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Entre [[1324]] y [[1325]] se produjo una nueva contienda entre Inglaterra y Francia, conocida por los historiadores como [[Guerra de San Sardos]] por el poblado donde tuvieron lugar las principales acciones era una loca. La corona inglesa había pasado a manos de [[Eduardo III de Inglaterra|Eduardo III]], que era sólo un adolescente, pero que no estaba dispuesto a dejarse vencer fácilmente. Mientras tanto el rey de Francia, [[Carlos IV de Francia|Carlos IV]] murió, como sus antecesores, sin dejar heredero varón.
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Guerra de los Cien Años
Parte de guerras anglo-francesas

Fecha 13371453
Lugar Principalmente Francia y los Países Bajos
Resultado Victoria pírrica francesa
Beligerantes
Inglaterra
Borgoña (cambia de bando en 1434)
Portugal
Bretaña (cambia de bando en 1435)
Francia
Castilla
Escocia
Génova
Mallorca
Bohemia
Navarra (salvo cambio de bando esporádico)

La llamada Guerra de los Cien Años fue una prolongada serie de conflictos armados entre los reyes de Francia y los de Inglaterra que duraron en realidad 116 años (61 años de guerra y 55 de tregua) (1337-1453). Esta guerra fue de origen puramente sucesorio y feudal, pues su propósito no era otro que definir quién sucedería a la rama principal de los Capeto (extinta en 1328), los Valois o los Plantagenet, y quién controlaría las enormes posesiones que los monarcas ingleses tenían en territorios franceses desde 1154, debido al ascenso al trono inglés de Enrique Plantagenet, conde de Anjou y casado con Leonor de Aquitania.

Tuvo implicaciones internacionales, con la participación de Castilla. Finalmente y después de innumerables avatares, se saldó con una victoria francesa y la retirada inglesa del continente con la excepción de Calais, que permanecerá en manos inglesas hasta 1558.

Orígenes del conflicto

Enrique II de Inglaterra

La rivalidad entre Francia e Inglaterra había comenzado ya en tiempos de la Batalla de Hastings, en la que el duque francés Guillermo de Normandía (Guillermo el Conquistador o Guillermo el Bastardo) se adueñara de Inglaterra (1066). Ahora los normandos eran reyes de una gran nación, y exigirían al rey francés ser tratados en consecuencia. Pero el punto de vista de Francia no era el mismo. Los duques de Normandía siempre habían sido sus vasallos, y el hecho de que hubiesen ascendido de su ducado a un alto trono en un país "lejano" no tenía por qué cambiar su sumisión tradicional a la corona de París.

Primeras escaramuzas

A mediados del siglo XII, los monarcas ingleses descendientes de los duques normandos fueron reemplazados, por matrimonio, por la dinastía francesa de los Plantagenet, condes de Anjou, que también poseían otros grandes territorios en el oeste y sudoeste de Francia. Tras el matrimonio de Enrique II de Inglaterra con Leonor de Aquitania llegaron a ser más poderosos que los propios reyes francos. A la muerte de Enrique lo sucedió Ricardo (conocido como Ricardo Corazon de León) pero éste murió el 25 de marzo de 1199; entonces ascendió al trono su hermano, el hijo menor de Enrique II de Inglaterra, Juan (conocido como Juan sin Tierra), muy débil, que no fue capaz de mantener los territorios de su padre. El rey de Francia Felipe II Augusto, invadió partes de sus territorios en una gran ofensiva que Juan no pudo rechazar. En 1204, Francia invadió Normandía y se quedó con todas las posesiones inglesas en tierras continentales, a excepción de Burdeos y Guyena, situadas en Aquitania, al oeste del reino. Por ello, los barones ingleses se reunieron con Juan sin Tierra en Runnymede, cerca de Londres, y el 15 de junio de 1215, sellaron la llamada Carta Magna.


El Tratado de París

Enrique III (1216-1272), ascendió al trono inglés siendo muy pequeño, trajo consigo un período de zozobras y temores, que desembocó en el catastrófico tratado de París en 1259. En él, Enrique renunciaba formalmente a todas las posesiones de sus antepasados normandos y a todos los derechos que pudieran corresponderle sobre la corona de Francia. Esto incluía la pérdida de Normandía, Anjou y todas sus demás posesiones en territorio continental, salvo Guyena y Aquitania, que había heredado por vía materna. Estas dos regiones quedaban sometidas al homenaje, una especie de pago, renta o tributo que Enrique otorgaría al rey francés para conservarlas.

La Guerra de San Sardos y Eduardo III

Entre 1324 y 1325 se produjo una nueva contienda entre Inglaterra y Francia, conocida por los historiadores como Guerra de San Sardos por el poblado donde tuvieron lugar las principales acciones era una loca. La corona inglesa había pasado a manos de Eduardo III, que era sólo un adolescente, pero que no estaba dispuesto a dejarse vencer fácilmente. Mientras tanto el rey de Francia, Carlos IV murió, como sus antecesores, sin dejar heredero varón.

La maldición de los Capetos

Luis IX de Francia (San Luis)

La muerte de Carlos IV era el fin de la poderosa y prolongada dinastía Capeto. Había sido fundada por Hugo Capeto en 987, y había dado una larga serie de poderosos monarcas que incluía a Luis VI, Luis VII y Luis VIII, todos ellos comandantes en las Cruzadas.

Tras la muerte del rey siguiente, San Luis, la dinastía Capeto tuvo aún otro poderoso rey: Felipe IV de Francia, el Hermoso. Con él comenzó la decadencia: Felipe destruyó a la antigua Orden del Temple, llevando al juicio y a la hoguera a muchos de sus dirigentes, en especial a su último Gran Maestre Jacques de Molay. La tradición cuenta que de Molay, de pie sobre las llamas que lo consumirían, maldijo a Felipe el Hermoso, al Papa y a la familia Capeto, profetizando su pronta extinción y olvido.

En efecto, Felipe IV murió en 1314, en el curso del mismo año de la ejecución de los templarios. Tenía tres hijos. El mayor, (Luis X el Obstinado), fue coronado en agosto de 1315 y murió a los pocos meses, mientras su esposa estaba embarazada. El niño recién nacido iba a ser coronado con el nombre de Juan I mas, en razón de su corta edad, se nombró regente al hermano mediano de su padre, Felipe. El pequeño murió siendo un bebé, se lo conoce como Juan el Póstumo. Así, su tío Felipe, que ejercía la regencia, debió ser coronado de inmediato bajo el nombre de Felipe V el Largo. Este rey, que gobernó algo más de cinco años, intentó restaurar las reformas modernizadoras de su padre Felipe IV, que habían sido abandonadas en una fuerte regresión feudal, por su hermano Luis X, influido por su tío el conde de Valois. Le sucedió entonces el tercer hijo de Felipe el Hermoso (y por tanto hermano pequeño de Luis X y Felipe V): Carlos IV. La supuesta maldición de los templarios terminó de cumplirse el 1 de febrero de 1328 al fallecer este rey sin herederos. En apenas 14 años y después de cuatro breves reinados, la dinastía de los Capetos se había extinguido.

La guerra

Los hijos de Felipe el Hermoso (Luis, Felipe y Carlos) tenían una hermana llamada Isabel (la "Loba de Francia"), que era madre de Eduardo III de Inglaterra. El joven rey, de tan sólo dieciséis años, pretendió reclamar su derecho al trono de Francia apelando a esta circunstancia. Muertos sus tres tíos sin herederos, y muerto su primo siendo un infante, argumentó que la corona francesa debía pasar a su madre y, a través de ella, a su propia persona.

Buena parte de los franceses no estaban de acuerdo e invocaron la Ley Sálica, que impedía la transmisión de la corona a través de la línea femenina. Para evitar que Inglaterra gobernase Francia, decidieron que la corona vacante pasase al hermano menor de Felipe el Hermoso (y tío de Luis, Felipe V y Carlos): Carlos de Valois. Pero corría 1328, y Carlos había muerto tres años antes. De ese modo, según la tradición francesa, heredaba la corona su hijo, Felipe de Valois, bajo el nombre de Felipe VI. Este es el primer monarca de la dinastía Valois. Entonces el orgulloso Felipe reclamó a Eduardo que le rindiera (y pagase) el debido homenaje por las posesiones que aún conservaba en Francia.

El conflicto sucesorio

Genealogía de los principales personajes implicados en la guerra de los cien años. En azul, los reyes de Francia de la dinastía capeta. En morado, los reyes de Francia de la dinastía de Valois. En verde, los reyes de Navarra (nota: entre 1274 y 1328, los reyes de Francia lo fueron también de Navarra). En rojo, los reyes de Inglaterra de la dinastía Plantagenet, que reivindicaron la corona francesa desde 1328. En amarillo, los duques de Orleans, jefes del partido armagnac. En naranja, sus rivales los duques de Borgoña, jefes del partido borgoñón.

Como puede observarse en el cuadro adjunto, tras la muerte de Carlos IV había tres posibles sucesores: Felipe de Valois, la reina Juana II de Navarra y el rey Eduardo III de Inglaterra. Felipe de Valois, que sería rey como Felipe VI, reivindicaba su derecho en la ley sálica, como descendiente por vía masculina de Felipe III. La reina Juana II de Navarra habría sido la heredera, ya a la muerte de su padre Luis X, pero la ley sálica y las dudas sobre su legitimidad (su madre había sido acusada de adulterio) impidieron su acceso al trono. Sin embargo, a la muerte de Carlos IV se la compensó con el reino de Navarra, en el que no regía la ley sálica. Casada con otro miembro colateral de la dinastía capeta (Felipe de Evreux), transmitió sus derechos a su hijo Carlos II el malo, que eventualmente los reivindicó en una fase posterior de la guerra, aunque sin éxito. Por último, el rey de Inglaterra Eduardo III reivindicó sus derechos al trono francés por su madre Isabel, hija de Felipe IV. Sin embargo, hay que tener en cuenta que tanto Luis X como Felipe V y Carlos IV habian dejado varias hijas, por lo que los derechos de Isabel serían posteriores a los de todas ellas. Pero el conflicto sucesorio se combinó con la cuestión de los estados feudales franceses a los que tenían derecho los reyes de Inglaterra (Aquitania, Normandía, Anjou y otros), provocando la guerra.

Homenajes y refugiados

Inicialmente, Eduardo reconoció a Felipe como rey de Francia, pero la situación fue tensándose debido a una serie de conflictos marginales que enfrentaron a los partidarios de los dos monarcas en Bretaña, Flandes, Navarra o Escocia. Cuando el rey francés intentó hacer efectiva su soberanía feudal sobre Guyena reclamando las apelaciones de los juicios que en ella se producían, Eduardo actuó. Encontró por fin el modo de dañar a Felipe: uno de los parientes del rey francés, Roberto de Artois, se había rebelado, y Eduardo lo acogió como a un hermano en su corte inglesa. La reacción de Felipe VI fue drástica: en un golpe de mano rápido y perfecto, invadió y se anexionó la región de Guyena, feudo del rey inglés. Eduardo respondió reclamando, por primera vez, su derecho a ocupar el trono de Francia. Además, Eduardo fue reconocido como monarca por el rebelde Jacobo van Artevelde, cabecilla de los ciudadanos de Gante, y enfrentado al conde de Flandes, vasallo del rey Felipe.

La guerra interminable

Ilustración de Jean Froissart sobre la Batalla de Sluys

Una vez iniciadas las hostilidades, no como una sucesión de escaramuzas, la suerte de ambos bandos fue fluctuante y pendular.
Al principio, los ingleses de Eduardo hicieron unas operaciones terrestres muy importantes en 1339 y 1340, y obtuvieron además una gran victoria naval en Sluys.
El rey inglés pudo desembarcar en Normandía gracias a la defección del noble Godofredo d'Harcourt que se había enemistado con Felipe VI y le permitió aposentarse en su feudo. Con todo, la posición inglesa era débil porque su ejército contaba con un número pequeño de caballeros y escaso apoyo dentro de los territorios en disputa. Tan sólo eran superiores a los franceses en número de arqueros, fuerzas plebeyas armadas con el famoso "arco largo" inglés que permitía el disparo rápido, continuado y a larga distancia.
Eduardo utilizaba una táctica copiada de sus enemigos (la chevauchée). Atacaba la campiña desprotegida en sitios donde las tropas francesas eran débiles o estaban ausentes, y se adueñaba de ella. De inmediato procedía a matar a los civiles de sexo masculino, incendiaba, saqueaba y robaba las posesiones de los campesinos. Al ser éstos parte de una sociedad de tipo feudal, estaba sobreentendido que era responsabilidad y obligación de Felipe de Francia protegerlos contra los salvajes ejércitos extrajeros. De este modo, además de hacerse con tierras, suministros y prisioneros, Eduardo socavaba la autoridad de Felipe.
En 1346 los franceses encontraron a Eduardo en Crécy y en 1356 a su hijo (el Príncipe Negro) en Poitiers. Ambos combates concluyeron con sendas y resonantes victorias inglesas gracias a las nubes de flechas que dispararon sus arqueros contra las cargas de los nobles galos. Los ingleses se procuraron una posición de fuerza en las negociaciones posteriores al sorprender y capturar al rey Juan II de Francia y a su corte. Prisionero el monarca, los franceses se vieron obligados a firmar la paz de Bretigny (1360), por la que Eduardo III renunciaba al trono de Francia a cambio de una gran Aquitania entre el Loira, los Pirineos y el Macizo Central, hasta Rodez, así como Calais y sus alrededores. Se prometió un rescate de tres millones de escudos a cambio de la libertad del rey Juan.

El contraataque

La situación política se volvía muy confusa. La prisión del rey y el prometido rescate obligaron a convocar a los representantes del reino. El preboste de Paris Etienne Marcel aprovechó la ocasión para intentar controlar a los consejeros de Carlos el Delfin, y el cobro de los impuestos, encabezando una rebelión que fracasó debido a la falta de apoyo en otras ciudades. Los campesinos también se sublevaron y atacaron los castillos feudales en la gran revuelta conocida como la jacquerie (1358). Los grandes aristócratas del reino como Carlos II el Malo de Navarra o Gaston Febus de Foix, cerraron filas para impedir el ascenso de las clases sociales inferiores y aplastaron a los campesinos en medio de un mar de sangre, lo que permitió al Delfín Carlos tomar de nuevo las riendas del gobierno.
Tomando ejemplo del propio Eduardo, Francia decidió aplicar sus mismas tácticas anfibias y navales. Comenzaron entonces, a partir de 1360, a hacer rápidas y devastadoras incursiones contra la costa meridional de Inglaterra, que culminaron en el saqueo e incendio de Winchelsea. Dado el buen resultado, siguieron con este tipo de operaciones, y los ataques anfibios se convirtieron en la pesadilla de las guarniciones y población civil inglesas costeras por lo menos hasta 1401. Descubrieron además que Eduardo comenzaba a hacer regresar sus tropas para defender sus islas, y los campesinos franceses vieron disminuir las espantosas chevauchées británicas.
Así, los pocos ingleses que aún recorrían la campiña francesa hubieron de retroceder progresivamente en medio de las tierras secas y arrasadas que los galos dejaban a sus espaldas. Muchos murieron de hambre y enfermedades (principalmente disentería y escorbuto) y nunca se volvieron lo suficientemente fuertes como para plantar cara a los defensores de Francia. A pesar de la victoria en su propio país, Francia pagó muy cara la expulsión del invasor en esta etapa de la guerra. Mandaban los ejércitos el delfín Carlos (más tarde coronado como Carlos V). Su condestable, el ambicioso e inteligente Bertrand du Guesclin, le aconsejó no enfrentarse en campo abierto, sino recurrir a una política de hostigamiento de las columnas inglesas en retroceso, dejando ante ellas solamente tierra arrasada. Esta prefiguración de la táctica de von Clausewitz implicó, entonces, que los campesinos y civiles franceses vieran sus tierras, antes quemadas por los invasores, nuevamente arrasadas y destruidas (esta vez por sus propios protectores), con el afán de "salvarlas".

Principales ataques de Tovar y Vienne contra Inglaterra (13741380).

La guerra alcanza su mayor extensión en esta época, al rebasar por primera vez los límites de Francia. Así, en 1367, los ingleses del Príncipe Negro auxilian a Pedro I de Castilla en la Batalla de Nájera, mientras que su hermanastro Enrique recibe la ayuda de caballeros franceses dirigidos por el propio Bertrand Du Guesclin. La victoria final de Enrique en la Guerra Civil Castellana brindará a Francia un poderoso aliado en el plano naval que destruye la escuadra inglesa en La Rochelle (1372) y saquea o incendia numerosos puertos ingleses (Rye, Rotingdean, Lewes, Folkestone, Plymouth, Portsmouth, Wight, Hastings) en 1374 y (tras la Tregua de Brujas) entre 1377 y 1380, año en que la flota combinada del almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar y el francés Jean de Vienne llega incluso a amenazar Londres. De forma paralela, Du Guesclin protagoniza varias incursiones en Bretaña, cuyo duque se había aliado con Inglaterra.

La suerte cambia de bando

Inglaterra quiso, entre 1360 y 1375, tomar la iniciativa de una guerra que la estaba devorando, pero la suerte había cambiado de bando y favorecía ahora a los franceses. Los estrategas ingleses, Sir Ricardo Knolles en 1360 y Juan de Gante en 1363 formaron cuerpos expedicionarios que atacaron el continente, pero fueron masacrados por los defensores franceses.

El rey Eduardo había muerto, y su sucesor, Ricardo II de Inglaterra, volvió a sufrir la maldición que había perseguido a todos los reyes niños: tensiones políticas, convulsión social, una fiera lucha por la sucesión o al menos la regencia, todo ello envuelto en el espantoso caos de una guerra internacional que amenazaba con extenderse por toda Europa.

Asesinado Ricardo por Enrique de Lancaster en 1399, los vientos de guerra rotaron una vez más.

Desde hacía una generación entera Inglaterra sólo sufría derrotas frente a Francia, pero, de pronto, los desembarcos en las islas comenzaron a ser rechazados y los ingleses invadieron Francia con moderado éxito en tres oportunidades: en 1405, 1410 y 1412. Enrique de Lancaster fue coronado como Enrique IV de Inglaterra después del derrocamiento de Ricardo II, y será su hijo, Enrique V, el encargado de llevar la guerra nuevamente al corazón de Francia.

Enrique V

Nombrado caballero dos veces, Enrique se mostró desde muy joven como un jefe confiable, decidido, experto en táctica y organización logística, muy frío y racional. Considerando que los franceses tenían al frente un rey inestable, (Carlos VI), de escasa personalidad, enfermo, desorganizado y propenso a frecuentes ataques de demencia, es fácil comprender las ventajas de que gozaron las tropas de Enrique.

Los nobles franceses se habían dividido en dos facciones que disputaban entre sí y acorralaban a Carlos: los de Armagnac y los de Borgoña. Las virtudes de Enrique como general y gobernante así como esta división interna de los franceses llevarían a estos últimos al desastre de 1415.
A la edad de 12 años (en 1399), el futuro Enrique V fue nombrado por primera vez en un campo de batalla irlandés por Ricardo II, que lo había tomado como rehén para garantizar el buen comportamiento del padre de Enrique. El solo hecho de que un rey rival de su familia (que sería asesinado por su padre) lo armase caballero en un campo de batalla y con sólo doce años, demuestra a las claras el coraje y la bravura que el joven Enrique mostró desde muy niño.
Más tarde, ejecutado el crimen y un día antes de la coronación de Enrique IV, el nuevo monarca llamó a su hijo (que al día siguiente se convertiría en Príncipe de Gales) y lo nombró caballero por segunda vez.
Este joven brillante conduciría la guerra en Francia.

Enrique contra Escocia y Gales

Ya en vida de su padre, Enrique debió hacerse cargo de difíciles operaciones militares. En 1400 prestó servicio contra los escoceses y algunos meses después se le ordenó desbaratar la rebelión de Owain Glendwr, un noble galés que se atribuía el derecho a ser Príncipe de Gales.
Estudiando a los enemigos galeses (en 1402) Enrique aprendió a utilizar las tácticas guerrilleras que tan rendidos servicios le prestarían más tarde. Estaba, además, bajo la supervisión de dos maestros de estrategia, genios militares ambos: Harry Hotspur y Tomás Percy, conde de Worcester, parientes entre sí. Durante ese año y el siguiente, Enrique se vería forzado a enfrentarse con los dos en combate y demostraría ser capaz de vencerlos. En 1403 los dos maestros traicionaron al joven Enrique y a su real padre y se aliaron con Glendwr. En una épica marcha forzada, Enrique consiguió evitar que Hotspur y Percy unieran sus tropas con las del galés y los derrotó en Shrewbury. El príncipe en persona mandó el ala izquierda de su ejército en aquella oportunidad. Shrewbury fue su verdadero bautismo de fuego (donde murió su mentor Hotspur) y también su bautismo de sangre, ya que Enrique recibió una flecha en pleno rostro. Sin embargo, siguió luchando hasta el fin del combate con el astil sobresaliéndole de la cara.
La guerra contra Gales duró todavía cinco años más, pero el joven no participó en ninguna otra batalla. Los combates de campo no eran comunes en esos tiempos, y las guerras se desarrollaban principalmente a base de sitios a las ciudades, asedios de castillos y saqueos de zonas productivas habitadas sólo por la población civil.

Enrique V, coronado

Enrique IV falleció en 1413, dejando el trono a su muy capaz primogénito. Así llegó al trono un Enrique V de 26 años, veterano de dos campañas internas, herido en acción, experto en táctica, alumno de los mejores maestros e inteligente en grado sumo. El nuevo rey comprendió de inmediato que, derrotados los enemigos Escocia y Gales, tenía que volver su atención hacia Francia de inmediato, o Inglaterra sería aplastada. Rodeándose de hombres adictos y capaces, se dispuso entonces a una guerra en pleno territorio del rey francés.

Agincourt

Batalla de Agincourt.

La llegada de Enrique V

Apenas coronado, Enrique intentó, pese a todo, evitar la guerra con Carlos VI. Le ofreció casarse con la hija de aquél y tratar de resolver el problema de las posesiones inglesas en Francia sin derramamiento de sangre. Mientras negociaban, ambos monarcas armaban grandes ejércitos en previsión de una traición o rotura de las conversaciones que condujera a un conflicto armado. Las tentativas de paz se rompieron por fin en la primavera de 1415 y Enrique decidió ejecutar su plan: una invasión en toda regla del reino francés.

Su ejército comprendía 2500 caballeros, 8000 soldados de otras categorías, 200 artilleros especialistas, 1.000 hombres de servicios y apoyo y 10.000 caballos. Para cruzar el Canal de la Mancha se necesitó una gran flota de 1.500 buques (aunque algunos autores mencionan sólo 300), que Enrique había mandado construir, confiscar o comprar. Los ingleses salieron de Southampton el 11 de julio y desembarcaron en el estuario del Sena dos días más tarde.

Luego de poner sitio y conquistar Harfleur, Enrique marchó hacia Calais, partiendo de la primera ciudad el 8 de octubre, con su ejército debilitado por una grave epidemia de disentería. Pero los franceses no estaban ociosos: el anciano mariscal francés Duque de Berry recibió la orden de interceptar a Enrique, mientras las tropas de Carlos VI se establecían en St. Denis y las del mariscal Boucicault se preparaban en Caudebec, a 48 Km. al este de Harfleur. Por el otro lado, el condestable Carlos d´Albret vigilaba el estuario del Sena.
Los ingleses, que deseaban cruzar el Somme, descubrieron espantados que estaban quedándose sin provisiones, por lo que Enrique decidió torcer hacia Pont St. Remy y hacer noche frente a Amiens. El día 21 de octubre los ingleses se pusieron en marcha hacia la pequeña aldea de Azincourt, donde se enfrentaron con el grueso del ejército francés en la madrugada del 25 de octubre de 1415.

La batalla

La batalla, trascendental para la Guerra de los Cien Años, se desarrolló en tres fases:

  • Fase I
    • Los ingleses avanzan, atravesando la tierra de nadie de 1 Km. que los separa de los franceses. Los arqueros ingleses lanzan una lluvia de flechas sobre las posiciones francesas.
    • Los ballesteros franceses responden al ataque. La caballería ataca por ambos flancos, pero muchos caballeros no llegan a tiempo de ocupar sus posiciones. Debido a las lluvias de la noche anterior, el terreno se encuentra embarrado. La caballería francesa, pierde velocidad dando tiempo a la reacción inglesa. Las monturas chocan contra las estacas que los arqueros ingleses han colocado para protegerse, arrojando al suelo a sus jinetes, que son masacrados.
  • Fase II
    • Derrotada su caballería, la infantería de Carlos intenta asaltar el centro inglés. Debido a sus pesadas armaduras y al terreno embarrado, llegan cansados al choque con la infantería inglesa.
    • Los arqueros ingleses reaccionan "canalizando" al enemigo hacia donde se encuentran las unidades más fuertes de la infantería propia: los franceses caen en la trampa.
    • En la melée de infantería, los arqueros ingleses matan a muchísimos franceses, disparándoles a corta distancia. Pese a la mayor potencia y precisión de las ballestas francesas, sus tiempos de cargas, en comparación con los veloces arqueros ingleses fue crucial para la derrota.
    • En medio del intenso combate, Enrique V recibe un golpe de maza en el casco, que abolla el acero y le arranca los adornos. De no haberlo llevado colocado, hubiese perdido la vida.
    • Los infantes y caballeros ingleses (ahora a pie) se mueven con mayor rapidez que los franceses, impedidos por sus pesadas armaduras. Los franceses se convierten en víctimas fáciles y son obligados a retroceder.
  • Fase III
    • Luego de escasa media hora de combate, la victoria inglesa es total. Los de Enrique poseen ahora incontables prisioneros, y calculan anhelantes los suculentos rescates que recibirán.

A primera hora de la tarde, sin embargo, Enrique toma una decisión que ha sido cuestionada por todos los historiadores posteriores. Al recibir noticias de que su campamento había sido atacado, ordena la matanza de todos los prisioneros, que son atacados con hachas por sus guardianes y asesinados en escasos minutos. Esta batalla, inició la decadencia de las grandes formaciones de caballería. Marcando un antes y un después en las guerras europeas. Y es a partir de esta batalla, cuando los ejércitos medievales, comienzan a dar mayor peso a las infantería ligera, reduciendo la infantería pesada.

Un éxito inútil

Sin embargo, Enrique no pudo aprovechar la increíble victoria contra un enemigo que lo duplicaba en número. Enrique no poseía alimentos ni pertrechos para continuar la campaña inmediatamente, por lo que retrocedió hasta Calais para embarcarse a Inglaterra. Las tropas desembarcaron en Dover el 16 de noviembre. De haber podido continuar hasta París y auto coronarse rey, es probable que la Guerra de los Cien Años hubiese terminado antes del fin del invierno. Sin embargo, continuaría otros 38 años.

En 1420, el vencido Carlos VI se vio obligado a aceptar el Tratado de Troyes, que deshacía los términos del Tratado de París, casaba a Enrique V con la hija de Carlos y reconocía al monarca inglés como heredero al trono francés tras la muerte del rey.

Juana de Arco

Otra vez, la guerra

Juana de Arco (óleo de Eugéne Thirion)

Desplazado de este modo de la línea sucesoria el delfín Carlos, hijo de Carlos VI, todos creyeron que Enrique V legaría ambos tronos a su hijo Enrique, que tenía a la sazón unos pocos meses. Pero por una ironía de la historia, Enrique V murió inesperadamente en 1422, antes que Carlos VI. Dos meses más tarde lo siguió a la tumba el rey de Francia. Los hechos se precipitaron entonces. Incumpliendo el Tratado de Troyes, la corte francesa mantuvo los derechos del Delfín Carlos en lugar de reconocer al niño Enrique VI de Inglaterra como estaba pactado.

La respuesta inglesa fue coronar al bebé como rey de Inglaterra y de Francia. Decidiendo eliminar al rey Carlos VII, al que los ingleses consideraban un usurpador, invadieron nuevamente Francia y pusieron sitio a Orleans, llave del gran río Loira, en su punto más cercano a Paris. Todo parecía indicar que Carlos VII tendría que ceder a las pretensiones del rey-niño de Inglaterra. Sin embargo, la historia de la Guerra de los Cien años daría aquí (1428) un inesperado giro, de la mano de una ignota muchacha campesina.

La Doncella de Orleans

Una joven iletrada nacida en Domrémy, llamada Juana de Arco, creía haber sido elegida por Dios para librar a su país de los persistentes saqueos de los ingleses. Aún no había cumplido los veinte años de edad y carecía de educación formal, pero algunos nobles la creyeron y la presentaron en la Corte. En aquel momento el Delfín Carlos se hallaba en una situación muy difícil, empujado militarmente por los británicos, que se habían aliado con los duques de Borgoña, y con su legitimidad puesta en duda, pues los ingleses habían difundido ampliamente el rumor de que era hijo de la reina, pero no del rey loco Carlos VI. El Delfín y la Corte no tenían ninguna intención de dejarse dirigir por aquella joven campesina y sus partidarios, pero necesitaban desesperadamente algún triunfo propagandístico que restableciese ante los ojos del pueblo la confianza en la victoria y señalase el apoyo divino a la causa del heredero francés. Tras una conversación privada con Juana, Carlos le ayudó a reunir un grupo de soldados, con los que liberó en 1429 a Orleans del asedio británico.

La victoria de Juana motivó y concienció a soldados y campesinos franceses y les mostró un camino a seguir y un jefe (una jefa) a quien imitar. A este triunfo de la "Doncella de Orleans" (como se la conoció desde entonces) siguieron otros, como la decisiva batalla de Patay (el igual de la batalla de Azincourt pero con una victoria de la caballería francesa que diezmaba los arqueros ingleses), y además los de Troyes, Chálons y Reims, donde, en presencia de la joven, Carlos VII fue formalmente coronado. Ahora ya Carlos y su corte podían limitar la actuación de la impredecible Juana. Juana se dio cuenta del aislamiento a que la sometían y la telaraña que se tejía a su alrededor animándola a ingresar en un convento. Trató entonces de fortalecer su posición con algún nuevo éxito militar, pero su campaña comenzó a caer en una espiral descendente: fue derrotada en París y Compiègne y finalmente, ya en desgracia, fue capturada en 1430 por el duque de Borgoña, Felipe.

Pintura de Juana de Arco siendo interrogada en prisión por el cardenal de Winchester

Los jefes militares franceses, envidiosos del éxito de la niña, habían estado conspirando a sus espaldas. Temían el ascendiente que Juana estaba tomando sobre el rey Carlos y, sobre todo, les aterrorizaba el hecho de que la intervención divina (a través de Juana) estaba convirtiendo la guerra feudal que era la Guerra de los Cien Años en una lucha nacional y popular. Deseaban ser ellos los protagonistas de la victoria y no que el pueblo achacase todos los éxitos a una joven profetisa. Entregada a los ingleses, fue procesada por la Inquisición bajo la acusación de hechicería, condenada a muerte y ejecutada en la hoguera en Ruán (1431) sin que Carlos hiciese nada práctico por ayudarla. Ni siquiera se reivindicó su figura en los años inmediatos a su muerte.

Francia se hace más fuerte

La situación se volvía complicada. Francia tenía ahora dos reyes. Coronado Carlos VII en Reims, los ingleses entronizaron en París a su propio Rey, Enrique VI, apoyado solamente por Felipe de Borgoña. Con inteligencia, los franceses partidarios de Carlos llegaron a un acuerdo con Felipe, remarcando aún más el aislamiento en que se encontraba Enrique. Este episodio sucedió en 1435 y se conoce como Paz de Arras. Inglaterra necesitaba imperiosamente a Borgoña como aliado militar. Falta de él, las fuerzas de Carlos atacaron y ocuparon París al año siguiente. Como precaución en caso de que el conflicto se prolongara (medida visionaria, porque el fin de la guerra tardó aún veinte años en llegar), Carlos VII aprendió de los errores de su antecesor y, reestructurando profundamente al ejército francés, logró dotar a su corona de un ejército permanente por primera vez en la historia. Francia lograba así una fuerza militar profesional, entrenada, preparada siempre para entrar en acción y aguerrida, en vez del grupo desorganizado de campesinos feudales que se reunía de cualquier modo en los momentos más inesperados, y que había llevado al éxito enemigo en tantas oportunidades. Como es lógico, la reforma militar no tendría éxito si no se acompañaba de profundos cambios en la economía, la infraestructura, las finanzas y la propia sociedad. Habiendo reconstruido las finanzas del reino, Carlos mandó construir un impresionante conjunto de fortificaciones militares, canalizaciones hidráulicas, puertos seguros y una mejor y más consistente base de poder para sí mismo.

Últimas acciones

Luchas intestinas en Francia

Los ingleses no eran el único problema de Carlos VII: el hambre y las pestes venían persiguiendo a su dinastía desde el principio mismo. El comienzo del siglo XIV había encontrado a toda Europa sumida en una profunda crisis económica cuyas causas permanecen ocultas incluso para los historiadores del siglo XXI. Esta crisis se había ensañado particularmente con Francia (campo de batalla de varias largas y furiosas guerras y reyertas) y afectaba en especial la producción agrícola, las fábricas artesanales y el comercio, que en el siglo XIII habían sido unos de los más importantes de Europa. Ahora, tras los centenarios saqueos e incendios provocados por los invasores, Francia pasaba hambre una vez más y, como parece lógico, la peste volvió a hacer su aparición. Así, los nobles de la Casa de Anjou, viendo que el monarca pretendía proseguir la guerra hasta las últimas consecuencias, comenzaron a conspirar contra él y convencieron a su hijo Luis (el futuro Luis XI de Francia) de que se plegara a la conjura. Carlos consiguió sortear el peligro que amenazaba aislarlo y dejarlo sin poder. Para acrecentarlo, estableció una ventajosa alianza con Suiza y con varios estados de Alemania. A pesar del respiro que este apoyo le procuró, sin embargo, era consciente de que continuaba gobernando un país inestable, muerto de hambre, que ya casi no producía cereales, cercado por la peste y con la siempre presente espada de Damocles representada por su poderoso vecino inglés que en cualquier momento podía decidir invadirlo y atacar de nuevo.

Los problemas de Inglaterra

Su enemigo no se encontraba en mejor forma: de la soberbia victoria en Agincourt habían pasado a la humillante derrota de París. Enrique VI era aún menor de edad, y enfrentaba los mismos problemas que Carlos: luchas, recelos y rivalidades entre los nobles y príncipes reales de su casa. Buscando descomprimir la situación internacional, el jovencito solicitó y obtuvo la mano de Margarita de Anjou, sobrina de su rival Carlos VII, con la que se casó en 1444. Una vez casados, la posibilidad de una paz de compromiso basada en los lazos familiares se vislumbraba cercana. Sin embargo, de las dos facciones en que se habían dividido los ingleses, una estaba en favor de la paz (liderada por Juan de Beaufort, duque de Somerset). Pero la otra preconizaba la guerra y su prosecución hasta la victoria. Sus jefes eran Hunfredo, duque de Gloucester y Ricardo, duque de York. Para colmo de la desgracia inglesa, Enrique VI comenzó a seguir los pasos de Carlos VI, el enemigo de su padre. Poco a poco comenzó a evidenciar síntomas de locura, que pronto se convirtieron en una clara, permanente e incapacitante demencia.

El fin de la guerra y la victoria de Francia

Las reformas y mejoras realizadas por Carlos VII rindieron sus frutos: lentamente la presión francesa comenzó a hacer retroceder al enemigo y fue poniendo sitio y reconquistando, paso a paso, todas las posesiones inglesas en tierra francesa. Sin el apoyo borgoñón, los ingleses debieron entregar Normandía en 1450 y la preciada Aquitania en 1453. Para ese año, que hoy se considera el del final de la guerra, la única posesión que se permitió conservar a los ingleses fue la ciudad costera de Calais. Una vez desaparecidos los motivos del conflicto, la guerra terminó silenciosamente. Ni siquiera se firmó un tratado que certificara la paz añorada pero nunca alcanzada durante más de un siglo. Los reyes de Inglaterra siguieron reivindicando sus derechos a la corona de Francia, pero ya no de una manera efectiva, ni siquiera a la hora de negociar tratados internacionales.

Las consecuencias

Enfermo Enrique VI, Inglaterra quedó, tras el fin de la Guerra de los Cien Años, en manos de Somerset y York, enemigos declarados y absolutamente enfrentados ideológicamente (Gloucester estaba en prisión). Guiados por intereses personales, no se preocuparon por consolidar la flamante paz, sino que embarcaron a su país en una sangrienta guerra civil dinástica que se conocería como la Guerra de las Dos Rosas. En Francia, por su parte, la monarquía y el absolutismo fueron consolidados por Luis XI, hijo de Carlos VII. Luego de grandes conquistas (Borgoña y Picardía, por ejemplo), la Casa de Valois se extinguió como lo había hecho antes la de los Capetos. Estas caídas prefiguraban el fin de los estados feudales y el comienzo de la Europa Moderna que se harían realidad en el siglo siguiente.

Principales batallas de la Guerra de los Cien Años

Personajes relevantes

Anteriores a la guerra

Contemporáneos de la guerra

Posteriores a la guerra

Otras guerras y campañas satélites de la Guerra de los Cien Años

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Cronología

  • 1337: Felipe VI confisca el ducado de Aquitania como represalia a la protección que Eduardo III dispensaba a Roberto de Artois, enemigo del rey francés. Eduardo reclama sus derechos al trono francés y se niega a rendir vasallaje ante Felipe.
  • 1339: Eduardo III inicia las operaciones terrestres contra Francia.
  • 1340: los ingleses vencen en la batalla naval de Sluys, lo que descarta la invasión francesa de Inglaterra, y lleva a que la guerra se desarrolle en territorio de Francia. Pero las deudas obligan a Eduardo III a pactar una tregua.
  • 1346: Eduardo desembarca en Francia con un ejército, que el 26 de agosto consigue la victoria de Crécy, donde mueren o son hechos prisioneros muchos nobles franceses. El botín es inmenso.
  • 1346: los ingleses vencen a los escoceses, aliados de los franceses. La paz entre Inglaterra y Escocia se establece en el Tratado de Berwick.
  • 1347: los ingleses toman Calais, que permanecería en su poder hasta 1558.
  • 1348: se suspenden los enfrentamientos debido a la peste negra.
  • 1350: Juan II es coronado nuevo rey de Francia. El conde de Armañac, vasallo de Aquitania, proclama su lealtad a Juan.
  • 1355: el hijo de Eduardo, del mismo nombre que su padre, pero que la Historia conoce como el Príncipe Negro, desvasta Armañac. Avanza hasta el Mediterráneo y regresa arrasando todo a su paso.
  • 1356: Juan II avanza hasta el Loira. En Poitiers el Príncipe Negro obtiene una gran victoria ante los franceses, a pesar de que su ejército está agotado y en clara desventaja numérica. Juan II es hecho prisionero, junto con muchos nobles.
  • 1358: Francia padece un levantamiento campesino y una revuelta en París.
  • 1360: Eduardo III llega a París y se firma la Paz de Brétigny, por la cual se reduce el rescate por Juan, los ingleses pasan a dominar un territorio que comprende desde los Pirineos hasta el Loira y Eduardo renuncia a sus derechos sobre la corona francesa. Sir Richard Knolles conduce una expedición que ataca la costa francesa pero es derrotado.
  • 1363: Juan de Gante intenta triunfar donde fracasó Knolles. Al mando de una gran fuerza expedicionaria inglesa ataca nuevamente la Francia continental y sufre un resonante revés.
  • 1369: el condestable de Francia, Bertrand du Guesclin, ataca Aquitania evitando una confrontación abierta.
  • 1375: se firma en Brujas una tregua por dos años. Los ingleses conservaban únicamente Calais y una estrecha franja entre Bayona y Burdeos. Sin embargo, los combates continúan en forma esporádica.
  • 1396: se firma otra tregua.
  • 1399: el futuro Enrique V, de doce años, es armado caballero por el rey Ricardo II. Al poco tiempo, el soberano es asesinado por Enrique IV, padre del muchacho.
  • 1400: el joven príncipe es enviado a luchar contra los irlandeses rebeldes.
  • 1402: vence a los galeses.
  • 1403: Hotspur y Percy, generales de Enrique IV, se rebelan contra él y el príncipe Enrique los derrota a ambos.
  • 1405: Inglaterra invade Francia.
  • 1407: nueva tregua.
  • 1410: segunda invasión de Francia.
  • 1412: tercer intento por invadir Francia. Las tres expediciones terminan con un muy moderado éxito.
  • 1413: muere Enrique IV y su hijo es coronado con el nombre de Enrique V.
  • 1415: Enrique V de Inglaterra reafirma sus derechos al trono francés, frente a la política pacifista de su padre, Enrique IV. Desembarca en Normandía con un gran ejército. Aliado con el duque de Borgoña, obtiene la victoria de Agincourt, frente a un ejército muy superior.
  • 1417: los ingleses toman Caen, donde Enrique V ordena la muerte de todos los varones civiles.
  • 1420: se firma el Tratado de Troyes, por el que Enrique V de Inglaterra se casa con Catalina de Valois, hija del rey de Francia. Enrique es reconocido además heredero al trono francés, siempre que Francia mantuviera su independencia.
  • 1422: muere Enrique V antes que el rey francés Carlos VI, con lo que se desencadena la lucha por la sucesión al trono francés.
  • 1428: una ignota campesina francesa, Juana de Arco, comienza a hacerse cargo de las operaciones militares.
  • 1429: los ingleses ocupan París y el norte de Francia llegando hasta Orleans. El 4 de mayo, Juana de Arco, a la cabeza de los caballeros franceses, levanta el asedio. Juana obtiene las victorias de Troyes, Chálons y Reims. Los franceses obtienen también la victoria de Patay y Carlos VII fue coronado rey de Francia en Reims.
  • 1430: Juana es capturada por los borgoñones, aliados de Inglaterra, y entregada a los ingleses.
  • 1431: Juana muere en la hoguera, en Ruán. Enrique VI de Inglaterra es coronado rey de Francia en París.
  • 1435: Paz de Arrás.
  • 1436: Borgoña se reconcilia con Francia. Los franceses toman París.
  • 1444: se firma una tregua por cinco años. Enrique VI se casa con la sobrina de su rival.
  • 1450: Carlos VII ataca Normandía y Gascuña y aniquila al ejército inglés en Fromigny. Los ingleses comienzan a perder sus territorios.
  • 1453: Carlos VII toma Burdeos y Aquitania, recuperando toda Francia salvo Calais. Fin de la Guerra de los Cien Años.

Bibliografía

  • Bennett, Matthew. Agincourt 1415', Osprey, Londres, 1991. Ed. Esp.: Del Prado, Madrid, 1995. ISBN 84-7838-540-1.
  • Dos Santos, Marcelo. Jacques de Molay, Aguilar, Madrid, 2006. ISBN 84-03-09675-5.
  • Dunan, Marcel; Mosca. Roberto; et. al (dir): Historia Universal', Tº II, Noguer, Rizzolli, Larousse. Ed. Cast.: ANESA, Barcelona, 1974. ISBN 84-279-6646-6.
  • Sackville-West, Vita. Juana de Arco, Siruela, Madrid, 2003. ISBN 84-7844-705-9.
  • Townson, Duncan. Breve historia de Inglaterra. Alianza, Madrid, 2004. ISBN 84-206-5814-6.

Véase también

Enlaces externos