Diferencia entre revisiones de «Golpes de Estado en Argentina»

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El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue liderado por el General [[José Félix Uriburu]] y derrocó al presidente [[Hipólito Yrigoyen]] de la [[Unión Cívica Radical]], quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la [[Revolución del Parque|Revolución de 1890]], un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.
El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue liderado por el General [[José Félix Uriburu]] y derrocó al presidente [[Hipólito Yrigoyen]] de la [[Unión Cívica Radical]], quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la [[Revolución del Parque|Revolución de 1890]], un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.llllll


El [[10 de septiembre]], Uriburu fue reconocido como [[presidente de Argentina|presidente]] ''Provisional'' de la Nación por la [[Corte Suprema]] mediante la acordada que dio origen a la [[doctrina de los gobiernos de facto de Argentina|doctrina de los gobiernos de facto]] y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.<ref>Historia Integral Argentina, t. 7, pag. 88-89</ref>
El [[10 de septiembre]], Uriburu fue reconocido como [[presidente de Argentina|presidente]] ''Provisional'' de la Nación por la [[Corte Suprema]] mediante la acordada que dio origen a la [[doctrina de los gobiernos de facto de Argentina|doctrina de los gobiernos de facto]] y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.<ref>Historia Integral Argentina, t. 7, pag. 88-89</ref>

Revisión del 00:50 4 jun 2015

En Argentina se realizaron seis golpes de Estado exitosos durante el siglo XX, en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Los cuatro primeros establecieron dictaduras provisionales en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario (EBA). El último impuso un Terrorismo de Estado, en el que se violaron masivamente los derechos humanos y se produjeron miles de desaparecidos.

En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de Estado exitoso, en 1930, hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de «Presidente», uno cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de Estado.

Golpe de 1874

La revolución de 1874 fue uno de los últimos intentos del Partido Liberal, continuador ideológico y político del Partido Unitario, de imponerse en el gobierno nacional, si bien usó como excusa alegar prácticas fraudulentas en las elecciones del 1 de febrero de 1874 de la provincia de Buenos Aires. Hubo elección de presidente el 12 de abril y ganaron Nicolás Avellaneda como presidente y Mariano Acosta como vicepresidente.

Inicialmente Bartolomé Mitre que era el jefe rebelde fijó el alzamiento para después que el 12 de octubre asumiera Avellaneda. pero el 18 de julio decidió adelantarla. Otros dirigentes rebeldes eran Eduardo Costa, Rufino de Elizalde y Norberto Quirno Costa.

El comandante Erasmo Obligado, de la Marina inició la revolución el 23 de septiembre. Los jefes de la revolución en Buenos Aires se dedicaron a reunir las milicias de gauchos de las estancias de la provincia de Buenos Aires y Mitre se puso al frente del improvisado pero numeroso ejército de algo más de 5.000 hombres, casi todos de caballería, y con la infantería armada con fusiles anticuado y en mal estado. Llevaba, además, unos mil auxiliares indígenas.

El general José Miguel Arredondo, líder de la revolución en el interior se dirigió con tropas sublevadas hacia Córdoba y el coronel Julio Argentino Roca, con las escasas fuerzas leales que logró y viendo la superioridad numérica y de armamento de Arredondo, lo dejó pasar y ocupar la ciudad. Luego Arredondo se dirigió hacia la provincia de Mendoza, y venció el 29 de octubre, en la primera batalla de Santa Rosa, a las milicias mendocinas, muriendo el jefe de éstas, el teniente coronel Amaro Catalán.

El 16 de noviembre, Obligado entregaba sus naves en Montevideo.

Mitre en el arroyo Gualicho, cerca de Las Flores, derrotó al regimiento de milicias del coronel Liborio Muzlera y atacó El 26 de noviembre, a los 900 hombres del Regimiento 6 de infantería de línea que armados con fusiles Remington al mando del teniente coronel José Inocencio Arias estaban atrincherados en la estancia La Verde, cerca de Nueve de Julio. Mitre perdió unos 260 hombres, incluyendo varios oficiales superiores, lo que le obligó a rendirse el 3 de diciembre en Junín. Las condiciones que exigió Mitre, de correr él solo con toda la responsabilidad, fueron dejadas de lado. Los oficiales de Mitre fueron arrestados y dados de baja del ejército.

Por su parte, Roca seguía reuniendo refuerzos y Arredondo regresó al lugar de la batalla anterior, Santa Rosa y adoptó una posición fortificada. En la mañana del 7 de diciembre, Roca, que había movido sus tropas la noche anterior, lo atacó por la retaguardia por sorpresa en la segunda batalla de Santa Rosa y lo obligó a rendirse. Arredondo fue sometido a consejo de guerra, pero ante las amenazas de que podría ser fusilado Roca lo ayudó a escapar a Chile. La revolución fracasada costó unas 5.000 vidas y el Partido Autonomista Nacional pudo gobernar sin sobresaltos y mantener de hecho su hegemonía, a pesar de cuatro revoluciones en su contra, hasta 1916.

Golpe del 26 de julio de 1890

El 26 de julio de 1890 se produjo un golpe de estado dirigido por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros, que perseguía el derrocamiento del gobierno encabezado por el presidente Miguel Juárez Celman.

El golpe fue precedido por una grave crisis económica que se había prolongado por dos años, así como denuncias de corrupción y autoritarismo por sus opositores. Se formaron una Junta Revolucionaria y una logia militar conocida como la Logia de los 33 oficiales. Entre sus líderes estaba el subteniente José Félix Uriburu que 40 años más tarde encabezaría el golpe de estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen.

El plan era que las fuerzas rebeldes se concentrarían en el Parque de Artillería y la flota bombardearía la Casa Rosada y el cuartel de Retiro. Al mismo tiempo, grupos de milicianos debían tomar prisioneros al presidente Juárez Celman, el vicepresidente Pellegrini, al ministro de Guerra general Levalle, y al presidente del senado Julio A. Roca, y cortar las vías de ferrocarril y telegráficas. Ese día

El levantamiento comenzó en la madrugada del 26 de julio de 1890. Un regimiento cívico armado tomó el estratégico Parque de Artillería de la Ciudad de Buenos Aires, donde hoy se levanta el edificio de la Corte Suprema de Justicia), ubicado 900 metros de la casa de gobierno y simultáneamente otros contingentes sublevados marcharon hacia allí desde otros puntos. Al mismo tiempo se sublevó la mayor parte de la escuadra naval ubicada en el puerto de la Boca del Riachuelo, al sur de la Casa Rosada, luego de un cruento enfrentamiento armado. Las tropas revolucionarias contaban con el apoyo de civiles armados organizados en "milicias cívicas". El sitio principal donde se concentraron las fuerzas del gobierno fue el Retiro, en la zona noreste de la ciudad. Allí existía un importante cuartel en el lugar en que hoy se encuentra la Plaza San Martín y la terminal de ferrocarril de Retiro, estratégica para traer las tropas ubicadas en las provincias. En Retiro se instalaron desde las 6:00 los hombres clave del gobierno: el presidente Miguel Juárez Celman, el vicepresidente Carlos Pellegrini, el Presidente del Senado Julio A. Roca, el Ministro de Guerra, general Nicolás Levalle, quien tomaría el mando directo de las tropas leales, y el Jefe de Policía coronel Alberto Capdevila.

Una vez que el gobierno se encontró reunido en el cuartel de Retiro, Juárez Celman salió de Buenos Aires aconsejado por Pellegrini y Roca que de ese modo quedaron a cargo del mando político.

Una vez concentradas las tropas revolucionarias en el Parque de Artillería, el general Manuel J. Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque. La gran mayoría de los historiadores atribuye la decisión a un acuerdo secreto entre Campos y Roca; este último habría fomentado la revuelta para provocar la caída del presidente Juárez Celman, pero evitando un triunfo de los rebeldes que hubiera instalado a Leandro Alem como presidente provisional.

La flota sublevada se ubicó detrás de la Casa Rosada y comenzó a bombardear al azar el cuartel de Retiro, el Cuartel de Policía y la zona aledaña al sur de la ciudad, y la Casa Rosada. La lucha continuó hasta el 29 de julio en que los rebeldes se rindieron con la condición de que no tomaran represalias con los revolucionarios. La cantidad de víctimas causadas por la Revolución del 90 nunca ha sido bien establecida. Distintas fuentes hablan desde 150 hasta 300 muertos o en forma indiscriminada de 1.500 bajas sumando muertos y heridos El 6 de agosto de 1890 Miguel Juárez Celman renunció a la presidencia y fue reemplazado por el vicepresidente Carlos Pellegrini, quien nombró como su ministro del Interior a Julio A. Roca, quien fue el que políticamente más se fortaleció con el golpe frustrado.

Golpe del 4 de febrero de 1905

En 1897 Hipólito Yrigoyen, en desacuerdo con de Bernardo de Irigoyen, disolvíó el Comité de la UCR de la provincia de Buenos Aires, debido a lo cual el partido dejó prácticamente de existir. Esto determinó la formación de un núcleo de radicales que reconocen como jefe a Hipólito Yrigoyen, quien en 1903 comenzó la refundación y reorganización del partido. El 29 de febrero de 1904 el Comité Nacional de la UCR declaró la abstención electoral en todo el país en las elecciones de diputados de la Nación, de senador por la capital, electores de presidente y vicepresidente de la Nación y anunció la lucha armada. En el gobierno estaba Manuel Quintana, representante del Partido Autonomista Nacional.

El 4 de febrero de 1905, en la Capital Federal, Campo de Mayo, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, se produjo el alzamiento armado con el propósito de derrocar a las autoridades que, por su parte, estaban al tanto de la conspiración y decretaron el estado de sitio en todo el país, por noventa días.

En la Capital Federal los golpistas fallaron al no poder asegurar el control del arsenal de guerra de Buenos Aires cuando el general Carlos Smith, jefe del Estado Mayor del Ejército desplazó a los soldados yrigoyenistas. Las tropas leales y la policía recuperaron pronto las comisarías tomadas por sorpresa y los cantones revolucionarios. En Córdoba los rebeldes apresaron al vicepresidente José Figueroa Alcorta y amenazaron matarlo si no renunciaba el presidente Manuel Quintana; éste no cedió y la amenaza no fue ejecutada. También apresaron al diputado Julio Argentino Pascual Roca, y Francisco Julián Beazley, exjefe de policía de Buenos Aires, pero no al expresidente Julio Argentino Roca, quien logró escapar a Santiago del Estero.

En Mendoza los rebeldes se llevaron 300 000 pesos del Banco de la Nación y atacaron los cuarteles defendidos por el teniente Basilio Pertiné. Las tropas sublevadas en Bahía Blanca y otros lugares ni tuvieron perspectiva, ni hallaron eco en el pueblo. Solo continuaron los combates en Córdoba y Mendoza hasta el 8 de febrero, pero finalmente los alzados fueron derrotados y enjuiciados recibiendo penas de hasta 8 años de prisión y enviados al penal de Ushuaia.

Golpe del 6 de septiembre de 1930

El golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue liderado por el General José Félix Uriburu y derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical.llllll

El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente Provisional de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares.[1]

Uriburu designó a un civil en el cargo de Ministro de Economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores.[2]

Uriburu básicamente representó en aquel momento ante todo un nacionalismo católico neocorporativista. Inclusive el proyecto de constitución neocorporativa que tenía Uriburu y sus sectores era un sistema neocorporativo mixto. Querían que hubiera una cámara corporativa, por ejemplo, con representación de sindicatos, empresarios y otra cámara con representación política. Eran proyectos neocorporativos. Ideológicamente yo creo que era muy tributario del nacionalismo católico, que desde los años ’20 venía creciendo en Argentina. [3]

Uriburu le encomendó al poeta Leopoldo Lugones la redacción de la proclama revolucionaria, pero la primera versión fue acusada de fascista por parte del coronel José María Sarobe y el general Agustín P. Justo, que representaban el representaba el liberalismo conservador tradicional de la Argentina[4]​ . Lugones debió entonces modificarla. Este texto llamado «La hora de la espada» anunciaba el deterioro de la democracia, su inestabilidad y su devenir hacia la demagogia.

Una de las primeras medidas de Uriburu fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado.[5]​La Sección Especial continuó en actividad en los gobiernos posteriores e intervino en 1951 en las torturas del del lamado Caso Bravo durante el gobierno de Juan Domingo Perón.[6]

Al no poder instaurar el régimen político que se proponía ante la falta de apoyo político, Uriburu llamó a elecciones pero dispuso proscribir la participación en ellas del radicalismo. La reinstauración democrática fue falaz, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas y dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la Década Infame.[7][8]​ El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadera fuerza material del golpe de Estado; que si bien proponía este, pretendía un gobierno democrático conservador y restringido.

Golpe del 4 de junio de 1943

Generales Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, los tres dictadores sucesivos de la Revolución del 43.

La Revolución del 43 originada en el golpe militar del 4 de junio de 1943 tuvo características distintas a todos los demás:

  • Único golpe militar que se desenvolvió en medio de una guerra mundial.
  • No mantuvo relaciones de alianza con los grandes terratenientes y empresarios.
  • Su desencadenamiento estuvo vinculado a las presiones de Estados Unidos para que la Argentina abandonara su tradicional neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, con el fin de afectar los intereses británicos en el país y reemplazar a Gran Bretaña como poder económico dominante en la Argentina.
  • Fue el único golpe de Estado en Argentina que fue pura y exclusivamente militar, sin apoyo civil.[9]
  • Acabó con todo un sistema de gobierno conservador y fraudulento instaurado en 1930 y que tenía intenciones de permanencia.
  • Al igual que todo quiebre institucional de la República Argentina, fue muy nocivo en términos de calidad democrática, ya que aún eliminando el «fraude patriótico» de la década anterior, continuó a futuro la nefasta línea de sucesiones de facto al frente del Gobierno.

La Revolución del 43 fue un confuso proceso político durante el cual diversos grupos, muchos de ellos sin protagonismo anterior en la historia argentina, se disputaron el poder. El golpe no tenía pretensiones de permanencia en el poder, por lo que fue una dictadura de tipo transitoria.

Todos los grupos militares que lucharon por el poder durante la Revolución del 43 eran marcadamente anticomunistas y mantenían estrechas relaciones con la Iglesia Católica que recuperó una sólida presencia (perdida desde el siglo XIX), sobre todo en el ámbito de la educación. Las luchas internas desencadenaron dos golpes de palacio, sucediéndose en el poder tres dictadores que llevaron el título de «presidente»: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell.[10]​ Durante este período los sindicatos argentinos, principalmente los socialistas y los sindicalistas revolucionarios, realizaron una alianza con un sector de oficiales jóvenes del ejército liderado por el coronel Juan Perón, constituyendo una exitosa corriente laborista-nacionalista, que finalmente terminó predominando y ganando el apoyo de la clase obrera en ese momento en plena expansión y adquiriendo el nombre de peronismo. El período se caracterizó por una extrema polarización de las clases sociales, y llevó también a la conformación de un gran bloque social fuertemente antiperonista, mayoritariamente integrado por los sectores medios y altos.[11]

Económicamente la Revolución del 43 se caracterizó por continuar la política de industrialización por sustitución de importaciones que venía de años anteriores.

La dictadura finalizó con un llamado a elecciones democráticas realizadas el 24 de febrero de 1946, que todos los sectores aceptaron como impecables, en las que triunfó Juan Domingo Perón, quien asumió el 4 de junio de 1946. Perón sería derrocado por un golpe militar en 1955 antes de finalizar su segundo mandato.

Golpe del 28 de septiembre de 1951

El 28 de septiembre de 1951 efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica al mando del general retirado Benjamín Menéndez intentaron derrocar al gobierno del presidente Juan Domingo Perón. En su breve proclama los rebeldes acusaban al gobierno de haber llevado la Nación a “una quiebra total de su crédito interno y externo, tanto en lo moral y espiritual como en lo material”. Las restricciones a las libertades cívicas y a la acción de los opositores, la reforma constitucional que permitía la reelección del Presidente, así como las medidas de politización de las fuerzas armadas parecen haber influido en los militares adherentes al movimiento.

Algunos sectores descontentos de las fuerzas armadas entraron en un estado deliberativo para destituir al gobierno y buscaron un líder para encabezar la rebelión. Los que podían asumir ese papel eran los generales Eduardo Lonardi, el único militar no oficialista con mando de tropas, que estaba como comandante del Primer Cuerpo de Ejército y el general Benjamín Menéndez, retirado desde 1942, pero no pudieron acordar una acción en común, separados –en palabras de Potash con las que coincide Luna- por “la dignidad personal, el orgullo y la ambición”. [12]

Viendo un momento político favorable Menéndez dio la orden de desencadenar el golpe el 28 de septiembre y Lonardi –que había pedido su retiro, que le fue aceptado de inmediato- decidió no adherir al golpe pero dejó en libertad a sus seguidores, parte de los cuales apoyaron el mismo. En la madrugada de ese día Menéndez y su estado mayor entraron a Campo de Mayo, una instalación militar de gran extensión, donde ya había unidades sublevadas. Se produjo en el regimiento de tanues un tiroteo que ocasionó el único muerto, el cabo Miguel Farina que había intentado oponerse. De los treinta tanques presentes, sólo pudieron movilizar a dos –probablemente por sabotaje de los suboficiales- y el resto fue abandonado, por lo que en definitiva la columna golpista partió al mando del general Menéndez con dos tanques Sherman, tres unidades blindadas y 200 efectivos a caballo.

No obtuvo el apoyo esperado del Colegio Militar de la Nación y el destacamento mecanizado de La Tablada que también se había rebelado se rindió sin combatir ante tropas leales al gobierno por lo que Menéndez junto con algunos de sus oficiales se entregó detenido.

Por otra parte, la escuadra aeronaval y la base militar de Punta Indio, que se habían sublevado, al conocer que carecían de fuerzas terrestres desistieron de su acción y algunos de los intervinientes fueron detenidos y otros escaparon. Menéndez y sus más inmediatos colaboradores detenidos fueron enjuiciados de inmediato. Menéndez fue condenado a 15 años de prisión y otros oficiales lo fueron a penas de hasta 6 años de cárcel.[13]

No sólo los insurrectos fueron apartados del servicio sino que Perón aprovechó para depurar las fuerzas armadas desprendiéndose mediante su retiro de oficiales que nada tenían que ver con la rebelión.[12]

Golpe del 16 de septiembre de 1955

Generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, los dos dictadores sucesivos de la «Revolución Libertadora».

La llamada «Revolución Libertadora» fue una dictadura militar de tipo transitoria, originada en el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Domingo Perón entre el 16 y el 23 de septiembre de 1955, día éste último en que el jefe de la insurrección juró con el título de «presidente», a la vez que disolvió el Congreso. Al día siguiente designó como «vicepresidente» al almirante Isaac Rojas.

La Revolución Libertadora contó con la Junta Consultiva Nacional integrada por la mayor parte de los partidos políticos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demócrata Nacional, Partido Demócrata Cristiano y Partido Demócrata Progresista.[14]

El grupo golpista se dividió en dos sectores: un sector nacionalista-católico liderado por el general Eduardo Lonardi, que tomó el gobierno al comienzo, y un grupo liberal-conservador liderado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas. Este último sector terminó predominando y dando un golpe palaciego, por el cual Lonardi fue reemplazado por Aramburu como «presidente».[15]

La dictadura impuso la proscripción del Partido Peronista y persecución de sus simpatizantes, que se mantendría por 18 años, y la intervención de los sindicatos. También, en un caso sin precedentes en la historia argentina moderna, fusiló a opositores, en algunos casos en forma pública y en otros clandestinamente.

El gobierno militar asignó el Ministerio de Economía sucesivamente a Eugenio Folcini, Eugenio A. Blanco, Roberto Verrier y Adalberto Krieger Vasena, que llevaron adelante una política inspirada en los criterios de los sectores socialmente más acomodados y poderosos económicamente.[16]

Una de las medidas institucionales más importantes de la dictadura militar fue emitir una proclama derogando inmediatamente la Constitución Nacional vigente, conocida como Constitución de 1949, para reemplazarla por el texto de la Constitución de 1853. Esta medida sería luego avalada por una Convención Constituyente elegida con proscripciones, que sesionó bajo el régimen militar y le agregó el artículo 14 bis.

En 1958 la Revolución Libertadora convocó a elecciones limitadas y controladas por las Fuerzas Armadas, con proscripción del peronismo que fueron ganadas por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), un sector de la fracturada Unión Cívica Radical, liderado por Arturo Frondizi, quien había realizado un pacto electoral y político con Perón con el fin obtener el apoyo del decisivo voto peronista a su candidatura. El presidente Frondizi sería a su vez derrocado por los militares cuatro años después.

Golpe del 29 de marzo de 1962

José María Guido, único presidente civil que tomó posesión de la presidencia tras un golpe de Estado en Argentina.

El golpe militar del 29 de marzo de 1962 tuvo elementos tragicómicos que determinaron que no fuera un militar, sino un civil, quien accediera al gobierno luego de derrocar al presidente Arturo Frondizi (radical intransigente).Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; nombres no válidos, p. ej. demasiados

Frondizi soportó durante su gobierno reiterados planteos e insurrecciones militares, mediante los cuales llegaron a imponerle incluso al ministro de Economía (Álvaro Alsogaray) y terminaron en el golpe del 29 de marzo de 1962, liderado por el Teniente General Raúl Alejandro Poggi, el Almirante Agustín Ricardo Penas y el Brigadier General Cayo Antonio Alsina, los comandantes en Jefe del Ejército Argentino, la Armada Argentina y la Fuerza Aérea Argentina respectivamente.

El hecho que precipitó el golpe fue la amplia victoria del peronismo en las elecciones realizadas once días antes, en diez de las catorce provincias existentes en aquel momento, incluyendo la estratégica Provincia de Buenos Aires, donde triunfó el dirigente sindical textil Andrés Framini. El peronismo había sido proscrito por la dictadura militar de 1955, pero Frondizi volvió a habilitarlo electoralmente, aunque manteniendo la prohibición a Juan Perón de presentarse como candidato y volver al país. Frondizi inmediatamente intervino las provincias en las que había ganado el peronismo, pero el golpe era imparable.

Producido el levantamiento militar el 29 de marzo de 1962, el presidente Frondizi, detenido por los militares en la Isla Martín García, se negó a renunciar («no me suicidaré, no renunciaré y no me iré del país»).[17]​ Eso llevó a interminables movimientos, amenazas y gestiones que agotaron a los líderes de la insurrección, quienes se fueron a dormir antes de asumir formalmente el poder. En la mañana del 30 de marzo, el general Raúl Poggi, líder de la insurrección victoriosa, se dirigió a la Casa Rosada para hacerse cargo del gobierno, y se sorprendió con el hecho de que los periodistas le comentaban que un civil, José María Guido, había jurado esa mañana como presidente en el palacio de la Corte Suprema de Justicia.[18]​Guido era un senador radical intransigente que presidía provisionalmente la Cámara de Senadores, debido a la renuncia del Vicepresidente Alejandro Gómez. Teniendo en cuenta esto, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, liderada por Julio Oyhanarte, sostuvo que el derrocamiento de Frondizi era un caso de acefalía y convenció a Guido de asumir la presidencia por encontrarse en la línea sucesoria, algo que éste hizo jurando ante la Corte Suprema la mañana del 30 de marzo.[19]

Entre incrédulos, sorprendidos e indignados, los militares golpistas terminaron aceptando a regañadientes la situación y convocaron a Guido a la Casa Rosada para comunicarle que sería reconocido como presidente, en tanto y en cuanto se comprometiera por escrito a ejecutar las medidas políticas indicadas por las Fuerzas Armadas, siendo la primera de ellas anular las elecciones ganadas por el peronismo. Guido aceptó las imposiciones militares, firmó un acta dejando constancia de ello y recién entonces fue habilitado por estos para instalarse con el título de «presidente», pero con la obligación de clausurar el Congreso Nacional e intervenir las provincias.

Efectivamente Guido cumplió las órdenes militares, anuló las elecciones, clausuró el Congreso, volvió a proscribir al peronismo, intervino todas las provincias y designó un equipo económico de derecha que incluía a figuras como Federico Pinedo y José Alfredo Martínez de Hoz.

Finalmente en 1963 volvió a convocar a elecciones limitadas, con proscripción del peronismo, en las que resultó elegido presidente Arturo Illia (radical del pueblo), saliendo segundo el voto en blanco que muchos peronistas utilizaron como forma de protesta. El Presidente Illia asumió el 12 de octubre de 1963 y también sería derrocado por un golpe militar el 28 de junio de 1966.

Golpe del 28 de junio de 1966

Generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse, los tres dictadores sucesivos de la autodenominada «Revolución Argentina».

El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar liderado por el general Juan Carlos Onganía derrocó al presidente Arturo Illia perteneciente a la Unión Cívica Radical del Pueblo. El golpe dio origen a una dictadura autodenominada «Revolución Argentina», que ya no se presentó a sí misma como «gobierno provisional», como en todos los golpes anteriores, sino que se estableció como un sistema de tipo permanente. Este tipo de dictaduras militares permanentes, se instalaron por entonces en varios países latinoamericanos en esos años (Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay, etc.) y fue analizado detalladamente por el destacado politólogo Guillermo O'Donnell quien lo denominó con la expresión de Estado burocrático autoritario (EBA).[20]

La Revolución Argentina dictó en 1966 un Estatuto que tenía nivel jurídico superior a la Constitución y en 1972 introdujo reformas constitucionales, algo que también la distinguió de las dictaduras anteriores. En general la dictadura adoptó una ideología fascista-católica-anticomunista, apoyada abiertamente tanto por Estados Unidos como por los países europeos.[21]

La alta conflictividad política y social generada durante la Revolución Argentina y las luchas entre los diversos sectores militares produjeron dos golpes internos, sucediéndose en el poder tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (1966-1970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973).

Onganía entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles más conservadores-liberales, cuyo máximo exponente fue Adalberto Krieger Vasena, quien ya había sido ministro de la Revolución Libertadora. Sin embargo durante la dictadura de Levingston, predominó un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas, que nombró Ministro de Economía al radical Aldo Ferrer.[22][23]

Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la candidatura de Perón), en 1973, en la que triunfó precisamente el candidato peronista Héctor J. Cámpora, con el 49,53% de los votos, asumiendo el 25 de mayo de 1973.

Cámpora renunció para permitir elecciones libres, en las que ganó Juan Perón con el 62% de los votos, quien moriría menos de un año después de haber sido electo, y el gobierno peronista, en manos ahora de la Vicepresidente María Estela Martínez de Perón, sería también derrocada por un golpe militar en 1976.

24 de marzo de 1976

El 24 de marzo de 1976 una nueva sublevación militar derrocó a la Presidenta María Estela Martínez de Perón instalando una dictadura de tipo permanente (Estado burocrático autoritario) autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», gobernada por una Junta Militar integrada por tres militares, uno por cada fuerza. A su vez la Junta Militar elegía a un funcionario con el título de «presidente», con funciones ejecutivas y legislativas.

Al igual que la dictadura anterior, la Junta Militar sancionó en 1976 un Estatuto y dos Actas de carácter complementario con jerarquía jurídica superior a la Constitución.[24]

El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas:

En cada una de estas etapas, las juntas designaron como «presidentes» de facto a Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército. Bignone, fue el único "presidente" que no perteneció a la junta.

El «Proceso de Reorganización Nacional» llevó adelante una guerra sucia en la línea del terrorismo de Estado que violó masivamente los derechos humanos y causó la desaparición de decenas de miles de personas.

Internacionalmente, la dictadura argentina y la violación de derechos humanos contó con el apoyo activo del gobierno de Estados Unidos (salvo durante la administración de James Carter) y la tolerancia de los países europeos, la Unión Soviética y la Iglesia Católica. Asimismo, en ese momento se instalaron con apoyo estadounidense dictaduras militares en todos los países del Cono Sur de Sudamérica (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay) que coordinaron entre sí y con Estados Unidos la represión, por medio de una organización terrorista internacional denominada Plan Cóndor.

En materia económica, la dictadura entregó formalmente los ministerios económicos a las asociaciones empresarias más conservadoras que impulsaron una política económica abiertamente desindustrializadora y neoliberal, con máxima expansión de una deuda externa

Tras algunos años de política conservadora que no rendía frutos reales, y uso de procedimientos represivos del estado contra civiles que incluyeron todo tipo de violaciones a los derechos humanos, hicieron que hacia fines de la década del 70 el descontento de la población y la falta de apoyo fueran en aumento. El triunfo del equipo argentino como anfitriones del evento en el mundial de fútbol de 1978 calmó el descontento, pero solo temporalmente. Percibiendo un rápido ingreso en una crisis de poder el gobierno militar decide retomar una disputa de larga data sobre la soberanía de las Islas Malvinas, ocupadas por una población inglesa implantada 1833. En este marco el gobierno militar argentino decide retomar las islas, acción que ejecuta exitosamente dejando así declarada la Guerra de las Malvinas contra el Reino Unido. El hecho causó un fuerte eco en el país europeo ya que, justamente en el mismo momento el gobierno de la Primer Ministro [Margaret Thatcher] también se encontraba en una fuerte crisis política. Entablar y ganar una guerra era, justamente, lo que Tatcher necesitaba y dispondría de toda la fuerza bélica que sea necesaria para volver a invadir las islas, incluso solicitando el apoyo de [Estados Unidos]. Tal vez haya sido afortunado que la Junta Militar no haya sopesado este aspecto y que se hayan cometido otros desaciertos que hicieron perder las islas en ataque por medios convencionales, ya que el [Reino Unido] no descartaba el uso de armas nucleares para concretar sus fines. La derrota infligida terminó de zanjar la crisis del gobierno militar, lo cual condujo a la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, quien asumió el 10 de diciembre de 1983.

Los jefes militares fueron enjuiciados y condenados, y muchos de ellos llevados a prisión, en complejos procesos que se extendieron en el tiempo.

La dictadura militar llamada «Proceso de Reorganización Nacional» fue la última. Si bien entre 1987 y 1990 se produjeron varias insurrecciones militares, denominadas carapintadas, ninguna de ellas logró derrocar a los gobiernos democráticos.

Cuestiones generales

Los golpes de Estado en Argentina generaron una serie de problemas jurídico-políticos específicos:

También es posible observar una escalada en la violencia represiva y una paralela reducción del respeto por las formas legales en cada uno de los golpes. En particular, mientras que los cuatro primeros golpes de Estado exitosos (1930, 1943, 1955 y 1962) se definieron como "gobiernos provisionales" y manifestaron desde un inicio su intención de llamar a elecciones democráticas en un breve lapso, los dos últimos golpes (1966 y 1976), establecieron dictaduras militares de tipo permanente, de acuerdo al modelo de Estado burocrático autoritario (EBA) descrito por Guillermo O'Donnell.

Un elemento importante de los golpes de Estado en Argentina está relacionado también con los planes económicos y la actitud ante los mismos de las grandes potencias mundiales. En el primer caso, los equipos económicos de los gobiernos militares tendieron a recurrir a las mismas figuras, mayoritariamente provenientes del sectores conservador-liberal, llegándose a decir que las Fuerzas Armadas se comportaron como partido político de la clase alta.[26][27]​ En el segundo caso, según Lula da Silva en casi todos los golpes de Estado contaron con una gran participación de la política externa de EEUU.[28]

A partir de la década del 60 los golpes de Estado en Argentina formaron parte de un cuadro subregional y regional más amplio, de golpes militares generalizados en Sudamérica y América Latina, en la mayoría de los casos apoyados o promovidos por Estados Unidos, a partir de las operaciones de la Escuela de las Américas con base en Panamá y la Doctrina de la Seguridad Nacional.[26]

Durante la Convención Constituyente que en 1994 reformó el texto de la Constitución Argentina se discutió largamente la doctrina de los gobiernos de facto y la forma de evitar que la misma pudiera volver a invocarse en un eventual golpe de Estado futuro. El resultado fue la aprobación del primer párrafo del artículo 36 de la Constitución Nacional, conocido también como de "defensa de la democracia o defensa del orden constitucional":

«Esta Constitución mantendrá su imperio, aún cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos».

Véase también

Referencias

  1. Historia Integral Argentina, t. 7, pag. 88-89
  2. Mallorquín, Carlos. «Textos para el estudio del pensamiento de Raúl Prebisch». Cinta de Moebio, Universidad de Chile, 2006. Consultado el 18 de diciembre de 2007. 
  3. Entrevista a Rosendo Fraga Autor: Felipe Pigna
  4. Entrevista a Rosendo Fraga Autor: Felipe Pigna
  5. Jorge Aulicino. «Pistas para interpretar el suicidio de Leopoldo Lugones». diario Clarín, 18 de febrero de 1998. Consultado el 18 de diciembre de 2007. 
  6. Luna, Félix: Perón y su tiempo. II. La comunidad organizada pág.32/36 Buenos Aires 1985 Editorial Sudamericana ISBN 950-07-0313-0
  7. a b Torres, José Luis (1973). La Década Infame [1945]. Buenos Aires: Freeland. 
  8. Sanguinetti, Horacio (1977). La democracia ficta. 1930-1938. Buenos Aires: La Bastilla. 
  9. "Si la Argentina puede efectivamente ser sometida, el control del Departamento de Estado sobre el hemisferio occidental será total. Esto contribuirá simultáneamente a mitigar los posibles peligros de la influencia rusa y europea sobre América Latina, y apartará a Argentina de lo que se supone es nuestra órbita." David Kelly, citado en Escudé, Carlos; Cisneros, Andrés (2000). «La campaña del embajador Braden y la consolidación del poder de Perón». Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas, CARI. Consultado el 18 de diciembre de 2007. 
  10. TRONCOSO, Oscar A. (1976). «La revolución del 4 de junio de 1943». El peronismo en el poder. Buenos Aires: CEAL. 
  11. Luna, Félix (1971). El 45. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 84-499-7474-7. 
  12. a b Félix Luna: Perón y su tiempo. II. La comunidad organizada pág. 192. Buenos Aires 1984. Editorial Sudamericana. ISBN 950-07-0313-0 Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «luna2» está definido varias veces con contenidos diferentes
  13. Gambini, Hugo: La primera presidencia de Perón. Testimonios y documentos pág.402 nota 29 Buenos Aires 1983 Centro Editor de América Latina ISBB 950-25-000-6
  14. Norberto Galaso. «La Revolución Libertadora». Buenos Aires, Centro Cultural Enrique S. Discépolo, 2004. Consultado el 18 de diciembre de 2007. 
  15. Lonardi, Marta (1980). Mi padre y la revolución del 55. Buenos Aires : Ediciones Cuenca de Plata. 
  16. "El Plan Prebisch demuestra que los obreros aumentaron su ingreso real en un 37% a expensas de los productores agropecuarios y de las clases medias. La 'ciencia' económica legitimaba así la vindicta social de los propietarios y de los privilegiados". Alain Rouquié (1983). Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina, II (1943-1973). Buenos Aires : Emecé, pp. 131-132. 
  17. La frase fue pronunciada por Arturo Frondizi dos días antes del golpe, el 27 de marzo de 1962, y se convirtió en una de las frases célebres de la historia argentina. El argentino dice, ONI
  18. "Cuando el General Poggi creía tener el bastón del mando a su alcance, el presidente provisional del Senado José María Guido estaba jurando como Presidente de la República ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación... La maniobra tomó por sorpresa al poder militar, al poder sindical y a la sociedad entera".
  19. Revista "El Derecho" del 12 de marzo de 2014. «Corte Suprema y Acefalía: el derrocamiento de Frondizi y la asunción de Guido». 
  20. O'Donnell, 1982
  21. Revista Atlántida. «Historia secreta de la revolución». Revista Atlántida, 1966 [en Mágicas Ruinas]. Consultado el 18 de diciembre de 2007. 
  22. García Lupo, Rogelio (1971). Mercenarios y monopolios. Buenos Aires: Achaval Solo. 
  23. "Un interregno: Levingston-Ferrer", en Portantiero, Juan Carlos (1977). «Economía y política en la crisis argentina: 1958-1973». Revista Mexicana de Sociología. , Vol. 39, pp. 531-565 (No. 2 (Apr. - Jun., 1977)). 
  24. Escuelas ONI, El golpe: la legalización del terrorismo de Estado. Estatuto y Actas
  25. a b Pelizzari, Julio Alberto (2003). «La Constitución Nacional ante el quebranto del Estado de derecho. Nulidad insanable de los actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático (art. 36, primer párrafo, de la Constitución Nacional)» (Jornadas en Homenaje al 150º Aniversario de la Constitución Nacional desde la más joven de las Provincias Argentinas, 25 y 26 de septiembre de 2003 edición). Ushuaia, Argentina: Provincia de Tierra del Fuego. Consultado el dic-2007. 
  26. a b Azpiazu; Khavisse; Basualdo, D; M; E. (1988). El nuevo poder económico. Buenos Aires: Hyspamérica.  Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «Doctrina de la Seguranza Nacional» está definido varias veces con contenidos diferentes
  27. Scenna, Miguel Ángel (1980). Los militares. Buenos Aires: Editorial de Belgrano. 
  28. "Los golpes militares que acontecieron en toda América Latina: Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, apenas para dar algunos ejemplos, contaron con una gran participación de la política externa de EEUU". Lula da Silva, Luiz Inácio (2007). «Lula: EEUU ha tenido gran participación en golpes de Estado en América Latina» (TeleSUR edición). Caracas, Venezuela: TeleSUR. Archivado desde el original el 12 de enero de 2013. Consultado el dic-2007. 

Bibliografía

  • Odena, Isidro J. (1977). Libertadores y desarrollistas. Buenos Aires: La Bastilla. 
  • O' Donnel, Guillermo (1982). El estado burocrático autoritario. Buenos Aires: de Belgrano. (Texto parcial. 
  • Potash, Robert A. (1981). El ejército y la política en la Argentina; 1928-1945. Buenos Aires:Sudamericana. 
  • Potash, Robert A. (1994). El Ejército y la política en la Argentina 1962-1973. De la caída de Frondizi a la restauración peronista, Primera Parte: 1962-1966. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 950-07-0939-2. 
  • Potash, Robert A. (1994). El ejército y la política en Argentina, 1962-1973; Segunda Parte. Buenos Aires: Sudamericana. ISBN 950-07-0973-2. 
  • Rouquié, Alain (1983). Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina, II (1943-1973). Buenos Aires: Emecé. 
  • Scenna, Miguel Ángel (1980). Los militares. Buenos Aires: Editorial de Belgrano. 
  • Varios Autores (1976). Historia Integral Argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.