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San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la [[literatura]], especialmente la griega clásica y poseía gran [[elocuencia]]. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario [[Madaura]] y [[Cartago]]. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el [[teatro]]. Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio [[retórica|retórico]] y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de [[filosofía]]. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus ''[[Confesiones]]''. |
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A los diecinueve años, la lectura de ''Hortensius'' de [[Cicerón]] despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la [[filosofía]]. Además, será en esta época cuando el joven Agustín conocerá a una mujer con la que mantendrá una relación estable de catorce años y con la cual tendrá un hijo: Adeodato. |
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En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el [[maniqueísmo]] creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena [[verdad]], y por ello se hizo [[escéptico]]. |
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el [[maniqueísmo]] creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena [[verdad]], y por ello se hizo [[escéptico]]. |
Revisión del 03:44 3 ago 2010
Agustín de Hipona | |||
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Información personal | |||
Nombre en latín | Aurelius Augustinus | ||
Nacimiento |
13 de noviembre de 354 Tagaste, Argelia | ||
Fallecimiento |
28 de agosto de 430 Hipona | ||
Sepultura | San Pietro in Ciel d'Oro | ||
Religión | Iglesia católica y maniqueísmo | ||
Familia | |||
Padres |
Patricio Mónica de Hipona | ||
Hijos | Adeodato | ||
Información profesional | |||
Ocupación | Filósofo, teólogo, autobiógrafo, teórico de la música, predicador, historiador, poeta, escritor, sacerdote católico, obispo titular y obispo católico | ||
Área | Filosofía y teología | ||
Cargos ocupados | Obispo diocesano (desde 396) | ||
Información religiosa | |||
Festividad |
28 de agosto Occidente 15 de junio Oriente | ||
Venerado en | La mayoría de las denominaciones Cristianas | ||
Obras notables | |||
reconocimientos
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Agustín de Hipona, o San Agustín (en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis) (Tagaste, 13 de noviembre de 354 – Hippo Regius, 28 de agosto de 430), es junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina.
Biografía
Infancia y juventud
Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el África romana. Su padre, llamado Patricio, no era religioso cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de "mujer cristiana", de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aún bajo las circunstancias más adversas. Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo "El hijo de las lágrimas de su madre".[1]
San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario Madaura y Cartago. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el teatro. Al mismo tiempo, gustaba en gran medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos primeros años de su juventud. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus Confesiones.
A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía. Además, será en esta época cuando el joven Agustín conocerá a una mujer con la que mantendrá una relación estable de catorce años y con la cual tendrá un hijo: Adeodato.
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.
Sumido en una gran frustración personal, decide en 383 partir para Roma, la capital del Imperio. Su madre quiso acompañarle, pero Agustín la engañó y la dejó en tierra (cf. Confesiones 5,8,15). En Roma enferma de gravedad. Tras restablecerse, y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma, fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (la actual Milán).
Conversión al cristianismo
Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo. Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar con su hijo, y que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. Se despidió de su compañera sentimental con gran dolor y en vez de optar por casarse con la mujer que Mónica le había buscado, decidió vivir en ascesis; decisión a la que llegó después de haber conocido los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano. Los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó a solucionar el problema de la mediación y de la gracia. Ya sólo quedaba la crisis decisiva, estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio, oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía: toma y lee,[2] y entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de Pablo y leyó el pasaje Rom 13, 13ss. Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda.[3]
En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a su cátedra y se retira con su madre y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.
Monacato y episcopado
Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa Regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento, la fama de Agustín se extiende por toda la comarca.
En 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo parecido sucedió al ser consagrado obispo en el 395. Fue entonces cuando dejó el monasterio de laicos y se instaló en la casa del obispo, que transformó en un monasterio de clérigos.
La actividad episcopal de Agustín es enorme y variada. Predica a todo tiempo y en muchos lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces, preside concilios, resuelve los problemas más diversos que le presentan sus fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, priscilianistas, académicos, etc. Participa en los Concilios regionales III de Hipona del 393, III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, en los dos últimos como Presidente y en los cuales sancionaron definitivamente el Canon bíblico que había sido hecho por el Papa Dámaso I en Roma en el Sínodo del 382.
Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron a la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África. Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy.
La historia del encuentro con un niño junto al mar
Una tradición medieval, que recoge la historia inicialmente narrada sobre un teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta la siguiente anécdota.[4] Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta: "Oye, niño, ¿qué haces?" Y el niño le responde: "Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo". Y San Agustín dice: "Pero, eso es imposible". Y el niño responde: "Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".
La historia es usada en muchos lugares como verdadera; sin embargo, se trataría de una invención sin fundamento real, pero que se inspira al menos en la actitud de Agustín como estudioso del misterio de Dios.
Obras
Libros
Autobiográficos
Confesiones
La obra capital de Agustín de Hipona está constituida por trece libros en los que nos narra su vida, formación y su evolución interior; también habla de la psicología, de la filosofía, de su concepto de Dios y de su visión del mundo. Constituye, asimismo, un reconocimiento de la grandeza y bondad de Dios.
Está dividida en dos grandes partes:
- Libros 1-9: contienen la confesión de los errores de Agustín hasta su conversión. Terminan con la muerte de su madre Mónica en Ostia.
- Libros 10-13: alaba a Dios y a su creación.
Comenzó la obra tras la muerte de san Ambrosio, el 4 de abril del 397, y la terminó en el año 400. Su estilo es uniforme, y los acontecimientos son analizados con la perspectiva de haber transcurrido doce o catorce años desde que sucedieran. Por ello, si se comparan con los diálogos escritos en Casiciaco, se constatan algunas discrepancias, debidas a una valoración distinta de muchas aspectos; son las reflexiones del obispo, que ve la vida de un modo distinto.
Retractaciones
Ajustándose a los hechos, San Agustín expresó su insatisfacción por haberse comportado así con esta frase: 'Nos has hecho para ti Señor y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti.'
Filosóficos
Los Diálogos
Escritos en Casiciaco, Milán, Roma y en su etapa joven. En ellos trata de la certeza, la felicidad, el orden, la inmortalidad, la grandeza del alma, la existencia de Dios, la libertad del hombre, la razón del mal y el maestro interior.
Contra académicos
Combate el escepticismo.
Disciplinarum libri
Es una vasta enciclopedia con el fin de mostrar cómo se puede y se debe ascender a Dios a partir de las cosas materiales. No está acabada.
Otros: De beata vita liber I, De ordine libri II, Soliloquiorum libri II, De immortalitate animae liber I, De quantitatae animae liber I, De libero arbitrio libri III, De musica libri VI, De magistro liber I...
Apologéticos
En estos defiende la fe contra los paganos o contra los racionalistas:
De vera religione liber I. Escrito en el 390. La verdadera religión es la que posee la Iglesia católica, el verdadero Dios es la Trinidad. En esta obra se encuentran muchas de las ideas de la Ciudad de Dios.
La ciudad de Dios (De civitate Dei libri XXII)
Es una de las obras maestras de Agustín; en ella nos ofrece una síntesis de su pensamiento filosófico, teológico y político. Fue escrita desde el 413 al 426 y la publicó en varias partes, aunque trabaja con un plan unitario.
El motivo por el cual escribió esta obra fue las críticas que los paganos hacían contra el cristianismo: Roma había caído bajo los visigodos (410), la Ciudad Eterna se había hecho añicos... De este cataclismo mundial fue culpado el cristianismo, sobre todo por los romanos cultos y ricos que huyeron al norte de África debido a la caída de Roma.
Está dividida en dos partes: en la primera combate al paganismo (l. 1-10) y en la segunda defiende la doctrina cristiana (l. 11-22).
De la primera parte:
Los cinco primeros libros refutan a aquellos que piensan que el servicio de los muchos dioses venerados por los paganos es necesario para que la situación humana sea próspera, y a los que afirman que la actual desgracia terrible es la consecuencia de haber impedido ese servicio. Los cinco libros siguientes van contra aquellos que admiten que desgracias similares han golpeado desde siempre a los mortales y los azotarán en el futuro, pero aseguran que el culto sacrificial a los muchos dioses es recomendable debido a la vida futura después de la muerte.
De la segunda parte:
Los cuatro primeros libros tratan del origen de ambos Estados, el Estado de Dios y el Estado de este mundo; los cuatro siguientes se ocupan del curso favorable o desfavorable de ellos; y los cuatro últimos, de su resultado debido.
La tesis central de la obra es la divina providencia, que guía la humanidad, dividida en dos ciudades, nacidas de dos amores, el amor de sí y el amor de Dios. En ella afronta el problema de los orígenes de la historia, de la presencia del mal, de la lucha entre el bien y el mal, de la victoria del bien y de su eterno destino. Fue una obra muy leída y ejerció una gran influencia en los siglos siguientes.
Otras
De fide rerum quae non videntur liber I, De utilitate credendi liber I, De divinatione daemonum liber I, Quaestiones expositae contra paganos VI...
Dogmáticos
Enchiridion, ad Laurentium o De fide, spe et caritate liber I
Escrito hacia 421, es un manual de teología según el esquema de las tres virtudes teologales. Contiene una explicación del Símbolo de la Fe, de la Oración del Padre nuestro y de los Preceptos Morales de la Santa Iglesia.
La Trinidad (De Trinitate libri XV)
Es una de sus obras maestras y su principal obra dogmática. Desde el 399 al 412 escribió doce libros, pero no estando satisfecho con los resultados aplazó su publicación; entonces sus impacientes amigos hicieron unas copias del manuscrito sin autorización de San Agustín y lo pusieron en circulación, lo que lo enojó bastante. En el año 420 añadió los otros tres que faltaban y revisó toda la obra.
La Obra está dividida en cinco grandes partes: Teología bíblica de la Trinidad (I-IV), Teología especulativa y defensa del dogma (V-VII), Introducción al conocimiento místico de Dios (VIII), Búsqueda de la imagen de la Trinidad en el hombre (IX-XIV), Compendio y complemento del tratado (XV).
En ella desarrolla la doctrina de las relaciones: las tres personas divinas son El Ser mismo, eterno, inmutable, consustancial, pero se distinguen por sus relaciones; la explicación psicológica; la doctrina sobre las propiedades personales de El Espíritu Santo, que procede como amor; la vida de la gracia; y sobre cómo el hombre siendo imagen de Dios es imagen de La Santísima Trinidad.
Otros
De fide et símbolo liber I, De diversis quaestionibus octoginta tribus liber I, De diversis quaestionibus ad Simplicianum libri II, Ad inquisitionem lanuarii libri II, De fide et operibus liber I, De videndo Deo liber I, De praesentia Dei liber I, De cura pro mortuis gerenda liber I, De octo Dulcitii quaestionibus liber I...
Morales y pastorales
De agone christiano liber I
Es un manual de vida cristiana para instruir en la fe al pueblo sencillo.
De coniugiis adulterinis libri II
Escrito hacia el 420 demuestra la indisolubilidad del matrimonio.
Otros
Contra mendacium, De catechizandis rudibus liber I, De continentia liber I, De patientia liber I...
Monásticos
Regula ad servos
La más antigua de las reglas monásticas de occidente.
Exegéticos
La Sagrada Escritura tuvo un papel decisivo para Agustín. Se puede destacar:
De doctrina christiana libri IV
Es una síntesis dogmática que servirá de modelo a las Sententiae.
De Genesi ad litteram libri XII
Su composición es del 401 al 415. Contiene de antropología, la doctrina de la creación simultánea y de las razones seminales.
De consensu Evangelistarum libri IV
Fueron escritos hacia el año 400 en respuesta a los que acusaban a los evangelistas de contradecirse y de haber atribuido falsamente a Cristo la divinidad.
Polémicos
Escribe contra los maniqueos, los donatistas, los pelagianos, el arrianismo y contra herejías en general.
Algunas de sus obras son: De natura boni liber I, Psalmus contra partem Donati, De peccatorum meritis et remissione et de baptismo parvolorum ad Marcellium libri III (de 412, primera teología bíblica de la redención, del pecado original y de la necesidad del bautismo), De gratia et libero arbitrio liber I (de 426, en el que demuestra la necesidad de la gracia de la existencia del libre albedrío), De haeresibus...
Tratados
Están distribuidos en tres secciones: comentarios en San Juan, exposiciones sobre los salmos y sermones.
Tractatus in evangelium Ioanis
Ciento veinticuatro discursos sobre el evangelio de San Juan.
Su obra más extensa es Enarrationes in Psalmos. Se trata de la única exposición completa del salterio que nos ha llegado de la literatura artística. Compuesta desde el 392 al 416.
Los sermones son el fruto de la predicación por casi 40 años. En la biblioteca de Hipona se debían conservar unos tres o cuatro mil. Trata todos los temas de la Biblia y de la liturgia.
Cartas
El extenso epistolario agustiniano prueba su celo apostólico. Sus cartas son muy numerosas y a veces extensas. Fueron escritas desde el 386 al 430. Se pueden haber conservado unas 800.
Doctrina
Razón y fe
San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi desesperada. Ya a los diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco va descubriendo que la razón y la fe no se oponen, sino que su relación es de colaboración. La fe es un modo de pensar asintiendo, si no existiese el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.
Esta postura se sitúa entre el fideísmo y el racionalismo. A los racionalistas le responde: Crede ut intelligas ("cree para comprender") y a los fideístas: Intellige ut credas ("comprende para creer"), pues es imposible creer sin razón. San Agustín quiere comprender el contenido de la fe, demostrar la credibilidad de la fe y profundizar en sus enseñanzas.
Filosofía
Leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entre ellas estaban las de Cicerón, Varrón, Séneca, Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los neoplatónicos que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que corrigió. Esta predilección se basó en considerarles los filósofos clásicos más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de la verdadera filosofía. Los principios que componen y en los que se inspira la filosofía de San Agustín son la interioridad, participación e inmutabilidad.
Con el primero hace una invitación al sujeto para que se vuelva a sí mismo, pero no para pararse en el sujeto, sino para que se dé cuenta de que en él hay algo más que lo trasciende. La mente humana está en relación con las realidades inteligibles e inmutables. Con este principio demuestra la existencia de Dios, prueba la espiritualidad del alma y su inmortalidad y además da una explicación psicológica de la Trinidad.
El segundo principio podemos enunciarlo así: todo bien o es bien por su misma naturaleza y esencia, o es bien por participación; en el primer caso es el Bien sumo, en el segundo caso es un bien limitado. Esta participación puede ser: la participación del ser, de la verdad y del amor.
En cuanto a la inmutabilidad, el ser verdadero, genuino y auténtico es sólo el ser inmutable. No existe de alguna forma o en cierta medida, sino que es el Ser. Este principio vale para distinguir al ser por esencia del ser por participación.
Dios y el hombre
La filosofía agustiniana se centra en dos temas esenciales: Dios y el hombre.
- Dios. Para llegar de la mente a Dios primero tenemos que preguntar al mundo, después volverse hacia uno mismo y por último trascenderse. El mundo responde que él ha sido creado y el itinerario continua; se procede a la ascensión interior, y el hombre se reconoce a sí mismo intuyéndose como ser existente, pensante y amante. Puede por ello ascender a Dios por tres vías: la vía del ser, de la verdad y del amor. Se trata de trascenderse a uno mismo, de poner nuestros pasos "allí donde la luz de la razón se enciende". Ahora bien, llegaremos a un Dios incomprensible, inefable. Este Dios es el ser sumo, la primera verdad y el eterno amor.
- El hombre. Agustín explora su misterio, su naturaleza, su espiritualidad y su libertad. Es un grande profundum y una magna quaestio.
El compuesto humano está formado por el cuerpo y el espíritu. A pesar de lo que se dice de él, superó el espiritualismo helénico. La cárcel del alma no es el cuerpo humano, sino el cuerpo corruptible; el alma no puede ser sin él dichosa. Ésta fue creada de la nada.
La tesis fundamental que ayuda a entender el misterio del hombre es su creación a imagen de Dios, que es propia del hombre interior, de la mente. Pero ha sido deformada por el pecado y será la gracia la encargada de restaurarla.
El hombre sólo adhiriéndose al ser inmutable puede alcanzar su felicidad. En este encuentro de Dios y el hombre, Agustín examina la delicada cuestión de la gracia y la libertad.
Agustín defendió la libertad contra los maniqueos y la existencia de una sola alma y una sola voluntad: era yo mismo quien quería, yo quien no quería; yo era yo. Por último, también exploró el tema de las pasiones, reduciéndolas a la raíz común del amor. En las pasiones advierte tres posibilidades: ausencia de pasiones, orden en las pasiones y desorden o concupiscencia, la cual le hace llegar a una guerra civil.
Ser, conocer, amar
A los grandes problemas del ser, conocer y amar, le da tres soluciones, que son la creación, la iluminación y la sabiduría o felicidad.
- Creación. Explica el problema del origen de las cosas, diciendo que Dios creó todas las cosas de la nada. Existen tres maneras de proceder una cosa de otra: por generación, por fabricación o por creación. Esta última sólo es capaz de hacerla Dios.
La creación ha tenido lugar en el tiempo. Dios crea de la nada y crea según razones eternas (ideas ejemplares existentes en la mente Divina). Pero no todo es creado de la misma manera, Dios ha creado todo simultáneamente, pero unas cosas las ha creado en sí mismas y otras virtualmente, en sus gérmenes invisibles. Esta es la teoría de las rationes seminales.
Todas las cosas son buenas porque las ha creado Dios, y las ha creado porque ha querido. Por ello el mal no puede ser una sustancia sino que es defecto, privación. Hay dos especies de mal: el mal que el hombre sufre contra su voluntad y el mal que comete voluntariamente. El primero es el mal físico y el segundo es el mal moral. Los dos provienen de la deficiencia de la criatura. Sin embargo Dios no es la causa de ningún mal, solamente lo permite, ya que Él puede sacar bien del mal.
Otro tema es el del tiempo, éste es un “enigma intrincadísimo”. Podemos decir que es una distensión del alma que recuerda, intuye y aguarda. - Iluminación. Nuestra iluminación es una participación del Verbo, es decir, de la vida que es luz de los hombres. Dios, causa del ser, es también luz del conocer. Los hombres percibimos la verdad de nuestras afirmaciones en la verdad inmutable. El alma intelectiva es capaz de contemplar las cosas inteligibles en una luz incorpórea especial, la verdad inmutable. Así pues, la mente humana es iluminada divinamente y esto es el fundamento de la certeza de nuestros juicios.
Por último, podemos tener tres especies de conocimiento: el corporal, espiritual y el intelectual. - La felicidad. El hombre obtiene la felicidad de Dios y esta felicidad es Dios mismo. Para él la felicidad es el gozo de la verdad y no puede ser dichoso quien no posee lo que ama, pero dichoso es sólo quien posee todo lo que quiere y no quiere nada malo. Otro paso más, no hay felicidad verdadera si no es eterna. Por eso sólo Dios, y no los bienes temporales, puede hacernos felices. Sin embargo aquí sólo poseemos la felicidad en esperanza.
San Agustín diferencia las cosas que deben ser amadas por sí mismas, como un fin al que llegar y del que gozar y las cosas que son medios para el fin y de las que solamente debemos servirnos. Si nos quedamos en los medios nunca llegaremos a poseer la verdadera felicidad. La historia será así el contraste dramático entre dos amores: de sí y de Dios. Dependiendo del amor que elijamos llegaremos a ser felices o no.
El tiempo y la eternidad
El tiempo es creación de Dios, antes de crear el cielo y la tierra no había tiempo. Este implica un pasado, un futuro y un presente. Pero el pasado ya no existe y el futuro aún no es. En cuanto al presente es un continuado dejar de ser, un continuo tender hacia el no ser.
Agustín acabará concluyendo que el tiempo existe en el espíritu del hombre, porque es donde se mantienen presentes el pasado, el presente y el futuro. Por ello los tiempos son tres: El presente del pasado, el presente del futuro y el presente del presente. No reside en el movimiento sino en el alma.
Teología
Estos son los principios en que san Agustín se ha inspirado para hacer progresar la ciencia teológica: adhesión plena a la autoridad de la fe, deseo ardiente de alcanzar la inteligencia de la fe, firme persuasión de la originalidad de la doctrina cristiana, sentido profundo del misterio, subordinación constante de la teología a la caridad y atención a la precisión del lenguaje.
Doctrina trinitaria
Comienza con la profesión de fe, expone las dificultades e interroga a las Escrituras para responder a aquellas. Estudia la unidad y propiedades de las tres personas divinas, las procesiones y misiones, las operaciones hacia fuera de la Trinidad (que son comunes a las tres personas divinas), propone la doctrina de las relaciones y recurriendo a la imagen de la Trinidad en el hombre, encaminando a éste al amor y a la contemplación de la Trinidad.
Nos explica la igualdad (misma naturaleza) y distinción (distintas relaciones) de las personas divinas y la simplicidad de Dios, por la cual las personas se identifican con la naturaleza divina.
También son suyas la teología del Espíritu Santo y la explicación psicológica de la Trinidad:
- El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero principalmente del Padre, pues el Padre, que es el principio de la deidad, concede al Hijo el expirar el Espíritu Santo, éste procede como Amor y, por tanto, no es engendrado.
- La explicación psicológica de la Trinidad permite, ilustrar, a la vez, el misterio del hombre, creado a imagen de Dios. Esta imagen sólo la encuentra en el hombre interior y la expresa con esta fórmula: memoria, inteligencia y voluntad.
Doctrina cristológica
Gran claridad en la formulación: una persona en dos naturalezas. Defiende la doctrina contra todas las herejías y presenta a Cristo como ejemplo diáfano de la gratuidad de la gracia.
Expresa la unidad de la persona y dualidad de las naturalezas en Cristo de la siguiente manera: Aquel que es Dios es también hombre, y aquel que es hombre es también Dios; no por la confusión de las naturalezas, sino por la unidad de la persona. Esta unión es admirable y la mejor analogía es la unión que se produce en el hombre, la del cuerpo y del alma en la unidad de la persona.
En virtud de la comunicación de idiomas Agustín defiende que Dios ha nacido, que Dios ha sido crucificado, que Dios ha muerto.
Por último Agustín aclara que la naturaleza humana fue asumida a la unión personal con el Verbo en el mismo instante en que fue creada.
Mariología
Cuatro puntos:
- Por la comunicación de idiomas defiende la maternidad divina: "Dios ha nacido de una mujer".
- La virginidad perpetua: "Virgen concibió, Virgen dio a luz y Virgen permaneció".
- La santidad de María. Es inmune a todo pecado.
- La relaciones entre María y la Iglesia. María es modelo de la Iglesia por el esplendor de sus virtudes y por la gracia de ser corporalmente lo que la Iglesia debe ser espiritualmente.
Soteriología
Para defender la Iglesia contra los pelagianos y paganos profundizó en la soteriología y la gracia desarrollando los siguientes puntos:
- Cristo es el único mediador y en cuanto hombre Dios.
- Cristo es el mediador en cuanto redentor. Cristo se encarnó para redimir a los hombres del pecado. La redención es necesaria pues nadie puede salvarse sin Cristo; es objetiva (la redención), porque no consiste sólo en el ejemplo, sino que la reconciliación con Dios es universal ya que Cristo murió por todos los hombres. De esta teología de la redención, San Agustín, deduce la teología del pecado original: consiste en un alejamiento de Dios, precisamente porque Cristo nos ha reconciliado a todos los hombres con Dios.
- Cristo como sacerdote y sacrificio. Cristo quiso ser no sólo sacerdote, sino además sacrificio.
Antropología sobrenatural
La doctrina católica discurre entre los opuestos errores de los maniqueos y de los pelagianos. Defendió la existencia del pecado original, la bondad de las cosas, la remisión total y perfecta de los pecados en el bautismo, se opuso a la tesis pelagiana de impecancia, enseñó la necesidad de la gracia y la libre cooperación del hombre.
A continuación se tratarán las doctrinas del pecado original, la justificación, la gracia y la predestinación.
- En el pecado original distingue entre existencia y naturaleza. Defendió su existencia con todos los argumentos de la teología, bíblicos, litúrgicos, artísticos y de razón: la finalidad soteriológica de la encarnación, Rm 5,12-19, el bautismo de los niños, la tradición y el problema del mal. En cuanto a su naturaleza, reconoce su carácter misterioso. Afirma que se trasmite por propagación y lo define de la siguiente manera: el pecado original es la concupiscencia unidad al reato. Por último, es falso que san Agustín identificara pecado original y concupiscencia.
- Para comprender la justificación, hay que distinguir entre remisión de los pecados y renovación interior: la remisión de los pecados es plena y total y la renovación interior es progresiva y alcanza su perfección sólo en la resurrección. La justificación cristiana comporta ya en esta vida la restauración de la imagen de Dios, aunque plenamente sólo se alcanza en el más allá. Antes del pecado, el hombre gozaba de la libertad menor, consistía en poder no pecar y poder no morir; después de la resurrección gozará de libertad mayor, que consiste en no poder pecar y no poder morir. Esta idea de justificación es escatológica.
- La gracia adyuvante. La gracia no es la creación, ni la ley, ni la sola justificación. Su función es alejar los obstáculos que nos impiden hacer el bien. Es el Don gracioso de Dios, la inspiración de la caridad, es un don gratuito de la benevolencia divina. El doctor de la gracia, afirma la absoluta necesidad de esta gracia para poder evitar el pecado y para alcanzar la salvación. Esta gracia es eficaz, pero para explicarlo entramos en el tema delicadísimo de la libertad y el don divino. El libre albedrío no es aniquilado por la gracia, sino que es fortalecido. "Aquel no sucumbe porque es ayudado, sino que es ayudado para que no sucumba". Hay una armonía entre la gracia y la libertad.
- La predestinación es la presciencia de Dios y la preparación de sus beneficios, por los cuales certísimamente se salva todo el que se salva. Agustín ha enseñado dos verdades contrarias en apariencia: la gratuita predilección de Dios por los elegidos y el amor de Dios por todos los hombres. Dios tiene siempre en su haber una gracia que ningún corazón, por puro que sea, podrá jamás rechazar, entonces ¿por qué no la usa con todos y permite que algunos perezcan? Agustín responde que no sabe. Esta doctrina también tiene un significado pastoral, pretende ayudar al cristiano a evitar la presunción y la desesperación.
La Iglesia
La Iglesia es uno de los temas centrales de San Agustín. La estudió como hecho histórico, los motivos de su credibilidad y como comunión y cuerpo místico de Cristo. Cuando habla de ella se puede referir a la comunidad de fieles, a la comunidad de los justos, o a la comunidad de los predestinados.
Defiende su unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad. Asegura que el bautismo es válido también fuera de la Iglesia aunque aproveche sólo en ella. La Iglesia se extiende más allá de sus confines institucionales y tiende hacia la eternidad. Es, aunque no exclusivamente, escatológica, pues sólo entonces los pecadores serán separados de los justos.
Soluciona el problema de la presencia de los pecadores en la Iglesia diciendo que es un cuerpo mixto y que los pecadores no contaminan las virtudes de los buenos, por eso sigue santa aún a pesar de aquéllos. Los pecadores forman parte de la Iglesia sólo en apariencia, los justos poseen realmente la justicia, son hijos de Dios.
El núcleo central de la eclesiología es Cristo, que está siempre presente obrando en la Iglesia, el Espíritu Santo es el alma del cuerpo místico y por ello el principio de comunión. La Iglesia es también ahora reino de Cristo.
Escatología
Se opuso a la concepción platónica de la historia, defendió la resurrección de los cuerpos, cuerpos de verdad pero incorruptibles. Esclareció la eternidad de las penas. No admitió la apocatástasis de Orígenes.
Insistió en la dimensión social y cristológica para explicar la felicidad del cielo. El cielo es la "insaciable saciedad". Antes de la resurrección no poseemos y esta felicidad plenamente, sino sólo una "consolación de la tardanza".
Por último, admitió la existencia del purgatorio.
Doctrina espiritual
La espiritualidad agustiniana se orienta al culto y amor de la Trinidad, tiene por centro a Cristo, se da dentro de la vida de la Iglesia, su tarea es la restauración de la imagen de Dios en el hombre y se nutre de la sabiduría de las Escrituras.
Sus líneas esenciales son:
- La vocación universal a la santidad. Todos los cristianos pueden alcanzar la salvación.
- La Caridad, centro, alma y medida de la perfección cristiana. Esta es el contenido de las escrituras, el fin de la teología, la síntesis de la filosofía y la esencia y medida de la perfección cristiana. Pone en un juego el dinamismo cristiano y el único deseo que tiene es a Dios.
- La humildad, condición indispensable para el crecimiento de la caridad. Tenemos que reconocer lo que somos: criaturas, hemos de reconocer la gratuidad de la gracia.
- La purificación, ley de las ascensiones interiores. Necesitamos de la ascesis para crecer en la caridad.
- La necesidad de elaboración. El hombre ha de ser maestro o de oración y preparar su corazón para recibir lo que Dios quiera dar. Esta oración debe llevarnos a los demás, que es de índole social.
- La ascensión por los grados del alma hacia Dios. Describe cuatro grados: virtud, serenidad, entrada y morada o contemplación.
Recepción
San Agustín tiene gran importancia en la historia de la cultura europea. Sus Confesiones suponen un modelo de biografía interior para muchos autores, que van a considerar la introspección como elemento importante en la literatura. Concretamente, Petrarca va a ser un gran lector de San Agustín: su descripción de los estados amorosos enlaza con ese interés por el mundo interior que encuentra en San Agustín. Por otro lado, San Agustín va a ser un puente importante entre la Antigüedad y la cultura cristiana. El especial aprecio que tiene por Virgilio y Platón va a marcar fuertemente los siglos posteriores. Así, se puede decir que la Edad Media, hasta el siglo XIII y el redescubrimiento de Aristóteles, va a ser platónica. El especial aprecio por Virgilio se va a manifestar, por ejemplo, en la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Otras informaciones
Es patrón de las localidades en España de Avilés (Principado de Asturias), Erandio (Vizcaya), Fernán Caballero (Ciudad Real), Ojos (Murcia) y Tordómar (Burgos).
San Agustín era de ascendencia bereber[5] y el santo más grande de la Iglesia bereber de Argelia.
Véase también
Notas y referencias
- ↑ Confesiones III, 12, 21. «Vete en paz, mujer; ¡así Dios te dé vida! que no es posible que perezca el hijo de tantas lágrimas.»
- ↑ Conf. VIII 12.
- ↑ Conf. VIII 12,29
- ↑ Cf. Artículo en Historiarte.net.
- ↑ (a) "Bereberes: ...Los más conocidos de ellos fueron el autor romano Apuleyo, el emperador romano Septimio Severo, y San Agustín, cuya madre fue una bereber", Encyclopedia Americana, Scholastic Library Publishing, 2005, v. 3, p. 569 (b) "Agustín era un nativo del norte de África cuya familia no era romana sino bereber", Norman Cantor, The Civilization of the Middle Ages, Harper Perennial, 1994, p.74 (c) Étienne Gilson, Le philosophe et la théologie (1960), Vrin, 2005, p.175 (d) Henri-Irénée Marrou, Crise de notre temps et réflexion chrétienne de 1930 à 1975, Beauchesne, 1978, p.177 (e) Claude Lepelley, Saint Augustin et le rayonnement de sa pensée dans Histoire du Christianisme, Seuil, 2007. p.122 (f) Serge Lancel, Saint-Augustin, Fayard, 1999, p.20 (g) Gilbert Meynier, L'Algérie des origines, La Découverte, 2007, p.73 (h) Grand Larousse encyclopédique, Librairie Larousse, 1960, t.1, p.144 (i) François Mauriac, Bloc-notes, 1952-1957, Flammarion, 1958, p. 320 etc.
Bibliografía
- San Agustín. Obras completas de San Agustín. 41 volúmenes. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 978-84-220-0448-6.
- – (2010). Confesiones. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-1505-6.
- – (2009). La Ciudad de Dios; Vida de San Agustín. BAC Selecciones. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 978-84-220-1405-8.
- – (2007). Sobre la música. Seis libros. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-2864-3.
- – (2007). Ciudad de Dios (libros I-VIII). Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-2883-4.
- Sobre Agustín de Hipona
- Carlo Cremona (1991). Agustín de Hipona: la razón y la fe. Ediciones Rialp. ISBN 9788432128042.
- Louis de Wohl (2001). Corazón inquieto: la vida de San Agustín. Ediciones Palabra. ISBN 9788482394589.
- Erich Przywara (1984). San Augustín, perfil humano y religioso. Ediciones Cristiandad. ISBN 9788470573590.
- Henry Chadwick (2001). Agustín. Ediciones Cristiandad. ISBN 9788470574375.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Agustín.
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Agustín de Hipona.
- Wikisource en español contiene obras originales de Agustín de Hipona.
- Voz San Agustín de Hipona en Philosophica: Enciclopedia filosófica online
- Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - Agustín, Santo, Obispo de Hipona (354-430)
- Ramón Trevijano Etcheverría. Patrología. San Agustín de Hipona
- Obras Completas de San Agustín de Hipona
- San Agustín en PrimerosCristianos.com
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