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Diferencia entre revisiones de «Gobierno belga en el exilio»

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Gouvernement Pierlot IV
Regering-Pierlot IV
Gobierno belga en el exilio

Gobierno en el exilio


1940-1944


Escudo
Bandera Escudo
Capital No especificado
Capital en exilio Londres
Rey
 • 1940-1944 Leopoldo III
(PDG en Bélgica)
Primer ministro
 • 1940-1944 Hubert Pierlot
Período histórico Segunda Guerra Mundial
 • Ocupación 28 de mayo de 1940
 • Liberación 8 de septiembre de 1944

El Gobierno belga en el exilio (en francés: Gouvernement Pierlot IV, en neerlandés: Regering-Pierlot IV) fue el gobierno en el exilio de Bélgica entre octubre de 1940 y septiembre de 1944 durante la Segunda Guerra Mundial. La administración involucró a ministros de los partidos Católico, Liberal y Obrero, que conformaron el gobierno luego de la invasión de Bélgica a manos de la Alemania nazi en mayo de 1940 y su ruptura con el rey, Leopoldo III. Encabezados por el primer ministro, Hubert Pierlot, se establecieron en Londres, lugar en el que fueron reconocidos como la única representación legítima de su país ante los Aliados.

El gobierno administró el Congo Belga y puso a disposición de los Aliados sus recursos. Además, se hizo cargo de los refugiados belgas en Reino Unido, apoyó económicamente a la resistencia en Bélgica y mantuvo cierta influencia en el ejército exiliado. Firmó acuerdos durante el conflicto para la formación de la Unión Económica del Benelux y para el ingreso del país a la Organización de las Naciones Unidas. A su regreso a Bruselas, se llevó a cabo una reforma monetaria ante de la formación de un nuevo gobierno, que dio paso a años de conflicto interno producto de la Cuestión Real.

Antecedentes

Hubert Pierlot (izq.), primer ministro del gobierno en el exilio, en abril de 1944.

En términos políticos, el Partido Católico dominó en todos los gobiernos belgas formados entre 1919 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el período de entreguerras.[1]​ En su mayoría, fueron gobiernos en coalición con el Partido Liberal, aunque también ocasionalmente se integraba el Partido Obrero Belga.[2][3]​ No obstante, en las elecciones generales de 1936 se registró un crecimiento de las formaciones fascistas en el país; en conjunto, el Rexismo y la Unión Nacional Flamenca obtuvieron 37 escaños —de 202 en total—. El recientemente creado Partido Rexista, que ganó por sí solo el 11 % de los votos, carecía de «organización partidaria o experiencia legislativa previa».[4][5]

A partir de 1936, año en que se revocó el acuerdo militar entre Francia y Bélgica, este país adoptó una política de neutralidad o «independencia», «exclusiva y completamente belga» según anunció el rey Leopoldo III en octubre de ese año. Esto se tradujo, al cabo de seis meses, en la adopción de un pacto con Reino Unido y Francia que sustituyó a los tratados de Locarno. Con esto, Bélgica se liberó de sus obligaciones del acuerdo militar y recibió el reconocimiento de ambas naciones de su integridad territorial.[6][7]​ Pese a su política de neutralidad armada,[8]​ la Alemania nazi invadió Bélgica sin advertencia el 10 de mayo de 1940. Luego de dieciocho días de combate, el monarca rindió sus tropas el 28 de mayo y el país cayó bajo control alemán por los siguientes cuatro años. En total, en ese mes el ejército belga consistía de entre 600 000[9]​ y 650 000 hombres.[10]​ Según Fetter, la derrota militar produjo una división entre el gobierno y el rey. Leopoldo III rindió las tropas contrario a lo que le aconsejó su gabinete y pese a que los parlamentarios estaban de acuerdo con continuar la contienda desde territorio francés.[11]

El 25 de mayo, el rey se reunió con sus ministros para discutir sobre la rendición.[9]​ Aunque lo intentaron convencer de huir a Reino Unido ese día y varias ocasiones más hasta el 27 de mayo, Leopoldo los rechazó. Al retirarse a Francia, lo dejaron sin alguien que refrendara sus acciones y aunque el monarca buscó nombrar tres nuevos ministros —Henri de Man, Auguste Tilkens y Raoul Hayoit de Termicourt—, no logró su cometido pues no pudo deponer a su gabinete. Finalmente, la rendición enfureció a los gobiernos francés y belga, incluso el primer ministro galo, Paul Reynaud, anunció por radio la capitulación de Leopoldo y le acusó de «traición militar y felonía».[12]​ Los alemanes mantuvieron prisionero al soberano, primero en su residencia cercana a Bruselas hasta 1944 y posteriormente en Austria hasta la conclusión del conflicto.[13]

Establecimiento en Londres

Refugio en Francia

El 30 de mayo, en algún lugar de Francia, el gabinete belga aprobó un decreto en el que asumía los poderes del rey. Al día siguiente, en Limoges se llevó a cabo una sesión parlamentaria improvisada en la que se respaldó esta decisión.[14]​ Sustentado en el artículo 82 constitucional, el gobierno se adjudicaba esos poderes puesto que el monarca se había colocado en «impossibilité de régner» al ser detenido por los alemanes.[15]​ El gobierno, que huyó en un principio a Burdeos y posteriormente a Limoges, accedió, ante las presiones de Reynaud, a reclamar públicamente a través de su primer ministro, Hubert Pierlot, al rey por sus acciones y anunciar su incapacidad temporal para gobernar.[12]​ La ruptura entre gobierno y monarca implicó una crisis constitucional que dejó a los funcionarios públicos sin claridad respecto a sus autoridades superiores. En su mayoría, los belgas respaldaron a Leopoldo y su decisión de permanecer en el país, aunque rechazaban la postura de Henri de Man de formar un nuevo gobierno que sería reconocido por Alemania.[16]

La caída de Francia cambió, sin embargo, la postura de Pierlot y su ministro de Exteriores, Paul-Henri Spaak. El 18 de junio, anunciaron sus intenciones de renunciar; en una carta al rey consideraban ahora que el gobierno debía negociar un armisticio y ofrecían su dimisión.[17][18]​ Cinco días después, en oposición a la nueva postura del gobierno, el ministro de Salud, Marcel-Henri Jaspar, se trasladó a Londres y dio un discurso por la BBC declarando sus intenciones de continuar con la guerra, inspirado en el llamamiento del 18 de junio de Charles de Gaulle.[17][19]​ No obstante, sus colegas lo expulsaron del gabinete.[18]​ Desde Limoges, los belgas buscaron un tratamiento amigable de parte de la Francia de Vichy, encabezada por Philippe Pétain, pero este le exigió al gobierno disolverse y dejar en claro que era una directiva de la Alemania nazi.[20]​ Jaspar se unió a Camille Huysmans para formar un «gobierno fantasma» que, sin embargo, no recibió el reconocimiento de los británicos.[21]​ Por otra parte, con el fin de evitar que el Congo Belga formara parte de cualquier negociación el 9 de julio llegó a Londres el ministro de las Colonias, Albert de Vleeschauwer, que además persuadió a las autoridades británicas de reconocer al gobierno de Jaspar-Huysmans.[17][18]

Traslado a Londres

de Vleeschauwer era el único miembro del gabinete con facultades legales en Londres, hasta la llegada, por iniciativa propia —en agosto[17]​—, del ministro de Finanzas, Camille Gutt. En conjunto podían formar un «gobierno de dos» temporal, pero dudaban de su legitimidad por lo que prefirieron esperar a los otros ministros, Spaak y Pierlot.[21]​ La proposición de estos dos, de regresar a Bélgica y dimitir, no obtuvo respuesta del rey o de las autoridades alemanas,[15]​ que incluso prohibieron el regreso de los miembros del gobierno exiliado a Bruselas.[18]​ Luego de semanas de «inactividad y vacilación» en la Francia ocupada, los ministros «desmoralizados» dejaron el país a finales de agosto con el objetivo de llegar a suelo británico.[15]​ A esta resolución llegaron luego de observar el «gobierno colaboracionista instalado en Vichy» y la falta de interés alemán en negociar. Ambos ministros llegaron a España, donde fueron detenidos y puestos en arresto domiciliario por el gobierno franquista. Sin embargo, la vigilancia se relajó después de unas semanas, lo que les permitió, con la ayuda del consulado belga, huir a Portugal en el compartimiento secreto de un automóvil.[22]

Finalmente, llegaron a Londres el 22 de octubre, con lo que los cuatro ministros —Spaak, Pierlot, de Vleeschauwer y Gutt— formaron el «gobierno de cuatro». En sus inicios, sus labores se centraron en los ministerios de Colonias, Finanzas, Defensa y Exteriores.[21]​ El gobierno se instaló en múltiples edificios en la capital británica: el de Exteriores en la cancillería de la embajada en Eaton Square y el resto en instalaciones alrededor de ese lugar y de Belgrave Square. También existió una oficina parlamentaria en Hobart Place, que agrupó a los legisladores que lograron llegar a Londres, encabezados por Huysmans.[22]

Composición

Los servicios gubernamentales se construyeron con base en los funcionarios públicos exiliados y agentes reclutados de entre los belgas refugiados en Reino Unido y en conjunto con los ministros buscaron mantener la continuidad del Estado y la representación de Bélgica a nivel internacional. No obstante, en su mayoría los departamentos fueron «cascarones vacíos» conformados por especialistas cuya función fue preparar el retorno a su país.[23]​ Por otra parte, según Conway, la mayoría del resto de los ministerios se quedaron en Francia y no tuvieron un papel relevante en los años subsecuentes.[15]​ Los departamentos ministeriales crecieron de forma constante, especialmente a medida que se liberaba el territorio belga. En mayo de 1941, 750 personas conformaban la «maquinaria del Estado».[23]

Los cuatro ministros Spaak, Pierlot, de Vleeschauwer y Gutt conformaron la «espina dorsal» del gobierno en el exilio,[24]​ que estaba conformado también por representantes de los tres partidos principales en Bélgica —Católico, Liberal y Obrero— y que posteriormente integró a legisladores y personajes de los entornos económico y financiero. Entre 1942 y 1943, se añadieron figuras políticas, autoridades judiciales, del Estado y sindicatos que llegaron a Londres.[15]​ Ya establecidos en esa ciudad, los cuatro ministros se repartieron los portafolios entre ellos; aunque otros belgas exiliados reconocieron su autoridad, resintieron el ser excluidos del gobierno. Incluso se rechazó una propuesta de incluir a todos los antiguos ministros en el gabinete. En palabras de Henau, las «aversiones personales» y la «mezquindad» impidieron la «colaboración amistosa».[17]

Integrantes

Composición del gobierno en el exilio[24]
Nombre Posición o Ministerio
Hubert Pierlot Primer ministro (1939-1945), Educación (1939-1944), Defensa (1942-1944)
Camille Gutt Finanzas (1939-1945), Asuntos Económicos (1940-1944), Defensa (1940-1942)
Paul-Henri Spaak Exteriores (1939-1945), Propaganda (1940-1942), Asistencia y Refugiados (1940-1944)
Albert de Vleeschauwer Colonias (1939-1944), Justicia (1940-1942)
Antoine Delfosse Justicia y Propaganda (1942-1944)
August de Schryver Interior (1943-1944)
Herman Balthazar Comunicaciones (1943-1944)
Henri Rolin Subsecretario de Estado para la Defensa, bajo autoridad de Gutt (1942)
Gustave Joassart Subsecretario de Estado para la Asistencia, bajo autoridad de Spaak (1942-1943)
Julius Hoste Subsecretario de Estado para la Educación, bajo autoridad de Pierlot (1942-1944)
Joseph Bondas Subsecretario de Estado para la Asistencia y Trabajo, bajo autoridad de Pierlot (1943-1944)
Raoul Richard Subsecretario de Estado para la Asistencia, bajo autoridad de Spaak (1943-1944)

Funciones

Spaak declaró en una entrevista de 1941 que «Todo lo que queda de la Bélgica legal y libre, todo lo que tiene derecho a hablar en su nombre, está en Londres».[25]​ El trabajo que asumieron los cuatro ministros acabó por ser impracticable, por lo que a inicios de 1942 contrataron subsecretarios de Estados, una figura inexistente hasta ese momento en la legislatura belga.[21]​ El gobierno en el exilio mantuvo el control de su reserva de oro, del Congo Belga y sus recursos económicos. Según Conway, se establecieron autoridades involucradas con la propaganda e inteligencia, transmisiones de radio a Bélgica por medio de la BBC y se creó una unidad militar que participó en las campañas aliadas.[15]

Refugiados belgas

Refugiados belgas en Londres, 1940.

En septiembre de 1940, se creó el Servicio Central para los Refugiados que se encargó desde la asistencia material hasta el apoyo médico, educativo y laboral. Este último fue una de las prioridades de las autoridades belgas, pero resultó ser una labor complicada, pues los hombres solamente lograban conseguir trabajo como obreros y técnicos y las mujeres empleos domésticos.[23]​ En el verano de 1940, cerca de 15 000 ciudadanos llegaron a Reino Unido. Junto con ese país, Estados Unidos —principalmente Nueva York— y Portugal también fueron destino de los refugiados. De quienes llegaron a Gran Bretaña, de los que la mayoría permaneció en Londres, 63 % eran mujeres, niños y ancianos flamencos.[26]​ Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido durante la Primera Guerra Mundial, en esta ocasión la respuesta de los británicos fue menos cálida, además de que la capitulación del rey belga fue mal vista por la prensa local.[27]

Ante el Blitz, el Servicio Central repartió dinero, ropa y comida con fondos obtenidos en América.[23]​ Entre 1942 y 1943, 300 alumnos asistieron a ocho escuelas belgas, 464 a colegios mixtos y 560 a centros educativos británicos.[28]​ Por otro lado, el empleo de refugiados en el esfuerzo de guerra se tradujo en que, a finales de 1941, 80 % de los hombres y 30 % de las mujeres estaban trabajando. Ambas cifras aumentaron un diez por ciento para mayo de 1943. Asimismo, desde el 1 de abril de 1942, las autoridades belgas se hicieron cargo del costo de los beneficios sociales de sus compatriotas necesitados, hasta ese entonces sufragado por las británicas.[29]​ Con el paso del tiempo la comunidad exiliada también comenzó a organizarse y tener acceso a actividades educativas, deportivas y sociales —como la celebración de su día nacional—.[30]

Tropas belgas

Tropas belgas durante entrenamientos en Gales, 1941.

De acuerdo con Epstein, cuando ocurrió el armisticio soldados belgas enviados para su entrenamiento aún se encontraban en Francia y fue en esas tropas en las que inicialmente el gobierno exiliado depositó sus esperanzas. Para el 20 de junio, había 6000 soldados y 130 oficiales en el sur de ese país.[12]​ A mediados de junio, Spaak solicitó al gobierno británico instalaciones para la evacuación de tropas belgas.[31]​ No obstante, algunos soldados habían logrado llegar a suelo británico. Ya desde el 25 de mayo, el teniente general Victor van Strydonck de Burkel estableció un campo en Tenby, Gales, para recibir a los soldados rescatados de Dunkerque.[32]​ El gobierno optó por formar una unidad comandada por van Strydonck de Burkel.[33]

El 12 de agosto, el grupo pasó a llamarse «Fuerzas Belgas en Reino Unido» e incluía una unidad de combate de cuatro pelotones, que más tarde sería el «Primer Batallón de Fusileros» —825 soldados—. Posteriormente se crearon otros grupos, como el «Segundo Batallón de Fusileros», uno de voluntarios luxemburgueses y un escuadrón de combate blindado.[32]​ Dentro de las tropas también habían soldados del Congo, la Bélgica ocupada y otros países Aliados y neutrales. Veranneman señala que en un inicio la disciplina era laxa en las tropas terrestres, abundaban los rumores y los leales al rey se enfrentaban a sus opositores.[33]​ Incluso en noviembre de 1942, catorce soldados se rebelaron y exigieron que los soldados belgas participaran en el conflicto bélico.[34]

En este sentido, la insatisfacción de los hombres aumentó por las carencias de equipamiento, por no participar en los combates y por la falta de relación con los políticos en Londres.[35]​ No obstante, después de entrenamientos en julio de 1943 se conformó la 1.ª Brigada de Infantería al mando del coronel Jean-Baptiste Piron. Para 1944, la llamada Brigada Piron se declaró operacional;[33]​ en julio de ese año, las tropas belgas llegaron a Normandía y en septiembre se unieron a la liberación de Bruselas.[35]

Acuerdos

Afiche de 1942 con las banderas de los firmantes originales de la Declaración de las Naciones Unidas.

El 24 de septiembre de 1941, el gobierno belga firmó la Carta del Atlántico, junto con los gobiernos de otros países ocupados, como Checoslovaquia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, entre otros.[36]​ Era una declaración conjunta entre el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, y el primer ministro británico, Winston Churchill, en el que acordaron varios principios generales con el objetivo de establecer políticas nacionales. Con su firma, Bélgica y el resto de naciones indicaban su cooperación con esos principios.[37]​ Un año después, el 1 de enero de 1942, hizo lo propio con la Declaración de las Naciones Unidas, con lo que se comprometían a no hacer una «paz separada».[18]

Gutt representó al gobierno en el exilio y tuvo, junto con Georges Theunis y René Boël, un «importante» papel en la Conferencia de Bretton Woods, en la que además se desempeñó como uno de los cuatro vicepresidentes. En la conferencia se discutió y aprobó la propuesta de establecer un Banco Mundial y un Fondo Monetario Internacional,[38]​ cuyo primer director general fue Gutt.[39]​ El gobierno exiliado también comenzó a desarrollar en septiembre de 1944 los planes para colaboración con Países Bajos y Luxemburgo, lo que resultó en la Unión Aduanera Benelux y más tarde a la firma del Tratado de la Unión Económica Benelux en 1958.[40]

Autoridad

De acuerdo con Kesteloot, la prioridad del gobierno fue «aparecer convincente y ganar credibilidad luego de los eventos del verano». No obstante, la situación se les complicaba por la posición de Leopoldo en Bélgica. Debían satisfacer a las autoridades aliadas, legitimarse y mantener «cohesión y dinamismo» en el grupo gubernamental.[21]​ Los británicos condicionaron su respaldo a unos compromisos que el gobierno en el exilio acabó por cumplir: declarar la guerra a Italia —Spaak declaró el 6 de diciembre de 1940 que su país seguía en guerra con todos los enemigos— y acordar el uso exclusivo para los Aliados de los recursos del Congo —los acuerdos al respecto se firmaron en enero de 1941—. Por lo anterior, las autoridades del Reino Unido reconocieron al gobierno exiliado y detuvieron su propaganda contra el rey Leopoldo.[41]​ Para diciembre de ese año, las autoridades británicas los reconocieron oficialmente:

El Gobierno de Su Majestad reconoce a los cuatro ministros belgas que conforman el gobierno belga en Londres como el Gobierno de Bélgica legítimo, constitucional y competente para ejercer autoridad total [sic] en el nombre del Estado Soberano de Bélgica.
Carta del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, 3 de diciembre de 1940.[42]

Al respecto, Helmreich indica que los británicos optaron por colaborar con el gobierno de Pierlot —y no el de Jaspar— dado que este mantenía el control del Congo y la reserva de oro de Bélgica. Por su parte, los estadounidenses siguieron el camino de los ingleses y reconocieron al gobierno exiliado, aunque realmente no habían considerado a Jaspar.[18]​ Ante la invasión alemana, el gobierno suspendió la convertibilidad de papel moneda y el Banco Nacional de Bélgica trasladó sus reservas de oro a partes iguales a Francia, Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, la porción enviada a suelo francés fue luego capturada por los alemanes.[43]

Por otro lado, según Veranneman, de Vleeschauwer y Pierre Ryckmans, gobernador general del Congo, fueron «fundamentales» para la diversificación e incremento en la producción de productos como cobre, oro, zinc, cobalto, diamantes industriales, cadmio, tántalo, manganeso, uranio-235, caucho, algodón, aceite de palma, café, resina y yute, productos puestos a disposición del esfuerzo de guerra aliado y enviados a países como Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Sudáfrica. Incluso su envío a naciones como España fue un factor «importante» para mantenerlas neutrales. Sin embargo, el alto nivel de producción generó descontento entre la población y accidentes con víctimas mortales.[44]Le Moniteur Belge fue la publicación oficial del gobierno en el exilio en Londres.[45]

Relaciones

Con Leopoldo III

Dice Knight que el gobierno en el exilio «refrenó a los radicales aún hostiles contra las acciones del rey», pero concedió lo suficiente para mantener sus relaciones con los británicos. Asimismo, aceptaron la posición del monarca con mínimos cambios. Sin embargo, la reunión de Leopoldo con Adolf Hitler en Berchtesgaden causó una crisis temporal.[41]​ Ambos tuvieron un encuentro el 19 de noviembre, pero los malos resultados le llevaron a retraerse en su palacio, mientras continuaba ignorando al gobierno en Londres y sin respaldar a la resistencia belga.[46][47]​ En el verano de 1941, el gobierno emitió un mensaje de admiración al «rey prisionero», con lo que, a lo largo de la guerra, se redujo la «ruptura pública» entre las autoridades y el monarca.[41]

En su reclamo público forzado por Reynaud, en el que se anunció la incapacidad temporal del rey de gobernar, Pierlot evitó hacer mención a las acciones de Leopoldo, como sus intenciones de eliminar el gobierno y nombrar otros ministros, y tampoco anunció su «derrocamiento». Según Epstein, el gobierno bloqueó la libertad de acción del monarca y evitó permitirle «ser llevado por caminos peligrosos deseados por [los alemanes]». No obstante, el rey resintió las acusaciones de traición, que consideraba injustificadas.[12]

Con la resistencia

Suministros para la resistencia belga enviados por aviones de la Real Fuerza Aérea británica al norte de Bruselas.

El movimiento de resistencia en Bélgica comenzó a finales de 1940 con algunos antiguos oficiales encarcelados que formaron grupos colectivamente denominados más tarde como «Légion Belge». El gobierno en Londres reconoció su existencia tiempo después. Sin embargo, según Bowman, temía que la Légion acabara por terminar con la monarquía después de la liberación.[48]​ En los primeros meses, la comunicación de las autoridades con la resistencia era escasa. No obstante, para octubre de 1942 se formó la «Radio national belge», con lo que los belgas tenían acceso a la comunicación por radio.[49]

Dice Conway que los múltiples grupos de resistencia surgieron independientes del gobierno y que sus contactos se comenzaron a desarrollar entre 1942 y 1943. Sin embargo, la desconfianza de los líderes de esos grupos para con las intenciones del gobierno complicaron sus relaciones. Esos personajes creían que las autoridades de Londres tenían el objetivo principal de controlarlos y no de asistirlos.[50]​ En 1942, se inició la «Mission Socrate» con la que se ayudaba económicamente a quienes buscaban escapar de los trabajos forzados.[49]​ Desde diciembre de 1943, se enviaban mensualmente 15 millones de francos belgas, de los que la mayoría se usaban para auxiliar a quienes huían de las labores forzadas.[51]

En este sentido, De Vidts apunta que el apoyo del gobierno en el exilio consistió en financiamiento, envío de suministros y conexión con radio.[52]​ El gobierno envió mensajes por medio de las transmisiones de BBC Radio, principalmente mensajes en código durante las emisiones regulares del programa nocturno Radio Bélgique. A finales de 1942, el gobierno reconoció a la Légion como sus fuerzas armadas en Bélgica. A su vez, el grupo, que tiempo después pasó a denominarse «Armée Secrète», accedió a reconocer la autoridad del gobierno exiliado y seguir sus mandatos. Sheridan detalla que al momento de la liberación, el Armée era el grupo de resistencia más grande con 50 000 miembros. En marzo y mayo de 1943, el gobierno estableció objetivos para el Armée y dividió sus operaciones en tres fases, una de recolección de información, armas y sabotaje, otra de preparación para los combates y una tercera para el ataque directo a los alemanes ante la inminencia de la invasión aliada.[53]

También fue un movimiento que recibió la colaboración de la Dirección de Operaciones Especiales y participó en acciones para auxiliar a los Aliados entre julio y septiembre de 1944.[54]​ El Armée estaba conformado por grupos como Front de l'indépendance, Milicies Nationales Belges y Mouvement Nationaliste Royaliste.[48]​ En julio de 1944, el general Jules Pire, que lideraba el Armée, accedió a una demanda del gobierno exiliado: reconocer que el grupo no tendría participación en el mantenimiento del orden después de la liberación.[55]

Regreso a Bélgica

El 2 de septiembre, los Aliados liberaron Bélgica.[56]​ Seis días después, el gobierno en el exilio regresó a su país recibido por un ambiente de «indiferencia general». La experiencia en el exilio no tuvo, sin embargo, efectos duraderos en Bélgica por varias razones, principalmente la menor magnitud del exilio en comparación con la Primera Guerra Mundial, la situación en Bélgica durante la ocupación y el conflicto del gobierno con el rey.[35]​ Luego de su retorno, el ministro Gutt decretó, el 6 de octubre, una reforma monetaria con el objetivo de estabilizar los precios. Tal medida, que congeló 179 millardos de francos en cuentas bancarias e implicó la recuperación de 88 millardos en liquidez mediante cambios forzados a nuevo papel moneda,[57]​ acabó por restablecer la confianza en el dinero.[58]​ El plan también estuvo acompañado por un programa de reformas sociales.[43]​ Knight indica que la élite belga acabó por recuperar parte del prestigio que perdió durante la ocupación al asumir gran parte de los costos de la misma, así como ayudar a mantener bajos los impuestos.[41]​ El gobierno también se enfrentó ante el problema del colaboracionismo y para inicios de junio de 1945 las cortes militares contaban ya 16 959 casos y 110 sentencias de muerte al 21 de agosto del mismo año.[59]

Por otro lado, ante el rey prisionero trasladado a Alemania antes de la liberación, el 20 de septiembre de 1944, el Parlamento eligió regente al príncipe Carlos. No obstante, en el verano del año siguiente surgió la Cuestión Real, que acabaría años después con la abdicación de Leopoldo en agosto de 1950.[60]​ Por su parte, el gobierno exiliado dio paso, el 16 de octubre, a otro gobierno también encabezado por Pierlot, aunque con puestos otorgados a comunistas y al líder del Front de l'indépendance. Poco después, en febrero de 1945, el socialista Achille Van Acker lideró un nuevo gobierno de unidad nacional que excluyó, salvo por Spaak, a todos los miembros de la administración en el exilio en Londres. No obstante, esa unidad acabó con la llegada de la Cuestión Real y la división entre los partidos, unos a favor del rey, como el Católico, y otros que formaron una coalición «antirealista» en lo que denominaron «el gobierno de la resistencia».[18][61]

Véase también

Referencias

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Bibliografía

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