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Don Pelayo
Príncipe de los Astures

Don Pelayo según una miniatura medieval conservada en la Biblioteca Nacional de España.
Reinado
718-737
Predecesor Título creado
Sucesor Favila
Información personal
Nacimiento Cosgaya (Liebana)
Fallecimiento 737
Cangas de Onís, Asturias
Sepultura Santa Cueva de Covadonga
Familia
Casa real Astur-leonesa
Padre Duque Favila
Consorte Gaudiosa
Hijos Véase Matrimonio y descendencia

Don Pelayo (f. Cangas de Onís, 737) fue el primer monarca del reino de Asturias, que rigió hasta su muerte. Su origen es controvertido y se le atribuyen los orígenes más variados. La Crónica albeldense le hace un noble godo («XV. ITEM ORDO GOTORUM OBETENSIUM REGUM. Primum in Asturias Pelagius rg. in Canicas an. XVIIII. Iste, ut supra diximus, a Uittizzanc rege de Toleto expulsus Asturias ingressus).[a]​ El testamento de Alfonso III, del año 869,[1]​ en que el rey Magno dona al presbítero Sisnando la iglesia de Santa María de Tenciana (Tiñana, Siero) que su tío Alfonso el Casto había ganado de las propiedades pertenecientes a su bisabuelo Pelayo, vincula territorialmente a Pelayo con el área central de Asturias, aunque sin aportar datos sobre su lugar de origen.

Frenó la expansión de los musulmanes hacia el norte, comenzó la Reconquista y se le ha considerado tradicionalmente como el fundador del Regnum Asturorum, aunque recientes investigaciones arqueológicas sugieren que podría haberlo hecho sobre una organización política local previa.[2]

Crónica de Alfonso III

Monumento a Don Pelayo en Cangas de Onís, Asturias

Hay varías fuentes en las obras cristianas. Según la Crónica de Alfonso III, Pelayo era un noble visigodo, hijo del duque Favila. Debido a las intrigas entre la nobleza visigoda, el rey Witiza conspiró para asesinar a su padre. Pelayo huyó a Asturias, donde tenía amigos o familia. Posteriormente, al sentirse inseguro en el reino, marchó como peregrino a Jerusalén. Allí permaneció hasta la muerte de Witiza y entronización de Rodrigo, del que era partidario. Con éste, ocupó el cargo de conde de espatarios[3]​ o de la guardia del rey y, como tal, combatió en la batalla de Guadalete el 19 de julio del año 711. Tras la batalla se refugió en Toledo y, a la caída de la ciudad (714), mientras otros escapaban a Francia, él volvió a Asturias,[3]​ supuestamente a custodiar el tesoro del rey visigodo.

Las primeras incursiones árabes en el norte fueron las de Muza entre los años 712 y 714. Entró en Asturias por el puerto de Tarna, remontó el río Nalón y tomó Lucus Asturum (Santa María de Lugo de Llanera) y luego Gigia (Gijón).[cita requerida] Las familias dominantes del resto de las ciudades asturianas capitularon y probablemente también la familia de Pelayo. Dejó a cargo al gobernador Munuza en Legione (Léon).[4]

En 718 tuvo lugar una primera rebelión encabezada por Pelayo, que fracasó. Pelayo fue detenido y enviado a Córdoba.[3]​ Sin embargo, consiguió escapar y volver a Asturias, donde encabezó una segunda sublevación y se refugió en las montañas de Covadonga y Cangas, donde se mantenía la resistencia.

En 722 Munuza envió a un general, Al Qama, a someter a los sublevados.[5]​ Al Qama se dirigió hacia Brece (Piloña), donde se encontraba Pelayo. Éste huyó hasta el monte Auseva, en el valle de Cangas y allí, en Covadonga, aniquiló al destacamento de Al Qama. Después de la batalla, el gobernador militar al mando de la mitad norte de la península Ibérica, Munuza intentó escapar de Asturias y alcanzar la seguridad de sus posiciones en la meseta,[6]​ pero fue dado alcance y muerto junto con su séquito y sus tropas en un valle del centro de Asturias.

El estado actual de la cuestión

La moderna historiografía

Estatua de Don Pelayo en Covadonga, Asturias

La moderna historiografía centra los inicios de la Reconquista en la antigua provincia «Asturiensis»,[7]​ cuya existencia consta por esta serie de datos históricos:

  • San Valerio del Bierzo escribió su autobiografía en la segunda mitad del siglo VII, el Ordo querimonie, y dice que era originario de la provincia «Asturiensis», lugar de «espesísimas malezas, ásperas y fragosas».[8]
  • El Anónimo de Rávena, anónimo del siglo VII, señala «Asturia» como una de las ocho (antes sólo eran seis) provincias de Hispania.
  • Las actas del XIII Concilio de Toledo registran la presencia de ocho duces provinciae, dos más que en otras épocas.
  • La Crónica de Alfonso III, en su versión Rotense, dice que los árabes colocaron gobernadores al frente de todas las provincias: «Per omnes prouincias Spanie prefectos posuerunt». Munuza fue el prepósito puesto al frente de la «Asturiensis».

La existencia de este ducado es aceptada desde hace ya tiempo por los historiadores del reino visigodo,[9]​ la novedad ahora es que Pelayo podría ser hijo del dux Asturiensis, Fafila: la Crónica albeldense, crónica redactada en Oviedo en tiempos del rey asturiano Alfonso III el Magno, dice que el dux Fafila —o Favila— era el padre de Pelayo y que fue muerto a manos de Witiza en tiempos del rey godo Égica.

De esta forma se explicarían muy satisfactoriamente muchos particulares acerca del origen del reino de Asturias y acerca del propio Pelayo. Se sabe que los dux («duques») eran, en los últimos tiempos del reino visigodo, «cabezas de redes de dependencias protofeudales en sus ducados».[9]​ Así se explica por qué Pelayo buscó refugio en Asturias, entre la clientela de su padre, cuando Witiza, el asesino de Favila, empuña el cetro real. Debe recordarse que la Crónica albeldense consigna que Pelayo buscó refugio en Asturias, huyendo de Witiza, no de los musulmanes: «Pelayo reinó el primero en Asturias, en Cangas, dieciocho años. Este, como arriba dijimos, expulsado por el rey Witiza de Toledo entró en Asturias».[cita requerida] También se entienden las propiedades fundiarias de Pelayo en Tiñana, que constan en el testamento de Alfonso III, así como la del lugar en Brece donde se hallaba cuando los enviados de Munuza tratan de apresarlo (Crónica rotense). Se comprende mejor también el hecho de que Munuza deseara a la hermana de Pelayo como esposa (Crónica rotense): de esa forma entroncaría con la descendencia de la última autoridad legítima en Asturias, la del dux Favila.

La misma existencia de una provincia Asturiense reduce considerablemente las posibilidades para el posible ducado de Favila: no podría ser el de Gallaecia ni tampoco el de Cantabria porque Pelayo hubiera buscado refugio en aquellas tierras y no entre los astures, con los clientes de su padre, astures que no son otros que los habitantes de la Asturiensis. Así, de acuerdo a estos autores la resistencia de Pelayo sería la de un antiguo núcleo del reino de Toledo: el levantamiento y la resistencia finalmente triunfante de una de sus provincias contra el poder musulmán. Es preciso matizar un poco esta visión, pues estas provincias, en manos de sus duques, experimentaban una tendencia centrífuga, protofeudal, en los últimos tiempos de la monarquía visigoda, y de no haber existido la invasión musulmana, se habría consumado seguramente la disgregación del reino:

De esta forma el camino hacia la disgregación del centralizado reino toledano en auténticos Principados territoriales feudales parecía ya completamente abierto a principios del siglo VIII. Tan sólo el accidente de la invasión del 711 sería capaz de impedirlo, aunque sólo momentáneamente si bien se mira.
Luis A. García Moreno Historia de la España Visigoda, Madrid, 1989.

La propuesta de Pelayo hijo del dux Asturiensis Favila fue hecha, antes que estos historiadores, por Eloy Benito Ruano, antiguo académico de número de la Real Academia de la Historia.[10]

El posible origen astur de Pelayo

La gruta de Covadonga, refugio de don Pelayo

Las crónicas Albeldense y Rotense de la etapa final del reino de Asturias (siglo IX) vinculan a Pelayo con la corte visigoda, al ser presuntamente éste un espatario (una especie de guardia personal) del último rey visigodo don Rodrigo, aunque este dato ha sido cuestionado por algunos historiadores, especialmente a partir de la publicación de los trabajos de Abilio Barbero y Marcelo Vigil al respecto: resultaría paradójico que los astures, que se habían rebelado contra el dominio godo en tiempos del rey Wamba, aceptasen como caudillo en la nueva lucha contra los musulmanes a un aristócrata enemigo, perteneciente a un pueblo que tan sólo veinte años antes había sojuzgado a Asturias.[11]​ Por otro lado, ni siquiera las regiones más romanizadas, como la Bética y la Tarraconense, opusieron una seria resistencia al colapso del reino visigótico y la mayor parte de la aristocracia visigótica, representada por condes como Teodomiro o Casio, aceptó el nuevo dominio omeya a cambio de conservar su estatus. Incluso la viuda de Rodrigo, Egilona, fue tomada como esposa por uno de los jefes de los invasores, Abd al-Aziz, primer valí de Al-Ándalus.

Las primitivas crónicas asturianas, como la Albeldense, no incluyen la genealogía de Pelayo, aunque sí lo declaran hijo del duque Fafila —Favila— de ascendencia goda(?). Los primeros documentos que trazan un supuesto árbol genealógico de Pelayo que lo haría descendiente de Chindasvinto (como la Estoria General de España escrita por el rey Alfonso X el Sabio) son cinco siglos posteriores a los hechos. En este sentido, la ideología neogoticista que impregnó los reinados de los reyes de Asturias Alfonso II y Alfonso III hizo desvirtuar progresivamente los orígenes del reino: se pretendía entroncar los orígenes del reino de Asturias con el estado visigótico, para de esta manera legitimar las aspiraciones imperiales de los reyes de León y de Castilla.

Don Pelayo en la batalla de Covadonga en una imagen del siglo XII, folio 23 recto del manuscrito 2805 de la Biblioteca Nacional de España. Se trata de una de las copias del Corpus pelagianum del obispo Pelayo de Oviedo efectuada a partir de un prototipo (incluso en las miniaturas) probablemente elaborado en el scriptorium de este obispo Pelayo. La insólita corona responde a modelos de fines del siglo XI, del tipo que lleva el monarca en el centro de las tablas lunares del manuscrito 17 del St. John’s College de Oxford (ca. 1080-1100), como las del Liber testametorum.[12]

De hecho, el antropónimo Pelayo no es germánico (como lo son todos los nombres de los reyes visigodos), sino que deriva del latín Pelagius, lo que apuntaría a un origen hispanorromano del personaje. Por lo demás, dicho nombre de pila era usado con profusión por los habitantes del noroeste de Hispania.

En cualquier caso, lo cierto es que las informaciones proporcionadas tanto por las crónicas cristianas como por las islámicas lo presentan como un personaje estrechamente vinculado a Asturias y que poseía propiedades fundiarias en la región. De este modo, el testamento del rey Alfonso III (recopilado por el padre Flórez en su España Sagrada) menciona que Pelayo tenía tierras en Tiñana (Siero), no muy lejos de Lucus Asturum, una de las ciudades más importantes de la Asturias romana y prerromana. Por su parte, la Crónica rotense señala que, tras su huida de Córdoba, Pelayo se refugió en Argandenes (Piloña) en pleno corazón del territorio de los luggones arganticaeni y cerca de su capital, Paelontium (Belonciu).

Asimismo, tanto Al Maqqari[b]​ como Ibn Jaldún,[c]​ en los siglos XV y XIV respectivamente, atribuían orígenes asturianos a Pelayo, y el primero de ellos, al describir los sucesos de Covadonga, califica al personaje de asno salvaje, una denominación muy poco apropiada para un pretendido miembro de la aristocracia goda y que hace pensar más bien en un caudillo procedente de las montañas y alejado de los refinados centros de cultura romano-visigóticos, pudiendo ser simplemente un hecho de propaganda y rencor escritos en una época totalmente diferente (ocho siglos después), y desde Egipto, lo que deja claras dudas sobre la fidelidad de estos relatos que sin testigos, ni acceso a una información lejana, y recopilando los siglos de leyendas anti-Pelayo que se pudieran haber dado en el bando musulmán a lo largo de la Reconquista. Los relatos de otros cronistas musulmanes como Iban Al-Akir, en los que relata como Muza ataca al enemigo robando y destruyendo iglesias y campanas,[d]​ o Al-Nuwairi[e]​ hacen referencia a un lugar denominado la roca de Pelayo, conquistado por Muza en su campaña de los años 712–714 y que los historiadores identifican con el cerro de Santa Catalina, donde se asentaba la ciudad de Gigia (Gijón). El hecho de que el topónimo portase el nombre de Pelayo sugiere que este personaje era por aquel entonces el gobernante local de la villa, aunque si el texto fue escrito con el paso de los siglos, puede ser una variación y adaptación literaria. En tal caso, la leyenda sobre el matrimonio de Munuza con su hermana Adosinda, de ser cierto, habría tenido como objetivo reforzar el pacto entre la aristocracia astur y los nuevos dominadores árabe-bereberes.

Es de destacar, que los hechos de su vida transcurren en lugares de culto prerromano. Como su enterramiento en el área dolménica (Abamia) que databa de época megalítica, probablemente del periodo 4000–2000 a. C. O la de su hijo Favila en el dolmen de Santa Cruz. Estos enterramientos parecen seguir pautas rituales ancestrales de los jefes tribales astures.

También el refugio en Covadonga muestra un marcado carácter ritual. Así, el lugar presenta restos del culto a la deva (lit. diosa en céltico) y así se llama el río que salta desde la cueva, en un claro proceso de superposición de cristianización ("la Santina") sobre lugares de culto pagano.

Por último no puede dejar de resaltarse el hecho de que la transmisión del poder en el seno de la monarquía asturiana se llevaba a cabo siguiendo reglas de origen celta, residuos de una anterior estructura matriarcal: así, la mujer a menudo transmitía derechos hereditarios al marido, como sucede en los casos de los reyes Alfonso I y Silo, que acceden al poder gracias a sus esposas Ermesinda y Adosinda, ambas de la familia de Pelayo. Sólo en época posterior, a partir de Ramiro I de Asturias, se impone definitivamente la sucesión por línea patrilineal.

Rebelión y reconquista de Gigia (actual Gijón)

El rey Don Pelayo en Covadonga, de Luis de Madrazo. 1855. (Museo del Prado, Madrid).

Tras la llegada en el año 714 de la expedición de Muza a Asturias, el jefe bereber Mnuza o Munuza fue encargado de las tropas y la administración de la mitad norte peninsular, asentándose al frente de una guarnición musulmana en Gijón,[cita requerida] mientras otras aseguraban el territorio, y otras atacaban a los últimos restos de resistencia. Las familias más importantes de la aristocracia astur, entre ellas la de Pelayo, enviaron rehenes a Córdoba para garantizar la capitulación. Sin embargo, en tiempos del valí Al Hurr (717–718) Pelayo retornó a las montañas de Asturias donde fue elegido princeps o líder de los Astures según una de las crónicas.[13]​ Tras unos años de mutuo hostigamiento, durante el gobierno de Anbasa (722), Munuza envió un destacamento de tropas al refugio de Pelayo en Piloña. El líder astur y sus hombres se refugiaron en el monte Auseva, donde esperaron a las tropas musulmanas, mientras que Munuza ordenaba refuerzos desde la meseta para acabar con la resistencia. Allí les tendieron una emboscada al destacamento musulmán, el cual fue aniquilado. Esta acción bélica se conoce como la batalla de Covadonga.

Don Pelayo en el escudo de Gijón

Cuentan las crónicas que, tras la derrota de Covadonga, Munuza salió huyendo con sus fuerzas, probablemente por temor a que la gente de Gijón se uniera a la revuelta o por miedo a que las tropas asturianas que habían derrotado a sus propias tropas le dieran alcance en la ciudad. Tras abandonar la ciudad, Munuza intentó salir de Asturias por el puerto de la Mesa, mientras que las tropas victoriosas de Covadonga hacían marchas forzadas para cortarle la huida hacia la meseta, siendo Munuza y sus tropas nuevamente derrotadas y muerto Munuza en Olalíes, actual concejo de Santo Adriano. Pelayo se apoderó de Gijón sin mayor esfuerzo, una vez que las tropas musulmanas y Munuza habían intentado huir y habían sido aniquiladas en el intento. Al divulgarse por tierras musulmanas la noticia de la toma de Gijón, muchos cristianos se unieron al ejército de Pelayo. El reino de Asturias tuvo como primera capital Cangas de Onís y como segunda Pravia, para pasar a ser Oviedo la capital bajo el reinado de Alfonso II. Como reseña de la importancia de la muerte de Munuza según esta versión, cabe destacar que era el general al mando de las tropas al norte de la península Ibérica y que su muerte se podría considerar de trascendencia dentro del organigrama militar musulmán.

Sin embargo otras crónicas posteriores citan que Munuza consiguió escapar con vida y le sitúan con bastante seguridad puesto a cargo de las tropas bereberes en las zonas fronterizas y de igual geografía montañosa en los Pirineos orientales. Tratados y enlace parecidos con el duque aquitano le llevarían a casar con la hija del duque, tras lo cual, y con la alianza del duque como resguardo, se levantaría en rebelión contra sus superiores árabes en alianza con los francos a la búsqueda quizá de crearse un nicho de poder en el estratégico punto de los Pirineos. Fue suprimido por las tropas del emir en campaña de castigo y para deshacer el peligro que esta posición hubiera supuesto para el al-Andalus recién creado.

Hay que resaltar que los musulmanes estaban más interesados en expandirse por Francia, y avanzar hacia el centro de Europa hasta las batalla de Poitiers (Tours) donde Carlos Martel detuvo su carrera hacia el centro de Europa, que de limpiar la retaguardia de pequeños reinos hostiles que quedaron aislados ante el avance musulmán.[cita requerida]

Primitiva extensión territorial del reino

Sin embargo, el triunfo de la revuelta no llevó a Pelayo a establecer su corte en Gijón, que era la ciudad más importante de la Asturias bajoimperial, sino que se asentó en Cangas de Onís, situada en las estribaciones de los Picos de Europa: lo inseguro de su situación hacía aconsejable refugiarse en un territorio montañoso que fuera poco accesible para las aceifas musulmanas. Pero una vez que décadas más tarde se consolidara el Reino, la sede regia fue trasladada sucesivamente a Pravia por el rey Silo, esposo de Adosinda, nieta de Pelayo, y, posteriormente, a Oviedo.

En principio parece que el reino de Pelayo se extendía por la llamada Asturias nuclear, que comprendía, al menos, los territorios central y oriental de la actual Asturias, de acuerdo al relato de la Crónica albeldense, que acontece entre la civitate Gegione y Covadonga. Fueron sucesores suyos, como Alfonso I de Asturias o Fruela I de Asturias, los que, fagocitando entidades políticas menores (como los condados de Trasmiera o Sopuerta), extendieron los dominios del reino de Asturias hasta Galicia y Vizcaya.

Muerte y sepultura

Tumba del rey don Pelayo en la Santa Cueva de Covadonga.

El rey don Pelayo falleció en Cangas de Onís, donde tenía su corte, en el año 737. Después de su defunción, su cadáver recibió sepultura en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, situada en la localidad asturiana de Abamia, en la que previamente había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. En el lado del Evangelio de dicha iglesia, se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. El cronista Ambrosio de Morales dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.[14]

En una cavidad natural de la Santa Cueva de Covadonga, e introducidos en un túmulo de piedra, reposan en la actualidad los restos del rey don Pelayo, los de su esposa y los de Ermesinda, hermana del rey. En el sepulcro se encuentra esculpida la siguiente inscripción:[15]

"AQVI YACE EL SEÑOR REY DON PELAIO, ELLETO EL AÑO DE 716 QUE EN ESTA MILAGROSA CUEBA COMENZO LA RESTAVRACION DE ESPAÑA BENCIDOS LOS MOROS; FALLECIO AÑO 737 Y ACOMPAÑA SS M/gEr Y ErMANA"

No obstante lo anterior, numerosos historiadores han cuestionado la autenticidad del traslado de los restos del rey don Pelayo y de su esposa a Covadonga.[14]

Matrimonio y descendencia

Don Pelayo contrajo matrimonio con Gaudiosa y fruto de su matrimonio nacieron dos hijos:


Predecesor:
Título creado
Rey de Asturias
718-737
Sucesor:
Favila

Véase también

Notas

  1. LISTA DE LOS REYES GODOS DE OVIEDO. 1. El primero en Asturias fue Pelayo. Reinó en Cangas 18 años. Éste, como antes dijimos, llegó a Asturias expulsado de Toledo por el rey Witiza." Crónica Albeldense (CSIC Instituto de Historia).
  2. Al Maqqari: «Cuentan algunos historiadores que el primero que reunió a los fugitivos cristianos de España, después de haberse apoderado de ella los árabes, fue un infiel llamado Pelayo, natural de Asturias en Galicia, al cual tuvieron los árabes como rehén para seguridad de la gente de aquel país y huyó de Córdoba en tiempo de Al-Hurr ibn Abd Al-Rahman Al-Thaqafi, segundo de los emires árabes de Hispania, en el año sexto después de la conquista, que fue el 98 de la hégira [716–717]. Sublevó a los cristianos contra el lugarteniente de Al-Hurr, le ahuyentaron "y se hicieron dueños del país, en el que permanecieron reinando, ascendiendo a veintidós el número de los reyes suyos que hubo hasta la muerte de Abd Al-Rahman III».
  3. Ibn Jaldún: «Estos reyes son de una familia de Galaecia; cierto es que Ibn Hayyan dice que que son descendientes de los godos, mas tal opinión es errónea a mi parecer, pues esta nación había perdido ya el poder y rara vez ocurre que una nación que lo ha perdido llegue a recobrarlo. Era una nueva dinastía que reinaba sobre un nuevo pueblo, pero sólo Dios conoce la verdad».
  4. Iban Al-Akir: «Muza ataca al enemigo, robando, destruyendo iglesias, campanas y llega hasta la Roca de Pelayo, sobre el Océano, lugar muy elevado y muy fuerte».
  5. Al Nuwairi: «Muza llegó a los ásperos parajes del Norte... Mandó exploradores hasta la Peña de Pelayo sobre el Mar Océano».

Referencias

  1. RISCO, Fr. Manuel, España Sagrada, tomo XXX-VII, Madrid, 1789
  2. Noticia en La Voz de Avilés
  3. a b c García Villada (1918), p. 108
  4. García Villada (1918), p. 66
  5. García Villada (1918), p. 110
  6. García Villada (1918), p. 114
  7. Arcadio del Castillo Álvarez, Julia Montenegro Valentín, Don Pelayo y los orígenes de la Reconquista. Hispania. Revista Española de Historia, ISSN 0018-2141, Vol. 52, Nº 180, 1992, págs. 5–32.
  8. Fernández Pérez, ‎Adolfo, y Friera, Florencio (2005). Historia de Asturias. KRK. p. 165. 
  9. a b Luis A. García Moreno, Historia de la España Visigoda, Madrid, 1989.
  10. Benito Ruano, E.: Historia de Asturias, vol. IV, Salinas, 1979.
  11. Pelayo, de la Carisa a Covadonga Artículo del diario asturiano La Nueva España
  12. Raquel Alonso Álvarez, «El obispo Pelayo de Oviedo (1101-1153): historiador y promotor de códices iluminados», Semata. Ciencias Sociais e Humanidades, 2010, vol. 22, págs. 334-335. ISSN 1137-9669
  13. Crónica Rotense, 8. Fernández Conde, F.J., Las raíces de la Reconquista. Covadonga. — Historia de Asturias. (La Nueva España) y Barrau-Dihigo, L. (1921): Recherches sur l'historie politique du royaume asturien (718–910).
  14. a b c Arco y Garay, 1954, pp. 128-130.
  15. Valle Poo, 2000, p. 168.
  16. García Villada (1918), p. 115

Bibliografía

  • Arco y Garay, Ricardo del (1954). Sepulcros de la Casa Real de Castilla. Madrid: Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. OCLC 11366237. 
  • Barrau-Dihigo, L. (1989). Historia política del reino asturiano (718-910). Gijón: Silveiro Cañada. ISBN 84-7286-273-9. 
  • Blazquez y Delgado-Aguilera, Antonio (1925). «La Crónica de Alfonso III». Estudios de Historia y Critica Medio-Evales. Real Monasterio de El Escorial. 
  • Blazquez y Delgado-Aguilera, Antonio (1926). «A propósito de La Crónica de Alfonso III (Contestación a D. Zacarias García Villada)». Estudios de Historia y Critica Medio-Evales. Real Monasterio de El Escorial. 
  • García Villada, S.I., Zacarías (1918). Textos Latinos de la Edad Media Española - Crónica de Alfonso III. Madrid: Junta para Ampliacíon de Estudios e Investigadores Científicas - Centro de Estudios Históricos. 
  • Valle Poo, Francisco (2000). El solar de un Viejo Reino (Cangas de Onís-Covadonga-Picos de Europa) (1ª edición). Ediciones Nobel S.A. ISBN 84-8459-004-6. 

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