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== Identidad y género ==
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=== Discriminación y feminismo ===
=== Discriminación y feminismo ===
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Revisión del 18:34 11 oct 2009

Foto de dos mujeres de espaldas, por debajo de los hombros, vestidas de forma casual, llevando cascos de motocicleta y tomadas de la mano.
La palabra lesbiana puede referirse a la identidad, el deseo o la actividad entre mujeres.

Lesbiana es una mujer que se siente atraída sexualmente por otra mujer, y que además tiene un vínculo de amor, afecto y cariño hacia ella.[1]Lesbianismo es el término que se utiliza para denominar a la homosexualidad femenina.

Etimología y desarrollo de la palabra

Busto de una mujer en mármol, con inscripción ΣΑΠΦΩ ΕΡΕΣΙΑ.
Safo de Lesbos, aquí en una copia romana en mármol de un busto griego del siglo V a.C., dio a la palabra «lesbiana» la connotación de deseo erótico entre mujeres.

La palabra «lesbiana» está derivada del nombre de la isla griega de Lesbos, hogar en el siglo V a.C. de la poetisa Safo.[2]​ De los escritos que se han conservado, los historiadores han deducido que un grupo de mujeres jóvenes estaban a cargo de Safo para su instrucción y diversión.[3]​ No ha sobrevivido mucha de la poesía de Safo, pero la que se conoce refleja lo temas sobre los que escribió: las vidas diarias de las mujeres, sus relaciones y rituales. Se centraba en la belleza de las mujeres y proclamaba su amor por las jóvenes.[4]​ Antes de finales del siglo XIX, la palabra «lesbiano/a» era una adjetivo que calificaba a aquello que derivaba de Lesbos, incluyendo un tipo de vino.[nota 1]​ En 1890 la palabra fue usada en un diccionario médico como adjetivo para describir el tribadismo (como «amor lésbico»): gratificación sexual de dos mujeres a través de la simulación del coito. «Lesbianismo», para describir la relación erótica entre mujeres, fue documentado en 1870. El término era intercambiable con «sáfica» y «safismo» hacia principios del siglo XX. El uso de «lesbiana» en la literatura médica comenzó a ser prevalente; hacia 1925 la palabra está documentada como un sustantivo para referirse al equivalente femenino de un sodomita.[2]

Retrato Richard von Krafft Ebing. Un hombre mayor, con barba blanca recortada.
La subcultura lesbiana se desarrolló en respuesta a la categorización del lesbianismo como un problema médico por sexólogos como Richard von Krafft-Ebing.

El desarrollo del conocimiento médico fue un factor importante para las connotaciones que iba a incluir la palabra. A mediados del siglo XIX, los divulgadores médicos trataron de establecer formas de identificar la homosexualidad masculina, que era vista como un problema social considerable en la mayoría de las sociedades occidentales. Categorizando el comportamiento sexual, sexólogos, como el alemán Magnus Hirschfeld, se referían a la «inversión» como un comportamiento sexual normal para hombres y mujeres, por lo que los hombres y las mujeres variaban desde el «tipo sexual masculino perfecto» hasta el «tipo sexual femenino perfecto».[5]​ La cantidad de literatura médica dedicada a la homosexualidad femenina era mucho menor que la dedicada a la homosexualidad masculina, ya que los profesionales médicos no lo consideraban un problema significativo. En algunos casos, ni siquiera reconocían su existencia.

Sin embargo, los sexólogos Richard von Krafft-Ebing de Alemania y Havelock Ellis del Reino Unido escribieron algunas de las categorizaciones más tempranas y duraderas de la homosexualidad femenina, considerándola un tipo de locura.[6]​ Krafft-Ebing, que consideaba el lesbianismo (que llamaba «uranismo») una enfermedad neurológica y Ellis, que estaba influenciado por los escritos de Krafft-Ebing, creía que la condición era no permanente. Ellis creía que muchas mujeres que profesaban amor por otras mujeres cambiaban sus sentimientos después de haberse casado y tener una «vida real».[7]​ Sin embargo, Ellis admitía la existencia de «auténticas invertidas» que pasarían toda su vida en relaciones eróticas con otras mujeres. Estas eran miembros del «tercer sexo», que rechazaban el papel subalterno, femenino y doméstico de las mujeres.[8]​ La palabra «invertida» calificaba a la que realizaba los roles de género opuestos a su sexo y la atracción por mujeres, en lugar de por hombres; debido a que las mujeres de la época victoriana eran consideradas incapaces de iniciar encuentros sexuales, las mujeres que lo hacían con otras mujeres, se consideraba que tenían deseos sexuales masculinos.[9]

Las obras de Krafft-Ebing y Ellis tuvieron una gran circulación y ayudaron a crean una conciencia pública sobre la homosexualidad femenina.[nota 2]​ Las afirmaciones de los sexólogos de que la homosexualidad era una anomalía congénita, por lo general, eran bien aceptadas por los hombres homosexuales; indicaban que su comportamiento no estaba inspirado ni debía ser considerado un vicio criminal y era ampliamente admitida. En ausencia de otro material para describir sus emociones, los homosexuales aceptaron la designación de «diferente» o «pervertido» y usaron su estatus de proscritos para formar círculos sociales en París y Berlín. «Lesbiana» y «lesbianismo» comenzaron a describir elementos de una subcultura.[10]

Identidad y género

Durante las décadas anteriores a la Guerra Civil Española, también hubo un cierto florecimiento de la cultura y la visibilidad lésbica en España. Cipriano Rivas Cherif estrenó en el Teatro el Caracol en Madrid su obra Un sueño de la razón[11]​ sobre una pareja de mujeres que buscan un hombre para tener un hijo.[12]Lucía Sánchez Saornil, la fundadora de la sección feminista de la CNT, Mujeres Libres, también publicó algunos poemas homosexuales. Incluso se llegó a formar un círculo sáfico en Madrid, como lugar de encuentro y tertulia para mujeres. Entre las lesbianas que tuvieron una cierta relevancia en la época se pueden mencionar a Carmen Conde, primera académica de la lengua, Victorina Durán, Ana María Sagi o Irene Polo.[13][14]​ A ellas hay que unir a la famosa bailarina y musa de las artes Carmen Tórtola Valencia, que vivió casi treinta años, hasta su muerte en 1955, con su amante Ángeles Vila-Magret, a la que adoptó para cubrir las apariencias.[15]

Discriminación y feminismo

La mayoría de las culturas antiguas ha considerado a las lesbianas como inexistentes, a diferencia de la homosexualidad masculina, considerada hasta hace pocas décadas como enfermedad además de perseguidos y castigados duramente por ello. Las mujeres se han perseguido por ser adúlteras y prostitutas, pero no por su orientación sexual. En este aspecto se podría considerar que las lesbianas han sido marginadas por omisión y de no reconocer su propia existencia. El auge de las últimas décadas de los sectores denominados representantes del feminismo han luchado por mucho tiempo por el reconocimiento del lesbianismo. Históricamente, las lesbianas han estado involucradas en la lucha por los derechos de las mujeres.

En los años 1970 con la emergencia del feminismo moderno, el separatismo lésbico devino popular en Occidente, donde grupos de mujeres vivían juntas en sociedades comunales. Algunas mujeres encontraban este tipo de sociedad liberadora. Otras, como Kathy Rudy, remarcó que los estereotipos que se desarrollaban en la colectividad separatista lésbica fueron lo que la hizo dejar el grupo.

Homosexualidad femenina sin identidad

Los diferentes significados de lesbiana desde comienzos del siglo XX, ha impulsado a algunos historiadores a revisar las relaciones históricas entre mujeres antes de que el uso de la palabra fuera mayoritariamente con connotaciones eróticas. Discusiones entre historiadores han llevado a poner en cuestión todavía más aquello que puede denominarse como relación lésbica. Tal como han afirmado feministas lésbicas, una componente sexual no es necesaria para declararse lesbiana si sus principales y más estrechas relaciones son con mujeres. Cuando se consideran relaciones del pasado dentro de un contexto histórico adecuado, ha habido épocas en las que el amor y el sexo eran nociones separadas y no relacionadas.[16]​ Además de las dificultades de esta cualificación, la sexualidad femenina, a menudo, no está representada de forma adecuada en textos y documentos. Hasta muy recientemente, mucho de lo que estaba documentado sobre al sexualidad femenina había sido escrito por hombres, en el contexto de la comprensión masculina y relevante para las asociaciones de las mujeres con los hombres, en su función de esposas, hijas o madres, por ejemplo.[17]​ A menudo, representaciones de la sexualidad femenina sugieren tendencias o ideas de forma poco precisa, dando a los historiadores pistas de lo extendida y aceptada que estaban las relaciones eróticas entre mujeres.

Grecia antigua y Roma

La historia se analiza a menudo a través de ideologías contemporáneas; la Antigua Grecia, como tema, gozó de gran popularidad entre las clases dominantes en la Gran Bretaña del siglo XIX. Basándose en sus prioridades sociales, los primeros estudiosos interpretaron la Antigua Grecia como una sociedad occidental, blanca y masculina y básicamente quitaron a la mujeres cualquier importancia histórica.[18]​ Las mujeres en Grecia se recogían entre sí, al igual que los hombres. En este ambiente homosocial, las relaciones eróticas y sexuales entre hombres eran comunes y están recogidas en la literatura, el arte y la filosofía. No existen prácticamente testimonios sobre la actividad homosexual entre mujeres. Existen especulaciones sobre la existencia de relaciones similares a las masculinas entre mujeres adultas y jóvenes. El poeta Alcmán de Esparta empleó el término aitis, como la forma femenina de aites — que era el denominación oficial para el miembro más joven de una relación pederasta.[19]Aristófanes, en El banquete de Platón, menciona a las mujeres que aman a otras mujeres, pero usa el término trepesthai (estar centrado sobre) en lugar de eros, que era la palabra empleada para otras relaciones eróticas entre hombres y entre hombres y mujeres.[20]

La historiadora Nancy Rabinowitz afirma que imágenes de jarrones rojos antiguos griegos mostrando a mujeres con sus brazos en torno al talle de otras mujeres o recostándose sobre el hombro de otras mujeres pueden ser interpretadas como una expresión de deseo romántico.[21]​ Gran parte de la vida diaria de las mujeres en la Grecia antigua es desconocida, específicamente la expresión de su sexualidad. Aunque los hombres participaban en relaciones pederastas fuera del matrimonio, no hay evidencias claras que a las mujeres les fuese permitido o que se apoyase que tuvieran relaciones homosexuales antes o durante el matrimonio, mientras cumpliesen con las obligaciones maritales. Las mujeres que aparecen en la cerámica griega están representadas con afecto y en las ocasiones en que las mujeres aparecen con otras mujeres, sus imágenes están erotizadas: bañándose, tocándose, con representaciones de consoladores cerca de la escena, a veces con imágenes que también se ven en representaciones de matrimonios heterosexuales o de seducción pederasta. No se sabe si estas representaciones son para el observador o una representación exacta de la vida de las mujeres.[19][22]

Las mujeres en la Antigua Roma estaban sometidas de forma similar a la definición masculina de la sexualidad. Los estudios modernos indican que los hombres veían la homosexualidad femenina con hostilidad. Consideraban a las mujeres que tenían relaciones sexuales con otras mujeres como rarezas de la naturaleza que intentarían penetrar a mujeres — y a veces también a hombres — con sus clítoris «monstruosamente aumentados».[23]​ De acuerdo al estudioso James Butrica, el lesbianismo «no sólo desafiaba la visión de si mismo del hombre como dador exclusivo de placer sexual, sino que también desafiaba los fundamentos básicos de la cultura Romana dominada por los hombres.» No existe documentación histórica sobre mujeres que tuviesen como compañeras sexuales a otras mujeres.[24]

Edad Media

Capitel de una ventana del ábside de la Colegiata de Cervatos, s. XII. La sensibilidad medieval era muy distinta de la actual.

En la Edad Media europea, la condición homosexual fue reprimida y ocultada. Por lo tanto es difícil encontrar casos y datos con referencias históricas sobre relaciones erótico-amorosas entre mujeres.[25]​ Las principales fuentes son los archivos eclesiásticos (sermones, homilías, encíclicas, concilios, catecismos) y jurídicos (procesos judiciales, denuncias, sentencias). Los Concilios de París (1212) y Ruán (1214) prohibían a las monjas, a fin de evitar la tentación, dormir juntas y se exigía que una lámpara ardiese toda la noche en los dormitorios.[26]

Hasta época reciente se creía que el lesbianismo había sido ignorado por las leyes civiles medievales. Estudios más modernos tienden a desmentir el hecho, a pesar de que todavía es necesaria mucha más investigación. La primera ley civil que condenaba el lesbianismo fue el código de Orléans, el Li Livres de jostice et de plet (1260):[27]

Feme qui le fet doit à chescune foiz perdre membre, et la tierce doit estre arsse.
Mujer que lo hace debe perder cada vez un miembro[nota 3]​ y a la tercera deber ser quemada.
Li Livres de jostice et de plet (1260)

Sin embargo, sería Cino da Pistoia quien en 1314, con la publicación de su Comentario, interpretaría por primera vez el derecho romano de forma condenatoria para el lesbianismo. Da Pistoia interpretó una oscura ley de Diocleciano y Maximiano, la Lex foedissiman de 287 d. C., que condenaba la prostitución y las mujeres libertinas, para condenar a las mujeres que tienen relaciones con otras mujeres. En 1400 Bartolomeo de Saliceto retoma esta interpretación de la Lex foedissiman para condenar el lesbianismo a la pena de muerte. Las Lecturas de Saliceto se convertirían en una referencia para toda Europa, cuya legislación se basaba en la romana, hasta el siglo XVIII.[28]​ En general, se han encontrado pocos casos en los que se aplicaran estas leyes y no parece que existiera una persecución generalizada.[29]

El lesbianismo aparece también en la literatura, aunque sea de forma muy escasa. En el Cancionero de la Biblioteca Vaticana se encuentra la siguiente cantiga de escarnio:

Mari'Mateu, ir-me quer'eu d'aquem,
porque non poss'un cono baratar;
alguen que mh'o daria non o tem,
e alguem que o tem non mh'o quer dar;
  Mari'Mateu, Mari'Mateu,
  tan desejosa ch'es de cono com'eu!
 
E foi deus ja de conos avondar
aquí outros que o non am mester,
e ar fezer muyto desejar
a min e ty, pero que ch'és molher;
  Mari'Mateu, Mari'Mateu,
  tan desejosa ch'es de cono com'eu!
Mari'Mateu, irme quiero de aquí
porque no puedo un coño negociar;
alguien que me lo daría no lo tiene,
y alguien que lo tiene no me lo quiere dar;
  Mari'Mateu, Mari'Mateu,
  ¡tan deseosa de coño como yo!
 
E hizo Dios de coños abundar
aquí otros que no lo tienen menester,
y hacerlo mucho desear
a mí y a tí, pero que eres mujer;
  Mari'Mateu, Mari'Mateu,
  ¡tan deseosa de coño como yo!
Afonso de Cotom, Cancionero Vaticano, Cántiga n.° 1115[30]

Europa moderna

Una ilustración renacentista de frente y de espalda de un hermafrodita, mostrando a una persona con características faciales femeninas, pechos y lo que parece ser un pequeño penis o gran clítoris. Lleva una pequeña capucha y una toga atada en varios puntos alrededor de las piernas, que se abre por el frente. La apariencia por la parte trasera es de una concha de algún tipo, en la que faltan dos rectángulos en la cabeza y el torso. No tiene glúteos.
El lesbianismo y el hermafroditismo, mostrados en este grabado de hacia 1690, eran conceptos muy similares durante el renacimiento.

La homosexualidad femenina no recibió a lo largo de la historia el mismo tipo de respuesta negativa de la autoridades religiosas o criminales como la homosexualidad masculina o el adulterio. Mientras que la sodomía entre hombres, entre hombres y mujeres y entre hombres y animales era condenada a muerte en prácticamente todos los países de Europa, en muchos el reconocimiento del contacto sexual entre mujeres era prácticamente inexistente en los textos médicos y legales, como era el caso en Gran Bretaña. En España, Italia y el Sacro Imperio, la sodomía entre mujeres (habitualmente, el uso de instrumentos fálicos para la penetración) estaba incluida entre los actos considerados contra natura y castigables con la hoguera, aunque haya pocos casos documentados.[31]​ Sin embargo, el homoerotismo femenino era tan común en la literatura y el teatro ingleses que historiadores han sugerido que estuvo de moda durante algún tiempo en el Renacimiento.[32]

Las ideas sobre la sexualidad femenina estaban unidas a la comprensión contemporánea de la fisiología femenina. La vagina era considerada una versión cóncava del penis; donde la perfección natural creó al hombre, se pensaba a menudo que la naturaleza intentaba corregirse, convirtiendo la vagina en un penis en algunas mujeres.[33]​ Más tarde se pensó que estos eran casos de hermafroditismo, que se convirtió en sinónimo del deseo homosexual femenino. La consideración médica del hermafroditismo dependía de las mediciones del clítoris; se pensaba que las mujeres usaban este clítoris más largo y protuberante para penetrar a otras mujeres. La penetración era el principal foco de preocupación en todos los actos sexuales y una mujer de la que se consideraba que tenía un deseo incontrolable debido a su gran clítoris era llamada tríbade (literalmente, «frotadora»).[34]​ No sólo eran los clítoris grandes los que se creía que producían deseos en algunas mujeres, lo que las llevaba a masturbarse, sino que algunos panfletos advertían a las mujeres que la masturbación podía producir estos clítoris aumentados. Durante algún tiempo, la masturbación femenina y el sexo lésbico significaban lo mismo.[35]

La diferencias de clase pasaron a estar relacionadas con el lesbianismo cuando la moda del homoerotismo pasó. La tríbades eran consideradas a la vez miembros de las clases más bajas, tratando de arruinar a mujeres virtuosas, y representantes de una aristocracia arruinada por el libertinaje. Los escritores satíricos comenzaron a sugerir que sus rivales políticos (o más a menudo sus esposas) eran tribades para arruinar su reputación. Por ejemplo, existían rumores de que Ana I de Gran Bretaña tenía un apasionado romance con Sarah Churchill, que se convirtió en duquesa de Marlborough gracias a su proximidad con la reina. Cuando Churchill fue desbancada como la favorita de la reina, Churchill mismo esparció rumores de que la reina tenía relaciones con sus damas de compañía.[36]​ También hubo rumores sobre María Antonieta durante algunos meses entre 1795 y 1796.[37]

Esposos femeninos

Pintura de una mujer del Renacimiento vestida como hombre, de pie y mirando hacia la izquierda, mientras una mujer vestida como tal sentada a su derecha, le tome de la mano y lamira implorante, todo sobre un fondo bucólico.
La confusión del sexo fue un recurso dramático muy popular en los siglos XVI y XVII, como esta escena de Noche de reyes de Shakespeare, pintada por Frederick Pickersgill.

El hermafroditismo había aparecido en la literatura médica tan a menudo que se consideraba conocimiento común, aunque los casos eran raros. Los elementos homoeróticos en la literatura eran muy frecuentes, específicamente la confusión de un sexo por otro para engañar y seducir a una mujer inocente. Este tipo de recurso dramático fue muy común en España durante el Siglo de Oro, como muestran las obras Don Gil de las calzas verdes (1615) de Tirso de Molina o Las manos blancas no ofenden de Calderón de la Barca. En Inglaterra estos papeles se llamaban breeches role y fueron empleados con frecuencia por autores teatrales, como Shakespeare en su Noche de reyes (1601) o Edmund Spenser en The Faerie Queene (1590).[38]

Existen casos documentados excepcionales de mujeres renacentistas que tomaron el papel de hombres sin ser detectadas durante años o décadas.[nota 4]​ Si eran descubiertas, los castigos iban desde la muerte, un tiempo en la picota, hasta simplemente ser castigadas a llevar ropa de mujer. Uno de los casos más conocidos es el de Catalina de Erauso, que incluso llegó a conseguir permiso papal para vestir de hombre. En 1746, Henry Fielding escribió un panfleto titulado The Female Husband («El marido femenino»), basado en la vida de Mary Hamilton que se casó con diferentes mujeres en tres ocasiones y fue condenada a latigazos públicos. Ejemplos similares son los de Catharine Linck en Prusia en 1717, ejecutada en 1721; y la suiza Anne Grandjean, que se casó y se trasladó a Lyon, pero fue denunciada por una mujer con la que había tenido una aventura amorosa anteriormente y sentenciada al cepo y a la cárcel.[39]​ La tendencia de la reina Cristina de Suecia a vestir de hombre era bien conocida en su época y excusada por su noble cuna; fue criada como un hombre y en la época se especulaba con que fuese un hermafrodita. Incluso después de que abdicase del trono en 1654 para evitar el matrimonio, le son conocidos relaciones amorosas con otras mujeres.[40]

Algunos historiadores contemplan los casos de mujeres travestidas como manifestaciones mujeres que se reclaman un poder que naturalmente no hubiesen podido disfrutar vestidas de mujeres o como su forma de racionalizar su deseo por otras mujeres. Lillian Faderman afirma que la sociedad occidental se sentía amenazada por las mujeres que rechazaban su papel femenino. Las mujeres que eran acusadas de usar consoladores, como dos monjas españolas del siglo XVI ejecutadas por usar instrumentos materiales, eran castigadas más severamente que aquellas que no usaban elementos de penetración.[39][41]​ Existen documentos sobre dos matrimonios entre mujeres en Cheshire, Inglaterra en 1707 (entre Hannah Wright y Anne Gaskill) y 1708 (entre Ane Norton y Alice Pickford), sin ningún comentario sobre el hecho de que ambas partes fuesen femeninas.[42][43]​ Informes de clérigos con estándares laxos que realizaron bodas y más tarde escribieron sobre sus sospechas de que el marido era una mujer continúan apareciendo hasta finales del siglo siguiente.

Fuera de Europa, las mujeres pudieron vestir de hombres y pasar inadvertidas durante largo tiempo. Deborah Sampson luchó en la Revolución estadounidense como un hombre, bajo el nombre de Robert Shurtleff, teniendo relaciones con mujeres.[44]Edward De Lacy Evans nació como mujer en Irlanda, pero tomó un nombre masculino en un viaje a Australia, viviendo 23 años como hombre en Victoria, casándose en tres ocasiones.[45]​ Percy Redwood produjo un escándalo en Nueva Zelanda en 1909 cuando se descubrió que era Amy Bock, que se había casado con una mujer de Port Molyneaux; los periódicos discutían si se trataba de un signo de locura o de un defecto inherente de carácter.[46]​ En España, en 1901, Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga se casaban en la iglesia de San Jorge en La Coruña, con Sánchez Loriga adoptando el papel masculino; aunque el matrimonio no se llegó a anular, ambas tuvieron que huir a Argentina al ser perseguidas por la justicia.[47]

Reexaminando la amistad romántica

Foto en blanco y negro de dos mujeres sentadas en una hamaca, vestidas con la moda de principios del siglo XX; una está reclinada y la otra está sentada a su cintura y la abraza, ambas mirándose.
Intimidad entre mujeres estuvo de moda entre los siglos XVII y XIX, aunque la sexualidad era admitida públicamente en contadas ocasiones.

Durante los siglo XVII a XIX, que las mujeres expresasen amor apasionado entre sí estaba de moda, era aceptado e incluso era fomentado.[43]​ Estas relaciones se llamaban amistades románticas o sentimentales y eran muy comunes en los Estados Unidos y Europa. Estas amistades están documentadas con una gran cantidad de correspondencia escrita por mujeres. Si este tipo de relaciones incluía una componente genital no era algo discutido públicamente, pero las mujeres podían formar relaciones estrechas y exclusivas y seguían siendo consideradas virtuosas, inocentes y castas; una relación similar con un hombre hubiese arruinado su reputación. De hecho, estas relaciones eran fomentadas como una alternativa y como un ejercicio previo al matrimonio con un hombre.[48][nota 5]

En el mundo hispano se pueden rastrear amistades románticas entre mujeres desde el siglo XVII, como la de María de Zayas y Sotomayor, novelista, y Ana de Caro, dramaturgo y ensayista. Ambas vivían juntas en Madrid, ganando su sustento como escritoras, independientes de cualquier hombre.[49]​ Pero quizás las más conocidas son las formadas por Sor Juana Inés de la Cruz y las virreinas Leonor Carreto de Toledo, marquesa de Mancera, y María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, marquesa de la Laguna, a las que dedicó encendidos poemas. A María Luisa Manrique de Lara le dio los sobrenombres de Lisi, Lísida, Fili o Filis.[50]

Yo, pues, mi adorada Filis,
que tu deidad reverencio,
que tu desdén idolatro
y que tu rigor venero:
[...]
Ser mujer, ni estar ausente,
no es de amarte impedimento;
pues sabes tú que las almas
distancia ignoran y sexo.
op.cit. Villena p. 108

En Francia el caso más conocido quizás sea el de madame de Staël, que, a pesar de sus varios matrimonios, mantenía una intensa amistad con mademoiselle Juliette Récamier:

Eres lo primero en mi vida. Cuando te vi, me pareció que ser amada por ti sería como ser una con el destino. Me bastaría si pudiera verte. Tu eres la reina de mi corazón, dime que nunca me harás daño; precisamente ahora tendrías en tu mano hacerme terriblemente daño.
Adiós, mi amada y adorada. Te abrazo en mi corazón. Mi ángel, dime al final de tu carta: te amo. El sentimiento que tendré al leer esas palabras me hará creer que te estoy abrazando.
op.cit. Feustel p. 71
Un grabado de dos robustas damas inglesas sentadas en una biblioteca privada con su pelo recogido en moños y vestidas de esmoquin. Están sentadas en una mesa muy ornamentada con relieves sobre la que reposan varios objetos. En primer plano, un gato está sentado en una silla.
Eleanor Butler y Sarah Ponsonby tuvieron una relación que fue considerada devota y virtuosa, después de fugarse y vivir 51 años juntas de Gales.

En el Reino Unido también eran muy frecuentes este tipo de amistades. En 1709 Lady Mary Wortley Montagu escribía a Anne Wortley que «nadie era tan completamente y sinceramente tuya [...] no creo posible que un hombre sea tan sincero como yo.»[51]​ La poetisa Anna Seward tuvo una profunda amistad con Honora Sneyd, a la que dedicó multitud de poemas.[52]​ También Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa, estuvo relacionada con otra mujer llamada Fanny Blood.[nota 6]​ La primera novela de Wollstonecraft, Mary: A Fiction, en parte, trataba de su relación con Fanny Blood.[53]​ Quizás la amistad romántica más conocida en el Reino Unido fuera la que unió a Eleanor Butler y Sarah Ponsonby, llamadas las señoritas de Llangollen. Butler y Ponsonby se fugaron en 1778, para alivio de la familia de Ponsonby (preocupada por su reputación, si hubiese fugado con un hombre),[54]​ para vivir juntas den Gales durante 51 años, siendo consideradas «excéntricas».[55]​ Su historia fue considerada «el epítome de las amistades románticas virtuosas» e inspiró la poesía de Anna Seward y Henry Wadsworth Longfellow.[56]​ La diarista[nota 7]Anne Lister, cautivada por Butler y Ponsonby, recogió sus relaciones con mujeres entre 1817 y 1840. Parte estaba codificado, dando detalles de sus relaciones sexuales con Marianna Belcombe y Maria Barlow.[57]​ Tanto Lister como Eleanor Butler eran consideradas masculinas en escritos contemporáneos y, aunque había sospechas de la naturaleza sáfica de estas relaciones, a pesar de ello, fueron alabadas en la literatura.[58][59]

En Estados Unidos las amistades románticas más intensas solían llamarse «matrimonios de Boston». La poetisa Emily Dickinson escribió más de 300 cartas y poemas a Susan Gilbert, que más tarde se convirtió en su cuñada, y estuvo envuelta en otra amistad romántica con Kate Scott Anthon. Anthon rompió su relación el mismo mes en que Dickinson decidió aislarse por el resto de su vida.[60]​ En Hartford, Connecticut, dos mujeres negras, nacidas libres, Addie Brown y Rebecca Primus dejaron rastros de su amor en cartas: «Ningunos besos como los tuyos».[61]​ En Georgia, Alice Baldy escribía a Josie Varner en 1870, «¿Sabes que si me tocas o me hablas, no hay un nervio en mi cuerpo que no responda con un estremecimiento de placer?»[62]

Hacia principios del siglo XX el desarrollo de la educación superior abrió muchas posibilidades a las mujeres. En el Reino Unido, en ambientes completamente femeninos, se desarrolló una cultura de búsqueda de romance en los colegios femeninos. Las estudiantes mayores hacían de mentoras de las más jóvenes, les hacían visitas sociales, las llevaban a bailes de mujeres y les enviaban flores, tarjetas y poemas que declaraban su amor eterno.[63]​ Se escribía sobre estos llamados smash (choque, golpe) o spoon (cuchara) de forma bastante franca en historias para muchachas que aspiraban a entrar en la universidad, en publicaciones como Ladies Home Journal, una revista infantil llamada St. Nicholas y la colección Smith College Stories, sin ninguna crítica.[64]​ Lealtad, devoción y amor duradero eran partes de estas historias y los actos sexuales, más allá de un beso, estaban siempre ausentes.[63]​ Las mujeres que tenían la posibilidad de estudiar una carrera en lugar de casarse, se llamaban a si mismas nuevas mujeres y se tomaban esta posibilidad muy e serio.[nota 8]​ Faderman denomina a este periodo como «el último soplo de inocencia» antes de 1920, cuando se caracteriza la afección femenina como relacionada con la sexualidad, convirtiendo a las lesbianas en un grupo único y a menudo poco apreciado.[63]​ De forma específica, Faderman relaciona el aumento de la independencia de la mujer y el comienzo del rechazo de los roles estrictamente prescritos de la era Victoriana, con la designación científica del lesbianismo que implicaba un tipo de comportamiento sexual aberrante.[65]

Fuera de Occidente

Mientras el comportamiento homosexual femenino puede estar presente en todas las culturas, el concepto de lesbiana como mujer que se junta exclusivamente con otras mujeres no lo está. La actitud frente al comportamiento homosexual femenino depende del rol de la mujer en cada sociedad y de la definición que cada cultura hace del sexo.

Oriente Medio y Próximo

Las mujeres del Oriente Medio y Próximo ha estado históricamente segregadas de los hombres. En los siglos VII y VIII algunas muejres extraordinarias vestían con ropas masculinas, cuando los roles de cada sexo eran menos estrictos, pero los roles sexuales que acompañaban a las mujeres europeas no estaban asociados a las mujeres islámicas. En la corte califal de Bagdad había mujeres que vestían ropas de hombre, incluyendo vello facial falso, pero competían unas con otras por obtener la atención de los hombres.[66]​ Mujeres muy inteligentes, según los escritos del siglo XII de Sharif al-Idrisi, tenían una mayor probabilidad de ser lesbianas; su poder intelectual las ponía en una posición más a la par con los hombres.[66]​ Algunas mujeres de Al-Ándalus privilegiadas tenían acceso a la educación y existen dos antologías modernas de poesía escrita por mujeres, de Teresa Garulo y de Maḥmud Subḥ,[67][68]​ en las que el amor entre mujeres aparece tratado con normalidad.[69]

Las relaciones entre las mujeres que vivían en los harenes y los temores de que las mujeres tuvieran relaciones íntimas en los baños turcos fueron expresados en los escritos de hombres. Las mujeres, sin embargo, guardaban mayoritariamente silencio y los hombres rara vez hablaban de relaciones lésbicas. No está claro que las pocas veces que el lesbianismo es mencionado en la literatura sea una representación histórica exacta o si más bien servía de fantasía a los hombres.

Un tratado de 1978 sobre la represión en Irán, afirmaba que las mujeres eran silenciadas por completo: «En toda la historia de Irán, [a ninguna mujer] se le ha permitido hablar sobre estas tendencias [...] Admitir deseos lésbicos sería un crimen inaceptable.»[66]​ Aunque los autores de Islamic Homosexualities («Homosexualidades islámicas») afirmaban que esto no implica que las mujeres no pudieran tener relaciones lésbicas, una antropóloga lésbiana visitó en 1991 Yemen y e informa que en la ciudad que visitó las mujeres no eran capaces de entender su relación romántica con otra mujer. De las mujeres de Paquistán se espera que se case con un hombre; aquellas que no lo hace son marginadas e ignoradas socialmente. Las mujeres, sin embargo, pueden tener relaciones íntimas con otras mujeres mientras que cumplan con sus deberes conyugales, mantengan sus asuntos privados con discreción y la mujer con la que están involucradas esté relacionada de alguna forma lógica o sea de la familia.[70]

América indígena y precolombina

Tras el primer encuentro de los conquistadores europeos con el continente americano, se comienza un registro a modo de crónica sobre el comportamiento de los nativos, siendo la sexualidad uno de los aspectos que más escandaliza. En estos textos se menciona la sodomia foeminarum, lo cual representa una prueba fehaciente de la existencia de prácticas homosexuales en varias etnias del continente americano. Puntualmente, el jesuita Pêro Correa escribe:[71]

Hay aquí muchas mujeres que realizan oficios de hombres y tienen otras mujeres con las que están casadas
Pêro Correa, 1551.

Hacia 1576, Pêdro de Magalhães de Gândavo se refiere a relaciones homosexuales de mujeres tupinambás

Algunas indias de esta región juran y prometen castidad y así no se casan ni conocen hombre de ninguna calidad, ni lo consentirán aunque por eso las maten. Estas dejan todas las actividades de mujeres e imitan a los hombres y realizan sus oficios como si no fuesen mujeres. Traen el cabello <cortado como los machos, van a la guerra y de cacería con arcos y flechas ... y cada una tiene una mujer a su servicio y que le hace de comer como si estuviesen casadas.
Pêro de Magalhães de Gândavo, 1576.[71]

Durante el siglo XVIII otros europeos, misioneros y exploradores describían a personas del tercer sexo como berdaches, tanto en los casos femeninos como masculinos. Para las mujeres específicamente, se relata que vestían ropas de hombre y participaban en actividades guerreras, de caza y otras que su cultura consideraba masculinas, como la confección de armas; pero además tenían esposas o compañeras duraderas.[72]​ Los zuñi llaman a las mujeres que toman el rol masculino katsotse[73]​ y los mojave les dan el nombre de hwame.[74]​ Estos roles transgénero tienen menos que ver con la sexualidad que con la espiritualidad y la ocupación. Un dos espíritus femenino que tiene una relación con una mujer que no es transgénero se considera como una relación «heterogénero».[75]

África

Roles transgénero y matrimonios entre mujeres también han sido documentados en más de 30 sociedades africanas.[76]

Mujeres se pueden casar con otras, criar sus hijos y ser consideradas generalmente como hombres en sociedades de Nigeria, Camerún y Kenia. Los hausas de Sudán poseen un término similar al de lesbiana, kifi, que también se puede aplicar a hombres, con el significado de «ninguna de las partes insiste en un rol sexual particular».[77]​ Cerca del río Congo, entre los nkundo, una mujer que participa en una relación emocionalmente fuerte o sexual con otra mujer es conocida como yaikya bonsángo («una mujer que se aprieta contra otra mujer»). Las relaciones lésbicas también son conocidas en las sociedades matriliniales de Ghana entre los pueblos akan. En Lesoto, mujeres realizan lo que se considera habitualmente en Occidente como sexo: se besan, duermen juntas, frotan sus genitales y mantienen relaciones exclusivas. Pero como las personas en Lesoto creen que para que exista sexo es necesario un pene, no consideran este comportamiento sexual, ni las mujeres se consideran lesbianas.[78]

La colonización de África ha tendio como resultado un cambio de valores; la sexualidad aborigen ya no era considerada fluida y dinámica, sino binaria y fijada de por vida. Tras la colonización, algunas mujeres que se identificaban como lesbianas fueron sometidas a violaciones con la idea de que el sexo con hombres podía «curar» el lesbianismo.[79]​ A pesar del cambio de paradigma, el gobierno de Sudáfrica fue el primero del mundo que prohibió la discriminación basada en la orientación sexual en su constitución.[80]

Asia

China, antes de su occidentalización, era una sociedad en las que los hombres y las mujeres vivían separados. Históricamente, la cultura china no reconoce el concepto de orientación sexual, o un marco que divida a las personas basándose en la atracción por otras personas del mismo sexo o del opuesto.[81]​ Aunque existía una cultura significativa rodeando al hombre homosexual, no había ninguna para la mujer. Fuera de sus obligaciones de dar hijos a su marido, se consideraba que las mujeres no tenían ninguna sexualidad.[82]​ Esto no significa que las mujeres no pudiesen mantener relaciones con otras mujeres, sino que ese tipo de relaciones no podía ponerse por delante de las relaciones con hombres. Una de las escasas referencias al lesbianismo ha sido transmitida por Ying Shao, que llama a las relaciones homosexuales entre mujeres de la corte imperial, que se comportaban como marido y mujer, dui shi(comida en pareja). Las asociaciones de la orquídea dorada en el sur de China se mantuvieron hasta el siglo XX y realizaban matrimonios entre mujeres a las que se les permitía adoptar a niñas.[83]​ La occidentalización trajo nuevas ideas, entre ellas, la que decía que todo comportamiento sexual que no resultase en reproducción era aberrante.[84]​ La libertad que conllevaba un empleo en las fábricas de seda a partir de 1865 permitió a algunas mujeres convertirse en tzu-shu nii (que nunca se casan) y vivir en comunidad con otras mujeres. Otros chinos las llamaban sou-hei (que se peinan a sí mismas) porque adoptaban el peinado de las mujeres casadas. Estas comunas desaparecieron a causa de la Gran Depresión y fueron desalentadas por el gobierno comunista como una reliquia de la China feudal.[85]​ En la sociedad contemporánea china, tongzhi (mismo fin o espíritu) es el término usad para referirse a los homosexuales; la mayoría de los chinos prefieren no clasificarse con más detalle como lesbianas.[86]

En Japón, en la década de 1920, se empleaba la palabra rezubian como equivalente de «lesbiana». La occidentalización trajo más libertada a las mujeres y permitió a lagunas mujeres japonesas llevar pantalones.[87]​ La palabra tomboymarimacho») es empleada en las Filipinas, sobre todo en Manila, para denominar a las mujeres que son masculinas.[88]​ Las mujeres virtuosas de Corea colocan sus prioridades en la maternidad, la castidad y la virginidad; fuera de estos aspecto, muy pocas mujeres son libres de expresarse a través de la sexualidad, aunque existe una creciente organización lésbica llamada Kkirikkiri.[89]​ El término pondan es usado en Malasia para denominar a los hombres gays, pero, como no existe un contexto histórico de referencia para lesbianas, el término también es empleado para las mujeres homosexuales.[90]​ Al igual que en muchos países asiáticos, la homosexualidad masculina pública es desalentada a muchos niveles, de forma que los malasios llevan doble vida.[91]​ Una mención del siglo XIV de una pareja lésbica que tuvieron un hijo tras hacer el amor recogida en un texto de la India, es una excepción al silencio general sobre la homosexualidad femenina. Esta invisibilidad desapareció con el estreno de la película Fire en 1996, lo que provocó que algunos cines fuesen atacados en la India por fanáticos. Los términos para nombrar a los homosexuales son rechazados a menudo por los activistas indios, por ser el resultado de una influencia imperialista, pero la mayoría del discurso sobre al homosexualidad se centra en los hombres. Los grupos de defensa de los derechos de la mujer en la India continúan debatiendo si la inclusión de los asuntos lésbicos en sus plataformas es legítimo, ya que las lesbianas y la información sobre la homosexualidad femenina es suprimida a menudo.[92]

Sexualidad

El sueño, de Gustave Courbet

En 1949, Simone de Beauvoir afirmó: «Una no nace mujer, sino que se hace mujer». Su reflexión abrió todo un nuevo campo de indagación intelectual sobre la interpretación de la igualdad y la diferencia de los sexos, que hoy es tema de revistas, libros, debates políticos, políticas de diversidad empresarial y seminarios académicos y movimientos sociales en todo el mundo.

Los estudios sobre «Comportamiento sexual» no sólo estudian la desigualdad hacia las mujeres, sino que han abierto nuevos campos de investigación como sobre masculinidades y diversidad sexual.

Derechos

La Unión Europea, que comprende 27 Estados, no tiene una política común que afecte a los derechos del colectivo LGBT, pero sí trabaja para la no-discriminación. LGBT es una acrónimo usado como término colectivo para referirse a las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales. Es una adaptación del acrónimo LGB. Se considera un término menos controvertido que los términos queer o lesbigay, y más amplio que homosexual o simplemente gay.

Cultura

En la cama, de Henri de Toulouse-Lautrec, 1892.

La cultura lesbiana ha crecido tradicionalmente incluida dentro de la tradición femenina, y más específicamente en la cultura de las mujeres. Durante muchos años, y en épocas más difíciles que las actuales, la cultura de las mujeres se ha desarrollado en diferentes campos; de esta forma ha habido músicas, poetas, escritoras y artistas, etc. Todas ellas se han camuflado dentro de la cultura de las mujeres.

Dado que las lesbianas son consideradas un grupo social minoritario, se habla muy a menudo de subcultura lesbiana, lo cual no significa una situación de inferioridad presupuesta, sino algo que es parte de la propia especificidad de las lesbianas, respecto al mundo heterosexual mayoritario.

Literatura

A comienzos del siglo XX tanto en Londres como en París, en una atmósfera y un clima intelectual y artístico resplandeciente, se crearon las primeras comunidades de mujeres poetas, escritoras y artistas. Algunas de las mujeres parisinas más conocidas fueron: Marguerite Yourcenar (primera mujer elegida para integrar la Academia francesa), Natalie Clifford Barney, Gertrude Stein, Tamara de Lempicka, Colette y sus amigas Natalie Clifford Barney y Liane de Pougy; algunas de las mujeres lesbianas londinenses más conocidas en ese entonces fueron Virginia Woolf, Katherine Mansfield y Jeanette Winterson.

Las escritoras de la primera mitad de 1900 utilizaban frecuentemente mensajes cifrados como una forma de enmascarar la temática lesbiana; personajes que cambian de sexo como en el Orlando de Virginia Woolf, muchas novelas con historias entre hombres gays, como Marguerite Yourcenar; historias abiertamente lésbicas, pero algunas de ellas escritas bajo un seudónimo, como el caso de Patricia Highsmith y su libro Carol dan cuenta de esta situación.

En décadas recientes han proliferado las escritoras que tocan temas lésbicos como Jeanette Winterson, el mundo fantástico proyectado en los libros de Marion Zimmer Bradley. También se suman escritoras de habla española: Ana María Moix, Silvia Molloy, Ena Portela, Esther Tusquets, Rosamaría Roffiel, Susana Guzner, Zoé Valdés, Lola Vanguardia, Lucía Etxebarria, Isabel Franc, Thaís Morales, Odette Alonso, Isabel Prescolí y Cristina Peri Rossi.

Cine y espectáculo

Fotografía de 1900.

La primera película que trató el tema lésbico fue la alemana Mädchen in Uniform (1931) basada en la novela de Christa Winsloe y dirigida por Leontine Sagan. Cuenta la historia de una colegiala llamada Manuela von Meinhardi y su pasión por su profesora Fräulein von Bernburg. Fue escrita y posteriormente dirigida por mujeres. Fue impactante en todos los entornos lésbicos alemanes. En el año 2004 la pelicula (D.E.B.S.), cuenta la historia de una ladrona y una espia que tiene una relacion lesbica.

Entre las cineastas lesbianas más reconocidas de la actualidad se encuentran Jamie Babbit (Pero soy una porrista), Patricia Rozema (Cuando cae la noche), Léa Pool (Lost and Delirious), Rose Troche (The L Word) y Barbara Hammer. La película Las horas (2002) enfoca el lesbianismo y su impacto social en tres épocas diferentes de la historia.

Actrices: Marlene Dietrich, Mercedes de Acosta, Portia de Rossi, Ellen DeGeneres, Leisha Hailey

Cantantes: Sandra Mihanovich, K.D. Lang, Maria Bethânia, Mayte Martín, Joan Báez, Chavela Vargas, Simone, Melissa Etheridge, Tracy Chapman, Sinéad O'Connor, Samantha Fox, Indigo Girls, Ani DiFranco, Cássia Eller, Celeste Carballo, Zélia Duncan.

Deporte

Desde hace años, la lucha por el reconocimiento y la entrada al mundo del deporte y la perseverancia y el triunfo en eventos deportivos ha sido parte esencial de la historia de la cultura lésbica. Los resultados de muchos años de esfuerzo, que ahora son prácticamente disfrutados por mujeres homosexuales y heterosexuales, de igual forma se deben en gran parte a atletas como las tenistas Billie Jean King y Martina Navratilova, quienes se atrevieron a «salir del armario» y a luchar abiertamente contra la homofobia.

Música

El grupo español Mecano escribió la famosa canción Mujer contra mujer sobre la homosexualidad femenina. La canción El sol, la noche y la luna de Chenoa hace referencia también a este tema. Asimismo, el dúo ruso t.A.T.u. hizo referencia al lesbianismo en sus declaraciones públicas y en varias de sus canciones, entre las que destaca su éxito All the things she said. Igualmente hablan de la homosexualidad Mägo de Oz con su canción "El que quiera entender que entienda" y Lujuria con "Sólo son rosas". La canción " Muñeca de Porcelana" del reguetonero Don Omar trata la historia una pareja lesbiana y también el tema del Español Ivan Guevara, "Por Amor Al Arte.

Véase también

Notas

  1. Un intento de los nativos de la isla de Lesbos (llamada Mitilene en Grecia) en 2008 de reclamar en los tribunales griegos la palabra como exclusiva de los habitantes de Lesbos no tuvo éxito. Los habitantes afirmaron que el uso de «lesbiana» y «lesbianismo» para referirse a la homosexualidad femenina violaba sus derechos humanos y los «avergonzaba en todo el mundo». (Lesbos locals lose lesbian appeal, BBC News Europe [22 de julio de 2008]. Consultado el 3 de febrero de 2009.)
  2. En Alemania, entre 1898 y 1908, se publicaron más de mil artículos sobre la homosexualidad. (Faderman [1981], p. 248) Entre 1896 y 1916, se publicaron 566 artículos sobre las «perversiones» femeninas en los stados Unidos.(Faderman, [1991], p. 49.)
  3. No está claro que significa exactamente «perder cada vez un miembro»; Crompton, p. 202
  4. Existe una discusión en la sociología contemporánea sobre si estos casos deben ser descritos con mayor exactitud como transgénero, basándose en los detalles individuales de cada caso.
  5. En una de las raras ocasiones en las que la sexualidad era un punto central de la amistad romántica, dos profesoras de escuela escocesas de principios del siglo XX fueron acusadas por estudiantes de dormir en la misma cama, besarse y hacer que la cama se moviese. La abuela de los estudiantes informó a las autoridades, que no creían que sus acciones fuesen de naturaleza sexual o que se extendiese más allá de la amistad normal: «¿Debemos decir que toda mujer que ha formado una amistad íntima y que ha dormido en la misma cama con otra es culpable? ¿Donde está al mujer inocente en Escocia? »(Aldrich, p. 233.)
  6. Wollstonecraft y Blood fundaron una escuela privada para niñas, de forma que pudiesen vivir y trabajar juntas y Wollstonecraft bautizó a su primer hijo con el nombre de Blood.
  7. Plantilla:Ref DRAE
  8. La primera dama Eleanor Roosevelt intercambió anillos y escribió cartas a la periodista Lorena Hickok, expresándole su amor y su deseo de besarla; sus escritos estaban dentro del estilo de la amistad romántica. La idea de que la relación de Roosevelt con Hickok pudiera ser sexual, y por lo tanto calificada como lésbica, creó polémica entre los biógrafos de Roosevelt. (Faderman [1981], p. 297–313.)

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