La gran familia

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La gran familia es un película española dirigida por Fernando Palacios en 1962.

Sinopsis

Carlos Alonso y Mercedes Cebrián son padres de quince hijos de diferentes edades. Todos ellos viven junto con el abuelo y dependen del trabajo de Carlos —aparejador pluriempleado— como único sustento de la familia, lo que les sitúa en constantes apuros económicos. También cuentan con el apoyo del padrino, pastelero de profesión. A través de distintos episodios, se nos narra la vida cotidiana de la familia: una jornada cotidiana y completa de la familia; la Primera comunión de dos de los hijos; los exámenes finales de nueve de ellos; las vacaciones en la Costa Dorada, época propicia para el romance de distintos miembros del clan; el extravío de Chencho, el hijo pequeño, en la Plaza Mayor de Madrid y su posterior recuperación. La llegada del primer televisor servirá para anunciar la llegada de un nuevo hijo.[1]

Producción

En la década de 1950 tuvo éxito en el cine italiano un tipo de comedia rosa costumbrista con películas como Domenica d'agosto (1950), Tres enamoradas (Le ragazze di piazza di Spagna, 1952) o Terza liceo (1954). El productor español José Luis Dibildos intentó trasladar ese modelo al cine español con la creación en 1956 de la productora Ágata Films. El mejor exponente de esta tendencia es Las muchachas de azul, dirigida por Pedro Lazaga en 1957. Se trataba de una «comedia-mosaico» con un realismo edulcorado, situada en un marco urbano contemporáneo, que reflejaba una relación interclasista sin conflictos y estructurada a base de sketches.[2]

El joven productor Pedro Masó estuvo atento a la fórmula de éxito y propuso a Jesús Rubiera, propietario de Asturias Films, la creación de películas similares con un equipo estable de profesionales especializados al modo del cine italiano: los guionistas Vicente Coello, Antonio Vich, Rafael J. Salvia y el propio Masó; los músicos Adolfo Waitzman, Antón García Abril y Augusto Algueró; los directores de fotografía Alejandro Ulloa y Juan Mariné; el director artístico Juan Antonio Simont; los directores Fernando Palacios, José María Forqué, Ricardo Blasco o el ya citado Salvia; y los actores Tony Leblanc, Jorge Rigaud, Manolo Morán, Julia Caba Alba, José Isbert, Concha Velasco y otros. Su primer gran éxito llegó en 1958 con Las chicas de la Cruz Roja y se confirmó con El día de los enamorados. Tampoco descuidaron opciones más esperpénticas ancladas en la tradición hispana como Atraco a las tres (1962).[3]

Aunque sus obras adolecieran de un exceso de estereotipación, la actuación de este equipo profesional consolidado favoreció el éxito de un tipo de comedia que tenía un estilo unitario. En 1962, Pedro Masó fundó su propia productora —«Pedro Masó PC»—, contrató a una estrella como Alberto Closas e hizo un nuevo encargo a Fernando Palacios: La gran familia.[4]

Guion

El guion es obra de Rafael J. Salvia, el propio Pedro Masó y Antonio Vich; los dos primeros ya bien conjuntados por la experiencia previa en otras películas. El argumento carece de una trama continua y está basado en una serie de situaciones o sketches que se suceden con dinamismo. En ello recuerda a las comedias italianas posteriores al neorrealismo y que retratan la cotidianidad de forma agridulce. El retrato coral y el ritmo fluido son otras características comunes a tal cine.[5]

La película se divide en tres partes de una media hora de duración cada una. La primera se desarrolla durante la primavera y comienza relatando un día cualquiera en la vida de la familia desde la mañana hasta la noche. Después pasa a narrar el episodio de la Primera comunión de dos de los hijos, resuelta con la ayuda del padrino. Finalmente, los exámenes finales de los hijos mayores pondrán a prueba los nervios de los padres y servirán de anticipo de la segunda parte. Esta porción se encuadra en la comedia rosa y tiene un tono ligero que mezcla con habilidad situaciones cómicas, ternuristas y moralizantes. La segunda se desarrolla durante el verano, tiempo vacacional en el que toda la familia permanece unida disfrutando de unas vacaciones en la playa. El tono es también ligero pero da entrada al amor. Luisa —«la coqueta»— tiene su primer romance con un joven catalán, la visita del novio de la hija mayor sirve para confirmar su relación, el padrino tiene un inesperado ligue veraniego que acabará en boda y los padres renuevan su amor. Un tono erótico pero perfectamente casto y católico. El episodio concluye con una secuencia musical junto al mar. La tercera parte transcurre en el invierno. Aunque no se abandonan los toques de humor, es el tercio más dramático. El extravío del pequeño Chencho dará pie a los esfuerzos de toda la familia por recuperarlo. El triste episodio acabará felizmente con el anuncio de ¡un décimosexto embarazo![6]

Dirección

Cuando Masó encarga a Fernando Palacios la realización del proyecto, el director aragonés ya tiene una sólida experiencia cinematográfica. Sobrino de Florián Rey, fue este quien le ofreció la oportunidad de formarse como ayudante de dirección en algunas de sus películas. Entre otras películas de Rey, intervino en La aldea maldita (versión de 1942) y Brindis a Manolete (1948). Después asistió al húngaro Ladislao Vajda en filmes como Marcelino, pan y vino (1955), Mi tío Jacinto (1956) o Un ángel pasó por Brooklyn (1957). También colaboró en Las chicas de la Cruz Roja (1958). Con esta sólida formación práctica, pudo dar el salto a la dirección realizando la versión española de algunas coproducciones. Su auténtico debut llegó con El día de los enamorados (1959), que demostró su valía y supuso un gran éxito de taquilla. Le siguieron Juanito (1960) —nuevamente con el niño Pablito Calvo—, Tres de la Cruz Roja (1961), Siempre es domingo (1961) y Vuelve San Valentín (1962), secuela de la primera.[7]

Uno de los logros de Palacios en La gran familia es la hábil dosificación de tres elementos que sabe aunar sin que resulten empalagosos: el moralismo didáctico y ejemplificador, la comedia ligera y el melodrama ternurista.[8]​ La habilidad técnica del director se aprecia también en sus encuadres del gran número de personajes que aparecen en pantalla, recurriendo a la profundidad de campo, el reencuadre y las constantes entradas y salidas de personajes. Buen ejemplo es la secuencia inicial que nos presenta a los miembros de la familia mientras duermen, o también aquella que muestra a toda la tribu contemplando a través de la ventana el televisor del vecino de enfrente.[9]​ Estos elementos, unidos a sus chispeantes diálogos, confieren a la película un gran dinamismo. Tanto la cámara como los actores se mueven con soltura, y el montaje hace que las situaciones se sucedan con rapidez. Todo ello recuerda al coetáneo cine de Luis García Berlanga, sensación que se vé reforzada por la existencia de situaciones «berlanguianas», como la del abuelo jugando a naves espaciales con los niños, el padrino vestido de pastor navideño con un cordero a la espalda y otras.[10]

Interpretación

Alberto Closas

Alberto Closas encarna al paterfamilias

Alberto Closas encarna a Carlos Alonso, el cabeza de familia. Exiliado desde muy joven, Closas comenzó su carrera teatral en Chile y Argentina en la compañía de Margarita Xirgu. Pronto pasó al cine, enfrentándose como galán con las principales actrices latinoamericanas del momento: Zully Moreno, Dolores del Río, Eva Duarte o Mirtha Legrand. En 1955 retornó a España protagonizando la notable Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, y pronto colaboraría en películas comerciales de éxito, varias de ellas basadas en obras teatrales: La vida en un bloc (1956), de Luis Lucia; Una muchachita de Valladolid (1958), de Luis César Amadori o El baile (1959) de Edgar Neville. En 1962 su caché era muy alto,[11]​ hasta el punto de que de los seis millones de pesetas que costó La gran familia, medio millón correspondía a la remuneración del popular actor.[12]

Carlos Alonso representa todas las virtudes del padre de familia ideal: tiene autoridad pero no es autoritario, es orgulloso pero no vanidoso, es trabajador, honrado, buen cristiano, optimista y positivo. En una secuencia paradigmática, tras haber castigado justamente al único hijo que ha suspendido el curso privándole de las vacaciones en la playa, el resto de la prole (y el abuelo) se rebelará contra la sanción y le hará reconsiderar la aplicación de una pena que él mismo no desea. Paradójicamente, la invocación expresa a la toma democrática de decisiones no era infrecuente en el cine español de la época a pesar de la dictadura que regía el país.[13]

Amparo Soler Leal

La actriz Amparo Soler Leal da vida a Mercedes, la abnegada esposa y madre. El personaje es todo un paradigma de la ideología dominante en la España de la época: madre fecunda, práctica, hacendosa, sensata y cabal. Da cohesión al grupo familiar y administra con eficacia el dinero ganado por su esposo. Podemos verla convenciendo a los hijos de que ciertos gastos son superfluos y discutiendo con los comerciantes el precio de los productos. Se trata de un rol que ha envejecido mal y que hoy puede ser visto como machista y reaccionario, pero que en su momento tenía tintes de aperturismo.[14]

La actriz vio reconocido su trabajo con el premio «Fotogramas de Plata» al mejor intérprete de cine español —tanto masculino como femenino— en la edición de 1963 otorgado por la revista Fotogramas y con el premio concedido por el Círculo de Escritores Cinematográficos en la categoría de mejor actriz principal.[12][15]

José Isbert

El veterano José Isbert interpreta al abuelo, un viejecillo que —como si fuera el décimosexto hijo— lee tebeos y juega con petardos, naves espaciales y muñecas. Su presencia es fundamental en la tercera parte de la película, ya que es su despiste en la Plaza Mayor el que ocasiona la pérdida del pequeño Chencho. Ello provoca el drama y la conciencia del anciano de su propia vejez y de la inmediatez de la muerte. Es particularmente significativa la melancólica secuencia en la que se le vé masticar una galleta abatido por la desolación y la herida infligida en su amor propio.[16]​ Isbert compone con convicción y con su característica ronquera a un entrañable personaje.[17]

Secundarios

Archivo:Familia Isbert.jpg
José Isbert es el abuelo y su hija María interpreta a una de las criadas

Es la larga lista de actores de reparto la que colabora pronunciando los más ingeniosos diálogos de los guionistas.[17]Erasmo Pascual compone a un muy divertido Eulogio, conserje del edificio en el que reside la familia. Se caracteriza por intentar emplear un lenguaje culto con escaso éxito, dando lugar a repetidas frases jocosas: «Tendrán que subir a pie, uséase, motu propio, porque el ascensor no funciona»; el timbre «sonar sí que suena, pero a todos les de calambre, uséase, electrólisis»; «el señorito Críspulo ha hecho otro barbarismo» (cuando comete una travesura). También emplea pintorescos neologismos de su invención, tales como «reprimendación» o «incomodismo».[18]

También destaca José Orjas como el vecino de la familia. Ante la reiterada colocación de petardos por Críspulo, que altera la paz de su hogar, su esposa le recuerda que es el presidente de la comunidad de propietarios y le pide que ejerza tal autoridad. El sufrido marido le hará ver que ante esa calamidad nada puede un presidente y que hace falta un rey: Herodes. Otros intérpretes destacados son María Isbert, Julia Caba Alba o José María Caffarel.[17]

Menos cómico es el cometido del actor argentino Jorge Rigaud, quien interpreta un brevísimo pero intenso papel. Al igual que hiciera en El día de los enamorados, su personaje desempeña un rol de enlace con lo trascendente.[17]​ Se trata del rey Gaspar al que visita el pequeño Críspulo para anular todo su pedido de regalos anterior a cambio de la reaparición de su hermanito Chencho.[19]

Los hijos

Según relató el operador de fotografía Juan Mariné, los niños fueron seleccionados con gran esmero por un comité integrado por productor, director, jefe de producción, ayudante de dirección y el mismo Mariné. El tribunal no aceptó recomendación alguna y los niños eran identificados con números para evitar favoritismos. Quince días antes del rodaje, el equipo comenzó a jugar con ellos, de forma que el rodaje propiamente dicho siguió siendo un juego para ellos.[20]

El pequeño Pedro Mari Sánchez interpreta al travieso Críspulo «el petardista», quien realizará una emotiva visita al rey mago encarnado por Jorge Rigaud durante la que pide la sustitución de todos los juguetes que había pedido anteriormente por el regreso de su extraviado hermanito Chencho.[19]​ También haría carrera cinematográfica con posterioridad la pequeña Maribel Martín, quien interpreta con gran desparpajo a Sabina «la traductora».[17]

Música

La banda sonora está compuesta por el argentino Adolfo Waitzman. La crítica ha señalado sus aciertos descriptivos tanto de ambientes como de estados de ánimo. En particular, se reseñan la sintonía inicial que acompaña a los títulos de crédito, el uso de los villancicos en la tercera parte de la película y la melancólica balada de despedida en la playa —acompañada de guitarra y armónica— que señala el punto final de las vacaciones y de alguno de los romances veraniegos. Por el contrario, ha censurado ciertos efectos demasiado redundantes.[21]​ Hay unos 58 bloques musicales distintos que duran en conjunto 37 minutos. El ritmo de marcha en compás binario que suena al principio y que remarca la situación de ritmo y movimiento aparece con numerosas variaciones a lo largo de todo el filme, convirtiéndose en auténtico leitmotiv asociado al concepto familiar.[22]

Recepción

La película tuvo un notabilísimo éxito de público en el momento de su estreno:[23]​ las fiestas navideñas de 1962, y permaneció 49 semanas seguidas en la cartelera de Madrid.[12]​ Como consecuencia, el mismo equipo principal realizó pocos años después La familia y uno más (1965) también con la dirección de Fernando Palacios. El impacto que la primera película tuvo sobre el público hizo que en 1979 —en plena transición política— el propio Pedro Masó dirigiera con mucho menos éxito La familia bien, gracias.[23]

La opinión de la crítica fue dispar. El filme cosechó importantes reconocimientos de ámbito nacional. Además de los ya mencionados premios concedidos por Fotogramas y el Círculo de Escritores Cinematográficos a la solvente interpretación de Amparo Soler Leal, la cinta fue también galardonada por el Sindicato Nacional del Espectáculo.[12]​ Sin embargo, los medios especializados afines a la oposición al régimen fueron muy negativos. Así, en el número 16 de la revista Nuestro cine —publicado en enero de 1963— José Luis Egea describió así la película: «Cine engañoso y cine mal hecho,cine-mentira. Cine deshonestidad. Cine inmoral».[24]

Trasfondo ideológico

La familia dispone de una furgoneta no muy diferente de esta

Distintos estudiosos del filme lo señalan como uno de los principales exponentes de la ideología de la dictadura franquista imperante en España en aquel momento. Supone una armoniosa conjunción de los valores de denominado desarrollismo con los del catolicismo tradicional. Como tal, fue declarada oficialmente como «Película de Interés Nacional». El fomento de la natalidad era uno de los objetivos del régimen y ello se refleja en diálogos como el que mantienen el padre interpretado por Alberto Closas y el funcionario del Ministerio de Hacienda que debe abonarle la gratificación por el número de hijos:[23]

Funcionario de Hacienda: «Si hubiera muchos como usted se arruinarían los contribuyentes españoles».
Carlos: «Y usted, ¿cuantos hijos tiene?»
Funcionario: «Ninguno. Preferí quedarme soltero».
Carlos (gesticulando aparatosamente): «Pues si hubiera muchos como usted pronto no quedarían ni contribuyentes, ni españoles, ni nada» (risa general).

El mensaje católico se aprecia en frases que el padre dirige a su cónyuge con mirada lánguida, tales como «Esto del matrimonio está pero que muy bien inventado; es como un mundo para dos. Todo lo demás queda afuera.» o «Me has dado no solo la esperanza tuya, sino quince esperanzas». Frases distantes de los ingeniosos diálogos que trufan la película al estilo de los de Tono, Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela y La Codorniz.[25]​ También ante la consternación de su hijo mayor por haber suspendido una única asignatura afirma: «Dios nos examinará a todos».[26]

Porque a pesar de que la numerosa familia de diecisiete miembros —el abuelo cobra una pequeña pensión de jubilación— vive casi de la única fuente de ingresos que supone el constante trabajo del paterfamilias, se permite disponer de un amplio piso con dos cuartos de baño y calefacción central situado en un buen barrio, una furgoneta DKW y sirvienta. Y puede permitirse pasar un mes de vacaciones en la playa gracias a la obra de Educación y Descanso de los sindicatos verticales oficiales. Y todo ello solo pasando algunos pequeños apuros a final de mes. Se retrata así una España aseada y sin problemas estructurales; con apuros pero sin pobreza.[27]

Además, en la película todas las instituciones funcionan a la perfección: el sistema educativo, el funcionariado, el sindicato, la policía y la televisión, que organiza un eficaz programa para colaborar en la búsqueda del pequeño Chencho que resulta un notable precedente de los muy posteriores programas de telerrealidad.[28]

Referencias

  1. Pérez Rubio, 2012, pp. 10 y 12.
  2. Pérez Rubio, 2012, p. 18.
  3. Pérez Rubio, 2012, pp. 19-20.
  4. Pérez Rubio, 2012, pp. 20-21.
  5. Pérez Rubio, 2012, pp. 9-10.
  6. Pérez Rubio, 2012, pp. 9-11.
  7. Pérez Rubio, 2012, pp. 6-8.
  8. Pérez Rubio, 2012, p. 9.
  9. Pérez Rubio, 2012, pp. 26-27.
  10. Pérez Rubio, 2012, pp. 28-30.
  11. Pérez Rubio, 2012, p. 14.
  12. a b c d Pérez Rubio, 2012, p. 21.
  13. Pérez Rubio, 2012, pp. 16-17.
  14. Pérez Rubio, 2012, pp. 22-24.
  15. Círculo de Escritores Cinematográficos. «Premios del CEC a la producción española de 1962». cinecec.com. Consultado el 19 de octubre de 2014. 
  16. Pérez Rubio, 2012, pp. 10-11.
  17. a b c d e Pérez Rubio, 2012, p. 28.
  18. Pérez Rubio, 2012, pp. 14-15.
  19. a b Pérez Rubio, 2012, p. 22.
  20. Soria, 2012, pp. 85-86.
  21. Pérez Rubio, 2012, p. 31.
  22. Sánchez Rodríguez, 2013, pp. 318-319.
  23. a b c Pérez Rubio, 2012, p. 13.
  24. Pérez Rubio, 2012, pp. 24-25.
  25. Pérez Rubio, 2012, pp. 13-14.
  26. Pérez Rubio, 2012, p. 16.
  27. Pérez Rubio, 2012, pp. 17-18.
  28. Pérez Rubio, 2012, pp. 19-21.

Bibliografía utilizada

Enlaces externos