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La fuente primaria principal en lo relativo a las [[Guerras Médicas]] es el historiador griego [[Heródoto]]. Este autor, que ha sido calificado como "El Padre de la Historia",<ref>Cicerón, Sobre las Leyes I, 5</ref> nació en el año [[484 a. C.|484&nbsp;a.&nbsp;C.]] en [[Halicarnaso]], en [[Asia Menor]] (bajo el gobierno persa). Escribió su obra ''[[Historia (Heródoto)|Historiae]]'' entre 440 y 430&nbsp;a.&nbsp;C., intentando encontrar los orígenes de las Guerras Médicas, que por entonces todavía eran un hecho relativamente reciente en la historia (las guerras acabaron finalmente en [[449 a. C.|449&nbsp;a.&nbsp;C.]]).<ref name = hxvi /> El enfoque de Heródoto fue una completa novedad, al menos en la sociedad occidental, y por esta razón se considera que inventó la historia tal y como la conocemos hoy en día.<ref name = hxvi /> El historiado Holland afirma sobre el particular que: "Por primera vez, un cronista se propuso encontrar los orígenes de un conflicto no en un pasado tan remoto como para que resultase fabuloso, ni en los caprichos o deseos de algún dios, ni en un afirmación del pueblo manifestando su destino, sino mediante explicaciones que pudiera verificar él personalmente."<ref name = hxvi> Holland, pp''xvi''–''xvii''</ref>
La fuente primaria principal en lo relativo a las [[Guerras Médicas]] es el historiador griego [[Heródoto]]. Este autor, que ha sido calificado como "El Padre de la Historia",<ref>Cicerón, Sobre las Leyes I, 5</ref> nació en el año [[484 a. C.|484&nbsp;a.&nbsp;C.]] en [[Halicarnaso]], en [[Asia Menor]] (bajo el gobierno persa). Escribió su obra ''[[Historia (Heródoto)|Historiae]]'' entre 440 y 430&nbsp;a.&nbsp;C., intentando encontrar los orígenes de las Guerras Médicas, que por entonces todavía eran un hecho relativamente reciente en la historia (las guerras acabaron finalmente en [[449 a. C.|449&nbsp;a.&nbsp;C.]]).<ref name = hxvi /> El enfoque de Heródoto fue una completa novedad, al menos en la sociedad occidental, y por esta razón se considera que inventó la historia tal y como la conocemos hoy en día.<ref name = hxvi /> El historiado Holland afirma sobre el particular que: "Por primera vez, un cronista se propuso encontrar los orígenes de un conflicto no en un pasado tan remoto como para que resultase fabuloso, ni en los caprichos o deseos de algún dios, ni en un afirmación del pueblo manifestando su destino, sino mediante explicaciones que pudiera verificar él personalmente."<ref name = hxvi> Holland, pp''xvi''–''xvii''</ref>


Muchos de los posteriores historiadores antiguos, a pesar de seguir sus pasos, ningunearon a Heródoto y se consideraron a sí mismos seguidores de [[Tucídides]].<ref>Tucídides, ''Historia de la Guerra del Peloponeso'', [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0200&layout=&loc=1.22 I, 22]</ref> Sin embargo, Tucídides eligió comenzar su historia a partir del punto en donde terminó Heródoto (en el [[sitio de Sestos]]), por lo que debió considerar que éste había hecho un trabajo razonablemente bueno resumiendo la historia anterior. [[Plutarco]], por su parte, criticaba a Heródoto en su ensayo "Sobre la malignidad de Heródoto", describiéndole como "''Philobarbaros''" (amante de los bárbaros) por no haber sido suficientemente pro griego. Esto sugiere que Heródoto pudo haber realizado un buen trabajo en lo que a neutralidad se refiere.<ref> Holland, p''xxiv''</ref> A la Europa del [[Renacimiento]] acabó llegando una visión negativa sobre Heródoto, si bien su obra continuó leyéndose de forma habitual.<ref> {{cita web|url= http://www.loyno.edu/history/journal/1998-9/Pipes.htm|título=Herodotus: Father of History, Father of Lies|fechaacceso=2008-01-18|autor=David Pipes}}</ref> Sin embargo, a partir del [[siglo XIX]] su reputación fue rehabilitada de forma espectacular por los descubrimientos arqueológicos que fueron confirmando de forma repetida su versión de los hechos.<ref name = h377> Holland, p377</ref> La visión que prevalece actualmente sobre Heródoto es que, en general, hizo un buen trabajo en su ''Historiae'', aunque algunos detalles específicos (en especial el números de soldados y las fechas) deberían observarse con escepticismo.<ref name = h377 /> Por otro lado, sigue habiendo algunos historiadores que consideran que Heródoto inventó gran parte de su historia.<ref> Fehling, pp1–277.</ref>
Muchos de los posteriores historiadores antiguos, a pesar de seguir sus pasos, ningunearon a Heródoto y se consideraron a sí mismos seguidores de [[Tucídides]].<ref>Tucídides, ''Historia de la Guerra del Peloponeso'', [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0200&layout=&loc=1.22 I, 22]</ref> Sin embargo, Tucídides eligió comenzar su historia a partir del punto en donde terminó Heródoto (en el [[sitio de Sestos]]), por lo que debió considerar que éste había hecho un trabajo razonablemente bueno resumiendo la historia anterior. [[Plutarco]], por su parte, criticaba a Heródoto en su ensayo "Sobre la malignidad de Heródoto", describiéndole como "''Philobarbaros''" (amante de los bárbaros) por no haber sido suficientemente pro griego. Esto sugiere que Heródoto pudo haber realizado un buen trabajo en lo que a neutralidad se refiere.<ref> Holland, p''xxiv''</ref> A la Europa del [[Renacimiento]] acabó llegando una visión negativa sobre Heródoto, si bien su obra continuó leyéndose de forma habitual.<ref> {{cita web|url= http://www.loyno.edu/history/journal/1998-9/Pipes.htm|título=Herodotus: Father of History, Father of Lies|fechaacceso=2008-01-18|autor=David Pipes}}</ref> Sin embargo, a partir del [[siglo XIX]] su reputación fue rehabilitada drásticamente por los descubrimientos arqueológicos que fueron confirmando de forma repetida su versión de los hechos.<ref name = h377> Holland, p377</ref> La visión que prevalece actualmente sobre Heródoto es que, en general, hizo un buen trabajo en su ''Historiae'', aunque algunos detalles específicos (en especial el números de soldados y las fechas) deberían observarse con escepticismo.<ref name = h377 /> Por otro lado, sigue habiendo algunos historiadores que consideran que Heródoto inventó gran parte de su historia.<ref> Fehling, pp1–277.</ref>


El historiador [[sicilia]]no [[Diodoro Sículo]], que escribió en el [[siglo I a. C.]] su obra ''[[Biblioteca histórica]]'', en la que también ofrece el relato de las guerras médicas, se basó parcialmente en el historiador griego [[Éforo de Cime]]. Sin embargo, su relato es bastante consistente en comparación con el de Heródoto.<ref>Diodoro Sículo, [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0084&layout=&loc=11.28 Bibliotheca Historica], XI, 28–34</ref> Además, las guerras médicas también reciben la atención, con menor detalle, de varios otros historiadores antiguos, entre los que se incluyen Plutarco y [[Ctesias]], y también aparecen en referencias de otros autores, como en ''[[Los persas]]'' y otras obras del dramaturgo [[Esquilo]], . Las evidencias arqueológicas, tales como la [[Columna de las Serpientes]], también ofrecen un respaldo a algunas de las afirmaciones concretas de Heródoto.<ref> Comentario de Heródoto en [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0126&layout=&loc=9.81.1 IX, 81]</ref>
El historiador [[sicilia]]no [[Diodoro Sículo]], que escribió en el [[siglo I a. C.]] su obra ''[[Biblioteca histórica]]'', en la que también ofrece el relato de las guerras médicas, se basó parcialmente en el historiador griego [[Éforo de Cime]]. Sin embargo, su relato es bastante consistente en comparación con el de Heródoto.<ref>Diodoro Sículo, [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0084&layout=&loc=11.28 Bibliotheca Historica], XI, 28–34</ref> Además, las guerras médicas también reciben la atención, con menor detalle, de varios otros historiadores antiguos, entre los que se incluyen Plutarco y [[Ctesias]], y también aparecen en referencias de otros autores, como en ''[[Los persas]]'' y otras obras del dramaturgo [[Esquilo]], . Las evidencias arqueológicas, tales como la [[Columna de las Serpientes]], también ofrecen un respaldo a algunas de las afirmaciones concretas de Heródoto.<ref> Comentario de Heródoto en [http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0126&layout=&loc=9.81.1 IX, 81]</ref>

Revisión del 12:18 2 ago 2009

Batalla de las Termópilas
Guerras Médicas
Parte de Segunda Guerra Médica

Leónidas en las Termópilas, por Jacques-Louis David (1814)
Fecha 7 de agosto[1]​ ó 8-10 de septiembre,[2]480 a. C.
Lugar Termópilas, Grecia
Coordenadas 38°47′45″N 22°32′13″E / 38.795833333333, 22.536944444444
Casus belli Acceso al paso de las Termópilas para la invasión de Grecia
Resultado Victoria del Imperio Persa
Cambios territoriales Persia gana el control de Beocia y marcha hacia Atenas
Beligerantes
Ciudades-Estado griegas  Imperio aqueménida
Comandantes
Leónidas I, Rey de Esparta Jerjes I, Emperador de Persia
Fuerzas en combate
300 espartanos, 700 tespios y aliados griegos
En total:
5.200+ (Heródoto)
7.400+ (Diodoro Sículo)
11.200 (Pausanias)
Entre 150.000 y 400.000[3]
Según Heródoto ~2.080.000[4]
Según Ctesias ~80.000[5]
Según estimaciones modernas ~200.000
Bajas
Entre 1.000 y 4.000, según Heródoto,[6]​ incluyendo a Leónidas I, los 300 espartanos y los 700 tespios ~ 20.000 según Heródoto[7]

La Batalla de las Termópilas fue una batalla que se prolongó durante tres días durante la Segunda Guerra Médica. Tuvo lugar de forma simultánea a la batalla de Artemisio, en agosto o septiembre de 480 a. C., en el paso de las Termópilas (Puertas Calientes, por los manantiales calientes que existían allí). En la batalla se enfrentaron una alianza de ciudades estado griegas lideradas por Esparta contra el Imperio Persa de Jerjes I

La invasión persa fue una respuesta tardía a la derrota sufrida en la Primera Guerra Médica, que había finalizado con la victoria de Atenas en la batalla de Maratón. Jerjes reunió un ejército y una armada inmensas para conquistar la totalidad de Grecia. Como respuesta a la invasión, el general ateniense Temístocles propuso que los aliados griegos bloquearan el avance del ejército persa en el paso de las Termópilas, a la vez que bloqueaban el avance de la armada persa en los estrechos de Artemisio.

Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército persa, que las estimaciones modernas estiman que estaba compuesto de unos 300.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de septiembre. Enormemente superados en número, los griegos mantuvieron el avance persa durante siete días en total (incluyendo tres de batalla), antes de que la retaguradia fuera aniquilada. Durante dos días completos de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un pequeño camino que podían utilizar para acceder detrás de las líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su retaguardia junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y puede que algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la batalla.

Tras el enfrentamiento, la armada aliada en Artemisio recibió las noticias de la derrota en las Termópilas. Dado que su estrategia requería mantener tanto las Termópilas como Artemisio, y dada la pérdida, la armada aliada decidió retirarse a Salamina. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Sin embargo, buscando una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada atacó y derrotó a los invasores en la batalla de Salamina a finales de año. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando del ejército restante para completar la conquista de Grecia. Al año siguiente, sin embargo, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa.

Tanto los escritores antiguos como los modernos han utilizado la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que puede ejercer sobre un ejército el patriotismo y la defensa de su propio terreno. Asimismo, el comportamiento de los defensores se ha utilizado como ejemplo de las ventajas del entrenamiento, el equipamiento y el uso del terreno como multiplicadores de la fuerza de un ejército, y se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.

Fuentes

Busto de Heródoto. Museo del Ágora de Atenas.

La fuente primaria principal en lo relativo a las Guerras Médicas es el historiador griego Heródoto. Este autor, que ha sido calificado como "El Padre de la Historia",[8]​ nació en el año 484 a. C. en Halicarnaso, en Asia Menor (bajo el gobierno persa). Escribió su obra Historiae entre 440 y 430 a. C., intentando encontrar los orígenes de las Guerras Médicas, que por entonces todavía eran un hecho relativamente reciente en la historia (las guerras acabaron finalmente en 449 a. C.).[9]​ El enfoque de Heródoto fue una completa novedad, al menos en la sociedad occidental, y por esta razón se considera que inventó la historia tal y como la conocemos hoy en día.[9]​ El historiado Holland afirma sobre el particular que: "Por primera vez, un cronista se propuso encontrar los orígenes de un conflicto no en un pasado tan remoto como para que resultase fabuloso, ni en los caprichos o deseos de algún dios, ni en un afirmación del pueblo manifestando su destino, sino mediante explicaciones que pudiera verificar él personalmente."[9]

Muchos de los posteriores historiadores antiguos, a pesar de seguir sus pasos, ningunearon a Heródoto y se consideraron a sí mismos seguidores de Tucídides.[10]​ Sin embargo, Tucídides eligió comenzar su historia a partir del punto en donde terminó Heródoto (en el sitio de Sestos), por lo que debió considerar que éste había hecho un trabajo razonablemente bueno resumiendo la historia anterior. Plutarco, por su parte, criticaba a Heródoto en su ensayo "Sobre la malignidad de Heródoto", describiéndole como "Philobarbaros" (amante de los bárbaros) por no haber sido suficientemente pro griego. Esto sugiere que Heródoto pudo haber realizado un buen trabajo en lo que a neutralidad se refiere.[11]​ A la Europa del Renacimiento acabó llegando una visión negativa sobre Heródoto, si bien su obra continuó leyéndose de forma habitual.[12]​ Sin embargo, a partir del siglo XIX su reputación fue rehabilitada drásticamente por los descubrimientos arqueológicos que fueron confirmando de forma repetida su versión de los hechos.[13]​ La visión que prevalece actualmente sobre Heródoto es que, en general, hizo un buen trabajo en su Historiae, aunque algunos detalles específicos (en especial el números de soldados y las fechas) deberían observarse con escepticismo.[13]​ Por otro lado, sigue habiendo algunos historiadores que consideran que Heródoto inventó gran parte de su historia.[14]

El historiador siciliano Diodoro Sículo, que escribió en el siglo I a. C. su obra Biblioteca histórica, en la que también ofrece el relato de las guerras médicas, se basó parcialmente en el historiador griego Éforo de Cime. Sin embargo, su relato es bastante consistente en comparación con el de Heródoto.[15]​ Además, las guerras médicas también reciben la atención, con menor detalle, de varios otros historiadores antiguos, entre los que se incluyen Plutarco y Ctesias, y también aparecen en referencias de otros autores, como en Los persas y otras obras del dramaturgo Esquilo, . Las evidencias arqueológicas, tales como la Columna de las Serpientes, también ofrecen un respaldo a algunas de las afirmaciones concretas de Heródoto.[16]

Trasfondo histórico

La expansión constante de los griegos por el Mediterráneo, tanto oriental como occidental, llevó a crear colonias en las costas de Asia Menor. Estas colonias estaban en territorios controlados por el Imperio aqueménida, que siempre les concedió un elevado grado de autonomía,[17]​ pero los colonos helenos siempre quisieron la absoluta libertad, se sublevaron contra el poder imperial y obtuvieron algunas victorias iniciales, pero conocían su inferioridad ante el coloso asiático, por lo que pidieron ayuda a los griegos continentales. Pese a que los espartanos se negaron en un principio, los atenienses sí los apoyaron, dando comienzo a las Guerras Médicas.

Las ciudades estado de Atenas y Eretria apoyaron la revuelta jónica contra el Imperio persa de Darío I, la cual tuvo lugar entre los años 499 y 494 a. C. Por aquella época, el Imperio persa era todavía relativamente joven y, por tanto, más susceptible de sufrir revueltas entre sus súbditos.[18][19]​ Además, Darío no había accedido al trono pacíficamente, sino tras asesinar a Gaumata, su predecesor, lo que había supuesto la necesidad de extinguir un serie de levantamientos en su contra.[18]​ Por todo ello, la revuelta jónica no era un tema menor, sino una verdadera amenaza a la integridad del Imperio, y por ese motivo Darío juró castigar no sólo a los jonios, sino a todos aquellos que hubiesen estado involucrados en la misma (especialmente los que todavía no eran parte del Imperio.[20][21]​ Además, Darío vio la ocasión como una oportunidad de expandir su poder hacia el fraccionado mundo de la Antigua Grecia.[21]​ Por ello, envió una expedición preliminar bajo el mando del general Mardonio en 492 a. C. para asegurar el acercamiento a tierra griega reconquistando Tracia y obligando al reino de Macedonia a convertirse en vasallo de Persia.[22]

En 491 a. C. Darío envió emisarios a todas las ciudades estado de Grecia, solicitando un regalo del 'agua y la tierra' como símbolo de su sumisión a él.[23]​ Tras la demostración del poder persa del año anterior, la mayoría de las ciudades griegas se sometieron. Sin embargo, Atenas juzgó a los embajadores persas y les ejecutó lanzándoles a un foso. En Esparta, simplemente fueron arrojados a un pozo.[23][24]​ Esto provocó que Esparta también estuviera, oficialmente, en guerra con Persia.[23]

Darío comenzó a preparar en 490 a. C. una misión anfibia, bajo el mando de Datis y de Artafernes, que comenzó con un ataque sobre Naxos y la posterior sumisión de las Cícladas. La fuerza invasora se trasladó luego a Eretria —ciudad de la isla de Eubea—, que asedió y destruyó.[25]​ Finalmente, se dirigó hacia Atenas y desembarcó en la bahía de Maratón, en donde se encontró con un ejército ateniense al que superaba en número. Sin embargo, en el enfrentamiento de los dos ejércitos en la batalla de Maratón, los atenienses obtuvieron una victoria decisiva que supuso la retirada del ejército persa de Europa y su retorno a Asia.[26]

Esparta no participó en la batalla contra los persas. Atenas quería detener la invasión como fuese y solicitó ayuda a los espartanos para luchar pero, como se ha dicho, el origen del problema residía en las colonias griegas en Asia, y Esparta no había fundado ninguna ni tampoco las había ayudado en la rebelión. Por tanto, los lacedemonios no se sentían implicados. Tanto es así que no acudieron a la batalla de Maratón por estar celebrando las fiestas de Apolo Carneo (llamadas Carneas).

Mapa de Grecia en el que se muestran las distintas invasiones persas que tuvieron lugar durante las Guerras Médicas.

En cualquier caso, y tras la derrota, Darío reaccionó comenzando a reclutar un nuevo ejército de inmenso tamaño, con el que pretendía sojuzgar Grecia. Sin embargo, sus planes se vieron interrumpidos cuando, en 486 a. C., se produjo una revuelta en Egipto que obligó a posponer indefinidamente la expedición a Grecia.[27]​ Darío murió durante los preparativos para marchar contra Egipto, y el trono de Persia pasó a su hijo, Jerjes I.[28]​ Jerjes aplastó la rebelión egipcia y rápidamente retomó los preparativos para la invasión de Grecia que, al tratarse de una invasión a gran escala, necesitaba una larga planificación para acumular las provisiones necesarias y para reclutar, equipar y entrenar a los soldados.[29]​ Jerjes decidió construir puentes sobre el Helesponto para permitir a su ejército atravesar desde Asia hasta Europa, y cavar un canal a través del istmo del monte Athos para que lo atravesasen sus naves (una flota persa había sido destruida en 492 a. C. mientras rodeaba ese cabo).[30]​ Estas obras de ingeniería eran operaciones de una gran ambición que estaban fuera del alcance de cualquier estado contemporáneo.[30]​ Finalmente, a comienzos de la década de 480 a. C., se completaron los preparativos para la invasión, y el ejército que Jerjes había reunido en Sardes marchó en dirección a Europa, cruzando el Helesponto sobre dos puentes flotantes.[31]

Los atenienses, por su parte, también se habían estado preparando para afrontar una guerra contra Persia desde mediados de la década de los años 480 a. C. Finalmente, en 482 a. C. se tomó la decisión, bajo la guía del estadista ateniense Temístocles, de construir una masiva flota de trirremes, imprescindible para que los griegos pudiesen enfrentarse a los persas.[32]​ Sin embargo, los antenienses carecían de la capacidad y la población suficiente para enfrentarse al enemigo a un mismo tiempo en tierra y en el mar, por lo que para combatir a los persas necesitaban llegar a una alianza con otras ciudades estado de Grecia. En 481 a. C. el emperador Jerjes envió embajadores por toda Grecia, solicitando de nuevo la tierra y el agua, pero omitiendo deliberadamente a Atenas y a Esparta.[33]​ Sin embargo, algunas ciudades fueron alineándose con estos dos estados líderes, para lo cual se mantuvo un congreso de ciudades estado en Corinto a finales del otoño de 481 a. C.,[34]​ del que surgió una confederación aliada de ciudades estado. Esta confederación tenía el poder de enviar emisarios solicitando ayuda y de enviar tropas desde los estados miembros hasta los puntos de defensa tras haberlo consultado conjuntamente. Este hecho en sí mismo era de gran trascendencia en atención a la desunión que había existido históricamente entre las ciudades estado, y en especial si se tiene en cuenta que muchas de ellas estaban todavía técnicamente en guerra unas con otras.[35]

Ante la necesidad, se unieron las distintas poleis griegas que tradicionalmente se habían enfrentado entre ellas, haciendo realidad la frase griega de:

Los hombres podrán cansarse de comer, de beber e incluso de hacer el amor; pero no de hacer la guerra.

La confederación volvió a reunirse en la primavera de 480 a. C. Una delegación tesalia sugirió que los aliados se reunieran en el angosto valle de Tempe, en las fronteras de Tesalia, para bloquear el avance de Jerjes.[36]​ Se envió una fuerza compuesta por 10.000 hoplitas al valle, entendiendo que el ejército persa se vería obligado a atravesarlo. Sin embargo, una vez ahí fueron avisados por Alejandro I de Macedonia de que el valle podía ser atravesado y rodeado por el paso Sarantoporo, y de que el ejército persa era de un tamaño inmenso, por lo que los griegos se retiraron.[37]​ Poco después recibieron la noticia de que Jerjes había atravesado el Helesponto.[36]

Temístocles sugirió entonces una segunda estrategia a los aliados. La ruta hacia el sur de Grecia (Beocia, Ática y el Peloponeso) exigía que el ejército de Jerjes atravesase el estrechísimo paso de las Termópilas. Este paso podía bloquearse fácilmente con los hoplitas griegos, a pesar del abrumador número de soldados persas. Además, y para evitar que los persas superaran la posición griega por mar, los navíos atenienses y aliados podrían bloquear el estrecho de Artemisio. Esta estrategia dual fue finalmente aceptada por la confederación.[38]​ Sin embargo, las ciudades del Peloponeso prepararon planes de emergencia para defender el istmo de Corinto en el caso de que fuera necesario, a la vez que las mujeres y niños de Atenas fueron evacuadas en masa hacia la ciudad peloponesia de Trecén.[39]

Preludio

En el mapa se pueden observar los avances griegos y persas hacia las Termópilas y Artemisio.

El ejército persa parece que se desplazó a un ritmo algo lento a través de Tracia y Macedonia pero, finalmente, en agosto llegaron a Grecia las noticias de la inminente llegada de los persas.[40]​ En aquella época los espartanos, líderes militares de facto de la alianza, estaban celebrando la festividad religiosa de las Carneas. Durante ese festival la actividad militar estaba prohibida por la ley espartana y, de hecho, los espartanos no llegaron a tiempo a la batalla de Maratón por estar celebrando el festival.[41]​ También se estaban celebrando los Juegos Olímpicos, por lo que debido a la tregua imperante durante su celebración habría sido doblemente sacrílego para los espartanos si marchasen en su totalidad a la guerra.[41][42]​ En esta ocasión, sin embargo, los éforos decidieron que la urgencia era lo suficientemente importante como para justificar el envío de una expedición avanzada para bloquear el paso, al mando de uno de los dos reyes espartanos, Leónidas I. Leónidas llevó consigo a 300 hombres de la guardia real, los Hippeis, así como a un número mayor de tropas de apoyo procedentes de otros lugares de Lacedemonia (incluyendo hilotas).[42]​ La expedición debería intentar agrupar el mayor número posible de aliados sobre la marcha, y esperar a la llegada del ejército espartano principal.[42]

La leyenda de las Termópilas, tal y como la cuenta Heródoto, dice que los espartanos consultaron al Oráculo de Delfos ese mismo año sobre el resultado de la guerra. Se dice que el Oráculo dictaminó que, o bien la ciudad de Esparta sería saqueada por los persas o, o bien debían sufrir la pérdida de un rey, descendiente de Heracles.[43]​ Heródoto dice que Leónidas, en línea con la profecía, estaba convencido de que se dirigía a una muerte segura al no contar con unas fuerzas adecuadas para la victoria, y que por eso eligió como soldados sólo a espartanos que contaran con hijos vivos.[44]

En el camino hacia las Termópilas el ejército espartano fue reforzado por contingentes procedentes de diversas ciudades, alcanzando una cifra superior a los 5.000 soldados en el momento en que llegaron a su destino.[45]​ Leónidas eligió acampar y defender la parte más estrecha del paso de las Termópilas, en un lugar en el que los habitantes de Fócida habían levantado una muralla defensiva algún tiempo atrás.[46]​ También le llegaron noticias a Leónidas, desde la cercana ciudad de Traquinia, de la existencia de un camino montañoso que podía ser utilizado para rodear el paso de las Termópilas. En respuesta, Leónidas envió a 1.000 soldados focidios para que se estacionaran en las alturas y evitasen esa maniobra.[47]

Finalmente el ejército persa fue avistado atravesando el golfo Maliaco y acercándose a las Termópilas a mediados de agosto.[48]​ A su llegada, los aliados mantuvieron un consejo de guerra en el que algunos peloponesios sugirieron retirarse hasta el istmo de Corinto para bloquear el paso al Peloponeso.[49]​ Sin embargo, los habitantes de Fócida y Lócrida, regiones cercanas a las Termópilas, se indignaron por la sugerencia, y aconsejaron defender el paso e ir a buscar por más ayuda. Leónidas calmó la situación y se mostró de acuerdo con defender las Termópilas.[49]

Entre las curiosidades y leyendas que Heródoto cuenta de la batalla, a propósito del gran tamaño del ejército persa, es famosa la anécdota según la cual, en palabras del autor, el más valiente de los griegos fue el espartano Dienekes, pues antes de entablarse el combate dijo a los suyos que le habían dado buenas noticias, que le habían dicho que los arqueros de los persas eran tantos que «sus flechas cubrían el sol» y «volvían el día en noche» (ὡς ἐπεάν ὁι βάρβαροι ἀπιέωσι τὰ τοξεύματα τὸν ἥλιον ὑπό τοῦ πλήθεος τῶν οῒστών ἀποκρύπτουσι "que cuando los bárbaros disparan sus arcos, ocultan el sol bajo la cantidad de sus flechas") y que de este modo, si los persas les tapaban el sol, en lugar de tener que combatir bajo él, podrían luchar a la sombra (εἰ ἀποκρυπτόντων τὣν Μήδων τὸν ἥλιον ὑπό σκιή ἔσοιτο πρὸς αυτούς ἡ μάχη καὶ οὐκ ἐν ἡλίω).[50]Dienekes, y los espartanos en general, consideraban el arco como un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Jerjes envió un emisario para negociar con Leónidas. Ofreció a los aliados su libertad y el título de "Amigos del Pueblo Persa", indicándoles que serían asentados en tierras más fértiles que las que ocupaban en ese momento.[51]​ Cuando Leónidas rechazó los términos, el embajador le volvió a solicitar que depusiera las armas, a lo que Leónidas respondió con la famosa frase «Ven a buscarlas tú mismo» (en griego Μολών Λαβέ, que literalmente significa «ven y cógelas»).[52]​ Al fracasar la negociación la batalla se volvió inevitable. Sin embargo, Jerjes retrasó el ataque durante cuatro días, esperando que los aliados se dispersasen por sí mismos, antes de decidirse finalmente a atacar.[53]

Fuerzas de los ejércitos

Ejército persa

Imagen de Jerjes I en un relieve en su palacio de Persépolis, en la actual Irán.

Las cifras sobre los soldados reunidos por Jerjes para la segunda invasión de Grecia han sido objeto de interminables discusiones, debido al gran tamaño que ofrecen las fuentes clásicas griegas. Heródoto defendía que había, en total, 2,5 millones de hombres solamente en personal militar, que a su vez iban acompañados por un número equivalente de personal de apoyo.[54]​ El poeta Simónides de Ceos, que era casi contemporáneo, habla de cuatro millones. Ctesias, por su parte, cifra en 800.000 hombres el tamaño total del ejército de Jerjes.[5]

La historiografía actual considera más o menos realistas los datos sobre los efectivos griegos y, durante muchos años, la cantidad ofrecida por Heródoto sobre los persas no fue puesta en duda. No obstante, a principios del siglo XX el historiador militar Hans Delbrück calculó que la longitud de las columnas para abastecer a una fuerza de combate millonaria sería tan larga que los últimos carros estarían saliendo de Susa cuando los primeros persas llegaran a las Termópilas.[55]

Los historiadores modernos tienden a valorar las cifras de Heródoto y de otras fuentes antiguas como completamente irreales, resultado de cálculos erróneos o exageraciones por parte del bando vencedor.[56]​ El tema ha sido debatido en profundidad, pero parece que existe un consenso en lo referente al tamaño del ejército, que oscilaría entre los 200.000 y los 250.000 hombres, lo que en cualquier caso sería un ejército colosal para los medios logísticos de la época.[56][57]​ Sean cuales fueran las cifras exactas, sin embargo, lo que sí que es claro es que Jerjes estaba ansioso por asegurar el éxito de la expedición, para lo cual reunió a un ejército numéricamente muy superior tanto en tierra como en mar al de sus enemigos.[57]

Por último, también existen dudas sobre si en las Termópilas se reunió la totalidad del ejército persa de invasión. No está claro si Jerjes dejó previamente guarniciones de soldados en Macedonia y Tesalia, o si avanzó con todos los soldados disponibles. La fuerza de las Termópilas probablemente estaba compuesta por la mayoría del ejército de invasión, contando con alrededor de unos 200.000 hombres.[56]​ La única fuente antigua que comenta este punto es Ctesias, que sugiere que 80.000 persas lucharon en las Termópilas. Sin embargo, este relato es sólo fragmentario y ofrece errores graves, como por ejemplo una afirmación de que la batalla de Platea tuvo lugar antes que la batalla de Salamina.[5]

Ejército griego

De acuerdo con las cifras que aportan Heródoto[45][58]​ y Diodoro Sículo,[59]​ el ejército aliado estaba compuesto por las siguientes fuerzas:

Grupo Números - Heródoto Números - Diodoro Sículo
Espartanos 300 300
Lacedemonios/
Periecos
900?[60] 1.000
(¿incluyendo a los espartanos?)
Hilotas espartanos 900?[60] -
Mantineanos 500 3.000
(otros peloponesios enviados con Leónidas)
Tegeatas 500
Arcadios de Orcómeno 120
Otros arcadios 1.000
Corintios 400
Fliuncios 200
Micenos 80
Total Peloponesios 3.100[45]​ ó 4.000[61] 4.000 ó 4.300
Tespios 700 -
Malianos - 1.000
Tebanos 400 400
Focidios 1.000 1.000
Locros "Todos los que tenían" 1.000
Total 5.200 (ó 6.100) más los locros 7.400 (ó 7.700)
Archivo:Leonidas evlahos.jpg
Estatua de Leónidas I.

Notas:

  • Sobre el número de peloponesios:

Diodoro Sículo sugiere la cifra de 1.000 lacedemonios y 3.000 otros peloponesios, de un total de 4.000. Heródoto concuerda con esta cifra en un párrafo, en la que hace mención a una inscripción de Simónides de Ceos, en la que se afirma que había 4.000 peloponesios.[61]​ Sin embargo, en otro punto del párrafo citado Heródoto reduce la cifra de peloponesios a 3.100 soldados antes de la batalla.[45]​ El historiador de Halicarnaso también afirma que cuando Jerjes mostró los cadáveres de los griegos al público también incluyó entre ellos los de los hilotas,[62]​ pero no dice cuántos había ni cuál era la labor en la que servían al ejército. Por lo tanto, una posible explicación para la diferencia entre estas dos cifras podría ser la existencia de 900 hilotas en la batalla (tres por cada espartano).[60]​ Si los hilotas estuvieron presentes en la batalla, no existe razón para dudar que sirviesen en su rol tradicional de escuderos de los espartanos. Otra alternativa, sin embargo, es que los 900 soldados de diferencia entre las dos cifras fueran periecos, y que se correspondieran con los 1.000 lacedemonios que menciona Diodoro Sículo.[60]

  • Sobre el número de lacedemonios:

Otra cifra en la que existe cierta confusión es el número de lacedemonios que incluye Diodoro, puesto que no queda claro si los 1.000 lacedemonios a los que hace referencia incluyen a los 300 espartanos o no. Por un lado dice que «Leónidas, cuando recibió el mandato, anunció que sólo un millar de hombres le acompañarían en la campaña».[59]​ Sin embargo, luego dice que «Había, por tanto, un millar de los lacedemonios, y con ellos trescientos espartiatas».[59]

El relato de Pausanias concuerda con las cifras de Heródoto (al que probablemente leyó, salvo por el hecho de que sí que ofrece el número de locros que Heródoto no llegó a estimar. Debido a que residían directamente en el lugar por el que iba a transcurrir el avance persa, los locros aportaron a todos los hombres en edad de combatir que poseían. Según Pausanias serían unos 6.000 hombres lo que, sumado a la cifra de Heródoto, daría un total de 11.200 soldados aliados.[63]

Muchos historiadores modernos, que normalmente consideran a Heródoto como el autor más creíble,[64]​ suman los 1.000 lacedemonios y los 900 hilotas a los 5.200 soldados de Heródoto, obteniendo una estimación de 7.100 (o alrededor de 7.000) hombres, rechazando los 1.000 soldados de Mélida que cita Diodoro y a los locros de Pausanias.[65][66]​ Sin embargo, se trata de una sola aproximación, pudiendo haber muchas otras combianaciones probables. Además, los números cambiaron a lo largo de la batalla, esencialmente cuando la mayor parte del ejército se retiró y sólo permanecieron en el campo de batalla unos 3.000 hombres aproximadamente (300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos, probablemente 900 hilotas y 1.000 focidios, sin contar con las bajas sufridas en los días anteriores).[64]

Consideraciones estratégicas y tácticas

Mapa de la batalla de las Termópilas.

Desde un punto de vista estratégico, la defensa de las Termópilas suponía para los aliados la mejor forma posible de emplear sus fuerzas.[67]​ Si lograban evitar que el ejército persa se internara dentro de Grecia, no tendrían necesidad de buscar una batalla decisiva, y podría simplemente permanecer a la defensiva. Además, y con la defensa de dos pasos estrechos como las Termópilas y Artemisio, la inferioridad numérica de los aliados era menos problemática.[67]​ Por su parte, los persas se enfrentaban al problema de aprovisionamiento de un ejército tan grande, lo que significaba que no podían permanecer en un mismo lugar durante mucho tiempo.[68]​ Los persas, por tanto, se veían obligados a retirarse o avanzar, y avanzar implicaba lograr atravesar las Termópilas por la fuerza.[68]

La batalla se libraría en un lugar llamado valle de las Termópilas, un angosto desfiladero de unos 12 m de anchura (actualmente más de un km debido a la erosión[69]​). Tácticamente, el paso de las Termópilas era ideal para el tipo de lucha del ejército griego.[67]​ Se observa la desproporción de las fuerzas enfrentadas; pero lo estrecho del paso anulaba la diferencia numérica, y la formación de falange hoplita de los helenos podría ser capaz de bloquear el estrecho paso con facilidad y, al tener los flancos cubiertos, no se veía amenazada por la caballería enemiga. En el estrecho paso, la falange supondría un enemigo muy difícil de superar para la infantería ligera persa, equipada con una panoplia mucho más ligera y por tanto menos protectora.[67]​ Además, las largas dory de la falange (lanzas de falange, no tan largas como las sarissas utilizadas por el ejército de Alejandro Magno) podrían ensartar a los enemigos antes incluso de que estos pudieran tocarlos, tal y como había sucedido en la confrontación de la batalla de Maratón.[3]​ Por consiguiente, la lucha no tenía inicialmente por qué ser suicida.

Por otro lado, el principal punto débil que ofrecía el campo de batalla elegido por los aliados era el pequeño paso montañoso que transcurría en paralelo a las Termópilas, y que permitía que el ejército fuese sobrepasado por el flanco y rodeado. Aunque probablemente este flanco no era practicable para la caballería, la infantería persa podría atravesarlo con facilidad (y más cuando buena parte de los soldados persas estaban familiarizados con la lucha en terreno montañoso).[70]​ Leónidas era consciente de la existencia de este paso gracias al aviso de los habitantes de Traquinia, por lo que posicionó a un destacamento de soldados focenses para que lo bloquearan.[47]

Topografía del campo de batalla

Mapa del área de las Termópilas comparando la línea de costa actual con la que existía en el año 480 a. C.[71]

En la época en la que tuvo lugar la batalla, el paso de las Termópilas consistía en un desfiladero a lo largo de la costa del golfo Maliaco tan estrecho que no podían atravesarlo dos carros al mismo tiempo.[72]​ Al sur el paso lindaba con unos grandes acantilados, mientras que al norte se encontraba el propio golfo Maliaco. A lo largo del paso había una serie de tres pasos más estrechos o "puertas" (pylai), y en la puerta central se erigía una muralla que había sido construida por los focidios en el siglo anterior para defenderse de las invasiones procedentes de Tesalia.[72]​ El lugar también recibía el nombre de "Puertas Calientes" debido a los manantiales de agua caliente que se podían encontrar en ese lugar.[46]

Hoy en día el paso ya no se encuentra ni siquiera cerca del mar, sino varios kilómetros tierra adentro, lo cual se debe a la sedimentación que se ha ido produciendo el el golfo Maliaco. El viejo camino se encuentra al pie de las colinas que rodean la llanura, flanqueada por una carretera moderna. Se han tomado muestras de la composición del terreno que indican que el paso sólo tenía unos 100 metros de ancho y que el agua alcanzaba el nivel de las puertas.[73]​ Por otro lado, el paso ha seguido siendo utilizado como posición defensiva natural por ejércitos modernos, como por ejemplo durante la batalla de las Termópilas de 1941, en la que soldados británicos defendieron el paso frente a la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

La batalla

Primer día

Recreación de una falange griega basada en las fuentes de The Perseus Project.

En el quinto día tras la llegada de los persas a las Termópilas, Jerjes finalmente decidió lanzar un ataque sobre los aliados griegos. Primero envió a los soldados de Media y a los del Juzestán contra los aliados, con instrucciones de capturarlos y llevarlos ante él.[74][75]​ Pronto se vieron lanzando un ataque frontal contra la posición griega,[74]​ que se había situado delante de la muralla focidia, en la parte más estrecha del paso.[76][77]

Los detalles sobre las tácticas empleadas son escasos: Diodoro comenta que "los hombres se mantuvieron hombro con hombro" y que los griegos fueron "superiores en valor y en el gran tamaño de sus escudos",[78]​ lo cual probablemente describe el funcionamiento de la falange griega estándar, en la que los hombres formaban una muralla de escudos y de puntas de lanza y que habría sido altamente efectiva si era capaz de cubrir toda la anchura del paso.[79]​ Los escudos más débiles y las lanzas más cortas de los persas les impidieron enfrentarse cuerpo a cuerpo con los hoplitas griegos.[78][80]​ Heródoto afirma también que las unidades de cada ciudad se mantuvieron juntas, y que las unidades rotaban hacia el frente de batalla y hacia la retaguardia buscando con ello prevenir la fatiga, lo cual implica que los griegos tenían más hombres de los que eran estrictamente necesarios para bloquear el paso.[81]​ Los griegos mataron a tantos persas que se dice que Jerjes se levantó del asiento desde el que observaba la batalla hasta en tres ocasiones.[82]​ Según Ctesias, la primera oleada fue hecha pedazos con tan sólo dos o tres bajas entre los espartanos.[5]

Según Heródoto y Diodoro, el rey persa, tras haber tomado la medida del enemigo, envió a sus mejores tropas en un segundo asalto ese mismo día: los Inmortales, un cuerpo de soldados de élite formado por 10.000 hombres.[78][80]​ Sin embargo, los Inmortales no lograron más de lo que habían hecho los soldados enviados con anterioridad, fracasando en abrir una brecha en las líneas de los aliados.[80]​ Los espartanos parece que emplearon una táctica de fingir una retirada para después darse la vuelta y matar a los desorganizados soldados persas que corrían en su persecución.[80]

Segundo día

Representación de soldados persas, probeblemente del cuerpo de los Inmortales.

En el segundo día, Jerjes envió de nuevo a su infantería para atacar el paso, "suponiendo que sus enemigos, siendo tan pocos, estaban ya incapacitados por las heridas recibidas y no podrían resistir más."[82]​ Sin embargo, los persas no lograron ningún progreso.[82]​ el rey persa finalmente detuvo el asalto y se retiró a su campamento, totalmente perplejo.[5]

Sin embargo, a finales del segundo día de batalla, y mientras el rey persa estaba valorando qué hacer, recibió la visita de un traidor griego de Tesalia llamado Efialtes que le informó de la existencia del paso montañoso que rodeaba las Termópilas, ofreciéndose a guiarles.[83]​ Efialtes actuó motivado por el deseo de una recompensa.[83]​ El nombre Efialtes, tras los hechos relatados, quedó estigmatizado durante muchos años. El nombre se tradujo por "pesadilla", y se convirtió en el arquetipo de "traidor" en Grecia (al igual que Judas para los cristianos.[84]

Heródoto comenta que Jerjes envió a su comandante Hidarnes esa misma noche junto con los hombres bajo su mando, los Inmortales, para que rodeasen a los aliados a través del paso. Sin embargo, no dice nada más sobre los hombres que comandaba.[85]​ Los Inmortales habían sufrido duras bajas durante el primer día de batalla, por lo que es posible que Hidarnes recibiera el mando sobre una fuerza incrementada, en la que estuvieran los Inmortales supervivientes y otros soldados. Según Diodoro, Hidarnes contó con una fuerza de 20.000 hombres para esta misión.[86]​ El paso dirigía desde el este del campamento persa a lo largo de la colina del Monte Anopaea por detrás de los acantilados que flanqueaban el paso. Tenia una ramificación que dirigía a Fócida, y otra que bajaba hasta el golfo Maliaco en Alpeno, la primera ciudad de Lócrida.[87]

Tercer día

El desfiladero de las Termópilas, pequeño paso que limitaba en un extremo con el Golfo Maliaco y en otro con los montes Eta y Calidromo. Comunicaba Lócrida con Tesalia.

Al amanecer del tercer día, los focidios que guardaban el paso sobre las Termópilas se dieron cuenta de la llegada de la columna persa por el crujido de sus pisadas sobre las hojas de los robles. Heródoto dice que saltaron completamente atónitos.[88]​ Hidarnes estaba probablemente tan sorprendido como ellos al verles correr rápidamente para armarse.[89]​ Temió que se tratase de los espartanos, pero fue informado por Efialtes de que no lo eran.[88]​ Los focidios se retiraron a una colina próxima para preparar su defensa, asumiendo que los persas habían venido a atacarles,[88]​ pero los persas, que no querían retrasarse, les acosaron con flechas mientras continuaban su camino, buscando su principal objetivo de rodear al ejército aliado.[88]

Cuando un mensajero le comunicó a Leónidas que los focidios no habían podido defender el paso, convocó un consejo de guerra al amanecer.[90]​ Algunos aliados defendieron la retirada, pero el monarca espartano decidió permanecer en el paso con sus guerreros.[90]​ Muchos de los contingentes aliados eligieron en ese momento retirarse (sin recibir órdenes), o fueron ordenados a hacerlo por Leónidas (Heródoto admite que existen dudas sobre lo que realmente ocurrió).[90][91]​ El contingente de 700 soldados de Tespias, liderados por Demófilo, se negó a retirarse con los demás griegos, y se quedaron para luchar.[92]​ También permanecieron los 400 tebanos, así como probablemente los hilotas que acompañaban a los espartanos.[89]

Las acciones de Leónidas han sido objeto de muchas discusiones. Una afirmación habitual es la que indica que los espartanos estaban obedeciendo las leyes de Esparta al no retirarse, pero parece que fue precisamente la no retirada en las Termópilas lo que hizo nacer la creencia de que los espartanos no se retiraban nunca.[93]​ También es posible (y era la creencia de Heródoto) que, recordando las palabras del Oráculo de Delfos, Leónidas estuviese decidido a sacrificar su vida para salvar a Esparta. La respuesta que recibieron de labios de la Pitia fue que Lacedemón sería devastada por los bárbaros o que su rey moriría.

Mirad, habitantes de la extensa Esparta,


o bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada por los descendientes de Perseo, o no lo es;
pero, en ese caso, la tierra de Lacedemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles.
Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones, ya que posee la fuerza de Zeus.


Proclamo, en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u otro hasta los huesos.[94]

Sin embargo, dado que la profecía hacía mención específica a Leónidas, parece una débil razón como para justificar que cerca de 1.500 hombres luchasen también hasta la muerte.[93]

Archivo:Molon labe.jpg
Cita de Leónidas I en la batalla- Μολὼν λαβέ! (molon labe!)-Venid y conseguidlo!

La teoría que quizá ofrece más credibilidad es aquella que afirma que Leónidas eligió formar una retaguardia con el fin de proteger la retirada del resto de contingentes aliados.[93][95]​ Si todas las tropas se hubiesen retirado al mismo tiempo, los persas habrían podido atravesar el paso de las Termópilas rápidamente con su caballería para luego dar caza a los soldados en retirada. Por otro lado, si todos hubieran permanecido en el paso habrían sido rodeados, y eventualmente habrían muerto todos.[89]​ Con la decisión de una retirada parcial, Leónidas podría salvar a más de 3.000 hombres, que podrían continuar la lucha más adelante.[95]

También ha sido objeto de discusión la decisión de los tebanos. Heródoto sugiere que fueron llevados a la batalla en calidad de rehenes para asegurar el buen comportamiento de Tebas en la guerra.[44]​ Sin embargo, y como ya Plutarco apuntó, eso no explicaría por qué no se les envió de vuelta con el resto de los aliados.[93]​ Lo más probable es que se tratase de tebanos leales que, contrariamente a la mayoría de tebanos, se enfrentasen a la dominación persa.[93]​ Por ello probablemente acudieron a las Termópilas por su propia voluntad, y permanecieron hasta el final porque no podían volver a Tebas si los persas conquistaban Beocia.[89]

Los tespios, por su parte, que no estaban dispuestos a someterse a Jerjes, se enfrentaban a la destrucción de su ciudad si los persas tomaban Beocia,[93]​ aunque este hecho por sí solo tampoco explica el hecho de que permanecieran ahí, puesto que Tespias fue evacuada con éxito antes de que los persas llegaran.[93]​ Parece que los tespios se ofrecieron voluntarios como un simple acto de sacrificio, lo cual es todavía más asombroso si se tiene en cuenta que su contingente representaba todos los soldados hoplitas que su ciudad podía reunir.[96]​ Esto parece un rasgo de los tespios: en al menos otras dos ocasiones en la historia un ejército tespio se sacrificaría en una lucha a muerte.[93]

Al amanecer Jerjes realizó una libación religiosa, esperó para dar a los Inmortales tiempo suficiente para finalizar el descenso por la montaña, y luego comenzó su avance.[77]​ Los aliados en esta ocasión avanzaron más allá de la muralla para hacer frente a los persas en la zona más ancha del paso, intentando con ello incrementar las bajas que pudieran inflingir al ejército persa.[77]​ Lucharon con sus lanzas hasta que todas ellas estuvieron rotas por el uso, y luego utilzaron sus xifos (espadas cortas).[97]​ Heródoto cuenta que en la lucha cayeron dos hermanos de Jerjes: Abrocomes e Hiperantes.[97]​ Leónidas también murió en la lucha, y los dos bandos pelearon por hacerse con su cuerpo, consiguiéndolo finalmente los griegos.[97]​ A medida que se aproximaban los Inmortales, los aliados se retiraron y se hicieron fuertes en una colina tras la muralla.[98]​ Los tebanos, "se alejaron de sus compañeros y, con las manos levantadas, avanzaron hacia los bárbaros" (según la traducción de Rawlinson), pero todavía mataron a algunos antes de aceptar su rendición.[98]​ El rey persa más tarde haría que los prisioneros tebanos recibieran la marca real.[99]​ Del resto de defensores, Heródoto dice:

"Aquí se mantuvieron hasta el final, aquellos que todavía tenían espadas usándolas, y los otros resistiendo con sus manos y sus dientes."

Derribando parte del muro, Jerjes ordenó rodear la colina, y los persas hicieron llover flechas sobre los defensores hasta que todos los griegos estuvieron muertos.[98]​ En 1939, el arqueólogo Spyridon Marinatos descubrió excavando en las Termópilas un gran número de puntas de flecha de bronce de estilo persa en la colina Kolonos, lo que hizo que se modificaran las teorías acerca de la colina en la que habían muerto los aliados, puesto que antes de la excavación se creía que se trataba de otra más pequeña y cercana a la muralla.[100]

Finalmente, el paso de las Termópilas quedó abierto para el ejército persa. Según Heródoto, la batalla supuso un coste para los persas de 20.000 bajas.[101]​ Las fuerzas aliadas que quedaron en la retaguardia fueron aniquiladas, con una probable pérdida en vidas de unos 2.000 hombres, incluyendo a aquellos que murieron durante los dos primeros días de batalla.[102]​ Heródoto dice en un momento de su relato que murieron 4.000 aliados, pero asumiendo que los focidios que guardaban el paso monañoso no murieron en la batalla (como Heródoto insinúa), esto supondría la casi totalidad de soldados aliados presentes (según las propias estimaciones de Heródoto), por lo que ese número es probablemente demasiado alto.[103]

Eventos posteriores

Paso de las Termópilas. Se cree que la línea de la costa en tiempos de la batalla se encontraba donde ahora pasa la carretera, o incluso más cerca de las montañas.

Cuando los persas se hicieron con el cuerpo de Leónidas, Jerjes, furioso contra él, ordenó que se le cortase la cabeza y que su cuerpo fuese crucificado. Heródoto hace la observación de que este trato era muy poco común entre los persas, que tenían el hábito de tratar con gran honor a los soldados valientes.[98][104]​ En cualquier caso, Jerjes también era conocido por sus momentos de cólera, como el caso en el que ordenó que se dieran latigazos sobre el Helesponto por no obedecerle.[105]​ Tras la partida de los persas, los aliados recuperaron los cadáveres de sus soldados y los enterraron en la colina. Además, y cuando finalizó la invasión persa, se erigió una estatua en forma de león en las Termópilas, para conmemorar a Leónidas.[106]​ Cuarenta años después de la batalla los huesos de Leónidas fueron llevados de vuelta a Esparta, en donde fue enterrado de nuevo con todos los honores. Se celebraron juegos funerarios anuales en su memoria.[107]

Con las Temópilas abiertas al paso del ejército persa, resultó ya innecesario continuar el bloqueo de Artemisio. Por lo tanto, finalizó la batalla naval que transcurría ahí de forma simultánea, y que se había quedado en tablas, y la flota aliada pudo retirarse en orden hasta el golfo Sarónico, en donde ayudaron a transportar a la población ateniense que quedaba hasta la isla de Salamina.[95]

Tras atravesar las Temópilas, el ejército persa prosiguió su avance, saqueando e incendiando Platea y Tespias, ciudades de Beocia que no se habían sometido a los persas, para luego marchar sobre la ciudad de Atenas, que ya había sido evacuada por aquel entonces.[108]​ Mientras tanto, los aliados, en su mayoría del Peloponeso, prepararon la defensa del istmo de Corinto, demoliendo la única carretera que lo atravesaba y construyendo una muralla que lo cruzaba.[109]​ Como en el caso de las Temópilas, para que esta estrategia fuese efectiva se requería que la armada aliada bloquease simultáneamente a la flota persa, impidéndole el paso a través del golfo Sarónico, para evitar que las tropas persas simplemente desembarcaran pasado el istmo, en el Peloponeso.[110]​ Sin embargo, en lugar de un mero bloqueo, Temístocles persuadió a los aliados para que buscaran una victoria decisiva contra la flota persa. Engañaron a los persas para que llevasen su armada hacia los estrechos de Salamina, en dónde los aliados consiguieron destruir gran parte de sus naves en la batalla de Salamina, que acabó con la amenaza sobre el Peloponeso.[111]

Jerjes, temiendo que los griego atacasen los puentes del Helesponto y que pudieran dejar atrapado a su ejército en Europa, se retiró con gran parte de su ejército de vuelta a Asia.[112]​ Dejó un ejército más reducido de fuerzas escogidas al mando de Mardonio, para que completaran la conquista a lo largo del año siguiente.[113]​ Sin embargo, presionados por los atenienses, los aliados peloponesios finalmente aceptaron intentar atraer a Mardonio a una batalla, por lo que marcharon sobre el Ática.[114]​ Mardonio se retiró a Beocia para llevar a los griegos a terreno abierto, y los dos bandos se acabaron enfrentando cerca de la ciudad de Platea.[114]​ Ahí tuvo lugar la batalla de Platea, en la que los griegos obtuvieron una victoria decisiva, destruyendo a gran parte del ejército persa y finalizando la invasión de Grecia.[114]​ Mientras tanto, en la casi simultánea batalla naval de Mícala, los griegos destruyeron también lo que quedaba de la flota persa, reduciendo con ello la amenaza de futuras invasiones.[115]

No obstante, los ejércitos de Jerjes causarían serios daños a las ciudades griegas y muchas de ellas serían quemadas y arrasadas, como le sucedió a la propia Atenas, que fue pasto de las llamas, incluyendo los principales templos de su Acrópolis.

Significatividad histórica

La batalla de las Termópilas es una de las más famosas batallas de la antigüedad europea, referida repetidamente tanto en la cultura antigua, como en la reciente y contemporánea. En Occidente, al menos, son los griegos lo que reciben las alabanzas por su actitud en la batalla.[116]​ Sin embargo, y dentro del contexto de la invasión persa, las Termópilas fue sin ningún género de dudas una grave derrota para los aliados, que supuso unas desastrosas consecuencias para los griegos.[117]

Cualquiera que hubiese sido el objetivo de los aliados, es presumible que su estrategia no fuese la rendición de toda Beocia y Ática a los persas.[67]​ Por ello, probablemente no se puedan sostener las lecturas de la batalla de las Temópilas en las que se considera un intento exitoso de retrasar la acción persa, dando tiempo suficiente a los aliados para prepararse para la batalla de Salamina,[118][119]​ ni aquellas que sugieren que las bajas persas fueron tantas que supuso un gran golpe moral para ellos (sugiriendo que los persas ganaron una victoria pírrica).[67]

La teoría según la cual la batalla de las Temópilas dio tiempo suficiente a los aliados para preparase para Salamina ignora el hecho de que la armada aliada se encontraba al mismo tiempo luchando y sufriendo bajas en la batalla de Artemisio. Es más, comparado con el tiempo probable que transcurrió entre las Temópilas y Salamina, el tiempo durante el cual los aliados fueron capaces de mantener la posición en las Termópilas frente a los persas no es particularmente significativo.[120]​ Parece claro que la estrategia aliada era mantener bloqueados a los persas en las Termópilas y en Artemisio y que, al fallar en su objetivo, sufrieron una dura derrota.[67]​ La posición griega en las Termópilas, a pesar de encontrarse en una gran inferioridad numérica, era casi inexpugnable.[95]​ Si hubiesen sido capaces de mantener la posición algo más de tiempo, es posible que los persas hubiesen tenido que retirarse por falta de agua y comida.[68]​ Por ello, y a pesar de las bajas, forzar el paso por las Termópilas fue una clara victoria persa, tanto desde el punto de vista táctico como estratégico.[95]​ La retirada con éxito de la mayor parte de las tropas griegas, pese a ser una inyección de moral, no fue de ningún modo una victoria, aunque redujo un poco la magnitud de la victoria persa.[95]

La fama de las Termópilas deriva por lo tanto no de su efecto en el resultado final de la guerra, sino en el ejemplo inspiracional que supuso.[120][121]​ La batalla es famosa por causa del heroísmo de los soldados que se quedaron en la retaguardia pese a saber que su posición estaba perdida y que se enfrentaban a una muerte segura.[122]​ Desde entonces, los eventos que tuvieron lugar en las Termópilas han sido objeto de alabanzas desde multitud de fuentes.[123]​ Una segunda razón que sirvió como un ejemplo histórico de un grupo de hombres libres luchando por su país y su libertad:

"Por ello, casi inmediatamente, los griegos contemporáneos vieron las Termópilas como una lección moral y cultural crítica. En términos universales, un pequeño grupo de hombres libres habían luchado contra un inmenso número de enemigos imperiales que luchaban bajo el látigo. Más especialmente, la idea occidental de que los soldados decidían dónde, cómo y contra quién luchaban contrastaba con la noción oriental del despotismo y la monarquía - probándose la libertad como la idea más fuerte ante la mayor valentía mostrada por los griegos en las Termópilas, atestiguada por las posteriores victorias en Salamina y Platea."[124]

Si bien este paradigma del "hombre libre" contra los "esclavos" podría verse como una generalización demasiado burda, es sin embargo cierto que muchos comentaristas han usado las Termópilas para ilustrar este punto.[67]

Desde el punto de vista militar, aunque la batalla no fue demasiado significativa en el contexto de la invasión persa, sí que tiene alguna significatividad especial, basándose en lo acontecido durante los dos primeros días de lucha. En efecto, la capacidad de los defensores se usa como ejemplo de las ventajas que aporta el entrenamiento, el equipamiento y el buen uso del terreno como multiplicadores de la fuerza militar de un ejército.[125]

Legado

Monumentos

Se han erigido diversos monumentos alrededor del lugar en el que tuvo lugar la batalla de las Temópilas.

Epitafio de Simónides

Epitafio con el epigrama de Simónides.

El poeta griego Simónides de Ceos compuso un conocido epigrama que fue utilizado como epitafio en una piedra conmemorativa colocada encima del montículo funerario dedicado a los espartanos que lucharon en las Temópilas, en lo que también es la colina en la que murió el último de ellos.[61]​ No obstante, la piedra original no se ha preservado hasta nuestros días, sino que el epitafio aparece en una nueva piedra que fue erigida en 1955. El texto, según Heródoto, decía así:[61]

Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι
Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus órdenes.[126]

Monumento a Leónidas

Adicionalmente, se puede encontrar en el lugar de la batalla un monumento moderno erigido en honor a Leónidas, el rey espartano, consistente en una estatua de bronce que representa al monarca. Una leyenda bajo la estatua dice, simpelemente, "Μολών λαβέ", la famosa frase con la que Leónidas rechazó cualquier acuerdo de paz, y en la metopa inferior se representan escenas de la batalla. Las dos estatuas de mármol, a la izquierda y a la derecha del monumento, representan, respectivamente, el río Eurotas y el monte Taigeto, que representan la geografía de Esparta.

Monumento a los tespios

En 1997 el gobierno de Grecia inauguró oficialmente un segundo monumento dedicado a los 700 tespios que lucharon hasta el final con los espartanos. El monumento está erigido sobre una piedra de mármol, y consiste en una estatua de bronce que simboliza al dios Eros, quien era adorado en la antigua Tespias. Bajo la estatua se puede leer en un letrero la leyenda "En memoria de los setecientos tespios".

Una placa bajo la estatua explica su simbolismo:

  • El hombre sin cabeza simboliza el sacrificio anónimo de los 700 tespios a su país.
  • El pecho estirado simboliza la lucha, la galantería, la fuerza, la valentía y el coraje.
  • El ala en posición abierta simboliza la victoria, la gloria, el alma, el espíritu y la libertad.
  • El ala rota simboliza el sacrificio voluntario y la muerte.
  • El cuerpo desnudo simboliza al dios Eros, el más importante para los antiguos tespios, el dios de la creación, la belleza y la vida.

El monumento se encuentra ubicado al lado del monumento en honor a los espartanos.

Leyendas asociadas a la batalla

El colorido relato de Heródoto nos ofrece gran cantidad de conversaciones e incidentes apócrifos que se apartan de los hechos históricos reales. Estos relatos son, obviamente, imposibles de verificar, pero forman parte integral de la leyenda de la batalla. A menudo demuestran el estilo de hablar lacónico e ingenioso de los espartanos.

Por ejemplo, Plutarco recoge en su obra Moralia, dentro de los dichos de las mujeres espartanas, que la mujer de Leónidas, Gorgo, preguntó a su marido cuando éste partía hacia las Termópilas qué debía hacer si él no volvía, a lo que Leónidas contestó "Cásate con un buen hombre y ten buenos hijos."[127]

También se cuenta que, a su llegada a las Termópilas, los persas enviaron a un explorador a caballo para reconocer la zona. Los griegos le permitieron llegar hasta el campamento, observarles, y partir. Cuando el explorador reportó a Jerjes el tamaño del ejército griego y que los espartanos estaban realizando ejercicios de calistenia y peinando sus largos cabellos, Jerjes consideró el informe digno de risa. Buscando el consejo de Demarato, un rey espartano exiliado, éste le indicó que los espartanos estaban preparándose para la batalla, y que era su costumbre adornar su pelo cuando estaban a punto de arriesgar sus vidas. Demarato les calificó como los hombres más valientes de Grecia y avisó al rey persa de que pretendían disputarles el paso. Enfatizó que había intentado advertir a Jerjes anteriormente en la campaña, pero que el rey se había negado a creerle, y añadió que si Jerjes lograba sojuzgar a los espartanos, "no hay ninguna otra nación en el mundo que se atreva a levantar la mano en su defensa".[128]

Heródoto también describe el momento en que la embajada persa es recibida por Leónidas. El embajador le digo que Jerjes le ofrecería ser el señor de toda Grecia si se unía él, a lo que Leónidas respondió: "Si tuvieras algún conocimiento de las cosas nobles de la vida, os abstendríais de codiciar las posesiones de otros; pero para mí morir por Grecia es mejor que ser el único goberntante de la gente de mi raza."[129]​ Entonces el embajador le exigió más firmemente que depusiese sus armas, a lo que Leónidas dio su famosa respuesta: Molon labe, "Ven y cógelas".[130]

Sin embargo, la frase de Leónidas no es la única frase de carácter lacónico que recoge Heródoto en su relato. Según el autor, cuando un soldado espartano llamado Dienekes fue informado de que el ejército persa era tan grande, y sus arqueros tan numerosos, que sus flechas eran capaces de "bloquear el sol", éste sin inmutarse contestó, "Todavía mejor (...) entonces lucharemos la batalla en la sombra."[131]

Tras la batalla, y de nuevo según Heródoto, Jerjes tuvo curiosidad acerca de qué era lo que los griegos habían querido hacer (presumiblemente ante el número tan pequeño de fuerzas que habías enviado), e hizo que unos desertores de Arcadia fueran interrogados en su presencia. La respuesta fue que todos los demás hombres estaban participando en los Juegos Olímpicos y, cuando Jerjes preguntó cuál era el premio para el ganador, la respuesta fue "una rama de olivo". Al escuchar esto, un general persa llamado Tigranes exclamó, "¡Por los dioses! Mardonio, ¿qué tipo de gente son éstos contra los que nos has traído a luchar? ¡No compiten por riquezas sino por honor![132]

Un icono de la cultura occidental

La batalla de las Termópilas se convirtió en un icono cultural de la cultura occidental desde poco después de que tuviese lugar. Este icono cultural aparece en incontables ejemplos de adagios, poesía, canciones, literatura y, más recientemente, películas, televisión y videojuegos. Además, una vertiente más seria ha sido su uso didáctico: La batalla aparece en muchos libros y artículos sobre temas militares.

Además, ese icono se ha extendido no sólo a la propia batalla, sino a la visión idealizada de los espartanos que ha sobrevivido históricamente. Antes de la batalla, los griegos recordaban a los dorios, una distinción étnica a la que pertenecían los espartanos, como los conquistadores que expulsaron a los jonios del Peloponeso. Tras la batalla, la cultura espartana se convertiría en un objeto de inspiración y de emulación.

Más recientemente, durante la Segunda Guerra Mundial la propaganda nazi, a través de la revista Signal, comparó la Batalla de Stalingrado con lo sucedido en las Termópilas, un intento heroico de los occidentales por detener a las hordas bárbaras. También los nazis llamaron «escuadrilla Leónidas» a los pilotos suicidas que se lanzaban contra los puentes para detener el avance soviético en 1945.

La batalla en el cine

La batalla en el cómic

Notas

  1. Lemprière, p. 10
  2. Greswell, p. 374
  3. a b Quesada, Fernando, Termópilas una derrota convertida en victoria, nº 100 de La Aventura de la Historia, Arlanza Ediciones, Madrid, febrero de 2007, ISSN 1579-427X
  4. Heródoto VII,186
  5. a b c d e Ctesias, Persica
  6. Heródoto VIII, 25
  7. Heródoto VIII, 24
  8. Cicerón, Sobre las Leyes I, 5
  9. a b c Holland, ppxvixvii
  10. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 22
  11. Holland, pxxiv
  12. David Pipes. «Herodotus: Father of History, Father of Lies». Consultado el 18 de enero de 2008. 
  13. a b Holland, p377
  14. Fehling, pp1–277.
  15. Diodoro Sículo, Bibliotheca Historica, XI, 28–34
  16. Comentario de Heródoto en IX, 81
  17. Eliot, Julian, El Gran Rey - Darío I, el organizador del Imperio Persa, nº 458 de Historia y Vida, Grupo Godó, Barcelona, enero de 2007, ISSN 0018-2354
  18. a b Holland, p47–55
  19. Holland, p203
  20. Heródoto V, 105
  21. a b Holland, 171–178
  22. Heródoto VI, 44 [1]
  23. a b c Holland, pp178–179
  24. e.g. http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0126&layout=&loc=7.133.1
  25. Heródoto VI, 101 [2]
  26. Heródoto, VI, 113 [3]
  27. Holland, p203
  28. Holland, pp206–206
  29. Holland, pp208–211
  30. a b Holland, pp213–214
  31. Heródoto VII, 35 [4]
  32. Holland, p217–223
  33. Heródoto VII, 32
  34. Heródoto&loc=7.145.1 VII, 145
  35. Holland, p226
  36. a b Holland, pp248–249
  37. Heródoto VII,173
  38. Holland, pp255–257
  39. Heródoto VIII, 40
  40. Holland, pp255–256
  41. a b Heródoto VII, 206
  42. a b c Holland, pp258-259.
  43. Conforme a la traducción de Rawlinson de la obra de Heródoto VII, 242
  44. a b Heródoto VII, 205
  45. a b c d Heródoto, VII, 202
  46. a b Heródoto VIII, 201
  47. a b Holland, pp262–264
  48. Holland, pp269–270
  49. a b Heródoto VII, 207
  50. Heródoto de Halicarnaso, Libro VII, http://www.ebooksbrasil.org/eLibris/nuevelibros.html, Los nueve libros de la Historia Heródoto de Halicarnaso (484 a. C. - 425 a. C.), Traducción P. Bartolomé Pou, S. J. (1727-1802), Versión para eBook eBooksBrasil, Fuentes Digitales texto: wikisource.org Prólogo del Traductor, Noticia sobre el Traductor y notas edición elaleph.com, Contenido disponible bajo los términos de GNU Free Documentation: http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html
  51. Holland, pp270–271
  52. Plutarco, Apophthegmata Laconica, Saying 11
  53. Heródoto VII, 210
  54. Heródoto VII, 186
  55. Varios, Historia de la Guerra - The Times (Atlas), La esfera de los libros, Madrid, 2006, ISBN 84-9734-505-3
  56. a b c Holland, p237
  57. a b de Souza, p41
  58. Heródoto, VII 203
  59. a b c Diodoro Sículo, XI, 4
  60. a b c d Macan, nota sobre Heródoto VIII, 25
  61. a b c d Heródoto VII, 228
  62. Heródoto VIII, 25
  63. Pausanias X, 20
  64. a b Green, p140
  65. Bradford, p106
  66. Bury, pp271–282
  67. a b c d e f g h Lazenby, pp248–253
  68. a b c Holland, pp285-287
  69. Enciclopedia Larouse Ilustrada
  70. Holland, p 288
  71. Para mapas de la región véase [5] ó [6]
  72. a b Heródoto VII, 176
  73. Dore, pp285–286
  74. a b Heródoto VII, 210
  75. Diodoro Sículo XI, 6
  76. Heródoto VII, 208
  77. a b c Heródoto VII, 223
  78. a b c Diodoro Sículo XI, 7
  79. Holland, p274
  80. a b c d Heródoto VII, 211
  81. Heródoto VII, 204
  82. a b c Heródoto VII, 212
  83. a b Heródoto VII, 213
  84. Tegopoulos, entrada sobre Εφιάλτης
  85. Heródoto VII, 215
  86. Green (2006), p59
  87. Heródoto VII, 217
  88. a b c d Heródoto VII, 218
  89. a b c d Holland, p291–293
  90. a b c Heródoto VII, 219
  91. Heródoto VII, 220
  92. Heródoto VII, 222
  93. a b c d e f g h Lazenby, pp144–145
  94. Heródoto (1994). Historia. Obra completa: Tomo IV, Libro VII, Polimnia. Madrid: Gredos. pp. 286-287. ISBN 978-84-249-0994-9. 
  95. a b c d e f Holland, p294
  96. Lazenby, pp259–260
  97. a b c Heródoto VII, 224
  98. a b c d e Heródoto VII, 225
  99. Heródoto VII 233
  100. Crawford, p302
  101. Heródoto VIII, 24
  102. Holland, p397
  103. Lazenby, p148
  104. Heródoto VII, 181
  105. Heródoto VII, 35
  106. Heródoto VII, 238
  107. Pausanias III, 14
  108. Heródoto VIII, 50
  109. Heródoto VIII, 71
  110. Holland, pp299–303
  111. Holland, pp327–334
  112. Heródoto VIII, 97
  113. Holland, p327–329
  114. a b c Holland, pp338–341
  115. Holland, p357–359
  116. Holland, p xviii
  117. Lazenby, p151
  118. e.g. http://www.battle-of-thermopylae.eu/main_aftermath.html
  119. e.g. http://www.archaeology.org/online/reviews/300.html
  120. a b «Greco-Persian Wars: Battle of Thermopylae». HistoryNet. Consultado el 27 de marzo de 2009. 
  121. Lazenby, p150
  122. Holland, p xviii
  123. Holland, p xviii
  124. «Victor Hanson article». Victor Hanson article. 11 de octubre de 2006. Consultado el 27 de marzo de 2009. 
  125. Eikenberry, 1996
  126. Una nota sobre la traducción: Ya sea de forma poética o interpretada, el texto no debería leerse en tono imperativo, sino como una petición de ayuda aparte de un saludo para un visitante. Lo que se busca en la petición es que el visitante, una vez deje el lugar, vaya y le anuncie a los espartanos que los muertos siguen aún en las Termópilas, manteniéndose fieles hasta el fin, de acuerdo a las órdenes de su rey y su pueblo. No les importaba morir a los guerreros espartanos, o que sus conciudadanos supieran que habían muerto. Al contrario, el tono usado es que hasta su muerte se mantuvieron fieles. Se puede traducir de muchas formas, usando «Lacedemonia» en vez de «Esparta», sacrificando comprensión por literalidad.
  127. Plutarco, Moralia, 240 dicho 6
  128. Heródoto VII, 209
  129. Plutarco, Moralia, 225, dicho 10
  130. Plutarco, Apophthegmata Laconica, dicho 11.
  131. Heródoto, VII, 226
  132. Heródoto, VIII, 26
  133. Miller, Frank, 300, Norma Editorial, Barcelona, 2006, ISBN 84-8431-028-0

Bibliografía

Fuentes primarias

Fuentes secundarias

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Enlaces externos

Novela histórica y novela gráfica

Véase también




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