Usuario:RoyFocker/Inocencio III

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Inocencio III


Papa de la Iglesia católica
8 de enero de 1198-16 de junio de 1216
Predecesor Celestino III
Sucesor Honorio III
Información personal
Nombre Lotario de los Condes de Segni
Nacimiento Gavignano (Italia), ha. 1161

Escudo de Inocencio III

Inocencio III (nacido entre el 1160 y el 1161 en el castillo de Gavignano, cerca de Segni y fallecido en Perugia, el 16 de julio de 1216) fue el Papa 176 en la sucesión de pontífices de la Iglesia católica (1198-1215). Su nombre era Lotario dei Conti.

Durante su pontificado le tocó afrontar el problema de la proliferación del catarismo, lanzando –para contraarrestarla– la llamada Cruzada albigense. Además convocó dos cruzadas para recuperar Tierra Santa de manos del Islam. Durante su pontificado se produjo el nacimiento de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos). Presidió el Concilio de Letrán IV (1215).

Papa controvertido debido a su personalidad compleja: se le ha caracterizado como hombre ambicioso y de voluntad fría;[1]​ también se le contrapone a Francisco de Asís, su contemporáneo[2]​ y se le responsabiliza de las atrocidades cometidas por algunos nobles franceses durante la Cruzada contra los albigenses. Consciente del poder que había recibido, fue él quien hizo común el uso del título vicario de Cristo para el Papa. Pero a partir del estudio más detallado de su correspondencia emerge también el hombre espiritual y de oración así como su espíritu jurídico.[3]

Las profecías de Malaquías se refieren a este papa como Comes signatus (Conde Signado), cita que hace referencia a su familia, los condes de Segni.

Biografía[editar]

Hijo de un conde de Segni,[4]​ Trasimondo y de Clarina Scotta, también descendiente de nobles romanos. La expresión «de los condes» (en italiano dei Conti) que emplea el autor de la Gesta para referirse a su padre se considera el origen del apellido Conti, que desde tiempos de este papa será una familia influyente en Roma. Los intentos de hacer una genealogía más antigua de esta familia han fallado. Se sabe que Trasmundo era rico y que tenía varias posesiones en la Campania alrededor de Roma. Será en su traslado para vivir a Roma cuando le quedará lo de «conti» como apellido. Era familiar de Gregorio IX La fama de Trasmondo también llegaba a Roma lo que le permitió casarse con Clarina de la importante famiglia de los Scotti

Se sabe que la pareja tuvo otros hijos pero no en qué orden. Se conoce, por el epistolario del Papa, a Riccardo, que ayudó al pontífice en el gobierno de Roma. Se habla también de una hermana que se casó con Pietor Annibaldi.

Recibió su primera formación en Roma Estudió en el monasterio de Sant'Andrea al Celio donde aprendió el canto litúrgico.

Luego se trasladó a París (1175) donde estudió letras y teología. Es probable que para entonces ya hubiera recibido la tonsura pues los beneficios eclesiásticos que permitían tales estudios estaban destinados solo a miembros del clero. Él mismo testimoniará su paso por París: «tempore quo vacavimus Parisiis studio litterarum nunquam scholares vidimus sic tractari»[5]​ Era un momento de esplendor del studium generale de París: se encontraban allí maestros de renombre como Pedro de Corbeil,[6]​ que le enseñó la teología y la exégesis y a quien el Papa luego hará obispo de Cambrai primero (1199) y arzobispo de Sens después (1200). Un compañero de estudios como Esteban Langton fue también legado pontificio y amigo personal de Inocencio durante su pontificado y a quien nombrará arzobispo de Canterbury más tarde.

Durante este período, Lotario hizo una pereginación a Canterbury donde visitó la tumba de Tomás Becket.

Según el autor de la Gesta Innocentii III, Lotario estudió también derecho en el Studium de Bolonia.[7]​ Al parecer, en 1186 fue ordenado subdiácono por el papa Gregorio VIII e inmediatamente se habría trasladado a Bolonia.[8]

Se calcula que Lotario volvió a Roma a fines del pontificado de Lucio III (1184-1185). Los cardenales Teobaldo de Ostia y Enrique de Porto le pidieron su ayuda como jurista en la resolución de un conflicto entre el monasterio de Vézélay y el obispo de Autun,[9]​ que ayudó a resolver en favor del primero. Entonces adquiere fama como buen jurista lo que le permite hacer carrera en la curia. Gregorio VIII lo hizo subdiácono y entre 1179 y 1180, Clemente III lo elevó a cardenal diácono con el título de la Iglesia de Sergio y Bacco.[10]​ Los registros de la actividad cardenalicia de Lotario no ofrecen gran información sobre los encargos que recibió. La Gesta se prolonga en narrar la restauración de la iglesia de san Serbio y Bacco que Lotario mandó realizar con su propio dinero.

En cambio, autores como Hurter y con él varios biógrafos indican que durante el pontificado de Celestino III (desde el 1191), el cardenal Lotario habría sido alejado de la curia debido a problemas con la familia de los Scotti por parte de los Ursi (luego Ursini) de donde venía el Papa Celestino. Esto porque en la misma Gesta se hace mención a los desórdenes que se produjeron en Roma en el 1208 a causa de las disputas entre estas dos familias. Además, Hurter emplea como prueba el hecho de que la firma de Lotario aparece en poquísimas bulas del período. Pero este argumento, con la publicación del Migne se ha mostrado falso: hay 42 bulas firmadas por Lotario durante todos los años del pontificado de Celestino III. Estas solas firmas prueban que Lotario permaneció en Roma desde 1191 hasta 1198, en la curia y colaborando con el Papa. Más aún, él mismo comenta algunos procesos que llevó a cabo por encargo del Papa en ese período.[11]

Durante este período compuso también algunas obras teológicas como De miseria humane condicionis, De quadripartita specie nuptiarum y De s. altaris mysterio: en el prólogo de las primeras dos y en la conclusión de la última afirma que escribió estas obras mientras trabajaba también en la curia romana.

El cónclave de 1198[editar]

En el Ordo Romanus XII (elaborado por el cardenal Cencio Savelli) aprobado antes de la muerte de Celestino III se indicaba que las exequias de un pontífice fallecido debían celebrarse el mismo día y al siguiente comenzaría el cónclave de los cardenales para elegir al sucesor.

Sin embargo, en el caso de Celestino la misma mañana de su muerte, es decir, el 8 de enero de 1198, se procedió al funeral y unos cardenales fueron a san Juan de Letrán para participar en él (Lotario con ellos) y otros, temiendo a la población fueron ya al Septizonio para comenzar el cónclave. El que ese mismo día fuera elegido el nuevo pontífice lo prueba el autor anónimo de las Gesta Innocentii III pero también algunas cartas de Inocencio III.[12]

Tras el funeral los cardenales que habían participado en él se reunieron con sus colegas en el Septizonio. Se realizó una primera votación y, según el autor de los Gesta, Lotario obtuvo la mayoría de los votos pero no la suficiente para ser elegido: había otros tres candidatos que habían recibido votos de los cardenales (aunque no indica sus nombres). Roger de Hoveden, en su crónica, indica que uno de ellos era Giovanni de Salerno, cardenal de san Stefano al Celio que habría obtenido 10 votos pero que había renunciado y había concedido su voto y el de sus electores a Lotario.[13]​ Sin embargo, son conocidos los errores de Ruggero en otras partes de su narración lo que deja al menos en duda su relato (inconciliable con el de los Gesta).

El cardenal Graciano le dio el nombre y mandó anunciar la elección. Se siguió, para la celebración de coronación, el rito descrito por Cencio. El 21 de febrero siguiente fue ordenado sacerdote, y consagrado obispo de Roma el 22.[14]​ En el momento del cónclave era el más joven de los cardenales (36 ó 37 años de edad) y sucedía a un Papa fallecido con 92 años.

Su primera carta tiene fecha del 9 de enero, es la Ineffabilis sapientia por la que comunica a la cristiandad su elección al papado. Ese mismo día anuncia su elección, por medio de otras cartas particulares, al rey de Francia y al de Inglaterra (con un regalo de cuatro anillos de oro).

Situación mundial[editar]

Cuando se produce la elección de Inocencio III, la situación política de Occidente era compleja: acababa de morir el emperador Enrique VI en Mesina. En él la cristiandad había puesto su esperanza ante la expansión creciente del Islam.

En el año 637 la ciudad de Jerusalén había caído en manos de los musulmanes que continuaron luego una fuerte expansión en Oriente y África. Durante un sínodo realizado en Clermont (1095) y ante la petición de ayuda por parte del emperador bizantino Alejo I Comneno, el papa Urbano II había mandado a los caballeros cristianos que tomaran las armas para arrebatar Tierra Santa de manos de los musulmanes. A estas campañas religioso-militares se les conoce con el nombre de Cruzadas. La primera, que se desarrolló entre los años 1096 a 1099 logró reconquistar los territorios conocidos como Tierra Santa. Pero pronto Jerusalén volvió a caer en manos del islam (1187), lo que provocó la convocación de una nueva Cruzada, expedición que falló en su intento de recuperar la Tierra Santa. Inocencio III tomará como cosa propia la organización y envío de nuevas campañas para reconquistar Jerusalén.

Sin embargo, no era este el único problema importante del cristianismo en ese entonces. También crecían sobremanera los movimientos laicales que, ante la falta de idoneidad de buena parte del clero, querían un mayor protagonismo y mayores reformas en la Iglesia. De entre estos movimientos varios se hicieron heréticos y abiertamente contrarios al papado, especialmente en el norte de Italia y en el sur de Francia.[15]​ El más famoso de estos movimientos fue el de los cátaros.

Los problemas políticos de Italia no eran menos importantes ya que en nombre de defender el poder papal, las tropas del emperador Enrique VI controlaban casi todo el territorio.[16]​ Por otra parte, resultaba difícil incluso imponer la autoridad pontificia en Roma debido a los constantes conflictos entre familias de la aristocracia de la ciudad.

En varias regiones de Europa, el feudalismo estaba cediendo terreno a una nueva sociedad burguesa, en medio de la llamada renacimiento del siglo XII. A la vez, los estados nacionales se estaban fortificando, y los reyes, particularmente los de Francia e Inglaterra, se perfilaban como nuevos actores de importancia en el mapa político.

Pontificado[editar]

Sus primeras cartas están dedicadas casi exclusivamente a temas religiosos:

Retomar la cruzada, represión de la herejía y reforma de la Iglesia, son estas las únicas preocupaciones de Inocencio III en los primeros meses de 1198.[17]
Fliche (1979:32)

Hizo valer con fuerza y flexibilidad su primado, su condición de árbitro y su mandato sobre todas las órdenes religiosas, permitiéndose incluso modificar sus reglas cuando estas todavía no habían recibido la aprobación definitiva.

Territorios de Italia[editar]

Roma

Roma misma en aquel entonces estaba gobernada por una doble autoridad. El senador que era un representante de la población y el prefecto que era nombrado por el emperador, a quien debía obediencia. Como una forma de mostrar externamente su voluntad de recobrar el poder político autónomo sobre la ciudad y aprovechando que el Imperio estaba vacante, Inocencio III obligó al prefecto, Pietro de Vico a jurar ante él y le colocó la capa púrpura que simbolizaba la sujeción feudal. Esto causó cierta perplejidad en ámbitos imperiales.[18]​ A continuación cedió nuevos poderes y honores al prefecto, de manera que ya como representante suyo gobernara la ciudad.

Y solo en 1204, Inocencio III logró hacerse con el control del senado que había nombrado un único representante desde hacía tiempo. La nobleza romana quería volver al sistema de 56 senadores que había estado en uso hasta tiempos de Inocencio II. El Papa por su parte intentó hacerse con el control del senado haciendo nombrar a sus representantes. Pero esto produjo una revuelta y la división del Senado. En ese momento la población pidió el regreso del Papa, que a la sazón se encontraba en Anagni por seguridad. Al volver este le fueron dados todos los poderes que cedió a un elector, llamado mediano, Giovanni Pierleone y a un senador Gregorio Pierleone di Raniero. Sin embargo, la revuelta continuó promovida por algunos nobles como Giovanni Capocci. Finalmente el Papa consiguió que le fuera reconocido el derecho a nombrar los senadores a cambio de que en vez de uno hiciera 56. Sin embargo, este sistema se mostró ineficaz y pronto Inocencio III volvió al sistema de un senador, en la persona de Pandolfo della Suburra.

Otros territorios

En los demás territorios bajo dominio papal puso como gobernantes a miembros de su familia como Riccardo dei Conti (su hermano) en la Campania, o a Giacomo Conti en Marittima. También a personajes de la iglesia de Roma como Piero Annibaldi que envió a Cori.

Las más reluctantes a este cambio de poder fueron las ciudades de Viterbo y Orvieto que tenían grandes núcleos de herejes cátaros.[19]​ A esta última envió una especie de legado para que ayudara a combatir el catarismo: Pietro Parenzo, quien tomó el poder político de la ciudad. Sin embargo, fue asesinado y esto motivó a Inocencio a deponer a todos los jueces nombrados por el Senado del territorio, conocido como Marittima, y nombrar nuevos que combatieran a los herejes.

Inocencio envió a dos cardenales legados para pedir al imperio la restitución de todas las posesiones pontificias: el cardenal Juan de Salerno y Cencio Savelli. Y es que los territorios de la Toscana, Umbria y Romagna estaban en manos del emperador.

En el norte, Marcovaldo de Anweiler, que era señor de Rávena y de la Marca de Ancona, se negó a someter sus territorios y comenzó una guerra de devastación que continuó hasta Sicilia. De camino destruyó ciudades y asedió Montecassino (debiendo abandonar el sitio por una tormenta). Inocencio III lo excomulga y manda cartas por toda Italia para formar un ejército que lo detenga. Entonces Marcovaldo se acercó al arzobispo de Maguncia para que lo ayudara a reconciliarse con el Papa. Nada se logró ni siquiera con otros legados que solicitaron un juramento por parte de Marcovaldo. Finalmente, se trasladó a Sicilia donde permaneció como senescal de Federico hasta que murió.

Por su parte, Conrado de Urslingen, a la sazón duque de Spoleto y conde de Asís, se sometió rápidamente al papa buscando conservar los territorios que dominaba.

Felipe de Suabia se había apoderado de la Toscana nombrado por el emperador como duque de Toscana y tuvo desde el inicio problemas por la oposición de la población. De hecho se había formado una liga toscana que tampoco quería ver al papa como señor de la zona. Tras diversas negociaciones, Inocencio III logró hacer ceder a las ciudades y pasaron a ser parte de la soberanía pontificia.

Para julio de 1198, el Papa pudo hacer un recorrido por las provincias que había quitado del control del emperador: Rieti, Spoleto (donde presidió la dedicación de la catedral),[20]​ Perugia (allí consagró el altar de la catedral), Todi. Dejó al cardenal Gregorio de Aquiro como jefe político de las zonas de Spoleto y Asís.

En julio de 1201 recorre nuevamente estos territorios: Segni y Anagni, donde dio la investidura a Giovanni de Ceccano.[21]​ En febrero de 1202 vuelve a Roma y luego se traslada a Subiaco para tomar personalmente la reforma de la vida religiosa de los monjes allí.

De junio a octubre de 1207 Inocencio III se traslada a Viterbo. Allí organizó encuentros con las autoridades para aclarar la naturaleza del poder temporal del papa y solicitar nuevamente la extirpación de la herejía cátara de sus territorios. Con esto y un viaje realizado luego por la zona para recibir la sumisión feudal de los demás nobles, se aseguró el dominio sobre los territorios considerados como parte del patrimonio de San Pedro.

La Curia romana y los cardenales[editar]

Otro tema al que dedicó esfuerzo fue el de fortalecer la curia romana renovando completamente el cuadro de cardenales: durante su pontificado, Inocencio III creó 30 cardenales en seis consistorios (1198, 1200, 1204, 1206, 1212, 1216) con tres de ellos que eran parientes (Hugolino de Ostia, Giovanni Conti y Ottaviano Conti). Sus cardenales de mayor confianza (debido a las misiones como legados que les encargó) fueron Hugolino de Ostia (su tío), Leone Brancaleoni, Benito de Santa Susana, Guala Bicchieri, Pelagio Galvani (que lideró durante el pontificado de Honorio III al ejército de la quinta cruzada), Stefano de Fossanova y Pietro Collivaccino de Benevento. También data de este período la organización por oficinas más o menos especializadas en la Curia.

La cancillería fue reformada varias veces aunque no se conocen con certeza las fechas. La intención de estos cambios era evitar las falsificaciones de documentación. Se inició en este pontificado la costumbre de llevar un registro de la cancillería de manera que se pudiera formar un acta oficial de la producción de documentación.

Por otro lado, en este período se concentró a la curia en su función de tribunal, donde el Papa se dedicó personalmente a resolver los casos más complejos, haciendo publicar luego toda la información de las sentencias para que sirviera de material de estudio en la Escuela de Bolonia. Su fama llegó a ser tal que Rainerio, diácono y monje, editor de la primera colección de sus decretales llega a llamarlo Salomón de nuestro tiempo.[22]​ Por otro lado, y siempre en ámbito jurídico, creó la base del sistema inquisitorial: dado que resultaba difícil descubrir casos de candidatos indignos a las sagradas órdenes (muchos testigos tenían miedo de presentarse o acusar) instauró la posibilidad de actuar ex officio un procedimiento e interrogar a quien se considerara oportuno para asegurar la dignidad de los miembros del clero. Esta Inquisitio destinada únicamente a sacerdotes y obispos, se extendió bien pronto –por medio de legados papales– a los casos de herejía en la lucha contra el catarismo y dio lugar a lo que se conoce como Inquisición.[23]

Otros reinos[editar]

Inocencio III recibió y ejerció el poder sobre reinos como la Inglaterra que Juan sin Tierra le entregó como feudo. Las dificultades que tuvo que afrontar, así como las políticas que persiguió se pueden conocer con claridad a partir de la revisión de su extensa correspondencia.

Intervino en numerosas situaciones en los reinos de su tiempo: recibió el vasallaje de un buen grupo de ellos (es célebre el caso del rey de Aragón, Pedro II o de la emperatriz Constanza). Tuvo también una dura controversia con Juan de Inglaterra, conocido también como Juan Sin Tierra. En 1205 falleció Hubert Walter, arzobispo de Cantórbery. Juan intentó nombrar un candidato, pero Inocencio decidió que tal cargo fuera ocupado por Stephen Langton, reputado teólogo de la Universidad de París. Ante la porfía de Juan, Inocencio lanzó el interdicto sobre Inglaterra en 1208, y la excomunión contra Juan en 1209. Juan resistió hasta 1213, y finalmente cedió ante los deseos de Inocencio, llegando incluso a reconocerse como vasallo de la Iglesia, como medida desesperada para evitar que los franceses pudieran invadir sus dominios (que ahora eran eclesiásticos).

Con respecto a Francia, Inocencio intervino en los problemas de Felipe II de Francia con su esposa, Ingeborg, a la que había repudiado. En este terreno, Inocencio consiguió convertir la hostilidad inicial de Felipe en una cooperación amistosa, que le valió su alianza contra Otón IV de Alemania.

En Hispania, para 1198, existían cinco reinos cristianos: Aragón, Castilla, León, Navarra y Portugal. Además de los conflictos normales por fronteras internas, estaban ocupados en combatir a los almohades que ocupaban el resto de la Península.

Aragón tenía a Pedro II como rey. El reino era tributario del papa desde tiempos de Berenguer Ramón II (1090). Las relaciones con Inocencio III fueron buenas e incluso el rey cedió al papa la nomina sin consenso de los obispos del reino. Inocencio concertó la boda de la hermana de Pedro II, Constanza de Aragón, con Federico de Sicilia. El Papa coronó a Pedro II en Roma al tiempo que sellaba definitivamente la relación de vasallaje de todo el reino con la Sede pontificia.

En Castilla, este Papa apoyó la Cruzada contra los almohades musulmanes, que sería organizada por el Rey Alfonso VIII de Castilla, y el Arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, con participación de tropas de los reyes Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal, así como tropas de Órdenes Militares. Se obtuvo la decisiva victoria en la Batalla de Las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). Los cruzados provenientes de otros estados europeos o ultramontanos, en su mayoría no llegarían a participar en la batalla, pues habían abandonado dado su desacuerdo con las órdenes de Alfonso VIII de tratar humanitariamente a los judíos y musulmanes de las localidades previamente conquistadas.

Sin embargo, Alfonso VIII mantuvo también conflictos con Inocencio III debido a los tributos que requería del clero para costear la guerra contra los moros, así como su defensa de los judíos.

El principal asunto resuelto por Inocencio III en relación con el reino de León fue el problema matrimonial del rey Alfonso IX. Este se había casado con Berenguela de Castilla tras la anulación por consanguinidad de su anterior matrimonio con Teresa de Portugal. Pero también existía esta relación de consanguinidad entre ambos y si Celestino III no había querido seguir interviniendo, Inocencio III lo hace requiriendo la anulación del nuevo matrimonio. El conflicto fue largo e implicó la excomunión y el entredicho para el reino hasta que Berenguela se alejó de la corte en 1204.

En Navarra gobierna el rey Sancho el Fuerte, quien ante la decisión de los reyes de Castilla y Aragón de anexarse sus territorios acudió a los almohades para pedir ayuda. Durante el pontificado de Inocencio III el reino de Navarra queda en su mínima expresión territorial a pesar de su activa participación en la Batalla de las Navas de Tolosa.

Portugal era un reino vasallo del papa desde tiempos de Inocencio II. Durante buena parte del pontificado de Inocencio III, gobernó el reino Sancho quien mantuvo una serie de conflictos con Roma debido a que el Papa le requería el pago del tributo feudal y las manifestaciones externas de vasallaje. Sin embargo, a su muerte Sancho nombra a su hijo, que asume como Alfonso II pidiéndole que reparta entre sus demás hijos el Reino. Alfonso se niega a hacerlo y el papa Inocencio III pide a los obispos que excomulguen al rey. Sin embargo, luego solicita que el caso sea entregado a la jurisdicción pontificia y tras un breve juicio decide que los bienes de la corona son intransmisibles y que, por tanto, la voluntad testamentaria de un rey no puede prevalecer en este caso, dando así razón a Alfonso II.

El Reino de Sicilia estaba bajo el dominio imperial desde tiempos de Enrique VI. Pero con el trono vacante, y queriendo separar el imperio del Reino de Sicilia, la política papal apuntaba a dejar a Federico, hijo de Enrique VI y Constanza I de Sicilia, como rey de Sicilia y a Otón de Brunswick como emperador. Con esta política de fondo y partiendo de la base que consideraba Sicilia como feudo vasallo del Papado, Inocencio III intervino solicitando a los alemanes que abandonaran la isla.Como estos se negaran y solicitaran a Marvaldo que liderara sus tropas, envió un ejército para apoyar a Federico y luchar contra Marvaldo quien, como se ha mencionado anteriormente, se había refugiado en la isla. Los alemanes fueron derrotados y tuvieron que huir.

Sin embargo, Federico, ya joven y capaz, tras instigación de Gentile di Palearia y de su hermano, Guatiero, obispo de Catania, cree que el Papa quiere hacerse con el control del reino y llama a Markvaldo a su lado. A la muerte de este solicita a otro alemán, Guillermo Capparone que lo ayude en su política interna. Así poco a poco se independiza hasta lograr el total control de la isla, fuera ya de la influencia papal.

En Noruega, gobernaba el rey Sverre quien había intentado hacerse con el control de la Iglesia en su territorio al punto que el obispo de Nidaros, Erik Ivarsson, había tenido que refugiarse en Dinamarca. Desde allí pidió al papa Celestino que interviniera y tras recibir el apoyo papal, Erik excomulgó al rey (1194). La situación aunque agria se mantuvo hasta que el rey Sverre dio a conocer que había sido absuelto por el pontífice. Un año después moría Celestino III y con la llegada de Inocencio III la situación se hizo más delicada. En octubre de 1198, Inocencio puso en entredicho todo el reino y acusó al rey Sverre de haber falsificado las cartas absolutorias de su predecesor. El conflicto llegó a guerra y el rey Juan sin Tierra apoyó al excomulgado. Por su parte, y ya desde 1196, el obispo de Oslo, Nikolaus Arnesson había creado un grupo, conocido como bagler para presionar al rey y llevar adelante la guerra civil. La política de Inocencio III fue de apoyo al grupo bagler y de crítica a quienes sostuvieran desde el extranjero al rey Sverre. Con la muerte de Sverre, en 1202, los obispos, que habían sido expulsados o se habían exiliado, pudieron volver a sus diócesis y el conflicto amainó.

Inocencio III quiso mantener el carácter católico del reino de Hungría concediendo privilegios al arzobispo primado como el de coronar personalmente al rey siempre que este hiciera juramento de fidelidad a la Iglesia. Pero cuando Inocencio es elegido papa, es decir en 1198, el reino se encontraba en guerra civil debido a la muerte de Bela III de Hungría dos años antes. Entonces el papa envió a Hungría a dos legados que intentaron resolver el conflicto dinástico: el hijo menor de Bela III, Andrés fue hecho Duque de Dalmacia-Croacia bajo el reinado del mayor, Emerico. Ambos juran participar en la inminente Cuarta Cruzada, pero los conflictos continuaron y las relaciones con el papado se agriaron tras la toma de Zara por parte de los cruzados. Inocencio III promoverá, con la ayuda de Emerico, la latinización de los eslavos que quedaron en el reino de Hungría.

Lo mismo hará el papa con Joannitza o Kaloyan de Bulgaria, rey de un grupo búlgaro que se había instalado en el bajo Danubio y que se enfrentaba con los griegos. Aprovechó esta coyuntura para acercarlo a la Iglesia de Roma y latinizar su clero. Las buenas relaciones, debido a intereses por ambas partes, llegaron a tal punto que Inocencio III nombró al cardenal León de la Santa Cruz para que fuera a coronar al rey. Pero de camino fue detenido por el rey de Hungría, Emerico que quería que antes de la coronación se obligase a Joannitza a hacer la paz con Hungría y devolver algunos territorios que, según decía, le habían usurpado. Inocencio III protestó con energía y logró que Emerico cediera a cambio de la coronación como rey de Hungría de Ladislao.

Ladislao murió poco después y Andrés, el mencionado hermano de Emerico, se hizo con el reino. Mantuvo una buena relación con la Sede romana. Sin embargo, fue el tema de la sucesión imperial el que más tiempo tardó en resolver.

Inocencio III tuvo como médico personal a Juan de Castellomata, de la Escuela de Salerno, que es el primer médico de un pontífice documentado.[24]

El imperio[editar]

Al recibir el encargo de obispo de Roma, Inocencio III se encontró con el imperio vacante, tras la muerte de Enrique VI. En Alemania se luchaba de palabra y con las armas para nombrar al nuevo emperador. Contendían por la sucesión Felipe de Suabia (hermano de Enrique VI y elegido rey por una facción el 26 de marzo de 1198) y Otón de Brunswick (quién recibió la corona del arzobispo de Colonia, tras apoderarse de Aquisgrán, el 12 de julio de 1198).

El Papa se tomó la situación con cautela buscando su mayor interés que se concretaba en legitimar y ampliar las posesiones territoriales de los Papas.

Tras un tiempo de deliberación, Inocencio III intervino con el documento Deliberatio domini papae Innocentii III super facto imperii de tribus electis,[25]​ donde a los dos anteriores añadía al hijo de Enrique VI, Federico, como posible pretendiente al trono. Tras larga reflexión y sopesando las diversas candidaturas, Inocencio III se decantaba por Otón, quien se apresuró a bajar a Italia para ser coronado como rey de los romanos. Las distintas concesiones que Otón dio al Papa en materia política y territorial se encuentran en el llamado Tratado de Neuss que firmó el 8 de junio de 1201, así los luego llamados Estados pontificios tendrán desde ese momento una validación independiente de los documentos de la Donatio Constantini o de Pipino.

Pero luego, el arzobispo de Colonia, Adolfo de Altena, cambió de opinión y consagró por su parte a Felipe en 1205. La guerra civil continuaba. Otón se refugió en Lichtemberg pues el apoyo económico de Inglaterra escaseaba. E Inocencio III se preparaba también para cambiar de lado. Sin embargo, en 1208 Felipe de Suabia moría asesinado por Otón de Wittelsbach[26]​ y el desorden y la guerra se presentaban de nuevo.

El Reichstag se reunió y proclamó unánimemente emperador a Otón IV el 11 de noviembre de 1208. Meses más tarde, se renovaron los acuerdos de Neuss y se firmaron nuevos, pero solo de parte de Otón ya que los príncipes electores y otras autoridades del imperio no los suscribieron. Todo en presencia del cardenal Ugolino Segni, legado papal en Espira. Durante 1209, Otón IV baja a Roma, aunque se encuentra primero con Inocencio III en Viterbo. En octubre fue coronado emperador por el Papa.

Pero tras retirarse a Alemania revocó los acuerdos con el papa y mandó poner guarniciones militares en ciudades italianas que eran ya parte de los Estados Pontificios. Para noviembre siguiente llegó a conceder en feudo las posesiones que Inocencio III reclamaba para sí. Por este motivo, un año después, el Papa excomulgó a Otón IV. Renovó la excomunión el Jueves Santo de 1211. Los electores alemanes se aliaron con el Papa, rechazaron a Otón y proclamaron rey a Federico hijo de Enrique VI, quién será Federico II Hohenstaufen (septiembre de 1211). Inocencio III aceptó el nombramiento y saludó a Federico II como rey de los romanos, buscando fijar con él nuevos acuerdos semejantes a los rotos por Otón IV.

Tras la derrota de Otón IV en la batalla de Bouvines (1214), la suerte del imperio estaba decidida. Inocencio III mandó reunir toda la documentación relacionada con el problema imperial en el Registrum super negotio romani imperii.

La cruzada[editar]

Ante el fallo de la última cruzada, el Papa comienza la preparación de una nueva desde el 15 de agosto de 1198. Además de las habituales indulgencias, ofrece propuestas de planificación organizativa y militar. Nombró dos cardenales para que fueran los guías espirituales de los cruzados: Pietro Capuano y Soffredo. Solicitó que la cruzada fuera predicada en toda la cristiandad y que se hiciera paz en Europa de manera que todos los caballeros estuvieran libres de participar.

Para 1202 ya había un ejército preparado –aunque Inocencio III tuvo que ceder la responsabilidad de la organización militar– que venía principalmente de la Francia septentrional. Pero antes, en 1201, ya había tenido problemas con los venecianos que solicitaban la firma de un contrato para arrendar sus naves que comprometería por demasiado tiempo las finanzas pontificias y de los príncipes que participarían. Inocencio III se negó a firmar el contrato.

Cuando los primeros contingentes llegaron y no en el número previsto, los venecianos hicieron una nueva propuesta: que se les cediera manu militari el puerto de Zadar en Dalmacia, y que de esa forma se pagaran las naves necesarias. Pero el puerto estaba en disputa con el reino de Hungría, cuyo monarca había tomado la cruz. El cardenal Pietro Capuano, que se encontraba en Venecia, no permitió que se atacase al rey de Hungría y los venecianos lo recusaron como legado pontificio.

El 10 de noviembre de 1202, la flota llegó a Zara. Allí le esperaba una carta del Pontífice amenazando con la excomunión si se atrevían a atacar a un reino cristiano. Pero el puerto fue tomado de todos modos tras 14 días de asedio. Entonces una delegación de los cruzados se dirigió a Roma para intentar una solución. En febrero de 1203, el Papa les levantó la excomunión tras imponerles suaves penitencias aunque debían reparar los daños hechos al puerto, cosa que no hicieron. Se mantuvo la excomunión para todos los venecianos. Sin embargo, el legado pontificio, en vez de ir con los cruzados, se dirigió a Palestina, lo que nuevamente les dejó mano libre en su actuación. Lo que sucedió después, escapó al control pontificio.

Ignorante de lo realizado en Constantinopla y animado por las esperanzas de unión con los griegos que los líderes cruzados comentaban en su correspondencia, Inocencio III solo intervino seis meses más tarde para organizar las nuevas diócesis del así llamado y efímero imperio latino de tal manera que este objetivo poco a poco fue desplazando el verdadero fin de la cruzada, con lo que esta se apagó y terminó por fracasar.

La corresponsabilità di Innocenzo negli avvenimenti, che non furono conseguenza di un piano sapientemente elaborato ma il frutto di una concatenazione di eventi imprevedibili, è difficilmente dimostrabile: un energico intervento prima e dopo la conquista di Zara avrebbe però senz'altro modificato il corso delle cose.
Enciclopedia dei Papi, p. 336

Para 1213, el Papa Inocencio III buscó organizar una nueva expedición, tomando en cuenta la experiencia anterior. El programa se encuentra en su carta Quia maior e incluye detalles de todo tipo, de manera que se pudieran evitar los errores del pasado. El Papa se avocó entonces a buscar la paz entre el Rey Felipe II Augusto y Juan Sin Tierra para que ambos pudieran participar en la cruzada. La colecta solicitada por el Papa con esta intención no fue muy bien recibida (véase, por ejemplo, el poema de Walther von der Vogelweide.

En el concilio de Letrán IV se trató el tema y se elaboró la Ordinatio expeditionis pro recuperanda Terra Santa[27]​ del 14 de diciembre de 1215. El Papa mismo se comprometía a bendecir personalmente al ejército y a colaborar en la medida de sus posibilidades. Pero no vio el fruto de su empeño pues pocos meses después falleció.

La lucha contra las herejías[editar]

Fue otro de los temas constantes y a los que mayor dedicación puso el Papa durante su pontificado.

La intención del papa no era solo la eliminación de la herejía sino también la conversión de quienes las sostuvieran, ya que, según él mismo indica al inicio del concilio de Letrán, la responsabilidad de la corrupción de la fe en los fieles es del clero.[28]

Para combatir el catarismo, el papa confió primero en algunos legados cistercienses que no lograron ningún triunfo importante. Luego elevó al rango de decretal una carta dirigida al municipio de Viterbo llamada Vergentis in senium donde se explicitaban las penas para los herejes. Desde 1204, Inocencio III solicita al rey francés, Felipe II Augusto que intervenga militarmente en las zonas ganadas por los albigenses. Pero no recibe respuesta debido a los conflictos del primero con la monarquía inglesa.

Entonces, la delegación del obispo de Osma con su viceprior Domingo de Guzmán lograron, por medio de una predicación más humilde y sin ostentaciones de poder, alguna respuesta en las zonas cátaras. Por su parte, el papa comenzó a deponer obispos que no habían actuado con firmeza ante los herejes.

El 14 de enero de 1208 la situación empeoró: el legado papal Pedro de Castelnau fue asesinado. E Inocencio III proclamó una «cruzada» (con los mismos privilegios de quienes fueran a Tierra Santa) para todos los caballeros que participaran militarmente contra los herejes. Los barones de la Francia septentrional aprovecharon la empresa para hacer una guerra de conquistas, que el Papa no supo ver con claridad, y así se abusó de los privilegios de los cruzados. La culpabilidad del Papa en permitir los desmanes y matanzas que se sucedieron es innegable.

Tras la Batalla de Muret (1213), el Papa envió un nuevo legado, el cardenal Pietro de Benevento. Aunque habrá núcleos de resistencia hasta varias décadas después, ya en 1215 Inocencio se siente seguro de sus resultados, hasta el punto de convocar un Concilio Ecuménico para resguardar la ortodoxia católica. Paralelamente, la Cruzada Albigense le da impulso al reino francés, al permitírsele la anexión de la región del Languedoc.

Para con el grupo de los así llamados Humillados, el Papa logró acercarlos a la Iglesia y les concedió un reconocimiento en 1201 e incluso la posibilidad, con alguna restricción, de mantener la predicación de los laicos. También algunos grupos valdeses, que habían sido atraídos por Domingo de Guzmán, fueron acogidos por Inocencio III con fórmulas novedosas y flexibles.

Las órdenes religiosas[editar]

San Francisco ante el Papa Inocencio III, pintura de Giotto.

Aun cuando no se puede hablar de innovaciones por parte de este papa para la vida o la disciplina de los religiosos, cabe hablar sea de una decidida actuación de las reformas[29]​ sea también de una estabilización de la terminología que se empleaba en su tiempo para referirse a las distintas formas de vida religiosa.[30]

Inocencio III tenía una especial predilección por los cistercienses. Al parecer el hábito blanco de los papas viene por esta predilección. A ellos confió delicadas misiones como legados en diversas partes de la cristiandad y en la propia Roma.

Durante su pontificado, el crecimiento de movimientos laicales y religiosos fue importante, a tal punto que el Concilio de Letrán IV prohibió, en uno de sus cánones, crear nuevos institutos o nuevas reglas.

Pero también varias otras órdenes recibieron su aprobación durante el pontificado:

  • Orden Hospitalaria del Espíritu Santo de Guido de Montpellier
  • Orden de los Trinitarios de San Juan de Mata
  • Orden Teutónica
  • Orden Hospitalaria de san Marcos en Mantua

Para el caso de san Francisco de Asís se debe recordar que este se presentó en Roma en 1210 sin el permiso de su obispo, con un grupo de laicos e intentando hacer aprobar la regla de vida que seguía con su grupo. Es normal, entonces, que el papa lo haya rechazado al inicio, según narra tiempo después Girolamo de Ascoli, luego Nicolás IV. Al parecer, según narran las fuentes franciscanas, Inocencio era de la misma idea del cardenal Giovanni de San Pablo que esperaba poder hacer que Francisco empleara alguna de las reglas ya aprobadas para su fundación. Pero el santo de Asís no se conformó con esto y volvió con el Papa y obtuvo una aprobación oral de la regla (la llamada «Regula non bullata»)[31]​ y que su organización fuera llamada «religio», es decir, una orden religiosa. Habían sido personas de la curia las que ayudaron a Francisco a redactar el texto y sugerir a éste el modo de pedir la gracia al Papa. Inocencio III hizo confirmar por un consistorio la regla, pero no dio un documento escrito ni privilegio, según Maccarrone, debido a lo insólito del modo y no queriendo crear un precedente para el futuro.[32]

En 1215 fue el caso de Domingo de Guzmán, completamente diverso. Se trataba de un grupo ya bien formado dentro de la diócesis de Tolosa. Seguía el procedimiento habitual y se presentaba con el obispo Folco. Se solicitaba «confirmar al hermano Domingo y a sus compañeros de orden, que eran llamados y eran de hecho predicadores» y dar la protección apostólica a los bienes que tenían. Se trataba, por tanto, de confirmar lo que ya había sido aprobado por la diócesis.

De hecho en el concilio de Letrán IV, que se celebró dos meses después de estos encuentros, se indicó que los obispos debían crear estos grupos de predicadores en sus diócesis, y, por tanto, al parecer, la intención de Inocencio III era permitir la creación de grupos diocesanos que apoyaran la predicación evangélica y no tanto, un orden religioso. De cualquier forma, pidió a los «dominicos» que eligieran una regla ya aprobada.[33]

El Concilio de Letrán[editar]

A poco tiempo de culminar su vida y su pontificado, en 1215 convocó un concilio general en Letrán, uno de los más importantes de la época, en el cual se trataron temas políticos y en especial se dictaron deberes y derechos para prácticamente todas las clases sociales. Destaca el decreto “Omnis Utriusque Sexus”, en el que se obliga a todos los adultos cristianos a recibir al menos una vez al año los sacramentos de la confesión y la eucaristía.

Según Michele Maccarrone el concilio fue como la síntesis de la obra de Inocencio III, síntesis que no llegó a ver aplicada pues un año después falleció.[34]

Muerte[editar]

El 16 de julio de 1216, mientras se encontraba en Perugia, el Papa Inocencio III murió tras sufrir unas fiebres. Fue sepultado en la catedral de esa ciudad y allí permaneció hasta 1892, cuando sus restos fueron trasladados a la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma.

El hecho de que el sucesor de Inocencio III no fuera ningún cardenal de confianza ni miembro activo de la curia indicaría que los cardenales no estaban muy a gusto con su forma de gobernar.

Fue sepultado en la catedral dedicada a San Lorenzo en Perugia. En 1605 sus restos fueron transferidos a la capilla dedicada al mismo santo y luego a San Juan de Letrán en Roma (1891).[35]

Política[editar]

Sacerdotium et regnum[editar]

En un famoso pasaje del decretal Sicut universitatis conditor compara al poder temporal con la luna y al papado con el sol:

Sicut universitatis conditor Deus duo magna luminaria in firmamento caeli constituit, luminare maius, ut praesset diei, et luminare minus, ut praesset nocti, sic ad firmamentum universalis Ecclesiae, quae caeli nomine nuncupatur, duas magnas instituit dignitates: maiorem, quae quasi diebus animabus praesset, et minorem, quae quasi noctibus praesset corporibus, quae sunt pontificalis auctoritas et regalis potestas.
Así como el creador del universo hizo dos grandes luces en el firmamento, una luz mayor, que preside el día, y una luz menor que preside la noche; así, para el firmamento de la Iglesia universal, que emplea el nombre de cielo, instituyó dos grandes dignidades: la mayor, que preside como a los días a las almas; y la menor, que como a las noches preside los cuerpos, las cuales son la autoridad pontificia y el poder real.
DS 767

Es verdad que la imagen había sido ya empleada por Gregorio VII dos siglos antes, pero su empleo a pesar de que ya por entonces circulaba la otra metáfora de las Dos espadas prueba la continuidad y la fuerza de la eclesiología papista de Inocencio III.

No se consideraba con la soberanía temporal sobre toda la Cristiandad, pero sí creía que le incumbía un derecho a intervención en temas temporales cuando estos requerían de un «pacificador» ya que Cristo mismo se había dado esta característica a sí mismo, y por tanto, a quienes lo representaban en la Tierra, es decir, a los Papas. Para Inocencio III la naturaleza del poder temporal y de aquel poder que tenía como Papa eran diversos; por tanto, no se consideraba como una instancia de poder temporal superior a todos (como en cambio, parece afirmar un siglo más tarde Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam) sino como una instancia paralela aunque superior en el ámbito espiritual:

Non negamus, quin praecellat in temporalibus imperator illis dumtaxat qui ab eo recipiunt temporalia. Sed pontifex in spiritualibus antecellit, quae tanto sunt temporalibus digniora quanto corpori est praeferenda anima.
No negamos que el emperador sea superior al papa en las cosas temporales […], pero el pontífice lo supera en las cosas espirituales.
Carta al emperador Alejo de Constantinopla, «Solitae benignitatis affectu», Potthast, vol. I, Inocencio III, 1278, p. 116-7

En el decretal Venerabilem[36]​ (1202) considera el imperio como de derecho divino aun cuando corresponda al Papa la coronación y consagración. Así, el Papa puede hacer valer derechos sobre el emperador para conminarlo a actuar de una determinada manera pero también puede verificar su idoneidad e incluso traspasar el imperio a otro pueblo. De hecho, ya un papa lo había hecho al trasladarlo de Oriente a los francos. El Papa concedía el «favor apostolicus» a un hombre idóneo, y para eso debía asegurarse: no bastaba la propuesta de los electores (a quienes reconocía el derecho a elegir su emperador). La coronación no era una confirmación de la propuesta ni tampoco una investidura (con sentido feudal).

Ese mismo año, en la decretal Per venerabilem responde al conde de Montpellier –que le había pedido legitimar sus hijos ilegítimos como había concedido al rey de Francia– que no lo puede hacer porque no había autoridad mayor que la del rey a la cual acudir y en este caso, antes que el Papa, se encuentra el propio soberano. Sin embargo, en la decretal Novit ille (1204) explica a los obispos franceses su intervención en temas temporales a modo de árbitro (arbiter mundi) y de última instancia, a tenor de la petición de una de las partes, como en el caso de Juan sin Tierra en su guerra contra Felipe II de Francia. E Inocencio defendió su capacidad de intervenir en que estaba de por medio una «ocasión de pecado», es decir, al menos como justificación, no por políticas temporales. Esta misma argumentación le sirvió para dar por depuestos a los señores feudales que adhiriesen a la herejía o que no la extirpasen de sus dominios. Así, por ejemplo, ocurrió con Raimundo de Tolosa.

Obras[editar]

De miseria humanae conditionis (1194-1195)[editar]

El título original del libro, a juzgar por los manuscritos más antiguos es De miseria humanae condicionis. El Migne populariza el título De contemptu mundi[37]​ acercando el libro al género literario del mismo nombre aunque la temática dista mucho de ser tal. Es un escrito de base pesimista que subraya la fragilidad y la impotencia del hombre, para exaltar la humildad y la acción divina. En el prólogo se habla de una segunda parte que trataría de la bondad de la condición humana pero que no se conservó o que simplemente no fue publicada.

La obra está dedicada al cardenal obispo de Porto, Pietro Gallocia. Pietro llegó a ser cardenal solo en 1191, por lo que en esos años anteriores al pontificado se puede datar el escrito. Las fuentes que emplea son numerosas pero se muestra un gran conocimiento de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. También emplea citas de los autores clásicos como Horacio, Ovidio y Juvenal

El éxito de la obra en su tiempo se demuestra con la cantidad de manuscritos que han llegado hasta la actualidad: son más de 700: lo cual la coloca entre los libros de espiritualidad más leídos en toda la Edad Media. Se imprimió por primera vez en 1473.

Sin embargo, a fines del siglo XIX e inicios del XX fue sometido a dura crítica por su pesimismo y visión negativa del hombre, así como por su deficiente calidad literaria. Así por ejemplo, los textos citados de Albert Hauck[38]​ o Achille Luchaire. Pero en su tiempo, la fama de Lotario llegó a ser tan grande que se le adjudicaron varios escritos anónimos del tiempo para darles autoridad.[39]

En el primer libro se habla de la condición triste del hombre desde el momento en que es concebido. A todos los hombres aqueja algún tipo de miseria que no les permite llegar a la felicidad. Habla con vivacidad de la mujer casada y de los disgustos que produce a su esposo. De ahí se prolonga en tratar de los diversos males que impiden la felicidad.

En el segundo libro se estudian las motivaciones principales del actuar humano: «opes, voluptates, honores». De la avaricia surgen la corrupción y la injusticia que critica ásperamente. Del deseo de placeres surgen la gula y la lujuria, capítulos menos delineados, con variados ejemplos de la escritura y más breves. En los capítulos dedicados a la ambición hace una descripción del «ambicioso» subrayando su hipocresía:

Amitiosus semper est pavidus, semper attentus, ne quid dicat vel faciat quod in oculis hominum valeat displicere, humilitatem simulat, honestatem mentitur, affabilitatem exhibet, benignitatem ostendit, subsequitur et obsequitur, cunctos honorat, universis inclinat, frequentat curias, visitat optimates, assurgit et amplexatur, applaudit et adulatur.
PL 217, 727

Aquí las citas bíblicas faltan casi por completo aunque hay una de Ovidio, pero luego muestra ejemplos de soberbia de la Biblia.

En la edición de Colonia, y por tanto, en el Migne, el libro II concluye con dos capítulos que se han demostrado insertos posteriores y además no auténticos: De doloribus quos mali patiuntur in morte y De adventu Christi ad diem mortis cuiuslibet hominis.

En el libro III se habla de la muerte y lo que viene después como otro ejemplo de infelicidad. Se trata entonces de la corrupción de los cadáveres y del infierno. Son nueve categorías de castigos que se reciben en el infierno. Se concluye el libro con las angustias aterradoras del juicio final.

De sacro altaris mysterio[editar]

Es también una obra anterior al 1198 y es un tratado de liturgia y de teología sacramental. Se conservan alrededor de 200 manuscritos de esta obra y muchas citas en otras.

La autenticidad de la obra se prueba no solo por la mención en las Gesta sino también por la repetición de ideas en el epistolario de Inocencio III y en las políticas que llevó adelante en materia litúrgica y sacramental. Reformó el breviario,[40]​ corrigió el Ordo Missae,[41]​ y la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio de Letrán IV.

El libro no está dedicado. Aun cuando en la versión del Migne el ordo missae se incluye al inicio, la intención de Lotario era que este apareciera al final de manera que se pudiera comparar ese texto con todo lo expresado a lo largo del libro. En el prólogo habla de la relación entre el sacrificio de Cristo y la misa tal como se celebraba en ese entonces. Añade que el sacrificio eucarístico consiste en cuatro cosas: las personas, las acciones, las palabras y la materia.[42]

En el libro primero trata de las «personas» que intervienen en la misa: el clero, el coro, los acólitos y el sacerdote. Luego habla de los ornamentos sagrados.

En el libro tercero se habla de la procesión de entrada y de los ritos iniciales de la Misa. Compara, siguiendo una imagen empleada en otros tratados del tiempo, la misa con los momentos de la vida de Jesús.

En el tercer libro se trata, con cierta amplitud más teológica, de los ritos hasta la consagración, se comentan los textos de la liturgia.

A la consagración dedica todo el libro cuarto y la llama «corazón del sacrificio divino». Se entretiene en explicar las diversas teorías teológicas del tiempo aunque, como era costumbre del tiempo, sin indicar los nombres de los autores. Habla de temas teológicos más complejos como la Transubstanciación y la presencia real.

En el libro quinto se retoma la explicación más ritual de las oraciones que siguen a la consagración.

Las palabras y ritos finales son el tema del libro sexto que muestran un acercamiento más histórico que pretende mostrar el origen (al menos lo que se sabía en aquel entonces) de los diversos momentos del rito.

De quadripartita specie nuptiarum[editar]

Otra de las obras que habría compuesto siendo cardenal y cuyo título está confirmado por el mismo Papa en un sermón[43]​ es Acerca de las cuatro formas de nupcias. La obra está dedicada a un «Benito, sacerdote» del que no se tiene noticia,[44]​ aunque por lo que la misma obra indica habría sido colaborador del cardenal Lotario. Es del género literario de la exégesis pues se trata de un comentario al salmo 45 (44).

Existen pocos manuscritos de esta obra y tampoco se encuentra que haya ejercido mayor influencia en la teología posterior.

Dado que el salmo había sido ampliamente comentado por rabinos y por los santos padres de manera alegórica, Lotario continúa esta tradición buscando el sentido de las nupcias que allí se describen en cuatro tipos (siguiendo los «cuatro sentidos de la Escritura»): la unión entre el hombre y la mujer (sentido literal), entre Cristo y la Iglesia (sentido alegórico), entre Dios y el alma justa (sentido anagógico) y entre el Verbo y la naturaleza humana (sentido moral). Expone elementos jurídicos del tiempo acerca del matrimonio y lleva las aplicaciones para cada uno de los sentidos.

A esta primera parte sigue un comentario, versículo por versículo, del salmo.

Otras obras de antes de ser elegido Papa[editar]

Sermones[editar]

En 1204 se publicó una colección con unos 80 sermones de Inocencio III. No existe un trabajo crítico[45]​ sobre esta obra para verificar su autenticidad y las posibles interpolaciones.[46]​ Sin embargo, resulta una fuente interesante sobre las ideas teológicas que dominaba (en la medida en que tales ideas se encuentran también presentes en su epistolario como Papa), de los usos litúrgicos del tiempo y de elementos culturales propios de los lugares donde fueron pronunciados.[47]

Commentarium in septem Psalmos Paenitentiales[editar]

Ofrece una interpretación alegórica al estilo de la escolástica. Contiene textos autobiográficos.

Según Maccarrone[48]​ se ha de considerar auténtico, aunque el Migne lo incluya entre los textos dudosos, pues retoma casi a la letra expresiones empleadas en el De miseria. Algunos elementos de crítica confirman la autoría: el empleo del salterio según versión «romana» y la típica mención a sus trabajos que lo absorben. El único motivo para ponerlo en duda es que no es mencionado por las Gesta entre las obras de Lotario. Esto se puede deber a la fecha de composición ya que esta obra habría sido compuesta en 1216, más precisamente el 10 de abril aun cuando su redacción iniciase ya bien pronto, en la primera estancia de Inocencio III en Anagni, hacia el 1203.[49]

Cartas[editar]

Su epistolario supera las diez mil cartas. De ahí que quepa preguntarse si él estuvo personalmente comprometido en la redacción de todas ellas. Evidentemente las cartas de temática judicial o los privilegios o las habituales cartas de gracia no son obra directa de él. Pero en las demás cartas se encuentran argumentos teológicos o ideas que aparecen también en sus sermones y tratados anteriores, incluso juicios poco comunes sobre personas y situaciones o el uso del singular en vez del «nos» mayestático que inducen a creen que se trata de redacciones personales, al menos en su formulación.

Esas cartas ofrecen información útil sobre Inocencio III y el motor de sus políticas religiosas y humanas durante su pontificado. Muchas de estas cartas fueron ya recolectadas en vida del Papa para emplearlas en las facultades de derecho. Él mismo mandó hacer una, la llamada Compilatio tertia (1210) que envió a la Universidad de Bolonia.

Notas[editar]

  1. Cf. A. Luchaire, Innocent III. Rome et l'Italie, Librairie Hachette, París 1904, p. 26-34.
  2. Cf. Albert Hauck, Kirchengeschichte Deutschlands vol. IV, Leipzig 1935, p. 718-721.
  3. Cf. Fliche (1979:22-30).
  4. Según la Gesta: «ex patre Transmundo de comitibus Signiae», es decir, «de los condes de Segni». Se ha intentado hacer coincidir a ese personaje con Trasmundo de Zancate, «rector civitatis Anagniae» pero dada la popularidad del nombre la propuesta no pasa de ser una posibilidad, cf. R. Ambrosi de Magistris, Storia di Anagni, Anagni 1889, vol. II, p. 201.
  5. Denifle, Chartolarium Universitatis Parisiensis, París 1889, I, p. 73.
  6. Cf. PL 214, 444.
  7. También Michele Maccarrone hace ver la influencia del maestro Huguccio de Pisa en el pensamiento de Inocencio III en su obra Chiesa e Stato nella dottrina di Papa Innocenzo III, Universidad de Letrán, Roma 1940.
  8. Cf. Guyotjeannin (1996:787).
  9. El mismo Inocencio III lo recordará más tarde, cf. PL 214, 132.
  10. Resulta difícil precisar más la fecha: aparece como firmante de esa iglesia en los registros desde el 17 de octubre de 1179 hasta el 22 de febrero de 1180, cf. J.M. Brixius, Die Mitglieder des Kardinalkollegiums von 1130-1181, Berlín 1912, p. 65.
  11. Cf. PL 214, 223; 214, 280-282; 215, 657, etc.
  12. Cf. PL 214, 9; 214, 1.
  13. Edición de Stubbs vol. IV, p. 174: "Eodem anno Johannes Salernitanus, tituli Sancti Stephani in monte Celion presbyter cardinalis apostolicae sedis legatus in Scotia, et in Hibernia, et in insulis adjacentibus venir Eboracum. Qui cum esset unus de duobus electis in Romanum pontificem proximo post decessum Coelestini papae, electioni suae renunciavit, licet decem cardinales in electione sua consensissent et ipse cum caeteris cardinalibus elegit Lotarium diaconum cardinalem in Romanum pontificem, qui vocatus est papa Innocentius tertius. Praedictus vero Johannes non manducavit carnem; vinum et siceram non bibit, nec aliquid quo inebriari potuit; sed aurum et argentum sitivit. In praesentia autem hujus cardinalis Gaufridus Eboracensis archiepiscopus obtulit Simoni decano, et capitulo Eboraci, se in omnibus stare examini illius super omnibus querelis quae inter illos vertebantur, salvis privilegiis et dignitatibus utriusque partis, et salvo jure. Sed hoc solum verbum, "salvo jure", erat onerosum et importabile illis, quos propriae actionis accusabat intentio; et nitebantur ut verbum illud, "salvo jure", tolleretur."
  14. Cf. Sibilia (1951:66).
  15. Cf. Herbert Grundmann, Movimenti religiosi nel Medioevo, Il Mulino, Bolonia 1980.
  16. Según se indica en las Gesta: "Henricus, autem imperator, occupaverat totum patrimonium ecclesiae usque ad portas Urbis praeter solam Campaniam in qua tamen plus timebatur ipse quam papa.
  17. Texto original: «Ripresa della crociata, repressione dell'eresia e riforma della Chiesa, sono queste le uniche preoccupazioni di Innocenzo III nei primi mesi del 1198».
  18. Cf. Gesta Federici, c. 8, ep. 1: «ad ligiam fidelitatem recepit, de praefectura eum publice investivit, qui usque ad id tempus, iuramento fidelitatis imperatori fuit obligatus».
  19. Cf. Sibilia (1950:77-79).
  20. El autor de las Gesta añade que a la llegada de la corte papal los habitantes de la ciudad estaban preocupados pues tenían dificultad para encontrar agua ya para las necesidades de los lugareños y con la cantidad de visitantes iba a ser absolutamente insuficiente. El papa les mandó buscar con empeño alrededor de la ciudad y encontraron bajo el muro una fuente de agua que salía tan abundante que fue suficiente para todos.
  21. La ceremonia la narra Cencio Savelli (luego Honorio III) en su Liber censuum ecclesiae romanae.
  22. «Cupientes nunnulli, qui de diversis et ultimis etiam mundi partibus ad apostolicam sedem accedunt, audire sapientiam nostri temporis Salomonis, nec non et multi alii honesti viri atque prudentes, qui nobiscum praesentialiter conversantur, justitias et judicia ipsius in scriptis habere, me vobiscum pariter suis precibus induxerunt ut aliquod temporis spatiumaliis occupationibus meis subripiens, in eis ordinandis expenderem et in uno volumine sub certis titulis compilandis» Prima collectio decretalium Innocentii III, PL 216, 1173.
  23. Todo el proceso «inquisitorial» queda descrito en algunos decretales del Papa Inocencio III: Licet Heli (cf. Reg. X, 5.3.41), Qualiter et quando (cf. Reg. X 5.1.17; 2.1.17), Inquisitionis negotium (cf. Reg. X 5.1.21).
  24. Giovanni di Castellomata
  25. Cf. PL 216, 1028s.
  26. El homicidio es narrado con detalle por el cardenal Ugolino Segni en la carta 152 a Inocencio III, archivada en el Registrum super negotio romani imperii.
  27. El texto se encuentra en PL 217, 269-273.
  28. «Omnis in populo corruptela principaliter procedit a clero» (PL 217, 678).
  29. Cf. Maccarrone (1972:223).
  30. Se trata de la carta al obispo de Auch, PL 214, 70-71, donde habla de monjes, canónigos y otros regulares: cf. Januz Kowal, Uscita definitiva dall'Istituto religioso dei professi di voti perpetui. Evoluzione storica e disciplina attuale, (Analecta Gregoriana 271), Roma 1997, p. 74-75.
  31. San Francisco mismo lo recuerda en su Testamento: «et dominus papa confirmavit michi»: cf. Opuscula sancti patris Francisci Assisiensis, Quaracchi 1949, p. 79.
  32. Cf. Maccarrone (1972:300-306).
  33. Así en la narración de Jordán de Sajonia, Libellus de principiis ordinis praedicatorum, cap. XL.
  34. Maccarrone, Michele (1961). «Il IV Concilio lateranense». Divinitas 5: 277-278. 
  35. Cf. Guyotjeannin (1996:787).
  36. Cf. PL 216, 1065-1067.
  37. Cf. PL 217, 701-746.
  38. Cf. Kirchengeschichte Deutschlands, Leipzig 1903, vol. IV, 684.
  39. Cf. Johann Albert Fabricius, Bibliotheca latina mediae et infimae aetatis, Firenze 1858, vol. II, p. 325.
  40. Fra Salimbene, Crónica: «Hic etiam officium ecclesiasticum in melius correxit et ordinavit, et de suo addidit et de alieo dempsit» (MGH XXXII, 31).
  41. Cf. Dictionnaire de Liturgie et d'Archéologie» voz «Missel Romain».
  42. Cf. PL 217, 774.
  43. «Quatuor enim species desponsationum nos distinxisse meminimus in libello, quem edidimus de quadripartita specie nuptiarum», PL 217, 661.
  44. «non sappiamo chi sia, le uniche notizie sono quelle qui contenute: Lotario lo chiama Frater in Domino, ne elogia il desiderio di istruirsi sui compiti del sacerdote, e lo chiama partecipe delle fatiche che ha dovuto sostenere in quel tempo per il suo ufficio» Maccarrone (1943:118).
  45. La única fuente moderna es la edición del Migne: PL 217, 309-690, que cuenta con una traducción al italiano: Inocencio III, Sermoni di Innocenzo III, ed. S. Fioramonti, Città del Vaticano 2015.
  46. Cf. Christian Grasso, La problèmatique de l'hérésie dans le sermons d'Innocent III, en Innocent III et le Midi (Cahiers de Fanjeaux, 50), a cargo de D. Le Blévec - M. Fournié - J. Théry-Astruc, Toulouse 2015, p. 231-253.
  47. Cf. J. C. Moore, The Sermons of Pope Innocent III, en Römische Historische Mitteilungen 36 (1994) 81-142.
  48. Cf. Maccarrone (1943:108)
  49. Cf. Sibilia (1951:100).

Bibliografía[editar]

Fuentes[editar]

Una amplia colección de documentos del Papa Inocencio III se encuentra en la Patrologia latina (vols. 214-217) e incluye también obras de dudosa autoría. Su epistolario, aunque incompleto, fue publicado por Étienne Baluze en 1682 y de esa edición toma el Migne para su obra. Se subdivide del siguiente modo:

El volumen 214 contiene
  • Innocentii III Regesta sive epistolae, Liber primus con las cartas de su primer año de pontificado.
  • Liber secundus (con las del segundo... y así sucesivamente)
  • Liber tertius
  • Liber quartus (falta el registro de su cuarto año de pontificado)
  • Liber quintus
El volumen 215 que contiene
  • Liber sextus
  • Liber septimus
  • Liber octavus
  • Liber nonus
  • Liber decimus
  • Liber undecimus
El volumen 216 que contiene
  • Liber duodecimus que contiene el Processus negotii Raimundi comitis Tolosani
  • Liber decimus tertius
  • Liber decimus quartus
  • Liber decimus quintus
  • Liber decimus sextus que contiene el De negotio comitum Tolosae, convenarum fuxi et Gastonis de Bearno
  • Excerpta de rebus Gallicis. Registrum Domini Innocentii III super negotio romani imperii
  • Prima collectio decretalium
El volumen 217 que contiene
  • Innocentius III Pontifex romanus. Supplementum ad regesta. Con cartas de los años 1198 hasta 1216.
  • Cartas sin fecha de su pontificado
  • Epistolae variorum ad Innocentium III
  • Sermones (309-690)
    • Dialogus inter Deum et peccatorem (691-700)
    • De contemptu mundi (701-746)
    • Libellus de eleemosyna (747-760)
    • Encomium charitatis. Mysteriorum evangelicae legis et sacramenti eucharistiae libri sex (763-966)
    • Dubiorum appendix
      • Commentarium in septem psalmos poenitentiales
      • Regula ordinis s. Spiritus de Saxia

El Registrum de negotiatione imperii –que el mismo Papa mandó recopilar– ha sido publicado por Friedrich Kempf en la Miscelanea historiae pontificiae en 1947.

Otras obras con fuentes que se pueden considerar son las siguientes:

  • A. Potthast (ed.), Regesta Pontificum Romanorum, vol. I-II, Berolini 1875, p. 1-1467, II p. 2041-2066
  • Gesta Innocentii III papae, PL 214, XVII-CCXXVIII (los números romanos indican que se trata de columnas de un añadido inicial al libro, no de obras de Inocencio III).
  • D. Gress-Wright, The Gesta Innocentii III. Text, Introduction and Commentary, Bryn Mawr College 1981
  • Michele Maccarrone (ed.), Lotharii cardinalis (Innocentii III) De miseria humane conditionis, Editrice Antenore, Padova 1955

Bibliografía empleada[editar]

  • Werner Maleczek, voz «Innocenzo III» en la Enciclopedia dei Papi, vol. II, Istituto della Enciclopedia italiana, 2000, p. 326-350
  • John N.D. Kelly, Vite dei Papi. Le biografie degli uomini che guidarono 2000 anni di storia della Chiesa, Piemme, Casale Monferrato 19993
  • Salvatore Sibilia, Innocenzo III. 1198-1216, Edizioni Paoline, Roma 1950
  • Augustin Fliche, «Il pontificato di Innocenzo III (1198-1216)» in A. Fliche - Ch. Thouzellier - Y. Azaïs, Storia della Chiesa, vol. X: La cristianità romana (1198-1274), Editrice S.A.I.E., Turín 1979
  • Paul Labal, Los cátaros, Editorial Crítica, 2000
  • F. Degalli, Historia de la Iglesia, Editorial Codex S.A., 1963, p. 147-148
  • Gerardo Laveaga, El sueño de Inocencio, Editorial Ediciones Martínez Roca, 2006
  • Michele Maccarrone, «Innocenzo III prima del pontificato» en Archivio della R. Deputazione romana di storia patria, 26 (1943), p. 59-134
  • Jacques de Ghellinck, Le mouvement théologique du XII siècle París 1914, p. 342ss
  • Michele Maccarrone, Studi su Innocenzo III, Editrice Antenore, Padua 1972
  • Atanasio Matanić, «Papa Innocenzo III di fronte a s. Domenico e a S. Francesco» en Antonianum 35 (1960), p. 508-527
  • Olivier Guyotjeannin, «Inocencio III» en Philippe Levillain (dir.), Dizionario storico del papato, vol. II, Bompiani, Milán 1996, ISBN 88-452-2651-4

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