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== Persecución de los cristianos por los judíos ==
== Persecución de los cristianos por los judíos ==
El ''[[Nuevo Testamento]]'' dice que los primeros cristianos (comenzando por el propio [[Jesús de Nazaret|Jesús]]) no sufrieron persecución a manos de los jefes judíos de esa época. También relata el principio de persecuciones por los romanos. El término «los judíos» es usado con frecuencia en una forma indiscriminada que ha sido causa de controversia.
El ''[[Nuevo Testamento]]'' dice que los primeros cristianos (comenzando por el propio [[Jesús de Nazaret|Jesús]]) sufrieron persecución a manos de los jefes judíos de esa época. También relata el principio de persecuciones por los romanos. El término «los judíos» es usado con frecuencia en una forma indiscriminada que ha sido causa de controversia.


Según el ''Nuevo Testamento'', la persecución de los primeros cristianos continuó después de la muerte de Jesús. Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes judíos, incluido el sumo sacerdote [[Ananías]], quien no obstante los liberó más tarde ([[Hechos de los apóstoles|Hechos]] 4:1-21). En otro momento, todos los apóstoles fueron encarcelados por el [[sumo sacerdote]] y otros [[saduceo]]s, pero fueron liberados por un [[ángel]] (Hechos 5:17-18). Los apóstoles, tras haber escapado, fueron llevados nuevamente ante el [[Sanedrín]], pero esta vez [[Gamaliel]] (un [[rabino]] [[fariseo]] bien conocido de la literatura rabínica) convenció al Sanedrín de liberarlos (Hechos 5:27-40).
Según el ''Nuevo Testamento'', la persecución de los primeros cristianos continuó después de la muerte de Jesús. Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes judíos, incluido el sumo sacerdote [[Ananías]], quien no obstante los liberó más tarde ([[Hechos de los apóstoles|Hechos]] 4:1-21). En otro momento, todos los apóstoles fueron encarcelados por el [[sumo sacerdote]] y otros [[saduceo]]s, pero fueron liberados por un [[ángel]] (Hechos 5:17-18). Los apóstoles, tras haber escapado, fueron llevados nuevamente ante el [[Sanedrín]], pero esta vez [[Gamaliel]] (un [[rabino]] [[fariseo]] bien conocido de la literatura rabínica) convenció al Sanedrín de liberarlos (Hechos 5:27-40).

Revisión del 22:09 8 abr 2010

Antorchas de Nerón: Cristianos perseguidos por Nerón.

Numerosos cristianos han sufrido persecuciones por parte de no cristianos e incluso de otros cristianos de creencias diversas o más o menos estrictas durante la historia del Cristianismo. Tal persecución admitía varios grados, desde el arresto sin garantías, la mengua de derechos públicos, el encarcelamiento, el azotamiento y la tortura, la ejecución, llamada por ellos martirio, pasando por el pago de un impuesto suplementario (como el caso de los mozárabes), la confiscación de sus bienes o incluso la destrucción de la sus propiedades, su arte, sus libros y sus símbolos o la incitación a abjurar de sus principios y delatar a otros cristianos.

Persecución de los cristianos por los judíos

El Nuevo Testamento dice que los primeros cristianos (comenzando por el propio Jesús) sufrieron persecución a manos de los jefes judíos de esa época. También relata el principio de persecuciones por los romanos. El término «los judíos» es usado con frecuencia en una forma indiscriminada que ha sido causa de controversia.

Según el Nuevo Testamento, la persecución de los primeros cristianos continuó después de la muerte de Jesús. Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes judíos, incluido el sumo sacerdote Ananías, quien no obstante los liberó más tarde (Hechos 4:1-21). En otro momento, todos los apóstoles fueron encarcelados por el sumo sacerdote y otros saduceos, pero fueron liberados por un ángel (Hechos 5:17-18). Los apóstoles, tras haber escapado, fueron llevados nuevamente ante el Sanedrín, pero esta vez Gamaliel (un rabino fariseo bien conocido de la literatura rabínica) convenció al Sanedrín de liberarlos (Hechos 5:27-40).

La razón más probable de la persecución es que los judíos cristianos predicaban el inminente regreso del Rey de los Judíos y el establecimiento de su reino. A oídos romanos, tal conversación era sediciosa. Los romanos dieron a los judíos en ese tiempo un autogobierno limitado; las principales obligaciones de los líderes judíos eran recolectar impuestos para Roma y mantener el orden civil. Así, los líderes judíos tendrían que suprimir cualquier conversación sediciosa. A menudo cuando los líderes judíos no suprimían los conatos sediciosos, eran enviados a Roma para ser juzgados.

Muerte de Esteban

El Nuevo Testamento relata la lapidación de Esteban (Hechos 6:8-7:60) por miembros del Sanedrín. Esteban es recordado en el cristianismo como el primer mártir (derivado de la palabra griega mártÿros que significa ‘testigo’).

Saulo-Pablo de Tarso

La ejecución de Esteban fue seguida de una gran persecución de cristianos (Hechos 8:1-3), dirigida por un fariseo llamado Saulo de Tarso, enviando a muchos cristianos a prisión. Según el Nuevo Testamento, esta persecución continuó hasta que Saulo se convirtió al cristianismo (y cambió su nombre a Pablo), tras decir que había visto una luz brillante y oído la voz de Jesús en el camino hacia Damasco, donde estaba viajando para encarcelar a más cristianos (Hechos 9:1-22).

Hechos 9:23-25 dice que «los judíos» en Damasco trataron entonces de matar a Pablo. Estaban esperándole en las puertas del pueblo, pero los evadió al ser bajado sobre el muro de la ciudad en una canasta por otros cristianos y luego escapó hacia Jerusalén. Comprensiblemente, tuvo dificultad al principio para convencer a los cristianos de Jerusalén que él, su antiguo perseguidor, se había convertido y de que ahora estaba siendo perseguido a su vez (Hechos 9:26-27). Otro atentado se hizo contra su vida, esta vez por «los grecianos» (KJV), refiríendose a un grupo de judíos helenistas (Hechos 9:29), a quienes él debatió mientras estaban dentro y alrededor de Jerusalén.

Persecución de cristianos en el Imperio Romano

Al principio, los romanos consideraron el cristianismo como una nueva secta judía. Aparte de las esporádicas persecuciones de Nerón y Domiciano, durante el siglo I los cristianos tuvieron que enfrentarse con mayor frecuencia con la animadversión de los escribas y fariseos, rectores del judaísmo, que con las autoridades romanas.

Con base en diversos testimonios[1]​ se afirma que durante la segunda mitad del siglo I, todo el siglo II y hasta el siglo IV, los cristianos fueron también perseguidos por autoridades del Imperio Romano, que consideraba a los cristianos, ya sea como judíos sediciosos (recordando que en el año 70 los judíos armaron una revuelta en Judea que originó la destrucción de Jerusalén y la deportación de los judíos de su territorio a manos romanas), o como rebeldes políticos. El historiador Tácito menciona las revueltas causadas en Roma en tiempo del emperador Claudio "por un tal Cresto", a quien cabe identificar con Cristo, cuyas doctrinas debían haber sido divulgadas por emigrantes o esclavos judíos en Roma.

Tertuliano, en su "Apología contra los gentiles", escrita en el año 200, explica cuáles eran los delitos que la fama imputaba a los cristianos:

"Que en la nocturna congregación sacrificamos y nos comemos un niño. Que en la sangre del niño degollado mojamos el pan y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno. Que unos perros que están atados a los candeleros los derriban forcejeando para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre del niño. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, alcahuetes de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres. De estos delitos nos pregona reos la voz clamorosa popular, y aunque ha tiempo que la fama los imputa, hasta hoy no ha tratado el Senado de averiguarlos"
Apología, c.7Tertuliano

Los gentiles asimilaban las reuniones nocturnas de los cristianos a ritos orientales de los "misterios", como los de Eleusis y Samos, enraizados en las prácticas mágicas, los misterios de Cibeles, los de Isis, originarios de Egipto, o los de Mitra, procedentes de Persia, que alcanzaron notable difusión incluso en España y en especial en la costa catalana.

En este contexto, hay que recordar que se hizo costumbre entre varios emperadores romanos el erigir estatuas propias en las diversas ciudades del imperio, y en autoproclamarse dioses o hijos de dioses (bajo el título de señor de señores) a los que sus súbditos debían de respetar. Un signo ejemplar de esto era la obligación de adorar o cuando menos arrodillarse ante las estatuas de los emperadores en las ciudades donde se encontraran. Los cristianos, tomando como principio el que Jesús es el único Señor de señores, y el único hijo del Dios verdadero, se negaban a tomar tales actitudes. Los romanos, antes que juzgar sus creencias, verían en estos gestos las actitudes de una rebelión política contra el imperio, lo cual originó varias persecuciones contra los cristianos en esa época.

Hubo diez grandes persecuciones romanas contra el Cristianismo, denominadas generalmente con el nombre de los emperadores que las decretaron: las de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano.


Los martirologios cristianos sostienen que, puesto que el cristianismo era considerado ilegal en el imperio, los cristianos debían ocultarse. Sus reuniones serían entonces secretas y son famosas las catacumbas de la ciudad de Roma, donde se dice que los cristianos se reunían.[2]​ Para identificarse habrían utilizado símbolos que a ojos romanos no fueran evidentes, como el símbolo del Pez (ichthys en griego), anagrama de la palabra Christos y cuyo dibujo en la arena puede interpretarse en efecto como un pez, pero también como un cáliz vertido.

Sin embargo, de acuerdo a los datos entregados por el historiador setecentista Edward Gibbon en la parte VIII del capítulo XVI de su Decadencia y Caída del Imperio Romano el cálculo arroja un máximo de 2.000 víctimas cristianas durante la Gran Persecución (303-313 E.C.) y un estimado total de 4.000.

La persecución de Nerón, 64-68

Una de las más famosas y quizá la más temprana es la originada por el emperador Nerón, en torno al cual se originó la leyenda de su autoría del incendio que acabó con varios barrios de la ciudad de Roma. El historiador Cornelio Tácito escribió a principios del siglo II que ante el rumor popular de que el incendio se había originado por orden superior, halló en los cristianos los chivos expiatorios que en principio satisficieron la ira del populacho. Fueron cruelmente reprimidos, según Los Anales de Tácito. Suetonio, otro escritor prominente de principios del siglo II corrobora la versión, señalando que entre las obras públicas de Nerón se contaba "persiguió a los cristianos". No obstante, no hay registro explícito de esta persecución en las escasas fuentes cristianas del siglo I. Solamente, por la 1 de Clemente puede asociarse de alguna manera la citada represión con el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.

La persecución de Constantino, siglo II

A mediados del siglo II, las turbas estaban predispuestas a tirar piedras a los cristianos. La Persecución de Lyon fue precedida por la violencia colectiva, incluyendo asaltos, robos y lapidaciones (Eusebio, Historia eclesiástica 5.1.7).

Además hubo persecuciones de forma inconexa hasta el siglo III, aunque la Apologética de Tertuliano de 197 fue escrita ostensiblemente en defensa de los cristianos perseguidos y dirigida a los gobernadores romanos. El edicto de Septimio Severo, familiar en la historia del cristianismo es puesto en duda por algunos historiadores seculares por conocerse fuera del martirologio cristiano.

Según la documentación del Imperio, la primera gran persecución tuvo lugar bajo Maximino el Tracio, aunque sólo afectó al clero. No fue sino hasta Decio a mediados del siglo, que una persecución de los cristianos laicos de todo el Imperio se llevó a cabo. Fuentes cristianas aseveran que se emitió un decreto que requería sacrificios públicos, un trámite equivalente a un testimonio de fidelidad al emperador y al orden establecido. Decio autorizó varias comisiones itinerantes para visitar las ciudades y aldeas y supervisar la ejecución de los sacrificios y para entregar los certificados por escrito a todos los ciudadanos que las efectuasen. Los cristianos a menudo tuvieron oportunidad de evitar el castigo efectuando sacrificios públicos o quemando incienso en honor a los dioses romanos, pero si se negaban eran acusados por los romanos de impiedad. La negativa era castigada con arresto, encarcelamiento, tortura y ejecuciones. Los cristianos huyeron a refugios en el campo, y algunos compraron sus certificados de sacrificio, denominados libelli. Varios municipios próximos a Cartago debatieron la cuestión de en qué medida la comunidad debería aceptar a estos cristianos lapsos.

La persecución de Domiciano, 81-96

Otro emperador que se recuerda por su crueldad con los cristianos fue Domiciano, entre los años 81 y 96.

La persecución de Trajano, 109-111

Entre 109 y 111 dC, Plinio el Joven fue enviado por el emperador Trajano (98-117) a la provincia de Bitinia como gobernador. Durante su mandato, Plinio encuentran a los cristianos, y escribe al emperador sobre ellos. El gobernador indicó que había ordenado la ejecución de varios cristianos. Sin embargo, no estaba seguro de qué hacer con aquellos que dijeron que ya no eran cristianos, y pidió a su consejo de Trajano. El emperador respondió que los cristianos no deben ser buscados y que las acusaciones anónimas deben ser rechazadas como una muestra "indigna de nuestra época", y si se retractan y "adoran a nuestros dioses", deben ser liberados. Los que persistan, sin embargo, deben ser castigados.

La persecución de Marco Aurelio

Marco Aurelio considera que la doctrina cristiana de la inmortalidad del alma, con sus consecuencias morales, suponía una ideología peligrosa para el bienestar del estado. Una ley aprobada bajo su reinado y dirigida a los cristianos, sancionaba con el exilio y la confiscación de los bienes de quienes trataba de influir en la mente de la gente por el miedo de la divinidad. En todo caso, su reinado fue una época tormentosa para la iglesia. A pesar de que las persecuciones no puedan estar directamente relacionadas con él, la ley de Trajano era suficiente para justificar las medidas más severas contra los seguidores de la religión "prohibida".

Tradicionalmente se ha pensado que durante el reinado de Marco Aurelio, Policarpo, Obispo de Esmirna, fue martirizado, pero las nuevas estimaciones sitúan bajo el imperio de Antonino Pío, y más concretamente, el procónsul de Asia Menor, Estacio Cuadrado.

Uno de los mayores actos de violencia registrados contra los cristianos en el tiempo de Marco Aurelio fue la persecución de Lyon, que tuvo lugar en el 177 AD. Más de 48 cristianos fueron asesinados durante la misma.

La persecución de Septimio Severo, 202-210

Otro emperador bajo quien los cristianos sufrieron terriblemente fue Septimio Severo que gobernó desde el 193-211. Durante su reinado, Clemente de Alejandría dejó escrito: "Muchos mártires son quemados a diario, confinados o decapitados, ante nuestros ojos."

Septimio Severo usó la persecución como pretexto para atribuir a los cristianos la peste y el hambre que asolaban el imperio; en esta persecución, especialmente violenta, sufrieron martirio Santa Cecilia y su esposo Valeriano y tuvo lugar el famoso episodio de la Legión fulminante.

El emperador Severo quizás no estaba personalmente en contra de los cristianos, pero la iglesia estaba ganando poder y la adesión masiva de fieles condujo al sentimiento popular anti-cristiano y su persecución en Cartago, Alejandría, Roma y Corinto aproximadamente entre 202 y 210.

En el 202 Séptimio promulgó una ley que prohíbía la difusión del cristianismo y el judaísmo. Este fue el primer decreto universal prohibiendo la conversión al cristianismo. Estallaron violentas persecuciones en Egipto y África del Norte. Leonides, defensor del cristianismo, fue decapitado. Su hijo Orígenes fue perdonado porque su madre escondió su ropa. Una joven fue cruelmente torturada y luego quemada en una caldera de brea ardiente con su madre. Perpetua y Felicidad que fueron martirizadas durante este tiempo, al igual que muchos estudiantes de Orígenes de Alejandría.

La persecución de Maximino, 235

Maximino el Tracio inició una persecución dirigida principalmente contra los jefes de la Iglesia en el año 235. Una de sus primeras víctimas fue Ponciano, que con Hipólito fue desterrado a la isla de la Cerdeña.

La persecución de Decio, 250-251

La persecución de Decio arrojó numerosos eremitas a los bosques; entre sus mártires se cuentan el papa San Fabián y Santa Águeda; el célebre Orígenes sufrió tales tormentos que murió después a consecuencia de ellos. La persecución de los cristianos se extendió a todo el Imperio durante el reinado de Decio y marcó de forma duradera a la iglesia cristiana.

En enero de 250, Decio publicó un edicto por el que se requería que todos los ciudadanos hicieran un sacrificio para mayor gloria del emperador en la presencia de un oficial romano y así obtener un certificado (Libellus) que demuestrara que lo habían hecho. En general, la opinión pública condenaba la violencia del gobierno y se admiraba de la resistencia pasiva de los mártires con lo que el movimiento cristiano se fortaleció. La persecución de Decio cesó en 251, pocos meses antes de su muerte. La persecución de Decio tuvo repercusiones duraderas para la iglesia: ¿Cómo deben ser tratados los que habían comprado un certificado o había hecho realmente el sacrificio? Parece que en la mayoría de las iglesias, los apóstatas fueron aceptados de nuevo al seno de la iglesia, pero algunos grupos se les negó la entrada a la iglesia. Esto plantea importantes cuestiones acerca de la naturaleza de la Iglesia, el perdón, y el alto valor del martirio. Un siglo y medio más tarde, San Agustín discutió con un influyente grupo llamados Donatistas, que se separó de la Iglesia Católica porque ésta abrazó a los que se habían acobardado.

Gregorio de Tours glosa las persecuciones en su Historia de los francos:

Bajo el emperador Decio muchas persecuciones se levantaron contra el nombre de Cristo, y hubo tal masacre de los creyentes que no podían ser contados. Babillas, obispo de Antioquía, con sus tres pequeños hijos, Urban, Prilidan y Epolon, y Sixto, obispo de Roma, Lorenzo, un archidiácono, y Hipólito, se perfecciona por el martirio, ya que confesó el nombre del Señor. Valentiniano y Novaciano eran los jefes herejes más activos en contra de nuestra fe, animando al enemigo. En este momento, siete hombres fueron ordenados como obispos y enviados a los galos a predicar, como la historia del martirio del santo mártir Saturnino refiere. Porque dice: "En el consulado de Decio y Grato, como la memoria fiel, recuerda, la ciudad de Toulouse, recibió al santo Saturnino como su primer y más grande obispo". Estos obispos fueron enviados: Catianus obispo de Tours, Trófimo obispo de Arles, Pablo obispo de Narbona, Saturnino obispo de Tolosa, Dionisio obispo de París; Stremonius obispo de Clermont, Marcial obispo de Limoges.

Los escritos de Cipriano, Obispo de Cartago, arrojan luz sobre las consecuencias de la persecución de Decio en la comunidad cristiana cartaginesa.

La persecución de Valeriano 256-259

Bajo el reinado de Valeriano, que subió al trono en 253, todos los clérigos cristianos fueron obligados a sacrificar a los dioses romanos. En un edicto de 257, el castigo fue el exilio, en 258, el castigo era la muerte. Senadores cristianos, caballeros y damas fueron también obligados a sacrificar, bajo pena de fuertes multas, reducción de rango y, más tarde, la muerte. Por último, se prohibió a todos los cristianos visitar sus cementerios. Entre los ejecutados por Valeriano se encuentran: San Cipriano, obispo de Cartago, y Sixto II, obispo de Roma. Según una carta escrita por Dionisio durante este tiempo, "hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, doncellas y matronas, soldados y civiles, de toda edad y raza, algunos por la flagelación y el fuego, otros por la espada, han conquistado en la lucha y ganado sus coronas." La persecución terminó con la captura de Valeriano por Persia. Su hijo y sucesor Galieno, revocó los edictos de su padre.

Una orden de arrestar a un cristiano, de fecha 28 de febrero 256, se encontró entre los Papiros de Oxirrinco (P. Oxy 3035). En el documento no se detallan los motivos de la detención.

La persecución de Diocleciano, La gran persecución 303-304

La persecución de Diocleciano fue la última, pero la más cruel y larga de todas ellas, pues este emperador quiso reformar el imperio en todos los aspectos y una parte muy esencial de su política era reforzar el culto imperial. Fue instigado a ella por los césares Maximiano y Galerio; hasta ciudades enteras cristianas fueron arrasadas. Fue tan larga esta persecución que fue llamada la Era de los mártires, y entre los más célebres se cuentan varios papas, San Sebastián, San Pancracio y Santa Inés.

La persecución de Juliano

Juliano el Apóstata, fue el último emperador pagano del Imperio Romano. Se crió en un momento en que el paganismo estaba en declive, en Roma. Al ser proclamado augusto en el año 361 dC, Juliano de inmediato declaró su fe a los antiguos dioses romanos y empezó a provocar un renacimiento pagano. Sin embargo, fue asesinado en Persia en el año 363 dC y su intento de restaurar el paganismo finalmente fracasó.

Juliano utilizó muchos métodos para romper sutilmente la Iglesia. Recordó a los obispos que habían sido desterrados por las enseñanzas heréticas, clero fue despojado de su derecho a viajar por cuenta del Estado, como lo habían hecho anteriormente, y prohibió a los cristianos enseñar obras clásicas tales como el Ilíada o la Odisea. Juliano fue sustituido por el emperador cristiano Joviano.

Referencias

Bibliografía

  • J. Zahonero y M. A. Martín, Historia de la iglesia. Alcoy: Editorial Marfil, 1968.

Véase también

Enlaces relacionados