Manuel Belgrano

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Manuel Belgrano (Buenos Aires, 3 de junio de 177020 de junio de 1820) fue un intelectual, abogado, político y militar argentino luchador de la guerra de la Independencia y creador de la bandera argentina.

Biografía

El Consulado de Comercio

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano era criollo de padre de origen italiano. Su padre, Domenico, era oriundo de Oneglia, en Liguria, tenía como apellido primero el de Peri —que castellanizó luego como Pérez—, aunque adoptó luego el apellido Belgrano, según la tradición porque producía excelente trigo. Su madre, María Josefa González Casero, era nacida en la ciudad de Santiago del Estero.

Entre 1786 y 1793 estudió Derecho en las universidades de Salamanca y Valladolid, donde se graduó con medalla de oro a los 18 años de edad en la Cancillería de Valladolid, dedicando especial atención a la economía política. Por tal motivo en Salamanca fue el primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política. Fue uno de los próceres más católicos, y gracias a su excelente desempeño en las letras consiguió un permiso especial del Vaticano para leer y retener algunos textos prohibidos por la Iglesia en aquel momento. Allí, por su cuenta, leyó a Rousseau, Diderot, Voltaire, Montesquieu; en el territorio rioplatense, quizás a través de su primo Juan José Castelli, se interesó por el pensamiento de Francisco Suárez, quien declaraba que el poder de los gobiernos deviene de los pueblos. Siguió los acontecimientos de la Revolución Francesa de 1789, que le influyeron hasta el punto de hacerle adoptar, como a José de San Martín, el ideario liberal de finales del siglo XVIII. Regresó al Río de la Plata al ser nombrado Secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires (17941810).

Durante su labor como Secretario, fundó la Escuela de Náutica y la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a través del Consulado, también abogó por la creación de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva. Belgrano es, sin duda, uno de los próceres que más énfasis puso en impulsar la educación).

Se opuso abiertamente a las Invasiones Inglesas, ya que declaró no querer cambiar un amo por otro, sino la libertad de su patria[cita requerida]. Por tal motivo, y pese a carecer de experiencia militar, combatió con el grado de capitán, destacándose en la defensa de la zona del Riachuelo (1806). Tras ser derrotados los invasores, ganado por las ideas independentistas Belgrano empezó su actividad en pro de la independencia y contra la dominación española. Su actividad se acendró desde que en 1809 llegaron noticias de que la antigua metrópoli había sido ocupada por el ejército francés.

La Primera Junta y la Campaña al Paraguay

Fue uno de los principales dirigentes de la insurrección que estalló en 1810, y que se transformó en la Revolución de Mayo, formando parte de la Junta que se constituyó en Buenos Aires, llamada la Primera Junta, embrión de un gobierno argentino.

En los días iniciales de la revolución editó y fue director del periódico llamado El Correo de Comercio, en el cual, entre otras frases expresó:

Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es solo para los ricos.

Aunque no era militar profesional, fue nombrado general al mando del ejército libertador del Paraguay. Dice al respecto en su autobiografía:

Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición al Paraguay. La Junta puso las miras en mí para mandarme con la expedición auxiliadora, como representante y general en jefe de ella; admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que sólo quería disfrutar de la Capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales mismos, que yo no podía atajar, y deseaba hallarme en un servicio activo, sin embargo de que mis conocimientos militares eran muy cortos.

En sus campañas militares llamó la atención su frugalidad y su modo de vida equiparable al de un soldado raso.

Al mando de un escasísimo y bisoño ejército, en el cual hicieron sus primeras armas los asuncenos José Espínola, Narciso Flores, Félix Bogado y José Machain, logró liberar la Mesopotamia argentina, fundando las actuales ciudades de Curuzú Cuatiá y Mandisovy (actual Federación (Entre Ríos)) como antemurales contra las invasiones brasileñas. Ya en territorio paraguayo logró una primera victoria sobre los realistas en la batalla de Campichuelo, pero resultó derrotado por tropas muy superiores numéricamente en la batalla de Paraguarí y en la batalla de Tacuarí. Estas derrotas, en 1811, significaron un revés para el intento de mantener a Paraguay unido a Argentina, aunque logró influir efectiva y eficazmente en la emancipación de dicho territorio, a tal punto que en 1812 firmó con el nuevo estado un tratado de Confederación, que no pudo concretarse entonces. Es en esa época que redacta los Reglamentos para las provincias de Misiones, cuerpo legislativo que es precedente para la Constitución Nacional argentina.

Después del fracaso de la expedición al Paraguay, la Junta de Buenos Aires le inició una causa el 6 de junio de 1811, aunque no había un cargo concreto hacia él, sino una petición del pueblo para que se hiciesen los cargos a que hubiese lugar. Se convocó entonces tanto al pueblo de Buenos Aires como a la milicia de la Banda Oriental para que declararan contra el general. Sin embargo, no solo nadie se presentó, sino que los oficiales que actuaron en la campaña al Paraguay manifestaron en un documento no tener quejas y defendieron su sacrificio patriótico y heroico valor. El tribunal llamó a declarar a algunos militares, quienes manifestaron la conducta de Belgrano fue intachable. Finalmente el gobierno resolvió el 9 de agosto de 1811 absolverlo y emitir el veredicto en la Gazeta de Buenos Ayres[1]​:

...se declara que el general don Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y consistencia digno del reconocimiento de la patria...

La creación de la bandera argentina

Fue el creador de la escarapela, y de la bandera argentina, que enarboló por primera vez en Rosario a las orillas del río Paraná, ante las baterías de artillería que denominó "Libertad" e "Independencia", donde hoy se ubica el Monumento Histórico Nacional a la Bandera. Esta actitud le costó su primer enfrentamiento abierto con el gobierno centralista de Buenos Aires, personificado en las figuras de Bernardino Rivadavia y Carlos María de Alvear, de posturas netamente europeizantes y contrarrevolucionarias.

En cuanto a su elección de los colores de la bandera nacional argentina, tradicionalmente se ha dicho que se inspiró en los colores del cielo; esta versión es sin dudas válida aunque no excluyente de otras. Sin embargo, es muy probable que haya elegido los colores de la dinastía borbónica (el azul-celeste y el 'plata' o blanco) como una solución de compromiso: en sus momentos iniciales las Provincias Unidas del Río de la Plata, para evitar el estatus de rebelde declararon que rechazaban la ocupación realista, aunque mantenían aún fidelidad a los Borbones. Por otra parte, Belgrano parece haber sido devoto de la Virgen de Luján, y otras advocaciones de la Virgen (de Chaguaya, de Itatí, del Valle, de Cotoca, y de Caacupé), cuyas vestes tradicionalmente son o han sido albicelestes.

En el año 1938, por primera vez se celebró el Día de la Bandera en Argentina, eligiéndose el 20 de junio, día de la fecha de su fallecimiento.

Segunda Campaña al Alto Perú

A partir de la Segunda expedición libertadora al Alto Perú puesto a cargo del Ejército del Norte, lideró el éxodo jujeño. Venció en las decisivas batallas de Tucumán (1812) y Salta (1813), que salvaguardaron la independencia argentina al contener la contraofensiva realista lanzada desde el norte; pero volvió a ser derrotado cuando intentó proseguir su avance en el Alto Perú (1813). Pese a ello, al comisionar a Ignacio Warnes para la misión de liberar a Santa Cruz de la Sierra, logró extender el área de territorio liberado. Las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, en territorio de la actual Bolivia, son consideradas por algunos como un fracaso determinante de la posterior separación entre Argentina y Bolivia. Tal secesión parece deberse sin embargo a causas más profundas, tal como el inexplicable desinterés del gobierno de Buenos Aires, que en una carta fechada el 9 de mayo de 1825 le responde al mariscal Antonio José de Sucre que es volun­tad del Congreso General y Constituyente que las provincias del Alto Perú queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad.

Belgrano también comandó campañas para liberar a la Banda Oriental, cooperando directamente con José Gervasio de Artigas en este cometido. Injustamente cuestionado por el gobierno de Buenos Aires, se vio forzado a renunciar al mando militar y se puso a las órdenes del por entonces recién nombrado segundo comandante, el entonces coronel José de San Martín, fundamentalmente debido a las demoledoras derrotas sufridas en Vilcapugio y Ayohuma. Se econtraba además gravemente enfermo por afecciones contraídas durante sus extensas campañas militares, probablemente paludismo y tripanosomiasis.

Pese a encontrarse con un ejército material y anímicamente diezmado, San Martín reconoció en todo momento la gran labor libertadora desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú, profesándole en todo momento un gran respeto y admiración.

Belgrano le transfirió el mando de las tropas a San Martín en el encuentro de La Posta de Yatasto, Salta.

Diplomacia en Europa

Siguió prestando servicios a la causa argentina en el plano diplomático. En 18141815 viajó - con mucho riesgo para su vida, no solo por estar enfermo sino por ser considerado un súbdito rebelde - a Europa para negociar el reconocimiento de la independencia ante las potencias del Viejo Mundo, aunque sin obtener resultados.

Estatua ecuestre, en Plaza de Mayo rinde homenaje a Belgrano desde 1873

Es en ese viaje que observó la feroz hostilidad de casi todos los gobiernos europeos de entonces a los estados republicanos o democráticos. Se trataba de la época de la Santa Alianza en Europa. Esto explica que a su regreso de la misión en Europa haya propuesto, como San Martín y por idénticos motivos, un gobierno de transición que fuera del tipo monárquico constitucional. Su propuesta implicaba una monarquía casi nominal que ofrecía el trono a los descendientes de los Incas, y un gobierno efectivo de tipo parlamentario, con el objeto de lograr el pronto reconocimiento a nivel internacional de la independencia argentina. Esta propuesta fue ridiculizada por sus contemporáneos. Sin embargo, habría obedecido a un muy inteligente cálculo por parte de Belgrano: la oferta de la corona a los Incas buscaba atraer la adhesión de las poblaciones de las actuales zonas andinas de Bolivia, Perú y Ecuador al movimiento emancipatorio que se gestaba desde Argentina.

Fue, con San Martín y Bernardo de Monteagudo, uno de los principales promotores de la declaración definitiva de la independencia argentina en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816.

Su muerte

Mausoleo de Manuel Belgrano en el Convento de Santo Domingo

Los últimos años de su vida los pasó combatiendo al frente del Ejército del Norte. Por sus victorias de Tucumán y Salta se le otorgó como premio una importantísima suma en monedas de oro; Belgrano, respondiendo que prefería ser un buen hijo de la patria más que un padre de la misma expresó que el dinero de tal premio fuera dedicado para la construcción de escuelas públicas estatales y gratuitas en las ciudades de Tarija (en la actual Bolivia), Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán y Santiago del Estero.

La muerte de Belgrano a causa de hidropesía, ocurrió el 20 de junio de 1820, en momentos en que arreciaba la crisis política en la Capital (es el día recordado como Día de los tres gobernadores). Murió en la pobreza, a pesar de que su familia fue una de las más acaudaladas del Río de La Plata antes de que Manuel Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia. En medio de la crisis que se abatía sobre la provincia de Buenos Aires, su fallecimiento pasó prácticamente desapercibido. El único periodista que prestó debida atención a ese hecho fue el fraile franciscano Castañeda.

Cumpliendo con su última voluntad, su cadáver fue amortajado con el hábito de los dominicos y fue trasladado desde la casa paterna en la que murió (actual avenida Belgrano, nº 430) al Convento de Santo Domingo, recibiendo sepultura en un atrio con tan solo una lápida de mármol que lo identificaba.

Los dientes del prócer

El 4 de septiembre de 1902, una comisión designada por el presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, procedió a exhumar los restos para trasladarlos a la urna que sería depositada en el monumento que se inauguraría en octubre de ese año en el mismo atrio de Santo Domingo. Dicho monumento se construyó por suscripción popular.

Levantada la lápida, se retiraron los huesos que fueron colocados en una bandeja de plata. Entre ellos se encontraron algunos dientes, uno de los cuales fue tomado por el ministro del interior, doctor Joaquín V. González, y otro por el ministro de Guerra, coronel Pablo Ricchieri. Este hecho fue publicado y condenado por los principales diarios porteños y concluyó cuando el prior de Santo Domingo comentó, en cartas al diario La Prensa, que había recibido ambos dientes. El ministro González se había justificado ante el prior diciendo que se había llevado el diente para mostrarlo a sus amigos, y Ricchieri dijo que el lo retiró para presentarlo al señor general Bartolomé Mitre[2]​.

Manuel Belgrano y la educación

Manuel Belgrano fue uno de los próceres argentinos que más énfasis puso en impulsar la educación. Durante su estadia en España había elaborado un plan de acción, que en total abarcaba seis puntos. Uno de ellos estaba dedicado a la educación:

Antiguamente se halló en la política la máxima siguiente: ´Es bueno, mantener la gran masa del pueblo en la ignorancia, idea que aunque no fuera indigna del hombre, se opone directamente al verdadero interés del Soberano. (...) Ése es uno de los objetivos más importantes del gobierno. Vasallos dichosos y Soberano poderoso, son los resultados del estado actual de las escuelas públicas, y de la educación lugareña, que después de mil ensayos, se han establecido en varias provincias de Alemania, Suecia, Inglaterra, etc. (...) Por este medio se logran en la gran masa de una nación costumbres sanas[3]

Al regresar de España con una sólida preparación en materia económica, mostró en su accionar la influencia que en él habían ejercido las nuevas ideas. Ya como Secretario del Consulado, y por una real orden de erección de dicha institución (1794), tenía la obligación de presentar anualmente una memoria al cuerpo relatando las actividades realizadas. Sin embargo Belgrano las redacta puntualizando más lo que debiera hacerse que relatando lo efectuado. De esta manera alertaba a las autoridades sobre las necesidades de la colonia, adoctrinaba a sus paisanos y no despertaba sospechas de las autoridades.[4]

En la primera memoria consular (1796), propone la creación de siete tipos de establecimientos educativos, a saber:

En la primera memoria, fundamenta sus propuestas y su relevancia económica de muchas maneras:

Una de las causas a que atribuyo el poco producto de las tierra y el ningún adelantamiento del labrador (...) [es] porque no se mira a la agricultura como un arte que tenga necesidad de estudio, de reflexiones o de reglas.

No se crea que es ajeno al ministerio eclesiástico el instruir y comunicar las luces sobre el cultivo de las tierras, artes, comercio, etc., pues el mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen.

¿Cómo, pues, la pondremos [a la industria] en este estado [de riqueza]? Con unos buenos principios(...) Los buenos principios los adquirirá el artista en una escuela de dibujo que, sin duda, es el alma de las artes.

A estas infelices (por los pobres) gentes que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto, desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta y [son] o resultan unos salteadores o mendigos; estados seguramente deplorables, que podían cortarse si se les diese auxilio desde la infancia, proporcionándoles una regular educación, que es el principio de donde resultan ya lo bienes ya los males de la sociedad.

Uno de los principales medios que deben aceptar a este fin, son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices, [es decir, los pobres] mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria; las artes que producen abundancia que las multiplica después en recompensa, decaen; y todo, en una palabra, desaparece, cuando se abandona la industria, porque se cree no es de utilidad alguna.

Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñase doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente, inspirándoles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad.

La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte, sus principios son más dignos. (...) Sea el primero [de los medios de fomento del comercio], una escuela titulada de comercio.

Es forzoso se ponga igualmente, como medio de la protección del comercio, una escuela de náutica, sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río. (...) La utilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento, aun para los que no quieren seguir la carrera de la navegación, no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver claramente.[5]

En su memoria de 1797, sobre el cultivo del lino y el cáñamo también hace numerosas referencias a la educación. En sí misma, ésta memoria puede ser considerada como un manual didáctico sobre agricultura, explicándose con suficiente nivel de detalle como para ser de utilidad práctica para el labrador. Relata el tipo de terreno apto para el cultivo del cáñamo, como deben ser las semillas para que sean aptas para el cultivo, la forma de sembrarlo, cultivarlo y procesarlo de modo que sea directamente utilizable en los telares.

En total, dedica tres memorias exclusivamente a fomentar la educación técnica, que son las siguientes: [5]

  • 16 de junio de 1800. "Utilidad, necesidad y medios de erigir un Aula de Comercio en general, donde se enseñe metódicamente y por Maestría, la ciencia del Comercio en todos sus ramos". Hasta la fecha, esta memoria no ha podido ser hallada.
  • 14 de junio de 1802. "Establecimiento de fábricas de curtiembre". Ya hemos visto que en esta memoria la clave está en traer de Europa a maestros curtidores, o en enviar seis estudiantes a capacitarse en dicho oficio.
  • 16 de junio de 1806. "Fomento de la Agricultura en Establecimientos de Sociedad y Escuelas de su enseñanza". En esta memoria, que ha llegado a nuestros días, Belgrano hace una defensa de la enseñanza de las Matemáticas, en todos los ramos del saber, mostrando su relación con la del progreso de la maquinarias y ligando el de la agricultura al de éstas.

En su memoria consular de 1802 dice, sin enseñanza no hay adelantamientos y he clamado siempre por la escuela (...) como medios para la prosperidad del Estado, pero sus fondos adictos a una deuda contraída por este comercio en beneficio del erario, no han prestado margen para que pudiese disponer de ellos[6]​.

En 1809 Belgrano acepta la creación de un nuevo periódico (auspiciado por el entonces virrey Cisneros que aparece a fines de enero de 1810 con el nombre de Correo de Comercio de Buenos Aires. Su objetivo principal era popularizar los sanos principios de la economía política y ocuparse de materias científicas y literarias, impulsando a través de esas publicaciones la Revolución, según afirma en su autobiografía. También expone acerca de los beneficios económicos que resultaría de una difusión de la educación. De los siete primeros artículos publicados en el semanario, tres de ellos corresponden al tema educación, siendo éstos los más extensos. En el primero, titulado "Educación" expresa:

No es fácil corresponder en que ha podido consistir, ni en que consista el fundamento más sólido, la base, digámoslo así, y el origen verdadero de la felicidad pública, cual es la educación, se halla en un estado tan miserable, que aun en las mismas capitales se resienten a su falta. (...) A la falta de estos establecimientos debemos atribuir los horrores que observamos[7]

Llega a ligar el amor al trabajo, y las virtudes básicas de todo ciudadano con la educación primaria. Según su pensamiento, ninguna sociedad podía progresar si sus habitantes no tenían aprecio por el trabajo y esfuerzo, y eran virtuosos:

¿Cómo, cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios y que el gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?[7]

Más adelante, en el mismo Correo de Comercio, vuelve a insistir en la formación de valores:

¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de la que preceden. Ruboricémosnos, pero digámoslo: nadie. (...) Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que le hablemos tanto de escuelas; pero que se convenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidad perpetua y que aquéllos para ser sólidos y permanentes es preciso que se compongan de las virtudes morales y sociales, que sólo pueden imprimirse bien, presentando a la juventud buenos ejemplos[7]​.

Otorga a la educación primaria más importancia que a la universitaria, fundamentando su afirmación de la siguiente manera:

Séanos lícito aventurar la proposición de que es más necesaria la atención de todas las autoridades, de todos los magistrado, y de todos los ciudadanos para los establecimientos de la enseñanza de niñas, que para fundar una Universidad. (...) Con la Universidad, habría aprendido algo de verdad nuestra juventud en medio de la jerga escolástica, y se habría aumentado el número de nuestros doctores, pero ¿equivale esto a lo que importa la enseñanza de las que mañana han de ser madres? (...) Es indudable que no, y para prueba, no hay más que trasladarse a donde hay Universidades, y no hay quién enseñe al bello sexo[7]

Debido a la importancia que asignaba a la educación es que se ocupa de ésta sea impartida del modo que él considera es el más adecuado y eficiente. Limita los castigos corporales que, en esa época, representaban un hábito muy arraigado en la sociedad. Elimina, en gran medida, la humillación pública del alumno incorregible, por considerar que era contraproducente e innecesaria.

Se ocupa también de señalar cómo debía ser la selección de los maestros, y de describir cuáles debían ser sus características principales. Los alumnos sólo tenían una oportunidad de recibir educación, y ésta debía ser la mejor disponible. La opinión de Belgrano al respecto es contundente, tanto cuando se refiere a la educación primaria como a la técnica o terciaria:

En relación a la educación primaria
"Si por desgracia una sola de éstas [, las maestras,] hay que sea de malas costumbres, ¿es dable hacer el cálculo de los males que pueden resultar a la sociedad? Porque desengañémosnos, el ejemplo... Si, el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres."[7]
En relación a la educación terciaria o técnica
"Una especulación mal hecha puede traer consecuencias muy funestas al comercio de una provincia y de toda una nación. (...) ¡Qué de perjuicios para un país agricultor y comerciante! ¿Y qué modo de prevenirlos? La extensión de conocimientos, (...) que ni el labrador ni el comerciante ni el artista ignoren lo que les corresponde..."[5]

En su primera memoria alertaba a sus oyentes sobre el tema de la elección de los maestros, cuando decía que "debía confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que, por oposición, hubiesen mostrado su habilidad y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible".

Propone que el mecanismo de elección de los maestros esté basado en el mérito. Por ejemplo, en cuanto a la educación primaria escribió que la provisión de escuelas se hará por oposición, y pasa a establecer con minuciosidad el procedimiento que la regularía. En el artículo siguiente, el cuarto, establece Cada tres años podrá el ayuntamiento abrir nueva oposición, y convocar opositores si lo tuviese por convencimiento o hubiese proporción de mejorar el Maestro. El que ha servido o desempeñado la Escuela en igualdad de mérito y circunstancias deberá ser preferido[8]​.

En relación a la educación terciaria o técnica, en el Reglamento de la Escuela de Náutica, describía en detalle un mecanismo de oposición particular designado para elegir directores:

El mecanismo de oposición consiste en la presentación de credenciales, informes sobre sus conductas pasadas, el rendir un examen y preparar un discurso a las 24 hs de presentado un tema, el responder en el momento a las preguntas que cualquier miembro de la Junta desease formularle, el de labrar nuevos planos y de enseñar dicha metodología a sus discípulos, entre otros requerimientos.

El privilegio del maestro en actividad era el de conservar su puesto siempre y cuando sus aptitudes para el cargo no fueran superadas por otro maestro. La importancia que se da a los educadores puede verse en el artículo octavo del reglamento de las escuelas donadas en 1813, en el que indica que se le debería dar asiento al maestro en cuerpo de Cabildo, reputándosele como Padre de la Patria[9]​.

En el artículo 18 del mismo reglamento se mencionan cuáles debían ser los caracteres del maestro, que amplia la lista que ya habíamos expuesto anteriormente:

El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la Religión, consideración y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud, y a otras ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano que la de Extranjero[10]

Si se refiere en numerosas oportunidades a estas virtudes, sin duda es porque lo consideraba importante. Iniste Belgrano en los valores en numerosos ocasiones:

Basta con que los maestros sean virtuosos y puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud y dirigirlos por el camino de la Santa Religión y del honor y pudiendo enseñar a leer bien, poco importa que su forma de letra no sea de lo mejor; suficiente con que se pueda entender[11]
Porque desengañémosnos, el ejemplo... Si, el ejemplo es el maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres. Nada valen teorías, en vano las maestras explicarán y harán comprender a sus discípulas lo que es justicia, verdad, buena fe, etc., y todas las virtudes, si en la práctica las desmiente, ésta arrollará todo lo bueno, y será la conducta en los días ulteriores de la depravación...[12]

También se puede decir que Belgrano buscaba elevar la condición del maestro mediante el pago de sueldos dignos. Para asegurar la financiación de la educación, propone siempre la creación de fondos, para que los institutos tengan asegurados su financiamiento a perpetuidad. Su visión de largo plazo era insuperable.

Belgrano expone que el progreso económico depende del conocimiento técnico y de los valores de la sociedad. Haciendo referencia a los males que traería que los habitantes el que no estén suficientemente capacitados, pregunta: "¿Qué modo de prevenirlos? La extensión de conocimientos, la ilustración general, el que las luces se difundan por todos, que todos se instruyan, que adquieran ideas, que ni el labrador ni el comerciante ni el artista ignoren lo que les corresponde, que unos y otros procuren no apegarse tan íntimamente a los pensamientos de sus antepasados, los cuales sólo deben adoptarse cuando convienen y cuando no, desecharlos y abandonarlos: que lo fue útil en otro tiempo, hoy es perjudicial; las costumbres varían; los usos igualmente; y todo, de tiempo en tiempo, cambia, sin que en esto haya más misterio, que el de la vicisitud de las cosas humanas." La dirección que plantea es desde la razón hacia los usos y costumbres, y no a la inversa.

El periodista

Desde el Consulado aplaudió la aparición del periódico "Telégrafo Mercantil": ayudó a su fundación en 1801, donde difundió sus ideas revolucionarias. Como Secretario del Consulado protegió los órganos periodísticos publicados en el Río de la Plata. El 3 de marzo de 1810 apareció el periódico "Correo de Comercio", el cual dirigió. En sus páginas se observa la doctrina de Belgrano, es decir, la importancia de la educación en el país y de la mujer, entre otras cosas.

Vida personal

Belgrano tuvo una intensa relación amorosa con María Josefa Ezcurra, a quien conoció en 1802. El padre de ella desaprobó sin embargo la unión, y la dió en matrimonio a un peninsular. Tras la Revolución de Mayo este se exilió en su patria, donde Ezcurra se negó a acompañarlo; no habían tenido hijos. La situación les permitió cobrar intimidad, y Ezcurra marchó acompañando al Ejército en la campaña del Norte. Durante la misma concibió un hijo, que nacería el 30 de julio de 1813 en la estancia de unos amigos en Santa Fe, siendo bautizado con el nombre de Pedro Pablo. Se ignora si el niño conoció a su padre, pues lo adoptó inmediatamente su tía materna, Encarnación Ezcurra, a la sazón recién casada con Juan Manuel de Rosas; se lo conocería como Pedro Rosas y Belgrano.

En 1816 Belgrano conoció durante la celebración del Congreso de Tucumán a la joven María Dolores Helguero y Liendo, a quién prometió matrimonio. Fruto de esa relación fue Manuela Mónica Belgrano, nacida el 4 de mayo de 1819, pero la prometida unión nunca llegó a concretarse; cuando Belgrano regresó de sus campañas, la joven había sido dada en matrimonio a otro hombre. La niña viviría con su madre hasta 1825, cuando la hermana de su padre, Juana Belgrano de Chas, la llevó a Buenos Aires. En 1834, cuando Rosas hubo revelado a su medio hermano su verdadera filiación, se conocieron. Se casó en 1853 con un pariente distante, Manuel Vega Belgrano.


Predecesor:
Juan Martín de Pueyrredón
General en Jefe del Ejército del Norte
1812-1814
Sucesor:
José de San Martín


Predecesor:
Carlos María de Alvear
General en Jefe del Ejército del Norte
1816-1819
Sucesor:
Francisco Fernández de la Cruz

Referencias

  1. Basado en el recuadro El proceso a Belgrano, en Crónica Histórica Argentina, Tomo I, pág. 253, (1968) Ed. CODEX.
  2. Crónica Argentina, (1968) T. II p 254, ed Codex.
  3. Documentos para la Historia de Manuel Belgrano, tomo I. El texto no es autógrafo de Belgrano, sino que se encuentra en su Plan de Acción presentado previo a asumir como Secretario del Consulado.
  4. Manuel Belgrano (1993), pág 162, Ovidio Jiménez, editorial Ateneo
  5. a b c Memoria consular, 1796, en Documentos para la Historia de Manuel Belgrano, tomo II
  6. La deuda (o real donativo) se refiere a la contraída por el Consulado para donar el capital a la Corona.
  7. a b c d e Belgrano, Manuel: Correo de Comercio, 17 de marzo de 1810. En Escritos Económicos, Biblioteca del Oficial. Ed. Círculo Militar, 1963
  8. Mandelli, Huberto: Las escuelas donadas por Belgrano y su reglamento, INB, Bs. As. 1999, pp. 57-58.
  9. Mandelli, Huberto: Las escuelas donadas por Belgrano y su reglamento, INB, Bs. As. 1999, p. 50.
  10. Mandelli, Huberto: Las escuelas donadas por Belgrano y su reglamento, INB, Bs. As. 1999, pp 60-61.
  11. Belgrano, Manuel: Correo de Comercio, 24 de marzo de 1810. En Escritos Económicos, Biblioteca del Oficial. Ed. Círculo Militar, 1963.
  12. Belgrano, Manuel: Correo de Comercio, 21 de julio de 1810. En Escritos Económicos, Biblioteca del Oficial. Ed. Círculo Militar, 1963

Véase también

Enlaces externos