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Diferencia entre revisiones de «Racismo en Brasil»

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Para adaptarse a la lógica birracial norteamericana, algunos estudios realizados en Brasil presentan estadísticas agregando la población negra y parda y frecuentemente llamándolos «negros», para crear un bloque «blanco» y otro «negro», borrando a los mestizos y población parda.<ref name="magnoli"/> Esta metodología no tiene respaldo [[Genética|genético]]. Según un estudio genético de 2007, los pardos brasileños tienen un 68,1% de ascendencia europea, un 23,6% africana y un 7,3% indígena, estando más cerca de los «blancos» que de los «negros».<ref>{{cita publicación |url=http://cienciahoje.org.br/coluna/do-pensamento-racial-ao-pensamento-racional/ |título=Do Pensamento racial ao pensamento racional |idioma=pt |obra=Ciència Hoje |nombre=Sergio Danilo |apellidos=Pena |fecha=11 de septiembre de 2009}}</ref><ref>{{cita publicación |url=http://laboratoriogene.info/Ciencia_Hoje/Pharmacogenetics2007.pdf |título=Self-reported skin color, genomic ancestry and the distribution of GST polymorphisms |idioma=en |nombre=Guilherme |apellidos=Suarez-Kurtza |autor2=et. al. |obra=Pharmacogenetics and Genomics |año=2007 |volumen=17 |número=9 |páginas=765 ss.}}</ref> Como enseña Darcy Ribeiro, los más susceptibles de sufrir el racismo en Brasil son los negros de piel oscura, que son la minoría de la población brasileña. El racismo no cae con la misma intensidad en el grupo mayoritario pardo: «En esta escala, el negro es negro oscuro, el mulato ya es pardo y como tal medio blanco, y si la piel es un poco más clara, ya empieza a incorporarse en la comunidad blanca».<ref name="darcy"/> La explicación de Darcy Ribeiro es corroborada por la encuesta de Datafolha de 2019, que muestra que los pardos están más cerca de los blancos en cuanto al porcentaje que ya ha sido víctima del racismo: 11 % de blancos y 18 % de pardos, contra 55 % de negros.<ref name="datafolha2019"/> Sin embargo, desde el punto de vista salarial, los pardos se acercan más a los negros, ya que, en promedio, ambos ganan menos que los blancos.<ref name=skin>{{cita libro |nombre=Evelyn Nakano |apellidos=Glenn |título=Shades of Difference: Why Skin Color Matters |editorial=Stanford University Press |edición=1 |año=2009 |idioma=en |isbn=9780804759984}}</ref>
Para adaptarse a la lógica birracial norteamericana, algunos estudios realizados en Brasil presentan estadísticas agregando la población negra y parda y frecuentemente llamándolos «negros», para crear un bloque «blanco» y otro «negro», borrando a los mestizos y población parda.<ref name="magnoli"/> Esta metodología no tiene respaldo [[Genética|genético]]. Según un estudio genético de 2007, los pardos brasileños tienen un 68,1% de ascendencia europea, un 23,6% africana y un 7,3% indígena, estando más cerca de los «blancos» que de los «negros».<ref>{{cita publicación |url=http://cienciahoje.org.br/coluna/do-pensamento-racial-ao-pensamento-racional/ |título=Do Pensamento racial ao pensamento racional |idioma=pt |obra=Ciència Hoje |nombre=Sergio Danilo |apellidos=Pena |fecha=11 de septiembre de 2009}}</ref><ref>{{cita publicación |url=http://laboratoriogene.info/Ciencia_Hoje/Pharmacogenetics2007.pdf |título=Self-reported skin color, genomic ancestry and the distribution of GST polymorphisms |idioma=en |nombre=Guilherme |apellidos=Suarez-Kurtza |autor2=et. al. |obra=Pharmacogenetics and Genomics |año=2007 |volumen=17 |número=9 |páginas=765 ss.}}</ref> Como enseña Darcy Ribeiro, los más susceptibles de sufrir el racismo en Brasil son los negros de piel oscura, que son la minoría de la población brasileña. El racismo no cae con la misma intensidad en el grupo mayoritario pardo: «En esta escala, el negro es negro oscuro, el mulato ya es pardo y como tal medio blanco, y si la piel es un poco más clara, ya empieza a incorporarse en la comunidad blanca».<ref name="darcy"/> La explicación de Darcy Ribeiro es corroborada por la encuesta de Datafolha de 2019, que muestra que los pardos están más cerca de los blancos en cuanto al porcentaje que ya ha sido víctima del racismo: 11 % de blancos y 18 % de pardos, contra 55 % de negros.<ref name="datafolha2019"/> Sin embargo, desde el punto de vista salarial, los pardos se acercan más a los negros, ya que, en promedio, ambos ganan menos que los blancos.<ref name=skin>{{cita libro |nombre=Evelyn Nakano |apellidos=Glenn |título=Shades of Difference: Why Skin Color Matters |editorial=Stanford University Press |edición=1 |año=2009 |idioma=en |isbn=9780804759984}}</ref>

== La ideología del blanqueamiento ==

[[Archivo:Redenção.jpg|miniatura|esquerda|''[[Redención de Cam]]''<ref>{{cita web |url=http://cienciahoje.uol.com.br/controlPanel/materia/view/2655 |urlarchivo=http://web.archive.org/web/20081007234352/http://cienciahoje.uol.com.br/controlPanel/materia/view/2655 |fechaarchivo=7 de octubre de 2008 |obra=Ciência Hoje |título=Livro explica surgimento do ''Homo brasilis'' |fecha=15 de octubre de 2002 |fechaacceso=4 de mayo de 2015 |idioma=pt}}</ref> (1895). Abuela negra, hija mulata, yerno blanco y nieto, según el gobierno de la época, los brasileños se volverían más blancos con cada generación. Cuadro de [[Modesto Brocos]].]]

En Brasil, el [[mestizo]], según el tono de su piel, era clasificado como «casi blanco, «semiblanco» o «subblanco», y era tratado de manera diferente a los negros, pero nunca fue clasificado como «casinegro», «seminegro» o «subnegro». Por eso, el mestizaje en Brasil siempre ha sido visto como el «blanqueamiento» de la población, y no como su «ennegrecimiento».<ref name="alma"/> La ideología del [[Blanqueamiento racial|blanqueamiento]] arraigó profundamente en la sociedad brasileña a principios del siglo XX. Muchos negros asimilaron los prejuicios, valores sociales y morales de los blancos. Como resultado, «desarrollaron un terrible prejuicio contra las raíces de la negrura». El rechazo de la herencia africana y el aislamiento del contacto social con otros negros eran características de estos negros «socialmente blanqueados». Para convertirse en «brasileños», los negros debían renunciar a su ascendencia africana y asumir los valores «positivos» de los blancos, ya que la «brasilización» en sí implicaba una asimilación de los valores y las costumbres de los blancos. En este contexto, el racismo brasileño es peculiar, ya que la víctima del racismo asume el papel de su propio torturador, al reproducir el discurso discriminatorio del que ella misma es víctima e interiorizar estos conceptos dentro de su propia comunidad.<ref name="alma"/>

Así, muchas negras brasileñas adoraban el estándar de belleza blanco, asociando rasgos africanos con fealdad y recurriendo a diversos métodos para «enmascarar» sus propias características físicas, creando una obsesión en las mujeres negras por [[Alisar cabello|alisar su cabello]], estimulando la venta de productos que prometían «aclarar la piel» y, a través de métodos excéntricos, tratar de blanquearse uno mismo, como creer que beber mucha [[leche]] lograría este resultado. También a través de la asimilación de los valores morales y sociales de las clases dominantes, haciendo que toda característica cultural que haga referencia al pasado africano sea considerada inferior y motivo de vergüenza. A través del blanqueo biológico,<ref name="dx.doi.org"/> muchos negros optaron por casarse con parejas de piel más clara, preferiblemente blancas. Cuando el socio era blanco y rico, simbolizaba una doble mejora: de raza y de clase social. La búsqueda de parejas de piel más clara estaba arraigada en la mentalidad de muchos miembros de la comunidad negra, incluidos los padres negros que obligaban a sus hijos a casarse con personas de tonos de piel más claros, con la esperanza de que sus hijos y nietos se parecieran cada vez menos con filiación afronegra. En la mentalidad de estas personas, cuando el niño nacía más claro que los padres, simbolizaba una victoria, pero cuando nacía más oscuro, una derrota. Tener un hijo de piel más clara simbolizaba que tendría menos posibilidades de sufrir y más oportunidades de triunfar en la vida.<ref name="alma"/>

La ideología del blanqueamiento en Brasil tuvo consecuencias nefastas, ya que parte de la comunidad negra absorbió como objetivos el blanqueamiento estético, biológico<ref name="dx.doi.org"/> y social. La historiadora Angela Figueiredo incluso afirma que en Brasil «todos nacemos blanqueados», ya que hay un predominio de la cultura «blanca», «y solo aquellos que optan por incluir aspectos de la ‹cultura negra› se identifican con la curiosidad por su pasado».<ref name="alma"/>

[[Archivo:Street dwellers Rio.JPG|miniatura|Personas sin hogar en Río de Janeiro.]]

Los [[Afroamericano|negros estadounidenses]] han sido comparados a menudo con los brasileños, criticando que la sociedad estadounidense estaba marcada por el odio y la segregación racial, mientras que en Brasil había armonía y paz entre las razas. Sin embargo, mientras en Estados Unidos el racismo era muy abierto y cualquier persona con una gota de sangre africana era socialmente excluida, favoreciendo la unión de los excluidos que luchaban por sus derechos, en Brasil el racismo se camuflaba con la ideología del blanqueamiento.<ref name="dx.doi.org"/> Para que la persona intentara alcanzar la ascensión social, tenía que pasar por un proceso de «blanqueamiento» estético, biológico y social, creando un profundo complejo de inferioridad en la población brasileña y la consecuente negación de cualquier elemento que se refiriera a su negritud.<ref name=alma>{{cita publicación |título=Negros de almas brancas? A ideologia do branqueamento no interior da comunidade negra em São Paulo, 1915-1930 |nombre=Petrônio José |apellidos=Domingues |obra=Estudos afro-asiáticos |volumen=24 |número=3 |año=2002 |doi=10.1590/S0101-546X2002000300006 |url=https://www.scielo.br/j/eaa/a/R3R8p7fSCzXwvDvJLjNkpQC/abstract/?lang=pt |idioma=pt}}</ref>


== Notas ==
== Notas ==

Revisión del 14:13 29 may 2023

La cena. Pasatiempos después de la cena, una litografía de 1839 que destaca la gran división entre amo y sirviente. Es obra del artista francés Jean-Baptiste Debret (1768-1848), que pasó 15 años en Brasil capturando la vida cotidiana de una sociedad construida sobre la esclavitud.
Una familia brasileña blanca y sus esclavos domésticos, Imperio de Brasil, c. 1860.
Negro sin hogar en Belo Horizonte.

El racismo en Brasil ha sido un problema importante desde la época colonial y esclavista. Una encuesta publicada en 2011 indica que el 63,7% de los brasileños cree que la raza interfiere en la calidad de vida de los ciudadanos. Para la mayoría de los 15 000 encuestados, la diferencia entre la vida de blancos y no blancos es evidente en el trabajo (71%), en asuntos relacionados con la justicia y la policía (68,3%) y en las relaciones sociales (65%).[1]​ El término apartheid social se ha utilizado para describir varios aspectos de la desigualdad económica, entre otros en Brasil, trazando un paralelo con la separación de blancos y negros en la sociedad sudafricana, bajo el régimen del Apartheid.[2]

Según datos de la Encuesta Mensual de Empleo de 2015, los trabajadores negros ganaban, en promedio, el 59,2% de los ingresos que ganan los blancos, lo que también se explica por la diferencia de educación entre estos dos grupos.[3]​ Además, según un estudio realizado por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), el porcentaje de negros asesinados en el país es 132% superior al de blancos.[4]​ A pesar de constituir la mitad de la población brasileña, los negros y pardos eligieron poco más del 24% de los 513 representantes elegidos en las elecciones parlamentarias de Brasil en 2018.[5]

Entre los que ganan menos del salario mínimo, el 63% son negros/pardos y el 34% son blancos. De los brasileños más ricos, el 11% son negros/pardos y el 85% son blancos. En una encuesta realizada en 2000, el 93% de los encuestados reconoció que hay prejuicio racial en Brasil, pero el 87% de los encuestados afirmó que, aun así, nunca sintió tal discriminación. Eso indica que los brasileños reconocen que hay desigualdad racial, pero que el prejuicio no es un tema actual, sino algo que recuerda a la esclavitud, a pesar de que el orden institucional y estructural también sea partícipe de este tema.[6]​ Según Ivanir dos Santos (ex-especialista del Ministerio de Justicia en asuntos raciales), «hay una jerarquía de color de piel donde los negros parecen conocer su lugar».[7]​ Para la abogada Margarida Pressburger, miembro del Subcomité para la Prevención de la Tortura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Brasil sigue siendo «un país racista y homofóbico».[8]

Un informe divulgado por la ONU en 2014, basado en datos recogidos a finales de 2013, apuntó que los negros del país son los que más sufren el asesinato, los que tienen menor escolarización, menores salarios, menos acceso al sistema de salud y los que mueren antes. También es el grupo de población brasileño que está más presente en el sistema penitenciario y el que menos ocupa cargos gubernamentales. Según el informe, el desempleo entre los afrobrasileños es un 50% superior al del resto de la sociedad, mientras que los ingresos son la mitad de los de la población blanca. Las tasas de analfabetismo duplican las registradas entre el resto de la población. Además, a pesar de forman más del 50% de la población (entre negros y pardos), los negros representan solo el 20% del producto interno bruto (PIB) del país. La violencia policial, especialmente contra los negros, y el racismo institucionalizado también son señalados por Naciones Unidas: en 2010, el 76,6% de los homicidios en el país involucraron a afrobrasileños. Pese a reconocer avances en el esfuerzo del gobierno para enfrentar el problema, el llamado mito de la «democracia racial» fue señalado por el organismo internacional como un impedimento para la superación del racismo en el país, ya que «muchas veces es utilizado por políticos conservadores para desacreditar la acción afirmativa».[9]

Historia

Colonización portuguesa

Esclavo azotado en Minas Gerais (Brasil), alrededor de la década de 1770, durante el apogeo de la fiebre del oro.

Durante décadas, la idea de un Brasil multiétnico viviendo en la llamada «democracia racial» se basó en el paradigma oficial, seguido por historiadores y científicos sociales brasileños, de la supuesta ausencia de rencor racial como una de las peculiaridades del sistema colonial portugués, defendido por Gilberto Freyre. Según el autor, la plasticidad del carácter nacional portugués y su tolerancia racial impedirían que las clases e instituciones brasileñas se determinaran definitivamente en términos raciales. La historiografía reciente, sin embargo, ha estado desmantelando la edulcorada narrativa de Freire sobre el origen mixto de la población brasileña.[10]

Según el antropólogo Darcy Ribeiro, los indios brasileños no se veían a sí mismos como un solo pueblo y las tribus albergaban animosidades entre sí, generando constantes guerras. Sin embargo, los prejuicios basados en la apariencia física, la cultura o la religión habrían sido traídos con los colonizadores portugueses, consecuencia de la creciente intolerancia religiosa, que poco antes del descubrimiento de Brasil había culminado, en 1496, con la expulsión de los judíos que habían vivido durante siglos en Portugal.[11][12]

Al llegar a lo que sería Brasil, los portugueses se encontraron con pueblos indígenas. La cultura y la religión indígenas fueron vistas como inferiores y demoníacas, lo que resultó en una «acción civilizadora» de la Iglesia católica para aculturar a los nativos al cristianismo. Según varios autores, aunque camuflado con buenas intenciones, el objetivo último de la Iglesia sería la dominación. Por otro lado, los bandeirantes cometieron varias atrocidades contra las poblaciones indígenas. Esclavizados y despojados de sus tierras, la mayor parte de la población nativa fue aniquilada físicamente.[12]

El racismo en el Brasil colonial no solo era una costumbre, sino que también tenía una base legal. Para ocupar cargos en los servicios públicos de la Corona, el municipio, el poder judicial, las iglesias y las órdenes religiosas, era necesario acreditar «pureza de sangre», es decir, sólo se admitían blancos, prohibiéndose negros y mulatos, «dentro de cuatro grados en que el mulatismo es un impedimento». Se requería prueba de la «blancura» de los candidatos para el cargo.[13]

Muelle de Valongo, en Río de Janeiro, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y único vestigio material de la llegada de los africanos esclavizados a Brasil.[14]
Jean-Baptiste Debret (1768-1848) fue uno de los principales pintores que registró las condiciones de los esclavos en el Brasil Imperial.

Este proceso involucraba el interrogatorio de testigos, largas investigaciones en Brasil y Portugal para atestiguar el incuestionable origen blanco y cristiano viejo del individuo. Existía un conjunto de leyes que prohibía a los negros y mulatos «vestirse de blancos», es decir, llevar seda o lana fina y lucir joyas o adornos de oro y plata, bajo pena de confiscación. En 1710, en Minas Gerais y São Paulo, se prohibió a los negros, mulatos, carijós o mestizos, libres o liberados, portar espada o arma de fuego, so pena de flagelación pública en la picota. En la sociedad colonial, una pequeña minoría blanca ocupaba los mejores trabajos y espacios de honor de la sociedad, mientras la masa compuesta por negros, mestizos e indios vivía al margen de todo bienestar social. Los portugueses y sus descendientes se consideraban los poseedores de la cultura, el orden moral, el cristianismo y la autoridad constituida.[13]

Imperio

La flagelación pública de un esclavo en Río de Janeiro, de Jean-Baptiste Debret, Voyage pittoresque et Historique au Brésil (1834-1839).

Después de la independencia de Brasil, la comunidad científica brasileña que defendía la evolución generalmente no siguió las teorías de Charles Darwin, sino la perspectiva Haeckeliana de la antropología evolutiva, cuyas ideas causaron una enorme impresión en Brasil. Bajo la influencia de Haeckel, médicos y científicos brasileños como Domingos Guedes Cabral, João Batista de Sá Oliveira, Jansen Ferreira y Corrêa Filho, consideraron que las diferentes «razas» que componían la población brasileña eran especies separadas, con diferentes aptitudes innatas para el progreso cultural e intelectual hacia la civilización. Entre ellos está Ladislau Netto, fundador del Museo Nacional de Río de Janeiro, que señaló lo que calificó de características atávicas brutales, presentes en los mestizos brasileños, como la nariz, la boca y un olor corporal desagradable descrito como caatinga, defendiendo además que había más diferencias entre los botocudos y los arios que entre los grandes primates y los indígenas expuestos en la Primera Exposición Antropológica Brasileña, inaugurada en julio de 1882, concluyendo que las preferencias sexuales y estéticas de los indígenas los habían llevado a un estado solo ligeramente superior a los animales.[10]

En 1823, un año después de la independencia, los esclavos representaban el 29% de la población de Brasil, cifra que descendió a lo largo de la existencia del imperio: del 24% en 1854 al 15,2% en 1872 y finalmente a menos del 5% en 1889, un año antes de la abolición completa de la esclavitud.[15]​ Los esclavos eran en su mayoría hombres adultos del suroeste de África,[16]​ de diferentes etnias, religiones e idiomas, que se identificaban más con su propia etnia de origen que con una identidad africana compartida.[17]​ Algunos de los esclavos traídos a las Américas habían sido capturados mientras luchaban en guerras intertribales y luego habían sido vendidos a traficantes de esclavos.[18][19]

Niñera y nodriza con el niño Eugen Keller en la provincia de Pernambuco, 1874 (Alberto Henschel).
Esclavos (incluidos sus hijos) reunidos en una plantación de café en Brasil, c. 1885 (Marc Ferrez).

Si bien los esclavos solían ser negros o mulatos, se han registrado casos de esclavos blancos, producto de generaciones de relaciones sexuales interétnicas entre propietarios y sus esclavas mulatas (aunque esto era muy raro y no estaba socialmente aprobado).[20]​ Las esclavas blancas y sus descendientes generalmente se encontraban en regiones dedicadas a la producción de bienes para la exportación a mercados extranjeros.[21]​ Las plantaciones de caña de azúcar en la costa este de la Región Noreste, durante los siglos XVI y XVII, fueron sitios típicos de actividades económicas dependientes del trabajo esclavo.[22]​ En el norte de la provincia de Maranhão, la mano de obra esclava se utilizó en la producción de algodón y arroz durante el siglo XVIII.[23]​ En este período, los esclavos también fueron explotados en la provincia de Minas Gerais, donde había extracción de oro.[24]​ La esclavitud también era común en Río de Janeiro y São Paulo durante el siglo XIX, principalmente para el cultivo del café, que se volvió vital para la economía nacional.[25]

La mayoría de los esclavos trabajaban como peones de las plantaciones.[26]​ Relativamente pocos brasileños poseían esclavos, y la mayoría de las plantaciones pequeñas y medianas empleaban trabajadores libres.[27]​ Los esclavos se podían encontrar dispersos por toda la sociedad en otros roles: algunos eran utilizados como sirvientes domésticos, granjeros, mineros, prostitutos, jardineros y en muchos otros roles.[28]​ Muchos esclavos emancipados pasaron a adquirir esclavos, e incluso hubo casos de esclavos que tenían sus propios esclavos.[29][30]​ Incluso los dueños de esclavos más severos se adherían a una práctica ancestral de venderlos junto con sus familias, teniendo cuidado de no separarlos.[31]

La prevalencia de la esclavitud no fue geográficamente uniforme en todo Brasil. En 1864, sólo cinco provincias (Río de Janeiro con el 23%, Bahía con el 18%, Pernambuco con el 15%, Minas Gerais con el 14% y São Paulo con el 5%) tenían el 75% de los esclavos del país, que en ese momento constituían un total de 1 millón 715 mil individuos según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).[32]​ Entre las otras 15 provincias, Maranhão se destacó con el 4% de la población esclava.[32]​ Alrededor de 1870, cinco provincias (Río de Janeiro con el 30%, Bahía con el 15%, Minas Gerais con el 14%, São Paulo con el 7% y Rio Grande do Sul también con el 7%) tenían el 73% de la población esclava total del país.[26]​ Le seguían Pernambuco (con 6%) y Alagoas (con 4%). Entre las trece provincias restantes, ninguna individualmente tenía más del 3% del número total de esclavos.[33]​ Y, ya en 1887, el año anterior a la Abolición de la Esclavitud, las cinco provincias con mayor población esclava (Minas Gerais con 26%, Río de Janeiro con 23%, São Paulo con 15%, Bahía con 11% y Pernambuco con el 6%) poseía el 81% de los esclavos del Imperio de Brasil, de un total de 723 419 individuos.[32]

Los esclavos que eran liberados se convertían inmediatamente en ciudadanos, con todos los derechos civiles garantizados. La única excepción fue que, hasta 1881, los esclavos libertos tenían prohibido votar en las elecciones, aunque sus hijos y descendientes podían participar en el proceso electoral.[26]

Siglo XX

El racismo en Brasil siguió siendo perpetuado por la minoría blanca después de la independencia. En el Brasil republicano, el país permaneció ideológicamente orientado hacia Europa, con la cultura europea como modelo. Este ideal contribuyó a perpetuar un sentimiento de repugnancia hacia negros, pardos, mestizos o criollos.[34]​ Obsesionados con «blanquear» el país, en el siglo XIX la élite política fomentó mucho la llegada de inmigrantes europeos. El racismo incluso se reforzó con la llegada de estos inmigrantes, como alemanes e italianos, ya que a menudo mantenían una relación conflictiva con indios y negros.[35][36][37][38][39]​ Los descendientes de estos inmigrantes también fueron víctimas de prejuicios durante el estallido nacionalista del Estado Novo (1937-1945), cuando se prohibió hablar lenguas extranjeras públicamente en Brasil. Muchos inmigrantes fueron tratados agresivamente por la policía que los reprimió. Los de ascendencia alemana, en particular, fueron identificados por los brasileños por su acento y cabello rubio y fueron vistos como «forasteros», lo que los convirtió en blancos fáciles para la agresión.[nota 1][40][41][42]​ Los inmigrantes portugueses también fueron fuertemente discriminados durante la Antigua República, ya que fueron asociados con los antiguos colonizadores y responsables de los males sociales que afectaron el tejido urbano brasileño, especialmente en Río de Janeiro.[43][44]​ Los inmigrantes japoneses también fueron objeto de discriminación, ya que la llegada de este grupo asiático al país repercutió en un sentimiento antijaponés, incluso en círculos intelectuales, que los discriminaban por sus características raciales y culturales.[45]​ Los judíos fueron otro grupo mal recibido en Brasil, cuando llegaron en gran número al país entre 1920 y 1940, huyendo de las persecuciones en curso en Europa.[46]

Según Maria Helena Alves Moreira, a principios del siglo XX, las desigualdades entre ricos y pobres se vieron exacerbadas por el trato diferencial de los migrantes urbanos durante y después de la Gran Depresión, cuando los migrantes internos, que eran principalmente descendientes de amerindios o esclavos africanos, no recibieron ayuda o capacitación del gobierno para adaptarse a los grandes centros urbanos y, por lo tanto, fueron empujados a una especie de «apartheid social»,[2]​ obligados a vivir en barrios marginales y aceptar trabajos desagradables y serviles que los blancos evitaban. Por otro lado, los inmigrantes europeos, árabes y japoneses fueron asistidos directamente por varios programas gubernamentales, así como otros beneficios.[nota 2]

Periodo contemporáneo

El racismo que persiste intensamente en el país está dirigido contra negros, mulatos e indios, pero sobre todo contra los primeros.[12]​ Según Darcy Ribeiro, las actuales clases dominantes brasileñas «mantienen la misma actitud de vil desprecio hacia los negros» que tenían sus antepasados esclavistas. Los pobres y los negros en general son vistos como culpables de su propia desgracia, explicada por sus características raciales y no por la esclavitud y la opresión. Sin embargo, según Ribeiro, no son sólo los blancos quienes discriminan a los negros en Brasil. El prejuicio es asimilado por los propios mulatos e incluso por los negros que ascienden socialmente, «que se suman al contingente blanco para discriminar a la masa negra».[12]Jessé de Souza también incluye a los blancos de las clases sociales más bajas en la llamada «chusma brasileña» y considera que el racismo científico[10]​ siempre ha influido en las ciencias sociales en Brasil.[47]​ Por eso, todavía quedan restos del mito de la democracia racial, que propagaba que el racismo no existía en Brasil o que lo era menos que en el resto del mundo. El prejuicio racial persiste en la sociedad brasileña, aunque a menudo camuflado.[48]​ Los negros son hoy en Brasil el grupo étnico-racial más pobre y con el nivel más bajo de escolarización. También son los que más sufren los asesinatos y son las principales víctimas de la violencia policial.[49][50]​ Los seguidores de las religiones afrobrasileñas siguen siendo víctimas de discriminación y acusados de ser practicantes de sectas demoníacas, con sus terreiros invadidos y saqueados por fanáticos religiosos.[51]​ Los movimientos sociales aún afirman que la televisión brasileña también discrimina a los negros, que según estos argumentos están subrepresentados en su programación, especialmente en telenovelas y programas periodísticos.[52]​ Según la ONU, el racismo es un problema estructural en Brasil.[53]

La casuística en el siglo XXI

Varios casos de racismo y calumnias raciales comenzaron a ser denunciados en el país en el siglo XXI, exponiendo situaciones en las que grupos e individuos manifiestan su postura discriminatoria. Una encuesta realizada en el año 2000 en Río de Janeiro indicó que el 93% de la población declaraba que había racismo contra los negros en el país, contrastando con la respuesta en la que el 87% de los entrevistados declaraba no tener ningún tipo de prejuicio.[54]​ Según el Atlas de la Violencia en Brasil, en 2019, el 75,5% de las víctimas de asesinato en el país eran negras y, en la década entre 2007 y 2017, el porcentaje de víctimas negras de homicidio creció un 33,1%, esta proporción es mayor en los estados de Rio Grande do Norte, Ceará, Pernambuco y Alagoas.[55]

Tras el ascenso político de la extrema derecha en un fenómeno conocido como la ola conservadora, que culminó con la elección de Jair Bolsonaro, varios grupos comenzaron a negar expresamente el racismo, así como a luchar frontalmente no solo con políticas de reparación e inclusión. En vísperas del Día de la Conciencia Negra, el diputado Coronel Tadeu rompió una de las fotografías expuestas en la Cámara, argumentando que ofendía a la policía, ya que mostraba a un hombre negro herido por una bala policial.[56]​ Dentro de su propio gobierno, generó polémica la designación de Sérgio Nascimento de Camargo al frente de la Fundación Palmares, pues declaró que en Brasil no hay racismo, además de otras declaraciones consideradas racistas y negacionistas: «ya se ha posicionado en contra Día de la Conciencia Negra, afirmó que la actriz Taís Araújo debería regresar a África y también declaró que la esclavitud era buena porque los negros vivirían en mejores condiciones en Brasil que en el continente africano».[57]​ En noviembre de 2020, Frederick Wassef, abogado del presidente Jair Bolsonaro, fue acusado de ataques raciales contra Danielle da Cruz Oliveira, dependienta de una pizzería en Brasilia.[58]

Tras las elecciones municipales de 2020, la ciudad de Joinville eligió a la primera regidora negra en la historia de esa ciudad, Ana Lúcia Martins; tras las elecciones fue objeto de amenazas de muerte por parte de personas anónimas que decían ser miembros de las «juventudes hitlerianas», invadieron sus redes sociales con datos borrados y un locutor de la radio de la ciudad insinuó que el «mandato no es bienvenida en Joinville».[59]

Racismo entre cristianos

El racismo prevalece y se refuerza a través de instituciones sociales, como las iglesias cristianas (evangélicas, protestantes, pentecostales, etc.). Según Araújo y Santos, «Las iglesias cristianas protestantes, popularmente llamadas iglesias evangélicas, desde su introducción en la sociedad brasileña, se han mostrado inaccesibles, omisas y silenciosas con respecto a las cuestiones de las relaciones étnico-raciales en el país, o sea, en cuanto al lugar marginal en que se encuentra la población negra en la sociedad brasileña desde la época de la esclavitud».[60]

El doctor en sociología, Dr. Vitor G. Queiroz, realizó una extensa investigación sobre el racismo y la discriminación que sufren los negros en el medio evangélico en Brasil. Queiroz describe numerosos casos reales de iglesias evangélicas y «cristianas» que discriminan abiertamente a los negros y la cultura afrobrasileña, lo que se ha intensificado con la entrada de los evangélicos en el mundo político y mediático. Se ha estado formando un movimiento negro contra el racismo dentro del ámbito «cristiano» para concienciar a los creyentes sobre los problemas de racismo institucional e histórico que enfrentan los afrodescendientes en las iglesias y otras instituciones sociales.[61]

La ordenación de sacerdotes negros en la Iglesia católica brasileña registra varios casos en los que sacerdotes afrodescendientes sufrieron racismo por parte de los fieles e incluso dentro del seminario donde estudiaban. El fraile franciscano David Raimundo dos Santos, que en 2021 dirigía la entidad EDUCAfro, era seminarista cuando varios compañeros de origen alemán e italiano lo invitaron a almorzar con otros compañeros de color para celebrar el Día de la Abolición y, al llegar allí, se encontraron con que la mesa del refectorio estaba «decorada» con las palabras: «navío negrero». Fray David, víctima del racismo en el seminario, aclara: «Cuando esos seminaristas se metían conmigo y mis compañeros, y practicaban lo que llamamos ‹racismo recreativo›, no tenían intención de ofendernos ni de humillarnos. En ese momento no había la claridad que tenemos hoy de que esas burlas son, en realidad, humillaciones», concluyendo que «hoy el racismo es mucho más cruel. Los seminarios necesitan despertar a sus seminaristas negros a la negrura y alentarlos a beber de la fuente de la historia de los negros. Una historia de mucha lucha, dolor y sufrimiento».[62]

El historiador Ronaldo Pimentel Baptista, autor de Cuestiones Raciales en la Iglesia Católica (2019), señala que «Ya es hora de que no solo la CNBB, sino la Iglesia Católica plantee no solo una campaña temporal, sino una acción permanente que va más allá del ámbito religioso en la lucha efectiva contra el racismo en el mundo», recordando que en 1988 con el tema «La fraternidad y el negro» la entidad cambió el lema de su «Campaña de la fraternidad» en el año del centenario de la Abolición de «Negro: un clamor de justicia» a «Escucha el clamor de este pueblo», y que el cardenal Eugênio Sales lo cambió en Río de Janeiro por «La fraternidad y el negro»; Baptista también destaca la necesidad de acabar con la baja presencia de negros en altos cargos de la jerarquía católica brasileña donde, en 2021, de los 483 cardenales, obispos y arzobispos existentes, solo 37 eran negros.[62]

Zanoni Demettino Castro, arzobispo de Feira de Santana, sobre el episodio en la parroquia de Serra Preta, declaró que «La Iglesia Católica no es sólo el sacerdote y el obispo. Es el pueblo de Dios también. Desafortunadamente, la mentalidad de ‹Casa Grande› todavía está presente en nuestra gente».[62]

Prevalencia del prejuicio racial

Según una encuesta de Datafolha, publicada en 2019, la gran mayoría de los brasileños entrevistados (78%) afirmaron no haber sido nunca víctimas de prejuicios raciales y el 22% dijo que ya había sido discriminado. La siguiente tabla muestra los resultados obtenidos:[63]

¿Alguna vez has sufrido prejuicios por tu color o raza?[63]
Color del encuestado Presencia en la muestra ya sufrí nunca sufrí
Pardo 40% 18% 82%
Blanco 33% 11% 89%
Negro 16% 55% 45%
Amarillo 4% 9% 91%
Indígena 2% 30% 70%
Otros 5% - -
Total 100% 22% 78%

Investigaciones anteriores también muestran que la gran mayoría de los brasileños nunca han sido víctimas del racismo. El 64% de los «negros» y el 84% de los «pardos» declararon nunca haber sido objeto de prejuicios raciales. El 87% de los encuestados que se declararon «blancos» y el 91% de los «pardos» dijeron no tener prejuicios contra los «negros» y el 87% de los que se definieron como «negros» negaron tener algún prejuicio contra los «blancos».[64]​ Los brasileños reconocen que hay racismo en el país, pero lo perciben como un fenómeno muy menor, aunque algunas de sus manifestaciones son intensas, como, por ejemplo, acciones policiales más violentas en relación a los brasileños que tienen la piel más oscura.[65]

Según una encuesta de Datafolha de 2018, el 66% de los brasileños no está de acuerdo con la frase «Los negros ganan menos que los blancos en el mercado laboral porque son negros» (54% en total desacuerdo y 12% en desacuerdo parcial), mientras que el 29% está de acuerdo con la frase (19% totalmente de acuerdo y 10% parcialmente de acuerdo).[66]​ Los brasileños ven la desigualdad social como un gran obstáculo para el desarrollo del país y ven a la sociedad brasileña dividida en clases sociales, pero no dividida por barreras raciales y étnicas.[65]

Algunos autores refutan la tesis de que no hay racismo en Brasil, pero tampoco están de acuerdo en que Brasil sea un país estructuralmente racista. Como explica Antonio Risério, a mediados del siglo XX, Brasil era visto en los Estados Unidos como un ejemplo de país donde personas de diferentes etnias convivían bien, en contraste con la sociedad norteamericana rigurosamente segregada. Brasil fue utilizado como modelo para criticar la segregación racial en EE. UU. Esta visión positiva de Brasil siempre molestó a algunos ideólogos norteamericanos, que iniciaron un movimiento para tratar de probar que Brasil era tan racista o incluso más racista que Estados Unidos.[67]​ Contradiciendo la evidencia disponible, intentaron demostrar que el «racismo al estilo brasileño», disimulado y enmascarado, era más perverso que el de los Estados Unidos, aunque nunca existieron, en Brasil, baños para negros y baños para blancos, grupos de linchamientos, como el Ku Klux Klan, o la prohibición de los matrimonios interraciales, que estuvieron vigentes hasta 1967 en dieciséis estados americanos.[67]

En el mismo sentido, Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant explican que, en un intento de deconstruir el mito de la democracia racial, los ideólogos estadounidenses se fueron al extremo opuesto, con el objetivo de demostrar que Brasil es un país eminentemente racista: «En lugar de considerar la orden étnico-racial brasileño en su propia lógica, estas encuestas se contentan, en la mayoría de los casos, con reemplazar, en su totalidad, el mito nacional de la ‹democracia racial› (como se menciona, por ejemplo, en la obra de Gilberto Freyre, 1978), por el mito según el cual todas las sociedades son ‹racistas›, incluidas aquellas dentro de las cuales parece que, a primera vista, las relaciones ‹sociales› son menos distantes y hostiles».[68]

Estas encuestas, realizadas en los Estados Unidos o por brasileños influenciados por los estándares estadounidenses, intentan aplicar la lógica racial norteamericana, donde los mestizos no existen (según la regla de una gota),[69]​ en un país como Brasil, donde la mayor parte de la población se reconoce como mestiza o parda. Según la historiadora Mary del Priore, «Siempre nos ha dado mucha vergüenza expresar nuestros prejuicios porque tenemos una población extraordinariamente mestiza. Brasil tiene el 48% de su población pardos, el 42% de blancos y el 8% de negros, lo que significa que se superaron una serie de obstáculos para que hayamos ‹pardado› nuestra sociedad.»[70]​ Aunque algunos grupos sostienen que el mestizaje en Brasil fue principalmente el resultado de la violación, el historiador Manolo Florentino refuta esta tesis: «El mestizaje brasileño tiene mucho más que ver con los portugueses pobres que interactúan matrimonial y sexualmente con mujeres negras que con hombres de élite que tienen sexo con mujeres pobres negras esclavizadas».[71]​ Existe amplia documentación que demuestra que, a lo largo de la historia de Brasil, las relaciones consensuales y duraderas entre hombres blancos y mujeres de origen africano o indígena siempre han sido comunes,[72]​ y, en Brasil, nunca ha habido una legislación que impida el mestizaje.[65]

Brasil fue colonizado por portugueses católicos y Estados Unidos por protestantes británicos, y los dos pueblos tenían mentalidades diferentes: «En cualquier caso, y sin limitarse al ejemplo católico, la cultura portuguesa de extracción barroca siempre se ha mostrado más abierta a ‹otra›, como les gusta decir a los antropólogos, que la cultura puritana, más represiva, más rígida y más cerrada en sus principios, bajo los aterradores signos de la pureza y el pecado. Si se quiere, se puede hablar de la competencia e inflexibilidad puritanas y de la incompetencia y promiscuidad portuguesas. Lo que no puedes hacer es cerrar los ojos a la distinción.»[67]

La división racial norteamericana es más parecida a un sistema de castas y Estados Unidos es el único país del mundo donde el hijo de un hombre negro con un hombre blanco es clasificado como negro, por lo tanto la lógica racial norteamericana no tiene aplicabilidad en el resto del mundo.[67]

Para adaptarse a la lógica birracial norteamericana, algunos estudios realizados en Brasil presentan estadísticas agregando la población negra y parda y frecuentemente llamándolos «negros», para crear un bloque «blanco» y otro «negro», borrando a los mestizos y población parda.[65]​ Esta metodología no tiene respaldo genético. Según un estudio genético de 2007, los pardos brasileños tienen un 68,1% de ascendencia europea, un 23,6% africana y un 7,3% indígena, estando más cerca de los «blancos» que de los «negros».[73][74]​ Como enseña Darcy Ribeiro, los más susceptibles de sufrir el racismo en Brasil son los negros de piel oscura, que son la minoría de la población brasileña. El racismo no cae con la misma intensidad en el grupo mayoritario pardo: «En esta escala, el negro es negro oscuro, el mulato ya es pardo y como tal medio blanco, y si la piel es un poco más clara, ya empieza a incorporarse en la comunidad blanca».[12]​ La explicación de Darcy Ribeiro es corroborada por la encuesta de Datafolha de 2019, que muestra que los pardos están más cerca de los blancos en cuanto al porcentaje que ya ha sido víctima del racismo: 11 % de blancos y 18 % de pardos, contra 55 % de negros.[63]​ Sin embargo, desde el punto de vista salarial, los pardos se acercan más a los negros, ya que, en promedio, ambos ganan menos que los blancos.[75]

La ideología del blanqueamiento

Redención de Cam[76]​ (1895). Abuela negra, hija mulata, yerno blanco y nieto, según el gobierno de la época, los brasileños se volverían más blancos con cada generación. Cuadro de Modesto Brocos.

En Brasil, el mestizo, según el tono de su piel, era clasificado como «casi blanco, «semiblanco» o «subblanco», y era tratado de manera diferente a los negros, pero nunca fue clasificado como «casinegro», «seminegro» o «subnegro». Por eso, el mestizaje en Brasil siempre ha sido visto como el «blanqueamiento» de la población, y no como su «ennegrecimiento».[77]​ La ideología del blanqueamiento arraigó profundamente en la sociedad brasileña a principios del siglo XX. Muchos negros asimilaron los prejuicios, valores sociales y morales de los blancos. Como resultado, «desarrollaron un terrible prejuicio contra las raíces de la negrura». El rechazo de la herencia africana y el aislamiento del contacto social con otros negros eran características de estos negros «socialmente blanqueados». Para convertirse en «brasileños», los negros debían renunciar a su ascendencia africana y asumir los valores «positivos» de los blancos, ya que la «brasilización» en sí implicaba una asimilación de los valores y las costumbres de los blancos. En este contexto, el racismo brasileño es peculiar, ya que la víctima del racismo asume el papel de su propio torturador, al reproducir el discurso discriminatorio del que ella misma es víctima e interiorizar estos conceptos dentro de su propia comunidad.[77]

Así, muchas negras brasileñas adoraban el estándar de belleza blanco, asociando rasgos africanos con fealdad y recurriendo a diversos métodos para «enmascarar» sus propias características físicas, creando una obsesión en las mujeres negras por alisar su cabello, estimulando la venta de productos que prometían «aclarar la piel» y, a través de métodos excéntricos, tratar de blanquearse uno mismo, como creer que beber mucha leche lograría este resultado. También a través de la asimilación de los valores morales y sociales de las clases dominantes, haciendo que toda característica cultural que haga referencia al pasado africano sea considerada inferior y motivo de vergüenza. A través del blanqueo biológico,[10]​ muchos negros optaron por casarse con parejas de piel más clara, preferiblemente blancas. Cuando el socio era blanco y rico, simbolizaba una doble mejora: de raza y de clase social. La búsqueda de parejas de piel más clara estaba arraigada en la mentalidad de muchos miembros de la comunidad negra, incluidos los padres negros que obligaban a sus hijos a casarse con personas de tonos de piel más claros, con la esperanza de que sus hijos y nietos se parecieran cada vez menos con filiación afronegra. En la mentalidad de estas personas, cuando el niño nacía más claro que los padres, simbolizaba una victoria, pero cuando nacía más oscuro, una derrota. Tener un hijo de piel más clara simbolizaba que tendría menos posibilidades de sufrir y más oportunidades de triunfar en la vida.[77]

La ideología del blanqueamiento en Brasil tuvo consecuencias nefastas, ya que parte de la comunidad negra absorbió como objetivos el blanqueamiento estético, biológico[10]​ y social. La historiadora Angela Figueiredo incluso afirma que en Brasil «todos nacemos blanqueados», ya que hay un predominio de la cultura «blanca», «y solo aquellos que optan por incluir aspectos de la ‹cultura negra› se identifican con la curiosidad por su pasado».[77]

Personas sin hogar en Río de Janeiro.

Los negros estadounidenses han sido comparados a menudo con los brasileños, criticando que la sociedad estadounidense estaba marcada por el odio y la segregación racial, mientras que en Brasil había armonía y paz entre las razas. Sin embargo, mientras en Estados Unidos el racismo era muy abierto y cualquier persona con una gota de sangre africana era socialmente excluida, favoreciendo la unión de los excluidos que luchaban por sus derechos, en Brasil el racismo se camuflaba con la ideología del blanqueamiento.[10]​ Para que la persona intentara alcanzar la ascensión social, tenía que pasar por un proceso de «blanqueamiento» estético, biológico y social, creando un profundo complejo de inferioridad en la población brasileña y la consecuente negación de cualquier elemento que se refiriera a su negritud.[77]

Notas

  1. Testimonio de la Sra. Frida Höller: «Cuando estaba en la escuela, cuando me acercaba al centro, pelo rubio, me gustaba la pronunciación, el alemán, entonces ya había niñas así que tiraban piedras – ‹¡vergonzoso alemán!›».
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Bibliografía