Damnatio memoriae

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Tondo con la familia de Septimio Severo en el que aparecen retratados Severo, su esposa Julia Domna, sus hijos Caracalla y Geta, cuya cara ha sido borrada por su damnatio memoriae ordenada por su hermano y asesino Caracalla.
Sejano fue condenado a la damnatio memoriae después de conspirar contra Tiberio en 31; como consecuencia, sus estatuas fueron destruidas y su nombre borrado de todos los registros públicos. Esta moneda de Augusta Bilbilis, acuñada para conmemorar el consulado de Sejano, tiene raspado su nombre.
Miliario CIL II 4803 de la Vía Nova entre Bracara Augusta y Asturica Augusta, en la provincia Tarraconensis en Hispania erigido bajo Tito, con su hermano Domiciano como César, y a quien, tras su muerte en 96, se le sometió a la damnatio memoriae, por lo que su nombre fue borrado excavando el granito del miliario.

Damnatio memoriae es una locución latina que significa literalmente «condena de la memoria». Era una práctica de la antigua Roma consistente en, como su propio nombre indica, condenar el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte. Cuando el Senado romano decretaba oficialmente la damnatio memoriae, se procedía a eliminar todo cuanto recordara al condenado: imágenes, monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre. Muchos emperadores también se vieron afectados por esta práctica.

La fórmula Damnatio memoriae es un término moderno que no era utilizado en la Antigüedad. El primer documento académico del cual tenemos noticia en donde se utiliza dicha expresión data de 1689 y es una tesis jurídica escrita en Leipzig por Christoph Schreiter intitulada De Damnatione Memoriae.[1]

Procedimiento

El balance del reinado de un emperador romano se hacía después de su muerte, cuando el Senado convocaba a una sesión y decidía en ella si el gobernante recién fallecido se había convertido en un dios y merecía por tanto que se le rindiera culto público. En ciertos casos se admitía la divinización del emperador difunto y se le rendía homenaje; en otros simplemente se elevaban oraciones en su honor y se admitía su culto dentro de su gens como parte del usual culto a los antepasados en Roma, pero en casos especiales, cuando el emperador muerto resultaba manifiestamente impopular y detestable (o si el sucesor deseaba imponer una visión muy negativa del fallecido), el Senado decretaba la damnatio memoriae y el nombre del perjudicado era borrado de monumentos, pinturas, monedas, edificios, etc., acto denominado abolitio nominis (borrar su nombre de las inscripciones).

Las estatuas del difunto condenado eran destruidas, junto con toda representación física de su imagen; sus leyes y decisiones eran abrogadas o se consideraban como emitidas por su sucesor. Similar suerte corrían las obras que había construido, que si escapaban a la destrucción se consideraban erigidas por sus sucesores. Esta práctica era conocida en el mundo helenístico y se introdujo en Roma después de la muerte de Julio César. Ciertos emperadores recibieron tras su muerte la damnatio memoriae casi por aclamación popular unánime pero sin aprobación oficial del Senado romano, como sucedió con Calígula y sus familiares directos. En realidad, solo tres emperadores romanos sufrieron de modo oficial la damnatio memoriae: Domiciano, Publio Septimio Geta y Maximiano. Esta práctica podía extenderse a personas que nunca habían adquirido la dignidiad de emperador pero habían sido condenadas por crímenes especialmente odiosos como la traición y lesa majestad. Tal fue el caso de Sejano, cortesano favorito de Tiberio, que luego fue acusado de liderar un amplio complot contra su soberano.

La damnatio era lo contrario de la Apoteosis, cuyo significado era que el emperador fallecido obtenía la deificación y recibía público homenaje por ello, al considerar que estaba «ascendiendo al cielo de los dioses».[2]​ No obstante, queda cuestionado el hecho de si la damnatio memoriae cumplía sus fines, pues en la práctica resultaba muy difícil borrar todo recuerdo de un romano importante, menos aún de un emperador, tanto por su mención en crónicas e historias como por la imposibilidad física de controlar la difusión privada del recuerdo de un difunto, así como por el hecho mismo de que la damnatio memoriae era un castigo destinado a impresionar al pueblo de Roma y para ello era preciso mantener el recuerdo del condenado.

Emperadores romanos condenados

Estos son algunos de los emperadores romanos condenados:[2]

Fuentes clásicas sobre la damnatio memoriae

Prácticas similares en otros momentos históricos

Inscripción honoraria romana procedente de Mérida (Badajoz, España) dedicada en honor del emperador Galieno, cuyo nombre ha sido borrado por instigación del usurpador Póstumo, cuando las provincias hispanas juraron lealtad al Imperio Gálico en 260.
  • El faraón de la Dinastía I de Egipto, Semerjet, borró todos los datos de su predecesor, Adyib, borrando su nombre de archivos y monumentos. En el caso egipcio, destruir el nombre de un muerto resultaba una agresión especialmente dañina, al perjudicar la estancia del difunto en el país de los muertos tras el Juicio de Osiris
  • Uno de los casos más importantes de una práctica similar pero mucho más grave, fue al aplicada al Faraón Akenatón (1.388- 1386 a.c) 10° faraón de la 18a. dinastía egipcia. Se echó su ciudad de Tell El Amarna, completa, al suelo, de hecho pedazos de los muros fueron llevados a otras ciudades para construir otros muros. Se trató de borrar toda su memoria, por haberse rebelado contra el sistema teológico religioso de adoración a Amón.
  • Los testimonios de la Reina faraón Hatshepsut (ca. 1490–1468 a. C.) fueron sistemáticamente borrados, tras su fallecimiento, por su sobrino y sucesor Tutmosis III debido a la presunta usurpación del trono por parte de Hatshepsut.
  • Cuando el pastor Eróstrato incendió el Templo de Artemisa en 356 a. C. para convertirse en personaje famoso, los gobernantes de Éfeso procuraron desalentar en el futuro semejantes actos y por ello decretaron que el nombre de Eróstrato fuera borrado de todo recuerdo humano y que jamás debía ser mencionado, ni registrado en documento alguno, bajo pena de muerte.
  • En 897, el papa Esteban VI aplica la damnatio memoriae a su antecesor, el papa Formoso durante el Concilio Cadavérico. El cadáver de Formoso fue desenterrado, vestido con los ropajes clericales y sometido a un juicio, en donde fue declarado culpable de diversos delitos. Como resultado, sus decretos y ordenaciones fueron declaradas inválidas, los tres dedos de su mano con los que impartía la bendición fueron cortados y su cadáver arrojado al Tíber, decretando Esteban VI que Formoso debía ser considerado como si jamás hubiera ejercido el pontificado (luego, el cadáver fue rescatado de las aguas por un monje).
  • En 1355 el dux veneciano Marino Faliero intentó hacerse con el gobierno de la República de Venecia mediante una revuelta armada contra sus instituciones políticas. La conspiración fue descubierta prontamente, por lo cual Faliero fue procesado y ejecutado por orden del Consejo de los Diez. Tras su muerte, Faliero fue condenado a una efectiva damnatio memoriae. En la Sala del Maggior Consiglio, donde se colocaban retratos de todos los dogos que gobernaron Venecia, su imagen fue cubierta con un manto negro, en el cual se lee hasta la actualidad una inscripción en latín: Hic est locus Marini Falieri decapitati pro criminibus ("Este es el sitio de Marino Faliero, decapitado por sus crímenes").
  • En la Unión Soviética, desde 1934 hasta 1953 el régimen de Stalin tuvo la costumbre de practicar la damnatio memoriae contra sus enemigos políticos, prohibiendo bajo severas penas toda mención de sus nombres y eliminando éstos de la prensa, libros, registros históricos y documentos de archivo. Tal medida incluía a los escritos de tales personajes, los cuales eran sacados de la circulación y destruidos. Incluso las fotografías oficiales resultaban retocadas por la censura del régimen para eliminar de allí a los "personajes incorrectos". Víctimas de esta práctica fueron León Trotsky, Nikolái Bujarin, Grigori Zinóviev y muchos otros líderes políticos que en alguna ocasión cayeron en desgracia ante Stalin (como sus jefes de la policía secreta, Génrij Yagoda y Nikolái Yezhov). La práctica de no mencionar a León Trotsky, a pesar de la gran importancia que tuvo en los primeros años de la Unión Soviética, continuó también después de la muerte de Stalin.[3]
  • Tras el golpe de Estado de 1955 en Argentina contra Juan Perón, el régimen posterior prohibió que se mencionase públicamente el nombre del presidente constitucional derrocado, sea de modo verbal o por escrito. Los edificios públicos y demás lugares nombrados en homenaje a Perón y de su esposa Eva Perón fueron cambiados de denominación. A Juan Perón no se lo mencionaba por su nombre en escritos oficiales, sino con la ofensiva denominación de "el Tirano Depuesto".[4]
  • En España la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, de Memoria Histórica impulsada por el gobierno de Zapatero, de signo contrario al franquismo, dispone en su artículo 15.1: «Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas.»[5]
  • Los nombres de Hosni Mubarak y de su esposa Suzanne, luego de que él fuera depuesto por la Revolución egipcia de 2011, fueron eliminados de lugares públicos, como calles, parques, edificios o instalaciones de cualquier clase.[6]
  • En febrero de 2013, la página web de la Casa Real Española añadió una entrada en el archivo robots.txt,[7]​ que incluía el apellido de Iñaki Urdangarin. Eliminando con la sintaxis de este archivo los resultados de búsquedas realizadas en esa página por Google y que incluyan esta palabra.[8]

Obras de ficción

En la novela distópica 1984 (1949), de George Orwell, Oceanía, una superpotencia totalitaria, usa a menudo contra sus enemigos la «vaporización», que consiste en eliminarlo físicamente y, además, borrar todo recuerdo de él en periódicos y registros; algo similar, por tanto, a la damnatio memoriae:

En la mayoría de los casos no había proceso alguno ni se daba cuenta oficialmente de la detención. La gente desaparecía sencillamente y siempre durante la noche. El nombre del individuo en cuestión desaparecía de los registros, se borraba de todas partes toda referencia a lo que hubiera hecho y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Para esto se empleaba la palabra vaporizado.[9]
George Orwell. 1984.

Véase también

Referencias

  1. http://reader.digitale-sammlungen.de/en/fs1/object/display/bsb10958549_00003.html
  2. a b Damnatio memoriae, en Livius.
  3. «En la avenida Gorki me compro un libro que se llama La antigua Rusia. La URSS. Esbozos históricos, en su edición inglesa publicada por Novosti, Moscú en 1976. Es evidentemente un libro de divulgación escrito en lenguaje sencillo como para niños y extranjeros. (...) Y, naturalmente, tampoco aparece en todo el libro el creador del Ejército Rojo, el más intelectual y brillante de los revolucionarios, el gran Leon Trotsky. No existía. Cuando leía 1984 de Orwell —¡qué cerca ya el año— pensaba que aquello no podría ocurrir nunca. Y ocurre. Alguien puede desaparecer de la historia.» Díaz-Plaja, Fernando (1982). Viajes por la Europa Roja. Barcelona: Editorial Bruguera, S. A. pp. 266 y 267. ISBN 84-02-08897-X. 
  4. Decreto-ley 4161, del 5 de marzo de 1956: prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista Archivado el 23 de diciembre de 2012 en Wayback Machine., en El Historiador, de Felipe Pigna.
  5. «Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura». Boletín Oficial del Estado (310): 53410-53416. 27 de diciembre de 2007. ISSN 0212-033X. BOE-A-2007-22296. 
  6. Hosni Mubarak’s Shadow Still Falls Over Egypt
  7. http://www.casareal.es/robots.txt
  8. «Caso Nóos: La web de Casa Real también se desvincula de Urdangarin en Google» | El Mundo. 28 de febrero de 2013
  9. Orwell, George (2013). 1984. Barcelona: Editorial DeBolsillo. p. 26. ISBN 978-84-998-9094-4. 

Enlaces externos