La comunicación (del latíncommunicatio, -ōnis.) es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información u opiniones distintas. Los pasos básicos de la comunicación son la formación de una intención de comunicar, la composición del mensaje, la codificación del mensaje, la transmisión de la señal, la recepción de la señal, la decodificación del mensaje y finalmente, la interpretación del mensaje por parte de un receptor.
En un sentido general, la comunicación es la interacción verbal, el contacto con otros seres, y se puede definir como el proceso mediante el cual se transmite una información de un punto a otro.
Su propósito u objetivo se puede denominar bajo la acción de informar, generar acciones, crear un entendimiento o transmitir cierta idea.
Los comunicadores tienen como función entregar información verídica y confirmada por más de tres fuentes.
El discurso de odio en línea se sitúa en la intersección de múltiples tensiones: es la expresión de conflictos entre diferentes grupos dentro y entre sociedades; es un ejemplo vívido de cómo las tecnologías con un potencial transformador como Internet traen consigo tanto oportunidades como desafíos; e implica un complejo equilibrio entre los derechos y principios fundamentales, incluida la libertad de expresión y la defensa de la dignidad humana.
El discurso de odio es un término amplio y controvercial. Los tratados multilaterales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos han tratado de definir sus contornos. Se han iniciado procesos de gobernanza de múltiples partes interesadas para aportar mayor claridad y sugerir mecanismos para identificar mensajes de odio. Y, sin embargo, el discurso del odio sigue utilizándose en gran medida en el discurso cotidiano como un término genérico, mezclando amenazas concretas a la seguridad de individuos y grupos con casos en los que las personas pueden simplemente estar desahogando su ira contra la autoridad. Los intermediarios de Internet (organizaciones que median en la comunicación en línea como Facebook, Twitter y Google) han avanzado sus propias definiciones de discurso de odio que vinculan a los usuarios a un conjunto de reglas y permiten que las empresas limiten ciertas formas de expresión. Los organismos nacionales y regionales han tratado de promover una comprensión del término más arraigada en las tradiciones locales.