Gobierno de Argentina

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La Nación Argentina adopta para su gobierno democrático el modelo representativo, republicano y federal.

Poder Ejecutivo

La Casa Rosada.

Corresponde al Presidente de la Nación Argentina y se encarga de la administración y de cumplir los intereses del Estado Nacional.

En las elecciones generales el Presidente y el Vicepresidente son elegidos por sufragio universal directo en distrito único. La reforma constitucional de 1994 introdujo el mecanismo de doble vuelta, de modo que si la fórmula más votada supera el 45 % de los votos válidos o el 40 % con una ventaja superior al 10 % respecto de la segunda, sus integrantes serán proclamados Presidente y Vicepresidente, siendo necesario, de lo contrario, celebrar una segunda vuelta entre las dos fórmulas más votadas en primer vuelta, en la que serán proclamados Presidente y Vicepresidente los que obtengan un mayor número de votos.

En el año 2003 los resultados de la primera vuelta determinaron que debía realizarse una segunda, pero se produjo el abandono de Carlos Saúl Menem (vencedor en primera vuelta) ante la unanimidad de los sondeos que le daban como perdedor, siendo proclamado Presidente Néstor Kirchner, que en la primera vuelta había obtenido algo más de un 22 % de los votos.

El procedimiento de doble vuelta tiene el antecedente de la cláusula transitoria mediante la cual el gobierno militar que gobernó Argentina desde 1966 lo estableció para las elecciones de marzo de 1973 con una exigencia del 50 % de los votos para ganar en primera vuelta. Héctor José Cámpora, candidato del Frejuli obtuvo el 49,5 % de los votos pero no hubo segunda vuelta porque Ricardo Balbín de la Unión Cívica Radical que había salido segundo con un 21,3 % reconoció su derrota.

El Presidente es el jefe supremo de la Nación, jefe del gobierno, responsable político de la administración general del país y Comandante en Jefe de todas las Fuerzas Armadas de la Nación.

El jefe de gabinete, nombrado por el Presidente, ejerce la administración general del país y junto con los demás Ministros, refrenda y legaliza los actos del Presidente por medio de su firma, sin cuyo requisito carecen de eficacia.

Los secretarios: General y Legal y Técnico de la Presidencia de la Nación, de Coordinación Interministerial, de Coordinación de Políticas Públicas, los titulares del SIstema Federal de Medios y Contenidos Públicos y de la Unidad Plan Belgrano dependientes de la Jefatura de Gabinete de Ministros y el Procurador del Tesoro de la Nación se incluyen en el cuadro siguiente ya que poseen jerarquía equivalente a la de Ministro, sin serlo específicamente.[1]

Miembros del Poder Ejecutivo de la Argentina
(Actualizado al 11 de diciembre, fuente Presidencia)
Presidente Mauricio Macri
Vicepresidente Gabriela Michetti
Jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña
Ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda Rogelio Frigerio
Ministro de Transporte Guillermo Dietrich
Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Susana Malcorra
Ministro de Defensa Julio Martínez
Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas Alfonso Prat-Gay
Ministra de Producción Francisco Cabrera
Ministro de Agroindustria Ricardo Buryaile
Ministro de Turismo Gustavo Santos
Ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable Sergio Bergman
Ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren
Ministro de Justicia y Derechos Humanos Germán Garavano
Ministro de Educación y Deportes Esteban Bullrich
Ministro de Cultura Pablo Avelluto
Ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social Jorge Triaca
Ministro de Salud Jorge Lemus
Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva Lino Barañao
Ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley
Ministra de Seguridad Patricia Bullrich
Ministro de Modernización Andrés Ibarra
Ministro de Comunicaciones Oscar Aguad
Procuradora del Tesoro de la Nación Angelina Abbona
Secretario General de la Presidencia Fernando de Andreis
Secretario Legal y Técnico Pablo Clusellas
Secretario de Coordinación Interministerial Mario Quintana
Secretario de Coordinación de Políticas Públicas Gustavo Lopetegui
Titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos Hernán Lombardi
Titular de la Unidad Plan Belgrano José Cano

Poder Judicial

Suprema Corte de Justicia de la Nación Argentina.

Corresponde a la Suprema Corte de Justicia de la Nación Argentina (también a tribunales menores) y se encarga de administrar la justicia.

Corte Suprema de Justicia

Está compuesta por cinco miembros nombrados por el Presidente de la Nación, con acuerdo del Senado. Es la cabeza del poder judicial de la Nación.

Consejo de la Magistratura

Administra el Poder Judicial de todas las instancias excepto la Corte Suprema. Tiene a su cargo cinco funciones, entre ellas seleccionar mediante concurso público de los magistrados (excepto los de la Corte) y removerlos por las causales contempladas por la ley.

Ministerio Público

Organismo independiente con autonomía funcional y financiera para la promoción de la actuación de la justicia en defensa de los intereses de la colectividad, estando integrado por un Procurador General y un Defensor General de la Nación .

Otras Instituciones del Estado

Auditoría General de la Nación

Organismo autónomo de asistencia técnica al Congreso para la fiscalización de la actualización del poder ejecutivo. Su presidente es designado a propuesta del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el Congreso (Diputados y Senadores conjuntamente).

Defensor del Pueblo

Organismo independiente instituido en el ámbito del Congreso Nacional, con plena autonomía funcional, para la defensa y protección de los derechos humanos y demás derechos constitucionales y legales así como para el control del ejercicio de las funciones administrativas públicas. Elegido para un mandato de 5 años que podrá renovarse una sola vez, por dos tercios de los miembros presentes en cada una de las Cámaras del Congreso Nacional.

Defensor del Pueblo de la Nación actual: Anselmo Agustin Sella, desde 6 de abril de 2009.

El defensor del Pueblo (del sueco ombudsman, comisionado o representante), es una autoridad del Estado encargada de garantizar los derechos de los ciudadanos ante abusos que puedan cometer los poderes ejecutivo y, en su caso, legislativo de ese mismo Estado. Algunos autores defienden que el Justicia de Aragón es el precursor del Defensor del Pueblo, que procede de la Constitución Sueca que estableció dicha figura en 1809 para dar respuesta inmediata a los ciudadanos ante abusos de difícil solución por vía burocrática o judicial. De ahí que en diversos idiomas se haga referencia a su nombre en sueco Ombudsman. En los países hispanohablantes se denomina comúnmente Defensor del Pueblo, mientras que en los países francófonos suele llamarse Médiateur de la République y en los catalanófonos Síndic de Greuges. Algunos países también lo han titulado Defensor de los Ciudadanos.

Del mismo modo, existen diferencias entre el ombudsman y el defensor del pueblo en España, ya que mientras el Ombudsman fue diseñado para supervisar la Administración pública, el Defensor del Pueblo utiliza esta supervisión como instrumento para defender los derechos y libertades fundamentales, tal y como se desprende del art. 54 de la CE y de su ubicación dentro del Capítulo IV del Título I.

La legitimación democrática del Defensor del Pueblo es indudable, pues en todos los casos procede de la elección parlamentaria, con mayoría cualificada y tras debate público sobre la figura del candidato. Sin embargo, es independiente del Parlamento, el cual no puede enviarle instrucciones ni cesarle, salvo por causas tasadas. Se ha señalado que la efectividad de esta figura queda limitada por su incapacidad de imponer coactivamente sus decisiones a las autoridades concernidas. Su capacidad de control reside sobre todo en la razonabilidad o persuasión de sus argumentos, por lo que adquiere un carácter más político que judicial. Sin embargo, la experiencia demuestra que buena parte de sus recomendaciones suelen ser atendidas por los poderes públicos.

En algunos países, el Defensor del Pueblo tiene capacidad para presentar acciones o recursos ante la Corte Suprema o el Tribunal Constitucional, en su caso.

El Defensor del Pueblo se ha desarrollado especialmente en el continente americano, siguiendo el modelo español. Las instituciones del continente se agrupan en la [1]Federación Iberoamericana de Ombudsman, organización muy activa en la defensa de los derechos humanos en la región, que publica anualmente un importante Informe sobre derechos humanos.

Organización del Estado

La República Argentina es un estado Federal constituido por 23 Provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que cumple la función constitucional de ser la Capital de la República. Cada Provincia constituye un estado autónomo que ejerce todo el poder no delegado expresamente a la Nación y tiene competencias legislativas en los términos establecidos en sus respectivas constituciones en las que de forma expresa manifiestan su adhesión a la República. El poder ejecutivo de cada provincia es ejercido por un gobernador; tanto la extensión de su mandato como la forma de ser elegido y la posibilidad de reelección están determinadas por cada Constitución provincial que, en general, establecen en cuatro años la duración del mandato. Entre sus obligaciones se encuentra hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación, de ahí que la Constitución Nacional se refiera a ellos como agentes naturales del Gobierno Federal. El poder legislativo provincial es ejercido por la correspondiente Legislatura provincial que puede ser unicameral o bicameral conforme establezca cada Constitución provincial.

Cada provincia tiene a su vez subdivisiones territoriales que se denominan departamentos, salvo en la Provincia de Buenos Aires donde se llaman partidos. Según lo que decida cada provincia los departamentos pueden estar subdivididos en distritos, pedanías o cuarteles que pueden o no tener funciones administrativas. Para la administración de los intereses de la población local, la Constitución Nacional reconoce a los municipios como entes autónomos creados por los gobiernos provinciales por las leyes que regulan el ejercicio de su autonomía, habiendo provincias que los consideran aún como entes autárquicos. Los municipios se clasifican administrativamente principalmente en función del número de habitantes. La naturaleza, composición y competencias del gobierno de cada localidad depende de su rango, estableciéndose en las diferentes constituciones los criterios de clasificación y las formas de gobierno, existiendo también gobiernos locales sin categoría municipal generalmente en pequeñas localidades o en áreas rurales, los cuales adoptan diferentes nombres: comisiones de fomento, comisiones municipales, juntas de gobierno, comunas rurales, comunas, etc.

Las localidades que por cumplir los requisitos para su creación son declaradas Municipios son gobernadas por una Municipalidad cuya rama ejecutiva es ejercida por un Intendente o Presidente Municipal, elegido por sufragio universal directo y cuya rama legislativa, con potestad para la sanción de Ordenanzas Municipales, es ejercida por un Concejo Deliberante o Concejo Municipal en la mayoría de los casos, siendo el número de concejales determinado por las leyes generalmente en función del número de habitantes del municipio. Para los municipios que cumpliendo ciertos requisitos legales deciden hacer uso de su autonomía institucional, la mayoría de las provincias les dan la potestad de establecer por sí mismo su forma de gobierno mediante la sanción de una Carta Orgánica o Carta Municipal con carácter de constitución municipal.

Esta estructura administrativa es muy dinámica y tiene el doble propósito de colaborar en la descentralización del Estado (el Federalismo Argentino se lleva hasta el ámbito Municipal) y fomentar la colonización de territorios vírgenes, en los que los asentamientos creados sirvan de base para la creación de otros nuevos con la consiguiente creación de Municipalidades o Comisiones de Fomento desgajadas de las originales.

Elecciones

Desde 1983 hasta la fecha, se ha producido el segundo período más largo de elecciones ininterrumpidas de la historia argentina (el más largo hasta ahora fue el período de 1853 a 1930). El período actual es el más largo, sin embargo, si se toma desde la Ley Sáenz Peña que estableció en 1912 el voto universal, secreto y obligatorio (seguido por los períodos 1912-1930, 1931-1943 y 1946-1955).

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Modelos de estado en la Argentina

El estado liberal

El estado liberal en la Argentina asume dos formas: la vertiente oligárquica, que se extiende desde 1853 hasta 1916, momento en que asume el poder el primer gobierno ejercido por un partido de masas moderno y la vertiente democrática que se extiende desde 1916 hasta 1930 con el derrocamiento de Yrigoyen. Una caracterización general del estado liberal en cualquiera de sus vertientes, no puede dejar de lado al menos tres grandes cuestiones: 1. A mediados del siglo XIX cuando el contexto mundial se caracterizaba por el desarrollo de un capitalismo creciente, se hacía imperiosa la participación de las nuevas naciones en la economía capitalista mundial. Para esto el estado argentino elabora un proyecto político con un objetivo claro: la inserción de la Argentina en el comercio mundial, asumiendo un modelo de desarrollo agroexportador, cuya unidad de producción fue la estancia. Este modelo se basaba en promover un desarrollo capitalista dependiente sustentado en afluencia de capital y mano de obra extranjeros. Estos dos elementos, asociados a las grandes extensiones de tierras, producirían materias primas destinadas a la exportación para satisfacer la demanda de los países centrales. 2. Por otro lado, alcanzar la pacificación social se hacía indispensable para generar una mayor confianza en el exterior en relación a la estabilidad del país y aumentar la credibilidad de sus instituciones. Tal como sostiene Oszlak, el estado necesitaba generar bases concensuales de dominación para sustentar su legitimidad como una de las dimensiones de la ¨estatidad¨ que paulatinamente iba construyendo. No alcanzaba ya con la dominación por la fuerza de las armas, sino que era necesario generar una modificación profunda de las fuerzas tradicionales de organización social y ejercicio del poder político. En tal sentido, el estado nacional despliega distintas estrategias para hacerse presente en todo el territorio del país. Esta presencia estatal creciente en los distintos planos de la sociedad, adopta diversas modalidades que Oszlak caracteriza de la siguiente manera: una primera modalidad represiva, que supuso la organización de una fuerza militar unificada y distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar todo intento de alteración del orden impuesto por el estado nacional. Una segunda, que denomina cooptativa, incluyó la captación de apoyos entre los sectores dominantes del interior, a través de la formación de alianzas basadas en compromisos de prestaciones recíprocas. Una tercera, material, presupuso diversas formas del estado nacional, a través de la localización en territorio provincial de obras, servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico. Y una cuarta y última, que llama ideológica, consistió en la creciente capacidad de creación y difusión de valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema de dominación establecido. 3. Esta es la tercer cuestión de importancia en el estado liberal, la necesidad de construir una identidad nacional para la definitiva conformación de la nación. Esto se encuentra fuertemente vinculado con la llegada de inmigrantes portadores de culturas y tradiciones diversas que venían a satisfacer la demanda de mano de obra que crecía junto con la economía.

En 1916 el estado liberal oligárquico cambia de régimen político. Con el ascenso del radicalismo yrigoyenista al gobierno, se pasa de la democracia restringida a la democracia ampliada, en virtud de las luchas por la libertad política y por la democracia implementadas por la UCR. Si bien con la llegada de este partido al poder, el estado cumple funciones de armonizador de los distintos intereses sociales, no hubo una ruptura con el modelo político-económico imperante, ya que la clase oligárquica dominante continúa siendo hegemónica en virtud de haberse mantenido la visión del desarrollo y el progreso económico sustentado por los conservadores. En otras palabras, al no cambiar el modelo de acumulación y al mantener el conservadurismo su presencia en ciertos lugares estratégicos del marco político-institucional, el radicalismo yrigoyenista no puede ejercer plenamente el poder otorgado por el triunfo eleccionario. Por esta razón, García Delgado habla de un cambio de régimen político dentro de un mismo modelo de estado. El gobierno radical finaliza en 1930 con el golpe de estado que dará comienzo a la restauración conservadora. Se manifiesta así la decadencia del modelo agroexportador y comienza un recatado proceso de industrialización que sentará las bases para el surgimiento de una nueva fuerza política: el sector obrero, que se incorporará a la vida política en la siguiente década con el peronismo. El proyecto industrializador de los conservadores es un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. La estrategia de la elite tradicional (terrateniente) fue cambiar algo para que la estructura socioeconómica de base pudiera mantenerse. El estado de la década del 40 asume un papel mucho más activo, adquiere un perfil de mayor autonomía. Su función no será, a partir de este momento, traducir en políticas públicas los intereses de un sector de la clase dominante, sino articular esos intereses con los de elites provenientes de otros sectores propietarios, inmersos todos ellos en un proceso de acumulación de capital. El estado se torna mucho más intervencionista de lo que había sido en el pasado.

El estado social

A la crisis económica de los años 30 se le suma posteriormente un contexto internacional de características singulares, configurado a partir de la guerra fría, como consecuencia de la relación de poderes entre las naciones después de las dos guerras mundiales. Latinoamérica, posicionada de un modo diferente respecto de los países en lucha por reconstruirse en la postguerra, iba a sufrir evidentes modificaciones en las políticas implementadas, que nos permiten hablar de una redefinición del rol del estado, que implicó un cambio profundo en la relación estado-sociedad que se había mantenido hasta ese momento. Se intensificó el rol del estado en la estructura y gestión de la sociedad y la economía, transformándose en el agente más importante de la producción y reproducción de la sociedad. García Delgado afirma que en este período el estado posee una mayor autonomía relativa, constituyéndose no ya en garante de las reglas de juego, sino del bienestar social asumiendo los roles de redistribuidor, regulador, planificador, empresario y empleador, es decir, no sólo asume un fuerte papel político y social sino que se convierte también en un destacado actor económico. La lógica seguida por el desarrollo del estado de bienestar fue determinada principalmente por la necesidad de mantener el orden social amenazado por el lugar cada vez más activo que ocupa el movimiento obrero como actor social y político. El modelo de estado keynesiano intentaba paliar los efectos de la depresión actuando sobre la demanda a través del estado. A grandes rasgos las dos políticas más importantes contenidas en esta teoría eran el mantener un crecimiento económico estable y la meta del pleno empleo. Este nuevo tipo de estado implica un cambio en la agenda de las políticas públicas, mutando las premisas de ¨ Orden y Progreso ¨ del estado liberal, por la de ¨ Seguridad y Desarrollo ¨, dado que: 1. se prioriza el mercado interno como estrategia de distribución del ingreso hacia los sectores asalariados y la expansión del empleo, 2. se establece una alianza de clases entre los industriales de capital nacional y los asalariados, 3. se trata de dar respuesta a las demandas sociales desde las políticas públicas, con el objetivo de lograr una mayor integración ciudadana a partir de una creciente participación de la sociedad en lo que ella misma produce, primando un concepto de sujeto social, basado en una ´ cultura igualitaria ¨ y ¨holística ¨, en la cual el individuo ata su destino al del conjunto social. En el caso argentino el estado social asume tres vertientes: nacional popular, desarrollista y burocrático-autoritario. La etapa nacional popular, se inicia con la llegada de Perón al gobierno y se caracteriza por la aparición de una industria nacional y generación de empleo urbano asalariado. Si bien después del derrocamiento de Perón en 1955 cambia el régimen político, el modelo de estado continúa bajo la forma desarrollista. Diferenciándose de la estrategia nacional-popular en cuestiones de énfasis, mientras la última consideraba al Estado en función de la distribución y la autonomía nacional, la desarrollista lo hizo a favor del aumento de la inversión y la integración a este proceso del capital extranjero. El modelo de relación estado-sociedad se encuadra, sobre todo durante el gobierno de Frondizi (1958-1962), en el paradigma de la modernización. Este gira en torno a la idea de que el atraso en el desarrollo se debe principalmente a cuestiones idiosincráticas, tales como la escasa inversión o la falta de motivaciones para el cambio. Desde el plano económico se implementan políticas tendientes a disminuir las importaciones de materiales industriales esenciales como acero, papel,..., basándose en el desarrollo de las industrias básicas y del petróleo. Para llevar adelante estas cuestiones se impulsa una amplia apertura al capital extranjero. Pero la acción del capital internacional redefinió y acentuó las viejas contradicciones, marginando a aquellos sectores industriales que habían prosperado en período de sustituciones y que resultaban ahora ineficientes frente a las grandes corporaciones; por otra parte las mayores exigencias de productividad y la alta tecnificación influían sobre el nivel de empleo, afectando las posibilidades de absorción de la mano de obra. Más tarde, con el golpe militar de 1966, se instala el denominado Estado Burocrático Autoritario. Este régimen político sostiene una filosofía contraccionista del aparato burocrático, inspirada en el principio de subsidiariedad del estado, que se evidencia en la desburocratización, la reducción del gasto público, la masiva transferencia de empresas estatales al sector privado, la desconcentración de servicios mediante su transferencia a las provincias, municipios o empresas concesionarias. Cuando a mediados de los 70 la economía mundial entra en crisis, también empiezan los cuestionamientos al estado social, que en la Argentina coincide con la desindustrialización producto de la implementación de políticas económicas neoliberales, iniciándose el proceso de reducción de la intervención estatal en materia económica.

El estado neoliberal

Sobre el final del siglo XX asistimos a un proceso de reestructuración de la sociedad caracterizada por la globalización económica y cultural, producto, sobre todo, del avance científico-tecnológico, que se denomina postindustrial. El agotamiento de aquel modelo de acumulación, algunos de cuyos síntomas han sido los procesos de inflación y recesión, el descontrol fiscal, el endeudamiento, la excesiva burocratización, fueron debilitando el rol del estado. En la Argentina el período más crítico comienza a mediados de los 70 con altos niveles de inflación y recesión que quiebran su ciclo de crecimiento sostenido para ingresar en un proceso de estancamiento que se mantiene hasta los años noventa. Así es como la crisis de este estado desencadena la crítica al estado, posición ésta sustentada desde el neoliberalismo que, a través de la imposición de una economía de mercado deja en un segundo plano las demandas sociales sobre las que se asentaba el modelo estatal anterior. Una economía basada en la liberalización de precios y mercados en el orden interno, y de apertura comercial y financiera en el orden externo. Se reestructura también, la relación entre el capital y el trabajo por el avance de la tecnología: la acumulación de capital ya no depende únicamente de la explotación de los recursos naturales, sino de la incorporación del conocimiento. Al mismo tiempo este proceso va acompañado de la fragmentación , dado que los circuitos de intercambio comercial y financiero se producen entre sociedades desarrolladas o al menos entre aquellas que puedan o logren insertarse en dichos circuitos, con lo cual se produce concomitantemente un proceso de exclusión y desintegración social no sólo entre países, sino al interior de cada uno de ellos. En el orden político, el autoritarismo cede el paso al régimen democrático. El neoliberalismo se constituye en la base de legitimación del estado, pero vaciado de contenido social. La política deja de constituirse en la posibilidad que tienen los sujetos de sentirse representados, de canalizar sus demandas y encontrar respuestas frente a las mismas. En cuanto al aspecto social, se muestra una sociedad que se presenta cada vez menos organizada en clases sociales, que responde a lógicas funcionales o socio-productivas claramente definidas, y a un aumento de la diferenciación y desigualdad de acuerdo a su inclusión –o no- en el postindustrialismo. Este proceso se cristaliza a partir del golpe de estado de 1976. Durante la última dictadura militar el énfasis se pone en la acumulación y en la recomposición de las finanzas públicas a través de medidas que revertirán las políticas de distribución de la renta nacional imponiendo la lógica del ajuste, que en líneas generales, giran en torno a la liberalización de las economías, la reducción de los desequilibrios en la balanza de pagos y del sector público mediante disminución del gasto público, ampliación del sector privado a través de las privatizaciones, capitalización de la deuda externa, ajuste de los salarios reales, aumento de los ingresos impositivos y mayor espacio al capital internacional. Para los críticos del estado benefactor la inflación surgía de la financiación del gasto público excesivo, que se resolvió reduciéndolo, y con una política monetaria conservadora. Se dio también un sobredimensionamiento del sector financiero como parte de un proceso de centralización del capital y crecimiento de un conjunto de grupos articulados con la fracción financiera. La emergencia del estado neoliberal se afianza a fines de los 80 con la Ley de Reforma del Estado durante la gestión presidencial de Carlos Menem. El objetivo fundamental era reducir la intervención del estado en las áreas productivas estableciendo las disposiciones para la privatización y participación del capital privado. Por otra parte, la Ley de Emergencia Económica permitió llevar adelante la suspensión de los subsidios, subvenciones y regímenes de promoción social industrial, cuya magnitud financiera representaba una parte del déficit fiscal. Con este marco legal se promueven diferentes estrategias desde el estado tendientes a la desregulación, la descentralización, la implementación de un programa de privatizaciones, no sólo en el área de producción sino también las del área de los servicios y de la gestión pública (salud, educación,...) las cuales van delineando un nuevo rol para el estado. Dicho plan debía quitar todo tipo de control o de intervención regulatoria estatal. A través de las privatizaciones se transfirieron los activos de producción de bienes y servicios al sector privado, especialmente las empresas estatales (petróleo, gas, agua, teléfono, ferrocarriles,...). Ambos procesos han traído aparejado el agravamiento de dificultades económicas y sociales, ya que la reestructuración impactó fuertemente en algunos sectores de la producción, sobre todo del agro extra-pampeano; así como el cierre de empresas públicas en poblaciones pequeñas y medianas produjo un considerable incremento del desempleo y precarización laboral.


Referencias

Enlaces externos