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:''Este artículo se refiere al Imperio romano hasta su disolución en Occidente, no a su continuación en Oriente conocida como [[Imperio Bizantino]].
¿Fue el Cristianismo el causante de la caída del Imperio Romano?

INTRODUCCIÓN
La influencia del Cristianismo, y la asunción de los valores cristianos por los habitantes del Imperio Romano ha sido un acontecimiento relevante en la historia de la humanidad. El que dichos valores fueran la causa de la caída del Imperio es una cuestión que ha sido largamente debatida y estudiada por los historiadores y sociólogos de los últimos siglos.
La religión, todas las religiones han ejercido una enorme influencia en la sociedad y en la formación de una cultura determinada, hasta el punto que, como recalca Emile Durkheim casi todas las instituciones sociales han nacido de la religión. Por ello, la religión contribuye decisivamente en la creación de la cultura de una determinada civilización, de una forma de vida, de una cosmovisión.
La cosmovisión cristiana influyó enormemente en toda la organización social del Imperio, y la forma de ver la vida los cristianos difería sustancialmente de la cosmovisión romana, pero determinar que Cristianismo fuera o no el causante de la caída de la gran organización romana es un asunto muy complejo y que necesitaría una extensión y profundidad muy por encima a las intenciones de este trabajo ya la capacidad de su autor
Parece fuera de duda que los principios cristianos dejaron una profunda huella en la sociedad de su tiempo, e incluso, la decadencia del Imperio que comenzó en el siglo II coincidió con el crecimiento y la extensión del Cristianismo. Parece asimismo claro que Roma había basado su poder en la guerra y en la fuerza de sus legiones, mientras el Cristianismo predicaba la mansedumbre y la humildad, lo que lleva a pensar que la religión cristiana destruyó los principios en los que se basó El Imperio. Pero una cosa es la posible influencia, que se dió, y otra, que fuera la causa determinante de su caída
Para poder situar mínimamente el tema es preciso localizarlo describiendo someramente el entorno: el Imperio Romano y el Cristianismo por lo que repasaremos el nacimiento del Cristianismo, su proceso de expansión por el Imperio, las razones por las que logró una posición tan influyente, y las causas que fueron debilitando a la sociedad romana hasta determinar su caída.
Una cosmovisión nueva, la cristiana, surgió en el seno de otra muy acendrada y fuerte, la del Imperio. En una primera fase chocaron, pero pasados unos decenios lograron convivir en una buena armonía durante varios cientos de años. La organización de la Iglesia de los cristianos, se basó en la del Imperio, se aprovechó de su universalidad, su lengua, de sus comunicaciones, y se contagió de su pragmatismo.

El IMPERIO ROMANO
En la época del nacimiento y expansión del Cristianismo, a principios del siglo II, el Imperio Romano, alcanzó su máxima extensión territorial, dominaba y controlaba la parte más rica y culturalmente avanzada de la tierra. La población se componía de ciudadanos romanos, habitantes de las provincias y esclavos. La cifra total de habitantes de imperio en esa época podría aproximarse a los 120.000.000 de personas.
No se puede dudar de la importancia del Imperio Romano en el momento del nacimiento Cristo. De hecho Roma dominaba el mundo civilizado, sus legiones controlaban toda Europa y la cuenca del mediterráneo, su organización administrativa funcionada como una máquina perfecta y su cultura y su lengua era usada por las clases dirigentes. Cuando surge el Cristianismo, el Imperio romano tenía casi ocho siglos de vida y se hallaba en el momento de mayor extensión, esplendor y fuerza, al menos en el aspecto externo.

LA COSMOVISION ROMANA

A. Disciplina
Desde su nacimiento Roma tuvo que afrontar dificultades enormes que logró vencer con una gran disciplina. Esta era inculcada por el padre, y luego por el maestro, y posteriormente por el ejército. La vida era dura. Los disminuidos y las hembras podían ser abandonados al nacer Se les enseñaba desde que nacían que su familia era una unidad militar al mando absoluto del paterfamilias, que tenía un poder omnímodo sobre vida y hacienda. En la casa hacía los sacrificios a los dioses, y en el nombre de éstos daba órdenes e impartía castigos inapelables e irrebatibles. La domus, la casa más que un hogar era un fortín.
B. Religiosidad
La religiosidad , que es un sistema de ideas cuya objeto es expresar el mundo en la que crecían todos los niños tenía como meta inculcarles una disciplina basada en la obediencia al padre, la fidelidad al marido, la fecundidad, el respeto a la Ley y a la autoridad, el valor hasta el sacrificio en la guerra y firmeza y aceptación de la muerte. A los dieciséis años, se incorporaban al Ejército, donde la disciplina y el trabajo eran extremadamente duros. Los varones sanos eran bien acogidos para que trabajasen y cuidasen de de las tumbas de sus mayores y de hacer sacrificios a los dioses por ellos. La religión, perseguía la realización de una serie de acciones prácticas para la salvaguarda de las instituciones básicas para ellos, que eran la familia el Estado.
En el aspecto religioso, la cultura romana era muy tolerante, hasta el punto de asumir e incorporar los dioses de los pueblos conquistados. Como siempre el sentido práctico prevaleció. En unos dominios tan extensos y variados, vieron que era conveniente estar abiertos a las muy diferentes creencias que cada pueblo conquistado tenía como propias. En el fondo estaban convencidos de todas la divinidades eran las mismas, si bien se las adoraba con diferentes nombres y ceremoniales. Asimismo, eran muy conscientes, como cualquier buen gobernante de la utilidad de la religión para regir a los pueblos, porque todas impregnan a sus creyentes de unos valores morales muy útiles para los gobernantes. Así cada ciudad del Imperio conservaba sus propias divinidades y cultos.
C. Pragmatismo
Vivían patriotismo basado en la preservación de la libertad de su ciudad Roma, la prosperidad de la República, y después en el honor y la religión. Toda su organización tenía un profundo contenido pragmático. La desobediencia y la cobardía eran castigadas con crueldad, y el valor y el tesón muy recompensados y prestigiados.
Es preciso enfatizar que en el ejército, institución fundamental en la cosmovisión romana, primaba como en todas sus instituciones el sentido práctico, por lo que el valor sin utilidad era considerado absurdo e inútil. Se cuidaba de manera continua el adiestramiento de las tropas para conseguir el máximo de resultados con las mínimas bajas y esfuerzo. Las legiones estaban diariamente de maniobras. Se entrenaba a los soldados y a los oficiales para largas marchas – podían hacer 30 kilómetros diarios -, portar todas sus armas y enseres de cocina, herramientas para fortificación y provisiones para varios días – quizás mas de 30 kilos. Estaban entrenados para formar en orden de batalla en un corto espacio de tiempo, y para construir y deshacer un campamento – que era como una ciudad fortificada- al acabar o comenzar cada jornada. Todo estaba establecido y ensayado, desde las empalizadas, los fosos, las calles y la ubicación de cada dependencia. Las legiones romanas han sido un ejemplo de unidades de combate vencedoras durante siglos.
La organización de la sociedad del Imperio Romano, en la época en la que surgió el Cristianismo, estaba presidida por el pragmatismo en todos aspectos. Como hemos dicho más arriba, en el Imperio Vivian unos ciento veinte millones de personas, de muy diversas procedencias, extracciones, costumbres y usos, repartidos en varios continentes, Europa, África y Asia. En general el gobierno era prudente y sencillo. Se respetaban las costumbres y las religiones de todos los pueblos. Existía un procurador, equivalente a un gobernador, representante del emperador en cada región, al frente de cada una de las provincias de las numerosas que componían el Imperio. En cada ciudad se nombraba un Prefecto, con cierta similitud con la un alcalde actual.
Los servicios públicos estaban muy bien organizados para su época. Disponían de un sistema de comunicaciones completo y eficaz. Todo estaba presidido por el genio romano, buen organizador, positivo, práctico y útil a la comunidad. Los romanos no tenían reparos en asimilar e incorporar a su acervo cuanto veían de útil y provechoso en cualquier pueblo, comunidad o persona de cualquier lugar o extracción.
D. La lengua común
Un elemento cohesionador de la cultura fue la lengua latina que se preocuparon de extender. El latín era el idioma que se usaba en la administración y poco a poco fue imponiéndose en los ambientes cultos e influyentes de todas las provincias. Los romanos eran muy conscientes de la influencia de la lengua como aglutinadora de una cultura común y por ello se ocuparon de extenderla en todos sus territorios. También el griego fue asumido como la lengua científica y filosófica en todos los rincones del Imperio

EL CRISTIANISMO
En el entorno cultural descrito, surge el Cristianismo como una religión, o secta muy vinculada a la religión judía.
Bajo el reinado de Tiberio, Jesús comenzó su vida pública. Su doctrina humilde y sencilla fue calando poco a poco durante los primeros decenios de su existencia, siendo una religión marginal y durante alguna etapa perseguida. Sin embargo lentamente fue extendiéndose y llegó a tener una presencia mayoritaria en el Imperio, tanto en las élites dirigentes como en el pueblo llano.

LA COSMOVISION CRISTIANA
La cosmovisión cristiana se basaba en un nuevo ideal de vida basado en una felicidad eterna. Las razones por las que extendieron son variadas y se podrían resumir citando a E.Gibbon por el inflexible e intolerante celo de los cristianos, que fue heredado de la religión judía, pero sin su espíritu insociable y adusto. Los nuevos cristianos eran perseverantes y abiertos a todos, porque su obligación era transmitir su fe a la mayor cantidad posible de personas. Su única intolerancia era la de no admitir otros dioses.
A. Vida futura y eterna
Un elemento básico de su doctrina era la inmortalidad del alma y una vida futura donde se podría conseguir una felicidad eterna, si se era fiel a los preceptos del evangelio. Además se vaticinaba una vida atroz a los no creyentes, o no cumplidores de los preceptos. Poseían los dones de hacer milagros, de curar a los enfermos, y llevaban una vida austera y sana.
B. La iglesia
Mención aparte merece la buena organización de la Iglesia. Esta se inspiró en la organización romana, se basó en su estructura organizativa, tomo su lengua y fue asumiendo poco a poco atribuciones y responsabilidades que las civiles no ejercían. La Iglesia instituyó un sistema de premios y castigos muy eficaz, que posibilitó el mantenimiento de una gran cohesión entre los fieles. La sede central enseguida se trasladó a Roma, desde allí se difundió por todo el Imperio. Su base social eran los humildes, pobres y desheredados, mientras las élites dirigentes tardaron siglos en tomar conciencia de su expansión
En cada comunidad la celebración del acto más importante del culto, la consagración o misa, fue confiada a los ancianos (presbíteros). Desde el siglo II se inició la organización jerarquizada de la estructura comunitaria, con la elección, entre todos los fieles de la comunidad, de un episcopo (obispo), que dirigía la vida religiosa de la célula y conservaba su unidad contra desviaciones y deserciones. El obispo tuvo a los presbíteros como cuerpo consultivo, y a los diáconos como auxiliares. Obispos, presbíteros y diáconos constituyeron el estamento sacerdotal consagrado, el clero, dentro de cada comunidad.
Sin embargo, en algunos momentos, los cristianos sufrieron persecuciones. Las razones de que un pueblo tan tolerante con todas las religiones como el romano persiguiera a los cristianos pueden ser varias. Por un lado, los cristianos reclamaban la posesión exclusiva de la ciencia divina acusando a los demás cultos de impíos. Además, en determinados momentos, se decía que atacaban la constitución religiosa del Imperio. Les causaba extrañeza que los cristianos no siguieran a los héroes antiguos divinizados y adoraran a un Dios desconocido, un humilde carpintero judío que murió de la manera más afrentosa, y al que los propios judíos no aceptaban. Además veían peligrar la seguridad del Imperios con los cristianos porque éstos renunciaban a su familia y a su patria para unirse entre ellos con unos lazos muy fuertes. De todos modos, procedieron con cautela y con cierta moderación. No los persiguieron en los primeros años, ni lo hicieron de manera continua.
C. Rechazo de las costumbres romanas

La actitud de las sociedad romana y sus principales dirigentes en relación con el Cristianismo fue haciéndose desconfiada y hostil. Los romanos adivinaban en los cristianos, pese al acatamiento formal de las leyes imperiales, una condena moral de sus costumbres, una rebeldía íntima contra la vida pagana. Además sentían amenazado el orden social por la nivelación fraternal de señores y esclavos en el seno de las comunidades cristianas.
La conducta individual de los cristianos confirmaba esta alarma: rehusaban el servicio militar, consideraban escandaloso el lujo indumentario, negaban la obediencia a las leyes que consideraban injustas. La nocturnidad de sus reuniones secretas en las catacumbas era pretexto para acusarles de los más odiosos crímenes. Además, los cristianos se negaban a hacer sacrificios a sacrificar a los dioses nacionales.
Mientras el Imperio iniciaba su desmoronamiento, triunfaba la nueva concepción religiosa de la vida, aportada por el Cristianismo.
D. Nuevo ideal de vida
El Cristianismo proclamaba un nuevo ideal de vida que en muchos aspectos invertía los valores asumidos hasta entonces, se sustituía el ideal heroico del guerrero, que era el soporte de una sociedad basada en la fuerza, por la moral cristiana sustentada en el amor a todos los hombres. El Cristianismo no era propiamente una religión: venía a negar la religión, en el sentido de las religiones anteriores, como compendios de creencias supersticiosas. Era una nueva cosmovisión, cultura o forma de vida. El Cristianismo hablaba de un Dios personal y vivo que creó el mundo de la nada y con quien un hombre puede relacionarse directamente. Esto provocó una confrontación directa con la cosmovisión del Imperio.
La difusión del Cristianismo se vio favorecida por el mismo carácter universal del Imperio, por el cosmopolitismo que la paz romana facilitó, comunicando entre sí las grandes ciudades, allanando los contactos culturales entre las provincias más alejadas del Imperio. Y también porque el politeísmo romano implicaba una tolerancia religiosa.
La consolidación del Cristianismo tuvo lugar en el año 313 con Edicto de Milán, cuando Constantino decreta la libertad de culto para la Iglesia Católica. Se restituyó a la Iglesia todos los derechos civiles y religiosos y de todos los bienes que le habían sido robados. Ni que decir tiene que con la conversión del emperador unos años más tarde, la Iglesia floreció, se extendió y llegó a tomar una posición dominante en todo el Imperio Romano trascendental en la formación de la cultura y los valores de la sociedad occidental.

CAUSAS DE LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO
La caída de Roma, es uno de los temas más apasionantes de la Historia y ha suscitado las más varadas opiniones. Las razones que se aducen por unos y otros son muy variadas y las más importantes podrían resumirse en las siguientes:
Algunos sostienen que fue la decadencia moral lo que llevó a Roma a su extinción, otros, como Voltaire consideraron que cualquier creación humana tiene un ciclo evolutivo, que nacen, crecen y terminan, al igual que lo que ocurre con cualquier organismo vivo.
Según Gibbon el derrumbe se produjo por la mano férrea con que se gobernó, necesaria para un extenso territorio, pero que quitó libertades a los habitantes, que ya no sentían como patria a su tierra romana. Además los militares se habían acostumbrado a largos períodos de paz, durante el siglo II, durante los cuales fueron perdiendo su valor y espíritu combativo
Así, el clero predicó virtudes como la paciencia y la pusilanimidad y se denigro las virtudes activas de la sociedad y acabó con los restos del espíritu militar.
Sin embargo, ninguna de estas explicaciones sirve para sostener cómo el imperio de Oriente siguió su existencia.
Algunos historiadores ponen el énfasis en la necesidad que tuvo Roma de reforzar sus ejércitos con fuerzas extranjeras., o sea, aceptar a los godos como federados, desdibujándose la identificación de fuerzas aliadas y enemigas. Los miembros de las clases senatoriales, se negaron a entregar para el servicio del ejército a los hombres que trabajaban para ellos, prefiriendo compensar con dinero su aporte al ejército. Con ese dinero se reclutaron soldados bárbaros y se pagaron los subsidios por la ayuda de Alarico, que acrecentaba su poder. Esto diferenció a Oriente de Occidente ya que el primero nunca dependió de los godos, para luchar contra sus enemigos externos
El estado actual de la ciencia. histórica da pábulo a las hipótesis más opuestas sobre la «caída» del Imperio romano de Occidente: según la opinión de Otto Seek, fue consecuencia de la destrucción sistemática de las minorías directoras; para Max Weber, de la excesiva concentración de la propiedad; para Barbagallo, los gastos que exigían la Corte y la numerosa administración imperial ocasionaron una crisis económica de la que no se recobró la sociedad romana; E. Konermann cree que la reducción del ejército, de la que serían responsables Augusto y Adriano, fue fatal para el Imperio al producirse las invasiones; para F. Lot el Imperio hubiese muerto de esclerosis, aunque las invasiones no hubiesen acaecido; en cambio, Piganiol y Mazzarino piensan que el Imperio fue destruido por las invasiones. Si a esta copiosa y desconcertante galería de interpretaciones se añaden las teorías elaboradas por la teología y la filosofía de la historia, desde san Agustín hasta Toynbee, los dispares resultados incitan a considerar la legitimidad de esas exégesis.
Así, más que morir, el Imperio se desvanece, El mecanismo administrativo pasó en las provincias, muy simplificado, al servicio de los reyes germánicos o de los obispos. Las oficinas imperiales de Rávena fueron utilizadas por Odoacro y por Teodorico. La legalidad imperial se continuaba en el emperador romano de Constantinopla. El proceso socioeconómico que había originado la crisis política siguió su regresión hacia la economía natural de los siglos VI y VII, indiferente a la escena incruenta y banal de la que Odoacro y Rómulo Augústulo fueron protagonistas.

COMENTARIOS FINALES
En mi opinión, el Cristianismo influyó de una manera decisiva en la vida social del Imperio, y fundamentalmente a partir del siglo III. Esto coincidió con la época de declive y desintegración de Roma, y lo hizo de manera positiva., puesto que rellenó el vació que iban dejando por inacción las instituciones romanas. Impulsó una nueva forma de conducta y unos valores, que pervivieron al Imperio y han llegado a nuestros días.
Lo que es evidente es que las razones apuntadas anteriormente, como la decadencia moral y la disipación de las costumbres, la pérdida del sentido del Honor y la disciplina del ejército, la dificultad de dirigir unos territorios tan extensos y distantes, los enemigos exteriores, la caída de la natalidad, el decaimiento de la conciencia cívica, e incluso, lo que es normal en cualquier obra humana, que tiene un final por la imperfección y las pasiones de los gobernantes.
Comparto con Gibbon que lo realmente admirable es lo que duró y los beneficios que aportó a la comunidad, aunque discrepo con él en cuanto a la influencia negativa del Cristianismo que a mi juicio supuso más ventajas que inconvenientes. En opinión de Indro Montanelli, el Imperio Romano se fue deshaciendo roído por sus males internos. El Cristianismo no destruyó nada, se limitó a llenar el vacío que la organización del Imperio iba dejando.
Roma cumplió una importante misión, que fue la de reunir las civilizaciones que la habían precedido, la griega, la oriental, la egipcia, la cartaginesa, fusionándolas y fundiéndolas en toda Europa y la cuenca mediterránea con un idioma común. Creó el Derecho y organizó la sociedad según unas normas prácticas y duraderas.
En resumen, en el siglo I de nuestra era, dos cosmovisiones muy diferentes coincidieron y en una primera fase se enfrentaron. Sin embargo, ambas fueron adaptándose y lograron convivir durante varios siglos, e incluso lo hicieron en buena armonía. La organización de la Iglesia se sustentó en la organización y cultura romanas; en su equilibrio entre el respeto a las peculiaridades de cada pueblo y el sentido universal de su alcance, utilizando una centralización descentralizada; en una lengua, común como elemento aglutinador y facilitador de las comunicaciones, y en el pragmatismo como denominador común. Fue la Iglesia la que aprovechó, incorporó y copió los elementos básicos organizativos del Imperio.
En mi opinión, dos cosmovisiones aparentemente muy distintas, se encuentran, se enfrentan y a partir del siglo III, doscientos años después conviven y se complementan; fue una buena simbiosis

''''''Texto en negrita'''''Texto en cursiva''''':''Este artículo se refiere al Imperio romano hasta su disolución en Occidente, no a su continuación en Oriente conocida como [[Imperio Bizantino]].


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Revisión del 14:20 1 jul 2009

Este artículo se refiere al Imperio romano hasta su disolución en Occidente, no a su continuación en Oriente conocida como Imperio Bizantino.


Imperivm Romanvm
Imperio Romano


27 a. C.-476

Archivo:Flag of Palaeologus Emperor.svg

Escudo
Bandera Escudo
Lema nacional: Senatus Populusque Romanus (SPQR)
(latín) El Senado y el pueblo romano
Ubicación de Roma
Ubicación de Roma
Capital Roma
41°53′N 12°29′E / 41.883, 12.483
Idioma oficial Latín
Otros idiomas Griego
Religión Religión romana (27 a. C.-337)
Cristianismo (337-476)
Gobierno Monarquía
Emperador
 • 27 a. C.-14 César Augusto
 • 475-476 Rómulo Augústulo
Cónsul
 • 27 a. C.-23 a. C. César Augusto
 • 476 Basilisco
Historia
 • César Augusto es proclamado emperador. 16 de enero de 27 a. C. de 27 a. C.
 • Batalla de Actio 2 de septiembre, a.C.
 • Diocleciano divide la administración imperial entre oeste y este. 1 de mayo, 285
 • Constantino I declara Constantinopla nueva capital imperial. 11 de mayo, 330
 • Rómulo Augústulo es depuesto por Odoacro 4 de septiembre de 476 de 476
Superficie
 • 117 6,000,000 km²
Población
 • 117 est. 88,000,000 
     Densidad 14,7 hab./km²
Moneda Denario, Sestercio, Sólido bizantino


El Imperio romano fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad clásica caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al Mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando, llegando a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, abarcando desde el Océano Atlántico al oeste hasta las orillas del Mar Negro, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,14 millones de km².

El término es la traducción de la expresión latina Imperium Romanum, que no significa otra cosa que el dominio de Roma sobre dicho territorio. Polibio fue uno de los primeros cronistas en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante casi tres siglos antes de César Augusto, Roma había adquirido numerosos dominios en forma de provincias directamente bajo administración senatorial o bajo gestión consular, y también mediante pactos de adhesión como protectorados de estados aliados. Su principal competidora en aquella época fue la ciudad púnica de Cartago cuya expansión rivalizaba con la de Roma y por ello fue la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas obligaron a Roma a salir de sus fronteras naturales, la península Itálica, y poco a poco adquirió nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.

Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas, de cara a obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal fue el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no sólo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió por vez primera la autoridad del Senado romano.

El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Él fue, de hecho, el primer hombre que se alzó como mandatario absoluto en Roma, haciéndose nombrar Dictator (dictador). Tal osadía no agradó a los miembros del Senado romano, que conspiraron contra él asesinándole durante los Idus de marzo en las mismas escalinatas del Senado, restableciendo así la república, pero su retorno sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio Augusto, quien sería enviado años más tarde a combatir contra la ambiciosa alianza de Marco Antonio y Cleopatra.

A su regreso victorioso, la implantación del sistema político imperial sobre un imperio territorial que de hecho ya existía, resulta inevitable, aun manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar un imperio que caía hacia el abismo. Fue éste último quien, por primera vez, dividió el imperio para facilitar su gestión. El imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande, quedó definitivamente dividido.

Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El senado envía las insignias a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del imperio de Occidente. El imperio oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio Bizantino, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.

El legado de Roma fue inmenso, tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno así como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.

Con el colapso del Imperio de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.

El Alto Imperio

Augusto (31 a.C.-14)

Octaviano, más conocido como Augusto, aprendió de la caída de Julio César y evitó sus errores.

Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio, la República se anexionó de facto las ricas tierras de Egipto, aunque la nueva posesión no fue incluida dentro del sistema regular de gobierno de las provincias, ya que fue convertida en una propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus sucesores. A su regreso a Roma el poder de Octavio es enorme, tanto como lo es la influencia sobre sus legiones.

En el año 27 a. C. se estableció una ficción de normalidad política en Roma, otorgándosele a Augusto, por parte del Senado, el título de Imperator Caesar Augustus (emperador César Augusto). El título de emperador, que significa «vencedor en la batalla» le convertía en comandante de todos los ejércitos. Aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto constitucional (Principado), en cuanto compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del princeps era completo. Por ello, formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de la república y manteniendo el comando sobre varias legiones. Tras su muerte Octaviano fue consagrado como hijo del Divus (divino) Julio César, lo cual le convertiría, a su muerte, en dios.

En el plano militar Augusto estabilizó las fronteras del Imperio Romano en lo que el consideraba debían ser sus límites máximos de extensión en el norte. El limes Elba-Danubio. Así mismo, finalizó la conquista de Hispania doblegando las últimas tribus del Norte de las montañas cantábricas: cántabros y astures, que permanecían aún al margen del control militar romano. Esta sangrienta lucha final sería conocida como las Guerras Cántabras. Tan difícil fue la tarea que Augusto se trasladó personalmente con toda su corte a la península ibérica estableciendo Tarraco como capital provisional imperial período éste en el cual la urbe experimentó un gran crecimiento urbanístico. Hacia el 17 a. C. Hispania al completo pasa a dominio romano quedando el territorio organizado en tres provincias: Lusitania, Tarraconensis y Baetica, además de la provincia Transduriana, que organizaba los territorios recién conquistados del Noroeste, y de cuya existencia tenemos noticia por un epígrafe, aparecido en El Bierzo, recientemente descubierto: el Edicto del Bierzo.

En el norte Augusto también obtuvo grandes victorias adquiriendo para el Imperio Germania Magna cuyos límites se extendían a lo largo del Río Elba. Pero esta situación no duraría mucho. Augusto confió la dirección de la provincia a un inexperto gobernador Publio Quintilio Varo. Su ineptitud y su poco entendimiento de las culturas locales, nada acostumbradas a plegarse frente a un conquistador incrementaron los recelos de los lugareños. Así fue como el 9 a. C. una rebelión protagonizada por Arminio aniquiló las tres legiones de Varo en una brutal emboscada conocida como la batalla del bosque de Teutoburgo. La reacción romana permitió evacuar no sin problemas el resto cuerpos militares acantonados en Germania. Augusto escandalizado ante el desastre militar exclamaría ¡Quintilio Varo devuélveme mis legiones!. Finalmente y, a pesar de los deseos iniciales de Augusto, las legiones se retiraron a defender el frente del Rin. Así el sistema de limes nórdico se mantendría estable hasta el colapso del Imperio en la menos firme frontera Rin-Danubio. Augusto recomendó a su sucesor Tiberio que no tratara de extender más allá sus fronteras.

La dinastía Julio-Claudia (14-69)

Árbol genealógico simplificado de los emperadores julio-claudios (la línea discontinua significa adopción como hijo y heredero).
Expansión del Imperio Romano en 218 (rojo), 89 (rosa), 44 a.C. (naranja), 14 (amarillo), y 117 (verde).

Los sucesores de Augusto no demostraron ser especialmente dotados, evidenciando las debilidades de un sistema dinástico hereditario. Tiberio, Calígula y Nerón fueron especialmente despóticos, dejándose llevar incluso por los excesos de locura que pusieron a prueba la fortaleza del sistema consolidado bajo la sabia administración de Octavio.

Tan solo Claudio, emperador después de Calígula, fue la excepción. A pesar de su apariencia torpe, puesto que cojeaba, tenía un tic y era tartamudo, fue uno de los emperadores más competentes que tuvo Roma. Pero a Claudio le vencieron los amores, y todo hace pensar que murió envenenado a manos de su tercera esposa, Agripina quien puso a su hijo Nerón como sucesor. Nerón acabó rebelándose contra la ambición de su propia madre, mandándola matar. Sus locuras terminaron por ser su perdición, por lo que no resulta extraño que en el 68 perdiera el control de varias legiones, y ya sin apoyo alguno y con un Senado deseoso de nombrar a un sustituto, el emperador tuviera que acabar suicidándose.

La dinastía flavia (69-96)

Evolución territorial del Imperio Romano; en la República (rojo), el Imperio (púrpura), el Imperio Occidental (azul) y el Imperio Oriental (amarillo).

El imperio entró en una breve anarquía, en la que en un mismo año (69) hubo cuatro emperadores romanos, conociéndose como el año de los cuatro emperadores. Tuvo que ser un general, Vespasiano, quien pusiera fin al caos. Su mandato se reveló positivo para el Imperio y salvo las rebeliones de Judea y Germania, que aplastó sin miramientos, pocos problemas graves tuvo que afrontar. La sucesión al trono así mismo parecía asegurada dado que tenía dos hijos Tito y Domiciano. Y es que la idea de un sistema imperial dinástico había calado fuerte en la sociedad romana con los Julio-Claudios, aunque hubiera proporcionado emperadores tan nefastos como Calígula o Nerón.

Sin embargo, las nueva línea dinástica no tardó en mostrar sus debilidades. Tito, con una brillante carrera militar en la guerra judía, y convertido en Prefecto del Pretorio por su padre, se enamoró de una princesa judía, que como esposa de emperador era absolutamente inaceptable para Roma y los romanos, y además empezó a manifestar caprichos que conducían a la tiranía. Por su parte, Domiciano, durante la guerra civil del 69, pese a su juventud, había intentado realizar su propia política personal al margen de su padre. Al inicio del reinado de Tito este hubo de enfrentarse a su escasa popularidad hasta la inauguración del Anfiteatro Flavio, el Coliseo. Tito apenas si tuvo tiempo de dejar impronta en el Imperio pues murió poco después dejando como único recuerdo la fastuosa inauguración de los mayores juegos conocidos hasta la fecha en el mayor anfiteatro construido por Roma. A su muerte le sucedió Domiciano quien resultó ser igual o peor que los déspotas que le habían precedido. Sus actuaciones en política exterior fueron desiguales; aplastó a los germanos, pero compró la paz con los dacios; en política interior, acosó al senado, a los cristianos, a su propia familia y acabó comportándose como un tirano paranoico temiendo conspiraciones por todas partes. Incluso se hizo llamar en palacio dominus et deus. De nuevo, el sistema se impuso por encima del tirano que fue asesinado en un complot contra él, en el que la Guardia Pretoriana, nuevamente tuvo un papel principal.

La dinastía antonina (96-192)

El Imperio Romano en su máxima extensión, durante el reinado de Trajano (hacia el 117)

Con la muerte de Domiciano empieza la era más grande del imperio, el mayor periodo de estabilidad política y buena administración como nunca tuvo ni volvería a tener. Por primera vez al Senado Romano se le da la potestad de elegir sucesor y elige a Nerva el año 96.

Se inicia así el periodo de los Emperadores Antoninos conocidos como los cinco emperadores buenos ya que se suceden cinco emperadores consecutivos que resultan muy positivos en el gobierno de las extensas posesiones imperiales, así como en todas las campañas militares en las que participa Roma, resultando siempre triunfante en aplastantes victorias que llevan al Imperio al cenit de su extensión bajo el mandato de Trajano en el 117, el segundo de los cinco emperadores.

Nerva era un anciano perteneciente a la nobleza senatorial italiana y sería el último emperador italiano de familia y de nacimiento. Su mayor mérito fue elegir al mejor sucesor posible, Marco Ulpio Trajano. Trajano era un patricio afincado en la Bética y ascendió al trono en el 98 por recomendación de Nerva. Con él, el Imperio Romano consiguió su mayor extensión con las nuevas adquisiciones de la Dacia, Arabia, Mesopotamia, Asiria y Armenia. El imperio llegó a abarcar desde Gran Bretaña al Desierto del Sahara y desde la Península Ibérica al río Éufrates.

Con los llamados emperadores antoninos se instauró, por vez primera, la tradición de nombrar al sucesor más dotado sin priorizar la razón hereditaria. Adriano fue el afortunado sucesor de Trajano, quien se encargó de consolidar las conquistas de éste renunciando a los ambiciosos planes de conquista de su predecesor. Devolvió Mesopotamia a los partos y afianzó la Dacia y la Britania romanas, en esta última con la construcción del famoso muro de Adriano al que da nombre. Durante el reinado de los antoninos se volvió a tener en cuenta la voz del Senado como en tiempos de Augusto, obedeciendo sus recomendaciones en la mayoría de ocasiones sin que por ello mermase el poder de los emperadores en el desempeño de sus funciones. Bajo los sucesores de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, se produjeron ya los primeros ataques importantes sobre las fronteras romanas sobre todo por parte de los germanos, especialmente los cuados y marcomanos (ver Guerras Marcomanas) y los partos. Antonino avanzó varias guarniciones britanas a un nuevo frente en el que edificó el llamado Muro de Antonino esperando que los caledonios y pictos atrapados entre los dos muros aceptaran, poco a poco, romanizarse. Pero los pictos no dejaron de acosar a las guarniciones romanas, por lo que a la llegada de Marco Aurelio al trono se procedió al repliegue de todas las guarniciones hasta la más estable y segura frontera del muro de Adriano.

Durante esta época se producen también los primeros y únicos contactos directos entre Roma y China con el envío de una embajada romana a oriente a la que hacen referencia las crónicas chinas de la dinastía Han. El creciente contacto entre el lejano oriente y occidente, ya sea a través de la ruta de la seda o de las tribus de las estepas, facilita también el transporte de nuevas enfermedades que pronto empezarán a suponer un problema para Roma. Entre el 168 y el 180 la peste antonina azotará el Imperio con virulencia llegando a provocar en Roma picos de mortalidad de hasta 2.000 defunciones diarias. El propio Marco Aurelio perecerá finalmente víctima de la propia peste en medio de su campaña del Danubio contra los Marcomanos.

Por alguna razón que se desconoce, el emperador filósofo Marco Aurelio rompió la sabia tradición instaurada con Nerva y dio la sucesión a su propio hijo, Cómodo, esperando que este concluyera su ambiciosa operación de castigo con la que pretendía incorporar dos nuevas provincias al imperio, Marcomania y Sarmatia. Pero Cómodo, muy al contrario, ofreció rápidamente la paz a los germanos, quienes la aceptaron enseguida. Las fuerzas bárbaras estaban prácticamente agotadas por la presión romana, que los estaba llevando hasta el límite. Este fue un balón de oxígeno que años más tarde se revelaría como un grave error estratégico, habiéndose echado a perder una nueva oportunidad para acabar totalmente con la amenaza germana. Las Guerras Marcomanas finalizan pues abruptamente con la muerte de Marco Aurelio, no sin mostrar ante los bárbaros el mayor despliegue bélico y el mayor contingente militar listo para el combate desde tiempos de Augusto. Los germanos tardarían mucho tiempo en recuperarse y en volverse a desafiar a Roma.

Los emperadores antoninos que le precedieron no tuvieron nunca un sucesor directo disponible por lo que siempre se vieron obligados a adoptar a alguien para asegurar la estabilidad imperial tras su muerte. A pesar de todo siempre trataron de guardar el poder entre miembros de su familia o cercanos a ella siempre que fue posible.

Cómodo (180-192), de quien los historiadores dan un imagen de tirano y poco competente, se revela como nefasto y despreocupado de los problemas del pueblo y de las fronteras, ocupándose más por divertirse con los juegos, orgías y todo tipo de pasatiempos bélicos y obscenos. La situación de dejadez imperial agrava el malestar en la corte hasta que el emperador es finalmente asesinado.

La dinastía Severiana (193-235)

Tras un breve periodo anárquico Septimio Severo, militar no perteneciente a la aristocracia romana, consigue establecer una nueva dinastía el año 193. Alejandro Severo es el último emperador de esta línea hereditaria, dando paso a la tercera anarquía (la primera fue el año de los cuatro emperadores y la segunda la que precedió a los Severos). A partir de ahora se suceden en el trono varios emperadores que llegan al poder gracias a haber subido en el escalafón militar por méritos sin ser necesariamente de procedencia noble. El primer emperador de esta nueva era es Maximino el Tracio, hijo de campesinos y procedente de una zona de la actual Bulgaria.

Crisis del siglo III (235-84)

Tras el asesinato de Alejandro Severo, por sus tropas en el año 235, se inició una etapa de crisis.

Tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se verá marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad de los transportes, la ruina de la moneda, etc.

El Bajo Imperio (284-395)

Diocleciano y la tetrarquía (284-395)

La dinastía constantiniana (305-363)

La dinastía valentiniana (364-395)

La división del Imperio (395-476/1453)

El fin del Imperio romano de Occidente (395-476)

A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio Romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.

Sólido bizantino de Odoacro en nombre del Zenón

El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 15 años que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente.

Supervivencia del Imperio Romano de Oriente (395-1453)

El Imperio restaurado: el Sacro Imperio Romano (800-1806)

Arquitectura

Anfiteatro de Tarraco (hoy Tarragona)

Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.

Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Las ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos calles principales, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro alrededor del cual se erigían templos, monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.

Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara el año 64 dC, durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.

Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y los emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano sabedores de que era la mejor carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra Roma. Por ello, allí donde fuera preciso se construían teatros, termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.

Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos si era preciso, el agua llegaba a veces con tal presión que era necesario construir abundantes fuentes por todas partes lo que aun aumentaba más el encanto de dichas ciudades que aun construidas en tierras secas recibían la llegada de las bien planificadas canalizaciones romanas.

Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio interior (impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.

En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.

Con la llegada de la crisis del siglo tercero y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la seguridad de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Y muchas de ellas, sobre todo las más fronterizas con los limes acechados por los pueblos germanos se vieron obligadas a amurallarse y recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de vida por seguridad. Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.

Economía

La economía del Imperio Romano era la propia de un imperio esclavista: los esclavos trabajaban obviamente de forma gratuita, lo cual producía una enorme riqueza. Las diferentes ciudades y provincias estaban conectadas por una red de comunicaciones, vías y puertos, que fomentaban el comercio notablemente.

Aunque la vida se centraba en las ciudades, la mayoría de los habitantes vivían en el campo, donde cultivaban la tierra y cuidaban el ganado. Los cultivos más importantes eran el trigo, la viña y los olivos, también árboles frutales, hortalizas, legumbres y lino. Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas introduciendo el arado romano, molinos más eficaces, como el grano, el prensado de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono.

Desde el punto de vista económico, la base agrícola varía bastante según las zonas.

  • En el Valle del Po predominaba el pequeño campesinado que convivía con los grandes dominios. El cultivo de cereales, cultivo idóneo para la zona, tiende a desaparecer.
  • El Ager Galicus y el Picenum es una tierra de pequeños campesinos surgidos de la distribución de tierras por el Estado.
  • Etruria y Umbría son tierras de ciudades, cuya organización dificulta el progreso del campesinado.
  • En el Lacio, País Marso y País de los Sabélicos la situación es similar a la de la propia Roma.
  • En Italia del Sur las ciudades están arruinadas y existe poco campesinado.
  • En el Samnio hay una despoblación notable y las ciudades están también arruinadas.
  • En Campania y Apulia las antiguas ciudades han quedado arruinadas, y los repartos de tierras, en general no prosperaran. En parte de Campania las tierras eran Ager Publicus y solo se dejaban a su ocupante a título de arrendatario por tiempo limitado.
  • En el Brucio y Lucania el poblamiento es débil y la agricultura apenas progresa.

Sociedad

Un hombre con una toga

La sociedad romana se configura de dos clases sociales que tenían la ciudadanía romana: una aristocracia de propietarios (patricii, patricios) y una clase popular que luchaba por conseguir derechos (plebs, plebeyos). Como ya se ha dicho anteriormente, la economía estaba basada en el sistema de producción esclavista, donde la mayoría de los esclavos eran prisioneros de guerra. Existían mercados de esclavos donde se comerciaba con ellos como si fuesen simples mercancías.

Así pues la sociedad romana estaba dividida en:

  • Patricios: la clase dominante que poseía todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales, políticos y también culturales.
  • Plebeyos: eran el pueblo que no gozaba de todos los derechos ni privilegios.
  • Esclavos: no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda una institución social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo sería siglos después. En Roma cualquiera podía ser esclavo; la fuente de esclavos provenía sobre todo de pueblos conquistados, pero también de delincuentes u otra gente que fuera degradada a esa clase social por algún motivo. En realidad el esclavismo no era más que la clase social más baja. Y como toda clase, también era posible ascender a veces comprando la propia libertad, o simplemente por el deseo expreso del amo que se formalizaba con el acto de manumisión, un privilegio exclusivo de todo propietario que convertía al esclavo en liberto (esclavo liberado).

Religión

Escultura de la diosa Diana

La religión de los romanos era politeísta (adoraban un gran número de dioses). Los más venerados eran Júpiter, Minerva y Juno. En honor a ellos se construyeron templos y se ofrecieron sacrificios de animales. El emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio se practicaba el culto imperial.

También veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de la familia; en cada casa había un altar dedicado a esos dioses. Además, los romanos eran muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de los oráculos.

Las fiestas religiosas

El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas romanas. Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta el final del imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola. A pesar de eso, se introdujeron nuevas fiestas que señalaron la asimilación de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los laborales. Las más importantes eran las fiestas lupercales, saturnales, equiria y de los juegos seculares.

Tiempo después, terminadas las persecuciones contra los cristianos, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio, con el emperador Constantino que toleró las dos religiones, ya que según la leyenda, antes de una gran batalla vio una cruz en el cielo, bajo la cual una inscripción decía «bajo éste símbolo vencerás». Al día siguiente grabó en los escudos de todos sus soldados la cruz y obtuvo una gran victoria, si bien sólo se bautizó unos días antes de su muerte. Algunas festividades cristianas que se celebran actualmente se basan en las festividades que ya se celebraban en tiempos romanos, sólo que cristianizadas para hacerlas compatibles con la nueva religión. Incluso, en países de cultura cristiana, se mantienen algunas completamente paganas como el carnaval.

Véase también

Enlaces externos