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Por su parte, la exigencia de que sólo puede considerarse que es conocimiento un conjunto de proposiciones estrictamente verdaderas (demostrables), ha sido cuestionado. En su ''Lógica de la investigación científica'', [[Karl Popper]] propuso el [[falibilismo]], según el cual incluso la mejor clase de ciencia empírica es falible. Una posición semejante puede rastrearse ya en [[René Descartes]].
Por su parte, la exigencia de que sólo puede considerarse que es conocimiento un conjunto de proposiciones estrictamente verdaderas (demostrables), ha sido cuestionado. En su ''Lógica de la investigación científica'', [[Karl Popper]] propuso el [[falibilismo]], según el cual incluso la mejor clase de ciencia empírica es falible. Una posición semejante puede rastrearse ya en [[René Descartes]].


Si partiendo de la llamada "definición platónica" se acepta el punto de vista falibilista, se llega a la idea de que el concepto que designa la característica central del conocimiento (y la ciencia), es el de la (adecuazda) justificación o prueba. Esta idea ha sido defendida por el filósofo mexicano [[Luis Villoro]], en su obra ''Creer, saber, conocer'' (caps. 7 y 8).
Si partiendo de la llamada "definición platónica" se acepta el punto de vista falibilista, se llega a la idea de que el concepto que designa la característica central del conocimiento (y la ciencia), es el de la (adecuada) justificación o prueba. Esta idea ha sido defendida por el filósofo mexicano [[Luis Villoro]], en su obra ''Creer, saber, conocer'' (caps. 7 y 8).


==== Justificación a priori y a posteriori ====
==== Justificación a priori y a posteriori ====

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La gnoseología (del griego γνωσις, gnosis, "conocimiento" o "facultad de conocer", y λόγος, logos, "razonamiento" o "discurso"), también llamada teoría del conocimiento, es una rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el origen y el alcance del conocimiento.[1][2]​ La gnoseología no estudia los conocimientos particulares, como pueden ser el conocimiento de la física, de la matemática o de nuestros alrededores inmediatos, sino el conocimiento en general.

Los problemas en torno al conocimiento son centrales en la filosofía y su consideración se inicia con la filosofía misma, especialmente con Platón. Prácticamente todos los grandes filósofos han contribuido a la gnoseología.[3]

En inglés y otros idiomas, la gnoseología o teoría del conocimiento se conoce como epistemología (epistemology). En español, este término se reserva para el conocimiento específicamente científico, y por lo tanto es más bien una parte de la filosofía de la ciencia.

Es obvio que otras disciplinas también se ocupan del conocimiento, pero desde otros puntos de vista. La psicología lo hace encarando los aspectos de la vida mental que en el conocer están implícitos. La lógica también se ocupa del tema, pero sus miras están puestas en la corrección o incorrección del razonamiento o argumentación, y no en la relación entre el conocimiento y el objeto del mismo. La ontología, a su vez, también se ocupa de gnoseología, pero atendiendo al objeto, a la naturaleza de los objetos del conocer, a su clasificación en reales o ideales (matemática y lógica).

La naturaleza del conocimiento

Tipos de conocimiento

En la gnoseología contemporánea, es frecuente distinguir entre tres tipos de conocimiento:

Conocimiento proposicional

El conocimiento proposicional es el tipo de conocimiento que se tiene cuando se sabe que algo es el caso. Se lo asocia a la expresión del lenguaje ordinario "saber que" (en inglés, know that). Por ejemplo, decimos que sabemos que la Luna orbita alrededor de la Tierra, que el texto que tenemos delante de los ojos está en español, que padecemos de dolor de muelas, o que 2 + 2 = 4. Todos estos conocimientos son muy diversos entre sí, pero tienen en común que todos son conocimiento de una proposición.

Conocimiento práctico

El conocimiento práctico, también llamado conocimiento operacional o procedimental, es el conocimiento que se tiene cuando se poseen las destrezas necesarias para llevar a cabo una acción. Se lo asocia a la expresión "saber como" (en inglés, know how). Por ejemplo, decimos que sabemos como andar en bicicleta, como redactar una carta comercial o como amamantar un niño.

Es frecuente la suposición de que la mayor parte de la teoría del conocimiento "clásica" —es decir, aquella anterior al siglo XX— se ocupa principalmente del conocimiento proposicional. Sin embargo, los problemas del conocimiento operacional gozan de una extensa historia en la filosofía occidental. En la gnoseología contemporánea, sin embargo, la mayoría de los esfuerzos se centran en el conocimiento proposicional.

Conocimiento objetivo

El conocimiento objetivo es el conocimiento que se puede tener de las entidades. La palabra "objetivo" aquí proviene de "objeto", y no debe confundirse con el conocimiento objetivo en el sentido de conocimiento cuya validez es independiente de nosotros. En español, el conocimiento objetivo se asocia a la expresión "conocer". Por ejemplo, decimos que conocemos a Juan Pérez, que conocemos tal canción, que conocemos París, etc.

Bertrand Russell trazó una distinción influyente entre conocimiento por familiaridad (en inglés, knowledge by acquaintance) y conocimiento por descripción. El conocimiento por familiaridad es el conocimiento de un objeto al que se tiene acceso directo, especialmente a través de la percepción. El conocimiento por descripción, en cambio, es el conocimiento de un objeto al que no se tiene acceso directo, sino que sólo es accesible mediante una descripción definida que refiere unívocamente al mismo. Por ejemplo, nuestro conocimiento del agua es un caso conocimiento por familiaridad, mientras que nuestro conocimiento del centro del Sol es un caso de conocimiento por descripción.[4]

El problema de Gettier

Desde al menos el Teeteto de Platón, la gnoseología contaba con una definición generalmente satisfactoria de lo que es el conocimiento proposicional. Ésta era: el sujeto A sabe que p (donde p es una proposición cualquiera) si y sólo si:

  • El sujeto A cree que p.
  • Es verdad que p.
  • El sujeto A está justificado en su creencia de que p.

Por ejemplo, Isaac Newton sabe que en frente suyo hay una manzana si y sólo si:

  • Newton cree que en frente suyo hay una manzana.
  • Es verdad que en frente suyo hay una manzana.
  • Newton está justificado en su creencia de que en frente suyo hay una manzana.

Sin embargo, en 1963, Edmund Gettier publicó un artículo de tres páginas titulado Es el conocimiento creencia verdadera justificada?, en el que argumentó que la definición clásica no es suficiente. Gettier mostró que hay casos en los que una creencia verdadera justificada puede fallar en ser conocimiento. Es decir, hay casos en los que los tres requisitos se cumplen, y sin embargo intuitivamente nos parece que no hay conocimiento. Retomando el ejemplo anterior, podría ser que Newton crea que en frente suyo hay una manzana y esté justificado en ello (por ejemplo, porque la está mirando), pero que sin embargo la manzana sea de cera. En ese caso, según la definición clásica, Newton no posee conocimiento, porque falta que sea verdad que en frente suyo hay una manzana. Pero supongamos también que dentro de la manzana de cera hay otra manzana, más pequeña, pero real. Entonces Newton cumple con los tres requisitos: Newton cree que en frente suyo hay una manzana; Newton está justificado en su creencia; y de hecho hay una manzana en frente suyo. Sin embargo, intuitivamente nos parece que Newton no posee conocimiento, sino que solamente tuvo suerte (lo que se llama suerte epistémica).

Frente a este problema, muchos filósofos contemporáneos intentaron y aún intentan reparar la definición, dando lugar a nuevas corrientes gnoseológicas. El problema de Gettier es uno de los motores principales de la gnoseología contemporánea.

La adquisición del conocimiento

Justificación

Uno de los problemas centrales de la teoría del conocimiento es el problema de la justificación, la determinación de en qué circunstancias una creencia —es decir, un determinado juicio o proposición a la que asentimos— puede llamarse realmente conocimiento. El planteamiento clásico de esta cuestión se encuentra en un diálogo platónico, el Teeteto, donde Sócrates defiende que el término "conocimiento" debe restringirse a las creencias verdaderas y justificadas. De acuerdo a esta definición, no basta con afirmar algo verdadero para considerar que eso constituye conocimiento; las razones por las cuales se afirma deben ser fundadas y suficientes. Cuando no se dispone de una justificación semejante, se habla de fe, opinión o convicción, pero no de conocimiento en sentido estricto.

Por su parte, la exigencia de que sólo puede considerarse que es conocimiento un conjunto de proposiciones estrictamente verdaderas (demostrables), ha sido cuestionado. En su Lógica de la investigación científica, Karl Popper propuso el falibilismo, según el cual incluso la mejor clase de ciencia empírica es falible. Una posición semejante puede rastrearse ya en René Descartes.

Si partiendo de la llamada "definición platónica" se acepta el punto de vista falibilista, se llega a la idea de que el concepto que designa la característica central del conocimiento (y la ciencia), es el de la (adecuada) justificación o prueba. Esta idea ha sido defendida por el filósofo mexicano Luis Villoro, en su obra Creer, saber, conocer (caps. 7 y 8).

Justificación a priori y a posteriori

Otra distinción importante entre tipos de conocimiento es entre conocimiento a priori y conocimiento a posteriori. El conocimiento a priori es aquel cuya justificación, en algún sentido relevante, es independientes de la experiencia.[5]​ Inversamente, el conocimiento a posteriori es aquel cuya justificación, en algún sentido relevante, depende de la experiencia.

Considérese la proposición "ningún soltero es casado". Parece razonable afirmar que todo el mundo sabe que eso es cierto. Incluso diríamos que es obvio. ¿De dónde proviene la justificación para ese conocimiento? Está claro que no viene de haber preguntado a cada soltero si es casado. Más bien, parece que basta con comprender el significado de los términos involucrados, para convencerse de que la proposición es verdadera. Esta proposición es un ejemplo de lo que se llama una proposición analítica, es decir una proposición cuya verdad descansa sobre el significado de los términos involucrados, y no sobre cómo sea el mundo. Otros ejemplos de proposiciones analíticas podrían ser: "todas las nubes son nubes", "si llueve, entonces llueve" y "esta manzana es roja o no lo es". Al parecer, cuando se trata de proposiciones analíticas, nuestra justificación para creer en ellas es a priori. Esto no quiere decir, por supuesto, que nuestro conocimiento de su verdad sea completamente independiente de la experiencia, pues el significado de cada término se aprende empíricamente. Pero una vez entendidos los términos, la justificación de la verdad de las proposiciones, al parecer, no depende de la experiencia (es decir, de cómo sea el mundo).

Considérese en cambio la proposición "no todos los cisnes son blancos". Si alguien afirma que sabe que esa proposición es cierta, entonces para justificarla, tendrá que recurrir a la experiencia. Es decir, tendrá que mostrar algún cisne que no sea blanco, pues con el significado de los términos mismos parece que no basta para decidir si es verdadera o falsa.

Existen otros candidatos a conocimiento a priori, cuya justificación a priori no estriba en que la proposición sea analítica. Por ejemplo, la famosa frase de Descartes, pienso, luego existo, pretende mostrar que para que alguien sepa que existe, no necesita recurrir a la experiencia, sino que basta con pensar acerca de ello para convencerse. Otro candidato importante es el conocimiento de Dios. Los argumentos ontológicos pretenden mostrar, sin recurrir a la experiencia, que Dios existe.

El problema de la inducción

Uno de los problemas más clásicos e importantes de la justificación a posteriori es el problema de la inducción. Se trata de un problema muy amplio y con muchas ramificaciones. Sin embargo, el siguiente argumento puede servir para ilustrar el nudo de la cuestión:

  1. Todos los cuervos observados hasta el presente han sido negros.
  2. Luego, todos los cuervos son negros.

Este es un caso de un razonamiento inductivo. Existen varios otros tipos de razonamientos inductivos, pero quizás este sea uno de los más clásicos. Un razonamiento inductivo se distingue de un razonamiento deductivo en que la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la conclusión. En principio, podría ser que el próximo cuervo que se observe no sea negro. Por otra parte, los razonamientos inductivos tienen la ventaja de ser ampliativos, es decir que la conclusión contiene más información de la que hay contenida en las premisas. Dada su naturaleza ampliativa, los razonamientos inductivos son muy útiles y frecuentes en la ciencia y en la vida cotidiana. Sin embargo, dada su naturaleza falible, su justificación resulta problemática. ¿Cuándo estamos justificados en realizar una inferencia inductiva, y concluir, por ejemplo, que todos los cuervos son negros a partir de una muestra limitada de ellos? ¿Qué distingue a un buen argumento inductivo de uno malo? Estos y otros problemas relacionados dan lugar al problema de la inducción, cuya vigencia e importancia continúa desde hace siglos.

El problema de la deducción

Este problema presenta un desafío a varios tipos de justificación a priori. Supóngase que la proposición "la vida extraterrestre existe o no existe" está justificada a priori. No se necesita recorrer el universo para saber que esa proposición es verdadera. Sin embargo, según las técnicas estándar de la lógica contemporánea, si se quiere demostrar la verdad de esa proposición, se debe demostrar que bajo cualquier interpretación de las partes de la proposición, la proposición completa resulta verdadera. Sin embargo, este proceso de demostración supone, necesariamente, la validez de al menos una regla de inferencia, generalmente el modus ponens. Pero para demostrar la validez del modus ponens, es necesario recurrir al modus ponens, o a reglas de inferencia cuya validez se demuestra por medio del modus ponens. Luego, parece imposible dar una justificación última de la verdad de la proposición. Este mismo problema se extiende a varios tipos de proposiciones supuestamente justificadas a priori, y constituye un desafío para los proponentes de dicha justificación.

Como Susan Haack mostró en un artículo de 1976, el problema de la justificación de la deducción es en muchos sentidos análogo al problema de la inducción.

Teorías del conocimiento

Ante la posibilidad del conocimiento existen distintas actitudes:

  • El dogmatismo es una doctrina filosófica según la cual podemos adquirir conocimientos seguros y universales, y tener absoluta certeza de ello.
  • El escepticismo es una teoría filosófica opuesta al dogmatismo la cual duda de que sea posible un conocimiento firme y seguro. Esta postura fue defendida por Pirrón.
  • El criticismo es una doctrina filosófica intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo, admite la existencia de la verdad absoluta, y la posibilidad de acercarnos a ella mediante la critica: es decir, la eliminación de hipotesis falsas, otorgándonos verdades provisionales. Cualquier verdad provisional sigue estando sometida a la falsabilidad, de tal forma, que jamas exista la certeza de que una verdad provisional sea verdad absoluta. Tal doctrina fue defendida por Immanuel Kant.
  • El relativismo es una corriente de pensamiento filosófica, defendida por los sofistas, que niega la existencia de una verdad absoluta y defiende la idea de que cada individuo posee su propia verdad, la cual depende del espacio y el tiempo.
  • El perspectivismo es una doctrina filosófica que defiende la existencia de una verdad absoluta pero piensa que ninguno de nosotros podemos llegar a ella sino que llegamos a una pequeña parte. Cada ser humano tiene una vista de la verdad. Dicha actitud fue defendida por José Ortega y Gasset.
  • El racionalismo de René Descartes proponía que los seres humanos nacían con ideas, tales como la idea de Dios, y que el conocimiento proviene del razonamiento.
  • El empirismo fue desarrollado por los filósofos ingleses John Locke, George Berkeley y David Hume, los cuales sostienen que todo conocimiento proviene de la experiencia, y que el hombre es al nacer una "tabula rasa", es decir, como una tabla lisa, sin ninguna idea preconcebida y en la cual las experiencias van dejando su marca, al contrario de lo que sostenía Descartes.
  • El constructivismo es una doctrina filosófica según la cual el sujeto "construye" estructuras que representan la realidad dentro de sí mismo, a partir de su interacción con los objetos, de tal manera que no es solo la experiencia pura lo que crea el conocimiento, sino la transformación de las estructuras por el sujeto (ver Estructuralismo). Jean Piaget desarrolló su teoría del constructivismo genético, con la cual busca dilucidar la "génesis" de las estructuras en el individuo, a partir de la observación de niños desde su nacimiento hasta la adolescencia. Los principios de esta construcción de estructuras son la asimilación y la acomodación, conceptos que Piaget tomó de la biología.
  • El materialismo dialéctico es una postura filosófica, desarrollada por Karl Marx y Friedrich Engels, según la cual el conocimiento es un "reflejo" de la realidad en el sujeto que conoce. El conocimiento se produce de forma social, si bien lo realizan los individuos concretos, por medio de su actividad, en el proceso de transformar la realidad. V. I. Lenin también contribuyó a esta corriente, con su obra Materialismo y empiriocriticismo.
  • El objetivismo es el sistema filosófico desarrollado por la filósofa y novelista Ayn Rand. Sostiene que existe una realidad independiente de la mente humana, que los individuos están en contacto con ésta a través de la percepción de los sentidos, que adquieren conocimiento procesando los datos perceptivos utilizando la razón (o la "identificación no-contradictoria"). Ésta teoría parte de los principios de la lógica y metafísica aristotélicas.

Los límites del conocimiento

El trilema de Münchhausen

Supóngase que Juan, un escéptico, quiere creer que Venus es el segundo planeta a partir del Sol, pero no está del todo seguro. Para confirmar su creencia, Juan se dirige al artículo acerca del sistema solar en Wikipedia. Allí lee que Venus es el segundo planeta a partir del Sol, de modo que al parecer, su creencia ha pasado a estar justificada, y por lo tanto Juan ahora sabe que Venus es el segundo planeta a partir del Sol. Sin embargo, Juan ha oido hablar acerca de los vándalos en Wikipedia, así que se pregunta si la información en el artículo estará justificada. ¿De dónde provino el texto que acaba de leer? Para responder a esa pregunta, Juan busca en el artículo una nota al pie que indique la fuente de la afirmación. La encuentra, y Juan busca el libro fuente, con la firme intención de verificar la infromación. Sin embargo, cuando lo hace, Juan se pregunta si la información en ese libro está justificada. ¿De dónde provino? Juan entonces contacta al autor del libro, quien le dice que efectivamente, Venus es el segundo planeta a partir del Sol. Pero aún así, Juan se pregunta si la creencia del autor estará justificada. ¿Dónde lo leyó? ¿Acaso en Wikipedia? ¿O quizás en otro libro? A fin de cuentas, es muy improbable que él mismo haya hecho las observaciones necesarias para confirmar el dato. Juan entonces compra un telescopio, decidido a confirmar él mismo su creencia. Pero aún entonces, Juán se pregunta si puede confiar en el telescopio, o en los libros que compró para aprender a mirar el cielo nocturno, o incluso en su propia vista.

Siguiendo esta clase de razonamiento, el proceso de verificación conduce a una de tres alternativas:

  • Una regresión infinita de justificaciones: A se justifica por B, B se justifica por C, C se jusitifica por D, etc.
  • Un corte arbitrario en el razonamiento: A se justifica por B, B se justifica por C, y C no se justifica.
  • Una justificación circular: A se justifica por B, B se justifica por C, y C se justifica por A.

A esta situación se la conoce como el trilema de Münchhausen, porque si lo que se busca es conocimiento seguro, entonces ninguna de las tres alternativas parece del todo satisfactoria. Pero si no hay una justificación satisfactoria, entonces tampoco hay conocimiento seguro. Este mismo razonamiento puede extenderse a todo tipo de proposiciones, incluso las de las ciencias formales como la lógica y la matemática.

Historia

La investigación sistemática del conocimiento comienza en la Antigua Grecia, especialmente con el diálogo platónico Teeteto, aunque también en La República (VI). Aristóteles dedica parte de su trabajo titulado De Anima a explicar el conocimiento "empírico", el que se obtiene a través de los sentidos, y en la Metafísica dedica el libro IV (especialmente el capítulo 4 y ss.) a discutir cuestiones como la prueba de los primeros principios y el relativismo. En los Segundos analíticos presenta lo que puede considerarse como su epistemología. Para estos dos autores, sólo podía haber conocimiento de lo inmutable: para Platón las Ideas, y para Aristóteles las sustancias. En la período helenístico escribe el pirrónico Sexto Empírico, a quien se debe la mejor expresión del escepticismo antiguo.

Con el Renacimiento comenzó un período de intenso desarrollo de la gnoseología, que marcará toda la modernidad. La invención de nuevos instrumentos de observación ayudaron al desprendimiento de lo cánones (principalmente Aristóteles y la Biblia) a la hora de fundamentar el conocimiento.

En el siglo XVII el inglés Francis Bacon escribe Advancement of knowledge y Novum Organum, donde reclama el apoyo de la monarquía para impulsar el conocimiento de tipo empírico. La tradición empirista encontraría a sus principales defensores en John Locke, David Hume y George Berkeley. Locke se ocupó de estas cuestiones en su obra Ensayo sobre el entendimiento humano; Berkeley sigue parcialmente a Locke en su Tratado sobre los principios del conocimiento humano, de 1710; y Hume, hizo lo propio en la primera parte de su Tratado de la naturaleza humana y en su Investigación sobre el entendimiento humano.

Por otro lado, el francés René Descartes publica en 1637 el Discurso del método y en 1641 las Meditaciones metafísicas, obras en gran parte dedicadas a plantear y resolver los problemas fundamentales de la teoría del conocimiento. Descartes introduce la duda metódica como método racional para obtener conocimiento seguro, y dio inicio a la tradición racionalista, que será continuada por Spinoza y Leibniz, entre otros.

En 1781, el alemán Immanuel Kant publica la Crítica de la Razón Pura, una obra muy influyente en la que critica tanto al racionalismo como al empirismo y propone una alternativa superadora: el idealismo trascendental. Con ello propuso un "giro copernicano" en la filosofía moderna, donde el sujeto ya no es pasivo frente al mundo, sino que pasa a ser un sujeto activo que "construye" el objeto de su conocimiento. De este modo, Kant propone que el mundo nouménico permanece incognoscible para el sujeto, que sólo puede conocer el mundo fenoménico, mediado por las intuiciones puras del espacio y el tiempo, las categorías del intelecto y las ideas regulativas de la razón. A partir de entonces, la gnoseología ha intentado volver a recuperar el conocimiento del mundo. La obra de Kant dio inicio al idealismo alemán, escuela que tuvo a sus mayores exponentes en Johann Gottlieb Fichte, Friedrich Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel.

A principio del siglo XX, Husserl propuso volver "a las cosas mismas", expresión con la que quedó fundada la fenomenología, que sería continuada, de distintos modos, por Heidegger, Sartre y Merleau-Ponty, entre otros.

En la filosofía analítica, por el contrario, a mediados del siglo XX se inició a partir de un breve artículo de Edmund Gettier una tradición de análisis del conocimiento en términos de atribuciones de conocimiento, retomando las tres características que señalara Platón para todo conocimiento: que sea una creencia, que sea verdadera y que esté justificada. A partir de este análisis estándar han surgido a principios del siglo XXI diversas teorías sobre las atribuciones de conocimiento como el invariantismo, el invariantismo sensible,[6]​ el contextualismo[7]​ y el relativismo.

En 1963, Frederic Fitch publica un trabajo en lógica epistémica en el que demuestra que dados ciertos supuestos básicos, "si toda verdad se pudiera conocer, entonces toda verdad sería conocida". Pero como no toda verdad es conocida, se sigue que no es posible conocer todas las verdades. Esta paradoja se conoce hoy como la paradoja de la conocibilidad de Fitch (Fitch's Paradox of Knowability).[8]

Paralelamente, desde mediados del siglo XIX, quizá empezando con las reflexiones metodológicas del astrónomo británico William Whewell, como a lo largo del siglo XX, se dedicaron muchos esfuerzos filosóficos al estudio del conocimiento científico, dando lugar a la filosofía de la ciencia. Este tipo de estudios pronto se ven complementados con otros sobre la historia de la ciencia, y más tarde, la sociología de la ciencia.

Véase también

Notas y referencias

  1. Steup, Matthias. «Epistemology». En Edward N. Zalta, ed. Stanford Encyclopedia of Philosophy (en inglés) (Spring 2010 Edition). 
  2. Truncellito, David A. «Epistemology». Internet Encyclopedia of Philosophy (en inglés). Consultado el 10 de febrero de 2010. 
  3. «Epistemology». Encyclopædia Britannica Online. Consultado el 10 de febrero de 2010. 
  4. Russell, Bertrand (1995). «Capítulo V». Los problemas de la filosofía. Labor. ISBN 978-84-335-3503-0. 
  5. Russell, Bruce. «A Priori Justification and Knowledge». En Edward N. Zalta, ed. Stanford Encyclopedia of Philosophy (en inglés) (Fall 2008 Edition). 
  6. Gendler, Tamar; Hawthorne, John (2006). Oxford Studies in Epistemology (en ingles) 1. Oxford University Press. ISBN 9780199285907. Consultado el 17 de agosto de 2009. «Si hemos aprendido algo, es que cada una de las vistas estándar - invariantismo, contextualismo e invariantismo sensitivo - tiene su talón de Aquiles: un residuo de hechos acerca de nuestro uso de atribuciones de conocimiento que solamente puede explicar con súplica especial.» 
  7. Santoianni, Flavia. Modelos teóricos y metodológicos de la enseñanza. pp. 89-98. 
  8. Brogaard, Berit; Salerno, Joe. «Fitch's Paradox of Knowability». En Edward N. Zalta, ed. Stanford Encyclopedia of Philosophy (en inglés) (Fall 2009 Edition edición). 

Enlaces externos