Historia del Perú entre 1821 y 1842

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Para la historiografía oficial peruana, el periodo de 1821 a 1842 constituye la primera etapa de la historia republicana del Perú.

Se inicia oficialmente el 28 de julio de 1821, día en el que el general rioplatense José de San Martín, jefe de la Expedición Libertadora, proclamó la Independencia del Perú en Lima, la capital del hasta entonces Virreinato del Perú. Sin embargo, para el historiador Jorge Basadre el punto de partida del nacimiento de la República del Perú, sería, sensu stricto, la instalación del Primer Congreso Constituyente del Perú, que se da el 20 de septiembre de 1822.[1]

Cierra dicho periodo el año de 1842, cuando se inicia un periodo de anarquía, sucedida tras la derrota y muerte en Bolivia del presidente Agustín Gamarra.

A este período de veinte años, Basadre ha denominado como la Época Fundacional de la República o la Iniciación de la República, pues fue una etapa en el que el Perú no solo se libró de la dominación española y definió su sistema de gobierno, sino que consolidó su espacio territorial, repeliendo los intentos de países vecinos de fracturar su integridad:

  • Por el Norte, librando una guerra con Gran Colombia, país que reclamaba los territorios de Tumbes, Jaén y Maynas (1828-1829). Esta guerra culminó sin que hubiera un vencedor y se mantuvo la situación territorial previa. Disuelta la Gran Colombia en 1830, esta dio pase a tres países, con dos de los cuales, Ecuador y Nueva Granada (Colombia), limitó desde entonces el Perú. Desde un inicio, la diplomacia peruana rechazó con firmeza las pretensiones del Ecuador, país que entre 1841 y 1842, trató de resucitar el reclamo bolivariano de Tumbes, Jaén y Maynas.
  • Por el Sur, con Bolivia, país que en 1836, tras una guerra sangrienta, instauró la Confederación Perú-Boliviana, que aunque su propósito era federar al Perú y Bolivia, contradictoriamente conspiraba contra la unidad peruana, al dividir al Perú en dos entidades geopolíticas: El Estado Sud-Peruano y el Estado Nor-Peruano. La Confederación se disolvió en 1839, tras una guerra victoriosa desatada por los restauradores peruanos, aliados con los chilenos. Nuevamente, el Perú (unido) y Bolivia volvieron a ser estados separados. Poco después, en 1841, ocurrió la guerra entre ambos países, como secuela del conflicto anterior. El Perú, tras invadir Bolivia, sufrió la derrota de Ingavi y se vio a la vez invadido por los bolivianos, pero estos fueron rechazados por el pueblo peruano del sur organizado en guerrillas. Finalmente, se firmó en 1842 la paz entre ambos países, que nunca más volvieron a enfrentarse en conflicto bélico. Se cerró así una época crucial para la integridad territorial del Perú, en la que el sur peruano estuvo, en diversas ocasiones, a punto de quedar anexado a Bolivia. Décadas después, se alzaría otra amenaza para el Perú desde el sur: el expansionismo chileno.

Antecedentes

Se puede dividir el proceso de la emancipación peruana en dos fases:

Tras el fracaso de las rebeliones en provincias y de las conspiraciones en Lima, parecía que todo se hallaba perdido para los patriotas peruanos, pero en 1817 el escenario se tornaría favorable a la independencia continental. Ese año, el general José de San Martín, proveniente de Río de Plata y al frente de un ejército, cruzaba los Andes y entraba a Chile, derrotando a las tropas realistas en las batallas de Chacabuco y Maipú.

El generalísimo José de San Martín.

Lograda la independencia de Chile, San Martín se dedicó a preparar la expedición libertadora hacia el Perú. Para ello solicitó la ayuda de los gobiernos de Chile y Río de la Plata. El Director Supremo de Chile, Bernardo O’Higgins, estaba convencido de que la independencia de su patria no estaría consolidada mientras no se destruyera el poderío español en el Perú, y por tanto, prestó toda la ayuda de su gobierno para que la expedición se realizara.

Por su parte los patriotas peruanos mantenían contacto con San Martín, enviándole noticias sobre el ejército realista del Perú, los elementos con que contaría a su llegada, los lugares de la costa más propicios para realizar el desembarco y muchos otros datos más.

El primer objetivo que se propuso San Martín era que Chile arrebatara el dominio del mar al virrey del Perú, lo que se consiguió. El gobierno chileno compró algunos buques; otros los proporcionó el gobierno rioplatense y el resto fueron capturados a los españoles. Para 1818, la escuadra chilena contaba con más de diez buques. En noviembre de dicho año llegó a Valparaíso el marino británico Lord Thomas Cochrane, contratado por el gobierno chileno para que asumiera el mando de la escuadra.

Conformada así la Escuadra Libertadora y mientras se alistaba el ejército, Cochrane realizó dos expediciones al Perú con el objeto de llevar emisarios secretos para que se contactaran con los patriotas foráneos; repartir proclamas; reconocer los sitios donde maniobrarían el ejército y la escuadra libertadora; hostilizar a la escuadra española para quitarle completamente el dominio del mar y apoderarse de los cargamentos valiosos que eran remitidos a España. Estas dos expediciones se cumplieron con todo éxito.

El inicial operativo del general San Martín estaba demostrando en la práctica que el plan para liberar al Perú, bastión del colonialismo, estaba bien concebido. Los españoles no tenían una escuadra bien equipada, por lo que la expedición de Cochrane frente a la costa peruana mostró eficiencia y causó temor a los realistas. San Martín se preparó así con mayor seguridad su expedición al Perú. Para atraer a la aristocracia peruana, sobre todo limeña y trujillana, San Martín les ofreció establecer un reino en el Perú, cuyo trono sería ocupado por un miembro de la realeza española, sin cambiar las estructuras sociales incluso manteniendo al mismo ejército realista. Dicha opinión no la cambiaría nunca, porque estaba convencido de su aplicabilidad.

Los recursos económicos de la Expedición Libertadora del Sur para trasladarse de Chile a Perú fue costeada principalmente por comerciantes de Valparaíso, a quienes se les ofreció, como recompensa, el envío de sus mercancías al Callao, sin recargo aduanero, una vez producida la independencia del Perú; cosa que se cumplió a cabalidad.

Desembarco de la expedición libertadora del Sur

Archivo:Desembarco en Pisco.jpg
Desembarco de San Martín en Paracas.

El 21 de agosto de 1820, se embarcó el Ejército Libertador del Perú, conformado por una fuerza combinada de chilenos y rioplatenses, que sumaban 4.118 efectivos. Salió de Valparaíso con ocho buques de guerra con 247 cañones y víveres para seis meses, tripulados por 1.600 marineros y soldados, y diez y seis transportes con más de siete mil toneladas y once lanchas cañoneras.

El 7 de septiembre el Ejército Libertador inició el desembarco en Paracas. Ocupó Pisco el 8 de septiembre. Tomado el puerto de Pisco, San Martín dirigió una proclama para que sus tropas no cayeran en abusos, con líneas principistas, como las siguientes:

“La ferocidad y la violencia son que no conocen los soldados de la libertad; y si contra todas mis esperanzas, alguno de los nuestros olvidase sus deberes, declaro desde ahora que será inexorablemente castigado conforme a los artículos siguientes:
  • 1º Todo el que robe o tome por violencia de dos reales por arriba, será pasado por las armas, previo proceso verbal que está observado en el ejército.
  • 2º Todo el que derrame una gota de sangre fuera del campo de batalla, será castigado con la pena del Talión.
  • 3º Todo insulto contra los habitantes del país, sean europeos o americanos, será castigado hasta con la pena de la vida, según la gravedad de las circunstancias.
  • 4º Todo exceso que ataque la moral pública o las costumbres del país, será castigado en los mismos términos que previene el artículo anterior”.

Posteriormente, un destacamento del ejército libertador, tomó posesión de la ciudad de Chincha, al norte del puerto de Pisco.

Las conferencias de Miraflores

Al momento del desembarco de la Expedición Libertadora, el virrey Joaquín de la Pezuela, se hallaba en preparativos para jurar la Constitución liberal de 1812, cumpliendo así la orden del rey Fernando VII (que a la vez se había visto obligado a jurar y cumplir dicha Constitución por obra de los liberales españoles que instauraron el llamado Trienio liberal en España). La noticia del desembarco de San Martín llegó a Lima el 11 de septiembre de 1820, pero pese a ello, se realizó la ceremonia de la juramentación el día 15 de septiembre. Pezuela creyó que el cambio político en la península ibérica podría ayudar de algún modo a lograr un acuerdo con San Martín y los patriotas.

Pezuela envió una carta a San Martín ofreciéndole entrar en negociaciones, el 14 de septiembre de 1820. Al día siguiente, San Martín aceptó negociar. A partir del 25 de septiembre, los comisionados de ambos bandos iniciaron las tratativas en Miraflores, al sur de Lima. Los delegados de San Martín eran: su ayudante de campo coronel Tomás Guido y su Secretario de gobierno Juan García del Río. Los representantes del Virrey eran: el Conde de Villar de Fuentes, el teniente de navío Dionisio Capaz e Hipólito Unanue. Se iniciaron así los intentos diplomáticos para dar término al conflicto por la independencia hispanoamericana, que territorialmente involucraba a una inmensa parte del continente sudamericano (Perú, Chile y Provincias Unidas del Río de la Plata).

El día 26 de septiembre, a las cinco de la tarde y como paso y medida previa indispensable para el mejor y mayor resultado de cualquier negociación, se firmó un armisticio. Las principales cláusulas del armisticio, eran las siguientes:

El ejército patriota permanecerá en el valle de Pisco y el realista en el de Cañete. Si no llegara a un acuerdo, las hostilidades no podrán renovarse hasta después de 24 horas de la notificación; las presas hechas por ambas partes en el plazo de los ocho días del armisticio, deberán ser devueltas, las propiedades tomadas por el ejército libertador, serán conservadas y respetadas íntegramente hasta el resultado de las negociaciones. Tanto el General San Martín como Pezuela, pondrán al tanto de esto, a sus fuerzas.
El virrey Joaquín de la Pezuela.

Pezuela ratificó el armisticio a las ocho de la noche. Luego, se dio inicio a las Conferencias.

No se logró ningún acuerdo porque los puntos de ambas partes eran inconciliables. Por el lado español se intentó que los patriotas reconocieran la autoridad del Rey de España bajo el amparo de la Constitución liberal de 1812 que acababa de jurar. San Martín, por su parte, exigió el reconocimiento incondicional de la independencia de América.

Lo más interesante de estas Conferencias, fue lo que propuso muy reservadamente San Martín, por intermedio de sus delegados, acerca de la instalación de una Monarquía Constitucional en el Perú independiente, con un príncipe español a su cabeza. El Virrey eludió dar una respuesta, pues era un tema que solo competía decidir a la corte de Madrid.

Y así finalizaron las conferencias de Miraflores. No se ha precisado el local en que se llevaron a cabo. Según el padre Vargas, debió ser la casa hacienda de Surquillo, hoy junto al teatro Marsano, más o menos, en el parque Miranda.

El resultado de estas negociaciones lo leemos del oficio que San Martín dirigió a Pezuela el 4 de octubre de 1820:

“Son las 6 de la tarde y esta mañana llegaron mis diputados por cuyo conducto quedo instruido de las proposiciones a que se han extendido los de V.E. Nunca esperé después de las protestas pacíficas en que abundaban las comunicaciones de V.E. que el resultado de las aperturas fuese tan diametralmente opuesto a mis más sinceros deseos, suficientemente manifestados por mis diputados. Pero ya que ha sido imposible conciliar las ideas de V.E. con las intenciones de América en general, con las del gobierno de Chile y las de las Provincias Unidas y con el honor del ejército que mando, me es sensible verme en la necesidad de librar al éxito de mis armas, el destino de los pueblos, cuya independencia he venido a proteger”.

El por qué de esta falta de conciliación, la encontramos en el manifiesto que San Martín hace al pueblo peruano, sobre el resultado de las negociaciones el 13 de octubre de 1820:

“Las proposiciones del Virrey de Lima, han sido o totalmente inadmisibles o desnudas de una verdadera garantía”.

Inicio de la campaña militar

Campaña de Ica

Las acciones militares de la Expedición Libertadora del Sur, comenzaron el día 4 de octubre, día límite del armisticio pactado en las Conferencias de Miraflores. Ese día el general San Martín, envió 1.242 soldados al mando del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, a la sierra central del Perú para propiciar la independencia y para ganar adeptos entre sus habitantes.

Arenales se dirigió primero a la ciudad de Ica. Esta ciudad estaba guarnecida por 800 soldados realistas al mando del coronel Químper. En la madrugada del 6 de octubre, cuando estaba cerca de la ciudad de Ica, Arenales recibió a dos compañías del ejército de Químper que deseaban pasarse al lado patriota. También se enteró que Químper había fugado con el resto de su ejército, hacia el oriente.

De otro lado, el día 10 de octubre, el Cabildo abierto de Guayaquil (actual Ecuador) proclamó su independencia, declarándose integrante del Perú.

El 15 de octubre de 1820 un agrupamiento de soldados patriotas comandados por el teniente coronel Rojas, que había sido comisionado para perseguir a Químper, llegó a Nasca con 80 jinetes y 80 infantes. Esta unidad sorprendió a Químper en la hacienda San Juan, al sur de Nasca. La contienda fue corta pero encarnizada. Químper aprovechó la confusión para escapar pero se produjo el desbande total de las tropas realistas. En la batalla de San Juan, hubo 40 muertos realistas, buen número de heridos y 36 prisioneros.

El 16 de octubre de 1820, el patriota teniente Suárez, encomendado por el teniente coronel Rojas, se apoderó de un convoy realista en Acarí (en la actual región Arequipa); este convoy llevaba armas, municiones, ropas y alimentos. Finalmente Suárez se reunió con Rojas y ambos regresaron a Ica el 19 de octubre, habiendo limpiado el camino para que continuara la expedición de Arenales. El 21 de octubre de 1820, se juró la independencia en Ica.

Primera expedición de Arenales a la sierra

Arenales siguió camino a la sierra. El día 31 de octubre entró en Huamanga, luego a Huancayo el 20 de noviembre de 1820 y a Jauja, el 21 de noviembre. El 22 de noviembre, desde Jauja envió al coronel Rojas, con el Batallón Nº 2 y 50 jinetes a Tarma, en persecución de los fugados de Jauja.

El 23 de noviembre, entra el coronel Rojas a Tarma, produciéndose el desbande realista. La avanzada patriota hizo gran cantidad de prisioneros, apoderándose además de 6 piezas de artillería, 50 mil cartuchos, y 500 fusiles. Luego de lo anterior las tropas de Rojas retornaron a Tarma el 25 de noviembre. En este último lugar se juró la independencia el 29 de noviembre de 1820, aboliéndose el tributo indio que existía.

Arenales continuó camino a Cerro de Pasco, porque su misión consistía en tomar esa plaza fuerte y conectarse, por Oyón, con el grueso del ejército libertador, que estaba acantonado en el valle de Chancay, cosa que realizó el 8 de octubre de 1821. De ahí fueron a Huaura, llegando el 13 de enero de 1821.

Las tropas patriotas de Arenales, el 6 de diciembre de 1820, se enfrentaron a las tropas realistas, comandadas por el general O´Reilly, que contaba con 1.300 efectivos, en Cerro de Pasco. Fue una total victoria patriota. La división realista de O´Reilly tuvo 58 muertos y 18 heridos durante la batalla. “La acción se resolvió a favor de los patriotas, y en la persecución que éstos emprendieron, seguidamente, capturaron 380 prisioneros, la bandera del “Victoria”, los estandartes de caballería, el armamento y cuanto tuvieron que perder”, según la expresión empleada por Arenales en el parte que elevó al general José de San Martín. Los prisioneros aumentaron en los días subsiguientes, obteniéndose la captura del mismo general O´Reilly, que poco después, fue remitido a Huaura como prisionero de calidad. Una vez que los patriotas se apoderaron de Cerro de Pasco, tuvieron expeditas sus comunicaciones con el Cuartel General del Ejército Libertador, habiéndose obtenido en esta primera campaña, la más completa victoria.

Independencia del Norte peruano

José Bernardo de Tagle, más conocido como el Marqués de Torre Tagle, ganó para la causa libertadora la extensa Intendencia de Trujillo, en el Norte del Perú (1820).
Placa en el Monumento a la Libertad recordando la proclamación de la Independencia de Trujillo por el Marqués de Torre Tagle.

El 30 de octubre de 1820, San Martín arribó a Ancón, y en acción concertada, el 5 de noviembre de ese mismo año, en una incursión sorpresiva del almirante Cochrane al Callao, se capturó a la fragata “Esmeralda”, con lo que se dio el golpe de gracia a la escuadra española.

El 10 de noviembre, San Martín ingresó a Huacho. El 2 de diciembre, el batallón realista Numancia se rindió y adhirió a las fuerzas de Arenales, quien retornaba de su campaña a la sierra central para reencontrarse con San Martín en el norte chico. El 27 de diciembre de 1820, se proclamó la independencia en Lambayeque. El 29 de diciembre de 1820, Trujillo, convocado a Cabildo Abierto por su intendente José Bernardo de Tagle, Marqués de Torre Tagle, juró la independencia. El 6 de enero de 1821, Piura juró la independencia. En el mismo mes, también declararon la independencia Cajamarca, Chachapoyas, Jaén y Maynas.

Mientras tanto, la semilla sembrada por la expedición en la sierra central empezó a dar inmediatos frutos y se formaron las montoneras. Dichos grupos guerrilleros indios, liderados por patriotas criollos o indígenas, comenzaron a asediar a los realistas, sin dejarlos en paz. El alzamiento popular fue incontenible. Dándose cuenta de ello, San Martín ordenó al general Arenales otra expedición a la sierra central.

Segunda expedición de Arenales a la sierra

Saliendo de Huacho y hacia el norte, Arenales emprendió otra campaña a la sierra central del Perú. Cuando estaba por diezmar al ejército de Carratalá, ya muy debilitado por la acción de las montoneras, y pisándole los talones, recibió Arenales a un emisario del general San Martín con órdenes de cesar el hostigamiento, por cuanto se había abierto negociaciones con el comisionado regio venido de España, capitán de fragata Manuel Abreu, con el objetivo de finalizar la guerra.

El motín de Aznapuquio

En el ínterin, había habido un cambio en el gobierno virreinal: había cesado como virrey Joaquín de la Pezuela, siendo reemplazado por el teniente general José de la Serna. Ello fue el resultado del motín de Aznapuquio, ocurrido el 29 de enero de 1821 y protagonizado por un grupo de oficiales del ejército realista acantonado cerca de Lima, que se hallaban descontentos con la actuación de Pezuela. El nombramiento de La Serna sería posteriormente ratificado por el rey de España.

Conferencias de Punchauca

La entrevista de Punchauca, entre el virrey del Perú Jose de la Serna y el general argentino José de San Martín.

En abril de 1821, el virrey La Serna, mal de su grado, pero obligado por las instrucciones traídas desde España por el comisionado Abreu, en el sentido de llegar a un acuerdo pacífico con los patriotas, invitó oficialmente a San Martín a entrar en negociaciones, lo que el general argentino aceptó. Como sede de estas reuniones se designó la casa hacienda Punchauca, situada a 25 km al norte de Lima, en la jurisdicción de Carabayllo.

En la primera fase de estas conferencias, se reunieron los delegados de San Martín: Tomás Guido, Juan García del Río y José Ignacio de la Roza; y los delegados del virrey: Manuel de Llano y Nájara, José María Galdeano y Mendoza y Manuel Abreu (4 de mayo de 1821). Los delegados patriotas fueron instruidos para que se abstuviesen de llegar a algún acuerdo en tanto que no fuese reconocida la independencia de las Provincias Unidas de Río de la Plata, Chile y Perú. Como ya había ocurrido en las anteriores conferencias de Miraflores, los españoles se mantuvieron inflexibles en no reconocer la independencia, lo que hacía que ambas partes se enquistaran en posiciones insalvables. Se decidió solo un armisticio de 20 días y se programó una entrevista personal entre los jefes adversarios, es decir entre La Serna y San Martín.

La entrevista entre La Serna y San Martín se realizó el 2 de junio. Acompañaban al virrey, el general José de la Mar y los brigadieres José de Canterac y Juan Antonio Monet. Por su parte, San Martín estaba acompañado por el general Gregorio de las Heras, Mariano Necochea y Diego Paroissien.

Según testimonio del comisionado Abreu, el plan que San Martín expuso al virrey consistía esencialmente en lo siguiente: que se instalaría una regencia, de la que La Serna sería Presidente y que estaría, además, integrada por un vocal nombrado por el virrey, y otro nombrado por San Martín. Los dos ejércitos beligerantes deberían unificarse y se declararía la independencia. Luego, San Martín en persona viajaría a Madrid para solicitar de las Cortes que escogieran a un infante de España, un príncipe Borbón, que debía ser proclamado Rey del Perú. En un primer momento, a La Serna no le pareció inaceptable este plan y consideró incluso la voluntad de San Martín de ir a España como un gesto de buena voluntad. Al parecer, esa también fue la primera impresión de sus oficiales, que departieron con los delegados patriotas en medio de brindis y chanzas. El virrey pidió dos días para consultar a todos sus oficiales y, según parece, se impuso entonces el criterio de sus dos oficiales más importantes, Canterac y Valdés, que vieron en el plan de San Martín solo un pérfido ardid para ganar tiempo. La Serna se abstuvo de dar una respuesta a San Martín, aduciendo que no tenía instrucciones para decidir en asuntos tan trascendentes.

No obstante, las conversaciones continuaron, nuevamente entre delegados. El clima insalubre del valle de Chillón obligó a que la sede de las conferencias se trasladara nuevamente al pueblo de Miraflores, al sur de Lima. Allí, el 8 de junio, los diputados del Virrey La Serna, Manuel del Llano, José María Galdiano, Manuel Abreu, con su secretario Francisco Moar y los diputados de San Martín, Tomás Guido, Juan García del Río, José Ignacio de La Rosa, con el secretario Fernando López Aldana, reiniciaron las conferencias. No se logró ningún resultado. Desde el 20 de junio, las reuniones continuaron a bordo de buque neutral Cleopatra, igualmente sin resultado en lo que respecta a los puntos centrales. Lo único rescatable que se acordó en todas estas reuniones fue prorrogar el armisticio hasta el 30 de junio, así como un canje de prisioneros.

Tras las conferencias de Punchauca el virrey José de la Serna observó que mantenerse en Lima le era totalmente desfavorable desde todo punto de vista, por lo que tomó la decisión de retirarse de la ciudad capital del virreinato con sus tropas, acción que ejecuta el 6 de julio de 1821. Empero, dejó un destacamento al mando del general José de La Mar, para que custodiara la Fortaleza del Real Felipe, en el Callao.

La ocupación de Lima por los patriotas

Ante la cercanía del Ejército Libertador, dice Pedro Escribano:

“Lima se convirtió en una fuente inagotable de rumores tremebundos. Las puertas de tiendas, pulperías y negocios fueron cerradas ante el temor de un inminente saqueo. Los limeños, corrían por las calles, en tumulto, desconcertados. Muchos buscaron refugio al conocer la noticia. La insurgencia emancipadora, no era un movimiento con muchos adeptos en la capital del virreinato. El pánico, por ello, fue generalizado. Miles de familias se dejaron arrastrar por una ola de histeria y desesperación. El rumor de la Independencia, fue asumido, y no por pocos, como si se tratara de la inminencia de un cataclismo. Circulaba el rumor que el Ejército Libertador, era extremadamente violento y sanguinario, que estaba compuesto por hordas de indios, negros y resentidos sociales, que su sed de venganza contra los sectores pudientes que residían en Lima desataría una matanza nunca vista. Todos vivían la sensación de estar en la víspera del fin del mundo”.

El ejército realista al mando del general José Canterac, ya había dejado Lima, rumbo a la sierra, el 25 de junio de 1821. En su persecución fue enviado Arenales. Este destacamento patriota ya estaba a punto de enfrentarse a las fuerzas de Canterac, pero desistió por órdenes de San Martín. Indudablemente, el general argentino no deseaba un enfrentamiento frontal con los españoles.

El 5 de junio de 1821, el virrey José de la Serna anunció a los limeños que abandonaba la capital para refugiarse en el Callao, en la fortaleza del Real Felipe. Lima quedaba abandonada a su suerte. Según el inglés Sir Basil Hall: “los timoratos eran presa fácil de los temores más extraños; los audaces y fuertes no sabían de qué modo utilizar su coraje; los vacilantes estaban en el estado más calamitoso”. Como la fortaleza del Real Felipe, según el virrey, era el sitio más seguro, “multitudes se precipitaron hacia el castillo, y al ser interrogadas sobre las razones que les empujaban a abandonar la ciudad, no daban otra que el miedo”. Mientras tanto, parte del pueblo limeño, representado por algunos notables (españoles y criollos), hizo llegar una invitación a San Martín para que ingrese a Lima, el 9 de julio de 1821. En efecto, el Libertador del Sur, mandó un pequeño destacamento de patriotas e hizo su entrada a Lima en la noche del 12 de julio de 1821. “En vez de venir con pompa oficial, como tenía derecho a hacerlo, San Martín esperó que oscureciese para entrar a la capital a caballo y sin escolta, acompañado por un simple ayudante.", continúa diciendo Basil Hall. Dos días después lo hizo el grueso del ejército libertador, “siendo recibido con mucho fervor patriótico”.

Sobre el ánimo de los limeños al tiempo del ingreso del Ejército Libertador a Lima, Pedro Escribano, nos dice: “parece mentira. En los días siguientes Lima se fue reanimando lentamente. Poco a poco la población tomó confianza en los emancipadores y comprobó que no había razón para el temor. Mucho había pesado, en todo caso, la mala conciencia”.

Por su parte, sobre lo mismo, Sir Basil Hall, dice: “Era inconcebible que tanta gente pudiera estar encerrada tan largo tiempo sin tentarse siquiera una vez a curiosear, especialmente cuando el peligro no era inminente o cierto”.

Proclamación de la Independencia del Perú

Proclamación de la Independencia del Perú, por parte del general José de San Martín.

El general José de San Martín invitó al Cabildo a declarar la independencia, lo que se cumplió inmediatamente (14 de julio de 1821). El 17 de julio fue recibido en la capital el almirante Lord Cochrane.

El sábado 28 de julio de 1821, en una ceremonia pública muy solemne, José de San Martín proclamó la independencia del Perú. Primero, lo hizo en la Plaza de Armas. Después en la plazuela de La Merced y, luego, frente al Convento de los Descalzos (actual distrito del Rímac). Se estima que en la Plaza de Armas de la capital de la nueva República del Perú, la concurrencia sobrepasaba las 16,000 personas.

El libertador José de San Martín, con una bandera en la mano exclamó fervoroso:

El Perú es, desde este momento, libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos, y por la justicia de su causa, que Dios defiende. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Independencia!”.

Sobre el particular, Sir Basil Hall, dice:

“Sus palabras fueron recogidas y repetidas por la multitud que llenaba la plaza y las calles adyacentes, mientras repicaban todas las campanas y se hacían salvas de artillería entre aclamaciones tales como nunca se había oído en Lima”.

Los montoneros

Entre tanto, el virrey José de la Serna trataba de recuperar posiciones. Con ese propósito, envió a las tropas realistas del general Canterac para retomar Lima. Este general en una maniobra sorprendente, acantonó en las afueras de Lima y el 10 de septiembre de 1821, sin que las tropas patriotas obstaculizaran su maniobra, llegó hasta el Callao y se encontró con las fuerzas del general José de La Mar, que custodiaba la Fortaleza del Real Felipe o Castillos del Callao.

Luego de hacerles conocer las nuevas órdenes del virrey José de la Serna, y de entregarles avituallamiento militar, Canterac regresó a la sierra el 16 de septiembre. No había logrado recuperar la ciudad, “pero se había paseado por ella hasta el puerto del Callao”.

El alto mando del ejército libertador, que contaba con 7 mil soldados y 3 mil montoneros, reaccionó tarde, cuando Canterac ya se hallaba rumbo a la sierra. Se dispuso que las tropas patriotas al mando del general Guillermo Miller (que era nacido en Inglaterra, en 1795 e incorporado a las filas patriotas desde 1817, en Buenos Aires) le siguieran produciéndose escaramuzas entre la vanguardia del ejército patriota y la retaguardia del ejército realista. Como consecuencia de estos enfrentamientos armados, se produjeron bajas considerables en el ejército de Canterac, principalmente por desbande y por la acción heroica de los montoneros.

Mientras Canterac y La Serna se reunían en Jauja el 1 de octubre de 1821, el almirante Lord Cochrane, por discrepancias con San Martín, se retiraba del Perú el 10 de mayo de 1822. Consideraba el almirante Lord Cochrane “que el Protectorado que estaba ejerciendo San Martín, carecía de decisión, se mostraba dubitativo y su contribución no era realmente apreciada ni aprovechada”.

El Protectorado del Perú

El general San Martín había asumido el mando político militar de los departamentos libres del Perú bajo el título de Protector, como dice el decreto del 3 de agosto de 1821. Para todo efecto práctico, el Perú se hallaba dividido militar y administrativamente en dos partes:

  • 1º Lima, el norte y un sector del centro del país estaban en manos de los patriotas.
  • 2º Y la sierra sur y centro y el Cusco estaban en manos de los realistas.

Luego, el título de Protector fue cambiado por el de Protector de la Libertad del Perú. El Perú debe al Protectorado, que duró apenas un año y 17 días, las siguientes realizaciones político administrativas:

  • 1º Comienzo de un régimen administrativo autónomo después de tres siglos de colonialismo.
  • 2º Posibilidad de que el pueblo elija el sistema que más conviniera a los intereses nacionales.
  • 3º Los símbolos de la patria: la primera bandera (ver Bandera del Perú y el himno nacional (ver Himno Nacional del Perú).
  • 4º La moneda nacional, signo fiduciario de libre poder económico.
  • 5º Reglamento básico de su sistema comercial para iniciar relaciones económicas con otros países del mundo.
  • 6º La creación de la Marina de Guerra del Perú y la adquisición de los primeros buques para su escuadra nacional a fin de defender la soberanía adquirida.
  • 7º La organización básica de su fuerza militar, para resguardar la seguridad interna y externa.
  • 8º La determinación de su propia ejecutoria educacional con la fundación de la Escuela Normal, así como las primeras escuelas públicas del Perú libre.
  • 9º El primer intento de rescatar, valorizar y difundir la cultura nacional mediante la creación de la Biblioteca Nacional del Perú.

El Protectorado fue una dictadura que se basó en un Estatuto, que tuvo las siguientes características:

  • 1º El Estatuto de gobierno fue una norma de emergencia, provisional, correspondiente a una situación revolucionaria para un Estado emergente, que había conquistado su independencia parcial y que trataba de culminarla.
  • 2º En sus principios declarativos fue de corte liberal, porque incluía la defensa de los derechos del hombre, que habían inspirado la revolución Francesa y la independencia norteamericana.
  • 3º La organización territorial del Estado independiente se basó en el sistema departamental.
  • 4º La Alta Cámara de Justicia reemplazó a la Audiencia Real del virreinato y asumió las funciones jurídicas y políticas del país.
  • 5º Se propuso crear un Consejo de Estado, que secundaría al Protector en su gobierno, formado por varios miembros, entre los cuales estarían 3 condes criollos y un marqués inca.

Otras disposiciones que se dieron en el Perú, durante el Protectorado, fueron:

  • 1º En una medida francamente conservadora, San Martín respetó todos los títulos de la nobleza colonial, cambiando la denominación de Títulos de Castilla por la de Títulos del Perú.
  • 2º Quedó fundada la Sociedad Patriótica de Lima, con la intención de defender la instauración de un régimen monárquico peruano, del que San Martín era partidario; pero, en la práctica, sus integrantes abogaron por el sistema republicano.
  • 3º Se creó la Orden El Sol del Perú para reconocer la labor de los peruanos más distinguidos y darles un estatus parecidos al de los Títulos del Perú.
  • 4º Una comisión especial, integrada por García del Río y Paroissien, viajó a Europa por orden de San Martín para buscar un príncipe que viniera al Perú como rey. Estos dos personajes salieron del Perú en diciembre de 1821 y arribaron a Londres en septiembre de 1822, época en que se terminaba el Protectorado de San Martín. Aunque fueron reemplazados por Ortiz de Zevallos y Juan Parish Robertson, en el Perú se había consolidado la idea del sistema republicano, por tanto, los comisionados tanto de la primera como de la segunda, fracasaron en su intento.
  • 5º Los primeros miembros del gabinete sanmartiniano fueron: Juan García del Río, ministro de Relaciones Exteriores; Bernardo Monteagudo, ministro de Guerra y Marina; e Hipólito Unanue, ministro de Hacienda. El primero era colombiano, natural de Cartagena de Indias; el segundo, argentino, de la provincia de Tucumán; y el tercero, peruano nacido en Arica.
  • 6º Prefecto de Lima fue nombrado José de la Riva Agüero, un joven y rico aristócrata de Lima, que había colaborado intensamente por la causa de la libertad.

Desastre de La Macacona

El problema mayor para San Martín, era, indudablemente, la guerra contra los realistas. Hay quienes le han reprochado el no emprender una ofensiva total sobre los realistas, como lo había hecho en Chile, pero el Libertador tenía sus razones para proceder así. En primer término, era consciente de la inferioridad numérica de sus fuerzas, comparada con la de los virreinales. Estos dominaban el interior del país, desde Jauja hasta el Alto Perú, y sumaban un total de 23.000 soldados, mayormente hombres andinos y mestizos reclutados a la fuerza. San Martín solo contaba con 4.000 efectivos. Un importante triunfo para los patriotas fue la rendición de las fortalezas del Callao, el 19 de septiembre de 1821, cuyo jefe, el mariscal peruano José de la Mar, se sumó a la causa patriota. Mientras tanto, el virrey La Serna reorganizaba sus fuerzas en la sierra central y sur del Perú y en el Alto Perú, desde donde realizó incursiones sobre la costa, destruyendo un ejército independiente en la batalla de Ica o de La Macacona, el 7 de abril de 1822.

Independencia de Quito

El 24 de mayo de 1822, tropas peruano-colombianas derrotaron a los realistas en la batalla de Pichincha (actual territorio del Ecuador) y ocuparon Quito el 25 de mayo. El contingente peruano que intervino en esta batalla, estuvo compuesto por 1,600 efectivos al mando del coronel Andrés de Santa Cruz y se unió a la tropa patriota colombiana en Saraguro, el 9 de febrero de 1822. Este suceso es memorable, pues por primera vez confluían las dos corrientes libertadoras, la del Norte y la del Sur.

Posteriormente, el general Simón Bolívar invadió Guayaquil, con el afán de anexarla a la Gran Colombia, de la que era su caudillo indiscutible. Tanto el Libertador del Norte, Bolívar, como el Libertador del Sur, San Martín, estaban convencidos que la definición de la independencia americana, tenía que darse en suelo peruano.

Entrevista de Guayaquil

San Martín, no pudo, sin embargo, culminar la guerra contra los españoles. Si bien todo el norte del Perú se había sumado voluntariamente a la causa patriota, el centro y el sur del país permanecían ocupadas por las tropas virreinales. San Martín consideró necesaria la ayuda militar externa y en pos de ella fue a entrevistarse en Guayaquil con Bolívar. En la entrevista de Guayaquil, realizada entre los días 26 y 27 de julio de 1822, los Libertadores discutieron tres importantes cuestiones:

  • La suerte de Guayaquil, que siendo territorio peruano, fue anexado por Bolívar a la Gran Colombia.
  • La ayuda que debía prestar Bolívar para el fin común de la independencia del Perú.
  • La forma de gobierno que debían adoptar las nacientes repúblicas hispanoamericanas.

La entrevista no llegó ningún resultado concreto. En lo que respecta al primer punto, Bolívar ya había decidido que Guayaquil perteneciera a la Gran Colombia y no admitió ninguna discusión al respecto. En cuanto al segundo punto, Bolívar ofreció enviar al Perú una fuerza auxiliar grancolombiana de 2.000 hombres, que San Martín consideró insuficiente. Y en lo referente al tercer punto, Bolívar era decididamente republicano, contraponiéndose así al monarquismo del Libertador rioplatense. Desilusionado, San Martín retornó al Perú, ya convencido de que debía retirarse para dar pase al Libertador del Norte.

Primer Congreso Constituyente

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Instalación del Congreso Constituyente en la capilla de la Universidad de San Marcos el 20 de septiembre de 1822. Cuadro de Francisco González Gamarra.

Antes de los sucesos de Guayaquil, San Martín había convocado al Primer Congreso Constituyente de la República del Perú, el 1 de mayo de 1822. Se eligieron 79 diputados, instalándose solemnemente este legislativo el 20 de septiembre de 1822. Lo presidía el clérigo Francisco Javier de Luna Pizarro. Apenas instalado este Primer Congreso Constituyente, aprobó una proposición que decía: “…que el Congreso Constituyente del Perú está solemnemente constituido e instalado, la soberanía reside en la nación, y su ejercicio en el Congreso que legítimamente la representa”.

Luego de la instalación y en la misma fecha, este Congreso ofreció al general José de San Martín, poderes dictatoriales, que rehusó. Se varió el ofrecimiento al de Fundador de la Libertad del Perú y Generalísimo de las Armas, título que fue aceptado por el general San Martín, aunque de manera honorífica. Su decisión de retirarse, era terminante.

El Congreso aceptó la renuncia de San Martín y convino en la proposición de Arce diciendo que “como quiera que el Congreso debe retener cuanta autoridad sea dable para hacer cumplir sus determinaciones, y corriendo riesgo de que un Poder Ejecutivo extraño, aislado y separado de él, aunque hechura suya, le puede formar partido de oposición” determinaba que “el Congreso conserve el Poder Ejecutivo”. Se decidió también que Poder Ejecutivo debería estar conformado por tres personas. Uno de los diputados, José Faustino Sánchez Carrión, el célebre “El Solitario de Sayán”, sentenció en aquella oportunidad: “Tres no se unen para oprimir. El gobierno de uno es más eficaz si gobernar es tratar a la raza humana como a las bestias…” y agrega: “La Libertad es mi ídolo, como lo es del pueblo. Sin ella no quiero nada; la presencia de uno sólo en el mando me ofrece la imagen odiada del Rey”.Y así quedo constituida la Suprema Junta Gubernativa, conformada por tres congresistas:

Varias declaraciones de este Primer Congreso Constituyente, marcan el final de los sueños monárquicos, como la declaración del 11 de noviembre de 1822 sobre la incompatibilidad de la Orden del Sol y de los Títulos de Castilla con la forma de Gobierno del Perú y la declaración del 12 de noviembre del mismo año, desautorizando a los comisionados García del Río y Paroissien.

José de San Martín se retiró a la Magdalena, en donde tenía una casa de campo. Acompañado por una pequeña escolta y un ayudante, la misma noche de su renuncia, montado a caballo, se dirigió a Ancón, al norte de Lima. En la madrugada del día 22 de septiembre, en el bergantín “Belgrano”, se embarcó rumbo a Valparaíso, Chile.

El Primer Congreso Constituyente promulgó el 12 de noviembre de 1823, la Primera Constitución Política de la República, de clara tendencia liberal. Fue una Constitución efímera; cuando llegó al Perú el general Simón Bolívar, el propio Congreso Constituyente, tuvo que suspender sus efectos para poderle dar al Libertador poderes dictatoriales.

Gobierno de la Junta Gubernativa

La misión primordial de la Suprema Junta Gubernativa, era proseguir la lucha contra los realistas. El virrey La Serna contaba con más de 20.000 soldados que ocupaban el territorio entre Cerro de Pasco (centro del Perú) y el Alto Perú (sur del Perú, actual Bolivia). Ya San Martín había previsto que eran necesarias más fuerzas para poder derrotar a los realistas, quienes habían convertido todo ese territorio en un verdadero bastión de su poderío. Se hallaba todavía en curso la ayuda que Bolívar había ofrecido al Perú para derrotar a los españoles. Efectivamente, durante la Entrevista de Guayaquil, Bolívar ofreció a San Martín ayuda militar al Perú, la que se concretizó en julio de 1822, con el envío de tropas al mando de Juan Paz del Castillo, pero estas eran todavía insuficientes. En septiembre de ese año, Bolívar ofreció otros 4.000 soldados más, pero la ya instalada Suprema Junta Gubernativa sólo aceptó la recepción de 4.000 fusiles. Las relaciones del Perú con la Gran Colombia entraron en su punto más crítico debido a la anexión de Guayaquil a territorio grancolombiano. A ello se sumó el hecho de que Juan Paz del Castillo recibiera instrucciones de su gobierno de no comprometer a sus fuerzas sólo en caso de que el éxito estuviera garantizado y sólo en el norte peruano, por lo que entró en conflicto con los intereses del Perú, que se enfocaban en atacar a los realistas del centro y del sur. Dicho oficial colombiano retornó a su patria, en enero de 1823, disgustado al no lograr imponer sus condiciones. Las relaciones con la Gran Colombia se enfriaron entonces, en los precisos instantes en que se libraba la llamada Primera Campaña de Intermedios.

Primera Campaña de Intermedios

José de la Serna, último virrey del Perú.

La Suprema Junta de Gobierno organizó una expedición militar contra los españoles que todavía dominaban el sur del Perú. Esa expedición se conoció como “Campaña de los puertos intermedios” o simplemente “Campaña de Intermedios”, pues el plan era atacar a los españoles desde la costa sur situada entre los puertos de Ilo y Arica. Este plan había sido bosquejado por el mismo San Martín, pero originalmente contemplaba, además del ataque desde la costa sur peruana, una ofensiva combinada de los argentinos por el Alto Perú y de los patriotas de Lima por el centro del Perú. Sin embargo, la Junta no pudo lograr el concurso del gobierno de Buenos Aires, abrumado por dificultades internas, y no otorgó al ejército que guarnecía Lima los medios necesarios para que iniciara oportunamente una ofensiva a la sierra central. La partida del colombiano Juan Paz del Castillo influyó también para que se paralizaran los preparativos del llamado ejército patriota del Centro.

Esta primera Campaña de Intermedios, comandada por el general rioplatense Rudecindo Alvarado, acabó en total fracaso al no seguirse el plan completo y al no ponerse dinamismo en las acciones, lo que dio tiempo a que los realistas se pusieran a la defensiva.

Alvarado llegó a Iquique en donde hizo desembarcar un destacamento para que iniciara acción sobre el Alto Perú. Luego se dirigió a Arica, donde permaneció sin desembarcar por espacio de tres semanas, dando tiempo para que el virrey La Serna, informado por su servicio de espionaje de la presencia patriota, ordenara a sus lugartenientes José de Canterac y Jerónimo Valdés acudir con sus fuerzas a la zona amenazada. Cuando a fines de diciembre Alvarado desembarcó en Arica y avanzó sobre Moquegua se encontró con las fuerzas realistas que ocupaban mejores posiciones. Valdés le salió al encuentro, librándose la batalla de Torata. El jefe realista resistió ocho horas hasta que llegó en su auxilio Canterac con su caballería; juntos pusieron en fuga a los patriotas, logrando así la victoria para la bandera del rey (19 de enero de 1823. Animado Valdés con su éxito, persiguió a la tropas de Alvarado, alcanzándolas y venciéndolas definitivamente en la batalla de Moquegua (21 de enero de 1823). Las tropas patriotas, reducidas a la cuarta parte de su número original, tuvieron que reembarcarse precipitadamente y retornar al Callao con cerca de 1.000 sobrevivientes.

De entonces data la letrilla que los españoles difundieron desde su campamento situado a poca distancia de Lima, en la que se burlaban del Congreso:

Congresito ¿cómo estamos

con el tris tras de Moquegua?
De aquí a Lima hay una legua.

¿Te vas? ¿Te vienes? ¿Nos vamos?

Tras este desastre militar, la Junta Gubernativa y el Congreso quedaron tremendamente desacreditados ante la opinión pública. Se temió que las tropas realistas acantonadas en Jauja (sierra central peruana), pasaran a la ofensiva y reconquistaran Lima.

El motín de Balconcillo

Los oficiales patriotas al mando de las tropas que guarnecían Lima, ante el temor de una ofensiva española, firmaron una solicitud ante el Congreso, fechada el 23 de febrero de 1823 en Miraflores, invocando la designación de un solo Jefe Supremo «que ordene y sea velozmente obedecido», en reemplazo del cuerpo colegiado que integraba la Junta; se sugería incluso el nombre del oficial indicado para asumir el gobierno: el coronel José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete.

La crisis se ahondó al ser presentada otra solicitud al Congreso por parte de las milicias cívicas acuarteladas en Bellavista y una tercera encabezada por Mariano Tramarría. El día 27 de febrero las tropas se movilizaron desde sus acantonamientos hasta la hacienda de Balconcillo, a media legua de Lima, desde donde exigieron la destitución de la Junta. Estos sublevados estaban encabezados por el general Andrés de Santa Cruz. Fue el primer golpe de estado de la historia republicana peruana, conocido como el Motín de Balconcillo, con el que se inauguró la sucesión de gobiernos de facto que jalonaron el transcurso de la vida republicana.

Disolución de la Junta y elección de Riva Agüero

Ante tal presión, ese mismo día, el Congreso acordó cesar a la Junta Gubernativa y encargar interinamente la máxima magistratura al jefe militar de mayor graduación, que era José Bernardo de Tagle, marqués de Torre Tagle. El 28 de febrero, el Congreso ordenó poner en libertad al general José de La Mar, que había sido arrestado en su domicilio, y citó al general Andrés de Santa Cruz, quien hizo una exposición oral de la posición de los jefes y terminó diciendo que acataban la orden del Congreso pero que si no se nombraba a Riva Agüero como Presidente de la República, él y los jefes militares renunciarían y se irían del país. Ante lo expresado por Santa Cruz, el Congreso nombró a Riva Agüero como Presidente de la República por 39 votos a favor de un total de 60; no se le asignó funciones ni plazos. Pocos días después el mismo Congreso lo ascendió a Gran Mariscal y dispuso que utilizara la banda bicolor como distintivo del poder ejecutivo que administraba (4 de marzo de 1823). Desde entonces todos los Presidentes del Perú han lucido dicha banda presidencial.

Gobierno de José de la Riva Agüero

José de la Riva Agüero, primer presidente del Perú.

Riva Agüero puso en marcha una gran actividad para poner al Perú en condiciones de terminar por cuenta propia la guerra de la Independencia. Su obra gubernativa se concretó en los siguientes puntos:

  1. Se abocó a una labor de organización y mejoramiento del Ejército poniendo gran empeño en aumentar sus efectivos con elementos peruanos. Al frente de él puso al general Andrés de Santa Cruz. Ordenó al comandante Antonio Gutiérrez de la Fuente formar fuerzas de reserva en las provincias del norte, en Trujillo, así como al coronel Ramón Castilla la creación del cuarto Escuadrón de Húsares.
  2. Formó la primera escuadra peruana, cuyo mando encargó al Vicealmirante Jorge Martín Guisse. Creó la Escuela Naval. Estableció un permanente bloqueo de la costa para defenderla de las incursiones realistas.
  3. Recogió el papel moneda emitida bajo el Protectorado de San Martín y cuya circulación quedó prohibida.
  4. Envió misiones diplomáticas a la Gran Colombia, Chile y Argentina para solicitar la ayuda inmediata de estos países para consolidar el proceso de independencia. La ayuda que más necesitaba Riva Agüero era la de Bolívar, nombrando con tal fin como su Ministro Plenipotenciario ante el Libertador al general Mariano Portocarrero. Portocarrero pactó con Bolívar en Guayaquil un auxilio de 6.000 hombres, equipados y pagados por el Perú, y conforme a este pacto, empezaron a llegar al Callao las primeras tropas grancolombianas (abril de 1823). Junto con ellas llegó, en calidad de Enviado Extraordinario de Bolívar, el general Antonio José de Sucre, pero cuyo verdadero objetivo era preparar el terreno para que Bolívar fuera llamado al Perú. Riva Agüero envió también a Chile al diplomático José de Larrea y Loredo, quien logró conseguir un empréstito del gobierno chileno y una ayuda en hombres y materiales para la continuar la guerra contra los españoles. Ante la Argentina encargó la representación del Perú al Vicealmirante Manuel Blanco Encalada, sin resultados positivos.
  5. Los comisionados Diego Paroissien y Juan García del Río lograron la contratación con Inglaterra de un empréstito por 1.200.000 libras esterlinas, el primero de la historia republicana del Perú. Ello permitió a Riva Agüero disponer de los fondos necesarios para su obra gubernativa.

Segunda Campaña de Intermedios

Riva Agüero emprendió la Segunda Campaña de Intermedios, embarcándose sus tropas del 14 a 25 de mayo de 1823, rumbo a los puertos del sur, desde donde planeaba atacar a los españoles que todavía dominaban todo el sur peruano. Esta expedición la comandaba el general Andrés de Santa Cruz y como jefe de estado mayor iba el entonces coronel Agustín Gamarra. Santa Cruz prometió regresar victorioso o muerto. Era la primera vez que se ponía en acción un ejército formado íntegramente por peruanos. Santa Cruz desembarcó sus fuerzas en Iquique, Arica y Pacocha y avanzó sobre el Alto Perú. Los patriotas obtuvieron al principio algunas victorias. Gamarra ocupó Oruro y Santa Cruz La Paz. Pero la reacción de los realistas no se hizo esperar. El virrey La Serna envió a su general Gerónimo Valdes para que atacara a Santa Cruz, produciéndose la batalla de Zepita (25 de agosto de 1823), a orillas del lago Titicaca. Los patriotas quedaron dueños del campo, pero sin obtener una victoria decisiva. Acto seguido, Santa Cruz ordenó la retirada hacia la costa, siendo perseguido muy de cerca por las fuerzas de La Serna y Valdes, quienes despectivamente denominaron a esta campaña como la “campaña del talón”, aludiendo a lo cerca que estuvieron de los patriotas que se retiraban, casi “pisandoles los talones”. Santa Cruz no paró hasta llegar al puerto de Ilo donde se embarcó con 700 sobrevivientes. La campaña terminó, pues, en total fracaso para los patriotas.

Pugna con el Congreso

Al quedar Lima desguarnecida, el jefe realista José de Canterac avanzó desde la sierra contra la capital. Riva Agüero ordenó entonces el traslado de los organismos del gobierno y las tropas a la Fortaleza del Real Felipe del Callao, el 16 de junio de 1823. El día 19 las fuerzas españolas ocupaban Lima.

En el Callao estalló la discordia entre el Congreso y Riva Agüero. El Congreso resolvió que se trasladasen a Trujillo los poderes Ejecutivo y Legislativo; creó además un Poder militar que confió al general venezolano Antonio José de Sucre (que había llegado al Perú en mayo de dicho año, al frente de las primeras tropas colombianas), y acreditó una delegación para solicitar la colaboración personal de Simón Bolívar en la guerra contra los españoles (19 de junio de 1823). Enseguida, el mismo Congreso concedió a Sucre facultades iguales a las de Presidente de la República mientras durara la crisis, y el día 23 de junio dispuso que Riva Agüero quedara exonerado del mando supremo.

Riva Agüero no acató tal disposición congresal y se embarcó a Trujillo (norte del Perú) con parte de las autoridades. Mantuvo su investidura de Presidente, decretó la disolución del Congreso (19 de julio de 1823) y creó un Senado integrado por diez diputados. Formó tropas e intentó reforzarlas con los restos de la campaña de Intermedios. Mientras que en Lima, el Congreso fue nuevamente convocado por el presidente provisorio Torre Tagle, el 6 de agosto del mismo año. Este Congreso reconoció a Tagle como Presidente de la República, siendo éste el segundo ciudadano en adoptar dicho título, después de Riva Agüero. Cundió pues la anarquía en el Perú, al existir al mismo tiempo dos gobiernos.

Bolívar es invitado a consolidar la independencia del Perú

El Libertador Simón Bolívar por José Gil de Castro.

El Congreso peruano acatando las recomendaciones del general Sucre, invitó al Libertador del Norte, general Simón Bolívar a trasladarse al Perú “para consolidar la independencia”. Bolívar se embarcó en el bergantín Chimborazo en Guayaquil, el 7 de agosto de 1823, llegando al Callao el 1 de septiembre del mismo año. El día 10 de septiembre el Congreso de Lima le otorgó la suprema autoridad militar en toda la República. Seguía siendo Torre Tagle presidente, pero debía ponerse de acuerdo en todo con Bolívar. El único obstáculo para Bolívar era Riva Agüero, quien dominaba el norte del Perú, con capital en Trujillo. Riva Agüero no dio señal de querer llegar a un acuerdo que posibilitara la unificación de todas las fuerzas patriotas bajo el mando del Libertador del Norte, y más bien quiso entenderse con los realistas.

El mismo Bolívar abrió campaña contra Riva Agüero, marchando al norte. Pero antes de que se desatara la guerra civil, Riva Agüero fue apresado por sus propios oficiales encabezados por el coronel Antonio Gutiérrez de la Fuente, quien, desobedeciendo la orden de fusilarlo, lo desterró a Guayaquil (25 de noviembre de 1823). Bolívar entró a Trujillo en diciembre de 1823 y quedó así dominando la escena política y militar del Perú. Luego emprendió regreso a Lima. El 1 de enero de 1824, estuvo en Nepeña y Huarmey, de ahí pasó a Pativilca en donde enfermó de paludismo.

La valiosa ayuda de los montoneros

Los coloniales, enterados de la enfermedad de Bolívar, aprovecharon la situación y lograron que las tropas patriotas (argentinas y chilenas) que guarnecían la Fortaleza del Real Felipe en el Callao, se amotinaran, reclamando pagos devengados y otros maltratos. Los amotinados lograron tomar el fuerte, liberaron a los prisioneros españoles, les devolvieron sus cargos y jerarquías y junto con ellos, enarbolaron la bandera española, cometiendo traición a la causa libertadora. Este acto de sedición causó desconcierto en Lima (5 de febrero de 1824). Ante tal delicada situación, el Congreso dio el 10 de febrero un memorable decreto entregando a Bolívar la plenitud de los poderes para que hiciera frente al peligro, anulando la autoridad de Torre Tagle. Se instaló así la Dictadura.

Canterac ordenó que los generales realistas Rodil y Monet aprovecharan esa circunstancia y tomaran Lima. A marchas forzadas, el general Monet, desde Jauja y el general Rodil, desde Ica, se juntaron en Lurín, el 27 de febrero de 1824. Los patriotas de Lima, se vieron obligados a abandonarla, al mando del general Necochea, quien junto con 400 montoneros a caballo, fueron los últimos en retirarse el 27 de febrero. Los realistas ingresaron a Lima el 29 de febrero del mismo año.

Bolívar, ya recuperado de su enfermedad, ante las terribles noticias que le llegaban de Lima, inició los preparativos para la campaña militar definitiva contra los españoles, al frente del Ejército Libertador. Instaló su cuartel general en Trujillo y recibió la ayuda de los peruanos, tanto en dinero, abastecimientos y recursos de toda índole, como en combatientes. Efectivamente, fuera de su ejército regular, Bolívar contó con la valiosa ayuda de 10,000 montoneros. Este enorme contingente de soldados irregulares estaba integrado principalmente por indios voluntarios y anticolonialistas.

Bolívar comisionó a los líderes de los montoneros para actuar en los siguientes frentes: Francisco de Paula Otero, nombrado Comandante General de los montoneros de la sierra; Quispe Ninavilca, de la zona de Huarochirí, quien posteriormente fue nominado como representante ante el congreso; el coronel Francisco de Vidal, de La Oroya; el mayor Vicente Suárez, de Canta; y el comandante María Fresco, a cargo de Junín.

Campaña de Junín

Preparativos

Mientras Bolívar preparaba todo lo concerniente a la campaña final de la independencia desde su cuartel en Trujillo, Sucre recorría el terreno en la sierra, y con la protección de los montoneros levantaba croquis y planos del territorio que sería inevitablemente escenario de la guerra. Se mejoró el servicio de espionaje, se prepararon los campos y el forraje para los caballos, y se establecieron depósitos de víveres a lo largo de la ruta que debía recorrer el ejército libertador.

Tanto los soldados como los caballos se entrenaron para afrontar los rigores del clima. El ejército se hallaba concentrado entre Cajamarca y Huaraz. La división peruana estaba al mando del mariscal José de La Mar, mientras los colombianos, reforzados con nuevas tropas llegadas de Colombia al mando de los generales Lara y Córdova, estaban encabezados por Sucre.

Movimientos preliminares

Bolívar logró formar un ejército de cerca de 10.000 hombres, pero las fuerzas virreinales sumaban cerca de 18.000. Un suceso vino entonces a nivelar las fuerzas rivales. Fue la sublevación del general español Pedro Antonio de Olañeta en el Alto Perú al frente de 4,000 soldados (febrero de 1824), lo que obligó a La Serna a enviar al general Valdés a combatirle con las fuerzas realistas acantonadas en Puno. Esta coyuntura motivó a Bolívar a abrir de inmediato campaña contra el ejército realista más cercano, que era el de José de Canterac, el cual estaba acantonado entre Jauja y Huancayo.

El ejército libertador avanzó hasta el Callejón de Huaylas (Áncash). En el mes de mayo, continuó su marcha hacia la sierra central, apoyado eficazmente por las montoneras acaudilladas por Marcelino Carreño. Arribó a Huánuco, el 26 de junio de 1824. Luego siguió hacia Cerro de Pasco.

Entre el 31 de julio y el 10 de agosto de 1824 quedó concentrado el ejército patriota en la región de Quillota, Rancas y Sacramento. Sumaban en total unos 8.000 hombres. El 2 de agosto el Libertador pasó revista a su ejército en el llano de Rancas, a 36 km de Cerro de Pasco. Terminada la revista, arengó a sus soldados desplegando una elocuencia arrolladora, una virtud que se complementaba con su talento militar:

¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.

¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos. Ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates.

¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles.

El ejército libertador continuó su avance hacia el sur, bordeando el lago Junín (llamado también Chinchaycocha o de los Reyes). Canterac se enteró tarde del avance patriota pues no contaba con un buen servicio de espionaje y decidió salir al encuentro del adversario, partiendo de Jauja el 10 de agosto con 7.000 hombres de infantería y 1.300 de caballería, en dirección a Cerro de Pasco. Al llegar allí, se sorprendió al saber que Bolívar marchaba hacia Jauja por el lado izquierdo del lago, para cerrarle el paso. Temeroso de que los patriotas le cortaran la retirada hacia sus bases, Canterac ordenó inmediatamente la contramarcha.

El 5 de agosto Canterac se encontraba en Carhuamayo, en la margen oriental del lago, mientras Bolívar se encontraba más o menos a la misma altura, en la margen occidental del mismo. El español ordenó apurar la retirada para adelantarse al Libertador.

Al amanecer del 6 de agosto ambos adversarios convergían al extremo sur del lago sobre la ciudad de Reyes (hoy Junín). La infantería realista, más ligera, atravesó la pampa llamada Junín, que se encuentra al sur de dicha ciudad, dos horas antes que aparecieran los patriotas.

Batalla de Junín

La Batalla de Junín.

Eran las dos de la tarde del 6 de agosto de 1824 cuando Bolívar llegó a la pampa de Junín y observó que la infantería realista ya había pasado y que sólo la caballería realista, que iba a retaguardia, se encontraba a la vista, en medio de una inmensa polvareda. Por su parte, la caballería patriota, de 900 efectivos, que venía a la vanguardia de su ejército, convergía en esos momentos por la quebrada de Chacamarca, mientras su infantería se encontraba todavía distante, como a 5 km al norte.

Bolívar quiso entonces evitar que Canterac huyera y ordenó a su caballería que atacara al ejército realista, para dar tiempo a que llegara la infantería patriota. Desde los altos de la quebrada de Chacamarca se lanzaron los escuadrones patriotas al llano, al mando del general Mariano Necochea.

Canterac, confiado en la superioridad numérica de su caballería, ordenó a ésta que frenara a los patriotas, poniéndose él mismo a la cabeza, mientras que su infantería continuaba su marcha al sur. Los patriotas no pudieron desplegar completamente sus escuadrones por lo malo del terreno, que era un espacio angosto entre un cerro y un pantano, mientras que la caballería realista, en terreno más propicio, desplegaba sus líneas y atacaba también. A las cuatro de la tarde se produjo el choque, que fue muy violento. Los patriotas comenzaron a retroceder, perseguidos por los realistas. El mismo Necochea fue herido siete veces y todo indicaba que la refriega culminaría en derrota para los patriotas. Fue entonces cuando el escuadrón Húsares del Perú, que se encontraba en la reserva al mando del teniente coronel argentino Isidoro Suárez, recibió la orden de cargar sobre los realistas por la espalda. Fue el ayudante del primer escuadrón, mayor José Andrés Rázuri, quien transmitió esa orden, supuestamente venida del mismo Bolívar, lo que no era cierto. Rázuri, natural de San Pedro de Lloc (en el departamento de La Libertad), cambió la orden original que era de retirada; y esta audaz decisión fue la que cambió la historia, al trocarse una segura derrota patriota por una victoria espléndida.

La carga de los Húsares del Perú desorientó a los realistas y dio tiempo para que los perseguidos patriotas se rehicieran y volvieran a la lucha. Luego de cuarenta y cinco minutos de feroz combate solo con arma blanca (sable y lanza), los patriotas obtuvieron el triunfo.

Bolívar, que ya daba por descontada la derrota y se había alejado del campo, recibió de pronto el parte enviado por Guillermo Miller en que se anunciaba la victoria. El Libertador estalló en alegría y dispuso desde entonces rebautizar a los Húsares del Perú como los Húsares de Junín.

Campaña de Ayacucho

El avance patriota hacia el sur

Canterac, luego de la Batalla de Junín, perseguido por los montoneros de los coroneles Marcelino Carreño, Otero, Terreros, por el comandante Peñaloza, por el mayor Astete, tomó rumbo sur por las orillas del río Mantaro. Cruzó el puente de Izcuchaca, y se dirigió por el río Pampas al Cusco, donde lo esperaba el virrey La Serna. En su retirada, el general Canterac, perdió 3.000 soldados, entre rezagados, desertores, enfermos y extraviados. Además, quedaron abandonados almacenes, armas y municiones.

Mientras el general Canterac seguía su fuga al sur hacia el Cusco, el itinerario de Bolívar era el siguiente: el día 7 de agosto de 1824 estuvo celebrando la victoria de Junín en el poblado de Reyes (hoy, Junín), el 8 de agosto estuvo en Tarma, el 12 de agosto en Jauja, el 14 de agosto en Huancayo y el 24 de agosto en Huamanga. Llegó hasta Andahuaylas de donde retornó el 6 de octubre. Ordenó a Carreño que hostilice permanentemente a Canterac. Delegó el mando del ejército patriota al general Antonio José de Sucre. Con su cuartel general en Jauja, encargó al general Andrés de Santa Cruz la jefatura de todos los montoneros de la sierra central. Luego, acompañado sólo de su escolta, se dirigió a Lima. El 15 de agosto, en Huamanga, había designado a su gabinete ministerial que lo conformaban: José Faustino Sánchez Carrión, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores; coronel Tomás de Heres, ministro de Guerra y Marina e Hipólito Unanue, ministro de Hacienda.

Bolívar llegó a Chancay en el mes de noviembre de 1824, ingresando a Lima el 7 de diciembre de ese año. Inmediatamente ordenó el sitio del Callao con el objetivo de rendir a las tropas de Rodil, que estaban acantonadas en la Fortaleza del Real Felipe.

Mientras, la situación en el ejército realista es descrita así por el general García Camba:

“Este ejército brillante y animoso al principio de agosto, se hallaba ahora en el estado más lamentable; no sólo había visto abatir la merecida fama de su caballería en los mahadados campos de Junín; no sólo había perdido con pasmosa celeridad una gran parte de sus provincias de Tarma y Lima, las de Huancavelica y Huamanga completas, parte del Cusco, todos sus almacenes, muchas armas, municiones, efectos de parque y sobre todo, 3,000 infantes por deserción, sino que en poco más de un mes había alcanzado un grado de abatimiento moral apenas concebible… Carreño cubría con todos los montoneros el país entre Abancay y el Apurímac
(Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú: 1809 – 1812).

El general Antonio José de Sucre se preparó para la campaña final. Estando en Andahuaylas, reunió a su Estado Mayor ante los informes de que el realista Jerónimo Valdez había llegado al Cusco con un fuerte contingente, poniéndose a órdenes del virrey La Serna. Sucre, en una inspección, llegó a Mamara. En este pueblo envió una avanzada al mando del general Miller para espiar al enemigo. Miller regresó el 30 de octubre y le informó que los colonialistas estaban a sólo 36 km. Sucre, entonces, ordenó el repliegue al noroeste.

El contingente y las armas de ambos ejércitos

El Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

La Serna, convencido de la cercanía de la batalla decisiva, había formado un ejército poderoso con 10 mil soldados, la mayor parte mestizos de “habla quechua”, criollos, negros, pardos e indios portadores. Dicho ejército disponía de 14 batallones de infantería, 2 brigadas de caballería y 14 piezas de artillería. La Serna comandaba la caballería. Valdez iba a la vanguardia con una división de infantería. Las otras dos estaban comandadas por Canterac y Monet.

El ejército patriota unido, tenía unos 7.000 soldados, más los montoneros. El ejército regular estaba disperso y los montoneros hacían tareas militares de “cobertura, enlace y apoyo”.

La marcha hacia los campos de Ayacucho

Dada la presencia de Valdez cerca de Andahuaylas, Sucre replegó su ejército hacia Huamanga, por las orillas del río Pampas, reagrupando sus fuerzas, sin apuro alguno. Por el contrario, La Serna, que había dispuesto a sus tropas andar a marchas forzadas, para ganar posiciones, llegó a Huamanga el 16 de noviembre de 1824.

El 24 de noviembre, ambos ejércitos marcharon a ambas orillas del río Pampas, teniéndose a la vista. Desde ese día, ya no se perdieron de vista. La tropa patriota iba de pueblo en pueblo, alentada por los montoneros, era recibida y ayudada efusivamente por sus habitantes. En cambio la tropa realista, iba eludiendo todo contacto con los pobladores de los pueblos por donde pasaba, cuidado de esta manera el desbande de las tropas. El general Guillermo Miller en sus Memorias, afirmó:

“En cualquier punto donde hacían alto, los cuerpos acampaban en columna y ponían alrededor un círculo de centinelas de los soldados de más confianza; además de estos centinelas, un gran número de oficiales estaban siempre de servicio, y ningún soldado podía salir de la línea de ellas, con cualquier pretexto que fuese. Por la misma razón era muy opuesto el virrey a enviar partidas en busca de ganado, porque en tales ocasiones era segura la deserción. La consecuencia de este sistema fue que durante el avance rápido de los realistas sufrieron mucho más por falta de provisiones que los patriotas, tanto que el 3 de diciembre se vieron obligados a comer carne de caballo, mula y borrico”.

La batalla de Corpahuaico o Matará

El 3 de diciembre de 1824, en las cercanías de Corpahuaico o Matará hubo una escaramuza entra las retaguardias, con consecuencias militares nada favorables para los patriotas. En las fuerzas patriotas que estaban al mando del general Guillermo Miller, se contaron 300 muertos; mientras que en el sector realista, a órdenes del general Jerónimo Valdez, se hallaron 30 muertos. Además, los patriotas perdieron buena parte de su parque y artillería.

Pero a decir de entendidos, en el aspecto estratégico fue provechoso este resultado para los patriotas, porque la derrota los animó, mientras que se ahondó la crisis moral entre los realistas, a tal extremo que ese mismo día 15 soldados que habían sido reclutados por Valdez en el Alto Perú, se pasaron a las filas de Sucre y le informaron el debilitamiento moral en que se encontraban las filas enemigas; “casi están como prisioneros”, dijeron.

Movimientos preliminares

Desde el día 4 de diciembre, ambos ejércitos marcharon separados por un abismo. Los patriotas pasaron por Huaychao el día 5, y el 6 llegaron sus avanzadas un poco más al norte de La Quinua. Los realistas tomaron la ruta de Huanta, por Paccaicasa. El día 6, acamparon en Huamanguilla; la idea del virrey era cortar todo repliegue a Sucre. El 7 de diciembre, cada ejército hizo los aprestos para la batalla, tratando de encontrar la mejor ubicación. El día 8 hubo algunos choques entre patrullas.

Batalla de Ayacucho y la liberación de América

La Batalla de Ayacucho.

Dispuestos a entablar la batalla definitiva, los realistas ocuparon las faldas del cerro Condorcunca y los patriotas se desplegaron en la Pampa de la Quinua. Los primeros contaban con 9.310 hombres y los segundos con 5.580.

La Pampa de la Quinua se ubica a 12 km de la ciudad de Huamanga; los indígenas la denominan Ayacucho. Es un área de suave declive que prolonga las faldas del cerro Condorcunca (cuello de cóndor), montaña que se destaca en el Ande de esa región. Descendiendo de las faldas de este cerro de este a oeste y continuando por la pampa, que tiene una longitud de 1,600 m, se llega al pueblo de artesanos de La Quinua, situado al término de la pendiente. En la parte más ancha la pampa tiene 600 m y se encuentra limitada al norte por un barranco, y al sur por una abrupta quebrada. En la época de la batalla y a mitad de la pampa, existían enormes piedras, producto de avalanchas o lloclla, que cortaba el campo de norte a sur.

El virrey La Serna formó su ejército de la siguiente manera:

  • La división Valdés, a la derecha del Condorcunca.
  • La división Monet, al centro.
  • La división Villallobos, a la izquierda, con un escuadrón de caballería a su flanco.

Colocó su artillería en la cumbre, la misma que debía actuar no bien la infantería le concediera el terreno apropiado en el llano. Si bien constaba de 14 piezas, solo seis funcionaron, pues el resto se hallaba desmontado. Los realistas contaban, en teoría, con una buena posición estratégica.

Sucre, por su parte, formó así:

  • La división La Mar (legión peruana), a su izquierda, frente a Valdés.
  • La división Lara (colombiana), al centro y un poco a retaguardia, junto con la caballería.
  • La división Córdova (colombiana), a la derecha, frente a Villalobos.

Su única artillería era un cañón de a cuatro. El jefe de Estado Mayor era el general Agustín Gamarra (peruano). El jefe de la caballería era Guillermo Miller.

Al amanecer del 9 de diciembre de 1824 todo estaba listo para librarse la batalla final por la independencia de la América española. Efectivamente, las fuerzas del virrey La Serna constituían el último ejército español que aún se batía en el continente bajo las banderas del rey de España. Sucre arengó a sus soldados con estas palabras:

De los esfuerzos de hoy pende la suerte de la América del Sur, otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!

El plan de los realistas, concebido por el general Valdés, consistía en que éste mismo empezara embistiendo contra la izquierda patriota, es decir, contra la Legión Peruana, para hacerla retroceder y envolverla, pasando enseguida a atacar por el flanco y la retaguardia al resto del ejército patriota. Simultáneamente, Villalobos atacaría contra la derecha patriota, mientras Monet lo haría por el centro, para atrapar al adversario y liquidarlo en una especie de operación de tenazas.

La batalla se inició a las diez de la mañana. Como consecuencia del plan seguido por los españoles, la Legión Peruana de La Mar fue la que afrontó el ataque más fuerte de los realistas, a manos de la división Valdés. La Mar y sus bravos soldados resistieron a pie firme, pero cuando empezaron a ceder y requerir auxilio, Sucre les envió dos batallones para sostenerlos. La Legión Peruana pudo entonces contener a Valdés, lo que fue un hecho crucial para el resultado final de la batalla.

Al mismo tiempo, Sucre ordenó avanzar al bravo Córdova, quien al grito lacónico de «¡Adelante! ¡Armas a discreción! ¡Paso de vencedores!», y convenientemente reforzado por la caballería, inició el ataque y desorganizó la izquierda realista al mando de Villalobos, llegando arrolladoramente hasta la mitad del Condorcunca en donde colocó la bandera colombiana.

Al ataque de la caballería española, respondieron sable en mano la caballería de Miller. Empezó entonces el repliegue de los realistas. Canterac no consiguió rehacer la línea. La Mar se repuso y, a su vez, avanzó contra Valdés, quien resistió desesperadamente. El virrey La Serna, que bregó en el campo, resultó herido y cayó prisionero. Canterac asumió entonces el mando.

La batalla terminó en la cima del Condorcunca a la una de la tarde, con una completa victoria de los independientes.

Los realistas tuvieron 1.800 muertos y 700 heridos, quedando prisioneros entre 3.000 y 2000 combatientes. Los patriotas tuvieron 370 muertos y 609 heridos. La cuarta parte de los combatientes resultaron muertos o heridos, lo que nos da una idea de la fiereza de la lucha. A Canterac, Valdés y a los altos jefes españoles, no les quedó otro recurso que aceptar la oferta de honrosa capitulación que La Mar les hizo llegar.

En teoría, en Ayacucho combatieron en filas patriotas unos 4.000 colombianos y unos 1.500 peruanos (más una escasa fracción de chilenos y rioplatenses). Sin embargo, hay que tener en cuenta que las bajas en los escuadrones o batallones colombianos eran cubiertas con los naturales del país, por lo que el número de peruanos debió ser más elevado.

La Capitulación de Ayacucho

Capitulación de Ayacucho, óleo del pintor peruano Daniel Hernández.

A pesar que la firma de la Capitulación de Ayacucho, tiene fecha 9 de diciembre de 1824, la realidad es que las deliberaciones duraron dos días, sellándose definitivamente con este documento la independencia de América. En esta Capitulación se establece la rendición de los realistas. Con este objetivo, se acordó la formación de comisiones mixtas para la transferencia del poder y de la administración y para la entrega de todas las instalaciones militares, con sus parques, maestranzas, almacenes, caballos y demás instrumentos y armamento, desde los Castillos del Callao y Ayacucho hasta Desaguadero.

La segunda parte de la Capitulación establece una serie de concesiones a los realistas. Por ejemplo, a todos los militares realistas que pretendieran regresar a España se les pagaría el pasaje correspondiente. Mientras permanecieran en el Perú, el gobierno patriota debería pagar por lo menos la mitad de sus sueldos. Las propiedades muebles e inmuebles de los españoles residentes en Perú, serían respetadas, así como sus grados militares, pudiendo ser asimilados al Ejército del Perú. El gobierno peruano, también se comprometió a pagar todo el gasto que habían hechos los realistas en la manutención de la campaña militar contra los patriotas.

Consecuencias de la capitulación

Las consecuencias de la Capitulación de Ayacucho, fueron varias; pero las más saltantes, son:

  • 1º La Independencia del Perú y de toda América.
  • 2º Desaparición del ejército realista, que había permanecido durante 14 años como una poderosa cuña, apuntando y amenazando la reciente y precaria independencia de los países americanos que lo hicieron antes de 1821.
  • 3º España, finalmente, a pesar de haber sido derrotada, logró hacer que se le reconozca “gastos de guerra” (la llamada deuda de la Independencia, que el Perú nunca pagaría).

Campaña del Alto Perú

Luego de firmada la Capitulación de Ayacucho, las fuerzas realistas que ocupaban el sur del territorio peruano, entre Cusco, Arequipa y Puno se fueron entregando a las fuerzas independientes. El 14 de diciembre de 1824, el general Sucre ingresó al Cusco. Francisco de Paula Otero, primero y Lara, después, tomaron Arequipa.

Pero en el Alto Perú se encontraba el general español Pedro Antonio Olañeta, quien no aceptó la Capitulación y anunció su deseo de seguir batiéndose bajo la bandera de España. Sucre abrió entonces campaña en dicho territorio, contando con la colaboración del general Arenales quien, en su calidad de gobernador de la provincia argentina de Salta, se aprestó a atacar por esta región. Sin embargo, no hubo necesidad de mayor lucha, puesto que en la batalla de Tumusla, los propios oficiales realistas dieron muerte a Olañeta, el 2 de abril de 1825. Así finalizó la campaña independentista en el Alto Perú.

Rendición de los Castillos del Callao

La Fortaleza del Real Felipe, conocida también como los Castillos del Callao, fue el último reducto español en Sudamérica.

Otro militar español que se negó a acatar los términos de la capitulación fue José Ramón Rodil quien, al mando de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao, se mantuvo tercamente leal al rey de España. Como recordaremos, dicha fortaleza había vuelto a poder realista en febrero de 1824. Bolívar acentuó el sitio de dicho bastión, cortándole todo género de suministros, tanto por tierra como por mar. Tras meses de empecinada resistencia, recién el 23 de enero de 1826, Rodil aceptó capitular, entregando la Fortaleza al gobierno peruano. De 6 mil refugiados, entre militares y civiles, salieron después de la rendición, 2.400. Fueron los únicos sobrevivientes de una acción desesperada por conservar el colonialismo. De ese grupo, sólo 400 eran militares. El general Rodil, el último paladín de los realistas en Sudamérica, se embarcó hacia España en la fragata inglesa Briton. De esta manera culminaba el proceso independentista de la América española.

Prórroga de la dictadura de Bolívar

Al conocerse en Lima el triunfo de Ayacucho, el júbilo fue indescriptible y los homenajes a Bolívar se pusieron de manifiesto, tanto de parte de la clase alta, como del pueblo. Pasada la euforia triunfalista, Bolívar convocó al Congreso que no se reunía desde el año anterior. Iniciadas las sesiones parlamentarias el 10 de febrero de 1825, renunció a la Dictadura, pero el Congreso, considerando que la guerra aún no había finalizada (resistían aún Olañeta y Rodil), le prorrogó las facultades de Dictador. Luego, el Congreso se autodisolvió el 10 de marzo de dicho año.

Viaje triunfal de Bolívar hacia el Alto Perú

Bolívar decidió emprender viaje hacia el Alto Perú. El 10 de abril de 1825 inició la marcha, recibiendo en el trayecto las aclamaciones y homenajes de los pueblos. Reproducimos a continuación el notable discurso que José Domingo Choquehuanca pronunció en elogio del Libertador, cuando éste arribó a la localidad de Azángaro:

Quiso Dios de salvajes formar un gran imperio y creó a Manco Cápac. Pecó su raza y mandó a Pizarro. Después de tres siglos de expiación ha tenido piedad de la América y os ha enviado a vos. Sois pues el hombre de un designio providencial. Nada de lo hecho antes se parece a lo que habéis hecho, y para que alguno pueda imitaros será preciso que haya un mundo por libertar. Habéis fundado cinco repúblicas, que en el inmenso desarrollo a que están llamadas, elevarán vuestro nombre a donde ninguno ha llegado. Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina.

Prórroga de la Dictadura de Bolívar

Después de la victoria de Ayacucho, Bolívar convocó al Congreso peruano, que se encontraba en receso desde el año anterior. La reunión de los congresistas tuvo lugar el 10 de febrero de 1825 y ante ellos, Bolívar renunció al mando (o simuló que lo hacía). Renuncia que no fue aceptada, pues los parlamentarios consideraron que su labor no estaba concluida, al subsistir todavía un foco realista en el Perú (los castillos del Callao). De modo que el Congreso decidió prorrogarle el mando, luego de lo cual, se autodisolvió el 10 de marzo de 1825.

En general, la prórroga de la Dictadura bolivariana no fue bien recibida por la ciudadanía. Consideraban que la misión de Bolívar había concluido con la Capitulación de Ayacucho y que correspondía a los peruanos hacerse cargo del gobierno. Pero un sector de la ciudadanía, encabezados por los políticos conservadores, argumentaba que era necesario un gobierno fuerte, para evitar que la naciente República cayera en la anarquía.

Bolívar no estuvo permanentemente en el poder, pues lo dejó encargado al Presidente del Consejo de Gobierno, desde el 24 de febrero de 1825, aunque siguió dando decretos, hasta el 3 de septiembre de 1826, cuando retornó a Colombia. Su autoridad se mantuvo nominalmente hasta el 27 de enero de 1827, cuando se produjo el fin de su influencia en el Perú.

Colaboraron con Bolívar, en calidad de ministros: José Faustino Sánchez Carrión, José María de Pando, Hipólito Unanue, entre otros. Otro de sus colaboradores fue el jurista Manuel Lorenzo de Vidaurre, que luego se convirtió en su opositor.

Un episodio sombrío que ocurrió a inicios de 1825, fue el asesinato de Bernardo de Monteagudo, el antiguo ministro de San Martín, que había regresado al Perú para ponerse al servicio de Bolívar. Una versión atribuyó la autoría intelectual de dicho crimen a Faustino Sánchez Carrión, quien meses después falleció también, aparentemente víctima de una enfermedad, aunque no faltó quien lo atribuyera a un envenenamiento. Dos muertes rodeadas de misterio, que algunos quisieron involucrar al mismo Libertador.

Establecimiento del Escudo y la Bandera definitiva de la Republica

Armas nacionales del Perú según la ley de 1825.

Por ley promulgada el 25 de febrero de 1825, se fijó en forma definitiva, la Bandera y el Escudo de Armas del Perú.

La Bandera:

"El pabellón y bandera nacional se compondrá de tres fajas verticales; las dos extremas encarnadas y la intermedia blanca, en cuyo centro se colocará el escudo de las armas con su timbre, abrazado aquél por la parte inferior de una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda, entrelazadas".

El Escudo:

"Las armas de la Nación Peruana constarán de un, escudo dividido en tres campos, uno azul celeste, a la derecha, que llevará una VICUÑA mirando al interior; otro blanco a la izquierda, donde se colocará el árbol de la QUINA; y otro rojo inferior y más pequeño en que se verá una CORNUCOPIA derramando monedas, significándose con estos símbolos, las preciosidades del Perú en los tres reinos naturales. El escudo tendrá por timbre una corona cívica vista de plano; e irá acompañada en cada lado de una bandera y un estandarte de los colores nacionales, señalado más adelante”.

El autor del Escudo fue el diputado por Lima y Presidente del Congreso, José Gregorio Paredes.

Nacimiento de Bolivia

Grabado que representa una de las sesiones del Congreso de Chuquisaca, que decidió la creación de Bolivia.

Consumada la independencia del Alto Perú en 1825, esta región quedó en la disyuntiva de incorporarse a las Provincias Unidas de Río de la Plata (pues había formado parte del Virreinato del Río de la Plata) o de mantener la adhesión al Perú (pues había retornado al Virreinato del Perú en 1809, por obra del virrey José Fernando de Abascal). Los partidarios para su anexión a uno u otro eran numerosos. Surgió entonces una tercera posición que encarnaba la idea de que el Alto Perú debía de formar una república nueva.

En esta situación, el Congreso Peruano, en asamblea del 23 de febrero de 1825, acordó dejar en libertad a los altoperuanos para que resolvieran lo conveniente. Lo propio hizo el Congreso de Río de la Plata. El mariscal Antonio José de Sucre, que había asumido el gobierno en el Alto Perú, convocó a un Congreso en Chuquisaca, empezando las deliberaciones el 10 de julio de 1825. El 6 de agosto del mismo año, dicho Congreso acordó casi por unanimidad la independencia del Alto Perú, que en adelante se llamaría República Bolívar. El Libertador, que poco después llegó en paseo triunfal, aprobó el nacimiento del nuevo Estado y a petición de los mismos altoperuanos, les empezó a redactar su primera Constitución, la misma que sometió para su aprobación al Congreso. El nombre de la flamante república, quedó definitivamente establecida como "Bolivia". La Constitución, denominada Vitalicia, pues contemplaba un Presidente de carácter vitalicio (que debía ser el mismo Bolívar) fue sancionada el 6 de noviembre de 1826 y Sucre salió elegido como primer Presidente de la República, cargo que aceptó por solo dos años.

El frustrado Congreso Peruano de 1826

El 20 de mayo de 1826, Bolívar expidió un decreto en Arequipa convocando a un Congreso General, que se reuniría en Lima el 10 de febrero de 1826, es decir, a un año exacto de la prórroga de sus facultades dictatoriales. Su intención era que este Congreso aprobase para el Perú la misma Constitución que se discutía en Bolivia. La elección de los miembros del Congreso correspondía, según lo establecido en la Constitución de 1823, a los Colegios Electorales de provincias, compuesto por los electores de las parroquias. Pese a la presión del gobierno, fueron elegidos algunos diputados liberales y antibolivarianos, entre los que destacaban los representantes de Arequipa, los clérigos Francisco Xavier de Luna Pizarro y Francisco de Paula González Vigil. Esto provocó la ira de Bolívar, que en carta dirigida a Antonio Gutiérrez de La Fuente (entonces prefecto de Arequipa) se quejó de los «malditos diputados» que había enviado su jurisdicción, pidiéndole que hiciera algo por cambiarlos. Presionado por la reacción de Libertador, el Consejo de Gobierno desconoció las credenciales de aquellos diputados, quedando así amputada la minoría liberal.

Finalmente, el Congreso no llegó a reunirse y solo se quedó en las Juntas Preparatorias, pues los mismos diputados solicitaron a Bolívar que aplazara la convocatoria hasta el año siguiente. Bolívar aceptó complacido, diciendo que prefería la opinión del pueblo a la opinión de los sabios, en lo concerniente a la aprobación de la Constitución.

La Constitucion Vitalicia

La llamada Constitución Vitalicia redactada por Bolívar para Bolivia, se trataba, en realidad, de una adaptación, con algunas enmiendas, de la Constitución Napoleónica del año VIII. Reconocía la división de cuatro poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral.

El Ejecutivo, estaba integrado por un Presidente vitalicio con facultad de designar a su sucesor; un Vice-presidente y tres ministros. El Legislativo, residía en tres cámaras: Tribunos, Senadores y Censores. El Poder Judicial, se ejercía por la Corte Suprema y demás tribunales de justicia. El Electoral, estaría compuesto por electores nombrados por ciudadanos en ejercicio.

Esta Carta Política fue sometida también al Perú, pero como el Congreso de 1826 no logró reunirse, fue sometida su aprobación a los Colegios Electorales de la República, que así lo hicieron, excepto el de Tarapacá.

Planes federativos de Bolívar

Monumento en la ciudad de Panamá en honor al Libertador Simón Bolívar por el Centenario del Congreso Anfictiónico.

El más caro deseo de Bolívar era la de reunir a todos los Estados americanos en una sola gran confederación, para lo cual convocó al Congreso de Panamá que se instaló el 22 de junio de 1826. Sin embargo, este primer paso para lograr la unidad americana fracasó estrepitosamente. Entonces, al verse contrastado por la realidad, Bolívar se limitó a su plan mínimo, que era el de reunir solamente a los pueblos liberados por él, para lo cual esbozó dos planes, a saber:

  • La Federación Perú-Boliviana.— En realidad la Constitución Vitalicia, jurada tanto en Bolivia como en el Perú, no era sino un paso para realizar la federación de ambos pueblos. Ya antes, a mediados de 1826, el Perú había enviado a Bolivia a Ignacio Ortiz de Zevallos con el encargo de firmar el tratado de federación, lo que se efectuó el 31 de diciembre del mismo año, con el nombre de Federación Boliviana, que tendría como Jefe Vitalicio a Bolívar y un Congreso General con nueve diputados por cada Estado. Se acordó también gestionar la inclusión de Colombia en la Federación. Este tratado no llegó a ser aprobado por el Congreso del Perú.
  • La Federación de los Andes.— Aunque no llegó a precisar bien este proyecto, el sueño evidente de Bolívar era reunir a todos los pueblos que había liberado (Venezuela, Cundinamarca o Colombia, Perú y Bolivia), en un solo gran Estado del cual él sería supremo gobernante vitalicio. Este proyecto originó también fuerte resistencia y terminó por fracasar cuando Colombia se negó a aprobar la Constitución Vitalicia y, por consiguiente, a integrar la Federación de los Andes.

Oposición a la dictadura bolivariana

Los más enconados opositores a la dictadura de Bolívar fueron los liberales peruanos, uno de cuyos líderes era el clérigo Luna Pizarro, que fue desterrado a Chile. En general, en el país se desencadenó una reacción contra el Libertador y contra las tropas colombianas, lo cual se hacía más visible entre los antiguos partidarios de Riva Agüero y los oficiales argentinos que habían venido con San Martín. No era para menos, pues los colombianos actuaban como tropas de ocupación, cometiendo tropelías y pillajes contra la población, sumado al desprecio con que trataban a sus pares peruanos del ejército. El descontento entre las tropas peruanas se evidenció con la sublevación de dos escuadrones del regimiento Húsares de Junín, en Huancayo, que terminó con el fusilamiento del teniente Silva; y con una conspiración en Lima, que culminó con la ejecución de teniente Aristizabal.

Un suceso luctuoso aumentó más la animadversión hacia Bolívar: la ejecución de Juan de Berindoaga, noble limeño, acusado injustamente de traición. Bolívar hizo oídos sordos a los pedidos de perdón para Berindoaga, permitiendo su fusilamiento, que se consumó en la Plaza Principal de Lima, el 15 de abril de 1826. Al aparecer, Bolívar quiso con este hecho escarmentar a la aristocracia limeña, que le era desafecta.

La oposición se extendió aun hasta la patria del Libertador, Venezuela, donde el guerrillero general José Antonio Páez, se sublevó y proclamó la separación y autonomía de esa región. En Colombia el movimiento era similar, puesto que el vicepresidente Francisco de Paula Santander se opuso a la aprobación de la Constitución Vitalicia y a los planes de federación. Todo ello convenció al Libertador a retirarse del Perú y retornar a su patria.

Retiro de Bolívar del Perú

El 1º de setiembre de 1826, el mismo día en que se celebraba el tercer aniversario de su llegada al Perú, anunció Bolívar su retiro definitivo, mas al ruego insistente de algunas damas de la sociedad limeña, prometió quedarse, pero el 3 de ese mes se embarcó en el bergantín Congreso, rumbo a la Gran Colombia, donde calmó los ánimos, aunque por breve tiempo.

El Consejo de Gobierno

Con el retiro de Bolívar del Perú, no terminó la influencia bolivariana en este país, ya que quedó en el mando supremo el Consejo de Gobierno presidido por el general Andrés de Santa Cruz y apoyado por las fuerzas colombianas al mando del general Jacinto Lara. La misión fundamental de este Consejo, por encargo de Bolívar, era la promulgación de la Constitución Vitalicia.

El 9 de diciembre de 1826, conmemorando el segundo aniversario de la Batalla de Ayacucho, fue jurada solemnemente, en ambas repúblicas, Perú y Bolivia, la llamada Constitución Vitalicia, como Ley Fundamental para los dos países, a cuya cabeza se encontraba la figura suprema del Libertador, como gobernante vitalicio. En Lima la ceremonia fue opaca, en medio de la indiferencia y el rechazo popular. Se dice que se arrojaron monedas a los presentes, obligándoles a que gritaran «¡Viva la Constitución! ¡Viva el Presidente vitalicio!». Pero algunos burlonamente respondieron: «¡Viva la plata!».

La sublevación de enero de 1827. Fin de la influencia bolivariana

La oposición al régimen bolivariano se hacía cada día más fuerte e insistente debido, principalmente, a la acción de los liberales. En medio de ese ambiente caldeado, los mismos soldados colombianos acantonados en Lima, descontentos por el incumplimiento en sus pagos, se amotinaron el 26 de enero de 1827, apresando a Lara y a otros oficiales. Esto fue aprovechado por los liberales peruanos dirigidos por Manuel Lorenzo de Vidaurre y Francisco Javier Mariátegui, para salir a las calles, incitando a los ciudadanos a reunirse en Cabildo Abierto para pronunciarse contra el régimen vitalicio. El Cabildo, reunido el día 27, tomó medidas trascendentes: abolió la Constitución Vitalicia (al considerar que había sido aprobada de manera ilegal por los colegios electorales, pues estos carecían de facultades para ello), restauró la Constitución de 1823 y acordó llamar a Santa Cruz, que se encontraba en Chorrillos, para que se hiciera cargo del nuevo gobierno, con la exigencia de reunir en el plazo de tres meses a un Congreso Constituyente, que debería elegir al presidente del Perú y sancionar una nueva Constitución. Santa Cruz así lo prometió y asumió el gobierno peruano.

El 30 de enero de 1827, el general Jacinto Lara y los demás jefes colombianos se embarcaron rumbo a su patria. En el mes de marzo lo hicieron el resto de sus tropas. La influencia bolivariana en el Perú llegó así a su fin.

Gobierno de la Junta de Gobierno (1827)

El general Andrés de Santa Cruz, presidente de la Junta de gobierno de 1827.

Quedó instalada una Junta de Gobierno, presidida por Santa Cruz e integrada por Manuel Lorenzo de Vidaurre, José de Morales y Ugalde, José María Galdeano y el general Juan Salazar.

En cumplimiento con el acta del Cabildo, Santa Cruz decretó el 28 de febrero de 1827, la convocatoria de un Congreso General Constituyente, con arreglo a la carta constitucional de 1823, y cuya misión sería decidir sobre la Constitución a implantarse, así como la elección del Presidente de la República. Se dio cumplimiento a la convocatoria sin dificultades, pues el pronunciamiento de Lima fue secundado pacíficamente en el resto del país y las tropas colombianas se retiraron de igual manera, de vuelta a su patria.

Instalación del Congreso Constituyente

El Congreso General Constituyente del Perú (el segundo de la historia republicana peruana) se instaló el 4 de junio de 1827, con 83 diputados elegidos por provincias, incluyendo a Maynas (territorio que ya por entonces reclamaba Bolívar como parte de la Gran Colombia). Su primer presidente fue el clérigo liberal Francisco Xavier de Luna Pizarro. En armonía con el decreto que le diera origen, este Congreso derogó la Constitución Vitalicia, repuso en parte la Constitución de 1823 e inició la discusión de una nueva carta política.

Elección del Presidente José de la Mar

El mismo día 9 de junio en que fue instalado el Congreso, este aprobó una ley por el cual se arrogaba la potestad de elegir al Presidente y al Vicepresidente de la República, en propiedad y no provisionalmente, ya que, según su punto de vista, así convenía a la seguridad de la República. Luna Pizarro impulsó la candidatura del mariscal José de La Mar, pues lo veía como un militar idóneo para el gobierno republicano, por ser una persona desafecta al militarismo y al caudillaje. La Mar había sido elegido diputado por Huaylas, pero se hallaba entonces en Guayaquil, como Jefe Político y Militar de dicha plaza (perteneciente a la Gran Colombia). Otro grupo de diputados auspició la candidatura del general Andrés de Santa Cruz. Pero sorpresivamente, Luna Pizarro anunció que ese mismo día, 9 de junio, se haría la elección en sesión permanente. La Mar triunfó con 58 votos, mientras que Santa Cruz obtuvo 29. Este último quedó muy disgustado con este resultado, que consideró ilegal, convirtiéndose así en opositor del nuevo gobierno.

Gobierno de José de la Mar (1827-1829)

José de La Mar, Presidente de la República del Perú (1827-1829). Fue el primer mandatario constitucional del Perú libre ya de toda influencia extranjera.

La Mar, que se hallaba en Guayaquil, fue informado de su elección, debiendo entonces partir hacia el Perú. Se dice que lo hizo de mal grado, pues detestaba el poder; aunque posiblemente también por su salud delicada (sufría al parecer de un mal hepático). Mientras duraba su llegada, asumió el mando interino el vicepresidente Manuel de Salazar y Baquíjano. El 22 de agosto asumió por fin La Mar sus funciones como Presidente Constitucional del Perú.

El gobierno de La Mar fue el primero del Perú libre de toda influencia extranjera. Ya desde sus primeros meses, tuvo que sofocar tres conspiraciones:

  • La primera (diciembre de 1827), donde aparecieron complicados el jurista Manuel Lorenzo de Vidaurre (uno de los sostenedores de la candidatura de Santa Cruz) y el guerrillero Ignacio Quispe Ninavilca.
  • La segunda, promovida por el coronel Alejandro Huavique (23 de abril de 1828), fue sofocada por el entonces sargento mayor Felipe Santiago Salaverry, quien dio muerte al conspirador.
  • La tercera (mayo de 1828), dio origen a la dispersión de numerosos oficiales en apartadas guarniciones de provincia.

Estas conspiraciones fueron atribuidas a las intrigas de Santa Cruz, el cual fue alejado del país nombrándosele ministro plenipotenciario en Chile. Pero se ha dicho que todos estos complots no eran sino episodios de una conspiración más vasta y profunda, en la cual se hallaban comprometidos, además de Santa Cruz, los generales Agustín Gamarra (prefecto del Cuzco) y Antonio Gutiérrez de la Fuente (prefecto de Arequipa). Estos formaron una especie de triunvirato, cuyo propósito era la caída de La Mar, meta que momentáneamente aplazaron, a raíz de los conflictos con Bolivia y la Gran Colombia. Poco después, Santa Cruz fue nombrado Presidente de Bolivia, hacia donde partió, con previa autorización del gobierno peruano. En dicho país, Santa Cruz realizaría una gran obra administrativa, aunque continuó intrigando contra el gobierno peruano. Ya por entonces tenía en mente su plan de una Federación Perú-Boliviana, que años después haría realidad.

Por si fuera poco, La Mar tuvo también que enfrentar una peligrosa sublevación de los iquichanos, indígenas de la provincia de Huanta. Estos aún luchaban a favor del rey de España y el 12 de noviembre de 1827 asaltaron y tomaron Huanta. Luego, avanzaron amenazadoramente sobre Huamanga pero fueron contenidos, y tras una cruenta campaña fueron finalmente sometidos.

Obras y hechos importantes

Primer esbozo de Presupuesto

El ministro encargado de Hacienda, José de Morales y Ugalde, presentó al Congreso una extensa memoria de todo lo hecho dentro de su ramo en el pasado gobierno y una relación de las entradas y gastos públicos en 1827. Los ingresos calculados fueron de 5.203.000 pesos y los egresos de 5.152.000, dando un saldo o sobrante de 51.000 pesos. Pero este presupuesto no llegó a ser aprobado por el Congreso.

Promulgación de la Constitución liberal de 1828

El Congreso Constituyente dio la Constitución liberal de 1828, la segunda que tuvo la República del Perú, cuya promulgación y juramento público se dispuso para el día 5 de abril de 1828, lo que debió ser postergado para el día 18 de ese mes, por haber ocurrido el 30 de marzo un tremendo terremoto en Lima que dejó a la ciudad casi en ruinas. Y aunque sus bases fueron tomadas de la Constitución de 1823, fue enriquecida con normas que la experiencia aconsejó incluir.

  • En lo civil puso término a ciertos rezagos de la vida colonial, a saber: empleos hereditarios, mayorazgos, vinculaciones y privilegios. Se abolió la tortura y las penas infamantes y solo hubo pena de muerte en los casos de homicidio calificado.
  • En lo político estableció: la elección indirecta del presidente y el vicepresidente, para un período de cuatro años, inmediatamente renovable; cámaras de senadores y diputados, cuya renovación se efectuaría cada dos años por tercios y mitades, respectivamente; creación de un Consejo de Estado, al cual se encargaba la misión de observar y asesorar al poder ejecutivo; creación de las Juntas Departamentales, como medio de satisfacer y atenuar las tendencias federalistas. Pero una disposición importantísima fue la autorización al Presidente de la República para suspender las garantías constitucionales e investirse de facultades extraordinarias, por un tiempo determinado y con cargo de informar al Congreso acerca de las medidas adoptadas durante el ejercicio de dichas facultades.
  • Ofreció el fomento de las industrias y la educación, la realización de estadísticas, la civilización de los indígenas y el apoyo a la inmigración, entre otras buenas intenciones que poco o nada llegarían a materializarse.

Invasión de Bolivia y el Tratado de Piquiza

Bolivia se hallaba todavía bajo la órbita grancolombiana, con el mariscal Sucre a la cabeza como Presidente. Sucedieron por entonces varios movimientos rebeldes en dicho país, en uno de los cuales resultó herido el mismo Sucre en la cabeza y en el brazo derecho, logrando huir penosamente a refugiarse en el palacio presidencial. Obligado por las circunstancias, Sucre tuvo que delegar el poder en su Presidente del Consejo de Ministros, general José María Pérez de Urdininea. Gamarra, que tenía bajo su mando el poderoso ejército peruano del Sur y sin contar con la autorización del Congreso peruano, invadió Bolivia el 1º de mayo de 1828, con la manifiesta intención de salvar a dicho país de la amenaza de la anarquía y proteger la vida de Sucre, aunque su verdadera intención era expulsar a los grancolombianos y poner punto final al predominio bolivariano en dicho país. Tras un paseo triunfal por territorio boliviano, sin apenas hallar resistencia, firmó con el gobierno de Urdininea el Tratado de Piquiza (6 de julio de 1828), en el cual se acordó, entre otras cosas, el retiro de las tropas grancolombianas de Bolivia y la renuncia a la presidencia por parte de Sucre. Este hecho fue muy importante para el Perú, pues se eliminaba así un peligroso frente ante la guerra inminente contra la Gran Colombia.

Guerra contra la Gran Colombia

El mayor problema internacional que tuvo que enfrentar La Mar fue precisamente el enfrentamiento bélico con la Gran Colombia, encabezada por el Libertador Bolívar.

Causas

Las relaciones del Perú con la Gran Colombia se habían deteriorado debido en parte a las diferencias fronterizas que mantenían ambos países (La Mar reclamaba Guayaquil, mientras que Bolívar pretendía las provincias peruanas de Tumbes, Jaén y Maynas), pero más que nada por la finalización de la influencia bolivariana en el Perú y la revocación de la Constitución Vitalicia en 1827, hechos que disgustaron a Bolívar, pues veía como su proyecto federativo continental se desmoronaba. Su furia hacia el Perú aumentó aún más cuando se produjo la ocupación peruana de Bolivia en 1828 y la expulsión de Antonio José de Sucre, hecho que puso también fin a la influencia bolivariana en ese país.

El ambiente tenso fue caldeado aún más por la prensa de ambos países, que se hicieron mutuas provocaciones e injurias. El Perú expulsó de Lima al diplomático colombiano Cristóbal Armero, mientras que en Bogotá no se recibió al diplomático peruano, José Villa, a quien se le extendieron sus pasaportes. En respuesta, el 17 de mayo de 1828, el Congreso del Perú autorizó al presidente La Mar a tomar las medidas militares del caso.

Seguidamente, Bolívar, tras una violenta proclama en la que incitaba a los grancolombianos del sur a marchar a la frontera, declaró la guerra al Perú el 3 de julio de 1828. La Mar aceptó el reto y movilizó el ejército y marina peruanas contra la Gran Colombia. Dejó como encargado del mando en Lima al vicepresidente Manuel Salazar y Baquíjano.

Campaña marítima

La marina peruana, al mando del almirante Martin Guise, procedió a bloquear la costa pacífica grancolombiana, en agosto de 1828. La flota peruana resultó victoriosa en los combates de Malpelo y Las Cruces. Luego procedió a asediar el puerto artillado de Guayaquil. Durante la lucha, falleció el mismo Guise, al explotar una granada en la cubierta de la fragata Presidente que comandaba (22 de noviembre de 1828). Le sucedió en el mando el segundo jefe de la escuadra, José Boterín, quien logró finalmente acallar las defensas de Guayaquil, obteniendo su rendición el 19 de enero de 1829. Las tropas peruanas ocuparon Guayaquil el 1 de febrero de 1829, al mando del capitán Casimiro Negrón. La campaña marítima fue, pues, un triunfo para el Perú. No ocurriría lo mismo con la campaña terrestre.

Campaña terrestre

El ejército peruano, al mando del mismo La Mar, ocupó la provincia de Loja, en el sur grancolombiano (actual Ecuador).

Otra división del ejército peruano a órdenes del mariscal Agustín Gamarra marchó desde el sur del Perú hasta el teatro de las operaciones, con el propósito de auxiliar a La Mar. Ambos planearon tomar la ciudad de Cuenca, que era el lugar de nacimiento de La Mar. Las fuerzas peruanas sumaban en total 4.500 soldados.

Mientras tanto, Bolívar (que no pudo ir en persona al teatro de operaciones debido a una rebelión en Colombia), ordenó al mariscal Antonio José de Sucre que desde Quito organizara la defensa del Sur de Colombia.

Los dos jefes peruanos, La Mar y Gamarra, no coordinaron bien sus movimientos y Sucre, actuando con su característica habilidad, en la madrugada del 13 de febrero de 1829 sorprendió el parque de artillería peruano en el pueblo de Saraguro y lo destrozó. A continuación, el mismo Sucre, al frente del grueso de su ejército (4.500 hombres), acorraló y derrotó a una división de vanguardia del ejército peruano (integrada por unos 1.000 soldados) en el lugar denominado Portete de Tarqui, cerca de Cuenca (27 de febrero de 1829). Dicha división peruana se hallaba aislada del grueso de su ejército, y pese a que poco después acudieron en su auxilio fuerzas al mando de La Mar y Gamarra, estas no pudieron restablecer la batalla y optaron por retirarse, tomando posiciones defensivas. Los grancolombianos intentaron perseguir a los peruanos, pero al ser rechazados por los Húsares del Perú, se aferraron también a sus posiciones.

Tarqui fue un revés para los peruanos pero no una derrota decisiva. Cada ejército quedó dueño de su terreno y esperaban que al día siguiente se reiniciara la lucha y se librara la batalla definitiva. La batalla final no se libró, pues La Mar, viendo que su situación era insostenible (se le agotaban sus municiones así como no podía maniobrar en ese territorio, muy accidentado), aceptó negociar con el adversario. Fue así como al día siguiente, 28 de febrero, se firmó el Convenio de Girón, por el cual se establecía el retiro de las tropas peruanas del territorio colombiano que habían ocupado (es decir Guayaquil y Loja). De ese modo, los grancolombianos reconocían implícitamente como peruanas a las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas, al no reclamarlas en ese momento.

Pero sucedió entonces que Sucre, al redactar el parte de guerra y el decreto de premios para los vencedores de Tarqui, tuvo expresiones que fueron consideradas falsas y ofensivas por los peruanos. Mandó, por ejemplo, que en el campo de batalla se erigiera una columna en la que se debía leer en letras de oro lo siguiente:

“El ejército peruano de ocho mil soldados que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro mil bravos de Colombia el veinte y siete de febrero de mil ochocientos veinte y nueve”.

La Mar protestó en carta que dirigió a Sucre. Aclaró que el ejército peruano sólo sumaba 4.500 hombres y no 8.000; que en Tarqui fue derrotada nada más que la vanguardia peruana, la cual llegaba apenas a 1.000 hombres; que en vano el ejército peruano esperó el ataque final del ejército grancolombiano, luego que los Húsares del Perú rechazaran la carga del batallón colombiano Cedeño. También señaló la valiosa y decisiva contribución peruana en las batallas de Junín y Ayacucho, como respuesta al reproche velado de que el Perú se mostraba desagradecido ante sus “libertadores”. De otro lado, protestó contra el accionar de los oficiales grancolombianos, que fusilaron a un buen número de los prisioneros peruanos, y enrolaron a la fuerza a otro grupo de cautivos. Por todo ello, La Mar decidió suspender el Convenio de Girón hasta que se retiraran los agravios y se corrigieran los excesos.

Derrocamiento

La Mar estaba pues, dispuesto a continuar la guerra, pero fue entonces cuando un grupo de sus propios oficiales lo tomaron preso en Piura, en la noche del 7 de junio de 1829. Dichos militares portaban una carta de Gamarra para La Mar, donde aquel le pedía su renuncia. La Mar se negó a hacerlo, y de inmediato fue trasladado al puerto de Paita, donde en la madrugada del día 9 fue embarcado junto con el coronel Pedro Bermúdez y seis esclavos negros, en una miserable goleta llamada "Las Mercedes", con destino a Costa Rica. Allí fallecería el 11 de octubre de 1830.

Las razones que arguyó Gamarra para dar este golpe de estado fueron las siguientes: el hecho de ser La Mar un “extranjero” en el Perú (lo cual era falso, pues La Mar era peruano tanto por voluntad propia como de acuerdo a ley) y que su elección por el Congreso había nacido de un arreglo tramado por Luna Pizarro (lo cual es discutible).

En Lima, el general Antonio Gutiérrez de la Fuente, aliado de Gamarra, se encargó de derrocar al encargado del mando, Manuel Salazar y Baquíjano, asumiendo el poder interinamente.


Referencias

  1. Basadre 2005, tomo 1, p. 36.
Bibliografía
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  • Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú. Tomo VI. Emancipación (1816-1825). Tercera Edición. Editor Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1981. ISBN 84-499-4818-5

Véase también