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Revisión del 17:22 1 abr 2010

Felipe de Castilla y Suabia
Infante de Castilla y León

Escudo de armas del infante Felipe de Castilla y Suabia.
Información personal
Nacimiento 1231
Fallecimiento28 de noviembre de 1274
Sepultura Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga
Familia
Casa real Casa de Borgoña (España)
Padre Fernando III el Santo
Madre Beatriz de Suabia
Cónyuge Cristina de Noruega
Inés Rodríguez Girón
Leonor Rodríguez de Castro

Felipe de Castilla y Suabia (1231- 28 de noviembre de 1274). Infante de Castilla. Hijo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia. Señor de Valdecorneja, ciertas fuentes aseguran que ingresó como caballero en la Orden del Temple.[1]​, en uno de cuyos templos, la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, recibió sepultura el infante, en un sepulcro adornado con emblemas de la Orden del Temple.

Arzobispo electo de Sevilla, fue además abad de la Colegiata de Valladolid y de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias hasta el año 1258, en que abandonó la carrera eclesiástica con el consentimiento de su hermano, Alfonso X el Sabio, a pesar de la oposición de éste, y contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega.[2]

Orígenes familiares

Hijo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, y de su primera esposa, la reina Beatriz de Suabia, era por parte paterna nieto de Alfonso IX de León y de Berenguela I de Castilla, reina de Castilla, que renunció al trono que había recibido por la muerte de su hermano, Enrique I de Castilla, siendo ambos hermanos hijos del rey Alfonso VIII de Castilla. Por parte materna era nieto de Felipe de Suabia, rey de Romanos y duque de Suabia, y de Irene Ángelo, hija de Isaac II Ángelo, emperador del Imperio Romano de Oriente.

Fueron sus hermanos, entre otros, Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, Fadrique de Castilla, ejecutado en 1277 por orden de su hermano Alfonso X el Sabio, y Manuel de Borgoña y Suabia, padre de Don Juan Manuel.

Biografía

Juventud y primeras actuaciones

El infante Felipe de Castilla nació en 1231. Desde su infancia fue orientado por su padre, Fernando III el Santo, hacia la carrera eclesiástica, al igual que su hermano, el infante Sancho, que llegaría a ser arzobispo de Toledo.[3]​Durante su juventud, después de que su crianza fuera encomendada por su abuela la reina Berenguela I de Castilla a Rodrigo Jiménez de Rada, que llegaría a ser arzobispo de Toledo, fue enviado a París para que estudiase, recibiendo allí lecciones de San Alberto Magno, quien fue profesor de Santo Tomás de Aquino.[4]​En 1249 el infante Felipe fue nombrado Procurador de la archidiócesis de Sevilla por el papa Inocencio IV.[5]​En 1251, dos años más tarde, fue designado por el mismo pontífice arzobispo electo de la archidiócesis de Sevilla, que continuaba siendo gobernada por Raimundo de Losana, obispo de Segovia, debido a que el infante Felipe, aunque había sido nombrado arzobispo electo de Sevilla, aún no había sido consagrado como obispo.[5]

En 1258, poco después de que su hermano el rey, a pesar de su oposición inicial, le autorizase a abandonar la carrera eclesiástica, contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega. La leyenda sostuvo en el pasado que la princesa Cristina de Noruega llegó a España después de que Alfonso X el Sabio solicitase al rey de Noruega que le enviase a una hija suya para contraer un nuevo matrimonio con ella, basándose en la infertilidad de su esposa, la reina Violante de Aragón y Hungría, hija de Jaime I el Conquistador, rey de Aragón. No obstante, se ha demostrado la falsedad de dicha leyenda, pues en 1258 la reina Violante ya había dado a luz varios hijos.[6]​La realidad es que el soberano de Noruega envió a la princesa Cristina a Castilla a fin de que contrajese matrimonio con uno de los hermanos del rey. De camino a Castilla, la princesa pasó por Francia y por Aragón, donde fue recibida con todos los honores por Jaime I el Conquistador, quien llegó a proponerle matrimonio.[7]​A su llegada a la corte, que se hallaba en la ciudad de Valladolid, en enero de 1258, la princesa Cristina fue presentada a los hermanos del rey, y sobre todo a los infantes Fadrique y Felipe, entre los que debía escoger esposo. Al parecer, a la princesa le agradó el infante Felipe más que el infante Fadrique, debido a una cicatriz que éste último tenía en el labio, y que le desfiguraba el rostro. No obstante, en un documento posterior, Alfonso X el Sabio reconoció que había sido decisión suya que la princesa noruega contrajese matrimonio con el infante Felipe.[8]

El matrimonio entre el infante Felipe de Castilla y la princesa Cristina de Noruega se celebró en el mes de abril de 1258 en Valladolid. Alfonso X el Sabio concedió entonces varios señoríos y posesiones al infante Felipe, entre los que se contaban la martiniega, el portazgo, la renta de los judíos y los restantes pechos reales de Ávila, así como las tercias del arzobispado de Toledo y las de los obispados de Ávila y Segovia, las rentas que pagaban al rey los musulmanes del Valle de Purchena, y la heredad de Valdecorneja, compuesta por las villas de El Barco de Ávila, Piedrahíta, La Horcajada y Almirón.[9]​La vacante que el infante Felipe dejaba en el arzobispado de Sevilla, no fue cubierta hasta mayo del año 1259, cuando el papa Alejandro IV designó a Raimundo de Losana arzobispo de Sevilla.[10]

El infante Felipe estuvo presente en las Cortes de Sevilla de 1261, así como en la boda de su sobrino, el infante Fernando de la Cerda, hijo y heredero de su hermano Alfonso X el Sabio, que se celebró el día 30 de noviembre de 1269.[11]

Revuelta nobiliaria de 1272 y defunción del infante Felipe

A comienzos de 1272, un grupo de magnates, entre los que se contaban Nuño González de Lara "el Bueno", Esteban Fernández de Castro, Simón Ruiz de los Cameros, señor de los Cameros, y Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya, se reunió en el municipio vallisoletano de Lerma con el propósito de comprometerse a luchar contra Alfonso X el Sabio si no accedía a las reclamaciones de los allí reunidos, quienes acordaron que el infante Felipe de Castilla, presente en la reunión y portavoz de los conspiradores, debería entrevistarse con el rey de Navarra a fin de conseguir que el monarca les concediese asilo en su reino, si se veían obligados a abandonar el reino de Castilla y León. El infante Felipe, viudo de sus dos primeras esposas, estaba casado con Leonor Rodríguez de Castro, sobrina de Nuño González de Lara, pues era hija de su hermana.[12]

Nuño González de Lara se hallaba molesto con el rey debido, entre otras razones, a que el rey no accedió a entregarle Durango, a las críticas que el monarca hizo sobre su actuación en la defensa de Jerez de la Frontera y, tal vez, a la disconformidad del señor de la Casa de Lara con algunas actuaciones de Alfonso X en relación con el reino de Portugal, aunque la mayoría de los magnates castellanos coincidían sobre todo en su disconformidad con el modo de gobernar de Alfonso X, ya que todos ellos preferían el estilo de tiempos pasados, cuando los magnates desempeñaban un papel más destacado.[13]

Tras la reunión de los magnates conjurados en Lerma, Alfonso X intentó descubrir qué había ocurrido realmente en ella, comunicándose con su hermano el infante Felipe y con el señor de Lara. No obstante, el infante Felipe eludió responder a las cuestiones planteadas por su hermano, al tiempo que se excusaba de acudir junto con sus tropas a Andalucía en servicio del rey, pues adujo que se había producido un retraso en el cobro de su soldada anual, y comunicó a su hermano que su presencia en la reunión de Lerma era debida a los consejos y ayudas que el infante decía precisar, pues sostenía que sus viejos amigos habían fallecido y que "non podía estar sin aver algunos amigos que le ayudasen e le consejasen."[14]

Retrato que representa a Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León.

Por su parte, y a pesar de haber tomado parte en ella, Nuño González de Lara "el Bueno" comunicó al rey que el propósito de la reunión de Lerma no había sido el que le atribuían, e incluso se mostró dispuesto a colaborar con el monarca castellano-leonés a fin de que pudiesen ser recaudados nuevos servicios, además de los previstos, en Castilla y en la Extremadura, añadiendo que de ese modo el rey podría saldar su deuda con los nobles, pues les debía varias soldadas. A comienzos de julio de 1272, Alfonso X ordenó a Nuño González de Lara, a su hermano el infante Felipe, y a todos los magnates y ricoshombres del reino que acudiesen con sus hombres a Sevilla para ayudar al infante Fernando de la Cerda, que en esos momentos defendía la frontera de los ataques musulmanes, y la respuesta unánime de todos los participantes en la conjura nobiliaria fue negarse a acudir, a menos que el rey se entrevistase antes con ellos. Por su parte, Nuño González de Lara fingió apartarse de los conspiradores e informó al rey de los contactos mantenidos por los magnates sublevados con el rey de Navarra, aunque, poco después, fueron descubiertas una serie de cartas que probaron que en la conjura se hallaba involucrado el sultán de los benimerines, que deseaba debilitar la posición del monarca castellano. A pesar del descubirmiento de las cartas que probaban la traición de los nobles, Alfonso X las ignoró y se dispuso a negociar con los sublevados, aunque les ordenó que suspendiesen sus conversaciones con el rey de Navarra, orden que fue desobedecida por ellos, y por su parte, Nuño González de Lara declaró roto su compromiso con Alfonso X el Sabio, que le obligaba a no establecer posturas con musulmanes o cristianos sin antes hacerlo saber al rey.

En septiembre de 1272 se reanudaron las negociaciones en la ciudad de Burgos, aunque los nobles se negaron a alojarse en la ciudad y lo hicieron en las aldeas cercanas, y desde allí comunicaron al rey que si deseaba transmitirles algún mensaje lo hiciese por medio de sus emisarios. Los conjurados presentaron entonces sus demandas al rey, quejándose de que el monarca les obligaba a regirse por el Fuero Real, de que en la Corte no hubiese jueces especiales para juzgar a los hidalgos según su fuero, de la actuación de los merinos y otros funcionarios de la Corona, y solicitaron además que se redujese la frecuencia de los servicios de Cortes, que se les eximiera del pago de la alcabala municipal de Burgos, y que el rey no fundase más pueblas nuevas en Castilla y León. Alfonso X acordó poco después una alianza con el reino de Navarra, anulando con ello los acuerdos establecidos entre los magnates sublevados y el monarca navarro.[15]

Tras las Cortes de Burgos de 1272, en las que parecía que el soberano castellano alcanzaría un acuerdo con los magnates sublevados, se rompieron las negociaciones y los sublevados, incluídos el infante Felipe de Castilla y Nuño González de Lara "el Bueno", partieron hacia el reino de Granada, a pesar de que Alfonso X hizo un último intento de persuadirles para que no abandonasen el reino, por medio de los infantes Fernando de la Cerda, su hijo primogénito, y su hermano Manuel de Castilla. Antes de dirigirse a Granada, los magnates saquearon el territorio, robando ganado y devastando algunas tierras a su paso, a pesar de que el rey les envió mensajeros, portando cartas en las que se recordaba a los sublevados los favores que habían recibido de él, así como su traición al romper sus vínculos vasalláticos con el soberano. A Nuño González de Lara le reprochó que, durante su juventud, le había entregado la tenencia de Écija, a pesar de la oposición de su padre, Fernando III el Santo.[16]

No obstante, los magnates sublevados desoyeron las exhortaciones del rey y se dirigieron a Granada, donde fueron acogidos con todos los honores por el rey Muhammad I de Granada, después de haber firmado un acuerdo con él en Sabiote, en el que los nobles firmantes se comprometieron con el soberano granadino a prestarse ayuda mutuamente contra Alfonso X el Sabio, hasta que el monarca castellano-leonés accediera a sus demandas. El acuerdo de Sabiote fue rubricado, entre otros, por el infante Felipe de Castilla, Nuño González de Lara "el Bueno", Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya, Esteban Fernández de Castro, Diego López de Haro y Álvar Díaz de Asturias.

En enero de 1273, en la ciudad de Tudela, el infante Felipe, Nuño González de Lara y sus hijos Juan Núñez de Lara "el Gordo" y Nuño González de Lara y León, Lope Díaz III de Haro y Álvar Díaz de Asturias, entre otros magnates, rindieron homenaje a Enrique I de Navarra, al que presentaron un memorial de los agravios que decían haber recibido de Alfonso X el Sabio, y las reclamaciones que ellos le hacían, quedando de ese modo los magnates liberados de los compromisos contaídos con el monarca castellano, al tiempo que, sin menoscabo de su honor, pasaban a servir al monarca navarro, del mismo modo que antes habían servido al rey musulmán de Granada.

El rey envió al deán de la Catedral de Sevilla, Fernán Pérez, a parlamentar con el infante Felipe, a fin de persuadirle de que abandonase el partido de los nobles, aunque fracasó en su propósito.[17]​A principios de 1273 Juan Núñez de Lara "el Gordo", que hasta entonces había actuado de mediador junto con el obispo de Cuenca entre su padre, Nuño González de Lara, y el rey, abandonó a éste último.

A pesar de lo anterior, Alfonso X el Sabio, que deseaba proseguir el fecho del Imperio, permitió que algunos miembros de la familia real, entre los que se contaban los infantes Fernando de la Cerda y Manuel, la reina Violante de Aragón, el arzobispo Sancho de Aragón, hijo de Jaime I el Conquistador y hermano de la reina Violante, y los maestres de las Órdenes Militares, reanudasen las negociaciones con los magnates exiliados. Después de numerosas negociaciones, y aconsejado el rey, entre otros, por su hermano el infante Fadrique de Castilla y por Simón Ruiz de los Cameros, accedió a la mayoría de las demandas presentadas por los nobles exiliados a través de Nuño González de Lara, quien en 1273 se entrevistó con la reina Violante de Aragón en la ciudad de Córdoba, y a finales de ese mismo año, los magnates exiliados regresaron al reino de Castilla y León, al tiempo que el rey Muhammad II de Granada se declaraba vasallo de Alfonso X, aunque la Crónica de este rey, erróneamente, sitúa éstos acontecimientos en 1274.[18]​En el mes de julio de 1273 volvieron a aparecer como confirmantes en los diplomas regios Fernando Rodríguez de Castro, Simón Ruiz de los Cameros y Diego López de Haro, hermano menor de Lope Díaz III de Haro, mientras que éste último, Nuño González de Lara, y su hijo Juan Núñez de Lara "el Gordo", no lo hicieron hasta principios de 1274.[19]​Nuño González de Lara volvió a aparecer como confirmante en los privilegios reales el día 24 de enero de 1274, y no había confirmado ninguno desde el día 15 de julio de 1272, y sería en esos momentos, a principios de 1274, cuando recibiría el nombramiento de Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, según refiere la Crónica de Alfonso X el Sabio.[20]

El infante Felipe de Castilla falleció el día 28 de noviembre de 1274, fecha que aparece esculpida en su sepulcro, a la edad de 43 años.[21]

Sepultura del infante Felipe de Castilla

A su muerte, el cadáver del infante Felipe de Castilla recibió sepultura en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, templo vinculado a la Orden del Temple, y situado en la localidad palentina de Villalcázar de Sirga, que dista 10 kilómetros de la localidad de Carrión de los Condes.[21]

Sepulcros del infante Felipe de Castilla y de su segunda esposa, Inés Rodríguez Girón. En primer término aparece el sepulcro de la segunda esposa del infante Felipe. Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga.

En el mismo templo recibió sepultura la segunda esposa del infante Felipe, Inés Rodríguez Girón, aunque en el pasado se supuso que en dicho sepulcro había sido sepultada la tercera esposa del infante Felipe, Leonor Rodríguez de Castro, algo desmentido por los escudos y emblemas heráldicos esculpidos en el sepulcro, que no se corresponden con los de la Casa de Castro, si no con los de la familia Girón.[22]

Los restos del infante Felipe descansan en un sepulcro gótico, colocado en la capilla de Santiago del templo. Al lado del sepulcro donde yace el infante, se encuentra el sepulcro que cobija los restos de su segunda esposa. En la misma capilla se encuentra un tercer sepulcro, realizado en el siglo XIV, en el que se encuentra sepultado un caballero de la Orden de Santiago. Los sepulcros del infante Felipe y de su segunda esposa estuvieron colocados en el pasado en el coro del templo, hasta que la Comisión de Monumentos de la provincia decidió trasladarlos a la capilla de Santiago del templo.[21]

El sepulcro del infante Felipe, realizado todo él en piedra, mide 2,45 metros de longitud por 0,85 metros de anchura en la cabecera y 0,70 en los pies, siendo más estrecho en el extremo donde reposan los pies del difunto. Tapa y sepulcro están adornados con relieves, esculpidos a finales del siglo XIII, en los que las escenas se van sucediendo, insertas en una serie de arquillos lobulados, entre los que aparecen torrecillas almenadas intercaladas, desde las que un grupo de personas aparecen contemplando las escenas que se desarrollan a sus pies.[23]​En el primer grupo de figuras esculpidas, aparecen representados los últimos momentos del infante Felipe de Castilla, recostado en su lecho, y acompañado por su esposa, dos religiosos, una dama, un magnate, y dos figuras más, una de ellas juvenil, que únicamente muestran sus rostros. En el segundo grupo de figuras aparecen representadas ocho plañideras, vestidas con túnicas y ropones. En el tercer grupo aparece la viuda del infante, montada a caballo, y llevando ropas de luto y tocas, y dos damas junto a ella con hábitos monacales. En el cuarto grupo se muestran tres caballeros que preceden a la viuda del infante. En el quinto grupo aparece representado el féretro del difunto infante, conducido por tres escuderos vestidos con túnicas y capas. Detrás de los tres escuderos, otros tres les siguen como relevo. En el sexto grupo escultórico aparecen tres escuderos a caballo. Las monturas llevan gualdrapas carmesíes, mientras que los escuderos, que van vestidos de blanco, portan sus escudos vueltos del revés. En el mismo grupo se muestran dos pajes vestidos con túnicas. El octavo grupo escultórico del sepulcro muestra el caballo de batalla del infante Felipe, su portaestandarte, dos heraldos y los trompeteros. El caballo del infante, que aparece portando el escudo del difunto vuelto del revés, aparece engalanado con dos mantillas, una de color azul, y otra de color verde. En el tercio posterior del caballo aparecen, sobre una gualdrapa, castillos y águilas, emblemas heráldicos que componían el escudo del infante Felipe. En el octavo grupo también aparece un heraldo portando el pendón del infante. En el grupo noveno aparecen representadas la viuda del infante, dos de sus damas de honor, dos plañideras, y las dueñas de la viuda. En los grupos décimo y undécimo se muestran religiosos de cuatro órdenes diferentes: franciscanos, agustinos, cistercienses y benedictinos. En el grupo duodécimo aparecen representados los responsos finales ante el féretro del infante. Alrededor del féretro aparecen prelados, abades, sacerdotes y sirvientes, mientras que el oficiante de la ceremonia aparece revestido con capa pluvial. Dos sirvientes se disponen a cerrar el féretro.

Cruz roja, uno de los emblemas usados por la Orden del Temple, y que aparece representada numerosas veces en el sepulcro del infante Felipe de Castilla, hijo de Fernando III el Santo.

Sobre la tapa del sepulcro aparece colocada la estatua yacente que representa al infante Felipe de Castilla. La estatua aparece enmarcada por un templete, dispuesto sobre la tapa del sepulcro, que rodea la estatua, y en el que dos columnas y un arco sostienen el dosel que cubre la cabeza del infante. A pesar de que el estilo del templete es gótico, se advierten en él influencias mudéjares.[24]​La estatua que representa al infante mide 2,17 metros, lo cual se asemeja a la realidad del representado, pues en 1897, cuando fue examinada la momia del infante, pudo advertirse que su estatura rozaba los dos metros de altura, por lo que en vida debió medir más de dos metros.[25]​La cabeza del infante Felipe reposa sobre tres almohadones, y aparece cubierta con un bonete. El infante aparece vistiendo bata interior azul, túnica granate adornada con castillos y águilas, manto de corte rojo y sujeto sobre el pecho con trabillas y cordones. El manto lleva una cenefa en la que aparecen los motivos heráldicos del infante Felipe, castillos y águilas. A los pies del infante aparece un perro, a cuyos pies aparecen dos conejos, sujeto mediante una cinta adornada con los motivos heráldicos del infante. La pierna derecha del infante descansa sobre la otra. Con la mano derecha el infante aparece empuñando su espada, mientras que con la izquierda aparece sosteniendo un halcón. En total, en el sepulcro aparecen esculpidos 45 escudos, de los que 23 son las armas del infante, mientras que los 22 restantes son los de la Orden del Temple, cuyo emblema es una cruz roja. En el borde exterior de la tapa aparecen esculpidos otros 42 escudos, veintiuno en los que aparecen los motivos heráldicos del infante, y otros veintiuno con la cruz roja de la Orden del Temple. El sepulcro del infante descansa sobre cuatro leones y dos bichas.[26]​En la cabecera de la tapa del sepulcro aparece esculpida una inscripción en latín, que carece de algunos fragmentos, y cuya traducción al castellano vendría a ser:


"El año 1312 de la era cristiana, en las calendas del mes de diciembre, vigilia de San Saturnino, murió el Infante Don Felipe, varón nobilísimo, hijo del Rey D. Fernando, cuya sepultura es hispánica, cuya alma descansa en paz. Amén. El hijo pues yace aquí, en la Iglesia de Santa María de Villasirga, cuya alma sea encomendada al Dios omnipotente y a todos los santos. Digan todos un Padrenuestro...un Ave María..." [27]


El sepulcro que contiene los restos del infante Felipe fue abierto en numerosas ocasiones, por visitantes que dejaron documentos en el interior del mismo, y en los que se acreditaba la apertura del sepulcro. Así, consta que el sepulcro fue abierto por García Manrique en 1497; por los condes de Villasirga en 1702; por el coronel de Guardias Valonas Pedro Cano en 1711; por el cirujano Vicente Varela, cumpliendo órdenes de Fernando VII, en 1815; por otros condes de Villasirga, en 1736; por el doctor Balcázar, médico de los benedictinos de Frómista, en 1739; por unos frailes curiosos en 1742; por el conde de Alcolea y Villalcázar, en 1861; por el marqués de Vallejo en 1865; por el intendente provincial en 1840, y cuatro años más tarde, en 1844, por el mismo, para llevar a la corte la capa del infante Felipe por orden de la reina Isabel II de España; por M. Meifredes en 1857 y, por la Comisión de Monumentos de la provincia en 1897 y en 1927. El obispo palentino Andrés de Bustamante ordenó, a mediados del siglo XVIII, colocar una cerradura en el sepulcro, dejando de ello testimonio el padre Enrique Flórez, en su obra Memorias de las Reinas Católicas.[28]

La mayor parte de la capa del infante Felipe de Castilla se conserva en el Museo Arqueológico Nacional, después de que en el año 1844, la capa del infante, junto con otra serie de restos textiles procedentes de los sepulcros del infante y de su esposa, fuera llevada al Palacio Real de Madrid por orden de la reina Isabel II de España.[29]​Varios trozos de la capa del infante Felipe se encuentran repartidos por diferentes museos de todo el mundo. Se conservan trozos de la capa en el Victoria and Albert Museum de Londres, en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, en el Cooper Union Museum for the Arts of Decoration de Nueva York, en el Museo de la Cámara de Comercio y de Industria de Lyon, en el Art Institute of Chicago, y en el Museo Real de Arte e Historia de Bruselas.[30]

Matrimonios y descendencia del infante Felipe de Castilla

El infante Felipe de Castilla contrajo matrimonio por primera vez en 1258, con la princesa Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV de Noruega, aunque la princesa falleció en la ciudad de Sevilla en 1262, sin haber dejado descendencia, y fue sepultada en la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, de la que fue abad el infante Felipe antes de renunciar a sus cargos eclesiásticos.[31]

Viudo de su primera esposa, el infante Felipe contrajo un segundo matrimonio con Inés Rodríguez Girón, hija de Rodrigo González Girón, señor de Frechilla, Cisneros y Autillo de Campos, y mayordomo mayor de Fernando III el Santo, y de su segunda esposa, Teresa López de Haro. Su segunda esposa falleció en 1265 y fue sepultada en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga,

El infante Felipe de Castilla contrajo un tercer matrimonio con Leonor Rodríguez de Castro, hija de Rodrigo Ponce de Castro, señor de Cigales, Mucientes y Santa Olalla, y de su esposa, Leonor González de Lara. Fruto del tercer matrimonio del infante Felipe nació un hijo:

  • Felipe de Castilla y Rodríguez de Castro. Falleció en la infancia, siendo sepultado en el Convento de San Felices de Amaya, situado en la provincia de Burgos, actualmente en estado ruinoso, perteneciente a la Orden de Calatrava, y en el que también recibió sepultura su madre.[32]


El genealogista e historiador José Pellicer de Ossau dejó constancia en su obra de la existencia de otra hija nacida de la unión del infante Felipe con su tercera esposa, aunque Luis de Salazar y Castro desmiente dicha filiación: [33]


Fruto de diversas relaciones extramatrimoniales, el infante Felipe tuvo varios hijos con mujeres de las que se desconoce el nombre:

  • Fernando Alfonso
  • Alfonso Fernández (¿1263?-1284). Desempeñó durante un tiempo el cargo de Mayordomo mayor de su tío, Alfonso X el Sabio.
  • Beatriz Fernández

Notas

  1. VV.AA. (1988). Excma. Diputacion Provincial de Palencia, Departamento de Cultura, ed. Jornadas sobre el Gótico en la provincia de Palencia. p. 18. ISBN 8486844045. 
  2. Ibañez de Segovia Peralta y Mendoza, Gaspar; Marqués de Mondejar (1777). «III». En Joachin Ibarra, ed. Memorias historicas del Rei D. Alonso el Sabio i observaciones a su chronica. Madrid. p. 277. 
  3. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IV». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 125. ISBN 84-344-6758-5. 
  4. Del Arco y Garay, Ricardo (1954). «XIV». En Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ed. Sepulcros de la Casa Real de Castilla. Madrid. p. 213. 
  5. a b Sánchez Mantero, Rafael (2005). Fundación el Monte, ed. La Universidad de Sevilla, 1505-2005: V centenario. Sevilla. pp. 4-6. ISBN 84-8455-139-3. 
  6. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IV». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 125. ISBN 84-344-6758-5. 
  7. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IV». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 127. ISBN 84-344-6758-5. 
  8. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IV». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 127. ISBN 84-344-6758-5. 
  9. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IV». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 127. ISBN 84-344-6758-5. 
  10. Sánchez Mantero, Rafael (2005). Fundación el Monte, ed. La Universidad de Sevilla, 1505-2005: V centenario. Sevilla. p. 6. ISBN 84-8455-139-3. 
  11. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «VIII». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 217. ISBN 84-344-6758-5. 
  12. Ibañez de Segovia Peralta y Mendoza, Gaspar; Marqués de Mondejar (1777). «III». En Joachin Ibarra, ed. Memorias historicas del Rei D. Alonso el Sabio i observaciones a su chronica. Madrid. p. 277. 
  13. Sánchez de Mora, Antonio (2004). «Nuño González de Lara: "El más poderoso omne que sennor ouiese e más honrado de Espanna"». Historia, instituciones, documentos (Sevilla: Universidad de Sevilla). Universidad de Sevilla: Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas (31): 637. ISSN 0210-7716. Consultado el 30 de marzo de 2010. 
  14. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IX». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. pp. 241-243. ISBN 84-344-6758-5. 
  15. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IX». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. p. 248. ISBN 84-344-6758-5. 
  16. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «I». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. pp. 22-23. ISBN 84-344-6758-5. 
  17. Ibañez de Segovia Peralta y Mendoza, Gaspar; Marqués de Mondejar (1777). «VIII». En Joachin Ibarra, ed. Memorias historicas del Rei D. Alonso el Sabio i observaciones a su chronica. Madrid. p. 285. 
  18. González Jiménez, Manuel (octubre de 2004). «IX». Alfonso X el Sabio (1ª edición). Barcelona: Editorial Ariel S. A. pp. 269-270. ISBN 84-344-6758-5. 
  19. Sánchez de Mora, Antonio (2004). «Nuño González de Lara: "El más poderoso omne que sennor ouiese e más honrado de Espanna"». Historia, instituciones, documentos (Sevilla: Universidad de Sevilla). Universidad de Sevilla: Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas (31): 641. ISSN 0210-7716. Consultado el 30 de marzo de 2010. 
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Enlaces externos

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