Andrés Avelino Cáceres

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Andrés Avelino Cáceres


Presidente Constitucional de la República del Perú
3 de junio de 1886-10 de agosto de 1890
VicepresidenteRemigio Morales Bermúdez
Aurelio Denegri
Predecesor Antonio Arenas (Presidente del Consejo de Ministros)
Sucesor Remigio Morales Bermúdez

10 de agosto de 1894-20 de marzo de 1895
VicepresidenteCésar Canevaro
Cesáreo Chacaltana
Predecesor Justiniano Borgoño
Sucesor Manuel Candamo Iriarte (Presidente de la Junta de Gobierno)

Información personal
Nombre de nacimiento Andrés Avelino Cáceres Dorregaray Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 4 de febrero de 1833 Ver y modificar los datos en Wikidata
Ayacucho (Perú) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 10 de octubre de 1923 Ver y modificar los datos en Wikidata (90 años)
Lima (Perú) Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cripta de los Héroes Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Peruana
Familia
Cónyuge Antonia Moreno Leyva
Hijos Zoila Aurora Cáceres Moreno, Rosa Amelia Cáceres y Lucila Hortensia Cáceres
Información profesional
Ocupación Militar
Rango militar
Partido político Partido Constitucional

Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (* Ayacucho, 4 de febrero de 1833 - † Lima, 10 de octubre de 1923) fue un militar y político peruano que luchó en la Guerra del Pacífico y fue Presidente Constitucional del Perú en dos ocasiones: de 1886 a 1890 y de 1894 a 1895. Hablaba español y quechua, por lo que tuvo gran influjo sobre la población indígena de su país.

En el Perú es considerado un héroe nacional, por haber liderado como general del ejército peruano la resistencia en la sierra central contra la ocupación de Chile durante la guerra del Pacífico (1879-1883). Es el patrono del Arma de Infantería del Ejército Peruano. Fue conocido por sus soldados como Taita Cáceres, mientras que los chilenos le apodaron El Brujo de los Andes, debido a que siempre burló las maniobras envolventes planeadas con mucho celo por los generales chilenos, y porque actuaba con tanta fluidez que parecía estar presente en todas partes.

Después de la guerra con Chile, incursionó activamente en la política, fundando su propio partido, el Constitucional. Se enfrentó al presidente Miguel Iglesias, quien había firmado el tratado de paz con Chile con cesión territorial, desatándose una guerra civil. Una vez más, Cáceres demostró su estrategia militar al poner fuera de juego al ejército principal de Iglesias en la localidad de Huaripampa (sierra central peruana), acción que se conoce como la “huaripampeada” (1884). A continuación atacó Lima, donde sus fuerzas cercaron en el Palacio de Gobierno a Iglesias. Éste renunció a la presidencia en 1885, siendo sucedido por un gobierno provisional, el mismo que convocó elecciones en las que ganó abrumadoramente Cáceres. En este primer gobierno constitucional, de 1886 a 1890, Cáceres tuvo que llevar adelante la Reconstrucción Nacional, especialmente en el campo de la recuperación económica. Puso fuera de curso el billete fiscal o papel moneda, muy devaluado entonces; creó impuestos nuevos; intentó la descentralización tributaria; y para solucionar el problema de la enorme deuda externa firmó el Contrato Grace por el cual entregó los ferrocarriles a los acreedores. Volvió a la presidencia en 1894, en unas cuestionadas elecciones, que provocaron en su contra la formación de la Coalición Nacional, integrada por los demócratas y civilistas, encabezados por Nicolás de Piérola; se desató una sangrienta guerra civil que culminó con el asalto de los coaligados a Lima, ante lo cual Cáceres renunció y partió al exilio, en 1895. Volvió al Perú en 1899 y siguió participando en la política. Apoyó al presidente Augusto B. Leguía en su ascenso al poder en 1919, el mismo año en que el Congreso le ascendió a Mariscal.

Primeros años

Según investigaciones de Jorge Guillermo Leguía, nació el 4 de febrero de 1833 y no el 10 de noviembre de 1836, como tradicionalmente se había venido afirmando.[1]​ No obstante, todavía algunos sostienen esta última fecha, habida cuenta que durante las dos presidencias de Cáceres fue siempre celebrada como la fecha de su onomástico, lo que se abonaba aún más por ser el día de San Andrés Avelino, pues presumiblemente su nombre fue escogido del santoral. Aunque otras fuentes aseguran que el segundo nombre del héroe era Alfredo.

Sus padres fueron Domingo Cáceres y Oré, hacendado de Ayacucho, y Justa Dorregaray Cueva, hija del coronel español Demetrio Dorregaray. Por la línea materna estaba emparentado con Catalina Huanca[2]​ (1543-1637), princesa inca-huanca, hija de Machu Apu Alaya, curaca de Atun Jauja (hoy Jauja, Concepción y Huancayo), y descendiente por vía materna del inca Huáscar. Esta Catalina Huanca fue una de las damas más acaudaladas y respetables de su tiempo; se decía que conocía los sitios donde se hallaban enterrados los fabulosos tesoros del templo de Pachacámac, que los indígenas habían puesto a resguardo de la voracidad de los españoles. Esta leyenda del “tesoro de Catalina Huanca” todavía se mantiene viva.

Cáceres cursó sus primeros estudios en el Colegio San Ramón de Ayacucho, su ciudad natal. En 1854 abandonó sus estudios e ingresó como cadete en el batallón Ayacucho organizado por el general Fermín del Castillo. Arrastrado por la pasión revolucionaria, se sumó a la rebelión liberal dirigida por el mariscal Ramón Castilla contra el presidente José Rufino Echenique, la cual terminó con la derrota de este último en la batalla de La Palma (5 de enero de 1855). En esta acción, Cáceres fue herido en un pie y por su actuación destacada fue ascendido a subteniente. En 1857 ascendió sucesivamente a teniente graduado y teniente efectivo.

Toma de Arequipa de 6 a 7 de marzo de 1858, donde el entonces teniente Andrés A. Cáceres resultó herido en el rostro.

Entre 1856 y 1858 apoyó activamente el gobierno de Ramón Castilla contra la rebelión de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa, formando parte de la segunda compañía del batallón Ayacucho durante la guerra civil. Participó en las batallas de Yumina, Bellavista (Arequipa) y en el asalto final de Arequipa, entre el 6 y el 7 de marzo de 1858, por lo que fue ascendido a capitán. Durante este último combate, fue herido bajo el ojo izquierdo, lo que no comprometió su vista, pero le quedó una cicatriz que le cruzaba el párpado y le encerraba dicho ojo, dándole apariencia de tuerto.[3]

A pesar que aún tenía la herida abierta, fue uno de los primeros en marchar a la campaña contra el Ecuador (1859-1860). Luego fue enviado a Francia como adjunto a la legación peruana encabezada por Pedro Gálvez Egúsquiza, estancia que aprovechó para someterse a diversos tratamientos médicos. A su regreso en 1862, integró la plana mayor del batallón Pichincha Nº 3 acantonado en Huancayo, al que organizó sus cuadros de reclutas y se trasladó con ellos a Lima. Luego fue ascendido a sargento mayor graduado en 1863.

En 1870, se casó en Ayacucho con Antonia Moreno Leyva con quien tuvo tres hijas: la escritora Aurora Cáceres, Rosa Amelia Cáceres y Lucila Hortensia Cáceres.

Guerra contra España

Durante esos años se hizo famoso por su abierta oposición al gobierno del presidente Juan Antonio Pezet, que había permitido la ocupación de las islas Chincha por una Expedición Científica Española a través del Tratado Vivanco-Pareja en 1865. Por sus críticas fue exiliado a Chile con otros muchos oficiales, pero todos ellos consiguieron regresar al Perú, desembarcando en el puerto sur de Mollendo y se unieron a la Revolución Restauradora del Honor Nacional encabezada por el coronel Mariano Ignacio Prado contra el gobierno de Pezet.

Durante la campaña ascendió sucesivamente a mayor efectivo y a teniente coronel graduado en 1865. Participó en la ocupación de Lima y más tarde, ya con Prado como Dictador, en el combate del Dos de Mayo de 1866 contra la Escuadra Española del Pacífico en El Callao. Aquí estuvo al mando de 46 hombres y 30 voluntarios en el fuerte Ayacucho, desde el cual puso fuera de combate a las fragatas Villa de Madrid y Berenguela. En el parte respectivo, el coronel José Joaquín Inclán, jefe de las baterías del Norte, destacó su desempeño, calificándolo de “resuelto”.[4][5]

Defensor de la legalidad

En 1868 decidió abandonar la carrera militar y regresar a Ayacucho para dedicarse a la agricultura. Pero en 1872 retornó al servicio, oponiéndose al golpe de estado del coronel Tomás Gutiérrez contra el presidente José Balta, originado por el descontento de un sector del ejército por la elección de Manuel Pardo y Lavalle, el primer presidente civil del Perú y el fundador del influyente Partido Civil, que habría de desempeñar un importante papel en la historia política peruana.

Su respaldo al presidente Pardo le ganó la simpatía de los líderes civilistas y fue nombrado subjefe del Batallón Zepita, acuartelado en San Francisco, en Lima. Fue en esta circunstancia cuando alcanzó súbita notoriedad, al reprimir personalmente una rebelión de varios sargentos de su batallón. Durante tres cuartos de hora y al frente de un retén de soldados, se batió a disparos con los amotinados, y él mismo mató de un certero tiro de revólver al cabecilla de la rebelión.[6]​ Esta actuación le valió su ascenso a teniente coronel efectivo, en noviembre de 1872. Con el mismo batallón marchó hacia Tarma y Chanchamayo para superar la desmoralización y entrenar a sus soldados en trabajos de colonización. En 1874 fue uno de los encargados de sofocar la revolución de Nicolás de Piérola, que fue derrotado en la batalla del Alto de Los Ángeles, en Moquegua. Por esta acción fue ascendido a coronel graduado, en 1875.

Reteniendo el mando del Batallón Zepita, asumió la prefectura y la comandancia militar del departamento del Cuzco, cargo que desempeñaba al estallar la guerra con Chile.

Descripción

Cáceres, junto a su esposa Antonia Moreno y sus hijas Zoila, Hortensia y Rosa.
Cáceres era alto, delgado, ancho de hombros, de aspecto imponente, de rostro enjuto y blanco, ojos grises y casi negros y una permanente cicatriz en el párpado derecho, cabello castaño, largo, poblado y entrecano y espesas patillas "a la austriaca", pues se afeitaba la barba desde el labio inferior hasta la garganta. Para la guerra en el interior tenía extraordinarias condiciones. Su salud robusta, lograba soportar las incesantes marchas a través de largas distancias por cordilleras, desiertos, quebradas y barrancos, así como las peores privaciones, y por ella llegó a veces a alimentarse con la más extrema frugalidad. Incansable en su actividad, valiente en la lucha, eficaz en el comando, tenaz ante el infortunio, luchó con los chilenos y también con la escasez de recursos, con los rigores de la naturaleza, con la saña de las facciones políticas, no sólo en guerra declarada como primero ocurriera con tropas de García Calderón, luego de Piérola, y por último, de Iglesias, sino también en hostilidad aleve, como en el caso de los políticos de Arequipa. Conocía el idioma indígena y con él sabía inspirar devoción y coraje a sus soldados. Solían llevar ellos los sombreros o kepis con funda encarnada y cubrenuca blanca, origen del famoso kepí rojo, más tarde cantado por el poeta Ricardo Rossel.[7]

Guerra del Pacífico

Campaña del Sur

Batalla de Tarapacá. La pintura representa al entonces coronel Cáceres, en el extremo derecho, dirigiendo la captura de los cañones enemigos.

Tras el comienzo de la Guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879, Cáceres fue enviado a la cabeza del Batallón Zepita en defensa del Departamento de Tarapacá. Fue nombrado comandante de la 2.ª. División del Ejército del Sur y ascendió a coronel efectivo en octubre de 1879. Luchó contra el ejército chileno en la defensa de Pisagua y en las batallas de San Francisco (19 de noviembre de 1879) y Tarapacá (27 de noviembre de 1879). En esta última su intervención fue decisiva para organizar la defensa y contraataque, lo que selló la victoria peruana. Tras coronar la altura donde se atrincheraban los chilenos, logró capturarles varios de sus cañones, después de varias horas de lucha.

Al no poder llevarse los pertrechos chilenos, las tropas peruanas optaron por retirarse al norte, desocupando Tarapacá hasta llegar a Tacna. Allí, a Cáceres se le confió la vigilancia del litoral situado en las inmediaciones de Ilo. Luego fue trasladado a Tacna, donde el comando dispuso una concentración de fuerzas, cooperando en la reorganización del Ejército del Sur del Perú. Dicho ejército fue desplegado alrededor de la ciudad de Tacna con el objetivo de unir fuerzas con el ejército boliviano que era dirigido por el presidente de Bolivia en persona, el general Narciso Campero. Sin embargo, la inestabilidad política originada por el golpe de estado de Nicolás de Piérola contra Mariano Ignacio Prado obstaculizó las acciones de Cáceres, retrasando las acciones de la fuerza conjunta contra los chilenos.

El ejército chileno desembarcó mas al norte de Tacna, entre Ilo y Pacocha, sin hallar oposición; desde allí atacaron a las posiciones peruanas. Se libró la batalla del Alto de la Alianza o de Tacna, el 26 de mayo de 1880, donde Cáceres, otra vez al frente de batallón Zepita, tuvo una notable participación. Combatió con tanto ardor y con gran riesgo de vida que sufrió la pérdida de dos caballos, y cuando la derrota era ya definitiva, reunió a los soldados dispersos y cuidó el orden de la retirada. Propuso reforzar la plaza de Arica, pero el comando dio por terminada la campaña y Cáceres se encaminó a Lima, donde llegó en agosto de 1880.

Campaña de Lima

Retrato del general Andrés Avelino Cáceres. Obra del pintor Nicolás Palas, año 1894.

Cáceres fue nombrado comandante de la 5º división de la reserva, entrenando a sus tropas en Huaral. Por el camino iba reclutando los restos del ejército peruano junto a civiles que armaba. En octubre de 1880 fue reconocido como coronel efectivo.

El dictador Piérola ordenó la defensa de Lima. En el sur de la capital, formó dos líneas defensivas extensas: la de San Juan, compuesta por trincheras y que iba desde el Morro Solar hasta Monterrico Chico, y la de Miraflores, que era la línea de reductos, que iba desde Armendáriz hasta el camino a Chosica. Esperando un ataque por el norte, Piérola marchó con un fuerte contingente de tropas al balneario de Ancón, dejando disminuido al ejército de Cáceres.

Las tropas chilenas al mando de Baquedano habían desembarcado en Pisco y Curayacu, a tres millas al sur de Chilca. Sin posibilidad de recibir refuerzos, y con las tropas chilenas desplegándose por el sur, las fuerzas peruanas, en su mayoría integrada por civiles, esperaron el ataque del enemigo a la capital.

Cáceres participó en la batallas de San Juan el 13 de enero de 1881, y tuvo que retirarse a Miraflores luego de haber sufrido fuertes pérdidas con lo que le quedaban de sus hombres. Chorrillos y Barranco fueron incendiados, y según testimonios, parte de la tropa chilena se entregó a la embriaguez y a la reyerta. Esa misma noche Cáceres y César Canevaro insistieron en avanzar hacia Chorrillos, al frente cinco mil o más soldados peruanos, para hacer un ataque sorpresa a los chilenos. Piérola se negó a autorizar esta operación que consideró muy riesgosa. Aunque Cáceres, en sus memorias, insiste en sostener que se perdió una oportunidad única para infligir al enemigo un grave revés, lo cierto era que, descontando a los soldados chilenos ebrios e indisciplinados (quienes, según cálculos del historiador Carlos Dellepiane, no sobrepasaban el número de dos mil[8]​), el grueso del ejército chileno se hallaba a cubierto de una sorpresa.[9]​ No obstante, este episodio ha alimentado la leyenda negra contra Piérola, al cual algunos achacan exclusivamente la derrota peruana por haber tomado, supuestamente, malas decisiones en el transcurso de la guerra.

Dos días después, el ejército chileno venció la línea de Miraflores, donde Cáceres sufrió la perforación del fémur derecho. Acudió a un puesto ambulatorio en San Carlos, y se escondió en la celda del padre superior del Convento de San Pedro. El 15 de abril de 1881, todavía convaleciente, salió de Lima a fin de no ser capturado, dirigiéndose hacia Jauja, en la sierra central, donde inició la resistencia contra los chilenos, organizando unidades de ejército regular.

El 26 de abril de 1881 el Presidente Piérola le nombró "Jefe Político y Militar de los Departamentos del Centro de la República". Por su parte, la Asamblea Nacional reunida en Ayacucho lo ascendió a General, por su heroísmo en la participación de las cinco batallas en que le tocó actuar: San Francisco, Tarapacá, Tacna, San Juan y Miraflores. Poco después, se le ofreció la presidencia de la república, la que no quiso aceptar, pues juzgó conveniente respaldar al presidente Francisco García Calderón Landa, confinado en Chile.

Campaña de la Breña

Con fuerza y mucho carisma, Cáceres pudo levantar a las poblaciones de la cordillera para resistir la invasión chilena, especialmente gracias al apoyo completamente beligerante de la Iglesia peruana, dirigidas desde el Convento de Santa Rosa de Ocopa. Estableció como su centro de poder el valle del Mantaro y a Ayacucho como su reserva. En su momento máximo tuvo más de 3.000 hombres a su mando, que denominó como el Ejército del Centro.[10]​ Era, efectivamente, un ejército orgánico, compuesto, en parte, de veteranos, sirviéndose de los guerrilleros solo como tropas de choque. No obstante, los chilenos no quisieron reconocerle a sus fuerzas esa categoría y a lo largo de la lucha persistieron en calificarlas de guerrillas o montoneras, y como tales, fuera de las formalidades de la guerra.[11]

Buena parte de los soldados de Cáceres estaban armados de rejones, lanzas y hondas; también eran expertos en el empleo de galgas que hacían rodar desde lo alto de los cerros sobre los pasos estrechos y desfiladeros.

A lo largo de esta campaña, Cáceres fue apodado “el Brujo de los Andes”, apelativo debido a que, a pesar de la mayor cantidad de los soldados enemigos, se enfrentó a ellos en múltiples combates sin ser nunca capturado o muerto. Se hacía perseguir por terrenos difíciles hasta alturas insoportables para los adversarios, quienes caían víctimas del soroche; otra argucia que usaba era poner las herraduras de los caballos de forma inversa para despistar al ejército chileno.

Fotografía captada en el estudio Cosme Rodrigo & Co. hacia 1880, donde se aprecia a Cáceres (primero de la izquierda, sentado) junto a Ramón Zavala, Remigio Morales Bermúdez, César Canevaro y Francisco de Mendizábal, así como un militar no identificado.

a) Primera expedición contra Cáceres.- Los chilenos enviaron contra Cáceres una primera expedición, muy confiados de obtener un triunfo rápido sobre sus “montoneras”. El encargo fue dado a la División del teniente coronel Ambrosio Letelier, que logró llegar hasta la ciudad de Huancayo. En todo su trayecto, los soldados de Cáceres hostilizaron a estas tropas, logrando, además, arrebatarles el cupo de dinero y víveres que habían obtenido en Huancayo. Ante su impotencia para derrotar a los "breñeros", el contralmirante Patricio Lynch (gobernador chileno de la ocupación) ordenó el regreso a Lima de la División Letelier. Este fue el primer fracaso chileno contra Cáceres.

Letelier demoró en retornar a Lima. En el trayecto destacó a una de las compañías del Regimiento Buín 1° de Línea en la hacienda Sangrar (en la provincia de Canta) y de propiedad de Norberto Vento), con el objeto de reaprovisionarse y descansar. Avisado el coronel peruano Manuel de la Encarnación Vento, que se encontraba en las cercanías, avanzó con sus tropas reforzadas por 50 guerrilleros canteños. Con esta fuerza logró sorprender a los chilenos y librar el 26 de junio de 1881 el encarnizado combate de Sangrar, a 4.400 msnm, donde Vento y sus hombres triunfaron.[12]​ Como algunos chilenos se refugiaron en la iglesia y las casas del pueblo, éstas fueron incendiadas. Ante esta forma de guerra, sumado a los estragos de las enfermedades, a Letelier solo le quedó apresurar la retirada, cargando con los restos de su maltrecha División. El departamento de Junín quedó libre de chilenos.

b) Segunda expedición contra Cáceres. Pucará, Marcavalle y Concepción.- Cáceres estableció su cuartel en Tarma, donde organizó nuevos batallones y se armó con cuatro piezas Krupp de retrocarga. Luego y de forma sucesiva estableció su cuartel en Chicla, Matucana y finalmente en Chosica, muy cerca de Lima, en octubre de 1881. Ante ello, Lynch organizó una segunda expedición, mucho más poderosa que la anterior. La dividió en dos divisiones, una a su propio mando, de 3.000 hombres, que avanzaría hacia Canta y atacaría a Cáceres por la retaguardia; la otra, de 1.500 hombres, bajo el mando del coronel Pedro Gana, que marcharía vía ferrocarril hacia Chicla, para atacar al adversario frontalmente. Era principios de 1882. Lynch trataba así de ejecutar la clásica maniobra envolvente, pero falló ante la habilidad del jefe peruano, que se retiró, oportunamente, hacia Tarma. Ante esta situación, Lynch decidió volver a Lima, encomendando al coronel Gana la persecución de Cáceres, para lo cual reforzó su destacamento hasta completarlo en 3.000 hombres. Gana, por su parte, dejó el mando de la división al coronel Estanislao del Canto, y volvió también a Lima.

De Tarma, Cáceres pasó a Jauja y de allí a Huancayo, donde pasó revista a sus tropas, que sumaban 1.300 hombres. Mientras tanto, Del Canto iba a su encuentro. Cáceres optó entonces por retirarse más al interior, pero al avanzar hacia Pucará se encontró con las fuerzas chilenas. Se produjo entonces el Primer Combate de Pucará (5 de febrero de 1882). Si bien inicialmente los chilenos creyeron tener éxito, se encontraron luego con una segunda línea de combate separada de ellos por una quebrada de difícil acceso, donde no podía maniobrar su caballería. Pronto descubrieron una tercera línea de fuego que los atacaba desde una altura dominante. Se produjeron una serie de combates escalonados. Fatigadas sus tropas, Del Canto ordenó la retirada hacia Sapallanga y luego hacia Huancayo, mientras que Cáceres continuó ordenadamente su marcha hacia Ayacucho.[13]​ Durante el combate, Cáceres, gracias a su guardia personal, se salvó de una arremetida que para matarlo había desplegado un escuadrón de caballería enemiga.[14]

De Pucará, Cáceres marchó por Acostambo, Huancavelica y Acobamba, y de allí a Julcamarca donde una terrible tempestad mermó sus fuerzas considerablemente, quedando reducido a 400 hombres, famélicos y harapientos. No obstante, continuó su marcha hacia Ayacucho. Se enteró que el coronel Arnaldo Panizo, subordinado suyo, se hallaba cerca de Ayacucho; éste militar se había negado a entregarle sus tropas, las cuales sumaban 1.700 hombres. A pesar de contar con menos fuerzas, Cáceres atacó a Panizo en Acuchimay, triunfando e incorporando esas tropas a su ejército (22 de febrero de 1882).

En Ayacucho, Cáceres se reorganizó durante algunos meses y logró reunir un ejército de 4.000 hombres, con quienes salió nuevamente en campaña, en junio de 1882, rumbo hacia el valle del Mantaro, haciendo previamente movimientos de observación e incentivando a las guerrillas lugareñas a atacar al enemigo. Muchos pueblos de la región se le sumaron alborozados pues la ocupación chilena se había hecho odiosa por sus exacerbados abusos y sus demostraciones de racismo hacia el hombre andino.

Cuando estuvo listo, Cáceres preparó un avance sobre las guarniciones chilenas de Marcavalle y Pucará, que se produjo el 9 de julio de 1882. Los peruanos atacaron por tres frentes: por la izquierda Tafur, por el centro Secada y por la derecha el propio Cáceres. Se produjo el segundo combate de Pucará y el combate de Marcavalle. La resistencia chilena solo duró 15 minutos; luego entraron en acción los guerrilleros indígenas y los chilenos fueron perseguidos hasta Sapallanga. Simultáneamente, entre el 9 y 10 de julio, la guarnición chilena de Concepción (que se hallaba al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto), sufrió el ataque de los guerrilleros indígenas de Comas (al mando del coronel Juan Gastó), librándose el combate de Concepción, donde fueron exterminados los chilenos. A todas estas acciones se les conoce globalmente como el triple triunfo de Cáceres en Pucará-Marcavalle-Concepción.

Los chilenos retrocedieron hacia Huancayo, donde se hallaba el grueso de su división, y el día 11 de julio emprendieron la retirada a toda prisa, pasando por Jauja y Tarma, rumbo a Lima. El 19 de julio Cáceres ingresó triunfante en Tarma, cuando ya los chilenos se habían retirado. Coincidentemente, seis días antes, al otro extremo del Perú, los pobladores de Cajamarca se levantaron contra los abusos de una expedición chilena a la cual derrotaron en la sangrienta batalla de San Pablo, triunfo que no tuvo mayor significado que el de ser una singular gesta cívica protagonizada por los cajamarquinos, que luego sufrieron una feroz represalia chilena.[15]

Comprendiendo Cáceres que sus enemigos debían retroceder en fuga y cargados de enfermos, ordenó al coronel Tafur que se adelantase para destruir el puente de La Oroya, ya que así quedaría cortado el camino hacia Lima. Pero Tafur no cumplió con la orden dada y Cáceres no pudo acabar con la estropeada División Del Canto, la que logró pasar por el puente de La Oroya en fuga salvadora hacia Lima. De todos modos, la segunda expedición chilena contra Cáceres había fracasado rotundamente: el número de bajas chilenas llegó a casi el 20% de la división; la mayoría por enfermedad y sólo 175 muertos en combate, con centenares de enfermos de tifus, viruela, paludismo y otras enfermedades contraídas en la sierra. Muchos “breñeros” exhibían con orgullo las cabezas y restos mutilados de los soldados chilenos. Por segunda vez, el departamento de Junín quedó libre de invasores chilenos.[16]

Por entonces, los chilenos presionaban al presidente García Calderón (entonces confinado en Chile) a que firmara la paz con cesión territorial. Las mismas presiones sufría el contralmirante Lizardo Montero, el vicepresidente establecido en Arequipa. Ambos mandatarios rechazaron tales exigencias, pero sucedió entonces el llamado Grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, proclamado por el general peruano Miguel Iglesias, jefe de las tropas del norte, quien consideraba necesario firmar ya la paz, incluso con cesión territorial, antes que los chilenos continuaran destruyendo lo poco valioso que quedaba en el Perú. Cáceres rechazó tal planteamiento y anunció su voluntad de continuar la lucha.

c) Tercera expedición contra Cáceres. Huamachuco.- Los chilenos, viendo en Cáceres un obstáculo para finalizar la guerra, en abril de 1883 organizaron una tercera expedición contra el ejército de la Breña, esta vez mucho más poderosa que las anteriores, que reunía a 12.000 soldados, que mezclaban a veteranos con reclutas de los nuevos batallones enviados del sur, pero mejor equipados que sus enemigos. Así, sobre Canta marchó la División León García con 2.000 hombres; al mismo tiempo la División Del Canto se adelantó sobre Sisicaya con 1.500 soldados; luego, la División Urriola con 3.000 regulares se dirigió por el valle del Rímac; la División Gorostiaga caminó hacia Cajamarca con 2.600 hombres; y finalmente, rumbo a Huaraz se dirigió la División Arriagada compuesta de 3.000 soldados.

Mientras tanto, Cáceres decidió movilizarse hacia el norte para reforzar su posición y además para debilitar a Iglesias. El 1 de junio de 1883 llegó a Huánuco. Luego, atravesó el Callejón de Huaylas, cruzó la Cordillera Blanca, por un abra de 4800 msnm, subiendo después de la laguna de Llanganuco; de bajada, Vaquería, Seccha, Acobamba y llegó a Pomabamba, con dirección Norte hasta Huamachuco.

Después de la batalla de Huamachuco, los chilenos procedieron a realizar el repase (ultimación) de heridos y el fusilamiento de prisioneros peruanos.

El 10 de julio de 1883, las fuerzas de Cáceres se enfrentaron a la división chilena del coronel Alejandro Gorostiaga en la batalla de Huamachuco. El ejército de Cáceres se dividía en dos: el Ejército del Centro, comandado por el coronel Francisco de Paula Secada, y el Destacamento del Norte, comandado por el coronel Isaac Recavarren. Según la versión oficial chilena, las tropas peruanas ascendían a unos 3.800 hombres, mientras que las fuerzas de Gorostiaga no pasaban de 1.500 a 1.600, la mayoría reclutas. Según la versión de Cáceres, las fuerzas de los chilenos sumaban de 2.000 a 2.200 hombres, mientras que las tropas peruanas no pasaban de 2.000, habiendo sido mermadas considerablemente con las deserciones, la larga marcha y las enfermedades.[17]​ Los chilenos se parapetaron en el cerro Sazón, mientras que Cáceres ocupó la altura del Cuyurga y de otros cerros situados frente al Sazón; ambas posiciones se hallaban separadas por la pampa de Purrubamba. La batalla empezó muy de mañana, cuando dos compañías chilenas bajaron del Sazón y avanzaron por la pampa hasta llegar al pie del Cuyurga, siendo rechazados por los peruanos; una y otra vez el avance de los chilenos se repitió infructuosamente, generalizándose así la lucha, mientras se producía un cañoneo de una a otra altura. Cuatro horas después, las huestes de Cáceres eran dueñas de la pampa y se hallaban al pie de las pendientes del Sazón. Cáceres ordenó entonces bajar la artillería a la llanura para atacar con ella al desmoralizado enemigo y precipitar su desbande; la victoria parecía inminente, pero fue entonces cuando a los soldados peruanos se les acabaron las municiones, a lo que se sumaba la falta de bayonetas, indispensable para la lucha de cuerpo a cuerpo. Los chilenos aprovecharon esta situación e iniciaron un contraataque a bayoneta, apoyados por su caballería, la cual desbarató el transporte de las piezas de artillería. Luego de cinco horas y media de lucha, Cáceres fue derrotado.[18]

d) Cuarta expedición contra Cáceres.- Si bien se ha dicho que Huamachuco significó el fin de la guerra, lo cierto es que Cáceres no se dio por vencido y marchó hacia Ayacucho, dispuesto a organizar un nuevo Ejército de la Breña.

Desde Huancayo el comando chileno envió contra Cáceres una cuarta expedición, bajo el mando de Martiniano Urriola, quien en su marcha hacia Ayacucho fue atacado incesantemente por las guerrillas huantinas, motivando bárbaras represalias de parte del jefe chileno (setiembre de 1883). Urriola entró por fin en Ayacucho, mientras Cáceres se retiraba a Andahuaylas para organizar su nuevo ejército.

Ante el peligro de no poder conseguir víveres y forraje, en noviembre Urriola retornó a Huancayo; en el trayecto volvió a sufrir el acoso de los guerrilleros ayacuchanos.[19]​ Por su parte, Cáceres salió de Andahuaylas al frente de su nuevo ejército y emprendió la persecución de Urriola, pasando por Ayacucho y Huancavelica, hasta llegar a Tarmatambo (cerca de Tarma). Allí se enteró que la paz con Chile ya era un hecho consumado: el gobierno peruano encabezado por Miguel Iglesias había firmado el Tratado de Ancón el 20 de octubre del mismo año, reconociendo la derrota y dando por terminada la guerra con Chile. Los chilenos recibieron la orden de abandonar la sierra central y replegarse a Lima.

A pesar de todo, Cáceres persistió en su resistencia y estableció su cuartel general en Huancayo; su esperanza radicaba en el llamado Ejército del Sur, estacionado en Arequipa y bajo el mando de Lizardo Montero. Pero dicho ejército se disolvió sin disparar un tiro y fue entonces cuando Cáceres vio perdida toda posibilidad de ganar la guerra. Aun así, mantuvo algún tiempo su cuartel en Huancayo, sin que los chilenos se arriesgaran a penetrar en la sierra. Patricio Lynch envió a su secretario, el doctor Armstrong, como delegado para instar a Cáceres a un arreglo, a base de que reconociese el Tratado de Ancón, a lo cual el general peruano respondió:

El gobierno chileno ha conseguido todo lo que ha querido; ahora debe retirar sus tropas para dejar libre al Perú, a no ser que pretenda dominarlo con la fuerza, lo cual no conseguirá, salvo el caso de que convierta al país en un cementerio; pues mientras me quede un hombre con su rejón flameará en alguna puna el pabellón nacional y continuaré luchando.[20]

Repatriadas las fuerzas chilenas, quedó entre los peruanos el germen de la guerra civil.

La guerra civil de 1884-1885

Aunque Cáceres terminó por reconocer el Tratado de Ancón como hecho consumado, mantuvo su rebeldía contra el gobierno de Iglesias lo que motivó a que se originara una guerra civil entre peruanos, ante la consternación mundial que no entendía que eso pudiera ocurrir tras finalizar la sangrienta guerra con Chile. Los partidarios de Cáceres se llamaban los “rojos” y los de Iglesias los “azules” por el color del gorro o kepí militar. En una primera fase, Cáceres atacó Lima, el 27 de agosto de 1884, pero fue rechazado. Se retiró entonces hacia el interior y reorganizó sus fuerzas. Las fuerzas gobiernistas, confiadas en su superioridad, partieron a combatirle. Entonces Cáceres sacó a relucir sus dotes de estratega y mediante una maniobra militar conocida como la “huaripampeada”, engañó a las fuerzas de Iglesias atrayéndolas hacia las vecindades de Jauja (sierra central) y dejándolas allí aisladas, mientras él y sus fuerzas marchaban a Lima. Iglesias fue cercado en Palacio de Gobierno; viendo que el descontento hacia su gobierno era generalizado, renunció el poder el 3 de diciembre de 1885 y pasó al exilio. Se hizo cargo del poder el Consejo de Ministros, presidido por Antonio Arenas, quien se encargó de convocar a elecciones generales.

Elecciones presidenciales de 1886

A los tres días de instalado el Consejo de Ministros ordenó la realización de elecciones populares. La postulación de Cáceres a la presidencia fue hecha por su partido, el Constitucional, tras el que se ocultó el Partido Civil. Y es que la oligarquía, al no poder tomar directamente el poder, tuvo que secundar a un caudillo militar para conquistarlo. La candidatura de Cáceres no tuvo rivales; solo el Partido Demócrata de Piérola formó la oposición, aunque sin lanzar candidatos. La elección de Cáceres fue pues inevitable.

Primer gobierno (1886-1890)

Andrés A. Cáceres, presidente del Perú.

Cáceres asumió el mando el 3 de junio de 1886. Su mandato (de cuatro años, según la Constitución de 1860) significó la liquidación de la situación caótica originada por la guerra y a la vez el restablecimiento de la paz interna. Fue entonces cuando se sentaron las bases de la Reconstrucción Nacional.

En lo que respecta a la política interna, Cáceres gobernó con el apoyó de su partido, el Constitucional (integrado por sus amigos y partidarios), así como del Partido Civil. El Partido Demócrata no lo apoyó, pero tampoco le hizo oposición, porque según declaración de su jefe Nicolás de Piérola, la nación necesitaba paz para la reconstrucción, aunque ya al finalizar el gobierno, Piérola sería apresado. Una característica de este régimen fue la inestabilidad ministerial (hubo en total diez consejos de ministros) debido a la amenaza de censura aplicada destempladamente por una minoría parlamentaria, de tendencia liberal, que también obstruyó por mucho tiempo la aprobación de importantes medidas, como la firma del Contrato Grace, por lo que acabó por ser expulsada del Parlamento y reemplazada.

Un acontecimiento importante fue el discurso de Manuel González Prada en el Teatro Politeama en 1888, en el que expresó una crítica feroz al pasado republicano y sus líderes, entre ellos Cáceres, y reveló su profundo espíritu antichileno. Una frase de este discurso se ha mantenido en la memoria de los peruanos: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». González Prada fundó el partido Unión Nacional, que se constituyó en la extrema izquierda del espectro político de entonces.

Punto trágico de este gobierno fue el sometimiento de las guerrillas campesinas indígenas en armas desde la Guerra con Chile, y que se oponían a volver al control de los terratenientes blancos. Cáceres envió contra ellos a las tropas del nuevo ejército peruano, los cuales derrotaron a los rebeldes, los mismos que hacía pocos años atrás habían sido “breñeros” al lado de Cáceres.

Aspecto económico

En el aspecto económico, los problemas más urgentes eran los siguientes:

  • La existencia de grandes cantidades de billete fiscal o papel moneda emitido desde 1878 con la garantía del Estado y que por entonces estaban muy devaluados.
  • La falta de recursos para cubrir las necesidades de la Nación.
  • La existencia de una cuantiosa deuda externa que tenía quebrado el crédito del Perú en el extranjero.

El gobierno de Cáceres encaró este problema de la siguiente manera:

  • Desaparición del billete fiscal.- En 1884 el billete fiscal en circulación ascendía a más de 120 millones en soles e incas; este billete se hallaba enormemente devaluado. En 1886, el primer año del gobierno de Cáceres, reapareció la moneda metálica de plata, aunque se mantuvo el curso del billete fiscal cuya conversión en metálico se dispuso; para entonces un sol plata equivalía a 21.8 soles en billetes. Una de las medidas fue autorizar que hasta un 20 % del impuesto de aduanas fueran pagados en billetes, lo que solo estimuló la ola especulativa. Mientras tanto, el billete se fue depreciando mucho más; a fines de 1887 un sol plata valía de 28 a 35 soles en billetes. Vista la desconfianza general, a principios de 1888 el gobierno ordenó que todas las oficinas públicas recibieran entradas sólo en metálico. Los billetes fiscales dejaron así de circular oficialmente y en 1889 se permitió que fueran canjeados con títulos de la deuda pública interna, medida que solo benefició a los grandes especuladores, más no a la gran masa de la población que de un momento a otro se vio en posesión de billetes que ya no valían nada.
  • Reorganización hacendaria.- Anteriormente, los ingresos del Estado provenían mayoritariamente del guano y el salitre, pero estos ya eran cosa del pasado. Ahora, las rentas de las aduanas se convirtieron en la principal fuente de recursos. Para hacer frente a los gastos del presupuesto la política económica del gobierno siguió dos caminos paralelos: hacer economías y crear nuevos impuestos. Los egresos de la Nación se redujeron a seis millones y medio de soles, con igual suma de gastos. Se crearon los impuestos al consumo del alcohol y el tabaco, el estanco del opio y el impuesto del papel sellado.
  • Descentralización fiscal.- Para una mejor recaudación e inversión de las rentas del Estado, se estableció la descentralización fiscal, esto es, que las rentas del Estado fueron divididas en generales, para los gastos del Estado, y en departamentales, destinadas a satisfacer las necesidades del departamento. Para recaudar y vigilar la inversión de las rentas de cada departamento se crearon Juntas Departamentales, formadas por representantes del gobierno y de las Municipalidades. Sin embargo, los resultados de esta descentralización no respondieron a las expectativas del gobierno. Uno de los impuestos que generaron más descontento en la población andina fue el de la contribución personal, que recordaba al tributo indígena colonial abolido por Ramón Castilla en 1855.
El presidente Cáceres y su gabinete Denegri. De izquierda a derecha, se ve a los ministros Adolfo Villagarcía (Justicia), Aurelio Denegri (Gobierno), un personaje no identificado, el presidente Cáceres, Ántero Aspíllaga (Hacienda), Isaac Alzamora (RR.EE.), otro personaje no identificado, y Elías Mujica (Guerra y Marina).
  • Cancelación de la deuda externa. El Contrato Grace.- Después de la guerra con Chile el Perú quedó con una cuantiosa deuda externa proveniente de los empréstitos de 1869, 1870 y 1872, que llegaba a la enorme suma de 51 millones de libras esterlinas, lo cual resultaba imposible de pagar. Los acreedores amenazaban con requisar al Perú sus exportaciones, si es que no se avenía a transar un acuerdo, por lo que urgía una salida. Por otro lado, el estado de deterioro de los ferrocarriles y la necesidad de fuertes capitales para restaurarlos y construir otros era de suma urgencia. A fines de 1886, el irlandés Michael P. Grace, en nombre de los acreedores extranjeros reunidos en un "Comité Inglés de Tenedores de Bonos de la Deuda Externa del Perú", presentó al gobierno de Cáceres el proyecto de un convenio para cancelar la deuda. La propuesta era que el Estado peruano cediera a los acreedores toda su maquinaria ferroviaria y las vías férreas, pero aún más: la entrega de tres millones de toneladas de guano (que al final se redujeron a dos), la cesión de dos millones de hectáreas en la selva central, el libre uso de los muelles a los que llegaban los ferrocarriles, incluida la libre navegación por el lago Titicaca, y 33 anualidades de 80.000 libras esterlinas. Lo primero que podría parecer desventajoso para el interés de la nación peruana era la entrega de los ferrocarriles, pero al estar estos inconclusos o deteriorados, la idea se tornaba viable, pues los acreedores se comprometían a ponerlos en servicio, así como ampliar algunas líneas, para lo cual realizarían las inversiones necesarias. No obstante, hubo un amplio debate en el Perú si era pertinente aceptar el contrato, y en el Congreso se fue prorrogando su aprobación, hasta que el gobierno hizo vacar a los congresistas recalcitrantes y nombrar a otros, logrando así la aprobación en octubre de 1889. Los bonistas ingleses crearon la compañía The Peruvian Corporation para la explotación de los ferrocarriles durante 66 años, según lo estipulado en el contrato. Además, se comprometían a concluir los tramos ferroviarios de Chicla-La Oroya (ferrocarril central) y Juliaca-Santa Rosa (ferrocarril del sur), y a construir 70 kilómetros más de cualquier otro ferrocarril.

Aspecto internacional

  • En 1887 la República del Ecuador revivió su plan de 1857 de ceder como pago a sus acreedores británicos grandes extensiones de tierras en la Amazonía peruana. La diplomacia peruana logró detener este proyecto y firmó con dicho país, el 1 de agosto de ese mismo año, un convenio por el cual la cuestión de límites fue sometida al arbitraje del Rey de España. En 1889, el comisionado especial del Perú en España, José Pardo y Barreda, presentó al Rey español el Alegato del Perú, notable estudio jurídico de la cuestión que desde entonces fue el baluarte de la defensa peruana en ese pleito de límites. Pero representantes del gobierno de Cáceres quisieron resolver de manera directa el asunto y suscribieron con el gobierno ecuatoriano en Quito el Tratado García-Herrera (2 de mayo de 1890), por el cual el Perú cedía Tumbes y una gran parte de Maynas al Ecuador. El Congreso ecuatoriano se apresuró a aprobar dicho tratado, pero el Congreso peruano, bajo presión de los representantes amazónicos, puso como condición hacer modificaciones en la línea trazada, lo que fue del desagrado del Ecuador. La solución del diferendo continuó entonces bajo el arbitraje de la corona española
  • El Perú participó en un Congreso de Representantes Americanos que se reunió en Washington el que, como culminación de sus actividades, firmó un Tratado de Arbitraje, que se consagró como principio del derecho internacional. Se realizó también en Lima un Congreso Sanitario.

Origen del problema de La Brea y Pariñas

El problema de la explotación del petróleo en el yacimiento de La Brea y Pariñas, y que demandó la atención de casi todos los gobiernos peruanos hasta los años 1960, se originó inmediatamente después de la guerra con Chile, cuando se discutía el Contrato Grace. Dicho yacimiento pertenecía entonces a Genaro Elguero, y en la medición que se hizo en 1888 para el pago del impuesto correspondiente, se determinó erróneamente que solo abarcaba 10 pertenencias, determinándose el impuesto en solo 150 soles al semestre (15 soles por pertenencia). En 1890 el yacimiento pasó en arrendamiento a la empresa anglonorteamericana London Pacific Petroleum Co., por 99 años, operándose de esta manera la penetración del capitalismo inglés en la naciente industria petrolífera.

Otras obras y hechos importantes

Otras obras y hechos importantes del primer gobierno del general Andrés A. Cáceres fueron los siguientes:

  • Se instauró la educación primaria obligatoria.
  • Se hicieron algunas obras de irrigación en el norte y centro del país.
  • Se crearon Escuelas Talleres en las capitales de Departamentos.
  • Se reabrieron las Escuelas Naval y Militar.
  • Llegó a las costas peruanas la cañonera Lima, de 1790 Ts, uno de las dos navíos de guerra mandados a construir por el gobierno peruano en Kiel en 1880. Fue la primera unidad de la nueva escuadra del Perú, que renacía tras el descalabro de la guerra. La otra cañonera gemela tuvo que ser cedida a los constructores en pago de deudas existentes.
  • Se fundó en Lima el Banco Italiano en 1889 con aporte de capitales de la colonia italiana, institución que ha llegado hasta nuestros días con el nombre de Banco de Crédito del Perú.
  • Se creó la Sociedad Geográfica de Lima (1888).
  • Se fundó la Cámara de Comercio de Lima, en 1888.
  • El 16 de mayo de 1886, se inició el alumbrado eléctrico en Lima, inaugurado en la Plaza de Armas y que se extendió a las calles aledañas.
  • En 1888 se instaló el servicio telefónico en Lima, que luego se extendió al Callao.
  • Se inauguró en 1889 el muelle del puerto de Salaverry, en el departamento de La Libertad.
  • La explotación del petróleo, a cargo de capitales ingleses, tuvo un desarrollo importante en el norte del Perú. En el campo petrolífero de Zorritos, había 9 pozos que daban 250.000 a 300.000 litros de petróleo diarios, hacia 1890. Se obtenía también keroseno, que era de buena calidad.
  • En julio de 1890 llegaron numerosos restos de los héroes peruanos caídos en las acciones de Angamos, Pisagua, San Francisco, Tarapacá, Alto de la Alianza y Arica. Fue en esa ocasión que llegaron los restos de Miguel Grau y de Alfonso Ugarte, siendo sepultados el día 16 de julio en solemne ceremonia en el Cementerio Presbítero Maestro.

Elecciones presidenciales de 1890

Cáceres designó a su vicepresidente y partidario Remigio Morales Bermúdez como su candidato para las elecciones presidenciales programadas para el 13 de abril de 1890. Como contrincante se presentó Francisco Rosas, candidato por el Partido Civil; mientras que Piérola, líder del Partido Demócrata, instó a sus seguidores a que se abstuvieran de votar. Los principales dirigentes demócratas fueron perseguidos y encarcelados, Piérola entre ellos. Contando, pues, con el control total del proceso electoral, Morales Bermúdez resultó electo presidente de la República para el período 1890-1894.

Tras entregar el poder a su sucesor, Cáceres pasó a desempeñarse como ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia.

Segundo gobierno (1894-1895)

Cáceres retornó en 1894, cuando finalizaba el gobierno de Morales Bermúdez, iniciando entonces su campaña electoral para volver a la presidencia. Contaba naturalmente con el apoyo del gobierno. Pero el 23 de marzo de ese año Morales Bermúdez enfermó gravemente y dejó de gobernar; según la Constitución debía asumir el mando el primer vicepresidente Pedro Alejandrino del Solar, pero el Consejo de Ministros no quiso entregarle el poder, ya que Del Solar no le inspiraba confianza, pues se había mostrado contrario al apoyo gobiernista hacia la candidatura de Cáceres.

Morales Bermúdez falleció el 1 de abril, día en que coincidentemente debía celebrarse las elecciones para elegir a su sucesor, las cuales fueron suspendidas. Los caceristas presionaron para que el mando provisional fuera transferido al segundo vicepresidente, Justiniano Borgoño. Así se hizo y la misión del nuevo mandatario era convocar a nuevas elecciones. Pero Borgoño, además de la elección del Presidente, dispuso que se renovara totalmente el Congreso, argumentando que su composición no era representativa y que no gozaba de ninguna autoridad ni prestigio. Esto constituía un acto inconstitucional pues solo se podía renovar el Congreso por tercios. En realidad, Borgoño buscaba allanar el camino para la elección de su líder, el general Cáceres. Este, contando con el apoyo de todo el aparato gobiernista, triunfó y asumió el poder el 10 de agosto de 1894.

La guerra civil de 1894-95

Este nuevo gobierno de Cáceres carecía de legitimidad y popularidad, por lo que era inevitable que surgiera la guerra civil. La oposición la lideró el caudillo Nicolás de Piérola, fundador del Partido Demócrata, que se había unido a los civilistas, formando así la llamada la Coalición Nacional. La bandera de los revolucionarios era la libertad electoral, el fin del militarismo en el gobierno y la abolición de la contribución personal. En las provincias surgieron las montoneras pierolistas y caceristas, que luchaban entre sí. Desde Chincha, Piérola avanzó a Lima donde entró encabezando a sus huestes por la Portada de Cocharcas, el 17 de marzo de 1895. Durante tres días se prolongó la lucha en la capital, a pesar de que los caceristas habían sido forzados a retroceder a Palacio de Gobierno. Se calcula que murieron alrededor de mil personas, cuyos cadáveres quedaron insepultos, amenazando con desatar una epidemia. Frente a tal situación, el cuerpo diplomático se reunió y logró una tregua de 24 horas entre los dos bandos para sepultar los cuerpos. La paz fue prorrogada, y Cáceres, al ver que la mayoría del país estaba en su contra, renunció y salió al extranjero. Finalizó así la guerra civil, que propició la ascensión de Nicolás de Piérola, inaugurándose un nuevo período en la historia republicana del Perú (La República Aristocrática).

Post presidencia

La Tumba de Andres Avelino Cacéres en Cementerio Presbítero Maestro.

Luego de vivir en Buenos Aires de 1895 a 1899, Cáceres regresó al Perú y residió en Tacna y Arica. Como jefe del Partido Constitucional tuvo ingerencia en la política nacional durante la llamada República Aristocrática. Fue ministro plenipotenciario en Italia (1905-1909) y Alemania (1911-1914) y, de vuelta una vez más en el Perú, presidió la convención de partidos que en 1915 designó a José Pardo y Barreda como candidato a la presidencia de la República. Pero desde 1918 conspiró contra este gobernante y apoyó el golpe de estado de Augusto B. Leguía, que ocurrió el 4 de julio de 1919.

La Asamblea Nacional, por ley Nº 4009 del 10 de noviembre de 1919, en reconocimiento a su brillante conducción de la campaña de la resistencia contra Chile, le confirió el grado de Mariscal del Perú, asignándole una renta anual. Sus últimos días los vivió retirado en el balneario de Ancón. Su muerte y entierro dieron lugar a toda una jornada de duelo nacional.

Memorias

Su valioso testimonio de guerra lo trasmitió a su hija, Zoila Aurora, y al comandante Julio C. Guerrero. La primera los dio a conocer en La campaña de la Breña (1927) y el segundo utilizó esos testimonios para publicar La guerra entre el Perú y Chile (Madrid, 1924) y Memorias del general Cáceres (Berlín, 1924 y Lima, 1973).

Legado

En el Perú, Cáceres es visto como un símbolo de la resistencia contra Chile, durante la guerra del Pacífico, un héroe que nunca se doblegó y que hasta el último instante organizó fuerzas para mantener viva la resistencia, pese a los reveses. Su figura es ampliamente recordada en la memoria colectiva de los pobladores de la sierra peruana, muchas veces a través de las tradiciones orales legadas por los descendientes de quienes conformaron el Ejército del Centro y las fuerzas guerrilleras de cada pueblo; otras veces mediante variadas manifestaciones culturales y folklóricas, como es el caso de las existentes en los Valles de Yanamarca-Acolla, San Jerónimo de Tunán, Hualhuas, Pucará, Chupaca y Sicaya en el Valle del Mantaro.


Predecesor:
Antonio Arenas
Presidente del Consejo de Ministros
Presidente Constitucional del Perú

3 de junio de 1886 - 10 de agosto de 1890
Sucesor:
Remigio Morales Bermúdez
Presidente Constitucional
Predecesor:
Justiniano Borgoño
2º vicepresidente
Presidente Constitucional del Perú

10 de agosto de 1894 - 20 de marzo de 1895
Sucesor:
Manuel Candamo Iriarte
Presidente de la Junta Gobierno

Referencias

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  2. Basadre 1998, ídem.
  3. Basadre, ídem.
  4. Basadre, ídem.
  5. Basadre, ídem.
  6. Basadre, ídem.
  7. Basadre 1998, pp. 1904-1905.
  8. Basadre 1998, tomo 7, p. 1861
  9. Vargas Ugarte 1984, tomo X, p. 167.
  10. «La Batalla de Huamachuco - La guía de Historia». 
  11. Basadre 1998, p. 1905.
  12. Basadre 1998, p. 1906.
  13. Basadre 1998, p. 1909.
  14. Luna Vargas, 1978, p. 40.
  15. Basadre 1998, p. 1915.
  16. Basadre 1998, p. 1914.
  17. Basadre 1998, pp. 1949-1950.
  18. Basadre 1998, p. 1950-1951.
  19. Basadre 1998, pp. 1958-1959.
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Bibliografía
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  • Chirinos Soto, Enrique: Historia de la República (1821-1930). Tomo I. Lima, AFA Editores Importadores S.A., 1985.
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  • Fonseca, Juan: Un Estado en Formación (1827-1883). Tomo X de la “Historia del Perú” publicada por la Empresa Editora El Comercio S.A, 2010. ISBN 978-612-4069-96-3
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  • Varios autores: Grandes Forjadores del Perú. Lima, Lexus Editores, 2000. ISBN 9972-625-50-8
  • Memorias del Mariscal Andrés A. Cáceres; la guerra del 79 y sus campañas: con otros documentos sobre la campaña de La Breña [Andrés A. Cáceres; edición, ilustración, epigrafes, recopilación documental y notas, Carlos Milla Batres]. Editorial Milla Batres, Lima, 1981.

Enlaces externos