Patriarcado (sociología)

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El Diccionario de la Real Academia Española define el término patriarcado como “organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje” y el término patriarcalismo como “tendencia a la autoridad patriarcal (ejercida autoritariamente con apariencia paternalista).”[1]​ En otros idiomas, como el inglés, el término patriarcado no se limita a las organizaciones sociales primitivas sino a todas las organizaciones sociales en las que existe un desequilibrio de poder entre varones y mujeres, en favor de los primeros.[2]

En los estudios feministas y varios estudios sociológicos, históricos, políticos y psicológicos, el término patriarcado es utilizado para describir una situación de distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en la que los varones tienen preeminencia en uno o varios aspectos, tales como la prohibición del derecho al sufragio, la regulación de los delitos contra la libertad sexual, la violencia de género, los regímenes de custodia legal de los hijos, la doble moral según el género, el sexismo en el lenguaje, mecanismos de invisibilización, la determinación de las líneas de descendencia (filiación exclusivamente por descendencia patrilineal y portación del apellido paterno), los derechos de primogenitura, la autonomía personal en las relaciones sociales, la participación en el espacio público ―político o religioso― o la atribución de estatus a las distintas ocupaciones de hombres y mujeres determinadas por la división sexual del trabajo.

Etimología, otros usos y palabras relacionadas

La palabra «patriarca» proviene de las palabras griegas άρχειν árkhein, que significa mandar, y πατήρ patḗr, que significa padre-

Fueron patriarcas los jefes de las primeras familias hebreas. Luego pasó a ser el nombre de una jerarquía eclesiástica de la iglesia cristiana primitiva. Varias iglesias cristianas modernas siguen usando la palabra patriarcado para designar un grupo de diócesis[cita requerida].

En la antropología de la organización social se suelen considerar tres criterios: Filiación ―relacionada con la descendencia―, la autoridad y el patrón de residencia posnupcial. La filiación unilineal puede ser patrilineal o matrilineal, la autoridad puede ser patriarcal o matriarcal y la residencia postmarital puede ser patrilocal o matrilocal. Estos conceptos teóricamente pueden combinarse de diversas manera (por ejemplo una sociedad puede ser matrilineal y al mismo tiempo patrilocal, etc). Sin embargo, en la práctica la documentación existente sobre sociedades humanas muestran que algunas combinaciones son mucho menos frecuentes que otras, en concreto no se conoce ningún ejemplo documentado de un genuino matriarcado.[3]

Uno de los objetivos principales de parte del movimiento feminista es terminar con la asimetría de poder entre hombres y mujeres en sus múltiples formas. Para el feminismo, en una sociedad completamente democrática no puede haber un sexo superior al otro, legitimado y promovido por los propios estados en leyes que, por ejemplo, obligan a la mujer a adquirir el apellido del marido cambiando su nombre en todos los aspectos legales. Este hecho es justificado como un resto atávico de las sociedades patriarcales, pero que provoca un abandono de la identidad de las mujeres en la actualidad, donde ya ha adquirido todos los derechos correspondientes a cualquier ciudadano[cita requerida].

Características en la sociedad occidental contemporánea

Las maneras en que el patriarcado se manifiesta son distintas para distintas sociedades y han cambiado a lo largo de la historia. Algunos autores[4][5]​ resumen las características con las que se presentan en la actualidad para las sociedades europeas ―se toman ejemplos para España en comienzos de siglo XXI―. Algunas de ellas son:

  • Falta de autonomía económica: por falta de ingresos o ingresos bajos por trabajos precarios, inestables de tiempo parcial.
  • División sexual del trabajo: las mujeres cargan con todo o a mayor parte del trabajo no remunerado (trabajo doméstico y cuidado de personas).
  • Preponderancia masculina en el trabajo: para las mujeres se reservan los puestos de «bajo perfil» o de «perfil asistencial». Los salarios de las mujeres son más bajos y las mujeres copan la mayoría de los contratos de trabajo parcial.
  • Expectativas del mundo laboral: Entre los trabajadores muchos asumen que los varones tendrán disponibilidad hacia el trabajo diferente de las mujeres, que presumiblemente tendrán mayor preferencia por encargarse de sus hijos y su hogar que sus parejas masculinas.
  • El «techo de cristal» aún cuando algunas asciendan a altas jerarquías, en general quedan a un paso de los verdaderos puestos de decisión. Las que consiguen pasar ese techo son la minoría.[6]
  • Violencia doméstica, acoso sexual y violación: A pesar de la igualdad jurídica legal de las mujeres en muchos países, siguen existiendo numerosos casos de violencia doméstica, acoso sexual y violación. Algunos de estos actos cuentan con apologías y justificaciones, e incluso han existido actuaciones de tribunales que encuentran atenuantes en supuestas provocaciones por parte de la víctima.[7]
  • La sexualidad: Escaso respeto de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.[8]
  • La prostitución: que es ejercida mayoritariamente por las mujeres y no sería posible sin una abismal diferencia de poder entre varones y mujeres y la reducción de estas a objetos sexuales.[9]

Patriarcado según autores

Una definición completa del término que integra distintas corrientes del feminismo fue elaborada por Marta Fontenla:

El patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.
Marta Fontenla

En su artículo, Fontenla repasa los aportes que utilizó para su definición:

Cuando dice que son relaciones «sexuales y políticas», está refriéndose a los postulados del feminismo radical establecidos por Kate Millett, según la cual las relaciones sexuales son relaciones políticas, a través de las cuales los varones dominan a las mujeres.

Cuando dice que «están basadas en diferentes instituciones públicas y privadas», se refiere a la familia, dado que Gerda Lerner habla del dominio masculino sobre las mujeres y niños/niñas de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general. Otra de estas instituciones es el Estado, ya que, en su formación, este recibe, de manos del padre, el poder sobre los demás miembros de su familia. A partir de ahora el Estado garantiza, principalmente a través de la ley y la economía, la sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los varones en general, impidiendo su constitución como sujetos políticos. También se refiere al feminismo marxista de Heidi Hartmann, cuando dice que el patriarcado no descansa solo en la familia, sino en todas las estructuras que posibilitan control sobre la fuerza de trabajo de las mujeres.

Cuando habla de la «solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones», hace referencia a Celia Amorós quien habla de una fratría ―hermandad― entre varones que tiene lugar en la constitución del patriarcado moderno. También se refiere a Heidi Hartmann quien dice que los varones crean o establecen interdependencia y solidaridad entre ellos que los capacitan para dominar a las mujeres.

Cuando habla de la «apropiación de la fuerza reproductiva de las mujeres» se refiere a los postulados del feminismo radical. Es el feminismo materialista el que integra la fuerza productiva a la reproductiva y los productos al cuerpo de las mujeres. Como parte de esta corriente, Lidia Falcón considera a las mujeres como clase social y económica y es el padre y/o el marido en favor de quien se produce la apropiación. Según Christine Delphy, además, existe una relación de producción entre marido y mujer en la familia nuclear moderna, que identifica como la relación entre en un jefe y una subordinada. Esta subordinación tiene lugar porque la producción del jefe integra el circuito mercantil, mientras que la de la subordinada, no a la vez que y se invisibiliza.

Además se pueden incluir algunas características del patriarcado:

  • Está compuesto de usos, costumbres, tradiciones, normas familiares y hábitos sociales, ideas, prejuicios, símbolos, e incluso leyes[5]​ cuya enseñanza-aprendizaje asegura su transmisión de generación en generación.[10]
  • Define los roles o estereotipos sexuales y por mecanismos de la ideología, los hace aparecer como naturales y universales.[11]
  • Las mujeres están expuestas a distintos grados y tipos de opresión patriarcal, algunas comunes a todas y otras no.[12]
  • Fue la primera estructura de dominación y subordinación de la Historia y aún hoy sigue siendo un sistema básico de la dominación, el más poderoso y duradero de desigualdad y el que menos se percibe como tal.[13]

Historia del patriarcado

En esta sección se describen las distintas formas en que se ha expresado el patriarcado a través del tiempo y las sociedades. Se hace notar que la historia de las mujeres es más amplia e incluye mujeres destacadas y sociedades y épocas en que contaron con mejor posición.[cita requerida]

Prehistoria y origen del patriarcado

La Monogamia y la división sexual del trabajo

Las sociedades tradicionales preestatales estudiadas por los antropólogos durante los siglos XIX y XX, muestran gran igualdad social entre individuos de una misma comunidad debido a la ausencia de grandes excedentes de producción y la imposibilidad de acumular riqueza (por esa razón la concepción de propiedad privada moderna está ausente en estas sociedades). Aun así, en casi todas ellas se aprecia división del trabajo por sexos. Siendo la caza, en particular, la caza mayor practicada en mayor medida por los hombres, y dedicándose las mujeres más intesivamente a la recolección que generalmente aporta la mayor parte de las calorías. Aun así en la repartición de alimentos existe mucha equitatividad aún existiendo división del trabajo.[14]​ Se ha discutido hasta que punto las sociedades preestatales tradicionales tanto americanas, africanas, asiáticas y oceánicas que generalmente ocupan regiones periféricas habrían sido representativas de las sociedades paleolíticas. Si bien la mayor parte de antropólogos aceptan que el nivel de complejidad de las sociedades paleolíticas y su organización podría compartir muchos rasgos con las sociedades preestatales documentadas posteriormente, aunque debe ser cauteloso a la hora de extrapolar hechos debido a las diferencias en las condiciones ecológicas y materiales.

La mayor parte de las sociedades preestatales documentadas por antropólogos y exploradores, consisten en una comunidad de centenares o miles de individuos con una jerarquía mínima, en donde destacaba más el concepto de espiritualidad comunitaria que de poder temporal individual o autoritario sobre los demás. Al ser una sociedad de autosuficiencia, el objetivo principal era la alimentación, la procreación y la seguridad de la integridad de todos. Esta autoprotección de la comunidad ha sido uno de los principales hechos que propiciaron la calidad de vida y por tanto, la evolución de la especie. Los miembros de comunidades fragmentadas morían pronto y el hecho de estar aislados provocaba que no pudieran llegar a reproducirse, por tanto los miembros aislados no tenían descendencia y no sirvieron para la continuidad de la especie. Por este motivo muchos primates evolucionaron hasta convertirse en especies altamente sociales.

Como se ha dicho, dentro de la comunidad sí existía una repartición del trabajo. La mujer se dedicaba más a permanecer en la casa, y practicaban la recolección no solo de vegetales sino también de invertebrados y vertebrados pequeños, con su aporte de proteína y grasa. Los machos se dedicaban a la recolección de carne cazando aunque al principio eran más bien carroñeros y salían más al exterior en busca de alimento. Dicha separación del trabajo se produjo por el papel primordial que la evolución le otorgó a la hembra, ya que mientras ellas cuidaban, organizaban y decidían sobre la vida de los menores cuando estos no estaban, los demás machos ya adultos eran llamados por las mujeres a emplearon su tiempo en otras tareas, las cuales siempre tuvieron el fin de la supervivencia de todos los miembros. En sentido de «cabeza» de familia tampoco existía y de la educación de los miembros menores eran encargados todos los miembros de la comunidad. Los linajes de sangre no eran apenas valorados. No había familias de pocos miembros, ni emparejamientos a largo plazo ni redistribución de recursos en virtud de un «contrato sexual» entre machos y hembras. No había la rivalidad despiadada entre machos infanticidas, propia del chimpancé común ya que el término sociológico empleado frecuentemente es el llamado «macho alfa» para justificar la dominación masculina, sin embargo es un concepto moderno e inexistente en la evolución de la sociabilización del chimpancé y por tanto, no heredada por los seres humanos en ninguna etapa. La evolución humana se sucedió gracias al desarrollo intelectual y a las motivaciones por conocer, construir, crear, etc, que esto conlleva. Cabe tener en cuenta que los términos evolución y mantenimiento de tradiciones acérrimas son contradictorios. Por tanto, todos los medios que cualquier miembro de la comunidad conseguía, eran repartidos entre los demás con el fin siempre de mantener a tantos miembros vivos fuera posible. En una fase evolutiva, en la que el rendimiento de la caza aún era modesto, la monogamia aún no había sido inventada ya que el chimpancé como buen ser curioso, siempre ha sido abierto a mantener relaciones sexuales con todos los miembros de la comunidad, tanto hembras como varones y también, tanto en épocas de apareamiento como por placer, además de practicar la plurisexualidad. Esta etapa fue considerada la más larga.

Poco a poco, los ancestros se convirtieron en cazadores de alto rendimiento. La importancia de las proteínas para el desarrollo del cerebro que propició la evolución, entre otros aspectos, la comunidad las adquirían gracias a la carne. Por eso, la importancia del papel del hombre tomó más importancia que antes, aunque la educación y formación continuó siendo responsabilidad de toda la comunidad y, en ningún momento, esto les otorgó grandes privilegios ya que la procreación y la crianza de los miembros menores continuaba siendo de la mujer, algo que era visto como un signo de superioridad.

Pero la situación cambió con el desarrollo muscular mayor en los hombres que comenzó a interesarse por tener un papel igual de relevante en las decisiones sociales como lo había tenido la mujer. Por ese motivo, vieron una posibilidad interesante la permanencia al lado de la mujer para de esta forma, participar y contribuir de la misma manera en la organización social. Dicha fuerza fue empleada por los hombres en un principio para mejor transporte de los materiales o piezas de caza, no obstante esto derivó poco a poco en la utilización de la violencia y de la agresividad en todos los aspectos de la vida. Esto justificaría porqué el cerebro de los hombres invierte más en reacciones físicas, ya que es un resto atárquico de la evolución humana como por ejemplo, el apéndice, es decir en algún momento tuvo su utilidad pero ya no es útil para ningún fin actualmente a pesar de permanecer. Sin embargo, la imposición a la fuerza fue lo que provocó una amenaza para las mujeres quienes se vieron obligadas a permitir a los hombres participar en las decisiones que implicaba al grupo. La fuerza física permaneció como una característica plenamente masculina en su mayoría y única del sexo masculino al igual que la procreación es femenina; algo que provocó la reafirmación entre ellos por reforzar su propia potencia como seres fuertes.

El resultado de este proceso evolutivo habría sido la organización de la comunidad en familias nucleares monógamas. Así, hace 2 millones de años, cuando el género humano se expandió junto a las praderas y colonizó Eurasia, ya habían desarrollado pautas de conducta universales, como el vínculo de pareja duradero, los celos y la división sexual del trabajo dentro de la familia nuclear monógama.

Esta división sexual del trabajo primitivo se explica en el hecho de que la caza es una actividad que necesita esfuerzos violentos e implica riesgo para la integridad física, algo poco recomendable para mujeres embarazadas o con hijos lactantes. La caza también podría haber tenido cierta función militar: mantener grupos de varones entrenados y vigilando el territorios de posibles grupos rivales, un fenómeno que también se encuentra en el antecedente chimpancé cuyas únicas divisiones del trabajo se centran en encomendar a los varones a cuidar del territorio ocupado y a las hembras a formar a las crías.

La recolección de la mujer servía como seguro de alimentación de los varones también los días en que la caza era infructuosa, cosas que para la caza mayor, no es infrecuente. Los varones pudieron especializarse en cazar presas cada vez más grandes cuya caza podía compensar la incertidumbre de su captura, porque contaban con el alimento diario que proveían las mujeres. Este esquema le permitía a la especie explotar eficientemente un amplio abanico de recursos. Así, tenemos un escenario de división sexual del trabajo pero dependencia económica mutua.[15]

El descubrimiento de la paternidad

La antropología ha revelado que la conexión entre sexo y procreación no estaba clara en ciertas sociedades, por lo que se admite que en las primeras culturas humanas esta conexión pasó inicialmente inadvertida. Sin embargo, en la mayoría de sociedades de cazadores-recolectores, el vínculo es conocido. El conocimiento culturalmente añadido de la conexión entre sexo y procreación habría estado relacionado con el concepto socialmente construido de adulterio ni siquiera se considera un móvil legítimo de maltrato. Este descubrimiento constituye un hito importante, porque en ninguna otra especie la actividad sexual está tan desconectada del acto generativo en sí. Este descubrimiento originó la subordinación forzosa de los intereses reproductivos femeninos a los masculinos. En cualquier caso, esta constatación tuvo que trastornar profundamente las relaciones naturales entre los sexos. Se convirtió en una amenaza a ojos de las mujeres, para las que el sexo quedó asociado a las penalidades de un embarazo prolongado y un parto difícil y doloroso que, además, era una causa significativa de mortalidad femenina. Para los varones, en cambio, trajo consigo la conciencia de la paternidad. Ahora cada neonato tenía un padre. Si bien ya había un lazo instintivo entre los machos y los hijos de sus compañeras, ahora el conocimiento consciente del parentesco paternofilial le dio sentido y contribuyó a intensificarlo. También tuvo que contribuir a exacerbar los celos y la fobia al adulterio.[15]

El origen del patriarcado

La contribución femenina a la subsistencia en las sociedades protoagrícolas habría continuado siendo lo bastante importante para que las mujeres conservaran cierto poder económico limitador del dominio masculino. Pero la degradación de la condición femenina iba a acentuarse con el desarrollo de sociedades agrícolas sedentarias. La horticultura y la ganadería itinerantes no supusieron el fin del modo de vida nómada, porque la comunidad debía trasladarse a un nuevo emplazamiento cada vez que se agotaba la fertilidad del suelo, lo que obligaba a espaciar los embarazos (a base de prolongar la lactancia) para no cargar con más de una criatura incapaz de seguir la marcha del grupo. Esta limitación dejó de regir en los asentamientos que prosperaron en los deltas de los ríos y otros terrenos cuya fertilidad se renovaba por sí sola; y puesto que una población numerosa era la mejor defensa de estas comunidades sedentarias frente a la presión de los grupos nómadas rivales, ahora resultaba más conveniente que las mujeres se consagraran a la maternidad intensiva y los varones trabajaran duro para mantener familias todo lo numerosas que permitiera el potencial reproductivo femenino. La dedicación exclusiva a la maternidad extremó la dependencia económica femenina y, con ello, el sometimiento forzoso del sexo femenino al masculino. Las mujeres se vieron así degradadas a una condición casi subhumana. Pero las tribus con esta mentalidad se demostraron tan competitivas y pujantes que en pocos milenios se propagaron por todo el planeta, desplazando y arrinconando a otras etnias con tasas de natalidad más bajas, hasta convertir el machismo exacerbado, y la violencia sexual concomitante, en un rasgo casi universal del comportamiento social humano.[15]

Antigüedad en Occidente y Oriente Medio

Las culturas mediterráneas antiguas y de Oriente Medio difieren en gran medida sobre la consideración social de la mujer.[cita requerida] Algunos autores, como Johann Jakob Bachofen, han planteado la hipótesis de que habrían existido de esta región sistemas de organización matrilineales.[cita requerida] En estas sociedades matrilineales, la mujer habría tenido mucho más poder e influencia que en las culturas tradicionalmente patrilineales.[cita requerida] El fortalecimiento de estructuras estatales centralizadas y la consiguiente reorganización del modo de producción hicieron que muchas sociedades matrilineales evolucionaran hacia organización patrilineales en las que la mujer en términos generales tenía menos poder e influencia.[cita requerida]

Historia de las ideas sobre la mujer

A lo largo de la historia, distintos pensadores y líderes elaboraron teorías para justificar la opresión de la mujer.

Antigüedad europea

Según Platón, el varón posee un alma racional, ubicada en la cabeza, que es inmortal. Las otras dos partes del alma son mortales: una ubicada en el pecho, el alma irascible, la del coraje militar; y otra alojada en el vientre, la del deseo, el alma concupiscente. Para Platón la mujer no posee alma racional y puesto que su esencia es el útero, queda ubicada en la mera concupiscencia. Según este filósofo la mujer es un hombre castigado, incompleto, y la biología es un destino divino e inevitable.[16]

Aristóteles también mantenía la teoría del sexo único, según la cual la mujer era un varón disminuido, imperfecto. En relación al cuerpo femenino lo menciona como dependiente del hombre para su salud y maltratada por su matriz, algo inacabado, débil, frío, todo producto un defecto natural. Decía sobre ella: es como «el defecto, la imperfección sistemática respecto a un modelo», el masculino. Con respecto a características sociales, Aristóteles decía que la administración doméstica el varón tenía que mandar sobre los esclavos, los hijos y la esposa. Y que el varón, es naturalmente, «más apto para el mando que la mujer...».[16]

En la Antigua Roma, se denegaba a las mujeres todo derecho emanado del alumbramiento.[17]

Edad Media europea

Tomás de Aquino afirmaba que la condición humana está íntegramente desarrollada en el varón, y es algo incompleta en la mujer. Basaba sus ideas en la leyenda bíblica según la cual la mujer fue creada de la costilla del varón, símbolo de su dependencia y menor dignidad. Para Aquino, la mujer solo estaba para asistir al varón en la reproducción y su lugar era lo individual, lo privado, lo doméstico. La mujer existía en la vida social y política a través del padre, del marido o del hijo. La mujer soltera no era ciudadana. Sus únicas posibilidades de ubicarse plenamente en la sociedad eran casarse para ser madre o ser religiosa.[16]

El patriarcado y los varones

Algunos teóricos, entre los que se destacan Michael Kimmel, Robert Connel y Michael Kaufman, también han escrito sobre el rol de los varones en el patriarcado. Los tópicos que suelen emplearse son «masculinidad hegemónica», realzada por el patriarcado, y «nuevas masculinidades», búsqueda de nuevas identidades asociadas a los procesos de liberación de las mujeres.[18]

Véase también

Referencias

  1. Dicionario online de la Real Academia de la Lengua http://dle.rae.es/?id=SB5KObD
  2. «Patriarchy». Merriam-Webster Dictionary. 
  3. George P. Murdock, Ethnographic Atlas, 1967.
  4. Por ejemplo, María Luisa Montero García-Celay y Mariano Nieto Navarro de la web stopmachismo.net
  5. a b Montero García-Celay, María Luisa; y Nieto Navarro, Mariano: El patriarcado: Una estructura invisible, 2002. www.stopmachismo.net/
  6. Carrasco, Cristina: «Mujeres, trabajos y políticas sociales en España», artículo en Duoda, Revista d'Estudis Feministes, n.º 13, 1997.
  7. Maqueda Abreu, María Luisa: «La violencia de género. Entre el concepto jurídico y la realidad social», artículo sin fecha en la Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. Granada (España): Universidad de Granada.
  8. Matamala, María Isabel: «Derechos sexuales y reproductivos, Estado y sociedad», artículo en el sitio web ABEP (Associaçao Brasileira de Estudos Populacionais).
  9. Lipszyc, Cecilia: «Mujeres en situación de prostitución: ¿trabajo o esclavitud sexual?»,
  10. Snaidas, Javier: «El femicidio en América Latina. Historia y perspectivas».
  11. FERNÁNDEZ CARBALLO, Rodolfo y DUARTE CORDERO, Andrea: Origen, consolidación y vigencia de los preceptos patriarcales asignados al género femenino y masculino y su refractación en los cuentos... 2006 En Revista InterSedes Universidad de Costa Rica. Volumen VI. Número 10 Edición Digital: 26/07/2007.
  12. Lorde, Audre (2003) en el artículo «Patriarcado», de Marta Fontenla, publicado en Gamba, Susana (coord.): Diccionario de estudios de género y feminismos. Buenos Aires: Biblos, 2008.
  13. Cacigas Arriazu, Ana D.: «El patriarcado como origen de la violencia doméstica»], artículo en la revista Monte Buciero Nº 5, Ayuntamiento de Santoña, 2000 Pág 307. [1]
  14. M. Harris, (1987). El materialismo cultural. Alianza Editorial. ISBN 8420623245.
  15. a b c GARCÍA LEAL, Ambrosio: Sesgos ideológicos en las teorías sobre la evolución del sexo. Tesis doctoral. Codirectores: Jorge Wagensberg y Magi Cadevall. Departament de Filosofia. Facultat de Filosofia i Lletres. Universitat Autònoma de Barcelona. Curso 2004.2005.
  16. a b c Fuentes, Luzmila: «De Platón a Nussban. Visión de la mujer y el hombre», artículo publicado el 25 de mayo de 2010 en el sitio web Portales Médicos.
  17. Tort, Michel. El padre y el psicoanálisis. Una historia política. Santiago de Chile: Palinodia, 2007. ISBN 978-956-8438-16-6. 
  18. Huberman, Hugo; y Lucila Tufró (adaptación): Masculinidades plurales: reflexionar en clave de géneros, ilustrado por Lucas Giono. Buenos Aires: PNUD (Programa Naciones Unidas para el Desarrollo), Trama, 2012. ISBN 978-987-1560-37-0.

Bibliografía

  • LERNER, Gerda. Título orginal: The creation of patriarchy Nueva York: Oxford University Press Inc, 1986. Traducción al castellano: La creación del patriarcado. Traducido por Tusell, Mónica. Barcelona: Editorial Crítica S.A., 1990. ISBN: 84-7423-474-3. Disponible on line