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El Caballero de Gracia[editar]

(Jacobo Gratii) Jacobo de Grattis (Módena, Italia, 24 de febrero de 1517 - Madrid, en 1619), más conocido como el Caballero de Gracia y Jacobo de Gracia, fue un caballero modenés que vino a España como secretario del nuncio apostólico de Gregorio XIII, y se estableció luego en el Madrid de Felipe II. Adquirió y explotó varias fincas en las inmediaciones de la calle del Clavel, creando una vía que luego tomó su nombre, y en la que se conserva, reformado, el oratorio donde fue enterrado, a espaldas de la Gran Vía.[1]​ Fue caballero de la Orden de Cristo.


Nacimiento y familia[editar]

“Yo, Jacobo Gratii, de hábito de Cristo, sacerdote indigno, natural de la ciudad de Módena, que es en Lombardía, ahora residente en esta corte y desde cuarenta años de esta parte… “Estas palabras escritas y firmadas, por el que sería más conocido como el Caballero de Gracia, en su testamento del 9 de marzo de 1616 -que consta en el Archivo del Real Oratorio del Caballero de Gracia (Madrid), por él fundado-. pueden servir de introducción a los datos biográficos sobre este personaje que nació en la citada ciudad italiana el 24 de febrero de 1517 y murió a los 102 años de edad en Madrid, el 12 de mayo de 1619 .

El año 1517, año que podría considerarse clave en la historia moderna de Europa, Carlos obtiene la Corona de Castilla, Aragón y Navarra; se clausura el concilio de Letrán; Lutero, la víspera de todos los Santos, clava sobre la puerta de la iglesia de la Universidad de Wittemberg las 95 tesis que dan el primer paso para la reforma protestante; y, por parte católica, Ranke y Pastor ponen en este año el comienzo del Oratorio del Divino Amor.

Citamos la reforma protestante, que negaba la presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas, porque esta negación es uno de los motivos por la que Jacobo Gratii fundará en su momento la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento, hoy llamada Asociación Eucarística del Caballero de Gracia, para difundir la devoción a la eucaristía, que fue la principal de sus fundaciones, hasta hoy existente. Y hablamos del Oratorio del Divino Amor, que llevaban siempre anejo un hospital donde ejercer la caridad , por la semejanza con lo que el Caballero de Gracia trató de realizar en Madrid en otra de sus fundaciones, de la que también se hablará más adelante.

Volvamos a su testamento de 1616, donde reconoce que el Señor “permitió y dispuso que de la mucha hacienda y bienes temporales que había dado a los padres temporales y legítimos que me engendraron, yo no heredase ni hubiese cosa alguna, porque quedando niño y huérfano, unos tíos y deudos míos dispusieron de la hacienda sin saberlo yo, quedando solo y en las manos y amparo de Dios, que lo poco que tengo, siendo mas de lo que merezco, me lo ha dado milagrosamente, sin dejarme pariente alguno, ni persona que me toque en carne y sangre”. Sus padres habían fallecido hacia 1524, y quedó bajo la custodia de sus tíos. Hacia 1534 descubre el fraude de que ha sido objeto por parte de sus tíos y marcha a Florencia, donde se empleó en una familia principal para ayudar en los estudios de uno de los hijos. El joven Jacobo, además de una buena educación, había adquirido conocimiento del latín y del griego y quizás de algún otro idioma romance, y habilidad en la esgrima y la equitación. Por un accidente doméstico involuntario en una clase de esgrima tuvo que abandonar Florencia para evitar una venganza, y marchó a Bolonia, donde parece probable que tuviera algunos familiares . Tenía 21 años de edad.

Se puede afirmar que desde Bolonia comienza la realidad biográfica del Caballero de Gracia, porque a sus estudios de Derecho unirá la amistad con Gian Battista Castagna, a cuyo servicio entrará y con el que permanecerá cerca de cuarenta años . Ambos se doctoran en in utroque iure en su universidad.

Convendrá, por esta amistad y servicio, decir unas pocas palabras sobre Gian Battista. Nacido en 1521, es decir, cuatro años menor que Jacobo, pertenecía por parte de padre a una ilustre familia genovesa y por la materna a una romana. Terminando el doctorado entra al servicio de su tío Gerolamo Veralli, con el que empieza la carrera diplomática y política que, finalmente le llevará hasta el pontificado, con el nombre de Urbano VII; “.... yo, el dicho Jacobo de Gratii, desde que era secular de capa y espada, fui hechura del Papa Urbano Séptimo, mi amo y señor, y su secretario todo el tiempo que estuvo de nuncio en España”, dice en el Folio 278 del testamento.

La época del aprendizaje[editar]

En 1548 van los dos a Roma y trabajan con el tío de Gian Battista, el Cardenal Veralli. En esta época Jacobo conoce y trata a Felipe Neri, quien se ordenará sacerdote en 1551, y que está en la cúspide de su espiritualidad. Jacobo aprende de él y mejora su propia vida interior, con una piedad que fomenta la devoción eucarística. Son años de aprendizaje en todos los sentidos: el jurídico, la rutina burocrática, el trato diplomático, el espíritu de servicio y amor a Dios. También conoce en Roma los Oratorios de Amor Divino, sus reuniones, sus hospitales, sus obras de misericordia.

A finales de 1551 acompañan a Veralli a Paris, enviado en misión diplomática para intervenir, entre otros temas, en la difícil paz entre Francia y España. Pero el Cardenal enferma, retorna a Roma, y queda el trabajo diplomático en manos de Gian Battista con la ayuda de Jacobo.

En 1553 Gian Battista es nombrado arzobispo de Rossano (Calabria, Italia) y Jacobo sigue con él. Más tarde, en 1559, Gian Battista es nombrado gobernador de Perugia, donde permanece hasta el año siguiente en que regresa a su diócesis. En Perugia Jacobo ayuda a su amigo y señor en la tarea de establecer la paz entre Spoleto y Terni, cuyas fronteras eran discutidas desde hacía mucho tiempo. Mientras tanto, por el buen hacer de Jacobo le ofrecieron cargos importantes en agradecimiento, pero él prefirió quedar como secretario de su amigo.

De nuevo en Rossano, van a permanecer poco tiempo, porque el 6 de abril de 1561 se reabre el Concilio de Trento, en su tercera y última sesión, y Castagna es nombrado presidente de una de las comisiones. Jacobo le ayuda a traducir al latín las actas de las Congregaciones en las que intervenía Castagna. En una de las actas de las sesiones XXI a XXV, en las firmas de los Padres Conciliares, en el 17º puesto, se lee: “Yo, Juan Bautista Castagna, firmé de propia mano”. En la sombra quedaba, como era habitual, el trabajo de Jacobo.

Nunciatura en España[editar]

Terminado Trento (4 de diciembre de 1563) Castagna fue nombrado Nuncio en España, sustituyendo a Criveri ante Felipe II. Y con él, Jacobo Gratiis como Secretario. Vienen acompañando al Cardenal de San Sixto, Ugo Boncompagni, como legado especial . Es la primera Nunciatura estable en España, ya que Madrid acaba de constituirse en Corte en 1561, y hasta entonces los Nuncios han ido de un sitio a otro acompañando a los Reyes. Entre otros trabajos, se ocupan de mejorar las relaciones entre España y la Santa Sede, deterioradas durante el último pontificado, el de Pío IV fallecido en 1565. Otros temas importantes en los que trabajan son la posible alianza cristiana contra los turcos, y la delicada situación del arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, acusado ante la Inquisición.

Pero mientras tanto, Jacobo había tenido un primer contacto grato con el pueblo español, que le hizo exclamar:”¡O, que buena tierra para mi gusto y mis inclinaciones, que todas son a celebrar las fiestas de Dios y de su Madre y de sus santos, con júbilo y gozo, con música y solemnidad! ¡Con que alegría viviera y muriera yo en esta provincia si fuera natural de ella!” . La prueba de la verdad de estas palabras estará en el hecho de que a partir de 1565 y hasta su muerte en 1619, únicamente faltará de Madrid unos siete años, de 1572 a 1580, con algunos viajes entre ambos límites.

De los años como Secretario del Nuncio sólo cabe decir que mantuvo relaciones de alto nivel, haciendo amistades que le situarán en lugar destacado, por ejemplo, la que mantuvo con la princesa Juana, hermana de Felipe II y madre del rey Sebastián de Portugal. Fruto de esta relación quizá sea el hecho de que el Caballero alcance tal nombre -más que por la gallardía o el aire cortesano-, pues la infanta fue la que le consiguió ser Caballero del Hábito de la Orden de Cristo, de especial importancia en el país hermano. Añadamos el grado de "confianza" adquirida con Felipe II a lo largo de ese tiempo, y con su hija preferida -Isabel Clara Eugenia-, además de con muchos de los nobles, de los soldados, de los funcionarios, de los artistas y literatos.

Pero en septiembre de 1572 Gregorio XIII llama a Gian Battista a Roma, quien, con su Secretario, debe emprender el viaje, dejando ambos tras de sí una estela de simpatía y amistad. Roscales, en nota, nos transcribe las palabras que dice Pastor: “muy de mala gana vio partir Felipe II al prudente y moderado Nuncio” .

El interim[editar]

Gregorio XIII nombra Nuncio en Venecia a su antiguo amigo Castagna, en 1573. Esta embajada era, con la de España, una de las más importantes del momento. Allí van a tener que ayudar a muchas personas con motivo de la peste que se declaró en 1575. Dos años más tarde, terminada la difícil situación creada por esta epidemia, Gian Battista es nombrado gobernador de Bolonia, donde entra con el Caballero de Gracia, recordando ambos, muy posiblemente, la estancia anterior en la ciudad durante sus estudios.

Durante esta estancia Jacobo viaja a Módena para visitar a sus parientes. Pero sus hermanas, Margarita e Isabel, ambas casadas, han fallecido y sin descendencia. Jacobo tiene que negociar su herencia, tal vez con parientes de sus cuñados. Considera que todo cuanto tiene, Dios se “lo ha dado milagrosamente, sin dejarme pariente alguno, ni persona que me toque en carne ni en sangre a quien por obligación o por inclinación haya de dejar mis bienes” ., como se dijo antes.

El 14 de enero de 1578 retornan los dos amigos a Roma, aunque enseguida vuelven a la diplomacia. Ahora en Alemania, donde el Emperador trata de mediar entre España y los Países Bajos con la colaboración del Papa, que manda como Nuncio a Castagna, que con su amigo Gratii llegó a Colonia el 5 de abril de 1579. La Conferencia se abrió el 7 de mayo y después de graves dificultades y laboriosa diplomacia se concluye el 13 de noviembre de 1579 con resultado negativo, dada la obstinación de los holandeses. Según el Caballero de Gracia no habían “echado paso en valde sino éste” .

Vuelto inmediatamente a Roma, Gregorio XIII, quiere encomendar a Gian Battista otra labor diplomática en Madrid, a la que renuncia por encontrarse enfermo y cansado; pero, deseoso de ayudar al Pontífice, sugiere que se la encomiende al fidelísimo Jacobo, y así se hace. Ha llegado el momento de la separación, que ambos saben definitiva. Aunque las fechas precisas no están bien fijadas, el Caballero hace algunos viajes en misión diplomática a Madrid antes de su traslado, pues lo prueban algunos documentos firmados por el Caballero en Madrid antes de su llegada definitiva. Incluso algunos sugieren que debió viajar desde Madrid a Colonia para acompañar a Castagna .

Estancia definitiva en Madrid[editar]

Jacobo debió de entrar en Madrid durante la Cuaresma de 1580. Con 63 años viene no solo a resolver un problema a la Santa Sede, sino a conseguir su gran aspiración de vivir y morir en la capital de España.

Pero ha de cumplir con su deber, que ahora es sustituir al Nuncio, Mons. Sega, obispo de Piacenza, que debe acompañar al rey Felipe II en Portugal, donde estará hasta febrero de 1583. En esta época, por la apariencia de una vida acomodada, y probablemente por la envidia, algunos le acusan y denuncian de haberse apropiado de una cantidad de dinero importante. El Caballero se defendió de esa acusación injusta, y fue exculpado tanto por la Santa Sede como por Felipe II. El Nuncio, en una carta al Cardenal de Como, su protector, hace estos comentarios elogiosos del Caballero: “en esta Corte vive muy honradamente y muy religiosamente (…) que está bien visto en toda esta Corte, comenzando por el rey (…) y no hay casa de italiano en esta Corte de tanta concurrencia y donde se pase el tiempo tan virtuosamente como se hace en casa del Caballero” .

Las fundaciones[editar]

Hemos de referirnos en primer lugar a la fundación del Carmen, que en realidad, según Sanabria procede de los años finales de su primera estancia en Madrid, en 1572, en contra de lo que opina Roscales, que la sitúa más tardíamente , en la segunda y definitiva estancia del Caballero en Madrid.

El Caballero intervino eficaz y decididamente para ayudar a instalarse en Madrid a unos carmelitas que, recomendados por Gian Battista, habían venido desde Italia, sin saber que existía un Decreto que prohibía nuevas fundaciones en el interior de la ciudad. El Presidente de Castilla se negó a conceder el permiso que el Caballero le solicitaba, amenazándole incluso con un castigo si no obedecía. Pero consideró un deber de conciencia hacerlo y organizó las cosas para que los carmelitas pudieran instalar la casa en una noche y al amanecer se celebró la primera misa que, al parecer, celebró el propio Castagna, pues el Caballero no era clérigo aún en esa época. En la resolución del asunto intervino el propio rey Felipe II, que acudió a aquel lugar y dijo: “aunque el Capitán consiga la victoria del enemigo si acometió sin licencia de su General, debía ser castigado, no por el buen suceso, sino por el mal ejemplo, si bien en este caso, el fruto que se tocaba ya con las manos se había llevado tras de sí la pena y abrazado el perdón” . La iglesia, construida más tarde, es la actual del Carmen, junto a la Puerta del Sol.

Fundó también el Hospital de italianos, situado al comienzo de la carrera de San Jerónimo esquina con Zorilla, donde fue residente y trabajó como voluntario durante una de sus estancias en España San Francisco Caracciolo, del que volveremos a hablar. Con esta fundación se socorría a los numerosos italianos necesitados de ayuda. Al parecer, el Caballero fue el que subvencionó la mayor parte de los gastos, aunque trató de implicar al gobierno romano y a otros compatriotas, en el proyecto. Corrían los años 1581 y 1582.

En esos mismos años aparece también implicado en la fundación del Colegio de Loreto para niñas, iniciativa que, la totalidad de los autores, suelen adjudicar a Felipe II, desconociendo quizá el Testamento con el que ha empezado este trabajo. En él se dice: “Así mismo digo que el haber ya tratado y traído a esta corte la fundación, justa memoria de Nuestra Señora de Loreto, aunque en verdad era mi devoción, con todo eso fui alentado y mandado de la instancia que para ello me hizo la Serenísima Señora emperatriz María, hermana del católico rey Felipe segundo, mujer de Maximiliano, emperador, yo quisiera haber tenido posibilidad para que quedara mas acomodo en renta y fábrica”. No puede dudarse de la preocupación del Caballero hacia las niñas que veía dejadas por las calles de Madrid y que debieron ser tema de conversación con la emperatriz María, quien, desde ese momento preguntó e insistió a Jacobo empujándole a la aventura de la fundación y, es probable, que de algún modo también pidiera a su hermano Felipe II que diera alguna cantidad. Estaba instalado en la calle de Atocha; después, con Felipe IV recibió más ayudas y cambió de orientación benéfica,y finalmente se trasladó al lugar que ahora ocupa, al final de la calle O´Donnell.

Hay que hablar también del Hospital de Convalecientes. Madrid ha crecido, en pocos años, una enormidad. Al parecer, Madrid era una villa de 9.000 habitantes cuando llego a ella Felipe II, haciendo que en un solo año pase a tener 16.000 y en 1562 llegará a los 25.000. Cuando Jacobo llega acompañando al Nuncio Castagna, en el año 1565, Madrid está cercano a los 31.000, en el año 1584 ronda los 55.000 y a final de siglo acaba teniendo 83.000. La población se ha multiplicado por 9 en menos de 50 años .

Es lógico que una ciudad "nueva" y con crecimiento tan exagerado atraiga muchas personas en busca de solución para su vida, otros que esperan pagos y prebendas, extranjeros, también maleantes y personas obscuras. Y entre todos ellos, unos que afligen al Caballero que contempla con dolor por las calles: los enfermos que han salido del hospital y están tumbados en cualquier lado con sus heridas, su enfermedad y con todas las dificultades de su convalecencia. Ya había creado el Hospital de Italianos, pero sabe que no es suficiente: hace falta un hospital para la convalecencia, para que no se arrojen a la calle las personas a las que se les ha atendido en lo básico.

En Madrid, en la calle San Bernardo, en el lugar que hoy ocupa el convento e iglesia de Montserrat, se inauguró un Hospital de Convalecientes en colaboración del Caballero de Gracia con Bernardino de Obregón. Ambos eran conocidos y habían intervenido en algunas diferencias surgidas en torno al Convento de Nuestra Señora de los Ángeles. Corría el año 1585/87.

Una vez más se nota cómo Jacobo Gratii funda y desaparece; es lo que hace en el Carmen, en ambos hospitales, en Loreto y lo que veremos que hace en su propia casa con las dos fundaciones que en ella realiza. Sabe que a su edad no puede -si es que quiere- fundar y presidir algo; pero quiere dar una salida digna a la hacienda que Dios le ha otorgado, no teniendo nadie que pueda heredarle; y no solo la herencia económica sino los dones que Dios le ha dado de inteligencia, de formación, de voluntad, de amistades..: “sin dejarme pariente alguno, ni persona que me toque en carne ni en sangre a quien por obligación o por inclinación, haya de dejar mis bienes, ni parte de ellos; y conociendo por esto ser voluntad de Dios que yo disponga pura y desnudamente sin algún respeto de ellos mundano, solo en Servicio de Dios Nuestro Señor y de su divino Culto, gloria de Dios, honra y decoro y mayor comodidad del beneficio espiritual de este cristiano pueblo y de esta devota vecindad, y de las religiosas y siervas esposas de Dios y de su bendita Madre” . Por ello quiere establecer todas aquellas instituciones y obras que salen al paso, dejando su celo, parte de su economía, sus amistades y relaciones o el recurso final a la autoridad de la corona.


Ordenación sacerdotal[editar]

Fue en esta época cuando accede al sacerdocio. Después de pensamientos y dudas, llega por fin a aceptar que él, aunque indigno, puede servir a Dios y a los hombres como sacerdote; debía de tener en torno a los 70 años.

De siempre ha sentido atracción por el sacerdocio, pero también la preocupación de la responsabilidad que suponía. Simplemente, el Señor se vale de nuestras virtudes y nuestros defectos para orientarnos en un sentido o en otro, mostrándonos su llamada. Alrededor de los setenta años tenía Jacobo, cuando un día subió desde la calle una conversación que el Caballero escuchó desde el balcón. Hablaban del Presidente de Castilla y una de las voces se hacía lenguas sobre el valor de un hombre para estar el segundo en el reino mayor del mundo y dependiendo de él tantas vidas y haciendas; a lo que el otro respondía, muy sabiamente, ¡pues que queréis, que envíe al cielo por un ángel, para que ejercite este oficio! ¡hombres lo han de hacer!, respuesta que calmó e iluminó al Caballero, que recibe la ordenación sacerdotal en Toledo, probablemente durante la cuaresma o el adviento de 1587.

Mientras tanto, su amigo y compañero Gian Battista había sido nombrado Cardenal con el título de San Marcelo por el Papa Sixto V, y al morir éste le sucedió Castagna, con el nombre de Urbano VII (15-IX-1590), pero su pontificado fue el más corto de la historia, pues moría a los pocos días (27.IX), sucediéndole Gregorio XIV y al año siguiente Gian Antonio Faccinetti, pariente de Jacobo, que tomó el nombre de Inocencio IX (también un pontificado muy corto, de octubre a diciembre de 1591). Terminaba en el Vaticano la generación del Caballero de Gracia.

Los Esclavos del Santísimo Sacramento[editar]

Jacobo había tenido una gran devoción a la Eucaristía desde los primeros años de su juventud. Más adelante, al conocer los Oratorios del Divino Amor y de San Felipe Neri, esa devoción se fue acrecentando en la práctica; y el deseo de profundizar en la doctrina teológica sobre la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas, como tuvo ocasión de vivir en sus trabajos durante el Concilio de Trento, en el que se condenaron los errores de Lutero acerca de esa presencia real. Con su ordenación sacerdotal, el amor a Jesús sacramentado creció aún más, y difundió la devoción eucarística a tantas personas que se acercaban por su casa y primer Oratorio, la capilla de Nuestra Señora de Gracia. Se empezó a reunir gente, hombres y mujeres, en torno a él, de modo que podría decirse –afirma Sanabria- “que antes fueron los congregantes que la Congregación” , de manera que no puede saberse cuándo comenzó exactamente ésta. Los diversos biógrafos afirman que pudo ser en el periodo que va desde 1587 –el año siguiente a su ordenación- a 1593 . La primera noticia que se tiene sobre la existencia de la Congregación es la referencia existente en el Archivo del Real Oratorio sobre “doña Catalina Ponce de León, ya difunta, indigna esclava del Sº Sacramento, rueguen a Dios por ella, año 1595” . Y lógicamente esta señora pertenecería a la Congregación desde algún tiempo antes.

¿Cuál fue el motivo por el que fundó esta Congregación, su “niña de los ojos?. Su primer biógrafo, Remón, contemporáneo del Caballero nos dice lo siguiente: “El Caballero de Gracia estaba tan lleno de amor de Dios y de caridad para el prójimo que, doliéndose y lastimándose de que en una Corte tan concertada como la de España, la juventud se dejase llevar por algunos entretenimientos demasiado profanos y ociosos, acudió a Nuestro Señor. Con muchas oraciones y lágrimas le suplicó le diese luz y le descubriese algún camino para que se pudiesen evitar aquellas ofensas (…) Con esto, cobró ánimo y empezó a hacer fiestas al Santísimo Sacramento del Altar” . Y se servía de la música, los fuegos artificiales, fiestas literarias, colgaduras, predicadores de fama…, para dar solemnidad a la devoción eucarística. Este es el fin por el que fundó la Congregación del Santísimo Sacramento.

Como señala Roscales, “la Congregación es lo más suyo, porque nace de lo que él más es y de las formas de vida que él experimenta más espontánea y apasionadamente”; y conviene tener presente –sigue diciendo Roscales- “lo revolucionario de una asociación” que en aquellos años “aconseja y premia con concesiones espirituales la comunión frecuente, comunión que se consideró revolucionaria, según los consejos expresados por San Pío X, en nuestro siglo” . Y más adelante añade que “la Congregación es (la fundación) más mimada, por ser la más suya; la más cuidada por ser la más libre; la más pobre porque durante mucho tiempo, a pesar de las disposiciones de Jacobo Gratii, no podrá disponer de templo donde vivir su ascética” .

Una prueba de la vitalidad de esta fundación está en que en vida del Caballero llegaron a pertenecer a ella más de dos mil personas, lo que es una cifra importante teniendo en cuenta el número de habitantes de la ciudad. Y pertenecían personas de toda condición social. “Pensar que el Caballero de Gracia no trataba sino a nobles, es tan falso como imaginar un Jacobo Gratii donjuanesco, pendenciero” . Pero a la vez es cierto el trato del Caballero con personajes de su época, lo que en buena parte se mantuvo tras su muerte en la Congregación.

El Caballero de Gracia tuvo trato con Felipe II, con la Princesa Juana (a la que debe su nombre de “Caballero de Gracia”), con Isabel de Valois, con la emperatriz María, Isabel Clara Eugenia (a la que deja en su testamento un pequeño objeto de plata de las Indias)… y entrando ya en el ámbito de la Congregación, el trato con Lope de Vega, con san Simón de Rojas, con Andrés Spinola…, que pertenecieron a ella.

Lope de Vega fue Padre mayor de la Congregación en 1631. También pertenecieron a ella Gabriel Bocángel, Agustín Barbosa, Francisco de Borja y Aragón, el marqués de Robledo de Chavela, el beato Juan de Palafox, Jerónimo de Mascareñas, Nicolás Antonio, el conde de Medellín… por citar únicamente algunos de los personajes que ocupan los dos primeros tercios del siglo XVII.

Gabriel Bocángel es el poeta metafísico de mayor importancia en la España de su época. Él fue, junto a Moreto, quien hizo los poemas recitados mientras se procedía al traslado del cadáver del Caballero al nuevo sepulcro en la capilla de la Virgen de Gracia, dentro del antiguo templo de las Franciscanas.

Palafox fue Obispo de Puebla (Méjico) y de Osma, donde reposan sus restos; es autor, además, de unos libros ascéticos de primera magnitud.

Nicolás Antonio es el primer bibliófilo europeo, que escribe -y hoy se sigue utilizando y editando su gigantesca obra- sobre todos los autores españoles, con los títulos de sus obras y características de las diversas ediciones, desde la época romana hasta el siglo XV -es la Hispania Vetera-, y todos los que escribieron desde el siglo XV hasta la muerte del autor: es la Nova Hispania. Aparte de eso, al morir dejó al país una biblioteca de 30.000 volúmenes: la mayor después de la Biblioteca Vaticana.

Agustín Barbosa, portugués de nacimiento, por cuatro años Padre mayor de los Esclavos del Santísimo Sacramento, realizó una obra canónica de tal envergadura que continuamente se editó hasta llegar, en 1917, la época del código de Derecho Canónico.

Así sería posible seguir hasta el siglo XIX, siglo en el fue Hermano mayor repetidas veces el marqués de Cubas.

El papel de las mujeres en la Asociación es también notable. Se podría citar a la marquesa de Villahermosa, a la duquesa de Béjar, a la del Infantado, aunque sería suficiente con citar a la condesa de Montijo, mujer especialmente digna de la época ilustrada.

Los Clérigos Menores[editar]

El Caballero de Gracia tuvo noticias de la congregación de Clérigos Menores, fundación hecha por Juan Augusto Adorno y Fabriccio Caracciolo y un sobrino de éste llamado Francisco Caracciolo, en 1588, en Nápoles. Los Clérigos Menores era una institución que cuidaba con esmero los actos de culto al Santísimo Sacramento y cuyo espíritu está muy próximo, efectivamente, al de los Oratorios del Divino Amor o de San Felipe Neri.

Francisco Caracciolo (que sería canonizado por Pío VII en 1807) como general de los Clérigos Menores se trasladó a Madrid en 1593 para hablar con el Caballero, que había ofrecido su propia casa e iglesia para que vinieran a España, situadas en la calle de la Florida, actualmente Caballero de Gracia. Esta fundación no fue fácil, pues como ya se dijo, en Madrid no se admitían más fundaciones, y las gestiones se prolongaron durante varios años. Y lamentablemente a las pocas semanas de instalarse, se marcharon sin previo aviso y de noche, el 17 de enero de 1597, dejando la casa y la iglesia en muy mal estado.

Se ha hablado del mal genio y de la obstinación del Caballero, y es probable que existiera; pero hay que culpar, sobre todo, a los religiosos por sus modos nada correctos. Habían recibido la casa y la iglesia y, aunque ellos no lo supieran, iban a ser herederos universales de Jacobo Gratii. “Instituyo y hago mis herederos universales a los religiosos sobredichos, los Clérigos regulares Menores que morasen y viviesen en esta villa de Madrid, en dicha mía casa”, dice en su primer Testamento .

Es posible que interfiriera en algunas cosas, como se le achaca; pero no en la clausura -ya que es su casa- y, desde luego, es no solo el propietario sino además tiene el Patronato. Esto, los jóvenes de la comunidad, parecen ignorarlo. “El señor Felipe Adorno pretendió que yo nombrase por patrón de la dicha casa al señor Ambrosio Espínola, porque labraría Iglesia y casa y haría otras cosas grandes.”.

Felipe Adorno es el superior de la comunidad y debía ser un hombre algo violento e indiscreto ya que, no sugiere que se nombre un patrón, como dice Jacobo, sino que de hecho lo nombró sin poder hacerlo y obliga a que el Caballero haya de escribir: “por el tenor de la presente revoco y anulo el dicho nombramiento y quiero que sea de ningún valor como en efecto lo es”. Ambrosio Spínola, el agraciado, amable y sonriente personaje central del cuadro de Las Lanzas, no solo no había aceptado y nada había hablado con el Caballero, sino que ni siquiera conocía la iglesia y la casa.

Los religiosos se trasladan a otra casa de la calle San Jerónimo -que más adelante será la sede del Congreso de los Diputados- y el Consejo de Castilla considera que este cambio equivale a una nueva fundación, que el Consejo había prohibido, haciendo al Caballero responsable como patrón y poniéndolo bajo arresto domiciliario. A su vez, el arzobispado y la nunciatura -presionado por los Clérigos y por la aprobación que les ha dado- reclaman a Jacobo su vivienda con lo que tienen en ella, como si de bienes eclesiásticos se tratara.

Herido por las dos partes, la civil y la eclesiástica, a cuyo equilibrio ha dado su vida, el Caballero de Gracia debe esperar la nueva venida a España de San Francisco Caracciolo, quién consigue levantar el arresto domiciliario, arreglar los asuntos y evitar las muchas murmuraciones que lógicamente se han producido, y que la amistad entre uno y otro se fortalezca algo más.

La última fundación[editar]

Es lógico que el Caballero pensara en una nueva Congregación religiosa que pudiera ocuparse a su muerte de la Esclavitud del Santísimo Sacramento, ya que los Clérigos Menores –en los que confiaba para esta finalidad- no habían resultado.

En las monjas de la Concepción Franciscana que están en la Plaza de la Cebada hay algunas que siguiendo a Doña María de Ayala –ahora Sor María de Pablo- quieren volver a la antigua regla de Doña Beatriz de Silva, la fundadora. Y a ellas va alojar en su casa el Caballero, con el compromiso de hacerse cargo de todas las necesidades de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento. La fundación data del 5 de enero de 1604. No era imaginable que al Caballero, con 87 años, le quedase aún 15 años de vida. Estas monjas serán desalojadas de su casa en la desamortización de Mendizábal en 1836, y tras ser acogidas temporalmente en otros conventos, se instalarán definitivamente en el convento construido en Blasco de Garay 53. Son conocidas como las Religiosas Concepcionistas del Caballero de Gracia.

Vida y virtudes del Caballero, sacerdote[editar]

El Caballero de Gracia, cuando se retiró de la intensa actividad diplomática a la que se había dedicado durante tantos años en el servicio de la Iglesia, y después de recibir la ordenación sacerdotal “procuraba repartir y ocupar el tiempo de modo que ningún rato quedase vacío (…) anteponiendo a todo el rezar y decir Misa, sin que faltase jamás a esto, a no ser que apretase tanto la enfermedad que le obligasen los médicos (…). Todos los días tenía, desde que fue ordenado sacerdote, dos horas de oración, una por la mañana y otra por la tarde. Ayunaba lunes, miércoles y viernes a pan y agua, y tomaba disciplinas muy grandes”; y cuidaba con esmero su casa y particularmente la iglesia que hizo en ella. “Se ocupaba otros ratos en la lectura de buenos libros, y de ahí el deseo de escribir algo y publicarlo, pues su intención y sus pensamientos iban dirigidos a que lo que se escribiese fuera para bien y provecho del prójimo” .

Su primer y principal biógrafo –contemporáneo del Caballero, al que trató de cerca durante tiempo- sigue diciendo: “vivió el Caballero, como se ha visto, rico de unas ejemplares y loables costumbres, y jamás se desdijo de este punto. Al contrario, cuanto más iba cayendo la edad y cargando los años, iba él perfeccionando más su modo de vida, procurando en todo actos heroicos”. Y se refiere al espíritu de penitencia, que a los 96 años seguía ayunando y tomando disciplinas varios días a la semana. “Su modo de vida ponía espanto a quien sabía sus años y veía sus abstinencias y penitencias”. También “su caridad y deseo de hacer el bien fue notable”. Y procuraba dar siempre buen ejemplo a los demás. A los sacerdotes les trataba con especial veneración y reverencia. Era perseverante en el deseo de escuchar “sermones y prácticas espirituales” y junto a eso “hacia grandes limosnas” y se compadecía de las necesidades del prójimo. “Estoy por atreverme a decir –escribe Remón- que no sé si se hallaría otro varón en otros tiempo que le superase en esta virtud”. Añade que “muchas veces vinieron a pedirle que socorriese algunas necesidades, y hallándose sin dinero daba la misma plata con que se servía a su iglesia para que la empeñasen; y no solo una vez sino más de dos se quitó la ropa que llevaba puesta, y dio algo de sus vestidos a personas necesitadas y pobres” .

Antes se hizo alusión a su renuncia a dignidades eclesiásticas y civiles, por humildad. Entre otros casos, renunció a “un obispado de los más importantes de Italia, que al presente estaba vacante en los Estados que son de la Majestad Católica”, que quería ofrecerle Felipe II, sabiendo “el manejo de los negocios más importantes de la Cristiandad” que tenía el Caballero. Tras pensarlo, cuando un ministro del rey fue a preguntarle al cabo de unos días, se lo encontró barriendo la puerta de su casa, y le contestó “que no se encontraba suficientemente capacitado para ello”. Lo mismo sucedió dos años después, cuando también el rey le ofreció una Abadía y tampoco la aceptó, “tan despegado y desaficionado vivía de todo lo que fuera inclinación al aumento de honras y dignidades” .


Sus últimos días. Fama de santidad[editar]

El Caballero de Gracia estuvo celebrando la Misa –que era el centro de su día, lo más importante-, confesando y predicando hasta el final de su vida. El 9 de mayo de 1619, día de la Ascensión, se levantó para la celebración de la Eucaristía. Al terminar, ya en su habitación, recogido en acción de gracias, sufre un mareo, cae y se golpea la cabeza con un brasero. Le llevan a la cama mientra dice: “ya llegó la caída”. Los que le acompañan entienden que el Caballero presiente la proximidad de la muerte, que efectivamente llegó en la madrugada del 13 de mayo de 1619. “Habiendo estado el domingo por la noche con un a modo de éxtasis o de arrobo por espacio de una hora o más, todos entendieron que ya había muerto; pero volvió en sí con unas muestras grandes de alegría, dando gracias a aquel Señor que le llamaba”

Remón hace de él este elogio en su biografía: “Yo puede testificar una cosa por verdadera, tocada por mis propias manos y oída por mis oídos, que no se llegaba a hablar a persona que preguntase ¿quién se ha muerto?, ¿qué oficios funerales son éstos?, que en acabando de decirle: murió el Caballero de Gracia, no respondiese: gran santo; gran siervo de Dios (…). Y por enterarme más de esta uniformidad (…), lo pregunté a diferentes gentes, de diversas calidades y estados, ricos y pobres, discretos, ignorantes, criados, jueces, príncipes superiores, inferiores, seculares, eclesiásticos, hombres, mujeres y a nadie se oyó desdecir, ni variar, ni torcer, ni mudar el crédito, ni dudar en decir a boca llena que había sido el Caballero de Gracia un santo” .

Cuando se dio a conocer la muerte del Caballero “era notable el concurso que a todas horas había en la iglesia de gentes de todos los estados” y particularmente de las diversas órdenes religiosas, que durante doce días celebraron funerales solemnes “como si el santo varón fuera hijo de hábito de cada una de ellas, o, por decirlo mejor, como si fuera su Padre o Prelado

El mismo biógrafo recoge muy diversos testimonios de personas que le trataron. Entre otras, la carta de un Secretario de Estado del Excmo. Duque de Medina Sidonia, en respuesta de otra de un hermano suyo sacerdote, que le había informado de la muerte del Caballero. Y entre otras cosas aporta este recuerdo personal, de su trato con él: “Yo confieso que saqué notable fruto de su conversación y comunicación, así para el alma como para el cuerpo, porque su doctrina era santa y su lengua dulce, sus consejos celestiales y sus avisos importantes. Era padre del buen ejemplo, maestro de la buena crianza, gran cristiano, grande observante, grande penitente, y varón de gran fervor de espíritu (…). Era tan poco lisonjero en la estimación, que se hacía escaso de la comunicación de lo que sabía, temeroso de la presunción de que le tuviesen por sabio”.

Otra señora escribe a una pariente suya sobre el Caballero y le habla de “la alegría con que recibía y despedía a todos; cómo consolaba a los afligidos y remediaba a los pobres, cómo daba satisfacción a los ofendidos y calmaba a los soberbios, confundía a los deshonestos, y animaba a los observantes de los Mandamientos de la Ley cristiana, y todo lo hacía con una alegría y júbilo exterior tales que se echaba de ver que lo que pronunciaban sus labios salía de la abundancia de su corazón” . Era muy generoso con los numerosos pobres que acudían a él, dándoles incluso de lo que necesitaba para él mismo.

Se comenzó ante el arzobispo de Toledo la causa de la Beatificación en 1623 -como consta en un documento del Archivo Diocesano de esa diócesis, en el que se dice haber recibido la documentación sobre el Proceso-, siendo el postulador de la causa San Simón de Rojas. El proceso De cognitione se dio por terminado favorablemente en 1633. Los papeles se entregaron en el convento de Santo Tomas en Atocha; después se ha perdido su rastro por las diversas vicisitudes sufridas en años posteriores en esos edificios. Pero siempre cabe comenzar de nuevo la reanudación del proceso.


La leyenda[editar]

Lo que se ha dicho hasta aquí sobre su vida –y otros datos que pueden consultarse en las biografías- no se compagina con los supuestos amoríos que algunos le atribuyen; eso es algo que pertenece a la leyenda, al mito, no a la realidad histórica.

El epitafio que está en su tumba, en el Oratorio del Caballero de Gracia -"Noble por la sangre, ejemplar por las virtudes, admirable por la vida y ajustado por la muerte"- tampoco cuadra mucho con los amoríos que le atribuyen, aunque la leyenda diga que se convierte después de su mala vida.

Lo que cuenta Antonio Capmani y Montpalau en 1863, a propósito de dos libros suyos publicados en esas fechas , dos siglos y medio después de la muerte del Caballero, y retomado posteriormente por Luis Mariano de Larra en 1871 , no tiene fundamento real. Campmani no cita ni una sola vez la biografía del Caballero escrita por Remón, donde se recogen de primera mano los datos más fidedignos sobre su vida. Presentan al Caballero como un Tenorio, y eso difunde la zarzuela de Chueca en 1886. Pedro de Répide (+1948) en su callejero de Madrid se limita a recoger lo mismo que los anteriores.

El personaje que describe Campmani en tono novelesco es “un joven enfermizo, enamoradizo, sin voluntad propia” que “corre por las calles, pelea con la espada y banquetea”, que parece como “un perro faldero” de Simón de Rojas, supuestamente su director espiritual, que “a duras penas puede contener aquel torrente de juventud, belleza y potencia sexual enfermiza”.

La leyenda “le va bien (al Caballero) por su carrera diplomática, por su galantería, por sus amistades femeninas, que fueron muchas y de alta y baja alcurnia, por su modo de ser cortesano, buen conversador, por su amor a la buena música y a lo festivo… Por todo ello le cae bien. Pero no hay ningún dato que avale la realidad histórica” de esa supuesta vida donjuanesca.

La realidad por el contrario, como se dijo antes, es que “Jacobo Gratii nunca fue joven en Madrid. Cuando llegó por primera vez, como Secretario del Nuncio, iba a cumplir 49 años; difícilmente con esa edad pueden acometerse aventuras tan numerosas. Por otra parte, el Secretario de la Nunciatura de un futuro cardenal y además amigo de reyes, hubiera sido puesto en la frontera, de inmediato. Cuando volvió a España solo, con más libertad de acción individual, rondaba los 60, edad poco apropiada para perseguir sombras, desjarretar toros y organizar francachelas. El personaje histórico era viejo y sano; lo contrario del bello joven enfermizo que Campmani y Montpalau se inventó. ¿Cómo siendo tan enfermizo y desordenado pudo llegar a los 102 años?” .

Otro aspecto del mito es el supuesto director espiritual. El Caballero de Gracia, según afirmaciones de Remón, “jamás se sabe que saliese de su casa si no fue a las fundaciones que hizo de conventos y hospitales; a visitar a Nuestra Señora de Atocha de quien era muy devoto o a remediar alguna necesidad espiritual y corporal” , o para confesar con el dominico fray Domingo de Aza: “a él dedica, como su director espiritual, varias páginas del largo sexto testamento (ib pp. 281-284, hojas del original 12-18)” .

Simón de Rojas era 35 años más joven que Jacobo Gratii, y llega a Madrid a comienzos del reinado de Felipe III; actúa como consejero y confesor real. Se traslada a Valladolid con la Corte y regresa al volver a Madrid la capital. “Probablemente no entra en contacto con el Caballero de Gracia antes de 1606 (…). En la hipótesis más optimista, los dos personajes se conocerían cuando Jacobo contaba no menos de 83 años, y el beato Rojas 58. En una hipótesis más ajustada a la realidad se conocerían después de la vuelta de Valladolid, con 89 años el uno y 64 el otro”. Y concluye el biógrafo: “no caben las correrías eróticas, ni por la edad, ni por el tiempo, ni por las fuerzas. Jacobo ya llevaba de sacerdote, cuando se encuentra con Rojas, alrededor de 15 años. Y (hasta) la leyenda dice que fue un ejemplar sacerdote” .

Sin embargo el mito, adornado con narraciones románticas, es el producto de un rumor que pervivió y recorrió las calles del viejo Madrid. Con frecuencia los mitos o leyendas parten de un hecho histórico, que luego se deforma y amplifica y tergiversa la realidad. Lo importante es conocer ese posible hecho o “núcleo” histórico, aportando las pruebas de la realidad, y así el mito queda desmitificado y la leyenda desmentida y aclarada.

El Caballero no tuvo necesidad de "arrepentirse" de modo milagroso, como dicen los autores citados más arriba, aunque por supuesto la conversión o arrepentimiento es siempre algo deseable en todos –en lo grande y en lo pequeño-, lo que nos hace gratos ante los ojos de Dios misericordioso.

Contemporáneo de Larra tenemos a otro de los biógrafos del Caballero, García Rodrigo , que se apoya en lo escrito por Remón, y lo que nos dice de Jacobo tampoco tiene nada que ver con la fantasía de esos otros autores.

En la biografía inédita sobre el Caballero escrita por el que fue Rector del Oratorio, José María Muñoz se recogen diversos testimonios favorables sobre el Caballero de Gracia de personajes de esa época, en su mayor parte: Jerónimo de la Quintana (1570-1664), contemporáneo del Caballero, en “Historia de la antigüedad, nobleza y grandeza de Madrid” escribe que “el varón de noble alcurnia Jacobo de Gratiis, fundador de la Vble. Congregación de Indignos Esclavos del Santísimo Sacramento, fue hombre eminente en virtud y ciencia y murió a los 102 años en olor de santidad”. Mesonero Romanos (1803-1882) afirma que “la calle del Caballero de Gracia lleva este título del Caballero de la Orden de Cristo Jacome o Jacobo de Gratiis, virtuoso sacerdote, natural de Módena, que vino a España con el Nuncio de su Santidad…” .

El Caballero de Gracia murió con fama de santidad, como ya se ha dicho; el todo Madrid de la época asistió a sus funerales, y al poco tiempo su sucesor Simón de Rojas (que sería luego San Simón de Rojas) inició su Proceso de Beatificación. Su cuerpo se venera en el Oratorio que lleva su nombre, en Madrid, y muchas personas rezan ante él. Se puede caer, como se ha dicho, en la tentación de convertir en un Don Juan Tenorio a un personaje italiano, diplomático, culto, de buena posición, etc., pero en este caso el intento no pasa de ser una pura ficción literaria o musical, sin base histórica.

Bibliografía[editar]

-Alonso Remón, Vida ejemplar y muerte del Caballero de Gracia, Madrid, 1619. Reeditada en el 2009, con ocasión del IV Centenario de la Asociación Eucarística del Caballero de Gracia. Alonso Remón fue Predicador y Cronista general de la Orden de Nuestra Señora de la Merced. Contemporáneo del Caballero de Gracia, al que conoció y trató. Su biografía tiene valor indiscutible de fuente histórica. Fue publicada unos meses después de fallecer el Caballero.

-Historia del origen y fundación de la Congregación de indignos esclavos del Santísimo Sacrament, del Caballero de Gracia, 1752. Archivo del Real Oratorio del Caballero de Gracia. Inédita.

-Francisco Javier GARCIA RODRIGO, El Caballero de Gracia, Madrid, 1880.

Sigue la biografía anterior, deteniéndose más en aspectos de la vida ascética del Caballero.

-Antonio RESTORI, Il Cavaliere di Grazia, Nápoles, 1924, Ed. Francesco Perrella. No ha sido traducida al castellano. Tiene una abundante base documental.

-Graciliano ROSCALES, El Caballero de Gracia. Más de cien años de aventura, Madrid, 1989, ed. Avapies. Roscales, sacerdote e historiador, ha sido durante muchos años encargado del Archivo histórico del Oratorio del Caballero de Gracia y ha utilizado los numerosos documentos que sobre el Caballero y la Congregación se encuentran en dicho Archivo, inéditos la mayor parte de ellos. Su obra es la más documentada y valiosa, sin minusvalorar la de Remón. Pero Roscales trata aspectos sucedidos siglos más tarde relacionados con la leyenda, muy posteriores a la biografía de Remón. Roscales ha fallecido el 3 de julio de 2014.

-José María Sanabria, El Caballero de Gracia y Madrid, Madrid, 2004, ed. Rialp. El Caballero y el Madrid de su época “dialogan” sobre los acontecimientos de la vida de Jacobo y de la Corte. Aporta datos históricos de la época que ayudan a resaltar la figura del Caballero. Informa también de personajes de la Curia Romana (Cardenales y algunos Papas) con los que se relacionó el Caballero.

-José María Muñoz, Vida del Caballero de Gracia, biografía inédita del que fue Rector del Real Oratorio del Caballero de Gracia desde 1939 a 1973. Se puede consultar en el Archivo de dicho Oratorio. Se detiene a comentar la fama de santidad del Caballero, el desmentido de la leyenda, e incluye las Bulas de los Papas que confirmaron los estatutos de la congregación, Pablo (1612), Urbano VIII (1623) y Clemente XIV (1774).


-Archivo Histórico del Real Oratorio del Caballero de Gracia. Como se decía antes, contiene documentación sobre la vida y la obra del Caballero de Gracia y sus sucesores. La mayor parte de la documentación no ha sido publicada.

-web del Real Oratorio del Caballero de Gracia, www.caballerodegracia.org. Se recoge una amplia información de la vida del Caballero, además de las actividades del Oratorio.

  1. Pedro Montoliú Camps, (2005), Madrid, villa y corte: calles y plazas, Madrid, Ed. Silex, pág. 70