Atahualpa

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Atahualpa
Ata Wallpa
Inca del Tahuantinsuyo
13° Cápac Inca
1532 - 1533
Predecesor Huáscar
Sucesor Ninguno
(Túpac Hualpa, Inca nombrado por los españoles)

Inca del Tahuantinsuyo
1532 - 1533
Predecesor Huáscar
Sucesor (Fin del Tahuantinsuyo)
Información personal
Nombre completo Atahualpa
Nacimiento 1500
Lugar de nacimiento discutido
Caranqui, Cuzco o Quito
Fallecimiento 26 de julio de 1533
Plaza de Armas de Cajamarca
Cajamarca, Perú
Familia
Dinastía Hanan Cuzco
Padre Huayna Cápac
Madre Posibles madres:
Tocto Ocllo Coca
Paccha Duchicela
Túpac Palla
Hijos Puca Cisa (Flor Roja), Huallpa Cápac, Diego Ilaquita, Francisco Ninacuro (Gusano de Fuego), Juan Quispe Túpac, Francisco Túpac Atauchi, Carlos, Felipe, María e Isabel

Atahualpa (quechua: Ata-wallpa 'gallo'[1]​) fue el décimo tercer soberano inca, y pese a que tuvo sucesores nombrados por los españoles, es considerado como el último gobernante del Imperio inca.

Cuando falleció su padre Huayna Cápac y se coronó inca su hermano Huáscar en el Cuzco, Atahualpa se hallaba en Quito, al mando del ejército incaico del Norte y a cargo del gobierno de esa región, aunque subyugado al Cuzco. Entre ambos hermanos se suscitaron una serie de disputas, que desembocaron en la sangrienta Guerra civil incaica.[2]

Tras una larga campaña, Atahualpa logró vencer a Huáscar en 1532 en una batalla librada cerca del Cuzco.[3]​ Se hallaba en Cajamarca, en camino al Cuzco para coronarse inca, cuando recibió la visita de la hueste española al mando de Francisco Pizarro. Mediante un ardid de guerra, los españoles capturaron al inca en la plaza de Cajamarca, el 16 de noviembre de 1532.[4]​ Atahualpa ofreció pagar por su libertad dos habitaciones llenas de plata y una llena de oro, lo que aceptó Pizarro. Mientras se iba juntando el tesoro, los españoles temieron un ataque indígena y decidieron deshacerse del inca, al cual sometieron a juicio, acusándole de traición, de conspiración contra la corona española, y de asesinar a Huáscar.[5]​ Fue sentenciado a muerte y ejecutado por estrangulamiento.[6]

Origen

Existen dudas sobre el lugar de origen de Atahualpa.[7]​ El cronista-soldado Pedro Cieza de León, de acuerdo a las investigaciones que hizo entre los miembros de la nobleza incaica del Cuzco, afirma que Atahualpa era mayor que Huáscar y cuzqueño como él. Asimismo, dice que su madre se llamaba Tupa Palla y que pertenecía al linaje inca de Quilaco,[8]​ negando cualquier origen quiteño o caranqui.[9]​ El cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti[10]​ y el español Bernabé Cobo,[11]​ también afirman que Atahualpa nació en el Cuzco. Pero mientras que Cobo dice que la madre se llamaba Tocto Ocllo,[11]​ Santa Cruz Pachacuti lo menciona como Tocto Ocllo Coca.[10]​ Por su parte, Juan de Betanzos, dice que la madre de Atahualpa era una «señora del Cuzco», llamada Palla Coca, que era del linaje de Ynga Yupangue (Pachacútec).[12][13]

El mestizo Inca Garcilaso de la Vega es el principal cronista que afirma el origen quiteño de Atahualpa, asegurando que su madre era la hija del rey de Quito, heredera de dicho supuesto reino.[14]​ Otros cronistas como Pedro Pizarro, Agustín de Zárate, Pedro Gutiérrez de Santa Clara y Francisco López de Gómara, afirman también que la madre era una princesa quiteña, dando por sobreentendido que Atahualpa nació en Quito. Es necesario señalar que ninguno de estos cronistas menciona el nombre de dicha princesa. Posteriormente, en el siglo XVIII, el padre Juan de Velasco, usando como fuente una supuesta obra de Marcos de Niza (que nunca ha sido encontrada), recopiló una serie de mitos y leyendas que hablan de la existencia de un hipotético reino de Quito, formado por la etnia de los shyris o scyris, antes de su conquista por los incas.[15]​ En esa obra es donde se consigna la lista de los reyes de Quito, el último de los cuales, Cacha Duchicela, habría sido el curaca derrotado y muerto por el inca Huayna Cápac. De acuerdo a la misma leyenda, Paccha, la hija de Cacha Duchicela, se desposó con Huayna Cápac, y de esa unión nació Atahualpa, como hijo legítimo.[16]​ Sin embargo, diversos historiadores como el peruano Raúl Porras Barrenechea y el ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño han rechazado la leyenda de los reyes shyris por carecer de fundamento histórico y arqueológico.[15]

La mayoría de historiadores peruanos sostienen que, de acuerdo a las crónicas más confiables (Cieza, Sarmiento, Betanzos, que tomaron sus informes de primera mano), Atahualpa nació en el Cuzco y su madre fue una princesa de linaje inca.[17]​ Consideran que la versión de su origen quiteño fue inventada por el bando huascarista, para mostrarlo ante los españoles como un usurpador y bastardo. Asimismo, consideran que muchos cronistas, al interpretar de acuerdo a su concepción europea u occidental las costumbres políticas de los incas, construyeron la versión de la división del imperio entre los dos hijos de Huayna Cápac: Huáscar, el primogénito y heredero legítimo; y Atahualpa, el bastardo y usurpador. A decir de Rostworowski, ello es erróneo, ya que para los incas, el derecho al trono no se ceñía exclusivamente a la primogenitura, ni a la línea paterna (el hijo de la hermana del Inca podía también ser heredero), sino en otras consideraciones más prácticas, como la capacidad para el mando.[18]

Los historiadores ecuatorianos tienen opiniones enfrentadas al respecto. Algunos dicen que nació en Quito y otros que nació en Cuzco. Según Hugo Burgos Guevara, el hecho de que Túpac Yupanqui naciera en Vilcashuamán y su hijo Huayna Cápac en Tomebamba, parece indicar que Atahualpa pudo haber nacido en Quito, como parte de una política expansionista del Imperio y como una manera de reforzar una conquista de índole político-religiosa.[19]​ Otros historiadores ecuatorianos, como Enrique Ayala Mora,[20]​ consideran más probable que el nacimiento de Atahualpa haya ocurrido en Carangue o Caranqui, en la actual provincia de Imbabura, cantón Ibarra (Ecuador), basándose en datos de algunas crónicas, como la de Fernando de Montesinos[21]​ y la de Pedro Cieza de León (aunque este último menciona dicha versión para refutarla, a favor de la del Cuzco).[9]​ Sin embargo, faltan todavía más evidencias que confirmen esta tesis.[22]

La siguiente tabla muestra versiones de varios cronistas:

Cronista Origen Detalles a favor o en contra
Juan de Betanzos[23] Cuzqueño Dice que a la edad de 13 años, Atahualpa salió de Cuzco con su padre, dejando en dicha ciudad a Huáscar. Este cronista dominaba el idioma quechua y se casó con Cuxirimay Ocllo o Angelina Yupanqui, la prima y prometida de Atahualpa.[24]
Pedro Cieza de León[8] Cuzqueño Desmiente la versión del origen quiteño de Atahualpa, basándose en testimonios orales de nobles incas, asegurando que era del Cuzco, al igual que Huáscar. Rechaza también la existencia de un reino de Quito. Las crónicas de este autor son bastante confiables; ha sido llamado el «príncipe de los cronistas españoles».
Francisco López de Gómara[25] Quiteño Solo dice que la madre de Atahualpa era quiteña. Este autor nunca estuvo en el Perú y solo reproduce información de otros cronistas.[26]
Pedro Sarmiento de Gamboa[27] Cuzqueño Dice que Atahualpa tuvo buenas relaciones con los nobles cuzqueños y que su madre fue Tocto Coca del linaje Hatun Ayllu. Este cronista suele estar bien informado, pues consultó personalmente a los nobles cuzqueños.[7]
Inca Garcilaso de la Vega[14] Quiteño Afirma que su madre era la princesa heredera del reino de Quito, y que nació allí. Pero la exactitud histórica de su obra actualmente está cuestionada.[28]
Felipe Guamán Poma de Ayala[29] ? Dice que Atahualpa era un auquicona (príncipe) bastardo y que su madre era de la etnia de los chachapoyas (norte del actual Perú). Pero la información de su obra suele ser confusa y contradictoria.
Juan de Santa Cruz Pachacuti[10] Cuzqueño Cronista de raza indígena y conocedor del idioma quechua, menciona que la madre de Atahualpa fue la ñusta (princesa inca) Tocto Ocllo Coca, y que su nacimiento ocurrió en el Cuzco, antes que Huayna Cápac viajara al norte.
Bernabé Cobo[11] Cuzqueño Dice que Atahualpa nació en el Cuzco y que su madre era la ñusta Tocto Coca. Este autor escribió en el siglo XVII y recopila información que a su juicio es más confiable.
Agustín de Zárate[30] Quiteño Afirma que su madre era quiteña, dando por sobreentendido que nació en Quito.
Miguel Cabello Balboa[31] Cuzqueño Dice que cuando Huayna Cápac hizo su último viaje de Cuzco a Quito, llevó consigo a Atahualpa, pues la madre de este había ya fallecido, dando así por sobreentendido que nació en el Cuzco.
Juan de Velasco[32] Quiteño Basándose en leyendas de nula confiabilidad histórica, nombra a la madre de Atahualpa como Paccha, supuesta princesa shyri de Quito y una de las cuatro esposas legítimas de Huayna Cápac. Es, además, un autor muy tardío (siglo XVIII).[15]

Infancia y juventud

Archivo:Inca atahuallpa.jpg
Inca Atahuallpa (Detalle de la obra "La Dinastía de los Incas"). Casa Nacional de Moneda de Potosí.

Las crónicas más confiables (Cieza,[8]​ Sarmiento[27]​ y Betanzos[12]​) coinciden en que, durante su infancia, Atahualpa estuvo con su padre Huayna Cápac en el Cuzco, donde recibió la educación que le correspondía en su condición de noble. Al comenzar su adolescencia, pasó por el rito de iniciación del warachikuy.[17]​ Luego, junto con su hermano Ninan Cuyuchi, acompañó a su padre en la marcha apresurada a las provincias del norte del imperio (región de Quito), al frente del ejército incaico, cuando llegó la noticia de una rebelión de caranquis y cayambis. Quedaron en el Cuzco cuatro gobernadores, entre ellos Huáscar, otro de los hijos de Huayna Cápac.[33]

Atahualpa acompañó a su padre en Quito durante más de diez años, ayudándole a sofocar las rebeliones y a conquistar nuevas tierras,[34]​ contando con el apoyo de hábiles generales incas, como Calcuchimac y Quisquis. De esa manera, aprendió las tareas del gobierno y ganó prestigio por el valor que desplegaba en las acciones bélicas.[17]

Los cronistas describen a Atahualpa como alguien de «vivos razonamientos y con mucha autoridad».[35][36]

Entronización

Grabado adornado que ilustra un retrato de Atahualpa.

En 1525 Huayna Cápac murió en Quito de una enfermedad desconocida, posiblemente la viruela.[37]​ Lo mismo sucedió en Tomebamba con Ninan Cuyuchi, que había sido designado como heredero del imperio. La epidemia de viruela llegó también a Cuzco y mató a dos de los cuatro correinantes del Cuzco. Uno de los sobrevivientes fue Huáscar, que se convirtió en el preferido de los cuzqueños para asumir el gobierno, siendo finalmente entronizado.[38]

Atahualpa permaneció en el norte del imperio y pidió a su hermano Huáscar que le nombrara incap rantin (gobernador) de Quito, lo que debió ocurrir entre 1527 y 1528. Por ello, es falsa esa versión que afirma que, a la muerte de Huayna Cápac, el imperio se dividió entre sus dos hijos. En realidad, Atahualpa se mantuvo inicialmente sujeto al gobierno del Cuzco y Huáscar le encargó el mando de una campaña militar para someter a los huancavilcas y a los punaneños, que se negaban a pagar tributos.[39]

Prontamente, Huáscar fue víctima en el Cuzco de un golpe de estado fallido.[39]​ Esta acción hizo que se volviera desconfiado, llegando incluso a torturar y matar a los nobles incas que trajeron al Cuzco la momia de Huayna Cápac, acusándoles infundadamente de sedición.[40]​ Dichos nobles eran miembros de la panaca de los Hanan Cuzco, lo que motivó que este importante segmento de la nobleza inca se enemistara con Huáscar. Éste quiso entonces pasarse al bando de los Hurin Cuzco, rival de los Hanan Cuzco. Pero la más grave disidencia vendría del norte.[41]

Preocupado por la estrecha relación de Atahualpa con el poderoso ejército norteño, Huáscar le ordenó ir a Cuzco. Los generales norteños convencieron a Atahualpa de que no fuera, ya que si lo hacía corría el riesgo de ser ejecutado. Atahualpa envió emisarios con obsequios para convencer a su hermano de que tenía buena fe, pero este los tomó como afrenta. Los emisarios fueron torturados y enviados de regreso ante Atahualpa, con regalos infamantes (vestidos y joyas de mujer). Atahualpa se enojó ante tal ofensa y emprendió la marcha al Cuzco con las veteranas legiones quiteñas al mando de Quisquis y Calcuchimac. Huáscar envió a su propio ejército al norte, iniciándose así la cruenta guerra civil inca.[42]

La guerra civil incaica

Atahualpa contó con el apoyo de los viejos generales de su padre, Quisquis y Calcuchimac, y de los soldados del ejército incaico del norte, a quienes se les denomina de manera genérica como quiteños.[43]​ También le apoyaron varios pueblos del norte del imperio incaico (pastos, carangues y cayambes), deseosos de vengarse por las masacres cometidas por los cuzqueños años atrás, durante la guerra de conquista incaica.[40]​ Mientras que Huáscar contaba con el ejército incaico del Cuzco y sus aliados del sur del imperio, siendo sus fuerzas más numerosas; sin embargo, debido a las intrigas de los nobles cuzqueños descontentos con Huáscar, en el transcurso de la guerra varios de los jefes huascaristas se fueron pasando al bando contrario, equilibrando así la situación.[43]

Las versiones de los cronistas sobre el desarrollo de dicha guerra son diversas y contradictorias. Dichas fuentes mencionan hasta quince batallas.[44]

Según el cronista Pedro Pizarro, Huáscar envió al norte un ejército que sorprendió a Atahualpa en Tomebamba, derrotándolo. Capturado Atahualpa, fue encerrado en un tambo, pero logró fugar; más tarde, él mismo difundió la leyenda de que su padre el Sol lo había ayudado en la huida convirtiéndole en serpiente, por lo que pudo deslizarse por un pequeño agujero. Durante ese cautiverio, Atahualpa perdió una oreja y por eso empezó a usar una manta sobre la cabeza atada al mentón, para ocultar la mutilación. Otro cronista, Miguel Cabello Valboa, considera inverosímil la prisión de Atahualpa, pues cree que de haber caído en manos de los huascaristas, estos lo habrían ejecutado de inmediato.[42]

Atahualpa se dirigió a Quito, donde reunió un gran ejército. Atacó enseguida a Tomebamba, derrotando a sus defensores y destruyéndola. Luego bajó hacia la costa, arrasando todo lo que se le oponía a su paso. Así llegó a Tumbes, desde donde planeó el asalto de la isla Puná, en balsas de guerra. Pero en plena operación naval resultó herido en una pierna y debió volver a tierra firme. Su retirada fue aprovechada por los punaeños para atacar Tumbes, a la que arrasaron totalmente, y así la encontrarían los españoles, a principios de 1532.[45]

Retrato de Atahualpa, descrito como un tirano bastardo.

Desde el Cuzco se produjo la ofensiva de los huascaristas al mando del general Atoc, quien derrotó a Atahualpa en la batalla de Chillopampa. Pero los generales atahualpistas reaccionaron rápidamente y reunieron a sus tropas dispersas, contraatacando a Atoc, quien sufrió una contundente derrota en Mulliambato. Capturado Atoc, sufrió la muerte en medio de refinados tormentos.[46]

Las fuerzas atahualpistas fueron obteniendo una seguidilla de triunfos, debido a la habilidad estratégica de Quisquis y Calcuchimac. Atahualpa empezó su avance hacia el Cuzco, pero de manera lenta, y estando en Marcahuamachuco, envió un emisario a consultar el oráculo de la huaca Catequil, quien le vaticinó que tendría un mal fin. Furioso Atahualpa por esa respuesta, marchó personalmente al santuario y mató con su propias manos al sacerdote, un anciano de más de cien años; luego ordenó destruir el templo.[47]​ Fue en esa estancia en Huamachuco cuando Atahualpa recibió un mensaje del curaca tallán Maizavilca (de la costa de Piura), informándole de la presencia de los españoles en sus dominios.[48]

Huáscar nombró como nuevo jefe de su ejército a Huanca Auqui, quien fue derrotado por Quisquis y Calcuchimac en Cusipampa y en Cochahuaila, debiendo retroceder hasta Bombón, donde sufrió otra derrota. Otro triunfo de los atahualpistas se dio en Yanamarca, en el valle del Mantaro. Huáscar nombró entonces como nuevo general a Mayta Yupanqui, pero su situación adversa no revirtió.[44]

Mientras sus generales continuaban la marcha victoriosa hacia el Cuzco, Atahualpa optó por ir a Cajamarca, a tomar los baños termales de Pultumarca (actual Baños del Inca); según el cronista Pedro Cieza de León, tomó esa decisión al enterarse de la presencia de los españoles en Tumbes y Piura, a quienes invitó a venir a su encuentro.[49]

Mientras tanto, los generales Quisquis y Calcuchimac continuaron la campaña contra Huáscar. El incontenible avance de los atahualpistas convenció a Huáscar de salir del Cuzco para personalmente conducir sus tropas, que contaban con fuerzas aliadas del Contisuyu y Collasuyo. Las batallas finales se libraron en los alrededores de Huanacopampa o Cotabamba, cerca del Cuzco. Huáscar fue derrotado y capturado, siendo tratado de manera muy cruel. Las tropas de Quisquis y Calcuchimac tomaron la ciudad del Cuzco, donde en medio de atroces torturas fueron exterminados los miembros de la familia de Huáscar y de otras panacas cuzqueñas.[50]​ En 1533, estando preso por los conquistadores españoles, Atahualpa ordenó la ejecución de Huáscar por temor a que los españoles le devolvieran el trono.[51]

El embajada española

Entrada a las fuentes termales de los Baños del Inca.

Cuando los españoles al mando de Francisco Pizarro llegaron a la ciudad de Cajamarca, Atahualpa se hallaba en Pultumarca (actual Baños del Inca), a media legua de la ciudad, con sus tropas acampadas. Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con 20 jinetes y el intérprete Felipillo hacia el inca para avisarle que lo estaba esperando en Cajamarca, atendiendo la invitación que le había hecho. Al ver Francisco Pizarro desde lo alto de una edificación el impresionante campamento del inca, temió que sus hombres sufrieran una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte encabalgados más y el intérprete Martinillo.[52]

Tras cruzar el inmenso campamento inca, Soto primero, y luego Hernando Pizarro, llegaron ante el palacete del Inca. A través de los intérpretes, los españoles inquirieron la presencia del Inca, pero este demoró en salir, a tal punto que inquietó a Hernando Pizarro, quien ofuscado, vociferó a su intérprete: «¡Decidle al perro que salga...!»[53]

Al fin, se animó a salir Atahualpa, sentándose sobre un banco a la entrada de su palacete, tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta. Los españoles le transmitieron la invitación de Pizarro de que fuera a Cajamarca. Atahualpa no respondió de inmediato, lo que nuevamente molestó a Hernando Pizarro. Hasta que finalmente Atahualpa ordenó correr la cortina y se dejó ver.[54]

El inca invitó a los españoles a tomar la chicha o licor de maíz, que fue servida en vasos de oro y plata, como señal de hospitalidad. Envalentonado Soto, se quiso lucir con su caballo; picó espuelas y se dirigió sobre el inca, como si fuera a atropellarlo, pero frenó a poca distancia. El inca no se inquietó en ningún momento, manteniendo la serenidad, aunque algunos de sus soldados mostraron temor, siendo por ello castigados.[55]

Atahualpa dio finalmente una respuesta a la embajada, advirtiendo que en ese momento no podía ir a Cajamarca porque se hallaba ayunando, pero prometió ir al día siguiente.[56]

Masacre y captura en Cajamarca

Óleo de Juan B. Lepiani que representa la captura de Atahualpa en Cajamarca.

Al día siguiente de la entrevista de Pultumarca (16 de noviembre de 1532), los españoles esperaron la llegada de Atahualpa, escondidos en los principales edificios incas de la plaza cajamarquina. Las fuerzas de Pizarro se hallaban divididas en dos escuadrones de caballería y dos de infantería. Sobre una pequeña fortaleza que dominaba la plaza se apostó el griego Pedro de Candía, con ocho o nueve arcabuceros, más un falconete o pequeño cañón.[55]

Atahualpa llegó sobre una litera cargada por sus servidores, acompañado con un séquito de 6.000 a 7.000 personas,[57]​ incluyendo bailarines, nobles y guardias. Al no encontrar a nadie en la plaza, el inca se sorprendió y preguntó dónde se hallaban los españoles. Uno de sus capitanes le dijo que se hallaban escondidos en los galpones, llenos de miedo.[58]

El plan de Atahualpa era capturar a todos los españoles y atarlos con sogas. Confiado en la abrumadora superioridad de su ejército, no creyó que sería necesario luchar con las armas; bastaba, a su parecer, con mostrar todo su poderío para que los españoles se rindieran. Por su parte, los españoles tramaron una celada para capturar al inca, aprovechando el factor sorpresa: a una señal dada, atacarían al inca y a su séquito conjuntamente con la caballería y la infantería. Pizarro, conocedor de otros episodios de la conquista española de América, sabía cuán importante era la captura del caudillo indígena para allanar el camino del triunfo.[59]

Estando en la plaza, Atahualpa vio que se le acercaban tres personas: uno de ellos era el fraile Vicente de Valverde; los otros eran el soldado español Hernando de Aldana y el intérprete indígena Martinillo. Valverde, con un breviario abierto en la mano, inició la ceremonia del Requerimiento, pidiendo al inca que aceptara el cristianismo como religión verdadera y se sometiera a la autoridad del rey Carlos I de España y del papa Clemente VII.[60]​ Atahualpa entendió el mensaje del fraile a través de la traducción de Martinillo; luego le pidió al fraile que le entregara el libro que tenía en las manos. Valverde le alcanzó el libro, al cual Atahualpa examinó, pero, al parecer, no le vio nada importante y lo arrojó lejos, demostrando gran desprecio. Luego, dirigiéndose al fraile, dijo encolerizado que los españoles le debían pagar por todo lo que habían robado de su imperio, en especial unas ropas que habían tomado de sus almacenes. El fraile, asustado, se alejó corriendo, seguido de Aldana y del indio intérprete, al tiempo que gritaba a Pizarro: «¡Qué hace vuestra merced, que Atabalipa está hecho un Lucifer!». Esta es la versión de Diego de Trujillo; otros cronistas ponen en boca de Valverde otras frases, cada una más encendida que la otra.[61]

Pizarro dio entonces la señal de ataque a sus tropas. Desde lo alto de la torre, Candía disparó su falconete; sonaron las trompetas, retumbaron los arcabuces y salió la caballería, atacando a los sorprendidos incas.[62]​ Los caballos fueron los que causaron más pánico a los indígenas, quienes no atinaron a defenderse y solo pensaron en huir de la plaza; tal era la desesperación, que formaron pirámides humanas para llegar a lo alto del muro que circundaba la plaza, muriendo muchos asfixiados por la aglomeración. Hasta que finalmente, debido a la tremenda presión, el muro se derrumbó, y por encima de los muertos aplastados, los sobrevivientes huyeron por la campiña. Tras ellos se lanzaron los jinetes españoles, dando alcance y matando a todos los que pudieron.[63]

Pintura que representa a Francisco Pizarro en el momento en que captura a Atahualpa, salvándolo de morir a manos de un soldado español.

Mientras sus soldados masacraban a los indígenas, Francisco Pizarro se dirigió hacia el inca, que seguía sobre su litera cargada por sus sirvientes; cuando estos eran muertos, otros cargadores de refresco se apresuraban a reemplazarlos. Así estuvieron largo rato; un español quiso herir al Inca de un cuchillazo, pero Francisco Pizarro se interpuso a tiempo, (lastimándose incluso la mano al hacerlo) y ordenó que «nadie hiera al indio so pena de la vida... ». Al fin cayó el anda y el Inca fue capturado, siendo llevado preso a un edificio, llamado Amaru Huasi.[64]

El cronista Francisco de Jerez calculó en 2.000 los muertos en Cajamarca, todos nativos, quienes durante la media hora que duró la masacre no se defendieron, por lo que a dicha carnicería es errónea llamarla «batalla».[65]​ Entre las víctimas se hallaba el señor de Chincha (que acompañaba a Atahualpa en su calidad de gran potentado del imperio), así como varios capitanes y nobles incaicos.[66]

Prisión

Estando prisionero en un edificio de Cajamarca, Atahualpa se mostraba desenvuelto, alegre y conversador con los españoles, aunque sin perder nunca su solemnidad de gran monarca. Sus captores le permitieron tener todas las comodidades, siendo atendido por sus servidores y sus mujeres. Le dejaron también que continuara administrando su imperio. En un patio adyacente a su prisión, numerosos curacas o caciques iban a esperar audiencia.[67]

Atahualpa cenaba y conversaba todas las noches con Francisco Pizarro, a través de un intérprete. Hizo también una gran amistad con Hernando Pizarro. Demostraba tener una inteligencia superior; hacía preguntas que admiraban a los españoles y profería dichos agudos. Aprendió ligeramente el idioma español y a escribir algunas palabras. El cronista Pedro Cieza de León afirma que también aprendió a jugar ajedrez,[36]​ pero Felipe Guamán Poma de Ayala dice que se trataba de la taptana, un juego de mesa inca.[68]

En una de esas conversaciones, Pizarro se enteró que Huáscar, el hermano y rival de Atahualpa, estaba vivo y prisionero de los atahualpistas, en las cercanías del Cuzco. Pizarro hizo prometer a Atahualpa que no mataría a su propio hermano y rogó que lo trajera a Cajamarca sano y salvo. Atahualpa ordenó entonces a sus capitanes que le trajeran a Huáscar, pero este resultó asesinado en el trayecto por sus propios custodios. Se presume que Atahualpa, temeroso de que su hermano se entendiese con los españoles, ordenó su muerte. Interrogado por Pizarro, Atahualpa negó en todo momento haber sido el responsable de ese crimen, que achacó a sus capitanes.[69]

Pago del rescate

El Cuarto del Rescate (Cajamarca), habitación donde supuestamente estuvo prisionero Atahualpa.

Atahualpa se dio cuenta que los metales preciosos tenían para los españoles un gran valor. Se le ocurrió entonces ofrecerles una gran cantidad de oro y plata a cambio de su libertad. Su propuesta asombró a los españoles: ofreció llenar con piezas de oro la sala donde se hallaba, hasta donde alcanzara su mano alzada; y dos veces la misma sala, con objetos de plata. La sala, conocida ahora como el Cuarto del Rescate, medía 22 pies de largo y 17 de ancho, según datos transmitidos por el cronista Francisco de Jerez. Atahualpa prometió reunir toda esa cantidad de metales preciosos en un plazo de dos meses. Pizarro aceptó y se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante escribano.[70]

De inmediato se mandó la orden a todo el imperio inca de que enviasen la mayor cantidad posible de oro y plata a Cajamarca. En los días siguientes fueron llegando los primeros cargamentos. Para acelerar el acarreo, fueron enviados sendos contingentes de españoles a Pachacámac y al Cuzco.[71]

Los españoles, ansiosos por repartirse el rescate, no esperaron a que se llenaran las habitaciones y en mayo de 1533 empezaron a fundir las piezas de oro y plata, a excepción del trono o sitial del inca, que quedó en poder de Francisco Pizarro.[72]

El 17 de junio de 1533, culminada la fundición, Pizarro ordenó por bando el reparto del botín. Al día siguiente presidió dicho reparto.[73]​ La suma total del oro fue de 1.326.539 pesos de oro. El total de plata fundida se valorizó en 51.610 marcos de plata. Cada uno de los españoles de Cajamarca, desde los capitanes hasta los soldados de a pie, recibieron una fortuna.[72]

Proceso

Terminado el reparto del rescate, quedó pendiente el cumplimiento de la promesa dada por los españoles a Atahualpa. Pero todo indica que Pizarro nunca tuvo en sus planes dejar en libertad al inca. La situación de los españoles era angustiosa, pues se temía un ataque indígena. Por entonces, llegó a Cajamarca el socio de Pizarro, Diego de Almagro, al frente de una hueste de 150 españoles, quien al saber que no recibiría nada del rescate, presionó para eliminar al inca y continuar la marcha hacia el sur, en búsqueda de nuevos emporios de riqueza. La mayoría de los españoles eran de la misma opinión, a excepción de dos capitanes importantes: Hernando Pizarro y Hernando de Soto, que se convirtieron en acérrimos defensores de la vida de Atahualpa. Francisco Pizarro alejó a ambos, para poder llevar a cabo su plan de deshacerse de Atahualpa sin obstáculos. Envió a su hermano Hernando comisionado para llevar el Quinto Real a España; a Hernando de Soto lo envió al mando de un nutrido contingente hacia Huamachuco, con la misión de someter a los indios que hallara en pie de guerra. Alejados pues, ambos capitanes, Pizarro abrió un proceso al inca, con la finalidad de justificar la sentencia de muerte que le tenía reservada.[74]

El tribunal que juzgó a Atahualpa fue un consejo de guerra. Lo presidió el mismo Francisco Pizarro, y probablemente lo integraron el escribano Pedro Sancho de la Hoz, el tesorero Alonso de Riquelme, el alcalde mayor Juan de Porras, el fraile Vicente de Valverde y algunos capitanes como Diego de Almagro, Pedro de Candía, Juan Pizarro y Cristóbal de Mena. También estuvo presente un fiscal y un defensor del reo y se citaron diez testigos. El juicio fue sumario y se inició el 25 de julio de 1533, culminando al amanecer siguiente.[75]​ Se sospecha que las respuestas de Atahualpa, como las declaraciones de los testigos, fueron amañadas y modificadas por el intérprete tumbesino Felipillo, quien tenía un odio personal hacia el inca.[76][77]

Según el Inca Garcilaso de la Vega, las preguntas que se formularon durante el proceso fueron las siguientes:[77]

¿Qué mujeres había tenido Huayna Cápac? ¿Si Huáscar era hijo legítimo y Atahualpa bastardo? ¿Si Huayna Cápac había tenido otros hijos fuera de los citados? ¿Cómo había llegado Atahualpa a adueñarse del Imperio? ¿Fue Huáscar declarado heredero de su padre o lo destituyó éste? ¿Cuándo y cómo tuvo lugar la muerte de Huáscar? ¿Atahualpa forzaba a sus súbditos a sacrificar a sus dioses mujeres y niños? ¿Habían sido justas las guerras que movió Atahualpa, pereciendo en ellas mucha gente? ¿Habían derrochado las riquezas del Imperio? ¿Favoreció a sus parientes en estos derroches? ¿Hallándose preso, dio órdenes para que se diese muerte a los españoles?

Atahualpa fue hallado culpable de idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e incesto y fue condenado a morir quemado en la hoguera. La sentencia se dio el 26 de julio de 1533 y para ese mismo día se programó su ejecución. Atahualpa, que no entendía de qué lo acusaban, solicitó hablar en privado con Pizarro, pero este se negó.[78]

El historiador José Antonio del Busto considera que Pizarro se vio presionado por las circunstancias a firmar la sentencia de muerte y cita el testimonio del cronista Pedro Pizarro (sobrino y paje del conquistador), que en su crónica dice: «yo vi llorar al Marqués [Francisco Pizarro] de pesar de no poderle dar la vida.»[76]

Muerte

Ejecución de Atahualpa, según grabado del siglo XIX.

En la noche del mismo 26 de julio, Atahualpa fue sacado de su celda y llevado al centro de la plaza de Cajamarca, donde se hallaba clavado un tronco. Allí, rodeado de los soldados españoles que portaban antorchas y del cura Valverde, fue puesto de espaldas al tronco y luego atado fuertemente, mientras que a sus pies eran arrimados leños. Un español se acercó con una tea encendida.[79]​ Atahualpa se inquietó al ver que sería quemado, pues de acuerdo a la cosmovisión inca, su cuerpo debía ser embalsamado para lograr su resurrección en el otro mundo, lo cual no sería posible si era consumido por las llamas.[80]​ De modo que entabló un diálogo con Valverde, quien le ofreció como alternativa ser bautizado como cristiano y luego ahorcado; de esa manera su cuerpo sería enterrado. Atahualpa aceptó, siendo bautizado allí mismo, con el nombre cristiano de Francisco (o Juan, según otra versión). Luego se le enrolló una soga al cuello ajustándola al tronco, y aplicando un torniquete, se procedió a su estrangulación.[81][82]

Exequias

Al día siguiente de la ejecución, el cuerpo de Atahualpa fue retirado de la picota y llevado con gran ceremonial a la iglesia para rezarle los oficios de los difuntos y darle cristiana sepultura.[83]

Los funerales del inca, pintura de Luis Montero que representa a Atahualpa muerto.

El cadáver fue depositado en un catafalco, delante del altar mayor y los religiosos españoles (entre ellos Valverde) cantaron las preces del rito. En la iglesia se hallaban todos los españoles, incluyendo el gobernador Pizarro, que estaba vestido de riguroso luto, por tratarse de los funerales de un rey. Todos rezaron ante el muerto, y estando en pleno ceremonial, sucedió algo que causó asombró a los españoles, según lo relata el cronista-soldado Miguel de Estete: un grupo de mujeres, que eran las hermanas, esposas y criadas de Atahualpa, entraron en la iglesia y se ofrecieron a enterrarse vivas con el monarca muerto, ya que esa era la costumbre que se estilaba durante los funerales de un inca. A lo que los españoles respondieron que Atahualpa había muerto como cristiano y que esa costumbre que querían hacer era contraria a las doctrinas de la cristiandad. Pero las mujeres no entendieron razones y empezaron a morderse las muñecas, a desgarrarse los pechos, y estando así, desangradas, se ahorcaron con sus cabellos. Fue necesario que Pizarro saliera de la iglesia para poner orden y evitar que se produjeran más suicidios.[84]

Atahualpa fue enterrado en la iglesia de Cajamarca, pero unos días después su cadáver desapareció. Probablemente sus súbditos se llevaron el cuerpo para momificarlo y enterrarlo en algún lugar desconocido. La creencia popular dice que, al conservarse su momia, se mantiene la esperanza de su retorno.[80]

Tras la muerte de Atahualpa muchas etnias huascaristas que hasta entonces estaban dominadas por el imperio inca se sublevaron e intentaron recuperar su independencia.[51]​ Los incas partidarios de Huáscar, encabezados por Manco Inca (otro de los hijos de Huayna Cápac), se unieron a los españoles para derrotar a Calcuchimac, Quisquis y los partidarios supervivientes de Atahualpa.[85]

Descendencia

De acuerdo a diversos documentos de la época colonial, Atahualpa tuvo numerosos hijos, tanto en sus esposas como en sus concubinas, pero solo se ha podido individualizar a unos cuantos.[86]​ El cronista Juan de Velasco afirma que su primera mujer fue Mama Cori Duchicela, que era su hermana, con la que tuvo a su primogénito Huallpa Cápac.[87]​ Según el mismo cronista, Huallpa Cápac, todavía de tierna edad, sucedió a su padre en el trono de Quito, hasta que el general inca Rumiñahui usurpó el reino y mató a todos los hijos de Atahualpa.[88]

Sin embargo, investigaciones modernas realizadas por Marcos Jiménez de la Espada, han determinado que varias de las mujeres de Atahualpa, así como once de sus hijos, se refugiaron en la región de los Yumbos, al oeste de Quito, donde los descubrió Sebastián de Benalcázar, el conquistador de Quito, quien los tomó bajo su protección. Otra fuente, investigada por el historiador ecuatoriano Federico González Suárez, menciona que Diego de Almagro rescató a tres hijos varones de Atahualpa de manos del cacique de Chillo. Se sabe también que Francisco Pizarro prometió a Atahualpa que velaría por sus hijos, que aún eran menores de edad, y que, al parecer, teniendo en cuenta esa promesa, un grupo de ellos fue enviado al Cuzco, donde fueron acogidos en el convento de Santo Domingo del Cuzco; y otro grupo pasó al convento de San Francisco de Quito. Se ha identificado a tres que estuvieron en el convento cuzqueño: Diego Ilaquita, Francisco Ninancoro y Juan Quispe Túpac; y a otros tres que estuvieron en el convento quiteño: Carlos, Felipe y Francisco Túpac Atauchi. Se menciona también a dos hermanas, María e Isabel, que acompañaron a sus hermanos en el Cuzco, pero fuera del convento.[86]

Existe constancia de que, en abril de 1555, se presentaron ante la Real Audiencia de Lima, Diego Ilaquita, Francisco Ninancoro y Juan Quispi Túpac, quienes afirmaron ser hijos de Atahualpa en las ñustas Chuqui Suyo (Chuquesuyo), Chumbi Carhua (Chumbicarua) y Nance Coca (Nançe Cuca), respectivamente, solicitando se les reconociera tal filiación. El documento fue descubierto por el ya mencionado Marcos Jiménez de la Espada, y lleva por título Probança hecha en (la ciudad de) los Reyes a pedimento de Don Diego Ilaquita, hijo natural de Don Francisco Atabalipa, señor que fue destos reynos a la entrada de los españoles, y especialmente de las provincias de Quito, por mandado y sucesión de Guaynacaba, su padre.[89]​ El reconocimiento a su legitimidad lo lograron gracias a la intermediación de fray Domingo de Santo Tomás, quien llegó a viajar hasta la corte para presentar sus informaciones al Rey. El virrey Marqués de Cañete estableció una pensión de 600 pesos para Diego Illaquita y otra igual para Francisco Ninancoro; Juan Quispe Túpac ya había fallecido. Los frailes franciscanos de Quito lograron también para Carlos y Francisco Túpac Atauchi rentas a cuenta de las cajas reales; de Felipe no se habla en los documentos, por lo que se presume que había muerto antes de recibir la merced real.[86]

Muerte de Atahualpa, según dibujo de Felipe Guamán Poma de Ayala. Pese a que en realidad fue estrangulado, una versión indígena afirmaba que el inca había sido decapitado y descuartizado; versión que adoptó el mito del Inkarri o del retorno del Inca.

Francisco Túpac Atauchi llegó a ser un hombre rico, poseedor de muchas propiedades en la región de Quito. Tuvo dos hijos: Juana y Carlos; el varón viajó a Madrid para intentar mejorar su fortuna por favor del rey, pero llevó una vida disipada y acabó falleciendo en una cárcel pública, adonde había ido a parar por deudas (1589).[86]

En cuanto a las hijas de Atahualpa, el cronista Martín de Murúa cuenta que una de ellas se casó con el español Blas Gómez[89]​ (Historia general del Perú, libro I, capítulo LXIII); podría tratarse de María. Sobre Isabel no se sabe de su destino. Se menciona también otra hija, de nombre Puca Cisa, de la que tampoco se tiene mayor información.[86]

Cultura popular

En algunos pueblos indígenas del Perú y los huilliches del sur de Chile se cree de que el Rey Inca, o Rey Inca Atahualpa, retornará un día para gobernarlos con justicia y darles bienestar.[90]

En el Perú, esta creencia se conoce como el mito del Inkarri, que tiene diversas variantes. En general, se afirma que el inca fue descuartizado y su cabeza enterrada en el Cuzco; aparentemente ha ido cayendo en el olvido, junto con su ley. Pero aún subsiste bajo la tierra; sus cabellos siguen creciendo en dirección donde están los pies y los demás miembros y llegará el día en que volverá a integrarse y regresará para restaurar el orden del mundo andino quebrado por la invasión española. Se trata de una especie de mesianismo andino, influenciado por el cristianismo.[91]

Véase también


Predecesor:
Huáscar
13°
Cápac Inca
Dinastía Hanan Cuzco

1532 - 1533
Sucesor:
Túpac Hualpa
(Inca nombrado por los españoles)
Predecesor:
Huáscar

Inca del Tahuantinsuyo

1532 - 1533
Sucesor:
(Fin del Tahuantinsuyo)

Notas y referencias

  1. Nordenskiöld, 1922: Comenta que el 'gallo' era desconocido en la América precolombina del sur, y que fue introducido en Brasil hacia 1500, y su cría se difundió hacia Sudamérica occidental en unas pocas décadas. Se desconoce la razón por la cual se dio el nombre de esta "ave exótica" al último inca.
  2. Rostworowski, 1999, pp. 170-174.
  3. Rostworowski, 1999, p. 184.
  4. Busto Duthurburu, 2001, pp. 65-68.
  5. Busto Duthurburu, 2001, pp. 161-165.
  6. Busto Duthurburu, 2001, pp. 172-175.
  7. a b Rostworowski, 1999, p. 165.
  8. a b c Cieza de León, Pedro (2005 [1880]). Franklin Pease G. Y., ed. El Señorío de los Incas (Cap. LXX). Caracas-Venezuela: Biblioteca Ayacucho. p. 451. ISBN 980-276-394-2. Consultado el 14 de agosto de 2016. «Guáscar era hijo de Guaynacapa y Tabalipa también. Guáscar de menos días, Atabalipa de más años, Guáscar hijo de la Coya, hermana de su padre, señora principal; Atabalipa hijo de una india quilaco, llamada Tupa Palla. El uno y el otro nacieron en el Cuzco y no en Quito, como algunos han dicho y han escrito para esto, sin lo haber entendido como ello es. La razón lo muestra porque Guaynacapa estaba en la conquista de Quito y por aquellas tierras aún no doce años y era Atabalipa cuando murió de más de treinta años; y señora de Quito, para decir lo que inventaban que era su madre, no había ninguna porque los mismos Ingas eran reyes y señores del Quito; y Guáscar nació en el Cuzco y Atabalipa era cuatro o cinco años de más edad que no él. Y esto es lo cierto y lo que yo creo.» 
  9. a b Cieza de León, Pedro (2005 [1553]). Franklin Pease G. Y., ed. Crónica del Perú (Cap. XXXVII). Caracas-Venezuela: Biblioteca Ayacucho. pp. 107-108. ISBN 980-276-394-2. Consultado el 9 de agosto de 2016. «Más adelante están los aposentos de Carangue, donde algunos quisieron decir que nació Atabalipa hijo de Guaynacapa, y aun que su madre era natural de este pueblo. Y cierto no es así, porque yo lo procuré con gran diligencia, y nació en el Cuzco Atabalipa, y lo demás es burla.» 
  10. a b c Santa Cruz Pachacuti, Juan de (1993). Pierre Duviols; César Itier, eds. Relación de Antigüedades deste reyno del Pirú. Institut français d'Études andines. p. 246. Consultado el 9 de agosto de 2016. «Y assi, dizen que Guayna Capac, antes de que se casara [...] parió [en] otra ñustta llamada <Tocto Ocllo Coca>, a Ttopa Ataguallpa». 
  11. a b c Cobo, Bernabé (1892). Marcos Jiménez de la Espada, ed. Historia del Nuevo Mundo. Madrid-España. pp. 190; 192. «En otras mujeres [Guayna Cápac] tuvo muchísimos hijos; los más principales fueron dos: Huáscar, el uno, cuya madre se decía Rahua Ocllo, y Atau Hualpa, el otro, cuya madre tenía por nombre Tocto Ocllo… Atahualpa era hermano segundo de sólo padre… Nació en la ciudad del Cuzco, de donde su padre lo había sacado de tierna edad y traído consigo en las guerra…». 
  12. a b Betanzos, Juan de (1987). María del Carmen Rubio, ed. Suma y Narración de los Incas. Madrid-España: Ediciones Atlas. p. 194. «Atahualpa era hijo de una señora deste Cuzco llamada Palla Coca de la línea de Ynca Yupangue, prima segunda de Guaina Cápac…». 
  13. Burgos Guevara, 1995, p. 184.
  14. a b Garcilaso de Vega, Inca (1976 [1609]). Aurelio Miro Quesada, ed. Comentarios reales de los incas (Libro 9; Cap. II) 2. Caracas-Venezuela: Biblioteca Ayacucho. p. 212. Consultado el 9 de agosto de 2016. «…mandó Huaina Cápac levantar cuarenta mil hombres de guerra, y con ellos fue al de Quitu, y de aquel viaje tomó por concubina la hija primogénita del Rey que perdió aquel reino, la cual estaba días había en la casa de las escogidas; hubo en ella [a] Atahuallpa…». 
  15. a b c Rostworowski, 1999, p. 168.
  16. Velasco, 1981, p. 77. «En la cuarta mujer Scyri Paccha, Reina de Quito, [Huaynacápac] tuvo dos [hijos]. El primero, que después de él reino allí mismo, fue llamado en su primer bautismo Hualpa o pollo de pava y en el segundo Atahualpa, esto es, gran pava o pavón.».
  17. a b c Tauro del Pino, Alberto (2001). «ATAHUALPA». Enciclopedia Ilustrada del Perú 2 (3.ª edición). Lima: PEISA. p. 240. ISBN 9972-40-149-9. 
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  19. Burgos Guevara, 1995, p. 127.
  20. «Enrique Ayala destaca identidad de Atahualpa y Caranqui». El Norte (Ibarra). 14 de julio de 2013. 
  21. Burgos Guevara, 1995, p. 175.
  22. Burgos Guevara, 1995, p. 171.
  23. Juan de Betanzos; Roland Hamilton, Dana Buchanan. «Narrativa de los incas». Consultado el 25 de febrero de 2008 de 2008. 
  24. Busto Duthurburu, 2001, p. 149.
  25. López de Gómara, Francisco (1941 [1552]). Historia general de las Indias. Madrid-España: Editorial Espasa-Calpe. 
  26. Rostworowski, 1999, p. 169.
  27. a b Sarmiento de Gamboa, Pedro (1965). Historia de los Incas (Segunda parte de la Historia General llamada Índica) 135. Madrid-España: Ediciones Atlas / Biblioteca de Autores Espanoles. p. 151 (71). Consultado el 14 de agosto de 2016. «…es de saber que Atagualpa, hijo bastardo de Guayna Capac y de Tocto Coca, su prima del linaje de inga Yupangui, al cual Guayna Capac había llevado consigo a aquella guerra para ver como probaba,…». 
  28. Rostworowski, 1999, pp. 166-167.
  29. Guamán Poma de Ayala, Felipe. Nueva corónica y buen gobierno 1 (1980 edición). Caracas-Venezuela: Biblioteca Ayacucho. p. 83. Consultado el 9 de agosto de 2016. «Y [Guayna Cápac] tuvo infantes hijos, sólo Uascar Inga fue legítimo heredero…, Atahualpa Inga auquicona bastardos, fue su madre Chachapoya.» 
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  31. Cabello Balboa, Miguel (1951). Miscelánea antártica: una historia del Perú antiguo (Tercera Parte). Lima-Perú: Instituto de Etnología, Facultad de Letras, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. p. 364 (114). Consultado el 14 de agosto de 2016. «[Guayna Capac] partió de el Cuzco muy de propósito para detenerse por las tierras de Quito mucho tiempo… y por su contento quiso llevar consigo a Atabalpa, a causa de que ya su madre era muerta…». 
  32. Velasco, 1981, p. 77.
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  78. Busto Duthurburu, 2001, pp. 171-172.
  79. Busto Duthurburu, 2001, pp. 172-173.
  80. a b Rostworowski, 1999, p. 194.
  81. Busto Duthurburu, 2001, pp. 173-175.
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  85. Busto Duthurburu, 2001, pp. 220-221.
  86. a b c d e J. G. Navarro. «La descendencia de Atahualpa». www.cervantesvirtual.com. Consultado el 31 de agosto de 2016. 
  87. Velasco, 1981, p. 82.
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  89. a b Busto Duthurburu, 2001, p. 177.
  90. Contreras, Constantino. «Un mito post-hispánico entre los huilliches». Alpha (Osorno: Departamento de Educación y Ciencias. Instituto Profesional de Osorno) (7): 53-74. ISSN 0716-4254. 
  91. Tauro del Pino, Alberto (2001). «INKARRÍ». Enciclopedia Ilustrada del Perú 8 (3.ª edición). Lima: PEISA. p. 1284. ISBN 9972-40-149-9. 

Bibliografía

Enlaces externos