Diferencia entre revisiones de «Rodrigo Díaz de Vivar»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
EfePino (discusión · contribs.)
Deshecha edición Escarlati. Aportas poca información adicional, en gran parte sin citas ni referencias. Y eliminas información con citas y referencias. Arréglalo, p.f.
Línea 36: Línea 36:
Las relaciones entre [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso]] y Díaz de Vivar fueron en esta época excelentes; aunque el nuevo rey le sustituyó en el cargo de alférez real por [[García Ordóñez]], conde de [[Nájera]], lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con [[Jimena Díaz]] ([[julio]] de [[1074]]), noble asturiana, bisnieta de [[Alfonso V]], con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada en segundas nupcias con el Conde de Barcelona) y Cristina (casada en segundas nupcias con el infante Ramiro de Navarra). Este enlace con la alta nobleza leonesa indica que Rodrigo, un mero infanzón, tenía muy buenas relaciones con el rey Alfonso.<ref name=Montanerhistoria/>
Las relaciones entre [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso]] y Díaz de Vivar fueron en esta época excelentes; aunque el nuevo rey le sustituyó en el cargo de alférez real por [[García Ordóñez]], conde de [[Nájera]], lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con [[Jimena Díaz]] ([[julio]] de [[1074]]), noble asturiana, bisnieta de [[Alfonso V]], con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada en segundas nupcias con el Conde de Barcelona) y Cristina (casada en segundas nupcias con el infante Ramiro de Navarra). Este enlace con la alta nobleza leonesa indica que Rodrigo, un mero infanzón, tenía muy buenas relaciones con el rey Alfonso.<ref name=Montanerhistoria/>


En [[1079]] fue comisionado por el rey para cobrar las ''[[parias]]'' (tributos) al rey de [[taifa de Sevilla|Sevilla]]. Durante esa misión, ganó la [[batalla de Cabra]] contra las tropas del rey moro de [[Reino de Granada|Granada]], a las que acompañaban las de García Ordóñez, en misión similar a la de Díaz de Vivar.
Muestra de la confianza que en Rodrigo el Campeador depositaba Alfonso VI es que en [[1079]] fuera comisionado por el rey para cobrar las ''[[parias]]'' (tributos) al rey [[Almutamid]] de [[taifa de Sevilla|Sevilla]]. Pero en el desempeño de esta misión, un importante noble castellano, García Ordóñez formaba parte del ejército que el rey [[Abdalá de Granada]] envió contra el rey de Sevilla, que gozaba de la protección de Alfonso VI, precisamente a cambio de las parias que el Cid estaba cobrando. Lógicamente, el Campeador ayudó con su contingente a defenderse al rey sevillano, que interceptó y venció a Abdalá en la [[batalla de Cabra]], en la que García Ordóñez fue hecho prisionero. La recreación literaria ha querido ver en este episodio una de las causas de la enemistad de Alfonso VI, instigado por la nobleza afín a García Ordoñez, hacia Rodrigo, pero lo cierto es que la protección brindada al rico rey de Sevilla, que enriquecía con sus impuestos a Alfonso VI, solo beneficiaba los intereses del rey de Castilla.<ref name=Montanerhistoria/>


El ataque sufrido por Díaz de Vivar, sin embargo, tuvo una relevancia especial, por cuanto, al parecer, habría sido parte de una maniobra del propio [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso VI]] con el objeto de desequilibrar las fuerzas de los [[Taifa|reinos de Taifas]] en su beneficio. Sin saberlo, la misión de Díaz de Vivar fue en contra de los planes de su rey. Por lo demás, su victoria frente a un noble de buena posición en la corte, [[García Ordóñez]], complicó su situación.
Los desencuentros con Alfonso fueron causados por un exceso (aunque no era raro en la época) de Díaz de Vivar tras repeler una incursión de moros toledanos en [[1080]]: adentrándose, a su vez, en el reino de [[Taifa de Toledo|Taifa toledano]], saqueó su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso VI]].

A todo esto se sumó, finalmente, un exceso (aunque no excepcional en la época) de Díaz de Vivar tras repeler una incursión de moros toledanos en [[1080]]: adentrándose, a su vez, en el reino de [[Taifa de Toledo|Taifa toledano]], saqueó su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso VI]].


==== Primer destierro: al servicio de la Taifa de Zaragoza ====
==== Primer destierro: al servicio de la Taifa de Zaragoza ====

Revisión del 22:29 3 may 2009

Estatua del Cid, en Burgos, obra de Juan Cristóbal González Quesada, inaugurada en 1955

Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar del Cid, Burgos, hacia 1043[1]​ o 1048-1050[2]​ – Valencia, 1099) fue un hidalgo, guerrero y capitán de frontera castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada todo el oriente de la Península Ibérica a finales del siglo XI, de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno, aunque con el beneplácito del rey Alfonso VI, de quien Rodrigo siempre se consideró vasallo. Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista española, cuya vida es la base de uno de los más célebres cantares de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid. Fue conocido y ha pasado a la posteridad como El Cid Campeador, Mio Cid o El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor'. El origen etimológico del apodo "campeador" es objeto de diferentes interpretaciones, que se abordan más abajo.

Según el autor musulmán andalusí Ibn Bassam (1109):[3]

Este hombre, el azote de su tiempo, por su ansia de gloria, por la prudente tenacidad de su carácter, por su heroica valentía, fue uno de los milagros de Dios.

Biografía

Nació en fecha desconocida a mediados del siglo XI (según distintas propuestas, entre 1041 y 1050).[2][4]​ Su lugar de nacimiento está firmemente señalado por la tradición en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque se carece de fuentes documentales que lo corroboren. Era hijo de Diego Laínez, infanzón de Vivar, «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna–Atapuerca, y de Sancha o Teresa Rodríguez, hija de Rodrigo Álvarez de Asturias, de una de las primeras familias del condado de Castilla. Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el Rey Fernando I de León y Castilla, a su vez descendiente de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. Sin embargo, la genealogía de la Historia Roderici parece encaminada a buscarle parentesco con los legendarios Jueces de Castilla. Según todos los indicios históricos, su abuelo sería Flaín Muñoz, un conde de León que vivió en torno al año 1000.[4]​ En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la corte del rey Fernando I, como doncel o paje del príncipe Sancho, formando parte de su séquito.

Archivo:Cid Campeador Buenos Aires.jpg
Estatua del Cid, en Buenos Aires, obra de Anna Hyatt Huntington, inaugurada en Octubre de 1935

Nombramiento como caballero

Se dice que fue investido caballero alrededor del año 1060[cita requerida], en la iglesia de Santiago de los Caballeros (Zamora) por el príncipe Sancho, aunque en opinión del citado Martínez Diez en su exhaustiva biografía cidiana, la corte de Sancho se encontraría en Burgos, como capital del futuro reino de Castilla que heredaría de su padre. Si damos crédito a las posibles fechas de nacimiento del Cid que Martínez baraja, la fecha de 1060 parece de todo punto improbable como la de su ordenación como caballero. En realidad, uno de los indicios más valiosos para aventurar la fecha de nacimiento de Rodrigo, es la alusión en el Carmen Campidoctoris a su posible participación del Cid en la batalla de Graus (1063), al servicio del infante Sancho, a la sazón aliado del rey taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir, sin que en ningún momento se diga que esta participación fuese en calidad de caballero; y si aceptamos que la coronación de Sancho como rey de Castilla no tuvo lugar hasta 1065, la fecha de 1060 parece aún más improbable.

Según Fray Prudencio de Sandoval, fue investido caballero por el rey Fernando I de León y Castilla, en la mezquita mayor de Coímbra, en el año 1064, inmediatamente después de la conquista de la ciudad.[5]​ Sin embargo, según los conocimientos contemporáneos, habría sido el infante Sancho de Castilla quien le armó caballero.[4]

Teniendo en cuenta todo lo anterior, y que la dignidad de caballero no solía ser alcanzada antes de la edad de quince años, Martínez señala al año 1067 como el más probable para la investidura de caballero, coincidiendo con la Guerra de los tres Sanchos y el primer combate singular del Cid contra Jimeno Garcés.

Defendiendo Castilla para Sancho II

Hasta la muerte de Sancho en 1072 el Cid gozó del favor del rey, quien le puso al frente de su mesnada y le encomendó la custodia de su enseña, en calidad de alférez tras la Batalla de Llantada.

Como jefe de las tropas reales, acompañó a Sancho en la guerra que éste mantuvo con su hermano Alfonso VI, rey de León y con su hermano García, rey de Galicia, con el objeto de reunificar el reino dividido tras la muerte del padre. Desempeñó un papel notable, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho II se adueñó de León y, a continuación, de Galicia. Es en estas batallas cuando, probablemente, ganara el sobrenombre de «campeador», es decir, batallador en lides campales.[4]

Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Díaz de Vivar, sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos.

Representación en las fiestas de Burgos

Reinado de Alfonso VI

Alfonso VI recuperó el trono de León y sucedió a su hermano en el de Castilla, anexionándolo junto a Galicia, recuperando la unión del reino legionense que había desgajado su padre Fernando en su muerte. Pese a lo mostrado en el Cantar de Mio Cid, la famosa Jura de Santa Gadea por parte del Cid a Alfonso nunca se produjo.[6]

Las relaciones entre Alfonso y Díaz de Vivar fueron en esta época excelentes; aunque el nuevo rey le sustituyó en el cargo de alférez real por García Ordóñez, conde de Nájera, lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con Jimena Díaz (julio de 1074), noble asturiana, bisnieta de Alfonso V, con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada en segundas nupcias con el Conde de Barcelona) y Cristina (casada en segundas nupcias con el infante Ramiro de Navarra). Este enlace con la alta nobleza leonesa indica que Rodrigo, un mero infanzón, tenía muy buenas relaciones con el rey Alfonso.[4]

En 1079 fue comisionado por el rey para cobrar las parias (tributos) al rey de Sevilla. Durante esa misión, ganó la batalla de Cabra contra las tropas del rey moro de Granada, a las que acompañaban las de García Ordóñez, en misión similar a la de Díaz de Vivar.

El ataque sufrido por Díaz de Vivar, sin embargo, tuvo una relevancia especial, por cuanto, al parecer, habría sido parte de una maniobra del propio Alfonso VI con el objeto de desequilibrar las fuerzas de los reinos de Taifas en su beneficio. Sin saberlo, la misión de Díaz de Vivar fue en contra de los planes de su rey. Por lo demás, su victoria frente a un noble de buena posición en la corte, García Ordóñez, complicó su situación.

A todo esto se sumó, finalmente, un exceso (aunque no excepcional en la época) de Díaz de Vivar tras repeler una incursión de moros toledanos en 1080: adentrándose, a su vez, en el reino de Taifa toledano, saqueó su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.

Primer destierro: al servicio de la Taifa de Zaragoza

Sin descartar la influencia de cortesanos opuestos a Díaz de Vivar en la decisión, todo lo anterior tuvo como consecuencia que el rey incurriera en la «ira regia» y decretase su destierro y el rompimiento de la relación de vasallaje con él. Se dijo que el Cid se quedaba con partes de las parias que se cobraban a los reinos de Taifas.

A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de Vivar partió al destierro e, inmediatamente, buscó un patrono al otro lado de la frontera. Junto con sus vasallos o «mesnada», entró al servicio desde 1081 hasta 1085 del rey de Zaragoza, al-Mutamín, que encomendó al Cid en 1082 una ofensiva contra su hermano, el gobernador de Lérida, Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón, Sancho Ramírez, no quería acatar el poder de Zaragoza a la muerte del padre de los dos, Al-Muqtadir, iniciándose por ello las hostilidades.

La mesnada del Cid reforzó las plazas fuertes de Monzón y Tamarite y derrotó a la coalición, ya con el apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho prisionero el conde Ramón Berenguer II. El apoteósico recibimiento de los musulmanes de Zaragoza al Cid al grito de «sīdī» ('mi señor' en árabe) pudo originar el apelativo romanceado de «mio Çid». El otro apelativo que le brindaron los musulmanes fue «el milagro de su Dios».[7]

En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste de la taifa zaragozana, atacando Morella. Al-Mundir, señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió de nuevo a Sancho Ramírez, que le atacó el 14 de agosto de 1084. De nuevo el castellano se alzó con la victoria, reteniendo a dieciséis nobles aragoneses, que al fin liberó tras cobrar su rescate.

Reconciliación con el rey

La invasión almorávide y la derrota en 1086 de Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, fomentaron el acercamiento entre rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina y le concedió varios dominios en tenencia: Dueñas, San Esteban de Gormaz, Langa de Duero y Briviesca.

Segundo destierro: su intervención en Levante

En 1089 se produjo una nueva disensión con el rey, al llegar tarde las tropas de Díaz de Vivar al sitio de Aledo, lo que le provocó un segundo destierro y ser despojado de las concesiones anteriores e incluso de sus propias heredades. Junto con su mujer Jimena y sus soldados más leales marchó en busca de gloria.

A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro (hoy Sagunto), provocando el miedo de Al-Qádir en Valencia, que pasó a pagarle tributos. El rey de Lérida, por su parte, pidió ayuda frente a Díaz de Vivar al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, al que derrota en Tévar en 1090. Como consecuencia de estas victorias, se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península.

Salió victorioso, por la descoordinación de sus enemigos, de una alianza entre castellanos y aragoneses con el fin de apoderarse de Valencia en 1092 y aminorar así su poder. Como represalia, lanzó un ataque sobre La Rioja que obligó a Alfonso VI a volver a su reino. Por lo demás, a estas alturas todo Levante, excepto Zaragoza, pagaba sus parias a Díaz de Vivar.

Conquista de Valencia

En otoño de 1092 se vio obligado a pensar en el asalto a Valencia, perdida tras la muerte de su protegido por querellas internas entre los moros; puso sitio a la ciudad y, finalmente, entró en ella el 15 de junio de 1094. A partir de ese momento, adoptó el título de príncipe Rodrigo el Campeador, y podría ser este otro (anteriormente fue general en jefe del ejército de la Taifa de Zaragoza, y sus guerreros pudieron muy bien aplicarle el apelativo de meu sidi), el momento cuando se le aplicó el título de Mio Cid, pues fue efectivamente señor de muchas fortalezas de alcaides musulmanes en tierras de Levante.

Establecido ya en Valencia, se alió con Pedro I de Aragón y con Ramón Berenguer III con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron con matrimonios. Una hija suya, María, casó con Ramón Berenguer III, y su otra hija, Cristina, con el infante Ramiro Sánchez de Navarra.

A comienzos del año 1097, los almorávides atacaron el territorio valenciano. Pedro I de Aragón acudió en auxilio del Cid y, juntos, vencieron a los musulmanes. Ese mismo año, Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra.

Fallecimiento

Su fallecimiento se produjo en Valencia entre mayo y julio de 1099 (según G. Martínez Díez, el 10 de julio) debido a unas fiebres. Regaló su espada Tizona a su sobrino Pedro, junto con quien tantas veces había luchado. Doña Jimena consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo, pero en mayo de 1102, debido a una situación insostenible, con ayuda de Alfonso VI, la familia y gente del Cid abandonó Valencia.

Sus restos fueron inhumados en el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña. Durante la Guerra de la Independencia los soldados franceses profanaron su tumba. Los restos fueron recuperados y, en 1842, trasladados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposan junto con los de su esposa Doña Jimena en un emplazamiento privilegiado de la Catedral de Burgos.

Sobre el origen etimológico de El Campeador

Al abordar la tarea de dilucidar cuál es la etimología de “campeador , nos encontramos con dos tesis apoyadas por diferentes autores. La primera [8]​, apoyándose en diplomas coetáneos y en el mismo Carmen Campidoctoris (literalmente traducido del latín como "Cantar del Maestro de los Campos de batalla") señala que el término “campeador” proviene de las locuciones latinas “campi doctor” (literalmente, “maestro de los campos de batalla”) o “campi doctus” (literalmente, “adiestrado en los campos de batalla”). Esta hipótesis ha sido rebatida por otros autores [9]​, sustentándose en los siguientes argumentos: Los documentos historiográficos temporalmente más cercanos a la vida de El Cid de los que disponemos estaban escritos en un latín más o menos culto, mientras que las hazañas del héroe se habían hecho ya populares en lengua romance. En este contexto, parece razonable suponer que los pocos escritores de la época (en su mayoría clérigos) quisieran dar un lustre culto a las expresiones del latín vulgar o el romance. Aceptando esta hipótesis, los autores citados interpretan el término “campeador” como voz romance lexicográficamente derivada del teutón “kamph” (lucha) y “kampher” (luchador). La etimología de estos vocablos godos parece a su vez ser de origen latino, pero se asumieron en el romance ibérico desde su origen y acepción germánica, no latina. Diez interpreta el concepto de luchador como el de el guerrero o campeón que reta al enemigo en combate singular, idea en la que abunda Dozy [10]​. Siguiendo esta línea, Levi-Provençal mantiene que: “Hay un equívoco en la interpretación de la palabra española “Campeador”. En vez de intentar explicarla por sí misma se acude a los vocablos latinos eruditos “campidoctor” y “campidoctus”; pero a pesar de su raro empleo en el “Carmen Campidoctoris” y en la “Historia Roderici”, nada prueba que estas dos palabras latinas no hayan sido escogidas arbitrariamente a causa de su parecido fonético, para representar un vocablo popular” Reuniendo estas tesis de diversa procedencia, el profesor David Porrinas [11]​ parece poner en evidencia los términos “campi doctor” y “campi doctus” para dar validez a la voz romance “campeador” o “campeator” como étimo primario del alias del héroe castellano en el sentido de “luchador, batallador”.

El Cid en las artes y en la cultura popular

El Cid en la literatura

Reproducción del primer folio del manuscrito del Cantar de mio Cid conservado en la Biblioteca Nacional de España

Disponemos de una crónica en latín, la Historia Roderici, que es la fuente más fiel de la vida del Cid, y fue escrita en la segunda mitad del siglo XII. Junto a los testimonios de historiadores árabes, que tenían un concepto de la historiografía más científico, es la principal fuente de nuestros conocimientos sobre el Cid histórico.

En cuanto a literatura, Rodrigo Díaz de Vivar fue ya en vida objeto de obras literarias que ensalzaban su figura. Sus hazañas causaron admiración en sus contemporáneos cultos y eruditos, como lo demuestra el Carmen Campidoctoris, himno latino escrito en poco más de un centenar de versos sáficos en la segunda mitad del siglo XII que cantan al Campeador como se hacía con los héroes y atletas clásicos grecolatinos.

Por esta misma época, iban tomando forma en las voces del pueblo los cantares de gesta, del que se conserva el Cantar de mio Cid escrito entre 1195 y 1207 por un autor culto, letrado de la zona de Burgos y con conocimientos de derecho, referido a los hechos de la última parte de su vida (destierro de Castilla, luchas con el conde de Barcelona, conquista de Valencia), convenientemente recreados.

Entre los testimonios legendarios que se desarrollaron a la muerte del Cid en torno al monasterio de san Pedro de Cardeña está el utilizar a dos espadas con nombres propios, la llamada Colada y la Tizona, que según la leyenda era perteneciente a un rey de Marruecos y hecha en Córdoba. Ya desde el Cantar de mio Cid (solo cien años desde su muerte) figuran en la tradición los nombres de sus espadas y de su caballo, Babieca.

A partir del siglo XIV se va perpetuando una leyenda del Cid en las crónicas y sobre todo en los romances cidianos del romancero. Hasta el siglo XIV fue fabulada su vida en forma de epopeya, pero cada vez con más atención a su juventud imaginada con mucha libertad creadora, como se puede observar en las tardías Mocedades de Rodrigo, en que se relata como en su juventud se lanza a invadir Francia y a eclipsar las hazañas de las chansons de geste francesas. Las nuevas composiciones le dibujaban un carácter altivo muy del gusto de la época pero contradictorio con el estilo mesurado y prudente del Cantar de mio Cid. Su juventud y sus amores con Jimena fueron también objeto de tratamiento por parte del romancero.

En el siglo XVI, además de continuar con la tradición poética de elaborar romances artísticos, le fueron dedicadas varias obras teatrales de gran éxito, generalmente inspiradas en el propio romancero. En 1579 Juan de la Cueva escribió la comedia La muerte del rey don Sancho, basada en la gesta del cerco de Zamora. Iguamente hizo Lope de Vega en Las almenas de Toro y la más importante expresión teatral basada en el Cid: Las mocedades del Cid y Las hazañas del Cid (1618), de Guillén de Castro. Corneille se basó en la obra de Guillén de Castro para componer Le Cid (1636), una obra clásica del teatro francés. Los románticos recogieron con entusiasmo la figura del Cid siguiendo siempre el romancero: por ejemplo, La jura de Santa Gadea, de Hartzenbusch y La leyenda del Cid, de Zorrilla. Además el novelista por entregas Manuel Fernández y González escribió una novela basada en sus aventuras y sus leyendas llamada El Cid, y Ramón Ortega y Frías escribió una novela por entregas con el mismo tema en la misma época.

Eduardo Marquina estrena en 1908 Las hijas del Cid. Fuera del teatro y ya en el siglo XX, cabe destacar las versiones poéticas modernas del Cantar de mio Cid que realizaron Pedro Salinas, en verso, y Camilo José Cela. Las ediciones críticas más recientes del Cantar, han devuelto la frescura y belleza a estos viejos versos; así, la más autorizada actualmente es la de Alberto Montaner Frutos que fue editada en 2000 para la colección «Biblioteca Clásica» de la editorial Crítica.

Fuera de revisiones poéticas, existe una de las magnas obras del poeta y mago chileno Vicente Huidobro, que en 1929 publica La hazaña del Mío Cid, que como el mismo se encarga de señalar, es una «novela escrita por un poeta», lectura obligada para los devotos del Campidoctor.

A mediados del siglo XX, el actor Luis Escobar hizo una adaptación de Las mocedades del Cid para el teatro, titulada El amor es un potro desbocado; en los ochenta José Luis Olaizola publicó el ensayo El Cid el último héroe, y en el año 2000 el catedrático de historia y novelista José Luis Corral escribió una novela desmitificadora sobre el personaje titulada El Cid. En 2007 Agustín Sánchez Aguilar publicó la leyenda del Cid, adaptándola a un lenguaje más actual, pero sin olvidar la épica de las hazañas del caballero castellano.

El Cid en el cine y la televisión

En 1910 El Cid de Mario Casarini basado en la obra de Pierre Corneille.

En 1961 se estrenó la versión cinematográfica más popular del Cid. Fue dirigida por Anthony Mann y protagonizada por Sophia Loren y Charlton Heston. La película, producida por Samuel Bronston, se rodó en España.

En 1962 se realizó una coproducción hispano-italiana llamada Las hijas del Cid, dirigida por Miguel Iglesias.

En 1973, en un Estudio 1 se realizó una adaptación de El amor es un potro desbocado, donde Emilio Gutiérrez Caba hacía el papel del Cid, y Maribel Martín el de doña Jimena.

En 1980 se estrena en TVE la serie de animación Ruy, el pequeño Cid, donde se relatan las imaginarias aventuras de un Cid niño.

En 1983 se realizó en España una parodia sobre la vida del Cid llamada El Cid cabreador dirigida por Juan José Millán en la que el papel del protagonista estaba interpretado por Ángel Cristo y el de doña Jimena por Carmen Maura.

En 2003 se realizó una película animada llamada El Cid: La leyenda.

El Cid en la ópera

La historia del Cid fue adaptada para la ópera en cuatro actos por los libretistas Adolphe-Philippe D'Ennery, Edouard Blau y Louis Gallet basándose en la obra de Pierre Corneille y compuesta por el músico Jules Massenet.

Claude Debussy comenzó a poner música a un libreto de Catulle Mendès titulado Rodrigue et Chimène y trabajó en él entre 1890 y 1893, pero no concluyó la obra y la abandonó por otros proyectos.

Véase también

Referencias

  1. Alberto Montaner Frutos (2000)
  2. a b Martínez Diez, Gonzalo, El Cid Histórico, Barcelona: Editorial Planeta, S.A. 2001. ISBN 84-08-03932-6.
  3. Abu-l-Hasan Alí ibn Bassam, al-Djazira fi mahasin ahl al-Yazira, Dozy R., Recherches sur l'histoire et la littérature de l'Espagne pendant le moyen âge, Paris-Leiden, 1881.
  4. a b c d e Alberto Montaner Frutos, «El Cid. La historia.», en www.caminodelcid.org, página web del Consorcio Camino del Cid, Burgos, 2002.
  5. Fray Prudencia de Sandoval, Historia de los reyes de Castilla y de León, don Fernando El Magno, primero de este nombre, infante de Navarra; don Sancho, que murió sobre Zamora; don Alonso, sexto de este nombre, Benito Cano, Madrid (España), 1792, p. 45.
  6. La supuesta toma de juramento al rey por parte de Rodrigo en Santa Gadea de Burgos no es más que un episodio de leyenda; cf. Alberto Montaner Frutos; ed. (2000). Cantar de Mio Cid, pág. 229.
  7. Al pie de la estatua ecuestre de El Cid de la escultora Anna Hyatt Huntington (1876–1973), situada en Sevilla, una lápida ensalza así al héroe castellano: «El Campeador, terrible calamidad para el Islam, fue por la viril firmeza de su carácter y por su heroica energía, uno de los grandes milagros del Creador» (Ben Bassam).
  8. Galmes de Fuentes, Álvaro: Épica árabe y épica castellana, Barcelona, 1978, pp. 53-54; Menéndez Pidal, Ramón: La España del Cid, Madrid, 1956, pp. 1500-1712; ; Montaner Frutos, Alberto, Cantar de Mío Cid, Barcelona, 1993, p. 399; Montaner Frutos, Alberto: “El Cid, mito y símbolo”, Boletín del Museo e Instituto “Camón Aznar”, XXVII (1987), pp. 121-340.
  9. Martínes Diez, Gonzalo: El Cid Histórico, Planeta, ISBN 84-08-03932-6 1999, p. 22; Levi-Provençal, Al-Andalus, XIII (1948), p 102; Malo de Molina, Manuel: Rodrigo el Campeador, Madrid, 1857, pp. 12-18; Catalán, Diego: El Cid en la Historia y sus inventores, Madrid, 2002.
  10. Dozy, Reinhat, Le Cid d'après des nouveaux documents, Leyde 1860, pp. 12-14
  11. Porrinas González, David: Una interpretación del significado de Campeador: el Señor del Campo de Batalla, Norba, Revista de historia, ISSN 0213-375X, pp. 1-20.

Bibliografía

  • Corral, José Luis (2000). El Cid. Barcelona: Edhasa. ISBN 84-350-6010-1. 
  • Coscollá Sanz, Vicente (2003). La Valencia musulmana. Valencia. ISBN 84-87398-75-8.  Parámetro desconocido |Reproducción= ignorado (ayuda)
  • Fletcher, Richard (2001). El Cid. España, Ed. Nerea. ISBN 84-89569-29-0. 
  • Martínez Díez, Gonzalo (1999). El Cid histórico. Barcelona: Planeta. ISBN 84-08-03161-9. 
  • Montaner Frutos, Alberto; ed. (2000). Cantar de Mio Cid. Barcelona: Crítica. ISBN 978-84-8432-121-5. 
  • ——, «El Cid. La historia.», en www.caminodelcid.org, página web del Consorcio Camino del Cid, Burgos, 2002.
  • Oliver Pérez, Dolores (2008). El Cantar de Mío Cid: génesis y autoría árabe. Almería: Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes. ISBN 978-84-934026-7-9. 
  • Plaza, José María (2006). Mi primer Cid. Ed. Espasa. ISBN 84-670-2300-8. 
  • Malo de Molina, Don Manuel (1857). Rodrigo el Campeador. Madrid, Imprenta Nacional. ISBN 84-8339-208-9.  Parámetro desconocido |Reproducción= ignorado (ayuda)
  • Agustín Sánchez Aguilar (2007). La leyenda del cid. ISBN 978-84-316-0958-0. 
  • F. Javier Peña Pérez Burgos (2000). El Cid Campeador: historia, leyenda y mito. Dossoles,. ISBN 978-84-674-4581-7.  Texto « reedición: reeditado en edición de bolsillo por Planeta-Agostini 2007

» ignorado (ayuda)

  • VVAA. El Cid. Del hombre a la leyenda. Junta de Castilla y León y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. ISBN 978-84-935781-4-5. 

Enlaces externos