iulius. Para apoyar su causa, Octaviano hizo hincapié en el hecho de que en consecuencia él, como hijo adoptivo de César, era ahora Divi filius («Hijo de Dios»).[67]​ Tras esto, Antonio y Octaviano enviaron por mar a 28 legiones para enfrentarse a los ejércitos de Bruto y Casio, que habían instalado su base de poder en Grecia.[68]​ Tras dos enfrentamientos en Filipos, Macedonia, en octubre de ese mismo año, el ejército cesariano logró la victoria y tanto Bruto como Casio se suicidaron. De acuerdo a Suetonio, Octaviano «no mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de César, aumentado así con sangrientos ultrajes los castigos que impuso a los prisioneros más ilustres».[69]​ Por otra parte, Marco Antonio usaría luego los ejemplos de dichas batallas para menospreciar a Octaviano, puesto que las dos contiendas habían sido ganadas de forma decisiva con el uso de las tropas de Antonio.[70]​ Además de exigir el reconocimiento por las victorias, Antonio calificó a Octaviano como un cobarde por haberle entregado el control militar directo de sus legiones a Marco Vipsanio Agripa.[70]

En cualquier caso, tras la batalla de Filipos los triunviros llegaron a un nuevo acuerdo territorial para el reparto de poder: mientras que Antonio dejaba la Galia, las provincias de Hispania e Italia en manos de Octaviano, recibía el control de la parte oriental del imperio. Antonio viajó a Egipto, en dónde se alió con la reina Cleopatra VII, la ex amante de Julio César y madre del hijo natural de César, Cesarión. Sintiéndose frustrado por la decisión tomada por Antonio, quien le había cedido Hispania a Octaviano, Lépido se quedó solamente con la provincia de África.[71]​ Octaviano tuvo que decidir en qué lugares de Italia habría de asentar a las decenas de miles de veteranos de la campaña de Macedonia, algo que los triunviros se comprometieron a cumplir desde un inicio. Además, las decenas de miles que habían peleado del lado republicano con Bruto y Casio, que fácilmente podrían aliarse con un oponente político de Octaviano en caso de que no se les contentase, requerían igualmente un lugar para establecerse.[71]​ Ya no había más terreno público controlado por el gobierno para destinarlo como asentamiento para sus soldados, por lo que Octaviano debía elegir una entre dos opciones: enfrentarse a muchos ciudadanos romanos mediante la confiscación de sus tierras o enfrentarse a muchos soldados romanos, que a su vez podrían provocar una gran oposición en su contra en el corazón de Roma. Finalmente, Octaviano eligió la primera opción.[72]​ En total, hubo hasta 18 ciudades romanas afectadas por los nuevos asentamientos, inclusive poblaciones enteras que fueron expulsadas o, al menos, desalojadas parcialmente de sus tierras.[73]

Rebelión y alianzas matrimoniales

La insatisfacción generalizada con Octavio por los asentamientos de sus soldados incitó a muchos a que se concentraran de lado de Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, que contaba con el apoyo de una mayoría considerable en el Senado.[73]​ Mientras tanto, Octaviano pidió el divorcio de Clodia Pulcra, hija de Fulvia, y su primer esposo Publio Clodio Pulcro, reclamando que su matrimonio con Clodia nunca se había llegado a consumar; como resultado, decidió devolverla con su madre, la esposa de Antonio. Fulvia, insultada, decidió responder: junto con Lucio Antonio, formó un ejército en Italia para aliarse a las fuerzas de Antonio en contra de Octaviano. Sin embargo, la apuesta política de Lucio y Fulvia al oponerse a Octaviano era muy arriesgada, ya que el ejército romano todavía dependía de los triunviros para obtener sus salarios.[73]​ Lucio y sus aliados terminaron siendo sitiados en Perusia (actual Perugia), en donde Octaviano los obligó a rendirse a principios de 40 a. C.[73]​ Lucio y su ejército fueron perdonados gracias a su parentesco con Antonio, cuya influencia era predominante en Oriente, mientras que Fulvia fue exiliada a Sición.[74]​ Sin embargo, Octaviano se mostró despiadado con los aliados políticos de Lucio; el 15 de marzo, aniversario del asesinato de Julio César, mandó ejecutar a 300 senadores romanos y equites acusados de haberse aliado con Lucio.[75]​ Asimismo, Perugia fue saqueada e incendiada como advertencia a los demás.[74]​ Este evento sangriento manchó de alguna forma el legado de Octaviano, llegando a ser criticado por muchos, entre ellos el poeta augusto Propercio.[75]

Escribonia fue la segunda esposa de Octavio y madre de su única hija natural, Julia la Mayor.[75]

Por otro lado Sexto Pompeyo, hijo del ex triunviro Cneo Pompeyo Magno, se había convertido en un general renegado desde la victoria de César sobre su padre y sobre el bando republicano. Finalmente se había establecido en Sicilia y Cerdeña como parte de un acuerdo alcanzado con el Segundo Triunvirato en 39 a. C.[76]​ Tanto Antonio como Octaviano competían por consolidar una alianza con él, quien irónicamente era miembro del partido republicano, y opositor a la facción cesariana.[75]​ Octaviano consiguió una alianza temporal con él cuando se casó con Escribonia, hija de Lucio Escribonio Libón —suegro y partidario de Pompeyo—.[75]​ Escribonia concibió la única hija natural de Octaviano, Julia la Mayor, quien nació el mismo día que Octaviano pidió su divorcio para casarse con Livia Drusilla, poco menos de un año de haberse casado con Escribonia.[75]

Mientras tanto, en Egipto, Antonio comenzó una relación amorosa con Cleopatra, concibiendo con ella tres hijos (Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo).[11]​ Consciente de su relación cada vez más deteriorada con Octaviano, Antonio dejó a Cleopatra y, en 40 a. C., navegó a Italia con una gran fuerza para enfrentarse a Octaviano, logrando poner asedio sobre la ciudad de Brindisi. Sin embargo, este nuevo conflicto demostró ser insostenible tanto para Octaviano como para Antonio; sus centuriones, que se habían convertido en figuras políticamente importantes, se negaron a luchar debido a su causa cesariana, y las legiones bajo su comando siguieron su ejemplo.[77][78]​ Mientras tanto, en Sición, la esposa de Antonio falleció de una repentina enfermedad justo cuando Antonio estaba en camino para encontrarse con ella. Los dos acontecimientos, es decir, la muerte de Fulvia y el motín de los centuriones, permitieron que los triunviros lograran una reconciliación.[77][78]​ En otoño de 40 a. C., Octaviano y Antonio aprobaron el Tratado de Brindisi por el cual Lépido seguiría en África, Antonio en Oriente y Octaviano en Occidente. La península italiana quedó accesible a todos ellos para el reclutamiento de los soldados aunque, en realidad, esta disposición resultaba inútil para Antonio desde Oriente.[77]​ Con el fin de consolidar aún más su alianza con Antonio, Octaviano le ofreció a su hermana, Octavia la Menor, en matrimonio a finales de ese año.[77]​ Durante su matrimonio, Octavia procreó dos hijas (conocidas como Antonia la Mayor y Antonia la Menor).

Guerra con Sexto Pompeyo

Denario de Sexto Pompeyo, acuñado en honor a su victoria sobre la flota de Octaviano. En el anverso se puede ver el faro de Mesina, que sirvió para derrotar a Octaviano. En el reverso, el monstruo Escila.

En Italia, Sexto Pompeyo amenazó a Octaviano con rechazar los envíos de grano a la península por medio del Mediterráneo; el propio hijo de Pompeyo había sido puesto a cargo como comandante naval con el objetivo de provocar una hambruna generalizada en Italia.[78]​ El control de Pompeyo sobre el mar lo llevó a a adoptar el nombre Neptuni filius («hijo de Neptuno»).[79]​ En 39 a. C., se llevó a cabo un acuerdo de paz temporal con él mediante el tratado de Miseno; el bloqueo de Italia fue levantado una vez que Octaviano le concedió a Pompeyo los territorios de Cerdeña, Córcega, Sicilia y el Peloponeso, asegurándole también una posición futura como cónsul para 35 a. C.[78][79]​ Sin embargo, el acuerdo territorial entre los triunviros y Sexto Pompeyo comenzó a desmoronarse cuando Octaviano se divorció de Escribonia y contrajo matrimonio con Livia, el 17 de enero de 38 a. C.[80]​) Asimismo, uno de los comandantes navales de Pompeyo lo traicionó y devolvió el control de Córcega y Cerdeña a Octaviano. Para atacar a Pompeyo, Octaviano necesitaba apoyo adicional de Antonio, por lo que decidió establecer un nuevo acuerdo con tal de extender la duración del Segundo Triunvirato por otros cinco años más, a partir de 37 a. C.[81][82]​ Si bien Antonio accedió a apoyarlo contra Pompeyo, éste esperaba obtener también ayuda para su campaña contra Partia, a manera de venganza de la derrota sufrida en Carrhae en 53 a. C.[82]​ En un convencio celebrado en Tarento, Antonio le concedió 120 barcos a Octaviano para que fueran usados contra Pompeyo, mientras que Octaviano le envió 20.000 legionarios que Antonio usaría contra los partos.[83]​ Sin embargo, Octaviano envió sólo una décima parte de su propuesta original, lo cual fue visto por Antonio como una provocación intencional de su parte.[83]

Octaviano y Lépido lanzaron una operación conjunta contra Pompeyo en Sicilia en 36 a. C.[84]​ A pesar de los primeros reveses que tuvo Octaviano, su general Agripa logró destruir casi por completo a la flota de Pompeyo el 3 de septiembre , en la batalla de Naulochus.[85]​ Sexto huyó al Oriente con lo que quedaba de sus tropas, pero al año siguiente sería capturado y ejecutado en la comuna de Mileto por uno de los generales de Antonio.[85]​ Tanto Lépido como Octaviano reagruparon las tropas vencidas de Pompeyo, sin embargo Lépido se sintió con la autoridad suficiente como para reclamar el territorio de Sicilia para él, ordenándo a Octaviano que abandonara el lugar.[85]​ Sin embargo, las tropas de Lépido desertaron de su bando y se pasaron al bando de Octaviano, hartas de tanto enfrentamiento y tentados por las promesas de recompensas monetarias de Octaviano.[85]​ Finalmente, Lépido se rindió ante Octaviano y, aunque se le permitió retener el cargo de pontifex maximus, fue expulsado del Triunvirato, finiquitando su carrera pública y exiliándolo a la villa romana de Cabo Circei, en Italia.[85][86]​ El gobierno del territorio romano pasó entonces a estar dividido entre Octaviano, en Occidente, y Antonio, en Oriente. Para mantener la paz y estabilidad en su porción del Imperio, Octaviano le garantizó a los ciudadanos de Roma sus derechos de propiedad. Esta vez estableció a sus soldados retirados fuera de Italia, devolviendo a 30.000 esclavos que previamente habían huído para unirse al ejército y a la armada de Pompeyo a sus antiguos amos.[87]​ Para asegurar su propia seguridad, así como la de Livia y la de Octavia una vez que regresaran a Roma, Octaviano hizo que el Senado le otorgase la inmunidad soberana del tribuno (o sacrosanctitas) tanto para él como para su esposa y su hermana.[88]

Guerra con Antonio

Antonio y Cleopatra, por Lawrence Alma-Tadema

Para entonces Roma se encontraba dividida entre Oriente y Occidente; en el primero, Marco Antonio se ocupaba de la reorganización de Egipto mientras que, en Occidente, Octaviano estaba enfocado en apoyar las actividades agrícolas e integrar al mismo tiempo las provincias romanas en esta región.[11]​ La campaña de Antonio contra los partos terminó en desastre, empañando dsu imagen de líder; los 2.000 legionarios enviados por Octaviano apenas resultaron ser suficientes para recuperar la fuerza militar en la región.[89]​ Por otra parte, Cleopatra tenía capacidad para restaurar su ejército íntegramente, y puesto que Antonio ya estaba comprometido sentimentalmente con ella, decidió enviar a Octavia de vuelta a Roma.[90]​ En primera instancia, Octaviano usó esta acción de Antonio como recurso propagandístico en contra de Antonio, manifestando que el general se estaba volviendo cada vez menos romano, sirviendo como muestra el hecho de haber rechazado a una esposa legitima romana por una «pareja íntima de Oriente».[91]​ En 36 a. C., Octaviano utilizó también una táctica política para parecer menos autócrata y convertir a Antonio en el principal villano al proclamar que las guerras civiles estaban llegando a su fin, y que él dejaría su cargo como triunviro si Antonio hacía lo mismo; este último denegó la propuesta.[92]

Después la conquista de Armenia por parte de las tropas romanas en 34 a. C., Antonio designó a su hijo Alejandro Helios como el gobernante de ese territorio. También otorgó el el título de «Reina de los Reyes» a Cleopatra. Octaviano utilizó ambos actos para convencer al Senado de que Antonio tenía ambiciones para disminuir la preeminencia de Roma en la región.[91]​ Cuando Octaviano volvió a asumir la magistratura del consulado el 1 de enero de 33 a. C., abrió la primera sesión del Senado con un vehemente ataque contra las concesiones de títulos y territorios ofrecidas por Antonio a sus familiares y su reina.[93]​ Diversos cónsules y senadores se precipitaron a defender a Antonio al mirar con incredulidad la propaganda (que terminó siendo cierta), aunque también hubo políticos que desertaron del bando antoniano para empezar a apoyar a Octaviano para el otoño de 32 a. C.[94]​ Entre esos desertores, Lucio Munacio Planco y Marco Ticio dieron a Octaviano la información que necesitaba para reafirmar ante el Senado todas las acusaciones que había hecho en contra de Antonio.[95]​ Al asaltar el santuario de las vestales, siendo nombrado «Dux» por el Senado,[11]​ Octaviano obligó a sus sacerdotisas que le entregaran el testamento secreto de Antonio, por el cual le regalaba a sus hijos los territorios bajo dominio de Roma para que éstos los gobernara como reinos, además de incluir sus planes de construir una tumba en Alejandría para su reina y él, donde ambos serían enterrados tras sus muertes.[96][97]​ casi al instante, el documento fue leído íntegramente ante la plebe.[11]​ Como resultado de lo anterior, a finales de ese año el Senado revocó de manera oficial los poderes de Antonio como cónsul y declaró la guerra al régimen de Cleopatra en Egipto.[98][99]

Representación de la batalla de Actium, en la que se enfrentaron las flotas de Octaviano, bajo el comando del general Agripa, y las de Marco Antonio y Cleopatra, en 31 a. C. Pintura de Lorenzo A. Castro, en 1672.

A principios de 31 a. C., mientras Antonio y Cleopatra se hallaban estacionados temporalmente en Grecia, Octaviano obtuvo una victoria preliminar cuando su armada, comandada por Agripa, logró transportar con éxito a las tropas a través del mar Adriático.[100]​ Mientras que Agripa se ocupaba de bloquear las rutas marítimas usadas para las líneas de suministro por Cleopatra y Antonio, Octaviano desembarcó justo enfrente de la isla de Corcira (actual Corfú), y marchó hacia el sur.[100]​ Atrapados tanto por mar como por tierra, empezaron a surgir desertores del ejército de Antonio que se unían día a día a las tropas de Octaviano, mientras que las fuerzas de Octaviano se encontraban lo suficientemente confortables como para preparar con calma el enfrentamiento.[100]​ En un intento desesperado por liberar el bloqueo naval, las flotas de Antonio navegaron a través de la bahía de Actium, en la costa occidental de Grecia. Fue en ese lugar donde las fuerzas de Antonio se enfrentaron a las flotas encabezadas por Agripa y Cayo Sosio, —las cuales a pesar de estar formadas por naves más pequeñas, eran más numerosas que las de Antonio— en la batalla de Actium el 2 de septiembre de 31 a. C..[101]​ Antonio y sus fuerzas restantes sólo lograron salvarse gracias a la intervención de la flota de Cleopatra, que había permanecido cerca de ahí como último recurso en caso de una derrota.[102]​ Octaviano no desistiría en su persecución, y tras otra vitoria en Alejandria el 1 de agosto de 30 a. C., Antonio y Cleopatra se suicidaron; Antonio cayó sobre su propia espada entre los brazos de Cleopatra, mientras que ella se dejó picar por una serpiente venenosa.[103]​ Habiendo aprovechado su posición como heredero de César en pro de su trayectoria política, Octaviano era muy consciente de los riesgos que supondría permitir que otro tuviera la oportunidad de compartir el mismo camino así que, según fuentes, tras comentar que «dos Césares eran demasiados», ordenó que Cesarión —hijo natural de Julio César y Cleopatra— fuera asesinado «sin remordimiento alguno»,[104]​ dejando solamente con vida a los hijos de Antonio y Cleopatra, con la excepción de Marco Antonio Antilo, hijo mayor de Antonio y Fulvia.[105][106]

Cabe señalarse que aunque previamente Octaviano mostró poca misericordia hacia los combatientes militares, actuando asimismo en formas que lo habían vuelto impopular con la sociedad romana, fue reconocido por la plebe por perdonar a muchos de sus oponentes tras la batalla de Actium.[107]​ Asimismo, para celebrar la victoria en Actium, fundó cerca de ahí Nicópolis.[108]

Octaviano se convierte en Augusto

Tras la batalla de Actium y las derrotas de Antonio y Cleopatra, Octaviano se hallaba en condiciones para gobernar por si solo la República íntegra en virtud de un principado no oficial.[109]​ Sin embargo, para alcanzar esta nueva capacidad antes tendría que recurrir al incremento de poder, galanteando al Senado y el pueblo, mientras apoyaba al mismo tiempo las tradiciones republicanas de Roma con tal de evidenciar que su objetivo no era establecer una dictadura o monarquía.[110][111]​ Al marchar a Roma, Octaviano y Agripa resultaron elegidos como consules por el Senado.[112]​ Aun cuando las guerras civiles habían dejado a Roma en un estado próximo a la anarquía, ciertamente la República no estaba preparada para aceptar el mando de un Octaviano déspota. Al mismo tiempo, Octaviano no podía solamente renunciar a su autoridad sin correr el riesgo, a su vez, de promover más guerras civiles entre los generales romanos, y aunque no pretendía ostentar autoridad alguna, su posición le pedía mirar hacia el bienestar de la ciudad de Roma y las provincias romanas. A partir de entonces, los objetivos de Octaviano consistieron en regresar a Roma a un estado de estabilidad, legalidad tradicional y civilidad —esto último mediante el levantamiento de la evidente opresión política impuesta a los tribunales de justicia así como la certificación de elecciones libres, por lo menos en concepto—.[113]

Primer pacto

En 27 a. C., Octaviano devolvió oficialmente el poder pleno al Senado, renunciando al control de las provincias romanas y sus ejércitos.[112]​ Sin embargo, en virtud del consulado de Octaviano, el Senado contó con una jurisdicción limitada al momento de presentar proyectos de ley para su debate senatorial.[112]​ Aunque Octaviano ya no dirigía el control de las provincias y ejércitos, retuvo la lealtad de los soldados en servicio activo así como de los veteranos.[112]​ Las trayectorias de muchos clientes y seguidores dependía de su patrocinio, puesto que el poder financiero de Octaviano en Roma no tenía rival alguno.[112]​ El historiador Werner Eck mencionó de Augusto:

La suma de su poder se derivó primeramente de todos los diversos poderes de cargo que le fueron delegados por el Senado y el pueblo, así como de su vasta fortuna privada y de las numerosas relaciones patrón-cliente que estableció con individuos y grupos a través de todo el Imperio. Todo esto en conjunto formó la base de su auctoritas, al cual él mismo se refirió como el fundamento de sus acciones políticas.[114]

A grandes rasgos, el público estaba consciente de los vastos recursos financieros que controlaba Augusto. Por ejemplo, cuando en un momento éste fracasó en su intento de alentar a los senadores con el fin de financiar la construcción y mantenimiento de las redes de caminos en Italia, él mismo se hizo cargo directamente de la edificación de las redes en 20 a. C.[115]​ Su construcción de caminos se dio a conocer en la moneda romana emitida en 16 a. C., después de haber donado vastas cantidades de dinero al aerarium, el tesoro público.[115]

No obstante, de acuerdo a H. H. Scullard, el mando de Augusto se basaba en el ejercicio de «un poder militar predominante, en donde la sanción definitiva de su autoridad era el uso de la fuerza, a pesar de que se intentara disimular el hecho».[116]

Tiempo después, el Senado le propuso a Octaviano, el vencedor preciado de las guerras civiles romanas, que asumiera una vez más el control de las provincias. La propuesta senatorial consistía en una ratificación del poder extraconstitucional de Octaviano. Como parte del Senado, Octaviano era capaz de continuar aparentando una constitución republicana aún funcional. Mientras lo hacía, aceptaba también una responsabilidad de diez años en donde tendría que supervisar las provincias consideradas como caóticas en ese entonces.[117][118]​ Las provincias le garantizaron la preservación de la estabilidad a lo largo del período de diez años, abarcando a la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania, Galia, Siria, Cilicia, Chipre y Egipto.[117][119]​ Además, el control sobre esas provincias le daba a Octaviano el dominio de la mayor parte de las legiones romanas.[119][120]

Mientras actuaba como cónsul en Roma, Octaviano consignó senadores a las provincias de su dominio a manera de representantes, cuyos propósitos eran gestionar los asuntos de cada provincia y asegurarse de que sus órdenes se llevaran a cabo.[120]​ Por otra parte, las provincias que no eran controladas por Octaviano se encontraban supervisadas por gobernadores que eran elegidos por el Senado.[120]​ Aunque Octaviano era la figura política más poderosa en la ciudad de Roma y en la mayoría de sus provincias, no contaba con un único monopolio en el poder político y militar:[121]​ el Senado todavía controlaba la región norte de África, un productor importante de grano a nivel local, así como Iliria y Macedonia, dos regiones militarmente estratégicas con varias legiones establecidas ahí.[121]​ No obstante, con el mando de sólo cinco o seis legiones distribuidas entre tres procónsules senatoriales, comparado con las veinte legiones dirigidas por Octaviano, el control de dichas zonas por parte del Senado no podía significar un mayor desafío político o militar a Octaviano.[110][116]​ Por otro lado, el control del Senado sobre algunas de las provincias romanas ayudaba a mantener una fachada republicana para el principado autocrático,[110]​ mientras que el control de Octaviano de provincias enteras, en las cuales sus objetivos consistían en asegurar la paz y crear un ambiente de estabilidad, partía de los precedentes de la era republicana, en la cual prominentes romanos como Cneo Pompeyo Magno habían obtenido poderes militares equiparables en tiempos de crisis e inestabilidad.[110]

En enero de 27 a. C., el Senado le proporcionó a Octaviano, de manera inédita, los títulos de «Augusto» y «Princeps».[122]​ Augusto, del latín augere (refiriéndose a un incremento), que pudiera ser traducido como «el ilustre»,[107]​ era un título religioso más que político.[107]​ De acuerdo a las creencias religiosas en la Antigua Roma, éste simbolizaba un sello de autoridad sobre la humanidad —y de facto— que iba más allá de cualquier definición constitucional para el estatus de Octaviano. Tras los radicales métodos que empleó para consolidar su dominio, el cambio en el nombre, sugerido por Lucio Munacio Planco,[123]​ serviría además para demarcar su reinado benigno como Augusto, de su reinado de terror como Octaviano. De igual forma, su nuevo título le favorecía más que el de «Romulus», que previamente él había concebido en referencia a la historia de los fundadores de Roma, algo que hubiera simbolizado una segunda fundación de Roma.[107]​ No obstante, el título de Romulus estaba asociado fuertemente con nociones de monarquía y realeza, una imagen que Octaviano intentaba evitar a toda costa.[124]​ Por otra parte, Princeps, proveniente de la frase en latín primum caput («el primero»), al principio era vinculado con el senador más viejo o notable cuyo nombre aparecería primeramente en la lista senatorial principal; en el caso de Augusto, se convertiría casi en un título real adoptado por un líder que poseía el dominio completo.[125]​ Princeps también se usó como un título republicano concedido a todos aquellos que habían servido al estado de una manera idónea; por ejemplo, Cneo Pompeyo era uno de ellos. Además, Augusto se proclamó asimismo como Imperator Caesar divi filius, «Comandante César, hijo del deidificado».[122]​ Con este título no solamente se jactaba de su parentesco con el divo Julio César, sino que también estableció un enlace permanente a la tradición romana de la victoria.[122]​ El término Caesar sólo era un cognomen para una rama de la familia julia, aunque ciertamente Augusto trasladó su significado a una nueva línea familiar que habría de comenzar con él.[122]

Augusto obtuvo el derecho de colgar la corona civil de roble encima de su puerta y poseer laureles a manera de cubiertas para sus jambas.[121]​ Esta corona usualmente se usaba sobre la cabeza de un general romano durante un triunfo romano, mientras que el uso individual de la corona repetía continuamente la frase memento mori, o, «Recuerda que eres mortal», al general victorioso. Adicionalmente, las coronas de laurel tenían una especial importancia en varias ceremonias del estado, siendo concedidas a los campeones de atletismo, carreras y pruebas dramáticas. Así, tanto el laurel como el roble eran símbolos provenientes en su totalidad de la religión romana y la política; al situarlos en las jambas de Augusto, equivaldría a declarar su casa como la capital de Roma. Sin embargo, Augusto se rehusó a hacer alarde de las insignias de poder, tales como el uso de un cetro, una diadema, e inclusive la corona dorada y la toga púrpura usadas por su predecesor Julio César.[126]​ Si rechazaba simbolizar su poder mediante el uso de dichos objetos en su persona, el Senado tendría que reconocerlo con un escudo dorado expuesto en la sala de reuniones de la Curia, con la leyenda virtus, pietas, clementia, iustitia —«valor, piedad, clemencia y justicia»—.[3][121]

Segundo pacto

En 23 a. C., se produjo una crisis política que involucraba al co-cónsul Terencio Varrón Murena, que era parte de una conspiración en contra de Augusto. Los detalles exactos de la confabulación resultan desconocidos, ya que Murena no cumplió el mandato completo como cónsul antes de que Calpurnio Pisón fuera elegido para reemplazarlo.[127][128]​ Pisón era un miembro bien conocido de la facción republicana, y el hecho de que Augusto sirviera como co-cónsul con él se debía a que este último quería evidenciar su voluntad para realizar concesiones, así como para cooperar con todos los partidos políticos.[129]​ A finales del período primaveral de ese año, Augusto sufrió una severa enfermedad y, en su supuesto lecho de muerte, hizo acuerdos que pondrían en duda las sospechas de los senadores acerca de su antirepublicanismo.[127][130]​ Augusto se preparó para heredarle su anillo de sello al general Agripa.[127][130]​ Sin embargo, Augusto le entregó a su co-cónsul Pisón todos los documentos oficiales, una cuenta de finanzas públicas y la autoridad sobre las tropas enlistadas en las provincias, por lo que el supuestamente favorecido sobrino de Augusto, Marco Claudio Marcelo, se quedó sin herencia alguna.[127][130]​ Esto fue una sorpresa para muchos que creían que Augusto nombraría un heredero debido a su posición como un emperador no oficial.[131]​ Augusto otorgó solamente propiedades y posesiones a sus herederos designados, ya que un sistema de herencia imperial institucionalizado habría provocado resistencia y hostilidad entre los romanos republicanos, temerosos del concepto monárquico.[111]

Tan pronto se recuperó de su enfermedad, gracias a la receta de un médico griego,[6]​ Augusto renunció a su nombramiento anual como cónsul.[130]​ Las únicas ocasiones restantes en las que él habría de servir como cónsul acontecerían en los años 5 y 2 a. C.[130][132]​ Si bien desistió como cónsul, retuvo su imperium consular, lo cual le llevó a comprometerse por segunda ocasión con el Senado, en un suceso conocido como el «segundo pacto».[133]​ Lo anterior consistía en una hábil estratagema empleada por Augusto; al dimitir como uno de los dos cónsules, existiría un ambiente propicio para que los senadores aspiraran a ocupar esa posición, mientras que al mismo tiempo Augusto podía «hacer un ejercicio de patrocinio más amplio entre la clase senatorial».[134]​ Augusto ya no se hallaba en una posición oficial para gobernar el Estado, aunque su posición dominante sobre las provincias romanas prevaleció al convertirse en procónsul.[130][135]​ Como cónsul, tenía el poder para intervenir, cuando lo considerara necesario, en los asuntos de los procónsules provinciales designados por el Senado.[136]​ Al ocupar el cargo de procónsul, Augusto no quería que la autoridad imperiosa de los gobernadores provinciales le fuera despojada a él, así que el Senado le concedió el imperium proconsulare maius («poder sobre todos los procónsules»).[133]

Además, Augusto adquirió el poder perpetuo de un tribuno (tribunicia potestas), aun cuando éste no representó el título oficial.[133]​ Legalmente, el poder concedido a Augusto se hallaba cercano al de los patricios, un estatus que él había adquirido, tiempo atrás, al ser adoptado por Julio César.[134]​ Esto le permitió convocar antes al Senado y el pueblo para vetar las acciones tanto de la Asamblea como del Senado, presidir las elecciones y tener el derecho de ser el primero en tener el uso de la palabra en cualquier reunión.[132][137]​ Incluidos también en la autoridad tribunicia de Augusto estaban los poderes reservados usualmente para el censor romano; estos incluían los derechos de supervisar la moral pública, examinar las leyes para asegurarse que eran del interés público, poseer un censo y determinar la composición del Senado.[138]​ Con los poderes de un censor, Augusto hizo un llamado a las virtudes del patriotismo romano mediante la prohibición de todas las demás vestimentas que no fueran la clásica toga al momento de accesar al Foro.[139]​ Ciertamente, no existía precedente alguno en el sistema romano para la combinación de los poderes de tribuno y censor en una única posición, ni tampoco de Augusto en haber sido elegido como censor.[140]​ Julio César había tenido poderes similares, teniendo la responsabilidad de supervisar las morales del estado. No obstante, él no tuvo la habilidad de un censor para poseer un censo y determinar la nómina del Senado. El cargo de tribune plebis («tribuno de la plebe») comenzó a perder prestigio debido a la acumulación de poderes tribunales de Augusto, por lo que éste decidió recobrar su importancia al establecerlo como un compromiso obligatorio para cualquier plebeyo que deseara asumir el cargo de pretor.[141]

En adición a la autoridad tribunicia, Augusto obtuvo imperium exclusivo sobre la ciudad de Roma: todas las fuerzas armadas en la ciudad, anteriormente bajo el control de los prefectos y cónsules, ahora estaban bajo el dominio único de Augusto.[142]​ Con maius imperium proconsulare, Augusto era el único individuo capaz de recibir un triunfo romano, pues era indudablemente la cabeza de cada ejército romano.[143]​ En 19 a. C., Lucio Cornelio Balbo el Menor, gobernador de África y conquistador de los Garamantes, se convirtió en el primer hombre de origen provincial en recibir este reconocimiento, así como en el último.[143]​ Para cada posterior victoria romana, el crédito era solamente de Augusto, debido al hecho de que los ejércitos romanos eran comandados por los legatus, quienes eran diputados de los princeps en las provincias.[143]​ El hijo mayor de Augusto y Livia, Tiberio, fue la única excepción a esta regla, al haber recibido un triunfo por las victorias en Germania Magna en 7 a. C.[144]​ Para garantizar que su estatus de maius imperium proconsulare fuera renovado en 13 a. C., Augusto permaneció en Roma durante el proceso y proporcionó abundantes donaciones a los veteranos para obtener su apoyo.[132]

Gran parte de las sutilezas políticas del segundo acuerdo pareciera haber evadido la comprensión de la clase plebeya. Después de que Augusto no pudo presentarse a las elecciones como cónsul en 22 a. C., surgieron una vez más temores de que Augusto estaba siendo expulsado del poder por el Senado aristocrático. En 22, 21 y 19 a. C., el pueblo se amotinó a manera de respuesta, y solamente permitió que un solo cónsul fuera elegido cada dos años, con el fin evidente de dejar abierta la posibilidad para Augusto.[145]​ En 22 a. C., hubo una escasez de alimentos en Roma que provocó pánico, por lo que varias plebes urbanas le pidieron a Augusto que asumiera poderes dictatoriales para que éste se hiciera cargo de la crisis.[132]​ Tras una exhibición teatral de rechazo ante el Senado, Augusto finalmente aceptó el dominio sobre el suplemento de grano de Roma, «en virtud de su imperium proconsular», acabando casi de manera inmediata con la crisis alimenticia.[132]​ No fue sino hasta 8 d. C., que una crisis alimenticia de esta magnitud hizo que Augusto estableciera un praefectus annonae, es decir, un prefecto permanente que estaba a cargo de adquirir los suministros de alimentos para Roma.[146]​ En 19 a. C., el Senado votó para permitir que Augusto vistiera la insignia de cónsul ante el público y el Senado,[142]​ además de brindarle la autorización para sentarse en la silla simbólica situada entre los dos cónsules y sostener las fasces, un emblema de autoridad consular.[147]​ Al igual que su autoridad como tribuno, la concesión de poderes consulares fue otro ejemplo de cargo con poder que, de hecho, él no ostentó.[147]​ Esto parece haber mitigado a la población; independientemente de si Augusto fue o no un cónsul, lo más importante radicó en que él siempre aparentó ser un cónsul ante la gente. El 6 de marzo de 12 a. C., tras la muerte de Lépido, Augusto asumió adicionalmente la posición de pontifex maximus, el más alto sacerdote del colegio de los Pontífices, así como el cargo más importante en la religión romana.[148][149]​ Esto no solamente reforzó su prestigio político, sino que al mismo tiempo fortaleció el simbolismo del culto imperial, al otorgar mayor prominencia a la religión romana sobre los cultos orientales.[11]​ Tiempo después, el 5 de febrero de 2 a. C., Augusto obtuvo el título pater patriae («padre de la patria»).[150][151]

En los años venideros, los siguientes emperadores romanos se verían limitados a los poderes y títulos concedidos originalmente a Augusto, aunque a menudo, para mostrar humildad, los emperadores recién nombrados normalmente declinaban a uno o más de los honoríficos dados a Augusto. Con la misma frecuencia, mientras su reino progresaba, los emperadores se apropiarían de todos los títulos, independientemente de si éstos les eran otorgados por el Senado. La corona cívica —que posteriores emperadores decidirían vestir—, así como la insignia consular y los vestidos púrpura de un general triunfante (toga picta) pasaron a convertirse en la insignia imperial hasta llegada la era bizantina.

Las guerras y expansiones de Augusto

El Imperator Caesar Divi Filius Augustus eligió Imperator («comandante victorioso») como su primer nombre debido a que, con suma claridad, quería asociar una noción de victoria con él.[152]​ Para el año 13, Augusto se jactó de hasta 21 ocasiones en las que sus tropas lo proclamaron imperator tras una batalla exitosa.[152]​ La mayor parte del capítulo cuatro en sus memorias publicadas, conocidas como Los escritos de Divino Augusto, está dedicada a sus victorias y honores militares.[152]​ Para complacer a los patriotas romanos, Augusto promovió el ideal de una civilización romana superior con la tarea de gobernar el mundo (refiriéndose al mundo que los romanos iban conociendo con el paso del tiempo), consagrado en la frase tu regere imperio populos, Romane, memento —«¡Romano, recuerda que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra!»—.[139]​ Esto encajó bien con la élite romana y la opinión pública en general, lo cual favoreció el proceso de expansionismo, reflejado en un enunciado pronunciado por el famoso poeta romano Virgilio, quien mencionó en el Libro I de la epopeya Eneida, que los dioses le habían concedido a Roma imperium sine fine («soberanía sin límite»).[153]​ Por otra parte, hubo una gran decepción y pesar públicos cuando Augusto decidió que el dominio de Medio Oriente, referente a la región de Partia, no debía invadirse; la gente, en realidad, esperaba que se vengaran las batallas de Marco Licinio Craso en dicha zona con su invasión.[11]​ A pesar de ello, existieron muchas otras regiones viables para ser conquistadas.

Busto de Tiberio, un comandante militar exitoso durante el reinado de Augusto, antes de ser nombrado su sucesor y heredero.

Hacia el término del reinado, los ejércitos de Augusto habían conquistado el norte de Hispania (actuales España y Portugal),[154]​ las regiones alpinas de Recia y Nórico (hoy en día Suiza, Baviera, Austria y Eslovenia),[154]​ así como Iliria y Panonia (actuales Albania, Croacia, Hungría, Serbia, etc.),[154]​ llegando también a extender los límites de la provincia de África al este y el sur.[154]​ Tras el reinado de Herodes I, Judea se anexó a la provincia de Siria después de que Augusto depusiera a su sucesor Herodes Arquelao.[154]​ Al igual que cuando Egipto había sido conquistado tras la derrota de Antonio en 30 a. C., Siria era gobernada, no por un procónsul o legado de Augusto, sino por un alto prefecto de la orden equite.[154]​ De nuevo, no se requirió esfuerzo militar en 25 a. C. cuando Galacia (actual Turquía) se convirtió en una provincia romana, poco después de que Amintas de Galacia fuera asesinado por venganza de la viuda de un príncipe que fue inmolado desde Homonada.[154]​ Una vez que las tribus rebeldes de Cantabria, en la moderna España, fueron finalmente sofocadas en 19 a. C., el territorio cayó ante las provincias de Hispania y Lusitania.[155]​ Esta región demostró ser una partida importante en la fundación de las futuras campañas militares de Augusto, al ser rica en depósitos minerales, mismos que podían ser adoptados en proyectos de minería romana, especialmente los depósitos ricos en oro, como por ejemplo unos que estaban situados en Las Médulas.[155]

Conquistar a los pueblos alpinos en 16 a. C. significó otra importante victoria para Roma, de modo que el vasto territorio conquistado funcionó a manera de zona neutral entre los ciudadanos romanos de Italia y los enemigos de Roma en Alemania, hacia el norte.[156]​ El poeta Horacio dedicó una oda a este triunfo, y además se construyó el monumento Trofeo de los Alpes, cerca de Mónaco, para honrar la ocasión.[157]​ La captura de la región alpina también sirvió a la próxima ofensiva en 12 a. C., cuando Tiberio comenzó el asalto contra las tribus panonias de Iliria y su hermano Druso el Mayor hizo lo suyo contra las tribus alemanas de la región este de Renania.[158]​ Ambas campañas resultaron exitosas, y las fuerzas de Druso alcanzaron el río Elba en 9 a. C. No obstante, Druso murió poco después, al caer de su caballo.[159]

Para proteger las zonas orientales del Imperio de la amenaza de Partia, Augusto se basó en los estados clientes del oriente para actuar como amortiguadores territoriales, así como áreas donde pudieran establecerse sus propias tropas en caso de defensa.[160]​ Para garantizar la seguridad en el flanco oriental del Imperio, Augusto situó, por si acaso, a un ejército romano en Siria, mientras su cualificado hijastro Tiberio negociaba con los partos a manera de diplomático de Roma asignado a esa región.[160]​ Este último fue el responsable de haber devuelto a Tigranes V al trono de Armenia,[159]​ aunque quizá su máximo logro diplomático consistió en haber negociado con Fraates IV de Partia, en 20 a. C., el regreso de la bandera perdida por Marco Licinio Craso en la Batalla de Carrhae, un acontecimiento que significó una victoria simbólica y un importante impulso de la moral para Roma.[159][160][161]​ No obstante, Werner Eck consideró que esto fue una gran decepción para los romanos que buscaban vengar la derrota de Craso mediante los recursos militares.[162]​ Por otra parte, Maria Brosius explicó que Augusto utilizó esto como publicidad para simbolizar la sumisión de Partia a Roma. Así, el suceso fue celebrado con esculturas como la estatua de Augusto de Prima Porta, así como con la edificación de monumentos tales como el Templo de Mars UltorMarte el Vengador»), el cual fue usado para resguardar la bandera recuperada.[163]

Aunque los partos siempre representaron una amenaza para Roma en el oriente, la verdadera batalla aconteció en los ríos Rin y Danubio.[160]​ Previo al último enfrentamiento con Antonio, las campañas de Octaviano contra las tribus en Dalmacia se convirtieron en el primer paso de expansión de los dominios romanos hacia el Danubio.[164]​ La victoria en batalla no siempre resultaba ser un éxito permanente, pues los territorios conquistados más recientemente eran constantemente recuperados por los enemigos de Roma en Alemania.[160]​ Un primer ejemplo de derrota romana en batalla fue la batalla del bosque de Teutoburgo en 9 d. C., donde tres legiones completas encabezadas por Publio Quintilio Varo fueron aniquiladas por un pequeño grupo de supervivientes guiados por Arminio, líder de los queruscos, un aparente «aliado» romano.[165]​ Augusto tomó represalias mediante el envío de Tiberio y Druso a la región del Rin con el objetivo de pacificarla. Aunque ambos lograron ser exitosos en su labor, la batalla de Teutoburgo simbolizó el fin para la expansión romana en Alemania.[166]​ El general romano Julio César Germánico tomó ventaja de una guerra civil querusca entre Arminio y Segestes; este último y Germánico vencieron a Arminio, quien huyó de la batalla, aunque fue finalmente asesinado en 19 d. C. por traición.[167]

Muerte y sucesión

La enfermedad de Augusto en 23 a. C., sacó a flote los problemas en torno a su sucesión, tanto en la opinión política como en el público en general. Con el propósito de garantizar estabilidad, Augusto tuvo que designar un heredero para su única posición en la sociedad y gobierno romanos. Esto se lograría por medio de planteamientos pequeños, dramáticos y acumulativos que, a final de cuentas, no lograron desaparecer los temores senatoriales de una monarquía.[168]​ Si alguien iba a heredar su posición no oficial de dominio, esa persona debia ganárselo por méritos que fueran reconocidos por el pueblo romano.[168]​ Algunos historiadores augustos consideraron las indicaciones dadas por Augusto al hijo de su hermana, Marco Claudio Marcelo, quien se había sido casado con la hija de Augusto, Julia la Mayor.[169]​ Otros historiadores, en cambio, cuestionaron ello debido al testamento de Augusto, leído en voz alta por el Senado, mientras éste se hallaba gravemente enfermo en 23 a. C.,[170]​ aun cuando mostró también su preferencia por Marco Agripa, quien era su segundo al mando y, posiblemente, el único de sus más allegados que podría haberse hecho cargo de las legiones y mantener el Imperio al mismo tiempo.[171]​ Tras la muerte de Marcelo en 23 a. C., Augusto hizo que su hija se casara con Agripa, con quien tuvo tres hijos y dos hijas: Cayo César, Lucio Julio César Vipsanio Agripa, Julia la Joven, Agripina la mayor y Póstumo César, este último llamado así porque nació después de que falleciera Agripa. Poco después del segundo pacto, Agripa consiguió un período de cinco años para administrar la mitad oriental del Imperio con el imperium de un procónsul y el mismo tribunicia potestas concedido a Augusto (aunque no rebasaba la autoridad de éste), su sede de gobierno en la isla de Samos, ubicada en las Cícladas.[171][172]​ A pesar de que esta consesión de poder habría evidenciado el favorecimiento de Agripa por parte de Augusto, también significó una medida para complacer a los miembros de su partido cesariano, al permitir que uno de ellos compartiera una considerable cantidad de poder junto a él.[172]

Los intentos de Augusto de convertir a Cayo y Lucio César en sus herederos se volvieron evidentes cuando los adoptó como sus propios hijos.[173]​ En 5 y 2 a. C., tomó el consulado para así personalmente acomodarlos en sus carreras políticas,[174]​ resultando ambos nominados para los consulados de 1 y 4 d. C.[175]​ Augusto mostró también preferencia por sus sobrinos, los hijos de Livia de su primer matrimonio, Druso el Mayor y Tiberio, concediéndoles mandos militares y puestos públicos, pareciendo favorecer más a Druso. Sin embargo, el matrimonio de Druso con Antonia, sobrina de Augusto, era una relación que se hallaba tan incrustada en la familia como para perturbar las cuestiones de la sucesión.[176]​ Tras la muerte de Agripa en 12 a. C., el hijo de Livia, Tiberio, fue obligado a divorciarse de su esposa Vipsania para casarse con la viuda de Agripa, e hija de Augusto, Julia —tan pronto como el período de duelo por Agripa concluyó—.[176]​ Mientras el matrimonio de Druso con Antonia fue considerado como una relación inquebrantable, Vipsania era solamente la «hija» del fallecido Agripa, producto de su primer matrimonio.[176]

Mausoleo de Augusto.

Tiberio compartió los poderes de tribuno de Augusto en 6 a. C., pero poco después anunció su retiro pues, según varias fuentes, no quería asumir un rol futuro en la política, resolviendo en exiliarse a Rodas.[144][177]​ Aunque se desconoce una razón específica para su partida, esta pudo deberse a varias razones, incluyendo entre ellas un fallido matrimonio con Julia.[144][177]​ Además, pudieran haber tenido mucho que ver los sentimientos de celos y de exclusión que sintió una vez que los nietos, para entonces hijos adoptivos, de Augusto (Cayo y Lucio), se unieron al colegio de sacerdotes a una edad temprana, siendo presentados a la audiencia de una forma más favorable, compareciendo al mismo tiempo ante el ejército en Galia.[178][179]​ Tras las muertes tempranas de Lucio y Cayo en 2 y 4 d. C., respectivamente, así como el fallecimiento repentino de su hermano Druso (en 9 a. C.), Tiberio fue convocado a Roma en junio de 4 d. C., donde Augusto lo adoptó con la condición de que, cuando llegara el momento oportuno, adoptara a su sobrino Julio César Germánico.[180]​ Esto continuó la tradición de contar, como mínimo, con hasta dos generaciones de herederos.[176]​ Ese año, Tiberio obtuvo los poderes de tribuno y procónsul, con lo que los emisarios de reinos extranjeros tuvieron que mostrarle sus respetos, y para 13 d. C., fue condecorado por su segundo triunfo con el nivel equitativo de imperium que había tenido Augusto.[181]​ El único posible demandante como heredero era Póstumo Agripa, quien había sido exiliado por Augusto en 7 d. C., a partir de una sanción que más tarde se volvería perpetua por medio de un acuerdo senatorial, así que Augusto oficialmente lo rechazó.[182]​ Desde luego, con ello perdió el favor de Augusto como heredero; el historiador Erich S. Gruen percibió que varias fuentes contemporáneas han calificado a Póstumo Agripa como «un joven vulgar, cruel y bruto, así como depravado».[182]​ No se sabe con certeza, pero Póstumo Agripa pudo haber sido asesinado en su lugar de exilio poco antes o después de que falleciera Augusto.

El 19 de agosto de 14 d. C., Augusto murió mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en Nola, y Tiberio —quien se hallaba presente junto con Livia en el lecho de muerte de Augusto— fue nombrado como su heredero.[183]​ Las últimas palabras de Augusto fueron: «He representado bien el papel en esta comedia que es la vida. ¡Apláudanme!», en referencia a la teatralidad y autoridad regia que lo caracterizaron como emperador. No obstante, sus últimas palabras en el escenario público fueron: «He aquí, he fundado Roma desde la arcilla, y se las dejo de mármol». Una gran procesión funeraria de dolientes viajó junto con el cuerpo de Augusto desde Nola hasta Roma, y el día de su entierro todos los negocios, tanto públicos como privados, cerraron sus puestos.[183]​ Tiberio y su hijo Druso pronunciaron el panegírico mientras se hallaban parados sobre dos rostra.[4]​ Confinado en un féretro, el cuerpo de Augusto fue cremado en una pira cerca de su mausoleo; más tarde se proclamó que se había unido con los demás dioses como un miembro más del panteón romano.[4]​ En 410, durante el saqueo de Roma, los Godos asaltaron el mausoleo y dispersaron las cenizas de Augusto.

El historiador D. C. A. Shotter mencionó que las políticas de Augusto a favor de la línea familiar Julia sobre la Claudia debían ser razones suficientes como para que Tiberio mostrara un claro desprecio por Augusto tras su muerte; en cambio, Tiberio siempre fue audaz para reprender a todos aquellos que criticaron a Augusto.[184]​ Shotter sugirió entonces que la deificación de Augusto, junto con la «actitud extremadamente conservadora» de Tiberio hacia la religión, forzó a este último a contener cualquier resentimiento que pudiera haber concebido.[185]​ Además, el historiador R. Shaw-Smith se centró en las cartas redactadas por Augusto en las que mostraba su afección y alta consideración por los méritos militares de Tiberio.[186]​ Shotter señaló que Tiberio enfocó su coraje y críticas en Cayo Asinio Galo (por haber desposado a Vipsania después de que Augusto obligara a Tiberio a divorciarse de ella) así como los dos jóvenes césares Cayo y Lucio, en vez de hacerlo con Augusto, el verdadero responsable de su divorcio y, finalmente, de su degradación imperial.[185]

El legado de Augusto

Retrato de Augusto: detalle de la famosa estatua de Prima Porta.

El reinado de Augusto sirvió para cimentar el Imperio Romano, un régimen que duraría cientos de años hasta su decadencia y caída. Tanto su nomen adoptivo, César, como su título, Augusto, se convirtieron en títulos ostentados por quienes gobernaron el Imperio Romano durante cuatro siglos, tanto en Occidente como en Oriente, y aún en el siglo XV se usaban en Constantinopla. En muchos idiomas César se convirtió en sinónimo de emperador. Los títulos zar (en ruso, "Царь" - Tsar' - que proviene de "Цесарь" o César) y káiser (alemán, Kaiser) son derivados del nombre o título César y continuaron en uso hasta el siglo XX. Poco tiempo después de morir Augusto, el 19 de septiembre del 14, fue deificado (consecratio) adorado como un divus. El culto al Divino Augusto continuó hasta que la religión oficial del Imperio Romano fue cambiada a la cristiandad por Teodosio I en el siglo IV. Testamento de su legado son el gran número de estatuas y bustos eregidos en su honor, así como también el mausoleo que originalmente contenía las columnas de bronce con las obras de la vida de Augusto llamada Res Gestae Divi Augusti.[187]​ Muchas copias de ese texto se inscribieron a lo largo del Imperio Romano tras su muerte,[188]​ con traducciones al griego en muchos lugares y en edificios públicos como, por ejemplo, el tempo de Ankara.[189]

Sin embargo, pocas de las obras escritas por Augusto han pervivido. Entre las que sí que han llegado a nuestros días se encuentras los poemas Sicilia, Epifanio y Ajax, una autobigrafía de 13 tomos, un tratado filosófico y un texto refutando al Eulogio de Catón de Marco Junio Bruto.[190]​ Los historiadores también han utilizado algunas cartas escritas por Augusto y dirigidas a otras personas para obtener algunos datos adicionales sobre su vida personal.[186][191]

Muchos consideran a Augusto el emperador más grande de Roma; sus políticas ciertamente extendieron la vida del Imperio Romano e iniciaron la Paz romana también conocida como Pax Augusta. Era inteligente, decisivo, y un político sagaz, pero quizás no tan carismático como Julio César, y en ocasiones tomó decisiones influenciado por su tercera esposa, Livia. Como resultado, Augusto no posee tanto renombre como su antecesor, y a menudo es confundido con el primero. No obstante, su legado demostró perdurar más en el tiempo. La ciudad de Roma fue transformada completamente bajo el mando de Augusto.

Se crearon las primeras fuerzas policiales y de bomberos institucionalizados, estableciendo al prefecto municipal como un cargo permanente.[192]​ La fuerza de policía se dividió en cohortes de 500 hombres, mientras que las fuerzas de bomberos llegaron a estar dotadas por entre 500 y 1.000 hombres, con 7 unidades asignadas a 14 sectores de la ciudad.[192]​ Se nombró a un praefectus vigilum (prefecto de vigilancia) como mando directo de los cuerpos de vigilancia policial y anti-incendios de Roma.[193]​ Además, habiendo finalizado las guerras civiles en Roma, Augusto pudo también crear un ejército profesional para el Imperio Romano, compuesto por unas 28 legiones que suponían unos 170.000 soldados.[194]​ El ejército estaba apoyado por numerosas unidades de tropas auxiliares de 500 soldados cada una, reclutadas a menudo en zonas conquistadas recientemente.[195]​ En el año 6 Augusto estableció el aerarium militare, donando 170 millones de sestercios al nuevo tesoro militar con el que se pagaba tanto a los soldados activos como a los retirados.[196]​ Por último, uno de los legados de carácter político-militar que más durarían entre las instituciones romanas sería la Guardia Pretoriana que creó en 27 a. C. En origen se trataba de una guardia personal en el campo de batalla, que fue evolucionando para convertirse en una guardia imperial y en un importante cuerpo político de Roma.[197]​ Después de Augusto, la Guardia Pretoriana tuvo poder suficiente para intimidar al Senado y para deponer y elegir emperadores. El emperador Majencio fue el último al que sirvieron, y fue Constantino I quien disolvió el cuerpo a comienzos del siglo IV, destruyendo sus barracones, los Castra Praetoria.[198]

Con las finanzas del estado como base del mantenimiento de las carreteras que atravesaban Italia, Augusto creó también un sistema oficial de correos, con la creación de una serie de postas gestionadas por el praefectus vehiculorum.[199]​ Además de una mejora en las comunicaciones de los ciudadanos del Imperio Romano, la mejora y ampliación de la red viaria permitió una movilidad sin precedentes del ejército romano a lo largo y ancho del Imperio Romano.[200]

Augusto representado conforme al estilo egipcio en un relieve del templo de Kalabsha, en Nubia.

Aunque llegó a ser el individuo más poderoso del recién creado Imperio Romano, Augusto quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República. También quiso tener relación y conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos. En el año 29 a. C., Augusto pagó 400 sestercios por persona a un total de 250.000 ciudadanos, 1.000 sestercios a cada uno de los 120.000 veteranos de las colonias, y dedicó 700 millones de sestercios a la compra de tierras para que sus veteranos pudieran establecerse.[201]​ También restauró 82 templos con el fin de mostrar su preocupación por las deidades romanas,[201]​ y en 28 a. C. ordenó fundir 80 estatuas de plata erigidas a su imagen y en su honor en un intento de aparentar un carácter modesto y frugal.[201]

En una visión retrospectiva del reinado de Augusto y su legado al mundo romano, su longevidad no debe obviarse como un factor clave en su éxito. Tal y como apunta Tácito, las generaciones más jóvenes que estaban vivas en el año 14 no habían conocido otra forma de gobierno que el principado.[202]​ Si Augusto hubiera muerto a edad más temprana, la historia podría haberse desarrollado de distinta forma. El desgaste que supusieron las guerras civiles en la vieja oligarquía republicana y la longevidad de Augusto, por lo tanto, debe verse como factores de gran importancia en la transformación del estado romano en una monarquía de facto a lo largo de estos años. La experiencia de Augusto, su paciencia, su tacto, y su perspicacia política jugaron un papel fundamental a lo largo de su mandato. Puso las primeras piedras de lo que sería el Imperio Romano, desde la creación de un ejército profesional que estableció en las fronteras, al principio dinástico que tan a menudo se utilizó en la sucesión imperial, pasando por el embellecimiento de la capital mediante obras financiadas por el emperador. Su legado final fue la paz y prosperidad de la que el Imperio Romano gozó durante los siguientes dos siglos bajo el sistema político que el inició. Su memoria se consagró durante la época Imperial como el paradigma de buen emperador. Todos los emperadores posteriores adoptaron su nombre, César Augusto, que fue perdiendo gradualmente su carácter de nombre propio para convertirse en un título.[4]​ Poetas contemporáneos como Virgilio u Horacio alabaron a Augusto como defensor de Roma y de la justicia y moral, un individuo que cargaba con el peso de la responsabilidad de mantener el Imperio Romano.[203]​ Sin embargo, Augusto también ha sido objeto de críticas a lo largo de los años por su gobierno sobre Roma y por crear el principado. Por ejemplo, el jurista romano contemporáneo Marco Antistio Labeón, orgulloso de los días previos a la era de Augusto en los que había nacido, criticó abiertamente el régimen del principado.[204]Tácito (c. 56 - c. 117), por su parte, escribió al comienzo de sus Anales que Augusto había subvertido con astucia la República Romana en un régimen de esclavitud.[204]​ Continuaba diciendo que, con la muerte de Augusto y el juramento de lealtad a Tiberio, el pueblo romano simplemente intercambió un amo por otro.[204]​ Sin embargo, Tácito también recoge en su obra dos visiones contradictorias, a la vez que comunes, de Augusto:

Fragmento de una estatua ecuestre de Augusto.
Personas inteligentes el alabraon o criticaron de diversos modos. Una opinión era la siguiente. El deber filial y la emergencia nacional, en la que no había lugar a una conducta respetuosa con la ley, le llevaron a una guerra civil - y esto no puede ser promovido ni mantenido por métodos decentes. Hizo concesiones a Antonio y a Lépido con la finalidad de obtener la venganza sobre los asesinos de su padre. Cuando Lépido se volvió viejo y perezoso y Antonio se entregó a la auto-indulgencia, la única posible cura para un país distraído era el gobierno por un solo hombre. Sin embargo, Augusto puso en orden el país no mediante su alzamiento como rey o dictador, sino creando el principado. Las fronteras del Imperio Romano estaban en el océano o en ríos distantes. Los ejército, provincias, flotas, el sistema entero estaba interrelacionado. Los ciudadanos romanos estaban protegidos por la ley. Los provincianos eran tratados decentemente. La propia Roma había sido embellecida profusamente. La fuerza se había usado con moderación, simplemente para preservar la paz de la mayoría.
Tácito[205]

Por otro lado, y según la versión opuesta:

El deber filial y la emergencia nacional fueron meros pretextos. En realidad, el motivo de Octaviano, el futuro Augusto, fue el ansia de poder (...) Ciertamente hubo paz, pero fue una paz cubierta de sangre por los desastres y asesinatos.
Tácito[206]

Tácito tenía la opinión de que el emperador Nerva (r. 96-98) sería el único capaz de mezclar dos conceptos opuestos: el principado y la libertad.[207]​ El historiador Dión Casio, del siglo III, consideraba a Augusto un gobernante benigno y moderado aunque, al igual que muchos historiadores posteriores a la muerte de Augusto, le consideraba un autócrata.[204]​ El poeta Marco Anneo Lucano (39-65 d. C.) opinaba que la victoria de César sobre Pompeyo y la caída de Catón el joven (95-46 a. C.) marcaron el final de la libertad en Roma. Sobre el particular, el historiador Chester G. Starr, Jr. escribe que es posible que con ello estuviese expresamente evitando criticar a Augusto de forma directa.[207]

En épocas más recientes, el escritor Jonathan Swift (1667-1745), en su obra Discourse on the Contests and Dissentions in Athens and Rome, criticó a Augusto por instaurar la tiranía en Roma, y hacía una comparación entre la monarquía constitucional del Reino Unido y la república romana del siglo II a. C.[208]​ El almirante e historiador Thomas Gordon (1658-1741) comparó a Augusto con el tirano puritano Oliver Cromwell (1599-1658)[208]​ e insistió, al igual que hizo Montesquieu, en que Augusto se comportó como un cobarde en batalla.[209]​ Augusto también sería tildado de "gobernante maquiavélico", "usurpador sediendo de sangre", "malvado y despreciable" y "tirano" por el historiador Thomas Blackwell.[209]

Reformas económicas

Moneda de Augusto encontrada en el tesoro de Pudukottai, en India, y actualmente expuesta en el Museo Británico.
Imitación india de una moneda de Augusto. Siglo I. Museo Británico.

Las reformas económicas que Augusto implementó en Roma tuvieron un gran impacto sobre el éxito posterior del Imperio Romano. Augusto hizo que una gran porción del terreno sobre el que se había extendido el Imperio Romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma, en lugar de extraer una cifra variable, intermitente y en cierto modo arbitraria de impuestos de cada provincia local, como había ocurrido hasta entonces.[210]​ La reforma incrementó enormemente la cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, estabilizando el flujo y regularizando la relación financiera entre Roma y las provincias, en lugar de provocar resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos.[210]​ Las cifras impositivas durante el reinado de Augusto se determinaban por el censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes.[211]​ Los ciudadanos de Roma y de Italia pagaban impuestos indirectos, mientras que las provincias debían pagar impuestos directos a Roma.[211]​ Entre los impuestos indirectos se contemplaba un impuesto del 4% sobre el precio de los esclavos y un 1% sobre los bienes vendidos en subasta, así como un impuesto de sucesiones del 5% sobre aquellas herencias cuyo valor fuese mayor de 100.000 sestercios y siempre que el parentesco entre el causante y el heredero no fuese de primer grado.[211]

Asimismo, otra reforma de gran importancia fue la abolición del sistema privado de recolección de impuestos que ejercían los publicanos, que sería reemplazado por un servicio público de carácter funcionarial de recolectores de impuestos. En la era republicana el sistema habitual había sido el de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para influir en la política de Roma.[210]​ Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas locales.[210]​ Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de impuestos a la persona que más ingresos ofreciese a Roma, y el beneficio del publicano se basaba en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada, contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva, combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un sistema ampliamente percibido como injusto, y muy dañino para la economía.

Además, la conquista de Egipto por Augusto supuso una nueva fuente de ingresos para financiar las operaciones del Imperio Romano.[212]​ Dado que políticamente la región fue considerada como una propiedad privada de Augusto en lugar de una provincia del Imperio Romano, se convirtió en parte del patrimonio de los futuros emperadores.[213]​ En lugar de a un legado o a un procónsul, Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de administrar Egipto y mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro político que podía alcanzar alguien de la clase ecuestre, aparte del de Prefecto del pretorio.[214]​ Esta tierra de gran productividad aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los que pudieron financiar obras públicas y expediciones militares,[212]​ además de «pan y circo» para el pueblo de Roma.

Mes de Augusto

El mes de agosto (en latín Augustus), conocido hasta ese entonces como sextilis (por ser el sexto mes del calendario romano original) recibió su nombre actual en honor a Augusto. Existe una creencia común de que Augusto tiene 31 días porque Augusto quería que su mes tuviese la misma longitud que el de Julio César (el mes de julio), pero se basa en una invención que data del siglo XIII y que se atribuye a Johannes de Sacrobosco. Sextilis, de hecho, tenía ya 31 días antes del cambio de nombre, y no fue elegido por su longitud. Según un senatus consultum citado por Macrobio, Sextilis fue renombrado en honor a Augusto debido a que varios de los eventos más significativos en su ascensión al poder, culminando con la caída de Alejandría, tuvieron lugar en ese mes.[215]

Religión y moral

Augusto promovió la religión tradicional romana, especialmente el culto a Helios, y presentaba la derrota de las fuerzas egipcias ante los romanos, como la derrota de los dioses de Egipto por los de Roma.

Durante su gobierno llevó a cabo una cruzada de valores morales, regulando el matrimonio (prohíbe el casamiento entre senatoriales y descendientes de libertos), la familia y la procreación, a la vez que desalentaba los lujos, el sexo desenfrenado (incluyendo la prostitución y la homosexualidad) y el adulterio. La campaña, iniciada el 18 a. C., llevó a su propia hija Julia al destierro bajo cargos de adulterio, y posteriormente a su nieta, también llamada Julia.

Literatura

Como patrón de las artes, Augusto dotó de favores a poetas, artistas, escultores, y arquitectos. Se considera que durante su reinado la literatura romana (latina) alcanzó su edad de oro. Horacio, Tito Livio, Ovidio, y Virgilio prosperaron bajo su tutelaje, pero a su vez, tuvieron que pagar tributo a su genio y adherirse a sus normas. (Ovidio fue desterrado de Roma a lo que hoy es Rumanía por haber violado los códigos de moralidad de Augusto).

Esta época fue llamada la época de oro porque en esta es en donde se da el auge y decadencia de dos géneros en especial en la literatura romana: La poesía y la prosa. Para la poesía fue un periodo de gran ayuda ya que esta se desarrolló de una manera muy fácil a causa de que después de tantos enfrentamientos en Roma, los ciudadanos no tenían de que preocuparse materialmente (gracias a los botines acumulados de tantas guerras) y de esta manera su tiempo lo dedicaron a la literatura, a las artes como tal. En la poesía expresaban su horror hacia la guerra y las inquietudes de la política. El poema que más se destacaba en esta época era la elegía que venia de la inspiración personal. Generalmente las elegías le cantaban al amor y era cultivada por múltiples poetas de la época.

En cambio, la prosa, empieza a decaer y lo hace bastante. La prosa fue un recurso muy utilizado durante la República, especialmente por los políticos de la época, para contar sus historias, los discursos que hacían frente al senado apoyando, criticando o estando en contra de algo o alguien del senado que no estuviera de acuerdo con sus propuestas. Sin embargo, bajo el régimen de Augusto esta decayó considerablemente ya que la elocuencia no tiene función alguna y la elocuencia judicial tampoco puede tener un papel importante porque todas las causas son juzgadas o por el emperador o sus mandatarios y este juicio es a puerta cerrada.

La mayoría de los prosistas de la República eran políticos. Los pocos supervivientes que quedaron de la época de la República fueron: Asinio Polion, que escribió una Historia de las guerras civiles , y Meselas con sus Memorias. Los prosistas del Principado en su mayoría eran hombres de letras como Cicerón, los historiadores Tito Livio, Trogo Pompeyo y Fenestella o el arquitecto Vitrubio.

Fue patrocinador de la Eneida de Virgilio con la esperanza que ésta aumentara el orgullo de la herencia romana en el pueblo. Con el pasar del tiempo, se ganó el aprecio de la mayoría de la clase intelectual romana aunque, en privado, muchos todavía deseaban volver a los tiempos de la República. Usó los juegos y las fiestas públicas para su propia gloria y la de su familia y para consolidar su popularidad con las masas. Cuando murió, una vuelta al viejo sistema de la República era inimaginable. La única cuestión que quedaba sin resolver a su muerte era quién le iba a suceder.

Proyectos arquitectónicos

Detalle de una esclutura del Ara Pacis (Altar de la Paz), 13 a. C. a 9 a. C.

En su lecho de muerte, se dice que Augusto se jactó de haber encontrado una Roma hecha de ladrillo y de haber legado otra hecha de mármol. Aunque existe cierta verdad literal en su afirmación, Dión Casio indica que se trataba de una metáfora sobre la fuerza del Imperio Romano.[216]​ El mármol podía encontrarse en edificios romanos anteriores, pero no fue utilizado de forma tan extensa como material de construcción hasta el reinado de Augusto.[217]​ Aunque la afirmación no aplicaba a toda Roma o, en especial, al barrio del Subura, Agusto dejó una impronta en la topografía monumental del Centro de la ciudad y del Campo de Marte, con el Ara Pacis (Altar de la Paz) y un reloj de sol monumental, cuya pieza central era un obelisco traído de Egipto.[218]​ Los relieves que decoran el Ara Pacis ofrecían el relato visual de los triunfos de Augusto recogidos en el Res Gestae.[219]​ Aparecen representados los desfiles imperiales de los pretorianos, las vestales y los ciudadanos de Roma.[219]​ También construyó el Templo de César, los baños de Agripa y el Foro de Augusto, en el que se encontraba también el Templo de Marte el Vengador. También alentó la construcción de otros proyectos, como el Teatro de Balbo o la construcción del Panteón de Agripa, y en otros casos financió las obras erigidas en nombre de otras personas, a menudo familiares, como el Pórtico de Ocavia o el Teatro de Marcelo. El Mausoleo de Augusto fue construido tras su muerte para albergar a los miembros de su familia.[220]

Para celebrar su victoria en la batalla de Actium ordenó construir el arco de Augusto, que se terminó en 29 a. C. cerca de la entrada al Templo de Cástor y Pólux y que sería ampliado en 19 a. C. en un nuevo diseño de triple arco.[217]​ Existe también muchos edificios construidos fuera de Roma que llevan el nombre y legado de Augusto, como por ejemplo el teatro de Mérida o el de Cartagena, en España, la Maison Carrée, en Nimes, en el sur de Francia, o el trofeo de Augusto, en La Turbie, también en Francia.

Templo de Augusto y Livia en Vienne.

A la muerte de Agripa en 12 a. C., Augusto tuvo que buscar una solución para el mantenimiento del suministro de agua a la ciudad de Roma. El problema había sido afrontado por el propio Agripa cuando sirvió como edil, que llegó incluso a financiarlo con su propio dinero como ciudadano privado.[192]​ Ese mismo año, Augusto dispuso un sistema en el cual el Senado designaba a tres de sus miembros como comisionados principales al cargo del suministro de agua y para asegurarse de que los acueductos de Roma eran mantenidos adecuadamente.[192]​ A finales de la era de Augusto, se puso al cargo del mantenimiento de edificios públicos y del culto al estado a una comisión de cinco senadores llamada curatores locorum publicorum iudicandorum y que podría traducirse como los Supervisores de la Propiedad Pública.[192]​ Augusto también creo el grupo senatorial de los curatores viarum para la supervisión y mantenimiento de las carreteras, que trabajaba con oficiales locales y con contratistas para organizar las reparaciones ordinarias.[199]

El estilo arquitectónico dominante en la era de Augusto y de la fase imperial de Roma fue el orden corintio, originario y procedente de la antigua Grecia.[217]Suetonio comentó en una ocasión que Roma no era merecedora de su estatus de capital imperial, si bien Augusto y Agripa se encargaron de desmantelar este sentimiento transformando la apariencia de Roma bajo el modelo griego clásico.[217]

Semblanza

El biógrafo Suetonio describe la semblanza de Augusto de la siguiente forma:

«Poseía una rara belleza (...) Tenía unos ojos vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena y blanca, corta estatura (...)»
Suetonio[221]

Construcciones por o en honor a Augusto

Augusto en la cultura popular

  • En la aclamada serie de televisión de 1976, Yo, Claudio, el emperador Augusto es interpretado por Brian Blessed. Se le muestra como un hombre agradable y simpático que buscaba lo mejor para Roma y su familia; pero aun así, era un títere en manos de su esposa Livia, interpretada por Sian Phillips.[222]
  • En la primera temporada de la serie televisiva Roma de 2005, el joven Augusto es interpretado por Max Pirkis. Augusto es un joven que vive de cerca la guerra civil entre Julio César y sus oponentes políticos. La segunda temporada comienza tras la muerte de Julio César y narra los acontecimientos que culminan con el ascenso de Octavio a la posición de Primer Ciudadano. Al principio de esta última temporada, Max Pirkis vuelve a interpretar a Augusto, cambiando a mitad de temporada por Simon Woods para encarnar a un Augusto más maduro. Se le presenta como un hombre ambicioso, manipulador, sin escrúpulos, frío, y sin carisma para conectar con el pueblo. A medida que va asumiendo poder sus ofertas de pacto adquieren una forma más ventajosa, pero en el fondo se aprecian como órdenes que no se pueden rechazar. Triunfa gracias a una mezcla de astucia política y el miedo que infunde, tanto en sus enemigos como en sus allegados. Quedan fuera de la descripción de su personalidad las virtudes que le hicieron un buen gobernante, y una persona querida y respetada durante siglos.[223]

Veáse también

Notas

  1. Estas son fechas contemporáneas; Augusto vivió bajo dos calendarios, el romano hasta 45 a. C., y el juliano después de 45 a. C. Debido a discrepancias con las intenciones originales de Julio César, Augusto restauró el calendario juliano en 8 a. C., por lo que la correspondencia entre el calendario juliano proléptico y el actual calendario romano es incierta antes de 8 a. C.(Blackburn & Holford-Strevens 2003: 670–1)
  2. Formalmente Imperator César, Divi filius, Augusto que significa Imperator César, hijo del Divino (Divus Julius), Augusto.
  3. Algunas provincias siguieron siendo obernadas directamente por el Senado romano.
  4. Suetonio, Vida de Octavio Augusto. El «Marco Octavio» que vetaba la ley agraria propuesta por Tiberio Graco en 133 a. C. era posiblemente su ancestro. I–IV.

Referencias

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  19. Apiano, Civil Wars 3.9–11.
  20. Su hija Julia había muerto en 54 a. C.
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Enlaces externos


Predecesor:
Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa Centroniano
Cónsul sufecto de la República Romana
Quinto Pedio

43 a. C.
Sucesor:
Lépido y Lucio Munacio Planco
Predecesor:
Marco Antonio, Lucio Escribonio Libón y Lucio Emilio Lépido Paulo
Cónsul de la República Romana
junto con Lucio Volcacio Tulo

33 a. C.
Sucesor:
Cneo Domicio Ahenobarbo y Cayo Sosio
Predecesor:
Cneo Domicio Ahenobarbo y Cayo Sosio
Cónsul del Imperio Romano
3123 a. C.
Sucesor:
Marco Claudio Marcelo y Lucio Arruntio
Predecesor:
Décimo Lelio Balbo y Cneo Antistio Veto
Cónsul del Imperio Romano
5 a. C.
Sucesor:
Cayo Calvisio Sabino y Lucio Passienus Rufus
Predecesor:
Lucio Cornelio Léntulo y Marco Valerio Mesala Mesalino
Cónsul del Imperio Romano
2 a. C.
Sucesor:
Coso Cornelio Léntulo y Lucio Calpurnio Pisón
Predecesor:
Julio César
Dinastía Julio-Claudia
44 a. C.14 d. C.
Sucesor:
Tiberio
Predecesor:
Julio César como Imperator de la República Romana (45 a. C)
Emperador romano
27 a. C.14 d. C.
Sucesor:
Tiberio
Predecesor:
Lépido
Máximo Pontífice
12 a. C.14 d. C.
Sucesor:
Tiberio