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Partido Nacional Revolucionario

Logo basado en el emblema oficial del PNR.
Presidente Manuel Pérez Treviño
Primer presidente
Silvano Barba González
Último presidente
Fundación 4 de marzo de 1929
Disolución 30 de marzo de 1938
Ideología Nacionalismo revolucionario[1]
Sucesor Partido de la Revolución Mexicana
Sede Esquina del Paseo de la Reforma y Avenida del Palacio Legislativo núm. 2.[2]
Posteriormente en las calles de Gral. Prim núm. 128 y Paseo de la Reforma.[3]
País Bandera de México México
Publicación El Nacional Revolucionario (más tarde denominado simplemente El Nacional).[4]

El Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue un partido político mexicano, activo entre 1929 y 1938. La muerte del presidente electo Álvaro Obregón en 1928, en torno a cuya persona se aglutinaban distintos grupos y dirigentes surgidos de la Revolución mexicana, acarreó un riesgo de dispersión política. En consecuencia y por iniciativa de Plutarco Elías Calles se fundó el PNR para «transitar» de un «gobiernos de caudillos» a un «régimen de instituciones». No obstante, en la práctica la institucionalización política fue solamente de forma y de fondo se trató de un caudillismo orientado hacia su artífice.[5]

Surgió como una coalición de partidos regionales de diversos estados de la República y más tarde se transformó en una organización centralizada cuando se introdujeron cambios en su estructura que disolvieron las entidades que la habían conformado. En su primera etapa siguió una ideología nacionalista y populista y su programa fue un proyecto capitalista que tomó en cuenta y subordinó a obreros y campesinos. Posteriormente, a partir de 1933 adoptó una postura más cercana al socialismo y en su programa político optó por un intervencionismo de Estado en ámbitos como la economía, la educación y la industria. En su segunda etapa también se efectuó la «semicorporativización de la masas», con la creación de confederaciones y otras organizaciones de obreros, campesinos y empleados públicos.

Definido como un partido oficial,[6]​ introdujo cambios en el sistema político mexicano, como la regulación y contención de los movimientos políticos promovidos por el interés de obtener la presidencia del país y los «beneficios» asociados.[7]​ A lo largo de sus nueve años de vida mantuvo una posición preponderante en la vida política nacional y de él surgieron los dos candidatos presidenciales vencedores en ese periodo. Sus métodos, sin embargo, alcanzaron niveles como la represión de opositores.

Calles se mantuvo como una pieza importante en las decisiones políticas tanto del partido, como del país, en un periodo conocido como Maximato, que se extendió de 1928 a 1935, año en el que su enfrentamiento con el presidente Lázaro Cárdenas provocó una crisis política. Como resultado, Calles salió del país exiliado y sus seguidores fueron eliminados del gabinete presidencial y del propio partido. El creciente apoyo de Cárdenas a los grupos obreros y campesinos incrementó el descontento para con la estructura partidista. En última instancia, el presidente abogó por transformar el partido para incorporar a los propios campesinos y obreros, así como a empleados públicos y militares. Finalmente, el PNR fue disuelto en 1938 y dio paso al Partido de la Revolución Mexicana.

Antecedentes

Córdova (1994) establece que, según un testimonio de Luis L. León, Álvaro Obregón —conocido como el «último caudillo»[8]​— habría sido uno de los primeros en considerar la creación de un ente similar al Partido Nacional Revolucionario (PNR). Según León, a principios de mayo de 1928, Obregón le comentó su intención de crear un organismo en el que se fundieran los «grupos revolucionarios dispersos»: «En esta campaña electoral [elección presidencial de 1928] me he dado cuenta de que en materia política la Revolución está desorganizada. Toman parte en estas campañas los mal organizados núcleos burocráticos federales y locales y las organizaciones obreras y campesinas afines a la Revolución; la única fuerza realmente organizada es el Ejército».[9]

Elección presidencial de 1928

A medida que se acercaba la elección presidencial de 1928, Obregón expresó sus intenciones de contender por una segunda presidencia —fue presidente de México entre 1920 y 1924—. Esta situación, sin embargo, acabó con el Bloque Revolucionario —coalición entre el Partido Nacional Agrarista (PNA) y el Partido Laborista Mexicano (PLM)— en el Congreso de la Unión, que había apoyado al presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) en sus primeros dos años de mandato.[10]​ El 22 de enero de 1927, se promulgó la reforma a los artículos 82 y 83 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos estableciendo que, aunque no para el periodo inmediato, un presidente podría «desempeñar nuevamente el cargo [...], sólo por un periodo más».[11]​ Luego de la aprobación de la reforma, que permitía la candidatura de Obregón, en esencia, el Congreso se dividió en obregonistas y antiobregonistas.[10]

Dos días después de la promulgación, Obregón presentó oficialmente su candidatura, que fue dirigida por el «Centro Director Obregonista» y recibió el apoyo «entusiasta» del PNA y, más a regañadientes, el del PLM, además de otras formaciones políticas regionales. A estos intentos de reelección se opusieron los generales Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez. Ante las pocas posibilidades de ganar, ambos planearon un «golpe de fuerza» que, sin embargo, les llevó a la muerte al ser descubierta la «conspiración». Las diferencias entre los partidos llegaron a un punto álgido unos meses antes de las elecciones, cuando líderes laboristas —como Luis N. Morones— manifestaron abiertamente sus desacuerdos con Obregón. No obstante, en las elecciones del 1 de julio de 1928, según cifras oficiales, el candidato único obtuvo el 100% de los votos y sus seguidores recuperaron la mayoría en la Cámara de Diputados.[12]

Asesinato de Obregón

Sin embargo, el festejo de los obregonistas duró poco. Dieciséis días después de las elecciones —17 de julio de 1928—, Obregón fue asesinado por José de León Toral, un fanático religioso, en el restaurante La Bombilla de la Ciudad de México, durante un banquete ofrecido en su honor.[13]​ Empero, los líderes agraristas acusaron de responsables del magnicidio a Morones y a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM).[14]​ En este sentido, Antonio Díaz Soto y Gama aseguró: «No hay hombre, mujer o niño en México que crea los cargos oficiales de que el clero católico inspiró el asesinato del presidente electo Obregón. [...] El autor intelectual del asesinato del general Obregón fue Luis N. Morones [sic]».[15]​ En ese momento y pese a ciertos conflictos, Obregón era «el único actor político que [...] lograba aglutinar a los distintos grupos y dirigentes revolucionarios». Su muerte, por lo tanto, «presentó el peligro de una enorme dispersión política».[16]

También se acusó de complicidad a Calles. La negativa del PNA de apoyar la nominación de Emilio Portes Gil como presidente sustituto, luego de que este se negara a romper con Calles, llevó a un conflicto con el presidente y finalmente a la división del partido a inicios de 1929. Por otra parte, señala Castro Martínez (2012), la muerte de Obregón supuso el fin de la «época del caudillismo» y era necesario «buscar una fórmula institucional que mantuviera la hegemonía revolucionaria».[15]​ En su Informe Presidencial de 1928, Calles recalcó la necesidad «de pasar de un sistema más o menos velado, de "gobiernos de caudillo" a un más franco "régimen de instituciones"» y aclaró que no buscaría la prolongación de su mandato.[17]​ El 25 de septiembre, el Congreso votó por unanimidad a Portes Gil como presidente provisional y acordó celebrar elecciones extraordinarias el 17 de noviembre de 1929.[13]

Fundación

Comité Organizador

Plutarco Elías Calles en 1924.

En agosto de 1928, Calles le explicó a Portes su idea de organizar un partido: «un organismo de carácter político, en el cual se fusionen todos los elementos revolucionarios que sinceramente deseen el cumplimiento de un programa y el ejercicio de la democracia».[9]​ El contexto político —la muerte de Obregón, los levantamientos de Serrano y Gómez y la Guerra Cristera— convirtió a Calles en el «hombre fuerte», en el «jefe Máximo de la Revolución».[18]​ Fue también en su Informe de Gobierno cuando expresó la necesidad de que México contara con «reales partidos nacionales orgánicos».[9]​ En el mismo mes de septiembre, se reunió con militares y obtuvo el «consenso» para «dirigir la política» y organizar la creación del nuevo partido.[19]

Calles encargó a José Manuel Puig Casauranc, Luis L. León, Basilio Vadillo y Ezequiel Padilla Peñaloza encabezar los equipos de trabajo ocupados de estudiar los «orígenes, estructura y funcionamiento de los partidos socialdemócratas europeos» y los partidos Demócrata y Republicano de los Estados Unidos. El 28 de noviembre, se reunieron —también estuvieron presentes: Portes Gil, Bartolomé García Correa, Marte R. Gómez, Manuel Pérez Treviño, Gonzalo N. Santos, Manlio Fabio Altamirano Flores, Aarón Sáenz, entre otros— en la residencia de León para discutir los hallazgos y formaron el «Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario».[13]

El Comité —presidido por Calles y también conformado por Pérez Treviño, Sáenz, García Correa, León, Vadillo, Altamirano y David Orozco— invitó a todos los partidos y agrupaciones a conformar el PNR. Entre sus funciones estaban: lanzar la convocatoria para celebrar la convención constitutiva y las bases que las agrupaciones debían cumplir si querían formar parte, redactar un reglamento interno de la convención, una declaración de principios, un programa de acción y un proyecto de estatuos.[19]​ Sin embargo, su labor principal fue la de «mediar ante las diversas agrupaciones locales para que aceptasen la formación». Se estableció por algunos meses en la esquina del Paseo de la Reforma y avenida del Palacio Legislativo número 2 y en ese periodo recibió a múltiples dirigentes políticos para discutir sobre los «documentos fundamentales» del nuevo partido.[20]

El 1 de diciembre de 1928, mismo día en que Portes Gil asumió la presidencia provisional, el Comité Organizador convocó «a todos los revolucionarios» a la Convención Constituyente del PNR,[21]​ con excepción del PLM.[15]​ Garrido (2005) señala que, tanto el PLM, como el PNA, estuvieron ausentes en el Comité. El primero por la llegada de Portes Gil, que los obligó a distanciarse de su «antiguo protector [Calles]» y el segundo por temer que el partido fuera un intento de Calles de «perpetuarse en el poder».[22]

No obstante, dadas las circunstancias acaecidas en la IX Convención de la CROM —Calles se «comprometió» al defender a Morones—, en la que se atacó a Portes Gil, el 8 de diciembre, en su segundo manifiesto, el Comité Organizador informó que el expresidente había decidido «retirarse a la vida privada». Su posición la ocupó Pérez Treviño; Sáenz también renunció debido a que había aceptado ser precandidato a la presidencia y,[9][13]​ según el manifiesto, con el fin de no ser «motivo de suspicacias la presencia entre nosotros de un pre-candidato».[23]​ Pese a todo, Calles no perdió su autoridad política y, en adelante, el comité «no daría un solo paso sin que antes no lo decidiera» él.[9]​ Esta situación marcó el inicio del periodo conocido como Maximato.[19]​ En este sentido, Fuentes Díaz (1998) señala que el exmandatario fue «iniciador y propulsor del PNR, su pontífice y amo indisputado, y al través de él ejerció su larga hegemonía personal en la política».[24]

Documentos oficiales

A Sáenz, sin embargo, no lo apoyaron todos los obregonistas al considerarlo «conservador» y «demasiado personalista». Además, algunos políticos temían la pérdida de sus «cacicazgos» con su llegada al poder. En consecuencia, comenzó a construirse la candidatura de Pascual Ortiz Rubio. El 5 de enero de 1929, el Comité Organizador publicó su «Convocatoria de la Convención Constitutiva del Partido Nacional Revolucionario», planeada para celebrarse en Querétaro a partir del 1 de marzo siguiente.[13][25]​ En ella, que presentaba al Comité «como el legítimo heredero de la Revolución»,[26]​ se informaba que la Convención estaría «integrada por Delegados de todos los Partidos y agrupaciones de la República [...] que se hayan adherido al Comité Organizador o se adhieran a él hasta el 10 de febrero próximo».[25]

Los miembros del Comité buscaron una amplia difusión para su convocatoria; realizaron anuncios por radio y lograron que periódicos nacionales y locales la publicaran.[26]​ No obstante, el proyecto recibió una «fría acogida», puesto que algunos sectores de la población «identificaban al nuevo partido con el general Calles y no veían en él más que a una tentativa de importancia secundaria».[27]​ Otros, por su parte, estimaban a los callistas «hombres profundamente corruptos», cuyo proyecto trataba de mantener vigente al régimen de Calles. Mientras que organizaciones campesinas y sindicales independientes de la CROM la ignoraron al considerarla «una maniobra más del grupo callista».[28]

Quince días después se publicó el Proyecto de Programa del Partido Nacional Revolucionario y seis más tarde el Proyecto de Estatutos del Partido Nacional Revolucionario.[13]​ Lajous (1979) indica que, lo más destacado de la declaración de principios fue el «pluriclasismo»: mientras que identificaba a la organización con las clases obreras y campesinas, no proponía la destrucción del resto. En el caso del programa de acción, lo califica de «contradictorio», al pretender un populismo a la par de una política financiera en la que se dedicara la mayor parte de los recursos en el pago de las deudas externa e interna, «incluyendo la agraria», en beneficio únicamente de las «clases poseedoras».[19]​ En el programa de acción se abarcaron diversos temas, como educación, hacienda, comunicaciones, industria y agricultura.[13]

Los documentos fueron redactados por Vadillo, Casauranc y León, quienes contaron con la colaboración de especialistas. Fueron difundidos a las prensa tras ser aprobados por Calles.[28]​ En la declaración se establecieron cinco principios: se acepta absolutamente y «sin reservas de ninguna naturaleza» el sistema democrático y gubernamental establecido en la Constitución; se define que una de las principales finalidades del partido sería «realizar en nuestro país un mejor medio social», reivindicando los artículos 27 y 123 constitucionales y la Ley del 6 de enero de 1915; se declara que el «constante e indeclinable sostenimiento de la soberanía nacional debe ser la base de la política internacional de México»; se establece que, pasada la Revolución, «los gobiernos emanados de la acción política del Partido deberán dedicar sus mayores energías a la reconstrucción del país», y se luchará por constituir gobiernos «con hombres de ideología revolucionaria [...] siempre que estén moral e intelectualmente capacitados para llevar a cabo la realización del Programa eminentemente patriótico de la Revolución».[29]

Por otra parte, el Proyecto de Estatutos fue redactado por Vadillo y «preveía un partido con armazón débil, pero profundamente centralizado». Dado que Vadillo fungió como embajador mexicano en la Unión Soviética, Garrido (2005) indica que muy probablemente tomó «como modelo algunos aspectos del Partido Comunista de la Unión Soviética».[30]​ Debido a la estructura del PNR, Córdova (1994) asegura que, aunque no estaba escrito en los estatutos, los partidos y organismos integrantes «tenían sus días contados». Además, se «anticipaba la estructura corporativista que el partido oficial se daría nueve años después».[9]

Convención Constitutiva

Interior del Teatro de la República de Santiago de Querétaro.

La Convención Constitutiva del Partido Nacional Revolucionario —a la que asistieron representantes del 90% de las agrupaciones políticas nacionales;[31]​ según Garrido (2005), solo el PLM y el Partido Comunista Mexicano (PCM) no estuvieron representados[32]​— se desarrolló en el Teatro de la República en Santiago de Querétaro, entre el 1 y 4 de marzo de 1929.[33]​ Comenzó a las 16:00 del 1 de marzo frente 874 delegados de 1434 esperados.[34]​ El último día fue cuando se declaró formal y legalmente constituido el partido. En la Convención, cuyo presidente fue Filiberto Gómez, también se aprobaron la Declaración de Principios, el Programa de Acción, los Estatutos y se firmó el «Pacto de Unión y Solidaridad».[33]

Por otra parte, se estableció el primer Comité Nacional Directivo conformado por: Pérez Treviño —presidente—, León —secretario general—, García Correa —secretario de actas—, Melchor Ortega —secretario de prensa—, Orozco —secretario tesorero—, Santos —secretario del Distrito Federal— y Gómez —secretario del exterior—.[35]​ A la constitución del partido se opusieron el PLM, el PNA, la CROM y el recién reconstituido Partido Nacional Antirreeleccionista (PNAR). Este último también lo acusó de no ser «un partido democrático», al conformar su asamblea por «delegados sin representación» y «partidos ficticios».[36]

Los documentos fueron aprobados sin debate, puesto que los delegados prestaron más atención a la otra tarea de la convención, la elección de su candidato a las elecciones extraordinarias de 1929.[24]​ En ese punto de la carrera, que comenzó el 2 de enero de ese año, había dos precandidatos: Saénz y Ortiz Rubio. El primero, que partía como favorito y se creía tenía el apoyo de Calles, se presentaba como candidato de «obregonistas-callistas».[37]​ Entre los precandidatos a la presidencia había otras cuatro personas apoyadas por movimientos anticallistas: Gilberto Valenzuela, José Vasconcelos, Antonio I. Villarreal y Pedro Rodríguez Triana.[38]​ Finalmente y de manera sorpresiva el candidato del PNR fue Ortiz Rubio, elegido por Calles.[24]​ Además, en medio de la convención se inició la rebelión escobarista, cuya derrota «eliminó a varios posibles adversarios del candidato del PNR».[9]

Organización

Estructura

Según los estatutos de 1929, el Partido Nacional Revolucionario tuvo como órganos al «Comité Municipal», «Comité de Distrito», «Comité de Estado o Territorio» y «Comité Directivo Nacional», cuyos miembros eran elegidos en las asambleas correspondientes y «en forma directa y por mayoría de votos».[39]​ El primero, conformado por cinco miembros como mínimo, era el encargado de la «propaganda política y social» del partido en el municipio. El segundo fue de «carácter eventual» y solo funcionó en periodos electorales de diputados y senadores o elecciones locales y su función era la de «dirigir, controlar y encauzar los trabajos electorales en los comités municipales correspondientes a un mismo distrito» electoral.[40]

El tercero era integrado por un máximo de quince personas y fungió como «órgano armonizador en las dificultades» que surgieran entre los comités municipales o de distrito y funcionaba «por medio de un Comité Ejecutivo» que actuaba en la capital del estado o territorio.[41]​ Finalmente y al igual que el anterior, el Comité Directivo Nacional funcionaba por medio de un Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y se integraba por «un representante de cada uno de los partidos de las entidades de la República». Los trabajos del CEN consistían en «controlar y dirigir los trabajos políticos» partidistas en el país, convocar al Comité Directivo «cuando la importancia o trascendencia» lo ameritasen, «sostener todos los candidatos» del partido y servir de «armonizador y árbitro en las controversias y dificultades», entre otros.[42]

Según Garrido (1982), citado por Córdova (1994), el PNR tuvo una «doble estructura», una «directa» —los órganos que los conformaban, como el CEN o los comités municipales y estatales— y una indirecta —los partidos afiliados—. Sin embargo, Córdova (1994) discrepa; aunque reconoce que existió una estructura directa, aclara que «los partidos no formaban ningún entramado organizativo particular ni los estatutos propuestos lo reglamentaban».[9]​ Agrega Báez Silva (2001) que el partido «surgió, como un amplio frente de los revolucionarios agrupados en 148 partidos de veintiocho entidades federativas, como una confederación de partidos». Más tarde, en 1933, se produjo la disolución de los partidos con el proceso de centralización.[43]​ El PNR estableció un plazo no mayor a seis meses para la disolución y determinó la expulsión de todos los miembros de los partidos que se negaran a hacerlo.[44]

Presidentes del Partido

Los siguientes fueron los presidentes del Comité Ejecutivo Nacional entre 1929 y 1938:[19]

  • 9 de junio de 1933 al 25 de agosto de 1933: Manuel Pérez Treviño
  • 25 de agosto de 1933 al 14 de diciembre de 1934: Carlos Riva Palacio
  • 14 de diciembre de 1934 al 15 de junio de 1935: Matías Ramos
  • 15 de junio de 1935 al 20 de agosto de 1936: Emilio Portes Gil
  • 20 de agosto de 1936 al 1 de abril de 1938: Silvano Barba González[45]

Características

Fuentes Díaz (1998) asegura que el partido nació como «una coalición de los partidos regionales» existentes en diversos estados de la República, hasta la segunda asamblea nacional, cuando se «acordó la disolución de las agrupaciones que lo habían constituido». En este sentido, agrega que el PNR tuvo «un importante aspecto positivo y varios negativos» en la evolución política de México. El primero fue la «liquidación» de múltiples partidos regionales, facciones y grupos, muchas veces envueltos en conflictos por sus ambiciones electorales. De tal forma que el partido evitó «agitaciones sangrientas y estériles».[46]​ Como puntos negativos, enlista que no nació como resultado de un «proceso democrático», sino que fue fruto de la «iniciativa personal» de Calles.[47]

Por otro lado, el partido «no llevó al cabo [...] una labor de afiliación individual», puesto que consideró de forma automática como miembros a los empleados públicos y a integrantes de los partidos regionales que lo formaron.[47]​ En este sentido, según un decreto de Portes Gil del 25 de enero de 1930,[19]​ estos empleados estaban obligados a contribuir «con siete días de sueldo al año para el sostenimiento del Partido [...]».[48]​ De este modo, dice Fuentes Díaz (1998), «apareció como un órgano consustancial del Estado, integrado y sostenido burocráticamente, sin cuotas voluntarias [...]» y siendo la «obligada antesala de los puestos públicos».[49]​ No obstante, en su historia el PNR reflejó «el sello personal de sus propios líderes». Así, dentro de la dirección de Riva Palacio el partido reforzó los métodos de «compadrazgo, el burocratismo [...] la incondicional sumisión», mientras que en la de Cárdenas «hubo un aire de austeridad, menos servilismo [...]» y una mayor búsqueda de contenido popular para el partido.[50]

En sus estatutos de 1929, se definía que el distintivo del partido «serán tres barras verticales: verde, blanca y roja, con las letras P. N. R. sobre ellas, encerradas dentro de un círculo blanco, que a su vez estará encerrado dentro de un círculo rojo». Mientras que su lema fue «Instituciones y Reforma social».[51]​ Al dividir la historia política del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Guillén Vicente (1997) señala que el PNR se ubicó en la primera fase (1929 a 1934-1935), la caracterizada por el «personalismo» de Calles, y en los inicios de la segunda, el «colectivismo», iniciada tras la llegada de Cárdenas al poder. La primera se relaciona con el surgimiento del «bonapartismo mexicano» y la institucionalización de las fuerzas revolucionarias; «en suma, con la conformación de bloques de clase estable» y con un proyecto capitalista, en el que «campesinos y obreros fueron tomados en cuenta y subordinados».[52]

En la segunda se «presencia la consolidación del bonapartismo con la semicorporativización de la masas». En este periodo, los obreros forman la Confederación de Trabajadores de México (1936) y la Confederación Nacional Campesina (1937) y los burócratas la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado. Además, en diciembre de 1933, se reformaron los estatutos en lo relacionado a la autonomía de los partidos estatales y su participación en el Comité Directivo Nacional. En su lugar, ahora se elegían representantes del organismo en cada uno de los estados de la República. Estos cambios, que supusieron una «cierta centralización», marcaron el inicio de la transformación del PNR en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM).[53]

Ideología y programa

Mientras que Delgado de Cantú (2003) asegura que el Partido Nacional Revolucionario «adoptó una ideología y una retórica constitucionalista, nacionalista, agrarista y obrerista»,[8]​ Ruezga Barba (1992) establece que el partido carecía de una ideología «que le diese personalidad», lo que lo llevó a «contradicciones importantes». En este sentido, cita a Lajous (1981), quien señala que una contradicción surge al examinar el programa de acción del partido: mientras que por un lado alienta el nacionalismo y el populismo, así como el establecimiento de políticas en beneficio de las «clases desposeídas», por otro, en su política financiera determina destinar «la mayor parte de sus recursos al pago de las deudas internas y externas», lo que solo beneficiaba a las «clases pudientes». En resumen, Lajous califica el programa de «[d]emagogia revolucionara acompañada de políticas altamente conservadoras». Por otra parte, el partido se presentaba «abierto a todos los ciudadanos, condescendiente en el aspecto ideológico, pero exigente en la disciplina». Además, se mostraba «como una fuerza que organizaba y disciplinaba a "todos lo que querían acercarse a él"». El «elemento cohesivo» se centra en la «disciplina alegra, ciega y heroica» solicitada por el Comité Ejecutivo Nacional.[54]

Córdova (2007) señala que, con la llegada del PNR, «comenzó a tomar cuerpo la doctrina de la política económica de la Revolución [...]». También aparecieron conceptos como «nacionalismo económico», «nacionalismo revolucionario», «rectoría estatal de la economía», «economía mixta» y «soberanía sobre los recursos naturales», entre otros. En los documentos del partido, asegura el autor, «los revolucionarios [...] habían llegado a su mayoría de edad ideológica». No obstante, fue hasta que Cárdenas llegó al poder que el «régimen de la Revolución Mexicana alcanzó su consolidación definitiva» y la ideología revolucionaria se convirtió en un «sistema de convicciones y creencias de las que participa una amplia mayoría de la sociedad mexicana».[55]

Camacho Vargas (2013) señala que en su programa el PNR reconocía la importancia de las clases trabajadoras y se comprometía a «luchar» por cuestiones como la protección de los indígenas, la soberanía y la reconstrucción nacional, el interés colectivo por encima del individual, elevar el nivel cultural por medio de «capitales mexicanos», intensificar y organizar la pequeña industria, distribuir tierras y fomentar la industrialización de productos agrícolas, entre otras cosas. Respecto a su ideología, indica que la unidad que representó el PNR permitió que la lucha armada «dejara de ser la única vía para determinar la sucesión presidencial». Además, formuló el nacionalismo revolucionario, «para dar sentido e identificación» a México. Y concluye con que el partido no era de clase y tampoco ideológico. «Era plural» y su afán fue sumar a todos los que compartían sus principios y programa.[1]​ En diciembre de 1933, en el PNR se elaboró el Plan Sexenal, un «programa político» para el siguiente gobierno.[56]​ Al respecto, Medin (2003) asegura que al comparar la declaración de principios del PNR de 1929 y el Plan de 1933, se observa que «[las] notas clasistas y socialistas [del Plan Sexenal] son nuevas y algo disonantes». Agrega que, en el contexto de su creación, algunos políticos comenzaron a «compenetrarse con la doctrina marxista». No obstante, aclara que se trató «más de una postura social que de una doctrina política marxista».[57]

Además, indica que su «tesis central» fue el intervencionismo del Estado —en los campos agrario, industrial, sindical y educativo—. En este sentido, el informe de la Comisión Dictaminadora del Plan Sexenal señalaba que el Estado mexicano debía «asumir y mantener una política de intervención reguladora de las actividades económicas de la vida nacional», al mismo tiempo que se mantenía un «respeto a los derechos e iniciativas individuales». De tal forma que el Plan estipuló un «estricto apego» a la propiedad privada, a la que postuló como «garantía de los individuos».[58]​ Segovia (1968) apunta que el nacionalismo, especialmente en términos económicos, alcanzó su «punto máximo en el periodo revolucionario» durante el mandato de Cárdenas. Y lo adjudica a dos razones: los cambios estructurales de la economía en periodos anteriores y la crisis económica mundial.[59]

Participación femenina

En términos de la participación de mujeres, en su declaración de principios, el PNR hacía referencia a «ayudar y estimular paulatinamente el acceso de la mujer mexicana a las actividades de la vida diaria», pero no se comprometió con la igualdad de derechos políticos y no reconocía a las mujeres como integrantes del partido. En 1935, el PNR invitó a Margarita Robles de Mendoza a formar comités femeniles y al año siguiente aceptó la participación de mujeres en plebiscitos internos. Gracias a lo anterior, el Comité Femenil Municipal del Puerto de Veracruz presentó a María Tinoco y Enriqueta Limión de Pulgarón como precandidatas a diputadas propietaria y suplente. Aunque ganaron, su triunfo no fue reconocido por el CEN. Poco después, en febrero de 1937, la misma situación se repitió en Uruapan y León. No obstante, en esa ocasión, la candidata de León, Soledad Orozco, logró que el Comité Estatal reconociera su victoria y la postulara en las elecciones de julio.[60]​ Por otra parte, el PNR contó un programa de acción femenina que consideraba «[i]ncorporar a la mujer mexicana a la vida cívica y política de la nación», otorgarle «iguales derechos que al hombre» para desarrollar sus facultades «en la medida de sus fuerzas» e «igualdad de derechos para la mujer ante las leyes civiles, sociales, económicas y políticas».[61]

Ramos Escandón (1994) indica que, aunque el partido se pronunció a favor del sufragio femenino, en su visión la incorporación de la mujer a la vida cívica debía ser gradual, para que se «despojara de su inherente religiosidad y se preparara políticamente». Personajes como María Ríos Cárdenas señalaron la «injusticia inherente» al hecho de que todo hombre pudiera votar, pero una mujer, aun con educación universitaria, no pudiera hacerlo. En 1934, las mujeres del PNR convocaron al Tercer Congreso Nacional de Mujeres Obreras y Campesinas, en donde se presentaron trabajos en apoyo de madres solteras y se exigió la facilitación de los trámites de divorcio y la creación de trabajos, así como un castigo a los esposos golpeadores. Poco después, las mujeres militantes del PNR y del PCM formaron el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (1935), que agrupó a «feministas de izquierda y de derecha, simples liberales, católicas y del sector femenino del PNR, callistas y cardenistas».[62]

Elección de candidatos

A lo largo de los nueve años de existencia del PNR se realizaron seis elecciones internas para elegir sus candidatos a la presidencia, las diputaciones, las senadurías y otros cargos (1929, 1930, 1932, 1933, 1934, 1937). Los estatutos de 1929 determinaban que para ser candidato del partido se debían cumplir, además de los requisitos constitucionales, los siguientes: ser miembro del PNR con «antigüedad de dos años cuando menos», haber hecho «obras meritorias en favor de la Revolución, y especialmente en favor del proletariado mexicano» y del partido y no «haber combatido nunca los principios revolucionarios, ni haber traicionado los postulados del Partido Nacional Revolucionario».[16]​ La selección de candidatos era por medio de votación indirecta, es decir, los delegados elegidos en las convenciones municipales elegían a los candidatos en las convenciones correspondientes —distritales para diputados locales y federales, estatales para gobernadores y senadores y nacionales para presidente—. Además, los propios estatutos establecían que «dichas convenciones debían ser avaladas por el Comité Ejecutivo Nacional».[16]

Navarrete Ángeles (2000) asegura que el nacimiento del PNR significó la institucionalización de «las reglas para acceder al poder político en México».[63]​ El primer proceso de elección interna fue el del candidato a las elecciones presidenciales de 1928, en la que resultó electo Ortiz Rubio. Al año siguiente, se llevó a cabo el segundo para los candidatos a las elecciones legislativas de 1930.[16]​ A diferencia del primero, este último «fue mucho más difícil de manejar para la dirigencia nacional del PNR», puesto que las convenciones distritales y estatales fueron objeto de «intensas» pugnas entre partidos locales por el control del proceso de nominación, de tal forma que la dirigencia nacional tenía influencias limitadas en el resultado de las candidaturas. Su arma «más poderosa» fue la de desconocer las convenciones y los candidatos resultantes, aunque pocas veces se usó, sus consecuencias fueron «desastrosas».[44]​ Esas elecciones fueron las primeras en las que se permitió la reelección de legisladores. En gran medida, los candidatos ganadores fueron elegidos por «gobernadores, caciques, líderes de partidos regionales y caudillos militares».[16]

El tercer proceso estuvo «enmarcad[o] bajo la influencia» de Cárdenas —entonces presidente del PNR— y en él se adoptó un mecanismo plebiscitario, previo a la convención municipal. Según el propio partido, en el plebiscito celebrado el 3 de abril de 1932 participaron 1.4 millones de personas. Posteriormente, en las diversas convenciones, por medio del voto indirecto se seleccionó a los candidatos a diputados y senadores en las siguientes elecciones. Nuevamente, fue de relevancia el papel de «gobernadores, caciques y caudillos» al momento de la selección de candidatos. El cuarto proceso tuvo como resultado la selección de Cárdenas como candidato presidencial para la elección de 1934. Para el quinto proceso, el Reglamento de Elecciones Internas detalló y ordenó los pasos a seguir en las convenciones, aunque mantuvo al voto indirecto como el método de elección. Zúñiga Aguilar (2011) indica que la «arbitrariedad» y el «nepotismo» en la designación siguió siendo una «constante muy socorrida».[16]

Respecto a los resultados, López Villafañe (2005) asegura que, para agosto de 1934, de 171 miembros de la Cámara de Diputados, 170 eran del PNR y uno del PLM.[64]​ Mientras que, en el Senado, la mayor parte eran exgobernadores, sus allegados, fundadores y líderes estatales del partido. Lo que, según Zúñiga Aguilar (2011), «muestra la repetición de un ciclo, en donde el dominio de los caciques y gobernadores sobre las candidaturas del partido no se ponía a discusión», dejando a un lado la figura del presidente. Es a partir del último proceso interno (1936) que se modificaron las formas de selección. Los aspirantes a candidaturas fueron elegidos en asambleas (de organizaciones de obreros, comunidades agrarias, sindicatos de campesinos y miembros del PNR) y en ellas se eligió también un delegado que representaba a su organización en la convención distrital. La conformación de la nueva legislatura mostró que aunque parte de la forma de repartición de poder en la selección de candidatos no sufrió modificación, habían surgido nuevos actores políticos: los líderes obreros y campesinos.[16]

Con la prohibición de la reelección consecutiva, el PNR siguió una política de «puertas abiertas» que permitió la incorporación de nuevos cuadros políticos al partido. Adoptada en 1936, la política se diseñó para acomodar a los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Más tarde, evolucionó para dar lugar a las cuotas de candidaturas, que «daba[n] la libertad a la [CTM] de distribuir un número determinado de candidaturas entre sus miembros» y según sus criterios. Este sistema de cuotas dividió al partido en tres sectores: la CTM, el «grueso del partido» y las organizaciones campesinas. Resultó ser «un arreglo satisfactorio para resolver las disputas internas». Más tarde, el PNR absorbió a la CTM y organizó la Confederación Nacional Campesina (CNC). Nuevos cambios estructurales acontecidos después transformaron los sectores; ahora el partido se basaba en el sector obrero, el sector campesino y el sector popular, conformado por diversas organizaciones políticas.[44]

Candidatos presidenciales

Elección Candidato Votos Total de votos válidos Porcentaje Resultado
1929 Pascual Ortiz Rubio 1 947 848 2 082 106 93.6% Primer lugar
1934 Lázaro Cárdenas del Río 2 225 000 2 265 971 98.2% Primer lugar
Fuente: Nohlen, Dieter (2005). «Mexico». Elections in the Americas. A Data Handbook (en inglés). I. North America, Central America and the Caribbean. Oxford: Oxford University Press. p. 472. ISBN 0-19-928357-5. 

El Nacional Revolucionario

La Ley para la Elección de Poderes Federales de 1918 obligaba a las juntas directivas de los nuevos partidos a publicar al menos ocho números de un periódico de propaganda en los dos meses anteriores a las elecciones. En este sentido, para cumplir con el requisito, el PNR comenzó la publicación de su propio periódico, El Nacional Revolucionario.[4]​ El primer número se publicó el 27 de mayo de 1929, bajo la dirección de Basilio Vadillo.[65]​ Su primera noticia fue el inicio de la gira presidencial del candidato Ortiz Rubio.[4]​ González Marín (2006) asegura que practicó un periodismo «serio, didáctico, propagandístico, con definida orientación política e ideológica». Con la llegada de Cárdenas a la presidencia, asumió la dirección el exdiputado Froylán C. Manjarrez, seguido de Héctor Pérez Martínez, Gilberto Bosques y Raúl Noriega.[66]

El periódico contó con secciones de deportes, música, economía, campo, páginas para niños y militares y una sección sobre «La mujer en el trabajo». Alrededor del 15% del espacio estaba destinado a la publicidad y el gobierno era su más frecuente anunciante. El 15 de mayo de 1931, pasó a denominarse simplemente El Nacional y más tarde siguió siendo el órgano informativo del PRM, hasta el 1 de enero de 1941, cuando pasó a manos del gobierno. González Marín (2006) indica que contó, desde su creación, con un subsidio oficial y que el presidente de México era el encargado de seleccionar al director. Aunque «formalmente figure como órgano del partido, en la práctica funge como vocero gubernamental».[67]​ Como El Nacional Revolucionario tuvo el lema «Diario político y de información» y como El Nacional el de «Diario popular».[4]

Historia

Elecciones de 1929

Pascual Ortiz Rubio en 1930.

En las elecciones presidenciales de 1929 eran precandidatos Ortiz Rubio y Sáenz, este último el favorito con un apoyo de 1250 organizaciones afiliadas al PNR. No obstante, sus relaciones con círculos empresariales y reaccionarios de Monterrey fueron motivo para que algunas personas le negaran su apoyo. En este sentido, personajes como Pérez Treviño, Riva Palacio, Cárdenas, Saturnino Cedillo y Portes Gil, optaron por apoyar a Ortiz Rubio, quien «carecía de grupo, programa y conocimiento de la complicada problemática interna», pero tenía el apoyo de Calles.[68]​ Los delegados recibieron notificación por parte de representantes de Calles de que debían apoyar a Ortiz Rubio, pese a que muchos habían expresado días antes su apoyo a Sánez.[69]​ Aunque no estaba permitido por las normas del partido, en la convención, el elegido fue Ortiz Rubio por «aclamación».[16]​ Sáenz y sus partidarios abandonaron la asamblea «haciendo estruendosas pero vagas acusaciones». Sin embargo, aceptaron la elección y más tarde se reintegraron a la formación partidista y fueron recompensados con «cargos administrativos y favores gubernamentales».[69]

En las elecciones de 1929, el PNR se enfrentó a José Vasconcelos (PNAR) y Pedro Rodríguez Triana (PCM).[70]​ Fuentes Díaz (1998) indica que el de Vasconcelos fue el único movimiento que enfrentó al partido en sus primeros seis años de vida. «Todos, uno tras otro, caían ante su fuerza trituradora. Su formidable maquinaria electoral doblegaba a los grupos independientes de manera implacable».[71]​ Meyer (1993) señala que, con Ortiz Rubio, Calles impuso de candidato a alguien «que, por carecer de poder propio, iba a depender de él» e indica que este sería el primer caso de lo que más tarde se denominó «el tapado».[69]​ El partido empleó su órgano informativo El Nacional Revolucionario para «enaltecer» a su candidato y para atacar a los opositores, especialmente a Vasconcelos, quien fue objeto de los ataques más «mordaces» que se realizaron a través de editoriales y caricaturas políticas.[4]​ En este sentido, Córdova (1994) afirma que el PNR también adoptó una actitud de descalificación frente a los demás partidos, especialmente los autodenominados revolucionarios o progresistas y los que «se ostentaban como representaciones políticas» de obreros y campesinos.[9]

Córdova (1994) comparte la opinión de Fuentes Díaz (1998) al señalar que el vasconcelismo era más beligerante que otras fuerzas opositoras y «mucho más poderoso políticamente», puesto que atraía y convencía a la sociedad incluso en mayor medida que el PNR. Su programa reivindicaba los principios de la Revolución de 1910 y la figura e ideario de Francisco I. Madero. Proponía además el «sufragio femenino activo y pasivo» y una reducción al poder del Ejército, un mayor presupuesto a la educación popular y autonomía a la Universidad Nacional Autónoma de México, «fraccionamiento de latifundios», creación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y una ley del servicio civil, entre otras cosas. El PNR se dedicó a ridiculizar al opositor y negarse a tomarlo en serio. Su respuesta llegó a la represión —manifestada por medio de disolución de mítines, maltrato a seguidores e incluso asesinato—.[9]​ La popularidad de Vasconcelos convirtió la campaña de Ortiz Rubio en una carrera «por promocionar al nuevo partido como el auténtico heredero de la Revolución». A lo largo de seis meses, el candidato del PNR se dedicó a viajar por el país y ensalzar las figuras de Calles y Portes Gil, especialmente al primero.[72]​ Vasconcelos relató en sus experiencias en la campaña como «las amenazas, veladas y directas, los asaltos y asesinatos fueron una constante».[73]

En diversas ocasiones, los enfrentamientos entre seguidores de Vasconcelos y miembros del PNR dejaron muertos y heridos. Además, al candidato opositor «le suspendieron la publicación de los artículos que escribía en El Universal».[74]​ Ruiz Abreu (1978) enlista los métodos del PNR, en colusión con el gobierno, para hacer frente a Vasconcelos. A los vasconcelistas se les imponían multas, se les detenía, se les prohibía reunirse porque empleaban un «lenguaje insultante contra las autoridades», se sancionaba a hoteleros que les rentaran cuartos, se «apagaban las luces y los oradores eran apresados». Incluso, asegura que el partido llegó al «delirio», al despedir a los burócratas que se negaran a apoyarlo.[75]​ En las elecciones del 17 de noviembre de 1929, Ortiz Rubio venció con más de 1.8 millones de votos.[76]​ No obstante, los vasconcelistas rechazaron los resultados y los calificaron de fraudulentos.[77]​ El 5 de febrero de 1930, mismo día en que asumió la presidencia, Ortiz Rubio fue víctima de un atentado al regresar al Palacio Nacional.[78]​ En marzo de ese año, en las cercanías del pueblo de Topilejo se hallaron múltiples cadáveres estrangulados. Las investigaciones revelaron que eran simpatizantes de Vasconcelos, desaparecidos tras el atentado a Ortiz Rubio.[73]

Renuncia de Ortiz Rubio y presidencia de Rodríguez

Meyer (1993) señala que «no era mucha» la legitimidad del gobierno de Ortiz Rubio. Además, al recuperarse del atentado, encontró que «el control de su gabinete [...] estaba en manos de Calles». Sumado a la crisis económica mundial, la corta presidencia de Ortiz Rubio sufrió «una serie constante de crisis y contradicciones en la cúpula del poder» que resultó en su renuncia el 2 de septiembre de 1932.[79]​ Medin (2003) explica al respecto que el presidente «comenzó a ceder a la influencia de los intereses latifundistas» y detuvo la repartición de tierras en varios estados. Comenzó entonces a incrementar «el malestar general [...] tanto entre los campesinos como entre los círculos obreros afectados» por la reducción salarial y los conflictos patronales. Se sumaron las consecuencias de la crisis económica: la reducción de las exportaciones y «la consabida reacción en cadena que termina en la baja de salarios y el desempleo».[80]​ Para sustituir a Ortiz Rubio y gobernar los restantes dos años y tres meses de administración, el Congreso eligió a Abelardo L. Rodríguez, hasta ese entonces secretario de Economía y «hombre de confianza de Calles». Mientras que Rodríguez se encargó de «administrar el país», Calles seguía «tomando las decisiones políticas básicas».[79]

Fue designado al día siguiente de la renuncia de Ortiz Rubio. Medin (2003) agrega que uno de sus primeros objetivos fue «intentar colaborar con la labor de Calles» de «consolidar» y «unificar» las fuerzas políticas reunidas en el PNR, algo especialmente necesario ante la cercanía de la convocatoria de la nueva convención del partido (1933) para elegir al candidato presidencial.[81]​ Previamente, el 30 de octubre de 1932, en su Primera Convención Nacional Extraordinaria, el PNR adoptó el principio de no reelección de presidentes y gobernadores.[19]​ El tema se había discutido con anterioridad el 1 de enero de 1932, durante el Primer Congreso de Legislaturas de los Estados, convocado por el PNR, en el que se buscaba «formular un proyecto técnico para uniformar la legislación electoral». No obstante, los debates obligaron al partido a organizar la reunión del 30 de octubre con el objetivo único de «definir los términos en que el principio antirreeleccionista» debía de agregarse a su programa.[82]

El 16 de noviembre de ese año, el CEN del PNR presentó la iniciativa de reforma constitucional —«no reelección absoluta del presidente» y no reelección inmediata en senadores y diputados— a la Cámara de Diputados. Fue aprobada en sesión del Congreso general efectuada el 20 de marzo de 1933.[83]​ En suma, la presidencia de Rodríguez fue «un breve interinato cuya misión fundamental consistió en preparar y posibilitar la transmisión pacífica de la presidencia al candidato presidencial del PNR». Su gabinete estuvo integrado por callistas, con la única «sorpresa» del retorno de Portes Gil a la política como procurador general.[84]​ En 1933, el PNR ya había dejado de ser una alianza de partidos y ahora era un partido de afiliación directa. En ese momento, se presentaban dos aspirantes presidenciales, ambos cercanos a Calles, Pérez Treviño —entonces presidente del partido— y Cárdenas —secretario de Guerra de Rodríguez—.[85]

Elecciones de 1934

Lázaro Cárdenas del Río en 1937.

Mientras que Pérez Treviño se inclinaba «por una política de élites de exclusión de las masas y de aceptación del statu quo», Cárdenas había mostrado en su gubernatura de Michoacán que prefería «cimentar su acción en organizaciones masivas de campesinos y obreros», lo que le ganó el apoyo de los «cuadros políticos intermedios» que habían «basado su acceso a los círculos de poder en la organización de masas». La Confederación Campesina Mexicana, organizada por Portes Gil, Cedillo y miembros del «ala agrarista» del partido, mostró su apoyo a Cárdenas, al igual que el hijo de Calles, Rodolfo Elías Calles, gobernador de Sonora.[86]​ En contraste, otros gobernadores mostraron su apoyo a Pérez Treviño. En este contexto, el Congreso se dividió en dos grupos: cardenistas y pereztreviñistas. El 12 de mayo de 1933, Pérez Treviño renunció a la presidencia del PNR para «organizar sus apoyos»; tres días después, Cárdenas hizo lo propio en la Secretaría de Guerra. Sin embargo, poco después, Calles expresó su apoyo a Cárdenas, lo que llevó a Pérez Treviño a retirar su precandidatura.[86]

Del 3 al 6 de diciembre de 1933 se desarrolló la Segunda Convención Nacional Ordinaria del PNR.[4]​ En ella se eligió al candidato a la presidencia. Previamente, el 1 de junio, se había publicado la convocatoria. Cárdenas, el único precandidato, fue elegido por aclamación y no por voto secreto. Al respecto Zúñiga Aguilar (2011) señala que quienes no lo apoyaron fueron expulsados del partido y que la Convención fue «simple formalidad», dado que la candidatura ya se había aprobado «en las altas esferas del poder por Calles». En palabras de Luis L. León, uno de los portavoces del partido: «[Cárdenas] será electo candidato del PNR en la próxima convención de Querétaro por aclamación de la asamblea, y que será el único candidato que surja en la convención, pues la opinión revolucionaria del país está unificada en ese sentido y es la personalidad idónea para llevar a la práctica el Plan Sexenal [...]».[16]

Calles ordenó la elaboración de proyecto de plataforma política para el candidato, el Plan Sexenal, aprobado también en la Segunda Convención. Los cardenistas lograron modificarlo —originalmente estaba «trazado con el objeto de controlar a Cárdenas»[19]​— para hacerlo «más radical». Por otra parte, en esta ocasión el candidato del PNR no se enfrentó a una fuerza opositora como la de Vasconcelos, aunque si hubieron «fuerzas externas» al partido que se movilizaron en la campaña. Adalberto Tejeda Olivares fue propuesto por el Partido Socialista de las Izquierdas y Antonio I. Villarreal por la Confederación Revolucionaria de Partidos Independientes. Cárdenas comenzó su campaña en diciembre de 1933 y en ella destacó los aspectos más progresistas del Plan, como el control de los recursos nacionales, el respeto a los derechos sindicales o el mantenimiento de una educación socialista.[87]​ No obstante, sus políticas educativas, religiosas, económicas e internacionales le ganaron la oposición de las clases medias y altas, a las que también rechazaba.[88]​ La Unión General de Obreros y Campesinos de México calificó de «fascista» el Plan y señalaron a Cárdenas como un «simple representante» de Calles.[87]​ En las elecciones de julio de 1934, el candidato del PNR se impuso con más de 2.2 millones de votos.[89]​ De acuerdo con Garciadiego (2006), a su victoria contribuyó la «desunión» y el «desprestigio» de los partidos de la oposición.[88]

Exilio de Calles

Previo a su elección, Cárdenas reunió a las «fuerzas políticas ajenas al aparato del partido» y creó una base de poder ajeno al PNR.[90]​ Sus apoyos a obreros y campesinos le ganaron la oposición de grupos callistas.[91]​ En sus primeros meses de mandato, Cárdenas se enfrentó a una oleada de huelgas, que, según Anguiano (1975), eran expresión del descontento obrero ocasionado por la «superexplotación» de los años en que la economía mexicana vivió una recuperación de la crisis económica.[92]​ En consecuencia, los callistas relacionados con grupos empresariales desafiaron su autoridad y acudieron a Calles.[90]​ La actitud de Cárdenas «permitió que los trabajadores [...] poco a poco [superaran] su escepticismo respecto al gobierno y ofreciéndole su cooperación; otra vez se empezaba a conciliar». En contraposición, Calles y sus seguidores se habían mostrado inconformes y realizaron una fuerte campaña contra el gobierno cardenista.[93]

En el Congreso, los diputados cardenistas conformaron el «ala izquierda», «tendiente a afirmar su "libertad de opinión"» fuera del PNR, ocasionando conflictos con los callistas.[93]​ A lo anterior se sumaron las declaraciones de Calles del 12 de junio de 1935, en las que criticó a las alas izquierdas y la tolerancia del gobierno a las huelgas de ese año. El presidente del partido, Matías Ramos, le presentó el escrito a Froylán C. Manjarrez, director de El Nacional, para su publicación. Sin embargo, luego de que Manjarrez le informara a Cárdenas, este le pidió su renuncia a Ramos.[90][94]​ Calles recibió el apoyo de miembros de la clase política y las críticas de obreros y campesinos. En contraste, varios sindicatos formaron el Comité Nacional de Defensa Proletaria y mostraron su apoyo al presidente,[90]​ al igual que la Confederación Campesina Mexicana y la Liga Nacional Campesina.[94]​ Cárdenas escribió al respecto:[95]

A las 23 horas se presentó en Palacio [Nacional] Froylán Manjarrez, director de El Nacional, informándome que el general Matías Ramos, presidente del Comité Ejecutivo del Partido Nacional Revolucionario, le envió para su publicación declaraciones que el general Calles dio ayer al senador licenciado Ezequiel Padilla, hablando de la situación política del país y atacando la actitud de las organizaciones obreras. Llamé al general Ramos y le hice conocer la responsabilidad que contraía por no haberme dado a conocer dichas declaraciones, que sí publicaron Excélsior y [El] Universal. [...] Le manifesté [que] debía plantear desde luego su renuncia [...] Así lo hizo. Con sus declaraciones confirma el general Calles su propósito de intervenir en la política del país, rompiendo así el ofrecimiento que me hizo en Baja California. [19 de diciembre de 1934. Visité al general Calles en El Sauzal, Baja California, [...] Le manifesté mis preocupaciones por la actitud de quienes se decían sus amigos y que hasta la víspera de mi postulación habían tenido la dirección del país, [...] Me contestó [que] no apoyaría resistencias o ataques al programa de la Revolución.[96]​]
Cárdenas, 11 de junio de 1935

El 14 de junio, El Nacional publicó la respuesta de Cárdenas, en donde hizo énfasis en su autoridad como presidente. El mismo día pidió la renuncia a todo su gabinete y formó uno nuevo tres días después libre de callistas y con Portes Gil al frente del PNR. Poco después, Calles anunció su salida de la Ciudad de México. Más tarde, el 11 de septiembre, dos diputados fallecieron en un tiroteo en la Cámara de Diputados. Al día siguiente, se desaforaron diecisiete diputados callistas. Y, tras el retorno de Calles a México el 13 de diciembre, en el Senado se desaforó a cinco senadores y se desaparecieron los poderes en Guanajuato, Durango, Sinaloa y Sonora, gobernados por callistas. La purga de estos últimos continuó luego del anuncio de la creación del Partido Constitucional Revolucionario, conformado por seguidores de Calles. Finalmente, el 9 de abril de 1936, Cárdenas ordenó la expulsión del país de Calles y mandó a Rafael Navarro Cortina a notificarle. A las 08:00 del día siguiente, Calles abandonó el país con dirección a Los Ángeles, acompañado de Luis N. Morones, Luis L. León y Melchor Ortega.[90][94]

Disolución

La eliminación de los callistas del partido finalizó con la renuncia de Portes Gil a la presidencia del CEN en 1936. A lo anterior se sumó el establecimiento de nuevas formas de organización apoyadas por el presidente de la República.[97]​ Esta política de «puertas abiertas» dio inicio el 4 de septiembre de 1936 con un Manifiesto del CEN que buscaba una mayor participación de obreros y campesinos. Estas nuevas iniciativas aumentaron el descontento para con la estructura partidista e incluso se llegó a pensar en la desaparición del PNR.[56]​ El 18 de diciembre de 1937, Cárdenas expidió un manifiesto sobre la transformación del partido, en el que sostuvo «la necesidad de transformar» sus estatutos para incorporar a campesinos, obreros, empleados públicos y militares y reconoció que el partido actuó sin considerar la opinión de la «"masa" que lo sustenta».[19]​ Además, en él derogó el acuerdo presidencial por el que se descontaban siete días de salario a los empleados.[98]

En enero del año siguiente se conformó una comisión con el objetivo de estudiar los cambios en los documentos oficiales. Inicialmente se planteó emplear el nombre Partido Socialista Mexicano, pero al final se optó por el de Partido de la Revolución Mexicana. Un mes después del manifiesto presidencial, se publicó la Convocatoria a la Tercera Asamblea Nacional Ordinaria del PNR —30 de marzo al 1 de abril—.[56]​ El 30 de marzo, se reunieron 400 delegados en representación de diversas organizaciones obreras, campesinas, populares y militares, en el Palacio de Bellas Artes, para discutir y aprobar los Principios, Estatutos y la Constitución del nuevo partido de la Revolución que sustituiría al PNR, además de firmar el «Pacto de Unión y Solidaridad».[1]​ Ese día, se disolvió el PNR[19]​ y, a las 15:30, Silvano Barba González declaró formalmente constituido al PRM.[99]​ Esta transformación implicó la «reestructuración de un partido de cuadros y grupos a un partido de "masas"». A partir de ese momento, las tareas de la nueva agrupación se concentraron en «medir las relaciones políticas entre el aparato estatal y las organizaciones sindicales».[100]

Véase también

Referencias

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Bibliografía

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