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Mónica de Hipona

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Santa Mónica

Ángel apareciéndose a Santa Mónica (1714), por Pietro Maggi
Información personal
Nacimiento 331
Tagaste
Fallecimiento 387 (56 años)
Ostia
Sepultura Tomb and chapel of Saint Monica of Hippo y basílica de Sant'Agostino in Campo Marzio Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Cónyuge Patricio
Hijos Agustín de Hipona, Navigio, Perpetua
Información religiosa
Festividad 27 de agosto (rito romano)
Venerada en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa
Patronazgo Madres y esposas. Modelo de las madres cristianas.[1]

Santa Mónica (Tagaste, 332 - Ostia, 387) es una santa cristiana y madre de san Agustín de Hipona.[2][3]

Es recordada y honrada por sus extraordinarias virtudes cristianas, en particular por sus sufrimientos causados por el adulterio de su marido, y por la vida de oración que dedicó para la conversión de su hijo, quien escribió extensamente acerca de sus actos píos y de su vida con ella en sus Confesiones.

Biografía

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Mónica nació en Tagaste, en la actual Argelia. Sus padres eran cristianos y de una familia de vieja tradición cristiana.[3]​ Su educación se le encargó a su criada, también cristiana. Se casó a una corta edad con un hombre mayor, decurion y pagano, llamado Patricius o Patricio, en Tagaste.[4]​ Su esposo era un hombre muy enérgico y de temperamento violento que tenía hábitos libertinos.[3]​ Las limosnas, buenas acciones y oraciones de Mónica incomodaban a Patricio, aun así, él la trataba con respeto.

Mónica iba a la iglesia cada día y soportó con paciencia el adulterio y la cólera de su marido. Se ganó el afecto de su suegra en poco tiempo e incluso convirtió a Patricio al cristianismo y calmó su violencia. Este murió poco después de su conversión y Mónica decidió no volver a casarse.[2]

Mónica tuvo tres hijos que sobrevivieron a la infancia: dos varones, Agustín y Navigio, y una mujer cuyo nombre se desconoce, pero que ciertas tradiciones llaman Perpetua o Melania. Imposibilitada de asegurarles el bautismo, se afligió mucho cuando Agustín enfermó. Ante esta situación de sufrimiento le preguntó a Patricio si Agustín sería bautizado, a lo cual este accedió; pero después de la recuperación de su salud revocó este consentimiento.

Pero el alivio y la alegría de Mónica debido a la recuperación de Agustín se transformaron en ansiedad debido a que él desperdiciaba su nueva vida siendo indisciplinado y, como él mismo contó, vago. Finalmente fue enviado a una escuela en Maduros. Cuando tenía 17 años y se encontraba estudiando retórica en Cartago, Patricio falleció.

En Cartago, Agustín llevaba una vida descarriada, cometió pecados graves y abrazó el maniqueísmo lo que le alejó de su madre.[2]

Cuando regresó a su hogar compartió sus experiencias del maniqueísmo, Mónica lo echó del mismo. Sin embargo dijo haber experimentado una visión que la convenció de que se reconciliara con él.

San Agustín y su madre, Santa Mónica por Ary Scheffer (pintura de 1846)

En esa ocasión ella visitó a un obispo para que convenciera a Agustín de sus errores pero el obispo la consoló y la aconsejó que siguiera rezando por su hijo con las hoy famosas palabras

no se perderá el hijo de tantas lágrimas.

Monica siguió a su indisciplinado hijo a Roma, donde él había ido secretamente; cuando ella arribó él ya se había ido a Milán, pero lo siguió. Allí ella encontró al obispo Ambrosio de Milán y a través de él finalmente tuvo la dicha de ver la conversión de Agustín al cristianismo tras 17 años de resistencia.

La madre, el hijo y su nieto Adeodato pasaron seis meses de verdadera paz en Rus Cassiciacum, actualmente Cassago Brianza, luego Agustín fue bautizado. A la edad de 28 años, Agustín acogió la gracia de Dios, se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo en la iglesia de San Juan Bautista en Milán.

Sin embargo, África los reclamaba, emprendieron su viaje, se detuvieron en Civitavecchia y en Ostia. Aquí la muerte sorprendió a Mónica, y las páginas más bellas de las Confesiones de Agustín fueron escritas como resultado de la emoción que experimentó Agustín por la muerte de su madre.[2]

Santa Mónica es puesta por la Iglesia como ejemplo de mujer cristiana, de piedad y bondad probadas, madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aun bajo las circunstancias más adversas.

Referencias

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Enlaces externos

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