Palacio Real de Nápoles

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Palacio Real de Nápoles
Palazzo Reale di Napoli
Bien cultural italiano

Fachada principal (oeste) del palacio.
Localización
País Italia
Ubicación Nápoles, Italia Italia
Dirección Plaza del Plebiscito (1)
Coordenadas 40°50′10″N 14°14′57″E / 40.836136, 14.249283
Información general
Usos Museo, biblioteca
Estilo Tardorrenacentista, barroco, neoclásico, neobarroco
Primera piedra 1600
Finalización 1616
Inauguración 1734
Remodelación 1837-1846
Propietario Estado Italiano
Detalles técnicos
Plantas 3
Diseño y construcción
Arquitecto Domenico Fontana (1600-1607)
Giulio Cesare Fontana (1607-1616)
Bartolomeo Picchiatti (1650s)
Francesco Antonio Picchiatti (1650s)
Onofrio Antonio Gisolfi
Ferdinando Sanfelice
Luigi Vanvitelli (circa 1750-1770)
Antonio de Simone (1818-1829)
Antonio Niccolini (1811-1837)
Gaetano Genovese (1837-1858)
https://palazzorealedinapoli.org/

El Palacio Real de Nápoles (en italiano: Palazzo Reale di Napoli) es un edificio histórico situado en la plaza del Plebiscito, en el centro histórico de Nápoles. Aunque es en dicha plaza donde se encuentra la entrada principal, existen otros accesos al complejo, que incluye también los jardines y el teatro San Carlos, desde la Piazza Trieste e Trento, la Piazza del Municipio y la Via Acton.

El palacio fue la residencia de los virreyes españoles y luego de la dinastía borbónica durante más de cien años, de 1734 a 1861, primero como reyes de Nápoles y Sicilia (1734-1816) y más tarde como reyes de las Dos Sicilias (1816-1861). Este uso borbónico fue interrumpido solamente durante una década a principios del siglo XIX, con el dominio francés y el gobierno de José Bonaparte y Joaquín Murat (1806-1815). Tras la Unificación italiana (1861) pasó a manos de los Saboya,[1]​ hasta que Víctor Manuel III lo cedió al Estado en 1919. Desde finales del siglo XIX, la mitad oeste del palacio fue abierta al público como museo del Apartamento Real y en 1924 su mitad este se convirtió en sede de la Biblioteca Nacional, usos que continúan en la actualidad.

La construcción del Palacio Real comenzó en 1600, hasta alcanzar su aspecto definitivo en 1858. En su edificación y en las posteriores restauraciones han participado numerosos arquitectos de renombre como Domenico Fontana, Francesco Antonio Picchiatti, Ferdinando Sanfelice, Luigi Vanvitelli y Gaetano Genovese.

Historia

Antecedentes

Mapa de Nápoles en el siglo XVI.

Al término de la dominación aragonesa, el Reino de Nápoles entró en los objetivos expansionistas de franceses y españoles: ambas potencias se dividieron el territorio con la firma del tratado de Granada del año 1500. En cualquier caso, el tratado no se respetó y bajo el mando del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba los españoles conquistaron el reino en 1503, dando así inicio al virreinato español.[2]​ Aunque esta época, que tuvo una duración de más de doscientos años, se ha considerado un periodo oscuro y de involución, lo cierto es que la ciudad gozaba de un notable fermento cultural y de una burguesía dinámica, además de una flota mercantil a la vanguardia, capaz de competir con las de Sevilla y Flandes.[3]

Bajo el mando de Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga se decidió la construcción de un Palacio Virreinal proyectado por los arquitectos Ferdinando Manlio y Giovanni Benincasa. La edificación de dicho palacio empezó en 1543 y se completó poco tiempo después.[4]​ El nuevo palacio nacía en una época en la que los virreyes dedicaron sus esfuerzos a la reorganización urbanística de las ciudades italianas: en Nápoles, se remodelaron las murallas y los fuertes y se edificaron los denominados Quartieri Spagnoli.[4]

La construcción (1600-1616)

Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos.

Cuando Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos, llegó a la ciudad como virrey junto a su esposa, Catalina de Zúñiga,[5]​ decidió construir un nuevo palacio. La argumentación oficial para justificar su construcción era la de honrar a Felipe III de España hospedándolo solemnemente en vista de una inminente visita del monarca que, finalmente, nunca se llegó a efectuar.[6][7]​ Sin embargo, análisis contemporáneos señalan que el virrey sabía que Felipe III no había tenido nunca la intención de trasladarse con su corte a Nápoles y que el palacio en realidad se mandó edificar para satisfacer el deseo del propio virrey.[8]

La zona elegida para la nueva construcción estaba situada en el extremo occidental de la ciudad, sobre el cerro de Pizzofalcone, en una posición que permitía dominar el puerto y que facilitaría una vía de escape para el rey en caso de ataque enemigo. Allí estaría junto al Palacio Virreinal, utilizando, de hecho, una parte de sus jardines, y junto al Castel Nuovo, antigua residencia real, reforzando el carácter aúlico de la zona.[2][9]​ La elección de esta ubicación también se vio fomentada por el hecho que la ciudad estaba en expansión hacia occidente: de esta manera se provocaría, con un edificio de tanta importancia en las proximidades, un aumento del precio de los terrenos en las zonas de Pizzofalcone y de Chiaia.[9]

El proyecto se confió a Domenico Fontana, considerado en el momento el arquitecto más prestigioso del mundo occidental, que ostentaba el cargo de ingeniero mayor del Reino. Fontana había caído en desgracia unos años antes, a causa de la muerte de Sixto V en 1590, papa que le había encargado numerosos trabajos en Roma.[10]

La primera piedra se puso en 1600,[2]​ en la plaza que, en aquellos años, llevaba el nombre de Piazza San Luigi. El proyecto definitivo del palacio fue publicado por Fontana en 1604 con el título de Dichiarazione del Nuevo Regio Palagio.[11]​ Sin embargo, los planos originales utilizados por el arquitecto para empezar la obra se perdieron y, de hecho, el mismo Fontana se lamentaba de ello:[12]

Domenico Fontana, el arquitecto del palacio.
No he podido mandar a imprimir los diseños de la obra que he hecho en esta ciudad de Nápoles y su reino por falta de tiempo.

En cualquier caso, se conserva en Roma una planta dibujada por Giovanni Giacomo De Rossi, con seguridad anterior a 1651, que muestra como habría tenido que ser el palacio según la primera voluntad del arquitecto. Parece que, de todas formas, el diseño original no se diferenciaba demasiado del que fue su aspecto definitivo, aunque durante su construcción se realizaron innegables modificaciones.[13]​ En este diseño eran igual tanto la fachada principal al oeste, como la del lado norte, mientras que, a lo largo del lado sur que daba al mar, se debía haber edificado una construcción con forma de C.[13]​ Este diseño fue tan popular que, a pesar de que el palacio estaba todavía en construcción, en la prensa de la época solía representarlo tal y como era en el proyecto en lugar de como se estaba construyendo. Domenico Fontana estaba tan entusiasmado con el proyecto que se le había encargado que hizo inscribir sobre dos columnas de la fachada:[12]

Domenicus Fontana Patricius Romanus
Eques Auratus comes palatinus inventor
Juan Alonso Pimentel de Herrera, bajo cuyo mandato se ralentizaron las obras del palacio.

Sin embargo, de dicho proyecto solo se realizó la fachada principal; mientras el brazo sureste no fue construido y la fachada sur quedó desordenada e inconclusa hasta que se completó en 1843.[13]

El estilo arquitectónico que desarrolló el arquitecto era tardorrenacentista, con patio central y logia interior en el primer piso, adecuando así el proyecto a las exigencias de la época; es decir, a una función de ostentación más que de residencia fortificada.[2]​ Tenía además una amplia plazoleta situada justo delante del palacio para los desfiles militares y los eventos públicos. Las obras se desarrollaron con diligencia tanto bajo el mandato del conde de Lemos como bajo el de su hijo y sucesor Francisco Ruiz de Castro. Con el virrey Juan Alonso Pimentel de Herrera, conde de Benavente, las obras se ralentizaron, probablemente a causa de la escasa disponibilidad de recursos tras las guerras y crisis que golpeaban España o, incluso, por una cuestión de honor: los Pimentel mostraron escaso interés por completar una obra empezada por los Ruiz de Castro.[14]

En 1607, tras la muerte de su padre, Giulio Cesare Fontana asumió la dirección de las obras. La edificación del palacio prosiguió con rapidez cuando, en 1610, se nombró virrey a Pedro Fernández de Castro, también hijo de Fernando Ruiz de Castro.[14]​ En 1616, se construyó al final de la Via Toledo, es decir, en el extremo opuesto al solar en el que se estaba construyendo el Palacio Real, la nueva sede de la Universidad, que recibió el nombre de Palazzo degli Studi y sería la futura sede del Museo arqueológico nacional de Nápoles.[9]​ Gracias a unos apuntes de Alessandro Beratta y a los escritos de un diario de viaje de Confalonieri, tenemos constancia del estado de las obras en aquel año:[14]

Aquel día conocimos la estructura del palacio real, que tiene una fachada de peperino[nota 1]​ trabajado. En el primer piso se cuentan veintiuna ventanas y tres barandillas; en el segundo, otras tantas ventanas pequeñas sin barandilla. Abajo, a ras de suelo, hay un gran pórtico, que da a la calle y sirve para la guardia, realizada por dos compañías de soldados. Por dentro el palacio no está acabado. Tiene dos escaleras grandes y un gran patio cuadrado con pórticos, de los cuales dos lados estaban aún descubiertos.

De este escrito, en definitiva, se comprende que la obra estaba ya casi acabada en aquel tiempo.

Poco después, aunque no se conoce la fecha exacta, empezaron los trabajos de decoración interior con la ejecución de las obras pictóricas de Battistello Caracciolo, Belisario Corenzio y Giovanni Balducci.[14]

El periodo virreinal (1616-1734)

El Palacio Real hacia 1700, con el pabellón del Belvedere anexo en su esquina suroccidental.

Desde la finalización del palacio, éste fue habitado por 22 virreyes españoles y 11 virreyes austriacos. Lejos de permanecer inalterado, el Palacio Real siguió transformándose en función de los gustos de cada virrey.

El duque de Alba (1622-1629) se encargó de terminar algunas bóvedas empezadas por el conde de Lemos y dedicarlas a las glorias familiares.[15]​ Con el duque de Medina de las Torres tuvo lugar la finalización de la Capilla Palatina, de 1646 a 1648, con un gran cuadro de altar obra de José de Ribera; en 1656 se realizaron los estucos que la bóveda del entredós de las ventanas, que tuvieron que rehacerse tras 1688 a causa de un terremoto que hundió el techo. No se terminaron hasta 1705.[16]

Bajo el gobierno del conde de Oñate la original escalera de dos rampas de Fontana, juzgada poco digna fue completamente reformada por Francesco Antonio Picchiatti, siguiendo las deseos del conde de Oñate, las obras tuvieron lugar de 1651 a 1666.[17]​ También se redecoraron las dos salas principales del palacio: la "Gran Sala" y el "Salón de los Virreyes", que empezó a ser adornada con retratos de los virreyes desde 1503.[18]

Exteriormente, entre 1666-1671, gobernando Pedro Antonio de Aragón, tuvo lugar la incorporación más destacable con la edificación de un pequeño pabellón cara al mar, el llamado Belvedere, que serviría como dormitorio a los virreyes y luego a los soberanos borbónicos. Anexo a él se erigió una pequeña terraza ajardinada que con las décadas fue creciendo hasta convertirse en los actuales "jardines colgantes o del Belvedere".[5][19]

Del 18 de abril al 2 de junio de 1702, Felipe V visitó Nápoles, siendo por lo tanto el primer y único soberano español en alojarse en un palacio pensando, en origen, para recibir a Felipe III.[20]​ En 1707 los austriacos tomaron la ciudad en medio de la Guerra de Sucesión española, dando inicio al gobierno de los virreyes austriacos que no aportó cambios sustanciales al palacio.

Los primeros Borbones (1734-1806)

En mayo de 1734 Carlos de Borbón entraba en Nápoles, la ciudad se convertía, de nuevo, en la capital de un reino autónomo y no de un virreinato.[21]​ El nuevo rey encontró el Palacio Real vacío y destartalado pues, ya desde su construcción, había sido normal que los virreyes se instalaran con sus muebles y que, una vez finalizado su mandato, se los llevaran consigo. Así lo habían hecho los últimos virreyes austriacos, el conde y la condesa Visconti en marzo de 1734. Lo único que quedaba en el palacio eran las magníficas bóvedas pintadas hechas por artistas napolitanos del seiscientos.[22]

Las obras de adecuación fueron dirigidas por el ingeniero militar Giovanni Antonio Medrano, posterior arquitecto de Portici, e inicialmente se centraron en los aposentos del rey cara al Largo di Palazzo. Si bien las obras se dieron por finalizadas en 1740, hacía 1738, año de la boda de Carlos con María Amalia de Sajonia, ya casi estaban listas. El palacio se estructuró entonces alrededor de dos cuartos o apartamentos principales:[23]

  • el Apartamento del Rey cara la plaza y compuesto por: la Gran Sala o Sala Real, la Sala de la Guardia de Corps, la Sala de los Oficiales, la Antecámara de los Titulados, la Sala del Besamanos o del Trono, la Galería, la Sala "donde S.M. se viste", la Capilla "secreta" de S.M., la Estancia del Belvedere o donde duerme el rey, el "retrete" y la Sala "donde duerme el ayuda de cámara de S.M.".[24]
  • el Apartamento de la Reina cara al mar y formado por: la Sala de los Virreyes, la Sala de la Guardia de Corps, la Segunda Antecámara, la Sala del Besamanos, la Sala de la Alcoba o donde duerme la reina, el Oratorio, el "retrete", la Salita de las Camaristas y el Tocador de la Reina.

Por lo general, en esta primera reforma, las obras que evocaban a la historia de Nápoles y a su pasado español fueron conservadas como muestra de prestigio histórico, mientras que las que se referían al periodo austriaco fueron destruidas. De 1735 a 1738 se encargaron grandes frescos celebratorios a pintores tardobarrocos napolitanos de la talla de Francesco Solimena, Nicola Maria Rossi, Francesco De Mura o Domenico Vaccaro. Por ejemplo, Rossi realizó un fresco celebrando la toma de Gaeta de 1734 en la "Sala donde S.M. se viste" (Sala 9); Solimena otro fresco con el rey a caballo en la "Sala de los Virreyes" (Sala 22), tapando uno anterior del emperador Carlos VI; y De Mura un fresco más, de grandes proporciones, en la "Sala de la Guardia" (Sala 2) celebrando las virtudes conyugales a raíz de la boda regia. Por último, el soberano redecoró el interior del palacio con suntuosos mármoles y colgaduras de seda.[5][23][25]

Durante el reinado de Carlos de Borbón, en el Palacio Real de Nápoles convergían el estilo de vida francés, la tradición española y la cultura artística italiana.[26]

Durante la minoría de edad de Fernando IV, de 1759 a 1767, caben destacar reformas de poca envergadura, esencialmente decorativas, como la ampliación en 1763 del Ala del Belvedere cara al mar con el "dormitorio diario de S.M.", cuatro gabinetes privados (dos entresolados) y el despacho del rey; la mayoría de las piezas decoradas con frescos de Giuseppe Bonito. No obstante, la reforma más destacada, coincidiendo con el fin de la minoría y la boda del rey con la archiduquesa María Carolina en mayo de 1768, fue la transformación de la "Gran Sala" de época española en un teatrillo de corte tardo-barroco obra de Ferdinando Fuga.[27]

Hacia 1770 debieron empezarse trabajos de mayor envergadura en la parte posterior del palacio, cara al Castel Nuovo. El palacio se amplió hacia el este con dos alas paralelas: cara al mar un nuevo cuerpo llamado "Apartamento del Mayordomo" y cara a la ciudad la denominada Ala Oriental o "Apartamento de los Reales Príncipes" que replicaba la arquitectura original de Fontana.[5]​ A raíz de estas ampliaciones, se crearon dos patios interiores llamados "de los Carruajes" y "del Belvedere", se remodelaron los "jardines del Belvedere o colgantes" y se completó la fachada a lo largo de la actual Via Acton.

A partir de 1780, el interés de Fernando IV y de María Carolina viró hacia el palacio de Caserta, donde se habían terminado sus aposentos. Desde entonces la corte pasaría al menos la mitad del año fuera de Nápoles.

Los Bonaparte (1806-1815)

La llegada de los franceses en 1806 y el inicio de los reinados de José I (1806-1808) y Joachim Murat (1808-1815) no trajo consigo grandes cambios arquitectónicos en el palacio real, pero si grandes transformaciones interiores y decorativas, en su mayor parte desaparecidas. Los monarcas napoléonicos tuvieron que hace frente, en primer lugar, un re-amueblamiento general del palacio, que Fernando IV había vaciado al partir al exilio en Palermo en 1798 y 1806. Aunque bajo José I ya tuvieron lugar algunas intervenciones, de 1809 a 1810 las reformas fueron esencialmente funcionales, para convertir el palacio en un lugar habitable. De 1810 a 1814 tuvieron lugar las grandes intervenciones, jamás finalizadas.[28]

El gabinete de Carolina Bonaparte en el Palacio Real de Nápoles, pintado en 1811 por Elie Honoré de Montagny.

Además de un "gran apartamento de ceremonia" conjunto, Joachim Murat y Carolina Bonaparte disponían cada uno de un "apartamento de honor" y un "apartamento ordinario", los aposentos de Murat se concentraban en el núcleo oeste del palacio, mientras que los de Carolina se agrupaban en el Ala Oriental antaño destinada a los Príncipes Reales (actual sede de la Biblioteca Nacional). El jardín del Belvedere constituía la comunicación entre los aposentos privados de la pareja real, además de zona de juegos de sus hijos. Entre las transformaciones de la época caben destacar el nuevo teatrillo de Carolina Murat en el Ala Oriental o el dormitorio en forma de tienda militar para Joachim en el Ala del Belvedere.[28]

La caída de los Bonaparte en 1815 impidió más trasformaciones, como la nueva sala del trono en la "Galería de los Embajadores" (actual Sala 8). No obstante, dos espacios quedaron profundamente marcados en esa época. Por un lado la Capilla Real, a la que José Bonaparte ya había añadido el suntuoso altar de pietre dure proveniente de Santa Maria degli Scalzi, se remodeló en estilo bizantino inaugurándose en 1814; aunque sería rehecha tras el incendio de 1837 y destruida durante la Segunda Guerra Mundial.[28]​ Por otro lado, en el "Salón de los Virreyes" desaparecieron la galería de retratos de éstos y se transformó en un antiquarium, añadiendo copias en yeso de las esculturas de la colección real; debido al Hércules Farnesio la estancia empezó a llamarse "Salón de Hércules", también las esculturas se perdieron en 1837.[29]

La restauración borbónica (1815-1837)

Tras la reconquista de Nápoles por parte de los Borbones, en el palacio solo tuvieron lugar modificaciones cosméticas pero altamente simbólicas. Fernando IV, ahora Fernando I de las Dos Sicilias, acometió en 1818, la completa redecoración del Salón del Trono, resacralizando el espacio tras el interludio napoleónico. Antonio De Simone diseñó los estucos del techo con catorce alegorías que representaban las provincias, unidas entorno al trono, del nuevo reino de las Dos Sicilias creado en 1816 unificando los de Nápoles y Sicilia. Toda la estancia se recubrió, además, con una colgadura de terciopelo rojo con lises borbónicas doradas.[30]

En esa época se perpetuó la división del palacio en dos polos ideada bajo los Bonaparte, en el lado occidental cara al Largo di Palazzo se situaba el "Gran Apartamento del Rey", mientras en el Ala Oriental cara al Castel Nuovo tenía su "Apartamento de Recepción" el duque de Calabria, que disfrutaba del antiguo teatrillo de Carolina Murat, así como sus estancias privadas y el alojamiento para sus hijos. Durante su breve reinado, Francisco I siguió habitando esos mismos aposentos y, tras su muerte, los ocupó su viuda, la reina madre María Isabel de Borbón.[29]

La reforma de Fernando II (1837-1861)

El 6 de febrero de 1837, a las 5 de la madrugada, un incendio surgió en las estancias de la reina madre en el Ala Oriental, destruyendo gran parte de la mitad este del palacio.[6][31][32]​ Tras el siniestro, se hizo necesaria una nueva restauración de todo el complejo. El rey Fernando II encargó la obra a Gaetano Genovese, que siguió la corriente artística predominante en la época, es decir, el neoclasicismo, sin por ello renunciar a la arquitectura original de Domenico Fontana, para dar un aspecto homogéneo a todo el conjunto.[5]

En el curso de la obras, se remodeló completamente el Ala Oriental cara al Castel Nuovo; se derribó el Ala del Belvedere; se terminó la inacabada fachada hacia el mar, unificándola con la fachada ya existente de época de Fontana y coronando la parte central con un nuevo belvedere de mármol blanco; asimismo, los apartamentos privados de Fernando II y María Teresa de Austria trasladaron al segundo piso, dejando los antiguos aposentos del primer piso solo para recepciones oficiales.[27][6]​ También los alrededores del palacio sufrieron importantes transformaciones. En 1842 se derribó de palacio Virreinal, creando en su lugar la Piazza San Ferdinando (actual Piazza Trieste e Trento), y Friedrich Dehnhardt creó un nuevo jardín romántico trasero derribando viejos establos y otros edificios.[9]

Techo del Salón de Baile del "Apartamento de las Fiesta", actual Biblioteca Nacional.

El grueso de las obras se concluyó en 1840, mientras que las tareas de decoración se alargaron hasta 1842, no obstante la gran reforma fernandina no se dio por concluida hasta 1858, confiriendo al palacio su aspecto definitivo.[33]​ A pesar de la multitud de arquitectos que intervinieron en su progresiva construcción y ampliación consiguió mantener una apariencia parecida al diseño inicial de Domenico Fontana.[33]

El Palacio Real quedó entonces formado por varios aposentos agrupados en torno a dos núcleos. En el occidental, que constituya el palacio original, se encontraban:

  • el Apartamento de Etiqueta del Rey cara a la Piazza Ferdinandea destinado a recepciones (actual museo).
  • el Apartamento de Etiqueta de la Reina cara al mar destinado a recepciones (actual museo).
  • el Apartamento del Rey en la planta baja destinado a recepciones privadas (actualmente cerrado).

En el Ala Oriental, conformada por las ampliaciones de los siglos XVIII y XIX, se situaban:

  • el Apartamento de las Fiestas cara al jardín trasero (actual biblioteca).
  • el Apartamento del duque de Calabria cara al Castel Nuovo (actual biblioteca).
  • la Biblioteca Palatina y Gabinete de Física del Rey en el ángulo noreste del segundo piso (actual biblioteca).
  • el Apartamento privado del Rey situado en el ángulo sureste del segundo piso (actual biblioteca).
  • el Apartamento privado de la Reina situado al lado del anterior en el segundo piso cara al mar (actual biblioteca).
Techo de uno de los salones del "Apartamento de las Fiestas", actual Biblioteca Nacional.

La decoración de los nuevos espacios creados, así como las reformas en algunos de antiguos se alejó del neoclasicismo académico y adoptó una vertiente más ecléctica e historicista próxima a la exuberancia de Percier y Fontaine. Especialmente profusa y rica fue la decoración del "Apartamento de las Fiestas" (1840-1842) con grandes espejos, colgaduras de seda y, sobre todo, elaborados estucos en los techos enmarcando frescos de temática mitológica con claras reminiscencias a la pintura manierista.[34]​ En las estancias del "Apartamento de Etiqueta" así como en el estudio privado del rey en el segundo piso (1854-1856), se optó, dada su importancia ceremonial, por los mismos estucos abarrocados pero por pinturas más vinculadas al pasado histórico de Nápoles y a las dinastías normanda, angevina y aragonesa, el resultado fue de un claro sabor neomedievalizante y romántico.[35]​ Por último, en las estancias privadas del segundo piso (1839-1841) predominó un tipo de pintura neopompeyana más ligera y preciosista como en el baño de Fernando II, ligado al repunte del interés que suscitaban las excavaciones de Pompeya y Herculano en las décadas de 1830 y 1840. También en estos aposentos destacaron las tendencias neomedievalizantes y orientalizantes con estancias "a la china", "a la turca" o un pequeño oratorio "a la gótica".[36]

Pocos cambios tuvieron lugar durante el corto reinado de Francisco II, que el 6 de septiembre de 1860 tuvo que abandonar el palacio y la ciudad ante la amenaza de las tropas garibaldinas. Antes de partir el soberano empaquetó algunos de sus bienes más preciados, que salieron rumbo a Capua y a Gaeta, entre los que había la preciada Pala Colonna de Rafael, el retrato de Alejandro Farnesio de Tiziano, un busto de mármol de Pio IX, las reliquias de Santa Jasonia, sesenta-y-seis relicarios, un retrato de Luis XVIII, jarrones, porcelanas, un velador con vistas de París en placas de Sèvres, mantelería, ropa de casa, colchones y cojines, veintiséis cajas con la argenterie, siete déjeuners o ciento quince candelabros de plata. No obstante, gran parte del guardarropa de la reina María Sofía y la fortuna personal del rey depositada en el Banco di Napoli quedaron atrás.[37]

Los Saboya (1861-1940)

Umberto y Magherita durante su estancia en Nápoles.

Tras la caída del reino de las Dos Sicilias en 1861 y la proclamación del reino de Italia, el palacio se convirtió en residencia de los Saboya. El nuevo dueño del palacio, Víctor Manuel II de Saboya, visitó por primera vez el palacio el 7 de noviembre de 1860, apenas dos meses después de haber partido Francisco II de las Dos Sicilias, no parece que se volviera a alojar nunca más en él.[38][39]​ Las visitas de la nueva dinastía a la ciudad fueron, por lo general, esporádicas.[40]​ Solo de 1868 a 1870, el palacio sirvió de residencia estable al príncipe Humberto y la princesa Margarita, recién casados en abril del 1868. Fue precisamente en el palacio donde nació, el 11 de noviembre de 1869, el futuro rey Víctor Manuel III de Italia.[6]​ La pareja abandonó la ciudad tras la toma de Roma en septiembre de 1870.

Tras ascender al trono en 1878, la nueva pareja real retornó a Nápoles, pero sus estancias siempre estuvieron envueltas de un sabor agridulce, en 1878 fueron víctimas del atentado de Passannante, en 1883 volvieron para confortar a los heridos del terremoto de Casamicciola y en 1885 a las víctimas del cólera. Más afortunada fue la visita de 1889 a raíz de la inauguración del Corso Umberto I. También el príncipe del Piamonte, futuro Víctor Manuel III, residió en Nápoles de 1891 a 1896. Con frecuencia, no obstante, la familia real prefirió el palacio de Capodimonte, más aislado y con un jardín más amplio.[41][42]

Las primeras décadas después de la Unificación fueron también los de un lento proceso de vaciamiento de los tesoros palatinos: de 1862 a 1864 varias pinturas modernas fueron trasladas a Capodimonte, en 1864 se trasladó la Armería y en 1873 las porcelanas, ambas también a Capodimonte; en 1878 varios tapices se llevaron al Quirinal, en 1879 los instrumentos del Gabinete de Física fueron a la Universidad de Nápoles, antes de 1884 los carruajes reales partieron a Florencia, el archivo musical se cedió al Conservatorio en una fecha imprecisa y en 1921 llegó el turno del Archivo de la Real Casa, integrado en el Archivo Estatal de Nápoles.[43]

La fachada principal del palacio antes de la colocación de las esculturas en 1888.

Aun así, también caben destacar algunas puntuales intervenciones en el palacio, como el suntuoso mobiliario neo-barroco en el Primera Antecámara, realizado entre 1862-1864; los escudos de las provincias del nuevo reino de Italia pintados en el Salón de Hércules hacia 1868 o el marouflage de la Asunción de Domenico Morelli hecho para la Capilla Real en 1869.[44]​ Otro cambio notable fueron la sustitución de las flores de lis borbónicas por la cruz de los Saboya en varios sitios del palacio, incluidos la escalera principal, el teatro de corte o el propio trono. Sin embargo, la intervención más notable y polémica sería la instalación, en 1888, en las hornacinas de la fachada principal, de ocho esculturas de los más importantes reyes de Nápoles, incluido Víctor Manuel II, a pesar de que nunca ostentó dicho título.[45]

Funcionalmente, el núcleo habitacional del palacio de desplazó hacia el Ala Oriental, proceso que había empezado ya con la reforma de Fernando II. Umberto y Margherita se instalaron en el antiguo aposento de Carolina Bonaparte, del duque de Calabria y luego de Francisco II. Su hijo, el príncipe Víctor Manuel (III), lo hizo justo encima, en las estancias privadas de Fernando II. Los aposentos se decoraron con nuevos y suntuosos muebles neobarrocos y neorococó, así como con una extensa colección de pintura contemporánea que fue atesorando la reina Margherita.[39]

El Salón del Trono a finales de siglo.

El antiguo corazón el palacio en el ala oeste, el llamado "Apartamento de Etiqueta del Rey y de la Reina", fue abierto regularmente al público bajo el nombre de "Apartamento Real". La Guida di Napoli e dintorni, publicada en 1904 por Bendetto Pellerano describía el Palacio Real de la siguiente manera:[46]

El interior del palacio, primer patio, a la izquierda la grande y bella escalinata de mármol que conduce a los aposentos de gala, a los cuales, pero, se accede pasando por otro patio, por una escalinata secundaria […] En el primer piso, la puerta de la izquierda conduce a los aposentos privados del Rey, muy bellos, pero que no se pueden ver si no es con un permiso especial. La puerta acristalada del frente lleva a una gran terraza transformada en jardín de esparcimiento, con caminos sombreados, desde donde se disfruta de una bella panorámica del golfo, del puerto militar y del Arsenal. Después de visitar esta encantadora terraza se vuelve a entrar en la sala y se pasa a la derecha a los aposentos de gala, que describiremos en el orden en que se visitan. [después de dos salas] viene la gran sala d’Ercole, actualmente llamada del buffet, que tiene las paredes cubiertas de tapices Gobelinos traídos del Palacio Real de Caserta [...]
El Palacio Real de Nápoles tras las transformaciones de los años 20: en naranja en Apartamento Real, núcleo original del edificio; en azul el Ala Oriental, actual sede de la Biblioteca Nacional.

El mayor cambio en la histórica del Palacio Real de Nápoles tuvo lugar en 1919, cuando el rey Víctor Manuel III cedió el palacio, junto con muchas otras residencias reales, al Estado. Tres años después, entre 1922-1924, siguiendo el impulso de Benedetto Croce, la Biblioteca Nacional de Nápoles se instaló en el Ala Oriental del palacio, aquella que habían ocupado los distintos soberanos y su familia desde mediados del siglo XIX. Tal instalación provocó el traslado y almacenamiento del mobiliario y la pérdida de parte de la decoración para dar paso a los estantes de la biblioteca. Solo el lado oeste, núcleo originario del palacio, permaneció abierto al público el "Apartamento Real" agrupado alrededor del patio de honor.[5][45]

En 1931 se instalaron en el palacio los últimos miembros de la realeza que lo han habitado, del príncipe heredero Humberto (II) y su esposa la princesa María José de Bélgica. El 24 de setiembre de 1934 nació en el palacio su primogénita, la princesa María Pia de Saboya, desde entonces la pareja prefirió la intimidad de la Villa Maria Pia en Posillipo.[47]

De la Segunda Guerra Mundial al nuevo siglo (1940-2000)

Durante la Segunda Guerra Mundial el palacio sufrió daños importantes.[6]​ El 4 de agosto de 1943, a causa de un bombardeo aliado, fue destruido el techo del teatrillo de corte, el de la capilla y el puente del jardín colgante además de otras zonas.[48]​ A continuación, las tropas angloamericanas lo utilizaron, de 1943 a 1945, como welfare club. Durante este periodo, tuvieron lugar numerosos hurtos de obras de arte y la destrucción de gran cantidad de cortinas y colgaduras del Apartamento Real. Los muebles no corrieron tan mala suerte, puesto que al principio del conflicto fueron trasladados a un lugar seguro.[49]

La restauración se realizó de 1950 a 1954: se recuperaron las obras pictóricas, en algunos casos, hechas de nuevo; se volvieron a colocar los muebles originales y se reconstruyeron los elementos de seda realizados originalmente en San Leucio utilizando los antiguos telares.[49]

En 1994 la sede del gobierno regional, que se había ubicado en el Palacio Real desde principios del siglo XX, fue trasladada definitivamente a otro lugar.[50]​ A mediados de la segunda década del siglo XXI se restauró la fachada y se renovaron algunas zonas del Apartamento Real,[51]​ entre ellas el teatrillo de corte.[52]

Descripción

Fachada principal

La entrada principal

La fachada principal del Palacio Real da hacia la plaza del Plebiscito y fue completada en 1616. Tiene una longitud de ciento sesenta y nueve metros[6]​ y hasta 1843 estaba junto a la del Palacio Virreinal, que fue derribado para abrir la Piazza Trieste e Trento.[53]​ La fachada está realizada en ladrillos de arcilla rojiza cocida, piperno y piedra volcánica de los Campos Flégreos, y tiene elementos tardorrenacentistas y manieristas.[11]​ La impronta renacentista se encuentra en la superposición de varios órdenes, típica de los edificios teatrales de la antigua Roma, como el Coliseo o el teatro de Marcelo,[11]​ mientras que la manierista se puede apreciar en el diseño modular de la fachada, una composición que podría repetirse hasta el infinito ya que no tiene ningún elemento que marque su inicio o su final, de la misma manera que, en la parte alta, no encuentra una conclusión debido a la falta de cornisa.[11]​ Está dividida verticalmente por lesenas inspiradas en las indicaciones de Vitruvio[54]​ y horizontalmente está dividida en tres órdenes: a nivel del suelo encontramos el orden toscano, seguido del jónico y, por último, el corintio.[54]

Originalmente, la parte inferior presentaba pórticos a lo largo de toda su longitud: se trataba de una decisión muy innovadora para la época, proyectada por Fontana para que el pueblo pudiera pasear también con mal tiempo. Sin embargo, tras la revuelta de Masaniello y a causa de los problemas estructurales de las columnas, que estaban siendo aplastadas, en 1753 los arcos fueron tapiados según el proyecto de Luigi Vanvitelli.[55]​ En los nuevos muros se abrieron hornacinas, en las que en 1888 se colocaron las estatuas de los principales reyes de Nápoles,[6]​ con la intención de mostrar una cierta continuidad entre la Casa de Saboya y las anteriores dinastías de la historia napolitana. De izquierda a derecha se reconoce a Roger II de Sicilia, obra de Emilio Franceschi; Federico II de Suabia, de Emanuele Caggiano; Carlos de Anjou, de Tommaso Solares; Alfonso V de Aragón, de Aquiles De Osas; Carlos V de Habsburgo, de Vincenzo Gemito; Carlos de Borbón, de Raffaele Belliazzi; Joaquín Murat, de Giovanni Battista Amendola y Víctor Manuel II de Saboya, de Francesco Jerace.[54]

La fachada principal.
La fachada que da a la Piazza Trieste e Trento.

En el centro de la fachada principal se abre el portal de entrada, flanqueado a cada lado por dos columnas geminadas de granito y coronado con el escudo de Felipe III de Habsburgo, ya previsto en el proyecto de Fontana para subrayar la utilidad pública del palacio.[56]​ Junto a este, a cada lado, se encuentran otros dos escudos, dispuestos simétricamente y de dimensiones menores, pertenecientes a Juan Alonso Pimentel de Herrera y Pedro Fernández de Castro, que recuerdan que eran los virreyes que gobernaban la ciudad cuando se construyó el palacio.[56]​ Además, se colocaron dos placas: una en recuerdo del inicio de las obras por orden de Fernando Ruiz de Castro y de su esposa Catalina de Zúñiga; y la otra, con una inscripción que alaba la belleza del edificio. Debajo de las placas había, hasta principios del siglo XVIII, dos estatuas que representaban la Religión y la Justicia. Entre el portal principal y el balcón que hay sobre él se encuentra el escudo de los Saboya.[57]​ Las dos garitas que hay a ambos lados de la entrada principal fueron realizadas en los primeros años del siglo XVIII.[58]​ En los dos extremos de la fachada se encuentran dos entradas menores, marcadas con dos sencillas columnas de mármol, que hacen que dichas entradas secundarias parezcan escondidas. A lo largo de la fachada y en el patio de honor está presente, entre la planta baja y la primera planta, un friso con triglifos y metopas en el que se encuentran los emblemas de la Monarquía Hispánica y sus posesiones en Europa, obtenidas en gran parte tras la paz de Cateau-Cambrésis, en 1559. Por lo tanto, se pueden observar el castillo de tres torres de Castilla; el león rampante de León; la culebra que devora a un niño, que simboliza el ducado de Milán;[57]​ el escudo con las cuatro barras verticales de Aragón; la cruz con las cuatro cabezas de moro, símbolo del reino de Cerdeña; y los emblemas de Navarra, Austria, Portugal, Granada y Jerusalén.[59]​ Las ventanas están rodeadas por cornisas robustas, elemento arquitectónico que tendría mucho éxito en Nápoles.[60]​ En lo alto de la fachada había cúspides y esferas, eliminadas a principios del XIX, y tres salientes, posicionados en la vertical de cada entrada. De estos solo se conserva uno, el del reloj, en posición central.[12]

La fachada que recorre la Via Acton, caracterizada por los jardines colgantes, ha sido reconstruida en diferentes ocasiones, sobre todo en el siglo XVIII, hasta su finalización en 1843.[54]​ También la fachada que da a la Piazza Trieste e Trento, obra de Gaetano Genovese, fue completada en ese mismo año, tras la demolición del Palacio Virreinal. Posteriormente, se unió al teatro de San Carlos de Francesco Gavaudan y Pietro Gesuè, derribando los restos de una vieja torre. Ambas fachadas imitan la principal, especialmente la segunda, que tiene forma de C y acoge un jardín llamado Jardín Italia, en cuyo centro se encuentra la estatua de la Libertad, realizada por Francesco Liberti en 1861, una clara referencia a la unificación italiana.[58]​ Además, esta fachada está parcialmente porticada para sostener una terraza. Tiene una entrada de cristal que da directamente a la escalera de honor, decorada con dos parejas de estatuas en yeso provenientes del Palazzo degli Studi y que se colocaron allí durante la restauración de Genovese. Se trata de copias del Hércules Farnesio y de la Flora Farnesia por un lado, y de la Minerva y de Pirro y Astianacte por el otro.[61]

Patios

El patio de honor.

Según el proyecto original de Domenico Fontana, ante cada entrada, se debían abrir tres patios, que estarían conectados entre sí mediante estancias abovedadas. Sin embargo, finalmente solo se construyó el patio de la entrada central, el llamado patio de honor, que tiene forma cuadrada, con cinco arcos en cada lado.[62]​ El arco central de cada lado es un arco rebajado de mayores dimensiones que los otros. Alrededor del patio, en el primer piso, se encuentra una logia, que originalmente estaba abierta, pero que finalmente fue cerrada con amplios ventanales. En una hornacina en la parte oriental del patio estaba situada originalmente una cisterna que, durante los años cuarenta del siglo XIX, fue sustituida por una fuente decorada con una estatua de la Fortuna. La fuente, realizada en 1742 por Giuseppe Canart, fue encargada por Carlos de Borbón y originalmente estaba situada cerca del puerto.[63]​ Tras una investigación, en algunos lugares se ha descubierto una pavimentación en ladrillo con forma de espina de pez.[63]

La fuente con la estatua de la Fortuna.

Durante la construcción del nuevo brazo meridional del palacio entre 1758 y 1760, se crearon dos nuevos patios: uno en el mismo eje del patio de honor, justo detrás de él, que recibe el nombre de Patio de los Carruajes, mientras que el otro es el Patio del Belvedere.[64]

A pesar de haber sido construidos en épocas diferentes, el Patio de los Carruajes, así llamado por su proximidad al depósito de carruajes, se acerca arquitectónicamente al estilo que Domenico Fontana dio al palacio, aunque no faltan elementos diferentes como el uso de estuco en lugar del piperno y las lesenas angulares.[64]​ El patio tiene forma rectangular, y dispone en el centro de una cisterna elíptica de mármol. Está conectado al patio de honor y a la explanada de los bastiones mediante dos pasillos de servicio con arcos rebajados. El depósito de carruajes, realizado en 1832 por Giacinto Passaro,[65]​ sustituyó al existente desde el siglo anterior, obra de Ferdinando Sanfelice, sobre todo por cuestiones de estética, ya que el nuevo se alineaba a la fachada del palacio mientras que el precedente se situaba de forma oblicua. El nuevo depósito de carruajes es un espacio dominado por una línea central de nueve columnas de orden dórico, en las que todavía hoy se pueden admirar escudos rojos con la corona de Humberto I de Saboya. La distribución de las ventanas fue modificada por Genovese en 1837 para adaptarla a las exigencias del Patio del Belvedere.[65]

El Patio del Belvedere nació como límite hacia el mar del primer núcleo del palacio y tenía originalmente forma de C. Estaba cerrado por una logia, que se modificaría como consecuencia de la construcción de los nuevos cuerpos del palacio en el siglo XVIII,[65]​ con la inserción de arcos rebajados en la parte oriental. Posteriormente, el patio sufrió modificaciones entre 1837 y 1840, cuando, para el acceso al patio, se creó un arco triunfal con semicolumnas jónicas y corintias de piperno falso.[66]​ Entre la planta baja y el primer piso, el patio está decorado con una banda dórica con metopas, también de falso piperno, y triglifos.[66]​ Desde el Patio del Belvedere, a través de un pasillo que ofrece unas vistas panorámicas del golfo de Nápoles y conduce a los jardines, se puede acceder a diferentes zonas del palacio: a la izquierda se encuentra la Escalera de los Invitados, que conduce al vestíbulo del Apartamento Real y tiene hornacinas en las que están colocadas copias en yeso de estatuas pertenecientes a la Colección Farnesio, expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, mientras que un pequeño puente, derruido tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y reconstruido sobre los mismos apoyos, lo une directamente a los jardines colgantes.[66]​ Desde el patio se accede también a un apartamento privado con decoraciones de estilo pompeyano, reservado originalmente para los encuentros oficiales de Fernando II de las Dos Sicilias, que se convertiría posteriormente en sede de la superintendencia; y también a un puente que, superando el foso defensivo, llevaba al bastión del Castel Nuovo y a una cuesta que conducía a las caballerizas.[67]

Apartamento Real

El Apartamento Real está situado en el piso noble del palacio: de 1660 a 1734 fue utilizado como lugar de representación oficial de los virreyes españoles y austríacos; de 1734 a 1860 fue apartamento privado y público de los Borbones; y, tras la Unificación italiana, apartamento de etiqueta de los Saboya.[1]​ El apartamento abrió al público en 1919 después de haber pasado a formar parte de los Institutos de Antigüedades y Arte del Estado. Su actual aspecto de museo se debe a la restauración realizada tras la Segunda Guerra Mundial. El mobiliario de las salas se ha conservado prácticamente intacto tras la última reorganización efectuada en época borbónica, descrita en los inventarios de los Saboya de 1874.[68]

La decoración interior de las habitaciones representa con frecuencia a las varias personalidades de las dinastías que las han habitado, adecuándose al gusto y a las modas de la época en la que se realizaron.[50]​ Las pinturas de las salas, fundamentalmente de escuelas septentrionales y europeas, a las que hay que añadir algunas obras de artistas napolitanos, provienen de la colección Farnesio; de las colecciones borbónicas, como por ejemplo los lienzos de escuela caravaggesca del siglo XVII, adquiridos a principios del siglo XIX, o los retratos holandeses que Domenico Venuti compró para Fernando I de las Dos Sicilias;[69]​ y de las iglesias napolitanas que se iban cerrando.[57]​ En cualquier caso, el palacio no goza de una auténtica colección, sino de piezas sueltas, puesto que en el transcurso de los siglos, por iniciativa de los Borbones y de los Saboya, numerosas obras se han transferido a otros museos, como el de Capodimonte, al igual que el arsenal real y las porcelanas, el Museo Arqueológico Nacional, o a sedes de entes públicos.[70]

El mobiliario, de estilo rococó y barroco, fue realizado por ebanistas napolitanos entre el siglo XVIII y el XIX o traído desde Francia durante la estancia en Nápoles de Murat, junto con alfombras y tapices, algunos de ellos tejidos en la Real Fábrica de Tapices de Nápoles. Se conservan un buen número de piezas de artesanía: se trata de porcelanas, sobre todo de Sèvres,[57]​ relojes, esculturas de bronce y mármol y obras en piedras duras.[71]​ Para acceder a los cuartos del rey se utilizaban llaves de plata y de oro, custodiadas por los gentilhombres de cámara, algunas de las cuales se encuentran en el Museo Cívico Gaetano Filangieri de Nápoles.[72]

Planta

El Apartamento Real está compuesto por una escalera de honor, un deambulatorio, una capilla, los jardines colgantes y la Galería y el Salón de Hércules, además de las dependencias que conforman el apartamento del Rey y el apartamento de la Reina.

  • ██ Escalera de Honor
  • ██ Deambulatorio
  • ██ Apartamento del Rey
1 Teatrillo de corte
2 Primera Antecámara
3 Salita Neoclásica
4 Segunda Antecámara
5 Tercera Antecámara
6 Sala del Trono
7 Pasadizo del General
8 Sala de los Embajadores
9 Sala de María Cristina
10 Oratorio
11 Sala del Gran Capitán
12 Sala de los Flamencos
13 Estudio del Rey
29 Sala de los Guardias de Corps
  • ██ Apartamento de la Reina
14 Cuarto Salón de la Reina
15 Tercer Salón de la Reina
16 Segundo Salón de la Reina
17 Primer Salón de la Reina
18 Segunda Antesala de la Reina
19 Sala de los Bodegones
20 Vestíbulo
23 Habitación Trasera
24 Sala de don Quijote
25 Habitación Trasera de la Reina
26 Pasadizo de la Reina
27 Alcoba de María Amalia de Sajonia
28 Pasadizo
34 Boudoir de la Reina
  • ██ Galería y Salón de Hércules.
21 Galería
22 Salón de Hércules
  • ██ Capilla Palatina
  • ██ Jardines Colgantes
Pianta
Pianta

Escalera de honor

La escalera de honor.

Originalmente había una modesta escalera de dos rampas, obra de Domenico Fontana. Por voluntad de Iñigo Vélez de Guevara, se construyó entre 1651 y 1666 una nueva escalera de piperno,[73]​ realizada por Francesco Antonio Picchiatti.[64]Montesquieu la definió en 1729 como la más bonita de Europa, y aparece en el cuadro de Antonio Dominici de 1790 titulado Escalera real con el cortejo nupcial de las princesas de Borbón. Se tuvo que reconstruir tras un incendio que se propagó en 1837. El diseño de la nueva escalera, que ocupó más espacio que la original, estuvo a cargo de Gaetano Genovese y fue realizada por Francesco Gavaudan en 1858. La escalera se encuentra en la parte septentrional del palacio, en posición ortogonal respecto a la fachada. La sala donde se sitúa es de estilo neoclásico y está recubierta por diversos tipos de mármol provenientes de las canteras del Reino de las Dos Sicilias,[57]​ como el mármol rosado, el porto venere, el rojo de Vitulano, la breccia rosata de Sicilia, el mármol de Mondragone y el lumachino de Trapani.[73]​ En un primer momento, adolecía de escasa luminosidad pero el problema se resolvió con el derribo del cercano Palacio Virreinal y la apertura de grandes ventanales con montura de hierro, que sustituyeron a los antiguos arcos rebajados que estaban cerrados.[74]​ Es característico el uso de pilares en lugar de lesenas. Está coronada por una bóveda claustral decorada con estucos blancos sobre fondo gris, que representan serpentinas y los escudos del reino de Nápoles, de Sicilia, de Basilicata, de Calabria y, aunque fue añadido posteriormente, de la Casa de Saboya.[73]​ Sobre las paredes laterales se abren cuatro hornacinas, dos a cada lado, embellecidas con esculturas de yeso: a un lado, la Fortaleza de Antonio Calì y la Justicia de Gennaro Calì; al otro, la Clemencia de Tito Angelini y la Prudencia de Tommaso Scolari.[57]​ Completan las decoraciones dos bajorrelieves en mármol de Carrara que representan la Victoria entre el Genio de la fama y el Valor, de Salvatore Irdi, y la Gloria entre los símbolos de la Justicia, la Guerra, la Ciencia, el Arte y la Industria, de Francesco Liberti, que están situados, respectivamente, a la derecha y a la izquierda.[73]

Deambulatorio

Un pasillo del deambulatorio.

El deambulatorio del primer piso está constituido por cuatro pasillos que rodean el patio de honor: en un principio se trataba de una logia abierta que, durante la restauración del siglo XIX, se cerró utilizando amplias ventanas. En esta época se decoraron las bóvedas con estucos de Gaetano Genovese.[75]​ En el deambulatorio se abren los cuartos del apartamento real: en el primer brazo, el que discurre paralelo a la fachada hacia la plaza del Plebiscito, se encuentra el teatrillo de corte y las salas de audiencia; en el segundo se encuentran los trascuartos del antiguo apartamento privado, que dan al jardín colgante; en el tercero, orientado al este, se encuentran el salón de Hércules y la capilla real; y por último, el cuarto brazo da a la escalera de honor y desde él se puede observar a través de una vidriera la Piazza Trieste e Trento, con vistas, en la lejanía, de la cartuja de San Martino.[17]​ Esta distribución se ha conservado sin cambios, tal y como estaba proyectada en el diseño de Domenico Fontana. Las puertas que dan al deambulatorio están lacadas en blanco, son de estilo neoclásico y se realizaron en los años treinta del siglo XIX.[76]

Apartamento del rey

El teatrillo de corte.

El teatrillo de corte, catalogado como sala I, fue construido en 1768 con motivo de la boda de Fernando I y de María Carolina de Habsburgo-Lorena.[77]​ Fue ubicado por Ferdinando Fuga en la antigua Sala Regia (Sala Real o Gran Sala), y fue dañado gravemente durante la Segunda Guerra Mundial.[78]​ El palco del siglo XVIII sobrevivió al conflicto, pero el escenario y el techo tuvieron que ser reconstruidos durante la década de los cincuenta del siglo XX, con los frescos pintados por Francesco Galante, Alberto Chiancone, Vincenzo Ciardo, y Antonio Bresciani.[79]​ Estos autores retomaron en sus pinturas los temas de los frescos originales de Antonio Dominici y Crescenzio La Gamba. En las hornacinas que hay a lo largo de las paredes, a excepción del área ocupada por el palco, se colocaron las estatuas realizadas por Angelo Viva,[80]​ que representan a Minerva, Mercurio, Apolo y las nueve Musas.[78]

La sala II, la Primera Antecámara.

La sala II, conocida como Primera Antecámara o Sala Diplomática, se llama así porque se alojaban en su interior las delegaciones diplomáticas que visitaban al rey.[77]​ Todo el espacio se presenta en estilo barroco: el techo, realizado entre 1737 y 1738, época en la que Carlos de Borbón se casó con María Amalia de Sajonia,[78]​ presenta una bóveda claustral y los frescos que lo decoran son obra de Francesco De Mura y fueron diseñados por Vincenzo Re.[77]​ Estos frescos representan el Genio Real y las virtudes del Rey y de la Reina (estas son Fortaleza, Justicia, Clemencia y Magnimidad para el soberano, y Lealtad, Prudencia, Valor y Belleza para la reina). También fue pintada Imeneo, diosa de las bodas, aplastando la Maldad. En los cuatro lados se encuentra la Alegoría de las cuatro partes del mundo, en monocromo, sobre fondo dorado.[81]​ En las paredes se colocaron dos tapices gobelinos, regalo de la nunciatura apostólica a la corte de Nápoles en 1719, dedicados al Rey Sol, representado a través de la Alegoría de los Elementos.[82]​ El mobiliario es de la segunda mitad del siglo XIX, concretamente de 1862, de Pietro Cheloni, a excepción de los taburetes, que se remontan al 1815.[77]​ En un caballete está expuesto un fragmento de la antigua decoración de la bóveda, que era de estilo manierista y databa de 1620 aproximadamente.[81]​ Las puertas, pintadas con témpera sobre fondo dorado, se atribuyen al taller de Antonio Dominici y fueron realizadas entre 1774 y 1776.[81]

La sala III o Salita Neoclásica, llamada así por su estilo decorativo, fue diseñada por Gaetano Genovese.[83]​ En sus paredes se observan pinturas como la Escalera del Palacio Real con la salida de las princesas de Borbón después de la boda, de Anthony Dominici, y la Capilla Real de Nápoles con las bodas de María Teresa y María Luisa de Borbón con Francisco II de Habsburgo y Fernando III de Lorena, evento que se celebró el 12 de agosto de 1790. Hay además varios cuadros en témpera sobre papel, realizados por Anton Hartinger y Franz Xaver Petter, que pertenecían a María Isabel de Borbón. En una hornacina de la exedra se encuentra una estatua de mármol de Giovanni De Crescenzo que data de 1841 y representa a una Ninfa alada.[83]

La sala IV, la Segunda Antecámara.

La sala IV es la Segunda Antecámara, que conserva en el techo la decoración al fresco original de la época virreinal.[84]​ De estilo manierista, la obra representa los éxitos de los españoles, especialmente los episodios gloriosos del reinado de Alfonso V de Aragón, mismo tema que se encuentra en algunos palacios romanos construidos también por Fontana para el papa Sixto V, y fue pintada por Belisario Corenzio hacia el 1622,[85]​ con ayuda de miembros de su taller.[86]​ Los frescos, cuyos títulos fueron transcritos sobre las diferentes cornisas, representan sucesivamente Alfonso entra en Nápoles, Cuidado de las artes y las letras, La ciudad de Génova ofrece las llaves a Alfonso el Magnánimo, Entrega a Alfonso de la orden del Toisón de oro e Investidura real de Alfonso.[86]​ En las paredes están expuestas pinturas del Seicento como Vestición de san Aspreno, obra de Massimo Stanzione. El mobiliario incluye una consola de fabricación napolitana de 1780,[85]​ sillones y espejos decimonónicos y otros muebles de estilo Imperio trasladados aquí por la familia Murat. Además, hay relojes y candelabros del broncista Pierre-Philippe Thomire[84]​ y jarrones de porcelana china del siglo XIX, que Nicolás I de Rusia regaló a Fernando II con ocasión de su viaje a Nápoles en 1845.[87]

La sala V, la Tercera Antecámara.

La sala V corresponde a la Tercera Antecámara. Su techo está decorado con un fresco de Giuseppe Cammarano, Palas Atenea coronando a la Fidelidad, realizado en 1818, poco después de la vuelta al trono del reino de las Dos Sicilias de Fernando I, suceso que inspiró la obra.[88]​ Las paredes están decoradas con una serie de tapices de manufactura napolitana entre los que se encuentra el Rapto de Proserpina de Pietro Duranti, realizado en 1762 a partir de un cartón preparatorio de Girolamo Starace Franchis, que fue recomendado por Luigi Vanvitelli.[85]​ Este convive con otras cuatro obras, dos de Sebastiano Pieroni, la Cabeza de viejo y la Cabeza de vieja; una de Antonio Rispoli, Retrato de mujeres jóvenes con manto azul; y otra de Gaetano Leurie, Figura de mujer con pendientes.[88]​ Completan las obras pictóricas de la sala el Retrato de dama de Nicholas Lanier y Lot y sus hijas de Massimo Stanzione.[87]​ El mobiliario es de estilo barroco y neorrococó y consta de una consola y espejos de la segunda mitad del siglo XIX. Como adornos se observan jarrones de porcelana francesa del siglo XIX, decorados con figuras bíblicas y bailarinas de Pompeya, obra de Raffaele Giovine, quien pintó también otros dos jarrones, de 1842, de manufactura de Sèvres, colocados sobre pequeñas columnas y decorados con escenas y motivos florales.[88]

La sala VI, la Sala del Trono.

La sala VI o Sala del Trono sufrió varias modificaciones, correspondientes a las diferentes dinastías que han gobernado el Reino de Nápoles.[30]​ El techo está adornado con una serie de figuras femeninas con coronas, realizadas en 1818, que representan a las Catorce provincias y el Honor del Reino de las Dos Sicilias.[89]​ Completan la decoración los estucos diseñados por Antonio De Simone y realizados por Valerio Villareale y Domenico Masucci.[90]​ Originalmente las paredes estaban revestidas con un terciopelo rojo bordado con flores de lis, que sin embargo se ha perdido. Posteriormente, fueron adornadas con pinturas que tenían como elemento central las personalidades de la casa real: Fernando I dedicando la basílica santuario de San Francisco de Paula, de Vincenzo Camuccini;[30]​ Fernando IV y María Carolina de Austria, de Francesco Saverio Candido, datado alrededor de 1790 y donado a la colección del palacio en abril de 2008 por la Fundación Compagnia di San Paolo de Turín; y una serie de retratos pintados por Giuseppe Bonito que representan a los Embajadores turcos y de Trípoli,[85]​ que llegaron a Nápoles entre 1740 y 1741 para firmar tratados políticos y comerciales, con el objetivo de recuperar el comercio en el mar Mediterráneo.[91]​ Finalmente, podemos encontrar María Antonia de Baviera y princesitas, dibujado en colores pastel, y los Electores de Sajonia, una réplica del siglo XVIII de Anton Raphael Mengs.[89]​ El elemento más característico de la estancia es el trono: es una de silla de estilo imperio de la década de 1850, en madera tallada y dorada, decorada con algunos elementos del periodo de la Restauración borbónica, como reposabrazos con forma de león o rosetas, que también están presentes en el trono de Napoleón Bonaparte, diseñado por Charles Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine, o en el del palacio de Versalles, que se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres.[30]​ El trono está rodeado por un dosel del siglo XVIII de terciopelo carmesí con galones dorados, adornado con cintas entrelazadas, que proviene del Palazzo dei Normanni de Palermo.[85]​ El trono se completa con un águila en posición dominante y el escudo de armas de los Saboya del periodo posterior a la Unificación italiana.[85]​ Los muebles, de estilo áulico, son de fabricación napolitana y fueron hechos alrededor de 1840, y entre ellos destacan tres sillas del siglo XVIII de madera dorada, forradas con terciopelo amaranto.[89]​ Por último, en las cuatro esquinas de la sala se conservan cuatro almenaras de estilo imperio, que datan de la década de dominación francesa y fueron fabricadas en Sarreguemines.[90]

La sala VII, llamada Pasadizo del General, a la que se accede mediante un pasillo decorado con estucos de color blanco y oro, recibió su actual aspecto neoclásico entre 1841 y 1845.[92]​ Entre los lienzos expuestos destacan las Historias de Judit de Tommaso De Vivo, varias pinturas de tema religioso de artistas napolitanos y uno de François Marius Granet. En la sala se encuentra una estatua en madera de caoba y bronce del artista Thomire,[87]​ que pertenecía a Carolina Bonaparte y representa a Psique. El mobiliario está compuesto por un taburete decimonónico de factura inglesa, cuyas patas tienen forma de garra de león y están adornadas en su parte anterior con reproducciones de conchas.[92]

La sala VIII, el Salón de los Embajadores.

La sala VIII era originalmente un pasillo de enlace entre las estancias de representación y los cuartos privados,[93]​ llamada Gran Galería. Allí se encontraban varias pinturas que, en 1832, Fernando II ordenó trasladar al museo borbónico.[94]​ A partir de aquel momento, se usó como sala de representación, con el nombre de Salón de los Embajadores.[95]​ El techo está dividido en catorce compartimentos, separados por cornisas en estuco dorado. Entre ellos se encuentran diferentes escudos, y en los compartimentos hay frescos en los que se representan las grandes glorias de la casa real y varios episodios de la vida de Ferrante de Aragón:[94]Salida de Mariana de Austria de Final Ligure, Entrada de Mariana de Austria en Madrid, Matrimonio de Mariana de Austria con Felipe III de España, Guerra contra Luis XII de Francia, Los españoles socorren Génova, asediada por los franceses, Guerra contra Alfonso de Portugal, Batalla contra los moros en las montañas de La Alpujarra, Batalla contra los moros de Granada, Conquista de las Canarias, Entrada triunfal de Ferrante de Aragón en Barcelona, Expulsión de los judíos de España, Juramento de lealtad de los sicilianos a Ferrante, Descubrimiento del Nuevo Mundo y Encuentro de san Francisco de Paula con Ferrante de Aragón.[93]​ Estas pinturas, realizadas en la tercera década del siglo XVII, se atribuyen a Belisario Corenzio y su taller, con la ayuda de Onofrio y Andrea di Lione,[86]​ excepto las dedicadas a Mariana de Austria, atribuidas a Massimo Stanzione,[96]​ y posteriores al 1640.[97]​ En las cuatro esquinas del techo se encuentran los escudos borbónicos, aunque durante las restauraciones aparecieron, debajo de ellos, los emblemas de Fernando Ruiz de Castro, mecenas de la obra.[96]​ Las paredes albergan una serie de tapices: dos de Louis Ovis de la Gira, Alegoría del Mar y Alegoría de la Tierra, y otros dos gobelinos, que tienen por tema la Historia de Enrique IV, datan de 1790 y fueron adquiridos como modelo para una serie de tapices que se iban a tejer en Nápoles para la Real Hacienda de Carditello.[93]​ Entre el mobiliario, destaca una mesilla en estilo imperio de 1840 sobre la que están situados dos relojes de época napoleónica, decorados respectivamente con la Alegoría del tiempo y el Genio de las Artes.[93]

Del Salón de los Embajadores se pasa a una serie de salas que dan al mar. Desde aquí se podía acceder a otro cuerpo arquitectónico llamado Belvedere, derribado durante las obras de remodelación de Genovese, y al jardín colgante.[98]​ Los cuartos con vistas al mar eran privados, aunque tras la llegada al trono de Fernando II fueron transformados en habitaciones de representación y los apartamentos privados se trasladaron al piso de arriba.[6]

La sucesión de las salas.

La sala IX, conocida como Sala de María Cristina, primera esposa de Fernando II, fue anteriormente el «vestidor del rey» en su etapa como sala privada, en primer lugar del rey Carlos, y posteriormente de Fernando. En cambio, durante el siglo XIX perdió su función privada al convertirse en una sala de uso diplomático llamada Sala de los Ministros.[98][99]​ Con vistas al jardín colgante y, en consecuencia, al mar, la sala sufrió notables daños durante la Segunda Guerra Mundial, momento en el que, tras la ocupación americana, perdió la decoración pictórica del techo, donde se encontraba el fresco Aurora de Francesco de Mura de 1765. Las pinturas que decoran la sala son de tema sagrado y datan de los siglos XVI y XVII, como Virgen con el Niño y Virgen con el Niño y san Juan, atribuidas a Pedro de Rubiales, quien se inspiró para su realización en la obra de Filippino Lippi; Circuncisión de Jesús, de la escuela de Ippolito Scarsella;[99]​ y Matanza de los Inocentes, de Andrea Vaccaro.[87]​ El mobiliario es de los años cuarenta del siglo XIX y entre los adornos se encuentran dos jarrones de porcelana de Sèvres, decorados por Jean-Baptiste-Gabriel Langlacé con Estaciones,[98]​ regalados por Carolina de Borbón-Dos Sicilias a Francisco I en 1830. Además, hay dos relojes, uno con la imagen de una Mujer africana, de 1795, y otro con retratos de Juan II de Valois y Felipe el Audaz.[99]

La sala X, el Oratorio, es una pequeña habitación situada junto a la Sala de María Cristina. En sus paredes están expuestos cinco lienzos de 1760, provenientes de la capilla real de Capodimonte. Todos ellos tienen como tema la Natividad, y fueron obra de Francesco Liani, pintor de corte durante el reinado de Carlos de Borbón.[100]​ En el centro del cuarto hay un altar de madera del siglo XIX y detrás el sarcófago de cobre plateado de María Cristina de Saboya, que murió en 1836 en el parto de Francisco II de las Dos Sicilias y fue enterrada en el interior de la basílica de Santa Clara.[98]​ Posteriormente, la reina fue beatificada.[100]

La sala XI, llamada Sala del Gran Capitán, debe su nombre al ciclo de frescos que decora su bóveda claustral, Historias de Gonzalo de Córdoba, de Battistello Caracciolo,[101]​ que tiene como tema episodios de la conquista española del reino de Nápoles por parte de Gonzalo Fernández de Córdoba,[102]​ llamado el Gran Capitán.[103]​ Los cuadros expuestos en las paredes provienen de la colección Farnesio y entre ellos destacan Pier Luigi Farnese, atribuido a Tiziano, una serie de epigramas figurativos obra de Otto van Veen,[104]​ y un tapiz proveniente del demolido Belvedere, en concreto del dormitorio del rey, con una representación de la Alegoría de la Castidad. Este tapiz fue tejido en 1766 en lana y seda con hilos de plata y plata dorada, y está inspirado en una idea de Luigi Vanvitelli y Ferdinando Fuga.[104]​ El cartón preparatorio es de Francesco De Mura, mientras que su realización es obra de Pietro Duranti.[105]​ El mobiliario data del siglo XVIII, época en la que la sala fue transformada en un boudoir, y cuenta con consolas y sofás de estilo Luis XVI, tallados por artesanos napolitanos.[105]

La sala XII o Sala de los Flamencos, de estilo neogótico, tiene su techo decorado con frescos realizados durante las obras de ampliación del palacio entre 1838 y 1858. Esta obra, Tancredi devuelve a Constanza al emperador Arrigo VI, es de Gennaro Maldarelli, fue pintada en 1840 y está rodeada por los escudos de las cuatro provincias napolitanas.[106]​ La sala se llama así debido a las numerosas pinturas flamencas que la adornan, que fueron realizadas en el siglo XVII y compradas por Domenico Venuti para Fernando I de las Dos Sicilias en 1802 en Roma. Entre las obras expuestas están Retrato de flautista de Alexis Grimou;[87]Retrato de caballero de Bartholomeus van der Helst; Retrato de doncella de Ludolf de Jongh; Los avariciosos, que proviene de la colección Farnesio, de Marinus van Reymerswaele; Canoniguesa de Nicolaes Maes;[104]Retrato de Oliver Cromwell de autor desconocido del siglo XVIII; Retrato de caballero, Retrato de dama y Retrato de magistrado, todos ellos de Abraham van den Tempel; y Retrato de cardenal, atribuido a Giovan Battista Gaulli.[106]​ Entre los adornos se encuentra un reloj del 1730 de Charles Clay, que tiene en su interior un rodillo metálico que accionaba un pequeño órgano capaz de producir diez tonos diferentes abriendo y cerrando sus tubos; y una maceta con una jaula para pájaros realizada por la fábrica Popov de Gorbunovo en Moscú, en la que están representadas vistas de las residencias rusas,[107][108]​ que fue regalada a Fernando II durante el viaje del zar Nicolás I a Nápoles en 1846.[106]

La sala XIII, el Estudio del Rey.

El techo de la sala XIII, el Estudio del Rey, está pintado con ramas de árboles en témpera sobre yeso, y muestra además una representación del Desembarco de Roger el Normando en Otranto de Gennaro Maldarelli.[109]​ El mobiliario, realizado durante el reinado de Joaquín Murat, está compuesto por un escritorio, una cómoda y un bonheur du jour, encargados a Adam Weisweiler de París[110]​ y destinados originalmente al Palacio del Quirinal, residencia napoleónica en Roma, antes de ser cedidos a Carolina Bonaparte para el reino de Nápoles.[111]​ Estos muebles están decorados con aplicaciones en bronce de Pierre-Philippe Thomire.[109]​ Entre los adornos destacan dos jarrones de porcelana de Sèvres del 1817, regalo de Francia a los Borbones, decorados con retratos de Luis XVIII de Francia y Carlos conde de Artois y embellecidos con lirios heráldicos y otros símbolos de la restauración; un reloj y un barómetro de 1812, ambos franceses; y una librería, proveniente de la antigua Biblioteca Real, que entre 1920 y 1925 se trasladó a la biblioteca nacional que se encuentra en el ala oriental del palacio.[109]

La sala XXIX, denominada Sala de los Guardias de Corps, está decorada con un tapiz que representa la Inocencia, uno de los primeros tejidos por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles, y con el ciclo de tapices Alegoría de los elementos, realizado entre 1740 y 1746, que se inspira en los tapices de la Fábrica de Tapices Gran Ducal de Florencia.[112]​ El mobiliario data del reinado de Joaquín Murat; destacan los taburetes con patas con forma de espadas entrecruzadas, un reloj de Bailly con una escultura de Thomire, que representa la Meditación, de 1812, y, sobre una consola, un busto de cera de la reina María Carolina de Austria.[112]

Apartamento de la reina

La sala XV, el Tercer Salón de la Reina.
La sala XVI, el Segundo Salón de la Reina.
La sala XVII, el Primer Salón de la Reina.

La sala XIV es el Cuarto Salón de la Reina. Las decoraciones del techo, obra de Giovanni Battista Natali de estilo rococó, datan del reinado de Carlos de Borbón,[113]​ y consisten en estucos de color blanco y oro con figuras como palomas, símbolo de la fidelidad conyugal, putti que disparan flechas de amor, hipogrifos y jarrones con flores.[94]​ En las paredes hay cuadros de la escuela napolitana de los siglos XVII y XVIII, entre ellos Orfeo y las bacantes y Encuentro de Raquel y Jacob, de Andrea Vaccaro,[114]​ y dos lienzos de Luca Giordano provenientes de la iglesia de Santa Maria del Pianto.[110]​ Los muebles fueron encargados por Gaetano Genovese a artesanos locales entre 1840 y 1841, durante la transformación de la sala en apartamento de la reina. Sobre la chimenea hay un reloj inglés con carillón del siglo XVIII, mientras que el tablero de la mesa es de piedras duras, fue fabricado por el Opificio delle pietre dure de Florencia y regalado por Leopoldo II de Toscana a Francisco I.[113]

La sala XV o Tercer Salón de la Reina fue amueblada en 1840, ya que previamente era una habitación privada de Carlos de Borbón: precisamente datan de su reinado, antes de su partida para España en 1759,[115]​ las decoraciones del techo, en estucos blanco y oro, con representaciones de trofeos de armas, cascos, estandartes y alabardas.[116]​ También es denominada Sala de los Paisajes debido a que en ella están expuestos cuadros de los siglos XVI al XIX que tienen como tema el de los paisajes; entre los artistas que los realizaron se encuentran Pieter Mulier, Antonio Joli con sus representaciones de palacios reales españoles,[114]Jakob Philipp Hackert con su pintura de crónica, Orazio Grevenbroeck con Puertos marítimos, Aniello de Aloysio con Puesta de la primera piedra de la iglesia de san Francisco de Paula y Paolo Albertis con Entrada en Nápoles de Fernando I.[117]​ El mobiliario data de 1840 y es de estilo neoclásico, al igual que la chimenea, que retoma la iconografía del mosaico de la casa del Fauno de Pompeya, que representa la batalla entre Darío y Alejandro Magno;[114]​ en el centro de la sala hay una mesa de mármol y piedras blandas de Giovanni Battista Calì con una representación de Nápoles vista desde el mar y Fernando II en ropa militar.[115]

La sala XVI, el Segundo Salón de la Reina, conserva intacta la decoración del techo de estilo rococó en estuco blanco y oro, que data del siglo XVIII. En las paredes hay cuadros como Venus, Eros y un sátiro y Batalla de Horacio Cocles de Luca Giordano, pertenecientes a la etapa barroca del pintor;[114]Perseo y Andrómeda y Rapto de Europa de Ilario Spolverini; dos representaciones de batallas de Pietro Graziani; Naufragio fantástico de Leonardo Coccorante; y dos lienzos con el mismo tema, Nocturno con incendio de Troya, atribuidos a Diego Pereira.[118]​ El mobiliario, de madera tallada, data de la reorganización ordenada por la dinastía de los Saboya a finales del siglo XIX, mientras que la chimenea de mármol data de la época de Genovese.[118]

El techo de la Sala XVII, llamada Primer Salón de la Reina, fue realizado durante la restauración del palacio dirigida por Gaetano Genovese.[119]​ En las paredes hay cuadros del siglo XVII de escuela italiana, inspirados en el caravaggismo, y europea, pertenecientes a la antigua colección del palacio:[120]Regreso del hijo pródigo de Mattia Preti, Orfeo de Gerard van Honthorst,[110]San Jerónimo de Guercino, datado en 1640, y Disputa de Jesús entre los doctores de Giovanni Antonio Galli.[119]​ El mobiliario, de fabricación napolitana, está compuesto por un sofá definido como «extragrande» y una consola en blanco y oro colocados durante la reorganización de los Saboya. Destaca además un reloj francés adornado con una estatua en porcelana de María Estuardo, de 1840 aproximadamente.[119]

La sala XVIII es la Segunda Antesala de la Reina. Las decoraciones del techo en estuco blanco y oro datan de la época de Fernando II, mientras que los muebles son del reinado de Joaquín Murat, de fabricación napolitana; es particularmente característico un jarrón chino del siglo XVIII.[121]​ Las pinturas expuestas en la sala pertenecen a la colección Farnesio y son en su mayoría de artistas emilianos del siglo XVII:[122]San Joaquín y santa Ana en la puerta dorada de Jerusalén y Taller de san José, ambos de Bartolomeo Schedoni[110]​ y probablemente provenientes de la iglesia de san Francisco de Piacenza; Sueño de san José de Guercino; Virgen con el Niño y los santos Agustín y Domingo de Giovanni Lanfranco; San Mateo y el ángel de Camillo Gavasetti; y Visión de san Romualdo de Pier Francesco Mola.[121]

La sala XIX, la Sala de los Bodegones.

La sala XIX era originalmente la Primera Antesala del apartamento de etiqueta de la reina, y posteriormente recibió el nombre de Sala de los Bodegones debido al tema de los cuadros expuestos en su interior: se trata de obras de los siglos XVIII y XIX,[110]​ de un género, el de los bodegones, muy extendido en Nápoles,[123]​ y provenientes de las casas de campo y las residencias de caza de los reyes borbónicos.[122]​ Entre estas obras, a la izquierda están Bodegón con papagayo y conejo de Giovanni Paolo Castelli, dos ejemplares del Bodegón de flores y frutas de Gaetano Cusati, Bodegón con un gallo de Baldassarre De Caro, Jarrón de flores de Mansù Dubuisson, Bodegón con bandeja de dulces y flores y Frutas con jarrón de peltre, de autor anónimo; a la derecha, Bodegón con alegoría de la flora y putti de Gaetano Cusati, Peces, crustáceos y conchas en un paisaje, Mesa presentada con pastel rústico, plato de macarrones con rallador y trozo de queso de Giacomo Nani y Bodegón con animales cazados, filetes y plato de yemas de huevo de Scartellato.[123]​ El mobiliario está compuesto por consolas napolitanas de estilo imperio del siglo XIX, jarrones de porcelana de Sèvres de estilo rococó y una mesa doble.[123]

La sala XX, el Vestíbulo.

La sala XX es el Vestíbulo: se trata de una sala con forma de exedra, de estilo neoclásico, decorada con columnas y lesenas, que está conectada directamente con la Escalera de los Invitados, además de conducir al apartamento de etiqueta de la reina. La sala fue amueblada en torno al 1860 por Gaetano Genovese. La bóveda está revestida en estuco blanco y en las paredes hay cuatro hornacinas que albergan copias en yeso de esculturas romanas.[124]​ También están expuestos una serie de grabados inspirados en las viñetas de los jarrones griegos que pertenecieron al embajador inglés en Nápoles William Hamilton, realizados por Johann Heinrich Wilhelm Tischbein entre 1791 y 1795,[122]​ y tres témperas que reproducen pinturas encontradas en las excavaciones arqueológicas vesubianas, usadas como imágenes preparatorias para el libro de grabados Le Antichità di Ercolano Esposte, de 1757 y 1792.[124]​ Entre las piezas del mobiliario, de gusto Biedermeier, hay una mesa de bronce y mármol decorada con sátiros que sostienen conchas, que sustituyeron a los medallones con el retrato de la familia real en su interior, inspirándose en las encontradas en las excavaciones de Pompeya y regalo de la reina Isabel a Francisco I por su cumpleaños del 4 de octubre de 1827.[122]​ Además, hay un reloj astronómico con forma de templete, un reloj francés de época napoleónica con esmaltes de Coteau, el busto de bronce Antínoo como Dioniso de Guglielmo Della Porta sobre una consola, la escultura de mármol Roma Aeterna de Pietro Tenerani, y Aquiles con el casco, también de mármol.[124]

La sala XXIII.

La sala XXIII es una habitación trasera. Su techo es de estilo neoclásico y fue diseñado por Genovese. En las paredes están expuestos seis lienzos de Francesco Celebrano, provenientes del Palacio Real de Carditello,[125]​ que tienen como tema las Estaciones y el trabajo en los campos.[126]​ Los muebles son de estilo barroco, todos de fabricación napolitana. En el centro de la sala hay un atril giratorio, típico de los monasterios, realizado por Giovanni Uldrich en 1792.[125]​ Colocado en un primer momento en la biblioteca y utilizado por María Carolina de Borbón, este atril permitía consultar al mismo tiempo varios libros, colocados en ocho pisos colgantes que se podían acercar al escritorio girando una manivela.[126]

La sala XXIV está dedicada a don Quijote. En su interior se encuentran diecinueve lienzos preparatorios, de los treinta y ocho realizados, que tienen por tema las Historias de don Quijote y fueron pintados por artistas de corte como Giuseppe Bonito, Benedetto Torre, Giovanni Battista Rossi, Antonio Dominici y Antonio Guastaferro, mientras que los dibujos sobre las puertas fueron realizados por Gaetano Magri, Orlando Filippini y Giuseppe Bracci.[127]​ Estas obras sirvieron como modelo para una serie de tapices, tejidos entre 1758 y 1779 por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles,[125]​ concretamente por Pietro Duranti, encargados por Carlos III[128]​ para el dormitorio del rey del Palacio Real de Caserta y posteriormente trasladados al Palacio del Quirinal de Roma.[127]​ Estos tapices fueron encargados para completar otra serie de tapices gobelinos con el mismo tema, comprada por el rey y realizada en los años treinta del siglo XVIII.[127]​ Los muebles datan de los primeros quince años del siglo XIX. La sala está adornada con dos jarrones de porcelana de Sèvres, decorados por Etienne Le Guay con una Alegoría de la Música y de la Danza de 1822, y un centro de mesa con forma de bandeja de porcelana y latón dorado, cuya base está decorada con una placa pintada por Raffaele Giovine con los palacios reales de Nápoles, Capodimonte y Caserta,[125]​ donado a Fernando I por el Ayuntamiento de Nápoles con ocasión de la promulgación de la Constitución de 1848.[129]

La sala XXIV, dedicada a don Quijote.

La sala XXV es una habitación trasera, aunque originalmente formaba parte del apartamento privado de la reina María Amalia. El techo tiene una decoración en estuco blanco dorado con forma de retícula que data de la segunda mitad del siglo XVIII.[130]​ En las paredes están colocados lienzos de pintores activos en Nápoles en el siglo XIX que tienen por tema paisajes y escenas, como Marina de Salvatore Fregola, presente en tres ejemplares; Plaza de san Marcos de Frans Vervloet del 1837; Tasso en el convento de san Onofrio y Muerte de Tasso, ambos de Franz Ludwig Catel del 1834;[131]Paisaje con castillo de Achille Carrillo; Pescadores de Orest Kiprenskij del 1829; y una serie de lienzos de Pasquale Mattej que documentan diferentes aspectos del folclore y la historia de las regiones del reino de Nápoles.[130]​ Además, también se pueden observar una serie de tapices como el que representa la Inocencia, de Pietro Duranti según cartón preparatorio de Giuseppe Bonito, y otros más antiguos, realizados por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles entre 1746 y 1750, como Alegoría del Aire, del Agua y de la Tierra de Domenico Del Ross, que estaban inspirados tanto en su técnica como en sus temas en los de la Fábrica de Tapices Gran Ducal de Florencia.[130]​ El mobiliario está compuesto por objetos provenientes del estudio del Palazzo Pignatelli di Monteleone, donados al palacio real en 1993 por Nicola Jannuzzi y Olga Guerrero de Balde;[131]​ destacan un escritorio y una librería neogótica de factura francesa de los años treinta del siglo XIX, que pertenecieron a René Ilarie Degas, y el Retrato de Therèse Aurore Degas de Joseph-Boniface Franque, colocado junto al escritorio.[130]​ A estos hay que añadir consolas inglesas del siglo XVIII, pintadas en blanco y oro, y taburetes con patas de cabra que datan del reinado de Joaquín Murat; entre los adornos hay un busto de cera de María Carolina de Austria,[132]​ atribuido a Joseph von Deym.[130]

La sala XXVI es el Pasadizo de la Reina, es decir, una especie de habitación de paso a cuyos lados estaban las habitaciones de la reina. En el siglo XIX se convirtió en una habitación trasera, utilizada como capilla.[133]​ En 1990, durante una restauración que recuperó sus antiguas formas,[134]​ se eliminó el falso techo, sacando a la luz un fresco que representa la Alegoría de la unión matrimonial, pintado con ocasión de la boda de Carlos III de Borbón y María Amalia de Sajonia en 1738, obra de Domenico Antonio Vaccaro, como testimonia la firma y la fecha presentes en el fresco y las peticiones de pago del artista en 1739.[134]​ De estilo manierista y rococó, la obra se cubrió en torno a 1837 cuando las habitaciones privadas se trasladaron a la segunda planta.[134]​ Las pinturas tienen tema literario y romántico, como Infierno de Dante de Tommaso De Vivo y Tasso en Sorrento de Beniamino De Francesco.[133]​ Entre el mobiliario destaca una mesa de taracea sorrentina.[131]

La sala XXVII es la Alcoba de María Amalia de Sajonia, que comunica directamente con los pasadizos y el dormitorio. Su techo fue decorado en el curso del siglo XIX con estucos, cubriendo los frescos precedentes realizados en 1739 por Nicola Maria Rossi.[135]​ Los cuadros expuestos en la sala se enmarcan en general en un tipo de pintura narrativa de las costumbres napolitanas. Entre estos, cabe mencionar Dos pescadores de Orest Adamovič Kiprenskij, presentado en la Exposición Napolitana del 1829; Bandida herida de Luigi Rocco del 1837; Bendición pascual de Raffaele D'Auria; y Pescador adormilado, de Salvatore Castellano.[135]

La sala XXVIII es un pasadizo.[136]

La sala XXXIV es el Boudoir de la Reina. Tras la demolición del falso techo salió a la luz un fresco de Domenico Antonio Vaccaro que representa la Alegría de la Majestad Regia con la Paz, la Fortuna y el Dominio.[134]​ En las paredes están colocados una serie de pequeños cuadros chinos en acuarela,[111]​ dibujados en Cantón a mediados del siglo XVIII y expuestos originalmente en la Villa Favorita de Resina, que probablemente llegaron a Nápoles en forma de álbum. Estos dibujos reproducen los temas tratados en un texto chino, el Gengzhitu, como el cultivo del arroz, la producción de porcelana y la manufactura de la seda.[137]​ Además, hay representaciones de un Mandarín y una Dama china a tamaño natural, obra de Lorenzo Giusto de 1797, también provenientes de la Villa Favorita. Entre los elementos decorativos hay orinales, servicios de escritorio, instrumentos de la Imprenta Real, fragmentos de pavimento,[137]​ un escritorio de granito y mármol con forma elíptica y una mesa de pórfido.[111]

Galería y Salón de Hércules

La sala XXI o Galería.

La sala XXI se denomina Galería y da directamente hacia el Patio de los Carruajes. Los espejos en las paredes están colocados entre lesenas de estilo neoclásico,[138]​ mientras que el mobiliario se compone de consolas de finales del siglo XVIII de color blanco y oro, además de sillones que datan del decenio francés,[139]​ un centro de mesa de bronce dorado y porcelanas francesas del siglo XIX.[110]

La sala XXII, el Salón de Hércules.

La sala XXII era denominada originalmente Sala de los Virreyes debido a que albergaba los retratos de varios virreyes, pintados por Massimo Stanzione y Paolo De Matteis.[140]​ Transformada en salón de baile en el siglo XIX, durante el reinado de Joaquín Murat recibió su nombre definitivo de Salón de Hércules debido a que, tras su reorganización, fue decorada con copias en yeso de las esculturas de la colección Farnesio, entre ellas el Hércules Farnesio.[140]​ La sala fue reorganizada de nuevo durante el reinado de los Saboya y remodelada en 1956 tras los daños que sufrió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, que hicieron que se tuviera que reconstruir el techo.[110]​ Las paredes están decoradas con una serie de tapices colocados allí a finales del siglo XIX y fabricados por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles en estilo rococó y neoclásico entre 1783 y 1789, que tienen por tema Historias de Eros y Psique y se inspiran en la fábula de Apuleyo. Fueron realizados por Pietro Duranti a partir de cartones preparatorios de Fedele y Alessandro Fischetti.[138]​ Gran parte del pavimento está cubierto por una alfombra de manufactura francesa de la segunda mitad del siglo XVII, ya descrita en el inventario del mobiliario de Luis XIV de Francia pues se encontraba en el interior de la Savonnerie del Louvre, y posteriormente fue trasladada a Nápoles por Murat.[141]​ Esta alfombra presenta decoraciones de elementos vegetales y animales, a los que se añaden las cuatro partes del mundo y las insignias de Francia y Navarra.[140]​ Las consolas de estilo neoclásico provienen de las antesalas, mientras que los adornos son un reloj con caja de André-Charles Boulle, decorado con un Atlante que sostiene el globo terráqueo, obra de Isaac Thuret; un jarrón de porcelana verde de Sèvres con una viñeta que representa a Homero entre los alfareros de Samos, de Antoine Béranger, donado a Francisco I en 1830;[140]​ y dos jarrones de porcelana de Limoges, datados en 1847, pintados en Nápoles por Raffaele Giovine con viñetas que ilustran el momento de la abdicación de Carlos de Borbón en favor de Fernando IV.[142]

Capilla Palatina

La sala XXX, la Capilla Palatina.

La sala XXX es la Capilla Palatina, llamada también Capilla Real de la Asunción, que fue construida en 1643 por Francesco Antonio Picchiatti y terminada en 1644, cuando se consagró a la Asunción.[141]​ Utilizada para celebraciones religiosas de la realeza y como sede de la escuela musical napolitana, fue restaurada varias veces a finales del siglo XVII y durante todo el siglo XIX. Fuertemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial, fue desconsagrada y dedicada a lugar de exposición de las vestimentas sagradas, guardadas previamente en la sacristía.[143]​ Se entra a la capilla atravesando un portón de madera del siglo XVI proveniente del antiguo Palacio Virreinal.[144]​ Su planta es a nave única con tres capillas a cada lado; las decoraciones en estuco y pictóricas son obra de artistas de la Academia de Bellas Artes de Nápoles como Domenico Morelli,[132]​ mientras que el altar mayor proviene de la iglesia de Santa Teresa degli Scalzi y está realizado en piedras duras.[143]​ En la capilla se encuentra el pesebre del Banco di Napoli, compuesto por más de trescientas piezas de los siglos XVIII y XIX.[132]

Jardines

Los dos Palafreneros de bronce presentes junto a la puerta del jardín.

El jardín del palacio real es lo que queda de los antiguos jardines del Palacio Virreinal. Este jardín de paseo fue realizado en 1842 por el botánico alemán Friedrich Dehnhardt[9]​ aprovechando el espacio que se había creado tras la demolición de algunos edificios utilizados como establos, situados entre el palacio real y el Castel Nuovo. Está protegido por un ala nueva del palacio, llamada de la Porcelana porque originalmente albergaba una fábrica de porcelana, posteriormente trasladada a Capodimonte, y dedicada a continuación a residencia de los infantes de los Borbones y luego a la biblioteca nacional.[145]​ El jardín tiene parterres diseñados con formas caprichosas y sinuosas; entre las plantas que alberga se encuentran algunas especies locales y otras exóticas, como Ficus macrophylla, Strelitzia nicolai, Persea indica, Pinus canariensis, Magnolia grandiflora, Jacaranda mimosifolia y Cycas revoluta. Las plantas están marcadas con carteles que informan de su fecha de plantación.[145]​ Todo el jardín está rodeado por una barandilla con puntas de lanzas doradas. En 1924 Camillo Guerra realizó una escalera con forma de exedra cerca de la puerta del jardín para proporcionar una entrada independiente a la biblioteca nacional. A ambos lados de esta puerta hay dos Palafreneros de bronce, obra de Peter Jakob Clodt von Jürgensburg, copia de los realizados en San Petersburgo, regalo del zar Nicolás I en recuerdo de su estancia en Nápoles en 1845, tal y como recuerda una placa.[146]

La fachada a lo largo de la Via Acton con los jardines colgantes.

Además, el palacio cuenta con un jardín colgante, al que se accede desde la primera planta del apartamento real. Los primeros testimonios de este jardín se remontan a algunos retratos de Francesco Cassiano de Silva de finales del siglo XVII.[147]​ Fue reorganizado en 1745 por De Lellis y posteriormente por Bianchi, mientras que asumió su aspecto definitivo con la restauración de Genovese a mediados del siglo XIX. Las principales plantas son Bougainvillea y enredaderas; en el centro, entre el vestíbulo y el puente de hierro fundido, hay una fuente y una mesa con chorros. Completan la obra bancos de mármol de estilo neoclásico y parterres.[147]

Las establos son una estancia de unos mil doscientos metros cuadrados caracterizada por su techo, que tiene dieciocho bóvedas apoyadas sobre una fila central de pilares cuadrados. A un lado hay pesebres de caliza, mientras que en el pavimento son todavía visibles las marcas dejadas por los caballos.[148]​ Más abajo hay un edificio construido en los años ochenta del siglo XIX y usado como picadero. En esta zona están además las ruinas del antiguo picadero y de las antiguas caballerizas, derribadas por Genovese, y, en una zona ligeramente elevada, lo que antiguamente era el campo de tenis de Humberto I de Saboya.[148]

Los hallazgos encontrados cerca de la entrada.

Durante la restauración de 1994, cerca de la taquilla, entre la entrada de la Plaza del Plebiscito y la de la Piazza Trieste e Trento, en el que era el recorrido original de entrada al palacio, se encontró, a aproximadamente un metro bajo el nivel del suelo, un camino que formaba parte de los antiguos jardines del Palacio Virreinal.[9]​ Este camino fue construido con ladrillos dispuestos a espinapez, con bloques de piedra volcánica en uno de los bordes y apoyado contra un muro por el otro. Este muro tenía la función de contención de la explanada sobre la que se encontraba el jardín, y data del siglo XVI. Su parte inferior está realizada con bloques de tufo, y la superior, con bloques de traquitas añadidos posteriormente.[149]

Poco más adelante se encontró un pozo rectangular, flanqueado por dos depósitos de forma circular. Los estudios estratigráficos concluyeron que el pozo está revestido en mampostería durante unos trece metros de profundidad, a los que siguen otros dos metros y medio excavados directamente en el tufo para llegar finalmente a una cámara cuadrada donde se recogía el agua del acuífero; el fondo estaba recubierto por una capa de limo de unos cuarenta centímetros de espesor. Tras el inicio de la construcción del palacio real el pozo fue abandonado y utilizado como basurero. En su fondo, durante una altura de unos cuatro metros, se hallaron materiales orgánicos —gracias a la presencia de agua, que permitió su conservación— como huesos de animales, restos de peces y moluscos, ramas y granos de fruta, y también materiales de construcción como mayólica y madera trabajada, que han permitido reconstruir el estilo de vida de esta época; posteriormente fue rellenado con materiales de desecho hasta su borde.[149]

Biblioteca Nacional

Un pasillo de la biblioteca.

La Biblioteca Nacional de Nápoles, dedicada a Víctor Manuel III de Italia, se encuentra desde 1923 en un ala del Palacio Real. Con más de dos millones de textos es la biblioteca más importante del sur de Italia.[150]​ Contiene mapas, proyectos, dibujos, manuscritos, cartas y fondos de literatura, arte y arquitectura, provenientes de la colección Farnesio y de otras colecciones adquiridas en el curso de los años,[151]​ así como los papiros provenientes de la villa homónima encontrada en las excavaciones arqueológicas de Herculano.[152]​ Algunos de estos textos llevan la firma de destacados artistas del panorama italiano como santo Tomás de Aquino, Torquato Tasso, Giacomo Leopardi, Salvator Rosa, Luigi Vanvitelli y Giambattista Vico.[153]

Las salas que hoy albergan la biblioteca se usaban originalmente para celebrar las fiestas de corte y fueron realizadas durante la restauración llevada a cabo por Gaetano Genovese a mediados del siglo XIX. Algunas de estas salas presentan decoraciones de estilo neoclásico, como por ejemplo el Salón de Lectura, antigua sala de baile; la sala que alberga la sección de los manuscritos y libros raros, con pinturas que recuerdan a los frescos pompeyanos, realizadas por varios artistas de la Academia de Bellas Artes de Nápoles como Camillo Guerra, Giuseppe Maldarelli y Filippo Marsigli;[150]​ o la Sala Palatina, originalmente Gabinete Físico, un laboratorio astronómico creado por voluntad del rey.[154]

Teatro de San Carlos

Interior del teatro de San Carlos.

También pertenece al complejo del Palacio Real el teatro de San Carlos. Construido por Giovanni Antonio Medrano, fue inaugurado el 4 de noviembre de 1737, con ocasión del onomástico del rey.[155]​ En el curso de los años ha sufrido numerosas remodelaciones, tanto de la fachada como del interior. La fachada, que en un primer momento presentaba líneas arquitectónicas simples, fue modificada por Antonio Galli da Bibbiena en 1762, por Ferdinando Fuga en 1768 y por Domenico Chelli en 1791, hasta asumir su aspecto definitivo en estilo neoclásico con una planta baja almohadillada, una galería de orden dórico en la primera planta y bajorrelieves tras las obras efectuadas por Antonio Niccolini entre 1810 y 1812.[156]​ El propio Niccolini restauró también el interior en 1841 y posteriormente en 1861, tras un incendio, con la ayuda de su hijo Fausto y de Francesco Maria Del Giudice. Ampliado en los años treinta del siglo XX, el interior del teatro, que puede albergar a algo más de mil trescientos espectadores, tiene forma de herradura y está adornado con representaciones de putti, cornucopias y temas clásicos. La bóveda está decorada con el fresco Apolo presentando a Mercurio los mayores poetas griegos, latinos e italianos, obra de Giuseppe Cammarano.[155]​ El telón data de 1854, fue realizado por Giuseppe Mancinelli y representa Musas y Homero entre poetas y músicos.[156]​ El teatro está conectado directamente al palacio real mediante dos vestíbulos, uno en la planta baja, y el otro, privado, en el piano nobile, con decoración neoclásica, y a través del jardín.[155]

Véase también

Notas

  1. El peperino es una roca volcánica característica de la zona de Nápoles.

Referencias

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