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Sistema copernicano

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Predecesores

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Filolao (c. 470 a. C.-c. 385 a. C.) describió un sistema astronómico en el que un Fuego Central (diferente del Sol) ocupaba el centro del universo y una contra-Tierra, la Tierra, la Luna, el Sol mismo, planetas, y todas las estrellas giraban a su alrededor, en ese orden hacia afuera desde el centro. Heráclides Póntico (387 a. C.-312 a. C.) propuso que la Tierra gira sobre su eje. Aristarco de Samos (c. 310 a. C.-c. 230 a. C.) fue el primero en presentar la teoría de que la Tierra orbitaba alrededor del Sol. Más detalles matemáticos del sistema heliocéntrico de Aristarco fueron elaborados alrededor del año 150 a. C. por el astrónomo helenístico Seleuco de Seleucia. Aunque el texto original de Aristarco se ha perdido, una referencia en el libro El contador de arena (Archimedis Syracusani arenarius et Dimensio Circuli) de Arquímedes describe un trabajo de Aristarco en el que avanzó el modelo heliocéntrico. Thomas Heath da la siguiente traducción del texto de Arquímedes:

Ahora sabe ['usted' es el rey Gelón] que el "universo" es el nombre dado por la mayoría de los astrónomos a la esfera cuyo centro es el centro de la tierra, mientras que su radio es igual a la línea recta entre el centro del sol y del centro de la tierra. Este es el relato común (τά γραφόμενα) como lo han escuchado de los astrónomos. Pero Aristarco ha sacado un libro que consiste en ciertas hipótesis, en las que parece, como consecuencia de las suposiciones hechas, que el universo es muchas veces mayor que el "universo" que acabamos de mencionar. Sus hipótesis son que las estrellas fijas y el sol permanecen inmóviles, que la tierra gira alrededor del sol en la circunferencia de un círculo, el sol se encuentra en el medio de la órbita, y que la esfera de las estrellas fijas, situada aproximadamente en el mismo centro que el sol, es tan grande que el círculo en el que supone que gira la tierra guarda una proporción tal con la distancia de las estrellas fijas como la que guarda el centro de la esfera a su superficie.
El contador de arena de Arquímedes

En uno de los primeros manuscritos inéditos de De Revolutionibus —que aún se conserva—, Copérnico mencionó la teoría (no heliocéntrica) de la "Tierra en movimiento" de Filolao y la posibilidad de que Aristarco también tuviera una teoría de la "Tierra en movimiento" (aunque es poco probable que él supiera que era una teoría heliocéntrica). Eliminó ambas referencias de su manuscrito final publicado.

Copérnico probablemente sabía que el sistema de Pitágoras involucraba una Tierra en movimiento. El sistema pitagórico fue mencionado por Aristóteles.

Copérnico poseía una copia de De expetendis et fugiendis rebus de Giorgio Valla, que incluía una traducción de la referencia de Plutarco al heliostaticismo de Aristarco.

En la dedicatoria de Copérnico de De revolutionibus al papa Paulo III —que Copérnico esperaba amortiguaría las críticas a su teoría heliocéntrica por parte de "charlatanes... completamente ignorantes de [astronomía]"—, el autor del libro escribió que, al releer toda la filosofía, en las páginas de Cicerón y Plutarco había encontrado referencias a esos pocos pensadores que se atrevieron a mover la Tierra "contra la opinión tradicional de los astrónomos y casi contra el sentido común".

La teoría predominante durante la vida de Copérnico fue la que Claudio Ptolomeo publicó en su Almagesto (c. 150); la Tierra era el centro estacionario del universo. Las estrellas estaban incrustadas en una gran esfera exterior que giraba rápidamente, aproximadamente a diario, mientras que cada uno de los planetas, el Sol y la Luna estaban incrustados en sus propias esferas más pequeñas. El sistema de Ptolomeo empleaba dispositivos, incluidos epiciclos, deferentes y ecuantes, para dar cuenta de las observaciones de que las trayectorias de estos cuerpos diferían de las órbitas circulares simples centradas en la Tierra.

A partir del siglo X, se desarrolló una tradición que criticaba a Ptolomeo dentro de la astronomía islámica, que culminó con Al-Shukūk 'alā Baṭalamiyūs (Dudas sobre Ptolomeo) de Alhacén de Basora. Varios astrónomos islámicos cuestionaron la aparente inmovilidad de la Tierra, y centralidad dentro del universo. Algunos aceptaron que la tierra gira alrededor de su eje, como Al-Sijzi. Según Al-Biruni, Al-Sijzi inventó un astrolabio basado en la creencia de algunos de sus contemporáneos "de que el movimiento que vemos se debe al movimiento de la Tierra y no al del cielo". Que otros, además de Al-Sijzi, sostuviesen este punto de vista se confirma aún más por una referencia de una obra árabe en el siglo XIII que dice:

Según los geómetras [o ingenieros] (muhandisīn), la tierra está en constante movimiento circular, y lo que parece ser el movimiento de los cielos en realidad se debe al movimiento de la tierra y no de las estrellas.

En el siglo XII, Alpetragio propuso una alternativa completa al sistema ptolemaico (aunque no heliocéntrico). Declaró el sistema ptolemaico como un modelo imaginario, exitoso en la predicción de posiciones planetarias, pero no reales o físicas. El sistema alternativo de Alpetragio se extendió por la mayor parte de Europa durante el siglo XIII, y los debates y refutaciones de sus ideas continuaron hasta el siglo XVI.

Las técnicas matemáticas desarrolladas en los siglos XIII y XIV por Al-Urdi, Nasir al-Din al-Tusi e Ibn al-Shatir para modelos geocéntricos de movimientos planetarios se asemejan mucho a algunas de las utilizadas más tarde por Copérnico en sus modelos heliocéntricos. Copérnico usó lo que ahora se conoce como el lema Urdi y el acople Tusi en los mismos modelos planetarios que se encuentran en las fuentes árabes. Además, la sustitución exacta del ecuante por dos epiciclos utilizados por Copérnico en el Commentariolus se encontró en un trabajo anterior de Ibn al-Shatir. Los modelos lunar y de Mercurio de Ibn al-Shatir también son idénticos a los de Copérnico. Esto ha llevado a algunos eruditos a argumentar que Copérnico debe haber tenido acceso a algunos trabajos aún por identificar sobre las ideas de esos primeros astrónomos. Sin embargo, aún no ha salido a la luz ningún candidato probable para este trabajo conjeturado, y otros eruditos han argumentado que Copérnico bien podría haber desarrollado estas ideas independientemente de la tradición islámica tardía. No obstante, Copérnico citó a algunos de los astrónomos islámicos cuyas teorías y observaciones utilizó en De Revolutionibus, a saber, Al-Battani, Thábit ibn Qurra, Al-Zarqali, Averroes y Alpetragio. Se ha sugerido que la idea del acople Tusi pudo haber llegado a Europa dejando pocas huellas manuscritas, ya que pudo haber ocurrido sin la traducción de ningún texto árabe al latín. Una posible ruta de transmisión puede haber sido a través de la ciencia bizantina; Gregori Chioniades tradujo algunas de las obras de al-Tusi del árabe al griego bizantino. Todavía se conservan en Italia varios manuscritos griegos bizantinos que contienen el acople Tusi.

Copérnico

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El trabajo principal de Copérnico sobre su teoría heliocéntrica fue Dē revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), publicado en el año de su muerte, en 1543, formulando su teoría en 1510.

El Commentariolus de Copérnico resumió su teoría heliocéntrica. Enumeró las "suposiciones" en las que se basaba la teoría de la siguiente manera:

  1. No existe un único centro de todos los círculos o esferas celestes.
  2. El centro de la tierra no es el centro del universo, sino sólo el centro hacia el que se mueven los cuerpos pesados ​​y el centro de la esfera lunar.
  3. Todas las esferas rodean al sol como si estuviera en medio de todas ellas, y por tanto el centro del universo está cerca del sol.
  4. La relación entre la distancia de la tierra al sol y la altura del firmamento (esfera celeste más externa que contiene las estrellas) es mucho menor que la relación entre el radio de la tierra y su distancia al sol, por lo que la distancia de la tierra al sol es imperceptible en comparación con la altura del firmamento.
  5. Cualquier movimiento que aparezca en el firmamento no surge de ningún movimiento del firmamento, sino del movimiento de la tierra. La tierra junto con sus elementos circunyacentes realiza una rotación completa sobre sus polos fijos en un movimiento diario, mientras que el firmamento y el cielo más alto permanecen sin cambios.
  6. Lo que nos parece el movimiento del sol no surge de su movimiento sino del movimiento de la tierra y de nuestra esfera, con la que giramos alrededor del sol como cualquier otro planeta. La tierra tiene, pues, más de un movimiento.
  7. El aparente movimiento retrógrado y directo de los planetas surge no de su movimiento sino del de la Tierra. El movimiento de la tierra solo, por lo tanto, basta para explicar tantas desigualdades aparentes en los cielos.

De revolutionibus en sí se dividió en seis secciones o partes, llamadas "libros":[1]

  1. Visión general de la teoría heliocéntrica, y exposición resumida de su idea del Mundo
  2. Principalmente teórico, presenta los principios de la astronomía esférica y una lista de estrellas (como base para los argumentos desarrollados en los libros posteriores)
  3. Dedicado principalmente a los movimientos aparentes del Sol y a los fenómenos relacionados
  4. Descripción de la Luna y sus movimientos orbitales
  5. Exposición de los movimientos en longitud de los planetas no terrestres
  6. Exposición de los movimientos en latitud de los planetas no terrestres

Sucesores

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Georg Joachim Rheticus podría haber sido el sucesor de Copérnico, pero no estuvo a la altura de las circunstancias.[2]Erasmus Reinhold podría haber sido su sucesor, pero murió prematuramente.[2]​ El primero de los grandes sucesores fue Tycho Brahe —aunque no creía que la Tierra orbitara alrededor del Sol—, seguido de Johannes Kepler,[2]​ que había colaborado con Tycho en Praga y se benefició de las décadas de datos de observación detallados de Tycho.[3]

A pesar de la aceptación casi universal posterior de la idea heliocéntrica (aunque no de los epiciclos ni de las órbitas circulares), la teoría de Copérnico tardó originalmente en ponerse de moda. Los eruditos sostienen que sesenta años después de la publicación de De revolutionibus, solo había alrededor de quince astrónomos abrazando el copernicanismo en toda Europa: Thomas Digges y Thomas Harriot en Inglaterra; Giordano Bruno y Galileo Galilei en Italia; Diego de Zúñiga en España; Simon Stevin en los Países Bajos; y en Alemania, el grupo más grande, Georg Joachim Rheticus, Michael Maestlin, Christoph Rothmann (quien pudo haberse retractado más tarde), y Johannes Kepler. Otras posibilidades son el inglés William Gilbert, junto con Achilles Gasser, Georg Vogelin, Valentin Otto y Tiedemann Giese.

Arthur Koestler, en su popular libro Los sonámbulos, afirmó que el libro de Copérnico no fue muy leído en su primera publicación. Esta afirmación fue duramente criticada por Edward Rosen, y ha sido refutado de manera decisiva por Owen Gingerich, quien examinó casi todas las copias supervivientes de las dos primeras ediciones y encontró abundantes notas marginales de sus dueños en muchas de ellas. Gingerich publicó sus conclusiones en 2004 en The Book Nobody Read.

El clima intelectual de la época "permaneció dominado por la filosofía aristotélica y la correspondiente astronomía ptolemaica. En ese momento no había ninguna razón para aceptar la teoría copernicana, excepto por su simplicidad matemática [al evitar usar el ecuante para determinar las posiciones planetarias]". El sistema de Tycho Brahe —que la tierra es estacionaria, el sol gira alrededor de la tierra y los otros planetas giran alrededor del sol— también compitió directamente con el de Copérnico. Solo medio siglo después, con el trabajo de Kepler y Galileo, apareció evidencia sustancial que defendiera el copernicanismo, comenzando "desde el momento en que Galileo formuló el principio de inercia [...] [que] ayudó a explicar por qué no se caería todo de la tierra si estuviera en movimiento". "[No hasta] después de que Isaac Newton formulara la ley de gravitación universal y las leyes del movimiento [en su Principia de 1687], que unificaron la mecánica terrestre y celestial, fue generalmente aceptada la visión heliocéntrica".

Controversia

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El resultado inmediato de la publicación del libro de Copérnico en 1543 fue solo una leve controversia. En el Concilio de Trento (1545-1563) no se discutieron ni la teoría de Copérnico ni la reforma del calendario (que luego usaría tablas deducidas de los cálculos de Copérnico). Se ha debatido mucho por qué no fue sino hasta seis décadas después de la publicación de De revolutionibus que la Iglesia católica tomó alguna medida oficial en su contra, incluso los esfuerzos de Tolosani fueron desatendidos. La oposición del lado católico sólo comenzó setenta y tres años después, cuando fue ocasionada por Galileo.

Tolosani

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El primer notable en moverse contra el copernicanismo fue el magistrado del Santo Palacio (es decir, el principal censor de la Iglesia Católica), el dominico Bartolomeo Spina, quien "expresó su deseo de acabar con la doctrina copernicana". Pero con la muerte de Spina en 1546, su causa recayó en su amigo, el conocido teólogo y astrónomo, el dominico Giovanni Maria Tolosani del Convento de San Marcos en Florencia. Tolosani había escrito un tratado sobre la reforma del calendario (en el que la astronomía jugaría un papel importante) y había asistido al Quinto Concilio de Letrán (1512-1517) para discutir el asunto. Había obtenido una copia de De Revolutionibus en 1544. Su denuncia del copernicanismo fue escrita un año después, en 1545, en un apéndice de su obra inédita Sobre la verdad de la Sagrada Escritura.

Emulando el estilo racionalista de Tomás de Aquino, Tolosani buscó refutar el copernicanismo mediante argumentos filosóficos. El copernicanismo era absurdo, según Tolosani, porque no estaba probado científicamente ni tenía fundamento. Primero, Copérnico había asumido el movimiento de la Tierra pero no ofreció ninguna teoría física por la cual uno pudiera deducir este movimiento. Nadie se dio cuenta de que la investigación del copernicanismo daría como resultado un replanteamiento de todo el campo de la física. En segundo lugar, Tolosani acusó que el proceso de pensamiento de Copérnico estaba al revés. Sostuvo que a Copérnico se le ocurrió su idea y luego buscó fenómenos que la apoyaran, en lugar de observar los fenómenos y deducir de ellos la idea de lo que los causó. En esto, Tolosani estaba vinculando las ecuaciones matemáticas de Copérnico con las prácticas de los pitagóricos (contra quienes Aristóteles había presentado argumentos, que luego fueron retomados por Tomás de Aquino). Se argumentó que los números matemáticos eran un mero producto del intelecto sin ninguna realidad física y, como tales, no podían proporcionar causas físicas en la investigación de la naturaleza.

Algunas hipótesis astronómicas de la época (como los epiciclos y las excéntricas) se consideraban meros dispositivos matemáticos para ajustar los cálculos de dónde aparecerían los cuerpos celestes, en lugar de una explicación de la causa de esos movimientos. Como Copérnico aún mantenía la idea de órbitas perfectamente esféricas, se basó en los epiciclos. Este "salvar los fenómenos" fue visto como una prueba de que la astronomía y las matemáticas no podían tomarse como medios serios para determinar las causas físicas. Tolosani invocó este punto de vista en su crítica final a Copérnico, diciendo que su mayor error fue que había comenzado con campos "inferiores" de la ciencia para hacer pronunciamientos sobre campos "superiores". Copérnico había usado las matemáticas y la astronomía para postular sobre la física y la cosmología, en lugar de comenzar con los principios aceptados de la física y la cosmología para determinar cosas sobre la astronomía y las matemáticas. Así, Copérnico parecía estar socavando todo el sistema de la filosofía de la ciencia en ese momento. Tolosani sostuvo que Copérnico había caído en un error filosófico porque no había sido versado en física y lógica; cualquiera sin tal conocimiento sería un pobre astrónomo y sería incapaz de distinguir la verdad de la falsedad. Debido a que el copernicanismo no había cumplido con los criterios de verdad científica establecidos por Tomás de Aquino, Tolosani sostuvo que solo podía verse como una teoría salvaje no probada.

Tolosani reconoció que el prefacio Ad lectorem del libro de Copérnico no era en realidad de él. Tolosani rechazó su tesis de que la astronomía en su conjunto nunca podría hacer afirmaciones de verdad (aunque todavía sostenía que el intento de Copérnico de describir la realidad física había sido defectuoso); le pareció ridículo que Ad lectorem se hubiera incluido en el libro (sin saber que Copérnico no había autorizado su inclusión). Tolosani escribió: "Por medio de estas palabras [del Ad Lectorem], se reprende la necedad del autor de este libro. Porque por un esfuerzo insensato él [Copérnico] trató de revivir la débil opinión pitagórica [que el elemento fuego estaba en el centro del Universo], hace mucho tiempo destruida merecidamente, ya que es expresamente contraria a la razón humana y también se opone a las sagradas escrituras. De esta situación, fácilmente podrían surgir desacuerdos entre los expositores católicos de la Sagrada Escritura y aquellos que quisieran adherirse obstinadamente a esta falsa opinión". Tolosani declaró: "Nicolás Copernico no leyó ni entendió los argumentos de Aristóteles el filósofo y Ptolomeo el astrónomo". Tolosani escribió que Copérnico "es ciertamente un experto en las ciencias de las matemáticas y la astronomía, pero es muy deficiente en las ciencias de la física y la lógica. Además, parece que es inexperto con respecto a [la interpretación de] la Sagrada Escritura, ya que contradice varios de sus principios, no sin peligro de infidelidad para sí mismo y para los lectores de su libro. [...] sus argumentos no tienen fuerza y ​​se pueden desmontar muy fácilmente. Porque es estúpido contradecir una opinión aceptada por todos durante mucho tiempo por las razones más fuertes, a menos que el impugnador use demostraciones más poderosas e insolubles y disuelva por completo las razones opuestas. Pero él no hace esto en lo más mínimo".

Tolosani declaró que había escrito contra Copérnico "con el fin de preservar la verdad en beneficio común de la Santa Iglesia". A pesar de esto, su obra permaneció inédita y no hay evidencia de que haya recibido una consideración seria. Robert Westman lo describe como un punto de vista "dormido" sin "audiencia en el mundo católico" de finales del siglo XVI, pero también señala que hay alguna evidencia de que Tommaso Caccini lo conoció, quien criticaría a Galileo en un sermón en diciembre de 1613.

Teología

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Tolosani pudo haber criticado la teoría copernicana como científicamente no probada e infundada, pero la teoría también estaba en conflicto con la teología de la época, como se puede ver en una muestra de las obras de Juan Calvino. En su Comentario al Génesis dijo que "no ignoramos que el circuito de los cielos es finito, y que la tierra, como un pequeño globo, está situada en el centro".[4]​ En su comentario sobre el Salmo 93:1, afirma que "los cielos giran diariamente, y, por inmenso que sea su tejido e inconcebible la rapidez de sus revoluciones, no experimentamos ninguna concusión [...]. ¿Cómo podría la tierra colgar suspendida en el aire si no fuera sostenida por la mano de Dios? ¿Por qué medios podría mantenerse inmóvil, mientras que los cielos arriba están en constante movimiento rápido, si su Divino Hacedor no lo fijó y estableció?".[5]​ Un punto agudo de conflicto entre la teoría de Copérnico y la Biblia se refería a la historia de la batalla de Gabaón en el Libro de Josué, donde las fuerzas hebreas estaban ganando pero cuyos oponentes probablemente escaparían una vez que cayera la noche. Esto se evita gracias a las oraciones de Josué, lo que hace que el Sol y la Luna se detengan. Martín Lutero hizo una vez un comentario sobre Copérnico, aunque sin mencionar su nombre. Según Anthony Lauterbach, mientras comía con Martín Lutero, surgió el tema de Copérnico durante la cena del 4 de junio de 1539 (el mismo año en que se concedió permiso para visitar al profesor Georg Joachim Rheticus de la universidad local). Se dice que Lutero comentó: "Así es ahora. Quien quiera ser inteligente debe estar de acuerdo con nada que otros estimen. Debe hacer algo por su cuenta. Esto es lo que hace ese tipo que quiere poner patas arriba toda la astronomía. Aun en estas cosas que se desordenan, creo en las Sagradas Escrituras, porque Josué mandó que el sol se detuviera, y no la tierra". Estas observaciones se hicieron cuatro años antes de la publicación de De revolutionibus de las esferas celestiales y un año antes de la Narratio Prima de Rheticus. En el relato de Joannes Aurifaber de la conversación, Lutero llama a Copérnico "ese tonto" en lugar de "ese tipo", los historiadores consideran que esta versión tiene una fuente menos confiable.

El colaborador de Lutero, Felipe Melanchthon, también discrepó del copernicanismo. Después de recibir las primeras páginas de Narratio Prima del propio Rheticus, Melanchthon escribió al médico y matemático Burkard Mithob el 16 de octubre de 1541 condenando la teoría y pidiendo que fuera reprimida por la fuerza gubernamental, escribiendo "ciertas personas creen que es un logro maravilloso ensalzar una cosa tan loca, como ese astrónomo polaco que hace que la tierra se mueva y el sol se detenga. Realmente, los gobiernos sabios deberían reprimir la insolencia de la mente".[6]​ A Rheticus le había parecido que Melanchton entendería la teoría y estaría abierto a ella. Esto se debió a que Melanchton había enseñado astronomía ptolemaica e incluso había recomendado a su amigo Rheticus para un puesto en el decanato de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Wittenberg después de haber regresado de estudiar con Copérnico.[7]

Las esperanzas de Rheticus se desvanecieron cuando seis años después de la publicación de De revolutionibus Melanchthon publicó su Initia Doctrinae Physicae, presentando tres motivos para rechazar el copernicanismo. Estos fueron "la evidencia de los sentidos, el consenso de mil años de hombres de ciencia y la autoridad de la Biblia". Criticando la nueva teoría, Melanchthon escribió: "Por amor a la novedad o para mostrar su ingenio, algunas personas han argumentado que la tierra se mueve. Sostienen que ni la octava esfera ni el sol se mueven, mientras que atribuyen movimiento a las otras esferas celestes, y también sitúan a la tierra entre los cuerpos celestes. Estos chistes tampoco fueron inventados recientemente. Todavía existe el libro de Arquímedes sobre El contador de arena; en el que informa que Aristarco de Samos propuso la paradoja de que el sol se detiene y la tierra gira alrededor del sol. Aunque los expertos sutiles instituyan muchas investigaciones en aras de ejercitar su ingenio, sin embargo, la proclamación pública de opiniones absurdas es indecente y da un ejemplo dañino".[8]​ Melanchton pasó a citar pasajes de la Biblia y luego declaró: "Animados por esta evidencia divina, atesoremos la verdad y no nos permitamos ser alienados de ella por los trucos de aquellos que consideran un honor intelectual introducir confusión en las artes".[8]​ En la primera edición de Initia Doctrinae Physicae, Melanchthon incluso cuestionó el carácter de Copérnico alegando que su motivación era "ya sea por amor a la novedad o por el deseo de parecer inteligente". Estos ataques más personales fueron eliminados en gran medida en la segunda edición en 1550.

Otro teólogo protestante que desacreditó el heliocentrismo por motivos bíblicos fue John Owen. En un comentario de pasada en un ensayo sobre el origen del sábado, caracterizó "la última hipótesis, fijando el sol como en el centro del mundo" como "construida sobre fenómenos falibles, y avanzada por muchas presunciones arbitrarias contra testimonios evidentes de la Sagrada Escritura".

En los círculos católicos romanos, el libro de Copérnico se incorporó a los planes de estudios académicos a lo largo del siglo XVI. Por ejemplo, en la Universidad de Salamanca en 1561 se convirtió en uno de los cuatro libros de texto entre los que podían elegir los estudiantes de astronomía, y en 1594 se hizo obligatorio. El jesuita alemán Nicolaus Serarius fue uno de los primeros católicos en escribir en contra de la teoría de Copérnico como herética, citando el pasaje de Josué, en un trabajo publicado en 1609-1610, y nuevamente en un libro en 1612. En su carta del 12 de abril de 1615 a un defensor católico de Copérnico, Paolo Antonio Foscarini, el cardenal católico Roberto Belarmino condenó la teoría copernicana, escribiendo "[...] no solo los Santos Padres, sino también los comentarios modernos sobre Génesis, los Salmos, Eclesiastés y Josué, encontrarán todos de acuerdo en la interpretación literal de que el sol está en el cielo y gira alrededor de la tierra con gran velocidad, y que la tierra está muy lejos del cielo y se sienta inmóvil en el centro del mundo [...]. Tampoco se puede responder que esto no es una cuestión de fe, ya que si no es una cuestión de fe 'en cuanto al tema', es una cuestión de fe 'en cuanto al hablante': y así sería herético decir que Abraham no tuvo dos hijos y Jacob doce, así como decir que Cristo no nació de una virgen, porque ambas cosas son dichas por el Espíritu Santo por boca de los profetas y apóstoles". Un año después, la Inquisición romana prohibiría la obra de Copérnico. Sin embargo, la Inquisición española nunca prohibió De revolutionibus, que siguió enseñándose en Salamanca.

Ingoli

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Quizás el oponente más influyente de la teoría copernicana fue Francesco Ingoli, un sacerdote católico. Ingoli escribió un ensayo de enero de 1616 a Galileo presentando más de veinte argumentos contra la teoría copernicana. Ingoli escribió un ensayo en enero de 1616 a Galileo presentando más de veinte argumentos contra la teoría copernicana. Aunque "no es seguro, es probable que él [Ingoli] haya sido comisionado por la Inquisición para escribir un dictamen pericial sobre la controversia" (después del decreto de la Congregación del Índice contra el copernicanismo el 5 de marzo de 1616, Ingoli fue nombrado oficialmente su consultor). El propio Galileo opinaba que el ensayo jugó un papel importante en el rechazo de la teoría por parte de las autoridades de la iglesia, escribiendo en una carta posterior a Ingoli que le preocupaba que la gente pensara que la teoría había sido rechazada porque Ingoli tenía razón. Ingoli presentó cinco argumentos físicos contra la teoría, trece argumentos matemáticos (más una discusión separada sobre los tamaños de las estrellas) y cuatro argumentos teológicos. Los argumentos físicos y matemáticos eran de calidad desigual, pero muchos de ellos procedían directamente de los escritos de Tycho Brahe, e Ingoli citó repetidamente a Brahe, el principal astrónomo de la época. Estos incluían argumentos sobre el efecto de una Tierra en movimiento en la trayectoria de los proyectiles, y sobre el paralaje y el argumento de Brahe de que la teoría copernicana requería que las estrellas fueran absurdamente grandes.

Dos de los problemas teológicos de Ingoli con la teoría copernicana eran "creencias católicas comunes que no se pueden atribuir directamente a las Escrituras: la doctrina de que el infierno está ubicado en el centro de la Tierra y está más distante del cielo; y la afirmación explícita de que la Tierra está inmóvil en un himno cantado los martes como parte de la Liturgia de las Horas del Oficio Divino oraciones recitadas regularmente por los sacerdotes". Ingoli citó a Roberto Belarmino con respecto a estos dos argumentos, y puede haber estado tratando de transmitir a Galileo un sentido de la opinión de Belarmino. Ingoli también citó el [[|Narración de la creación del Génesis|Génesis 1]]:14 donde Dios coloca "luces en el firmamento de los cielos para separar el día de la noche". Ingoli no creía que la ubicación central del Sol en la teoría copernicana fuera compatible con que se describiera como una de las luces colocadas en el firmamento. Al igual que los comentaristas anteriores, Ingoli también señaló los pasajes sobre la batalla de Gabaón. Descartó los argumentos de que deberían tomarse metafóricamente, diciendo que "las respuestas que afirman que las Escrituras hablan de acuerdo con nuestro modo de comprensión no son satisfactorias: tanto porque al explicar las Sagradas Escrituras la regla es siempre conservar el sentido literal, cuando sea posible, como es en este caso; y también porque todos los Padres [de la Iglesia] toman unánimemente este pasaje en el sentido de que el Sol, que realmente se movía, se detuvo a pedido de Josué. Una interpretación contraria al consentimiento unánime de los Padres es condenada por el Concilio de Trento, Sesión IV, en el decreto sobre la edición y uso de los Libros Sagrados. Además, aunque el Concilio habla de cuestiones de fe y moral, no se puede negar, sin embargo, que a los Santos Padres les disgustaría una interpretación de las Sagradas Escrituras contraria a su común acuerdo". Sin embargo, Ingoli cerró el ensayo sugiriendo que Galileo responde principalmente a sus mejores argumentos físicos y matemáticos en lugar de sus argumentos teológicos, escribiendo "Deje que sea su elección responder a esto en su totalidad o en parte, claramente al menos a los argumentos matemáticos y físicos, y no a todos, incluso a estos, sino a los más importantes". Cuando Galileo escribió una carta en respuesta a Ingoli años después, de hecho, solo abordó los argumentos matemáticos y físicos. En marzo de 1616, en relación con el caso Galileo, la Congregación del Índice de la Iglesia Católica Romana emitió un decreto suspendiendo De revolutionibus hasta que pudiera ser "corregido", con el argumento de asegurar que el copernicanismo, que describió como una "falsa doctrina pitagórica", totalmente contraria a la Sagrada Escritura", no "se arrastraría más en perjuicio de la verdad católica". Las correcciones consistieron en gran parte en eliminar o alterar la redacción que hablaba del heliocentrismo como un hecho, en lugar de una hipótesis. Las correcciones se hicieron basándose en gran medida en el trabajo de Ingoli.

Galileo

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Por orden del papa Paulo V, el cardenal Roberto Belarmino avisó a Galileo de que el decreto estaba a punto de ser emitido y le advirtió que no podía "sostener ni defender" la doctrina copernicana. Las correcciones a De revolutionibus, que omitieron o alteraron nueve oraciones, se publicaron cuatro años después, en 1620. En 1633, Galileo fue condenado por grave sospecha de herejía por "seguir la posición de Copérnico, que es contraria al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras", y fue puesto bajo arresto domiciliario por el resto de su vida. A instancias de Ruđer Bošković, el Index Librorum Prohibitorum de la Iglesia Católica de 1758 omitió la prohibición general de las obras que defendían el heliocentrismo, pero mantuvo las prohibiciones específicas de las versiones originales sin censura de De revolutionibus y de Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo. Esas prohibiciones finalmente se eliminaron del Index de 1835.

Idiomas, nombre y nacionalidad

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Idiomas

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Se postula que Copérnico hablaba latín, alemán y polaco con igual fluidez; también hablaba griego e italiano, y tenía algunos conocimientos de hebreo. La gran mayoría de los escritos existentes de Copérnico están en latín, el idioma de la academia europea en su época.

Los argumentos a favor de que el alemán sea la lengua materna de Copérnico son que nació en una clase patricia urbana predominantemente de habla alemana que usaba el alemán, junto al latín, como idioma de comercio y negocios en documentos escritos, y que, mientras estudiaba derecho canónico en la Universidad de Bolonia en 1496, se inscribió en la natio alemana (Natio Germanorum), una organización estudiantil que, según sus estatutos de 1497, estaba abierta a estudiantes de todos los reinos y estados cuya lengua materna fuera el alemán.[9]​ Sin embargo, según el filósofo francés Alexandre Koyré, el registro de Copérnico en la Natio Germanorum no implica en sí mismo que Copérnico se considerara alemán, ya que los estudiantes de Prusia y Silesia se clasificaban rutinariamente de esa manera, lo que conllevaba ciertos privilegios que los convertían en una elección natural para los estudiantes de habla alemana, independientemente de su origen étnico o autoidentificación.[9]

Nombre

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El apellido Kopernik, Copernik, Koppernigk, en varias grafías, está registrado en Cracovia desde c. 1350, aparentemente dado a la gente del pueblo de Koperniki (antes de 1845, Kopernik, Copernik, Copirnik y Koppirnik) en el Ducado de Nysa, 10 km al sur de Nysa, y ahora 10 km al norte de la frontera polaco-checa. Se registró que el bisabuelo de Nicolás Copérnico recibió la ciudadanía en Cracovia en 1386. El topónimo Kopernik (Koperniki moderno) se ha relacionado de diversas formas con la palabra polaca para "eneldo" (koper) y la palabra alemana para "cobre" (kupfer). El sufijo -nik (o plural, -niki) denota un sustantivo de agente eslavo y polaco.

Como era común en la época, la ortografía tanto del topónimo como del apellido varía mucho. Copérnico "era bastante indiferente a la ortografía". Durante su infancia, alrededor de 1480, el nombre de su padre (y por lo tanto del futuro astrónomo) se registró en Toruń como Niclas Koppernigk.[10]​ En Cracovia firmó él mismo, en latín, Nicolaus Nicolai de Torunia (Nicolaus, hijo de Nicolaus, de Toruń). En Bolonia, en 1496, se inscribió en la Matricula Nobilissimi Germanorum Collegii, resp. Annales Clarissimae Nacionis Germanorum, de la Natio Germanica Bononiae, como Dominus Nicolaus Kopperlingk de Thorn – IX grosseti.[11]​ En Padua se firmó a sí mismo como "Nicolaus Copernik", más tarde "Coppernicus". El astrónomo latinizó así su nombre a Coppernicus, generalmente con dos "p" (en 23 de los 31 documentos estudiados), pero más tarde en la vida usó una sola "p". En la portada de De revolutionibus, Rheticus publicó el nombre (en el caso genitivo o posesivo) como "Nicolai Copernici".

Nacionalidad

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Se ha discutido la nacionalidad de Copérnico y si tiene sentido atribuirle una nacionalidad en el sentido moderno.

Nicolaus Copernicus nació y se crió en la Prusia Real, una región semiautónoma y multilingüe del Reino de Polonia.[12]​ Era hijo de padres de habla alemana y creció con el alemán como lengua materna. Su primera alma mater fue la Universidad de Cracovia en Polonia. Cuando más tarde estudió en Italia, en la Universidad de Bolonia, se unió a la Nación Alemana, una organización estudiantil para hablantes de alemán de todas las lealtades (Alemania no se convertiría en un estado-nación hasta 1871).[13]​ Su familia se opuso a la Orden Teutónica y apoyó activamente a la ciudad de Toruń durante la Guerra de los Trece Años. El padre de Copérnico prestó dinero al rey Casimiro IV Jagellón de Polonia para financiar la guerra contra los Caballeros Teutónicos,[14]​ pero los habitantes de la Prusia Real también resistieron los esfuerzos de la corona polaca por un mayor control sobre la región.

La Encyclopedia Americana, The Concise Columbia Encyclopedia, The Oxford World Encyclopedia, y World Book Encyclopedia referencian a Copérnico como un "astrónomo polaco". Sheila Rabin, en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, describe a Copérnico como un "hijo de una familia alemana [que] era súbdito de la corona polaca",[15]​ mientras que Manfred Weissenbacher escribe que el padre de Copérnico era un polaco germanizado. No sobreviven textos polacos de Copérnico debido a la rareza del idioma polaco en la literatura antes de los escritos de los poetas polacos del Renacimiento Mikołaj Rej y Jan Kochanowski (los polacos educados generalmente escribieron en latín); pero se sabe que Copérnico sabía polaco a la par que alemán y latín.

El historiador Michael Burleigh describe el debate sobre la nacionalidad como una "batalla totalmente insignificante" entre académicos alemanes y polacos durante el período de entreguerras. El astrónomo polaco Konrad Rudnicki llama a la discusión una "feroz disputa académica en [...] tiempos de nacionalismo" y describe a Copérnico como un habitante de un territorio de habla alemana que pertenecía a Polonia, siendo él mismo de origen mixto polaco-alemán.

Czesław Miłosz describe el debate como una proyección "absurda" de una comprensión moderna de la nacionalidad en la gente del Renacimiento, que se identificaba con sus territorios de origen más que con una nación.[16]​ De manera similar, el historiador Norman Davies escribe que Copérnico, como era común en su época, era "en gran medida indiferente" a la nacionalidad, siendo un patriota local que se consideraba a sí mismo "prusiano".[17]​ Tanto Miłosz como Davies escriben que Copérnico tenía antecedentes culturales de lengua alemana, mientras que su lengua de trabajo era el latín, de acuerdo con el uso de la época.[16][17]​ Además, según Davies, "existe amplia evidencia de que conocía el idioma polaco". Davies concluye que, "Tomando todo en consideración, hay buenas razones para considerarlo alemán y polaco: y, sin embargo, en el sentido en que lo entienden los nacionalistas modernos, no lo era".[17]

Conmemoraciones

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Orbiting Astronomical Observatory 3

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La tercera de la serie de misiones del Orbiting Astronomical Observatory (Observatorio Astronómico en Órbita) de la NASA, lanzada el 21 de agosto de 1972, recibió el nombre de Copérnico después de su exitoso lanzamiento. El satélite llevaba un detector de rayos X y un telescopio ultravioleta y funcionó hasta febrero de 1981.

Copernicia

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Copernicia, un género de palmeras nativas de América del Sur y las Antillas Mayores, recibió su nombre de Copérnico en 1837. En algunas de las especies, las hojas están recubiertas de una fina capa de cera, conocida como cera de carnaúba.

Copernicio

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El 14 de julio de 2009, los descubridores, del Centro GSI Helmholtz para la investigación de iones pesados en Darmstadt, Alemania, del elemento químico 112 (denominado temporalmente ununbium) propusieron a la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada que su nombre permanente fuera "copernicio" (Cn). "Después de haber nombrado elementos según nuestra ciudad y nuestro estado, queríamos hacer una declaración con un nombre que fuera conocido por todos", dijo Hofmann. "No queríamos seleccionar a alguien que fuera alemán. Buscábamos en todo el mundo". En el 537 aniversario de su nacimiento, el nombre se hizo oficial.

55 Cancri

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En julio de 2014, la Unión Astronómica Internacional lanzó NameExoWorlds, un proceso para dar nombres propios a ciertos exoplanetas y sus estrellas anfitrionas. El proceso involucró la nominación pública y la votación de los nuevos nombres. En diciembre de 2015, la UAI anunció que el nombre ganador para 55 Cancri era Copérnico.

Polonia

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Copérnico es conmemorado por el Monumento a Nicolás Copérnico en Varsovia, diseñado por Bertel Thorvaldsen en 1822, y terminado en 1830; y por la pintura de 1873 de Jan Matejko, Astrónomo Copérnico.

Los siguientes lugares llevan su nombre:

La Fundación para la Ciencia Polaca y la Sociedad Alemana de Investigación han establecido conjuntamente el Premio Copérnico para promover la cooperación científica polaco-alemana.

Influencias

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Las obras literarias y artísticas contemporáneas inspiradas en Copérnico incluyen:

  • Motor de la Tierra, Tapón del Sol, obertura para orquesta sinfónica, de la compositora Svitlana Azarova, por encargo de la Orquesta Nacional de Francia.
  • Doctor Copernicus, novela de 1975 de John Banville, que describe la vida de Copérnico y el mundo del siglo XVI en el que vivió.
  1. Dreyer, 1953, p. 342.
  2. a b c Repcheck, 2007, pp. 78-79, 184, 186.
  3. Sobel, 2011, pp. 207-210.
  4. Rosen, 1960, p. 437.
  5. Rosen, 1960, p. 438.
  6. Rosen, 1960, p. 198.
  7. Repcheck, 2007, p. 106.
  8. a b Rosen, 1995, p. 198.
  9. a b Rosen, 1995, p. 127.
  10. Biskup, 1973, p. 32.
  11. Biskup, 1973, pp. 38, 82.
  12. Repcheck, 2007, p. 32.
  13. Freely, 2014, pp. 56-57.
  14. Freely, 2014, p. 6.
  15. Rabin, 2005.
  16. a b Miłosz, 1983, p. 37.
  17. a b c Davies, 2005, p. 20.