Palacio Real de Nápoles

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Palacio Real de Nápoles
Palazzo Reale di Napoli
Bien cultural italiano

Fachada principal (oeste) del palacio.
Localización
País Italia
Ubicación Nápoles, Italia Italia
Dirección Plaza del Plebiscito (1)
Coordenadas 40°50′10″N 14°14′57″E / 40.836136, 14.249283
Información general
Usos Museo, biblioteca
Estilo Tardorrenacentista, barroco, neoclásico, neobarroco
Primera piedra 1600
Finalización 1616
Inauguración 1734
Remodelación 1837-1846
Propietario Estado Italiano
Detalles técnicos
Plantas 3
Diseño y construcción
Arquitecto Domenico Fontana
Antonio Niccolini
Gaetano Genovese
https://palazzorealedinapoli.org/

El Palacio Real de Nápoles (en italiano: Palazzo Reale di Napoli) es un edificio histórico situado en la plaza del Plebiscito, en el centro histórico de Nápoles. Aunque es en dicha plaza donde se encuentra la entrada principal, existen otros accesos al complejo, que incluye también los jardines y el teatro San Carlos, desde la Piazza Trieste e Trento, la Piazza del Municipio y la Via Acton.

El palacio fue la residencia de los virreyes españoles y luego de la dinastía borbónica durante más de cien años, de 1734 a 1861, primero como reyes de Nápoles y Sicilia (1734-1816) y más tarde como reyes de las Dos Sicilias (1816-1861). Este uso borbónico fue interrumpido solamente durante una década a principios del siglo XIX, con el dominio francés y el gobierno de José Bonaparte y Joaquín Murat (1806-1815). Tras la Unificación italiana (1861) pasó a manos de los Saboya,[1]​ hasta que Víctor Manuel III lo cedió al Estado en 1919. Entonces, el palacio fue abierto al público y su mitad oeste pasó a albergar el museo del Apartamento Real, mientras que la este se convirtió en sede de la Biblioteca Nacional, usos que continúan en la actualidad.

La construcción del Palacio Real comenzó en 1600, hasta alcanzar su aspecto definitivo en 1858. En su edificación y en las posteriores restauraciones han participado numerosos arquitectos de renombre como Domenico Fontana, Francesco Antonio Picchiatti, Ferdinando Sanfelice, Luigi Vanvitelli y Gaetano Genovese.

Historia

Antecedentes

Mapa de Nápoles en el siglo XVI.

Al término de la dominación aragonesa, el Reino de Nápoles entró en los objetivos expansionistas de franceses y españoles: ambas potencias se dividieron el territorio con la firma del tratado de Granada del año 1500. En cualquier caso, el tratado no se respetó y bajo el mando del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba los españoles conquistaron el reino en 1503, dando así inicio al virreinato español.[2]​ Aunque esta época, que tuvo una duración de más de doscientos años, se ha considerado un periodo oscuro y de involución, lo cierto es que la ciudad gozaba de un notable fermento cultural y de una burguesía dinámica, además de una flota mercantil a la vanguardia, capaz de competir con las de Sevilla y Flandes.[3]​ Bajo el mando de Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga se decidió la construcción de un Palacio Virreinal proyectado por los arquitectos Ferdinando Manlio y Giovanni Benincasa. La construcción de dicho palacio empezó en 1543 y se completó poco tiempo después,[4]​ en una época en la que los virreyes dedicaron sus esfuerzos a la reorganización urbanística de las ciudades italianas. Concretamente, en Nápoles, se remodelaron las murallas y los fuertes y se edificaron los denominados Quartieri Spagnoli.[4]

Siglo XVII

Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos.

Cuando Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos, llegó a la ciudad como virrey junto a su esposa, Catalina de Zúñiga,[5]​ decidió construir un nuevo palacio. La argumentación oficial para justificar su construcción era la de honrar a Felipe III de España hospedándolo solemnemente en vista de una inminente visita del monarca que, finalmente, nunca se llegó a efectuar.[6][7]​ Sin embargo, análisis contemporáneos señalan que el virrey sabía que Felipe III no había tenido nunca la intención de trasladarse con su corte a Nápoles y que el palacio en realidad se mandó edificar para satisfacer el deseo del propio virrey.[8]​ La zona elegida para la nueva construcción estaba situada en el extremo occidental de la ciudad, sobre el cerro de Pizzofalcone, en una posición que permitía dominar el puerto y que facilitaría una vía de escape para el rey en caso de ataque enemigo.[9]​ Allí estaría junto al Palacio Virreinal, utilizando, de hecho, una parte de sus jardines.[2]​ La elección de esta ubicación resultó casi obligada puesto que la ciudad estaba en expansión hacia occidente: de esta manera se provocaría, con un edificio de tanta importancia en las proximidades, un aumento del precio de los terrenos en las zonas de Pizzofalcone y de Chiaia.[9]​ El proyecto se confió a Domenico Fontana, considerado en el momento el arquitecto más prestigioso del mundo occidental, que ostentaba el cargo de ingeniero mayor del Reino. Un tiempo antes, sin embargo, Fontana había caído en desgracia, especialmente después de la muerte de Sixto V, papa que le había encargado numerosos trabajos en Roma.[10]​ La primera piedra se puso en 1600,[2]​ en la plaza que, en aquellos años, llevaba el nombre de Piazza San Luigi. El proyecto definitivo del palacio fue publicado por Fontana en 1604 con el título de Dichiarazione del Nuevo Regio Palagio.[11]​ Sin embargo, los planos originales utilizados por el arquitecto para empezar la obra se perdieron y, de hecho, el mismo Fontana se lamentaba de ello:[12]

Domenico Fontana, el arquitecto del palacio.
No he podido mandar a imprimir los diseños de la obra que he hecho en esta ciudad de Nápoles y su reino por falta de tiempo.

En cualquier caso, hay en Roma una planta dibujada por Giovanni Giacomo De Rossi, con seguridad anterior a 1651, que muestra como habría tenido que ser el palacio según la primera voluntad del arquitecto. Parece que, de todas formas, el diseño original no se diferenciaba demasiado del que fue su aspecto definitivo, aunque durante su construcción se realizaron innegables modificaciones.[13]​ En este diseño eran igual tanto la fachada como los espacios del lado meridional, mientras que, a lo largo del lado que daba al mar, se debía haber edificado una construcción con forma de C.[13]​ Este diseño fue tan popular que, a pesar de que el palacio estaba todavía en construcción, en la prensa de la época solía representarse tal y como era en el proyecto en lugar de como se estaba construyendo. Sin embargo, de dicho proyecto se realizó solo el lado occidental; el brazo oriental no fue construido y la zona central no se completó hasta 1843.[13]​ Domenico Fontana estaba tan entusiasmado con el proyecto que se le había encargado que hizo inscribir sobre dos columnas de la fachada:[12]

Domenicus Fontana Patricius Romanus
Eques Auratus comes palatinus inventor
Juan Alonso Pimentel de Herrera, bajo cuyo mandato se ralentizaron las obras del palacio.

El estilo arquitectónico que desarrolló el arquitecto era tardorrenacentista, con patio central y logia interior en el primer piso, adecuando así el proyecto a las exigencias de la época; es decir, a una función de ostentación más que de residencia fortificada.[2]​ Tenía además una amplia plazoleta situada justo delante del palacio para los desfiles militares y los eventos públicos. Las obras se desarrollaron con diligencia tanto bajo el mandato del conde de Lemos como bajo el de su hijo y sucesor Francisco Ruiz de Castro. Con el virrey Juan Alonso Pimentel de Herrera, conde de Benavente, las obras se ralentizaron, probablemente a causa de la escasa disponibilidad de recursos tras las guerras y crisis que golpeaban España o, incluso, por una cuestión de honor: los Pimentel mostraron escaso interés por completar una obra empezada por los Ruiz de Castro.[14]

En 1607, tras la muerte de su padre, Giulio Cesare Fontana asumió la dirección de las obras. La edificación del palacio prosiguió con rapidez cuando, en 1610, se nombró virrey a Pedro Fernández de Castro, también hijo de Fernando Ruiz de Castro.[14]​ En 1616, para incrementar la importancia del palacio, se construyó al final de la Via Toledo, es decir, en el extremo opuesto al solar en el que se estaba construyendo el Palacio Real, la nueva sede de la Universidad, que recibió el nombre de Palazzo degli Studi y sería la futura sede del Museo arqueológico nacional de Nápoles.[9]​ Gracias a unos apuntes de Alessandro Beratta y a los escritos de un diario de viaje de Confalonieri, tenemos constancia del estado de las obras en aquel año:[14]

Aquel día conocimos la estructura del palacio real, que tiene una fachada de peperino[nota 1]​ trabajado. En el primer piso se cuentan veintiuna ventanas y tres barandillas; en el segundo, otras tantas ventanas pequeñas sin barandilla. Abajo, a ras de suelo, hay un gran pórtico, que da a la calle y sirve para la guardia, realizada por dos compañías de soldados. Por dentro el palacio no está acabado. Tiene dos escaleras grandes y un gran patio cuadrado con pórticos, de los cuales dos lados estaban aún descubiertos.

De este escrito, en definitiva, se comprende que la obra estaba ya casi acabada en aquel tiempo. Poco después, aunque no se conoce la fecha exacta, empezaron los trabajos de decoración interior con la ejecución de las obras pictóricas de Battistello Caracciolo, Belisario Corenzio y Giovanni Balducci.[14]​ En 1644 Francesco Antonio Picchiatti preparó los concursos para la decoración de la capilla real, mientras que en 1651, por deseo del virrey Iñigo Vélez de Guevara, conde de Oñate, empezó la construcción de la escalera de honor[15]​ y de los jardines colgantes con un belvedere con vistas al mar.[5]

Siglos XVIII y XIX

El Palacio Real de Nápoles (derecha) y el Palacio Virreinal (izquierda) en una pintura anónima del siglo XVIII.

En 1734 Carlos de Borbón conquistó Nápoles y la ciudad se convirtió de nuevo en la capital de un reino autónomo.[16]​ El nuevo rey decidió utilizar el palacio como residencia real y mandó iniciar su restauración. Reorganizó tanto los aposentos oficiales, desde donde quería ejercer las funciones de gobierno, como los apartamentos privados.[16]​ Fue así como el palacio se amplió hacia el mar, con un nuevo cuerpo llamado Apartamento del Mayordomo, y hacia el lado que mira al Vesubio, con el denominado Apartamento para los Reales Príncipes.[5]​ Además, se construyeron dos patios interiores, se remodelaron los jardines colgantes, se completó la fachada a lo largo de la Via Acton y se rehicieron las decoraciones de mármol y las pinturas de estilo barroco, obra de los artistas Francesco de Mura y Domenico Antonio Vaccaro.[5]​ Durante el reinado de Fernando I de las Dos Sicilias se proyectó y realizó la Gran Sala, con ocasión de la boda del rey, y el teatrillo de corte, obra de Ferdinando Fuga.[17]

El palacio al principios del siglo XIX.

En 1837, tras un incendio que surgió en las estancias de la reina madre,[6]​ se hizo necesaria una nueva restauración de todo el complejo. El rey Fernando II de las Dos Sicilias encargó la obra a Gaetano Genovese, que siguió la corriente artística predominante en la época, es decir, el neoclasicismo.[5]​ Se derribó el palacio Virreinal, creando en su lugar la Piazza San Ferdinando (actual Piazza Trieste e Trento), y se remodeló la fachada que daba hacia ella. Utilizando una parte de los jardines, se realizó una nueva construcción hacia oriente, donde se ubicaría posteriormente la Biblioteca Nacional, y hacia el mar, aunque esta última quedaría incompleta tras la construcción de solo seis crujías.[17]

En el curso de estas obras, los apartamentos privados se trasladaron al segundo piso, y los aposentos del primer piso quedaron destinados a funciones oficiales.[6]​ Las obras se concluyeron en 1858 y confirieron al palacio su aspecto definitivo. Además de los principales arquitectos, en los distintos trabajos llevados a cabo a lo largo de los siglos participaron, aunque en menor medida, otros arquitectos como Bartolomeo Picchiatti, Onofrio Antonio Gisolfi, Ferdinando Sanfelice, Francesco Antonio Picchiatti, Luigi Vanvitelli y Antonio Niccolini. Sin embargo, y a pesar de la multitud de figuras que han intervenido en el palacio, el complejo ha mantenido un aspecto parecido al diseño inicial de Domenico Fontana.[18]

Tras la Unificación italiana, el palacio se convirtió en residencia de los Saboya, aunque solo fue utilizada de forma esporádica. Tras su boda en 1868, el príncipe Humberto y la princesa Margarita se instalaron en Nápoles y fue precisamente en el palacio donde nació, el 11 de noviembre de 1869, el futuro rey Víctor Manuel III de Italia.[6]​ La pareja abandonó la ciudad tras la toma de Roma en 1870.[19]

Siglos XX y XXI

Vista del palacio a finales del siglo XIX o inicios del XX.

En 1919 Víctor Manuel III cedió el palacio al patrimonio del Estado. Fue entonces cuando se trasladó la Biblioteca Nacional a la zona este del palacio (hacia el Castel Nuovo), mientras que los Apartamentos Reales, con vistas al patio de honor, se conservaron como museo y fueron abiertos al público.[5]​ Durante la Segunda Guerra Mundial el palacio sufrió daños importantes:[6]​ las tropas angloamericanas lo utilizaron como welfare club y una bomba golpeó la zona del teatrillo, destruyendo su techo. A esto se añadieron numerosos hurtos de obras de arte y la destrucción de gran cantidad de cortinas y elementos de tela. Los muebles no corrieron tan mala suerte, puesto que al principio del conflicto fueron trasladados a un lugar seguro.[20]​ La restauración se realizó de 1950 a 1954: se recuperaron las obras pictóricas, en algunos casos, hechas de nuevo; se volvieron a colocar los muebles originales y se reconstruyeron los elementos de seda realizados originalmente en San Leucio utilizando los antiguos telares.[20]

En 1994 la sede del gobierno regional, que se había ubicado en el Palacio Real desde principios del siglo XX, fue trasladada definitivamente a otro lugar.[21]​ A mediados de la segunda década del siglo XXI se restauró la fachada y se renovaron algunas zonas del Apartamento Real,[22]​ entre ellas el teatrillo de corte.[23]

Descripción

Fachada principal

La entrada principal

La fachada principal del Palacio Real da hacia la plaza del Plebiscito y fue completada en 1616. Tiene una longitud de ciento sesenta y nueve metros[6]​ y hasta 1843 estaba junto a la del Palacio Virreinal, que fue derribado para abrir la Piazza Trieste e Trento.[24]​ La fachada está realizada en ladrillos de arcilla rojiza cocida, piperno y piedra volcánica de los Campos Flégreos, y tiene elementos tardorrenacentistas y manieristas.[11]​ La impronta renacentista se encuentra en la superposición de varios órdenes, típica de los edificios teatrales de la antigua Roma, como el Coliseo o el teatro de Marcelo,[11]​ mientras que la manierista se puede apreciar en el diseño modular de la fachada, una composición que podría repetirse hasta el infinito ya que no tiene ningún elemento que marque su inicio o su final, de la misma manera que, en la parte alta, no encuentra una conclusión debido a la falta de cornisa.[11]​ Está dividida verticalmente por lesenas inspiradas en las indicaciones de Vitruvio[25]​ y horizontalmente está dividida en tres órdenes: a nivel del suelo encontramos el orden toscano, seguido del jónico y, por último, el corintio.[25]

Originalmente, la parte inferior presentaba pórticos a lo largo de toda su longitud: se trataba de una decisión muy innovadora para la época, proyectada por Fontana para que el pueblo pudiera pasear también con mal tiempo. Sin embargo, tras la revuelta de Masaniello y a causa de los problemas estructurales de las columnas, que estaban siendo aplastadas, en 1753 los arcos fueron tapiados según el proyecto de Luigi Vanvitelli.[26]​ En los nuevos muros se abrieron hornacinas, en las que en 1888 se colocaron las estatuas de los principales reyes de Nápoles,[6]​ con la intención de mostrar una cierta continuidad entre la Casa de Saboya y las anteriores dinastías de la historia napolitana. De izquierda a derecha se reconoce a Roger II de Sicilia, obra de Emilio Franceschi; Federico II de Suabia, de Emanuele Caggiano; Carlos de Anjou, de Tommaso Solares; Alfonso V de Aragón, de Aquiles De Osas; Carlos V de Habsburgo, de Vincenzo Gemito; Carlos de Borbón, de Raffaele Belliazzi; Joaquín Murat, de Giovanni Battista Amendola y Víctor Manuel II de Saboya, de Francesco Jerace.[25]

La fachada principal.
La fachada que da a la Piazza Trieste e Trento.

En el centro de la fachada principal se abre el portal de entrada, flanqueado a cada lado por dos columnas geminadas de granito y coronado con el escudo de Felipe III de Habsburgo, ya previsto en el proyecto de Fontana para subrayar la utilidad pública del palacio.[27]​ Junto a este, a cada lado, se encuentran otros dos escudos, dispuestos simétricamente y de dimensiones menores, pertenecientes a Juan Alonso Pimentel de Herrera y Pedro Fernández de Castro, que recuerdan que eran los virreyes que gobernaban la ciudad cuando se construyó el palacio.[27]​ Además, se colocaron dos placas: una en recuerdo del inicio de las obras por orden de Fernando Ruiz de Castro y de su esposa Catalina de Zúñiga; y la otra, con una inscripción que alaba la belleza del edificio. Debajo de las placas había, hasta principios del siglo XVIII, dos estatuas que representaban la Religión y la Justicia. Entre el portal principal y el balcón que hay sobre él se encuentra el escudo de los Saboya.[28]​ Las dos garitas que hay a ambos lados de la entrada principal fueron realizadas en los primeros años del siglo XVIII.[29]​ En los dos extremos de la fachada se encuentran dos entradas menores, marcadas con dos sencillas columnas de mármol, que hacen que dichas entradas secundarias parezcan escondidas. A lo largo de la fachada y en el patio de honor está presente, entre la planta baja y la primera planta, un friso con triglifos y metopas en el que se encuentran los emblemas de la Monarquía Hispánica y sus posesiones en Europa, obtenidas en gran parte tras la paz de Cateau-Cambrésis, en 1559. Por lo tanto, se pueden observar el castillo de tres torres de Castilla; el león rampante de León; la culebra que devora a un niño, que simboliza el ducado de Milán;[28]​ el escudo con las cuatro barras verticales de Aragón; la cruz con las cuatro cabezas de moro, símbolo del reino de Cerdeña; y los emblemas de Navarra, Austria, Portugal, Granada y Jerusalén.[30]​ Las ventanas están rodeadas por cornisas robustas, elemento arquitectónico que tendría mucho éxito en Nápoles.[31]​ En lo alto de la fachada había cúspides y esferas, eliminadas a principios del XIX, y tres salientes, posicionados en la vertical de cada entrada. De estos solo se conserva uno, el del reloj, en posición central.[12]

La fachada que recorre la Via Acton, caracterizada por los jardines colgantes, ha sido reconstruida en diferentes ocasiones, sobre todo en el siglo XVIII, hasta su finalización en 1843.[25]​ También la fachada que da a la Piazza Trieste e Trento, obra de Gaetano Genovese, fue completada en ese mismo año, tras la demolición del Palacio Virreinal. Posteriormente, se unió al teatro de San Carlos de Francesco Gavaudan y Pietro Gesuè, derribando los restos de una vieja torre. Ambas fachadas imitan la principal, especialmente la segunda, que tiene forma de C y acoge un jardín llamado Jardín Italia, en cuyo centro se encuentra la estatua de la Libertad, realizada por Francesco Liberti en 1861, una clara referencia a la unificación italiana.[29]​ Además, esta fachada está parcialmente porticada para sostener una terraza. Tiene una entrada de cristal que da directamente a la escalera de honor, decorada con dos parejas de estatuas en yeso provenientes del Palazzo degli Studi y que se colocaron allí durante la restauración de Genovese. Se trata de copias del Hércules Farnesio y de la Flora Farnesia por un lado, y de la Minerva y de Pirro y Astianacte por el otro.[32]

Patios

El patio de honor.

Según el proyecto original de Domenico Fontana, ante cada entrada, se debían abrir tres patios, que estarían conectados entre sí mediante estancias abovedadas. Sin embargo, finalmente solo se construyó el patio de la entrada central, el llamado patio de honor, que tiene forma cuadrada, con cinco arcos en cada lado.[33]​ El arco central de cada lado es un arco rebajado de mayores dimensiones que los otros. Alrededor del patio, en el primer piso, se encuentra una logia, que originalmente estaba abierta, pero que finalmente fue cerrada con amplios ventanales. En una hornacina en la parte oriental del patio estaba situada originalmente una cisterna que, durante los años cuarenta del siglo XIX, fue sustituida por una fuente decorada con una estatua de la Fortuna. La fuente, realizada en 1742 por Giuseppe Canart, fue encargada por Carlos de Borbón y originalmente estaba situada cerca del puerto.[34]​ Tras una investigación, en algunos lugares se ha descubierto una pavimentación en ladrillo con forma de espina de pez.[34]

La fuente con la estatua de la Fortuna.

Durante la construcción del nuevo brazo meridional del palacio entre 1758 y 1760, se crearon dos nuevos patios: uno en el mismo eje del patio de honor, justo detrás de él, que recibe el nombre de Patio de los Carruajes, mientras que el otro es el Patio del Belvedere.[35]

A pesar de haber sido construidos en épocas diferentes, el Patio de los Carruajes, así llamado por su proximidad al depósito de carruajes, se acerca arquitectónicamente al estilo que Domenico Fontana dio al palacio, aunque no faltan elementos diferentes como el uso de estuco en lugar del piperno y las lesenas angulares.[35]​ El patio tiene forma rectangular, y dispone en el centro de una cisterna elíptica de mármol. Está conectado al patio de honor y a la explanada de los bastiones mediante dos pasillos de servicio con arcos rebajados. El depósito de carruajes, realizado en 1832 por Giacinto Passaro,[36]​ sustituyó al existente desde el siglo anterior, obra de Ferdinando Sanfelice, sobre todo por cuestiones de estética, ya que el nuevo se alineaba a la fachada del palacio mientras que el precedente se situaba de forma oblicua. El nuevo depósito de carruajes es un espacio dominado por una línea central de nueve columnas de orden dórico, en las que todavía hoy se pueden admirar escudos rojos con la corona de Humberto I de Saboya. La distribución de las ventanas fue modificada por Genovese en 1837 para adaptarla a las exigencias del Patio del Belvedere.[36]

El Patio del Belvedere nació como límite hacia el mar del primer núcleo del palacio y tenía originalmente forma de C. Estaba cerrado por una logia, que se modificaría como consecuencia de la construcción de los nuevos cuerpos del palacio en el siglo XVIII,[36]​ con la inserción de arcos rebajados en la parte oriental. Posteriormente, el patio sufrió modificaciones entre 1837 y 1840, cuando, para el acceso al patio, se creó un arco triunfal con semicolumnas jónicas y corintias de piperno falso.[37]​ Entre la planta baja y el primer piso, el patio está decorado con una banda dórica con metopas, también de falso piperno, y triglifos.[37]​ Desde el Patio del Belvedere, a través de un pasillo que ofrece unas vistas panorámicas del golfo de Nápoles y conduce a los jardines, se puede acceder a diferentes zonas del palacio: a la izquierda se encuentra la Escalera de los Invitados, que conduce al vestíbulo del Apartamento Real y tiene hornacinas en las que están colocadas copias en yeso de estatuas pertenecientes a la Colección Farnesio, expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, mientras que un pequeño puente, derruido tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y reconstruido sobre los mismos apoyos, lo une directamente a los jardines colgantes.[37]​ Desde el patio se accede también a un apartamento privado con decoraciones de estilo pompeyano, reservado originalmente para los encuentros oficiales de Fernando II de las Dos Sicilias, que se convertiría posteriormente en sede de la superintendencia; y también a un puente que, superando el foso defensivo, llevaba al bastión del Castel Nuovo y a una cuesta que conducía a las caballerizas.[38]

Apartamento Real

El Apartamento Real está situado en el piso noble del palacio: de 1660 a 1734 fue utilizado como lugar de representación oficial de los virreyes españoles y austríacos; de 1734 a 1860 fue apartamento privado y público de los Borbones; y, tras la Unificación italiana, apartamento de etiqueta de los Saboya.[1]​ El apartamento abrió al público en 1919 después de haber pasado a formar parte de los Institutos de Antigüedades y Arte del Estado. Su actual aspecto de museo se debe a la restauración realizada tras la Segunda Guerra Mundial. El mobiliario de las salas se ha conservado prácticamente intacto tras la última reorganización efectuada en época borbónica, descrita en los inventarios de los Saboya de 1874.[39]

La decoración interior de las habitaciones representa con frecuencia a las varias personalidades de las dinastías que las han habitado, adecuándose al gusto y a las modas de la época en la que se realizaron.[21]​ Las pinturas de las salas, fundamentalmente de escuelas septentrionales y europeas, a las que hay que añadir algunas obras de artistas napolitanos, provienen de la colección Farnesio; de las colecciones borbónicas, como por ejemplo los lienzos de escuela caravaggesca del siglo XVII, adquiridos a principios del siglo XIX, o los retratos holandeses que Domenico Venuti compró para Fernando I de las Dos Sicilias;[40]​ y de las iglesias napolitanas que se iban cerrando.[28]​ En cualquier caso, el palacio no goza de una auténtica colección, sino de piezas sueltas, puesto que en el transcurso de los siglos, por iniciativa de los Borbones y de los Saboya, numerosas obras se han transferido a otros museos, como el de Capodimonte, al igual que el arsenal real y las porcelanas, el Museo Arqueológico Nacional, o a sedes de entes públicos.[41]

El mobiliario, de estilo rococó y barroco, fue realizado por ebanistas napolitanos entre el siglo XVIII y el XIX o traído desde Francia durante la estancia en Nápoles de Murat, junto con alfombras y tapices, algunos de ellos tejidos en la Real Fábrica de Tapices de Nápoles. Se conservan un buen número de piezas de artesanía: se trata de porcelanas, sobre todo de Sèvres,[28]​ relojes, esculturas de bronce y mármol y obras en piedras duras.[42]​ Para acceder a los cuartos del rey se utilizaban llaves de plata y de oro, custodiadas por los gentilhombres de cámara, algunas de las cuales se encuentran en el Museo Cívico Gaetano Filangieri de Nápoles.[43]

Planta

El Apartamento Real está compuesto por una escalera de honor, un deambulatorio, una capilla, los jardines colgantes y la Galería y el Salón de Hércules, además de las dependencias que conforman el apartamento del Rey y el apartamento de la Reina.

  • ██ Escalera de Honor
  • ██ Deambulatorio
  • ██ Apartamento del Rey
1 Teatrillo de corte
2 Primera Antecámara
3 Salita Neoclásica
4 Segunda Antecámara
5 Tercera Antecámara
6 Sala del Trono
7 Pasadizo del General
8 Sala de los Embajadores
9 Sala de María Cristina
10 Oratorio
11 Sala del Gran Capitán
12 Sala de los Flamencos
13 Estudio del Rey
29 Sala de los Guardias de Corps
  • ██ Apartamento de la Reina
14 Cuarto Salón de la Reina
15 Tercer Salón de la Reina
16 Segundo Salón de la Reina
17 Primer Salón de la Reina
18 Segunda Antesala de la Reina
19 Sala de los Bodegones
20 Vestíbulo
23 Habitación Trasera
24 Sala de don Quijote
25 Habitación Trasera de la Reina
26 Pasadizo de la Reina
27 Alcoba de María Amalia de Sajonia
28 Pasadizo
34 Boudoir de la Reina
  • ██ Galería y Salón de Hércules.
21 Galería
22 Salón de Hércules
  • ██ Capilla Palatina
  • ██ Jardines Colgantes
Pianta
Pianta

Escalera de honor

La escalera de honor.

Originalmente había una modesta escalera de dos rampas, obra de Domenico Fontana. Por voluntad de Iñigo Vélez de Guevara, se construyó entre 1651 y 1666 una nueva escalera de piperno,[44]​ realizada por Francesco Antonio Picchiatti.[35]Montesquieu la definió en 1729 como la más bonita de Europa, y aparece en el cuadro de Antonio Dominici de 1790 titulado Escalera real con el cortejo nupcial de las princesas de Borbón. Se tuvo que reconstruir tras un incendio que se propagó en 1837. El diseño de la nueva escalera, que ocupó más espacio que la original, estuvo a cargo de Gaetano Genovese y fue realizada por Francesco Gavaudan en 1858. La escalera se encuentra en la parte septentrional del palacio, en posición ortogonal respecto a la fachada. La sala donde se sitúa es de estilo neoclásico y está recubierta por diversos tipos de mármol provenientes de las canteras del Reino de las Dos Sicilias,[28]​ como el mármol rosado, el porto venere, el rojo de Vitulano, la breccia rosata de Sicilia, el mármol de Mondragone y el lumachino de Trapani.[44]​ En un primer momento, adolecía de escasa luminosidad pero el problema se resolvió con el derribo del cercano Palacio Virreinal y la apertura de grandes ventanales con montura de hierro, que sustituyeron a los antiguos arcos rebajados que estaban cerrados.[45]​ Es característico el uso de pilares en lugar de lesenas. Está coronada por una bóveda claustral decorada con estucos blancos sobre fondo gris, que representan serpentinas y los escudos del reino de Nápoles, de Sicilia, de Basilicata, de Calabria y, aunque fue añadido posteriormente, de la Casa de Saboya.[44]​ Sobre las paredes laterales se abren cuatro hornacinas, dos a cada lado, embellecidas con esculturas de yeso: a un lado, la Fortaleza de Antonio Calì y la Justicia de Gennaro Calì; al otro, la Clemencia de Tito Angelini y la Prudencia de Tommaso Scolari.[28]​ Completan las decoraciones dos bajorrelieves en mármol de Carrara que representan la Victoria entre el Genio de la fama y el Valor, de Salvatore Irdi, y la Gloria entre los símbolos de la Justicia, la Guerra, la Ciencia, el Arte y la Industria, de Francesco Liberti, que están situados, respectivamente, a la derecha y a la izquierda.[44]

Deambulatorio

Un pasillo del deambulatorio.

El deambulatorio del primer piso está constituido por cuatro pasillos que rodean el patio de honor: en un principio se trataba de una logia abierta que, durante la restauración del siglo XIX, se cerró utilizando amplias ventanas. En esta época se decoraron las bóvedas con estucos de Gaetano Genovese.[46]​ En el deambulatorio se abren los cuartos del apartamento real: en el primer brazo, el que discurre paralelo a la fachada hacia la plaza del Plebiscito, se encuentra el teatrillo de corte y las salas de audiencia; en el segundo se encuentran los trascuartos del antiguo apartamento privado, que dan al jardín colgante; en el tercero, orientado al este, se encuentran el salón de Hércules y la capilla real; y por último, el cuarto brazo da a la escalera de honor y desde él se puede observar a través de una vidriera la Piazza Trieste e Trento, con vistas, en la lejanía, de la cartuja de San Martino.[15]​ Esta distribución se ha conservado sin cambios, tal y como estaba proyectada en el diseño de Domenico Fontana. Las puertas que dan al deambulatorio están lacadas en blanco, son de estilo neoclásico y se realizaron en los años treinta del siglo XIX.[47]

Apartamento del rey

El teatrillo de corte.

El teatrillo de corte, catalogado como sala I, fue construido en 1768 con motivo de la boda de Fernando I y de María Carolina de Habsburgo-Lorena.[48]​ Fue ubicado por Ferdinando Fuga en la antigua Sala Regia (Sala Real o Gran Sala), y fue dañado gravemente durante la Segunda Guerra Mundial.[49]​ El palco del siglo XVIII sobrevivió al conflicto, pero el escenario y el techo tuvieron que ser reconstruidos durante la década de los cincuenta del siglo XX, con los frescos pintados por Francesco Galante, Alberto Chiancone, Vincenzo Ciardo, y Antonio Bresciani.[50]​ Estos autores retomaron en sus pinturas los temas de los frescos originales de Antonio Dominici y Crescenzio La Gamba. En las hornacinas que hay a lo largo de las paredes, a excepción del área ocupada por el palco, se colocaron las estatuas realizadas por Angelo Viva,[51]​ que representan a Minerva, Mercurio, Apolo y las nueve Musas.[49]

La sala II, la Primera Antecámara.

La sala II, conocida como Primera Antecámara o Sala Diplomática, se llama así porque se alojaban en su interior las delegaciones diplomáticas que visitaban al rey.[48]​ Todo el espacio se presenta en estilo barroco: el techo, realizado entre 1737 y 1738, época en la que Carlos de Borbón se casó con María Amalia de Sajonia,[49]​ presenta una bóveda claustral y los frescos que lo decoran son obra de Francesco De Mura y fueron diseñados por Vincenzo Re.[48]​ Estos frescos representan el Genio Real y las virtudes del Rey y de la Reina (estas son Fortaleza, Justicia, Clemencia y Magnimidad para el soberano, y Lealtad, Prudencia, Valor y Belleza para la reina). También fue pintada Imeneo, diosa de las bodas, aplastando la Maldad. En los cuatro lados se encuentra la Alegoría de las cuatro partes del mundo, en monocromo, sobre fondo dorado.[52]​ En las paredes se colocaron dos tapices gobelinos, regalo de la nunciatura apostólica a la corte de Nápoles en 1719, dedicados al Rey Sol, representado a través de la Alegoría de los Elementos.[53]​ El mobiliario es de la segunda mitad del siglo XIX, concretamente de 1862, de Pietro Cheloni, a excepción de los taburetes, que se remontan al 1815.[48]​ En un caballete está expuesto un fragmento de la antigua decoración de la bóveda, que era de estilo manierista y databa de 1620 aproximadamente.[52]​ Las puertas, pintadas con témpera sobre fondo dorado, se atribuyen al taller de Antonio Dominici y fueron realizadas entre 1774 y 1776.[52]

La sala III o Salita Neoclásica, llamada así por su estilo decorativo, fue diseñada por Gaetano Genovese.[54]​ En sus paredes se observan pinturas como la Escalera del Palacio Real con la salida de las princesas de Borbón después de la boda, de Anthony Dominici, y la Capilla Real de Nápoles con las bodas de María Teresa y María Luisa de Borbón con Francisco II de Habsburgo y Fernando III de Lorena, evento que se celebró el 12 de agosto de 1790. Hay además varios cuadros en témpera sobre papel, realizados por Anton Hartinger y Franz Xaver Petter, que pertenecían a María Isabel de Borbón. En una hornacina de la exedra se encuentra una estatua de mármol de Giovanni De Crescenzo que data de 1841 y representa a una Ninfa alada.[54]

La sala IV, la Segunda Antecámara.

La sala IV es la Segunda Antecámara, que conserva en el techo la decoración al fresco original de la época virreinal.[55]​ De estilo manierista, la obra representa los éxitos de los españoles, especialmente los episodios gloriosos del reinado de Alfonso V de Aragón, mismo tema que se encuentra en algunos palacios romanos construidos también por Fontana para el papa Sixto V, y fue pintada por Belisario Corenzio hacia el 1622,[56]​ con ayuda de miembros de su taller.[57]​ Los frescos, cuyos títulos fueron transcritos sobre las diferentes cornisas, representan sucesivamente Alfonso entra en Nápoles, Curas para las artes y las letras, La ciudad de Génova ofrece las llaves a Alfonso el Magnánimo, Entrega a Alfonso de la orden del Toisón de oro e Investidura real de Alfonso.[57]​ En las paredes están expuestas pinturas del Seicento como Vestición de san Aspreno, obra de Massimo Stanzione. El mobiliario incluye una consola de fabricación napolitana de 1780,[56]​ sillones y espejos decimonónicos y otros muebles de estilo Imperio trasladados aquí por la familia Murat. Además, hay relojes y candelabros del broncista Pierre-Philippe Thomire[55]​ y jarrones de porcelana china del siglo XIX, que Nicolás I de Rusia regaló a Fernando II con ocasión de su viaje a Nápoles en 1845.[58]

La sala V, la Tercera Antecámara.

La sala V corresponde a la Tercera Antecámara. Su techo está decorado con un fresco de Giuseppe Cammarano, Atenas coronando a la Fidelidad, realizado en 1818, poco después de la vuelta al trono del reino de las Dos Sicilias de Fernando I, suceso que inspiró la obra.[59]​ Las paredes están decoradas con una serie de tapices de manufactura napolitana entre los que se encuentra el Rapto de Proserpina de Pietro Duranti, realizado en 1762 a partir de un cartón preparatorio de Girolamo Starace Franchis, que fue recomendado por Luigi Vanvitelli.[56]​ Este convive con otras cuatro obras, dos de Sebastiano Pieroni, la Cabeza de viejo y la Cabeza de vieja; una de Antonio Rispoli, Retrato de mujeres jóvenes con manto azul; y otra de Gaetano Leurie, Figura de mujer con pendientes.[59]​ Completan las obras pictóricas de la sala el Retrato de dama de Nicholas Lanier y Lot y sus hijas de Massimo Stanzione.[58]​ El mobiliario es de estilo barroco y neorrococó y consta de una consola y espejos de la segunda mitad del siglo XIX. Como adornos se observan jarrones de porcelana francesa del siglo XIX, decorados con figuras bíblicas y bailarinas de Pompeya, obra de Raffaele Giovine, quien pintó también otros dos jarrones, de 1842, de manufactura de Sèvres, colocados sobre pequeñas columnas y decorados con escenas y motivos florales.[59]

La sala VI, la Sala del Trono.

La sala VI o Sala del Trono sufrió varias modificaciones, correspondientes a las diferentes dinastías que han gobernado el Reino de Nápoles.[60]​ El techo está adornado con una serie de figuras femeninas con coronas, realizadas en 1818, que representan a las Catorce provincias y el Honor del Reino de las Dos Sicilias.[61]​ Completan la decoración los estucos diseñados por Antonio De Simone y realizados por Valerio Villareale y Domenico Masucci.[62]​ Originalmente las paredes estaban revestidas con un terciopelo rojo bordado con flores de lis, que sin embargo se ha perdido. Posteriormente, fueron adornadas con pinturas que tenían como elemento central las personalidades de la casa real: Fernando I dedicando la basílica santuario de San Francisco de Paula, de Vincenzo Camuccini;[60]​ Fernando IV y María Carolina de Austria, de Francesco Saverio Candido, datado alrededor de 1790 y donado a la colección del palacio en abril de 2008 por la Fundación Compagnia di San Paolo de Turín; y una serie de retratos pintados por Giuseppe Bonito que representan a los Embajadores turcos y de Trípoli,[56]​ que llegaron a Nápoles entre 1740 y 1741 para firmar tratados políticos y comerciales, con el objetivo de recuperar el comercio en el mar Mediterráneo.[63]​ Finalmente, podemos encontrar María Antonia de Baviera y princesitas, dibujado en colores pastel, y los Electores de Sajonia, una réplica del siglo XVIII de Anton Raphael Mengs.[61]​ El elemento más característico de la estancia es el trono: es una de silla de estilo imperio de la década de 1850, en madera tallada y dorada, decorada con algunos elementos del periodo de la Restauración borbónica, como reposabrazos con forma de león o rosetas, que también están presentes en el trono de Napoleón Bonaparte, diseñado por Charles Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine, o en el del palacio de Versalles, que se conserva en el Victoria and Albert Museum de Londres.[60]​ El trono está rodeado por un dosel del siglo XVIII de terciopelo carmesí con galones dorados, adornado con cintas entrelazadas, que proviene del Palazzo dei Normanni de Palermo.[56]​ El trono se completa con un águila en posición dominante y el escudo de armas de los Saboya del periodo posterior a la Unificación italiana.[56]​ Los muebles, de estilo áulico, son de fabricación napolitana y fueron hechos alrededor de 1840, y entre ellos destacan tres sillas del siglo XVIII de madera dorada, forradas con terciopelo amaranto.[61]​ Por último, en las cuatro esquinas de la sala se conservan cuatro almenaras de estilo imperio, que datan de la década de dominación francesa y fueron fabricadas en Sarreguemines.[62]

La sala VII, llamada Pasadizo del General, a la que se accede mediante un pasillo decorado con estucos de color blanco y oro, recibió su actual aspecto neoclásico entre 1841 y 1845.[64]​ Entre los lienzos expuestos destacan las Historias de Judit de Tommaso De Vivo, varias pinturas de tema religioso de artistas napolitanos y uno de François Marius Granet. En la sala se encuentra una estatua en madera de caoba y bronce del artista Thomire,[58]​ que pertenecía a Carolina Bonaparte y representa a Psique. El mobiliario está compuesto por un taburete decimonónico de factura inglesa, cuyas patas tienen forma de garra de león y están adornadas en su parte anterior con reproducciones de conchas.[64]

La sala VIII, el Salón de los Embajadores.

La sala VIII era originalmente un pasillo de enlace entre las estancias de representación y los cuartos privados,[65]​ llamada Gran Galería. Allí se encontraban varias pinturas que, en 1832, Fernando II ordenó trasladar al museo borbónico.[66]​ A partir de aquel momento, se usó como sala de representación, con el nombre de Salón de los Embajadores.[67]​ El techo está dividido en catorce compartimentos, separados por cornisas en estuco dorado. Entre ellos se encuentran diferentes escudos, y en los compartimentos hay frescos en los que se representan las grandes glorias de la casa real y varios episodios de la vida de Ferrante de Aragón:[66]Salida de Mariana de Austria de Final Ligure, Entrada de Mariana de Austria en Madrid, Matrimonio de Mariana de Austria con Felipe III de España, Guerra contra Luis XII de Francia, Los españoles socorren Génova, asediada por los franceses, Guerra contra Alfonso de Portugal, Batalla contra los moros en las montañas de La Alpujarra, Batalla contra los moros de Granada, Conquista de las Canarias, Entrada triunfal de Ferrante de Aragón en Barcelona, Expulsión de los judíos de España, Juramento de lealtad de los sicilianos a Ferrante, Descubrimiento del Nuevo Mundo y Encuentro de san Francisco de Paula con Ferrante de Aragón.[65]​ Estas pinturas, realizadas en la tercera década del siglo XVII, se atribuyen a Belisario Corenzio y su taller, con la ayuda de Onofrio y Andrea di Lione,[57]​ excepto las dedicadas a Mariana de Austria, atribuidas a Massimo Stanzione,[68]​ y posteriores al 1640.[69]​ En las cuatro esquinas del techo se encuentran los escudos borbónicos, aunque durante las restauraciones aparecieron, debajo de ellos, los emblemas de Fernando Ruiz de Castro, mecenas de la obra.[68]​ Las paredes albergan una serie de tapices: dos de Louis Ovis de la Gira, Alegoría del Mar y Alegoría de la Tierra, y otros dos gobelinos, que tienen por tema la Historia de Enrique IV, datan de 1790 y fueron adquiridos como modelo para una serie de tapices que se iban a tejer en Nápoles para la Real Hacienda de Carditello.[65]​ Entre el mobiliario, destaca una mesilla en estilo imperio de 1840 sobre la que están situados dos relojes de época napoleónica, decorados respectivamente con la Alegoría del tiempo y el Genio de las Artes.[65]

Del Salón de los Embajadores se pasa a una serie de salas que dan al mar. Desde aquí se podía acceder a otro cuerpo arquitectónico llamado Belvedere, derribado durante las obras de remodelación de Genovese, y al jardín colgante.[70]​ Los cuartos con vistas al mar eran privados, aunque tras la llegada al trono de Fernando II fueron transformados en habitaciones de representación y los apartamentos privados se trasladaron al piso de arriba.[6]

La sucesión de las salas.

La sala IX, conocida como Sala de María Cristina, primera esposa de Fernando II, fue anteriormente el «vestidor del rey» en su etapa como sala privada, en primer lugar del rey Carlos, y posteriormente de Fernando. En cambio, durante el siglo XIX perdió su función privada al convertirse en una sala de uso diplomático llamada Sala de los Ministros.[70][71]​ Con vistas al jardín colgante y, en consecuencia, al mar, la sala sufrió notables daños durante la Segunda Guerra Mundial, momento en el que, tras la ocupación americana, perdió la decoración pictórica del techo, donde se encontraba el fresco Aurora de Francesco de Mura de 1765. Las pinturas que decoran la sala son de tema sagrado y datan de los siglos XVI y XVII, como Virgen con el Niño y Virgen con el Niño y san Juan, atribuidas a Pedro de Rubiales, quien se inspiró para su realización en la obra de Filippino Lippi; Circuncisión de Jesús, de la escuela de Ippolito Scarsella;[71]​ y Matanza de los Inocentes, de Andrea Vaccaro.[58]​ El mobiliario es de los años cuarenta del siglo XIX y entre los adornos se encuentran dos jarrones de porcelana de Sèvres, decorados por Jean-Baptiste-Gabriel Langlacé con Estaciones,[70]​ regalados por Carolina de Borbón-Dos Sicilias a Francisco I en 1830. Además, hay dos relojes, uno con la imagen de una Mujer africana, de 1795, y otro con retratos de Juan II de Valois y Felipe el Audaz.[71]

La sala X, el Oratorio, es una pequeña habitación situada junto a la Sala de María Cristina. En sus paredes están expuestos cinco lienzos de 1760, provenientes de la capilla real de Capodimonte. Todos ellos tienen como tema la Natividad, y fueron obra de Francesco Liani, pintor de corte durante el reinado de Carlos de Borbón.[72]​ En el centro del cuarto hay un altar de madera del siglo XIX y detrás el sarcófago de cobre plateado de María Cristina de Saboya, que murió en 1836 en el parto de Francisco II de las Dos Sicilias y fue enterrada en el interior de la basílica de Santa Clara.[70]​ Posteriormente, la reina fue beatificada.[72]

La sala XI, llamada Sala del Gran Capitán, debe su nombre al ciclo de frescos que decora su bóveda claustral, Historias de Gonzalo de Córdoba, de Battistello Caracciolo,[73]​ que tiene como tema episodios de la conquista española del reino de Nápoles por parte de Gonzalo Fernández de Córdoba,[74]​ llamado el Gran Capitán.[75]​ Los cuadros expuestos en las paredes provienen de la colección Farnesio y entre ellos destacan Pier Luigi Farnese, atribuido a Tiziano, una serie de epigramas figurativos obra de Otto van Veen,[76]​ y un tapiz proveniente del demolido Belvedere, en concreto del dormitorio del rey, con una representación de la Alegoría de la Castidad. Este tapiz fue tejido en 1766 en lana y seda con hilos de plata y plata dorada, y está inspirado en una idea de Luigi Vanvitelli y Ferdinando Fuga.[76]​ El cartón preparatorio es de Francesco De Mura, mientras que su realización es obra de Pietro Duranti.[77]​ El mobiliario data del siglo XVIII, época en la que la sala fue transformada en un boudoir, y cuenta con consolas y sofás de estilo Luis XVI, tallados por artesanos napolitanos.[77]

La sala XII o Sala de los Flamencos, de estilo neogótico, tiene su techo decorado con frescos realizados durante las obras de ampliación del palacio entre 1838 y 1858. Esta obra, Tancredi devuelve a Constanza al emperador Arrigo VI, es de Gennaro Maldarelli, fue pintada en 1840 y está rodeada por los escudos de las cuatro provincias napolitanas.[78]​ La sala se llama así debido a las numerosas pinturas flamencas que la adornan, que fueron realizadas en el siglo XVII y compradas por Domenico Venuti para Fernando I de las Dos Sicilias en 1802 en Roma. Entre las obras expuestas están Retrato de flautista de Alexis Grimou;[58]Retrato de caballero de Bartholomeus van der Helst; Retrato de doncella de Ludolf de Jongh; Los avariciosos, que proviene de la colección Farnesio, de Marinus van Reymerswaele; Canoniguesa de Nicolaes Maes;[76]Retrato de Oliver Cromwell de autor desconocido del siglo XVIII; Retrato de caballero, Retrato de dama y Retrato de magistrado, todos ellos de Abraham van den Tempel; y Retrato de cardenal, atribuido a Giovan Battista Gaulli.[78]​ Entre los adornos se encuentra un reloj del 1730 de Charles Clay, que tiene en su interior un rodillo metálico que accionaba un pequeño órgano capaz de producir diez tonos diferentes abriendo y cerrando sus tubos; y una maceta con una jaula para pájaros realizada por la fábrica Popov de Gorbunovo en Moscú, en la que están representadas vistas de las residencias rusas,[79][80]​ que fue regalada a Fernando II durante el viaje del zar Nicolás I a Nápoles en 1846.[78]

La sala XIII, el Estudio del Rey.

El techo de la sala XIII, el Estudio del Rey, está pintado con ramas de árboles en témpera sobre yeso, y muestra además una representación del Desembarco de Roger el Normando en Otranto de Gennaro Maldarelli.[81]​ El mobiliario, realizado durante el reinado de Joaquín Murat, está compuesto por un escritorio, una cómoda y un bonheur du jour, encargados a Adam Weisweiler de París[82]​ y destinados originalmente al Palacio del Quirinal, residencia napoleónica en Roma, antes de ser cedidos a Carolina Bonaparte para el reino de Nápoles.[83]​ Estos muebles están decorados con aplicaciones en bronce de Pierre-Philippe Thomire.[81]​ Entre los adornos destacan dos jarrones de porcelana de Sèvres del 1817, regalo de Francia a los Borbones, decorados con retratos de Luis XVIII de Francia y Carlos conde de Artois y embellecidos con lirios heráldicos y otros símbolos de la restauración; un reloj y un barómetro de 1812, ambos franceses; y una librería, proveniente de la antigua Biblioteca Real, que entre 1920 y 1925 se trasladó a la biblioteca nacional que se encuentra en el ala oriental del palacio.[81]

La sala XXIX, denominada Sala de los Guardias de Corps, está decorada con un tapiz que representa la Inocencia, uno de los primeros tejidos por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles, y con el ciclo de tapices Alegoría de los elementos, realizado entre 1740 y 1746, que se inspira en los tapices de la Fábrica de Tapices Gran Ducal de Florencia.[84]​ El mobiliario data del reinado de Joaquín Murat; destacan los taburetes con patas con forma de espadas entrecruzadas, un reloj de Bailly con una escultura de Thomire, que representa la Meditación, de 1812, y, sobre una consola, un busto de cera de la reina María Carolina de Austria.[84]

Apartamento de la reina

La sala XV, el Tercer Salón de la Reina.
La sala XVI, el Segundo Salón de la Reina.
La sala XVII, el Primer Salón de la Reina.

La sala XIV es el Cuarto Salón de la Reina. Las decoraciones del techo, obra de Giovanni Battista Natali de estilo rococó, datan del reinado de Carlos de Borbón,[85]​ y consisten en estucos de color blanco y oro con figuras como palomas, símbolo de la fidelidad conyugal, putti que disparan flechas de amor, hipogrifos y jarrones con flores.[66]​ En las paredes hay cuadros de la escuela napolitana de los siglos XVII y XVIII, entre ellos Orfeo y las bacantes y Encuentro de Raquel y Jacob, de Andrea Vaccaro,[86]​ y dos lienzos de Luca Giordano provenientes de la iglesia de Santa Maria del Pianto.[82]​ Los muebles fueron encargados por Gaetano Genovese a artesanos locales entre 1840 y 1841, durante la transformación de la sala en apartamento de la reina. Sobre la chimenea hay un reloj inglés con carillón del siglo XVIII, mientras que el tablero de la mesa es de piedras duras, fue fabricado por el Opificio delle pietre dure de Florencia y regalado por Leopoldo II de Toscana a Francisco I.[85]

La sala XV o Tercer Salón de la Reina fue amueblada en 1840, ya que previamente era una habitación privada de Carlos de Borbón: precisamente datan de su reinado, antes de su partida para España en 1759,[87]​ las decoraciones del techo, en estucos blanco y oro, con representaciones de trofeos de armas, cascos, estandartes y alabardas.[88]​ También es denominada Sala de los Paisajes debido a que en ella están expuestos cuadros de los siglos XVI al XIX que tienen como tema el de los paisajes; entre los artistas que los realizaron se encuentran Pieter Mulier, Antonio Joli con sus representaciones de palacios reales españoles,[86]Jakob Philipp Hackert con su pintura de crónica, Orazio Grevenbroeck con Puertos marítimos, Aniello de Aloysio con Puesta de la primera piedra de la iglesia de san Francisco de Paula y Paolo Albertis con Entrada en Nápoles de Fernando I.[89]​ El mobiliario data de 1840 y es de estilo neoclásico, al igual que la chimenea, que retoma la iconografía del mosaico de la casa del Fauno de Pompeya, que representa la batalla entre Darío y Alejandro Magno;[86]​ en el centro de la sala hay una mesa de mármol y piedras blandas de Giovanni Battista Calì con una representación de Nápoles vista desde el mar y Fernando II en ropa militar.[87]

La sala XVI, el Segundo Salón de la Reina, conserva intacta la decoración del techo de estilo rococó en estuco blanco y oro, que data del siglo XVIII. En las paredes hay cuadros como Venus, Eros y un sátiro y Batalla de Horacio Cocles de Luca Giordano, pertenecientes a la etapa barroca del pintor;[86]Perseo y Andrómeda y Rapto de Europa de Ilario Spolverini; dos representaciones de batallas de Pietro Graziani; Naufragio fantástico de Leonardo Coccorante; y dos lienzos con el mismo tema, Nocturno con incendio de Troya, atribuidos a Diego Pereira.[90]​ El mobiliario, de madera tallada, data de la reorganización ordenada por la dinastía de los Saboya a finales del siglo XIX, mientras que la chimenea de mármol data de la época de Genovese.[90]

El techo de la Sala XVII, llamada Primer Salón de la Reina, fue realizado durante la restauración del palacio dirigida por Gaetano Genovese.[91]​ En las paredes hay cuadros del siglo XVII de escuela italiana, inspirados en el caravaggismo, y europea, pertenecientes a la antigua colección del palacio:[92]Regreso del hijo pródigo de Mattia Preti, Orfeo de Gerard van Honthorst,[82]San Jerónimo de Guercino, datado en 1640, y Disputa de Jesús entre los doctores de Giovanni Antonio Galli.[91]​ El mobiliario, de fabricación napolitana, está compuesto por un sofá definido como «extragrande» y una consola en blanco y oro colocados durante la reorganización de los Saboya. Destaca además un reloj francés adornado con una estatua en porcelana de María Estuardo, de 1840 aproximadamente.[91]

La sala XVIII es la Segunda Antesala de la Reina. Las decoraciones del techo en estuco blanco y oro datan de la época de Fernando II, mientras que los muebles son del reinado de Joaquín Murat, de fabricación napolitana; es particularmente característico un jarrón chino del siglo XVIII.[93]​ Las pinturas expuestas en la sala pertenecen a la colección Farnesio y son en su mayoría de artistas emilianos del siglo XVII:[94]San Joaquín y santa Ana en la puerta dorada de Jerusalén y Taller de san José, ambos de Bartolomeo Schedoni[82]​ y probablemente provenientes de la iglesia de san Francisco de Piacenza; Sueño de san José de Guercino; Virgen con el Niño y los santos Agustín y Domingo de Giovanni Lanfranco; San Mateo y el ángel de Camillo Gavasetti; y Visión de san Romualdo de Pier Francesco Mola.[93]

La sala XIX, la Sala de los Bodegones.

La sala XIX era originalmente la Primera Antesala del apartamento de etiqueta de la reina, y posteriormente recibió el nombre de Sala de los Bodegones debido al tema de los cuadros expuestos en su interior: se trata de obras de los siglos XVIII y XIX,[82]​ de un género, el de los bodegones, muy extendido en Nápoles,[95]​ y provenientes de las casas de campo y las residencias de caza de los reyes borbónicos.[94]​ Entre estas obras, a la izquierda están Bodegón con papagayo y conejo de Giovanni Paolo Castelli, dos ejemplares del Bodegón de flores y frutas de Gaetano Cusati, Bodegón con un gallo de Baldassarre De Caro, Jarrón de flores de Mansù Dubuisson, Bodegón con bandeja de dulces y flores y Frutas con jarrón de peltre, de autor anónimo; a la derecha, Bodegón con alegoría de la flora y putti de Gaetano Cusati, Peces, crustáceos y conchas en un paisaje, Mesa presentada con pastel rústico, plato de macarrones con rallador y trozo de queso de Giacomo Nani y Bodegón con animales cazados, filetes y plato de yemas de huevo de Scartellato.[95]​ El mobiliario está compuesto por consolas napolitanas de estilo imperio del siglo XIX, jarrones de porcelana de Sèvres de estilo rococó y una mesa doble.[95]

La sala XX, el Vestíbulo.

La sala XX es el Vestíbulo: se trata de una sala con forma de exedra, de estilo neoclásico, decorada con columnas y lesenas, que está conectada directamente con la Escalera de los Invitados, además de conducir al apartamento de etiqueta de la reina. La sala fue amueblada en torno al 1860 por Gaetano Genovese. La bóveda está revestida en estuco blanco y en las paredes hay cuatro hornacinas que albergan copias en yeso de esculturas romanas.[96]​ También están expuestos una serie de grabados inspirados en las viñetas de los jarrones griegos que pertenecieron al embajador inglés en Nápoles William Hamilton, realizados por Johann Heinrich Wilhelm Tischbein entre 1791 y 1795,[94]​ y tres témperas que reproducen pinturas encontradas en las excavaciones arqueológicas vesubianas, usadas como imágenes preparatorias para el libro de grabados Le Antichità di Ercolano Esposte, de 1757 y 1792.[96]​ Entre las piezas del mobiliario, de gusto Biedermeier, hay una mesa de bronce y mármol decorada con sátiros que sostienen conchas, que sustituyeron a los medallones con el retrato de la familia real en su interior, inspirándose en las encontradas en las excavaciones de Pompeya y regalo de la reina Isabel a Francisco I por su cumpleaños del 4 de octubre de 1827.[94]​ Además, hay un reloj astronómico con forma de templete, un reloj francés de época napoleónica con esmaltes de Coteau, el busto de bronce Antínoo como Dioniso de Guglielmo Della Porta sobre una consola, la escultura de mármol Roma Aeterna de Pietro Tenerani, y Aquiles con el casco, también de mármol.[96]

La sala XXIII.

La sala XXIII es una habitación trasera. Su techo es de estilo neoclásico y fue diseñado por Genovese. En las paredes están expuestos seis lienzos de Francesco Celebrano, provenientes del Palacio Real de Carditello,[97]​ que tienen como tema las Estaciones y el trabajo en los campos.[98]​ Los muebles son de estilo barroco, todos de fabricación napolitana. En el centro de la sala hay un atril giratorio, típico de los monasterios, realizado por Giovanni Uldrich en 1792.[97]​ Colocado en un primer momento en la biblioteca y utilizado por María Carolina de Borbón, este atril permitía consultar al mismo tiempo varios libros, colocados en ocho pisos colgantes que se podían acercar al escritorio girando una manivela.[98]

La sala XXIV está dedicada a don Quijote. En su interior se encuentran diecinueve lienzos preparatorios, de los treinta y ocho realizados, que tienen por tema las Historias de don Quijote y fueron pintados por artistas de corte como Giuseppe Bonito, Benedetto Torre, Giovanni Battista Rossi, Antonio Dominici y Antonio Guastaferro, mientras que los dibujos sobre las puertas fueron realizados por Gaetano Magri, Orlando Filippini y Giuseppe Bracci.[99]​ Estas obras sirvieron como modelo para una serie de tapices, tejidos entre 1758 y 1779 por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles,[97]​ concretamente por Pietro Duranti, encargados por Carlos III[100]​ para el dormitorio del rey del Palacio Real de Caserta y posteriormente trasladados al Palacio del Quirinal de Roma.[99]​ Estos tapices fueron encargados para completar otra serie de tapices gobelinos con el mismo tema, comprada por el rey y realizada en los años treinta del siglo XVIII.[99]​ Los muebles datan de los primeros quince años del siglo XIX. La sala está adornada con dos jarrones de porcelana de Sèvres, decorados por Etienne Le Guay con una Alegoría de la Música y de la Danza de 1822, y un centro de mesa con forma de bandeja de porcelana y latón dorado, cuya base está decorada con una placa pintada por Raffaele Giovine con los palacios reales de Nápoles, Capodimonte y Caserta,[97]​ donado a Fernando I por el Ayuntamiento de Nápoles con ocasión de la promulgación de la Constitución de 1848.[101]

La sala XXIV, dedicada a don Quijote.

La sala XXV es una habitación trasera, aunque originalmente formaba parte del apartamento privado de la reina María Amalia. El techo tiene una decoración en estuco blanco dorado con forma de retícula que data de la segunda mitad del siglo XVIII.[102]​ En las paredes están colocados lienzos de pintores activos en Nápoles en el siglo XIX que tienen por tema paisajes y escenas, como Marina de Salvatore Fregola, presente en tres ejemplares; Plaza de san Marcos de Frans Vervloet del 1837; Tasso en el convento de san Onofrio y Muerte de Tasso, ambos de Franz Ludwig Catel del 1834;[103]Paisaje con castillo de Achille Carrillo; Pescadores de Orest Kiprenskij del 1829; y una serie de lienzos de Pasquale Mattej que documentan diferentes aspectos del folclore y la historia de las regiones del reino de Nápoles.[102]​ Además, también se pueden observar una serie de tapices como el que representa la Inocencia, de Pietro Duranti según cartón preparatorio de Giuseppe Bonito, y otros más antiguos, realizados por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles entre 1746 y 1750, como Alegoría del Aire, del Agua y de la Tierra de Domenico Del Ross, que estaban inspirados tanto en su técnica como en sus temas en los de la Fábrica de Tapices Gran Ducal de Florencia.[102]​ El mobiliario está compuesto por objetos provenientes del estudio del Palazzo Pignatelli di Monteleone, donados al palacio real en 1993 por Nicola Jannuzzi y Olga Guerrero de Balde;[103]​ destacan un escritorio y una librería neogótica de factura francesa de los años treinta del siglo XIX, que pertenecieron a René Ilarie Degas, y el Retrato de Therèse Aurore Degas de Joseph-Boniface Franque, colocado junto al escritorio.[102]​ A estos hay que añadir consolas inglesas del siglo XVIII, pintadas en blanco y oro, y taburetes con patas de cabra que datan del reinado de Joaquín Murat; entre los adornos hay un busto de cera de María Carolina de Austria,[104]​ atribuido a Joseph von Deym.[102]

La sala XXVI es el Pasadizo de la Reina, es decir, una especie de habitación de paso a cuyos lados estaban las habitaciones de la reina. En el siglo XIX se convirtió en una habitación trasera, utilizada como capilla.[105]​ En 1990, durante una restauración que recuperó sus antiguas formas,[106]​ se eliminó el falso techo, sacando a la luz un fresco que representa la Alegoría de la unión matrimonial, pintado con ocasión de la boda de Carlos III de Borbón y María Amalia de Sajonia en 1738, obra de Domenico Antonio Vaccaro, como testimonia la firma y la fecha presentes en el fresco y las peticiones de pago del artista en 1739.[106]​ De estilo manierista y rococó, la obra se cubrió en torno a 1837 cuando las habitaciones privadas se trasladaron a la segunda planta.[106]​ Las pinturas tienen tema literario y romántico, como Infierno de Dante de Tommaso De Vivo y Tasso en Sorrento de Beniamino De Francesco.[105]​ Entre el mobiliario destaca una mesa de taracea sorrentina.[103]

La sala XXVII es la Alcoba de María Amalia de Sajonia, que comunica directamente con los pasadizos y el dormitorio. Su techo fue decorado en el curso del siglo XIX con estucos, cubriendo los frescos precedentes realizados en 1739 por Nicola Maria Rossi.[107]​ Los cuadros expuestos en la sala se enmarcan en general en un tipo de pintura narrativa de las costumbres napolitanas. Entre estos, cabe mencionar Dos pescadores de Orest Adamovič Kiprenskij, presentado en la Exposición Napolitana del 1829; Bandida herida de Luigi Rocco del 1837; Bendición pascual de Raffaele D'Auria; y Pescador adormilado, de Salvatore Castellano.[107]

La sala XXVIII es un pasadizo.[108]

La sala XXXIV es el Boudoir de la Reina. Tras la demolición del falso techo salió a la luz un fresco de Domenico Antonio Vaccaro que representa la Alegría de la Majestad Regia con la Paz, la Fortuna y el Dominio.[106]​ En las paredes están colocados una serie de pequeños cuadros chinos en acuarela,[83]​ dibujados en Cantón a mediados del siglo XVIII y expuestos originalmente en la Villa Favorita de Resina, que probablemente llegaron a Nápoles en forma de álbum. Estos dibujos reproducen los temas tratados en un texto chino, el Gengzhitu, como el cultivo del arroz, la producción de porcelana y la manufactura de la seda.[109]​ Además, hay representaciones de un Mandarín y una Dama china a tamaño natural, obra de Lorenzo Giusto de 1797, también provenientes de la Villa Favorita. Entre los elementos decorativos hay orinales, servicios de escritorio, instrumentos de la Imprenta Real, fragmentos de pavimento,[109]​ un escritorio de granito y mármol con forma elíptica y una mesa de pórfido.[83]

Galería y Salón de Hércules

La sala XXI o Galería.

La sala XXI se denomina Galería y da directamente hacia el Patio de los Carruajes. Los espejos en las paredes están colocados entre lesenas de estilo neoclásico,[110]​ mientras que el mobiliario se compone de consolas de finales del siglo XVIII de color blanco y oro, además de sillones que datan del decenio francés,[111]​ un centro de mesa de bronce dorado y porcelanas francesas del siglo XIX.[82]

La sala XXII, el Salón de Hércules.

La sala XXII era denominada originalmente Sala de los Virreyes debido a que albergaba los retratos de varios virreyes, pintados por Massimo Stanzione y Paolo De Matteis.[112]​ Transformada en salón de baile en el siglo XIX, durante el reinado de Joaquín Murat recibió su nombre definitivo de Salón de Hércules debido a que, tras su reorganización, fue decorada con copias en yeso de las esculturas de la colección Farnesio, entre ellas el Hércules Farnesio.[112]​ La sala fue reorganizada de nuevo durante el reinado de los Saboya y remodelada en 1956 tras los daños que sufrió durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, que hicieron que se tuviera que reconstruir el techo.[82]​ Las paredes están decoradas con una serie de tapices colocados allí a finales del siglo XIX y fabricados por la Real Fábrica de Tapices de Nápoles en estilo rococó y neoclásico entre 1783 y 1789, que tienen por tema Historias de Eros y Psique y se inspiran en la fábula de Apuleyo. Fueron realizados por Pietro Duranti a partir de cartones preparatorios de Fedele y Alessandro Fischetti.[110]​ Gran parte del pavimento está cubierto por una alfombra de manufactura francesa de la segunda mitad del siglo XVII, ya descrita en el inventario del mobiliario de Luis XIV de Francia pues se encontraba en el interior de la Savonnerie del Louvre, y posteriormente fue trasladada a Nápoles por Murat.[113]​ Esta alfombra presenta decoraciones de elementos vegetales y animales, a los que se añaden las cuatro partes del mundo y las insignias de Francia y Navarra.[112]​ Las consolas de estilo neoclásico provienen de las antesalas, mientras que los adornos son un reloj con caja de André-Charles Boulle, decorado con un Atlante que sostiene el globo terráqueo, obra de Isaac Thuret; un jarrón de porcelana verde de Sèvres con una viñeta que representa a Homero entre los alfareros de Samos, de Antoine Béranger, donado a Francisco I en 1830;[112]​ y dos jarrones de porcelana de Limoges, datados en 1847, pintados en Nápoles por Raffaele Giovine con viñetas que ilustran el momento de la abdicación de Carlos de Borbón en favor de Fernando IV.[114]

Capilla Palatina

La sala XXX, la Capilla Palatina.

La sala XXX es la Capilla Palatina, llamada también Capilla Real de la Asunción, que fue construida en 1643 por Francesco Antonio Picchiatti y terminada en 1644, cuando se consagró a la Asunción.[113]​ Utilizada para celebraciones religiosas de la realeza y como sede de la escuela musical napolitana, fue restaurada varias veces a finales del siglo XVII y durante todo el siglo XIX. Fuertemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial, fue desconsagrada y dedicada a lugar de exposición de las vestimentas sagradas, guardadas previamente en la sacristía.[115]​ Se entra a la capilla atravesando un portón de madera del siglo XVI proveniente del antiguo Palacio Virreinal.[116]​ Su planta es a nave única con tres capillas a cada lado; las decoraciones en estuco y pictóricas son obra de artistas de la Academia de Bellas Artes de Nápoles como Domenico Morelli,[104]​ mientras que el altar mayor proviene de la iglesia de Santa Teresa degli Scalzi y está realizado en piedras duras.[115]​ En la capilla se encuentra el pesebre del Banco di Napoli, compuesto por más de trescientas piezas de los siglos XVIII y XIX.[104]

Jardines

Los dos Palafreneros de bronce presentes junto a la puerta del jardín.

El jardín del palacio real es lo que queda de los antiguos jardines del Palacio Virreinal. Este jardín de paseo fue realizado en 1842 por el botánico alemán Friedrich Dehnhardt[9]​ aprovechando el espacio que se había creado tras la demolición de algunos edificios utilizados como establos, situados entre el palacio real y el Castel Nuovo. Está protegido por un ala nueva del palacio, llamada de la Porcelana porque originalmente albergaba una fábrica de porcelana, posteriormente trasladada a Capodimonte, y dedicada a continuación a residencia de los infantes de los Borbones y luego a la biblioteca nacional.[117]​ El jardín tiene parterres diseñados con formas caprichosas y sinuosas; entre las plantas que alberga se encuentran algunas especies locales y otras exóticas, como Ficus macrophylla, Strelitzia nicolai, Persea indica, Pinus canariensis, Magnolia grandiflora, Jacaranda mimosifolia y Cycas revoluta. Las plantas están marcadas con carteles que informan de su fecha de plantación.[117]​ Todo el jardín está rodeado por una barandilla con puntas de lanzas doradas. En 1924 Camillo Guerra realizó una escalera con forma de exedra cerca de la puerta del jardín para proporcionar una entrada independiente a la biblioteca nacional. A ambos lados de esta puerta hay dos Palafreneros de bronce, obra de Peter Jakob Clodt von Jürgensburg, copia de los realizados en San Petersburgo, regalo del zar Nicolás I en recuerdo de su estancia en Nápoles en 1845, tal y como recuerda una placa.[118]

La fachada a lo largo de la Via Acton con los jardines colgantes.

Además, el palacio cuenta con un jardín colgante, al que se accede desde la primera planta del apartamento real. Los primeros testimonios de este jardín se remontan a algunos retratos de Francesco Cassiano de Silva de finales del siglo XVII.[119]​ Fue reorganizado en 1745 por De Lellis y posteriormente por Bianchi, mientras que asumió su aspecto definitivo con la restauración de Genovese a mediados del siglo XIX. Las principales plantas son Bougainvillea y enredaderas; en el centro, entre el vestíbulo y el puente de hierro fundido, hay una fuente y una mesa con chorros. Completan la obra bancos de mármol de estilo neoclásico y parterres.[119]

Las establos son una estancia de unos mil doscientos metros cuadrados caracterizada por su techo, que tiene dieciocho bóvedas apoyadas sobre una fila central de pilares cuadrados. A un lado hay pesebres de caliza, mientras que en el pavimento son todavía visibles las marcas dejadas por los caballos.[120]​ Más abajo hay un edificio construido en los años ochenta del siglo XIX y usado como picadero. En esta zona están además las ruinas del antiguo picadero y de las antiguas caballerizas, derribadas por Genovese, y, en una zona ligeramente elevada, lo que antiguamente era el campo de tenis de Humberto I de Saboya.[120]

Los hallazgos encontrados cerca de la entrada.

Durante la restauración de 1994, cerca de la taquilla, entre la entrada de la Plaza del Plebiscito y la de la Piazza Trieste e Trento, en el que era el recorrido original de entrada al palacio, se encontró, a aproximadamente un metro bajo el nivel del suelo, un camino que formaba parte de los antiguos jardines del Palacio Virreinal.[9]​ Este camino fue construido con ladrillos dispuestos a espinapez, con bloques de piedra volcánica en uno de los bordes y apoyado contra un muro por el otro. Este muro tenía la función de contención de la explanada sobre la que se encontraba el jardín, y data del siglo XVI. Su parte inferior está realizada con bloques de tufo, y la superior, con bloques de traquitas añadidos posteriormente.[121]

Poco más adelante se encontró un pozo rectangular, flanqueado por dos depósitos de forma circular. Los estudios estratigráficos concluyeron que el pozo está revestido en mampostería durante unos trece metros de profundidad, a los que siguen otros dos metros y medio excavados directamente en el tufo para llegar finalmente a una cámara cuadrada donde se recogía el agua del acuífero; el fondo estaba recubierto por una capa de limo de unos cuarenta centímetros de espesor. Tras el inicio de la construcción del palacio real el pozo fue abandonado y utilizado como basurero. En su fondo, durante una altura de unos cuatro metros, se hallaron materiales orgánicos —gracias a la presencia de agua, que permitió su conservación— como huesos de animales, restos de peces y moluscos, ramas y granos de fruta, y también materiales de construcción como mayólica y madera trabajada, que han permitido reconstruir el estilo de vida de esta época; posteriormente fue rellenado con materiales de desecho hasta su borde.[121]

Biblioteca Nacional

Un pasillo de la biblioteca.

La Biblioteca Nacional de Nápoles, dedicada a Víctor Manuel III de Italia, se encuentra desde 1923 en un ala del Palacio Real. Con más de dos millones de textos es la biblioteca más importante del sur de Italia.[122]​ Contiene mapas, proyectos, dibujos, manuscritos, cartas y fondos de literatura, arte y arquitectura, provenientes de la colección Farnesio y de otras colecciones adquiridas en el curso de los años,[123]​ así como los papiros provenientes de la villa homónima encontrada en las excavaciones arqueológicas de Herculano.[124]​ Algunos de estos textos llevan la firma de destacados artistas del panorama italiano como santo Tomás de Aquino, Torquato Tasso, Giacomo Leopardi, Salvator Rosa, Luigi Vanvitelli y Giambattista Vico.[125]

Las salas que hoy albergan la biblioteca se usaban originalmente para celebrar las fiestas de corte y fueron realizadas durante la restauración llevada a cabo por Gaetano Genovese a mediados del siglo XIX. Algunas de estas salas presentan decoraciones de estilo neoclásico, como por ejemplo el Salón de Lectura, antigua sala de baile; la sala que alberga la sección de los manuscritos y libros raros, con pinturas que recuerdan a los frescos pompeyanos, realizadas por varios artistas de la Academia de Bellas Artes de Nápoles como Camillo Guerra, Giuseppe Maldarelli y Filippo Marsigli;[122]​ o la Sala Palatina, originalmente Gabinete Físico, un laboratorio astronómico creado por voluntad del rey.[126]

Teatro de San Carlos

Interior del teatro de San Carlos.

También pertenece al complejo del Palacio Real el teatro de San Carlos. Construido por Giovanni Antonio Medrano, fue inaugurado el 4 de noviembre de 1737, con ocasión del onomástico del rey.[127]​ En el curso de los años ha sufrido numerosas remodelaciones, tanto de la fachada como del interior. La fachada, que en un primer momento presentaba líneas arquitectónicas simples, fue modificada por Antonio Galli da Bibbiena en 1762, por Ferdinando Fuga en 1768 y por Domenico Chelli en 1791, hasta asumir su aspecto definitivo en estilo neoclásico con una planta baja almohadillada, una galería de orden dórico en la primera planta y bajorrelieves tras las obras efectuadas por Antonio Niccolini entre 1810 y 1812.[128]​ El propio Niccolini restauró también el interior en 1841 y posteriormente en 1861, tras un incendio, con la ayuda de su hijo Fausto y de Francesco Maria Del Giudice. Ampliado en los años treinta del siglo XX, el interior del teatro, que puede albergar a algo más de mil trescientos espectadores, tiene forma de herradura y está adornado con representaciones de putti, cornucopias y temas clásicos. La bóveda está decorada con el fresco Apolo presentando a Mercurio los mayores poetas griegos, latinos e italianos, obra de Giuseppe Cammarano.[127]​ El telón data de 1854, fue realizado por Giuseppe Mancinelli y representa Musas y Homero entre poetas y músicos.[128]​ El teatro está conectado directamente al palacio real mediante dos vestíbulos, uno en la planta baja, y el otro, privado, en el piano nobile, con decoración neoclásica, y a través del jardín.[127]

Véase también

Notas

  1. El peperino es una roca volcánica característica de la zona de Nápoles.

Referencias

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Enlaces externos