Teoría conspirativa

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 12:03 28 oct 2020 por AVIADOR (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.
Una de las teorías conspirativas más extendidas afirma que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron favorecidos por la administración de George W. Bush, con el fin de que Estados Unidos tuviera una excusa para iniciar las guerras contra Afganistán e Irak, promover restricciones de derechos civiles en el país (Acta Patriótica) e iniciar programas de espionaje a gran escala.

Las expresiones «teoría conspirativa», «teoría de conspiración» o «teoría conspiratoria» se usan para referirse a ciertas teorías alternativas a las oficiales que explican un acontecimiento o una cadena de acontecimientos, comúnmente, de importancia política, social, económica, religiosa o histórica, por medio de la acción secreta de grupos poderosos, extensos y de larga duración, y además en tono peyorativo para descalificar esas teorías.[1][2]​ La hipótesis general de una teoría de conspiración es que ciertos sucesos importantes en la historia han sido causados por conspiraciones ocultas misteriosas.[3][4]​ Las teorías conspirativas no deben ser confundidas con las verdaderas conspiraciones ─demostradas histórica y criminológicamente, castigadas por leyes penales y sentencias de tribunales─: aunque ambos conceptos están íntimamente ligados, en general cuando se utiliza la expresión «teoría conspirativa» se pretende significar que en ese caso puntual no ha existido ninguna conspiración y que la teoría que afirma su existencia carece de sustento racional y probatorio.[5][6][7][8][9]

En ciertos casos, las teorías de conspiración han demostrado ser ciertas o revelar aspectos reales que se habían mantenido ocultos.[7][10]

Terminología

Elemento de un billete de un dólar estadounidense donde figura el Ojo de la Providencia; los seguidores de teorías conspirativas argumentan que este símbolo es prueba de diferentes conspiraciones mundiales masónicas o Iluminati.
Dibujo conspiracionista antisemita y antimasónico, donde se muestra a la Francia católica conducida por judíos y francmasones.[11]

El término «teoría conspirativa» se usa como descripción, para algunos neutral, de cualquier aseveración de conspiración. «Conspirar», en inglés, significa «unirse en secreto acuerdo con el fin de efectuar un acto ilícito o impropio o para usar tal medio para llevar a cabo un fin ilícito».[12]​ En español, «conspirar» significa «unirse contra su superior o soberano, o unirse contra un particular para hacerle daño».[13]

El primer uso registrado de la expresión «teoría conspirativa» data de 1909. Originalmente, se trataba de un término neutral, pero durante los avatares políticos de la década de 1960, el término adquirió su actual sentido peyorativo.[14]​ El término ingresó en un suplemento al Oxford English Dictionary, a principios de 1997.[15]

En un ensayo de Daniel Pipes (según él, «adaptado de un estudio preparado para la CIA»),[16]​ se intenta identificar las creencias que distinguen la mentalidad conspirativa de patrones más convencionales de pensamiento:

  • las apariencias engañan;
  • las conspiraciones conducen la Historia;
  • nada es al azar;
  • el enemigo siempre gana;
  • poder, fama, dinero y sexo dan cuenta de todo.[17]

El término «teoría conspirativa» es usado por académicos establecidos y en cultura popular para identificar un tipo de folclore similar al de una leyenda urbana, especialmente un relato explicativo que se construye con fallos metodológicos particulares.[18]​ El término también se usa peyorativamente para desestimar aseveraciones que se consideran mal concebidas, paranoicas, sin fundamento, extravagantes, irracionales o no merecedoras de consideración seria. Por ejemplo, los términos «chiflado conspirativo» y «teorizador conspirativo» se usan en ocasiones peyorativamente. Algunos de los que mantienen teorías o especulaciones que son tildadas de «teorías conspirativas» rechazan el término por prejuicioso.[cita requerida]

El hecho de que una aseveración conspirativa particular pueda tildarse de teoría conspirativa de forma imparcial o neutral genera controversia. La teoría conspirativa se ha vuelto un término de alta carga política, y la fuerte crítica de los «teorizadores conspirativos» por parte de académicos, políticos, psicólogos y medios supera las líneas políticas tradicionales de derecha e izquierda.[cita requerida]

El académico estadounidense Noam Chomsky contrasta la teoría conspirativa como más o menos lo opuesto al análisis institucional, el cual se enfoca sobre todo en el comportamiento público a largo plazo de instituciones conocidas públicamente, según se registra, por ejemplo, en documentos académicos o reportes de medios de comunicación, en lugar de coaliciones secretas de individuos.[19][20]

Hay quienes sostienen que Elvis Presley fingió su propia muerte y que ha sido visto luego del día de su fallecimiento, el 16 de agosto de 1977, en diversos lugares.

Evaluación de la validez de teorías conspirativas

Tal vez el aspecto más discutible es el problema de decidir la veracidad de una teoría conspirativa en particular al punto de satisfacer tanto a sus seguidores como a sus opositores. Las acusaciones particulares de conspiración varían ampliamente en su verosimilitud, pero pueden aplicarse algunos estándares comunes para evaluar el valor de verdad probable en cada caso particular:

  • Navaja de Ockham: ¿es el relato alternativo más, o menos, probable que el relato establecido?
  • Metodología: ¿están bien construidas las pruebas ofrecidas a favor del argumento, es decir, usando una metodología contundente? ¿Hay algún estándar claro para determinar qué evidencia probaría o refutaría la teoría?
  • Delatores: ¿cuántas personas (y de qué tipo) deben ser conspiradores leales?

Algunas de estas pruebas pueden tener lados negativos también. Por ejemplo, una aplicación excesiva de la «navaja de Occam» puede llevar a la aceptación de visiones de la historia «sobresimplificadas».

También, como ejemplo de los «delatores», puede argumentarse en contra de la teoría de que «el cáncer es un hongo fácilmente curable» que «sería necesario mantener bajo control las investigaciones de un número demasiado elevado de médicos y oncólogos, por lo que tarde o temprano alguno de ellos revelaría la verdad».

A menudo se objeta la aserción de que la no existencia de conspiración alguna se demuestra con la falta de filtraciones o delatores. Dado el éxito del gobierno estadounidense en hacer que miles de personas mantuvieran la Operación MK Ultra en secreto (y así asegurar que no pudiera publicarse ninguna historia confiable de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970), es obvio que esto no es un indicador fiable. Además, la existencia de delatores no se suele exigir en teorías conspirativas oficiales.

Conspiraciones verificadas

  • La Ojrana (policía secreta del Imperio ruso) fomentó el antisemitismo presentando Los protocolos de los sabios de Sion como texto auténtico.[21]
  • El asesinato de Lev Trotski en México, ejecutado por Ramón Mercader, un agente español de la NKVD soviética.[22]
  • ODESSA (del alemán Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen, Organización de Antiguos Miembros de la SS) fue una presunta red de colaboración secreta desarrollada por grupos nazis para ayudar a escapar a miembros de la SS desde Alemania a otros países donde estuviesen a salvo, particularmente a Latinoamérica. La organización fue utilizada por el novelista Frederick Forsyth en su obra de 1972 The Odessa File, basada en hechos reales, lo que le dio una gran repercusión mediática. Por otro lado, el mayor investigador, perseguidor y encargado de informar sobre la existencia y misión de esta organización fue Simon Wiesenthal, un judío austríaco superviviente al Holocausto, quien se dedicó a localizar exnazis para llevarlos a juicio. La historiadora Gitta Sereny escribió en su libro Into That Darkness (1974), basado en entrevistas con el excomandante del Campo de exterminio de Treblinka, Franz Stangl, que ODESSA nunca existió. Escribió: «Los fiscales en la Autoridad Central de Ludwigsburg para la investigación de crímenes nazis, que sabían precisamente cómo han sido financiada en la postguerra las vidas de ciertos individuos actualmente en Sudamérica, han buscado entre miles de documentos desde el principio hasta el final, pero afirman que son totalmente incapaces de autentificar la existencia de ‘Odessa’. No es que esto importe: ciertamente existieron varios tipos de organizaciones de ayuda a los nazis después de la guerra — habría sido sorprendente que no las hubiese habido».[23]
  • El proyecto MK Ultra —a veces también conocido como programa de control mental de la CIA— fue el nombre en clave dado a un programa secreto e ilegal diseñado y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) para la experimentación en seres humanos. Estos ensayos en humanos estaban destinados a identificar y desarrollar nuevas sustancias y procedimientos para utilizarlos en interrogatorios y torturas, con el fin de debilitar al individuo y forzarlo a confesar a partir de técnicas de control mental. Fue organizado por la División de Inteligencia Científica de la CIA en coordinación con el Cuerpo Químico de la Dirección de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos.[24]
  • La CIA ha estado involucrada en varias operaciones de tráfico de drogas. Algunos de estos informes afirman que la evidencia del Congreso que indica que la CIA trabajó con grupos que se sabía que estaban involucrados en el tráfico de drogas, por lo que estos grupos se les proporcionó información útil y de apoyo material, a cambio de permitir que sus actividades criminales continuaran,[25]​ y de obstaculizar o impedir su arresto, acusación y encarcelamiento por las agencias policiales estadounidenses.[26]
  • En la década de los 80, el gobierno de los Estados Unidos se vio envuelto en una conspiración para derrocar al gobierno nicaragüense, mediante la financiación, a través de la venta de armas a Irán y de drogas en las calles de los Estados Unidos, de una guerrilla contrarrevolucionaria. Estos hechos, conocidos como "Escándalo Irán-Contra" o Irangate", implicaron a varios miembros de la administración de Ronald Reagan, incluido el presidente, y fueron, incluso, judicializados y juzgados, lo que demuestra su veracidad.
Informe del Senado estadounidense de 1977 sobre la existencia del programa MK Ultra

Teorías conspirativas populares

Teorías conspirativas en la ficción

Dado su potencial dramático, las conspiraciones son un tema popular en novelas o películas de acción y ciencia ficción. Una historia compleja se rearregla como obra moral en la que gente malvada produce acontecimientos malos y gente buena identifica a aquellas personas y las vence. Estas teorías conspirativas ficticias ofrecen narraciones claras e intuitivas en las cuales el complot de los conspiradores encaja estrechamente en las necesidades dramáticas del complot de la historia. Como se mencionó anteriormente, el aspecto cui bono de las teorías conspirativas semeja un elemento de historias de misterio: la búsqueda de un posible motivo escondido.

Igualmente, se han sugerido teorías conspirativas o hipótesis de conspiración en pos de develar el enigma de la anónima identidad del homicida en serie Jack el Destripador. La más difundida de estas se debió al escritor inglés Stephen Knight, y fue postulada en el ensayo Jack the Ripper. The final solution,[27]​ que vio la luz pública en 1976. Aquí se propugnó que el cirujano de la Corona, doctor William Gull, fungió de ejecutor, secundado por un elenco de masones prominentes. En dicha versión, las prostitutas víctimas del verdugo serial habrían chantajeado a la monarquía, amenazando divulgar que (como fruto de los amoríos entre una plebeya y el príncipe Albert Víctor) había nacido una niña bastarda con derechos al trono británico. Al médico imperial se le habría encargado asustar a las chantajistas, pero no asesinarlas. No obstante, un exceso de celo, aunado al brote de una enfermedad mental, terminó convirtiendo al insigne galeno en el monstruo que la posteridad conoce con el mote de Jack the Ripper. Tal constituye, en síntesis, la denominada: "teoría de la conspiración monárquico-masónica".[27][28]

Uso de Karl Popper del término «teoría conspirativa»

En su trabajo de dos volúmenes «Las sociedades abiertas y sus enemigos, 1938–1943», Karl Popper usa la expresión «teorías de conspiración». Argumenta que el totalitarismo del siglo XX estuvo fundado en tales teorías, que recurrían a complots imaginarios conducidos por escenarios paranoicos predicados en el tribalismo o el racismo. No argumenta contra la existencia de conspiraciones cotidianas, como se sugiere incorrectamente en mucha de la literatura posterior. Incluso, usa el término «conspiración» para describir la actividad política ordinaria en la Atenas clásica de Platón, quien es el principal objetivo de ataque en la obra. También escribe: «No deseo dar a entender que las conspiraciones nunca ocurren. Al contrario, son fenómenos sociales típicos».[29]

Falsabilidad

Popper propone la expresión «teoría conspirativa de la sociedad» para criticar la metodología de los que considera engañados por el «historicismo» (la reducción de la historia a una evidente e ingenua distorsión a través de un análisis crudamente formulado, predicado en una agenda repleta de suposiciones insensatas).[30]

Karl Popper argumenta que la ciencia se escribe como un conjunto de hipótesis falsables; aquellas teorías y aseveraciones que no admiten ninguna posibilidad de falsación son consideradas metafísicas o no científicas. Críticos de teorías conspirativas argumentan en ocasiones que muchas de ellas no son falsables y por ello no pueden ser científicas. Esta acusación es a menudo correcta, y es consecuencia de la estructura lógica de ciertas clases de teorías conspirativas. Estas toman la forma de aserciones existenciales, alegando la existencia de alguna acción u objeto sin especificar el sitio o momento en el que puede observarse. La falta de observación del fenómeno es el resultado de buscar en el lugar equivocado (esto es, de haber sido engañado por la conspiración), lo cual hace imposible cualquier demostración de que la conspiración no existe.

Sin embargo, el uso de la falsabilidad como criterio para distinguir entre ciencia y no ciencia ha sido criticado por un buen número de académicos. Entre ellos destacan los una vez estudiantes de Popper: Thomas Kuhn, Paul Feyerabend e Imre Lakatos, que argumentan que ninguna teoría es falsable en el sentido de Popper, y que como consecuencia Popper representa erróneamente el proceso real de descubrimiento científico.[31]

Conspiracionismo

Las teorías conspirativas a menudo no se toman seriamente debido a que muchas de ellas, casi por definición, carecen de evidencia verificable. Otros, por otro lado, protestan contra la práctica de mencionar únicamente las teorías conspirativas más ridículas, obviando las teorías conspirativas que han resultado ciertas (tales como la conspiración para asesinar a John F. Kennedy o el Holocausto). Esto lleva a la pregunta de qué mecanismos podrían existir en la cultura popular que lleven a la invención y diseminación subsiguiente de teorías conspirativas.

En búsqueda de respuestas a esta pregunta, la teoría conspirativa se ha vuelto un tema de interés para sociólogos, psicólogos y expertos en folclore desde al menos la década de 1960, cuando el asesinato del presidente de Estados Unidos John F. Kennedy provocó una respuesta del público sin precedentes dirigida contra la versión oficial del caso según lo expuso el Reporte de la Comisión Warren. El informe de dicha comisión ha sido contradicho por el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos, establecido en 1976, que en su informe final concluye que el presidente John F. Kennedy fue probablemente asesinado como resultado de una conspiración. Así pues, resulta que, en este caso concreto, fueron los que rechazaron el informe de la Comisión Warren los que tenían razón.

Una visión del mundo que supuestamente tiene como centro teorías conspirativas en el desarrollo de la historia se denomina en ocasiones como «conspiracionismo». El historiador Richard Hofstadter indicó el papel de la paranoia y el conspiracionismo a lo largo de la historia de Estados Unidos en su ensayo The Paranoid Style in American Politics, publicado en 1964. El clásico de Bernard Bailyn The Ideological Origins of the American Revolution (1967) hace notar que en Estados Unidos puede encontrarse un fenómeno similar durante el tiempo que precedió a la independencia estadounidense.[32]

El término «conspiracionismo» fue popularizado por el académico Frank P. Mintz en la década de 1980. El trabajo académico en teorías conspirativas y conspiracionismo presenta un rango de hipótesis como base de estudio del género. Entre los principales académicos del conspiracionismo se encuentran: Richard Hofstadter, Karl Popper, Michael Barkun, Robert Alan Goldberg, Daniel Pipes, Mark Fenster, Frank P. Mintz, Carl Sagan, George Johnson y Gerald Posner.

De acuerdo con Mintz, el conspiracionismo denota «creencia en la primacía de conspiraciones en el desarrollo de la historia»:[33]

El conspiracionismo satisface las necesidades de diversos grupos políticos y sociales en Estados Unidos y otras regiones. Identifica élites, las culpa por las catástrofes económicas y sociales, y asume que las cosas serán mejores una vez la acción popular las pueda remover de las posiciones de poder. Como tales, las teorías conspirativas no tipifican una época o ideología particular.[34]
Frank P. Mintz

A lo largo de la historia humana, algunos líderes políticos y económicos «han sido» genuinamente la causa de enormes cantidades de muerte y miseria, y en algunas ocasiones se vieron involucrados en conspiraciones, al tiempo que ahora promueven teorías conspirativas sobre sus objetivos. Hitler y Stalin serían meramente los ejemplos más prominentes; ha habido numerosos más.[35]

En algunos casos ha habido aseveraciones acusadas de ser teorías conspirativas que luego mostraron tener alguna base en los hechos (para ejemplos, ver abajo «Conspiraciones verificadas»).[36][37]

La idea de que la historia misma está controlada por grandes y duraderas conspiraciones es desestimada por el historiador Bruce Cumings:

Pero si las conspiraciones existen, ellas raramente mueven la historia; producen una diferencia al margen de cuando en cuando pero con las consecuencias imprevistas de una lógica fuera del control de sus autores: y este es el error de la «teoría conspirativa». La historia se mueve por las amplias fuerzas y grandes estructuras de las colectividades humanas.[38]

El término «conspiracionismo» se usa en el trabajo de Michael Kelly, Chip Berlet y Matthew N. Lyons.

De acuerdo con Berlet y Lyons, «El conspiracionismo es una forma narrativa particular de articular un chivo expiatorio, la cual enmarca enemigos satanizados como parte de un vasto e incisivo argumento contra el bien común, mientras que valora el chivo expiatorio como un héroe para la alarma resonante».[39]

Argumentos generales contra el conspiracionismo

Los argumentos contra el conspiracionismo no suelen dirigirse a demostrar que está siempre equivocado ni a analizar si es posible que acierte al menos algunas veces, sino a, supuestamente, analizar los mecanismos psicológicos por los que aparece. Esto, a juicio de algunos, quita legitimidad al mismo concepto de «conspiracionismo» y a los argumentos «contra el conspiracionismo».

Muchas personas tienden a responder a acontecimientos o situaciones que han tenido un impacto emocional en ellos tratando de darles sentido, típicamente en términos espirituales, morales, políticos o científicos. Acontecimientos que parecen resistirse a tales interpretaciones pueden provocar que el sujeto busque con más premura un significado, hasta que alcance uno que sea capaz de ofrecerle al sujeto inquisidor la satisfacción emocional requerida.

En otras ocasiones, el desarrollo de secuencias complejas de acontecimientos, tales como fenómenos políticos, son explicables, pero no en términos simples. Las teorías conspirativas son a menudo preferidas por las personas como modo de entender lo que está pasando a su alrededor sin tener que lidiar con las complejidades de la historia o interacción política.

Como historiador sociológico, Holger Herwig encontró, estudiando explicaciones alemanas para el origen de la Primera Guerra Mundial, que «aquellos acontecimientos que son más importantes son más difíciles de entender porque atraen la mayor atención de inventores de mitos y charlatanes».

Este proceso normal de búsqueda de una explicación satisfactoria podría desviarse por diversas influencias. Al nivel del individuo, las necesidades psicológicas apremiantes pueden influir el proceso de tal forma que algunas de nuestras herramientas mentales universales pueden imponer 'puntos ciegos' epistémicos. A nivel de grupo o sociológico, los factores históricos pueden realizar el proceso de asignar significados satisfactorios más o menos problemáticos.

Alternativamente, las teorías conspirativas pueden surgir cuando la evidencia disponible en el registro público no se corresponde con la versión común u oficial de los acontecimientos. En este sentido, las teorías conspirativas pueden servir en ocasiones para resaltar 'puntos ciegos' en las interpretaciones comunes u oficiales de los acontecimientos.[40]

Orígenes psicológicos

De acuerdo con algunos psicólogos, una persona que cree en una teoría conspirativa tiende a creer en otras; una persona que no cree en una teoría conspirativa tiende a no creer en otra.[41]​ Esto puede deberse a diferencias en la información en que se basan las partes para formular sus conclusiones.

Existen psicólogos que creen que la búsqueda de significado es común en el conspiracionismo y en el desarrollo de teorías conspirativas, y que puede ser suficientemente fuerte como para llevar ella sola a la primera formulación de la idea[cita requerida]. Una vez concebida, el sesgo de confirmación y la evasión de disonancia cognitiva pueden reforzar la creencia. En un contexto donde una teoría conspirativa se ha vuelto popular dentro de un grupo social, el reforzamiento comunal puede igualmente desempeñar un papel.

Investigaciones llevadas a cabo en la Universidad de Kent (Reino Unido) sugieren que las personas pueden ser influenciadas por teorías conspirativas sin ser conscientes de que sus actitudes han cambiado. Tras leer teorías conspirativas populares sobre la muerte de Diana de Gales, participantes en este estudio estimaron correctamente qué tanto las actitudes de sus pares habían cambiado, pero subestimaron significativamente qué tanto sus propias actitudes habían cambiado para volverse más a favor de las teorías conspirativas. Los autores concluyen que las teorías conspirativas pueden por tanto tener un 'poder escondido' para influir las creencias de las personas.[42]

Psicólogos humanistas sostienen que, a pesar de que el conciliábulo detrás de la conspiración es casi siempre percibido como hostil, a menudo la idea de la teoría conspirativa tiene un elemento de tranquilidad para sus creyentes. Esto se debe, en parte, a que es más consolador pensar que las complicaciones y trastornos en los asuntos humanos son creados por los seres humanos mismos en lugar de por factores que escapan al control humano. La creencia en una conspiración es un dispositivo mental que el creyente usa para asegurar a sí mismo que ciertos hechos y circunstancias no son producto del azar, sino originados por una inteligencia humana. Si un conciliábulo está implicado en una secuencia de acontecimientos, siempre existe la esperanza, aunque débil, de ser capaz de interferir en los actos del grupo conspirador, o bien de unirse al grupo y ejercer un poco de ese mismo poder. Por último, la creencia en el poder de una conspiración es una afirmación implícita de la dignidad humana —una afirmación, a menudo inconsciente, pero necesaria, de que el hombre no es un ser totalmente indefenso, sino que es responsable, al menos en cierta medida, de su propio destino.[43]

Proyección

Algunos historiadores han señalado el elemento de proyección psicológica en el conspiracionismo; es decir, la atribución a los supuestos «conspiradores» de características indeseables del ser. Richard Hofstadter, en su ensayo The Paranoid Style in American Politics, afirma que:

...es difícil resistirse a la conclusión de que este enemigo es en muchos aspectos la proyección del ser; los aspectos tanto ideales como inaceptables del ser se le atribuyen a él. El enemigo puede ser el intelectual cosmopolita, pero el paranoico lo excederá en el aparato de la erudición... el Ku Klux Klan imitó al catolicismo al punto de usar prendas sacerdotales, desarrollando un ritual elaborado y una jerarquía igualmente elaborada. La John Birch Society simula células comunistas y operación cuasi-secreta a través de grupos «frontales», y realiza una persecución sin piedad de la guerra ideológica a lo largo de líneas muy similares a las que encuentra en el enemigo comunista. Portavoces de varios «cruzados» anticomunistas fundamentalistas expresan abiertamente su admiración por la dedicación y disciplina que clama la causa comunista.
Richard Hofstadter

Hofstadter también notó que la «libertad sexual» es un vicio frecuentemente atribuido al grupo objetivo del conspiracionista, apreciando que «muy a menudo las fantasías de verdaderos creyentes revelan fuertes escapes sadomasoquistas, vívamente expresados, por ejemplo, en el deleite de antimasones con la crueldad de castigos masónicos».[44]

¿Sesgo epistémico?

Es posible que ciertos sesgos epistémicos humanos básicos se proyecten en el material bajo escrutinio. De acuerdo a un estudio, las personas aplican una regla general por medio de la cual esperan que un acontecimiento significativo tenga una causa significativa (esto puede reemplazarse por: la gente espera, para algo extraordinario, una explicación extraordinaria).[45]​ El estudio ofreció a tres sujetos cuatro versiones de acontecimientos en los cuales un presidente extranjero (a) fue asesinado, (b) fue herido pero sobrevivió, (c) sobrevivió con heridas pero luego murió de un ataque cardíaco, y (d) salió ileso. Los sujetos tendieron en mayor medida a sospechar conspiración en los casos de los 'acontecimientos importantes' (en los que el presidente muere) en comparación a los otros casos a pesar de que toda la demás evidencia disponible para ellos fue la misma.

Otra regla epistémica general que puede aplicarse equívocamente a un misterio que involucra otras personas es cui bono («¿quién se beneficia?»). Esta sensibilidad a motivos ocultos de las demás personas podría ser un aspecto ya sea evolucionado o enculturado de la conciencia humana, pero, en cualquier caso, parece ser universal. Si el inquisidor carece de acceso a los hechos relevantes del caso, o si hay intereses estructurales más que motivos personales involucrados, este método de inquisición tenderá a producir un reporte falsamente conspirativo de un acontecimiento impersonal[cita requerida]. El corolario directo de este sesgo epistémico en culturas precientíficas es la tendencia a imaginar el mundo en términos de animismo. Objetos inanimados o sustancias de significancia para las personas reciben un carácter fetichista y se suponen abrigar espíritus malignos o benignos.

Lo contrario de cui bono, y una posición generalmente útil cuando está evaluándose una teoría conspirativa, es un corolario de la navaja de Occam. «Nunca atribuya a conspiración lo que puede deberse a incompetencia». Es decir, acontecimientos importantes tienen una mayor probabilidad de deberse a fallos o descuidos de una persona o grupo que a sus planes y esfuerzos.

Psicología clínica

Para individuos relativamente poco comunes, una compulsión obsesiva a creer, probar o repetir una teoría puede indicar una o más de varias enfermedades psicológicas bien comprendidas y otras hipotéticas: paranoia, negación, esquizofrenia, síndrome del mundo mezquino.[46]

Orígenes sociopolíticos

Christopher Hitchens representa las teorías conspirativas como 'humos exhaustos de la democracia', el resultado ineludible de una gran cantidad de información circulante entre un gran número de personas. Otros autores sociales y sociólogos argumentan que las teorías conspirativas se producen de acuerdo a variables que pueden cambiar dentro de una sociedad democrática (o de otro tipo).

Reportes conspirativos pueden ser satisfactorios emocionalmente cuando ubican acontecimientos en un contexto moral entendible. El partidario de la teoría es capaz de asignar responsabilidad moral por un acontecimiento o situación emocionalmente perturbadora a un grupo de individuos claramente concebido. Crucialmente, tal grupo no incluye al creyente. El creyente puede entonces sentirse excusado de cualquier responsabilidad moral o política pues remediar cualquier falla institucional o social podría ser la fuente efectiva de la disonancia.[47]

Donde un comportamiento responsable se previene por las condiciones sociales o simplemente va más allá de las habilidades de un individuo, la teoría conspirativa facilita la descarga emocional o duelo que requieren tales retos emocionales (según Erving Goffman)[cita requerida]. Como los pánicos morales, las teorías conspirativas ocurren así más frecuentemente dentro de comunidades que están experimentando aislamiento social o pérdida de poder político.

Mark Fenster argumenta que «sólo porque teorías conspirativas de amplio espectro estén erradas no significa que estas no den con algo. Específicamente, dichas teorías se dirigen ideológicamente a inequidades estructurales reales y constituyen una respuesta a una sociedad civil fulminante y a la concentración de propiedad de los medios de producción que, juntos, dejan al sujeto político sin la habilidad de ser reconocido o de significar algo en el reino público».[48]

Por ejemplo, la forma contemporánea de antisemitismo se identifica en la Enciclopedia Britannica de 1911 como una teoría conspirativa sirviendo al autoentendimiento de la aristocracia europea, cuyo poder social declinó con el ascenso de la sociedad burguesa.[49]

A lo largo de la historia, el antisemitismo es prominente en las teorías conspirativas. De acuerdo con Kenneth S. Stern,

Históricamente, los judíos no se han llevado bien con las teorías conspirativas. Tales ideas alimentan el antisemitismo. Los mitos en que judíos mataron a Cristo, o envenaron pozos, o mataron niños cristianos para cocer matzo, o se inventaron el Holocausto, o traman el control del mundo, no se suceden unos a otros; en cambio, la lista de bulos antisemíticos se alarga. El movimiento de milicia hoy cree en la teoría conspirativa de los Protocolos, incluso si algunos la llaman de otra manera y nunca mencionan a los judíos. Desde la perspectiva de la historia, sabemos que este es el tipo de clima en que el antisemitismo puede crecer.[50]
Desilusión

A finales del siglo XX, varios observadores notaron descensos en la participación electoral y en otras medidas centrales del compromiso social. Como ejemplo prominente, véase la tesis de Robert Putnam Bowling Alone. Quienes fueron más influenciados por este período, la llamada «Generación X», se caracterizan por su cinismo hacia las instituciones y autoridades tradicionales, lo cual constituye un ejemplo del contexto de pérdida de poder político mencionado anteriormente.

En ese contexto, un individuo típico tenderá a estar más aislado de los tipos de redes de pares que confieren acceso a amplias fuentes de información, y puede desconfiar intuitivamente de cualquier aseveración hecha por ciertas personas, medios u otras instituciones autorizadas. Para algunos individuos, la consecuencia puede ser una tendencia a atribuir cualquier cosa negativa que ocurra a la autoridad de la que se desconfía. Por ejemplo, algunos atribuyen los atentados del 11 de septiembre de 2001 a una conspiración que involucra al gobierno de Estados Unidos (o políticos desaprobados) en lugar de o junto con terroristas islámicos asociados con Al Qaeda (véase conspiraciones del 11-S). Tales cargos pueden también colorearse con motivación política. Se hicieron cargos similares (en algunos círculos) según los cuales la administración de Franklin D. Roosevelt del gobierno de Estados Unidos fue de alguna manera culpable del ataque a Pearl Harbor en 1941.

El «teorema de la racionalidad»

Otra crítica de las teorías conspirativas es que se basan en cierta visión del mundo que puede o no ser correcta. Graham Allison, politólogo, desarrolló este argumento en su libro, Essence of Decision, y lo llamó informalmente el «teorema de la racionalidad».

Básicamente, Allison argumentó:

  • Muchas teorías (incluyendo teorías conspirativas) se basan en el supuesto de expectativas racionales. Bajo este supuesto, los acontecimientos y decisiones se explican con las respuestas racionales de grupos e individuos.
  • Sin embargo, grupos e individuos no siempre actúan de manera racional.
  • Usando un pensamiento racional, los individuos toman automáticamente un enfoque de «caja negra» hacia los problemas, lo que significa que se concentran en los datos que estaban disponibles y en los resultados pero fallan en no considerar otros factores tales como burocracia, malentendidos, desacuerdos, etc.
  • El pensamiento racional viola en general la ley científica de falsabilidad, pues, de acuerdo con el teorema de la racionalidad, no hay acontecimiento o grupo de acontecimiento que no puedan explicarse de una manera racional y decidida.

Aunque Allison estudió principalmente la crisis de los misiles de Cuba, en esencia ilustró el teorema de la racionalidad haciendo referencia al ataque a Pearl Harbor, específicamente la teoría de que las autoridades estadounidenses permitieron intencionalmente que comenzara el ataque.

Allison argumentó que, para que esta teoría conspirativa específica se cumpliese, los análisis primero tenían que suponer que los oficiales actuaron de una manera racional y que tuvieron completo acceso a toda la información que indicaba que el ataque era inminente.

Sin embargo, al examinar evidencias internas adicionales, Allison argumentó que, mientras desde una perspectiva de caja negra, Estados Unidos tenía suficientes evidencias del ataque a Pearl Harbor, una combinación de burocracia y malentendidos fue la razón real de por qué sucedió el ataque. Por ejemplo, Allison notó que evidencias del ataque venidero estaban dispersas en diferentes departamentos gubernamentales, y no se combinó inmediatamente para crear una imagen entera. Similarmente, algunas autoridades interpretaron erróneamente los datos disponibles: el 7 de diciembre de 1941 la base en Pearl Harbor estaba de hecho en alerta, pero la alerta era por posible sabotaje japonés, no por un ataque aéreo general.

Tropos de los medios

Comentaristas de los medios notan regularmente una tendencia en los medios de noticias y de cultura popular a entender acontecimientos a través del prisma de agentes individuales, en contraposición a reportes estructurales o institucionales más complejos.[51]​ Si esta es una observación correcta, puede esperarse que la audiencia que demanda y consume este énfasis sea más receptiva a informes personalizados y dramáticos de fenómenos sociales.

Un segundo tropo de los medios, tal vez relacionado, es el esfuerzo por destinar responsabilidades individuales a acontecimientos negativos. Los medios tienden a comenzar a buscar culpables si un acontecimiento es de tal importancia que no deja de estar al orden del día durante varios días. En esta misma línea, se ha dicho que el concepto de accidente puro ya no se permite en un artículo de noticias.[52]​ Nuevamente, si esta es una observación correcta, esta puede reflejar un cambio real en cómo el consumidor de medios percibe los acontecimientos negativos.

Controversia

Aparte de las controversias sobre los méritos de aseveraciones conspirativas particulares y de las diversas opiniones académicas discrepantes, la categoría general de teoría conspirativa es en sí misma una materia controvertida.

El término «teoría conspirativa» está considerado por diferentes observadores como una descripción neutral de una aseveración conspirativa, un término peyorativo usado para desestimar tal aseveración sin más examen,[53]​ y un término que puede acogerse positivamente por los proponentes de tal aseveración.

Algunos usan el término para argumentos que pueden no creer completamente pero que consideran radicales y emocionantes. El significado del término más ampliamente aceptado es el que se comparte en el uso en cultura popular y en el académico, que, de hecho, tiene implicaciones negativas para el valor de verdad probable de un relato.

Dado este entendimiento popular del término, es concebible que este pueda ser usado ilegítima e inapropiadamente como medio de desestimación de lo que de hecho son acusaciones sustanciales y bien evidenciadas. La legitimidad de cada uno de tales usos será por tanto un asunto de controversia. Observadores desinteresados compararán los rasgos de una alegación con los de la categoría mencionada anteriormente, para efectos de determinar si un uso dado es legítimo o perjudicial. En relación con esto, Michael Parenti ha usado el término conspirafobia (conspiracy phobia).[54]​ Este autor, asimismo, en uno de sus artículos, llama a la CIA «una conspiración institucionalizada».[55]

Ciertos proponentes de aseveraciones conspirativas y sus partidarios argumentan que el término es completamente ilegítimo y que debe considerarse precisamente tan manipulador políticamente como la práctica soviética de tratar disidentes políticos como dementes clínicos.[56]​ Críticos de esta visión afirman que el argumento tiene poco peso y que la afirmación misma sirve para exponer la paranoia común entre los teorizadores conspirativos. Por otra parte, Daniel Pipes, uno de los que usan el término frecuentemente,[57]​ incluso reconoce que algunos informes los hizo por encargo de la CIA.[58]​ Además, los críticos del conspiracionismo suelen mencionar solo las teorías conspirativas más ridículas sin mencionar las conspiraciones que están históricamente demostradas.

Algunos teóricos, como Charles Pigden, argumentan que la realidad de tales conspiraciones históricamente comprobadas debería prevenirnos contra cualquier rechazo apresurado de teorías conspirativas. Pigden, en su artículo «Conspiracy Theories and the Conventional Wisdom»[59]​ («Teorías de conspiración y la sabiduría convencional») arguye que no solo ocurren conspiraciones, sino que cualquier miembro educado de la sociedad cree en al menos una de ellas; por tanto, todos somos, de hecho, teóricos de la conspiración, se reconozca o no.

En cualquier caso, vale la pena considerar que el mismo término «conspiración» es muy anterior al término «teoría conspirativa», y está muy bien caracterizado en la Historia, el Derecho Penal, las leyes penales y las sentencias de los Tribunales. Esto ilustra el hecho de que la conspiración es y ha sido desde antaño un comportamiento humano muy real y muy frecuente, mientras que la legitimidad del muy reciente concepto de «teoría conspirativa» continúa abierta al debate.

En el Derecho Penal está bien caracterizado el concepto de «conspiración», aparte del hecho de que muchas personas han sido condenadas por los Tribunales por tal motivo. El actual Código Penal de España, de 1995, en su artículo 17.1 dice: «La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo».[60]​ Los anteriores códigos penales españoles también definían y castigaban la conspiración.[61]​ En la legislación penal de otros países también se castiga la conspiración.

El término «teoría conspirativa» es en sí mismo el objeto de un tipo de teoría conspirativa que argumenta que quienes usan el término están manipulando a la audiencia para desestimar el tema en discusión, ya sea en un intento deliberado de ocultar la verdad o como engaño para conspiradores más pausados.[cita requerida]

Cuando se ofrecen teorías conspirativas como aseveraciones oficiales (por ejemplo, proviniendo de una autoridad gubernamental, tal como una agencia de inteligencia), estas no se consideran usualmente como teorías conspirativas. Por ejemplo, ciertas actividades del Comité de Actividades Antiestadounidenses de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos pueden considerarse como un intento oficial de promover una teoría conspirativa, aunque sus aseveraciones son raramente referidas como tales. Se ha llegado a decir: «¿Cuándo una teoría conspirativa no es una teoría conspirativa? Cuando es tu propia teoría».[53]​ Se ha señalado que muchas veces las versiones oficiales son también teorías conspirativas[62]​ aunque no se reconozcan como tales. A tal efecto, se ha acuñado la expresión «teoría conspirativa oficial».

Surgen más dificultades de la ambigüedad del término teoría. En el uso popular, este término se usa a menudo para referirse a especulaciones sin fundamento o con bases débiles, lo que lleva a la idea de que «no es una teoría conspirativa si es de hecho cierta».

Por otra parte, el uso del concepto de «teoría conspirativa» supone una preocupación exclusiva o preponderante por los «falsos positivos» (creer en una conspiración que no existe) sin prestar atención a la posibilidad de un «falso negativo» (negar una conspiración que sí existe). Los que se ocupan del fenómeno del conspiracionismo no se preocupan de si dichas teorías aciertan a veces o no.

Véase también


Referencias

  1. Patán, Julio (2009): «Las “teorías de la conspiración”, por otro lado, son de una naturaleza diametralmente opuesta. A diferencia de las conspiraciones reales, falibles y perecederas, las “teorías de la conspiración” plantean la existencia de complots perfectos, universales y sin límites en el tiempo y el espacio. Las “teorías de la conspiración” involucran a múltiples participantes de todos los estratos y esferas, como políticos, policías, empresarios, militares, intereses extranjeros, medios de comunicación, alienígenas, en fin, todo lo que se pueda imaginar. Los conspiradores son tan poderosos y hábiles para proceder en secreto que su capacidad de infiltración es casi infinita. Las “teorías de la conspiración” involucran maquinaciones perfectas concebidas desde hace décadas, siglos e incluso milenios. No se trazan una meta humilde o concreta, sino que presuponen confabulaciones absolutas cuya meta es alterar por completo el orden establecido y poner al planeta entero en manos de los complotistas». En «Conspiraciones: entre el mito y la paranoia», unperdidoenelsiglo.wordpress.com. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  2. Pérez Hernáiz, H. A. (2009): «Lo que se entiende en este ensayo por “teorías de la conspiración” son las que otros han llamado las “grandes teorías de la conspiración”, o sea aquellas que consideran que la mayoría de los acontecimientos sociales son la consecuencia de la maquinación de una fuerza superior y, a menudo, secreta. Las teorías de la conspiración no se refieren a las pequeñas tramas conspirativas que todos construimos, y descubrimos que otros construyen, en nuestras interacciones diarias, y que podríamos presumir como parte normal de nuestra convivencia (el amante que conspira, el compañero de trabajo que nos pone trampas, el jefe de departamento que no nos dice toda la verdad, etc.), sino a los grandes acontecimientos sociales que afectan a muchos». En «Teorías de la conspiración: Entre la Magia, el Sentido Común, y la Ciencia», pp. 7-8. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  3. Howard, Michael (1990). La conspiración oculta: misterios de templarios, masones y sociedades secretas. EDAF. 
  4. «Área 51: qué es el misterioso lugar que inspira teorías de la conspiración (y por qué algunos creen que alberga extraterrestres)». BBC. 20 de septiembre de 2019. 
  5. Patán, Julio: «En términos generales, una conspiración es el intento de un grupo por acceder al poder desde las sombras, mediante la intriga y la cavilación. La definición es muy amplia, porque ese poder puede ser político, empresarial, mediático, económico, o social. Las conspiraciones, reales e inevitables, han sido parte integral de la historia humana: desde los griegos a los viejos fraudes electorales del PRI, pasando por Shakespeare, los golpes militares latinoamericanos, y las “adquisiciones hostiles” de las grandes corporaciones.» op. cit
  6. FAQ del Movimiento Zeitgeist: «¿Respalda el movimiento Zeitgeist Teorías de conspiración Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  7. a b Bravo, Andrea (mayo de 2011). «La Teoría de la Conspiración». Jot Down. 
  8. «Entrevista a Michel Butter. Teorías de conspiración». Semana. 21 de junio de 2019. 
  9. Avilés Farré, Juan (2007): «Desde la perspectiva epistemológica, el tratamiento más serio del tema se halla, a mi juicio, en un artículo del filósofo estadounidense Brian L. Keeley (“Of Conspiracy Theories”, The Journal of Philosophy, XCVI, 3, 1999, pp. 109-12), que por cierto toma como ejemplo las teorías surgidas en torno a un atentado terrorista, el de Oklahoma City en 1995. De acuerdo con Keeley, las teorías de la conspiración injustificadas se caracterizan por negar la interpretación oficial u obvia de los hechos considerados, pretenden revelar secretos bien guardados, y se apoyan en datos que no quedan suficientemente explicados en la versión oficial, o que incluso la contradicen, pero ninguno de estos rasgos implica que sean necesariamente injustificadas». En «Terrorismo y teorías de la conspiración: el caso del 11-M (ARI)», en www.realinstitutoelcano.org. 6 de julio de 2007. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  10. Martín, Azucena (18 de febrero de 2018). «Ocho teorías de la conspiración que resultaron ser ciertas». El Español. 
  11. Achille Lemot para Le Pèlerin, n° del 31 de agosto de 1902.
  12. Traducido de Webster's New Collegiate Dictionary, p. 243 (8th ed. 1976).
  13. «Conspirar». Diccionario de la Real Academia Española. 
  14. «20th Century Words» (1999) John Ayto, Oxford University Press, p. 15.
  15. Knight, Peter: «Plots, paranoia and blame», BBC News (news.bbc.co.uk), 7 de diciembre de 2006. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  16. Pipes, Daniel (2006). «Las viñetas danesas y yo». es.danielpipes.org. 
  17. Pipes, D. (invierno de 1992): «Dealing with Middle Eastern Conspiracy Theories», en es.danielpipes.org. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  18. Johnson, 1983
  19. Chomsky, Noam (6 de octubre de 2006). «9-11: Institutional Analysis vs. Conspiracy Theory». Z Communications. Archivado desde el original el 28 de agosto de 2012. Consultado el 8 de septiembre de 2012. 
  20. Michael Albert, en Zmagazine. «Conspiracy Theory». Archivado desde el original el 9 de diciembre de 2012. Consultado el 8 de septiembre de 2012. 
  21. «Jews and Politics in the Twentieth Century: From the Bund to the Rise of the Nazis». Judaica in the Collections of the Hoover Institution Archives. Hoover Institution, Stanford University. 2004. Archivado desde el original el 13 de junio de 2006. Consultado el 8 de septiembre de 2012. 
  22. Cf. Stanley G. Payne, «La revolución permanente: Trotski y el trotskismo», Revista de Libros, 161, mayo de 2010, pág. 5.
  23. Gitta Sereny, Into That Darkness (Pimlico 1974), 274
  24. «Advisory on Human Radiation Experiments». National Security Archives (en inglés). Agencia de Seguridad Nacional (NSA). 5 de julio de 1954. Archivado desde el original el 11 de octubre de 2015. Consultado el 11 de septiembre de 2011. 
  25. Coletta Youngers, Eileen Rosin, ed. (2005). Drugs and democracy in Latin America: the impact of U.S. policy. Lynne Rienner Publishers. p. 206. ISBN 978-1-58826-254-7. 
  26. Rodney Stich (30 de enero de 2007). Drugging America: A Trojan Horse. Silverpeak Enterprises. pp. 433-434. ISBN 978-0-932438-11-9. Consultado el 11 de marzo de 2012. 
  27. a b Stephen Knight, Jack the Ripper: the final solution, editor 'Harrap', 1976, ISBN 0245527249 y 9780245527241.
  28. Jack el Destripador y la conspiración monárquico masónica: La teoría de la conspiración, sitio digital 'Pombo & Pombo', 2 de febrero de 2012.
  29. «Extracts from “The Open Society and Its Enemies Volume 2: The High Tide of Prophecy: Hegel, Marx and the Aftermath” by Karl Raimund Popper (Originally published 1945). Psychoychologism, Historicism and Conspiricy theories: Marx's Method: Chapter 14: The Automony of Sociology.». Lachlan Cranswick, citando a Karl Raimund Popper. Consultado el 8 de septiembre de 2012. 
  30. Popper, Karl (1966). The Open Society and Its Enemies. Princeton University Press. 
  31. Kuhn, Thomas (1996). The Structure of Scientific Revolutions. Chicago University Press. p. 146-147.  Lakatos, Imre (1970). Criticism and the Growth of Knowledge. Cambridge University Press. 
  32. Bailyn, Bernard. The Ideological Origins of the American Revolution:. Cambridge: Harvard University Press. ISBN 978-0-674-44302-0. ASIN: B000NUF6FQ. 
  33. Mintz, Frank P. The Liberty Lobby and the American Right: Race, Conspiracy, and Culture. Westport, CT: Greenwood. p. 4. ISBN 0-313-24393-X. 
  34. Mintz, Frank P. The Liberty Lobby and the American Right: Race, Conspiracy, and Culture. Westport, CT: Greenwood. p. 199. ISBN 0-313-24393-X. 
  35. Arendt, Hannah (1973) [1953]. The Origins of Totalitarianism. New York: Harcourt Brace Jovanovich. 
  36. Fenster, Mark. Conspiracy Theories: Secrecy and Power in American Culture. Minneapolis: University of Minnesota Press. 
  37. Dean, Jodi. Aliens in America: Conspiracy Cultures from Outerspace to Cyberspace. Ithaca, NY: Cornell University Press. 
  38. Cumings, Bruce. The Origins of the Korean War, Vol. II, The Roaring of the Cataract, 1947-1950. Princeton, NJ: Princeton University Press. 
  39. Berlet, Chip; Lyons, Matthew N. Right-Wing Populism in America: Too Close for Comfort. New York: Guilford Press. 
  40. Fentster, 1999
  41. Goertzel (1994). «Belief in Conspiracy Theories». Political Psychology 15: 733-744. Consultado el 7 de agosto de 2006. 
  42. Karen Douglas y Robbie Sutton (in press). «The hidden impact of conspiracy theories: Perceived and actual influence of theories surrounding the death of Princess Diana». Journal of Social Psychology. 
  43. Baigent, Michael; Leigh, Richard; Lincoln, Henry (1987). The Messianic Legacy. Henry Holt & Co. ISBN 0-8050-0568-4. 
  44. Hofstadter, Richard (noviembre de 1964). «The Paranoid Style in American Politics». Harper's Magazine: 77-86. 
  45. «Who shot the president?» Archivado el 15 de noviembre de 2012 en Wayback Machine., The British Psychological Society, 18 de marzo de 2003 (visitada el 8 de septiembre de 2012).
  46. «Top 5 New Diseases: Media Induced Post-traumatic Stress Disorder (MIPTSD)», en The New Disease: A Journal of Narrative Pathology 2 (2004), consultado el 8 de septiembre de 2012.
  47. Vedantam, Shankar (5 de junio de 2006). «Born With the Desire to Know the Unknown». The Washington Post (The Washington Post): A02. Consultado el 7 de junio de 2006.  «“Teorías conspirativas explican acontecimientos o fenómenos sociales perturbadores en términos de acciones de individuos poderosos específicos”, dijo el sociólogo Theodore Sasson en el Middlebury College en Vermont, EE.UU. Proporcionando explicaciones simples de acontecimientos inquietantes —la teoría conspirativa en el mundo árabe, por ejemplo, en que los ataques del 11 de septiembre de 2001 fueron planeados por el israelí Mossad—, estas desvían la responsabilidad o previenen que las personas reconozcan que acontecimientos trágicos en ocasiones ocurren inexplicablemente».
  48. [Fenster, Mark (1999: 67).
  49. «Anti-Semitism», The 1911 Classic Encyclopedia (visitada el 8 de septiembre de 2012).
  50. Kenneth Stern (1997): A Force upon the Plain: The American Militia Movement and the Politics of Hate (p. 247). University of Oklahoma Press.
  51. Emke, Ivan (2000): "«Agents and Structures: Journalists and the Constraints on AIDS Coverage», Canadian Journal of Communication 25, n.º 3. Consultado el 8 de septiembre de 2012.
  52. The Blame Game. 6 de septiembre de 2005. Consultado el 8 de septiembre de 2012. 
  53. a b Gowans, Stephen: «When's a conspiracy theory not a conspiracy theory? When it's your own», en What's Left (www3.sympatico.ca). Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  54. Parenti, Michael: «Dirty Truths». Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  55. «At the same time, the CIA is an institution, a structural part of the national security state. In sum the agency is an institutionalized conspiracy». Parenti, Michael (1996): Dirty Truths. «The JFK Assassination II: Conspiracy Phobia on the Left», pp. 186. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  56. Baker, Carolyn: «Pathologizing protest: An exploration of “conspiracy phobia”» Archivado el 31 de enero de 2009 en Wayback Machine., en bottleofbits.info. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  57. Pipes, Daniel: Teorías Conspiratorias, en es.danielpipes.org. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  58. Pipes, Daniel (21 de febrero de 2006): «Las viñetas danesas y yo», en es.danielpipes.org. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  59. Pidgen, Charles (1956): «Conspiracy Theories and the Conventional Wisdom» Archivado el 14 de marzo de 2016 en Wayback Machine.. Episteme: A Journal of Social Epistemology. Vol. 4, n. 2. 2007. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  60. BOE (España). LEY ORGÁNICA 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. Archivado el 4 de diciembre de 2010 en Wayback Machine. Consultado el 9 de septiembre de 2012.
  61. «BOE (España) Decreto 691/1963, de 28 de marzo, por el que se aprueba el «Texto revisado de 1963» del Código Penal.». Archivado desde el original el 19 de noviembre de 2011. Consultado el 11 de septiembre de 2010. 
  62. «Diferencias entre “Teorías Conspirativas” compulsivas y científicas en el 11-9». Red Voltaire. 15 de mayo de 2008. Consultado el 9 de septiembre de 2012.

Bibliografía

Lecturas adicionales

  • Conspiracism, Political Research Associates
  • Cziesche, Dominik; Jürgen Dahlkamp, Ulrich Fichtner, Ulrich Jaeger, Gunther Latsch, Gisela Leske, Max F. Ruppert (2003). «Panoply of the Absurd». Der Spiegel. Der Spiegel. Consultado el 6 de junio de 2006. 
  • Parsons, Charlotte (2001). «Why we need conspiracy theories». BBC News: Americas. BBC. Consultado el 26 de junio de 2006. 
  • Meigs, James B. (2006). «The Conspiracy Industry». Popular Mechanics. Hearst Communications, Inc. Archivado desde el original el 29 de octubre de 2006. Consultado el 13 de octubre de 2006. 
  • Gerbic, Susan (2017). «Robert Brotherton habla sobre las teorías conspirativas: “solo la punta del iceberg”». CSICop. Consultado el 21 de enero de 2018. 
  • Julian Swann (2004). Barry Coward, ed. Conspiracies and Conspiracy Theory in Early Modern Europe: From the Waldensians to the French Revolution. Ashgate Publishing. ISBN 0754635643.  |coautores= requiere |autor= (ayuda)
  • Peter Knight, ed. (2003). Conspiracy Theories in American History: An Encyclopedia. ABC-Clio. ISBN 1576078124. 
  • West, Harry G. and Todd Sanders (eds) Transparency and Conspiracy: Ethnographies of Suspicion in the New World Order. Durham: Duke University Press.

Literatura conspiracionista

  • Los protocolos de los sabios de Sion
  • Oriana Fallaci. La rabbia e l'orgoglio, 2001 (La rabia y el orgullo, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002).
  • Cuello Contreras, Joaquín. Conspiración para cometer el delito: Interpretación del Art. 4, i d. Barcelona. 1978. Editorial Bosch, S.A. ISBN 978-84-7162-712-4
  • Orts Berenguer, Enrique. González Cussac, José Luis. Compendio de derecho penal: (parte general). Barcelona. 2008. Librería Tirant lo Blanch, S.L. ISBN 978-84-9876-344-7
  • Balsiger, David W. and Charles E. Sellier, Jr (1977). The Lincoln Conspiracy. Los Angeles: Schick Sun Classic Books. ISBN 1-56849-531-5
  • Bryan, Gerald B.; Talita Paolini, Kenneth Paolini (2000) [1940]. Psychic Dictatorship in America. Paolini International LLC. ISBN 0-9666213-1-X. 
  • Cooper, Milton William (1991). Behold a Pale Horse. Light Technology Publications. ISBN 0-929385-22-5. 
  • Icke, David (2004). And the Truth Shall Set You Free: The 21st Century Edition. Bridge of Love. ISBN 0-9538810-5-9. 
  • Levenda, Peter (2005). Sinister Forces: Trilogy. Trine Day. ISBN 0-9752906-2-2. 
  • Marrs, Texe (1996). Project L.U.C.I.D.: The Beast 666 Universal Human Control System. Living Truth Publishers. ISBN 1-884302-02-5. 
  • Tudge, Robin, and James McConnachie (2005). The Rough Guide to Conspiracy Theories. London: Rough Guides. ISBN 1-84353-445-2
  • Michel Bounan, Logique du terrorisme, Allia, Paris, 2003.
  • Pelley, William Dudley (1950). Star Guests: Design for Mortality. Noblesville, Indiana: Soulcraft Press. 
  • Robertson, Pat (1992). The New World Order. W Publishing Group. ISBN 0-8499-3394-3. 
  • Wilson, Robert Anton (2002). TSOG: The Thing That Ate the Constitution, Tempe, AZ: New Falcon Publications. ISBN 1-56184-169-2
  • Yallop, David A. (1984). In God's Name: An Investigation into the Murder of Pope John Paul I. New York: Bantam Dell Publishing Group. ISBN 0-553-05073-7
  • York, Byron (2005). The Vast Left Wing Conspiracy: The Untold Story of How Democratic Operatives, Eccentric Billionaires, Liberal Activists, and Assorted Celebrities Tried to Bring Down a President: and Why They'll Try Even Harder Next Time. New York: Crown Forum. ISBN 1-4000-8238-2
  • Conspiracies, Conspiracy Theories and the Secrets of 9/11, de Mathias Bröckers. Ve la conspiración como principio fundamental entre cooperación y competición. Propone una nueva ciencia de "conspirología".

Enlaces externos