Wikiproyecto:Huelva (provincia)/pruebas/Historia de la Provincia de Huelva

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Prehistoria y Protohistoria: Cultura del bronce onubense, Tartessos y turdetanos[editar]

Existe constancia de presencia humana en la zona costera de Huelva desde la llegada de los primeros pobladores de la península ibérica a través del estrecho de Gibraltar. Estos hombres fueron asentándose y ocupando progresivamente zonas más septentrionales.

Del Neolítico, queda constancia gracias a la existencia de yacimientos como el de La Dehesa[1]​ en la comarca de El Condado, en los que se encontraron diferentes piedras talladas y restos cerámicos. Los dólmenes como el de Soto y otros yacimientos como el de El Pozuelo[2]​ o los restos de una ciudad amurallada en La Zarcita[3]​ permiten fechar la presencia humana en estos territorios.

En la Edad de Bronce apareció una cultura bien identificada en el área que comprende la actual provincia de Huelva. Esta cultura entró en contacto con la Cultura del Bronce Meridional portuguesa, que recuerda a la Cultura de El Argar en muchos de sus elementos, como los enterramientos individualizados en cistas o su cerámica lisa. Uno de sus rasgos más características es su ritual funerario, con enterramientos colectivos en megalitos y los enterramientos individuales, con un modelo de enterramiento que también se desarrolló en el sur de Portugal en esa época.[4]​ Todo esto hace pensar que debió existir algún tipo de contacto entre estas culturas.[5]

Las necrópolis en el Andévalo y en Sierra Morena se localizan en las zonas cercanas a yacimientos de piritas. Para su recubrimiento se utilizaron losas de pizarra.[5]​ Sus ajuares no suelen ser abundantes, apenas un par de cuencos, salvo en la necrópolis de El Becerro, en la zona arqueológica de Santa Eulalia, donde se han encontrado cuentas de collar y joyas de plata.[4]​ Estos restos ayudan a comprender el paso por la zona de los pobladores de la provincia durante la Edad del Bronce.

De la etapa final del Bronce datan también los hallazgos de la ría de Huelva que, junto a los de la zona del Seminario de la capital,[6]​ son los que probablemente convierten a la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel en la zona de la península con presencia humana continuada más temprana, remontándose esta a 3000 a. C.[6][7][3][8]

Área aproximada de influencia de Tartessos.

Los tartesios fueron indígenas del suroeste peninsular que asimilaron elementos de otras culturas, principalmente de los fenicios y de los griegos, que tuvieron relativa presencia en esas tierras. El contacto con los griegos coincidió con el auge de esta cultura en el siglo VI a. C. y permitió un despegue cultural gracias al comercio de metales procedentes de las minas del norte. Tradiciones y mitos movieron a varios aficionados e investigadores,[9]​ como Adolf Schulten o Jorge Bonsor,[9][10]​ a buscar en la zona, entre los ríos Guadiana y Guadalquivir, tesoros que se atribuían a este pueblo. Aunque no se han encontrado restos de importancia que identifiquen claramente ni su territorio ni si tuvo una ciudad rectora, se ha podido constatar arqueológicamente que en estas tierras floreció una avanzada cultura del Bronce Inicial con actividad metalúrgica, agrícola y de pastoreo; y que comerciaba con los orientales fenicios y griegos en los albores del Bronce Final.[11]

Parece ser que la llegada de los fenicios y, posteriormente, del comercio griego no produjo un progreso generalizado en el pueblo tartesso y su economía siguió basada en la agricultura, la ganadería y la pesca, pues los beneficios del comercio y de la metalurgia quedaban en manos de sectores sociales minoritarios.[11]​ Yacimientos como el de Tejada La Vieja o la necrópolis del Cabezo de la Joya en la ciudad de Huelva, demuestran la impronta de esta civilización relativamente desconocida.

El reino tartesio cayó en una grave decadencia a lo largo del siglo VI a. C. Los motivos de esta desaparición fueron complejos. La caída de Tyro en manos asirias produjo una liberalización del comercio en el Mediterráneo occidental. Este hecho fue aprovechado por la colonia griega de Massalia que, vía interior por el Ródano, contactó con los ricos yacimientos minerales del norte de Galia.[12]​ Este hecho supuso la perdida de poder geoestratégico de Tartessos como intermediario en el comercio, por lo que fue la ruta de la plata fue relegada a un segundo plano. La situación geopolítica en el Mediterráneo cambió con la irrupción de Cartago, que reabrió las antiguas rutas comerciales fenicias. La batalla de Alalia supuso la supremacía cartaginesa frente a la griega y la crisis de la colonia griega de Massilia.[13]​ Cartago relanzó el comercio de minerales en la región de Tartessos, pero esta vez controlado por la colonia de púnica de Gádir.[14]​ El pueblo tartesio perdió totalmente el control del comercio e incluso su independencia con la conquista cartaginesa del sur peninsular. Ya en estos tiempos el pueblo tartesio era denominado como turdetano.

Los turdetanos, descendientes históricos de Tartessos y de su misma raíz étnica, vivieron en la práctica totalidad de la actual provincia y fueron considerado por Estrabón como "los más cultos de los íberos".[15]​ Las ciudades como Onuba e Ilipla tuvieron gran importancia en esta zona.

Pedestal de época romana hallado en 1820 en Villarrasa.

Edad Antigua: La Bética y la Beturia romanas[editar]

En época romana, la actual provincia de Huelva se encontraba en las regiones denominadas Beturia Céltica y Túrdula, dentro de la provincia senatorial romana de la Baetica.[16]​ Las ciudades más importantes de aquella época fueron Ilipla (la actual Niebla), Onuba Aesturia (Huelva), Arucci Vetus y Turobrica, ambas en la zona de Aroche. Estas ciudades vivían fundamentalmente de la minería y del comercio marítimo, al igual que Tartessos.

Los romanos construyeron las primeras infraestructuras de la provincia y explotaron las comarcas mineras más eficientemente que nunca antes, viviendo un periodo de esplendor que ni siquiera hoy disfrutan, ya que la minería provincial ya no es hoy la pujante empresa de antaño. Hasta la edad contemporánea no se ha logrado igualar esta explotación sistemática de los recursos mineros. Hoy se pueden observar en las actuales minas las escombreras de los deshechos no aprovechables de las actividades romanas,[17]​ que actualmente son aprovechables gracias a las mejores técnicas de separación de la ganga.

La caída del Imperio Romano en el siglo V permitió a la larga el asentamiento en la zona de los pueblos visigodos.

De la Edad Media al final del Antiguo Régimen[editar]

Época visigótica[editar]

Hundido el poder imperial romano, los visigodos, antiguos federados de Roma, avanzaron sobre la región, provocando un vacío de poder que los hispanorromanos intentaron evitar poniéndose en manos de Bizancio, en la llamada provincia de Spania. Esto provocó luchas que se alargaron durante todo el siglo VI.[18][19]​ De época visigoda son muy escasas las fuentes de estudio, creyéndose que la región era relativamente poco importante en el contexto del sur de la península. Es probable que se siguiesen explotando las minas, aunque en menor medida.

Del periodo visigodo proceden los primeros datos continuados sobre la cristianización de la zona, con la diócesis de Elepla (Niebla), cuya primera noticia data de 466.[20][21]​ La lápida de la niña Domigratia de Almonte es del año 495. Se han encontrado otras inscripciones de aquella época en lugares tan separados como Almonaster la Real, Corteconcepción e Hinojales, un vasto territorio en el que se percibe que la labor de evangelización fue temprana e intensa. La necrópolis de la barriada de la Orden de Huelva, excavada por Mariano del Amo en la década de los años 1970, además de restos más antiguos, también contiene restos de época visigoda. El resultado de las excavaciones fue publicado en la revista Huelva Arqueológica.

Al-Ándalus[editar]

Situación de la península hacia el siglo XI.

Al igual que en el resto de la península, los pobladores ofrecieron poca resistencia a la llegada de las primeras tropas procedentes de África. En el año 713 Niebla fue ocupada por los musulmanes, convirtiéndose en una de sus kuras o coras, jurisdicciones administrativas similares a las provincias.

Durante la época del emirato y del califato de Córdoba, los territorios de la provincia de Huelva estaban integrados total o parcialmente en las coras de Huelva, Niebla, Mértola, Badajoz y Sevilla. Con la caída del poder centralizado del califato, en 1031, estas provincias se conviertiron en Reinos de Taifas. La taifa de Huelva y la taifa de Niebla, junto con las otras nombradas, fueron absorbidas progresivamente por la taifa de Sevilla.

Posteriormente el territorio de la provincia fue sometido por los almorávides, con capital en Granada, desintegrado posteriomente en los segundos taifas, sometido al poder almohade con capital en Sevilla y, finalmente, antes de su conquista por los castellanos, volvió a formarse una taifa en torno a Niebla bajo Ibn Mahfot,[22]​ extendiendo sus dominios a gran parte del Algarve portugués.

Conquista cristiana[editar]

Con el fin de continuar la reconquista, en el siglo XIII, después de la toma por Alfonso X el Sabio en 1262[23]​ de las ciudades de Niebla y Huelva, la actual provincia de Huelva cobró importancia como territorio fronterizo con Portugal, sirviendo de freno a la política expansionista de este país. Un factor fundamental para la repoblación de la tierra reconquistada fue la feudalización de gran parte del territorio. En 1369 Enrique II de Castilla otorgó a Juan Alfonso Pérez de Guzmán, IV Señor de Sanlúcar, el Condado de Niebla por su fidelidad en la Primera Guerra Civil Castellana, el primer condado con jurisdicción territorial que se otorgó a un noble ajeno a la familia real.[23][24]​ Asimismo, las villas de Huelva, Gibraleón, Palos de la Frontera, Moguer y Ayamonte también pasaron a manos de diversas casas nobiliarias. Las poblaciones del estuario del Tinto y el Odiel y una serie de bases científicas y técnicas desarrolladas en los últimos años del siglo XIV hicieron a esta provincia testigo y agente de un hecho trascendental para la historia de la humanidad: la llegada española a América.

Descubrimiento de América y Lugares colombinos[editar]

A finales del siglo XV se desarrolló la vocación marinera de su gente, sobre todo en Palos de la Frontera y en Moguer. En esta zona de la costa onubense se venía desarrollando una de las mayores actividades marítimas de la península, tanto pesqueras como mercantiles o militares. Los marinos de la costa onubense eran requeridos para diversas acciones. En la guerra peninsular entre el reino de Castilla y Portugal, las principales expediciones navales castellanas requirieron siempre la presencia de marinos, en su mayoría de Palos, pero también de Moguer o Huelva, expertos en las navegaciones atlánticas. Estos marinos habían establecido unas prósperas relaciones comerciales con la Europa mediterránea y noratlántica, basándose en la pesca y otros productos que obtenían en la zona de Guinea,[25]​ por ello, gracias a sus actividades y logros en el Atlántico, lograron fama internacional:

...porque sólo los de Palos conocían de antiguo el mar de Guinea, como acostumbrados [estaban] desde el principio de la guerra a combatir con los portugueses y a quitarles los esclavos adquiridos a cambio de viles mercancías.
Alfonso de Palencia, Crónica de Enrique IV. Década III.

Es por ello que la elección de este destino por parte de Colón para sus intenciones no resulte azarosa ni casual.

Hombres como Martín Alonso Pinzón, sus hermanos, Garcí Fernández, fray Juan Pérez o los hermanos Niño, resultaron claves en la empresa descubridora de 1492, ya que, gracias a su determinación y dotes náuticas, se consiguió llevar a término una empresa que a priori parecía ser de resultados inciertos y de muy difícil realización en aquella época.[26]

Cuando Colón llegó por primera vez a Palos en 1485, lo hizo al monasterio franciscano de La Rábida, donde encontró refugio y hospitalidad. Enseguida fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena se entusiasmaron con el proyecto del genovés. Colón encontró ayuda necesaria para abrir las puertas a su proyecto, tanto en la corona como entre los hombres de la región del Tinto y el Odiel. Martín Alonso Pinzón resultó ser el gran valedor de Colón entre la marinería de la zona, ya que hasta que él no decidió formar parte de la empresa no se consiguió enrolar a los hombres necesarios para el primer viaje colombino.[26]

Finalmente, con una tripulación de unos 90 hombres, el 3 de agosto de 1492 partió del puerto de Palos de la Frontera la primera expedición colombina, que llevó a varios onubenses a tierras americanas y realizó el encuentro de dos mundos, que hasta entonces habían permanecido aislados entre sí. Estos acontecimientos dieron fin a la Edad Media e introdujeron a España en la Edad Moderna.

En los siguientes viajes de Colón participaron nuevamente marineros de Huelva y, aunque ya el almirante partió siempre desde puertos gaditanos, hombres de esta tierra volvieron a participar en otros viajes destacados de descubrimiento y exploración en las tierras del Nuevo Mundo. Marinos onubenses como Pedro Alonso Niño, Vicente Yáñez Pinzón y Bartolomé Ruiz entre otros, resultaron protagonistas de los denominados viajes menores o andaluces, entre los destaca el descubrimiento del Brasil por parte de Vicente Yáñez Pinzón.[27][28]

Juan Rodríguez Mafra participó como piloto de la Nao San Antonio en el viaje de la primera vuelta al mundo comandada inicialmente por Magallanes y que concluiría Juan Sebastián Elcano.[29]

Entre los evangelizadores de los nuevos pueblos descubiertos de América también hubo onubenses como fray Juan Izquierdo, fray Andrés de Moguer, fray Juan de Palos o fray Antonio de Olivares.

Evolución de los señoríos onubenses[editar]

Señoríos jurisdiccionales en el Reino de Sevilla hacia el reinado de Carlos I.

Tras la reconquista de la actual provincia de Huelva, la división político-nobiliaria se hace en realengos, que no siempre mantuvieron su condición, en su parte norte y en señoríos que terminaron ganando importancia más adelante en su parte sur. La zona norte fue conquistada por los portugueses, mientras que el Reino de Niebla en 1262, en tiempos de Alfonso X, pasó a manos castellanas. De su antiguo reino se formó un poderoso concejo que ejerció sobre sus aldeas un importante control. Comenzaron desde ese momento dos procesos en el Campo de Andévalo, uno repoblador y otro de señorialización. Éste último se llevó a cabo entre 1266 y 1369.[30]

El régimen señorial en la Sierra[editar]

En torno a la primera mitad del siglo XIII, las poblaciones más occidentales de Sierra Morena fueron reconquistadas por las incursiones de órdenes militares portuguesas, durante el reinado de don Sancho II de Portugal, sin culminar con la repoblación. Se construyeron desde el primer momento fortificaciones a lo largo de toda la frontera con Portugal debido a las continuas escaramuzas y se pobló con asturleoneses y gallegos. Esta línea se basó en la existencia de una serie de fortificaciones intercomunicadas visualmente mediante señales con antorchas. Sancho IV el Bravo, a petición de las autoridades hispalenses, concedió el privilegio a varios pueblos de la sierra para la construcción de fortalezas, que resguardaron y frenaron los continuos ataques del país vecino. Se construyeron el Castillo de Santa Olalla, junto con el de Cumbres Mayores, Fregenal de la Sierra y se reconstruyó el de Aroche.

Sancho II de Portugal.

En 1279, durante el reinado de Alfonso X, Almonaster la Real junto con Zalamea la Real fueron donadas a la mitra arzobispal de Sevilla a cambio de La Puebla de Cazalla, merced confirmada por Sancho IV en 1286. Habría que pensar que fue por motivos de "unión geográfica y la vocación populacionista" la causa de este trueque, al ser Almonaster y Zalamea extremos pero no fronterizos con Portugal.[31]​ A finales del siglo XIII el rey Sancho IV comenzó la repoblación de esta zona con astur-leoneses y gallegos como fue el caso de Los Marines, que hasta mediados del siglo XVII, fue tierra de realengo del Concejo de Aracena en el reino de Sevilla. Hacia 1640, pasó a jurisdicción señorial tras la donación hecha por Felipe IV al Conde Duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán, para pagar los servicios prestados en la batalla de Fuenterrabía. Después de la muerte del Conde Duque en 1645, el Señorío pasa al Conde de Altamira y Marqués de Astorga, que se intitula Príncipe de Aracena hasta 1812. Aracena continuó, durante la Baja Edad Media y Edad Moderna, como Real Priorato durante el siglo XIV y como Señorío bajo la jurisdicción del Conde Duque de Olivares en el siglo XVII, y más tarde del conde de Altamira, quien se intitula Príncipe de Aracena.[32]

En 1333, el Concejo de Sevilla pretendió crear cerca de la villa de Los Marines, otra denominada Valencia, segregando para ello una parte del término e impidiendo la entrada en el mismo a los vecinos de Almonaster que no quisiesen poblar el nuevo lugar, lo cual motivó el despoblamiento de ésta. Sin embargo, el proyecto no llegó a consolidarse y la nueva población desapareció. A finales del siglo XVI Felipe II, para paliar su bancarrota económica, pide autorización para enajenar bienes patrimoniales de la Iglesia. Así, en 1579, el papa Gregorio XIII le concede una bula por la que las villas de Almonaster, Zalamea y otras se incorporan a la Corona. Felipe II cedió sus derechos sobre la villa a Nicolás de Grinaldo, príncipe de Salerno, por unas deudas contraídas con la Corona, que a su vez intentó vender su jurisdicción al Marqués de la Algaba, pero los vecinos interceden ante el rey para que la villa permaneciese de realengo, sufragando sus habitantes lo solicitado por éste. El 10 de mayo de 1583, Almonaster quedó de realengo, formando parte del antiguo Reino de Sevilla y añadiendo la Real a su topónimo. Entre los siglos XVII y XVIII la actividad de la población se basa en la agricultura, ganadería y en tareas forestales, como la producción de carbón y ciscos vegetales. El crecimiento demográfico producido a partir del siglo XVIII, obliga a sus vecinos a roturar nuevas tierras de labor en un término con escasos terrenos fértiles para ello, por lo que entran en numerosos litigios y conflictos de deslindes con las poblaciones colindantes. A mediados del siglo XVIII, Almonaster vuelve a perder su jurisdicción y también los propios, y pasa a ser villa de señorío, perteneciendo a don Gregorio del Valle Clavijo, conde de Villa Santa Ana. Vuelve a recobrar su jurisdicción en 1792, tras un largo pleito con el citado conde y haber depositado 22.000 ducados en las arcas de la Corona.[33]

Marquesado de Gibraleón[editar]

En 1306 don Alfonso de la Cerda, nieto del rey Alfonso X «el Sabio», recibió el señorío de Gibraleón como parte de las compensaciones establecidas por renunciar a sus derechos al trono. Surgía así uno de los señoríos más antiguos e importantes del territorio onubense, objeto de disputas y ambiciones nobiliarias. Su nieta María de la Cerda, contrajo nupcias con Pedro Núñez de Guzmán, señor de Brizuela y Manzanedo. Su tataranieta, Isabel Núñez de Guzmán, señora de Gibraleón, contrajo matrimonio con Pedro de Zúñiga, I Conde de Ledesma, matrimonio del que nació Álvaro de Zúñiga, I Duque de Béjar, cuyo hijo Pedro de Zúñiga y Manrique, por casamiento con la IV Señora de Ayamonte, tuvo a Álvaro de Zúñiga y Guzmán, a quien Carlos I concedió en 1526 el Marquesado de Gibraleón, hermano del I Marqués de Ayamonte. Éste murió sin descendencia legítima por lo que el Marquesado de Gibraleón pasó a su sobrina Teresa de Zúñiga Guzmán y Manrique, III Duquesa de Béjar, quien reunió en su persona ambos marquesados, para luego separarlos de nuevo concediéndolos a dos de hijos. Posteriormente, al morir sin sucesión el XIII Marqués de Ayamonte, el título recaería en la Casa de Arcos, que por matrimonio pasaría a la Casa de Osuna. Con la extinción de esta última, el marquesado pasó a la XVI Duquesa de Béjar, bisnieta del IX Duque de Osuna, casada con Luis Manuel Roca de Togores, I Marqués de Asprillas, en cuyos descendientes perdura el marquesado.

El carácter fronterizo de las tierras del marquesado, el tránsito de personas y mercancías por el Camino de la Raya y las tensiones con los señoríos vecinos explican en buena medida la existencia de un interesantísimo conjunto de fortificaciones medievales. Algunas de ellas aprovechan emplazamientos existentes en época islámica; aunque son mayoría las que se construyen por iniciativa de los distintos señores entre los siglos XIV y XV. A ello hay que añadir, en los siglos siguientes, la construcción de las torres de almenara en la costa y las reformas sufridas por los antiguos castillos a raíz de las guerras con Portugal.[34]

Al marquesado pertenecieron además de Gibraleón, Cartaya, San Bartolomé de la Torre, Villanueva de los Castillejos, El Almendro, Sanlúcar de Guadiana, El Granado y lo que entonces era Aldea de Trigueros. Gibraleón tomó parte activa en el descubrimiento de América contribuyendo con hombres y dinero.[35]

Marquesado de Ayamonte[editar]

Gaspar Pérez de Guzmán y Sandoval, IX duque de Medina Sidonia, responsable de la caída del VI marqués de Ayamonte.

A finales del siglo XIII Alonso Pérez de Guzmán, conocido como «Guzmán el Bueno», fundador de la Casa de Medina-Sidonia, compró Ayamonte juntamente con Lepe y La Redondela (en conjunto con una compra de olivares por todo el Aljarafe). Dentro del mismo linaje, el Señorío de Ayamonte fue ostentado por primera vez por Juan Alfonso Pérez de Guzmán y Osorio, I Conde de Niebla. Con Teresa de Guzmán, hija del I Duque de Medina-Sidonia y IV Señora de Ayamonte, el señorío pasó definitivamente a una rama menor de la Casa de Medina-Sidonia, conocida con el tiempo como Casa de Ayamonte. Su esposo, Pedro de Zúñiga y Manrique, hijo del I Duque de Béjar, recibió el título de Conde de Ayamonte en 1485 de manos de la reina Isabel I de Castilla. En 1521 Carlos I elevó el condado a la dignidad de Marquesado.[36]

En el año 1641, Don Francisco Manuel Silvestre de Guzmán y Zúñiga, sexto marqués de Ayamonte, y tras interceptar una carta entre el ducado de Medina Sidonia y el marquesado de Ayamonte junto con informes provenientes del recientemente independizado reino de Portugal, alertando de la inminencia del levantamiento andaluz, confirman las sospechas de Madrid sobre las intenciones de secesión de Andalucía surgidas tras la pasividad del duque de Medina Sidonia en la defensa de la frontera con Portugal. Al descubrirse el plan, el duque de Medina Sidonia, Gaspar Pérez de Guzmán y Sandoval, traicionó a su primo pactando con el rey Felipe IV y acusando a éste de traición, lo cual conduce al Marqués de Ayamonte a un procedimiento judicial y a la decapitación en el alcázar de Segovia en el año 1648.

Por la misma época en el marquesado y tras los incidentes para abolir la secesión, la actividad económica pesquera no de subsistencia entra con fuerza ya en los albores del siglo XVIII, de mano de mercaderes levantinos que venían a las costas occidentales de la provincia para, por medio de la salazón, transportar grandes cantidades de pescado (principalmente la sardina) a sus puertos de origen evitando el deterioro del alimento. Estos comerciantes acabaron asentándose y añadiendo riqueza a la región con su trabajo, fundamentalmente tras el terremoto de Lisboa en 1755, que originó grandes estragos en toda la costa, incluido el desplome de la torre almenara de la Higuera, en Matalascañas.

Tras el terremoto, la provincia contó con nuevas tierras o, al menos, con un contorno de costa diferente. Surgen los núcleos de Punta del Caimán, La Higuerita (Isla Cristina), Punta del Moral y otros, desperdigados entre lo que hoy es la playa Central de Isla Cristina y las proximidades de Urbasur.

Disputas por estos nuevos territorios nacidos como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755, tras el cual nace Isla Cristina (La Higuerita o Real Isla de La Higuerita en el siglo XVIII y principios del XIX) en esta costa occidental hacen necesaria la intervención de la Marina, ya que la corona tiene plena potestad sobre las islas del reino y no están sujetas a derechos de señoríos.

Ya en el siglo XIX y como consecuencia de la llegada de los franceses a España a principios de siglo, se crea en Sevilla la Junta Suprema Nacional, debido al desconcierto que reinaba entonces. A medida que los franceses avanzan, esta Junta sale de Sevilla y se establece en Ayamonte, denominándose Junta Suprema de Sevilla en Ayamonte. Aún hoy se conserva en la barriada de Canela en Ayamonte un vestigio arquitectónico, la ermita de Nuestra Señora del Carmen, donde se estableció la Junta y donde se imprimió la Gaceta de Ayamonte, boletín oficial del gobierno en el exilio que más tarde, al trasladarse la Junta a Madrid debido a la derrota de los franceses, se denominaría la Gaceta de Madrid.

Debido a la desmembración del Marquesado de Ayamonte tras la nueva ordenación territorial de España, al ser abolidos los señoríos jurisdiccionales, se forman los municipios de Ayamonte, Lepe, La Redondela, San Silvestre de Guzmán (establecido gracias a una Carta Puebla de 1595) y Villablanca.[37][38]​ Asimismo se creó un nuevo municipio, el de la Real Isla de la Higuerita en 1833 quedando con su nombre actual al año siguiente y absorbiendo al municipio de La Redondela en 1877.[39]

En la actualidad, el título de marqués de Ayamonte, junto con el de «Grandeza de España», lo ostenta Doña Pilar-Paloma de Casanova y Barón (hija de D. Baltasar de Casanova y de Ferrer, y de Doña María Dolores Barón y Osorio de Moscoso, Duques de Maqueda, Marqueses de Montemayor, y del Águila, Barones de Liñola, Condes de Valhermoso y Monteagudo de Mendoza), casada con D. Francisco José López de Becerra de Solé y Martín de Vargas. Doña Pilar-Paloma de Casanova y Barón ostenta los títulos de XXI Marquesa de Ayamonte, XXVI Condesa de Cabra, Marquesa de la Villa de San Román, «Grande de España», entre otros.

Condado de Niebla[editar]

El último de los reyes islámicos de la historia de Niebla sería Ibn-Mahfoh, quien para evitar su conquista prestó vasallaje a Fernando III el Santo. Alfonso X la reconquistó definitivamente en 1262, recibiendo el mismo fuero que Sevilla. El asedio no fue fácil ni para los sitiadores ni para los moradores islámicos ya que, por la importancia de las defensas de la ciudad, éste duró nueve meses y medio, teniendo que rendirse la población por hambre. Las crónicas del momento cuentan que desde las murallas arrojaban piedras y dardos con artificios y tiros de trueno con fuego, lo cual ha sido puesto en relación con el primer uso de la pólvora en España. También, en la toma de la ciudad, apareció una invasión de moscas que, al cebarse especialmente en los sitiadores, estuvo a punto de hacerles levantar el sitio. Además, cuentan que Ibn-Mahfoh, para demostrar que el sitio era inútil por hambre, trató de engañar al ejército cristiano enviándoles un buey cebado, tal vez el último que quedaba intramuros. Por ello, la puerta más occidental, por donde debió salir el animal, se le denomina «de el buey».

En 1369, después de otros intentos fallidos, el rey Enrique II entregó la ciudad al desde entonces, Conde de Niebla Juan Alonso Pérez de Guzmán, finalizando el periodo en que ésta había sido regida como concejo y disfrutó de nuevo fuero real. Esto conlleva la confirmación de todos los cargos y oficios del concejo rubiato y un fuerte control fiscal sobre sus vecinos. Casi un siglo después (en 1445), el Conde de Niebla recibe una nueva distinción convirtiéndose en Duque de Medina Sidonia.

En el siglo XV, el IV Conde de Niebla inició una política de reconstrucción de la ciudad muy activa, en la que se ordenó incluir elementos visibles en las iglesias de San Martín y Santa María y, especialmente, la obra del alcázar, derribando para ello la mayor parte de los restos todavía existentes de la alcazaba islámica anterior. El terremoto de Lisboa de 1755 afectó seriamente al patrimonio arquitectónico de esta ciudad.[40]

Durante el siglo XVI el campo de Andévalo dedicaba buena parte de su espacio a la ganadería, especialmente al belloteo. En el padrón de 1534 se estima la población de todos los señoríos de los duques de Medina Sidonia en 9.686 vecinos, unas 50.000 personas. Niebla contaba con 403 vecinos (unos 2.015 habitantes).

Edad Contemporánea: Huelva como provincia[editar]

Nacimiento de la Provincia de Huelva[editar]

El proceso provincialista desencadenado en España a finales del siglo XVIII y principios del XIX, tuvo sus repercusiones en la actual provincia de Huelva, hasta entonces territorio perteneciente al Reino de Sevila. La finalidad de las reformas ilustradas era un mejor gobierno del estado español y para esto era necesario la existencia de un equilibrio entre las diversas provincias del reino. El equilibrio debería ser tanto en extensión superficial como en número de habitantes, siempre manteniendo una lógica geográfica y respetando la tradición histórica.

Uno de los territorios que claramente producía un desequilibrio en ambos aspectos era el denominado Reino de Sevilla, con una superficie y población muy superior a la mayoría de las provincias. La acción común del estado fue la de disgregar estos antiguos reinos y convertirlos en provincias más pequeñas y por lo tanto manejables por el gobierno central.

El primer proceso de disgregación se plasmó mediante el Real Decreto del 25 de septiembre de 1799, bajo el reinado de Carlos IV, por el que se crearon seis nuevas provincias marítimas entre las que se encontraba la de Cádiz, también integrada dentro del antiguo Reino de Sevilla. Por su parte, Huelva se vio afectada por esta creación de la provincia marítima de Sanlúcar de Barrameda, que incorporaba en sus territorios todo el litoral de la actual provincia onubense.

La provincia gaditana se afianzó, pero no ocurrió lo mismo con la sanluqueña. Entre las causas de su fracaso (quedaría abolida en 1808) está la relativa poca población de su capital y la escasa cohesión interna de su territorio, además de la rivalidad surgida con Cádiz y la oposición de Sevilla.

Descartada la creación de una provincia marítima en la costa sur del reino de Sevilla durante la reforma de 1813, una vez más se posaron los ojos sobre el extenso territorio del reino sevillano. Sin embargo, en esta ocasión las nuevas fronteras se dibujaron en la parte oriental del reino y se pensó en la creación de un nuevo partido o gobernación en Écija, dependiente de Sevilla.

La propuesta no llegó a buen término debido a la llegada del sexenio absolutista de Fernando VII, durante el que se paralizaron las reformas liberales. Las reformas encaminadas durante el trienio liberal gozaron de un nuevo y decisivo impulso con la comisión creada por el gobierno en 1821, el cual planteó de nuevo la cuestión de la creación de una provincia occidental en el Reino de Sevilla, siendo Valverde del Camino su capital, atendiendo a su centralidad.

En general la idea fue bien acogida, salvo por la capitalidad. La no existencia de una ciudad con un mayor peso poblacional e histórico en la región, provocó una disputa por la capitalidad de la nueva provincia occidental. Ante la polémica surgida, la comisión pidió consejo a los diputados sevillanos, que desaconsejaron la capitalidad de Valverde y entre las opciones de Huelva y Moguer, se decantaron por la segunda.

No obstante, la comisión hizo caso omiso y se decantó por la capitalidad de Huelva. En el debate surgido en la sesión de Cortes para la toma de la decisión, sin duda tuvo mucho peso la opinión arrojada por el coronel Ramón Sánchez Salvador, que basó su defensa de la ciudad onubense en la disponibilidad de alojamientos en esta ciudad, su capacidad de atracción como centro de comercio y el embarque de producciones del interior, así como en su salubridad. En 2008 se organizaron en la ciudad los actos de celebración con motivo del 175 aniversario de la capitalidad.[41]

El deslinde entre la nueva provincia de Huelva y la de Sevilla se realizó sin problemas. La inclusión en Sevilla del Rocío, según la descripción de Bauzá-Larramendi, fue meramente anecdótica, ya que la ley garantizaba el respeto a las fronteras municipales. Así, tras el estudio encargado a la Audiencia de Sevilla en 1829, el error fue corregido.

Los límites con Extremadura fueron más conflictivos. En la provincialización de Cortes de 1822, se incluyeron en Badajoz las poblaciones de Fregenal y Bodonal de la Sierra, en tanto que localidades históricamente extremeñas como Calera de León o Fuentes de León fueron agregadas a Huelva, así como Azuaga o Puebla del Maestre de Sevilla.[42]

Los estudios encargados a las Audiencias de Sevilla y Extremadura volvieron a cambiar la configuración, siendo esta vez más favorable a los extremeños: Higuera la Real fue unida a Badajoz y el sector pacense anexionado a Andalucía se limitó a las localidades de Arroyomolinos de León,[43]Cañaveral de León y Guadalcanal (incorporada a Sevilla). La anexión de Fregenal de la Sierra a Extremadura suscitó la protesta de diversos pueblos del norte de Huelva, y por ello el plan ultimado por Fermín Caballero en 1842 contemplaba su retorno a Andalucía, si bien, nunca se llevó a cabo.

Javier de Burgos en un grabado de 1837.

En base al proyecto de 1822, en 1833 el ministro Javier de Burgos, mediante el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833, culminó definitivamente el proceso de división provincial y la provincia de Huelva no cambiará sus fronteras hasta nuestros días.

Aún en esta época se siguió el proceso repoblador, ya con competencias provinciales, de esta parte de la península. La fundación del Rosal de la Frontera, en el antiguo término de Aroche con más de 700 km² y apenas 2.000 habitantes, es un buen ejemplo de ello. Su nacimiento se debe a numerosos factores, mezcla entre una utopía ilustrada en la que "se persigue la creación de una sociedad ideal, justa y equilibrada, en la que una nueva clase de pequeños propietarios, laboriosos y de buenas costumbres, vertebran un Estado disciplinado y regido por la Razón" y a la necesidad de un control estratégico en la frontera con Portugal. Jurídicamente, tiene su origen en el Decreto de 29 de junio de 1822 sobre repoblación de términos extensos, facultad que el Gobierno concede a las restablecidas Diputaciones Provinciales.[44]​ La falta de un espíritu común y también de recursos para el desarrollo del trabajo propuesto acabó con el sueño utópico inicial, sin embargo, el aumento de población se consiguió pronto, al igual que sus fines como emplazamiento estratégico en la frontera.

Explotación moderna de las minas y el desarrollo industrial[editar]

Explotación de las minas: Corta Atalaya.

Con motivo del traslado del comercio con los territorios americanos a Sevilla y Cádiz, Huelva entró en un periodo de decadencia del que no saldría hasta el siglo XIX, con la explotación intensiva de sus importantes recursos mineros. Si bien las minas del norte de la provincia habían sido explotada desde hacia miles de años, fue a partir de este siglo cuando compañías francesas en un principio y, sobre todo, después empresas británicas[45]​ como la Rio Tinto Company Limited creada para tal fin, las que a partir de 1874 explotaron los yacimientos de piritas de hierro y cobre situados en la zona del Andévalo, mayormente en la parte próxima a las poblaciones de Minas de Riotinto, Calañas y Tharsis, pertenecientes al municipio de Alosno. Fue en esa época cuando la provincia y sobre todo Ríotinto, según palabras del empresario e historiador de las minas David Avery, se convirtió "en el mayor centro minero del mundo".[46]

Si bien todo ello implicó un crecimiento demográfico y modernización en la zona (la cuenca crece, Huelva comienza a dejar de ser un pequeño pueblo y se construyen infraestructuras como la línea férrea desde las minas hasta el puerto de la capital), la cuenca minera sería también, durante las primeras décadas del siglo XX, escenario de grandes conflictos sociales y feudo de la explotación británica, lo que hacía que los onubenses vieran cómo su riqueza minera embarcaba rumbo al extranjero. Particularmente trágico fue el año 1888, conocido en la zona como el "Año de los tiros", cuando tras una manifestación organizada por sindicalistas como Maximiliano Tornet terminó con una brutal carga del ejercito contra el pueblo en Minas de Riotinto.[47]

Cuando la rentabilidad de las explotaciones bajó, las minas pasaron a manos españolas, pero disminuyó considerablemente el empleo en las mismas debido a las modernas técnicas de explotación en unos casos, y al agotamiento de las explotaciones en otros.

Vuelo del Plus Ultra[editar]

El Plus Ultra en el puerto de Palos de la Frontera, antes de iniciar el vuelo.

El 22 de enero de 1926 se inició desde el "Muelle de la Calzadilla" de Palos de la Frontera el denominado vuelo del Plus Ultra, desde donde partió Cristóbal Colón también rumbo a las Indias.[48]​ El vuelo recorrió la distancia que separaba Palos de la Frontera de Buenos Aires. Fue el primer vuelo entre España y América, el que más kilómetros recorrió (10.270 km), se realizó en siete etapas y necesitó de un solo hidroavión. La expedición estuvo comandada por Ramón Franco Bahamonde. Se usó un hidroavión del tipo Dornier Wal,[49]​ que está considerado como el avión más importante diseñado por Dornier a principios de la década de los años 1920.[50]Alfonso XIII presidió la recepción de los tripulantes a su regreso, el 5 de abril de 1926, en el Monasterio de La Rábida.

Guerra Civil[editar]

La provincia de Huelva, como otras provincias españolas, no se encontró ajena a las situaciones y sucesos previos a la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Por lo tanto el sector más tradicional y el que deseaba cambios profundos de Huelva, la radicalización de diferentes grupos a lo largo del periodo republicano, el problema del campesinado, el clericalismo y anticlericalismo, la violencia y -finalmente- el triunfo del Frente Popular fueron los factores que en España y la provincia desencadenaron la larga guerra civil. Los días previos al 18, la mayor parte de la población y las autoridades intuían una sublevación por lo que se ordenó a la Guardia Civil que se confiscaran en sus cuarteles el mayor número de armas posible de los ciudadanos y la detención, el día 9, de varios políticos falangistas.

Por lo tanto, el 18 la mayor parte de la provincia es fiel a la república y el golpe no triunfa en un principio por la falta de sublevados en la zona. Desde Huelva fueron enviadas dos columnas militares hacia Sevilla para luchar contra los sublevados; la primera a cargo de Haro Lumbreras, que al llegar a la ciudad hispalense se pasó al lado fascista poniéndose a las órdenes de Gonzalo Queipo de Llano y la segunda -la Columna Minera- procedente de la Cuenca Minera e integrada por izquierdistas que se habían aprovisionado con dinamita procedente de las explotaciones. El 19 llegó la Columna Minera que inmediatamente fue vencida en La Pañoleta por las propias fuerzas de De Haro. Derrotada la columna, los que no murieron en la batalla o fueron fusilados posteriormente, escaparon a Huelva descargando su impotencia contra poblaciones e iglesias.[51]

Situación de la Guerra Civil Española hacia septiembre de 1936. Se observa que aún quedan zonas de la sierra en manos de la República.

En ese sentido fueron patentes los daños causados días antes en iglesias como La Concepción o como el Monasterio de La Rábida. En Isla Cristina fue destruida y derribada la antigua iglesia de los Dolores en la también antigua plaza de la Constitución del siglo XVIII donde, tras la guerra, se construyó la actual plaza de las Flores que ocupa los espacios que anteriormente pertenecieron a la plaza de la Constitución y de la iglesia. La república se hizo fuerte estos primeros días de la guerra en sus bastiones y encarceló en algunos ayuntamientos a quienes se oponían al régimen, incluso se intentó incendiar algunas cárceles improvisadas con sus reclusos.[52]​ En estos primeros días de la guerra fue enviada desde Sevilla la "Columna Carranza" (al mando de Ramón de Carranza) que a partir del 24 tomó Chucena, Almonte, Bollullos, La Palma, Niebla, Trigueros, Beas, Valverde del Camino y la capital, el día 29. A partir de ahí se arrastró a toda la provincia; el Andévalo y la Sierra cayeron entre agosto y septiembre por lo que la resistencia, a excepción de la batalla de El Empalme, fue escasa, pasando al lado nacional la localidad de Isla Cristina ese mismo día 29. La rápida sucesión de acontecimientos en esta provincia evitó mayores consecuencias bélicas (tal es el caso de los bombardeos del norte o de Madrid) y, ya sea con un régimen u otro, se impuso la estabilidad en la zona.

Conquistada la provincia, Haro Lumbreras es nombrado gobernador civil y militar hasta febrero del año siguiente. A partir de ahí comenzó un periodo de represión contra ciudadanos acusados de marxismo, actos violentos e ideas izquierdistas, así como contra la guerrilla que subsistió en la sierra durante un tiempo. Porque el "problema" de los huidos en la sierra anticipó en la provincia muchos de los elementos que poco después se darían en gran parte del estado. Por ello, desde el primer momento de inicio de hostilidades muchos republicanos que huían de la provincia quedaron acorralados en esa zona al estar rodeados por provincias ya "fascistas" o la frontera de un Portugal afín a los sublevados. Así, desde agosto de 1937 más de media provincia necesita ser declarada por las nuevas autoridades como "zona de guerra", cuando falangistas, milicias y Guardia Civil luchan contra una de las primeras guerrillas de España.[51]​ Pero gran parte de este contingente lo conformaba población civil -mujeres, niños y ancianos incluso- que vio en la escarpado de la sierra la posibilidad de ocultarse hasta que cesaran las hostilidades.

La toma de Huelva supuso para el bando sublevado un aprovechamiento estratégico de la frontera por donde se podían pasar armas desde Galicia (desde el primer momento en el bando Nacional), hecho que también anticipó los acontecimientos en el resto de Andalucía. En este contexto, Huelva jugó un papel importante en estas primeras semanas del conflicto fratricida que aún tardaría tres años en concluir.[51]

II Guerra Mundial y crisis económica[editar]

Barrio Reina Victoria (Huelva), uno de los pocos testimonios que quedan de la presencia anglosajona en la provincia.

Al término de la contienda la falta de alimentos que sumió al país en el hambre no fue tan fuerte en Huelva gracias a sus recursos pesqueros. El tren de la pesca que salía de los puertos de Isla Cristina y Ayamonte surtía a Castilla de alimentos hasta el punto de planearse la construcción en las propias instalaciones portuarias de Isla Cristina de varios ramales urbanos para cargar directamente el pescado en los trenes, tal y como se venía haciendo con el tren vinícola de Jerez. Finalmente el proyecto nunca se ejecutó.

Tras la conflagración española, la Huelva de la posguerra asistió a los acontecimientos relacionados con la II Guerra Mundial. Debido a su extensa población anglosajona y alemana, sobre todo en la capital, desempeñó un importante papel durante este conflicto. Así fue notable la existencia de numerosos espías aliados y nazis (sobre todo hombres de negocio de la ciudad y diplomáticos) que se controlaban entre sí y que consideraron la ciudad como un enclave estratégico gracias a su puerto. En este sentido, fueron numerosos los barcos aliados que sufrieron sabotajes e incluso fueron bombardeados por aviones alemanes procedentes de la base de Tablada (Sevilla). Prueba de ello es el pecio existente en la desembocadura de la ría de Huelva.[53]​ Pero donde fue realmente importante el papel de la provincia fue en la conocida como Operación Mincemeat aliada de 1943, cuando el servicio secreto británico dejó en la cercana Punta Umbría los restos de un presunto comandante inglés (William Martin, el Hombre que nunca existió) con documentación falsa y localizado por José Antonio Rey María, un pescador local. Este acontecimiento fue del conocimiento de los nazis gracias a la ayuda de las autoridades locales como había previsto el ejército británico, lo que puso sobre falsas pistas a los alemanes. El desvío de la atención sobre el desembarco real en Normandía, que traía por objeto este plan de confusión, fue decisivo para el final de la contienda.[54]

A partir de esos años la sierra onubense comienza a perder población y a estar mal comunicada y con escaso potencial, iniciándose el éxodo rural a ciudades como Huelva, Madrid o Barcelona. Pocos municipios de la provincia aumentaron su censo en los años 1940 y la mayoría se trasladó a ciudades bien consolidadas donde aún se podía tener oportunidad de trabajar. Aún a principios del siglo XXI, la sierra de Huelva no se ha recuperado de su baja competitividad económica y sigue perdiendo población aunque a un ritmo más lento.

La provincia desde mediados del siglo XX a la actualidad[editar]

La llegada de la Democracia supuso un importante impulso a la provincia. En la imagen, el Ayuntamiento de la capital.

Para mitigar en parte el paro generado por el inevitable cierre de las minas, el gobierno franquista creó en 1964 Polo de Desarrollo, complejo que dio lugar a la creación en la parte sur de la provincia de una importante, aunque altamente contaminante, industria química: la del gas natural,[55]​ refinería de petróleo,[56]​ fábricas de ácido sulfúrico y fosfórico, abonos, dióxido de titanio, etc. La mayor parte de estas empresas siguen operando en la actualidad.

El progreso alcanzado por el país a partir de la Constitución española de 1978 y el desarrollo democrático permitieron que la provincia comenzara un despegue, aunque probablemente más lento que el de otras provincias, pero firme. Hay que destacar desde entonces el amplio desarrollo agrícola, dentro del cual destaca el cultivo del fresón en sus grandes zonas arenosas y que, debido a la benignidad del clima, permitió su exportación a los mercados europeos de forma muy temprana.

Otro de los signos del crecimiento económico provincial fue el gran desarrollo que han experimentado enclaves vacacionales y de residencia estival típicamente ocupados por onubenses como son Punta Umbría o El Portil. De éstas, Punta Umbría, en 1963 y tras el crecimiento de población consecuencia de su proximidad a Huelva y de ser destino vacacional por excelencia de la capital, se segrega de Cartaya, habiendo alcanzado una población cercana a la de su ayuntamiento matriz (en torno a los 10.000 habitantes). Otros núcleos desarrollados en esta época aunque con un aprovechamiento efectivamente más foráneo son los de Matalascañas o Mazagón por su situación más cercana a la provincia de Sevilla.

En el terreno de las artes, el siglo XX onubense fue también clave. La provincia asistió al nacimiento y a la obra de diversos artistas y escritores de reconocido prestigio nacional e internacional. En artes plásticas destacan pintores como el extremeño Eugenio Hermoso, el nervense Daniel Vázquez Díaz o el onubense José Caballero, así como el escultor ayamontino León Ortega. Pero es en las letras, con la obra del moguereño ganador del Premio Nobel, Juan Ramón Jiménez, cuando la provincia consigue su mayor aportación a la cultura universal.

Referencias[editar]

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Bibliografía[editar]

Ver también[editar]