Comunión Tradicionalista

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Comunión Tradicionalista
Partido Carlista
Asociación Católico Monárquica
Partido Jaimista
Comunión Legitimista
Presidente Carlos de Borbón y de Austria-Este, Jaime de Borbón y Borbón-Parma, Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este y Javier de Borbón-Parma
Secretario/a general Cándido Nocedal,
Francisco Navarro Villoslada,
Enrique de Aguilera,
Matías Barrio y Mier,
Bartolomé Feliú,
Luis Hernando de Larramendi,
José Selva Mergelina,
Tomás Domínguez Arévalo,
Manuel Fal Conde
Líder Carlos de Borbón,
Jaime de Borbón,
Alfonso Carlos de Borbón
Fundación 1869 [1]
Disolución 1937 [2]
Ideología Carlismo,
tradicionalismo
País España
Publicación La Esperanza
El Cuartel Real
El Correo Catalán
El Correo Español
El Siglo Futuro
El Pensamiento Navarro
1 Establecimiento del carlismo como partido político
2 Integración forzosa en FET y de las JONS. Actuación de la Comunión Tradicionalista en semiclandestinidad hasta la década de 1970.

Comunión Tradicionalista es uno de los nombres que adquirió el movimiento carlista como fuerza política desde 1869,[1][2][3][4]​ junto con otros como Comunión Católico-Monárquica (habitual durante el Sexenio Revolucionario), Partido Carlista (hasta 1909), Partido Jaimista (entre 1909 y 1931) o Comunión Legitimista —entre otros— que quedaron en desuso en la década de 1930. A partir de entonces, también se conoció en ocasiones como Comunión Tradicionalista Carlista, denominación dada por Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este.[5]

Algunos autores utilizan la expresión «Comunión Tradicionalista» para hacer referencia al partido que surgió a comienzos de la década de 1930 a raíz de la fusión de las tres ramas del tradicionalismo: jaimista, mellista e integrista,[6][7][8][9]​ aunque el nombre se había empleado ya de manera habitual para definir al carlismo desde el último tercio del siglo XIX, cuando se establece como fuerza parlamentaria,[1][2][3]​ siendo usado también durante la Restauración,[10][11][12]​ y el nombre casi exclusivo de la organización del carlismo durante la Segunda República y el Franquismo hasta la década de 1970, cuando se produce el cambio ideológico de un sector del movimiento.

Desde el siglo XIX el carlismo defendía lo que consideraba la tradición política de España sintetizada en su lema: «Dios, Patria, Rey».[13]​ Obtuvo representación parlamentaria en casi todas las convocatorias electorales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX y fue una de las fuerzas que protagonizó el Golpe de Estado en España de julio de 1936, actuando después en situación de semiclandestinidad durante el Franquismo, con periodos de oposición y colaboración con el régimen.

Con el nombre de «Comunión Tradicionalista» fue reconstituida en la década de 1970 la organización carlista partidaria del príncipe Sixto Enrique de Borbón y del ideario clásico del carlismo, siendo legalizada como partido político en 1977,[14]​ aunque otras agrupaciones políticas se declararán también herederas de la organización histórica del Carlismo.

Historia

Sexenio Revolucionario

Carlos María de Borbón, conocido entre sus partidarios como Carlos VII

El movimiento carlista no tomó carta de naturaleza como partido político hasta la Revolución de 1868, puesto que hasta entonces los carlistas habían preferido los procedimientos bélicos, dejando la defensa de sus intereses en la política parlamentaria durante el reinado de Isabel II a los llamados neocatólicos, aunque estos no planteaban un conflicto dinástico.

Por ello, la dirección del partido carlista, que desde aquel momento empieza a emplear también el término comunión, quedaba supeditada a las necesidades de la organización militar. Después de que Juan III cediera sus derechos dinásticos a su hijo, Carlos VII, este previó que se produciría una nueva guerra, por lo que creó las Comisarías Regias de Regiones y Provincias, bajo el mando unificado de Ramón Cabrera, capitán general de los Reales Ejércitos carlistas, que residía en Londres y era muy conocido en España por su actuación militar en la Primera Guerra Carlista. Cabrera intentó iniciar la actividad política legal del partido y, alentado por el resultado de las elecciones para las Cortes Constituyentes de 1869, dispuso organizar la campaña electoral en las primeras elecciones parciales pero, por falta de organización, los carlistas sufrieron un fuerte revés.

Carlistas durante la Tercera Guerra Carlista

Ramón Cabrera consideró que era difícil dirigir el partido desde el extranjero en su vida legal, de manera que nació la Junta Central Católico-Monárquica, que tuvo mucha importancia en aquel período. Las diferencias respecto a Carlos VII hicieron que Cabrera presentara su dimisión, que le fue aceptada tras ser rechazado por el aspirante al trono su proyecto de constitución parlamentaria.

En las elecciones de 1871, los carlistas pasaron de 20 a 51 escaños, gracias a la actividad y propaganda de la Junta Central presidida por Francisco Juan Fernández de Henestrosa y Santisteban, marqués de Villadarias. Los buenos resultados de las elecciones de 1872, aunque algo menos favorables, se debieron al celo de la Junta y del secretario de la Sección Electoral, el dramaturgo Manuel Tamayo y Baus. Aunque la Junta Central se preocupaba de la organización política y de los planes electorales, también participó en los preparativos bélicos de la Tercera Guerra Carlista.

Restauración alfonsina

Cándido Nocedal

Terminada la guerra en 1876 con derrota militar para los carlistas y uno de sus principales dirigentes, Ramón Cabrera traicionando la causa y habiendo reconocido como rey a Alfonso XII el año anterior, Don Carlos trató de recuperar desde el exilio la moral de sus fuerzas. Para ello, nombró su Delegado General en España a Cándido Nocedal, exministro de Gobernación de Isabel II y antiguo jefe de la minoría carlista en 1871. La labor de Nocedal consistió en reorganizar el partido y preservar su doctrina política ante los avances del catolicismo liberal y la Unión Católica de Alejandro Pidal y Mon, cuyos dirigentes tentaban a las masas carlistas, al tratarse de hombres procedentes del carlismo a los que habían seguido y admirado.[15]

Posteriormente reapareció la prensa carlista, siendo algunos de sus periódicos más duraderos El Siglo Futuro, fundado por Ramón Nocedal[16]​ (posteriormente escindido) y El Correo Catalán, por Manuel Milá de la Roca. En las segundas elecciones de la Restauración, en 1879, Ramón Altarriba y Villanueva, barón de Sangarren, representará al tradicional distrito carlista de Azpeitia.[17]

«A Cándido muerto, Cándido puesto», en La Araña, 1 de agosto de 1885, caricatura en la que se hace referencia a cómo tras la muerte de Cándido Nocedal pasó a ejercer Don Carlos la dirección política de la formación.[18]

Tras la muerte de Cándido Nocedal, Don Carlos decidió asumir personalmente la dirección de la Comunión Tradicionalista y designó como su representante al periodista y novelista Francisco Navarro Villoslada. En esta etapa se desarrolló mucho la prensa tradicionalista y se produjo el enfrentamiento interno con los integristas.[19]​ El conflicto acabó con la unidad de la Comunión, que acabaría reflejándose en 1888 en «El Pensamiento del Duque de Madrid»,[20]​ por Luis María de Llauder, por parte de los leales a Don Carlos, y en el «Manifiesto de Burgos»,[21]​ por parte de los integristas, liderados por Ramón Nocedal.

Francisco Navarro Villoslada

Don Carlos dotó al partido de una nueva organización más descentralizada y también más militar, por el carácter de los delegados. Entre 1887 y 1890, se dividió en cuatro zonas el liderazgo del carlismo en España. La primera que correspondía a la región de León, Asturias y Galicia, tuvo por Delegado a León Martínez de Fortún, Conde de San León y Mariscal de Campo. La segunda región, correspondiente a Andalucia y Extremadura, fue confiada a Juan María Maestre, General de Artillería. La tercera tuvo por delegado a Francisco Cavero y Álvarez de Toledo, marqués de Lácar, y comprendía la antigua Corona de Aragón (Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón), Murcia y Castilla la Nueva. La última zona, que comprendía Castilla la Vieja, las Provincias Vascongadas y Navarra fue asignada al teniente general Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca, marqués de Valde-Espina.[22]

Esta división en cuatro zonas duró hasta 1890, cuando Carlos VII dispuso que las cuatro delegaciones se reunieran en una sola persona, Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, que logró cicatrizar las heridas abiertas por la escisión integrista y organizó la participación en las elecciones generales de 1891 (las primeras que se celebraron con sufragio universal masculino) consiguiendo una minoría parlamentaria que no fue igualada hasta 1907.[23]​ Recorrió España haciendo propaganda y supo dar una buena organización al movimiento. A raíz de la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898, se produjeron intentos de levantamiento armado que fracasaron debido a la defección del general Weyler,[24]​ y en 1899 el marqués de Cerralbo tuvo que dimitir y expatriarse.[25]

Matías Barrio y Mier

Don Carlos designó entonces como delegado a Matías Barrio y Mier, catedrático de la Universidad Central y diputado por Cervera de Pisuerga. Iniciada su gestión de delegado, en octubre de 1900 se producía el asalto de la Guardia Civil de Badalona por la partida carlista capitaneada por José Torrens[26]​ y José Grandia levantaba en Gironella otra importante partida con obreros de las fábricas de la zona, manteniéndose durante medio mes en las montañas de Berga,[27]​ acción que fue defendida por el diputado Víctor Pradera en las Cortes. Barrio prefería el tacto político y logró la reconciliación del marqués de Cerralbo y Juan Vázquez de Mella con Don Carlos, que se materializó en la candidatura de Vázquez de Mella por Barcelona, y un movimiento de renacimiento de la Comunión Tradicionalista que culminó en las elecciones generales de 1907.

A partir de entonces comenzaron los aplecs carlistas, que movilizaron grandes masas, y muchos nuevos títulos de prensa tradicionalista que propagaron la doctrina del movimiento. También empezó a haber buenas relaciones entre el líder del Partido Integrista, Ramón Nocedal, y Vázquez de Mella, desapareciendo el enfrentamiento entre las dos formaciones tradicionalistas.

Carlos VII falleció el 18 de julio de 1909, pasando su hijo Don Jaime a asumir el liderazgo del movimiento. Ese mismo año había fallecido también el delegado Barrio y Mier, que fue sustituido por el diputado navarro Bartolomé Feliu, a quien Don Jaime mantuvo en el cargo.

Se aceleró aún más la revitalización del carlismo (conocido a partir de entonces como jaimismo) iniciada en el período anterior. En 1910 Joaquín Llorens y Fernández de Córdoba fue nombrado jefe del Requeté, una organización paramilitar carlista creada tres años antes como organización juvenil del movimiento.[28]

Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo

En 1913 se estableció una nueva organización para el liderazgo de la Comunión Tradicionalista, creándose la Junta Nacional, de la que fue designado presidente el marqués de Cerralbo, que tuvo que actuar durante el período de la Primera Guerra Mundial. Las diferencias entre la Junta Nacional (germanófila) y Jaime III (aliadófilo), fueron la causa del nuevo cisma de Vázquez de Mella. En 1919 el aragonés Pascual Comín y Moya fue nombrado representante de Don Jaime con el título de secretario.[29]

Aunque el prestigio de Comín permitió que el partido no se desmoronara por completo y que fuertes núcleos se mantuvieran fieles, mantuvo su cargo por poco tiempo. Don Jaime necesitaba a alguien de menor edad para la ardua labor de reorganización, de manera que en 1919 fue designado secretario general Luis Hernando de Larramendi, abogado, escritor y orador que se había destacado en la Juventud Tradicionalista de Madrid.[30]

Hernando de Larramendi comenzó a reorganizar el movimiento con grandes dificultades, ya que entre los mismos leales a Don Jaime había enfrentamientos. En la Junta de Biarritz, pudo presentar la estructura reconstituida de la Comunión Tradicionalista y su actividad le permitió reunir a elementos disgregados, aunque el partido ya no tenía la fuerza de los años anteriores. Las minorías parlamentarias jaimistas quedaron reducidas a unos pocos diputados y senadores. Al finalizar la dirección de Hernando de Larramendi en 1922, el movimiento había disminuido su volumen, pero contaba con unas juventudes llenas de entusiasmo, particularmente en las regiones donde la escisión mellista había hecho menos estragos, Cataluña y Navarra.[31]

Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República

José Selva Mergelina, marqués de Villores

José Selva y Mergelina, marqués de Villores, nuevo secretario de Don Jaime en 1922, centralizó la dirección de la Comunión desde Valencia, donde residía[32]​ Gracias a su labor logró hacer renacer el movimiento en la Región Valenciana, pero la Dictadura de Primo de Rivera, junto con el período prerrevolucionario que desembocó en la proclamación de la Segunda República en 1931, le proporcionaron nuevas dificultades. No obstante, la gran actividad del marqués de Villores permitió reorganizar el partido en Guipúzcoa, Vizcaya y la Rioja y posteriormente presidió la reconciliación de mellistas, integristas y jaimistas, con todos los matices del Tradicionalismo unidos en un solo programa, en una sola aspiración y bajo la jefatura de Don Alfonso Carlos, sucesor de Don Jaime, que había muerto en 1931.[33]

El marqués de Villores falleció en 1932, cuando las campañas de propaganda tradicionalistas habían extendido la vitalidad de la Comunión por todas las regiones de España.[34]​ Los diputados de la minoría parlamentaria alcanzada ese año por la Comunión Tradicionalista fueron Joaquín Beunza, el Conde de Rodezno, José María Lamamié de Clairac, Julio de Urquijo, Ricardo Gómez Rojí, Francisco Estévanez Rodríguez, Marcelino Oreja Elósegui y José Luis Oriol, una minoría solamente comparable a la de 1869.[35]

Antes de morir el marqués de Villores, se había creado una Junta Suprema, que se encargó de la dirección del partido a su muerte, bajo la presidencia del Conde de Rodezno, que dirigió el movimiento con gran esfuerzo de propaganda y actividad.[36]​ Las persecuciones que los gobernantes del bienio azañista emprendieron contra el Tradicionalismo solamente animaron la llama, y los propagandistas tradicionalistas recorrieron España. En esa época, las organizaciones, especialmente de Boinas Rojas y Margaritas, florecieron por doquier. El centro neurálgico siguió estando en Navarra y País Vasco, así como en Cataluña. Pero la novedad fue la incorporación de nuevos territorios como es el caso de Andalucía.[37]

Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno

En las elecciones legislativas de 1933 se sentaron 21 diputados tradicionalistas en las Cortes, acaudillados por el Conde de Rodezno.

En 1934, Alfonso Carlos nombró a Manuel Fal Conde, abogado y católico ferviente, secretario regio y secretario general de la Comunión Tradicionalista, centralizando la organización en su equipo. Ese mismo año, Fal Conde organizó el Acto del Quintillo, demostración de fuerza del carlismo andaluz, frente a la denostada República.[38]​ Los periódicos tradicionalistas, especialmente El Siglo Futuro lo compararon entonces con el caudillo carlista navarro Tomás de Zumalacárregui.

Gracias a la labor de Fal Conde, el carlismo andaluz, sin tradición hasta entonces, consiguió un enorme auge, llegando a ser conocida Andalucía como la "Navarra del Sur", con cuatro diputados tradicionalistas electos por la región: Miguel Martínez de Pinillos Sáenz, Juan José Palomino Jiménez, Domingo Tejera de Quesada y el obrero Ginés Martínez Rubio.[39]

En las elecciones de 1936 los tradicionalistas obtuvieron 15 escaños.

Guerra Civil

Fal Conde participó en los preparativos de la sublevación militar de julio de 1936, comprometiendo la participación del carlismo, que pretendía ejecutar una sublevación independiente, tras largas y complicadas negociaciones con el general Mola.

Su brazo armado, el Requeté, se unió al pronunciamiento del 18 de julio de 1936 junto con las milicias de Falange Española de las JONS y combatió en la Guerra Civil, llegando a integrar a más de 60.000 combatientes voluntarios[40]​ repartidos en 67 tercios.[41]

La Comunión Tradicionalista desapareció formalmente en 1937 como consecuencia del Decreto de Unificación que fundió la Falange y Comunión Tradicionalista en un partido único denominado Falange Española Tradicionalista de las JONS, posteriormente conocido como Movimiento Nacional. No obstante, gran parte de los tradicionalistas no aceptaron el decreto y la Comunión Tradicionalista continuó actuando en semiclandestinidad durante el franquismo.

División del carlismo

Debido tanto al Decreto de Unificación como a la extinción de la dinastía carlista por vía agnada, se produjeron diversas fracturas en el tradicionalismo. Los tradicionalistas partidarios de Carlos Pío de Habsburgo-Borbón (carlooctavistas) y de Juan de Borbón y Battenberg (juanistas) se separaron de la regencia de Javier de Borbón Parma, que en 1936 había sido nombrado sucesor de Alfonso Carlos como regente hasta que se dilucidase la cuestión sucesoria. Javieristas, juanistas y carlooctavistas se declararon herederos de la Comunión Tradicionalista histórica. En 1975 los tradicionalistas seguidores de Sixto Enrique de Borbón y partidarios del ideario clásico del carlismo, que no aceptaron los cambios del Partido Carlista organizado en 1970 ni reconocieron la legitimidad de ejercicio de Carlos Hugo de Borbón (en quien Javier había abdicado en 1975) constituyeron nuevamente una organización con el nombre de Comunión Tradicionalista (1975), que afirmó ser heredera de la Comunión Tradicionalista histórica.

Véase también

Referencias

  1. a b Tuñón de Lara, Manuel (1985). La guerra civil española. Labor. p. 461. ISBN 9788433594006. 
  2. a b Egaña, Iñaki (1996). Diccionario histórico-político de Euskal Herria. Txalaparta. p. 130. 
  3. a b Galera Sánchez, Matilde (1983). Juan Valera, político: epistolario inédito a don Francisco Moreno Ruiz e intervenciones parlamentarias desconocidas. Erein. p. 188. 
  4. Véase también menciones en la prensa de la época en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Digital Hispánica, en la prensa histórica del MCU y en los libros impresos digitalizados por Google Libros
  5. García Escudero, José María (1975). Historia política de las dos Españas, Volumen 3. Editora Nacional. p. 1387. 
  6. López Villaverde, Ángel Luis (1997). Cuenca durante la II República: elecciones, partidos y vida política, 1931-1936. Universidad de Castilla La Mancha. ISBN 9788487319198. 
  7. Fusi, Juan Pablo (2010). La patria lejana. Penguin Random House Grupo Editorial España. ISBN 9788430615841. 
  8. Viñas, Ángel; Calleja, Eduardo González; Sánchez, Fernando Hernández; Ledesma, José Luis; Sánchez, Julio Aróstegui; Suñer, Hilari Raguer; Pérez, Francisco Sánchez; Villa, Fernando Puell de la et al. (12 de marzo de 2013). Los mitos del 18 de julio. Grupo Planeta Spain. ISBN 9788498925432. Consultado el 23 de julio de 2015. 
  9. Gil Pecharromán, Julio (1994). Conservadores Subversivos: La Derecha Autoritaria Alfonsina (1913-1936). Eudema. p. 101. ISBN 9788477541578. «con el que la nueva dirección buscaba evitar una peligrosa fuga de fundamentalistas hacia la naciente Comunión Tradicionalista». 
  10. Barandiarán, José Miguel (1977). Cultura vasca, Volumen 1. Erein. p. 222. 
  11. Revista de estudios políticos, Volúmenes 101-105. Instituto de Estudios Políticos. 1958. p. 48. 
  12. Shubert, Adrian; Gil Aristu, José Luis (1991). Historia social de España (1800-1990). NEREA. p. 141. ISBN 84-86763-47-9. «Durante la Restauración, la Comunión Tradicionalista, como se denominaban a sí mismos los carlistas, ganó habitualmente las elecciones». 
  13. Barreiro Gordillo, Cristina (2003). El carlismo y su red de prensa en la Segunda República. Actas. p. 346. 
  14. Izu Belloso Gordillo, Miguel José (2007). Navarra como problema: nación y nacionalismo en Navarra. Actas. p. 342. 
  15. Ferrer Dalmau, 1959, p. 50.
  16. Ferrer Dalmau, 1959, p. 10.
  17. Ferrer Dalmau, 1959, p. 42.
  18. Hibbs-Lissorgues, 2009.
  19. Ferrer Dalmau, 1959, p. 102.
  20. «El Pensamiento del Duque de Madrid». La Fidelidad Castellana (Burgos) (1.489). 20 de marzo de 1888. 
  21. «Manifestación de la prensa tradicionalista - Dios, patria, rey». El Siglo Futuro (Madrid) (4.036). 22 de agosto de 1888. ISSN 1130-8494. 
  22. Ferrer Dalmau, 1959, pp. 112-113.
  23. Ferrer Dalmau, 1959, pp. 161-162.
  24. González Calleja, Eduardo (2013). La razón de la fuerza: orden público, subversión y violencia política en la España de la Restauración (1875-1917). Txalaparta. p. 191. ISBN 84-00-07778-4. 
  25. Ferrer Dalmau, 1958, p. 81.
  26. Canal i Morell, 2006, p. 33.
  27. González Calleja, Eduardo (2013). La razón de la fuerza: orden público, subversión y violencia política en la España de la Restauración (1875-1917). Txalaparta. p. 210. ISBN 84-00-07778-4. 
  28. Ferrer Dalmau, 1960, p. 65.
  29. Ferrer Dalmau, 1960, p. 111.
  30. Ferrer Dalmau, 1960, p. 121.
  31. Ferrer Dalmau, 1960, p. 125.
  32. Ferrer Dalmau, 1960, p. 151.
  33. Ferrer Dalmau, 1979, p. 31.
  34. Ferrer Dalmau, 1979, p. 45.
  35. Ferrer Dalmau, 1979, p. 30.
  36. Ferrer Dalmau, 1979, p. 47.
  37. Ferrer Dalmau, 1979, p. 93.
  38. Ferrer Dalmau, 1979, p. 88.
  39. Ferrer Dalmau, 1979, p. 78-79.
  40. Canal i Morell, 2006, p. 143.
  41. Rodríguez Jiménez, 1994, p. 112.

Bibliografía

Enlaces externos