Caída de Constantinopla

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La caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453 fue un evento histórico que según algunos historiadores marcó el fin de la Edad Media en Europa, y también decretó el fin del último vestigio del Imperio Bizantino y de la cultura clásica.

El Imperio Bizantino alrededor de 1400

Contexto

Constantinopla era, hasta el momento de su caída, una de las ciudades más importante del mundo. Localizada en el Serrallo, una proyección de tierra sobre el estrecho del Bósforo en dirección a Anatolia, funcionaba como un puente para las rutas comerciales que unían Europa con Asia por tierra. También era el puerto principal en las rutas que iban y venían entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo. Para explicar cómo una ciudad de este porte cayó en manos otomanas, es preciso retrotraernos a los siglos previos al año 1453 y detallar los eventos que debilitaron al Imperio Bizantino.

El saqueo de Constantinopla y el Imperio Latino

Puede decirse que el declive de Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente, comenzó en 1190 durante los preparativos de la Tercera Cruzada en los reinos de Occidente. Los bizantinos, creyendo que no había posibilidades de vencer a Saladino, sultán de Egipto y Siria y principal enemigo de los cruzados instalados en Tierra Santa, decidieron mantenerse neutrales. Con esta reticencia bizantina como excusa, y con la codicia por los tesoros de Constantinopla como motor, los cruzados tomaron por asalto la ciudad en 1204, dando origen al efímero Imperio Latino.

Los bizantinos, despojados de su capital imperial, establecieron nuevos estados; el Imperio de Nicea, el Imperio de Trebizonda y el Despotado de Épiro serían los más influyentes. En tanto, el reino establecido por los cruzados fue perdiendo territorios. Finalmente, en 1261, el Imperio de Nicea bajo Miguel VIII Paleólogo reconquistará la ciudad.

Fortalecimiento de las defensas

El ataque de los cruzados reveló un punto flaco en las defensas de la ciudad. Las poderosas murallas al oeste de la ciudad repelieron invasores persas, germanos, hunos, ávaros, búlgaros y rusos (22 sitios en total) durante siglos, pero las murallas a lo largo del litoral, sobre todo a lo largo del Cuerno de Oro (un canal que separaba Constantinopla de la villa de Pera, al norte) se revelaron frágiles. Después de recuperar la ciudad, los bizantinos reforzaron las murallas del litoral y las defensas en los puntos donde necesitaban ser abiertas para la entrada de los navíos a los puertos. Para asegurar de que no necesitarían preocuparse con las defensas en el Cuerno de Oro, una pesada cadena de hierro fue eregida sobre el canal, de forma que ningún navío podría pasar sin la autorización de la guardia bizantina.

Nacimiento del Imperio Otomano

Incluso antes de la Cuarta Cruzada, el Imperio Bizantino venía, desde varios siglos, perdiendo territorios debido al empuje de pueblos y estados musulmanes, en Oriente Medio y en África. En los inicios del siglo XI, una tribu turca, procedente de Asia Central,y que regía en una amplia zona de los que hoy es Oriente Medio, los selyúcidas, comenzaron a atacar y conquistar territorios bizantinos en Anatolia. Al final del siglo XIII, los selyucidas ya habían tomado casi todas las ciudades bizantinas de Anatolia, con excepción de un puñado de ciudades en el noroeste de la península.

En esta época, otro clan semi-nómada turco habría migrado del norte de Persia hacia el oeste, y tomando partido por los selyúcidas en una batalla en Anatolia frente al Imperio Mongol , juntos vencieron a los mongoles. El sultán selyúcida, en agradecimiento, les habría concedido un pequeño territorio montañoso en el noroeste del Imperio, en las proximidades del territorio bizantino. El estado Selyúcida comenzaba poco después a dividirse en pequeños emiratos que no reconocían el poder Selyúcida ni el Mongol. Uno de estos sultanatos, el del clan turco que había ayudado a los selyúcidas, bajo el mando de un líder llamado Osman I Gazi( que daría el nombre de la dinastia otomana u osmanlíessería el núcleo originario del futuro Imperio otomano.

Invasión otomana en Europa

Los otomanos ya habían impuesto su fuerza al desvalido Imperio Bizantino, tomando sus últimas ciudades asiáticas de Brusa, Nicea y Nicomedia. En 1341, cuando muere el emperador Andrónico III, el imperio cayó en manos de su esposa Ana, quien nombró al clérigo Juan Cantacuzeno como tutor de su hijo Juan Paleólogo y corregente de Ana. En 1343, Cantacuzeno se declaró regente único y pidió ayuda militar a los otomanos para imponer su control sobre los últimos remanentes del Imperio Bizantino. Ana, entonces, determinó que Juan y Cantacuzeno serían co-emperadores, el segundo de mayor autoridad sobre el primero durante 10 años, cuando entonces gobernarían como iguales.

Cuando el reino de Serbia atacó Salónica, en 1349, el clérigo y regente bizantino Cantacuzeno pidió por segunda vez auxilio a los otomanos. En 1351, Cantacuzeno hizo una tercera alianza con los turcos para ayudarlo en la guerra civil provocada entre sus partidarios y los seguidores del príncipe Juan. En este último acuerdo, Cantacuzeno prometió a los otomanos la posesión de una fortaleza del lado europeo del estrecho de los Dardanelos -la primera ocupación de una civilización asiática en Europa desde el asedio persa a Grecia, más de 2.000 años atrás. Entretanto, el príncipe otomano Suleimán decidió reforzar su posición tomando la ciudad de Galípoli, estableciendo el control sobre toda la península y una base estratégica para la expansión del Imperio Otomano en Europa. Cuando Cantacuzeno exigió la devolución de la ciudad, los otomanos se volvieron en contra de Constantinopla.

Durante el gobierno de Juan Paleólogo, Bizancio se convirtió un estado vasallo de los otomanos, ofreciendo soldados para las campañas de los turcos en Europa y pagando un tributo anual para mantener a los turcos lejos de Constantinopla. Las exigencias turcas se agravaron cuando Juan murió, en 1391, y su hijo Manuel II Paleólogo subió al trono, en desacato al sultán otomano Bayaceto (Beyazid I).

Los cercos de 1391, 1396 y 1422

Entre las nuevas exigencias del sultán estaba el establecimiento de un distrito en Constantinopla de mercaderes turcos. Como Manuel rehusó, Beyazid cercó la ciudad por tierra. Después de 7 meses de sitio, Manuel Paleólogo cedió, y los turcos se retiraron para las campañas en el norte contra Serbia y Hungría.

Beyazid convocó a Manuel y a otros reyes cristianos del este europeo para una audiencia, donde demostraría las consecuencias para cualquiera que resistiera al sultán. Paleólogo presintió que sería asesinado, y rehusó la invitación. Después de un segundo rechazo, en 1396, Bayaceto envió nuevamente su ejército a Constantinopla, saqueando y destruyendo los campos aledaños a la ciudad, impidiendo que cualquiera entrase o saliese vivo de allí. Constantinopla aún podía contar con suministros venidos del mar, ya que los turcos no se apoyaron en un cerco marino a la ciudad. Así, Constantinopla resistió por 6 años, hasta que, en 1402, el temible ejército de Tamerlán invadió el Imperio Otomano por el este, y Beyazid se vio obligado a movilizar sus tropas para este nueve frente, salvándose Constantinopla en el último momento.

En las dos décadas siguientes, Constantinopla se vio libre del yugo otomano, y pudo incluso recuperar algunos territorios en Grecia. Pero en 1422, Manuel Paleólogo resolvió apoyar a un príncipe otomano al trono, visualizando una duradera tregua en el futuro. Pero el sultán Murad II envió en respuesta un contingente de 10 mil soldados para cercar Constantinopla una vez más. En aquel año, el 24 de agosto, el sultán ordenó un severo ataque a las murallas, y después de varias horas de batalla, ordenó su retirada, y una vez más, Constantinopla consiguió sobrevivir.

La caída de Constantinopla

«Asedio de Constantinopla», pintura de 1499

Búsqueda de apoyo en el Occidente

El cisma entre las Iglesias Católica y Ortodoxa había mantenido a Constantinopla distante de las naciones occidentales, e incluso durante los asedios de los turcos musulmanes, no había conseguido más que indiferencia de Roma y sus aliados. En un último intento de aproximación, teniendo en vista la constante amenaza turca, el emperador Juan VIII promovió un concilio en Ferrara, en Italia, donde las diferencias entre las dos confesiones fueron rápidamente resueltas. Entretanto, la aproximación provocó tumultos entre la población bizantina, dividida entre los que rechazaban a la iglesia romana y los que apoyaban la maniobra política de Juan VIII.

Constantino XI y Mahomed II

Juan VIII había muerto en 1448 y su hijo Constantino XI asumió el trono al año siguiente. Era una figura popular, habiendo luchado en la resistencia bizantina en el Peloponeso frente al ejército otomano, mas seguía la línea de su padre en la conciliación de las iglesias oriental y occidental, lo que causaba desconfianza no sólo entre el clero bizantino sino también en el sultán Murad II, que veía esta alianza como una amenaza de intervención de las potencias occidentales en la resistencia a su expansión en Europa.

En 1451, Murad II murió, siendo sucedido por su joven hijo Mehmet II. Inicialmente, Mahomed había prometido no violar el territorio bizantino. Esto aumentó la confianza de Constantino que, en el mismo año, se sintió seguro y suficiente para exigir el pago de una renta anual para la manutención de un obscuro príncipe otomano, mantenido como rehén, en Constantinopla. Furioso, más por el ultraje que por la amenaza a su pariente en sí, Mehmet II ordenó los preparativos para un asedio total a la capital bizantina.

Preparativos

Ambos lados se prepararon para la guerra. Los bizantinos, ahora, con la simpatía de las naciones occidentales, enviaron mensajeros a dichas naciones por refuerzos y consiguiendo promesas. Tres navíos genoveses contratados por el Papa estaban en camino con armas y provisiones. El Papa también había enviado al cardenal Isidro, con 300 arqueros napolitanos como su guardia personal. Los venecianos enviaron a mediados de 1453 un refuerzo de 800 soldados y 15 navios con pertrechos, mientras que los ciudadanos venecianos residentes en Constantinopla aceptaron participar de las defensas de la ciudad. La capital bizantina también recibió refuerzos de los ciudadanos de Pera y de los genoveses renegados, entre los cuales Giovanni Giustiniani Longo, quien se encargaría de las defensas de la muralla este, y 700 soldados. Barriles de fuego griego, armas de fuego, y todos los hombres y jóvenes capaces de empuñar una espada, y un arco fueron reunidos. Con todo, las fuerzas bizantinas probablemente no llegaban a los siete mil soldados y 26 navíos de guerra anclados en el Cuerno de Oro.

Los otomanos a su vez iniciaron el cerco construyendo rápidamente una fortaleza 10 kilómetros al norte de Constantinopla, Anadoluhisari. Mehmet II sabía que los asedios anteriores habían fracasado porque la ciudad recibía suministros a través del mar y entonces trató de bloquear las dos entradas del Mar de Mármara, con una fortaleza armada con 3 cañones en el punto más estrecho del Bósforo, y por lo menos 125 navíos ocupando los Dardanelos, el Mar de Mármara y el oeste del Bósforo.

Mehmet también reunió un ejército estimado de cien mil soldados,ochenta mil de los cuales eran combatientes turcos profesionales - los demás reclutas capturados en campañas anteriores, mercenarios, aventureros y renegados cristianos, los cuales serían empleados en los asaltos directos. 12 mil de estos soldados eran jenízaros, la élite del ejército otomano. Al inicio de 1452, un ingeniero de artillería húngaro llamado Urbano ofreció sus servicios al sultán. Mehmet le hizo responsable de la instalación de los cañones en su nueva fortaleza y la fabricación de un inmenso cañón de 8 metros de longitud, el cual fue llevado a las cercanías de Constantinopla, empujado por 60 bueyes y auxiliado por un contingente de 200 hombres.

El ataque otomano

El sitio comenzó oficialmente el 6 de abril de 1453, cuando el gran cañón disparó el primer tiro en dirección al valle del Río Lico, que penetraba en Constantinopla por una depresión bajo la muralla, lo cual posibilitaba el posicionamiento del cañón en una parte más alta. La muralla, hasta entonces imbatida en aquel punto, no había sido construida para soportar ataques de artillería, y en menos de una semana comenzó a ceder. Todos los días, al anochecer, los bizantinos se escabullían fuera de la ciudad para reparar los daños causados por el cañón con sacos y barriles de arena, piedras despedazadas de la propia muralla y empalizadas de madera. Los otomanos evitaron el ataque por la costa, puesto que las murallas eran reforzadas por torres con cañones y artilleros que podrían destruir toda la flota en poco tiempo. Por eso, el ataque inicial se restringió a casi un frente, lo que posibilitó tiempo y mano de obra suficientes a los bizantinos para soportar el asedio.

En el comienzo del cerco, los bizantinos consiguieron dos victorias alentadoras. El 12 de abril, el almirante búlgaro al servicio del sultán, Suleimán Baltoghlu, fue rechazado por la armada bizantina al intentar forzar el pasaje por el Cuerno de Oro. Seis días después, el Sultán intentó un ataque a la muralla dañada en el valle del Lico, pero fue derrotado por un contingente menor, pero mejor armado, de bizantinos, al mando de Giustiniani.

El 20 de abril los bizantinos avistaron los navíos enviados por el Papa, además de otro navío griego con grano de Sicilia, que atravesaron el bloqueo de los Dardanelos cuando el sultán desplazó sus navíos hacia el Mar de Mármara. Baltoghlu intentó interceptar los navíos cristianos, pero vio que su flota podía ser destruida por los ataques de fuego griego arrojado sobre sus embarcaciones. Los navíos llegaron con éxito al Cuerno de Oro, y Baltoghlu fue humillado públicamente por el sultán y ejecutado.

El 22 de abril, el sultán asestó un golpe estratégico en las defensas bizantinas. Imposibilitados para atravesar la cadena que cerraba el Cuerno de Oro, el sultán ordenó la construcción de un camino de rodadura al norte de Pera, por donde sus navíos podrían ser empujados por tierra, evitando la barrera. Con los navíos posicionados en un nuevo frente, los bizantinos no tendrían recursos para reparar después sus murallas. Sin elección, los bizantinos se vieron forzados a contraatacar, y el 25 de abril intentaron un ataque sorpresa a los turcos en el Cuerno de Oro, pero fueron descubiertos por espías y ejecutados. Los bizantinos, entonces, decapitaron a 260 turcos cautivos y arrojaron sus cuerpos sobre las murallas del puerto.

Bombardeados diariamente en dos frentes, los bizantinos raramente eran atacados por los soldados turcos. El 7 de mayo, el sultán intentó un nuevo ataque al valle del Lico, pero fue nuevamente repelido. Al final del día, los otomanos comenzaron a mover una gran torre de asedio, pero durante la noche, los soldados bizantinos consiguieron destruirla antes que fuese usada. Los turcos también intentaron abrir túneles por debajo de las murallas, pero los griegos cavaban del lado interno y atacaban de sorpresa con fuego o agua.

La mano de obra estaba sobrecargada, los soldados cansados y los recursos escaseaban, y el mismo Constantino XI coordinaba las defensas, inspeccionaba las murallas y reanimaba las tropas por toda la ciudad.

Malos presagios

La resistencia de Constantinopla comenzó a decaer frente al desánimo causado por una serie de malos presagios. En la noche del 24 de mayo hubo un eclipse lunar, recordando a los bizantinos una antigua profecía de que la ciudad sólo resistiría mientras la Luna brillase en el cielo. Al día siguiente, durante una procesión, uno de los íconos de la Virgen María cayó al suelo. Luego, de repente, una tempestad de lluvia y granizo inundó las calles. Los navíos prometidos por los venecianos todavía no habían llegado y la resistencia de la ciudad estaba al límite.

Al mismo tiempo, los turcos otomanos afrontaban sus propios problemas. El costo para sostener un ejército de 100 mil hombres era muy grande, y los oficiales comentaban la ineficiencia de las estrategias del Sultán hasta entonces. Mehmet II se vio obligado a lanzar un ultimátum a Constantinopla: los turcos perdonarían las vidas de los cristianos si el Emperador entregaba la ciudad. Como alternativa, prometió levantar el cerco si Constantino pagaba un pesado tributo. Como los tesoros estaban vacíos desde el saqueo de la Cuarta Cruzada, Constantino se vio obligado a rechazar la oferta, y Mehmet obligado a lanzar un ataque rápido y decisivo.

El asalto final

Mehmet ordenó que las tropas descansasen el día 28 de mayo para prepararse para el asalto final en el día siguiente. Por primera vez en casi dos meses, no se oyó el ruido de los cañones y de las tropas en movimiento. Para romper el silencio y levantar la moral en el momento decisivo, todas las iglesias de Constantinopla tocaron sus campanas durante todo el día.

Durante la madrugada del día 29 de mayo de 1453, el sultán otomano Mehmet lanzó un ataque total a las murallas, compuesto principalmente por mercenarios y prisioneros, concentrando el ataque en el valle del Lico. Durante dos horas, el contingente principal de mercenarios europeos fue repelido por los soldados bizantinos bajo el mando de Giustiniani, provistos de mejores armas y armaduras, y protegidos por las murallas. Pero con las tropas cansadas, tendrían ahora que enfrentar al ejército regular de 80 mil turcos.

El ejército turco atacó durante más de dos horas, sin vencer la resistencia bizantina. Entonces hicieron espacio para el gran cañón, que abrió una brecha en la muralla por la cual los turcos concentraron su ataque. Constantino, en persona, coordinó una cadena humana que mantuvo a los turcos ocupados mientras que la muralla era reparada. El Sultán, entonces, hizo uso de los jenízaros, que trepaban la muralla con escaleras. Sin embargo, tras una hora de combates, los jenízaros todavía no habían conseguido entrar a la ciudad.

Con los ataques concentrados en el valle del Lico, los bizantinos cometieron la imprudencia de dejar la puerta de la muralla noroeste semiabierta. Un destacamente otomano penetró por allí e invadió el espacio entre las murallas externa e interna. En ese momento, el comandante Giustiniani fue herido y fue evacuado apresuradamente hacia un navío. Sin su liderazgo, los soldados griegos lucharon desordenadamente contra los disciplinados turcos. Se dice que en el último momento, el Emperador Constantino XI desenvainó la espada y partió para la lucha, y nunca más fue visto.

Giustiniani también moriría más tarde en virtud de las heridas en la isla griega de Quíos, donde se encontraba anclada la prometida escuadra veneciana a la espera de vientos favorables.

El saqueo y el control turco

El Sitio de Constantinopla.

Desesperados, los sobrevivientes corrieron a sus casas a fin de salvar sus familias. Muchos huyeron en navíos, cuando los marineros turcos vieron que la ciudad había caído y podrían aprovechar participando del botín. Los turcos, por orden expresa del Sultán Mehmet (que sería conocido en adelante como Fatih, "el Conquistador") saquearon durante 3 días aquellas zonas de la ciudad que más habían puesto empeño en su defensa, mientras que respetaron las demás. La Iglesia de Santa Sofía (conocida como Hagia Sophia, "Divina Sabiduría" en griego), el corazón de todo el cristianismo ortodoxo, fue vista repleta de refugiados en espera de un milagro que no sucedió: los clérigos fueron muertos y las monjas capturadas. Mehmet II entró en la ciudad por la tarde en desfile triunfal, y ordenó que la Catedral fuese consagrada como mezquita. Quizás por haber considerado demasiado destruida la ciudad, el Sultán ordenó el fin de los saqueos y de la destrucción en el mismo día (contrariando la promesa de 3 días de saqueos que hiciera antes de la guerra). Terminó con 50 mil presos, entre los cuales había soldados, clérigos y ministros. Este contigente bizantino recibió autorización para vivir en la ciudad bajo la autoridad de un nuevo patriarca, Genadio, designado por el propio Sultán para asegurarse que no habría revueltas.

De cualquier forma fue el fin del último reducto de la cultura clásica, el último vestigio del Imperio Romano. Constantinopla pasó a ser la capital de una nuevo Imperio que llegaría hasta las mismas puertas de Viena, el Imperio Otomano.

Implicaciones

La caída de Constantinopla causó una gran conmoción en Occidente. Los cronistas de la época confiaban en la resistencia de las murallas y creían imposible que los turcos pudiesen superarlas. Se llegó a iniciar conversaciones para una nueva cruzada para liberar Constantinopla del yugo turco, pero ninguna nación pudo ceder tropas en aquel tiempo. Los mismos genoveses se apresuraron a prestar sus respetos al Sultán, y así pudieron mantener sus negocios en Pera por algún tiempo. Con Constantinopla, y por ende el Bósforo, bajo dominio musulmán, el comercio entre Europa y Asia declinó súbitamente. Ni por tierra ni por mar los mercaderes cristianos conseguirían pasaje para las rutas que llevaban a la India y a China, de donde provenían las especias usadas para conservar los alimentos, además de artículos de lujo, y hacia donde se destinaban sus mercancías más valiosas.

De esta manera, las naciones europeas inciaron proyectos para el establecimiento de rutas comerciales alternativas. Portugueses y españoles aprovecharon su posición geográfica junto al Océano Atlántico para tratar de llegar a la India por mar. Los portugueses trataron de llegar a Asia circunnavegando África, intento que culminó con el viaje de Vasco da Gama entre 1497-1498. En cuanto a España, los Reyes Católicos financiaron la expedición del navegante Cristóbal Colón, quien veía una posibilidad de llegar a Asia por el oeste, a través del Océano Atlántico, intento que culminó en 1492 con el descubrimiento de América, dando inicio al proceso de ocupación del Nuevo Mundo. Los dos países, otrora sin mucha expresión en el escenario político europeo, se convirtieron en el siglo XVI las naciones más poderosas del mundo, estableciendo un nuevo orden mundial.

Enlaces externos

Referencias