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Cayo del pie Julio César
Dictador de la República Romana

Gobierno octubre de 49 a. C. - 15 de marzo de 44 a. C.
Nombre real Gaius Julius Caesar
Nacimiento 12 de julio de 101 a. C.
Roma, República Romana
Fallecimiento 15 de marzo de 44 a. C.
Roma, República Romana
Predecesor Lucio Cornelio Sila (como Dictador de la República Romana)
Sucesor César Augusto (como Emperador romano)
Descendencia Julia Caesaris Cesarión (no reconocido)
Dinastía Julio-Claudia
Padre Cayo Julio César
Madre Aurelia Cotta

Cayo Julio César, en latín Gaius Iulius Caesar[1]​ (Roma, 13 de julio 100 a. C.15 de marzo 44 a. C.),[2]​ fue un líder militar y político de la etapa final de la República de Roma.

Pretor, cónsul y procónsul, sus conquistas en la Galia extendieron el dominio romano hasta el Océano Atlántico: un hecho cuyas consecuencias directas son visibles todavía hoy día. También dirigió varias expediciones, con diferente fortuna a Britania y a Germania.

César luchó y ganó una guerra civil contra la facción conservadora del senado romano, cuyo líder militar era Pompeyo. Después de la derrota de los optimates, se convirtió en dictador vitalicio -dictator perpetuus- e inició una serie de reformas administrativas y económicas en Roma.

Su dramático asesinato en los idus de marzo por un grupo de senadores, entre los cuáles estaba su amigo Bruto (su hijo adoptivo), tenía la intención de salvar la República ante el temor que los conspiradores tenían de que César convirtiera el Estado en algún tipo de régimen autocrático. Pero el magnicidio desató una nueva guerra civil entre los partidarios de César (Octavio, Marco Antonio y Lépido), y los defensores del statu quo anterior a César (Bruto y Casio, principalmente).

Este conflicto terminó con la victoria de los partidarios de César en la doble batalla de Filipos, y el establecimiento del Segundo Triunvirato en el cual Octavio, Marco Antonio, y Lépido se repartieron el control del Estado.

Además de sus logros políticos y militares, también destacó en oratoria y literatura. Escribió un tratado sobre astronomía, otro sobre augures y sus auspicios y un estudio sobre el latín, que no han llegado a nuestros días. Las únicas obras de él que se conservan son sus comentarios sobre la Guerra de las Galias ("De Bello Gallico") y sobre la Guerra Civil ("De Bello Civile").

Los hechos militares de César y gran parte de su vida son conocidos a través de su propia pluma, y de los relatos de autores como Suetonio, Plutarco o Eutropio.

Biografía

Primeros años

César nació en Roma, entre el 12 y 13 de julio del año 100 a. C., aunque el año de nacimiento no está claramente establecido y pudo ser en 102 a.C. o en 101 a. C. (vd. ref 2). Creció en el seno de una antigua gens de patricios, llamada Julia. Su ascendencia, de acuerdo con la leyenda, se remontaba hasta Iulo, hijo del príncipe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus.El entronque entre la familia Julia y el legendario Yulo, lo explicita el propio César en el discurso fúnebre que pronunciara en el funeral de su tía Julia.[3]​ En el apogeo de su poder, César inició en Roma la construcción de un templo a Venus Genetrix, en reconocimiento a su supuesta antepasada.

El patronímico César parece que puede provenir de la palabra latina "caesaries", cuyo significado es "cabellera o barba". Contrariamente a lo que mucha gente piensa la palabra cesárea no tiene nada que ver con César, ni éste nació por medio de esa cirugía.[4]

Julio César. <<Tu espíritu -le diría Cicerón- nunca se conformó con los estrechos confines que la naturaleza nos impone.>> Obra de Nicolas Coustou.

Su padre, cuyo nombre era también Cayo Julio César, alcanzó en el cursus honorum el rango de pretor,[5]​ pero no pudo ascender más en él al morir en campaña. Su madre era Aurelia, de la rama de los Aurelii Cottae, una familia plebeya de rango senatorial, rica e influyente. Tácito la parangonó con Cornelia, la madre de los Gracos, por su inteligencia, la pureza de sus costumbres y la nobleza de su carácter.[6]

Los Julios Césares, aunque patricios, no eran ricos para los patrones de la aristocracia romana de la época (de hecho, César creció en la Subura, un barrio de clase baja de Roma) y por ese motivo, ni su padre ni su abuelo obtuvieron cargos prominentes en la República, aparte del pretorado del padre.

Al ser hijo único, vivió sus años de infancia en un ambiente esencialmente femenino, entre su madre y sus dos hermanas. Se le inculcó el temor a los dioses, el respeto a las leyes, las reglas de la decencia, la modestia y la frugalidad, como por otra parte se hacía con todos los varones de las gens patricias en esa época. Cuando tenía nueve años, Sexto Julio César, hermano de su padre y tío suyo llegó a ser cónsul y dio un poco de fama a la familia. A la edad de 10 años se vio confiado a un grammaticus, Marco Antonio Gnifón, galo de origen pero formado en la escuela de retóricos alejandrinos, y considerado en su tiempo como particularmente versado en las literaturas griegas y latinas. César aprendió a leer y a pensar en Homero, en la Iliada y en la Odisea, primero en la traducción latina de Livio Andrónico y luego en el texto original. Algunos fragmentos de autores contemporáneos vinieron a añadirse a esta base de literatura, que recibían de manera más o menos uniforme los jóvenes romanos de su tiempo. También tuvo que aprender oratoria y a escribir poesía.[7]

Según algunas fuentes, César padecía crisis epilépticas que le hacían perder el conocimiento y que sufría en cualquier momento; están registradas dos crisis en Suetonio y Plutarco habla de que tuvo una durante la Batalla de Tapso, única vez que se menciona una que interfiriera su capacidad de mando. [8][9][10]​Alejandro Magno también sufrió esta enfermedad.

En el año 85 a. C. a la edad de 16 años, César sufrió una gran pérdida: su padre murió repentinamente cuando estaba en Pisa; también en esa época murió su abuelo paterno, posiblemente deprimido por el fallecimiento de su hijo, y César heredó las propiedades de sus difuntos padre y abuelo y su posición como cabeza de la familia. En el año 84 a. C. fue propuesto Flamen Dialis (sumo sacerdote de Júpiter) por Lucio Cornelio Cinna, aliado de Mario, y en ese momento Cónsul de la República y el padre de su esposa Cornelia Cinna minor, si bien nunca llegó a desempeñar ese sacerdocio. Tanto Mario como su padre legaron muchas de sus propiedades y riquezas al joven Cayo, además de contribuir a formarle intelectualmente.[11]

Su tía paterna Julia se casó con el general y reformador Cayo Mario, líder de la facción progresista del Senado, los populares, frecuentemente enfrentados a los optimates (conservadores). Julia tuvo un papel muy destacado en la educación y orientación del joven César. Al final de la vida de Mario, las disputas internas entre las dos facciones habían llegado al punto de ruptura. En 84 a. C. estalló una guerra civil, cuyo resultado a largo plazo fue la dictadura de Lucio Cornelio Sila.

En ése mismo año 84 adC Lucio Cornelio Cinna fue asesinado por sus soldados y Sila, tras vencer a Cneo Papirio Carbón, primer cónsul y al hijo de Mario, segundo cónsul, entró en Roma. César estaba unido por lazos familiares al bando perdedor: no sólo era sobrino de Mario, sino que también estaba casado con Cornelia, hija de Cinna. Su situación era, por lo menos, insegura. Sila trató de atraerlo a su partido (siguiendo a la política exitosa que había empleado con algunos seguidores notorios de Mario) y para probar su lealtad, le ordenó divorciarse de Cornelia, pero para sorpresa del dictador, César se negó.[12]

Sila se enfureció y, a la vez que envió sicarios a capturarlo y asesinarlo, hizo anular su nombramiento al flaminado y confiscó toda su fortuna. A César no le quedó otra salida que la huida de Roma, viéndose obligado a cambiar de refugio cada noche; al no estar acostumbrado a este tipo de vida, cayó enfermo, y una noche fue sorprendido por los sicarios de Sila e identificado, pero se salvó gracias a que pagó el precio de su cabeza (dos talentos de oro). Después de este encuentro aceptó las gestiones de su familia ante Sila para obtener su perdón. Sus tíos Marco, Cayo y Lucio Aurelio Cotta, junto con las vírgenes vestales y el propio yerno de Sila, Mamerco Emilio Lépido Liviano, convencieron al Dictador de perdonarle la vida. Sila accedió de mala gana pero, según Suetonio, les dijo que ese joven a quien habían salvado la vida sería la perdición de la facción de los Optimates, en la que ellos habían luchado y que "en él veo muchos Marios".[13]

César se dio cuenta de que el perdón de Sila podía significar una corta tregua y que lo juicioso sería mantenerse lo más lejos posible de Roma, así que decidió viajar a Oriente para servir en la guerra contra Mitrídates VI del Ponto junto con el cónsul Minucio Termo. Durante el sitio de Mitilene César se dirigió a Bitinia a requerir la ayuda de la flota del rey Nicomedes IV; al parecer Nicomedes quedó tan deslumbrado por el joven mensajero romano que incluso lo invitó a descansar en su habitación y a participar en un festín donde sirvió de copero a Nicomedes durante el banquete. Esta aventura se supo en Roma y produjo un serio perjuicio a su reputación, pues decían que se había prostituido con un rey bárbaro, llegándolo a llamar la "Reina de Bitinia", si bien César lo desmintió siempre; hay que tener en cuenta que la homosexualidad pasiva era vergonzosa para los romanos y no así la activa.

César tuvo numerosas aventuras, incluso con mujeres casadas, entre las que destacan las relaciones que mantuvo con la hermana de Catón el Joven o con Cleopatra. Sus soldados bromeaban a su costa durante sus triunfos, diciéndole que fijara sus ojos en las prostitutas antes que en las matronas romanas.[14]

El resto de la campaña le valió una mejor reputación, mostrando gran capacidad de mando y un arrojo y valor personal encomiables, por los que Minucio Termo, tras la toma de Mitilene le concediera la corona cívica, la condecoración al valor más alta que se otorgaba en la República Romana.[15]

Después de la muerte de Sila en el 78 a. C., César regresó a Roma e inició una carrera como abogado en el Foro romano, dándose a conocer por su pulidaoratoria. Su primer caso fue dirigido contra Cneo Cornelio Dolabela, quien era un protegido de Sila y que en el 81 había sido elegido cónsul y después al año siguiente, procónsul en Macedonia, y donde, al parecer, había malversado los fondos de Estado. Dolabela al enterarse del proceso en su contra contrató para su defensa al uno de los más ilustres abogados de la época, Quinto Hortensio (llamado "El Bailarín") y al eminente Aurelio Cotta, pero a pesar de estos formidables enemigos, César mostró su calidad de orador, que aunque no le sirvió para ganar la causa, sí le procuró la fama que buscaba.[16]

Al año siguiente unas ciudades griegas que fueron saqueadas por Cayo Antonio Hybrida durante la campaña de Sila en Grecia, le confiaron la causa a él. Habló ante el pretor Marco Terencio Varrón Lúculo con mucha elocuencia y ganó el juicio, pero Hybrida apeló a los tribunos de la plebe, los cuales ejercieron su derecho al veto, dejando en suspenso la sentencia dictada en su contra.[17]

Sin embargo, César no estaba contento consigo mismo y decidió ampliar sus estudios y viajar a Rodas para estudiar filosofía y retórica con el gramático Apolonio Molón, considerado el mejor de la época. Pero durante el viaje, su barco fue asaltado por piratas que lo raptaron. Cuando exigieron un rescate de 20 talentos de oro (un talento equivalía a 26 kilos), César se rió y los desafió a pedir 50. Treinta y ocho días después, el rescate llegó y César fue liberado después de un cautiverio bastante cómodo, durante el cuál a pesar de tratar a sus secuestradores con amabilidad, les avisó en varias ocasiones de su negro futuro. Así, recuperada su libertad, organizó una fuerza naval, capturó a los piratas en su refugio y ordenó su crucifixión sin ningún miramiento, tal como les había prometido.[18]

En el 69 a. C., Cornelia falleció al dar a luz a un niño que nació muerto y poco después César perdió a su tía Julia, viuda de Mario, de quien era muy cercano. Contrario a la costumbre de la época, César insistió en organizar sendos funerales públicos. Ambos funerales sirvieron también para desafiar las leyes de Sila, pues se exhibieron en el sepelio de Julia las imágenes de Cayo Mario y del hijo que había tenido con ella y que también había luchado contra Sila, su difunto primo, Cayo Mario el Joven, y en el sepelio de Cornelia, la imagen de su padre Lucio Cornelio Cinna. Todos ellos habían sido proscritos, y las leyes del dictador prohibían mostrar sus imágenes en público, pero César no vaciló en quebrar las reglas. Eso fue muy apreciado por los plebeyos y los que formaban la facción de los populares, y, en la misma medida, repudiado por los optimates.[19]

Ascenso político

César fue elegido cuestor por los Comicios en el 69 a. C., con 30 años de edad, como estipulaba el cursus honorum romano. En el sorteo subsiguiente, le correspondió un cargo en la provincia romana de Hispania Ulterior, situada en lo que es hoy día Portugal y el sur de España. Según cuenta una leyenda local, en el Herakleión (el Templo de Hércules) de la ciudad de Gades (Cádiz), situado en lo que actualmente es el Islote de Sancti Petri, Julio César tuvo un sueño que le predecía el dominio del mundo después de haber llorado ante el busto de Alejandro Magno por haber cumplido su edad sin haber alcanzado un éxito importante. [20][21]​ Allí, como cuestor, conoció a Lucio Cornelio Balbo "El Mayor" el cual, posteriormente, se convirtió en consejero y amigo del futuro dictador y propretor de la Hispania Ulterior en el año 61 adC, proporcionando Gades un gran apoyo a la flota romana en su campaña de Lusitania, donde Balbo ya era praefectus fabrum,esto es, una especie de jefe de ingenieros, perteneciente a la plana mayor de las legiones.

A su regreso a Roma, César prosiguió su carrera como abogado hasta ser elegido edil curul en el 65 a. C., el primer cargo del cursus honorum que se desempeñaba dentro de Roma. Las funciones de un edil pueden ser equiparadas, en cierto modo, a las de un moderno Presidente de una Junta Municipal e incluían la regulación de las construcciones, del tránsito, del comercio y otros aspectos de la vida diaria, incluidas funciones de jefe de policía. Pero el cargo podía ser también un regalo envenenado, pues incluía la organización de los juegos en el Circo Máximo, lo que, debido a lo limitado del presupuesto público, exigía la utilización de fondos personales del edil. Esto era especialmente verdad en el caso de César, que pretendía realizar juegos memorables para impulsar su carrera política. Y, de hecho, empleó todo su ingenio para conseguirlo, llegando a desviar el curso del Tíber e inundar el Circo para ofrecer una naumaquia (es decir, un combate entre barcos). Acabó el año con deudas del orden de varios cientos de talentos de oro.[22]

Sin embargo, su éxito como edil fue una ayuda importante para que, después de la muerte de Quinto Cecilio Metelo Pío en el año 63 a. C., César fuera elegido Pontifex Maximus, dignidad que dotaba al electo de enorme auctoritas y dignitas. El día de su elección había sospechas de un atentado contra él, lo que obligó a Julio César a decir a su madre: Madre, hoy verás a tu hijo muerto en el foro o vistiendo la toga del sumo pontífice. El cargo implicaba una casa nueva en el Foro, la Domus Publica, la presidencia del Colegio de Pontífices y una cierta preeminencia en la vida religiosa de Roma, así como la asunción de los deberes y derechos del paterfamilias sobre las Vírgenes Vestales.[23]

Su estreno como Pontifex Maximus fue marcado por un escándalo. Después de la muerte de Cornelia Cinna, César se había casado con Pompeya Sila (hija de Cornelia Sila y Quinto Pompeyo Rufo), nieta de Sila. Como esposa del Pontifex Maximus y una de las matronas más importantes de Roma, Pompeya era responsable de la organización de los ritos de la Bona Dea en diciembre, un evento en exclusiva para mujeres, donde los hombres no estaban admitidos a participar. Pero durante las celebraciones, Publio Clodio Pulcro (un joven líder demagogo, considerado peligroso) consiguió entrar en la casa disfrazado de mujer, movido por la lascivia para yacer con Pompeya. En respuesta a este sacrilegio, del cual ella probablemente no era culpable, Pompeya recibió una orden de divorcio. César admitió en público que él no la consideraba responsable, pero justificó su acción con la célebre máxima: La mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo.[24]

En el 63 a. C. César fue electo pretor y Marco Tulio Cicerón cónsul. Fue un año particularmente difícil no sólo para César, sino también para Roma. Durante su consulado, Cicerón reveló una conspiración para destituír a los magistrados electos y reducir la funcionalidad del Senado, liderada por Lucio Sergio Catilina, un patricio frustrado por su falta de éxito político. Si bien no se celebró juicio contra ellos, en el sentido estricto del término, lo cierto es que casi todos los acusados en la conspiración estuvieron presentes en las sesiones del Senado en las que se les "juzgó"; en la tercera reunión, Cicerón descargó su responsabilidad sobre la curia haciendo que los senadores debatieran la pena a la que habría de condenarse a los conjurados. El resultado fue una sentencia de muerte para cinco prominentes romanos aliados de Catilina y para el propio Catilina. [25]

César se opuso a esta medida usando para esos fines su mejor oratoria, pero fue vencido por la insistencia de Marco Porcio Catón el Joven y los 5 hombres fueron ejecutados ese mismo día. Fue también en esta dramática reunión del Senado que el romance de César con Servilia Cepionis, hermana de Marco Porcio Catón, salió a la luz. Los opositores políticos de César lo acusaron de formar parte de la conspiración de Lucio Sergio Catilina, lo que nunca fue probado ni perjudicó su carrera. Después de su complicado año como pretor, César fue nombrado propretor de Hispania Ulterior.[26]

El primer triunvirato

César destacó notablemente en su gestión en Hispania, convirtiendo su mandato de gobernador en un gran éxito. Lidero una pequeña y rápida guerra en el norte de Lusitania que le bastó para pagar sus deudas y ganarse un buen crédito como líder militar. Por todo ello el Senado le concedió una ovación, honor importante pero un grado menor que el triunfo. Esta situación ideal chocaba con la angustiada situación de Pompeyo. César abandonó su provincia antes incluso de la llegada de su sustituto, marchó a Roma con celeridad, y llegó al Campo de Marte teniéndose que detener, -pues aún detentaba el imperium- hasta haber celebrado la ovación. Se instaló en la Villa Pública ante la imposibilidad de entrar en Roma y se apresuró en presentar su candidatura al consulado por persona interpuesta. Tras demorarse un día, parecía que el Senado no tendría problemas en validarla.

<<Que las armas cedan ante el rango de la toga de la paz.>> Cicerón no dejó que nadie olvidara nunca su afirmación de que en el 63 a. C., con la derrota de la conspiración de Catilina, él había salvado la República.

Catón, reacio a que un político popular radical obtuviese el consulado, y sabiendo que se debía votar antes de la puesta del Sol, siguió hablando hasta bien entrada la noche. César decidió prescindir de los laureles de su triunfo militar y presentarse personalmente como candidato. Tras no haber podido neutralizar la entrada de César en las elecciones, Catón se movió rápidamente para encontrar un candidato que equilibrase la balanza, siendo este candidato afín a las ideas conservadoras, con el fin de contrarrestar las medidas que César pudiese tomar.[27]​ Pompeyo mientras tanto había empezado a repartir dinero entre su clientela y votantes, gastando cuanto fuese necesario para comprar los dos consulados. Mientras, Craso eligió como candidato a su yerno Marco Calpurnio Bibulo, quien para los optimates interpretaba el papel de salvador de la República. Tan grave le debió de parecer a Catón la situación, que miró para otro lado cuando Bíbulo competió directamente con los agentes de Pompeyo repartiendo sobornos. En las elecciones del año 59 a. C. César fue primero con diferencia y Bíbulo ganó el segundo puesto.

Todo parecía transcurrir con naturalidad para los conservadores. Catón, tras bloquear políticamente a Pompeyo, y ante la perspectiva para él inaceptable de permitir que un hombre como César, según su visión tan sediento de gloria y con dotes militares, fuese gobernador de una provincia, inició maniobras para evitarlo. Planteó al Senado que una vez acabado el mandato de los cónsules, y estando Italia plagada de forajidos y bandidos tan sólo diez años después de la rebelión de Espartaco, encargar a los cónsules que acabaran con ellos en una misión de un año de duración. El Senado acogió favorablemente la idea, que se convirtió en ley. La voluntad de Catón se cumplió perfectamente y parecía que César terminaría su consulado como policía de entre aldeanos y pastores italianos.[28]

Esta decisión no obstante fue arriesgada, pero al tomarla Catón se aseguraba de que si César no la aceptaba tendría que recurrir a la fuerza para revocarla y sería declarado un criminal, un segundo Catilina. La estrategia de Catón consinstió siempre en identificarse con la tradición y arrinconar a sus enemigos contra ella hasta obligarles a tomar el papel de revolucionarios. En el senado los aliados de los conservadores liderados por Catón mantenían una mayoría sólida, contando con Craso y su poderoso bloque, pues todo el mundo esperaba que Craso se opusiese a cualquier medida de Pompeyo.

En la primera reunión del Senado durante el consulado de César, éste trato de ofrecer un generoso acuerdo para recompensar a los veteranos de Pompeyo. Catón no se dejo seducir y empezó a utilizar su táctica favorita. Habló y habló hasta que César le impidió segur indicándoles con un gesto de la cabeza a sus lictores que se lo llevaran, al verlo, los senadores comenzaron a abandonar sus puestos. César les exigió saber por qué se marchaban.

Porque prefiero estar en la cárcel con Catón , que en el senado contigo.
contestó uno de ellos[29]

César se vio obligado a rectificar. Pero su retirada fue puramente estratégica: llevó la campaña de su ley agraria directamente ante los Comicios. Roma empezó a llenarse de veteranos, lo que alarmó a los conservadores. César podía hacer aprobar la propuesta por el pueblo con fuerza de ley, pero ir contra la voluntad del Senado era una táctica poco ortodoxa, que arruinaría su crédito entre sus colegas y su carrera habría terminado. La estrategia de César se desveló en la recta final de la votación: no sorprendió a nadie que la primera persona en hablar en favor de sus veteranos fuese Pompeyo; pero la identidad de la segunda persona que apoyó la moción fue toda una bomba: Marco Licinio Craso. Catón, desbordado, vió como caían todas sus esperanzas. Juntos los tres hombres, podrían repartirse la República como gustasen.[30]​ Los historiadores designan esta unión como el primer triunvirato, o el gobierno de los tres hombres. Para confirmar la alianza, Pompeyo se casó con Julia Caesaris, la única hija de César, y a pesar de la diferencia de edades y ambiente social, el matrimonio fue un éxito.[31]

Marco Bíbulo y Catón iniciaron una estrategia en la retaguardia, Bíbulo optó por retirarse de toda la vida política, aunque sin renunciar a su magistratura, con el pretexto de dedicarse a la observación de los cielos en busca de presagios.[32]​ Esta decisión, aparentemente de espíritu religioso, estaba destinada a impedir a César aprobar leyes durante su consulado, pero éste ignoraba sistemáticamente los augurios que publicaba diariamente Bíbulo, y se apoyó para la toma de decisiones en los tribunos de la plebe. Como es sabido, los romanos denominaban a sus años por el nombre de los dos cónsules que regían dicho período. El año 59, tras la nula participación de Bíbulo, fue llamado por los propios romanos (con sentido del humor) el "año de Julio y César".[33]

La Guerra de las Galias

Tras un año difícil como cónsul, César recibió poderes proconsulares para gobernar las provincias de Galia Transalpina (actualmente el sur de Francia) e Iliria (la costa de Dalmacia) durante cinco años. A éstas se añadió la Galia Cisalpina tras la muerte inesperada de su gobernador. Probablemente, César, siguiendo la típica mentalidad del procónsul romano, no tenía intenciones de gobernar pacíficamente, pues estaba necesitado de bienes para pagar las fabulosas sumas que adeudaba.

Vercingetorix lanza sus armas a los pies de César, obra de Lionel Royer en 1899. La victoria de César en Alesia en el 52 a. C. puso fin a la revuelta gala.

La oportunidad se le presentó mediante una teórica amenaza de los helvecios, que pensaban emigrar al oeste de las Galias; decidido a impedirlo y con la política excusa de que se acercarían demasiado a la Provincia -los helvecios querían instalarse en pago Santón, al norte de la Aquitania- reclutó tropas e inició las operaciones bélicas que, a la postre, darían lugar a lo que más tarde se denominó Guerra de las Galias (58 a. C. - 49 a. C.), en la que conquistó la llamada Galia Comata o Galia melenuda (actualmente Francia, Holanda, Suiza y partes de Bélgica y Alemania ), en varias campañas; hizo una demostración de fuerza construyendo dos veces un puente sobre el Rhin e invadiendo en dos ocasiones Germania sin intención de conquistarla, e hizo otro alarde de fortaleza invadiendo también por dos veces las Islas Británicas, si bien es cierto que estas dos invasiones tenían un sentido más estratégico que colonial.

Entre sus legados (comandantes de legión) se contaban sus primos Lucio Julio César y Marco Antonio, así cómo Titus Labienus (Tito Labieno) y Quintus Tullius Cicero (Quinto Tulio Cicerón) (el hermano más joven de Marco Tulio Cicerón), todos hombres que habrían de ser personajes importantes en los años siguientes.

En materia de tácticas, Julio César usó con gran resultado la táctica de la guerra relámpago, a la que se conoció como celeritas caesaris, o «rapidez cesariana», aparte de su genio militar tanto en batallas campales como en asedio de ciudades. Además supo conjugar sabiamente la fuerza, la diplomacia y el manejo de las rencillas internas de las tribus galas, para separarlas y vencerlas.

César derrotó pueblos como los helvecios en 58 a. C., a la confederación belga y a los nervios en 57 a. C. y a los vénetos en 56 a. C. Finalmente, en 52 a. C., César venció a una confederación de tribus galas lideradas por Vercingetorix en la batalla de Alesia. Sus crónicas personales de la campaña están registradas en sus Comentarios a la Guerra de las Galias (De Bello Gallico).

De acuerdo con Plutarco, la guerra se cerró con un balance de 800 ciudades tomadas (como la de Avarico, en la cual de los 40.000 defensores, solo quedaron 800), 300 tribus sometidas, un millón de galos reducidos a la esclavitud y otros tres millones muertos en los campos de batalla, aunque las cifras de los antiguos historiadores deben tomarse con mucha precaución, incluidas las del propio Julio César.

Utilizó en varias ocasiones la táctica de sorprender al enemigo apareciendo como por ensalmo delante de sus contrincantes y, a despecho de los días de marcha, hacía que sus soldados se enfrentasen directamente al adversario, pese a que éste consideraba que el cansancio invalidaría el empuje de sus legiones. Fue igualmente brillante en los asedios de ciudades, llegando al culmen en el sitio de Alesia en dónde ordenó construir una doble línea de fortificaciones de varios kilómetros de extensión, para blindarse frente a los casi trescientos mil galos que intentaban ayudar a los ochenta mil asediados soldados de Vercingetórix a los que César tenía acosados dentro de la plaza fuerte. César, con menos de cincuenta mil efectivos correspondientes a diez legiones nunca completas tras ocho años de guerras en las Galias, venció a unos y a otros en la misma batalla en la que se decidió el destino de los galos.

Crisis política

Pero a pesar de sus éxitos y de los beneficios que la conquista de Galia llevó a Roma, César continuaba siendo impopular entre sus pares, en particular entre los conservadores que temían que su ambición les restara protagonismo. En el 55 a. C., sus aliados Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso fueron elegidos cónsules y honraron el acuerdo establecido con César al prolongar su proconsulado por cinco años adicionales. Éste fue el último acto del Primer Triunvirato.

Pompeyo el Grande.

Al año siguiente, Julia Caesaris murió durante un parto, dejando al padre y al marido muy apenados. Marco Licinio Craso, por su parte, murió en el 53 a. C. (en la Batalla de Carrhae, frente a los partos) durante la desastrosa campaña de Persia, condenada al fracaso desde el inicio por pésima planificación. Todavía en la Galia, César trató de asegurarse la alianza con Cneo Pompeyo Magno proponiéndole matrimonio con una de sus sobrinas, pero éste prefirió casarse de nuevo con Cornelia Metela, hija de Quinto Cecilio Metelo Escipión, uno de los peores enemigos de César.

El desastre de la Batalla de Carrhae en el que Craso murió, con sus legiones, al enfrentarse a los partos y la muerte de Julia acabaron por romper el triunvirato. Días después tras la victoria de César en la Alesia, Celio, como tribuno, lanzó una propuesta de ley adicional: César recibiría el privilegio único de verse libre de acudir a Roma para presentar su candidadatura al consulado. Esta medida suponía que los opositores y enemigos de César que pretendían procesarle por los supuestos crímenes de su primer consulado perderían toda posibilidad de juzgarle, puesto que César en ningún momento dejaría de desempeñar una magistratura. Mientras fuese procónsul, César tendría inmunidad judicial, pero si se veía obligado a entrar en Roma para presentarse al consulado perdería su cargo y, durante un tiempo, podría ser atacado con toda una batería de demandas de sus enemigos.[34]

El poder de César era visto por muchos senadores conservadores como una amenaza. Si César regresaba a Roma como cónsul, no tendría problemas para hacer aprobar leyes que concediesen tierras a sus veteranos, y a él una reserva de tropas que superase o rivalizase con las de Pompeyo. Catón y los enemigos de César se opusieron frontalmente, con lo que el Senado se vió envuelto en largas discusiones sobre el número de legiones que debería de tener bajo su mando y sobre quién debería ser el futuro gobernador de la Galia Cisalpina e Iliria.

Pompeyo finalmente se decantó por favorecer a los tradicionalistas y emitió un veredicto claro: César debía de abandonar su mando la primavera siguiente, faltando todavía meses para las elecciones al consulado, tiempo más que suficiente para juzgarle.[35]​ Sin embargo, en las siguientes elecciones para tribuno de la plebe fue elegido Curio, que se reveló como cesariano, vetando todos los intentos de apartar a César de su mando en las Galias. Jurídicamente, todos los intentos consulares de apartar a César de sus tropas se veían anulados por la tribunicia potestas.

A finales del mismo año César acampó amenazadoramente en Rávena con la XIII legión. Pompeyo tomó el mando de dos legiones en Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente, un acto, que como era predecible, aprovecharon los cesarianos en su favor. César fue informado de las acciones de Pompeyo personalmente por Curio, que en esos momentos ya había finalizado su mandato. Mientras tanto su puesto de tribuno fue ocupado por Marco Antonio que lo desempeñó hasta diciembre.

Pero cuándo el Senado le contestó definitivamente impidiéndole concurrir al consulado y poniéndole en la disyuntiva de licenciar a sus Legiones o ser declarado enemigo público, comprendió que, escogiera la alternativa que escogiera, se entregaba inerme en manos de sus enemigos políticos. El 1 de enero de 49 a. C., Marco Antonio leyó una carta de César en el Senado, en la cual el procónsul se declaraba amigo de la paz. Tras una larga lista de sus muchas gestas, propuso que tanto él como Pompeyo renunciaran al mismo tiempo a sus mandos. El Senado ocultó este mensaje a la opinión publica. [36]

Metelo Escipión dictó una fecha para la cual César debería haber abandonado el mando de sus legiones o considerarse enemigo de la República. La moción se sometió inmediatamente a votación. Sólo dos senadores se opusieron, Curio y Celio. Marco Antonio, como tribuno, vetó la propuesta para impedir que se convirtiera en ley. Tras el veto de Marco Antonio a la moción que obligaba a César abandonar su cargo de gobernador de las Galias, Pompeyo notificó no poder garantizar la seguridad de los tribunos. Antonio, Celio y Curio se vieron forzados a abandonar Roma disfrazados como esclavos, acosados por las bandas callejeras.

El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales, nombrándole cónsul sine collega. Catón y Marcelo instaron al Senado a que pronunciara la famosa frase Caveant consules ne quid detrimenti res publica capiat (Cuiden los cónsules que la república no sufra daño alguno) que equivalía a dictar la ley marcial, e instaron a Pompeyo a trasladar inmediatamente sus tropas a Roma. La crisis había llegado a su punto más álgido.[37]

Guerra Civil

A la vista del cariz que tomaban los acontecimientos, César arengó a una de sus legiones, la decimotercera, y les explicó la situación preguntándoles si estaban dispuestos a enfrentarse a Roma en una guerra que les calificaría de traidores en caso de perderla. Los legionarios respondieron a la arenga de su general con la decisión de acompañarlo.[38][39]

Entre el 7 y el 14 de enero de 49 a. C.,[40]​ César recibió la noticia de la concesión de los poderes excepcionales a Pompeyo, e inmediatamente ordenó que un pequeño contingente de tropas cruzara la frontera hacia el sur y tomara la ciudad más cercana. Al anochecer, junto con la Legio XIII Gemina, César avanzó hasta el Rubicón, la frontera entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia y, tras un momento de duda, dio a sus legionarios la orden de avanzar con la conocida frase:

Alea iacta est.
Cayo Julio César[41]


La guerra había comenzado.

Los optimates, incluidos Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón, tras declarar que se considerería enemigos de Roma a quienes se quedaran en la ciudad, abandonaron la misma y huyeron hacia el sur, sin saber que César estaba acompañado apenas por su decimotercera legión. [42]​ César persiguió a Pompeyo hasta el puerto de Brundisium en el sur de Italia, con alguna esperanza de poder rehacer su alianza, pero éste huyó hacia Grecia con sus seguidores. Entonces, hubo de tomar una decisión: o perseguía a Pompeyo hasta Grecia, dejando sus espaldas desguarnecidas y expuestas a un ataque por parte de las legiones pompeyanas establecidas en Hispania o, dejando organizarse a Pompeyo en Grecia, se dirigía a Hispania para asegurar su retaguardia.[43]

Tras ponderar la situación, César se dirigió a Hispania en una marcha forzada de apenas 27 días, para derrotar a los seguidores de Pompeyo en esa poderosa provincia. Allí había establecidas varias legiones al mando de legados pro-pompeyanos, a lo que había que añadir que la generalidad de las poblaciones autóctonas habían jurado fidelidad al propio Pompeyo (que seguía siendo Procónsul de esa provincia). Tras varias escaramuzas y batallas, César se midió contra sus enemigos en la Batalla de Ilerda, cerca de la actual Lérida, donde los derrotó definitivamente.

Cleopatra ejerció una profunda fascinación sobre César.

Sólo cuando consideró segura la retaguardia, y después de organizar las instituciones políticas en Roma, que había caído en la anarquía, César se dirigió a Grecia. El 10 de julio de 48 a. C., César fue derrotado en la Batalla de Dirraquium. Sin embargo, Pompeyo no supo hacer uso de esta victoria para acabar con César, y éste conseguiría huir con casi todo su ejército para luchar en otro momento. El encuentro final se dió poco tiempo después, el 9 de agosto, en la Batalla de Farsalia. César obtuvo una victoria aplastante, gracias a un ardid táctico, pero sin embargo, sus enemigos políticos consiguieron huir: Cneo Pompeyo Magno hacia Rodas y de ahí a Egipto, Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón hacia el norte de África.

De regreso a Roma, fue nombrado dictador romano, con Marco Antonio como Magister equitum, y fue, junto a Publio Servilio Vatia Isaúrico como colega junior, electo cónsul por segunda vez.

En 47 a. C., César se dirigió a Egipto en busca de Pompeyo, pero le sorprendió el hecho de que el viejo aliado y enemigo había sido asesinado el año anterior. Al saber de su suerte, César quedó apenado por su asesinato y por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.>Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 248</ref> Tal vez debido a esto y a los intereses de Roma en Egipto, César decidió intervenir en la política egipcia y substituyó al rey Ptolomeo XIII de Egipto, que ya tenía la dignidad de faraón, por su hermana Cleopatra que creía más afín a Roma. Durante su estancia, quemó sus naves para evitar que los egipcios hicieran un mal uso de ellas, lo que provocó el incendio de una parte de la famosa Biblioteca de Alejandría. César tuvo un romance con la reina de Egipto y de la relación nació un niño, el futuro Ptolomeo XIV de Egipto (Cesarión), que sería el último faraón de Egipto, si bien César nunca llegó a reconocerlo oficialmente como hijo suyo.

Después de las campañas de Egipto, César se dirigió al Oriente Medio, donde derrotó al rey Farnaces de Bósforo en la Batalla de Zela, en la cual pronunció la famosa frase de Veni, vidi, vici («Fuí, vi, vencí»), por la facilidad de su victoria; y después se dirigió al norte de África para atacar a los líderes de la facción conservadora allí atrincherados. En la batalla de Tapso en 46 a. C., César obtuvo una victoria más y vio desaparecer a dos de sus más encarnizados enemigos: Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón. Pero los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto Pompeyo Fastulos, así como su antiguo comandante de caballería Tito Labieno, consiguieron huir para Hispania. César no dudó en perseguirlos y en marzo de 45 a. C. derrotó el último foco de oposición en la Batalla de Munda.

Frente a Cneo Pompeyo Magno en la Batalla de Farsalia o frente a los últimos reductos republicanos (Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón en la Batalla de Munda, César venció a lo largo de su carrera militar casi siempre en inferioridad numérica frente a sus enemigos. La triplex acies, o formación legionaria en tres líneas de ataque para el refresco de los soldados, fue empleada de manera insuperable por César, con pequeños reductos de soldados en la retaguardia, a modo de refresco, así como con la reserva de caballería en las alas para lanzar coberturas envolventes.

La dictadura

César regresó a Roma a finales de julio de 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su victoria nombrándolo dictador por tercera vez en la primavera del 46 a. C., por un plazo sin precedentes de diez años.

Somos sus esclavos, pero él esclavo de su época.

En septiembre, celebró sus triunfos, ofreciendo cuatro desfiles triunfales que se desarrollaron entre el día 21 de septiembre y el día 2 de Octubre. [44]​Galos, egipcios, asiáticos y africanos desfilaron encadenados ante la multitud, mientras jirafas, carros de guerra britanos y batallas en lagos artificiales dejaban boquiabiertos a sus conciudadanos. La guerra entre romanos fue enmascarada por las victorias contra extranjeros y las celebraciones no tuvieron precedentes en sus dimensiones y duración.

Durante las celebraciones fue ejecutado ritualmente Vercingetórix, que había permanecido en una cárcel de plata desde su captura tras Alesia. El desfile triunfal contra Farnaces II, contó con una carroza que portaba el eslogan «Fuí, vi, vencí», arrastrando tras de si al fantasma de Pompeyo. Un día después, en el desfile por la victoria de África, una carroza representó el suicidio de Catón ridiculizándolo y César lo justificó alegando que Catón y sus enemigos eran colaboracionistas de los bárbaros.[45]​ Muchos ciudadanos que observaron el desfile estallaron en lágrimas al verla. La influencia de Catón seguía más allá del alcance del poder de César.

Restos del Foro de César quien mando edificar en Roma, durante su dictadura

César no olvidó recompensar a sus tropas, y así entregó a cada legionario cinco mil denarios (el equivalente a lo que ganarían en los 16 años de servicio obligatorio), a cada centurión, diez mil y a cada tribuno y prefecto, veinte mil denarios. Además les asignó también terrenos, aunque no cercanos a Roma, para no despojar a ciudadanos y establecer así colonias romanas en territorios recientemente conquistados. Distribuyó al pueblo diez modios de trigo por cabeza y otras tantas libras de aceite con 300 sestercios, en cumplimiento de una antigua promesa que le había hecho, a los cuales agregó 100 más por la demora. Rebajó el alquiler de las casas: en Roma hasta la suma de 2.000 sestercios, en el resto de Italia hasta quinientos. Ademas añadió la distribución de carnes, y después del triunfo sobre Hispania dos festines públicos, y no considerando el primero bastante digno de sus magnificencias, el que ofreció cinco días después fue mucho más abundante.[46]​Dió también espectáculos de varios tipos, incluyendo combates de gladiadores y comedias en todos los barrios de la ciudad, desempeñándolas actores de todas las naciones y en todos los idiomas. Juegos en el circo, atletas y una naumaquia completaron el programa

En el Foro, combatieron entre los gladiadores Furio Leptino, en cuya familia figuraban pretores, y Quinto Calpeno, que había formado parte del Senado y defendido causas delante del pueblo. Los hijos de muchos príncipes de Asia y de Bitinia bailaron la pírrica. El ciudadano romano Decimo Liberio representó en los juegos un mimo de su composición, recibiendo quinientos mil sestercios y un anillo de oro y pasando después desde la escena, por la orquesta, a sentarse entre los equites.

En el Circo se ensanchó la arena por ambos lados; abrieron alrededor un foso, que llenaron de agua, y jóvenes nobilísimos corrieron en aquel recinto cuádrigas y brigas, o saltaron en caballos adiestrados al efecto. Niños divididos en dos bandos, según la diferencia de edad, ejecutaron los juegos llamados troyanos. Se dieron 5 días de combates de fieras, y finalmente se dió una batalla entre dos ejércitos: cada uno comprendía 500 infantes, 30 jinetes y 20 elefantes. Con objeto de dejar a las tropas mayor espacio, habían quitado las barreras del circo, formando a cada extremo un campamento.[47]

Durante 3 días lucharon atletas en un estadio construido expresamente en las inmediaciones del Campo de Marte. Se hizo un lago en la Codeta menor (un lugar del otro lado del Tíber) y allí trabaron combate naval: birrimes, trirremes, cuatrirremes, figurando dos flotas, una tiria y otra egipcia, cargadas de soldados. El anuncio de estos espectáculos había atraído a Roma a una gran cantidad de forasteros, cuya mayor parte durmió en tiendas de campaña, en las calles y las plazas, y muchas personas, entre ellas dos senadores, fueron aplastadas o asfixiadas por la multitud.[47]

En el invierno del año 46 a. C., estalló una nueva rebelión en Hispania, liderada por los hijos de Pompeyo. Usando la antigua influencia de su padre y los recursos de la provincia, los hermanos Pompeyo y Tito Labieno consiguieron reunir un nuevo ejército de trece legiones compuestas por los restos del ejército constituido en África, las dos legiones de veteranos, una legión de ciudadanos romanos de Hispania, y el alistamiento de la población local. Durante finales del 46 a. C. tomaron el control de casi toda Hispania Ulterior, incluyendo las colonias romanas de Itálica y de Corduba, la capital de la provincia. César ánte el peligro,regresó a Hispania y trs algunas escaramuzas, entre las que figura la Batalla de Ruspina en la que estuvo a punto de ser vencido por Labieno, los derrotó finalmente en la Batalla de Munda

Posibles intentos de restablecer la monarquía

Debe señalarse que no está históricamente demostrado que la intención de César fuera proclamarse rey; y , de haber querido serlo, no puede saberse qué tipo de rey, si un rex a la manera etrusca , como lo habían sido Servio Tulio o Lucio Tarquinio Prisco, uno a semejanza del faraón egipcio o, simplemente, al estilo de los "Basileus" helénicos. Lo cierto es que un análisis ponderado de los hechos, según nos han llegado de las fuentes, parece indicar que pensaba en instaurar un régimen autocrático de algún tipo, o, al menos, lo pensaban en las esferas más cercanas a él.[48]

Gaius Julius Caesar, Museo de Historia del Arte, Viena, Austria.

César, después de vencer tras el último intento de los pompeyanos (dirigido por Cneo Pompeyo, hijo de Pompeyo Magno) se mostró desconfiado, pensando en la posibilidad de un inminente intento de asesinato. Muestra de ello es que en diciembre del año 45 a. C. en vísperas de las Saturnales, huyendo del tumulto de estas fiestas populares fue a pasar unos días con el suegro de Cayo Octavio (su sobrino nieto), en la residencia que este poseía cerca de Puteoli, hoy Pozzuolihizo que lo acompañara Lo acompañaba una escolta de 2.000 hombres.

Cicerón, cuya villa colindaba con la de Lucio Marcio Filipo, había pedido a César que le hiciera el honor de cenar con él. El dictador aceptó. Los sucesos de aquella noche quedaron registrados en una célebre carta de Marco Tulio Cicerón a Tito Pomponio Ático que podía titularse: "César de vacaciones". César llegó a la villa de Marco Tulio Cicerón acompañado de toda la guardia. Tres salones especiales recibieron al séquito de Cesar. La cena fue un gran éxito. "Como él [César] se había purgado", precisa Marco Tulio Cicerón, "bebió y comió con tanto apetito como energía". César se mostró conversador brillante e ingenioso. "Por otra parte", añade su anfitrión, "ni una palabra de asuntos serios. Conversación enteramente literaria". Al día siguiente, 20 de diciembre, partió a Roma.[49]

El Senado había aprovechado la ausencia de César para votar en bloque los decretos relativos a los honores que le eran conferidos. "Así", explica Dión Casio, "esta labor no debía parecer el resultado de una coacción, sino la expresión de su libre voluntad". Cuando César estaba ya de regreso en Roma, antes de colocar los decretos a los pies de Júpiter Capitolino como era tradicional, los senadores decidieron presentárselos personalmente. De este modo, se subrayaba aún más la importancia del homenaje que el Senado le rendía.

César estaba en el vestíbulo del templo de Venus Genetrix, ocupado en discutir los planos de los trabajos que los arquitectos y artistas habían venido a someterle. Cuando se le anunció que el Senado in corpore había venido a verlo, precedido de los magistrados en ejercicio y de una multitud de ciudadanos de diversos rangos, hizo como que no le daba importancia alguna y continuó, sin interrumpirla, la conversación con sus colaboradores.[50]

La Curia Julia, lugar de reunión del Senado Romano, mandada edificar por César durante su dictadura, tras la destrucción de la Curia Hostilia, por los seguidores de Clodio.

Uno de los senadores se adelantó para pronunciar un discurso apropiado a las circunstancias. Entonces César se volvió negligentemente hacia él y se preparó a escucharlo, sin dignarse siquiera a levantarse de su asiento. Probablemente, se trataba de poner en evidencia su disgusto con la afrenta que le infligió el tribuno Aquila tres meses antes. Asimismo, su respuesta dejó anonadados a los senadores: En vez de alargar la lista de honores a él acordados, insistió más bien en reducirlos... Pero no obstante los acepta. Esta actitud produjo una tremenda indignación entre los miembros del Senado y en la multitud que asistió a esta solemnidad.

César no se limitó a aceptar con altanera condescendencia las distinciones honoríficas con las que lo había colmado el Senado, sino que, al mismo tiempo supo apoderarse de múltiples prerrogativas de un carácter más realista que le permitieron reunir en sus manos la totalidad del poder gubernamental. Exigió y obtuvo que todos sus actos fuesen ratificados por el Senado, los funcionarios públicos fueron obligados a prestar juramento, desde su entrada en funciones, de no oponerse jamás a medida alguna emanada de él y se hizo atribuir los privilegios de los tribunos de la plebe, con lo que obtuvo la "tribunicia potestas" y la inmunidad sacrosanta que los distinguía.

Con ello, el Senado no era ya más que una asamblea consultiva que aprobaba resoluciones que el dictador podía pasar por alto, sin siquiera dar una explicación para ello. En lo sucesivo era César quien tendría el derecho exclusivo de disponer de las finanzas del estado y quien prepararía la lista de los candidatos al consulado, y demás magistraturas.[51]

Así, de hecho, ya poseía todos los poderes de un monarca. No le faltaba más que el título. A este respecto, empezó una propaganda insinuante emprendida por ciertos agentes para preparar a la opinión publica, que era muy hostil a la idea de volver a la monarquía. Sus enemigos esperaban poder arruinarlo más fácilmente explotando su ambición y se organizaron para actuar. Como resultado, seguiría una guerra solapada pero implacable.

Ésta comenzó cuando la estatua de oro que acababa de ser erigida de César en la rostra, fue coronada con una diadema portando una cintilla blanca, distinción de la realeza. Se trataba de una primera tentativa, todavía muy discreta, de sondear el terreno y simular un deseo popular en favor de la coronación de César como rey. Dos tribunos del pueblo ordenaron arrancar la diadema y lanzarla lejos, hecho esto simularon erigirse en defensores de la reputación cívica de César.

En los últimos días de enero tenían lugar en el Monte Albano, en las cercanías de Roma, las tradicionales fiestas latinas. César estaba llamado a asistir bien como Pontífice Máximo o como dictador. Optó por esta ultima calidad, lo cual le permitía, usando el privilegio que le había concedido el Senado, figurar en estas ceremonias vistiendo la toga de púrpura y calzando las altas botas rojas. Al concluir las fiestas, César hizo su entrada en Roma a caballo. En medio de la multitud que lo esperaba, y desde que se le vió aparecer, resonaron aclamaciones, escuchándose voces que lo saludaban con el título de rey, quizá provenientes de satélites debidamente aleccionados. Inmediatamente el partido opuesto intervino y se escucharon exclamaciones de protesta. César salvó la situación respondiendo: "Mi nombre es César y no Rex", lo cual, en rigor, podría interpretarse como que él sólo veía en los saludos de que era objeto una alusión a su parentesco con la gens Marcci Reges, a la que pertenecía su madre.[52]

Otro acto estaba previsto para el 15 de febrero, día de las fiestas Lupercales. Para asistir a ella César usó el mismo ropaje que había usado en las fiestas latinas y ocupó un sitial de oro sito en medio de la tribuna de las arengas, delante del cual debía pasar la procesión conducida por Marco Antonio. Junto al dictador se situó el cuerpo de magistrados en ejercicio: su jefe de caballería Marco Emilio Lépido, los pretores, los ediles, ect. Mientras desfilaba delante de la tribuna el colegio de sacerdotes Julianos, uno de ellos, Licinio, apareció a nivel del estrado y depositó a los pies de César una corona de laurel entrelazada con la cintilla de la diadema real,momento en que estallaron los aplausos. Entonces Licinio subió a la tribuna y puso la corona sobre la cabeza de César que hizo un gesto de protesta y se dirigió a Lépido para que lo ayudara, pero éste no hizo nada.

Cayo Casio Longino, se adelantó y, quitando la corona de la cabeza de César, la puso sobre sus rodillas, pero César la rechazó. En el último minuto, Marco Antonio trató de componer las cosas. Escaló la rostra, se apoderó de la corona y la colocó de nuevo sobre la cabeza del dictador, pero César esta vez se quitó él mismo la corona y la arrojó lejos de sí. Esto le valió los aplausos de la multitud, pero algunos espectadores le pidieron que aceptara la ofrenda del pueblo.

Marco Antonio aprovechó el momento para recoger el emblema, tratando de ceñírselo de nuevo y se escucharon gritos de ¡Salud, oh rey!, pero con ellos se mezclaban protestas indignadas. César se quitó la corona y ordenó llevarla al templo de Júpiter "donde será mejor colocada", y requirió al redactor de los actos públicos que hiciera constar allí que "habiéndole ofrecido el pueblo la realeza de manos del cónsul, él la había rechazado".[53]

Mientras tanto, se recurrió a los libros sibilinos que, habiendo sido consumidos por las llamas en tiempos de Lucio Cornelio Sila, habían sido reemplazados desde entonces por copias espúreas. Los encargados de la custodia de dichos libros anunciaron que ciertos pasajes de los mismos dejaban entender que los ejércitos romanos no podían obtener la victoria sobre los partos en la guerra que iba a comenzar de un momento a otro, sino cuando estuviesen mandados por un rey. Prontamente circuló en Roma el rumor que en la próxima sesión del Senado, que debía tener lugar el 15 de marzo, el quindecenviro Lucio Aurelio Cotta (cónsul 65 a. C.) , tío del dictador, tomaría la palabra para proponer que fuese conferido el título de rey a su sobrino.[54]

Complot y asesinato

Muerte de César, de Carl Theodor von Piloty.

No es posible saber con certeza qué condiciones fueron las que llevaron a un grupo de senadores a pensar en el asesinato de César. Los intentos de establecer un régimen autocrático sin duda tuvieron mucho que ver, pero no se puede descartar que hubiera otras motivaciones no tan nobles.

El sólo hecho de que varios senadores estuvieran dispuestos a particpar en el complot, y a matar a César en el porpio senado (lo que constituía un sacrilegio) da muestra del estado de cosas al que se había llegado.

La conspiración

Todos estos acontecimientos hicieron pensar a lo que quedaba de la facción optimate, y, entre ellos, a Cayo Casio Longino, que ante el cariz que tomaba la situación, y al enterarse de lo que se rumoreaba que se preparaba para el 15 de marzo en el Senado, decidió pasar a la acción. Se dirigió a algunos hombres de los cuales creía estar seguro y que a su juicio compartían su idea de dar muerte al dictador para librar a Roma del destino que él creía que le esperaba: un nuevo imperio cosmopolita, dirigido desde Alejandría.[55]

Sin embargoCayo Casio Longino no era probablemente el hombre adecuado para ser la cabeza visible de este tipo de acción y se acordó tantear a Marco Junio Bruto, considerado como el personaje indicado para este papel.[56]

Tras una serie de probables reuniones, ambos estaban de acuerdo en que la libertad de la República estaba en juego pero no tenían los mismos puntos de vista de cómo actuar; Marco Junio Bruto no pensaba asistir al Senado el día 15, o sea abogaba por la protesta pasiva (la abstención); pero Cayo Casio Longino le replicaba que como ambos eran pretores, podían obligarlos a asistir. Entonces respondió Marco Junio Bruto: " En ese caso, mi deber será, no callarme, sino el oponerme al proyecto de ley, y morir antes de ver expirar la libertad". Cayo Casio Longino rechazó de lleno esta solución, pues entendía que no era dándose muerte cómo se iba a salvar la República, y lo exhortó a la lucha, a pasar a la acción. Su elocuencia terminó por convencer a Marco Junio Bruto.[57]

El nombre de Marco Junio Bruto atrajo varias adhesiones valiosas, no en vano se decía descendiente de aquel otro Bruto (Lucio Junio Bruto) que había dirigido la expulsión del último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio en 509 a. C.; entre otras uniones, se produjo la de Décimo Junio Bruto Albino, un familiar del dictador, en quien éste tenía entera confianza. En total, el número de los conjurados parece haber sido de unos sesenta, de los cuales 23 se encargaron de la ejecución material del atentado. Durante las reuniones preliminares se elaboró un plan de acción. Se decidió por unanimidad atentar contra César en pleno Senado. De este modo, se esperaba que su muerte no pareciera una emboscada, sino un acto para la salvación de la patria, y que los senadores, testigos del asesinato, inmediatamente declararían su solidaridad.

Hay que tener en cuenta que los magnicidas formaban un grupo de motivaciones muy heterogéneas, ya que los había movidos por un auténtico sentido de salvación de la República, mientras se les habían unido otras personas movidas por rencor, por envidia, o por la idea de que si César acaparaba las magistraturas, a ellos no les tocaría nunca llegar al poder. [58]

También es de señalar que muchos de los conspiradores eran ex-pompeyanos reconocidos a los que César había perdonado la vida y la hacienda, incluso confiando en ellos para la administración del Estado (Casio y Bruto fueron gobernadores provinciales, nombrados por César)[59]

El magnicidio

Muerte de Julio César, obra de Vincenzo Camuccini, 1798.

En los Idus de Marzo del año 44 adC, un grupo de senadores, pertenecientes a la conspiración arriba citada, convocó a César al foro para leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder efectivo al Senado. Marco Antonio, que había tenido noticias difusas de la posibilidad del complot a través de Servilio Casca, temiendo lo peor, corrió al foro e intentó parar a César en las escaleras, antes de que entrara a la reunión del Senado.[60]

Pero el grupo de conspiradores interceptó a César justo al pasar al Teatro de Pompeyo, donde se reunía la curia romana, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico este, dónde le entregaron la petición.

Cuando el dictador la comenzó a leer, Tulio Cimber, que se la había entregado, tiró de su túnica, provocando que César le dirigiera un furioso "Ista quidem vis est?" (¿Qué clase de violencia es esta?; no debemos olvidar que César, al contar con la sacrosantidad de la tribunicia potestas, y, por ser Pontifex Maximus, era intocable). En ése momento, el mencionado Casca, sacando una daga, le asestó un corte en el cuello; el agredido se volvió rápidamente y, agarrando el brazo de su agresor, le dijo “¿Qué haces, Casca, villano?”, pues era sacrilegio portar armas dentro de las reuniones del Senado.[61]

Casca, asustado, gritó en griego "ἀδελφέ, βοήθει!",( "adelphe, boethei!" = ¡Socorro, hermanos!), y, en ese momento, todos se lanzaron sobre el dictador, incluido Marco Junio Bruto.[62]

César intentó salir fuera del edificio para recabar ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquel yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico.

De acuerdo con Eutropio, al menos 60 senadores participaron en el magnicidio. César recibió 23 puñaladas, de las que, si creemos a Suetonio, solamente una, la segunda recibida en el tórax, fue la mortal.

Las últimas palabras de César no están establecidas realmente, y hay una polémica en torno a las mismas, siendo las más conocidas:

  • Καὶ σὺ τέκνον. Kai sy, teknon? (Griego, ‘¿tú también, hijo mío?’). Suetonio.
  • Tu quoque, Brute, filii mei! (Latín, ‘¡Tú también, Bruto, hijo mío!’)
  • Et tu, Brute? (Latín, ‘¿Tú también, Bruto?’, versión inmortalizada en la pieza de Shakespeare).
  • Plutarco nos cuenta que no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre sus agresores.

Quizá el más estremecedor relato de lo acaecido lo compuso Suetonio, en Vida de los doce Césares, Libro I:

Cuándo se sentó, los consipradores se arremolinaron en torno a él, y Tulio Cimber, que se había puesto a su cabeza, se le acercó como si fuera a hacerle una pregunta. Cuando César, con un ademán, intentó mantenerle a distancia, Címber le agarró la toga por los dos hombros. Como César exclamase:"¡Entonces, esto es violencia!", uno de los Cascas, que estaba en pié a su lado, le hundió una daga precisamente debajo de la garganta. César sujetó el brazo de Casca y lo atravesó con su punzón; pero al intentar ponerse en pie, le sujetó otra puñalada. Al ver qe estaba rodeado por todas partes de dagas desnudas, se envolvió la cabeza con las vestiduras y, al mismo tiempo, con la mano izquierda arregló los pliegues tapándose los pies para que, al caer, la parte baja de su cuerpo quedara cubierta.

De éste modo, después, fue apuñalado ventitrés veces. No pronunció palabra, sino únicamente gruñó al recibir el primer golpe, aunque ciertos escritores han dicho que cuando Marco Bruto se precipitó sobre él, dijo en griego: "¡También tú, hijo mío!".

Todos los conspiradores se marcharon y le dejaron tendido, muerto, durante algún tiempo. Por fin tres esclavos públicos le pusieron en una litera y le llevaron a casa, con un brazo colgando a cada lado. Antistio, el médico, dijo que de todas aquellas heridas, sólo la segunda en el pecho debió de haber sido mortal.

Tras el asesinato, Bruto quiso decir algo a sus compañeros conspiradores, pero se encontró con que la mayoría de ellos habían huido; él y los que quedaban salieron al foro gritando: “¡Ciudadanos, somos libres de nuevo!”, pero se encontraron con un silencio sepulcral, pues la noticia de lo que había ocurrido ya había corrido y la gente se había apresurado a encerrarse en sus casas por miedo a las represalias.

Marco Antonio recogió el cuerpo de Cayo Julio César y lo mostró al pueblo, que quedo conmocionado por la visión del cadáver. Poco después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego los habitantes de Roma se amotinaron, y echaron a ésa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego.

La leyenda cuenta que Calpurnia Pisonis, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: Sólo se debe temer al miedo. En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún.

En el lugar de su cremación se construyó un altar que serviría de epicentro para un templo a él dedicado.

Después de la muerte de César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quién en su testamento había nombrado heredero universal, y Marco Antonio, que culminaría con la caída de la República y el nacimiento de una especie de Monarquía, que se ha dado en denominar Principado", con lo que la conspiración y el magnicidio se revelaron a la postre inútiles, ya que no impideron el establecimiento de un sistema autocrático.

Actividades como legislador

  • Corrigió el calendario en uso, en el que había tal desorden por culpa de los pontífices y por abuso, antiguo ya, de las intercalaciones, que las fiestas de la recolección no caían ya en estío, ni las vendimias en otoño. Ajustó el año al curso del sol, y lo compuso de 365 días, suprimiendo el mes intercalario y aumentando un día cada cuatro años. Para que este nuevo orden de cosas pudiera comenzar en las calendas de enero del año siguiente, añadió dos meses, entre noviembre y diciembre, teniendo por consiguiente este año quince meses, contando el antiguo intercalario que ocurría en él.[47]
  • Completó el Senado, creó nuevos patricios, aumentó el número de pretores, de ediles, de cuestores y de magistrados inferiores; rehabilitó a algunos de los que los censores habían despojado de su dignidad o condenado los jueces por cohecho. Compartió con el pueblo el derecho de elección de magistrados; de suerte que, exceptuando sus competidores al consulado, los demás candidatos los designaban por mitades, el pueblo y él. Los suyos los designaba en tablillas que mandaban a todas las tribus conteniendo esta breve inscripción: "César dictador, a tal tribu. Os recomiendo a fulano y a mengano para que obtengan su dignidad por vuestro sufragio". Admitió a los honores a los hijos de los proscritos.[47]
  • Estableció la contratación a extranjeros en las legiones y creó el cargo de Imperator, que sería el comandante del ejército.
  • Inició la reconstrucción de Cartago y Corinto y creó en Roma la primera biblioteca pública.
  • Restringió el poder judicial a dos clases de jueces, a los senadores y a los caballeros, y suprimió los tribunos del Tesoro (tribuno aurearii), que formaban la tercera jurisdicción.
  • Hizo el censo del pueblo, no de la manera acostumbrada, ni en el paraje ordinario, sino por barrios y según padrones de los propietarios de las casas: redujo el número de aquellos a quienes suministraba trigo el Estado, de 320.000 a 150.000; y para que la formación de estas listas no pudiese ser en lo venidero causa de nuevos disturbios, decretó que el pretor pudiese reemplazar a los que fallecieran, por medio del sorteo, con los que no estaban inscritos.
  • Distribuyó a 80.000 ciudadanos en las colonias de ultramar, y para que no quedase exhausta la población en Roma, decretó que ningún ciudadano mayor de 20 años y menor de 60 años, que no estuviese obligado por un cargo público, permaneciese más de 3 años fuera de Italia; que ningún hijo de senador emprendiese viajes lejanos, si no era en compañía o bajo el patronato de algún magistrado; y en fin, que los que criaban ganado tuviesen entre sus pastores, por lo menos, la tercera parte de hombres libres en edad de pubertad.[47]
  • Concedió el derecho de ciudadanía a cuantos practicaban medicina en Roma o cultivaban las artes literarias, debiendo este favor fijarlos en la ciudad y atraer a otros.
César fue el primer hombre vivo en aparecer en una moneda romana Republicana.
  • En cuanto a las deudas, en vez de conceder la abolición, con afán esperada y reclamada sin cesar, decretó que los deudores pagarían según la estimación de sus propiedades y conforme al precio de estos bienes antes de la guerra civil, y que se deduciría del capital todo lo que se hubiese pagado en dinero o en promesas escritas a titulo de usura, con cuya disposición desaparecería cerca de la cuarta parte de las deudas.[47]
  • Disolvió todas las asociaciones, exceptuando aquellas que tenían origen en los primeros tiempos de Roma.
  • Aumentó la penalidad en cuanto a los crímenes, y como los ricos los cometían sin perder nada de su caudal, decretó contra los parricidas la confiscación completa y contra los criminales la de la mitad de sus bienes.
  • Privó del orden senatorial a los convictos de concusión.
  • Declaró nulo el matrimonio de un antiguo pretor que se había casado con una mujer al segundo día de separada de su marido, aunque no se la sospechara de adulterio.
  • Estableció impuestos sobre las mercancías extranjeras. Mandaba a los mercados guardias que secuestraran los artículos prohibidos y los llevaran a su casa, yendo algunas veces lictores y soldados a recoger en los comedores lo que había escapado a la vigilancia de los guardias.
  • Prohibió el uso de literas, de la púrpura y las perlas, exceptuando a ciertas personas, ciertas edades y en determinados días.

A César no le bastó sólo con esto y entre sus proyectos estaba:

  • La construcción de un templo a Marte, mayor que cualquier otro del mundo, rellenando hasta el nivel del suelo el lago en que ofreció la naumaquia.
  • La construcción de un teatro gigantesco al pie del Monte Tarpeyo.
  • Reducir a justa proporción todo el derecho civil, y encerrar en poquísimos libros lo mejor y más indispensable del inmenso y difuso número leyes existentes.
  • Formar bibliotecas públicas griegas y latinas, lo más numerosas posible, y encargó a Marco Terencio Varrón el cuidado de adquirir y clasificar los libros.
  • Reprimir a los Dacios, que se habían extendido por El Ponto y la Tracia; enseguida llevar la guerra al Imperio Parto, pasando por Armenia Menor, y no combatirlos en batalla campal hasta haberles medido sus fuerzas.

Problemas físicos

La epilepsia que padeció César ha llegado al publico en general y es conocida gracias a la interpretación de Shakespeare, su obra no fue rigurosa ni históricamente correcta. Pero Hay varios autores clásicos que mencionan esta enfermedad. Suetonio describe en Las vidas de los doce césares como César sufrió dos ataques en publico. [63]Plutarco también señala que César sufrió una crisis en su campaña de África en la guerra civil durante la batalla de Tapso. [64]​ por otra parte Apiano nos habla de las convulsiones repentinas que sufría. Hoy en día desconocemos si César trato de ocultar la enfermedad o si bien como algunos estudiosos actuales señalan, la utilizo como propaganda ya que, Alejandro Magno también habría sufrido de ésta.[65]

César como historiador y escritor

De Bello Gallico.

La obra escrita que llega hasta nuestros días coloca a César entre los grandes maestros de la lengua latina. Sus trabajos incluyen:

Estas narraciones, escritas en un latín de gran perfección sintáctica, son prueba de la erudición de César y fueron usadas como propaganda ante el Senado y el pueblo de Roma.

En ellas nos ha dejado importantísimas referencias a múltiples aspectos de la vida en el ejército romano, de su organización, tácticas, técnicas, armamento y vida cotidiana.[66]

Asimismo, hizo descripciones etnográficas de pueblos celtas y germanos incluyendo temas como la organización social y militar, la religión o la lengua que aún hoy en día son de obligado estudio para los expertos en las diferentes materias.[67]

También describió lugares geográficos, como la Selva Hercinia [68]​,y nos ayudó con sus escritos a comprender mejor la política de la Roma tardorepublicana y a figuras como Pompeyo, Cicerón, Catón y otros.[69]

Hay que señalar que la obra de César no puede tomarse como la de un historiador moderno, pues su intención no era esa. Las obras que se conservan, esto es, los Comentarios sobre las Guerras Galas y Civil, eran un instrumento de propaganda y un informe de progresos para el Senado, no una obra como las de Tácito o Polibio, por lo que todas sus afirmaciones, en especial las políticas, deben ser analizadas desde un ánimo crítico.

Aún así, con todas sus limitaciones, en muchas ocasiones son el único testimonio antiguo que poseemos sobre muchos aspectos de los pueblos, usos y costumbres de la época.[70]

Su familia

Sus padres

El padre de Julio César, Cayo Julio César III, nacido hacia 135 a. C. y muerto en 85 a. C., es el hijo de Cayo Julio César II. Perteneciente a una familia patricia que había dado varios cónsules (Sexto Julio César II y Sexto Julio César III) ejerce durante su vida las funciones de cuestor (99 a. C. ó 98 a. C.), pretor (92 a. C.) y después gobernador de Asia (91 a. C.). Muere bruscamente por causas naturales en Pisae en 85 a. C.[71]​.
Su madre Aurelia Cotta, nacida en 120 a. C. y muerta en 54 a. C. ó 53 a. C.[72]​, procede de una familia patricia y consular (sus tres hermanos fueron cónsules). Para Tácito[73]​ y Plutarco[74]​, encarna la matrona romana, ejemplar por la educación y la devoción que siente hacia sus hijos y su familia y particularmente hacia su hijo, sobre todo cuando éste postula a la difícil elección de Pontífice máximo [75]​. Habiendo enviudado en 85 a. C., no vuelve a casarse y sigue viviendo con este último.

Sus hermanas

Con excepción de César, Cayo Julio César III y Aurelia Cotta tuvieron otros dos hijos, dos hijas, Julia Caesaris Maior » y Julia Caesaris Minor.
La información acerca de Julia Caesaris « Maior » es escasa. Suetonio confirma la existencia de esta última porque habría según él participado en la acusación de Publio Clodio Pulcro perseguido por sacrilegio y adulterio[76]​. Ella había tenido al menos un hijo, porque distintos autores mencionan la parte reservada a este niño en el testamento de César.[77][78]
Julia Caesaris « Minor » nace en 101 a. C. y muere en 51 a. C.[79]​. Se casa con Marco Atio Balbo, originario de Aricia y es la madre de Atia Balba Caesonia y la abuela de Octavio, que será adoptado por César y se convertirá en el emperador Augusto.

Sus esposas

Según Suetonio, Cossutia fue la primera esposa de César, de la que divorció para casarse con Cornelia Cinna minor por motivos políticos: « y aunque le habían prometido, en su niñez, a Cossutia, de una simple familia ecuestre, pero muy rica, la repudió, para casarse con Cornelia, hija de Cinna, quien había sido cuatro veces cónsul (dimissa Cossutia quae familia equestri sed admorum dives praetextato desponsata furat…) »[80]​.

El examen de las raras fuentes y la compilación de estudios sobre el tema llevan a elaborar la siguiente hipótesis. César, que acababa de vestirse con la toga viril, se casó con Cossutia, perteneciente a una familia rica de la orden ecuestre, entre julio 85 a. C. y julio 84 a. C. (sin duda por iniciativa de sus padres y por motivos económicos, ya que la familia no era especialmente rica) y se divorció al año siguiente, bajo el consulado de Lucio Cornelio Cinna, del que tomó la hija Cornelia por esposa (una elección más personal que traduce una orientación política que nunca se desmintió después, ya que César, aunque muy joven se había convertido en el padre de familia por la muerte de su padre).
Plutarco no aporta una solución satisfactoria ya que el relato que hace de la vida de César conlleva algunas incoherencias :
« A la vuelta de su cuestura, se casó en terceras nupcias con Pompeya Sila; tenía de Cornelia, su primera esposa, una hija, que después se casaría con Pompeyo magno. » La cita lleva una contradicción que Napoleón III ya había encontrado [81]​.
Cinco años más tarde, en 63 a. C., César es elegido Pontífice Máximo y decide divorciarse como consecuencia de las supuestas relaciones entre su esposa y un joven patricio, Publio Clodio Pulcro.
Por fin, en 59 a. C., se casa con Calpurnia Pisonis con la que quedará unido hasta su muerte en 44 a. C..

Su descendencia

  • Cornelia Cinna minor le da su único descendiente legítimo[82]​, una hija llamada Julia Caesaris, que nace en 83 a. C. ó 82 a. C. y se casa con Pompeyo en 60 a. C.. Muere en 54 a. C..
  • Durante su estancia en Egipto, César mantiene relaciones con Cleopatra VII que dará a luz más tarde (hacia 47 a. C., o más probablemente hacia 44 a. C.) a un niño, Ptolomeo XV llamado Cesarión. Sin embargo, la paternidad de César con respecto a este niño es discutida por los historiadores[83]​. Cesarión es asesinado muy joven (15 ó 17 años) por Augusto, el hijo adoptivo de César y primer emperador romano.
  • En 46 a. C., César, sin descendencia legítima, adopta a su sobrino-nieto Octavio por testamento que, según la costumbre romana en caso de adopción, es llamado a partir de entonces Cayo Julio César Octaviano (Octaviano). Más tarde se convertirá en Augusto, primer emperador de Roma.
  • Y por fin, César es tal vez padre de Bruto, que habría tenido con Servilia Cepionis en 85 a. C.. En efecto, Plutarco en su obra, Vida de Bruto, cuenta la benevolencia de César hacia aquél[84]​ y la creencia que había adquirido de ser el padre natural, ya que el niño había nacido durante el período en el que frecuentaba a Servilia Cepionis[85]​.

Sus conquistas amorosas

Las mujeres de la alta sociedad romana

Según el historiador latino Suetonio, César sedujo a numerosas mujeres a lo largo de su vida y sobre todo a aquellas pertenecientes a la alta sociedad romana.[86]

Así, habría seducido a Postumia, esposa de Servio Sulpicio Rufo, Lollia, esposa de Aulo Gabinio y Tertulla, esposa de Marco Licinio Craso. También parece haber frecuentado a Mucia, esposa de Pompeyo.[86]​ Asimismo, César mantuvo relaciones con Servilia Cepionis, madre de Bruto, a la que parecía apreciar especialmente.[86]​ Así, Suetonio refiere los distintos regalos y beneficios que ofreció a su amada, de los cuales destaca una magnífica perla con un valor de seis millones de sestercios. [86]​ El amor de Servilia hacia César era conocido públicamente en Roma.[87]

La inclinación de César hacia los placeres del amor también ha sido confirmada por los versos cantados por sus soldados con ocasión de su triunfo en Roma por las campañas en la Galia, referidos por Suetonio:

Ciudadanos, vigilad a vuestras mujeres: traemos a un adúltero calvo
Has fornicado en Galia con el oro que tomaste prestado en Roma.[88]

Las reinas

César mantuvo relaciones amorosas con Eunoë, esposa de Bogud, rey de Mauritania[89]​.
Sin embargo, su relación más famosa ha sido con Cleopatra VII. Suetonio cuenta que César remontó el Nilo con la reina egipcia[90]​ y la hizo venir a Roma colmándola de honores y de presentes. [91]​ Para él era un buen modo de sujetar Egipto, donde quedaban presentes tres legiones, y cuyo papel en el aprovisionamiento de cereales para Italia empezaba a ser preponderante. Sea como fuere, Cleopatra estuvo presente en Roma en el momento del asesinato de César y volvió rápidamente a su país después del crimen

César en la literatura y el cine

Una figura como la de Julio César, con una vida plagada de acontecimientos y una muerte tan dramática, no podía pasar desapercibida para las letras.

Numerosos autores han compuesto libros, novelas, obras de teatro y hasta poemas basados en la personalidad de César; de entre ellos, pueden destacarse:

En cuánto al cine, César ha aparecido en numerosos filmes, desde la pantalla grande a la televisión, bien como protagonista, bien como secundario.

Uno de los más famosos filmes, por la calidad de la cinta y por sus actores, es la película del año 1953 Julio César, dirigida por Joseph L. Mankiewicz y cuyos papeles principales los desempeñaban Marlon Brando (como Marco Antonio), Louis Calhern (como César), Deborah Kerr (como Calpurnia) y James Mason (como Bruto). Con música de Miklós Rózsa, el guión es una adaptación de la obra de teatro de Shakespeare. Fue nominada a cuatro Premios Oscar, de los que ganó uno.

No se puede cerrar éste apartado sin referirnos al Julio César más famoso, el personaje salido de la pluma y el pincel de Goscinny y Uderzo que es el antagonista (soberbio, pagado de sí mismo, pero al final, justo) de su serie Astérix el Galo.

Cronología

Bibliografía relacionada

Generales

  • Kovaliov, Serguei Ivanovich (1998). «Historia de Roma». Traducción del ruso a cargo de Domingo Plácido Madrid: Akal Ediciones. ISBN 978-84-460-2822-2. 

Obra propia

  1. «Volumen I: Libros I-II-III». 2.ª ed. revisada. 2ª Reimpresión, 1996. ISBN 978-84-249-3547-4. 
  2. «Volumen II: Libros IV-V-VI». 2ª edición, 1996. ISBN 978-84-249-1020-4. 
  3. «Volumen III: Libro VII». 2ª edición, 1989. ISBN 978-84-249-1021-1. 
  • –. «Guerra de las Galias». Obra completa. Traducción a cargo de Valentín García Yebra, 2 volúmenes anotados Latín. Madrid: Editorial Gredos. 
  1. «Volumen I: Libros I-II-III-IV». 9ª edición revisada, 1999. ISBN 978-84-249-3388-3. 
  2. «Volumen II: Libros V-VI-VII». 9ª edición, 1997. ISBN 978-84-249-3389-0. 
  • – & Autores del Corpus Cesariano. «Guerra Civil; Guerra de Alejandría; Guerra de África; Guerra de Hispania». 2005. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-2781-3. 
  • –. «Guerra Civil». Obra completa. Traducción a cargo de J. Calonge, 2 volúmenes bilingüe Latín. Madrid: Editorial Gredos. 
  1. «Volumen I: Libros I-II». 2ª edición, 1994. ISBN 978-84-249-3530-6. 
  2. «Volumen II: Libro III». 2ª edición, 1989. ISBN 978-84-249-3531-3. 
  • –. «Guerra Civil». Traducción a cargo de J. Calonge, un volumen anotado Latín, 6ª edición revisada, 1995. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-3393-7. 

Sobre Julio César

  1. «Volumen I: Libros I-III». 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1492-9. 
  2. «Volumen II: Libros IV-VIII». 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1494-3. 
  • Walter, Gerard. «Cesar». Obra completa. La Habana: Editorial Ciencias Sociales. ISBN 956-06-0465-X. 

Notas

Plantilla:Muchasref

Véase también

Enlaces externos

Precedido por:
Lucio Afranio y Quinto Cecilio Metelo Céler
Cónsul de la República Romana
junto con Marco Calpurnio Bíbulo

59 a. C.
Sucedido por:
Lucio Calpurnio Pisón Cesonino y Aulo Gabinio
Precedido por:
Lucio Cornelio Léntulo Crus y Cayo Claudio Marcelo
Cónsul de la República Romana
junto con Publio Servilio Isáurico

48 a. C.
Sucedido por:
Quinto Fufio Caleno y Publio Vatinio
Precedido por:
Quinto Fufio Caleno y Publio Vatinio
Cónsul de la República Romana
junto con Marco Emilio Lépido

46 a. C.
Sucedido por:
Él mismo sin colega
Precedido por:
Él mismo con Marco Emilio Lépido
Cónsul de la República Romana
(sin colega)
45 a. C.
Sucedido por:
Él mismo junto a Marco Antonio
Precedido por:
Él mismo sin colega
Cónsul de la República Romana
junto con Marco Antonio

44 a. C.
Sucedido por:
Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa Centroniano
Anterior dictador:
Lucio Cornelio Sila
Dictador de la República Romana
46 a. C.-44 a. C.
  1. Epigráficamente, IMP·GAIVS·IVLIVS·CAESAR·DIVVS, es decir, el Divino Emperador Cayo Julio César, según el sistema de filiación (praenomen, nomen y patronimicus) de la nomenclatura romana
  2. La fecha del nacimiento de César no aparece con claridad en ningún texto antiguo. Wilhelm Drumann, al que siguen Piganiol, Klotz y Cary, la sitúa en el año 100 a. C.; Theodor Mommsen en el 102, con el beneplácito de Fowler, Ferrero y Holmes. Es Jérôme Carcopino quien señala como fecha el año 101. Sin embargo, se sigue la opinión de la mayoría de sus biógrafos
  3. Según Suetonio (Vida de César, 6): "Por parte materna la estirpe de mi tía tiene origen de reyes, por parte de padre está emparentada con los dioses inmortales. Pues los Marcio reyes proceden de Anco Marcio y de tal linaje ha sido su madre; y del de Venus los Julios, a cuya estirpe pertenece nuestra familia. Existe por tanto en la raza la sacralidad de los reyes, que destacan enormemente entre los hombres, y también el encumbramiento de los dioses, bajo cuya potestad están los mismos reyes".
  4. Goldsworthy, Adrian. César., pág. 55
  5. Goldsworthy, Adrian. "César", pág. 53
  6. Tácito, Cornelio. "De oratoribus", 28
  7. Cesar, Gerald Walter: Capítulo II pag 16. Impreso: Ediciones Ciencias Sociales ISBN 956-06-0465-X
  8. Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 45
  9. Plutarco, Vidas paralelas, César y Alejandro, 17
  10. Goldsworthy, Adrin. César, pág 598
  11. Goldsworthy, Adrian. "César", pá.71
  12. Montanelli, Indro. "Historia de Roma", pág 228
  13. Montanelli, Indro. "Historia de Roma", pág. 228
  14. Goldsworthy, Adrian. "César", pág 93
  15. Goldsworthy, Adrian. "César", pág.94
  16. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 99-108
  17. Goldsworthy, Adrian. "César", pág 103
  18. Montanelli, Indro. "Historia de Roma", pág.228
  19. Goldsworthy, Adrian. "César", pág 133
  20. Plutarco, Alejandro y César. 24, 5
  21. Suetonio, Vida de los doce Césares, 1, 7
  22. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 142-143
  23. Suetonio, Cayo. "Vida de los Doce Césares"-"César", 13
  24. Plutarco. "César". 9-10
  25. Montanelli, Indro. "Historia de Roma", págs 221-223
  26. Montanelli, Indro. "Historia de Roma", págs 221-223
  27. Tom Holland, "Rubicón", triunvirato, p 246
  28. Tom Holland "Rubicón",triunvirato, p 247
  29. Dión Casio 38.3
  30. Apiano, 2.9.
  31. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 227-229
  32. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 224-227
  33. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 224-227
  34. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 243
  35. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 243
  36. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 243-244
  37. Montanelli,Indro. Historia de Roma, pág 244
  38. César, Julio. Bellum Civile. Libro I. Pág. 69, 7.
  39. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 244
  40. Goldsworthy, Adrian ("César", pág. 485) propone ésta (10 de enero) como fecha más probable, aunque afirma que es imposible conocer el día exacto en que se produjo este hecho. Kovaliov, S.I. ("Historia de Roma", pág 506, nota 201) propone el día 7 como fecha, el mismo día en que se promulgaron las leyes en el senado, aunque dadas las distancias entre ambas ciudades, este hecho parece poco probable. Las circunstancias precisas del cruce son desconocidas. Es posible que César pasara el Rubicón antes del día 7 de Enero y que los tribunos de la plebe lo encontrasen en Rímini. Para César era importante demostrar que no fue él el que inició la guerra civil. Por eso la tradición, que le ha sido favorable, presenta los hechos como si el cruce del confín hubiera sucedido después del 7 de Enero. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que Kovaliov es materialista histórico.
  41. «La suerte está echada», «Alea iacta est». Se suele creer que César pronunció esta frase en latín. Originalmente es una frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de los autores preferidos de César y la pronunció en griego. Pompeyo, 60 y César 32.
  42. Montanelli,Indro. Historia de Roma, pág. 245
  43. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 245
  44. Goldsworthy, Adrian. César. pág 601
  45. Vidas de los doce césares, Suetonio,: Capítulo I pag 24. Impreso: Ediciones Jackson, 1948 en Buenos Aires, Argentina
  46. Vidas de los doce césares, Suetonio,: Capítulo I pag 24. Impreso: Ediciones Jackson, 1948 en Buenos Aires, Argentina
  47. a b c d e f Vidas de los doce césares, Suetonio,: Capítulo I pag 25. Impreso: Ediciones Jackson, 1948 en Buenos Aires, Argentina
  48. Goldsworthy, Adrian. Cesar. pág 641
  49. Cesar, Gerard Walter: Capítulo 57 pag 482. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  50. Cesar, Gerard Walter: Capítulo 57 pag 483. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  51. Cesar, Geralrd Walter,: Capítulo 57 pag 484. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  52. Cesar, Geralrd Walter,: Capítulo 57 pag 485. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  53. Cesar, Geralrd Walter,: Capítulo 57 pag 486. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  54. Cesar, Geralrd Walter,: Capítulo 57 pag 487. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  55. Montanelli, Indro Historia de Roma. pág. 255
  56. Montanelli, Indro Historia de Roma. pág. 255
  57. Cesar, Gerard Walter: Capítulo 58 pag 491. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
  58. Goldsworthy, Adrian. César. págs 643-646
  59. Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 254
  60. Goldsworthy, Adrin. César. pág.650
  61. Goldsworthy, Adrian. César. pág. 651
  62. Goldsworthy, Adrian. César. pág 652
  63. Suetonio, Los Doce Césares, Cayo Julio César capítulo VL
  64. Plutarco Vidas Paralelas,Cayo Julio César
  65. [1]
  66. César, Cayo Julio y Autores del Corpus Cesariano, Guerra Civil; Guerra de Alejandría; Guerra de África; Guerra de Hispania
  67. César, Cayo Julio, Guerra de las Galias
  68. César, Cayo Julio, Guerra de las Galias
  69. César, Cayo Julio y Autores del Corpus Cesariano, Guerra Civil; Guerra de Alejandría; Guerra de África; Guerra de Hispania
  70. Goldsworthy, Adrian (2007), César. La biografía definitiva
  71. Plinio, 1
  72. Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 26
  73. Tácito, Diálogo de los oradores, 28, 6
  74. Plutarco, Vida de César, 10
  75. Plutarco, Vida de César, 7
  76. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 74 Fue llamada a testificar en contra de Publio Clodio, que era a la vez acusado de sacrilegio y convencido de adulterio con Pompeya, su esposa. César afirmó no saber nada, aunque su madre Aurelia y su hermana Julia declararon fielmente a los mismos jueces toda la verdad.
  77. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 83
  78. Appiano, Guerra civil, Libro III, 22-23
  79. Octavio, nacido en 63 a. C., pronunció su elogio fúnebre a los 12 años - Suetonio, Augusto, 8
  80. Toda la interpretación de esta frase reposa en la traducción de dimissa. El verbo dimittere parece siempre haber sido empleado por Suetonio con el sentido de “divorciar”. Monroe E. Deutsch, Caesar's first wife, Classical Philology, Vol. 12, No. 1. (Jan. 1917), pp. 93-96
  81. Si Pompeya Sila es la tercera esposa de César, y Cornelia la primera, Plutarco no menciona la identidad de la segunda esposa. Parece más plausible que Cornelia fuera la segunda esposa de César y Cossutia la primera.
    « En 68 a. C., tras haber ejercido las funciones de cuestor en Hispania, César se casa con Pompeya Sila, porque su primera esposa Cornelia había muerto el año anterior.» Plutarco, Vida de César 5.6
  82. Tácito, Anales, Libro III, VI:...así el divino Julio, privado de su hija única
  83. y parece ya ser objeto de una polémica poco tiempo después de la muerte del dictador: Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 52: Algunos autores griegos han escrito que este hijo se le parecía por la silueta y los andares; Marco Antonio afirmó, en pleno senado, que César lo había reconocido; e invocó el testimonio de C. Matio, de C. Oppio, y de otros amigos del dictador. Pero Gayo Oppio creyó necesario defenderle y justificarle sobre este punto, y publicó un libro para demostrar que el hijo de Cleopatra no era, como ella decía, hijo de César.
  84. Plutarco, Vida de Bruto, 5 Se dice que, en ese día, César sintió por él el más vivo interés: recomendó a sus oficiales que no le mataran en el combate y, que lo trajeran a su presencia si se rendía voluntariamente; que le dejasen ir si se defendía contra aquellos que le arrestasen, y que no hicieran ninguna violencia contra él.
  85. Plutarco, Vida de Bruto, 5 Quería, dicen, complacer a Servilia, madre de Bruto, que le amaba perdidamente: y como Bruto nació en la época en que esta pasión estaba en toda su fuerza, César se persuadió que él era el padre.
  86. a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 50
  87. Plutarco, Vida de Bruto, 5
  88. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 51
  89. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 52
  90. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 52 Remontó el Nilo con ella en una nave provista de cabinas; y habría atravesado así todo Egipto y penetrado hasta Etiopía, si el ejército no se hubiese negado a seguirlos.
  91. Suetonio, Vida de los doce Césares - César, 52 Y la hizo venir a Roma, y sólo la devolvió colmada de honores y recompensas magníficas.