Asedio del Alcázar de Toledo

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Asedio del Alcázar de Toledo
Frente del Centro - Guerra Civil Española
Parte de Guerra civil española

Soldados republicanos sitiando el Alcázar.
Fecha 21 de julio-27 de septiembre de 1936
Lugar Toledo, España
Coordenadas 39°51′30″N 4°01′14″O / 39.8582, -4.0206
Resultado Victoria sublevada
Consecuencias
Beligerantes
Bandera de España Bando republicano Bando sublevado
Comandantes
Bandera de España José Riquelme
Bandera de España Álvarez-Coque
Bandera de España Antonio Rúbert
Bandera de España Luis Barceló
Bandera de España Ricardo Burillo
Bandera de España Salvador Sediles
Bandera de España Cándido Cabello
Bandera de España Juan Guilloto León
Bandera de España Enrique Líster
José Moscardó
Pedro Romero
Ricardo Villalba
Víctor Martínez
Blas Piñar Arnedo[1]
Fuerzas en combate
1.ª División Orgánica
• 15.500 milicianos[2]
• Apoyo artillero
• 2-3 tanquetas
Aviación republicana
• Apoyo aéreo
1.028 efectivos[nota 1]
2 piezas de artillería
Bajas
Elevadas[nota 2] 48 muertos
438 heridos
22 desaparecidos

El asedio del Alcázar de Toledo fue una batalla de gran valor simbólico que ocurrió en los comienzos de la guerra civil española. En ella se enfrentaron fuerzas gubernamentales compuestas fundamentalmente por milicianos del Frente Popular y Guardias de Asalto contra las fuerzas de la guarnición de Toledo, reforzadas por la Guardia Civil de la provincia y un centenar de civiles militarizados sublevados contra el Gobierno de la República. Los sublevados se refugiaron en el alcázar de Toledo, entonces Academia de Infantería, Caballería e Intendencia, acompañados de sus familias. Las fuerzas republicanas empezaron el asedio sobre el fortín de los sublevados el 21 de julio de 1936 y no lo levantarían hasta el 27 de septiembre, tras la llegada del Ejército de África al mando del general José Enrique Varela, haciendo Franco su entrada en la ciudad al día siguiente.

Precedentes

La conspiración militar para desencadenar un «golpe de fuerza» que derribara al gobierno republicano se puso en marcha días después de formarse el gobierno de Azaña el 19 de febrero de 1936, en efecto, ya el 8 de marzo tuvo lugar en la casa de Madrid de un agente de bolsa militante de la CEDA una reunión de varios generales, el principal de ellos Emilio Mola, en la que acordaron organizar un «alzamiento militar» que derribara al gobierno del Frente Popular recién constituido.

El general Gonzalo Queipo de Llano (jefe de los carabineros), que estaba organizando otra conspiración golpista por su cuenta, visitó al general Mola y ambos decidieron colaborar. La coordinación de la conspiración pasó entonces al general Mola quien adoptó el nombre clave de «el Director». El complot se apoyaba fundamentalmente en los militares "africanistas" y en los miembros de la clandestina Unión Militar Española, y consistía en un levantamiento escalonado de todas las guarniciones comprometidas, que implantarían el estado de guerra en sus demarcaciones, comenzando por el Ejército de África.

A principios de julio de 1936 la preparación del golpe militar estaba casi terminada, aunque el general Mola con la fecha del pronunciamiento fijada entre los días 10 al 20 de julio. El asesinato del teniente y miembro de la UMRA, José del Castillo Sáenz de Tejada, el 12 julio, y el posterior de José Calvo Sotelo, jefe parlamentario de los monárquicos, aceleró el estallido ya que Mola decidió aprovechar y adelantó la fecha de la sublevación que quedó fijada para los días 18 y 19 de julio de 1936.

Sin embargo, ya el 17 de julio, los oficiales de la guarnición de Melilla, al saber que la conspiración estaba por ser descubierta, se adelantaron y declararon el estado de guerra en Melilla. Ocuparon todos los edificios públicos e impusieron la ley marcial. Una vez que Melilla estuvo asegurada por los golpistas, el coronel Juan Seguí Almuzara, uno de los sublevados, se puso en contacto con los encargados de la conspiración militar en Tetuán (entonces capital del Protectorado español de Marruecos) y Ceuta. Los sublevados se hicieron con el control de ambas ciudades y al atardecer del 18 de julio terminó la última resistencia republicana en el Protectorado.

Los militares sublevados no consiguieron alcanzar su objetivo principal de apoderarse del punto neurálgico del poder, Madrid, ni de las grandes ciudades, pero dominaban cerca de la mitad del territorio español, ya que controlaban prácticamente el tercio norte peninsular y las ciudades de Andalucía.

Las fuerzas republicanas, por su parte, consiguen sofocar el alzamiento en más de la mitad de España, incluyendo todas las zonas industrializadas, gracias en parte a la participación de las milicias recién armadas de socialistas, comunistas y anarquistas, así como a la lealtad de la mayor parte de la Guardia de Asalto y, en el caso de Barcelona, de la Guardia Civil. El gobernador militar de Cartagena, Toribio Martínez Cabrera, era simpatizante del Frente Popular y la marinería también era contraria al golpe militar, lo que unido a los tumultos populares de los días 19 y 20 hicieron fracasar el movimiento golpista en la base naval de Cartagena y el resto de la provincia de Murcia.

La zona fiel a la República ocupó la mitad este de la Península: la parte oriental de Aragón (menos las tres capitales), Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía oriental (menos la ciudad de Granada), Madrid, Castilla la Nueva y La Mancha. En el oeste los leales controlaban las provincias de Badajoz y de Huelva.

Así pues, el levantamiento tuvo éxito en unos sitios y fracasó en otros, por lo que España quedó dividida en dos zonas: una controlada por los militares que se habían alzado contra la República y otra que permaneció fiel al gobierno.

Con el fracaso del golpe militar, da comienzo la Guerra Civil Española.

Toledo

Durante el 19 y el 20 de julio, el Ministerio de Guerra del Gobierno republicano hizo varios intentos para obtener munición en la Fábrica de Armas de Toledo; ante cada requerimiento el coronel José Moscardó Ituarte, Director de la Escuela Militar de Gimnasia y oficial más caracterizado de la plaza, rehusaba la entrega. Finalmente se sublevó el martes 21 de julio y proclamó el estado de guerra controlando rápidamente la ciudad. Al día siguiente una columna leal procedente de Madrid al mando del general Riquelme llegó a Toledo y obligó a los militares sublevados a encerrarse en el edificio del Alcázar de Toledo, sede de la Academia de Infantería.

Fuerzas enfrentadas

Fuerzas republicanas

Las fuerzas republicanas asentadas en Toledo consistían aproximadamente en 5000 milicianos[2]​ de la CNT-FAI y la UGT, además de Guardias de Asalto. Tenían varias piezas de artillería, unos pocos vehículos blindados y dos o tres tanquetas. Las Fuerzas Aéreas de la República realizaron tareas de reconocimiento, apoyados por la artillería y bombardearon el alcázar en 35 ocasiones.

Fuerzas sublevadas

Los defensores del alcázar eran 800 hombres de la Guardia Civil,[3]​ ocho cadetes de la Academia de Infantería, uno de la de Artillería y 110 civiles. Las armas de las que disponían eran según el relato de Moscardó:

  • Se contaba con el armamento de la Guardia Civil, Academia, Escuela de Gimnasia y Guardias de Asalto y Seguridad;
  • 800 000 cartuchos de fusil y ametralladora (procedentes de las Fábricas de Armas);
  • 1200 fusiles Mauser y mosquetones;
  • 200 petardos pequeños de trilita;
  • 50 granadas rompedoras de 7 cm;
  • 50 granadas de mortero Valero de 51 cm;
  • 50 disparos de rompedora;
  • 13 ametralladoras Hotchkiss de 7 mm;
  • 13 fusiles ametralladores, de la misma marca y calibre, todo en uso por los alumnos en sus prácticas;
  • 4 cajas (200 granadas) de granadas de mano ofensivas Lafitte modelo 1921;
  • 2 piezas de montaña de 7 cm;
  • 1 explosivo eléctrico;
  • 1 mortero de 50 mm;
  • 1 caja (25 granadas) de granadas de mano incendiarias. Pero los oficiales y la Guardia Civil habían logrado traer munición abundante.[4]

Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños[5]​) vivieron en el alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas de los milicianos anarquistas y socialistas. Las mujeres no participaron en la defensa del alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Sin embargo, su presencia en el alcázar elevó el valor de los hombres para continuar en la defensa. Los civiles que se encontraban dentro del alcázar estuvieron a salvo de los ataques de las tropas gubernamentales, excepción hecha de los rehenes que los sitiados tomaron en sus salidas del alcázar y que no salvaron la vida. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales. Hubo dos nacimientos durante el sitio.

Simbolismo

En la tradición historiográfica española, la ciudad de Toledo era considerada la cuna de España, por haber sido una de las residendcias de los soberanos visigodos y sede de los concilios del reino.[6]​ En ella, el alcázar, castillo de la época musulmana pero que ocupaba el sitio del antiguo pretorio romano, tenía un especial valor simbólico. Había sido la residencia temporal de la monarquía castellana después de la reconquista de Toledo.

Si bien el alcázar fue abandonado como palacio por Felipe II, nunca dejó de ser un emblema de la ciudad. En 1850 fue convertido en Academia Militar, bajo el nombre de Colegio de Infantería. Después de un incendio en 1886, algunas de sus partes fueron reforzadas con acero y vigas de hormigón.

Durante la Guerra Civil, su posesión se convirtió en un elemento clave para la propaganda; el fracaso en su toma, fue un duro golpe para el bando republicano y una victoria moral para el bando sublevado.

Cronología del asedio

21 de julio de 1936

Esquema de la destrucción del Alcázar de Toledo por la artillería republicana.

La declaración de «Estado de Guerra» fue leída por el capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las 7 de la mañana en Zocodover, la plaza principal de Toledo. Se dieron órdenes para el arresto de conocidos activistas de izquierda de Toledo, pero solamente detuvieron al maestro de la prisión local, Francisco Sánchez López de la Torre, que había preparado a Luis Moscardó para oposiciones, y a algunos militantes de base. Moscardó nombró a un nuevo gobernador civil, el notario Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel Mª González, se refugió en el alcázar con su familia. Los sublevados distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de Armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, bancos, Ayuntamiento, Catedral, Plaza de Zocodover, Correos, Teléfonos, Matadero, Cuartel de Asalto (Plaza de Padilla), Prisión Provincial, puertas de la muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18 horas, el último de los camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.

Las tropas republicanas enviadas de Madrid, avanzadillas de la columna del general Riquelme, primero llegaron al Hospital de Tavera, donde fueron rechazadas por las fuerzas al mando del comandante Ricardo Villalba Rubio profesor de la Escuela Central de Gimnasia y sobrino del general José Riquelme López-Bago. Dicho comandante ostentaba, desde las 18:00 horas de la tarde del día 17 de julio, el mando de tres capitanes, cuatro tenientes, un alférez, cuatro sargentos y 32 de tropa, guarnición que fue reforzada por un destacamento de la Guardia Civil con 40 hombres y dos oficiales. Al amparo de estas fuerzas se acogieron mujeres, niños, algunos huérfanos, hombres enfermos, las hermanas de la Caridad del Hospital y el capellán del mismo: en total 60 personas no combatientes.[7]​ Estratégicamente, la posición defendida por dicho comandante era imprescindible para que la Guardia civil, que se encontraba en la fábrica de Armas, pudiera subir la munición al reducto del alcázar.[8]​ Los defensores del Hospital de Afuera recibieron a las tropas del general Riquelme con fuego de ametralladora, rechazándolos. Poco después, uno de los carros de combate que acompañaban a la columna atacante se lanzó al asalto del hospital y el comandante Villalba, junto con el capitán Badenas, salieron del Hospital y lanzaron cargas explosivas que inutilizan el vehículo.[9]

Parada la ofensiva, el comandante Villalba ordenó la retirada al alcázar que se hizo de forma ordenada y sin perder un solo elemento bajo sus órdenes.[10]​ Tras el fracaso ante el Hospital de Tavera, la fuerza del general Riquelme se dirigió a la fábrica de armas. Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en la Fábrica de Armas empezó a negociar con los republicanos. Durante estas conversaciones, la Guardia Civil envió carros cargados con la munición de la fábrica al Alcázar antes de evacuar y destruir la fábrica. Riquelme telefoneó esa noche al sublevado Moscardó conminándole a rendirse.

22 de julio-13 de agosto de 1936

Milicianas republicanas durante el asedio del Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil Española.

El 22 de julio está ya en Toledo la columna madrileña: dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105 mm y un número indeterminado de milicianos ácratas de las «Águilas Libertarias»; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León nº 2 y milicianos del Colegio de Abogados de Madrid, lo que hace un total aproximado de 2500 hombres, frente a los 1250 del alcázar, en su mayoría profesionales de la milicia. Controlaban la mayor parte de Toledo hacia las 20 horas, y comenzó a organizarse el cerco en torno al alcázar. Esa noche el ministro de Instrucción Pública, Francisco Barnés, volvió a apelar a Moscardó, para que se rindiese.

El 23 de julio el coronel Moscardó recibió la llamada del representante del Frente Popular, el jefe local de Izquierda Republicana y secretario del colegio de abogados de Toledo[11]Cándido Cabello quien le conminó a rendirse advirtiéndole que de no hacerlo así, su hijo Luis, quien había sido detenido, sería fusilado; la conversación es la siguiente [cita requerida]:

Son Uds. responsables de los crímenes y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí a mi lado.
Coronel Moscardó: ¡Lo creo!
Jefe de milicias: Y para que veas que es verdad, ahora se pone al aparato.
Luis Moscardó Guzmán: ¡Papá!
Coronel Moscardó: ¿Qué hay, hijo mío?
Luis Moscardó Guzmán: Nada, que dicen que me van a fusilar si el Alcázar no se rinde, pero no te preocupes por mí.
Coronel Moscardó: Si es cierto encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!
Luis Moscardó Guzmán: ¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!
Vuelve a coger el aparato Cándido Cabello.
Coronel Moscardó: Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.

Las fuentes del bando sublevado (confirmadas por numerosos testimonios) tienen un tono heroico, lacónico, patriótico y religioso al hablar del contenido de la conversación (posteriormente se le llegó a comparar con Guzmán el Bueno). La amenaza de matar a Luis Moscardó no se materializó de momento sino que fue enviado a la Prisión Provincial (acusado al parecer de ser hijo del coronel Moscardó) pero un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, lo incluyeron en una saca de, al menos, sesenta presos `políticos y religiosos y fue fusilado con ellos.[12]​ Por otra parte, el presidente de la Diputación hizo todo lo posible por proteger a la esposa y al hijo menor de Moscardó, Carmelo, durante los meses del Toledo revolucionario.[13]

Los historiadores Herbert Southworth[14]​ e Isabelo Herreros[15]​ dudan de la versión oficial sobre la conversación y el fusilamiento, y añaden como datos nuevos que Luis Moscardó tenía tendencias liberales y que su entrada en el registro del cementerio de Toledo tuvo carácter retroactivo (Herreros dice que fue en abril de 1956 cuando su cuerpo se trasladó a la cripta del Alcázar junto a la de su padre recientemente fallecido). Después de la aparición de ambos libros se publicó la obra de Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Eugenio Togores El Alcázar de Toledo: final de una polémica[16]​ en la que, sobre la base de una exhaustiva investigación bibliográfica y numerosa documentación inédita, entre la que cabe destacar las cartas escritas por Moscardó a su mujer a lo largo del sitio, y su diario personal, queda claro que Moscardó habló con un solo interlocutor y que éste le amenazó con fusilar a su hijo si no rendía el Alcázar. Hay que señalar que ya muchos años antes, en su libro The Yoke and the Arrows,[17]​ el periodista norteamericano Herbert L. Matthews había dudado de la versión tradicional de la defensa del alcázar y la conversación de Moscardó con su hijo, pero que se retractó públicamente tras la publicación de la documentada obra que en respuesta publicó el también periodista Manuel Aznar.[18]

El 24 de julio los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos. Posiblemente bajo la influencia de las amenazas efectuadas contra Luis Moscardó efectivos de la guardia civil asesinaron al teniente de alcalde del Ayuntamiento de Toledo, el exdiputado, periodista y líder histórico de la UGT-PSOE Domingo Alonso Jimeno, que se resistió a sus captores y fue muerto en plena calle, cerca de su vivienda de la calle de la Sierpe, mientras veía cómo arrastraban a su mujer y a su hija al alcázar. Tales detenciones no fueron del agrado del coronel Moscardó, tal y como dejó escrito en una de las cartas a su mujer: "Ayer en una salida que se intentó hacer para requisar víveres, la Guardia Civil tuvo la malhadada ocurrencia de detener a la familia del Concejal Domingo Alonso y traerlos detenidos en rehenes. Me desagradó hasta el extremo, pues creerán que la salida fue únicamente para cogerlos como garantía y yo no soy capaz de hacer eso, es más, me repugna y de buena gana los soltaba; aquí están bien cuidados y atendidos en lo que cabe, por lo menos igual que las familias de los Guardias."[19]

En las Cartas a su mujer, el coronel Moscardó confiesa pasar por varios episodios depresivos, que él llama «blandura»; varias veces confiesa a su esposa que no se suicidará, y surgen por doquier reflexiones religiosas, pues la rutina diaria de las familias católicas no se alteró durante el asedio en el interior de la fortaleza. La capacidad de mando de Moscardó, unánimemente refrendada por sus apologistas, es puesta en duda por algunos historiadores,[20]​ que sostienen que el verdadero artífice de la defensa del alcázar fue el teniente coronel de la Guardia Civil Pedro Romero Basart. Sin embargo, ninguno de los diarios publicados (algunos muchos años después de la muerte de Moscardó) por quienes participaron en la defensa del alcázar, es decir, por quienes fueron testigos presenciales y protagonistas de los hechos, pone en duda el papel de liderazgo que jugó en la defensa.

El 25 de julio, ante la imposibilidad de comunicarse por radio por falta de electricidad, el capitán Luis Alba Navas salió del alcázar con la intención de enlazar con las tropas del general Mola y hacerles ver que la rendición del Alcázar difundida por Unión Radio de Madrid ese día era completamente falsa. Para pasar inadvertido se vistió con un mono azul de miliciano. En las proximidades de Torrijos fue reconocido por un antiguo soldado que había estado a sus órdenes; lo apresaron y fue fusilado cerca de Burujón.

A Riquelme le sucede en el mando de la plaza el teniente coronel de infantería Francisco del Rosal, y a éste el comandante Ulibarri a finales de julio. El gobierno de la República trasladó a Toledo piezas de artillería de gran calibre. Se confiaba entonces en un pronto desenlace, pues la situación en el Alcázar era dramática: los alimentos escaseaban, el agua estaba racionada y la moral estaba muy baja. Se producían suicidios y deserciones (en la segunda semana de agosto ya habían huido de la fortaleza 23 personas para unirse a las filas republicanas). La moral se intentaba mantener con la publicación de un periódico mimeografiado, El Alcázar, a cargo del dirigente del Partido Radical Amadeo Roig.

14 de agosto-17 de septiembre de 1936

El 14 de agosto, los republicanos cambiaron de táctica después de constatar que las defensas de la zona norte del alcázar habían sido notablemente reducidas. Durante las cinco semanas siguientes, los republicanos atacaron once veces la casa del Gobierno Militar, pero fueron repelidos en cada uno de ellos. Si hubieran capturado la casa del gobernador militar, habrían podido ubicar en masa a un gran número de tropas a sólo 40 metros del alcázar. No obstante, la mayoría de los milicianos carecía de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando vanamente fusiles y artillería ligera contra los gruesos muros del alcázar. En tanto el alcázar era una fortaleza excavada en roca, un ataque terrestre eficaz debía basarse en la artillería pesada y en explosivos, pero los milicianos carecían también de líderes militares que les dirigieran en su uso.

El 20 de agosto el comandante Víctor Martínez Simancas funda el cuadernillo de noticias del alcázar, que ayudaba a mantener la moral y el espíritu de combate de los encerrados tras los muros de la fortaleza y que posteriormente se convertirá en el diario de tirada nacional El Alcázar.[21]​ Dicha hoja informativa, embrión del diario El Alcázar, elaborada por los asediados como hoja informativa diaria en la que recogían con precisión quirúrgica los hechos acaecidos, aderezados de diversos comentarios, informaciones y consignas, fue vital para mantener alta la moral y la buena organización en el interior de la fortaleza.[22]

El 9 de septiembre, un enviado de los republicanos, el comandante Vicente Rojo, entró en el alcázar para hablar con el coronel Moscardó, a quien conocía personalmente, acerca de una posible rendición. El coronel la rechazó, pero pidió un sacerdote para bautizar a dos niños recién nacidos durante el asedio y también para decir una misa.

Vázquez Camarasa, canónigo magistral de Madrid con ideas izquierdistas, entró en el alcázar la mañana del 11 de septiembre y confesó a los sitiados. Esa tarde, Rojo habló con Moscardó acerca de una posible evacuación de las mujeres y los niños. Las mujeres unánimemente contestaron que no querían rendirse y que estaban dispuestas a empuñar las armas para defender el Alcázar.[23]​ Camarasa murió exiliado en Burdeos, Francia, en 1946.

El embajador chileno en España, Aurelio Núñez Morgado, habiendo oído que los anteriores intentos de rendición habían resultado fallidos, fue el 13 de septiembre a intentar la rendición del Alcázar. El coronel Moscardó envió a su ayudante de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que le prestarían atención sólo si el mensaje se cursaba «a través del Gobierno Nacional de Burgos». A partir de ese momento ya no hubo diálogo.[24]

18 de septiembre de 1936

Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos minas en la parte sudoeste del alcázar, a cargo de mineros procedentes de Asturias. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden de Francisco Largo Caballero,[25]​ quien presenció la voladura desde un observatorio, junto a otras autoridades del Frente Polpular, destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio, matando a dos defensores que se encontraban en ella y no causando ningún daño entre los civiles refugiados.

Aproximadamente 10 minutos después de la explosión, los milicianos lanzaron cuatro ataques contra el alcázar con la ayuda de carros blindados y tanques. El ataque fracasó a causa de la enconada resistencia de los defensores, pero los republicanos respondieron con continuos bombardeos de artillería durante la noche y durante todo el día siguiente. Además, los escombros de la torre sudoeste fueron en realidad un obstáculo para los atacantes, pues sirvieron como parapeto para que los sitiados se escondieran entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.

19 de septiembre-26 de septiembre de 1936

Francisco Largo Caballero visita el asedio del Alcázar, acompañado de oficiales y milicianos.

El bombardeo de los edificios periféricos dio buen resultado pues la comunicación entre ellos y el alcázar llegó a ser imposible. La retirada de los edificios fue ordenada la noche del 21 de septiembre día en que los sublevados habían tomado Maqueda, la guarnición fue utilizada para defender lo que quedaba del alcázar. Los republicanos atacaron los edificios periféricos la mañana del 22 de septiembre, pero el progreso fue muy lento porque desconocían que los edificios habían sido abandonados. Ese mismo día, tropas sublevadas del Ejército del Sur llegaban a seis kilómetros al oeste de Toledo, lo cual motivó que las milicias republicanas se esforzaran en tomar el Alcázar lo antes posible.

A las 5 de la mañana del 23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y dinamita. Los sublevados fueron forzados a retirarse al patio del alcázar pero contraatacaron para hacer retroceder el asalto. Un nuevo asalto al alcázar se intentó por la mañana; esta vez un tanque condujo la carga. 45 minutos después de que los soldados republicanos hubiesen atacado las brechas el ataque se había paralizado.

El día 24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias frentepopulistas debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes dentro del alcázar, lo cual hizo insostenibles las posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco ya que el 26 se habían ocupado Bargas y Villamiel (cortando la carretera con Madrid), facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así el asedio.

Consecuencias

Franco y Moscardó acompañan al rey Hussein de Jordania en su visita a las ruinas del alcázar de Toledo. 1954

La toma de Toledo por las columnas de Varela había sido espectacular, pero nadie hubiera podido pedir entonces, ni las pidió, responsabilidades a un Gobierno que acababa de asumir sus funciones.[26]​ Aparte de una fábrica de armas, Toledo era una ciudad sin importancia militar para ninguno de los dos bandos. Las fuerzas rebeldes estaban aisladas, mal equipadas y sin condiciones para conducir una operación ofensiva. Aun así, los republicanos se obcecaron en conquistar el alcázar con hombres, artillería y armas que podían haber sido usados para parar el avance de los sublevados en el frente extremeño. El Gobierno del Frente Popular pensaba que al estar la guarnición del alcázar 70 km al sudoeste de Madrid y sin ayuda de otras fuerzas sublevadas, al conquistarlo sería una fácil propaganda victoriosa. La prensa fue invitada por el Gobierno para ver la explosión de las minas en el alcázar, el 18 de septiembre, pero hasta el 29 de ese mes no entró en el alcázar una vez terminada la resistencia republicana en el seminario[27]​ de la capital toledana, ya con la invitación de los rebeldes.

La decisión de Franco de rescatar a los defensores del alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera el 4 de septiembre, los sublevados tomaron Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal al Gobierno. El 8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del bando sublevado.[28]

Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda el 18 de septiembre. La ambición política llevó a Franco, entonces un primus inter pares, a convertirse en «el salvador del Alcázar» y jefe indiscutible de la sublevación. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.

Con posterioridad, Franco reconoció a un periodista portugués: «Cometimos un error militar y lo cometimos deliberadamente».[29]​ Prefirió salvar las vidas de sus compañeros sublevados y elevar la moral de su bando con tal golpe de efecto propagandístico. A los tres dias, los principales generales sublevados se reunieron en el aeródromo de Salamanca, donde le nombraron Generalísimo de los Ejércitos y le eligieron como el mando supremo del bando sublevado, con el cargo de Jefe de Estado. Como resultado de su decisión, las operaciones bélicas hacia Madrid se detuvieron desde el 21 de septiembre (toma de Maqueda) hasta el 7 de octubre cuando las tropas de Varela toman Escalona.[30]

Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista.[31]

Discrepancias con la versión oficial

En 1964 desde su exilio en París Luis Quintanilla Isasi publica una libro donde se pone en cuestión la versión oficial del asedio al alcázar de Toledo y el, según afirma, mito montado en torno al mismo. Ese libro, titulado Los rehenes del Alcázar de Toledo fue reeditado en el año 2015. En él se expone la poca relevancia que tenía la plaza y lo desequilibrado de los bandos enfrentados. Pone en valor los más de las 500 familiares, en su mayoría mujeres y niños, que quedaron encerrados en la fortaleza y que, según el autor sirvieron de rehenes, aunque su existencia no impidió que los sitiadores trataran de volar el edificio el 18 de septiembre. También afirma que la conversación telefónica en la que se instaba al general Moscardó a rendir el alcázar si no quería que fusilasen a su hijo no existió, si bien están documentados numerosos testigos presenciales que estaban junto a Moscardó y además del telefonista que los puso en comunicación. Posteriormente al libro de Quintanilla se han publicado varios refutando sus afirmaciones falseadas, destacando el de Lorenzo Morata "En el Asedio del Alcázar de Toledo ¿Fui yo un rehén?" y el de Bullon de Mendoza y Luis Eugenio Togores "El Alcazar de Toledo, final de una polémica" antes citado, en el que con la publicación de las cartas que Moscardó escribió a su esposa durante el asedio, aparecidas en la década de los 90 entre la documentación que conservaba Maria Moscardó, hija del general, quedó aclarado y documentado, desde el punto de vista histórico, que las afirmaciones de Quintanilla no eran ciertas y que se trataba de propaganda política interesada, a favor del bando derrotado en la guerra civil.

En el cine

El episodio del asedio fue llevado al cine: Sin novedad en el Alcázar (L’assedio dell’Alcazar, Augusto Genina, Italia 1940), ensalzadora del numantinismo y los valores de la causa. El director se propuso responder a El acorazado Potemkin, «film de la revolución destructora», con el episodio del Alcázar, «una revolución constructiva». Rodada en Cinecittà con asesores españoles, la cinta obtuvo la Copa Mussolini en la Mostra de Venecia de 1940.[32]

Véase también

Notas

  1. Estos efectivos estaban compuestos por guardias civiles, soldados, cadetes y paisanos armados.
  2. Contando los numerosos muertos durante los combates y muertos por heridas de combate, así como los muertos en incursiones externas hechas por los sitiados en el Alcázar. A esto, hay que sumar 57 rehenes de los sublevados que fueron ejecutados. Y, por último, están los milicianos y todo aquel que fue hecho prisionero por las Columnas del Ejército de África cuando éstos conquistaron Toledo.

Referencias

  1. El Mundo «Más franquista que Franco» Consultado el 13 de marzo de 2014
  2. a b La Razón «Guerra y propaganda en el Alcázar.» Archivado el 5 de octubre de 2011 en Wayback Machine. Consultado el 4 de febrero de 2012.
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