Diferencia entre revisiones de «Congreso de Tucumán»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Deshecha la edición 39067797 de 190.139.112.148 (disc.)
Línea 95: Línea 95:
[[Archivo:Tucumán Casa de la Independencia.JPG|thumb|left|300px|[[Casa de Tucumán|Casa de la Independencia Argentina]].]]
[[Archivo:Tucumán Casa de la Independencia.JPG|thumb|left|300px|[[Casa de Tucumán|Casa de la Independencia Argentina]].]]


En las primeras sesiones, los Diputados se abocaron a considerar el reglamento interno del Congreso y las cuestiones políticas internas. En cuanto a lo primero, nombraron un presidente, Biografía de Manuel Belgrano, su creador
En las primeras sesiones, los Diputados se abocaron a considerar el reglamento interno del Congreso y las cuestiones políticas internas. En cuanto a lo primero, nombraron un presidente, que debía ser rotativo, durando cada uno un mes en ese cargo. También eligieron dos secretarios, cayendo la designación en Juan José Paso y José Mariano Serrano.


Nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Sus padres fueron Domingo Belgrano, genovés, y Josefa González Caseros, porteña.
Realiza sus primeros estudios en el Colegio de San Carlos. En 1787 estudia Leyes en Salamanca, España.
En 1793 se gradúa en Valladolid, y lo nombran Secretario Perpetuo del Consulado que se establecería en Buenos Aires.
En 1797 es el Capitán de las milicias en Buenos Aires.
Hasta 1806 se dedica al estudio de idiomas y del Derecho Público y Economía.
A partir de 1807 participa de las acciones revolucionarias y de emancipación.
En 1810 escribió el "Ideario Libertador"
Participó en las luchas por la emancipación, en las derrotas de Paraguay y Tacuarí, los triunfos de Las Piedras, Salta y Tucumán, la creación de las baterías Libertad e Independencia y otras muchas operaciones militares.
En 1812 es nombrado Brigadier del Ejército, se establece en Rosario, y después de inaugurar las Baterías Libertad e Independencia, crea la escarapela, y luego, a orillas del Paraná, crea la Bandera Nacional, que es izada el 27 de febrero en la isleta Independencia.
Marcha hacia el Alto Perú con la instrucción de hacerse cargo del Ejército del Norte.
El 24 de septiembre de 1812, después de la victoria de Tucumán, designa a la "Virgen de las Mercedes" como generala del Ejército Patriota.
En 1813 dona sus sueldos para la creación de cuatro escuelas.
En 1813 sus fuerzas son derrotadas en Vilcapugio y Ayohuma. Desmoralizado y enfermo trata de reorganizar su ejército. En 1814 es relevado del mando por San Martín. Regrasa a Buenos Aires
1815 Parte hacia Europa con Rivadavia. Regresa al país en 1816 y se dirige hacia el norte a cooperar con Güemes.
En 1818, desalentado, pobre y con su físico deteriorado, se retira del ejército.
En 1819 se radica en Tucumán, pero su enfermedad empeora y viaja a Buenos Aires en grave estado, mientras los problemas de desunión nacional lo desalientan aún más.
El 20 de junio de 1820 muere el Creador de la Bandera Nacional. El día anterior había entregado a su médico su reloj de oro, que era todo el bien que le quedaba, de su entrega a la Patria y a su emancipación.






Creación de la Bandera
Hasta que Manuel Belgrano enarboló por primera vez la bandera nacional en la Villa del Rosario, el 27 de febrero de 1812, tanto los ejércitos patriotas como los realistas utilizaban los colores rojo y amarillo de España en sus estandartes. El origen del celeste y blanco tiene un antecedente religioso (tambn hay otras hipótesis). Eran los colores de la Virgen María en su Purísima e Inmaculada Concepción, a la que se representaba vestida de blanco con un manto celeste, representando el celeste es el color del cielo. La Virgen era la patrona del Consulado, donde Belgrano era su máxima autoridad. Y se cree que esa institución llevaba como divisa una bandera celeste y blanca.
Un poderoso rey español del siglo XVIII, Carlos III, creador del Virreinato del Río de la Plata, fundó una Orden que se identificaba con los colores celeste y blanco, con la misma disposición de nuestra bandera: dos franjas celestes a los costados y la blanca en el centro. El general creyó que hacía falta diferenciar un bando de otro, y estimular a la tropa con un símbolo propio. Se cree que la adopción del celeste y blanco también se debió a la imitación de los de la escarapela, creada el 18 de febrero de 1812.
El celeste y blanco pasó pronto a ser adoptado por los porteños. Juan Martín de Pueyrredón y sus hombres ya llevaban cintas de ese color durante las Invasiones Inglesas. Las habían tomado del Santuario de la Virgen de Luján. Belgrano, al decidirse por esos colores, no hizo más que respetar una vieja tradición popular.
Los colores de la escarapela, que luego serían los de la bandera, tienen otro antecedente: eran los que identificaban a los miembros de la Sociedad Patriótica (grupo político y literario de civiles y militares identificados con las ideas de Mariano Moreno). Como sus miembros fueron desplazados de la Junta en 1811, pasaron a la oposición. Y el Primer Triunvirato eligió el celeste y blanco para la escarapela con una disposición distinta de esa Sociedad. Esta última los disponía de este modo: celeste, blanco, celeste. La primera escarapela, se supone, era blanca, celeste y blanca.
Cerca de Macha, en Bolivia, se encontraron dos banderas que se supone eran las que llevó Belgrano hasta el Alto Perú durante su campaña militar. Una tiene la franja central celeste, y la otra, blanca. El Ejército del Norte juró obediencia a la Asamblea del Año XIII con una bandera blanca y celeste. Y esta enseña recién se enarboló en el mástil del Fuerte en 1815. Hasta entonces, allí, flameaba la bandera española. El Congreso de Tucumán, en 1816, adoptó la bandera celeste, blanca y celeste como símbolo nacional que identificaba a una nueva Nación. La presencia del sol en el centro de la bandera la adoptó el Congreso, reunido en Buenos Aires, en 1818. Este sol es el mismo que aparecía en la primera moneda nacional acuñada por la Asamblea del Año XIII y luce 32 rayos flamígeros. La bandera con el sol es la “bandera mayor” de la Nación, y solo pueden lucirla los edificios públicos y el Ejército. Los particulares exponen la bandera sin el sol en el centro.




La primera vez que se enarboló
Manuel Belgrano enarboló por primera vez la bandera nacional en la ciudad de Rosario el 27 de febrero de 1812, la cual fue confeccionada por doña María Catalina Echevarría de Vidal. En una nota, Belgrano comunicó que "...siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional". El 23 de agosto de 1812, en la torre del templo de San Nicolás, por primera vez en Buenos Aires se hace tremolar la bandera de la patria.
Le tocó al Congreso de Tucumán la gloria de sancionar el decreto, que no fue ley, de legalizar la enseña en uso. A los nueve días de declarada la Independencia, se sintió la necesidad de aprobar oficialmente la bandera, en cuya defensa ya habían muerto muchos cientos de argentinos.
Nacida la nueva Nación a la vida independiente, por la solemne voluntad de los pueblos que la componían, esa medida no podía postergarse por más tiempo.
El 18 de julio de 1816, en el acta de la sesión del día, el diputado por Buenos Aires, Juan José Paso pidió que se fijase y se jurase la bandera nacional.
Dos días después, se trató la importante ponencia y se resolvió por decreto que la bandera sería azul celeste y blanca y se la adoptó como símbolo patrio.
Para glorificar la bandera como corresponde, el 8 de junio de 1938, el Congreso sancionó una ley que fija como Día de la Bandera y lo declara feriado, el 20 de junio, aniversario de la muerte de su creador, Manuel Belgrano.




Significado de las partes de la Bandera, sus colores
En cuanto a la elección de los colores se han formulado multiplicidad de hipótesis de los historiadores. Algunas de ellas son:

Sentiniento religioso: Los colores celeste y blanco figuran en el manto de la Virgen María. Belgrano rindió culto a la Virgen de Luján; bajo cuya advocación se inició el Consulado de Buenos Aires.
Concepción ideológica: El azul (azur o blao en el arte heráldico o blasónico) simboliza los ideales de justicia, verdad y fraternidad, señalados en nuestro escudo por el campo superior. de la elipse.
Concepción poética: El azul y el blanco tendrían origen en la concepción poética que los presupone como inspirados del cielo y las nubes.
Tradicionalismo local referido al escudo de la ciudad de Buenos Aires: Ambos colores tienen su antecedente en la Colonia. El color celeste figura en los cuarteles de los escudos de México (1523), Perú (1537), Bogotá (1548), Chile (1552), etc. En el de Buenos Aires; fijado por el gobernador Jacinto de Cariz el 5 de noviembre de 1649, los colores cielo y plata -es decir celeste y blanco- aparecen con el emblema del Espíritu Santo y el puerto. Los dos barcos fueron agregados en 1810.
Cruz y banda real: Figuraban en ambos símbolos de la orden de Carlos III, y figuraron también, como insignia de la soberanía castellana y aragonesa, en la banda de los Reyes Católicos. Los partidarios de Fernando VII y la Junta Gubernativa los emplearon en oposición al rojo de los partidarios de José Bonaparte.
Insignia del Consulado: La bandera izada al frente deI Consulado -instalado en Buenos Aires el 2 de junio de 1794- ostentaba los colores celeste y blanco, los mismos del manto de Ia Virgen, protectora de la Corporación.
Distintivo patriota durante las invasiones inglesas: Fue el celeste el color de los moños, lazos y cintas que utilizaron desde el 14 de julio de 180ó para reconocerse entre ellos. Lo usaron en los ojales del chaleco o la casaca.
Colores predilectos en los regimientos de 1806 y 1807: El celeste y el azul fueron los colores predilectos de los regimientos organizados para rechazar a las tropas inglesas, en especial, de aquéllos que fueron constituidos con el elemento criollo: Húsares de Pueyrredón, Cazadores Correntinos, Patricios do Buenos Aires, Pardos, etc.
Telas del invasor inglés: El azul fue el color que predominaba en Ias telas que en gran cantidad y como botín de guerra se tomaron a las fuerzas inglesas, una vez vencidas después de la invasión. Estas telas sirvieron para confeccionar los uniformes de los nuevos regimientos coloniales.
Divisa de Sociedades. Secretas y Patrióticas: El color celeste fue típico en las cintas que como divisa usaron los componentes de Sociedades Secretas y Patrióticas (1810 y 1811),
Rebozos de Las damas porteñas: Los rebozos -capas, pañolones, mantos, mantones etc.- y las flores -violetas y junquillos prendidos en el ppecho-, señalaron la predilección por ambos colores, el blanco y el azul.
Divisa de French. y Beruti: Las cintas que French y Beruti distribuyeron el 25 de Mayo, como es sabido, fueron de los mismos colores que los patriotas para distinguirse entre ellos, habían ostentado el 22, día del memorable Cabildo Abierto.
Color blanco, símbolo de unión; rojo, de oposición: En algunos relatos de la época de la Revolución de Mayo "Diario de varios sucesos, 181Ó", "Revolución de Bs. As: acaecida el 21 de mayo de 1810" que. concluyó eI 25 propio" y otro tercero, también anónimo, fechado en "Córdoba, 4 de junio de 1810", así como las "Memorias curiosas", 1717-1855, de Juan Manuel Beruti -hermano de Antonio Luis-, y las "Memorias" de Belgrano; se hacen aparecer patriotas usando cintas de color blanco, como símbolo de unión entre "europeos y patricios" y "españoles y americanos", y aun cintas rojas o encarnadas color de sangre, como símbolo de guerra contra alguna oposición que hubiera, a favor del virrey".
Divisa de los morenistas: En oposición a los saavedristas, tal como consta en el sumario instruido a raíz de la asonada del 5 y 6 de abril, Ios morenistas utilizaron cintas azules y blancas.
Color incásico: E1 azul constituyó color predilecto en los ornamentos de los Incas del Perú.
Influencia de otras ideas revolucionarias: El azul -excluido el rojo como color dominante en la insignia española- habría sido tomado de la nueva bandera de Francia, país al quepertenecían muchos de los escritores, filósofos, economistas, etc., de cuyas ideas se nutrieron los prohombres de Mayo.




Matiz del color azul
Celeste, azulceleste y azul son términos de uso indistinto en el transcurso de los años, desde que se crea el primer distintivo - la escarapela de 1812 - hasta la sanción del decreto del 24 de abril de 1944, con que se procura finalizar la polémica precisando el matiz nacional. Las causas que han determinado el planteo de esta cuestión podrían expresarse con los siguientes enunciados: a) la imprecisión del vocablo escogido para designar el matiz; b) el desconocimiento de cuál era exactamente el matiz elegido por su creador; c) el criterio intencional de contemporáneos y sucesores, al escoger otro matiz que consideraron más apropiado, ya sea por razones fundadas en la heráldica, la estética, la visibilidad, la duración; d) la destrucción o el extravío de la bandera original.
En cuanto a las razones enunciadas en el punto c) la heráldica considera el azul como color primario, puro o franco, sin mezcla de blanco(tono diluido), o de negro (tono rebatido). El celeste, por el contrario, es color secundario, diluido. La tendencia de elegir paños azules para la confección de banderas, por demás, revela, precisamente, la oposición al desgaste que ocasiona el efecto natural del aire; el sol y las lluvias, que terminan por rebajar celeste o blanco el matiz natural del azul, en desmedro de su estética, visibilidad y duración.
El matiz apropiado, debe ser el azul. puro, conocido también con las expresiones de azul argentino o azul bandera, el azul claro o azul cielo en los días serenos.
En el decreto Nº 10.302, del 24 de abril de 1944 por el cual se determinan las características de los símbolos de la soberanía de la Nación, se opta por éste matiz, el "azul claro como el cielo", asignándose esta definición al término "celeste" color que se considera como "matiz de azul".




Cantidad y disposición de las franjas
Conforme a la tradición rosarina, la bandera de Belgrano, confeccionada por doña María Catalina Echavarría de Vidal, constaba de dos paños verticales, uno blanco, del lado del asta y otro celeste. Los elementos de esta bandera son coincidentes – en número y disposición- con la bandera de los andes (a la que se agregó el escudo) y confiere sentido lógico a la tradición rosarina, por cuanto es lógico que San Martín, al disponer su confección, debió necesariamente inspirarse en la Bandera que le legara, describiera o mostrara Belgrano, en el período que ambos patriotas vivieron juntos en el norte del país (enero a marzo de 1814)
En un retrato de batalla durante la estadía de Belgrano en Londres (1815) aparece una bandera en el fondo con dos franjas horizontales, la superior blanca y la inferior celeste, lo cual cabe suponer que las indicaciones fueron suministradas por el propio Belgrano.
Se desconoce la causa por la cual comenzó a disponerse las franjas de distinta manera a la hasta entonces acostumbrada.
Las primeras indicaciones de la bandera de tres franjas horizontales aparece en una nota que envía Vigodel al ministro de estado en Brasil: "Los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con dos listas azul celeste a las orillas y una blanca en el medio".




Destino de la Bandera creada por Belgrano
Se ignora -como es sabido- el destino de la bandera que Belgrano creó en Rosario (27-2-1812). Esta bandera, ¿fue la misma que el 25 de mayo hizo bendecir a Gorriti en Jujuy? ; ¿la misma que en 1812 acompañó al prócer en Tucumán, el río Pasaje, Salta, Vilcapugio y Ayobuma? Frente a la hipótesis de la confección de más de una bandera -Belgrano no había de llevarse la bandera consigo, como si fuera un efecto personal, ya que la insignia pertenecía a las fuerzas que quedaban en las baterías-, se halla la versión que sólo admite una, sustentada en la creencia de que para campaña de tan limitado período, en la que, asimismo, actuó como único jefe, innecesaria se hacía la preparación de dos o más banderas. La bandera que actualmente se conserva en la Casa de Gobierno de Jujuy -confundida en un tiempo con la de Rosario-, fue la otra quo Belgrano hizo ondear en la ciudad norteña el 25 de mayo de 1813, Compuesta de un solo paño, totalmente blanco, lleva pintada además, el escudo de la Soberana Asamblea. En cuanto a las supuestas banderas de Ayohuma, encontradas en 1883 y 1885, en la vieja capilla de Titiri, curato de Macha (Potosí, Bolivia) -lugar donde tuvo asiento el cuartel general del ejército patriota-, investigaciones últimas parecen confirmar como inexacta la hipótesis según la cual una de ellas sirvió para cubrir el cajón que conducía los restos del infortunado Lavalle, en la dolorosa travesía que en 1841, realizaron sus fieles amigos, desde Jujuy hasta Bolivia, para librarlo del furor despiadado de Oribe y los suyos. Estas banderas -una de las cuales se conserva en el Museo Histórico Nacional y la otra en la Sociedad Geográfica de Sucre-, habrían sido las mismas que fueron enarboladas en las baterías de Rosario 1. Estas banderas habrían seguido a los cuerpos que salieron de la ciudad hacia Jujuy, para reforzar el ejército de Belgrano. De estas dos banderas, la del Museo Histórico Nacional (tres bandas horizontales: azules las laterales, blanca la del centro) y la Sucre (tres bandas horizontales: blancas has dos laterales, azul la del centro), la última sería la bandera creada por Belgrano; la anterior, la remitida por el gobierno, según el oficio del 3 de marzo de 1812, para reemplazar a la enarbolada per su creador en la batería de Rosario, el 27 de febrero de 1812.




Proclama del general Manuel Belgrano
Soldados de la Patria:
En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro excelentísimo gobierno: en aquel, la Batería de la Independencia; nuestras armas aumentarán las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos, interiores y exteriores, y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad.
En fé de que así lo jurais decid conmigo ..... Viva la Patria.
Concluido
Señor Capitán y Tropa destinada por primera vez a la Batería de la Independencia: id, posesionaos de ella y cumplid el juramento que acabáis de hacer
En Jujuy
(Al ser bendecida por primera vez la bandera argentina al frente del ejército, el 25 de mayo de 1812)
Manuel Belgrano, General en jefe, al ejército de su mando -Soldados, hijos digno de la Patria, camaradas míos: dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de la libertad, y él continuó propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes; pues que no es obra de los hombres, sino de Dios Omnipotente, que permitió a los americanos que se presentase la ocasión de entrar al goce de nuestros derechos: el 25 de Mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más recordarlo, cuando en él, por primera vez veis la Bandera Nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo, sin embargo, de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sagrada causa que defendemos para echarnos cadenas aún más pesadas que las que cargabais. Pero esta gloria debemos sostenerla de un modo digno, con la unión, la constancia y el exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios, hacia nuestros hermanos, hacia nosotros mismo; a fin de que haya de tener a la vista para conservarla libre de enemigos y en el lleno de su felicidad. Mi corazón rebosa de alegría al observar en vuestros semblantes que estáis adornados de tan generosos y nobles sentimientos, y que yo no soy más que un jefe a quien vosotros impulsáis con vuestros hechos, con vuestro ardor, con vuestro patriotismo. Sí; os seguiré imitando vuestras acciones y todo el entusiasmo de que sólo son capaces los hombres libres para sacar a sus hermanos de la opresión.
Ea, pues, soldados de la patria: no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios; que El nos ha concedido esta Bandera, que nos manda la sostengamos, y que no hay una sola cosa que no nos empeñe a mantenerla con el honor y decoro que le corresponde. Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, y nuestros conciudadanos, todos, todos, fijan en vosotros la vista y deciden que a vosotros es a quienes corresponderá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria que os habéis abierto. Jurad conmigo ejecutarlo así, y en prueba de ello repetid: ¡Viva la Patria!

Manuel Belgrano

Jujuy, 25 de Mayo de 1812

Copia textual - "Símbolos de la Nación Argentina" - Ministerio del Interior - 1968




Promesa de Fidelidad que realizan los alumnos de 4to. grado
Es una disposición reglamentaria del Consejo Nacional de Educación según resolución del 23 de enero de 1957 (exptes. 31347/956 y 94146/946)

La ceremonia escolar del Juramento a la Bandera en todas las escuelas diurnas dependientes de la repartición y particulares fiscalizadas por el Consejo, con período de funcionamiento de marzo a noviembre, se realizará el día 20 de junio (Dia de la Bandera) de cada año, con el siguiente programa:
1) Himno Nacional Argentino cantado por todos los alumnos de la escuela.
2) Discurso alusivo.
3)Jura de la Bandera
4) Saludo a la Bandera, cantado por todos los alumnos
5) Marcha

Los directores de las escuelas harán jurar la Bandera Nacional a los alumnos de 3º a 6º que no lo hubiesen hecho anteriormente.
Reunidos los alumnos con la asistencia de sus respectivos maestros, el Director leerá la fórmula de Promesa de lealtad a la Bandera:

"Alumnos: la Bandera blanca y celeste - Dios sea loado- no ha sido jamás atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra.
Alumnos: esa bandera gloriosa representa la patria de los argentinos.
Prometéis rendirle vuestro más sincero y respetuoso homenaje; quererla con amor intenso y formarle desde la aurora de la vida un culto fervoroso e imborrable en vuestro corazones; prepararos desde la escuela para practicar a su tiempo con toda pureza y honestidad las nobles virtudes inherentes a la ciudadanía; estudiar con empeño la historia de nuestro país y las de sus grandes benefactores a fin de seguir sus huellas luminosas y a fin también de honrar a la Bandera y de que no se amortigüe jamás en vuestras almas el delicado y generoso sentimiento de amor a la Patria.
En una palabra, prometéis hacer todo lo que esté en la medida de vuestras fuerzas para que la Bandera argentina flamee por siempre sobre nuestras murallas y fortalezas, a lo alto de los mástiles de nuestras naves y a la cabeza de nuestras legiones y para que el honor sea su aliento, la gloria su aureola, la justicia su empresa"
Los alumnos puestos de pie y extendiendo el brazo derecho hacia la bandera, contestarán:

"SÍ, PROMETO"


Otras referencias:
Terminado el discurso alusivo, se ordenará "firmes".El abanderado colocará el regatón del asta en la cuja y mantendrá alta la bandera. Los que estuvieran sentados, se pondrán de pie. Recibido el juramento, la bandera será llevada sobre el hombro. La escuela continuará en posición de "firmes" hasta el instante en que el abanderado y sus escoltas penetren en la Dirección, o según las circunstancias desaparezca de la vista de los espectadores.
Para su inclusión en el "discurso alusivo por el Director o quien lo reemplace en el cargo" si así se estimara conveniente, se incluye, a continuación, el texto de algunas oraciones apropiadas.




Significado de la promesa, proclama y oraciones, y expresiones "Sí, prometo" y " Sí, juro"

Inicialmente, la fórmula del juramento se hallaba compuesta por el primero y último párrafos (''La Bandera blanca y celeste''...; ''flamee por siempre''. - .), ambos del discurso que Sarmiento -entonces presidente de la República- pronunció en la ciudad de Buenos Aires, el 24 de septiembre de 1873 (''Obras completas'', XXT), párrafos de-terminados por la presidencia del Consejo Nacional de Educación -ejercida por el doctor José María Ramos Mejía-, ea sesión del 11 de fe-brero de 1909. Posteriormente, la fórmula fue ampliada, agregándosele, por iniciativa del inspector técnico general, profesor Ernesto A. Bavio, el segundo y tercer párrafos: ''Esa bandera gloriosa---- .. ''Prometéis rendirle''. . - (sesión del 26 de junio de 1909).
De acuerdo con la primera resolución, los niños debían extender la mano derecha mientras pronunciaban las palabras del primero y cuarto párrafos. Conforme con la resolución de junio de 1909, las palabras. del nuevo texto de la promesa eran pronunciadas por el director de la es-cuela; los niños extendían su mano y formulaban el juramento.
Desde entonces, la fórmula ha experimentado algunas otras varian-tes. Así, a partir de 1949 se cambió la invocación Niños por la de alumnos; y desde 1950 la expresión de ¡Sí, juro! fue sustituida por la de ¡Sí, prometo.', más en concordancia con la edad del niño y la medida de su responsabilidad.




Origen de la bandera como símbolo
La bandera, en su más alta significación, es el símbolo de nacionalidad y representación de la patria. En el ejército, además, la bandera simboliza la lealtad a la misma y es preciado emblema de las virtudes militares del cuerpo al cual pertenece.
Según el criterio de los etimologistas, el término bandera procede de la voz española banda, y ésta, así como sus equivalentes persa, visigoda y germánica band (o banda) y latina bandum (o bandus), de las sánscritas bandh, amarrar, estrechar, y bandhs, lazo, ligadura. Significando originariamente cinta, lazo, tira, propia para atar o ligar, se comprende sin reparos el tránsito a la acepción de bandera o estandarte, y posteriormente, a la acepción de parcialidad o gente que sigue a un partido.
Un pedazo de tela colgado a un palo, y muy visible por su color o por su forma, sirvió ya en la más remota antigüedad a los pueblos en sus empresas guerreras para distinguir entre sí las diferentes fracciones del ejército y para la formación de su orden de batalla. La historia de la bandera, por consiguiente, va unida íntimamente con la de las insignias o signos convencionales usados por los hombres para diferenciarse en sus eternas luchas. Son estas luchas tan antiguas como el hombre, y por tanto, tarea inútil sería empeñarse en investigar cuándo y entre qué gentes apareció la bandera.
La primera bandera apareció con el primer pueblo, con la primera tribu que hizo la guerra. La necesidad de reunirse para formar un grupo con un proyecto determinado debió suscitar el deseo de usar algo -un objeto, una figura, una imagen- que sirviera de señal para congregarse alrededor de ella. Esta señal, signo de un propósito físico -fácil es comprenderlo-, pasó a indicar o sugerir una idea común, un ideal: quedó así creado el símbolo. La necesidad y el valor de este símbolo llegaron a acrecentarse cuando la realización de una empresa o el logro de una victoria suscitó, después, el recuerdo de esa hazaña. Además de enorgullecer a quienes la habían alcanzado, sirvió de estímulo para em-prender nuevos proyectos, nuevas proezas. Dícese que la camisa de Nemrod, el fabuloso rey de Caldea, sirvió de bandera en la guerra contra sus hermanos, y que los hijos de Noé emplearon ya, para distinguirse, signos con diversas figuras.
La representación más antigua que parece conocerse de la bandera como agrupación étnica o de pueblo, procede de Egipto.
En las pinturas de la cerámica descubierta en las tumbas de la época primaria de aquel país, donde se representan chozas de las tribus aborígenes, aparecen sistemas rudimentarios de defensa, y por sobre ellos, una bandera flotando al impulso del viento con la imagen de un animal sagrado. Este mismo símbolo aparece entre los indostánicos y, posteriormente, entre los teba-nos, los asirios, los medos, los partos, los armenios, las tribus de Israel, los griegos y los romanos, quienes fueron los que realmente le dieron el significado contemporáneo. De ellos la adoptaron los germanos y los galos
Actualmente, la bandera, no obstante sus ligeras diferencias, puede defínírsela como una insignia compuesta por un trozo de tela , por lo común de tafetán o de seda, de forma cuadrilonga, asegurado por uno de sus lados en una driza o en un palo que recibe el nombre de asta. Sus colores, la distribución de éstos, la disposición de sus franjas, sus ornamentos -su escudo o su lema, si lo lleva- y otros aditamentos indican la potencia, nación o estado a que pertenece.
Según creencia generalizada, la más antigua de las banderas nacionales actuales es la de Dinamarca, cuyo uso se remonta al año 1219.
La mayor parte de las banderas nacionales, aun cuando su uso fuera anterior, se adoptaron oficialmente en el siglo XX.




Oración a la bandera de Joaquín V. González
¡Bandera de la Patria, celeste y blanca,
símbolo de la unión y de la fuerza con
que nuestros padres nos dieron
independencia y libertad; guía de la
victoria en la guerra, y del trabajo y la
cultura en la paz; vínculo sagrado e
indisoluble entre las generaciones
pasadas, presentes y futuras; juremos
defenderla hasta morir antes que verla
humillada!

¡Que flote con honor y gloria al frente
de nuestras fortalezas, ejércitos y
buques, y en todo tiempo y lugar de la
Tierra donde éstos la condujeran;
que a su sombra la Nación Argentina
acreciente su grandeza por siglos y
siglos, y sea para todos los hombres
mensajera de libertad, signo de
civilización y garantía de justicia!

Joaquín V. González






Marcha de la bandera
Gloriosa enseña de la Patria mía,
el Paraná en sus brisas te envolvió,
y en su ribera tremolaste el día
en que Belgrano al mundo te mostró.

Jamás vencida, siempre como el iris,
tras las borrascas tu color surgió,
y el grito heroico de la ardiente gloria
donde flameaste por doquiera vibró.

Viva eterno el nombre del héroe
que formara tan bello color.
Viva libre la enseña de Mayo,
Gloria! Viva! su ilustre creador.

Gloriosa enseña de la Patria mía,
el Paraná en sus brisas te envolvió,
y en su ribera tremolaste el día
en que Belgrano al mundo te mostró.

Jamás vencida, siempre como el iris,
tras las borrascas tu color surgió,
y el grito heroico de la ardiente gloria
donde flameaste por doquiera vibró.

Sol de las batallas,
en que las glorias de la Patria viera;
luz inmaculada
entre los pliegues de la azul bandera.

Nunca tus fulgores
empañe el velo de la ciega suerte,
y antes que humillada
sobre tu vida ciérnase la muerte.

que debía ser rotativo, durando cada uno un mes en ese cargo. También eligieron dos secretarios, cayendo la designación en Juan José Paso y José Mariano Serrano.


A fin de diferenciarse de la actuación de la Asamblea de 1813, los diputados declararon que eran "diputados de los Pueblos", y no "de la Nación".<ref>Véase: Ternavasio, Marcela, ''Gobernar la Revolución'', Ed. Siglo Veintiuno, Bs. As., 2007. ISBN 978-987-1220-96-0</ref> Teóricamente, esto quería decir que dependían de las ciudades que los habían elegido, y que éstas podían relevarlos. Pero, por otro lado, se aseguraron de que no podrían ser molestados por sus actos y opiniones en el Congreso, lo que en parte invalidaba la anterior declaración.
A fin de diferenciarse de la actuación de la Asamblea de 1813, los diputados declararon que eran "diputados de los Pueblos", y no "de la Nación".<ref>Véase: Ternavasio, Marcela, ''Gobernar la Revolución'', Ed. Siglo Veintiuno, Bs. As., 2007. ISBN 978-987-1220-96-0</ref> Teóricamente, esto quería decir que dependían de las ciudades que los habían elegido, y que éstas podían relevarlos. Pero, por otro lado, se aseguraron de que no podrían ser molestados por sus actos y opiniones en el Congreso, lo que en parte invalidaba la anterior declaración.

Revisión del 01:32 27 jul 2010

Archivo:Salon02.jpg
Escudo del Congreso de Tucumán, en el actual Museo Casa de Tucumán.

El Congreso de Tucumán fue una asamblea legislativa y constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, actualmente la República Argentina, que sesionó – inicialmente en la ciudad de San Miguel de Tucumán, y posteriormente en la de Buenos Aires – entre los años 1816 y 1820. Se lo recuerda especialmente por haber sancionado la Declaración de independencia de la Argentina y la Constitución Argentina de 1819.

La Revolución y la Independencia

En 1810 estalló en el Virreinato del Río de la Plata la Revolución de Mayo, que dio origen a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero, si bien el objetivo de la mayor parte de los revolucionarios era llegar a la Independencia absoluta de esas provincias, al menos en las formas, éstos decían actuar en nombre del rey Fernando VII, cuya soberanía reconocían.

Esa situación se mantuvo en los documentos oficiales durante todos los gobiernos que sucedieron a la Primera Junta. Los documentos internos y las ideas expresadas por los líderes políticos en la prensa repetían la intención de independizar las Provincias Unidas, pero en los documentos que llevaban los diplomáticos al exterior se mantenía lo que se dio en llamar la "máscara de Fernando".

Desde fines del año 1810 existió la Junta Grande, un cuerpo colegiado, formado por representantes de todas las ciudades del ex Virreinato, que asumía los poderes legislativo y judicial. Fue disuelta por orden del Primer Triunvirato, formado por ella.

El Primer Triunvirato ordenó la reunión de una Asamblea general de los pueblos – es decir, de las ciudades virreinales y sus jurisdicciones – en la ciudad de Buenos Aires. No obstante, apenas la Asamblea intentó legislar sin someterse a la autoridad del Triunvirato, fue disuelta sin miramientos.

El Segundo Triunvirato, que gobernó desde octubre de 1812, ordenó y logró la reunión en Buenos Aires de la llamada Asamblea del Año XIII. Su título oficial era Asamblea General Constituyente, y se esperaba de ella que declarara la independencia de las Provincias Unidas y sancionara una constitución. De hecho, si bien ejerció actos propios de un poder legislativo de una nación soberana, nunca sancionó constitución alguna y siguió conservando para la diplomacia la "máscara de Fernando".[1]

La Asamblea disolvió el Triunvirato a fines de 1813, reemplazándolo un ejecutivo unipersonal, cuyo titular ostentaba el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En abril de 1815, el director supremo Carlos María de Alvear fue derrocado por una revolución en la capital, y la Asamblea fue disuelta.

La convocatoria al Congreso

En lugar de Alvear, el Cabildo de Buenos Aires eligió al general José Rondeau, que ejercía su cargo desde el norte del país, y a un Director Sustituto en la capital. Provisionalmente, el poder legislativo fue ejercido por una Junta de Observación, nombrada también por el Cabildo. La formaban Pedro Medrano, Esteban Agustín Gascón, José Mariano Serrano, Antonio Sáenz y Tomás Manuel de Anchorena.

Esta Junta sancionó un "estatuto provisional" el 5 de mayo de 1815, que regiría los actos del Director Supremo y de los gobiernos de provincia. En la práctica, el Estatuto nunca llegó a tener vigencia efectiva. Pero merece ser recordado por su artículo número 30, que establecía que el Director,

”...luego que se posesione del mando, invitará, con particular esmero y eficacia, a todas las ciudades y villas de las provincias interiores para el pronto nombramiento de diputados que haya de formar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucumán.”

Esa convocatoria fue hecha por el Director Supremo sustituto, Ignacio Álvarez Thomas, en la segunda mitad del año de 1815, y los diputados fueron electos en las últimas semanas de ese año o en las primeras del año siguiente. Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes.

La elección de la ciudad de Tucumán se debía a los ingentes problemas que había debido enfrentar la Asamblea del Año XIII por la negativa de los federales de someterse a la influencia porteña. De hecho, en las famosas instrucciones del año 1813, los representantes orientales habían exigido que el gobierno no se estableciese en la ciudad de Buenos Aires. El Estatuto había sido redactado bajo la impresión de una revolución hecha en alianza con los federales, y la Junta había cedido a esa exigencia. De todos modos, ésta eligió reunir el Congreso en Tucumán, una ciudad muy lejos de la influencia de Artigas, explicando que era porque ésta quedaba aproximadamente en el centro del ex Virreinato, además de estar protegido por el Ejército del Norte, cuyo cuartel general estaba en esa ciudad.

Las sesiones se iniciaron el 24 de marzo de 1816, con la presencia de 33 diputados. Para las sesiones se alquiló una casa, propiedad de Francisca Bazán de Laguna,[2]​ que sería declarada Monumento Histórico Nacional en 1941.

Los diputados

Los diputados y provincias detalladas en la siguiente lista:

Dieciocho de ellos eran abogados,[3]​ nueve de ellos, sacerdotes,[4]​ y dos más eran frailes,[5]​ mientras que los otros cuatro eran militares.[6]

Varios territorios de las provincias del Alto Perú, que habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata no pudieron hacer llegar sus representantes por haber sido reconquistados por los realistas. Tal fue el caso de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Potosí. Durante la tercera expedición auxiliadora al Alto Perú habían sido electos los diputados por Chichas, Charcas y Mizque, pero sólo algunos de ellos llegaron a incorporarse.

De las provincias de la Liga Federal, la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe, no enviaron sus representantes, por estar de hecho en una situación de guerra civil con el gobierno central. Sólo la provincia de Córdoba – que también se consideraba miembro de la Liga, pero no estaba aún en guerra con el Directorio – envió sus representantes, todos ellos de clara inclinación hacia el federalismo.

Por su parte, el Paraguay había de hecho declarado su independencia, tanto de España como de las Provincias Unidas.

Funcionamiento del Congreso

Casa de la Independencia Argentina.

En las primeras sesiones, los Diputados se abocaron a considerar el reglamento interno del Congreso y las cuestiones políticas internas. En cuanto a lo primero, nombraron un presidente, que debía ser rotativo, durando cada uno un mes en ese cargo. También eligieron dos secretarios, cayendo la designación en Juan José Paso y José Mariano Serrano.

A fin de diferenciarse de la actuación de la Asamblea de 1813, los diputados declararon que eran "diputados de los Pueblos", y no "de la Nación".[7]​ Teóricamente, esto quería decir que dependían de las ciudades que los habían elegido, y que éstas podían relevarlos. Pero, por otro lado, se aseguraron de que no podrían ser molestados por sus actos y opiniones en el Congreso, lo que en parte invalidaba la anterior declaración.

Ante la escasa atención prestada a las actas del Congreso, éstas que se presume que eran parciales y demasiado escuetas – terminaron por perderse. En cambio, el diputado Fray Cayetano Rodríguez tomó a su cargo redactar un diario de los hechos del Congreso, para enviar a los periódicos de la capital, llamado “El Redactor del Congreso”. Los hechos producidos durante su gestión son conocidos, principalmente, a través del Redactor, así como las ideas de parte de los diputados.

En un primer período, las acciones del Congreso se vieron complicadas por la necesidad de atender, simultáneamente, muy diversas cuestiones. A más de un mes de funcionar de ese modo casi caótico, se designó una comisión integrada por Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano, que redactó una Nota de Materias de Primera y Preferente Atención. Éstas materias serían: un manifiesto a los pueblos, la Declaración de la Independencia,[8]​ el envío de diputados a España, los pactos entre provincias, la forma de gobierno, un proyecto de constitución, un plan de guerra, la financiación pública, la determinación de los límites del Estado, la creación de ciudades y villas, la administración de justicia, y los establecimientos educativos.

Actuaciones iniciales

Entre las primeras cuestiones que debió enfrentar, estaba la situación del Directorio: Álvarez Thomas había renunciado, reemplazado por Antonio González Balcarce. También había presentado su renuncia el titular, general Rondeau.

De modo que, el 3 de mayo, el Congreso designó Director Supremo al general Juan Martín de Pueyrredón, diputado al mismo. Éste ordenó a Manuel Belgrano reemplazar a Rondeau como comandante del Ejército del Norte, y tardó algunas semanas en iniciar su viaje a la Capital.

Este nombramiento trajo una seria ruptura, debido a la candidatura del coronel Moldes, sustentada por el general Martín Miguel de Güemes, gobernador de Salta, y los diputados cordobeses. Moldes, de carácter muy fuerte, chocó con los diputados porteños, terminando por ser arrestado y suspendido en su carácter de diputado.

Apenas instalado el Congreso, los federales lograron un importante avance, logrando ocupar la ciudad de Santa Fe. El Congreso envió una diputación, para lograr la pacificación con esa provincia, el reconocimiento de la autoridad del Director Supremo y el envío de un diputado al Congreso. Al mando de esa diputación fue enviado el diputado Del Corro, que no sólo no logró una mediación eficaz, sino que se sumó al partido federal de José Artigas, e incluso asistió — en calidad de diputado por Córdoba — al Congreso de Oriente.

El día 6 de julio, en sesión secreta, asistió al Congreso el general Manuel Belgrano, que había sido durante dos años embajador de las Provincias Unidas ante el gobierno de Gran Bretaña. Tras contestar algunas preguntas, Belgrano aconsejó un sistema monárquico "temperado" — es decir, constitucional — para las Provincias Unidas. Pensaba que, a fin de incorporar el Perú a la monarquía, la capital debía estar en Cuzco, nombrando para el cargo de Rey a un descendiente de los Incas.[9]​ Sus ideas estaban influidas por la restauración de las monarquías en Europa luego de la derrota de Napoleón Bonaparte, como él mismo lo expresó en ese discurso.

La Declaración de la Independencia

Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica, redactada en español y quechua.

En 1814, el rey Fernando VII había regresado al trono de España, situación que quitaba validez y utilidad a la ficticia lealtad al rey. Por eso, los diputados estaban convencidos de que era urgente declarar la Independencia. Por otro lado, se creía indispensable lograr algún tipo de ayuda externa, para lo cual era necesario que el país mismo declarara ser independiente.

El general José de San Martín, gobernador de Cuyo, estaba organizando el Ejército de los Andes, que debía llevar adelante la campaña libertadora a Chile. Necesitado de ayuda externa, urgía a los diputados cuyanos a declarar cuanto antes la Independencia: en carta al diputado Godoy Cruz, le decía:

"¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos... Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo; si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito."[10]

No obstante, el momento era delicado: la reacción realista triunfaba en todos lados, desde México hasta Chile, pasando por el Alto Perú, que teóricamente aún pertenecía a las Provincias Unidas. Sólo permanecían libres de la reconquista española las Provincias Unidas, la Liga Federal — si es que se la considera separada de las Provincias Unidas — y el Paraguay.

Finalmente, el 9 de julio de 1816, siendo presidente el diputado Laprida, según la cita del Redactor del Congreso,

”En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su vitual la declaración siguiente:
”Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”

El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, agregando después de «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», la frase:

”y de toda otra dominación extranjera.”

Inusualmente, la declaración alteraba el nombre del país, llamándolo ’’”Provincias Unidas en Sud América”’’, nombre que no se había utilizado hasta entonces. Al parecer, la intención era declarar la independencia de todas o casi todas las colonias españolas en América del Sur, unificándolas en un solo país, con capital en Cuzco.

Cabe aclarar que, de los diputados, tres de ellos no pudieron asistir a la sesión del 9 de julio: Del Corro, el Coronel Mayor Graduado Juan José Feliciano Fernández Campero, Marqués de Yavi, por Chichas, quién se encontraba en el frente de combate, y José Moldes de Salta.

La monarquía y los federales

Desde el día 12 de julio, se inició la discusión sobre la forma de gobierno, al proponer el diputado Acevedo que se adoptase la forma monárquica constitucional. Las discusiones se elevaron inmediatamente de tono, incluyendo mordaces comentarios de algunos diputados, despreciando por razones raciales la propuesta de un rey "de la casta de los chocolates."[11]​ Cuando predominaba la opinión de iniciar tratativas en el sentido de nombrar un rey, el día 15, el diputado fray Justo Santamaría de Oro exigió que, antes de tomar ninguna determinación, se consultara "a los pueblos". Rápidamente la discusión se estancó.

Unos días más tarde, fue finalmente redactado un "Manifiesto a las Naciones", anunciando la independencia de las Provincias Unidas al resto del mundo. No obstante, ningún país reconoció, en ese momento, la independencia nacional, y ninguno lo haría hasta siete años más tarde.

Desde poco antes de la Declaración de la Independencia, fuerzas portuguesas iniciaron una campaña para apoderarse de la Banda Oriental, hecho que finalmente se produjo en el mes de agosto. La excusa para la invasión luso-brasileña era la acción del jefe de los federales, general José Artigas, que de hecho desconocía la autoridad del Directorio y del Congreso.

El propio Director Supremo no veía con malos ojos la invasión, ya que pensaba que — aunque al precio de perder una provincia — ésta le permitiría librarse de la amenaza de los federales. Derrotado Artigas por los portugueses, pensaba, sería fácil recuperar para la obediencia al gobierno de Buenos Aires a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. No sería así: con la única excepción de Córdoba, las provincias federales no pudieron ser recuperadas y nunca enviarían diputados al Congreso.

De todos modos, el Congreso envió una diputación ante el general invasor, Carlos Federico Lecor, la cual, aleccionada por Pueyrredón, no exigió de manera taxativa la retirada de los invasores, e incluso pretendió lograr apoyo portugués en la lucha contra Artigas. El resultado de tal política fue la ocupación de Montevideo a principios de 1817, y una larga guerra defensiva de los orientales, hasta su derrota definitiva en 1820.

El día 22 de noviembre, el Congreso sancionó un Reglamento Provisorio, una especie de constitución provisional, pero ésta nunca fue promulgada por Pueyrredón.

El traslado

A partir de inicios del año 1817, la situación militar en el norte del país se hizo más delicada: a partir de la exitosa campaña de San Martín a Chile, el ejército realista del Alto Perú pudo estar seguro de que la frontera norte quedaba desguarnecida. De modo que el general José de la Serna lanzó repetidos ataques sobre la provincia de Salta. Aunque repelidos por el general Güemes, éstos pusieron en peligro – verdadera o aparentemente – la seguridad del Congreso.

Por ello se propuso su traslado a Buenos Aires, dando además la razón de que el Congreso debía estar más en contacto con el Director Supremo. Una rápida votación el 17 de enero – día de su última sesión en Tucumán – decidió el traslado a la Capital. Los diputados cordobeses Cabrera, Corro y Pérez de Bulnes se opusieron al traslado, exigiendo que se consultara a las provincias. En respuesta, fueron expulsados del Congreso y sufrieron algunas semanas de arresto.

Desde entonces, el Congreso dejó de ser "de Tucumán", aunque los historiadores suelen citarlo con ese nombre también en el período posterior. También dejó de ser la caja de resonancia de los intereses de las provincias del interior, para ser sometido a una intensa influencia del poder ejecutivo, de la prensa y de la opinión pública de la ciudad de Buenos Aires. Incluso se incorporaron diputados de las provincias ocupadas por los realistas, elegidos no en ellas, sino por el cabildo de Buenos Aires.[12]

Durante todo el año de 1817 y la primera mitad de 1818, el Congreso se dedicó a legislar sobre cuestiones menores, excepto por un segundo Reglamento Provisorio, sancionado en diciembre de 1817, cuya aplicación fue muy limitada.

Durante el período en que sesionó en Buenos Aires, más de la mitad de los diputados fue reemplazado por otros. No obstante, las provincias federales tampoco se incorporaron al mismo. El “Redactor del Congreso” quedó en manos de uno de los nuevos diputados, Vicente López y Planes, y perdió mucho de su valor testimonial.

La Constitución Unitaria

A pesar de que uno de sus principales objetivos era sancionar la constitución, se produjo al respecto una larga discusión sobre su oportunidad. Los diputados Sáenz, Serrano y Aráoz, por ejemplo, objetaron que

"...no teniendo el Congreso, en virtud del sistema representativo que el país ha adoptado, para disponer de la suerte futura de las provincias que, o por sufrir el yugo de los enemigos, o por otras circunstancias, carecen hoy de representación competente, tampoco las tiene para dar una constitución que las comprenda."

No obstante, prevaleció la opinión contraria, sostenida especialmente por los diputados porteños.

En agosto de 1817 se había formado una comisión para redactar un proyecto de constitución. La formaban los diputados Serrano, Sánchez de Bustamante, Diego Estanislao Zavaleta, Sáenz y Paso. Esta comisión redactó el Reglamento Provisorio, y luego lo extendió y modificó para llevarlo a ser una constitución.

Tras más de dos años sin hacer mucho al respecto, el 31 de julio de 1818, el Congreso inició la discusión de un proyecto de constitución. Se trataba de un documento que aglutinaba disposiciones del reglamento de 1815 y de las leyes de la Asamblea del año XIII. En general, muchas de sus normas eran extraídas de la constitución española de 1812.

Por esa misma época, fue enviado a Europa el canónigo Valentín Gómez, diputado del Congreso, con instrucciones de conseguir un príncipe europeo para ocupar el trono de las Provincias Unidas y lograr alianzas con Francia y Gran Bretaña. No logró su cometido. Pero, aún en fecha tan tardía como noviembre de 1819 — muchos meses después de la sanción de la Constitución — se aprobaría un proyecto de coronación del infante Carlos Luis de Borbón, príncipe de Luca, como rey de las Provincias Unidas.

El texto definitivo de la Constitución Argentina de 1819 fue oficialmente sancionado el 22 de abril de 1819. Se trataba de una constitución aristocrática y unitaria,[13]​ y que no determinaba exactamente si se trataba de una república o una monarquía.

El manifiesto con que se anunciaba la Constitución, redactado por el Deán Funes, decía:

"Seguramente podemos decir con igual derecho lo que decía una sabia pluma en su caso, que la presente Constitución no es: ni la democracia fogosa de Atenas, ni el régimen monacal de Esparta, ni la aristocracia patricia ni la efervescencia plebeya de Roma, ni el gobierno absoluto de Rusia, ni el despotismo de Turquía, ni la Federación complicada de algunos estados… un estado medio entre la convulsión democrática, la injusticia aristocrática y el abuso del poder ilimitado."

En la práctica, la constitución nunca se llegó a aplicar: el Directorio siguió rigiéndose por los estatutos anteriores y las provincias federales lo rechazaron de plano. Las provincias interiores juraron obediencia a la Constitución, y algunas de ellas llegaron a elegir diputados y senadores para el proyectado congreso nacional. Pero los grupos opositores empezaron en esa misma fecha a organizar las revoluciones que derrocarían a los gobiernos directoriales.

Los diputados firmantes de la Constitución fueron:[14]

Obsérvese que solamente once de los veinticuatro diputados que votaron la Constitución habían también votado la Independencia.[15]

La disolución

El 9 de junio de 1819, desobedecido en todos lados – incluso por el general San Martín, que se negaba a llevar su ejército a combatir a los federales – Pueyrredón presentó su renuncia al cargo de Director Supremo. En su lugar, el Congreso eligió al general José Rondeau. Éste siguió la política de su antecesor en todo: ofensivas militares contra los federales, alianzas con el invasor portugués de la Banda Oriental,[16]​ y retiro de los ejércitos que hacían la guerra de la independencia para utilizarlos en la guerra civil.

En enero de 1820, la situación del Directorio era ya muy endeble: ya no era obedecido fuera de Buenos Aires y Córdoba y – con mucha menor autoridad – en Salta y Cuyo. El resto del país era, de hecho, independiente de su autoridad. La invasión de los federales, dirigidos por Estanislao López y Francisco Ramírez, provocó el motín de Arequito, que precipitó la separación de Córdoba, casi simultánea con el inicio de la revolución federal en Cuyo. Desde ese momento, el Director Supremo sólo era obedecido en Buenos Aires.

Rondeau se puso al frente del ejército de la Capital y salió al encuentro de los federales. En su lugar, y con carácter de Director Interior el Estado, fue electo el diputado porteño Juan Pedro Aguirre, que se hizo famoso por dos gestiones: ordenó la prisión de Pueyrredón, Tagle y Julián Álvarez, permitiéndoles al mismo tiempo huir hacia Montevideo. Por otro lado, lanzó una proclama incendiaria contra los federales, anunciando su llegada a las puertas de Buenos Aires,

"...objeto de sus venganzas, víctima decretada en los consejos de su irritación. Los pretendidos federales, no lo dudéis, lo que pretenden es humillaros. Ninguna otra gloria les apetece que imponer su planta osada sobre vuestra noble cerviz."

Rondeau enfrentó a los federales en la batalla de Cepeda, el 1 de febrero de 1820, y fue completamente derrotado. Mientras sus soldados entraban huyendo a la ciudad, esparciendo el desaliento, el general director tardó varios días en reunir algunas tropas con las que entró a la capital, con la pretensión de recomponer su gobierno.

Tras cumplirse un ultimátum de 8 días, el ejército federal avanzó hacia Buenos Aires, anunciando que interrumpiría sus marchas en cuanto supieran que el actual gobierno hubiera caído, y que el pueblo de Buenos Aires fuera libre para elegir sus autoridades. Simultáneamente, el general Soler, comandante del ejército de campaña, exigió la renuncia de Rondeau, agregando:

"Las provincias se han separado, de consiguiente, ¿a quién representa el Congreso? Los enemigos no quieren tratar con autoridad que dependa de él..."

El 11 de febrero, Rondeau presentó su renuncia, pero no al Congreso sino al Cabildo de Buenos Aires. El Congreso se consideró disuelto desde ese mismo momento, y nadie volvió a acordarse de la constitución del año anterior. Los diputados del interior sufrieron varias semanas de arresto, acusados de haber colaborado en las maniobras monárquicas y en la alianza con Portugal. Recuperaron la libertad y, en su gran mayoría, huyeron rápidamente de la ciudad.

Comenzaba la Anarquía del Año XX.

Notas y referencias

  1. En una carta, Fray Cayetano Rodríguez, que sería diputado al Congreso de Tucumán, decía:
    ”No quieren aquí todavía declarar la independencia, porque dicen que no es tiempo y que es peligroso. Aún les parece corto el tiempo de nuestra esclavitud, y mucho rango para un pueblo americano el ser libre. Vamos, pues, Fernandeando, por activo y por pasivo, casados con nuestras malditas habitudes.”
    Citado en Estanislao del Campo Wilson, ’’La declaración de nuestra independencia’’, en ‘’El Congreso de Tucumán’’, Ediciones del Seminario de Estudios de Historia Argentina, Buenos Aires, 1966.
  2. Era la madre del después gobernador tucumano Nicolás Laguna.
  3. Los abogados eran: Anchorena, Darregueira, Gascón, Medrano, Paso, Cabrera, Pérez Bulnes, Salguero, Malabia, Sánchez de Loria, Serrano, Pacheco de Melo, Sánchez de Bustamante, Godoy Cruz, Maza, Rivera, Boedo y Laprida.
  4. Los sacerdotes eran: Sáenz, Acevedo, Colombres, Del Corro, Castro Barros, Gallo, Uriarte, Aráoz y Thames.
  5. Los frailes eran Oro (mercedario) y Rodríguez (franciscano).
  6. Los militares eran los coroneles Fernández Campero, Gorriti, Pueyrredón y Moldes.
  7. Véase: Ternavasio, Marcela, Gobernar la Revolución, Ed. Siglo Veintiuno, Bs. As., 2007. ISBN 978-987-1220-96-0
  8. Insólitamente, se mencionaba primero el manifiesto y después la declaración de la Independencia, que era lo que se suponía que debía ser "manifestado."
  9. Más tarde, el mismo Belgrano declararía que su ofrecimiento no era sincero, y que sólo quería lograr el apoyo de los indígenas del norte del país y del Alto Perú. Véase: Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Ed. Estrada, Bs. As., 1947.
  10. En otra carta a Godoy Cruz, cuando aún no habían empezado a sesionar:
    "¿Cuándo empiezan ustedes a reunirse? Por lo más sagrado les suplico hagan cuantos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte; todas las provincias están en expectación, esperando las decisiones de ese congreso: él solo puede cortar las desavenencias."
    Y en una tercera carta, respuesta a otra de Godoy Cruz:
    "Veo lo que usted me dice de la independencia no es soplar y hacer botellas; yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla que el que haya un solo americano que haga una sola (botella)."
    Citado en Estanislao del Campo Wilson, ’’La declaración de nuestra independencia’’, en ‘’El Congreso de Tucumán’’, Ediciones del Seminario de Estudios de Historia Argentina, Buenos Aires, 1966.
  11. En una carta de Tomás Manuel de Anchorena a Juan Manuel de Rosas, del año 1846. Citado por Julio Irazusta, Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia. Ed. Albatros, Bs. As., 1943.
  12. Tal fue el caso de Jaime de Zudáñez, diputado por Charcas.
  13. Se preveía que el titular del Poder Ejecutivo elegiría al gobernador de cada provincia de una terna, presentada por el Cabildo de la ciudad capital. Esta medida no debe ser interpretada como de tendencia federal, ya que en cualquier caso, el Ejecutivo tenía la última palabra en cualquier acto del gobierno provincial; y siempre encontraría un candidato menos opositor en las ternas que se le presentaran. Que, además, podía rechazar. Ravignani, Emilio, Historia constitucional de la República Argentina, Bs. As., 1926.
  14. Carlos Calvo, Anales históricos de la Revolución de la América Latina, acompañados de los documentos en su apoyo: Desde el año 1808 hasta el reconocimiento de la independencia de ese extenso continente. Pág. 307-308, Publicado por A. Durand, 1867.
  15. Éstos eran Paso, Sáenz, Acevedo, Malabia, Serrano, Pacheco de Melo, Sánchez de Bustamante, Castro Barros, Godoy Cruz Rivera, Gallo y Uriarte.
  16. Rondeau propuso al general Lecor la invasión de Entre Ríos y Corrientes por las tropas portuguesas. Pero la carta cayó en manos de los federales; eso precipitó el comienzo de una nueva guerra civil. Véase Luna, Félix, Los caudillos, Ed. Peña Lillo, Bs. As., 1971.

Bibliografía

  • López Rosas, José Rafael, Entre la monarquía y la república. Memorial de la Patria, tomo III, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1981.
  • Ravignani, Emilio, Asambleas constituyentes argentinas, Tomo 1, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Bs. As., 1937-1939.
  • Horowicz, Alejandro, El país que estalló, Tomo II, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2004. ISBN 950-07-2562-2
  • Rosa, José María y Chávez, Fermín, Historia argentina, Ed. Oriente, Bs. As., 1998. ISBN 987-21726-2-5


Enlaces externos