Ir al contenido

Diferencia entre revisiones de «Pueblos indígenas de Argentina»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
→‎Historia: Ortografía corregida
Etiqueta: Edición vía aplic. móvil
Línea 23: Línea 23:
Pedro NAVARRO FLORIA: [http://www.ub.es/geocrit/sn-51.htm «Un país sin indios: la imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía naciente del Estado Argentino»], en ''Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona'', n.º&nbsp;51, noviembre de 1999. ISSN 1138-9788.</ref>
Pedro NAVARRO FLORIA: [http://www.ub.es/geocrit/sn-51.htm «Un país sin indios: la imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía naciente del Estado Argentino»], en ''Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona'', n.º&nbsp;51, noviembre de 1999. ISSN 1138-9788.</ref>


== Historia ==
== Histor ==
=== Los indígenas en la región pampeana y la Patagonia ===
=== Los indígenas en la región pampeana y la Patagonia ===



Revisión del 22:00 30 jun 2016

Distribución de la población indígena de Argentina.

Los indígenas de Argentina son el conjunto de pueblos amerindios que ya habitaban el territorio actual de Argentina al momento de su descubrimiento por los europeos en el siglo XVI,[1]​ así como también sus descendientes actuales y pasados -mixogenizados o no con no indígenas- y aquellos de iguales condiciones que migraron hacia el territorio argentino a partir de ese momento. Estos pueblos o individuos son identificados como indígenas, aborígenes u originarios, términos que han desplazado mayormente al de indios. Las personas que en el censo de 2010 se consideraron a sí mismas como indígenas o descendientes de ellos fueron 955 032[2]​ constituyendo alrededor del 2,38 % de la población total del país. La Constitución Nacional Argentina establece desde 1994 en su art. 75 inc. 17 que corresponde al Congreso Nacional Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.[3]

Introducción

El poblamiento humano del actual territorio de Argentina tiene una antigüedad de hasta 12 890 ± 90 A.P. de acuerdo a los hallazgos de Piedra Museo, en la región patagónica.[4]​ Con posterioridad se formaron tres ecorregiones indígenas con diferencias muy marcadas: en el cuadrante del noroeste andino se establecieron culturas agroalfareras emparentadas con la civilización andina y una parte de ellas llegó a formar parte del Imperio incaico; en el cuadrante nordeste se establecieron culturas agroalfareras relacionadas con la familia tupí-guaraní; en la pampa y la Patagonia se establecieron culturas nómadas (que no tenían una etnogénesis común ya que pertenecían y pertenecen a familias lingüísticas diversas).

Durante la conquista europea las culturas indígenas que habitaban el actual territorio argentino experimentaron destinos diversos. Por un lado las culturas pampeanas y patagónicas así como las que habitaban el Gran Chaco resistieron la conquista española y posterior aculturación y nunca estuvieron bajo su dominación directa. Distinta fue la situación que se dio en el cuadrante noroeste ya que la colonización española estableció sus principales centros de población y producción sobre la base de trabajo encomendado de los indios, en tanto que las naciones indígenas protagonizaron grandes guerras e insurrecciones contra los españoles. El cuadrante noreste se caracterizó por el establecimiento de las misiones jesuiticas de los pueblos guaraníes que conformaron un tipo completamente original de sociedades indígena-cristiana autónomas de la Monarquía Hispánica que se enfrentaron incluso a las tropas conjuntas de España y Portugal en la llamada Guerra guaranitica, y que fueron finalmente disueltas por la Corona Española en 1767.

Todas las naciones indígenas sufrieron también el colapso demográfico que afectó a todos los pueblos indígenas americanos, y que fue en gran medida consecuencia de las enfermedades introducidas por los europeos. Se estima que a la llegada de los españoles, había entre 0,4 y 2 millones de aborígenes de Argentina, asentados y agrupados en los valles más fértiles del Noroeste argentino y, en menor grado, en las orillas de los grandes ríos del litoral argentino. El resto del extenso territorio tuvo una densidad demográfica inferior a menos de 1 hab/km² (un habitante por kilómetro cuadrado).[5]​ Las fuentes más alcistas llegan a 1,5 millones y las más bajas a 0,3 millones de personas.[6]

Una vez que las Provincias Unidas en Sud América se constituyeron como estado independiente en 1816 y después su continuadora, la República Argentina, en 1826, se inició un proceso de conquista de los territorios ocupados por los pueblos originarios que no habían sido dominados por el Imperio español, especialmente en la pampa, la Patagonia y el Gran Chaco. Estas guerras contra el indio, tuvieron su punto más alto en la llamada Conquista del Desierto de 1880 en la que fueron derrotadas las etnias Mapuche y Ranquel, y le permitieron a la Argentina controlar efectivamente amplios territorios.

Los datos definitivos de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) realizada en 2004-2005 destacan la existencia de 30 pueblos indígenas en la Argentina, integrados por 955 032 individuos (940 363 que se autorreconocen pertenecientes a algún pueblo aborigen más el resto que no pertenecen pero son descendientes en primera generación de un pueblo aborigen) equivalente a aproximadamente el 2,38% de la población total.[7]​ Ello sin perjuicio de se ha estimado que casi el 60% de la población argentina tiene al menos un antepasado indígena, aunque en la mayoría de los casos se ha perdido la memoria familiar de esa pertenencia. Todas las culturas indígenas han sido afectadas por un proceso deliberado de invisibilización, promovido desde el Estado, desde la segunda mitad del siglo XIX.[8]

Histor

Los indígenas en la región pampeana y la Patagonia

La Patagonia posee los registros más antiguos de la presencia humana en el territorio argentino, en la localdad de Piedra Museo, Provincia de Santa Cruz, 13 000 años a. C..,[4]​ aparentemente relacionada también con la posible presencia humana mucho más antigua aún detectada en el sur chileno, en el área de Monte Verde, 33 000 años a. C..[9]​ Estos descubrimientos no solo han puesto en crisis la teoría del poblamiento tardío y la llegada por Beringia, sino que sugieren una corriente pobladora de entrada al actual territorio argentino a través de la Patagonia y el extremo sur chileno.

Otro remoto asentamiento fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de Santa Cruz, con restos que datan de 10 500 años adC. Hace 9000 años surgió la industria Toldense, caracterizada por puntas de proyectil subtriangulares bifaciales y raspadores laterales y terminales, cuchillos bifaciales y herramientas de hueso.

Estos primeros habitantes del territorio argentino cazaban milodones (con el cuerpo parecido a un gran oso aunque con cabeza semejante a la de un camello ya que el milodón era un herbívoro ya extinguido) e hippidioneses[10]​ (caballos sudamericanos que desaparecieron hace 10.000 años), además de guanacos, llamas y ñandúes.

Cueva de las Manos, Río Pinturas, Santa Cruz, Argentina, 7300 a. C. El arte más antiguo de Sudamérica.

En la misma zona, la Cueva de las Manos (un alero a orillas del cañón del Río Pinturas en la provincia de Santa Cruz, se han hallado pinturas rupestres de 7300 años adC: impresiones de palmas de manos previamente teñidas con pintura fresca a partir de tintes naturales; «negativos» de manos obtenidos con pinturas en aerosol -se soplaba la pintura a través del canal medular de un hueso- sobre las paredes rocosas interponiendo las manos entre el medio (la pintura en aerosol) y el soporte (la pared natural de roca); e imágenes de guanacos muy elegantemente y estilizadamente figuradas. Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. Como en el arte Magdaleniense europeo, es muy probable que estas representaciones estuvieran asociadas a un pensamiento mágico (especialmente a la llamada magia simpática) en la cual el rito de dibujar lo deseado se suponía atraía lo deseado (en estos casos el alimento a partir de la caza).

Para el año 9000 a. C. ya había comenzado el poblamiento de la pampa. Más tarde, entre los 7000 y 4000 años A.P., aparece la industria Casapedrense, caracterizada por una mayor proporción de instrumentos líticos confeccionados sobre láminas, probablemente como una muestra de la especialización en la caza del guanaco, lo cual también esta presente en los desarrollos culturales posteriores de los patagones o tehuelches.[11]

Las culturas pampeanas y patagónicas, debido a razones que Marvin Harris califica como emic,[12]​ no pudieron sedentarizarse ni especializarse en la agricultura ni la consecuente agroalfarería: la ecología de los territorios que habitaban y el índice demográfico de los pueblos pámpidos hacía que su economía más sustentable fuera la basada en un sistema «primitivo» y por estos motivos se organizaron sobre la que había sido durante milenios una exitosa base de sistemas de caza y recolección. Aproximadamente a partir de mediados del s. XVII, merced a la captura y domesticación de los caballos importados por los españoles, devinieron los pámpidos (como los pámpidos «guaycurúes» de la ragión chaqueña) en complejos ecuestres que, literalmente, cazaban ganado cimarrón ya que la alta movilidad y dispersión que la ecología (o mejor dicho la mesología -por ejemplo grandes temporadas de sequía-) le había impuesto tradicionalmente a estas etnias les hacía a las mismas antieconómica e incluso impráctica de la ganadería. Solo desde la segunda mitad de siglo XIX se aprecia un incipiente cambio de estrategia en el modo de producción de la mayoría de los pámpidos (desde la Tierra del Fuego hasta el Chaco Boreal inclusive): las diversas etnias y parcialidades de los pámpidos, al ver mermar los recursos de caza y recolección y al tener un aumento demográfico que implicaba mayor presión sobre los recursos naturales no cultivados se vieron obligados a refundar su economía en una incipiente agricultura de subsistencia casi siempre reducida a horticultura, aunque la falta de técnicas para contrarrestar las sequías en zonas que recién dejarían de ser consideradas «desierto» tras el cultivo dry farming hicieron que sus intentos no fueran todo lo exitosos que requerían.

El Litoral y el noreste

El cacique Pucurú, en Chaco (hacia 1900).
Erke, instrumento de viento utilizado por originarios del noroeste argentino (similar a la Trompa de los Alpes).

Como en la región pampeana y patagónica, los originarios del Litoral argentino y del NEA tuvieron sus modos de producción casi exclusivamente basados en la caza y la recolección: vivían en una zona naturalmente selvática de grandes sistemas hídricos formados por el río Paraná, el río Paraguay, el río Uruguay, el río Salado del Norte, el río Bermejo y el río Pilcomayo que posibilitaban relativamente fáciles flujos culturales pero así también una fuerte inestabilidad política debido a que los mismos cursos de aguas se transformaban en fáciles rutas de invasiones.

La naturaleza del territorio al ser pródiga en pesca, caza y frutos hizo que resultara mucho más económico un modo de vida cazador recolector que la agricultura o la ganadería, por otra parte el clima muchas veces perhúmedo no facilitaba una incipiente agricultura ni menos una ganadería. En tal situación se encontraban entonces los pueblos a los que los invasores guaraníes llamaron peyorativamente guaycurues -los pámpidos qom a lo largo del siglo XX más conocidos entre los alófonos como tobas (el segundo es un nombre derogativo de origen guaraní que significa ‘frentudos’)―, mokoit (mocovíes), abipones, malbalas, nivakles (o chulupíes o chunupíes), pilagás y charrúas.

Quizás devenidos de andidos, pampidos y amazónidos se cuentan a los que los invasores Incas apodaron peyorativamente matacos -los wichis-, vilelas, kaigangs, mocoretás, timbúes, chanáes y querandíes -estos últimos también pampidos aunque con nombre más conocido por el que le dieron los guaraníes-.

Hacia fines del s. XV la región se conmovió por la invasión de un pueblo amazónido que se expandía debido a su intrínseca fuerte presión demográfica facilitada por la incipiente e intensiva horticultura de la mandioca y el cazabe o maíz. Esta etnia era la de los guaraníes.

Así como los quechuas transculturaron mucho a las etnias del noroeste y los mapuches a los del sur de la región pampeana y norpatagónica lo mismo hicieron en todo la mesopotamia y gran parte del NEA los guaraníes. Lograron invadir zonas del Chaco Boreal sometiendo a los de origen arawaco) chanés y chorotís (los segundos, autodenominados yofuasha) entre otras naciones preexistentes a la invasión guaranítica y en pleno Chaco Boreal, por mixogénesis forzada tras invadir y esclavizar los ava o guaraníes a los chanés (de linaje arawako) matando a los varones y tomando por concubinas a las mujeres chanés, forjaron la etnia de los chiriguanos (la palabra chiriguano es un insulto con el cual los quechuas y hablantes de quechua motejaban a los guaraníes, desde el presente siglo los mixogénicos chiriguanos prefieren llamarse ava-guaraní aunque tal nombre no es exacto históricamente ya que todos los guaraníes «puros» se autodenominan ava u "hombre").

Como otros pueblos indígenas sedentarizados; desde la llegada de los españoles en el siglo XVI las zonas de cultivos con malocas y buenas comunicaciones fluviales fueron fácilmente conquistadas por los europeos y fue rápido el mestizaje, en cambio las zonas menos ricas agrícolamente y más alejadas pudieron resistir a la penetración europea hasta fines del siglo XIX.
Por otra parte en esta zona se dio muy tempranamente una fuerte síncresis por causa de la intensa actividad misional de jesuitas y franciscanos, los primeros especialmente entre los siglos XVI y casi mediados del s. XVIII.

Oeste, noroeste y norte andino

La zona del norte comenzó a ser habitada hacia el año 7000 a C.

Los distintos grupos étnicos que habitaron la región andina (sin contar los Andes patagónicos) fueron los quechuas, aimaras, calchaquies , diaguitas y huarpes; en cuanto a los calchaquíes son descendientes de una de las parcialidades de los diaguitas o paziocas. Estos pueblos fueron dominados entre circa 1480 a 1533 por el imperio inca de los invasores Incas aliados con los aimaras procedentes del Perú y de la cuenca del lago Titicaca en el sur de Perú y el oeste de Bolivia. La palabra «diaguita» fue un mote dado por los aimaras ya que en el idioma aimara thiakita significa ‘alejado’, ‘foráneo’. Si bien la duración del Incario o imperio inca fue relativamente breve dejó notorios influjos (principalmente en la toponimia) ya que aun luego de la conquista española a partir de 1535 el quechua era la lengua vehicular de gran parte de la región andina. Como los otros habitantes de la región andina, tenían conocimientos muy avanzados de la agricultura, la construcción de terrazas y el riego artificial. También criaban animales como la llama que les servían para comerciar con otros grupos indígenas.

Las poblaciones originarias en la Argentina han disminuido mucho con relación a la población en general. Esto se debe a diferentes causas interrelacionadas, como las enfermedades, el mestizaje, las campañas de exterminio (siglos XVIII y XIX), la brusca interrupción de sus culturas y la inmigración considerable de Europa. En las provincias de Jujuy , Salta y Tucumán se conservan las costumbres indígenas en celebraciones, bailes y comidas, con una población significativa., que incluye a los collas, un grupo étnico en el cual se han fundido gran parte de los atacamas, omaguacas, calchaquies y chichas y que ha recibido un fuerte influjo quechua. En cuanto a los aimaras y quechuas que actualmente hay en esa zona en su inmensa mayoría son inmigrantes recientes (a partir de las últimas décadas del siglo XX) procedentes de distintas zonas de Bolivia: los aimara proceden de la cuenca del lago Titicaca en el oeste de Bolivia y el sur de Perú mientras que los Incas proceden del Altiplano peruano aunque su núcleo de origen sea la región andina central de Perú.

Lista de pueblos indígenas

Etnias actuales

Lista de 35 pueblos indígenas discriminados por provincia reconocidos por el Estado nacional a febrero de 2015 de acuerdo al Registro Nacional de Comunidades Indígenas:[13]

En proceso de restablecimiento se hayan otras comunidades aun no reconocidas por el Estado nacional: chicha (en Jujuy), charrúa (Santa Fe), diaguita (San Luis), huarpe (San Luis), lule (Santiago del Estero), mapuche (La Pampa), avipón (Santa Fe), yámana (Tierra del Fuego), querandí (Buenos Aires), tehuelche (Buenos Aires), tehuelche (La Pampa), tonokoté (Buenos Aires), tilcara (Jujuy), sanavirón (Córdoba).[14]

Etnias extintas

Además de los grupos mencionados, hay otras etnias que han desaparecido como pueblos, incorporándose a través del mestizaje a la población genéricamente argentina.

Regiones del Litoral y del Chaco

Regiones del Noroeste, Centro, Cuyo y Patagonia

Población indígena

Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005

En Argentina, según la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005,[15]​ que complementó los resultados del Censo Nacional de Población 2001 del INDEC, 600 329 personas se reconocieron y/o descienden en primera generación de pueblos indígenas. El total del cuadro siguiente supera en 0,6 % a esta cifra debido a que la población que no se reconoce perteneciente a ningún pueblo específicamente y tiene ascendencia indígena mixta está contada en uno y otro pueblo indígena simultáneamente. Las cifras fueron actualizadas mediante el censo de 2010, que dio como resultado una población indígena de 955 032 personas, un 2,38 % de la población total.

Además, el organismo sostiene que, según los resultados, un 2,8 % de los hogares argentinos tiene al menos un integrante que se reconoce perteneciente a un pueblo indígena.

Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005
Pueblo indígena Población indígena por pueblo de pertenencia[16] Población que habla y/o entiende lengua/s indígena/s[17] Población que reside en una comunidad indígena[18]
Atacama 3044
Ava guaraní (*) 21 807 8943 10 806
Aymara 4104
Chané 4376 1974 2016
Charrúa 4511
Chorote 2613 1711 2028
Chulupí 553 266 392
Comechingón 10 863
Diaguita/ diaguita calchaquí 31 753 1686 8180
Guaraní (*) 22 059 8178 1301
Huarpe 14 633 8987 2620
Kolla (**) 70 505 8987 33 629
Lule 854
Mapuche 113 680 17 897 13 430
Mbyá guaraní 8223 3908 4322
Mocoví 15 837 3752 6619
Omaguaca 1553
Ona 696
Pampa 1585
Pilagá 4465 3512 3867
Quechua 6739
Querandí 736
Rankulche 10 149 446
Sanavirón 563
Tapiete 524 282 478
Tehuelche 10 590 961
Toba 69 452 34 949 42 870
Tonocoté 4779
Tupí guaraní (*) 16 365 5514 6060
Wichí 40 036 29 066 34 561
Otros pueblos declarados (***). 3864
Pueblo no especificado (****). 92 876
Sin respuesta 9371

(*) Ava guaraní y tupí guaraní corresponde a un mismo pueblo -también llamado chiriguano- cuyas comunidades se identifican con nombres distintos. En el caso de ava guaraní también incluye en la provincia de Misiones a los avá guaraníes del Paraguay o chiripás. El ítem guaraní comprende a chiriguanos, guaraníes en general y a descendientes de los guaraníes de las misiones jesuitas.

(**) La denominación kolla incluye a pueblos e individuos que posteriormente a la encuesta se diferenciaron, tales como los pueblos tastil, toara, tilián, chicha, ocloya y fiscara o tilcara.

(***) Incluye, entre otros, los casos registrados con las siguientes denominaciones: abaucán, abipón, ansilta, chaná, inca, maimará, minuán, ocloya, olongasta, pituil, pular, shagan, tape, tilcara, tilián y vilela. No se brindan datos por separado para cada denominación debido a que la escasa cantidad de casos muestrales no permite dar una estimación de cada total con la suficiente precisión.

(****) Incluye los casos en que la respuesta relativa al pueblo indígena de pertenencia y/o ascendencia en primera generación fue «ignorado» u «otro pueblo indígena». Fuente: INDEC. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005 - Complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.

Censo de 2010

De acuerdo al censo de 2010 se encuentran los siguientes pueblos indígenas:[19]

Pueblo indígena Población total Varones Mujeres
Mapuche 205 009 103 253 101 756
Toba 126 967 63 772 63 195
Guaraní 105 907 53 788 52 119
Diaguita 67 410 34 295 33 115
Kolla 65 066 32 553 32 513
Quechua 55 493 27 849 27 644
Wichí 50 419 25 513 24 906
Comechingón 34 546 17 077 17 469
Huarpe 34 279 17 098 17 181
Tehuelche 27 813 13 948 13 865
Mocoví 22 439 11 498 10 941
Pampa 22 020 10 596 11 424
Aymara 20 822 10 540 10 282
Ava guaraní 17 899 9438 8461
Rankulche 14 860 7411 7449
Charrúa 14 649 7192 7457
Atacama 13 936 7095 6841
Mbyá guaraní 7379 3872 3507
Omaguaca 6873 3551 3322
Pilagá 5137 2623 2514
Tonocoté 4853 2437 2416
Lule 3721 1918 1803
Tupí guaraní 3715 1872 1843
Querandí 3658 1776 1882
Chané 3034 1559 1475
Sanavirón 2871 1399 1472
Ona 2761 1383 1378
Chorote 2270 1177 1093
Maimará 1899 876 1023
Chulupí 1100 537 563
Vilela 519 279 240
Tapiete 407 217 189
Otros 5301 2681 2620
Total 955 032 481 074 473 958

Siglo XX y XXI

Indigenismo

En la década de 1960 del siglo XX, tomó fuerza en toda América Latina el movimiento indigenista, teniendo como objetivo prioritario incorporar a la vida nacional de sus países, grandes núcleos de población indígena que había permanecido al margen de los avances de la vida moderna. La nueva etapa abierta en Argentina con el gobierno peronista en 1946, tuvo su correlato en un simbólico malón de la paz colla, debido a que algunos de sus participantes, impondrían con el correr de los años una nueva perspectiva en las luchas reivindicativas indígenas y sus formas de organización.

Eulogio Frites, integrante de la etnia colla que había peregrinado hasta Buenos Aires en 1946 junto a su padre, sería designado presidente del "Centro Indígena" creado hacia 1968. Hacia 1970/71 se convertiría en Comisión Coordinadora de Institutos Indígenas (CIIRA), la que aspiraba a constituir un congreso deliberativo y revitalizar la conciencia étnica de los aborígenes de Argentina, levantando banderas por la autogestión y contra las prácticas que consideraban genocidio y etnocidio.

Estas posiciones más combativas, se habían afirmado en 1969 en los congresos indigenistas de Tartagal y Zapala. Desde entonces se delinearon claramente dos vertientes, la combativa y la burocrática.

En Neuquén, desde 1964 se habían creado condiciones para la consolidación de las comunidades mapuches, algunas de las cuales fueron oficialmente reconocidas como propietarias de tierras en reserva, surgiendo una capa de dirigentes indígenas vinculados a los organismos provinciales. En 1970 se constituyó la "Confederación Indígena Neuquina", con apoyo del gobierno provincial, terratenientes y fuerzas armadas. Se desplazó a los dirigentes más combativos y la conducción quedó en manos de una burocracia local que respaldaba el gobierno de Felipe Sapag.

Como reacción, se organizó en 1972 el Primer Parlamento Indígena Nacional, en el que contrariando el control gubernamental se aprovecharon las condiciones existentes para el desarrollo de una tendencia combativa vinculada a la CIIRA. A pesar del abierto boicot de algunos gobiernos provinciales y los delegados neuquinos oficialistas, los combativos provocaorn un vuelco en las resoluciones.

Sobre las tierras pidieron prioridad para el indígena en los regímenes de colonización, la ampliación de las reservas existentes y apoyo crediticio para los indígenas. La presión de los combativos condujo a que en las conclusiones de la comisión de tierras, se remarcase la urgencia por obtener títulos de propiedad comunales legalizados que evitase la expropiación o el desalojo por parte de los terratenientes, los gobiernos provinciales o nacional. Se hizo énfasis en la necesidad de una educación bilingüe, la construcción de viviendas, la creación de hospitales en zonas marginales, la exigencia de participación indígena en los organismos oficiales afectados a zonas aborígenes.

Paralelamente, hacia fines de 1969 se había iniciado en la población mataca de Nueva Pompeya (Chaco), una experiencia cooperativa orientada hacia la explotación forestal, que al generar una atmósfera de movilización desembocó en la concreción del "Congreso Regional de Cabañaro" (1973), donde la reclamación de tierras asumiría nuevamente el rol protagónico. Se reunieron representantes de comunidades tobas y matacas de Chaco y tobas de Formosa, poniéndose la piedra fundamental de la "Federación Indígena del Chaco", al unírseles la comunidad mocoví.

Igualmente, se fundó a fines de 1973, la Federación Indígena de Tucumán, con el auspicio de la CIIRA, que rápidamente encontró apoyo en los trabajadores rurales de los valles calchaquíes. Esa entidad desplegó durante 1974 una serie de movilizaciones en demanda de la recuperación de las tierras comunales, enfrentándose abiertamente a las autoridades provinciales, que desencadenaron una violenta represión policial.

En Buenos Aires, el "Servicio Nacional de Asuntos Indígenas", dependiente del Ministerio de Bienestar Social, se encontraba en manos del sector más derechista del gobierno peronista. Los reiterados intentos de parte de ese sector de manipulación de la CIIRA, condujo a la concreción del Segundo Congreso Indígena Nacional. Como el congreso estaba controlado por la derecha, fue boicoteado por la mayoría de dirigentes indígenas de las comunidades presentes, a impulsos de los miembros de la CIIRA.

La CIIRA se autodisolvió, constituyéndose en su reemplazo la Federación Indígena de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, con el apoyo de indígenas de las villas miserias capitalinas, de federaciones del interior y de sectores estudiantiles y profesionales de la Universidad de Buenos Aires. Uno de sus objetivos era conformar una "Confederación Indígena Nacional", que expresara los intereses de las etnias de todo el país y pudiese influir en la elaboración de una política indigenista nacional.

Hacia fines de 1974, las contradicciones internas del gobierno de Isabel Perón crearon condiciones para un incremento de la represión a las organizaciones populares. Los dirigentes indígenas más combativos fueron perseguidos y encarcelados, mientras se disolvían sus organizaciones. En 1975 se produjo un repliegue general del movimiento indígena nacional, que afectó inclusive las experiencias cooperativas comunales. Se iniciaron desalojos ilegales de comunidades y despojo fraudulento de sus tierras.

Bajo la dictadura militar de 1976, siendo posibles únicamente las reivindicaciones culturalistas, surgió la Asociación Indígena de la República Argentina (AIRA). Subrayando su carácter apolítico, acusó a partidos y grupos políticos hegemónicos de manipular al movimiento indígnea con concepciones hispanistas y economicistas. Sus objetivos eran: 1) Respeto por la persona y personalidad cultural india; 2) Tierra al indio; 3) Personería jurídica para las comunidades; y 4) Libre empleo para los indios. La AIRA fue manejada desde sus comienzos por la etnia colla.

En 1986 ganaría la conducción de AIRA una fracción encabezada por Rogelio Guanuco, autodefinida como diaguito-calchaquí para diferenciarse étnicamente, que anteriormente había integrado el Movimiento Indio Nacional Justicialista (MINJU).

Guanuco me manifestó en 1989, que a diferencia de la fracción anterior no son sectarios, recibiendo en la AIRA a todos los indígenas que necesitan ayuda o quieren colaborar. Planteaba como base de su gestión a los indios del interior, porque los que habitan en la Capital Federal están integrados a la cultura dominante.

Por su parte, Fausto Durán, secretario general del Movimiento Indio Peronista (MIPRA), me manifestó en 1989, que la AIRA ya no servía como organismo porque era irrepresentativo, un sello, aunque contradictoriamente reivindicaba su trayectoria primera de lucha. El mayor error de AIRA sería su rol de organismo multipartidario que se le imprimía, demasiado amplio y poco representativo.[20]

Preservación y recuperación de la memoria indígena

A través de la historia se ha denunciado reiteradamente la marginación, discriminación e invisibilización de las culturas indígenas. Pese a ello persisten muchas de sus costumbres y valores, han sobrevivido varias de sus lenguas, y existe un movimiento social creciente dedicado a preservar y recuperar la memoria indígena.

Una probable muestra de esta actitud de invisibilización de parte del Estado Argentino frente a los indígenas y otros grupos étnicos, se puede encontrar en el sitio web de la oficina de turismo perteneciente al gobierno, donde se anunciaba en 2006, que la población indígena era la mitad de la dada por el organismo oficial de estadísticas y censos de la Nación Argentina (INDEC), que había realizado oficialmente una encuesta indígena complementaria del Censo de 2001:

El 95% de los argentinos son de raza blanca, descendientes principalmente de italianos y españoles. Con la llegada de la masiva inmigración europea, el mestizo -cruce entre blanco e indio- se fue diluyendo poco a poco, y hoy solo supone el 4,5% de la población racial argentina. La población indígena pura -mapuches, collas, tobas, matacos y chiriguanos- representa el 0,5% de los habitantes.[21]

Esta actitud de una invisibilización de los componentes culturales indígenas mediante la desvalorización de su porción en el total de los argentinos, la cual era habitual en el pasado, ha sido desacreditada por estudios del año 2005 que indican que la población mestizada en la Argentina —con por lo menos un antepasado amerindio— rondaría el 21% de los argentinos tiene antepasados indígenas, mientras que otro del año 2011 señala que, de la población argentina, el componente conformado por genes amerindios es del orden del 30 %.[22]​ Estos estudios se presentaron en un marco de una gradual revalorización del componente cultural indígena del país, al igual que el apoyo a la restitución de sus derechos.

Organización

Félix Díaz junto al músico argentino Gustavo Cordera en un concierto que brindó este último para Qopiwini el 1 de septiembre de 2015.

Ante la falta de respuestas por parte del gobierno de Formosa, Félix Díaz decidió volver a acampar en la ciudad de Buenos Aires, y al igual que en 2010, se instaló en la intersección de las avenidas 9 de Julio y avenida de Mayo. Tras cinco meses de acampe, se realizó una mesa de diálogo que tuvo poco efecto. Gendarmería Nacional, acompañada por militantes de La Cámpora[23]​ terminó por desalojarlo de allí. Díaz afirmó que en cuatro años no se cumplieron ninguno de los acuerdos de la mesa de diálogo.[24]

En el 2014 se realizaron reuniones en Las Lomitas el 30 y 31 de mayo, en Bartolomé de Las Casas el 18 y 19 de julio, en Laguna Yema el 14 y 15 de noviembre y en el barrio Nanqom en Formosa capital el 5 y 6 de diciembre. Varias comunidades participaron, entre ellas: Pilagá El Perdido, La Línea, y El Simbolar, Comunidad Wichi de Isla Colón y San Martín, comunidad Qom, Bartolomé de Las Casas, Comunidad Qom Potae Napocna Navogoh, Comunidad Pilagá, Rincón Bomba, Oñaidee, y Laq Fasanyie, comunidad Nivacle Río Muerto, comunidad Wichí, Pozo del Mortero, comunidad Qom, Misión Laishi y Nanqom, Comunidad Wichi de tres Pozos Bazan, Comunidad Qom Misión Tacaglé, Comunidad Wichi Laguna Yema, Rafael Justo, federación Pilagá, comunidad Wichi El Potrillo y comunidad Wichi Las Bolivianas.[24]

Entre el 23 y 24 de enero de 2015 se realizó en el Colorado, comunidad Wichi, en la provincia de Formosa, un encuentro en donde se fundó la Organización de los pueblos indígenas Qopiwini Lafwetes, así luego de varias asambleas y tras arduos debates se logró concretar la unidad de todos los pueblos de la provincia de Formosa.

Representación en los medios de comunicación

Los indígenas tienen una baja representación en los medios de comunicación. Las telenovelas, publicidades y películas latinoamericanas, están acusados de ocultar a los descendientes de indígenas o «negros» para hacer parecer a sus poblaciones como compuestas casi enteramente por «blancos». Los actores indígenas generalmente deben seguir los estereotipos, por lo general en funciones subordinadas y sumisas, como conductores, funcionarios, guardaespaldas, empleadas domésticas, y los pobres en general.[25]

Lenguas indígenas de Argentina

Distribución aproximada de lenguas en el extremo meridional de Sudamérica en tiempos de la Conquista.

Las lenguas indígenas de Argentina documentadas pertenecen a diferentes familias lingüísticas entre ellas:

Las lenguas indígenas que aun se hablan en Argentina son: toba, pilagá, mocoví, wichí, nivaclé, chorote, ava-chiriguano, mbyá, guaraní, quichua santiagueño, mapudungun y el casi extinto tehuelche.

Instituto Nacional de Asuntos Indígenas

La ley nacional 23302 sobre Política Indígena y apoyo a las Comunidades Aborígenes fue promulgada el 8 de noviembre de 1985 y creó para su aplicación el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) como entidad descentralizada con participación indígena en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional. Esta ley definió a una comunidad indígena como:

Se entenderá como comunidades indígenas a los conjuntos de familias que se reconozcan como tales por el hecho de descender de poblaciones que habitaban el territorio nacional en la época de la conquista o colonización e indígenas o indios a los miembros de dicha comunidad.

La ley reconoció la personería jurídica a las comunidades indígenas radicadas en el país, para lo cual estableció el Registro Nacional de Comunidades Indígenas (RENACI).

El INAI quedó integrado por un presidente dependiente del Ministerio de Salud y Acción Social y un Consejo de Coordinación que incluye representantes elegidos por las comunidades indígenas y un Consejo Asesor técnico.[26]​ La reglamentación de la ley 23302 se instrumentó por el decreto 155/1989, pero el Consejo Asesor y el Consejo de Coordinación fueron establecidos en 2008, teniendo este 30 representantes indígenas, 14 de los estados provinciales y 6 del Poder Ejecutivo Nacional. En 2004 fue creado el Consejo de Participación Indígena, reformulado en 2008 orientando sus funciones hacia tareas de acompañamiento y fortalecimiento de sus comunidades. Está compuesto por representantes elegidos en asambleas comunitarias por pueblo y por provincia.[27]

El Programa Nacional de Relevamiento Territorial de Comunidades Indígenas fue creado por el INAI para relevar las tierras ocupación actual, tradicional y pública de las comunidades indígenas. Para junio de 2015 se habían relevado 647 comunidades indígenas y 6 999 443 hectáreas, lo que equivalía a un 67% del total estimado. Registro Nacional de Comunidades Indígenas para entonces había otorgado personería jurídica 1380 comunidades pertenecientes a 32 pueblos indígenas reconocidos por el Estado nacional.[28]

Véase también

Referencias

  1. Rex González, A. Pérez, J. (1990) Argentina indígena, Vísperas de la conquista. Col. Historia argentina 1. Buenos Aires: Paidós. ISBN: 9501277011.
  2. «Página 12 "Lo que el Censo ayuda a visibilizar"». 
  3. Constitución de la República Argentina de 1994
  4. a b L. Miotti, M. Salemme y J. Rabassa (2000): «Secuencia radio carbónica de Piedra Museo», en: Guía de campo de la visita a las localidades arqueológicas. Taller internacional "La colonización del sur de América durante la transición Pleistoceno/Holoceno", págs. 83-87. Editores: L. Miotti et al. Imprenta Servicoop, 2000.
    Mauricio MASSONE, y Alfredo PRIETO: [http://web.archive.org/web/http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S071773562004000300033&lng=es&nrm=iso «Evaluación de la modalidad cultural Fell 1 en Magallanes». Simposio "Ocupaciones Iniciales de Cazadores Recolectores en el Sur de Chile (Fuego, Patagonia y Araucanía)". Chungará (Chile), vol. 36 supl., págs. 303-315, septiembre de 2004. ISSN 0717-7356. Consultado el 9 abril de 2007.
  5. «Etnias precolombinas de Argentina». 2009. 
  6. «Los guaraníes. Tierra argentina. Los dueños de la tierra». 
  7. El número exacto de pueblos depende de si se consideran como tales o no, a parcialidades integrantes de algunas culturas con características propias y a los grupos mestizados resultantes del renacimiento de su identidad cultural autóctona
  8. Miguel Alberto Bartolomé: «Los pobladores del “desierto”», en Amérique Latine Histoire et Mémoire, numéro 10, 2004. Consultado el 9 de septiembre de 2006.
    Pedro NAVARRO FLORIA: «Un país sin indios: la imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía naciente del Estado Argentino», en Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, n.º 51, noviembre de 1999. ISSN 1138-9788.
  9. Tom D. Dillehay (2004): Monte Verde: un asentamiento humano del pleistoceno tardío en el sur de Chile. Santiago de Chile: Lom Ediciones, 2004. ISBN 956-282-659-7
  10. hippidions
  11. Ninguno de los dos etnónimos anteriores les es propio. Se autodenominan tsonk o chonk, y a comienzos del siglo XXI subsiste una pequeña comunidad que no supera las mil personas. Entre los siglos XVI y XIX, sus territorios ancestrales fueron ocupados por pueblos mapuches que migraron desde el sur del actual Chile, quienes se impusieron por ser más numerosos y por haber desarrollado tácticas de combate a partir de su larga resistencia contra los invasores españoles y, previamente, contra los intentos de invasión del Imperio incaico.
  12. Harris, inspirándose muy acertadamente en la lingüística distingue dos niveles indispensables para el estudio de una cultura el «etic» que como la fonética es el evidente y el «emic» -de fonémica- que es aquel nivel en el cual se encuentra el origen real no directamente simbolizado de las concreciones culturales; para ser más minucioso Harris distingue luego tres niveles antropológicos culturales de estudio: el infraestructural (lo originado fuera de toda representación), el estructural (de un modo parecido al freudiano «preconsciente» aquello que media entre lo que no es consciente y lo que es consciente y que por tanto -casi como un iceberg emergiendo del agua- tiene partes en el conjunto de la conciencia y el superestructural que muy bien Harris refiere al conjunto ideológico; como se puede apreciar el más famoso de los antropólogos estructuralistas- Claude Lévi-Strauss- coincidía en muchas cosas con Marvin Harris y esto no era por causalidad sino por lo real, pero ambos estaban enemistados por sus pequeñas diferencias de perspectiva atinentes a la realidad de modo que aunque la «subestructura» de C.L.S. coincidiera en gran parte con la de Harris, el detalle de diferenciar una estructura y una superestructura les generó una especie de querella epistemológica, en todo caso queda siempre rescatable lo emic en cuanto algo real, no consciente aunque muy concreto que genera los fenómenos culturales.
  13. Mapa. Registro Nacional de Comunidades Indígenas
  14. ENOTPO
  15. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005, complementaria del Censo Nacional del INDEC de 2001. Población por autorreconocimiento y ascendencia indígena. Total del país. Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Censos.
  16. Instituto Nacional de Estadística y Censos (2013). Censo 2010. Cuadro P44. Total del país. Población indígena o descendiente de pueblos indígenas u originarios en viviendas particulares por sexo, según edad en años simples y grupos quinquenales de edad. [Disponible en línea en http://www.censo2010.indec.gob.ar/resultadosdefinitivos_totalpais.asp ] “Población indígena o descendiente...“ se define por autoidentificación, conforme a lo establecido en el artículo 1º de la ley 24856.
  17. Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas
  18. INDEC. Censo 2001 - Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas
  19. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010
  20. José Oscar Frigerio, El indio también es argentino, Todo es Historia, N° 261, Bs. As., marzo de 1989.
  21. Argentina Turismo, Información, Información general consultado 30-Ago-2006
  22. Navarra, Gabriela (4 de septiembre de 2011). «Al final...,¿Llegamos de los barcos?». Diario La Nación, edición impresa. Buenos Aires. Consultado el 3 de junio de 2012. 
  23. http://www.diariopinion.com.ar/noticias/2015/07/13/731-lanata-hablo-del-acampe-qom-de-felix-diaz-en-buenos-aires
  24. a b «Acampe Qopiwini»
  25. AFSCA - INADI - CNM. «Informe: “Las representaciones de los pueblos indígenas en radio y televisión”». 
  26. Infoleg. Ley 23302
  27. Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI)
  28. La Gaceta. Ya son más de 600 las comunidades indígenas registradas en todo el país

Enlaces externos