Cólico del lactante

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Cólico del lactante

Lactante llorando
Especialidad pediatría
eMedicine ped/434

El cólico del lactante es un trastorno típico de los primeros meses de vida que se caracteriza por un llanto intenso y prolongado sin causa aparente. También se le conoce como cólico de los tres meses, cólico vespertino o del anochecer, alboroto paroxístico del lactante o cólico de gases. Últimamente se ha propuesto llamarlo Llanto excesivo primario, haciendo hincapié en el síntoma principal (el llanto excesivo) y quitándole la connotación de dolor abdominal, ya que no está demostrado que tenga su origen en el aparato digestivo; el llanto excesivo secundario se refiere a los casos en los que el llanto está causado por otro problema o enfermedad (hambre, traumatismo, hernia, etc.).

La definición más extendida de los cólicos del lactante los describe como episodios de llanto intenso y vigoroso al menos 3 horas al día, 3 días a la semana durante al menos tres semanas en un bebé sano y bien alimentado.[1]

Epidemiología

Se han hecho muchos estudios para calcular su frecuencia, con resultados muy dispares debido a los diferentes métodos y definiciones empleados. Los trabajos más rigurosos muestran una incidencia acumulada del 5-19% de los lactantes. La máxima incidencia se encuentra hacia las 6 semanas de vida. Se considera más frecuente en el primer hijo y en hijos de fumadores. No se han encontrado diferencias en cuanto al sexo del bebé, el tipo de alimentación (lactancia materna o artificial) o el nivel socioeconómico familiar.[2]

Etiología

La causa exacta de los cólicos del lactante todavía se desconoce, aunque se piensa que no es única la alergia a las proteínas de la vaca (leche de vaca, ternera o leche de vaca consumida por la madre lactante, etcétera) sino que existen múltiples factores implicados (que bien pueden provenir de los trastornos domésticos asociados con dicha alergia y causados por ella).

Otra posibilidad, que no se suele valorar, es la aparición de una Enfermedad Celíaca por exposición a gliadina no degradada en la leche materna, superior en el calostro, de madres con alimentación normal.[3]

Se han propuesto diversas hipótesis:[4]

Factores psicológicos y sociales

Según este modelo, existen factores que generan una relación difícil entre los progenitores y el hijo, como una excesiva estimulación (ruido, cambios de luz, etc.), una respuesta exagerada y ansiosa de los padres ante cualquier malestar del bebé o cambios constantes en la rutina diaria. De esta manera podría explicarse la mayor ocurrencia en los primogénitos, ya que hay más inexperiencia y ansiedad familiar.

También podría existir una predisposición temperamental en algunos niños con umbral sensorial bajo, más sensibles a estímulos ambientales. El desequilibrio entre el comportamiento del bebé y la respuesta de los padres desencadenaría el cólico. El hecho de que sean más frecuentes en la tarde y la noche, es interpretado por algunos autores como relacionado con un mayor cansancio de los padres al final del día, con menos capacidad de respuesta.

Otro factor con el que se ha encontrado asociación es el tabaquismo, aunque hay discusión sobre si se debería a una mayor ansiedad en los padres fumadores o a un estímulo sensorial por el humo del tabaco.

Problemas digestivos y dietéticos

Para muchos, los cólicos se deben a contracciones espasmódicas del músculo liso del intestino, favorecidas por la inmadurez del aparato digestivo de los lactantes. También podría influir la dificultad para expulsar los gases o alteraciones de la flora intestinal.

Dentro de los factores dietéticos, una de las causas implicadas en algunos niños es la alergia a las proteínas de la leche de vaca. Eso explica que los lactantes afectados a veces mejoren al usar una fórmula láctea especial o al retirar los lácteos de la dieta de la madre si recibe leche materna. También se ha propuesto la intolerancia a la lactosa como causa de estos cólicos, pero es muy poco frecuente a esas edades y el uso de leches sin lactosa no se ha mostrado eficaz.

Otra causa a valorar es la existencia de una Enfermedad Celíaca (EC), que puede debutar en los lactantes en los primeros 6 meses de la vida, provocada probablemente por la exposición a los niveles de gliadina no degradada presentes en la leche materna (superiores en el calostro) de mujeres que ingieren una dieta normal,[3]​ aunque el solapamiento de síntomas con el cólico del lactante y/o la intolerancia a la leche dificulta y retrasa su reconocimiento y diagnóstico correctos, así como las presentaciones atípicas que cursan con síntomas no clásicos, como el estreñimiento, que en muchas ocasiones llega a ser muy llamativo y llega a constituir el síntoma principal.

Si bien cuando la Enfermedad Celíaca aparece antes de los 2 años se presenta habitualmente en forma de intolerancia alimenticia, con náuseas y vómitos de repetición, acompañados por lo general de un cuadro de diarrea crónica, distensión abdominal, pérdida de peso y retraso de crecimiento (que constituyen la denominada “forma clásica” o “tríada” característica de la enfermedad), también se presenta con relativa frecuencia con síntomas atípicos y variados, tales como la falta de apetito, vómitos, irritabilidad e incluso estreñimiento pertinaz.[5]

Lo más habitual es que se manifieste de forma más evidente a partir de los 6 meses de vida, cuando comienzan a tomar los bebés las papillas de cereales en la alimentación, elaboradas habitualmente con harina de trigo.[6]​ Existe un debate muy prolongado, acerca de cuándo se debería de introducir el gluten en la dieta del bebé y ciertamente la opinión más generalizada y lo que parece más conveniente sería retrasarlo lo más posible, hasta que al menos hayan cumplido el primer año.[3]

Cuadro clínico

Las crisis de llanto son descritas como ataques abruptos, de gran intensidad, que aparecen al final del día. Los bebés adoptan una posición característica, flexionando los muslos sobre el abdomen, apretando los puños, con la cara enrojecida y el abdomen tenso. Estos episodios pueden durar minutos u horas. En los períodos entre las crisis están completamente asintomáticos y sonrientes, y durante su seguimiento los afectados comen y suben de peso normalmente.

Diagnóstico

El primer paso en un lactante con un llanto excesivo en el que se ha comprobado que se no debe a las causas normales por las que llora un bebé (hambre, calor o frío, pañal sucio) es explorarlo en busca de otras causas de llanto (traumatismos, hernias, infecciones, etc.). Normalmente no es necesaria ninguna prueba diagnóstica, pues el diagnóstico viene dado por el llanto característico unido a una exploración normal del bebé. Si el niño se encuentra muy decaído o con fiebre pueden ser necesarias pruebas complementarias para descartar problemas más graves.

Diagnóstico diferencial

La Enfermedad Celíaca (EC) puede debutar en los lactantes,[3]​ aunque el solapamiento de síntomas con el cólico del lactante y/o la intolerancia a la leche dificulta y retrasa su reconocimiento y diagnóstico correctos, así como las presentaciones atípicas que cursan con síntomas no clásicos, como el estreñimiento, que en muchas ocasiones llega a ser muy llamativo y llega a constituir el síntoma principal.[5]

Fig. 4. Iceberg de la Enfermedad Celíaca. Más del 75% de los casos de Enfermedad Celíaca (parte oculta) corresponde a las formas atípicas, que suelen pasar sin diagnosticar.

La Enfermedad Celíaca es un trastorno autoinmune, caracterizado por la presencia de síntomas gastrointestinales y/o multi-sistémicos.

Contrariamente a lo que antes se pensaba, no se trata de una enfermedad únicamente digestiva, sino que presenta una frecuente afectación sistémica, en la que se asocian síntomas muy variados, ya que se combina con otros procesos patológicos que incluyen diversos órganos y sistemas. Estas múltiples enfermedades asociadas suelen preceder a la aparición de la Enfermedad Celíaca, aunque también pueden manifestarse simultáneamente e incluso después del diagnóstico.[7]·[8]·[9]·[10]

No obstante, actualmente representa un importante obstáculo la dificultad para la identificación y el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca y de la Sensibilidad al Gluten, con un infradiagnóstico calculado en un 70-90%,[11]·[12]·[13]·[14]·[15]​ por diversas razones que se resumen en los siguientes apartados y que hacen necesario ahondar en el tema.

Los familiares de primer y segundo grado de un celíaco son considerados “Grupos de riesgo” y deben ser sometidos a evaluación y seguimiento,[5]​ al tratarse de una de las enfermedades de base genética más frecuentes, con gran penetrancia, una prevalencia media del 2% en la población general y que puede debutar a cualquier edad de la vida.[6]

Sin embargo, la ausencia de antecedentes en la familia no es motivo de exclusión de la sospecha, entre otras razones por el gran infradiagnóstico que presenta esta enfermedad. La identificación de casos previamente ocultos en la familia puede resultar de mucha utilidad para orientar el diagnóstico.[16]

Es importante que el paciente conozca esta problemática para que pueda participar de forma activa en la consecución de una mejor calidad de vida, utilizando las estrategias a su alcance, que pasan por la búsqueda de una atención médica especializada y el conocimiento del avance en la identificación de las variadas manifestaciones de la Enfermedad Celíaca y de las recientes modificaciones de los protocolos diagnósticos.

Importancia de la detección precoz de la Enfermedad Celíaca

Existen varias líneas de evidencia que atribuyen al papel que la Enfermedad Celíaca (EC) representa como principal factor causal para el desarrollo y aparición de diversas enfermedades autoinmunes. Estos datos sugieren que la prevalencia de enfermedades autoinmunes se relaciona con la duración de la exposición al gluten, ya que los niños diagnosticados de EC antes de los 2 años no suelen presentar una incidencia aumentada de procesos autoinmunes. Al contrario, cuando la enfermedad se diagnostica tardíamente en la infancia o en la juventud, se estima que el riesgo relativo de presentar algún proceso autoinmunitario asociado a lo largo de la vida es de unas 7 veces mayor.[17]

Los resultados de distintos estudios sugieren que diversas enfermedades autoinumnes, algunas irreversibles como la diabetes mellitus tipo 1 o el daño del esmalte dental por la presencia de anticuerpos antiesmalte,[18]​ podrían ser evitadas a través de una diagnóstico temprano de la Enfermedad Celíaca[19]​ y en aquellos pacientes con enfermedades autoinmunes establecidas, la instauración de una dieta sin gluten (DSG) puede ofrecer un mejor control y una mejoría de sus sintomatología.[20]·[21]

Fig. 1. Círculo vicioso de demora en el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca, por el desconomiento de sus múltiples manifestaciones y/o de los protocolos diagnósticos actuales, que motiva la aparición de frecuentes complicaciones.

La asociación de múltiples trastornos extra-digestivos con la Enfermedad Celíaca y la Sensibilidad al Gluten (SG) es un hecho documentado desde hace ya unos años.[22]·[23]·[24]·[25]·[26]·[27]​ No obstante, en la práctica clínica diaria aún está muy poco difundido este conocimiento entre los profesionales de la Medicina, así como las recientes reformas de los protocolos diagnósticos.

El retraso medio entre el comienzo de los síntomas y el momento del diagnóstico es, por término medio, de unos veinte años, período en el que los pacientes deambulan por repetidas consultas con distintos especialistas, los cuales por lo general, no piensan que la celiaquía pueda ser la enfermedad que causa sus diversas molestias, en un periplo interminable, costoso y muy penoso. (Fig. 1)

Dificultad para el reconocimiento de la Enfermedad Celíaca y de la Sensibilidad al Gluten subyacentes ante trastornos no digestivos

Contrariamente a lo que antes se pensaba, la Enfermedad Celíaca (EC) no se trata de una enfermedad únicamente digestiva, sino que presenta una frecuente afectación sistémica, en la que se asocian síntomas muy variados, ya que se combina con otros procesos patológicos que incluyen diversos órganos y sistemas. Estas múltiples enfermedades asociadas suelen preceder a la aparición de la Enfermedad Celíaca, aunque también pueden manifestarse simultáneamente e incluso después del diagnóstico.[7]·[8]·[9]·[10]

En la Sensibilidad al Gluten (SG) se pueden presentar igualmente manifestaciones extra-intestinales asociadas, entre las que se incluyen diversos síntomas neurológicos, tales como cefaleas, hormigueos en manos y pies, dolores músculo-esqueléticos, ataxia y cansancio aumentado sin motivo aparente. También se ha descrito su asociación con trastornos de índole psiquiátrica, como el Autismo y algunos casos de Esquizofrenia.[24]·[25]·[26]·[27]·[28]

Clásicamente se creía que la Enfermedad Celíaca se trataba de una enfermedad poco frecuente y que afectaba fundamentalmente a niños. Actualmente se conoce como un proceso con una elevada prevalencia mundial, que afecta aproximadamente al 2% de la población general. Aunque tiene una base genética bien definida, puede aparecer en cualquier edad de la vida, tanto en niños como en adultos, siendo un 20% de los casos diagnosticados en individuos mayores de 60 años. La prevalencia de la Sensibilidad al Gluten no es bien conocida, pero en estudios previos se estima que se sitúa en torno al 8-12 % de la población general.[29]·[30]·[31]·[32]

Merece especial atención la situación en Pediatría, donde más casos pasan sin diagnosticar. Existe la creencia de que los especialistas en enfermedades de los niños son los profesionales que más casos detectan, si bien la realidad es que el anclaje en las ideas clásicas sobre la Enfermedad Celíaca, la aplicación sistemática de protocolos desfasados, la reticencia a someter a los niños a pruebas invasivas y el miedo a prescribir una dieta “de por vida”, dan como resultado que la mayoría de casos de celiaquía pasen desapercibidos durante la infancia.

Si bien la Enfermedad Celíaca puede debutar en cualquier momento de la vida, esta situación puede explicar una parte del creciente número de casos en los adultos, cuya enfermedad ha ido pasando sin diagnosticar desde su infancia o adolescencia, en los que el retraso diagnóstico ha favorecido la aparición de frecuentes complicaciones extra-digestivas asociadas, con afectación de diversos órganos y sistemas. Actualmente, se están produciendo muchos más diagnósticos de Enfermedad Celíaca en adultos que en niños.

El protocolo para el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca se ha modificado en los últimos años,[33]·[5]​ gracias a los avances que se han producido en los métodos diagnósticos y al mayor conocimiento de las múltiples manifestaciones de esta enfermedad. Es muy importante que los médicos, fundamentalmente pediatras y médicos de familia, pero también de diversas especialidades y los que trabajan en la atención hospitalaria, conozcan bien estas reformas para sospechar la existencia de una Enfermedad Celíaca o una Sensibilidad al Gluten y saber cómo diagnosticarlas, y piensen en ellas teniendo en cuenta la amplia variedad de rasgos clínicos que pueden presentar estas enfermedad, que son ciertamente muy polimorfas.

Dificultad para la relación de los síntomas con la ingesta de gluten

Es difícil relacionar con la ingesta de gluten la aparición de los variados síntomas digestivos y extra-digestivos que presentan tanto la Enfermedad Celíaca (EC) como la Sensibilidad al Gluten (SG), por diversas causas que se exponen a continuación.

Si bien el sustrato morfológico de la Enfermedad Celíaca se sustenta en la presencia de una inflamación crónica y difusa de la mucosa del intestino delgado, contrariamente a lo que antes se pensaba no se trata de una enfermedad únicamente digestiva. Incluso una parte de enfermos celíacos son completamente asintomáticos a nivel digestivo, por períodos de tiempo prolongados. [5]

Asimismo, sucede que hemos aprendido a convivir, aceptándolos como normales, con los numerosos síntomas digestivos difusos que alertan sobre la presencia de una posible Enfermedad Celíaca o de una Sensibilidad al Gluten, que se suelen presentar de manera fluctuante e incluso con períodos de completa remisión, tales como malas digestiones, gases, distensión abdominal, heces deshechas, intolerancias a alimentos, etc. La Enfermedad Celíaca es un trastorno de base genética de elevada penetrancia y con un muy alto porcentaje de infradiagnósticos, pues se estima que aproximadamente el 70-90 % de los celíacos está sin diagnosticar en la actualidad.[34]·[35]·[36]·[37]·[38]​ La posibilidad de existencia de casos sin reconocer entre familiares es, por tanto, muy elevada, lo que contribuye a esa aceptación de síntomas en el seno de las familias y a que no sean reconocidos como señales de alarma.

Además, el gluten está presente en nuestra alimentación de manera continuada y de forma ininterrumpida, desde los primeros meses de la vida. Se ha confirmado la presencia en leche materna de altos niveles de gliadina no degradada (superiores en el calostro) en las mujeres que se alimentan de una dieta normal,[39]​ que el bebé ingiere durante la lactancia. Posteriormente, se introduce en la alimentación, generalmente a partir de los 6 meses de edad, en forma de cereales, papillas, panes, galletas, aditivos, etc...

En la práctica, sucede que podemos estar comiendo gluten inadvertidamente, en cualquiera de las comidas diarias, en principio aparentemente libres de gluten, bien como aditivo, o bien como consecuencia de la existencia de contaminaciones cruzadas. A ello hay que sumar que las reacciones pueden ser retardadas, apareciendo después de varias horas de su ingesta, o incluso días, y que las lesiones inflamatorias causadas por el gluten en el intestino tardan en desaparecer por completo del orden de unos dos años, desde el momento de su supresión estricta en la alimentación.[6]

Asimismo, el gluten ejerce un efecto anestésico sobre el tubo digestivo, adormeciendo y ocultando sus reacciones naturales. En ocasiones sucede que se pueden notar las intolerancias a otros alimentos (la más típica a la lactosa) pero pasan inadvertidas las reacciones al ingerir el gluten.

Criterios diagnósticos para la Enfermedad Celíaca y la Sensibilidad al Gluten

Lo más importante para llegar al diagnóstico de la Enfermedad Celíaca (EC) o de la Sensibilidad al Gluten (SG) es que el médico piense en su posible existencia y la incluya en el diagnóstico diferencial, teniendo en cuenta la amplia variedad de rasgos clínicos que puede presentar la enfermedad, que es ciertamente muy polimorfa, y que el paciente sea derivado a atención especializada para su estudio.

Es fundamental para realizar su diagnóstico recoger una cuidadosa historia clínica, incluyendo los antecedentes personales, desde la temprana infancia del paciente, relacionando sus molestias con la ingestión de alimentos ricos en gluten, así como elaborando una completa historia familiar de Enfermedad Celíaca y una búsqueda de las enfermedades más frecuentemente asociadas, tales como la rinitis crónica recurrente, episodios de faringo-amigdalitis, otitis, sinusitis, asma bronquial y otros procesos de naturaleza inmuno-alérgica.[16]

Conviene recordar que no hay ninguna prueba que sea capaz de diagnosticarla por sí sola de forma concluyente o, por el contrario, excluirla de forma definitiva.

Hay que reconocer la presencia de la Enfermedad Celíaca ante un amplio espectro clínico de síntomas aparentemente independientes y dispersos, poniéndolos en relación con una serie de alteraciones de laboratorio e histopatológicas. El diagnóstico de la Enfermedad Celíaca debe basarse en la presencia de alguno o varios de los síntomas relacionados con la afectación intestinal o de cualquiera de los órganos o sistemas asociados, la pertenencia a los “Grupos de riesgo”, así como en la determinación de los marcadores serológicos, genéticos, los hallazgos en la biopsia intestinal y la respuesta a la prueba con la dieta sin gluten, siendo esta última la más informativa. Actualmente no se consideran necesarias ni las pruebas de provocación, ni la repetición de las biopsias para la confirmación diagnóstica.

El diagnóstico de la Enfermedad Celíaca es más difícil en los niños mayores de 2-3 años, jóvenes y adultos, por tratarse en general de casos en los que la afectación digestiva es menor y/o intermitente, que con mayor frecuencia se asocian a síntomas atípicos y abundan las manifestaciones extra-digestivas, con serología negativa (ausencia de anticuerpos específicos en sangre) y con biopsias duodenales que presentan cambios mínimos, sin atrofia vellositaria (Marsh 1). Los casos de presentación clásica de la enfermedad, que incluyen manifestaciones de un síndrome de malabsorción grave con esteatorrea y signos de malnutrición, serología positiva (presencia de anticuerpos en sangre) y atrofia vellositaria, son prácticamente excepcionales, especialmente a partir de la edad de 2 años. Incluso una parte de enfermos celíacos son completamente asintomáticos a nivel digestivo, por períodos de tiempo prolongados.

La utilización sistemática de la clasificación de Marsh para el estudio de las biopsias duodenales ayuda mucho al reconocimiento de casos ocultos y dudosos, y debe recurrirse a ella de forma sistemática en todos los servicios de Anatomía Patológica, ya que permite no sólo emplear un lenguaje común, sino también clasificar mejor los hallazgos y comprender que no es imprescindible la presencia de atrofia vellositaria para confirmar el diagnóstico, pues, al igual que la clínica, el espectro morfológico de las lesiones duodenales es muy amplio.[6]

Los pacientes con Sensibilidad al Gluten se parecen a los celíacos con enteritis linfocítica (Marsh 1), pero en ellos la serología es mayoritariamente normal, los marcadores genéticos son heterocigotos o claramente negativos, y aunque pueden presentar un incremento de los linfocitos intraepiteliales en las biopsias duodenales, es generalmente inferior al 25%, por lo que no pueden ser catalogados como celíacos genuinos. Sin embargo, al igual que ellos, muestran una clara mejoría al ponerlos a dieta sin gluten (DSG), y se reproducen los síntomas cuando realizan transgresiones voluntarias o inadvertidas y empeoran definitivamente si retiran la dieta.

Errores frecuentes en el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca

Los errores más frecuentes en el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca (EC) radican en la dificultad de su identificación ante presentaciones atípicas, que son las más frecuentes, en las que la afectación digestiva es menor y/o intermitente y abundan las manifestaciones extra-digestivas, con serología negativa (ausencia de anticuerpos en sangre) y con biopsias duodenales que presentan cambios mínimos, sin atrofia vellositaria (Marsh 1).

Como se recoge en la página 25 del Diagnóstico precoz de la enfermedad celíaca del Ministerio de Sanidad de España:

Serología negativa y elevada sospecha clínica: Recientes evidencias sugieren que la serología negativa no permite excluir con seguridad el padecimiento de la enfermedad. Ello resulta particularmente cierto en pacientes con lesiones histológicas poco avanzadas (Marsh 1 y 2). Por otro lado, el hecho de presentar alteraciones morfológicas poco relevantes (enteritis linfocítica, sin atrofia vellositaria) no excluye que el enfermo presente síntomas y signos de enfermedad clínicamente relevante (astenia, flatulencia, anemia, osteopenia, etc.). Por este motivo, ante la presencia de síntomas sospechosos con serología negativa, especialmente en grupos de riesgo, debe considerarse la posibilidad de derivar el caso para proseguir su evaluación en un medio especializado.

El siguiente diagrama ilustra los errores más frecuentes que, de forma aislada o en combinación, están impidiendo el reconocimiento y diagnóstico de la mayor parte de casos de Enfermedad Celíaca en la infancia:

Errores frecuentes en el diagnóstico de la Enfermedad Celíaca en la infancia

Tratamiento

Pese a que se trata de un trastorno benigno y transitorio, los cólicos de lactante suelen generar mucha preocupación y frustración en la familia, por lo que se han intentado múltiples tratamientos farmacológicos y dietéticos, la mayoría con escasa eficacia real. La razón de esta falta de tratamiento efectivo es que en realidad bajo la calificación de cólico del lactante se agrupan varias patologías diferentes. Existen tratamientos, pero debe averiguarse en primer lugar la causa o combinación de causas que en ese niño provocan el cólico.

Intervenciones sobre la conducta de los padres

Son la base del tratamiento, buscando mejorar la respuesta de los padres para tranquilizar mejor a su hijo y sobrellevar el problema hasta su desaparición. Resulta fundamental que la familia comprenda la naturaleza benigna de los cólicos y reaccione con tranquilidad, para poder transmitírsela a su hijo. Se evita la estimulación excesiva y se enseñan formas de acompañar al bebé con contacto físico (caricias, masajes, contacto piel con piel, mochilas portabebés, etc.) o de otra manera (música, canciones de cuna, etc.). Algunos niños se calman con movimientos rítmicos suaves, acunándolo, paseándolo o incluso viajando en automóvil.

También se suele revisar la técnica alimentaria, especialmente para disminuir la ingesta de gases y facilitar su expulsión tras las tomas. Cuando los cólicos persisten, se recomienda que la familia se turne en su cuidado y se organice para conseguir un adecuado descanso, ya que el cansancio acumulado por los cuidadores puede pasar factura y desencadenar problemas de convivencia.

Intervenciones Farmacológicas

La mayoría de remedios comercializados carece de eficacia real, y los beneficios apreciados suelen corresponderse a la mejoría natural que suelen tener los cólicos a partir de las 6 semanas de vida. Algunos pueden ser incluso perjudiciales.[40]

  • Anticolinérgicos(diciclomina, dicicloverina): aunque disminuyen los cólicos por su efecto relajante sobre el músculo de la pared intestinal, también producen efectos secundarios, algunos potencialmente graves, por lo que han dejado de emplearse.
  • Metilescopolamina: otro relajante muscular que se ha mostrado ineficaz e incluso puede empeorar los síntomas.
  • Dimeticona o Simeticona: facilita la eliminación del gas intestinal y no produce efectos secundarios, pero los estudios realizados tampoco han demostrado que disminuya los síntomas de los cólicos del lactante.

Intervenciones dietéticas

Los casos más intensos de cólicos del lactante pueden deberse a una alergia a las proteínas de la leche de vaca, por lo que a veces se plantean dietas especiales mediante el uso de fórmulas lácteas hipoalergénicas o excluyendo los lácteos de la dieta de la madre si el bebé toma leche materna. Existe pruebas de que esta medida puede ser eficaz en una pequeña parte de los casos.[41]

Otra posibilidad es la aparición de una Enfermedad Celíaca (EC) del lactante, por la exposición a los niveles de gliadina no degradada presentes en la leche materna de mujeres con un alimentación normal.[3](Véase el apartado Diagnóstico diferencial) Si el diagnóstico se confirma, se debe poner al bebé a tratamiento con la dieta sin gluten, que deberá ser estricta y de por vida.[5]​ Durante el tiempo que dure la lactancia, la madre tendrá igualmente que eliminar el gluten de su dieta.

El uso de infusiones de hierbas no suele recomendarse. Existe algún estudio que muestra cierta eficacia con algunas hierbas, pero existe la preocupación de que el consumo de infusiones reduzca la ingesta de leche en el lactante, con riesgo de desnutrición. Algunas plantas como el anís estrellado pueden causar intoxicaciones graves consumidas en exceso.

Pronóstico

Pese a los trastornos y preocupaciones que generan estos cólicos, lo cierto es que se acaban resolviendo por sí solos hacia los tres o cuatro meses de edad, sin afectar al crecimiento y al desarrollo del bebé.[42]​ Los problemas más importantes que pueden surgir son los debidos a la desestabilización familiar cuando la familia no se adapta adecuadamente, con riesgo de conflictos de pareja o maltrato infantil secundario.

Véase también

Referencias

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