Guerra de Restauración portuguesa

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Guerra de la Restauración
Parte de guerra de los Treinta Años y crisis de 1640

Proclamación de D. João IV como rey de Portugal, pintado por Veloso Salgado (Museu Militar de Lisboa).
Fecha 1 de diciembre de 164013 de febrero de 1668
Lugar Portugal.
Resultado

Bandera de Portugal * Victoria decisiva de Portugal:[1]

Cambios territoriales Ceuta y Hermisende (junto a San Ciprián y La Tejera) no reconocen a los Braganza[3]​ y tras el Tratado de Lisboa de 1668 pasa a la corona de Castilla.[4]
Beligerantes
Bandera de Portugal Portugal
Apoyado por:
Reino de Inglaterra
(después de 1661)
España
Comandantes
Bandera de Portugal João IV de Portugal
Bandera de Portugal Alfonso VI de Portugal
Bandera de Portugal Pedro II de Portugal
Bandera de Portugal Marqués de Marialva
Bandera de Portugal Conde de Vila Flor
Bandera de Portugal Conde de Mértola
Bandera de Portugal Conde de Alegrete
Bandera de España Felipe IV de España
Bandera de España Marqués de Carpio
Bandera de España Juan de Austria
Bandera de España Duque de Osuna
Bandera de España Marqués de Caracena
Unión Ibérica Guerra de la Restauración

La Guerra de la Restauración (en portugués: Guerra da Restauração) fue una serie de enfrentamientos armados entre el reino de Portugal y España, con excepción del Principado de Cataluña. Esta confrontación tuvo inicio en el levantamiento por la Restauración de la Independencia del 1 de diciembre de 1640 —que puso fin a la monarquía dual de la dinastía Filipina iniciada en 1580— y terminó con el Tratado de Lisboa de 1668, firmado por Alfonso VI de Portugal y Carlos II de España, en el cual se reconoció la total independencia de Portugal. La revolución de 1640 puso fin a un periodo de 60 años de dominio de la Casa de Austria sobre Portugal.[5][6]

El período de 1640 a 1668 se caracterizó por enfrentamientos periódicos entre Portugal y España, tanto pequeñas contiendas como graves conflictos armados, de los cuales muchos de ellos fueron ocasionados por conflictos de España y Portugal con potencias no ibéricas. España participó en la guerra de los Treinta Años hasta 1648 y en la guerra franco-española hasta 1659, mientras que Portugal participó en la guerra luso-neerlandesa hasta 1663.

La guerra estableció la Casa de Braganza como nueva dinastía reinante de Portugal, en sustitución de la Casa de Habsburgo. Esto puso fin a la llamada Unión Ibérica.

Antecedentes

Felipe II de España proclamado por las Cortes de Tomar como rey Filipe I de Portugal

Tras la muerte sin herederos del rey Sebastián I de Portugal en 1578 y de su sucesor Enrique I de Portugal en enero de 1580, se instauró un vacío de poder en el trono de Portugal que provocaría una crisis dinástica. Las debían decidir quién de entre varios reclamantes debería ocupar el trono portugués, pero antes de que la elección fuera hecha, Felipe II de España se anticipó a la decisión, y amparándose en sus derechos a la sucesión a la corona portuguesa, ordenó la invasión militar del país.

El 20 de junio de 1580, adelantándose a la decisión del consejo regente, Antonio, prior de Crato se autoproclamó rey de Portugal en Santarém, siendo aclamado en varias localidades del país; su gobierno duró treinta días, puesto que sus escasas tropas fueron superadas por el ejército español comandado por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, Duque de Alba, en la Batalla de Alcántara en agosto de 1580. Al año siguiente Felipe II fue proclamado por las Cortes de Tomar como rey Filipe I de Portugal .

Este sería el comienzo de un periodo en el que Portugal junto con los demás reinos hispánicos fue gobernado por virreyes o gobernadores de los reyes de España, viviendo bajo el dominio de la rama española de la casa de Habsburgo, compartiendo el mismo monarca en una monarquía dual aeque principaliter, que se prolongaría hasta 1640.

Este periodo acumuló descontentos —mayormente durante el reinado de Felipe IV— que resultaron en dos revueltas populares habidas en 1634 y 1637 en la región del Alentejo y en algunas otras ciudades que no llegaron a tener proporciones decisivas, y en la instauración, el 1 de diciembre de 1640, de la Dinastía de Braganza, iniciándose con ella la Guerra de Separación de Portugal que enfrentó a Portugal y España.

El levantamiento de 1640

Primeras revueltas

Margarita de Saboya, duquesa de Mantua y Montferrat, virreina de Portugal, por Frans Pourbus (1569–1622).

Los portugueses estaban hartos de pagar impuestos para los cofres de España y el pueblo comenzaba a manifestarse en las calles. Las revueltas contra la dominación española tuvo como antecedentes, entre otros, el Motín de las mazorcas, que estalló en Oporto en 1628. La revuelta de Manuelinho de Évora, en 1637, fue un precursor del movimiento restaurador. Estos movimientos se propagaron por otras regiones del reino, con la intención de deponer la dinastía Filipina y entronizar nuevamente una dinastía portuguesa. De ese modo explotaron insurrecciones y motines en localidades como Portel, Sousel, Campo de Ourique, Vila Viçosa, Faro, Loulé, Tavira, Albufeira, Coruche, Montargil, Abrantes, Sardoal, Setúbal, Oporto, Vila Real e Viana do Castelo, en las regiones de Alentejo y Algarve. La causa inmediata de estos alborotos fue la imposición de nuevos impuestos y las difíciles condiciones de vida de la población lusa bajo el yugo español. El movimiento insurreccional no consiguió destituir el gobierno instaurado en Lisboa, sucumbiendo al refuerzo de tropas castellanas que acudieron en su auxilio para reprimir la revolución.

Intentos de debilitamiento de Portugal

El conde-duque de Olivares, valido del rey Felipe IV de España, alegando desear constituir una junta de personas notables, llama a Madrid a los hidalgos de más alto nivel. Al mismo tiempo, so pretexto de la guerra con Francia, manda reclutar tropas por todo Portugal y ordena al Duque de Braganza el envío de mil soldados armados.

En agosto de 1640, se renuevan las tentativas del debilitamiento de Portugal, con el pretexto de las guerras con Francia, Holanda y Cataluña (hoy comunidad autónoma española). Convoca a toda la nobleza, para acompañar a Filipe III a las Cortes Aragonesas. Se realizan importantes solicitudes de soldados que debían marchar hacia Cataluña, a costa del tesoro portugués. Era la estrategia para el aniquilamiento de la resistencia portuguesa y el comienzo de la anexión definitiva.

La conjura

El levantamiento de 1640 fue planeado en Lisboa por los hidalgos D. Antão de Almada, D. Miguel de Almeida y por el Dr. João Pinto Ribeiro, y otros 40 hombres de la nobleza, el clero y militares, para considerar los males de que sufría entonces Portugal. El objetivo —logrado con éxito— era la destitución de los Habsburgo y proclamar un rey portugués. Finalmente se llegó a la conclusión de la necesidad de realizar una revolución, resolviendo enviar a Vila Viçosa a un emisario, encargado de consultar al Duque de Braganza sobre la posibilidad de aceptar el trono. Estas reuniones fueron realizadas en el palacio de D. Antão de Almada, hoy conocido por esa razón como Palácio da Independência.

El levantamiento

Archivo:Antonio Fernandez - Restauração de Portugal e Morte de Miguel Vasconcelos.jpg
Defenestración de Miguel de Vasconcelos.

El sábado 1 de diciembre de 1640 ingresaron al Paço da Ribeira, situado en la Praça do Comércio, Lisboa, sorprendiendo al secretario de Estado, Miguel de Vasconcelos, que se ocultó sin éxito en un armario, para ser posteriormente descubierto, asesinado y defenestrado por la fachada del Palacio Real.

Tras estos acontecimientos la virreina de Portugal, Margarita de Saboya, duquesa de Mântua, intentó, en vano, calmar los ánimos del pueblo, amotinado en el Terreiro do Paço. Aislada y sin apoyo local, permaneció encerrada en sus aposentos, e incapaz de reconducir a los revoltosos a la obediencia del rey de España, su poder colapsó. Posteriormente fue encerrada en el Convento de Santos-o-Novo.[7]

En su lugar aclamaron al Duque de Braganza como rey, con el título de Juan IV de Portugal, dando inicio a la cuarta dinastía, la Dinastía de Braganza. El nuevo gobernante autorizó a Margarita de Saboya que partiera para España en los primeros días de diciembre de ese mismo año. El momento fue oportunamente escogido, ya que la casa de Habsburgo afrontaba en esa época los problemas derivados de la Guerra de los treinta años y la Sublevación de Cataluña.

Preparativos para la guerra

Inmediatamente después de asumir el trono portugués, Juan IV tomó varias medidas para fortalecer su posición. El 2 de diciembre se dirigía como soberano por cédula real fechada de Vila Viçosa a la Cámara de Évora. El camino a seguir fue la reorganización de todas las fuerzas para la acometida que se preveía. Por lo tanto, el 11 de diciembre decidió crear el Consejo de Guerra para promover en todo lo relacionado con el ejército. Posteriormente creó la Junta de Fronteras que se hizo cargo de las fortalezas fronterizas, la defensa de Lisboa, las guarniciones y los puertos marítimos.

Un año después, en diciembre de 1641, creó un arrendamiento para asegurar que todas las fortalezas del país serían mejoradas y que las mejoras serán financiados con los impuestos regionales. Posteriormente restableció las leyes militares de Sebastián I de Portugal, con el fin de reorganizar el ejército y emprendió una campaña diplomática centrada en restablecer buenas relaciones con Inglaterra.

Después de ganar varias pequeñas victorias, Juan trató de hacer las paces con rapidez. Sin embargo, su exigencia de que Felipe reconozca la nueva dinastía reinante en Portugal no se cumplió hasta el reinado de su hijo, Alfonso VI, durante la regencia de Pedro de Braganza, otro de sus hijos, que más tarde se convirtió en el rey Pedro II de Portugal. Los enfrentamientos con España duraron veintiocho años.

Contexto: las relaciones entre las potencias europeas

João II, Duque de Braganza quien posteriormente sería coronado como rey João IV de Portugal.

Las relaciones entre Francia y España

En 1640, el cardenal Richelieu, entonces jefe de asesores de Luis XIII de Francia, era plenamente consciente del hecho de que Francia estaba operando bajo circunstancias difíciles. En ese momento estaba en guerra con España y al mismo tiempo tiempo tenía que controlar las rebeliones que se estaban produciendo en Francia, las cuales fueron apoyadas y financiadas por Madrid, y para ello tuvo que enviar ejércitos franceses para luchar contra los Habsburgo españoles en tres frentes diferentes. Además de su frontera común en los Pirineos, Felipe IV de España, anteriormente Felipe III de Portugal, reinó bajo diversos títulos, en Flandes y el Franco-Condado, al norte y al este de Francia respectivamente. También además, Felipe IV controlaba grandes territorios en Italia, donde podría, a su antojo, imponer un cuarto frente para atacar Saboya, entonces controlada por Francia y gobernada por Cristina María de Francia, duquesa de Saboya, quien actuaba como regente en nombre de su hijo, Carlos Manuel II, duque de Saboya.

España había disfrutado de la reputación de tener la fuerza militar más formidable de Europa, una reputación que se había ganado con la introducción del arcabuz y la llamada Escuela Española. Sin embargo, esta reputación y táctica había disminuido con la Guerra de los Treinta Años. Richelieu, obligó a Felipe IV a mirar a sus propios problemas internos. Con el fin de desviar las tropas españolas que sitiaban Francia, Luis XIII, siguiendo el consejo de Richelieu, apoyó las reivindicaciones de João IV de Portugal durante la Guerra de aclamación. Esto se hizo en el razonamiento de que una guerra con Portugal agotaría los recursos españoles.

Las relaciones entre Portugal y Francia

Tratado de los Pirineos. Entrevista de los monarcas en la isla de los Faisanes.

Para el cumplimiento de los intereses comunes de la política extranjera de Portugal y Francia, una alianza entre los dos países fue firmada en París el 1 de junio de 1641, obligándose a continuar y mantener guerra contra España con armamento naval, y concurrir con Holanda a invadir los dominios de Castilla y atacar a las flotas de Indias. Duró dieciocho años antes de que el sucesor de Richelieu, un ministro de exteriores no oficial, el cardenal Mazarino, rompiera el tratado abandonando a sus aliados portugueses y catalanes para firmar una paz por separado con Madrid.

El Tratado de los Pirineos, firmado el 7 de noviembre de 1659, en la Isla de los Faisanes, para poner fin a un conflicto iniciado en 1635, durante la Guerra de los Treinta Años. Entre otros términos del tratado se cedió a Francia los treinta y tres pueblos de la mitad norte del condado catalán de Cerdaña (el valle de Querol), o lo que es lo mismo, la Alta Cerdaña y El Capcir, excepto Llivia (por ser villa y no pueblo) y las comarcas también catalanas del Rosellón, El Conflent y El Vallespir, situados en la vertiente septentrional de los Pirineos; en tanto que Francia reconoció a Felipe IV de España como legítimo rey de Portugal.

Siete años más tarde, en las últimas etapas de la Guerra de Restauración portuguesa, las relaciones entre los dos países se fueron descongelado al punto en que el joven -pero enfermizo- Alfonso VI de Portugal se casó con la princesa francesa, María Francisca de Saboya Nemours.

Las relaciones entre Portugal y las Provincias Unidas de los Países Bajos

Captura de Cochin y la victoria de la VOC holandesa sobre los portugueses en 1656, en la costa de Malabar. Atlas Van der Hagen, 1682.

En el momento del Levantamiento de Lisboa del 1 de diciembre de 1640, los portugueses habían estado en guerra con los holandeses durante casi cuarenta años. Una buena parte de los conflictos se puede atribuir al hecho de que España y la República de los Siete Países Bajos Unidos se encontraban librando simultáneamente la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) y, desde entonces, las hostilidades entre Portugal y los Países Bajos entraron en erupción en 1602, ya que Portugal estaba siendo gobernado por un monarca español.

La guerra luso-neerlandesa fue combatida casi enteramente en ultramar, con los sustitutos mercantiles neerlandeses, Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, que en varias ocasiones atacaron las posesiones coloniales portuguesas en América, África, India y el Lejano Oriente. Portugal se encontraba en una postura defensiva en todas partes, y recibió muy poca ayuda militar de España.

Tras la proclamación de João IV de Portugal en 1640, neerlandeses y portugueses firmaron el Tratado de La Haya de 1641, una tregua de diez años ayudándose unos a otros un tanto en contra de su enemigo común, España. Aunque originalmente estaba pactada para todos los territorios de ambos imperios, quedó limitada al continente europeo: las hostilidades seguirían en las colonias holandesas y portuguesas hasta el final de la guerra, hasta la definitiva expulsión de los neerlandeses en Angola(1648), São Tomé (1649) y Brasil (1654).

Los holandeses reanudaron la compra de sal en las factorías de Setúbal, reiniciando así el comercio entre los dos países por primera vez desde 1580, cuando la rama española de los Habsburgo, contra quien los neerlandeses se habían sublevado, asumió el trono portugués. Sin embargo, los ataques de los holandeses en los territorios portugueses se mantuvieron hasta 1663, incluso después de la firma del Tratado de La Haya en 1661.

Las relaciones entre Portugal e Inglaterra

Infanta Catalina de Braganza, futura reina consorte de Inglaterra, Escocia e Irlanda, por Dirk Stoop, c. 1660-1661. National Portrait Gallery

Inglaterra estaba, en ese momento, envuelta en su propia guerra civil. Surgieron problemas a los portugueses en las relaciones con Inglaterra por el hecho de que el parlamento inglés luchó y ganó su guerra antirrealista y, al mismo tiempo, la corte real portuguesa continuó recibiendo y reconociendo a príncipes y nobles ingleses. Estas tensas relaciones persistieron durante el breve período de la Commonwealth, cuando el gobierno republicano había depuesto a Carlos I que gobernaba Inglaterra, Irlanda y Escocia.

Tras la restauración de la dinastía de los Estuardo, le fue posible a Portugal compensar la pérdida del limitado apoyo de Francia con la renovación de su tradicional alianza con Inglaterra. La eficaz ayuda de los ingleses en la guerra contra España se derivó, en 1654, en un tratado que concedía privilegios a los comerciantes ingleses de Portugal, como la libertad religiosa, justicia civil propia y libertad de comercio con disminución de tasas. Asimismo, Inglaterra retuvo los territorios coloniales adquiridos anteriormente a Portugal.[8]

La alianza política se complementó con un matrimonio dinástico en 1662, cuando la infanta Catalina de Braganza, hermana del rey Alfonso VI de Portugal, se unió a Carlos II de Inglaterra, que acababa de reconquistar su trono y tenia urgentes necesidades financieras. Catalina aportó entonces una excepcional dote de £ 300.000 y la cesión de Bombay y Tanger, sumando a esto el derecho para los ingleses de comerciar libremente con las colonias portuguesas. En contrapartida Portugal recibió la necesaria ayuda militar en su conflicto con España, tanto en la península ibérica como en las colonias.[8]

Fue en gran parte gracias a la alianza con Inglaterra que la paz con España fue posible al finalizar la guerra. España había sido drenada por la Guerra de los Treinta Años, y no tenía resto para una guerra, más aún con otras potencias europeas, y especialmente tras el resurgimiento de Inglaterra.

La guerra

Militarmente la Guerra de la Restauración Portuguesa consistió principalmente de escaramuzas fronterizas e incursiones de caballería a las ciudades fronterizas, combinado con ocasionales invasiones y contra-invasiones, muchas de ellas tímidas e insuficientemente financiadas. Sólo hubo cinco grandes batallas cuidadosamente preparadas batallas durante los veinte y ocho años de hostilidades.

La guerra puede considerarse que ha tenido tres períodos:

  • Primero, una fase inicial (1640-1646) cuando unos cuantos asuntos demostraron que los portugueses no podían ser fácilmente devueltos al sometimiento con los españoles;
  • Segundo, un largo período (1646-1660) de confrontaciones militares, caracterizadas por pequeñas incursiones, mientras España concentraba sus compromisos militares en otras partes de Europa;
  • Tercero, un último período (1660-1668) durante el cual el rey español Felipe IV, buscó sin éxito una victoria decisiva que pondría fin a las hostilidades.

Primera etapa: escaramuzas

António Luís de Meneses, Marqués de Marialva, lideró las victorias en la batalla de las Líneas de Elvas.

Con la esperanza de una rápida victoria sobre Portugal, España inmediatamente destinó siete regimientos hacia la frontera portuguesa, pero los retrasos causados por el conde de Monterrey, un comandante con más interés en las comodidades de la buena vida que en el campo de batalla, desperdició cualquier ventaja inmediata. Una contraofensiva portuguesa a finales de 1641 fracasó, y el conflicto quedó instalado en un punto muerto.

La batalla de Montijo

El 26 de mayo de 1644, una gran columna de soldados españoles y mercenarios, al mando de Carlo Andrea Caracciolo, Marqués de Torrecusa, natural de Nápoles, fue detenida por las fuerzas portuguesas en la batalla de Montijo, guiadas por Matías de Albuquerque, uno de los experimentados oficiales coloniales portugueses que saltó a la fama durante la guerra.

El asedio de Elvas

Poco después, en noviembre de 1644, Torrecusa cruzó las fronteras desde Badajoz, atravesando el río Guadiana, con 12.000 hombres de infantería, 2600 de caballería, 20 piezas de artillería y dos morteros, marchando hacia Campo Maior. El comandante mandó realizar un reconocimiento a la Plaza de Olivença, entonces dominio portugués, pero desistió de atacarla por considerarla de poco interés. El ejército español llegó a Elvas estableciendo un sitio de ocho días a la ciudad. El marqués de Alegrete reforzó la guarnición y pudo superar los embates de los españoles, quienes se vieron obligados a retornar y cruzar la frontera tras sufrir grandes perdidas.

Atrocidades

La guerra entonces adquirió un carácter peculiar. Se convirtió en un enfrentamiento fronterizo, a menudo entre las fuerzas locales, vecinos que se conocían bien unos a los otros, pero este conocimiento no moderó los impulsos destructivos y sanguinarios de uno u otro lado. La naturaleza arbitraria del combate se vio exacerbada a menudo por el uso de mercenarios y reclutas extranjeros, e incidentes de crueldad singular se registraron en ambos lados. Los portugueses establecieron las viejas animosidades que se había enconado durante sesenta años de dominación española, y los españoles tomaron a menudo la opinión de que sus oponentes eran súbditos desleales y rebeldes, y no un ejército enemigo con derecho a un trato digno conforme a las reglas de combate.

Alcance de la guerra

Luisa de Guzmán, reina consorte de Portugal, previamente Duquesa de Bragança.

Tres escenarios de guerra se abrieron con el tiempo, pero la mayor actividad se centró en el frente norte, cerca de Galicia, y en la frontera central entre la región portuguesa Alentejo y la española Extremadura. El frente sur, donde la región meridional portuguesa de Algarve linda con Andalucía en España, era un objetivo lógico para Portugal, pero nunca fue objeto de un ataque luso, probablemente debido a que la reina consorte de Portugal, Luisa de Guzmán, era la hermana del duque de Medina Sidonia, líder noble de Andalucía.

Desgaste y corrupción

España, en un principio, hizo una guerra defensiva. Portugal, por su parte, no sentía ninguna necesidad de tomar territorio español con el fin de ganar, y también estaba dispuesto a hacer de la guerra una competición defensiva. Las campañas normalmente consistían en correrías (incursiones de caballería) para quemar los campos, saquear los pueblos y robar grandes rebaños de ganado vacuno y ovino al enemigo. Los soldados y oficiales, muchos de ellos mercenarios, estaban principalmente interesados en el despojo y propensos a la deserción. Durante largos períodos, sin hombres ni dinero, ninguno de los lados montó campañas formales, y cuando las acciones fueron tomadas, fueron conducidas a menudo tanto por consideraciones políticas, como por la necesidad de Portugal de impresionar a potenciales aliados, así como por claros objetivos militares. Año tras año, considerando los problemas de afrontar la campaña en el invierno, y el calor y la sequía del verano, la mayoría de los combates importantes se limitaban a dos "estaciones de campaña" relativamente cortas, en primavera y otoño.

La guerra se instaló en un patrón de destrucción mutua. Ya en diciembre de 1641, era común escuchar a los españoles de todo el país lamentarse de que " Extremadura esta acabada". Los recaudadores de impuestos, agentes de reclutamiento, los soldados acantonados, y las depredaciones por parte de las tropas españolas y extranjeras eran odiados y temidos por la población española, tanto como las incursiones del enemigo. En Extremadura, las milicias locales llevaron el peso de la lucha hasta 1659, y la ausencia de estos soldados a tiempo parcial era sumamente perjudicial para la agricultura y las finanzas locales. Dado que a menudo no había dinero para pagar o apoyar a las tropas (o para recompensar a sus comandantes), la corona española hizo la vista gorda ante el contrabando, el contrabando, la especulación, y la destrucción que se había convertido en endémica en la frontera. Condiciones similares también existían entre los portugueses.

Segunda etapa: defensiva anquilosada

Juan José de Austria fue fundamental en la conducción de las fuerzas de los Habsburgo.

La guerra también era costosa. En la década de 1650, había más de 20.000 tropas españolas solo en Extremadura, en comparación con las 27.000 en Flandes. Entre 1649 y 1654, alrededor del 29 por ciento (más de seis millones de ducados) de los gastos en defensa de España fueron asignados para la contienda contra Portugal, una cifra que aumentó durante las principales campañas de la década de 1660. Portugal fue capaz de financiar su esfuerzo de guerra debido a su capacidad para gravar el comercio de especias con Asia y el comercio de azúcar de Brasil, así como también recibió cierto apoyo de los rivales europeos de España, particularmente Holanda, Francia e Inglaterra.

Los años 1650 fueron indecisos militarmente, pero importantes en los frentes políticos y diplomáticos. La muerte del rey João IV de Portugal en 1656 marcó el comienzo de la regencia de su esposa, seguida de una crisis por la sucesión y el golpe palaciego de 1662. A pesar de estos problemas internos, la expulsión de los holandeses de Brasil (1654) y la firma de un tratado con Inglaterra (también en 1654) mejoró la posición diplomática y financiera de Portugal temporalmente y le dio la protección necesaria contra un ataque naval sobre Lisboa.

Sin embargo, el objetivo primordial, un pacto formal con Francia continuó eludiendo Portugal, cuya debilidad y aislamiento lo condujo a casa por su virtual exclusión en las negociaciones de los establecimiento de asentamientos europeos, la nueva realpolitik de la Paz de Westfalia en 1648.

Con este tratado y el fin de las hostilidades en Cataluña en 1652, España estaba nuevamente preparada para dirigir su atención contra Portugal, pero se enfrentó a una falta de hombres, recursos y, sobre todo, de buenos comandantes militares.

Tercera etapa: victoria portuguesa

Friedrich von Schönberg, I°Duque de Schönberg, dirigió tanto a soldados portugueses como a tropas extranjeras.

Tras la firma del Tratado de los Pirineos de 1659, el camino hacia la independencia de Portugal estaba amenazada por España. Fue entonces que, por recomendación del militar francés Turenne, fue contratado en 1661 un noble militar alemán, Friedrich von Schönberg, I°Duque de Schönberg, como consejero militar a Lisboa, junto con otros oficiales extranjeros y más de 2.000 soldados ingleses para reforzar el liderazgo de las fuerzas portuguesas, con el apoyo secreto de Carlos II de Inglaterra. Luis XIV de Francia, para no violar el tratado firmado con España, privó a von Schönberg de sus oficiales franceses.

En 1662, España comprometió importantes esfuerzos para poner fin a la rebelión en Portugal. Juan José de Austria, hijo natural de Felipe IV, dirigió a los 14.000 hombres que penetraron en Alentejo, y al año siguiente logró doblegar Evora, la principal y ciudad de la región, pero los portugueses, bajo el mando de Don António Luís de Meneses, I° Marqués de Marialva y von Schönberg, fueron capaces de revertir la situación.

Los ejércitos portugueses, junto a los refuerzos, derrotaron finalmente a los españoles en la Batalla de Ameixial el 8 de junio de 1663, obligando a Juan de Austria a abandonar Evora y el retroceder a sus fronteras con fuertes pérdidas.

Los portugueses contaban entonces con unos 30.000 tropas en el escenario Alentejo-Extremadura, pero no pudieron arrastrar a los españoles nuevamente de algún importante enfrentamiento sino hasta junio de 1665, cuando un nuevo comandante español, Luis de Benavides, marqués de Caracena, se hizo cargo de Vila Viçosa con unos 23.000 hombres, incluyendo mercenarios procedentes de Alemania e Italia.

La columna de socorro portugués, bajo las órdenes de António Luís de Meneses y de von Schönberg, los recibió en Montes Claros el 17 de junio de 1665. La infantería portuguesa y emplazamientos de tiradores destrozó a la caballería española, y las fuerzas españolas perdieron más de 10.000 hombres, entre muertos y prisioneros. Poco después, los portugueses retomaron Vila Viçosa. Estos fueron los últimos principales acontecimientos de la guerra.

Ambas partes volvieron a campañas de escaramuzas. Portugal, con la intercesión de su aliado inglés, había solicitado una tregua, pero después de la decisiva victoria portuguesa en Montes Claros y con la firma del Tratado de Lisboa de 1667 entre Francia y Portugal, los Habsburgo españoles finalmente accedieron a reconocer la independencia portuguesa y a la Casa de Braganza como la nueva dinastía reinante de Portugal el 13 de febrero de 1668.

Resultados de la guerra

Felizmente para Portugal, la restauración de la independencia de España fue claramente establecida, y demostró que podía valerse por sí mismo, aunque con dificultad. Sus victorias en el campo de batalla habían vuelto a despertar el nacionalismo portugués.

Sin embargo, Portugal permaneció económicamente débil, con su agricultura subdesarrollada, dependiente de grano Inglés, y hambrientos de bienes del extranjero en general, especialmente textil. Luís de Meneses, II Conde de Ericeira, asesor económico del príncipe regente, abogó por el desarrollo de una industria textil nativa basada en un modelo flamenco.

Las fábricas se establecieron en Covilhã, en una zona del centro de Portugal, donde había acceso fácil a los rebaños de ovejas y agua limpia de montaña, pero eran muy impopulares entre los consumidores locales y los tejedores tradicionales.

Mientras tanto, el portugués intentó desarrollar una industria de la seda, pero esto se vio afectado por los franceses, que querían monopolizar ese mercado.

El esfuerzo nacional portugués se mantuvo durante 28 años, con lo cual fue posible vencer en las sucesivas tentativas de invasión de los ejércitos de Felipe IV. En 1668 se firmó el tratado de Lisboa de 1668 por el cual España reconocía la soberanía del país vecino. La victoria de los restauradores portugueses se debió en gran medida a la Sublevación de Cataluña, ya que todos los mejores soldados castellanos estaban ahí, así como a los esfuerzos diplomáticos de Inglaterra, Francia, Holanda y Roma por limitar el poder del Imperio español, mientras mantenían la guerra en Alemania, Guerra de los Treinta Años, así como la Guerra de los Ochenta Años en Flandes, que seguía con apoyo inglés y francés tras la Guerra anglo-española (1625-1630).

Paralelamente, las tropas portuguesas lograron expulsar a los holandeses de Brasil, Angola y Santo Tomé y Príncipe (1641-1654), restableciendo el poder atlántico portugués.

Las batallas

Consistió principalmente en una serie de escaramuzas cerca de la frontera, y cinco batallas principales. Estas cinco batallas son:

Los portugueses ganaron todas estas batallas. La paz fue alcanzada con el Tratado de Lisboa de 1668.

Carta de un Ministro al Rey Felipe IV

"Dicen a Vuestra Magestad que Portugal no tiene dinero, no tiene navíos, no tiene gente: traidores son los que lo dicen. Pues con qué nos tienen destruidos? Sin gente nos tienen tantas veces desbaratados; Válgame Dios, que fuera con gente! Sin dinero lloramos nuestras ruinas, qué lloráramos si tuvieran dinero? Señor: Portugal nos desbarató en Montijo [batalla de Montijo, 1644], nos destruyó en Yelbes [batalla de Elvas, 1659], Luis Méndez de Haro [Valido de Felipe IV] huyó dejando caballos, artillería, infantes y bagajes. Portugal en Évora [batalla de Estremoz o de Ameixial, 1663] destruyó la Flor de España, lo mejor de Flandres, lo lucido de Milán, lo escogido de Nápoles y lo granado de Extremadura. Vergonzosamente se retiró S.A [El Príncipe D. Juan José de Austria, hijo de Felipe IV] dejando ocho millones que costó la empresa, ocho mil muertos, seis mil prisioneros, cuatro mil caballos, veinticuatro piezas de artillería, y lo más lastimoso fue que, de ciento veinte títulos y cabos, no escaparon sino cinco (...). Cada día espera Vuestra Magestad que se gane, y cada día sepa Vuestra Magestad que se pierde, y que es mucha la pérdida de cada día." [Poco después de estas palabras, tuvo lugar la derrota de Castelo Rodrigo en 1664, y la aplastante derrota de Villaviciosa o Montes Claros en 1665].
Comentario de un Ministro de Felipe IV, refiriéndose a la desastrosa campaña de 1663. [9]

Cronología

Alfonso VI de Portugal, cuyo reinado fue administrado por Luís de Vasconcelos e Sousa, III conde de Castelo Melhor.
Felipe III & IV de Portugal y España
Principe Regente Pedro, Duque de Beja, futuro rey Pedro II de Portugal.

Notes

  1. Anderson, James Maxwell. The history of Portugal Greenwood Press (2000) ISBN 0-313-31106-4, pág. 131
  2. Birmingham, David. A concise history of Portugal (2003) ISBN 978-0-521-53686-8, pág. 51
  3. VV.AA (2001). Portugal y Ceuta: una historia común, 1415-1668. Instituto de estudios ceutíes. p. 37. ISBN 9788493050290. 
  4. Collecção dos tratados, convenções, contratos e actos publicos celebrados entre Portugal e as mais potencias desde 1640, compilados por J. Ferreira Borges de Castro
    Tras el Tratado de de Lisboa del 13 de febrero de 1668, Ceuta quedó en poder de Castilla:
    "E porque a boa fè, com que se faz este Tratado de Paz perpetua, não permite cuidar-se em guerra para o futuro, nem em querer cada hua das partes achar-se para este caso com melhor partido, se acordou em restituirem á Portugal as Praças, que durando a guerra lhe tomârão as armas de ElRey Catholico, & a ElRey Catholico as que durando a guerra, lhe tomárão as armas de Portugal, com todos seus termos, assi, & da maneira, & pellos limites, & confrontações, que tinhão antes da guerra, & todas as fazendas de raiz se restituiráo a seus antigos possuidores, ou a seus herdeiros, pagando elles as bemfcitorias uteis, & necessarias, & nem por isso poderão pedir as danificações, que se attribuem à guerra, & ficará nas Praças a artilharia que tinhão, quando se occupãrão, &. os moradores, que não quizerem ficar, poderáo levar todo o movel, & venceráo os fructos do que tiverem semeado, ao tempo da publicação da paz; & esta restituição das Praças se fará em termo de dous mezes, que começaráo do dia da publicação da Paz. Declarão porém, que nesta restituição das Praças não entra a cidade de Ceuta, que ha de ficar em poder de ElRey Catholico, pellas razoens que para isso se considerârão. E se declara, que as fazendas que se possuirem com outro titulo, que não seja o de guerra, poderão dispor dellas seus donos".
  5. Encyclopædia Britannica. «John IV (king of Portugal)». «king of Portugal from 1640 as a result of the national revolution, or restoration, which ended 60 years of Spanish rule.» 
  6. Geoffrey Parker The army of Flanders and the Spanish road, London, 1972 ISBN 0-521-08462-8, p. 35
  7. El día 1 de diciembre, los hidalgos invaden el palacio. D. Antão de Almada y D. Carlos de Noronha se reúnen con la Duquesa de Mantua y le dicen que Portugal no reconoce otro rey sino a D. Joao IV. La virreina intentó imponerse, pero D. Antão de Almada la convenció a aceptar la decisión y a salir de allí. Altivamente la duquesa le preguntó: "¿Me manda a salir a mi? ¿Y de qué manera? " Carlos de Noronha le respondió: "Obligando a Vuestra Alteza ya que, si no quisiera salir por aquella puerta, tendrá que salir por la ventana."
  8. a b El siglo XVII - De la contrarreforma a las luces
  9. Castilla Soto, Josefina; Cuba Regueira, Ana M.ª- La aportación de Galicia a la Guerra de Secesión de Portugal (1640-1668) en Espacio, Tiempo y forma, Serie IV, Historia Moderna, tomo 9, 1996, páginas 231-242 (el comentario del ministro de Filipe IV se encuentra en la p. 242). Para una pesquisa rápida y parcial véase aquí.

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