Invasiones inglesas

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Invasiones inglesas al Río de la Plata
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Conflicto
Guerras Napoleónicas
Combatientes
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Imperio español

Imperio británico
Fecha
1806 - 1807
Lugar
Río de la Plata, Buenos Aires, Montevideo, Colonia del Sacramento, Maldonado, Ensenada de Barragán.
Resultado
El Imperio Español retiene la posesión del Virreinato del Río de la Plata gracias a la acción de grupos de milicias voluntarias urbanas. La voluntad del pueblo juega un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor.

Las Invasiones Inglesas (Inglés: British invasions of the Rio de la Plata o South American War) fueron una serie de expediciones británicas que atacaron a las colonias españolas del Río de la Plata a principios del Siglo XIX.

Estos eventos significaron la incorporación de la región a las Guerras napoleónicas, conflicto que enfrentaba a las dos potencias dominantes de la época, Inglaterra y Francia. La alianza entre España y el Primer Imperio Francés otorgaba a los vastos territorios hispanos en el Nuevo Mundo un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena Revolución industrial.

Los invasores ocuparon la ciudad de Buenos Aires en 1806 y fueron vencidos 46 días después por un ejército proveniente de Montevideo comandado por Santiago de Liniers. En 1807 una segunda expedición tomó la plaza fuerte de Montevideo y permaneció en este enclave por varios meses. Un segundo intento de ocupación de la capital del Virreinato del Río de la Plata, en ese mismo año, fue exitosamente combatido por las fuerzas defensoras, que se componía no sólo de las tropas oficiales al servicio de la corona sino también de numerosas milicias urbanas, grupos de criollos quienes se había armado y organizado militarmente.

La resistencia del pueblo y su participación activa en la defensa y la reconquista aumentó el poder y la popularidad de los líderes criollos e incrementó la influencia y el fervor de los grupos independentistas. Paralelamente, quedó en evidencia de la incapacidad de la metrópoli de defender a sus colonias en el contexto de los conflictos internacionales de la época. Estos motivos convierten a las invasiones inglesas en uno de los catalizadores de la causa emancipadora en Argentina y gran parte de Hispanoamérica.

La Revolución de Mayo de 1810, eclipsaría la importancia de las invasiones inglesas. La cultura popular argentina sólo rescata el agua y el aceite hirviendo sobre las tropas invasoras. Sin embargo, fue en el cabildo abierto del 10 de febrero de 1807 cuando por primera vez prevaleció la voluntad del pueblo americano por sobre los intereses de España, ocasión en que se resolvió la destitución del representante del rey.

Para comprender estos hechos es necesario ubicarlos en el contexto histórico al que pertenecen, ya que se relacionan directamente con el choque de intereses entre Inglaterra, España, Portugal, Francia y más tarde los Estados Unidos, en un período que se extiende desde la fundación de Colonia del Sacramento hasta el reconocimiento del Reino Unido de la independencia de Buenos Aires con la firma de un tratado de paz y comercio en 1824, luego de la declaración de la Doctrina Monroe. Estos tratados no evitarían la Invasión inglesa a las Malvinas en 1833.

Antecedentes

Principales escenarios de las invasiones inglesas.

La expansión española sobre los territorio de la cuenca del Plata fue una empresa lenta, alentada más por la necesidad de impedir que los portugueses pudieran alcanzar las riquezas del Alto Perú por vía fluvial desde el Atlántico Sur que por las posibilidades de explotación económica de una región sin minas. No sería hasta la fundación de Colonia del Sacramento, en 1680, que el Río de la Plata cobra real importancia estratégica para la economía y la política intenacional.

El Tratado de Utrecht, del 11 de abril de 1713, puso fin a la Guerra de Sucesión Española, que se había desatado en 1702 tras la muerte de Carlos II . La serie de acuerdos firmados entre las potencias europeas había otorgado a Inglaterra la concesión del envío de un barco anual a las Indias Occidentales españolas (navío de permiso) y el asiento de negros, monopolio de treinta años para el tráfico de esclavos negros con estos territorios. La reina Ana transfirió estas concesiones a la Compañía del Mar del Sur (Inglés The South Sea Company) por 7.500.000 libras para financiar la deuda que había dejado la guerra. La especulación económica que se generó alrededor del comercio con las colonias españolas en Sudamérica hizo que los títulos de la empresa se multiplicaran por nueve en el primer semestre de 1720. Esta burbuja económica conocida como la Burbuja del Mar del Sur fue una de las crisis bursátiles más devastadoras de la historia del capitalismo.

Esta institución estableció uno de sus mercados más importantes en la barranca del Retiro, en Buenos Aires. Los buques que transportaban esclavos hacia el Plata permitían el intercambio ilegal de manufacturas por los productos primarios de la región: cuero, tasajo y sebo.

La primer expedición militar británica que llegó a la región lo hizo en el marco de la Guerra de los Siete Años. En enero de 1762 España se involucró definitivamente en este conflicto entrando en guerra con Inglaterra y Portugal. En octubre del mismo año, Pedro de Cevallos reocupó Colonia del Sacramento. Poco después, una flota anglo-portuguesa compuesta por diez barcos y más de mil hombres fue enviada con la orden de tomar Buenos Aires, pero fue vencida al intentar retomar Colonia.

El Virreinato del Río de la Plata

La fundación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, fue una medida de carácter estratégico militar con fuertes implicaciones económicas. Carlos III se vio presionado por el avance portugués sobre el Río de la Plata, las sucesivas expediciones británicas y francesas sobre las costas de la Patagonia y la necesidad de blanquear las operaciones ilegales en el puerto de Buenos Aires, alentadas por el monopolio comercial que el Virreinato del Perú otorgaba a Lima.

Mientras en toda América y Europa se esparcían las influyentes ideas relacionadas a la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y las políticas liberales del gobierno del Reino Unido, España continuaba con su política colonial conservadora. Dado que España prácticamente carecía de factorías, era incapaz de absorber los productos procedentes de sus colonias, desfavoreciendo así al desarrollo económico de los virreinatos americanos. El principal interés estaba colocado sobre la extracción de metales preciosos, con los cuales la metrópoli financiaba sus guerras y alianzas. En cambio, Inglaterra transitaba el camino hacia la industrialización y por tanto crecía allí la demanda de productos primarios. Dada las numerosas restricciones aduaneras que se imponían en los puertos sudamericanos y la inexistencia de actividad minera en la región del Plata, el contrabando se convirtió rápidamente en la base del comercio de una región cuya actividad económica principal era la ganadería.

La supresión del monopolio del tráfico de Indias en 1778 que había privilegiado hasta entonces a la Casa de Contratación de Indias de Sevilla y posteriormente Cádiz, por un lado intentó destruir por completo la plaza comercial portuguesa de Colonia del Sacramento, tras el resultado incierto de la ocupación española en el mismo año de su fundación. Por otro lado, si bien esta medida no logró contener el contrabando, sería un antecendente para el crecimiento económico de la capital virreinal: sólo entre 1800 y 1807, los ingresos del Cabildo se multiplicaron por 14.

En 1797, por orden de Carlos IV, el virrey Antonio Olaguer y Feliú autorizó el comercio con países neutrales, debido a las dificultades en el comercio con España a causa de las hostilidades crecientes en Europa y al creciente dominio inglés de los mares. Esto ubicó al Río de la Plata en las rutas del comercio internacional, atrayendo numerosas naves estadounidenses e impulsando el aumento de la presencia británica en la economía porteña. De manera intermitente, el comercio con Gran Bretaña pasaba de la legalidad a la clandestinidad, de acuerdo a las relaciones cambiantes entre la península y aquella nación. Las autoridades virreinales, en ocasiones, fomentaron este tipo de actividad en lugar de prevenirla mediante funcionarios corruptos. Este comercio contribuyó al surgimiento de la élite de comerciantes porteños que pronto enviaron a sus hijos a estudiar a Europa, desde donde traían ideas revolucionarias.

Las Guerras Napoleónicas

Batalla de Trafalgar, J. M. W. Turner (1806)

La llegada al poder de Napoleón en 1799 y su proclamación como Emperador en 1804 alteró las relaciones internacionales y renovó la alianza española con Francia. La presión de Napoleón sobre Carlos IV vio como fruto la restitución de Manuel de Godoy en el poder, quien declaró en 1802 la guerra al reino de Portugal, principal aliado del Reino Unido en el continente. La batalla de Trafalgar, en 1805, puso de manifiesto el fin de tres siglos de supremacía naval de la Armada Invencible, lugar que pasaría a ocupar la flota británica. Asimismo, este resultado minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio.

Las guerras napoleónicas también repercutieron en el Plata. Desde los inicios de la Conquista de América, Inglaterra se había interesado en las riquezas de la región.

La Paz de Basilea, en 1795, puso fin a la guerra entre España y la Revolución francesa. En 1796, por el Tratado de San Ildefonso, España se alió con Francia, que estaba en guerra con Inglaterra, abriendo así la brecha que justificaría la actuación militar de Gran Bretaña, que buscaba obtener mayor influencia sobre las colonias españolas.

El bloqueo continental napoleónico

A comienzos del siglo XIX el Reino Unido se encontraba en plena revolución industrial, lo que la convertía en la economía más productiva de toda Europa, posicionándose con fuerza como exportadora de productos manufacturados. Poco menos de la mitad de estos productos tenían como destino el mercado europeo continental. Tras el rotundo fracaso militar que significó para Francia y España la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, Napoleón Bonaparte optó por la estrategia de la guerra económica.

En noviembre de 1806, poco después de que Francia conquistara o se aliara con cada una de las potencias del continente, desde la Península Ibérica hasta Rusia, Napoleón promulgó el Decreto de Berlín, prohibiendo a sus aliados y a los países conquistados cualquier tipo de relación comercial con Gran Bretaña. Esta medida volvió a alentar las necesidades del Reino Unido de consolidar y asegurar sus intereses en el Nuevo Mundo.

Política británica en relación a Sudamérica

William Pitt, primer ministro del Reino Unido.

En 1711, el gobernador de las Bermudas envía una carta al ministro Robert Harley, conde de Oxford, diciéndole que “el Río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa”[1]​. A partir de entonces, una serie de planes de ocupar Buenos Aires y otras ciudades sudamericanas fueron propuestos, pero se vieron frustrados por diversas circunstancias.

El fin de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, en 1783, tuvo un gran impacto en Gran Bretaña. En ese mismo año, William Pitt el Joven asumió como Primer Ministro del Reino Unido. Bajo su administración, que coincidió con los inicios de la Revolución Industrial, Pitt apuntó a la consolidación del comercio exterior y en lugar de buscar nuevas colonias procuró abrir nuevos mercados. Esta política se veía severamente perjudicada por las trabas que imponía España y las alianzas cambiantes entre las potencias europeas. Por lo tanto, la independencia de las colonias españolas en América pasó a ser un tema central de la administración Pitt.

En 1789 la guerra entre Gran Bretaña y España parecía inminente tras el incidente del Estrecho de Nutka. El revolucionario venezolano Francisco de Miranda aprovechó la ocasión para presentarse ante Pitt con su propuesta para liberar la América Hispana. Miranda soñaba con emancipar los territorios del Nuevo Mundo bajo dominio portugués y español y convertirlos en un gran imperio independiente gobernado por un descendiente de la Casa de los Incas. El plan presentado en Londres solicitaba la asistencia del Reino Unido y los Estados Unidos para ocupar militarmente las principales ciudades sudamericanas, asegurando que el pueblo recibiría a los británicos cordialmente y que se apresurarían a organizar gobiernos soberanos. A cambio, de esta ayuda, el Reino Unido obtendría los beneficios del intercambio comercial sin restricciones y el usufructo del Istmo de Panamá, con el fin de construir un canal para el paso de navíos. Pitt aceptó la propuesta y comenzó a organizar la expedición.

Francisco de Miranda.

La Convención de Nutka en 1790, puso fin a las hostilidades, con lo cual la misión fue cancelada. Según los términos de este tratado, el Reino Unido reconocía la soberanía hispana en los archipiélagos del Atlántico Sur próximos al continente americano a cambio de asentarse en la Isla de Quadra y Vancouver. Así, los colonos británicos que se habían establecido hacía unos años en en las Islas Malvinas abandonaron el archipiélago.

En 1796 el gabinete de Pitt elaboró un nuevo plan de intervención en Sudamérica en respuesta a la decisión de España de aliarse a Francia. Pero la pérdida de Rusia y de Austria como aliados puso a Gran Bretaña en una situación más comprometida frente a los inminentes ataques de las flotas navales francesa, española y holandesa, por lo que el proyecto tuvo que ser abandonado.

El 5 de octubre de 1804, cuatro buques británicos interceptaron en las proximidades de Cádiz a una flota española de cuatro fragatas cargadas con oro y plata del Alto Perú. El botín, valuado en unos dos millones de libras fue enviado a Londres. En este contexto, Pitt dio a conocer el plan de Miranda al comodoro Sir Home Popham, quien se convertiría en un entusiasta del asunto de Sudamérica. El 14 de octubre, Popham y Miranda presentaron a Pitt un memorándum que contenía detalles específicos para liberar Sudamérica y del cual Popham se valdría en 1806 para solicitar tropas para atacar Buenos Aires.

Ante la indecisión de Pitt para autorizar un ataque al Río de la Plata, a mediados de 1805 Popham se alistó en una expedición que tenía como objetivo la captura del Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África. Pitt le ordenó abandonar el plan de conquista de América del Sur por el momento.

Primera Invasión inglesa a Buenos Aires

La Plaza de Mayo fue tomada por las tropas inglesas en 1806

Hacia fines de 1805 la idea de una posible invasión inglesa ya recorría Buenos Aires. Esta capital sudamericana, con sus 45.000 habitantes, era uno de los puertos más prósperos del Nuevo Mundo (Nueva York, la ciudad más grande por entonces en la América anglosajona, contaba con unos 85.000 habitantes). El virrey Rafael de Sobremonte había solicitado refuerzos militares a España en varias oportunidades. Los cuerpos militares del virreinato habían sufrido muchas bajas en los últimos tiempos, en particular, durante la sublevación indígena liderada por Tupac Amaru. Sin embargo la única respuesta que obtuvo fueron unos cuantos cañones y la sugerencia de armar al pueblo para la defensa. Pero el virrey entendía que darle armas a los criollos, muchos de ellos influenciados por ideas revolucionarias, era una estrategia peligrosa para los intereses de la corona.

Sobremonte recibió noticias de que una flota británica se había aprovisionado en el puerto de Bahía, Brasil, en el mes de diciembre. Siguiendo las medidas estipuladas por la corona, organizó las escasas tropas virreinales para la defensa del estratégico puerto de Montevideo, el cual poseía suficiente calado para permitir la entrada de buques de guerra, lo que lo convertía en la plaza militar más importante sobre el Río de la Plata. El marino francés Santiago de Liniers, al servicio de la corona española, recibió la orden de armar una flota para resguardar las costas y asegurar la libre navegación entre Montevideo y Buenos Aires y fue designado comandante del puerto de Ensenada de Barragán, a unos 70km al sur de Buenos Aires. Liniers había sido enviado al virreinato en 1788 como Capitán de Puerto. Era hermano del Marqués de Liniers, poderoso comerciante francés en Buenos Aires, y ambos pertenecían al grupo de porteños que simpatizaban con Francia.[2]

El 19 de enero de 1806, el teniente-general Sir David Baird vuelve a capturar para la Corona Británica la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza con la misma flota que causó alarma en el Río de la Plata. Por esos días Napoleón triunfa en las batallas de Jena y Auerstaedt, lo que consolidaría a Francia como la potencia hegemónica en Europa.

Popham mantenía contacto con comerciantes establecidos en Buenos Aires, entre ellos William White, a quien debía una importante suma de dinero. El 28 de marzo llegó al Cabo desde Buenos Aires el barco negrero Elizabeth que habría traído una carta de White en la que este indicaba que se encontraba en la ciudad un tesoro de más de un millón de pesos provenientes de Potosí listo para ser enviado a España, con el cual Popham podría saldar su deuda. El comodoro intentó persuadir a Baird para que le brindara su apoyo para tomar el Río de la Plata, valiéndose de varios argumentos y asegurando que recibirían el apoyo de la población local, pero el general no accedió.

Baird se encontraba en una posición incómoda, lo que explicaría por qué le otorgó a Popham el Regimiento 71 escocés, uno de los cuerpos más sólidos del ejército del Reino Unido, para una misión que no había sido aprobada oficialmente. Por un lado, los gobernadores de colonias remotas tenían el poder de decidir acciones militares de urgencia. Por otro lado, la ley británica establecía porcentajes de los botines de guerra que eran entregados a los participantes, en particular, los militares de alto rango podían recibir importantes sumas. Además, si la expedición partía sin la ayuda de Baird y fracasaba, Popham podría acusar a Baird ante un tribunal de guerra.

El 14 de abril, la flota británica cruzó el Atlántico, en dirección al Río de la Plata. Baird nombra general al coronel William Carr Beresford para que liderase el ataque a Buenos Aires. La escuadra llegó a Santa Elena el 29 de abril, y Popham logró que el gobernador de la isla le prestara 280 soldados para su misión, y envía una carta a Londres, dando a conocer los motivos por los cuales se dirigía a Sudamérica y basa sus argumentos en el memorándum de 1804. Lo que Popham desconocía era que Pitt había muerto recientemente y que en su lugar había asumido William Wyndham Grenville, del partido opositor Whig.

La flota fue avistada frente a Montevideo el 8 de junio. El 24 de junio Beresford amagó un desembarco en Ensenada, realizando maniobras frente a Punta Lara y abriendo fuego contra las fortificaciones.

Manuel Belgrano

El 25 de junio una fuerza de unos 1.600 hombres al mando de Beresford, entre ellos el Regimiento 71, desembarcó en las costas de Quilmes y avanzó prácticamente sin oposición hacia el Riachuelo. El 27 de junio las autoridades virreinales aceptaron la intimación de Beresford y entregaron Buenos Aires a los británicos. En la tarde de este mismo día, las tropas británicas desfilaron por la plaza mayor (la actual Plaza de Mayo) y enarbolaron la bandera del Reino Unido, que permanecería allí por 46 días.

Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Buenos Aires (y de todo el virreinato) y Capitán Honorario de Milicias Urbanas, manifestó la necesidad de reubicar el Consulado en el lugar en donde el virrey estuviese y se dirigió ante Beresford a presentar la solicitud. Mientras tanto, los demás miembros del Consulado juraron el reconocimiento a la dominación británica. Belgrano prefirió retirarse "casi fugado", según sus propias palabras, a la banda oriental del Río de la Plata, a vivir en la capilla de Mercedes, dejando en claro su postura al pronunciar su célebre frase: "Queremos al antiguo amo o a ninguno".

El virrey abandonó la capital y huyó a Córdoba junto con la preciada plata de Potosí, el oro de su propiedad y unos 1.200 hombres. Beresford demandó la entrega de los caudales del estado y advirtió a los comerciantes porteños que en caso contrario la suma la pagarían de sus bolsillos. Éstos no dudaron en interceptar la huida del representante de la corona en las cercanías de la ciudad de Luján, presionarlo y luego obligarlo a entregar el tesoro a la patrulla inglesa. El 14 de julio Sobremonte declaró a Córdoba la capital provisoria del virreinato. Asimismo, instó a que se desobedecieran todas las órdenes provenientes de Buenos Aires mientras durara la ocupación.

La reconquista de Buenos Aires

Los porteños estaban, en general, descontentos con la metrópoli, y por tanto, en un primer momento los británicos fueron recibidos con entusiasmo. Sin embargo, los grupos partidarios de la independencia reconocieron la amenaza latente en la ayuda británica. La ocupación era la excusa perfecta para establecer el dominio que el Reino Unido anhelaba sobre la región. Una de las primeras medidas que tomó Beresford fue decretar la libertad de comercio y de reducción de aranceles. Ante sospechas de que los ocupantes intentaban convertir al Plata en una colonia británica, se sumaron a los grupos que preparaban una rebelión.

Reconstrucción del Cabildo (1940), que domina la Plaza de Mayo como lo hiciera en el tiempo de las invasiones el edificio original, que contaba con seis arcos laterales adicionales.

Ante la inmovilidad de las autoridades virreinales, los vecinos de la ciudad, criollos y españoles por igual, comenzaron a armarse para defenderse por sus propias manos. Se organizaron varios grupos clandestinos que planeaban atacar el fuerte, residencia temporal de Beresford, con explosivos caseros. Estos movimientos (Húsares, Patricios, Arribeños, Montañeses, Patriotas de la Unión , Migueletes, Granaderos Provinciales, Indios, Pardos y Morenos) tuvieron el apoyo de los monopolistas, entre ellos Martín de Álzaga, que se veían severamente perjudicados con el libre comercio decretado por el representante de Jorge III de Inglaterra (y que fuera aprobado por este soberano cuando los británicos ya no gobernaban sobre el Rio de la Plata). Antes de que los rebeldes porteños pudieran llevar a cabo su plan, Liniers y su tropa arribaron a Buenos Aires.

Mientras tanto, los caciques pampas y tehuelches se presentaron en Córdoba ante Sobremonte para ofrecer hasta 20.000 hombres para la reconquista de la capital. Si bien la oferta fue rechazada, la colaboración de los indios permitió contar con los cuerpos fronterizos para el contraataque.

Liniers abandonó su posición en Ensenada y cruzó el Plata para organizar las tropas para la reconquista. Desde Montevideo, y con la ayuda de Ruiz Huidobro, gobernador de la ribera oriental, el francés organizó un ejército que partió hacia Buenos Aires para la reconquista. Avanzando desde el Tigre, se sumaron a este ejército miles de hombres entusiasmados.

El 1 de agosto Una guerrilla amparada por Álzaga en una quinta en las afueras del casco urbano, dirigida por el criollo de ascendencia francesa Juan Martín de Pueyrredón, fue derrotada por una fuerza inglesa de 550 hombres.

El 12 de agosto, Liniers avanzó sobre la ciudad desatando una batalla campal en distintas calles de Buenos Aires, hasta acorralar a los británicos en el Fuerte de la ciudad. Beresford firmó la capitulación el 20 de agosto, en la que se acordaba el intercambio de prisioneros entre ambos bandos. Temiendo un segundo ataque, el Cabildo presionó para que los prisioneros británicos fueran enviados al interior, anulando así los términos de la rendición.

Retomada la ciudad, la Real Audiencia de Buenos Aires asumió el gobierno civil y decidió entregarle la Capitanía General a Liniers. Asimismo, la corona española le agregó el título "La muy fiel y reconquistadora" a la ciudad de Montevideo y en el escudo de dicha ciudad se agragaron banderas inglesas caídas, indicando la derrota de los británicos frente a Montevideo.

Popham fue sentenciado por una corte marcial británica por haber abandonado su misión en Cabo de Buena Esperanza. Sin embargo, la ciudad de Londres le otorgaría luego una espada de honor por sus esfuerzos por abrir nuevos mercados, y así, la sentencia nunca llegó a afectarlo.

Las milicias urbanas

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Santiago de Liniers y Bremond, nombrado virrey interino, gobernador y capitan general del Río de la Plata, organizó las milicias urbanas que defendieron Buenos Aires en 1807
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Juan Martín de Pueyrredón, líder del primer escuadrón de Húsares, quien sería designado Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata

Tras la capitulación de Beresford y ante la posibilidad de una nueva invasión, Liniers emitió un comunicado, materializado en una primera proclama, sobre la creación de diversos cuerpos urbanos, y una segunda orden, convocando a las milicias urbanas, instando al pueblo a organizarse en cuerpos separados según su origen. Prácticamente cada ciudadano se convirtió en un miliciano. Estas nuevas milicias se organizaron en diferentes cuerpos y regimientos. El Comandante General de Armas logró agrupar una fuerza popular a la que se le sumaban las tropas virreynales, de menor tamaño, formando un ejército de infantería, caballería y artilleros:

Infantería

  • Regimiento de Patricios o Legión Patricia, de tres batallones formados por los nacidos en Buenos Aires, mayormente pobres y liderada por Cornelio de Saavedra y que contaba con Manuel Belgrano como sargento mayor.
  • Cuerpo de Arribeños, formado por peones provenientes de las provincias del interior, liderado por Juan Bautista Bustos.
  • Compañía de Granaderos de Infantería o Provinciales, cuerpo colonial posteriormente denominado de Fernando VII, dirgidos por Juan Florencio Terrada.
  • Tercio de Montañeses o Cántabros de la Amistad, originarios de Cantabria, al mando del coronel Pedro Andrés García.
  • Cuerpo de Asturianos y Vizcaínos
  • Cazadores Correntinos, bajo el mando de Juan José Fernández Blanco.
  • Tercio de Gallegos o de Voluntarios Urbanos de Galicia.
  • Tercio de Andaluces
  • Tercios de Miñones o Catalanes
  • Cuerpos de Indios, Pardos y Morenos.
  • Batallón de Naturales

Caballería

  • Los Húsares de Pueyrredón, regimiento de caballería al mando de Pueyrredón, que participaría luego en la guerra de independencia bajo del nombre Húsares de la Patria.
  • Segundo Escuadrón de Húsares o Húsares de Vivas
  • Tercer Escuadrón de Húsares o Húsares de Núñez
  • Escuadrón de Caballería de Carlos IV
  • Regimiento de Caballería de Blandengues de la Patria, cuerpos de caballería para la defensa de las fronteras interiores asediadas por los indios.
  • Escuadrón de Migueletes
  • Escuadrón de Quinteros y Labradores


Artillería

  • Cuerpo de voluntarios de Patriotas de La Unión
  • Compañía de Artillería de Indios, Pardos y Morenos, formada por indios y esclavos.


La creación de estas fuerzas paralelas al ejército regular imperial causó desconfianza en las autoridades españolas dado que la militarización trajo como consecuencia la politización y permitió que los líderes milicianos obtuvieran poder y popularidad dentro de la sociedad rioplatense.

Invasión inglesa a la Banda Oriental

En julio de 1806, el almirante Sir Charles Stirling, que había participado de la Batalla del Cabo Finisterre, fue designado comandante del navío HMS Sampson con la orden de transportar las tropas del general Samuel Auchmuty a Buenos Aires para brindar soporte a Popham. Recién el 22 de septiembre, el gobierno británico resuelve por primera vez la conquista de Montevideo y Buenos Aires. Pocos días después, arribó a Londres el botín obtenido durante la primera invasión, que fue paseado en carretas por la ciudad y festejado por sus habitantes.

Mientras tanto, Popham merodeaba las costas del Plata en espera de refuerzos. Finalmente en el mes de octubre, llegaron al comando del teniente coronel Backhome los 1.400 hombres del regimiento 47 de infantería, provenientes del Cabo de Buena Esperanza. Tras un leve bombardeo a Montevideo, Popham decide atacar Maldonado. Esta población contaba con escasas fortificaciones y tan sólo unos 250 hombres, destinados al resguardo de lo que por entonces era la frontera entre los dominios españoles y portugueses. El 29 de octubre, los británicos desembarcaron en Maldonado y en la isla de Gorriti y al cabo de 3 días tomaron control de ambos enclaves. Los soldados españoles que resistieron este ataque fueron apresados y reclutados a la Isla de Lobos. Mientras tanto, los soldados británicos saquearon Maldonado y apresaron a sus habitantes. El coronel Vasall fue nombrado gobernador, quien liberó a la población cautiva y devolvió al pueblo algunos de los objetos robados durante el saqueo inicial. Las tropas inglesas tuvieron que enfrentar en varias oportunidades a las fuerzas enviadas desde la capital de la banda oriental.

Reconstrucción de la Puerta de la Ciudadela de Montevideo, que comunicaba la ciudad con la fortaleza.

El 5 de enero de 1807, Auchmuty llegó al Río de la Plata con una expedición oficial de 4.300 hombres. Por entonces, Sobremonte había llegado a Montevideo con una fuerza de caballería de 2.500 cordobeses. Sin embargo, el Cabildo de esta ciudad impidió la entrada del virrey y puso en manos de Ruiz Huidobro la defensa. El 14 de enero se apostó frente a Montevideo una escuadra inglesa de 100 velas repletas de manufacturas británicas y que ahora contaba con casi 6.000 hombres al mando del vicealmirante Stirling (que venía a reemplazar a Popham). El 16 de enero, Auchmuty desembarcó a 10 kilómetros de Montevideo, muy cerca del sitio en el que se apostaba la fuerza de Sobremonte, quien luego de pedir fuerzas a la plaza abandonó la batalla.

Ruiz Huidobro contaba con una guarnición de tan sólo 3.000 hombres que salieron a resistir el ataque de manera desorganizada mientras el gobernador solicitaba el auxilio de Buenos Aires. El 2 de febrero los británicos lograron abrir una brecha a través del portón de San Juan, una de las dos puertas de acceso a la ciudad. A partir de entonces, la población participó activamente en la defensa de la plaza, y se produjeron numerosas bajas. Finalmente el 3 de febrero, la operación conjunta de infantería y de marina británica logró ocupar la ciudad. Liniers había decidido cruzar el río con unos 3.000 milicianos cuando ya era tarde, por lo que debió volver a Buenos Aires.

Auchmuty ordenó la creación del periódico The Southern Star o La Estrella del Sud para que se distribuyera en Montevideo y también en Buenos Aires, no sólo con el fin de transmitir noticias sino también de servir de medio de comunicación de artículos propagandísticos en favor de la ocupación.

Muralla de Colonia del Sacramento (Uruguay)

Temiendo que las fuerzas españolas llegaran a Montevideo vía Colonia del Sacramento, Auchmuty encargó al coronel Denis Pack la toma de aquel pueblo fortificado, de unos 2.800 habitantes. Pack ocupó esta plaza, prácticamente sin oposición en el mes de marzo. Al tomar conocimiento de estos hechos, Liniers envió al recién llegado de España coronel Francisco Javier de Elío a recuperar Colonia. Elío tomó por sorpresa a las fuerzas de Pack el 22 de abril, pero el ataque fue rechazado y la flota de Elío se retiró y sentó campamento cerca de la desembocadura del arroyo San Pedro. Pack pidió refuerzos a Montevideo y atacó el campamento de Elío el 7 de junio. Los españoles sufrieron unas 120 bajas y la mayoría de los hombres se dispersaron. Elío se vio forzado a regresar a Buenos Aires.

Durante los meses de ocupación, a pesar de los esfuerzos del Consulado, las mercaderías inglesas comenzaron a contrabandearse libremente desde Montevideo. Las mercaderías llegaban a Buenos Aires vía Quilmes y Ensenada, a Santa Fe por el Río Paraná y de allí hacia todo el virreinato. También por tierra y por mar los productos británicos llegaban al Brasil. La Audiencia intentó persuadir a los contrabandistas imponiendo duras penas, que nunca fueron llevadas a la práctica. Los mismos comerciantes montevideanos pidieron al virrey que la ciudad no fuera sitiada para favorecer el intercambio comercial.

Segunda Invasión inglesa a Buenos Aires

El 5 de febrero llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de Montevideo. Al conocerse la actuación del virrey, se avivaron las protestas públicas y las pintadas en contra del representante de la Corona. El 10 de febrero, el Cabildo porteño en Junta de Guerra presionó a la Real Audiencia y decretó en un hecho sin precedentes, la destitución de Sobremonte, su detención, y la designación de Liniers en su lugar. Las autoridades españolas entendieron que lo ocurrido en Buenos Aires podía servir de ejemplo para los vasallos del resto de los virreinatos americanos. Para evitar que trascendiera el hecho de que por voluntad del pueblo se había destituido a un virrey, la Audiencia enmarcó los hechos dentro del ámbito jurídico colonial, comunicando que Sobremonte había renunciado al cargo por cuestiones de salud.

Asimismo, la Junta ordenó el envío de Beresford (preso en Luján) a Catamarca ya que éste mantenía contacto con grupos criollos promotores de la ideas independentistas. Sin embargo, los oficiales que transladaban a Beresford fueron interceptados en las cercanías de Arrecifes por un grupo de criollos, entre ellos Saturnino Rodriguez Peña y Manuel Aniceto Padilla. Los criollos mantuvieron oculto al general inglés hasta que fue clandestinamente embarcado en el puerto de Buenos Aires el navío HMS Charwell enviado por desde Montevideo con mensajes para las autoridades. El objetivo de esta misión era negociar la rendición de Buenos Aires para evitar una batalla sangrienta. Sin haber llegado un acuerdo, Beresford rechazó la oferta de comandar la expedición a la capital virreinal y se embarcó hacia Londres. Este general ocuparía la isla Madeira ese mismo año y se convertiría en su gobernador. Más adelante tendría un papel prominente en la Guerra de la Independencia Española.

John Whitelocke, publicada en 1808

En los primeros días del mes de marzo, el HMS Thisbe partió de Inglaterra hacia Montevideo con el teniente general John Whitelocke , nombrado comandante de las fuerzas británicas en el Río de la Plata, con la orden del gobierno británico de capturar Buenos Aires. Whitelocke llegó a Montevideo el 10 de mayo y tomó comando general. Poco tiempo después, la flota al mando del general Robert Craufurd llegó desde El Cabo con 5.000 hombres. El 17 de junio el formidable ejército de Whitelocke, compuesto de unos 11.000 hombres, partió rumbo a Colonia. El 28 de junio los británicos desembarcaron en Ensenada y luego de desbaratar a una fuerza local muy inferior en número sitiaron la capital el 4 de julio. Mientras tanto, había llegado al virreinato la resolución de la corte española declarando a Ruiz Huidobro virrey interino. Sin embargo, el gobernador había sido embarcado hacia Londres luego de la caída de Montevideo. Por lo tanto, Liniers, siendo el militar de mayor rango presente fue nombrado virrey del Plata por la Audiencia.

El ejército británico avanzó con dificultades los 50 kilómetros que separaban el lugar escogido para el desembarco y la capital. El ejército del flamante virrey interceptó el primer avance del enemigo cerca de Miserere, pero el grupo comandado por Craufurd logró dividir y hacer retroceder a los hombres de Liniers. Al caer la noche, el combate cesó y muchos milicianos se retiraron a sus casas.

Por su parte, el alcalde de Buenos Aires, Martín de Álzaga ordenó montar barricadas, pozos y trincheras en las diferentes calles de la ciudad por las que el enemigo podría ingresar. En la mañana del 5 de julio, la totalidad del ejército británico volvió a reunirse en Miserere. Confiado de la supremacía de su ejército, Whitelocke dio la orden de ingresar a la ciudad en 12 columnas que se dirigirían separadamente hacia el fuerte y Retiro por distintas calles. Sin embargo, los invasores se enfrentaban a un Buenos Aires muy diferente al que se había rendido ante Beresford. Según cuenta la tradición popular, los vecinos arrojaron piedras y aceite hirviendo sobre las cabezas de los invasores. Lo cierto es que Liniers había logrado reunir un ejército de 9.000 milicianos, apostados distintos puntos de la ciudad. El avance de las columas se vio severamente entorpecido por las defensas montadas, el fuego permanente desde el interior de las casas y desinteligencias y malos entendidos entre los comandantes británicos. Whitelocke vio como sus hombres eran embestidos en cada esquina. Mediante la lucha callejera, los vecinos de Buenos Aires superaron la disciplina de las tropas británicas. Tras una encarnizada lucha, Whitelocke perdió más de la mitad de sus hombres entre bajas y prisioneros.

Cuando la mayoría de las columnas habían caído, Liniers pidió la rendición. Craufurd, atrincherado en la iglesia de Santo Domingo, rechazó la oferta y la lucha se extendió hasta pasadas las tres de la tarde. Whitelock recibió las condiciones de la capitulación hacia las seis de la tarde ese mismo día. El 7 de julio se comunicó la aceptación de la capitulación propuesta por Liniers y que por pedido de Álzaga, daba dos meses para abandonar Montevideo. Las tropas británicas se retiraron de Buenos Aires y abandonarían la banda oriental recién el 9 de septiembre.

De regreso al Reino Unido, una corte marcial encontró a Whitelock culpable de todos los cargos excepto uno y fue removido de su función, al declarársele incapaz de servir a la Corona inglesa. Uno de los factores determinantes para esta decisión, fue el hecho que que el general hubiera aceptado la devolución de Montevideo dentro de los términos de la rendición.

Los cuerpos de los caídos de ambos bandos durante las invasiones inglesas a Buenos Aires aun no han sido hallados.[3]

Consecuencias

El Imperio Español retuvo la posesión del Virreinato del Río de la Plata gracias a la acción de grupos de milicias voluntarias urbanas. La voluntad del pueblo jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor. La resistencia del pueblo y su participación activa en la defensa y la reconquista, junto con la puesta en evidencia de la incapacidad de la metrópoli de defender sus colonias, convierten a estos eventos en un catalizadores del camino hacia la independencia de los territorios sudamericanos bajo dominio español.

Es importante entender la posición de Sobremonte, quien sería recordado como un funcionario inepto y cobarde. El virrey estaba al tanto de la existencia de grupos independentistas en Buenos Aires. También era consciente de la vulnerabilidad del Río de la Plata, ya que en numerosas ocasiones había solicitado refuerzos a España. Por otro lado, entendía que armar al pueblo para la defensa implicaba la entrega de poder a los criollos.[4]​. La huida a Córdoba con el tesoro, puede considerarse una estrategia apropiada, dado que era eso mismo lo que Popham había ido a buscar. Sin embargo, debido a la presión de los representantes del Cabildo, en su mayoría comerciantes acaudalados, Sobremonte se vio forzado a entregar los fondos públicos a Beresford. [5]​ De regreso a España, el marqués compareció ante un consejo de guerra celebrado en Cádiz en 1813 que lo absolvió de todos los cargos. Además, recibió el pago de sus sueldos atrasados, fue ascendido a mariscal de campo y nombrado consejero de Indias.[6]

A pesar del fracaso militar de la invasión, el Reino Unido logró con el correr de los años uno de los objetivos principales de estas expediciones: la influencia comercial sobre la región.

Véase también

Referencias

Enlaces externos

Pie de página

  1. Carlos Roberts, p.44
  2. Klaus Gallo, p.18
  3. *Emilse y Marta Echeverría. 2006. ¿Dónde descansan los muertos británicos? Invasiones Inglesas 1806-1807. Macchi Ed., 412 pp.
  4. Carlos Roberts, p.101
  5. Carlos Roberts p.153
  6. Felipe Pigna, p.188