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Juan José Castelli

General en Jefe del Ejército del Norte
6 de agosto de 1810-9 de junio de 1811
Predecesor Hipólito Vieytes
Sucesor Juan Martín de Pueyrredón

Vocal de la Primera Junta y la Junta Grande
25 de mayo de 1810-1811

Información personal
Nacimiento 19 de julio de 1764 Ver y modificar los datos en Wikidata
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 12 de octubre de 1812 Ver y modificar los datos en Wikidata (48 años)
Buenos Aires (Argentina) Ver y modificar los datos en Wikidata
Causa de muerte Cáncer de lengua Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Argentina
Educación
Educado en
Información profesional
Ocupación Político y abogado Ver y modificar los datos en Wikidata
Partido político Carlotismo Ver y modificar los datos en Wikidata
Firma

Juan José Castelli (Buenos Aires, 19 de julio de 1764 - íd., 12 de octubre de 1812) fue un político de las Provincias Unidas del Río de la Plata (actual Argentina), miembro de la Primera Junta de gobierno de ese país. Fue conocido como "El orador de Mayo" y se caracterizó junto a Mariano Moreno por su enérgico apoyo a la Revolución de Mayo.

Familia y educación

Castelli fue el primero de los ocho hijos del médico veneciano Ángel Castelli Salomón y Josefa Villarino. Esta última estaba emparentada por vía materna con los Belgrano. Castelli cursó sus primeros estudios con los jesuitas, poco antes de su expulsión, en el Real Colegio de San Carlos, lo cual sentó las bases de sus posteriores estudios religiosos.

Por una disposición de una herencia, uno de los hijos del matrimonio Castelli debía ordenarse sacerdote; a ese destino fue asignado Juan José, y fue enviado a estudiar al Colegio Monserrat, en Córdoba. Allí fue compañero de estudios de otros hombres que influirían en la vida pública sudamericana, como Saturnino Rodríguez Peña, Juan José Paso, Manuel Alberti, Pedro y Mariano Medrano, o el cuyano Juan Martínez de Rozas, entre otros. Allí tomó contacto también con las obras de Voltaire y Diderot y, en especial, con el Contrato Social de Rousseau. Al finalizar los estudios escolares comienzó estudios universitarios de filosofía y teología. Pero, en 1785, al morir su padre, abandonó la carrera sacerdotal, por la cual no sentía una fuerte vocación.

Decidido a estudiar jurisprudencia, rechazó la intención de su madre, de enviarlo a estudiar a España, junto a su primo Manuel Belgrano, a universidades como la de Salamanca o Alcalá de Henares. En lugar de ello, optó por dirigirse a la Universidad de Chuquisaca. Allí conoció los ideales de la Revolución francesa.

De regreso a Buenos Aires, se estableció como abogado, abriendo su estudio en su casa familiar. Representó a la Universidad de Córdoba en distintas causas, y a su tío Domingo Belgrano Peri. Su relación con Saturnino Rodríguez Peña se extendió a su hermano, Nicolás Rodríguez Peña, y a su socio Hipólito Vieytes. La casa de Rodríguez Peña sería en el futuro la sede de reuniones frecuentes de criollos revolucionarios.

En 1794 se casó con María Rosa Lynch, y tuvieron como hijos a Ángela, Pedro (el futuro coronel), Luciano, Alejandro, Francisco José y Juana.

Inicios de su acción política

Manuel Belgrano compartió con su primo Castelli la labor en el consulado y en el periodismo.

Ese mismo año de 1794 llegó a Buenos Aires una copia de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, sancionada por la Revolución Francesa, que circuló clandestinamente por el virreinato. Ese año también regresaba Manuel Belgrano de sus estudios en Europa, con el cargo de secretario perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Ambos compartían ideas similares sobre el monopolio comercial español y los derechos de los criollos. Belgrano intentó nombrar a Castelli secretario interino del Consulado, como suplente suyo, pero enfrentó una fuerte oposición de los comerciantes españoles que demoró dicha designación hasta 1796.

Dos años después tuvo lugar una situación similar, para la elección de los integrantes del Cabildo de Buenos Aires de 1799. Castelli fue elegido regidor tercero, y rechazado por los comerciantes ligados al puerto de Cádiz. El pleito duró un año, hasta que finalmente el virrey Avilés acepta el dictamen del comerciante Cornelio Saavedra y confirmó a Castelli en el cargo, mediante orden real en mayo de 1800. Sin embargo, para entonces Castelli se excusó de asumir dicho cargo, ya que las funciones del Consulado ocupaban todo su tiempo. Esto fue visto como un insulto por los comerciantes peninsulares, entre ellos Martín de Álzaga.

Al llegar de españa el masón Francisco Cabello y Mesa Belgrano y Castelli lo apoyaron en dos proyectos: la creación de una "Sociedad Patriótica, Literaria y Económica", y la publicación del Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiografo del Río de la Plata, que sería el primer periódico porteño. Ambos proyectos tuvieron una escasa duración: la sociedad no llegó a constituirse y sus actividades fueron prohibidas por una orden real, mientras que la Corona ordenó al Consulado retirar su apoyo al periódico, que deja de ser publicado. En dicho periódico se mencionó por primera vez el concepto de patria y se habló de los habitantes como "argentinos". Además de Castelli, Cabello y Belgrano (secretario de la publicación), trabajaron el mismo Manuel José de Lavardén, Miguel de Azcuénaga y el fray Cayetano Rodríguez.

A pesar del cierre del Telégrafo Mercantil, los criollos aún deseaban expresarse a través de un periódico, por lo que Vieytes creó el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Castelli colabora en él, al igual que todo el grupo que se reúne en casa de Rodríguez Peña. En dicho periódico se proponían ideas para la mejora técnica de la agricultura, quita de restricciones al comercio, desarrollo de manufacturas, etc. También se presentaron biografías de los autores de la revolución estadounidense, como Benjamín Franklin.

Las Invasiones Inglesas

Ejemplar del Telégrafo Mercantil, en donde escribió Castelli.

A través de Saturnino Rodríguez Peña entró en contacto con Florence James Burke, quien decía representar a Gran Bretaña y que, en apoyo a las propuestas de Francisco de Miranda, se impulsaba la emancipación de las colonias hispanoamericanas. Burke era en realidad un espía inglés, con la misión de obtener información sobre las colonias hispanoamericanas.[1]​ Con su intervención, y gracias a las promesas de apoyo inglés, se creó la primer sociedad secreta criolla organizada para tales fines, y que más adelante sería conocida como "partido de la independencia", en donde se encontraban Castelli, Burke y los principales colaboradores del Semanario... de Vieytes. El espía fue finalmente descubierto por Sobremonte y expulsado del virreinato.

Por ese entonces Castelli se mudaba de vivienda, trasladándose a una chacra situada en donde hoy se encuentra el barrio de Núñez. Algunos de sus vecinos en la zona eran Cornelio Saavedra, Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga y el abogado José Darregueira. En dicha chacra tendría sembrados y una fábrica de ladrillos. Las reuniones de la sociedad secreta continuaron, sin verse afectadas por la ida de Burke. El 2 de junio de 1806 murió la madre de Castelli, el cuál aún estaba de luto cuando ese mismo mes llegaron noticias del desembarco inglés en Quilmes.

El partido de la independencia fue tomado por sorpresa por los acontecimientos: no habían sido avisados de que aquella expedición fuera a tener lugar, y la proclama inglesa hablaba de respeto a la religión, las propedades, el orden, la libertad y el comercio, pero no se emitió ni una palabra relativa a los proyectos de Miranda. Para aclarar dichos puntos se formuló una entrevista con Beresford, a quien se le solicitó aclarar si las promesas de Burke seguían en pie y si el gobierno de Londres apoyaría la independencia. Beresford respondió con evasivas, argumentando que no tenía instrucciones en dicho sentido y que con la reciente muerte de William Pitt y el ascenso de los liberales al poder inglés debía aguardar nuevas órdenes. Desde el punto de vista de los criollos, aquello implicaba que los ocupantes sólo aspiraban a anexar la ciudad al Reino Unido; lo cual hubiera significado cambiar una metrópoli por otra. A pesar de ello, intentaron un último golpe de mano: tras la reconquista de Buenos Aires lograda por Santiago de Liniers, Saturnino Rodríguez Peña ayudó a Beresford a fugarse, con el propósito de que éste convenza al jefe de la nueva invasión de aplicar los proyectos de Burke y Miranda. La segunda invasión inglesa sepultó las últimas esperanzas de los patriotas criollos en la estrategia de acercamiento que impulsaba el venezolano Francisco de Miranda. Castelli, al igual que Belgrano, Martín Rodríguez, Domingo French y Antonio Beruti, combatió contra quienes poco antes consideraban sus posibles aliados.[2]

Tras la exitosa defensa de la ciudad en 1807 crecieron las disputas entre Santiago de Liniers, nombrado como virrey interino, y el Cabildo de Buenos Aires, liderado por Martín de Álzaga. El grupo criollo también vio aumentado su poder de influencia: de los ocho mil hombres armados de la ciudad, cinco mil correspondían a las milicias criollas. Los cuerpos más poderosos eran los de Patricios y Arribeños, y también tenían una fuerte injerencia en los de Húsares y artilleros. Álzaga, por su parte, contaba con unidades de españoles peninsulares, entre ellas las de Vizcaínos, Gallegos y Catalanes. Tanto Álzaga como Liniers representaban a facciones con intereses opuestos a la separación de la metrópoli: Álzaga y el Cabildo, a los comerciantes ligados con Cádiz, y Liniers a los funcionarios del poder monárquico. Aún así, ambos procuraban utilizar la creciente influencia criolla en su favor. Álzaga se abstuvo de denunciar a Castelli y Rodríguez Peña como cómplices de la fuga de Beresford, y Liniers se apoyaba en las milicias criollas para contrarrestar la oposición de Álzaga y el Cabildo.

El carlotismo

La infanta Carlota Joaquina de Borbón aspiró a gobernar los pueblos españoles en América.

A fines de 1807 tuvo lugar un acontecimiento que revolucionó la política española: luego de invadir Portugal, Napoleón Bonaparte tomó España. El rey Carlos IV abdicó en favor de su hijo Fernando VII, pero Napoleón lo capturó e intervino para que en su lugar se nombrara como rey de España a su hermano José Bonaparte, en una serie de traspasos de la corona española conocida como Abdicaciones de Bayona. El pueblo español organizó juntas de gobierno que resistieran contra la ocupación francesa, y a los pocos meses la Junta Central de Sevilla que se atribuyó la autoridad suprema sobre España y las colonias. Esta situación alentó a la infanta Carlota Joaquina de Borbón a reclamar la regencia de las colonias americanas

En este contexto, Castelli y Álzaga conversaban la posibilidad de expulsar a Liniers y constituir una Junta de gobierno propia, similar a las de la metrópoli. Dicho proyecto no era compartido por la mayoría de los criollos ni por el jefe del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra. Manuel Belgrano propone como alternativa apoyar los planes de la infanta Carlota, a lo cual adhieren Castelli y los demás criollos. Belgrano, de ideas monárquicas, sostenía que el proyecto carlotista sería la forma más práctica de lograr la emancipación de España en las circunstancias vividas. El 20 de septiembre de 1808 Castelli redactó un documento dirigido a Carlota, con las firmas de Beruti, Vieytes, Belgrano y Nicolás Rodríguez Peña.

Sin embargo, Carlota renegó de dichos apoyos: el partido de la independencia aspiraba a establecer una monarquía constitucional con Carlota a la cabeza, pero ésta prefería conservar el poder de una monarquía tradicional. En consecuencia, denunció la carta, y mediante su agente Julián de Miguel logró que se detenga y acuse de alta traición a Diego Paroissien. Castelli fue su abogado defensor.

Castelli logró la absolución de Paroissien amparándose en la doctrina de la Retroversión de la soberanía de los pueblos, que sostenía que las tierras americanas eran una posesión personal del Rey de España pero no una colonia española. Dicho criterio ya existía de antaño y se utilizaba para legislar en forma diferenciada en ambos distritos, pero en el nuevo contexto Castelli argumentaba que ni el Consejo de Regencia ni ningún otro poder de España que no fuera el del rey legítimo tenía autoridad sobre América. Decía Castelli que "no basta la mera voluntad de los pueblos de España para traer a su obediencia los de las Indias". Bajo estas premisas, Castelli sostuvo exitosamente que ofrecer la regencia a la hermana del rey cautivo, mientras no se negara la legitimidad de Fernando VII, no constituía un acto de traición sino un proyecto político legítimo que debía ser resuelto por los pueblos americanos sin intervención de los españoles.

El 1 de enero de 1809 Álzaga reunió a los batallones de Vizcaínos, Gallegos y Catalanes e intentó una asonada para destituir a Liniers. Unos pocos criollos como Mariano Moreno depositaron sus esperanzas independentistas en la misma, pero la mayoría no: los cuerpos de Patricios, Arribeños, Húsares, Artilleros, Pardos y Morenos, acompañados de los Montañeses y Andaluces fieles a Liniers, ganan la plaza y obligan a las tropas complotadas a retirarse. Castelli apoyó a Liniers, y acusó a Álzaga de independentismo. La aparente contradicción radica en que Álzaga no buscaba lo mismo que los criollos: buscaba destituir al virrey que se oponía a sus intereses, pero manteniendo la supremacía social de los españoles peninsulares por sobre los criollos sin cambios. Álzaga fue derrotado, y poder de los criollos aumentó: Álzaga y Sentenach fueron desterrados a Carmen de Patagones y las milicias españolas que intentaron la asonada fueron disueltas.

En julio arribó a colonia el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, y los independentistas no se ponían de acuerdo sobre el curso a seguir. Castelli hablaba de retomar la idea de Álzaga de crear una junta de gobierno pero no dirigida por españoles, mientras que Belgrano insistía con el plan carlotista y Rodríguez Peña proponía un golpe militar, con o sin Liniers a la cabeza. Pero quien se impuso fue Saavedra, quien propuso posergar las acciones: "aún no es tiempo, dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos".

La Revolución de Mayo

Demanda ante el virrey Cisneros por la realización de un Cabildo Abierto. Bajorrelieve de Gustavo Eberlein.

Cuando llegó la noticia de la caída de la Junta de Sevilla en poder de los franceses, el grupo de Castelli y Belgrano dirigió el proceso que llevaría a la Revolución de Mayo. Castelli y Saavedra eran los líderes más notorios de esos días, y en primer lugar descartaron el plan de Martín Rodríguez de expulsar a Cisneros por la fuerza. Luego de varias discusiones, se decidió demandar la realización de un cabildo abierto. Castelli y Belgrano negociaron con el alcalde de primer voto Juan de Lezica y el síndico procurador, Julián de Leiva. Aunque lograron convencerlos, aún hacía falta la autorización del propio Cisneros, para lo cual acudieron Castelli y Rodríguez a la sala del Fuerte. Previo a ello, Cornelio Saavedra le había negado a Cisneros el apoyo de los patricios, bajo la premisa de que al desaparecer la Junta de Sevilla que lo había nombrado como virrey, ya no poseía legitimidad para ejercer dicho cargo.

Cisneros se exaltó por la presencia de Castelli y Rodríguez, que acudían sin cita y armados, pero éstos reaccionaron con dureza y exigieron una contestación inmediata al pedido de cabildo abierto. Tras una breve conversación en privado con el fiscal Caspe, Cisneros accede a que el mismo se realice. Cuando los criollos se retiraban Cisneros consultó por su seguridad personal, a a lo cual Castelli respondió : "Señor, la persona de Vuestra Excelencia y su familia están entre americanos, y eso debe tranquilizarlo". Tras dicha entrevista acudieron a la casa de Rodríguez Peña, a informar a sus partidarios de lo ocurrido.

Además de por su oratoria, Castelli es conocido como "el orador de Mayo" por la gran actividad que desarrolló en la semana de Mayo. Las memorias de los testigos y protagonistas de esos días lo mencionan en multitud de sitios y actividades: negociando con los hombres del Cabildo, en casa de los Rodríguez Peña, participando de la planificación de los pasos a seguir por los criollos, en los cuarteles arenando a las milicias, yendo y viniendo al Fuerte para presionar a Cisneros. El propio Cisneros, al describir los acontecimientos al Consejo de Regencia, llamó a Castelli "el principal interesado en la novedad", es decir, en la revolución.

El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.

El cabildo abierto se celebró el 22 de mayo de 1810, y en él se discutía si el virrey debía seguir o no en el cargo, y en caso negativo quién lo debería reemplazar. El primero en opinar fue el obispo Benito Lué y Riega, que sostuvo que Cisneros debía continuar y que, en caso de que toda España quedase en poder de Francia, los españoles peninsulares debían mandar en América. Castelli tomó la palabra para responderle al obispo, y basó su argumentación en la doctrina de la retroversión de la soberanía de los pueblos que ya había empleado en la defensa de Paroissien. Insistía con la idea de que, a falta de una autoridad legítima, la soberanía regresaba al pueblo y éste debía gobernarse a sí mismo. Más adelante se impuso la idea de destituir al virrey, pero que como Buenos Aires no tenía autoridad para decidir unilateralmente la nueva forma de gobierno, se elegiría a un gobierno provisorio en tanto se solicitaban diputados a las demás ciudades para tomar la decisión definitiva. Sim embargo, hubo diferencias sobre quién debía ejercer ese gobierno provisorio: algunos sostenían que debía hacerlo el cabildo, y otros que debía elegirse una junta de gobierno. Para unificar criterios, Castelli se plegó a la propuesta de Saavedra de formar una junta, pero con el añadido de que el síndico procurador del cabildo, Julián de Leiva, tuviese voto decisivo en su formación. Con esto buscaba sumar a los antiguos partidarios de Álzaga, como Mariano Moreno, Domingo Matheu y el propio Leiva.

Sin embargo, el poder que recibió Leiva le permitió realizar una maniobra que Castelli no había previsto. Aunque se aprobó el cese de Cisneros como virrey, Leiva conformó una Junta con Cisneros como presidente, que de dicha forma conservaría el poder. Los otro miembros habrían sido el cura Juan Nepomuceno Solá, el comerciante José Santos de Inchaurregui, del partido español, y Saavedra y Castelli en representación de los criollos. El grueso de los criollos rechazó el proyecto: no aceptaban que Cisneros permaneciera en el poder aunque fuera bajo otro título, desconfiaban de las intenciones de Saavedra y estimaban que Castelli, solo en la junta, poco y nada podría lograr. Castelli y Saavedra renunciaron ese mismo día, y la Junta organizada por Leiva no llegó a gobernar.

Mariano Moreno compartía varios puntos de vista con Castelli.

Esa misma noche los dirigentes criollos se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y redactaron una lista de integrantes para una junta de gobierno que se presentó el 25 de mayo, mientras que French, Beruti, Donado y Aparicio ocuparon con gente armada la plaza y sus accesos. la lista agrupaba a representantes de las distintas extracciones de la política local. Lezica informa finalmente a Cisneros que ha dejado de mandar. En su lugar asume la Primera Junta.

Castelli encabezó junto a Mariano Moreno las posturas más radicales de la Junta. Ambos se habían vuelto amigos íntimos, y se visitaban a diario. Julio César Chávez los describe de la siguiente manera: "Apasionados al extremo, leales hasta el sacrificio con el amigo o el correligionario, e implacables en su oposición al enemigo; decisión firme, santa, al servicio de una causa imponderable y noble; valor moral, conciencia de la responsabilidad; energía, tenacidad e indeclinable resolución en el servicio: Juan José Castelli y Mariano Moreno.". Ambos compartían los ideales rousseaunianos, y su determinación de tomar las medidas más extremas en favor de la revolución les ganó el calificativo de "jacobinos".

Una de las primeras medidas de Castelli en la Junta fue la expulsión de Cisneros y los oidores de la Real Audiencia, que fueron embarcados rumbo a España con el pretexto de que sus vidas correrían peligro.

La campaña al Alto Perú

Bando realista llamando a desconocer a la Primera Junta.

Al conocer las noticias del cambio de gobierno, Santiago de Liniers preparó una contrarevolución en la ciudad de Córdoba. En apenas un par de escaramuzas el jefe de la Expedición Auxiliar, Francisco Ortiz de Ocampo, desbarató a las milicias reunidas por Liniers y capturó a todos los cabecillas. Las órdenes iniciales eran remitirlos a Buenos Aires, pero tras su captura se decidió condenarlos a muerte. Dicha decisión se tomó en una resolución firmada por todos los integrantes de la junta, excepto Manuel Alberti, debido a que como sacerdote no podía dar conformidad a la pena capital. La medida no fue aceptada en Córdoba, y Ocampo y Chiclana decidieron proseguir con las órdenes originales de remitir los prisiones a la ciudad.

La Junta ratificó la orden, aunque excluyendo al obispo Orellana que en cambio fue desterrado. Castelli fue comisionado por la Junta para cumplir la orden de ejecución que el general no había obedecido. Mariano Moreno le dijo: "Vaya usted, Castelli, y espero que no incurrirá en la misma debilidad que nuestro general; si todavía no cumpliese la determinación, irá Larrea, y por último iré yo mismo si fuese necesario". Se lo designa vocal representante con la máxima autoridad para dirigir las operaciones de dicha campaña militar, que luego debía dirigirse a La Paz. Entre sus colaboradores para la misión Castelli eligió a Nicolás rodríguez Peña como secretario, a su antiguo cliente Diego Paroissien como médico de campaña, y a Domingo French como jefe de escolta.

Apenas encontró a los reos, ordenó y presidió el fusilamiento del gobernador cordobés Juan Gutiérrez de la Concha, el ex virrey Santiago de Liniers, el ex gobernador Santiago Alejo de Allende, el asesor Victorino Rodríguez y el contador Moreno, en Cabeza de Tigre, en el límite entre Santa Fe y Córdoba. No fue fusilado el obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana, pero sí obligado a prestar asistencia espiritual a los condenados y a presenciar el fusilamiento. Domingo French fue el encargado de ejecutar la sentencia.

Siguió camino hacia el norte, donde asumió el mando político de la Expedición, desplazando a Hipólito Vieytes y reemplazó a Ocampo por el coronel Antonio González Balcarce. Tras la derrota de Cotagaita, Balcarce logró la victoria de Suipacha, que les permitió controlar todo el Alto Perú sin oposición.

Instaló su gobierno en Chuquisaca, desde donde presidió el cambio de régimen en toda la región. Proyectó la reorganización de la Casa de Moneda de Potosí, planeó la reforma de la Universidad de Charcas y propuso conceder el derecho a voto a los indígenas, proclamando el fin de la servidumbre indígena en el Alto Perú. También prohibió que se establecieran nuevos conventos o parroquias, para evitar la práctica frecuente de que, bajo la excusa de difundir la doctrina cristiana, los indios fueran sometidos a servidumbre por las órdenes religiosas. El decreto fue publicado en castellano, guaraní, quechua y aymará. Festejó el 25 de mayo de 1811 en Tiahuanaco con los caciques indios, donde rindió homenaje a los antiguos incas.

Las órdenes recibidas de la Junta, redactadas por Moreno, eran de aplicar la crueldad como política de guerra. Entre otras, se le ordenaba que

"en la primera victoria dejará V.E. que sus soldados hagan estragos para infundir terror en los enemigos."

En uso de sus atribuciones, e influido por su secretario Bernardo de Monteagudo, ordenó fusilar a los responsables de la represión de las revoluciones del año anterior en el Alto Perú. Como no encontró a José Manuel de Goyeneche, que estaba en Cuzco, fusiló a Vicente Nieto, Francisco de Paula Sanz y al general Córdoba, que habían derrotado la revolución de Chuquisaca sin los excesos de aquél en La Paz.

Al enterarse de la revolución del 6 de abril de 1811 en Buenos Aires, que había dado todo el poder a Saavedra y sus aliados, planeó regresar a la capital con el ejército, para volver el control de la Revolución al partido del fallecido Moreno.

En su estadía en el Alto Perú cometió varios errores muy graves; especialmente se dedicó a burlarse de la Iglesia Católica, permitiendo a sus oficiales profanar iglesias y entrando a La Paz entre grandes fiestas un Viernes Santo, día de recogimiento para los creyentes. Y en el Alto Perú, todos sus habitantes eran fervientemente creyentes. Eso les permitió a sus enemigos tildar de herejes a todos los revolucionarios, con lo que el apoyo a la Revolución decayó rápidamente.

La batalla de Huaqui

Instaló su ejército sobre el río Desaguadero, cerca del Lago Titicaca, y se preparó para iniciar su invasión al Virreinato del Perú. Mientras tanto, el virrey Abascal envió a enfrentarlos al gobernador de Cuzco, Goyeneche, que se instaló en Puno. Ambos firmaron una tregua, que ninguno pretendía respetar. Pero Goyeneche aprovechó mejor el tiempo, y mientras el ejército de Castelli esperaba inmóvil, Goyeneche recibió refuerzos y atacó cuanto antes. El 19 de junio, tras una sorpresa, el general realista peruano derrotó completamente a los rioplatenses en la batalla de Huaqui.

Los habitantes del Alto Perú los abandonaron y abrieron las puertas de sus ciudades a los realistas, de modo que el ejército tuvo que abandonar rápidamente esas provincias. Si la persecución no fue un desastre y los invasores no atacaron rápidamente las provincias del Abajo fue por la heroica resistencia de Cochabamba.

Castelli fue separado de su cargo, trasladado a Catamarca en octubre y enjuiciado en Buenos Aires en diciembre de ese año por el nuevo gobierno, el llamado Primer Triunvirato. El juicio fue complicado y largo, con declaración de testigos que prestaban testimonios sesgados que, si bien no echaban sobre él la culpa directamente, acusaban a sus subalternos. También se supo de sus planes de derrocar al gobierno, lo que le valió un juicio adicional, por traición.

Pocos defendieron a Castelli, sobre todo después de haber sido el responsable de los fusilamientos de los jefes realistas. La única defensa decidida estuvo a cargo de Nicolás Rodríguez Peña, para quien

"Castelli no era feroz ni cruel. Castelli obraba así porque así estábamos comprometidos a obrar todos. Cualquier otro, debiéndole a la patria lo que nos habíamos comprometido a darle, habría obrado como él... Repróchennos ustedes que no han pasado por las mismas necesidades... Que fuimos crueles. ¡Vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está ya en el compromiso de serlo. La salvamos como creímos que había que salvarla... nosotros no vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa a la cara y gocen los resultados... nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres."

Un cáncer causado por haberse quemado con un cigarro le destruyó la lengua, por lo que quedó imposibilitado para defenderse de palabra, su mejor arma. La justicia no había llegado a expedirse un año después, cuando falleció en octubre de 1812.[3]​ Sus restos mortales descansan en la Iglesia de San Ignacio, en la Ciudad de Buenos Aires.

Calles y plazas en todas las ciudades y pueblos del país recuerdan al prócer, y tiene el particular privilegio de ser recordado en tres localidades del interior: Juan José Castelli (Chaco), Castelli (Buenos Aires) y Villa Castelli, en La Rioja, todas ellas cabeceras de municipio.

Notas

  1. Luna, Félix (Marzo de 2001). «El proyecto mirandino y Burke». Grandes protagonistas de la historia argentina: Juan José Castelli. Buenos Aires: Editorial Planeta. pp. 25-26. ISBN 950-49-0656-7. 
  2. Luna, Félix (Marzo de 2001). «La segunda invasión». Grandes protagonistas de la historia argentina: Juan José Castelli. Buenos Aires: Editorial Planeta. pp. 41-43. ISBN 950-49-0656-7. 
  3. Los sueldos adeudados a su viuda, María Rosa Lynch, le fueron pagados trece años después.

Bibliografía

  • Segreti, Carlos S. A., La aurora de la Independencia. Memorial de la Patria, tomo II, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1980.
  • Scenna, Miguel Ángel, Las brevas maduras. Memorial de la Patria, tomo I, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984. ISBN 950-008-021-4
  • Bidondo, Emilio, La guerra de la independencia en el Alto Perú, Ed. Círculo Militar, Bs. As., 1979.
  • Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed. Aguilar, Bs. As., 2005. ISBN 987-04-0105-8
  • Saavedra, Cornelio, Memoria autógrafa, Ed. Emecé, 1944.
  • O'Donnell, Pacho, García Hamilton, Enrique y Pigna, Felipe, Historia confidencial, Ed. Booket, Bs. As., 2005. ISBN 987-580-008-2
  • O'Donell, Pacho, El grito sagrado, Ed. Debolsillo, Bs. As., 2004. ISBN 987-1138-35-0
  • O’Donnell, Pacho, Los héroes malditos, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2004.ISBN 950-07-2524-X
  • Roberts, Carlos, Las invasiones inglesas, Ed. Emecé, Bs. As., 1999.
  • Shumway, Nicolás, La invención de la Argentina, Ed. Emecé, Bs. As., 2005. ISBN 950-04-2366-9
  • Mitre, Bartolomé, Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Ed. Estrada, Bs. As., 1947.
  • López, Vicente Fidel, Historia de la República Argentina. Libr. La Facultad, Bs. As., 1926.
  • Luna, Félx, "Juan José Castelli", Ed. Planeta, 2001.

Enlaces externos


Predecesor:
Hipólito Vieytes
General en Jefe del Ejército del Norte
1810-1811
Sucesor:
Juan Martín de Pueyrredón