Alquimia

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La alquimia es una antigua práctica protocientífica que combina elementos de la química, la física, la astrología, el arte, la semiótica, la metalurgia, la medicina y el misticismo. Aunque estas prácticas eran normalmente usadas fuera de lo que ahora se conoce como método científico, la alquimia puede ser considerada como la precursora de la moderna ciencia química antes de la formulación del método científico.

El alquimista de Pietro Longhi

La meta más conocida de la alquimia era la transmutación de cualquier metal en oro o plata. Los alquimistas también intentaron crear una panacea, un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Se creía que la piedra filosofal era un ingrediente esencial para estas metas, pues esta sustancia mítica supuestamente tenía el poder de lograr ambas cosas. Una tercera meta de muchos alquimistas era crear vida humana.

Con el tiempo, las metas de la alquimia fueron totalmente reinterpretadas por muchos lectores, que llegaron a creer que eran en realidad metáforas de una transformación espiritual del alquimista y escribieron entonces manuales que reinterpretaban la alquimia como una práctica espiritual. Por esta razón, muchos manuales de alquimia describen la piedra filosofal como un don que cada hombre lleva potencialmente dentro, la transmutación como el proceso que transforma al alquimista mediante el estudio de las ciencias y la panacea como el auténtico significado del amor y la ciencia. Estos escritores sentían que cuando se leía un libro sobre alquimia el lector debía leer entre líneas para entender el camino a seguir, descodificando el texto secreto para descubrir su auténtico significado. Este enfoque sigue siendo común en la actualidad entre los seguidores de la Cábala, místicos judíos, que emplean a menudo la gematría y el notaricón para ampliar su comprensión de textos religiosos esenciales, especialmente de la Torá.

Etimología

La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que está formada probablemente del artículo al- y de la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa «echar juntos», «verter juntos», «soldar», «alear», etcétera (de khumatos, «lo que se vierte», «lingote»).

Algunos creen que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significa «la [ciencia] egipcia», tomando prestada del copto la palabra kēme (o del dialecto medieval bohaírico del copto, que la escribía khēme), que significa «Egipto». La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color «negro» (Egipto era la «tierra negra», en contraste con la «tierra roja», el desierto circundante), por lo que se cree que tal préstado al árabe era apropiado para «magia negra egipcia». Sin embargo, un decreto de Diocleciano, escrito sobre el 300 dC en griego, arremete contra «los antiguos escritos de los egipcios, que tratan sobre la khēmia [transmutación] del oro y la plata». De esta forma la palabra árabe podría derivar únicamente del griego y no del copto, y haber sido posteriormente relacionado con el antiguo Egipto mediante lo que los lingüistas llama «etimología popular».

En la Edad Media se solía usar la expresión ars química para aludir a la alquimia.

A veces se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, «oro», y πoιεω, «hacer». El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).

Visión general

La percepción común de los alquimistas es que eran pseudocientíficos que intentaban convertir el plomo en oro, creían que todo lo existente estaba compuesto de los cuatro elementos clásicos (tierra, aire, fuego y agua), lo que veían parecido en concepto a los «estados de agregación» de la química moderna (más que tipos de átomos, para los que la ciencia moderna emplea la palabra «elemento»).

Los alquimistas intentaban explorar e investigar la naturaleza antes de que muchas de las herramientas y prácticas científicas más básicas estuviesen disponibles, dependiendo en su lugar de las cuentas de la vieja, las tradiciones, las observaciones básicas y el misticismo para rellenar los huecos. A menudo también estuvieron involucrados en el misticismo y la magia.

Para el alquimista, no había razón de peso alguna para separar la dimensión química (material) de la interpretativa, simbólica o filosófica. En aquella época una física desprovista de significado metafísico habría sido tan parcial e incompleta como una metafísica desprovista de manifestación física. Así que los procesos y símbolos alquímicos solían tener tanto un significado interno referido al desarrollo espiritual del profesional como un significado material conectado a la transformación física de la materia. De esta forma podría decirse que su visión tuvo algo de gestalt química.

En un aspecto de la visión alquimista del mundo la transmutación de metales básicos en oro simbolizaba un esfuerzo hacia la perfección o las mayores alturas de la existencia real. Los alquimistas creían que todo el universo tendía a un estado de perfección, y el oro, debido a su inmunidad a la descomposición, se consideraba la más perfecta de las sustancias. Intentando transmutar metales básicos en oro estaban de hecho intentando echar una mano al universo. También era lógico pensar que entender el secreto de la inmutabilidad del oro podría proporcionar la clave para prevenir las enfermedades y la decadencia orgánica. De ahí la intrincada mezcla de temas químicos, espirituales y astrológicos que era característico de la alquimia medieval.

De esta forma, las interpretaciones simplistas de algunos alquimistas o las fraudulentas esperanzas abrigadas por otros no deberían devaluar los empeños de practicantes más sinceros. Desde el punto de vista de la ciencia moderna, mirando hacia atrás, el campo de la alquimia evolucionó mucho a lo largo del tiempo, comenzando como una aproximación práctica a la disciplina mística, madurando hacia un rico campo de estudio por derecho propio, degenerando hasta el misticismo y el charlatanismo puro, y terminando por proporcionar algo del conocimiento empírico fundamental en los campos de la química y la medicina moderna. Los propios alquimistas sugieren que que el desarrollo final de la química, fuera de la tradición hermética, fue una corrupción de un aspecto (más básico) de la alquimia.

Hasta el siglo XVIII la alquimia fue considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó considerablemente más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por las que es famoso (véase Estudios ocultos de Isaac Newton). Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne y Parmigianino. El declive de la alquimia empezó en el siglo XVIII con el nacimiento de la química moderna, que proporcionó un marco más preciso y fiable a las transmutaciones materiales y la medicina, dentro de un nuevo diseño general del universo basado en el materialismo racional.

En la primera mitad del siglo XIX, un conocido químico, el barón Carl Reichenbach, investigó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no alcanzó la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, antiguo ideal de la alquimia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX cuando los físicos lograron convertir átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría de 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a revelar el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos, tales como el movimiento Nueva Era. Incluso algunos físicos han jugado con ideas alquímicas en libros como The Tao of Physics y The Dancing Wu Li Masters.

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro —hermético, por supuesto— lenguaje de los alquimistas está siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural de occidente, tales como los Rosacruces y otras sociedades místicas, la brujería y por supuesto la evolución de la ciencia y la filosofía.

Historia

Extracto y clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la época.

La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se ha desplazado a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el Taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con conexiones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común, o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.

Alquimia y astrología

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete planetas del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal.

La lista de gobiernos era la siguiente:

Algunos alquimistas/astrólogos modernos asocian obviamente:

Como tanto estos planetas como estos metales no han sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los planetas y metales antiguos.

La alquimia en el antiguo Egipto

El origen de la alquimia occidental puede generalmente situarse en el Antiguo Egipto faraónico. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo, pues la transformación de oscuro mineral en brillante metal debe haber parecido ser un acto de magia gobernado por misteriosas leyes. Se afirma pues que la alquimia era en el Antiguo Egipto el dominio de la clase sacerdotal.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se extraviaron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre datada en esta época tiene rastros de haber sido usada de tal forma (artefacto 5437[1]). Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el 6º milenio adC[2]; si bien posiblemente fuera descubierto accidentalmente.

Otras evidencias indican claramente que los alquimistas del Antiguo Egipto había inventado el mortero ya en el 4000 adC y el cristal en el 1500 adC. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas:

CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2.

El Antiguo Egipto produjo además cosméticos, cemento, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 adC.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes-Thot o Hermes Trimegisto («Tres veces grande») por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, cubriendo todos los campos del conocimiento, incluyendo la alquimia. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La «Tabla de Esmeralda» o Hermética de Hermes Trimegisto, de la que se sabe sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada como la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

El primer punto de la «Tabla de Esmeralda» cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Esta en la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos (Burckhardt, p. 34-42).

Más tarde, los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias.

La alquimia china

Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas, y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue usada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241, y en Europa a partir del siglo XIV. Si bien es más probable que la pólvora no fuese inventada en China: el salitre, que es su componente oxidante crítico, se encontraba naturalmente en la India y por las rutas de comercio de sal en Oriente Medio.

La alquimia china estaba estrechamente conectada a las formas taoístas de medicina, tales como la acupuntura y la moxibustión, y a artes marciales tales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas higiénica o filosófica del Taoísmo, no de la alquímica).

La alquimia india

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia similar a la alquimia que es bastante peculiar, a la que llaman Rasavātam. Significa el arte que está restringido a ciertas operaciones, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales proceden de plantas. Sus principios curan a aquellos enfermos que estaban desahuciados y devuelven la juventud a los marchitos ancianos.» El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 adC), quien describió una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.

Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener cura para todas las enfermedades conocidas. También son similares el Ayurveda y la alquimia en que ambos tienen métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites.

Algunos también han advertido ciertas similitudes entre la metafísica de la tradición filosófica Samkhya del Hinduismo y la metafísica de la alquimia. Que haya o no alguna relación directa entre ambos sistemas es una cuestión abierta.

La alquimia en el mundo griego

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico, y retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las mezclaron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquier cosa de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonio se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado a través de la concentración en los fenómenos naturales. Se cree que esta filosofía fue originada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede describirse por unas pocas leyes que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia —frecuente en el Imperio Romano cristiano e inmediatamente posterior— en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta, y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él, pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Los gnósticos no buscaban la salvación del pecado, sino que perseguían huir de la ignorancia, creyendo que el pecado es meramente una consecuencia de ésta. También se absorbieron las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios.

Un concepto muy importante introducido en esta épico, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos cualitativos de la materia, y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas posteriores (si puede llamarse así a Platón y Aristóteles) desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

La alquimia en el Imperio Romano

Los romanos adoptaron la alquimia y las metafísicas griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio Romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo. (Lindsay)

Sin embargo, del desarrollo del Cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustino de Hipo (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio Romano. En esencia, él sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era mala: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustino, p. 245)

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aún así, el pensamiento agustiniano estuvo fuertemente arraigado en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio Romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar «secreto».) (Lindsay, p. 155) Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría, y que fuera subsecuentemente perdida o quemada en los turbulentos periodos siguientes.

La alquimia en el mundo islámico

Tras la caída del Imperio Romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó a Oriente Medio. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo hicieron como traducciones islámicas. (Burckhardt p. 46)

El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilados. Alquimistas islámicos tales como al-Razi (en latín Rasis) aportaron importantes descubrimientos químicos propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático, sulfúrico y nítrico, la sosa (al-natrun) y la potasa (alkali) —de las que derivan los nombres internacionales del sodio y el potasio, Natrium y Kalium—, y más. El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. Podría decirse que el autor más influyente en este aspecto fue Jabir Ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان, en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en término de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad. (Burkhardt, p. 29) De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente. (Burckhardt, p. 29) Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.

Actualmente suele aceptarse que la alquimia china influenció a los alquimistas árabes (Edwards p. 33-59; Burckhardt, p. 10-22), aunque el alcance de la misma es aún objeto de debate. De la misma forma, las enseñanzas hinduistas fueron asimiladas por la alquimia islámica, pero de nuevo la extensión y efectos de ello no son bien conocidos.

La alquimia en la Europa medieval

El alquimista de Sir William Fettes Douglas

Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana, y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombre como Adelardo de Bath, quien vivió en el siglo XII, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII los movimientos fueron principalmente asimilativos. (Hollister p. 124, 294)

En este periodo aparecen algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (10331109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder al racionalismo, como Agustino y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y el racionalismo eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. San Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas. (Hollister, p. 287-8)

Robert Grosseteste (11701253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico. (Hollister, p. 294-5)

Alberto Magno (11931280) y Tomás de Aquino (12251274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el Cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento lógico: esto contradecía la creencia platónica común en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica, y podrían ser considerados como alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a experimentación. Una importante contribución de Tomás de Aquino fue la creencia en que dado que la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología. (Hollister p. 290-4, 355)

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (12141294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de enfrentarse al mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que el hombre piensa que adquiere conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia; sólo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto.» (Bacon p. 367) «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habría descubierto.» (Hollister p. 294-5) A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos.» La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad; después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana. (Edwards p. 37-8)

Bacon no fue el único alquimista de esta época, pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su misma épica compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo. (Edwards p. 24-7)

Así que hacia finales del siglo XIII, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno pudiera aprender el secreto de purificar oro, podría usarse la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas, y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios. (Burckhardt p. 149)

En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV. (Hollister p. 335) El papa Juan XXII publicó a principios de los años 1300 un edicto contra la alquimia, que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte. (Edwards, p.49) Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.

Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombre como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo para la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religiosos como muchos de sus predecesores, y todo su interés en el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló: sus obras emplean gran cantidad de espacio describiendo los procesos y reacciones, pero nunca llegan a dar la fórmula para lograr las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado a la piedra filosofal. (Burckhardt p. 170-181)

Durante la alta Edad Media (1300-1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se cree que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio jugaba un papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos, y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas. (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii)

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y pensaba ser capaz de invocar espíritus. Su influencia fue insignificante, pero como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo viva las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo ciencia experimental, numerología, etcétera, pero añadió teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, aunque sus opiniones entraron con frecuencia con conflicto con la iglesia. (Edwards p. 56-9; Wilson p. 23-9)

La alquimia en la era moderna y el Renacimiento

La alquimia europea continuó por la misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los timadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro, o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que —con una «pequeña» inversión inicial— llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493-1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas, pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago, y desdeñaba a quienes lo hacían. (Williams p.239-45)

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina, y escribió que «Muchos han dichos que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la Naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino como a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos, y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas. (Debus y Multhauf, p. 6-12) Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.

Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko, 73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.

En Inglaterra, la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con el Doctor John Dee (13 de julio de 1527diciembre de 1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon, y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564) influenciado por la cábala. El socio de Dee Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer una pólvora que volvería el mercurio en oro— puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Michał Sędziwój (Michael Sendivogius, 15661636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes de que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». El oxígeno destilado parece satisfacer el acertijo «fue llevado en el vientre por el viento» de la antigua Tabla de Esmeralda egipcia, sugiriendo que el oxígeno pudo haber sido destilado por alquimistas del antiguo Egipto. Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 lo aplicó en un submarino.

Tycho Brahe (15461601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para ello en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.

El declive de la alquimia occidental

La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis de la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo XVIII.

Robert Boyle (16271691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico, Boyle anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna, la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes. (Pilkington p. 11) Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, y revelaron la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrolló de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk, et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba su esperanza en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió incesantemente descubriendo y racionalizando los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente conectada al mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos, y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior. Sea como fuere, da mucho que pensar el ver cómo una disciplina que ostentó buena parte del prestigio intelectual y material durante más de doscientos años pudo desaparecer tan fácilmente del universo del pensamiento occidental.

«Alquimia» moderna

En la época actual, se han realizado progresos para alcanzar las metas de la alquimia usando métodos científicos en lugar de alquímicos. Los propios alquimistas se han referido a este tipo de aproximación como «alquimia».

En 1919, Ernest Rutherford usó la desintegración artificial para convertir nitrógeno en oxígeno. Este proceso, consisten en bombardear los núcleos atómicos con partículas de alta energía es el principio en el que se basan los modernos aceleradores de partículas, en los que la transmutación de elementos es común. De hecho, en 1980 Glenn Seaborg transmutó plomo en oro, si bien la cantidad de energía usada y las cantidades microscópicas creadas hacen imposibles los beneficios económicos. (Focus Magazine nº 155, oct. 2005.)

El 21 de junio de 1964, George Ohsawa y Michio Kushi, basándose en el trabajo del Louis Kervran Transmutations a Faible Energie, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un arco eléctrico. La fórmula de Kervran era . Ohsawa y Kushi se centraron entonces en la transmutación de carbono y oxígeno en hierro según la fórmula: . En 1994, R. Sundaresan y J. Bockris (Texas A&M) infomaron que habían observado «reacciones anómalas en los arcos eléctricos entre barras de carbono en agua», confirmando posiblemente experimentos previos (Anomalous Reactions During Arcing Between Carbon Rods In Water, Fusion Technology, vol. 26, p. 261, noviembre de 1994).

Al 2005, la panacea universal sigue resultando esquiva, aunque futuristas tales como Ray Kurzweil creen que una nanotecnología lo suficientemente avanzada podría prolongar la vida indefinidamente. Algunos dicen que la tercera meta de la alquimia ha sido alcanzada con la fecundación in vitro y la clonación de embriones humanos, aunque estas tecnologías quedan muy lejos de crear una vida humana de la nada.

Podría decirse que el objetivo de la investigación en inteligencia artificial es crear una vida de la nada, y aquéllos filosóficamente opuestos a la posibilidad de la IA la han comparado con la alquimia, como Herbert y Stuart Dreyfus en su ensayo de 1960 Alquimia e IA (Alchemy and AI).

La alquimia en la literatura

Muchos autores satirizaron a los alquimistas y los usaron como blanco de ataques satíricos. Dos famosos ejemplos son la obra de teatro El alquimista de Ben Jonson y, doscientos años antes, The Canon's Yeoman's Prologue and Tale de Geoffrey Chaucer.

  • La serie de manga y anime Full Metal Alchemist (Hagane no Renkinjutsushi) trata sobre dos alquimistas y en ella aparecen la alquimia, la piedra filosofal, los homúnculos y numerosos símbolos alquímicos (incluyendo la serpiente crucificada de Flamel). Otras series de manga y anime que la siguen, como Busou Renkin, también incluyen referencias alquimistas.
  • En las novelas y películas infantiles de Harry Potter se menciona una «piedra filosofal». El alquimista Nicolas Flamel también aparece en la novela de J. K. Rowling, atribuyéndosele la creación de la piedra. En la historia, para permanecer inmune a la muerte natural, hay que disponer de un suministro constante de este elixir.
  • Un alquimista llamado Melquíades es un personaje de la clásica novela de Gabriel García Mázquez Cien años de soledad. El motivo alquímico añade una sensación mágica a la novela (véase realismo mágico).
  • En la segunda parte de Fausto, Johann Wolfgang von Goethe muestra a Wagner, el sirviente de Fausto, usando la alquimia para crear un homúnculo.
  • Doctor Illuminatus, The Alchemist's Son, de Martin Booth, trata sobre la alquimia y un homúnculo.
  • El villano Diablo de Los cuatro fantásticos es un alquimista. Usa sus habilidades alquímicas para preparar pociones extrañas, retardar su envejecimiento y, en un arco histórico memorable, una vez curó temporalmente a La Cosa de su lamentable mutación.
  • La trama del libro The Geographer's Library de John Fasman gira en torno a trece artefactos alquímicos.
  • En la novela Frankenstein de Mary Shelly, Victor Frankenstein queda cautivado por la alquimia de pequeño. Empleando tanto alquimia como ciencia moderna, crea el monstruo al que muchos llaman el monstruo de Frankestein.
  • Las maneras y métodos de la alquimia también son esenciales en la exitosa novela de Paulo Coelho El alquimista.
  • El término «alquímico» se usa a veces para referirse a unos estudios que caminan hacia el estado de ciencia pero aún no lo han alcanzado. Por ejemplo, Larry Niven señala en sus historias del Espacio conocido que la psicología del siglo XX está «en sus etapas alquímicas», antes de ser perfeccionada por generaciones posteriores hasta una auténtica ciencia.
  • Margaret Mahy escribió un libro titulado Alchemy, en el que un muchacho tiene que espiar a una chica misteriosa de su clase que está estudiando alquimia, pero un mago del pasado del chico quiere el poder de la muchacha y está usándole a él para obtener información.
  • El Ciclo Barroco de Neal Stephenson también incluye considerables secciones sobre la alquimia, con protagonistas que incluyen a Isaac Newton, Nicolas Fatio de Duillier y diversos otros europeos de relieve del finales del siglo XVII y principios del XVIII. El principal alquimista de la historia es el misterioso Enoch Root que también aparece en la novela contemporánea Criptonomicón.
  • Newton y de Duillier, entre otros, son también personajes importantes en la serie de novelas La Edad de la Sinrazón de Gregory Keyes.
  • Roger el Homúnculo es un personaje secundario del cómic de Mike Mignola Hellboy. Producto de la alquimia, Roger fue creado con una mezcla de sangre y trozos de cuerpos.

La alquimia en la música

  • El grupo TOOL hace una extensa referencia a la alquimia en su álbum Lateralus.

Referencias

  • Augustino (1963). Confesiones. Traducción al inglés de Rex Warner. Nueva York: Mentor Books.
  • Burckhardt, Titus (1967). Alchemy: Science of the Cosmos, Science of the Soul. Traducción al inglés de William Stoddart. Baltimore: Penguin.
  • Debus, Allen G. y Multhauf, Robert P. (1966). Alchemy and Chemistry in the Seventeenth Century. Los Ángeles: William Andrews Clark Memorial Library, Universidad de California.
  • Edwardes, Michael (1977). The Dark Side of History. Nueva York: Stein and Day.
  • Gettings, Fred (1986). Encyclopedia of the Occult. Londres: Rider.
  • Greenberg, Adele Droblas (2000). Chemical History Tour, Picturing Chemistry from Alchemy to Modern Molecular Science. Wiley-Interscience. ISBN 0471354082
  • Hitchcock, Ethan Allen (1857). Remarks Upon Alchemy and the Alchemists. Boston: Crosby, Nichols.
  • Hollister, C. Warren (1990). Medieval Europe: A Short History. 6ª ed. Blacklick, Ohio: McGraw-Hill College.
  • Lindsay, Jack (1970). The Origins of Alchemy in Graeco-Roman Egypt. Londres: Muller.
  • Marius (1976). On the Elements. Traducción al inglés de Richard Dales. Berkeley: University of California Press.
  • Norton, Thomas (edición de John Reidy) (1975). Ordinal of Alchemy. Londres: Early English Text Society.
  • Pilkington, Roger (1959). Robert Boyle: Father of Chemistry. Londres: John Murray.
  • Weaver, Jefferson Hane (1987). The World of Physics. Nueva York: Simon & Schuster.
  • Wilson, Colin (1971). The Occult: A History. Nueva York: Random House.
  • Zumdahl, Steven S. (1989). Chemistry. 2ª ed. Lexington, Maryland: D. C. Heath and Co.

Obras clásicas sobre alquimia

  • La turba de los filósofos
  • El misterio de las catedrales
  • Speculum veritatis
  • Tabla de Esmeralda

Véase también

Otros artículos relacionados con la alquimia

Conexiones científicas

Sustancias de los alquimistas

Enlaces externos