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Conquista de Chiapas[editar]

Pedro de Alvarado (1524)[editar]

La conquista de Chiapas comenzó en 1524. Pedro de Alvarado fue el primero conquistador español en incursionar en el actual territorio de Chiapas. Salió de la Ciudad de México en diciembre de 1523. En enero de 1524, después de someter Tehuantepec en Oaxaca, atravesó todo el Soconusco, una de las provincias tributarias de la Triple Alianza, que entregaba a México-Tenochtitlan cacao, ámbar y plumas de quetzal, entre otros productos. Según fray Antonio de Remesal, Pedro de Alvarado causó muchos estragos y sometió a toda la región por las armas.[1]​ En cambio, según relata Bernal Díaz del Castillo, Alvarado fue bien recibido “y le dieron presente oro y se dieron por vasallos de su majestad.”[2]: 946  Después de recorrer todo el Soconusco, Pedro de Alvarado se dirigió a Los Altos de Guatemala. En febrero de 1524, tuvo un primer enfrentamiento con los quichés en Xetutul (actualmente Zapotitlán, Guatemala), dando así inicio a la conquista del actual territorio de Guatemala.[3]

Luis Marín (1524)[editar]

La segunda expedición española que incursionó en el actual territorio de Chiapas salió de la villa del Espíritu Santo (actualmente Coatzacoalcos) en la primavera de 1524.[4]​ Estaba comandada por Luis Marín, uno de los soldados que llegaron con Hernán Cortés en 1519. El grupo estuvo conformado por treinta hombres de a caballo, cien peones y dos tiros de artillería.[5]​Además, se incorporaron a la expedición, Alonso de Grado y algunos vecinos de la villa del Espíritu Santo. Esta expedición tenía la misión de pacificar la provincia de Chiapa y fundar en ella una villa española.[2]: 946 

Adelante del grupo iban cuatro exploradores; entre ellos, Bernal Díaz del Castillo. Partieron hacia la región zoque pasando por el poblado de Tepuzuntlán (en lo que hoy es Tabasco). Cuando alcanzaron el pueblo de Quechula, convencieron a algunos indios y al cacique de que los acompañasen para abrir camino.[2]: 946  Durante la cuaresma de 1524, continuaron el camino, no sin antes intentar cobrar tributo a los pueblos alrededor de Quechula. Al dejar el poblado, llegaron a Estapa (futura parcialidad de Chicoasén).[6]​ Según relata Díaz del Castillo, sus pobladores lo habían abandonado recientemente. Descansaron allí y encontraron comida para abastecerse. Durante la noche, el grupo fue alertado por dos de los exploradores españoles sobre la presencia de guerreros chiapanecas.[2]: 946  Díaz del Castillo comenta que el aviso les permitió adelantarse y librar batalla toda la tarde hasta que anocheció. El enfrentamiento dejó trece soldados heridos, entre ellos a Luis Marín. Además, murieron dos de los conquistadores y cuatro caballos. Al anochecer, los chiapanecas se retiraron, dejando en el campo de batalla a 15 muertos y a muchos heridos.[2]: 949 

Después de la confrontación en Estapa hubo dos enfrentamientos más. En el primero, la inexperiencia de algunos conquistadores les valió ser heridos o muertos. Los chiapanecas se lanzaban en grupos pequeños contra los españoles que se apartaban de los demás y abrazaban a los caballos para tirar al suelo a sus jinetes.[2]: 949  El segundo enfrentamiento se dio en el camino hacia Chiapan. Díaz del Castillo relata que fueron atacados por varios flancos. Por la ferocidad de los embates, un esclavo negro artillero que los acompañaba, en un primer momento, no logró disparar y, cuando pudo hacerlo, apuntó mal e hirió a tres españoles.[2]: 949 

A diferencia de los españoles, el terreno dificultoso y pedregoso le daba ventaja a los chiapanecas. Los exploradores españoles supieron advertirlo y se mantuvieron alerta todo el tiempo. Las fuertes arremetidas asombraron a los conquistadores, sin embargo, los enfrentamientos continuaron todo el día, hasta que, nuevamente, los chiapanecas se replegaron a los montes y escaparon cruzando a nado un río.[2]: 949 

El grupo de Luis Marín prosiguió su avance hasta llegar al río Grande (ahora conocido como Grijalva). En la otra orilla, se encontraba Chiapan (hoy Chiapa de Corzo), que era la ciudad más grande del señorío chiapaneca. Este señorío abarcaba el oeste del valle del río Grande y colindaba con la región zoque y Los Altos. En ese lugar, las tropas de Luis Marín encontraron un aliado inesperado. Durante la noche unos indios zoques de Jaltepec (futura parcialidad de Quechula), cruzaron el río en cinco canoas y ofrecieron ayudar a los españoles a cambio de que los liberasen de los chiapanecas, quienes los tenían esclavizados. Dos indios zoques se quedaron con los españoles, mientras los demás se regresaron a conseguir más canoas. Al amanecer volvieron con veinte canoas y guiaron a los españoles a un vado donde el río no era muy profundo. Cuando al fin pudieron llegar a la otra orilla, los españoles fueron nuevamente atacados por los chiapanecas. Pero unos pueblos de esclavos de los chiapanecas se rebelaron y atacaron a éstos por detrás, uniendo sus fuerzas a las de los españoles. Así los conquistadores lograron tomar Chiapan.

Según Díaz del Castillo, entraron por una parte de la ciudad donde las casas y oratorios estaban muy cerca uno del otro. Por tanto, decidieron acampar fuera, en una parte donde los chiapanecas no pudieran hacerles daño. Seguidamente, Luis Marín envió a tres mensajeros, uno de ellos de Jaltepec, y a seis capitanes chiapanecas que habían sido apresados, para exigirles su rendición: “que vengan luego de paz, y se les perdonará lo pasado, y que, si no vienen, que los iremos a buscar y les daremos mayor guerra que la pasada.”[2]: 956  La respuesta de los chiapanecas fue la de capitular. Enviaron un presente de oro y, según Bernal Díaz del Castillo, se disculparon por haberles hecho la guerra. A cambio, Luis Marín ordenó a los auxiliares mexicas que venían con ellos y a los indios zoques de Quechula que no hiciesen nada en contra de los chiapanecas. Después de la capitulación de los chiapanecas, Marín mandó llamar a todos los pueblos de la región para que “vengan de paz a dar obediencia a su majestad.”[2]: 956  Los primeros en acudir fueron Zinacantán, Copanaguastla, Pinola (hoy villa Las Rosas), “Gueguistlán” (el actual Huixtán), Chamula y otros pueblos tzotziles y zoques, cuyos nombres no recordaba Bernal Díaz del Castillo. [2]: 956 

Las tropas de Luis Marín dejaron Chiapan y guiados por los zinacantecos se dirigieron a Los Altos. El 29 de marzo de 1524, Diego Godoy y Francisco de Medina salieron con un grupo de indios a explorar la provincia de Chamula. Al llegar al primer asentamiento, lo encontraron despoblado. Al seguir avanzando, alcanzaron a ver un grupo de chamulas armados. Diego de Godoy  envió a un indio de Zinacantán a parlamentar con ellos. Su respuesta fue que “no querían venir, ni que fuésemos allá; que qué los queríamos; que no volviésemos; sino, que allí estaban con sus armas apercibidos para recebirnos.”[7]: 465 

El causante de la rebelión de los chamulas había sido Francisco de Medina. Según Bernal Díaz del Castillo, Medina, acompañado de ocho indios mexicas, había ido a Chamula a exigir tributo en oro, asegurando falsamente que Luis Marín lo había exigido. Como las joyas que le habían entregado le habían parecido insuficientes, había apresado a su cacique. Los chamulas, viendo su atrevimiento, habían intentado sin éxito matarlo. Después de lo cual se habían alzado en armas, provocando que también Huixtlán se rebelara.[2]: 957 

El 30 de marzo, las tropas de Luis Marín salieron a poner fin a la rebelión de chamulas y huixtecos. Chamula se ubicaba en la cima de un cerro y se hallaba protegido por una albarrada de piedras y una palizada. Después de una encarnizada lucha, los españoles pudieron entrar al poblado, que los chamulas habían abandonado. Antes de retirarse, habían colocado sus lanzas en la albarrada y en las puertas de las casas para que los conquistadores pensasen que seguían defendiéndose. Las tropas españolas acamparon en el valle de Jovel (en donde se ubica ahora San Cristóbal de Las Casas). Ahí Luis Marín, como gesto de paz, ordenó liberar a algunos de los prisioneros que habían hecho. Al siguiente día, los chamulas regresaron por los demás prisioneros y juraron obediencia al rey de España, quedando nuevamente pacificados. Después de ello, las tropas conquistadoras fueron a atacar Huixtán, que seguía rebelde. Tras una nueva batalla, la escena de Chamula volvió a repetirse. Los españoles entraron a la fortaleza de Huixtán, que había sido abandonada por sus habitantes. Lograron hacer algunos prisioneros para obligar a los huixtecos a venir en son de paz, trayéndoles un poco de oro y unas plumas de quetzal.[2]: 962 

Después de estas batallas, los conquistadores consideraron que no existían las condiciones para fundar una villa y decidieron regresar a Espíritu Santo, pasando por Los Cimatanes para castigar a los indios que habían matado a dos españoles.[7]: 467 

El 11 de abril salieron de Zinacantán. En el camino cruzaron por Tapilula, Solosuchiapa, Coyumelapa, Ixtapangajoya, Tecomajiaca y Teapa.[7]: 466  Pasando los Cimatanes, en Talatupán (tal vez el actual Jalupa, Tabasco) sufrieron un ataque sorpresa con flechas en el que resultaron heridos veinte soldados y muertos dos caballos. Como no lograron que los indios se rindieran, los españoles decidieron regresar a la villa de Espíritu Santo.[2]: 966 

A pesar de que las tropas de Luis Marín no fundaron ninguna villa en el actual territorio de Chiapas, las regiones por las que incursionaron quedaron relativamente pacificadas. En los años siguientes, varios españoles las atravesaron sin mayores contratiempos. Los vecinos de Espíritu Santo iban periodicamente a cobrar tributos a los pueblos zoques con lujo de violencia.[5]: 98-99 y 128-129 

Diego de Mazariegos y Pedro Portocarrero (1527-1528)[editar]

Diego de Mazariegos

Unos años después de la expedición de Luis Marín, dos grupos de conquistadores más incursionaron en Chiapas. El primero, encabezado por Pedro Portocarrero, salió de Santiago de los Caballeros el 22 de noviembre de 1527, por orden del teniente de gobernador de Guatemala Jorge de Alvarado.[5]​ El segundo dirigido por Diego de Mazariegos, primo hermano del gobernador de la Nueva España Alonso de Estrada, de la ciudad de México el 27 de noviembre de 1527 con el cargo de teniente de gobernador de “las provincias de Chiapa y los Llanos de ellas”. [8]​ Ninguno de los dos conquistadores tenía conocimiento de la campaña militar del otro. Las dos incursiones tenían como objetivo pacificar la provincia de Chiapa y fundar una villa.Cada expedición tomó rutas conocidas. La de Portocarrero siguió el camino que pasaba por Huehuetenango, cruzó el río Grande de Chiapa en Aquespala y llegó hasta Copanaguastla, para luego subir a los Llanos de Comitán. Ahí, Portocarrero fundó San Cristóbal de los Llanos a principios de 1528. Gudrun Lenkersdorf sostiene que, a lo largo de esta expedición, no hubo enfrentamientos de importancia: “Los habitantes evitaron los grandes enfrentamientos frontales como resultado de las expediciones sufridas”[5]: 157 La expedición de Mazariegos —quien iba acompañado de 80 españoles, de su hijo menor Luis, de algunos esclavos negros y de un numeroso grupo de indios auxiliares mexicanos— salió de la ciudad de México y atravesó Oaxaca. Tras vencer a los zapotecas de Tehuantepec en Suchitepec, continuó el camino hasta Jiquipilas, en donde los conquistadores fueron recibidos por unos zinacantecos que se habían desplazado para darles la bienvenida.[5]: 177  En febrero de 1528, Mazariegos y sus hombres arribaron a Chiapan sin encontrar resistencia alguna y, muy cerca de esa población, fundaron la Villa Real. Antes o después de esta fundación (los testimonios no concuerdan en el momento), el teniente de gobernador fue informado de la presencia de otros conquistadores en la región. Algunos eran encomenderos de la villa del Espíritu Santo y otros, del grupo de Portocarrero.[5]: 178  Esto generó preocupación en las tropas de Mazariegos. En el mes de marzo, Mazariegos fue a Huixtán para encontrarse con Portocarrero.[5]: 183 En la reunión ambos conquistadores acordaron que la decisión de quién tenía el derecho de conquistar Chiapa quedaría en manos de Alonso de Estrada.[5]: 184 Después de ese encuentro y antes de que llegara la respuesta de Estrada, Mazariegos decidió trasladar la Villa Real al valle de Jovel (o Hueyzacatlán, por su nombre en náhuatl). Si bien la principal razón que dio fue que la región de Chiapan era demasiado caliente, el objetivo era en realidad “quitarle a la Villa del Espíritu Santo sus encomiendas en las tierras altas y juntarlas con los pueblos controlados por San Cristóbal para formar la provincia de Chiapa.”[9]: 80  Así, el nuevo asentamiento se erigió como una cuña entre San Cristóbal de los Llanos y la villa del Espíritu Santo.[5]: 186 Algunas semanas después llegó la respuesta del gobernador Estrada a favor de Mazariegos y mandando que Portocarrero despoblase la villa que había fundado. El 9 de mayo de 1528, Mazariegos envió al alcalde de Villa Real Pedro de Orozco a encontrarse con Portocarrero en Comitán, y éste decidió acatar la orden de Estrada.[5]: 190  Algunos de los conquistadores que habían llegaron con Portocarrero decidieron quedarse con Mazariegos con la esperanza de que éste respetaría las encomiendas que habían recibido.

Las rebeliones contra los conquistadores (1528-1533)[editar]

En agosto de 1528 Mazariegos sustituyó a gran parte de los anteriores encomenderos en favor de sus parientes y allegados. Esto generó tensiones entre los nuevos señores y los indios. Los españoles empezaron a exigirles a los naturales alimentos, leña y zacate y que construyeran sus casas. Los pueblos se negaron a obedecer y se alzaron en contra de los españoles.[9]: 81 

Villa Real comenzó a sufrir del desabasto y los conquistadores optaron por reprimir las armas a la mano a los rebeldes. Al verse agredidos, “los indios decidieron abandonar los poblados, se retiraron a los peñoles, escondieron a mujeres y niños en las cuevas y se defendieron con gran valentía.”[9]: 34  Después de someter a unos indios apostados en el peñol de Quezaltepeque, Mazariegos enfermó y se retiró a Copanaguastla. La región seguiría sin pacificarse varios años más.

Cañón del Sumidero, Chiapas

Para el año de 1532, muchos pueblos seguían rebelados, entre ellos Chiapan. El nuevo teniente de gobernador de Chiapa, Baltasar Guerra, logró someter a algunos pueblos rebeldes con la ayuda de algunos indios amigos. Los chiapanecas rebeldes en vez de enfrentarse a las tropas españolas optaron por refugiarse en un antiguo centro ceremonial a orillas del Río Grande, pero, presionados por los españoles abandonaron pronto el sitio y se escondieron en unas cuevas en lo alto del Cañón del Sumidero.[8]: 35–36  Ahí se produjo la primera de las batallas del Sumidero.

Al año siguiente, Baltasar Guerra emprendió una campaña para reconquistar la provincia de Los Zoques. Después de pacificar a los pueblos de Ixtacomitán, Comeapa, Solosuchiapa, Nicapa, Ostuacán, Coalpitán (rebautizado como Francisco León en el siglo XX), Zozocolapa y Suchitepeque, regresó a Chiapan, renombrado como Chiapa de los Indios.

Ese mismo año de 1533, Guerra impuso a los chiapanecas dos gobernadores indios. “Estos dos señores recibieron el encargo de controlar la recaudación de los tributos y de fomentar la conversión de sus súbditos a la religión católica.”[8]: 37  El nuevo encomendero y los gobernadores indios obligaron a los chiapanecas a pagar tributos excesivos y a trabajar en los lavaderos de oro cerca de Copanaguastla. A la sazón de las nuevas exigencias, a finales del año de 1533, un grupo de chiapanecas se rebeló y se refugió, al igual que la vez anterior, en el Cañón del Sumidero, en donde libraron batalla hasta que no tuvieron más remedio que rendirse. Algunos de los capturados, entre ellos el líder principal de nombre Sanguieme, fueron ajusticiados en la plaza de Chiapa de los Indios.[8]: 36–38 

La conquista de la Selva Lacandona[editar]

Los españoles sólo lograron conquistar la Selva Lacandona a finales del siglo XVII, después de muchos intentos. En 1525, Pedro de Alvarado, para alcanzar a Cortés quien se dirigía Las Hibueras (Honduras), atravesó la provincia del Lacandón. Sin embargo, ante lo intrincado de sus serranías y lo caudaloso de sus ríos, decidió regresar a Guatemala. [4]: 48 

En 1530, un grupo encabezado por Alonso Dávila —capitán del adelantado de Yucatán, Francisco de Montejo— se adentró en la Selva Lacandona buscando un camino que lo llevara a la provincia de Acalan. Sin proponérselo, se encontraron con la laguna e islas de Lacam-Tum

Mapa

; a unas treinta leguas de Comitán. Después de saquear la isla, los conquistadores abandonaron el área y no regresaron.[4]: 48–55  Cinco años después, en 1535 por órdenes de Pedro de Alvarado, el capitán Francisco Gil Zapata salió de Ciudad Real a pacificar a la provincia de Los Zendales. Se internó en la selva y fundó una villa en el valle de Tequepan-Pochutla (probablemente en el corazón de la selva). Desde ahí se dedicó a atacar los asentamientos cercanos y a hacer esclavos a todos los indios que lograba capturar. Al poco tiempo, el conquistador ordenó despoblar la villa y continuar el camino hasta el río Usumacinta cerca de Tenosique.[4]: 53–58 

Siendo gobernador de Chiapas Francisco de Montejo, se llevó a cabo en 1542 una nueva entrada al norte de Los Zendales, a cargo de Pedro de Solorzano. En esta se logró someter a los pueblos de Tila, Petalcingo y Entena, despejando así el camino hacia la selva.[4]: 58–63 

En un primer momento, los dominicos, llegados a Chiapas con fray Bartolomé de Las Casas, intentaron por medios pacíficos que los indios de la selva reconociesen la autoridad de la Corona española. Sin embargo, los repetidos ataques de pochutlas y lacandones contra varios de los recién fundados pueblos de indios, los llevaron a abandonar esa opción.[4]: 64–76 

En 1559 la Audiencia de Guatemala autorizó una nueva incursión a la selva, conocida como la Guerra del Lacandón a cargo de tropas de la provincia de Chiapa y de Guatemala. El contingente que partió de Ciudad Real estaba comandado por Gonzalo de Ovalle, y contaba entre sus filas con 600 indios de Chiapa y 200 de Zinacantán. Después de varios enfrentamientos, las tropas invasoras, gracias a la capacidad de los indios de Chiapa, consiguieron conquistar el peñol de la isla de Lacam-Tum. Después lanzaron una incursión en el pueblo de Topiltepeque. En ese lugar sufrieron una emboscada que causó varios heridos,a pesar de lo cual tomaron el pueblo, abandonado por sus habitantes, y lo destruyeron.. Las huestes comandadas por Solórzano continuaron su camino hacia Pochutla. Lograron ocupar la isla en la que se encontraba ese pueblo, pero una vez más, los indios se escabulleron por la selva. La llegada de las lluvias y las deserciones de los indios auxiliares convencieron a los mandos militares de dar por terminada la entrada a la selva y regresar a Ciudad Real.[4]: 82–84  Simultáneamente, otras tropas comandadas por el gobernador indio de Chamelco, Juan Matalbatz, incursionaron desde la Verapaz. En esa campaña prácticamente exterminaron a los acalaés e hicieron prisioneros a 150 lacandones. [4]: 85–89 

Ninguna de esta campañas logró reducir a los pueblos rebeldes, menos aun evangelizarlos. Esta empresa solo la consiguió el dominico fray Pedro Lorenzo de la Nada. Éste religioso había llegado a Ciudad Real en 1560 y había sido asignado al convento de Santo Domingo. En 1563, decidió evangelizar pacificamente a los pochutlas que habían vuelto a poblar la isla lacustre en la que habitaban. Acompañado sólo por unos diez indios amigos, logró llegar a la isla y fue recibido con amabilidad por el cacique Chanaghoal. Sólo necesitó tres días para convencer al cacique y a su pueblo de irse a vivir a algún pueblo bajo el control de los frailes. En 1564, el cacique y su gente se asentaron en Ocosingo.[4]: 89 

A pesar de los éxitos de la política de conquista pacífica de fray Pedro Lorenzo de la Nada, quedaban todavía indios indómnitos en la selva. En 1586 Juan de Morales organizó una campaña militar contra los lacandones. La tropa salió desde Ciudad Real el 17 de febrero y llegó hasta la laguna de Lacam-Tum el 2 de marzo. Si bien logró ocupar el poblado, los lacandones se escabulleron en la selva[4]: 98–99  y se dirigieron al río Lacantún, en donde fundaron Sac-Bahlán.[10]: 338 

En ese nuevo asentamiento los lacandones mantuvieron su libertad durante un siglo hasta que fueron descubiertos por el franciscano Antonio Margil de Jesús en 1694. El religioso no logró evangelizarlos pacíficamente. Solicitó entonces al presidente de la Audiencia apoyo militar para someterlos. Se organizaron tres incursiones simultáneas: desde la provincia de Chiapa, desde Huehuetenango y desde La Verapaz. “Sac-Bahlán fue conquistado el Viernes de Dolores de 1695 por las tropas venidas de Huehuetenango. Dos semanas después, fue ocupado también por el ejército de Chiapa, encabezado por el presidente de la Audiencia de Guatemala y por fray Antonio Margil."[10]: 338 

El pueblo fue rebautizado con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores y se estableció ahí una misión religiosa y una guarnición militar. Ya convertidos, los lacandones fueron diezmados por las epidemias. En 1714 se retiró el presidio militar, y los sobrevivientes terminaron sus días en el pueblo guatemalteco de Santa Catarina Retalhuleu.[10]: 338 

La conquista espiritual y evangelización[editar]

La conquista espiritual o evangelización consolidó la presencia española en el Nuevo Mundo. En Chiapas, fue llevada a cabo principalmente por los frailes de las órdenes de Santo Domingo y San Francisco.

Vista de la ciudad de Chiapa de Corzo desde el cerro de San Sebastián

La evangelización comenzó en Chiapas con la llegada a Ciudad Real de fray Bartolomé y de religiosos de la orden de Santo Domingo en 1545. Aunque fray Bartolomé de Las Casas permaneció poco tiempo en Chiapa debido a los enfrentamientos que tuvo con los encomenderos por la aplicación de las Leyes Nuevas, sus acompañantes los dominicos emprendieron rápidamente la evangelización de los indios. Su primera decisión consistió en establecerse en los principales poblados indios: Chiapa, Zinacantán y Copanaguastla; y posteriormente en Tecpatán. Esto les permitió dominar rápidamente las lenguas de mayor difusión: chiapaneca, tzotzil, tzeltal y zoque. [11]

Entre 1549 y 1575, los dominicos procedieron a congregar a los habitantes de la provincia de Chiapa en los llamados “pueblos de indios”. Cada pueblo recibió un nombre, un santo patrón, tierras, una caja de comunidad y un cabildo para su autogobierno. A diferencia de la Nueva España, estos pueblos de indios no respetaron la organización político-territorial prehispánica.[12]​ Por ello, los pueblos de indios se reducían a la cabecera y no tenían pueblos sujetos, con la única excepción de Zinacantán.[13]

En 1575 llegaron a Ciudad Real los primeros frailes franciscanos a solicitud de los encomenderos que querían limitar el poder de los dominicos, quienes se esforzaban por disminuir las cargas que pesaban sobre los indios. Los franciscanos fundaron un convento en Ciudad Real y tuvieron bajo su administración a los barrios de San Antonio y de San Diego y al cercano pueblo de San Felipe.[14]​ También recibieron los pueblos del valle de Huitiupán en donde fundaron la Guardianía de Huitiupán, cuya cabecera se encontraba en Asunción Huitiupán.Si bien los curas seculares tuvieron desde un inicio la administración de la gobernación del Soconusco, el primer pueblo que recibieron en la provincia de Chiapa fue el de Palenque. Este pueblo había sido fundado por fray Pedro Lorenzo de la Nada para congregar a los indios choles que había logrado convencer de que salieran de la Selva Lacandona. Pero a la muerte del fraile, los dominicos no quisieron hacerse cargo del pueblo y lo dejaron bajo el control de los curas seculares. En 1584, los seculares recibieron de manos del obispo fray Pedro de Feria los pueblos del valle de Jiquipilas y, en 1595, los pueblos cercanos a Palenque: de Tila, Tumbalá y Petalcingo.

Para poder llevar a cabo la evangelización, los religiosos empezaron por convertir a los caciques para que luego los indios del común siguieran el ejemplo de sus dirigentes. En un inicio, para comunicarse con los indios, comenzaron usando intérpretes o incluso recurrieron a la mímica.[15]​Pero, rápidamente, se esforzaron por aprender las lenguas locales. Para facilitar esta tarea a sus sucesores en las doctrinas, escribieron diccionarios y confesionarios bilingües, gramáticas y sermonarios.[15][16]


  1. Remesal, Antonio de (1988). Historia general de las Indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala.. Ed. Porrúa. p. 4. ISBN 9684522827. OCLC 836401657. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  2. a b c d e f g h i j k l m n Díaz del Castillo, Bernal (1632). Miguel León Portilla, ed. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  3. W. George Lovell, Christopher H. Lutz y Wendy Kramer (2016). Atemorizar la Tierra. Pedro de Avarado y la Conquista de Guatemala, 1520-1541. p. 36-39. 
  4. a b c d e f g h i j De Vos, Jan (1988). La paz de Dios y del Rey la conquista de la Selva Lacandona (1525-1821). Fondo de Cultura Económica. ISBN 9789681630492. OCLC 984805684. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  5. a b c d e f g h i j Lenkersdorf, Gudrun (1993). Génesis histórica de Chiapas 1522-1532: el conflicto entre Portocarrero y Mazariegos. Universidad Nacional Autónoma de México. p. 93. ISBN 9683632386. OCLC 902558567. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  6. Juan Pedro Viqueira. Encrucijadas chiapanecas: economía, religión e identidades. El Colegio de México. p. 118. ISBN 9789681210779. OCLC 1091441052. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  7. a b c Godoy, Diego (1856). «Relación hecha por Diego Godoy a Hernando Cortés». En Enrique de Vedia, ed. Historiadores primitivos de Indias. Impr. de M. Rivadeneyra. OCLC 2233019. Consultado el 20 de mayo de 2019. }
  8. a b c d De Vos, Jan (1985). La batalla del Sumidero. Historia de la rebelión de los chiapanecas, 1524-1534. Instituto Nacional Indigenista. ISBN 9688500356. OCLC 433158890. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  9. a b c Lenkersdorf, Gudrun (2002). «La resistencia a la conquista española en Los Altos de Chiapas». En Viqueira Albán, Juan Pedro y Ruz, Mario Humberto., ed. Chiapas los rumbos de otra historia. UNAM-CIESAS. ISBN 9683648363. OCLC 123084561. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  10. a b c De Vos, Jan (2002). «El Lacandón: una introducción histórica». En Viqueira, Juan Pedro y Ruz, Mario Humberto., ed. Chiapas los rumbos de otra historia. UNAM-CIESAS. ISBN 9683648363. OCLC 123084561. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  11. Viqueira, Juan Pedro (2009). «Éxitos y fracasos de la evangelización en Chiapas». En Zigaut, Nelly, ed. La Iglesia Católica en México. El Colegio de Michoacán. ISBN 968695970X. OCLC 40271921. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  12. Obara-Saeki, Tadashi y Viqueira Alban, Juan Pedro (2017). El arte de contar tributarios: provincia de Chiapas, 1560-1821. El Colegio de México. p. 57, 55 y 561-562. ISBN 9786076280966. OCLC 1004671411. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  13. Viqueria, Juan Pedro (1999). «El lento, aunque inexorable, desmembramiento del señorío de Zinacantán». Anuario 1998 (1a ed edición). Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas. ISBN 9685149046. OCLC 43951563. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  14. Viqueira Albán, Juan Pedro (29 de diciembre de 2017). «Geografía religiosa del obispado de Chiapas y Soconusco (1545-1821)». EntreDiversidades. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades 1 (9): 147-207. ISSN 2007-7602. doi:10.31644/ed.9.2017.a05. Consultado el 20 de mayo de 2019. 
  15. a b Ruz, Mario Humberto, ed. (1986). Diccionario de la lengua Tzeldal según el orden de Copanabastla. México: UNAM. p. 15. 
  16. Ruz, Mario Humberto. (1989). Las Lenguas del Chiapas colonial : manuscritos en la Biblioteca Nacional de París. Vol. 1 (Lenguas mayeneses: tojolab’al, cabil, mochó, tzotzil y tzeltal); Vol. II (Lengua zoque) (México, UNAM, 1997); y vol. III (en colaboración con Claudia Margarita Díaz), Vol. III (Lengua chiapaneca) (México, UNAM, 2003). (1. ed edición). Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filogógicas, Seminario de Lenguas Indígenas. ISBN 9683605419. OCLC 20271790. Consultado el 21 de mayo de 2019.