Problema del mal

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Se le atribuye a Epicuro ser el primer exponente del problema del mal. David Hume lo cita en su Dialogues concerning Natural Religion (1779) mediante una serie de preguntas.[1]

Dentro de la filosofía de la religión, el problema del mal es el problema de reconciliar la existencia del mal y del sufrimiento en el mundo con la existencia de una deidad que sea omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente (véase teísmo).[2][3]​ Un argumento del mal intenta demostrar que la coexistencia del mal y tal deidad es imposible o improbable. Los intentos por afirmar lo contrario han sido discutidos tradicionalmente con el nombre de teodicea. Hay además muchas discusiones sobre el mal y problemas relacionados en otros campos filosóficos, tales como la ética secular[4][5][6]​ o la ética evolucionista,[7][8]​ pero en el sentido ordinario se trata dentro del contexto teológico.[2][3]

¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
Paradoja de Epicuro[9][1]

Se ha dado un gran rango de respuestas para el problema del mal. Estos incluyen la explicación de que los actos de creación de Dios expresados en el Pentateuco y sus actos de juicios son los mismos.[10]​ Algunos cristianos creen que la condenación del mal por Dios fue ejecutada y expresada en la creación del mundo; un juicio que es inexorable debido a la omnipotencia de Dios, voluntad increada; un constante y eterno juicio que será anunciado y comunicado a las personas en el Juicio Final. En esta explicación (predestinación), Dios se le estima benévolo debido a que su ajusticiamiento del mal es un buen juicio. Otras explicaciones incluyen considerar al mal como el resultado de un abuso del libre albedrío de las criaturas de Dios, la postura de que se requiere sufrimiento para el crecimiento espiritual, y escepticismo respecto a la habilidad de los humanos para entender las razones de Dios para permitir la existencia del mal. La idea de que el mal provenga de un mal uso de la libre voluntad podría también ser incompatible con una deidad que conoce todos los eventos futuros, ya que eliminaría nuestra capacidad de "hacer otra cosa" en cualquier situación y por tanto el libre albedrío (véase el argumento del libre albedrío).

Argumentos detallados

Se han formulado numerosas versiones del problema del mal,[2][3][11]​ las que incluyen formulaciones filosóficas, teológicas y bíblicas.

Problema lógico del mal

Se ha atribuido al filósofo griego Epicuro la formulación original del problema del mal,[12]​ y este argumento puede esquematizarse como sigue:

  1. Si una deidad omnipotente, omnisciente y omnibenevolente existe, entonces el mal no existe.
  2. Hay maldad en el mundo.
  3. Por lo tanto una deidad omnipotente, omnisciente y omnibenevolente no existe.

Este argumento del tipo modus tollens es lógicamente válido y en consecuencia si las premisas son ciertas, la conclusión necesariamente también debe serlo. Sin embargo, no es claro exactamente como la existencia de una deidad todopoderosa y perfectamente buena garantiza la inexistencia de la maldad. Además, no es claro si la primera premisa es cierta. Para mostrar que es plausible, las versiones posteriores tienden a desarrollarla, tal como el siguiente ejemplo moderno:[3]

  1. Dios existe.
  2. Dios es omnipotente, omnisciente y omnibenevolente.
  3. Un ser omnibenevolente querría evitar todo los males.
  4. Un ser omnisciente conoce todas las formas en que el mal puede originarse.
  5. Un ser omnipotente tiene el poder de prevenir que el mal se origine.
  6. Un ser que conoce cada forma en que el mal pueda originarse, es capaz de prevenir su existencia, y quiere hacerlo, prevendría la existencia del mal.
  7. Si existente un ser omnipotente, omnisciente y omnibenevolente, entonces la maldad no existe.
  8. El mal existe (contradicción lógica).

Se considera a ambos argumentos como dos formas del problema lógico del mal, que intenta mostrar que las proposiciónes supuestas conducen a una contradicción lógica y por lo tanto no pueden ser todas correctas. El debate filosófico se ha centrado principalmente en la proposición de que Dios no puede existir con, o querría prevenir, el mal (premisas 3 y 6). Respecto a esto, algunos apologistas teístas (por ejemplo, Leibniz) sostienen no solo que la existencia de tal deidad es compatible con el mal, sino que lo permite con el fin de lograr un bien superior.

Se ha propuesto el libre albedrio como tal bien superior, argumentado por Alvin Plantinga en su popular defensa. Su primera parte considera el mal moral como el resultado de las acciones humanas por medio de la libre voluntad. La segunda parte argumenta la posibilidad lógica de "un poderoso espíritu no humano",[13]​ como el Diablo, quien es responsable por el mal natural, incluyendo terremotos, maremotos y efermedades virulentas. Algunos filósofos aceptan que Plantinga resolvió exitósamente el problema lógico del mal,[14]​ ya que aparentemente mostró que Dios y el mal son lógicamente compatibles, aunque otros disienten completamente.[15][16]

Problema evidencial del mal

Ejemplo famoso de William L. Rowe sobre el mal natural: "En algún bosque lejano un rayo impacta un árbol muerto causando un incendio forestal. En el fuego hay un cervato atrapado, horriblemente quemado, que yace en terrible agonía por varios días antes de que la muerte le libere de su sufrimiento".[17]

La versión evidencial del problema del mal (también llamado como la versión probable o inductiva), busca mostrar que la existencia del mal, aunque lógicamente consistente con la existencia de tal deidad, va en contra y disminuye las probabilidades de que el teísmo sea cierto. Como ejemplo, un crítico de la idea de Platinga de "un poderoso espíritu no humano" que causa males naturales puede conceder que la existencia de tal ser no es lógicamente imposible pero argumentaría que debido a la falta de evidencias científicas para tal existencia, esto es muy improbable y por tanto no es un explicación convincente de la presencia de los males naturales. A continuación se presentan las versiones absolutas y relativas del problema evidencial del mal.

Versión de William L. Rowe:

  1. Existen instancias de intenso sufrimiento en que un ser omnipotente y omnisciente podría haber previsto sin por ello perder algún bien superior ni permitir algún mal igualmente malo o peor.
  2. Un ser omnisciente, totalmente bueno podría haber prevenido la ocurrencia de cualquier intenso sufrimiento si pudiese, a menos que esto perjudicara a un bien superior o permitiese un mal igualmente malo o peor.
  3. Por lo tanto, no existe un ser omnipotente, omnisciente y totalmente bueno.[3]

Otra versión, por Paul Draper:

  1. El mal gratuito existe.
  2. La hipótesis de indiferencia, esto es, que existirían seres sobrenaturales que son indiferentes a los males gratuitos, es una mejor explicación para (1) que el teísmo.
  3. Por lo tanto, la evidencia prefiere que ningún dios, al menos aquel entendido por los teístas, existe.[18]

Estos argumentos son juicios de probabilidad debido a que se apoyan en la afirmación de que, aun luego de reflexión minuciosa, no se puede ver ninguna buena razón para que Dios permita al mal. La inferencia a partir esta afirmación en la proposición general de que existe mal innecesario es inductivo en su naturaleza y es este paso inferencial que distingue al argumento evidencial del lógico.[3]

Aún persiste la posibilidad lógica de haber razones ocultas o desconocidas para la existencia del mal, sin embargo, la existencia de un dios resulta en una hipótesis a gran escala dirigida a que algunos hechos particulares tengan sentido, que puede descartarse en la medida en que falle en explicarlos.[3]​ De acuerdo con la navaja de Ockham, se debería asumir la menor cantidad de premisas como sea posible. Las razones implícitas son conjeturas supuestas, como lo es la conjetura de que los hechos relevantes son observables o que hipótesis sin pruebas no son erradas puesto que estas están ocultas para los humanos. En consecuencia, la hipótesis de indiferencia es mucho más simple, ya que no requiere de razones supuestas para explicar el mal. De manera similar, para cada argumento desconocido que justifica al menos en parte la existencia del mal, existe la misma posibilidad de que existan argumentos especulativos que de hecho empeoren la gravedad moral del mal observado. En consecuencia, desde un punto de vista inductivo los argumentos ocultos se anulan unos a otros.[2]

El autor e investigador Gregory S. Paul presenta lo que el considera un problema del mal particularmente fuerte. Estima que al menos han nacido 100 millardos de personas en toda la historia humana (comenzando aproximadamente hace 50 000 años, cuando nació el primer Homo sapiens.[19]​ Calculó un estimativo de la mortalidad infantil promedio de toda la existencia humana. Descubrió que el índice era superior al 50%, y que los niños morían principalmente debido a enfermedades como la malaria. Esto significa que 50 millardos de personas han muerto naturalmente antes de la madurez sexual. Agrega que hasta 300 millardos de personas nunca vieron la luz del día, pues el índice de mortalidad prenatal estaría cerca del 75%. A base de esto, se puede calcular la población del Cielo en 400 millardos: 50 millardos de niños, misma cantidad de adultos y aproximadamente 300 millardos de fetos, lo que da un total de 400 mil millones de habitantes celestiales.[20][21]

Una respuesta común a los casos del problema evidencial es que hay justificaciones plausibles (y no incomprensibles) para que una deidad permita el mal. Estas teodiceas se discuten más adelante.

Argumentos relacionados

Las doctrinas del Infierno, particularmente aquellas de sufrimiento eterno, plantean formas particularmente fuertes del problema del mal al defender la existencia de un castigo divino de tortura infinita (véase problema del infierno). Al considerar males la no creencia, creencias equivocadas y el diseño precario de los seres vivientes, los argumentos de la no creencia, de las revelaciones inconsistentes y del mal diseño son otros ejemplos de que la coexistencia entre el mal y tal deidad es improbable o imposible.

Respuestas, defensas y teodiceas

Las respuestas al problema del mal en ocasiones han sido clasificadas en defensas o teodiceas. Sin embargo, los autores difieren de sus definiciones precisas.[2][3][22]​ Generalmente, una defensa se refiere al intento de resolver el problema lógico del mal al mostrar que no hay una incompatibilidad lógica entre las existencias del mal y de tal dios. Esta tarea no requiere la proveer una explicación plausible del mal y es exitosa si logra compatibilizarlos. Ni siquiera necesita ser verdadera, debido a que una explicación falsa, aunque coherente, sería suficiente para conciliarlas.[23]

Por el otro lado, una teodicea,[24]​ es más ambiciosa, debido a que intenta dar una justificación plausible (una razón moral o filosóficamente suficiente) para la existencia del mal y por tanto rebatir el argumento evidencial del mal.[3]Richard Swinburne sostiene que no tiene sentido asumir que existen bienes superiores que justifican la presencia del mal en el mundo a menos que se identifiquen cuáles son, de lo contrario no se puede lograr una teodicea exitosa.[25]​ Asimismo, algunos autores consideran que apelar a demonios o la caída del hombre son en verdad hipotéticamente posibles, pero no muy plausibles dado nuestro conocimiento del mundo, y por lo tanto estiman estos argumentos como defensas, mas no buenas teodiceas.[3]

Negación de la omnisciencia, omnipotencia o omnibenevolencia


Si un dios carece de cualquiera de estas cualidades, entonces la existencia del mal puede ser explicada y por lo tanto el problema del mal puede ser enfrentado por medio de una formulación o doctrina alternativa de teología.

En el politeísmo las deidades individuales normalmente no son omnipotente o omnibenevolentes ya que sus poderes están distribuidos entre diversos dioses. Sin embargo, si una de las deidades tiene estos atributos, el problema del mal resurge. Sistemas de creencias con varias deidades omnipotentes conducirán a contradicciones lógicas y conflictos.

El diteísmo (un tipo de dualismo) explica que el problema del mal a partir de la existencia de dos fuertes, pero no omnipotentes, deidades que se oponen mutuamente. Ejemplos de este sistema de creencias incuye al zoroastrismo, maniqueísmo y tal vez el gnosticismo. Satanás en el islám y cristianismo no son considerados en igualdad de condiciones respecto a Dios, que es omnipotente. Por tanto Satanás solo podría existir si así lo permitiese Dios. Tal demonio, así limitado en poder, no puede por tanto explicar por sí solo el problema del mal sin que el teísmo recurra a alguna versión alternativa de su teología.

La teología del cambio y el teísmo abierto son otras doctrinas que limitan la omnipotencia y omnisciencia de Dios (como lo concibe la teología cristiana tradicional). El diteísmo es la creencia que Dios no es totalmente bueno. El panteísmo y el panenteísmo, un tipo de diteísmo, ofrecen versiones alternativas al describir la disposición del mal.

Respuesta del "bien superior"

Las paradojas de la omnipotencia, donde el mal persiste aun con la presencia de un dios todopoderoso, plantean interrogantes respecto a la naturaleza de la omnipotencia divina. Algunas soluciones proponen que la omnipotencia no implica la habilidad de realizar lo lógicamente imposible. Las respuestas del "bien superior" responde al problema al usar esta perspectiva para argumentar que la existencia de bienes de mayor valía que un dios no puede lograr sin permitir el mal, y por tanto existen males que él no puede prevenir a pesar de ser omnipotente. Una de las versiones más populares es la apología del libre albedrío.

Libre albedrío

El uso del término libre albedrío crea confusión a menos que sea claramente definido.[26]​ Para esto, Mortimer Adler propuso la delineación de tres tipos de libertad:[27][28]

  1. "Libertad circunstancial" es la "libertad frente a la coerción o ataduras" que previene actuar según la propia voluntad.[29]
  2. "Libertad natural" es la libertad de hacer lo que se desea. Este libre albedrío natural es inherente al ser humano[30]
  3. "Libertad adquirida" es la liberdad "de vivir como se debería". Alcanzar la libertad adquirida requiere un cambio en el que se adquiere un deseo de vivir de acuerdo a cualidades como la bondad o la sabiduría.[31]

La respuesta de la libre voluntad afirma que la existencia de seres libres es algo de gran valor, debido a que la libertad conlleva la capacidad de realizar elecciones moralmente significativas (que incluiría la expresión de amor y afecto[32]​). No obstante, también implicaría el potencial abuso ético cuando los individuos fallan en actuar moralmente. Pero las consecuencias negativas de tales abusos son ampliamente superados por el gran valor del libre albedrío y del bien asociado, por lo que es preferible un mundo que ofrezca una existencia libre, y con ello el potencial mal, a un mundo sin maldad ni libertad completa. Un mundo con seres libres benévolos seguiría siendo mejor, sin embargo esto requeriría la obediencia de las personas a un dios, ya que sería lógicamente inconsistente para un dios prevenir los abusos de libertad sin restringir esa libertad.

Sus críticos han cuestionado si esta respuesta explica históricamente el grado de maldad presenciado en el mundo. Un punto a este respecto es que mientras que el valor del libre albedrio podría ser plausible para compensar males menores, es menos claro que predomine sobre los atributos negativos de los males tales como la violación o el asesinato. Casos particualmente atroces considerados males terribles, que "[constituye] una razón prima facie para dudar si la vida del participante podría ser (dado su inclusión en ella) un gran bien neto para él",[33]​ han sido el centro del trabajo reciente respecto al problema del mal. Otro punto es que estas acciones de seres libres que ocasionan males ha menudo limitan la libertad de sus víctimas, por ejemplo, el asesinato de un niño pequeño (e.g. la muerte del Bebé P) impide la libertad del niño de ejercer su libertad de manera significativa. Considerando tal caso en que la libertad de un niño inocente es enfrentada contra la libertad de un asesino, no es claro porqué tal dios permanecería pasivo e indiferente.

Una segunda crítica es que el potencial del mal inherente a la libre voluntad podría estar limitada por medios que no afectaran dicha voluntad. Tal dios podría lograrlo al hacer las acciones morales especialmente placenteras, por lo que resultarían naturalmente atrayentes; podría castigar las acciones inmorales inmediatamente, lo que haría evidente que la rectitud moral favorece nuestro propio bien; o podría permitir realizar malas decisiones, pero intervendría para impedir que sucedieran sus consecuencias dañinas. Una respuesta es que tal "mundo fantástico" podría implicar que el libre albedrío tuviese poco o ningún valor.[34]​ Una contrarrespuesta es que este pensamiento implicaría que, así como sería indeseables una intervención divina, sería inmoral que los humanos intentaran reducir el sufrimiento producido por malas acciones, postura que pocos abogarían.[2]​ El debate depende en las controvertidas definiciones de libre albedrío y determinismo, además de su relación entre sí. Véase además compatibilismo e incompatibilismo y predestinación. En términos generales, el compatibilismo e incompatibilismo disputan si la libre voluntad de los individuos está en conflicto o no con un dios que puede conocer el resultado de las elecciones de seres libres antes que las decidan.

Una tercera respuesta es que aunque esta defensa pudiese explicar el mal moral, falla completamente en encarar el mal natural, como lo son los terremotos, tornados y pandemias. Los apologistas de la libre voluntad pueden recurrir a una explicación diferente para explicar estos males naturales o extender la responsabilidad de la libre voluntad para incluirlos. Un ejemplo de lo último es la famosa sugerencia de Alvin Plantinga que estos son causados por las libres decisiones de seres sobrenaturales, como demonios. Otros han defendido que los males naturales son el resultado de la caída del hombre, que corrompió el mundo perfecto creado por Dios; que las leyes naturales son un prerrequisito para la existencia de seres libres e inteligentes;[35]​ o, de nuevo, que este nos proporciona un conocimiento del mal que haría nuestra elecciones libres más significativas y más valiosas que en su ausencia.[36]​ Por último, se ha propuesto que los males naturales son un mecanismo de castigo divino por los males morales que los humanos han realizado, por lo que aquellos están justificados (véase también karma, hipótesis del mundo justo, pecado original).

Finalmente, debido a que la respuesta del libre albedrío asume una perspectiva libertaria de la voluntad, el debate sobre su solidez se amplia naturalmente al debate respecto a la existencia y naturaleza del libre albedrío. El compatibilismo rechaza que un ser determinado a actuar moralmente carezca realmente de libre voluntad, y por ello niega que un dios no pudiese garantizar el comportamiento moral de sus criaturas libres. El determinismo fuerte rechaza la existencia de la libre voluntad, y por tanto rebate que esta justifique el mal en el mundo. Además existe debate con respecto a la compatibilidad de una libre voluntad moral (la habilidad de elegir entre acciones beneficiosas o dañinas) con la ausencia de mal en el paraíso (dilema del Cielo),[37][38]​ la omnisciencia (véase el argumento del libre albedrío) y la omnibenevolencia.[11]

Formador del espíritu o teodicea de Ireneo

La teodicea del mal como formador del espíritu se caracteriza por afirmar que el mal y el sufrimiento son necesarios para el crecimiento espiritual. La teología consistente con este tipo de teodicea fue desarrollada por el teólogo cirstiano del siglo II Ireneo de Lyon, y su más reciente defensor ha sido el filósofo de la religión John Hick. Una deficiencia notada es que muchos males no parecen promover ese crecimiento, aun pueden ser extremadamente destructivos para el espíritu humano. Hick reconoce que este proceso a menudo falla en el mundo.[39]​ Un segundo problema se refiere a la distribución de los males sufridos: si fuese cierto que un dios permite el mal para facilitar el crecimiento personal, entonces se esperaría que el mal recayese principalmente en aquellos con pobre salud espiritual. Este no parece ser el caso, ya que los inmorales disfrutan de una vida de lujo que los protegen del mal, mientras que muchos de los honestos son pobres y están familiarizados con los males del mundo.[40]​ Un tercer defecto es que las cualidades desarrollados mediante la experiencia del mal son útiles precisamente porque son eficaces en enfrentar al mal. Pero si no existiese tal mal, entonces no habría valor en poseer tales atributos, y por consiguiente tampoco habría necesidad de que un dios permitiese el mal en primer lugar. Contra este último punto, podría sostenerse que los rasgos desarrollados son intrínsecamente valorables, pero esta idea requiere una justificación.

El más allá

También se ha usado la vida después de la muerte como justificación del mal. El teólogo cristiano Randy Alcorn defiende que la dicha del Cielo compensará los sufrimientos terrenales y escribe:

Sin la perspectiva de la eternidad, asumimos que las personas que mueren jóvenes, los minusválidos, quienes sufren hambre y aquellos no se casan o no tienen hijos, o quienes no hacen esto o aquello se perderán de lo mejor que la vida puede ofrecer. Pero la teología que destaca estas suposiciones tienen un error fatal. Presume que nuestra Tierra, cuerpos, cultura, relaciones y vida presentes son todo lo que hay... [pero] El Cielo traerá mucha más compensación para nuestros sufrimientos presentes.[41]

El filósofo Stephen Maitzen ha llamado a este razonamiento la teodicea de "El Cielo acalla todo" (Heaven Swamps Everything) y argumenta que es engañoso debido a que confunde compensación con justificación.

[Este razonamiento] puede surgir al imaginar un estado mental de éxtasis o misericordia por parte de la dicha: en el Cielo nadie guarda resentimientos, incluso los sufrimientos terrenales más horribles no son nada comparados con la dicha infinita, todas los errores pasados son perdonados. Pero "ser perdonados" no significa "estar justificados"; la ciega reticencia de afligirse por el sufrimiento no implica que un ser perfecto estuviese justificado en permitir el sufrimiento todo este tiempo. Por la misma razón, nuestra prácticas morales reconocen legítima la denuncia sobre un abuso infantil incluso si, al crecer, la víctima resulta consumir drogas que la vuelve indiferente a su pasado. Incluso si el cielo acalla todo, no significa que justifique todo.[42]

Karma y vidas pasadas

La hipótesis del karma sostiene que los actos buenos conllevan al placer y los actos malos en sufrimiento. Así acepta que existe el sufrimiento en el mundo, pero mantiene que no hay sufrimiento inmerecido, y en que en ese sentido, no hay mal. La objeción obvia es que las personas también sufren desgracias injustas es enfrentada con la combinación de las ideas del karma y la reencarnación, por lo que tal sufrimiento sería el resultado de malas acciones en vidas pasadas.[43]​ En este caso, el problema del mal surge de la posibilidad de invertir la ley del karma al causar sufrimiento al inocente y placer gratificante al culpable como ley dominante.

Teísmo escéptico

Los teístas escépticos argumentan que debido al conocimiento limitado de la humanidad, no podemos pretender entender a un dios o su máximo plan. Cuando un padre lleva su hijo al médico a una vacunación regular para prevenir enfermedades, se debe a que lo ama y se preocupa por él. El niño sin embargo no podrá apreciar esto. Se ha defendido que al igual que un infante posiblemente no puede entender los motivos del actuar de su padre debido a sus limitaciones cognitivas, así también la humanidad es incapaz de comprender la voluntad de un dios en su estado actual.[44]​ Dada esta postura, es esperable la dificultad o imposibilidad de encontrar una explicación plausible para el mal en un mundo creado por un ser superior, y en consecuencia el argumento del mal fracasa a menos que pueda probarse que las razones divinas puedan ser comprensibles por nosotros.[45]​ Una respuesta relacionada es que el bien y el mal están totalmente fuera de la comprensión humana. Ya que nuestros conceptos del bien y mal nos son inculcados por un dios solo con el objeto de facilitar nuestro comportamiento ético en nuestras relaciones con otras personas, no deberíamos pretender que nuestras nociones sean acertadas más allá de esta función, y por lo tanto no podemos presumir que sean adecuadas para determinar que lo que llamamos mal realmente lo sea. Tal opinión puede ser por sí atractica para un teísta, ya que permite una agradable interpretación de ciertos pasajes bíblicos, del tipo "Quién forma la luz y crea las tinieblas, Quién hace la paz y crea el mal; Yo soy el Señor, Quien hace todo esto".[46][47]

Una réplica a lo anterior es que mientras estas consideraciones armonizan la creencia en un dios con nuestra incapacidad de identificar sus razones para permitir el mal, lleva a la pregunta de por qué tal dios no nos ha dado la certeza clara y no ambigua de que tiene buenas razones para permitir el mal, la que sí estaría dentro de nuestra capacidad de entendimiento. A partir de aquí el debate del problema del mal se matiza con la discusión del argumento de la no creencia.

Negación de la existencia del mal

Mal como ausencia de bien

El teólogo del siglo V Agustín de Hipona mantuvo que el mal solo existía como privación o ausencia de bien. La ignorancia es un mal, pero solo es la ausencia de conocimiento, que es bueno; así mismo la enfermedad es la ausencia de salud y la crueldad lo es de compasión. Dado que el mal no tiene realidad positiva per se, no puede causarse su existencia, por lo que Dios no es el responsable de ella. En su forma más fuerte, este principio identifica al mal como ausencia de Dios, que sería la única fuente de todo lo que es bueno.

Una opinión similar utiliza el concepto taoísta del yin-yang, que permite que tanto el bien y el mal tengan una realidad positiva, pero sostiene que son opuestos complementarios tal que la existencia de cada uno es dependiente de la existencia del otro. La compasión, como virtud, solo puede existir si hay sufrimiento del que compadecerse; la valentía solo existe si enfrentamos el peligro; el altruismo solo es preciso cuando hay los otros son necesitados. A veces es llamado el "argumento por el contraste".[48]

Quizás la crítica más importante de estos argumentos es que, aun si se concede su victoria frente al argumento del mal, son inútiles contra un "argumento de la ausencia de bien" que puede esgrimirse en su reemplazo, por lo que la repuesta solo es superficialmente eficaz.[49][50]

Mal como ilusión

Es posible argumentar que los males como el sufrimiento o la enfermedad son meras ilusiones y que son consideradas erróneamente expresiones del mal. Esta perspectiva es aceptada por algunas filosofías religiosas orientales, como el hinduismo y budismo, y la Ciencia cristiana. Es casi plausible cuando nuestro conocimiento de los males son geográfica o temporalmente distantes, por lo que pueden no ser reales después de todo. Sin embargo, cuando consideramos nuestras propias sensaciones de dolor y angustia, no parece haber desacuerdos en comprender que se está afligido por tales malestares y sufrimientos bajo la influencia externa. Dadas esas experiencias, no parece razonable descartar todos los males considerándolos ilusorios.[49][51]

Girar el tablero: "Mal" como ley ética

Una forma distinta de enfrentar el problema del mal es dar vuelta el tablero al sugerir que cualquier argumento del mal es contradictorio, ya que su conclusión necesitaría de la falsedad de alguna de sus premisas. Una respuesta de este tipo es señalar que la afirmación "el mal existe" implica una norma ética con la que el valor moral es determinado y luego argumentar que este marco moral implica la existencia de un dios (véase el argumento de la moralidad).

Mi argumento contra Dios fue que el universo parecía tan cruel e injusto. ¿Pero cómo tenía esta idea de lo justo e injusto? Un hombre no llama una línea torcida a menos que tenga alguna idea de una línea derecha. ¿Con qué estaba comparando este universo cuando lo llamé injusto?... Claro que podría haber rendido mi idea de justicia al decir que solo era una idea privada y personal. Pero si lo hacía, entonces mi argumento contra Dios también colapsaba: ya que el argumento dependía en afirmar que el mundo era realmente injusto, no solo que no resultase complacer mis antojos.

La crítica estándar a esta postura es que el argumento del mal no representa necesariamente las opiniones del exponente, sino que muestra que las premisas que un teísta está inclinado a creer llevarían a la conclusión que tal dios no puede existir, es decir, un reductio ad absurdum de la cosmovisión teísta. Otra opción es reformular el argumento del mal para que esta respuesta no sea válida: por ejemplo, reemplazar el término "mal" con "sufrimiento", o lo que es más incómodo, cuestiones que los teístas ortodoxos aceptarán que se les llama "males" correctamente, como asesinatos, violaciones, guerras, pandemias, etc.[53]

Críticas generales a las defensas y teodiceas

Varios filósofos[54][55]​ han argüido que tal como existe el problema del mal para los teístas que creen en un ser omnisciente, omnipotente y omnibenevolente, así también existe un problema del bien para aquellos que creen en la existencia de un ser omnisciente, omnipotente y omnimalevolente. Las defensas y teodiceas que usan los teístas para enfrentar el problema del mal se pueden invertir y usar en defensa de la creencia de un ser omnisciente, omnipotente y omnimalevolente. En consecuencia el teísta se enfrenta un dilema: aceptar que ambas respuestas (para el problema del mal y del bien) son igualmente poco convincentes, y por tanto quedar inerme frente al problema del mal; o aceptar que ambas respuestas son igualmente válidas, al considerar tan plausible la existencia de un ser omnipotente, omnisciente y omnimalevolente como la de uno omnibenevolente.[56]

Otra crítica general es que si bien una teodicea puede compatibilizar a un dios con la existencia del mal, lo hace a costa de anular su valor moral. Esto se debe a que las mayoría de las teodiceas asumen que independiente de su origen, el mal existe debido a que es necesario para el logro de un bien superior (ética teleológica). Pero si el mal es necesario para asegurar un bien superior, entonces no habría razón para prevenirlo, ya que al hacerlo también perderíamos el bien superior para el que existe. Aun peor, cada acción podría racionalizarse y actos como robo, asesinato y violación quedarían justificados, ya que si se cometen exitosamente es porque Dios lo ha permitido y en consecuencia debe aumentar el bien superior. Ya que las conclusiones violan nuestras intuiciones morales básicas, las teodiceas teleológicas no pueden ser ciertas. Alternativamente, se puede señalar que estas teodiceas nos conducen a aceptar cada atrocidad ocurrida como compatible con la existencia de un dios omnibenevolente, lo que reduce la noción de bondad divina a un concepto vacío.[57][58][59][60]

Por religión

Cristianismo

Gnosticismo

El gnosticismo se refiere a la varias creencias que ven a la maldad debido a la creación del mundo por un dios imperfecto, el demiurgo y que es contrastado por una entidad superior. Sin embargo, esto por si mismo no resuelve el problema del mal si la entidad superior es omnipotente y omnibenevolente. Creencias gnósticas distintas pueden dar variadas respuestas, como el maniqueismo, el cual adopta el dualismo, en oposición a la doctrina de la omnipotencia.

Teodicea de Ireneo

La teodicea de Ireneo, planteada por Ireneo de Lyon (n. Esmirna Asia Menor, c. 130 - m. Lyon, c. 202) y reformulado por John Hick, sostiene que no se puede alcanzar virtud moral o amor por Dios si no existe maldad y sufrimiento en el mundo. El mal es una formadora del alma y conduce a la verdadera moral y cercanía a Dios. Dios guardó una distancia epistémica tal que no fuese cognoscible directamente, por lo que se pueda luchar para conocerlo y de esta forma convertirse en realmente buenos. El mal sería pues un camino a lo bueno por tres razones:

  • Medio de conocimiento. El hambre conduce al dolor y causa la apetencia de comida. El conocimiento del dolor provoca la empatía por quienes sufren.
  • Formador del carácter. El mal ofrece la oportunidad de crecer moralmente. "Nunca podríamos haber aprendido el arte del bien en un mundo diseñado en un paraíso hedonista"- Richard Swinburne.
  • Medio predecible. El mundo sigue a una serie de leyes naturales. Estas son independientes de cualquier habitante del universo. El mal solo ocurre cuando estas leyes naturales chocan con nuestras necesidades. Esto no es inmoral en lo absoluto.

Pelagianismo

Las consecuencias del pecado original fueron cuestionadas por Pelagio y San Agustín de Hipona. Pelagio defiende la inocencia original, mientras que Agustín acusa a Adán y Eva por el pecado original. El pelagianismo es la creencia de que el pecado original no corrompió a toda la humanidad y que el libre albedrío mortal es capaz de elegir el bien o mal sin ayuda divina. La posición de Agustín, y posteriormente la de esa rama del cristianismo, es que Adán y Eva tuvieron el poder de derrumbar el orden perfecto de Dios, por lo que cambiaron la naturaleza al traer el pecado al mundo, pero la aparición del pecado limitó a partir de entonces el poder de la humanidad de evitar las consecuencias sin ayuda divina.[61]​ La teología de la Iglesia ortodoxa sostiene que la humanidad heredó la naturaleza del pecado pero no la culpa de Adán y Eva por su pecado que resultó en el destierro.[62]

Teodicea agustiniana

Agustín de Hipona (354 AD – 430) en su teodicea se centra en la historia del Génesis en que en esencia afirma que Dios creó el mundo y "miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno". El mal es meramente una consecuencia de la desobediencia y destierro humano debido al pecado original. San Agustín afirma que la maldad natural (sufrimiento causado por desastres naturales) es causada por los ángeles caídos, mientras que la maldad moral (causada por la conducta humana) es el resultado del distanciamiento del hombre con Dios y su elección de desviarse por su camino elegido. Agustín sostuvo que Dios no podía haber creado el mal en el mundo, ya que fue creado bueno, y que todas las nociones de maldad son simples desviaciones o privaciones de Dios, por lo que la maldad no podía ser separado en una única sustancia. Por ejemplo, la ceguera no es una entidad independiente, sino que es meramente la carencia de la visión. De esta forma la teodicea agustiniana argumentaría que el problema del mal y sufrimiento es inválido, ya que Dios no creó el mal; fue el hombre quien se desvió desvió de la perfección.

Esto, sin embargo, posee un número de interrogantes de tipo genético: si el mal es meramente una consecuencia de nuestra elección de desviarnos de la bondad deseada de Dios, entonces las enfermedades congénitas y la predisposición genética hacia el "mal" seguramente deben estar en el plan y deseo de Dios, por lo que no puede culparse al hombre. Respecto al lugar relativo de la teodicea agustiniana, John Hick en su libro Encountering Evil (Topándose con el mal), ha dicho que "es una extensa discusión lo que constituye mi respuesta a la pregunta si una teodicea ireneana con su escatología pueda ser más plausible que la agustiniana con su caída humana o angelical. (Si lo es, entonces la última es doblemente implausible; ¡ya que también involucra una escatología!)".[63]

Véase también

Referencias

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Lectura adicional

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Enlaces externos

Enciclopedias en inglés